jose rafael lantigua - buscando tiempo para leer

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José Rafael Lantigua

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De ese libro de Daniel Pennac hemos extraído los 10 derechos de un lector potencial, del posible aspirante al placer de la lectura. La idea de adaptar las anotaciones de Pennac a la necesidad de promover entre los dominicanos el gusto por la lectura -como placer voluntario, porque al fin y al cabo, como el mismo Pennac lo desea, que se lea lo que se quiera, como quiera y cuando quiera y si no quiere, no lea- nació una mañanaen la redacción del diario Ultima Hora, cuando una integrante del staff de dicho periódico, la destacada periodista Luchy Placencia, me sorprendió con la pregunta de cómo encontrar tiempo para la lectura. Buscando darle una respuesta por escrito, encontré diez. Las diez máximas relatadas magistralmente por Daniel Pennac en su libro citado.

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  • Jos Rafael Lantigua

  • (M Ylttjet.!th/1ti911l1.ensayista y crtico literario.En 1976 obtuvo el pre iode Ensayo en el ConcursoNacional organizado conmotivo del centenariodel nacimiento de Ouarte.Ha recibido variosreconocimientos, entreellos el de EscritorDistinguido, en 1977,del Ateneo Dominicano,el Premio Nacional dePeriodismo, categoraPatrimonio QJltural, delOub de Prensa Extranjera,1988 y el Premio"Gaonabo de Oro", de laAsociacin Dominicanade Periodistas y Escritores.Dirige desde hace reslustros la seccin literaria"Biblioteca", del diariolItima Hora, _

  • la ms importante en sugnero en el diarismodominicano. Actualmentees R'esidente de lacormsn Permanentede la Feria del Libro.Ha publicado los libros:Domingo M:lrenoJimenes, Biografla de unpoeta (1976); Sobre untiempo de esperanzas,poemas (1982); Haciauna revalorizacin delideal duart iano (1 985) ;Semblanzas del Corazn(1985); La Conjura delTiempo (1994); 8 Oficiode la Palabra (1995) eIslas en el Sol-Antologadel cuento cubano ydomnicano (1999),en colaboracin con elescritor cubano FranciscoL6pez Sacha.

  • Buscando tiempo para leer(LOS 10 DERECHOS DEL POSIBLE LECTOR)

  • JOS RAFAEL LANTIGUA

    Buscando tiempo para leer(LOS 10 DERECHOS DEL POSIBLE LECTOR)

    Comisin Permanente de la Feria del LibroSanto Domingo, Repblica Dominicana,

    2000

  • CONTENIDO

    Presentacin............................................................... 9

    Introduccin 13

    1. El derecho a no leer 15

    2. El derecho a saltarse las pginas........................ 17

    3. El derecho a no terminar un libro 21

    4. El derecho a releer.............................................. 25

    5. El derecho a leer cualquier cosa 27

    6. El derecho al bovarismo(Enfermedad de transmisin textual) 31

    7. El derecho a leer en cualquier lugar 33

    8. El derecho a hojear 37

    9. El derecho a leer en voz alta 39

    10. El derecho a callarnos 41

    7

  • PRESENTACIN

    La lectura es la va ms directa y segura del cono-cimiento. Ampla nuestros horizontes intelectuales ymorales, y tambin nos hace vivir experiencias aje-nas como si fueran propias.

    Ren Descartes consideraba que "la lectura es unaconversacin con los hombres ms ilustres de lossiglos pasados", y la conversacin implica ante todocercana, confianza, amistad y comunicacin perma-nente con los autores de todas las pocas y latitudes.

    En tal sentido, es muy privilegiada la condicinde lector, y es precisamente a quien van dirigidasestas breves, pero insustituibles pginas con el ttu-lo "Buscando Tiempo para Leer: Los 10 Derechosdel posible Lector", cuya tercera edicin acoge conacierto la Comisin Permanente de la Feria del li-bro. La primera edicin de esta obra fue publicadaen el marco de la Feria Nacional del Libro corres-pondiente a 1995; y la segunda en 1996, aupiciadapor el Grupo Intercontinental, S.A.

    Debemos agradecer que las mismas estn escri-tas con tanta amenidad, sencillez y profundidad muy

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  • motivadoras, sobre todo, para los nios, jvenes yadultos que se inician en esta maravillosa prctica,a la vez que reafirmarn el amor por ella a quienesya la tienen.

    Esta ha sido una preocupacin constante de suautor, el licenciado Jos Rafael Lantigua, Presidentede esta Comisin, a travs de su muy ledo y co-mentado suplemento "Biblioteca" que durante quin-ce aos ininterrumpidos viene publicando en el pe-ridico Ultima Hora.

    Enhorabuena, pues, estas pginas que afianza-rn nuestra vocacin de lectores.

    Comisin Permanentede la Feria del Libro

    Abril del 2000

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  • INTRODUCCIN

    Daniel Pennac estuvo enfrentando por aos,como profesor de literatura en un instituto de Pars,la reticencia de sus alumnos, incluso la de su hijade ocho aos, a la lectura.

    Como profesor de literatura y como escritor lasituacin planteada le preocupaba grandemente. Fueas como surgi un libro suyo que buscaba recupe-rar el gusto "extraviado" por los libros. El ensayo"Como una novela" se convirti en un autnticoxito editorial -ms de 250 mil ejemplares vendi-dos en Francia en un solo ao- y el pblico francscomprendi mejor desde entonces las posibilida-des existentes para desafiar la aversin por los li-bros.

    El propsito del libro en cuestin era se: el quese leyese como una novela, como un relato querecupera el placer de la lectura que parece habersereducido a una obligacin. Dejar de lado los tpi-cos que constituyen lugares comunes: que la lectu-ra ha sido desplazada por la presencia constante dela televisin en nuestros hogares, por las imposibi-

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  • lidades de la sociedad de consumo, por la falta detiempo ... Daniel Pennac quera hacer un intentodiferente con su libro para que los lectores poten-ciales abandonaran el miedo a la lectura y lo con-virtieran en un placer. En un placer que empiezapor el derecho a no ejercerlo, o a hacerlo cmo ycundo a cada uno le apetezca. Convertirlo pues,en un placer voluntario.

    De ese libro de Daniel Pennac hemos extra-do los 10 derechos de un lector potencial, delposible aspirante al placer de la lectura. La ideade adaptar las anotaciones de Pennac a la necesi-dad de promover entre los dominicanos el gustopor la lectura -como placer voluntario, porque alfin y al cabo, como el mismo Pennac lo desea,que se lea lo que se quiera, como quiera y cuan-do quiera y si no quiere, no lea- naci una ma-ana en la redaccin del diario Ultima Hora, cuan-do una integrante del staff de dicho peridico, ladestacada periodista Luchy Placencia, me sorpren-di con la pregunta de cmo encontrar tiempopara la lectura. Buscando darle una respuesta porescrito, encontr diez. Las diez mximas relata-das magistralmente por Daniel Pennac en su li-bro citado.

    El texto siguiente que contiene el declogo se-alado, es pues, una condensacin del pensamien-to de Pennac y, a su vez, una transcripcin libre delas ideas a este respecto elaboradas por este reco-nocido educador y escritor francs en su famoso

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  • libro "Como una novela".* Nuestra versin libre, enla que necesariamente hacemos modificaciones ala escritura original e insertamos nuestros propiospareceres, no modifica los aspectos esenciales delas ideas expuestas por Pennac, por lo cual nuestronico mrito, si acaso cabe, ha sido el de resumir yadaptar esos pensamientos para consumo de loslectores habituales, potenciales o posibles, y contri-buir de este modo, de forma modesta, al desarrollodel inmenso e inigualable placer de la lectura.

    'Daniel Pennac: "Como una novela"; traduccin de Joaqun Jord;Crculo de Lectores, Barcelona: 1993; 169 pp. (Edicin original en fran-cs: Editions Gallimard, Pars: 1992).

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  • Para comen-zar, la mayor par-te de los lecto-res se concedencotidianamente el derecho a no leer. Aunque afectea nuestra reputacin, entre un buen libro y unamala pelcula en la televisin, el segundo vence alprimero con mucha mayor frecuencia de lo quenos gustara confesar.

    Y, adems, no leemos continuamente. Nuestrosperodos de lectura se alternan muchas veces conprolongadas dietas en las que la sola visin de unlibro despierta los miasmas de la indigestin.

    Estamos rodeados de cantidad de personas to-talmente respetables, a veces tituladas, e incluso"eminentes" -algunas de las cuales poseen biblio-tecas muy interesantes- pero que no leen jams, otan poco que nunca se nos ocurrira la idea de re-galarles un libro. No leen. Sencillamente, no leen.Sea porque no sienten la necesidad, sea porque

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  • tienen demasiadas cosas que hacer aparte de leer,sea porque alimentan otro amor y lo viven de unamanera absolutamente exclusiva. En suma, a esaspersonas no les gusta leer.

    Esta gente es tan "humana" como el que lee siem-pre. La idea de que el individuo que no lee debieraser considerado a priori un bruto potencial o uncretino contumaz, es falsa. Si la aceptamos, conver-tiremos la lectura en una obligacin moral y estesera el comienzo de una escalada que anuncia se-rios problemas de criterios.

    En definitiva, la libertad de escribir no puede iracompaada del deber de leer.

    En el fondo, hay que educar a los nios en laprctica de la literatura, pero darles a su vez losmedios para que juzguen libremente si sienten ono la "necesidad de los libros". Porque si bien sepuede admitir perfectamente que un individuo re-chace la lectura, es intolerable que sea -o se crea-rechazado por ella.

    Es inmensamente triste, una soledad en la sole-dad, ser excludo de los libros ... incluso de aque-llos de los que no se puede prescindir.

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  • RECHOTARSE LAS PGIN

    Tomemos caejemplo "La Guy la Paz", deTolstoi. Unvolumeninmenso,que, enalgunas edicio-nes, son dos. La primeranocin que se podra tener de esa gran novela es laque un joven le resumi a su hermano que se inte-res en conocer lo que lea en un momento dado:"Es la historia de una chica que quiere a un tipo yse casa con un tercero".

    Naturalmente, ese lector no era un tonto. Sabaperfectamente que "La Guerra y la Paz" no podaser reducida a una historia de amor, por bien mon-tada que estuviera. Lo que le pasaba a ese jovenlector es que tena inters en que su hermano leye-ra aquel libro, y conociendo su predileccin por laspasiones sentimentales, excit su curiosidad con laformulacin de su resumen.

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  • De este modo, el lector en potencia descubri laobra de Tolstoi. Descubri, en efecto, que habauna historia de amor encajada dentro de otra granhistoria en esa novela. El corazn de Natacha lodeslumbr, al igual que el prncipe Andrs, el golfode Anatole y Pedro Bezujov. Pero, qu hizo estejoven lector para no interesarse nada ms que porlo que le interesaba del libro? Simplemente, se salttres cuartas partes del mismo. Lo nico que le inte-resaba era el corazn de Natacha y las batallas, y sesalt los asuntos de poltica y estrategia. Como lasteoras de Clausewitz. Sigui con ardor los sinsabo-res conyugales de Pedro Bezujov y su mujer Elenay dej a solas a Tolstoi disertando sobre los proble-mas agrarios de la Rusia eterna.

    Se salt pginas, en definitiva. Y nosotros pen-samos que muchos deberan hacer lo mismo. Sobretodo, si son muy jvenes.

    Si tienen ganas de leer "Moby Dick", pero sedesaniman ante las disquisiciones de Melville sobreel material y las tcnicas de la caza de la ballena, noes preciso que renuncien a su lectura, sino que selas salten, que salten por encima de estas pginas ypersigan a Achab sin preocuparse del resto, de lamisma manera que l persigue su blanca razn devivir y morir!, aunque tengan que saltarse el testa-mento de Zzimo o la leyenda del Gran Inquisidor.

    Un gran peligro les acecha si no deciden por smismos lo que est a su alcance saltndose laspginas que elijan: otros lo harn en su lugar. Se

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  • apoderarn de las grandes tijeras de la imbecilidad ycortarn todo lo que consideren demasiado "difcil".Eso da unos resultados terribles. Lo que deseamosdecir es que no lean jams obras resumidas, quemejor lean las obras originales aunque asuman contodo derecho la licencia de saltarse las pginas."Moby Dick" o "Los miserables", de Vctor Hugo,reducidos a unos resmenes de 150 pginas, muti-lados, destrozados, desmedrados, momificados,reescritos, en una lengua acomodada! es ms omenos, lo mismo que si nos pusiramos a redibujar"Guernica" bajo el pretexto de que Picasso metiall demasiados brochazos.

    Sea usted joven o adulto, salte las pginas quedesee, pero lea, lea siempre. Puede ser, cmo no,que decidamos leer todo hasta la ltima palabra,estimando que aqu el autor se extiende demasia-do, que all se permite un solo de flauta pasable-mente gratuito, que en tal lugar cae en la repeticiny en tal otro en la idiotez. Entonces, digamos loque digamos, este testarudo aburrimiento que en-tonces nos imponemos no corresponde al ordendel "deber", ya esa es una categora de nuestro pla-cer de lector.

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  • ERECHOTERMINAR UN LIBRO

    Hay36,000mil moti-vos paraabandonarun libro antesdel final: la sensacin de que haya sido ledo, unahistoria que no nos engancha, nuestra desaprobacintotal a la tesis del autor, un estilo que nos pone lospelos de punta, la falta de calidad en la prosa y elestilo del autor, la ausencia de una escritura que no escompensada por ninguna razn de seguir adelante ...Intil enumerar los 35,994 restantes, entre los cualeshay que colocar sin embargo, la caries dental, las per-niciosas ausencias de la luz elctrica, el vecino quecoloca su msica a todo volumen, las numerosas erra-tas de la imprenta, las persecuciones de nuestro jefede oficina o un sesmo amoroso que petrifica nuestracabeza.

    Qu el libro se nos cae de las manos?Que se caiga.

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  • Al fin y al cabo, no todo el mundo puede serMontesquieu para ofrecerse por encargo al consue-lo de una hora de lectura.

    Sin embargo, entre todas las razones que tene-mos para abandonar una lectura, hay una que me-rece cierta reflexin: el vago sentimiento de unaderrota.

    He abierto, he ledo, y no he tardado en sentir-me sumergido por algo que notaba ms fuerte queyo. He concentrado mis neuronas, me he peleadocon el texto, pero imposible, por ms que tenga lasensacin de que lo que est escrito all merece serledo, no entiendo nada, o tan poco que es igual anada, y noto una extraeza que me resulta impene-trable.

    Cuando sucede algo as, hay que dejar el libro.Dejarlo a un lado. Lo colocamos en nuestra biblio-teca con la vaga intencin de insistir algn da.

    Hay libros como "Ulises" de James Joyce, o "Bajoel volcn", de Malcolm Lowry, que han esperadodurante aos a ser reabordados por ciertos lectores.

    A veces se recuperan. Otros, no sern recupera-dos jams.

    La nocin de "madurez" es algo extrao en ma-teria de lectura. Hasta una determinada edad, notenemos edad para determinadas lecturas. Pero,contrariamente a las buenas botellas, los buenoslibros no envejecen. Nos aguardan en nuestros es-tantes y somos nosotros quienes envejecemos. Cuan-do nos creemos suficientemente "maduros" para

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  • leerlos, los abordamos de nuevo. Entonces, una dedos: o se produce el encuentro, o es un nuevo fias-co. Es posible que lo intentemos una vez ms, quizno. Pero est claro que no es culpa de ThomasMann que muchos no hayan podido, a estas altu-ras, alcanzar la cumbre de su "Montaa Mgica".

    El gran libro que se nos resiste no es necesaria-mente ms difcil que otro.

    Existe entre ste, por grande que sea, y noso-tros, por aptos para "entenderlo" que nos estime-mos, una reaccin qumica que no funciona. Un buenda "simpatizamos" con la obra de Borges que hastaentonces nos mantena a distancia, pero permane-cemos toda nuestra vida extraos a la de Musil.

    Entonces tenemos dos opciones: o pensar que es"culpa nuestra", que nos falta una casilla, que alber-gamos una parte irreductible de estupidez, o hurgardel lado de la nocin muy controvertida de "gusto" eintentar establecer el mapa de los nuestros.

    Existe pues, perfectamente, el derecho a no ter-minar un libro. Podemos abandonarlo, y si es posi-ble, intentar una relectura para entender al fin porqu no nos gusta. Este es un placer excepcional.

    Pero hay otro placer excepcional: el de escu-char sin emocin al pedante de turno que nos be-rrea al odo:

    -"Pero, coooomo es posible que no te gusteStendhaaaaal?" .

    Claro que s, es posible.

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  • Para hacer camino de lector hay que concedersea uno mismo muchos derechos. Como, por ejem-plo, el derecho a releer lo que antes me haba ahu-yentado; el derecho a releer sin saltarse un prrafo;el derecho a releer desde un ngulo nuevo; o elderecho a releer por comprobacin.

    Todo esto est bien.Pero, tambin se debe releer gratuitamente, por

    el placer de la repeticin, por la alegra de losreencuentros, por la comprobacin de la intimidad.

    Adopte pues, el derecho a releer.Salvo los malos, todos los libros merecen alguna

    vez una relectura, aunque sea parcial. Y, a veces,hasta los malos, por diversas razones. Ese reencuentroes, sin dudas, maravilloso, an sea para reconocerque antes ese libro le result fascinante y que, aho-ra, ya no resulta ms que una referencia cultural.

    Nuestras relecturas de adultos participan de esedeseo: encantarnos con lo que permanece, y en-contrarlo en cada ocasin tan rico en nuevos des-lumbramientos.

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  • RECHOR CUALQUIER COSA

    pc:J 0{;Av

    Se puede hblar de buenasmalas novelas?

    Entramos alclsico proble-ma del "gusto".Algunos tratan elasun-to abordando el aspecto literario, otros tratan el temadesde el punto de vista tico, algunos ms conside-ran la cuestin desde el ngulo de las libertades. Niunas ni otras consideraciones impedirn que exis-tan buenas y malas novelas.

    Digamos que existe una "literatura industrial", quese contenta con reproducir hasta la saciedad los mis-mos tipos de relatos, despacha estereotipos a granel,comercia con buenos sentimientos y sensaciones fuer-tes, se lanza sobre todos los pretextos ofrecidos por laactualidad para parir una ficcin de circunstancias, seentrega a "estudios de mercado" para vender segn la"coyuntura", talo cual tipo de "producto" que se su-pone excita talo cual categora de lectores.

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  • Esas son las obras que no dependen de la crea-cin sino de la reproduccin de formas preestable-cidas, porque son una empresa de simplificacin,es decir, de mentira, porque al apelar a nuestroautomatismo adormecen nuestra curiosidad, y fi-nalmente el autor no se encuentra en ellas, as comotampoco la realidad que pretende describirnos.

    En suma, una literatura del "prt-a-disfrutar",hecha en moldes y que querra meternos en unmolde.

    No se trata de un fenmeno reciente, vinculadoa la industrializacin del libro. En absoluto. La ex-plotacin de lo sensacional, de la obrita ingeniosa,del estremecimiento fcil en una frase sin autor noes cosa de ayer. Por citar nicamente dos ejemplos:tanto la novela de caballeras como mucho tiempodespus el romanticismo se empantanaron ah. Ycomo no hay mal que por bien no venga, la reac-cin a esta literatura desviada nos dio dos de lasms hermosas novelas del mundo: "Don Quijote" y"Madame Bovary".

    As pues, hay "buenas" y "malas" novelas.Las ms de las veces nos tropezamos en el cami-

    no con las segundas.Durante cierto tiempo, leemos indiscriminada-

    mente las buenas y las malas, de la misma maneraque no renunciamos de la noche a la maana anuestras lecturas infantiles. Todo se mezcla. Sali-mos de "Guerra y Paz" para volver a sumergirnosen obras tipo "Doctor Zhivago". y despus, cierto

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  • da, vence Pasternak. Sin darnos cuenta nuestrosdeseos nos llevan a la frecuentacin de los "bue-nos". Buscamos escritores, buscamos escrituras; seacabaron los meros compaeros de juego, reclama-mos camaradas del alma. La mera ancdota ya nonos basta. Ha llegado el momento de que pidamosa la novela algo ms que la satisfaccin inmediata yexclusiva de nuestras "sensaciones".

    Tenemos el derecho de leer cualquier cosa, peroslo nos elevaremos como lector el da que cerre-mos por nuestra propia cuenta, sin que nadie nosobligue a ello, la puerta de la fbrica best-sellerpara subir a respirar a casa del amigo Balzac.

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  • RECHO AL BOVARISMOedad de transmisin textual)

    A grosso modo,esto es el bovarsmo:la satisfaccin inmedia-ta y exclusiva de nuestras ssaciones. La imaginacinta, los nervios se agitan, el ezn se acelera, la adrenalina sse producen identificacionespor doquier, y el cerebroconfunde (momentnea-mente) lo cotidiano con lo novedoso.

    Es nuestro primer estado colectivo de lector.Algo delicioso, sin dudas. Pero, bastante pavo-

    roso para el observador adulto que, casi siempre,se apresura a agitar un "buen ttulo" bajo las naricesdel joven bovariano, gritando:

    -"Bueno, supongo que Maupassant es "mejor",no?

    Calma, no cedamos al bovarismo; digmonosque, a fin de cuentas, la propia Emma no era msque un personaje de novela, es decir, es producto

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  • de un determinismo en el que las causas sembra-das por Gustave slo engendraban los efectos -porverdaderos que fueran- deseados por Flaubert.

    En otras palabras, no porque una joven colec-cione novelas rosas acabar tragndose un cucha-rn de arsnico.

    Forzarle la mano en esta fase de sus lecturassignifica separarnos de ella renegando de nuestrapropia adolescencia. Es de sabios reconciliarnos connuestra adolescencia; odiar, despreciar, negar o sim-plemente olvidar el adolescente que fuimos es ens una actitud adolescente, una concepcin de laadolescencia como enfermedad mortal.

    De ah la necesidad de acordarnos de nuestrasprimeras emociones de lectores, y de levantar unaltarcito a nuestras antiguas lecturas. Includas lasms "estpidas". Desempean un papel inestima-ble: conmovernos de los que fuimos rindonos delos que nos conmova.

    No es extrao que a la vez que vilipendiamos laestupidez de las lecturas adolescentes, colaboremosen el xito de un escritor telegnico, del que nosburlaremos tan pronto como haya pasado de moda.Las modas literarias se explican ampliamente poresta alternancia de nuestros entusiasmos ilumina-dos y de nuestros repudios perspicaces.

    Jams crdulos, siempre lcidos, pasamos el tiem-po sucedindonos a nosotros mismos, convencidospara siempre de que Madame Bovary es el otro.Emma deba de compartir esta conviccin.

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  • ERECHOER EN CUALQUIER LUGAR

    Se cuentaesta ancdota.

    En el cuartelde la academia deArtillera de Chlons-sur-Mame, en Fran-cia, cada da en elreparto matutino de faenas,formadas las tropas, un soldadose presentaba sistemticamente como voluntario parala faena menos solicitada, la ms ingrata, distribudacasi siempre a ttulo de castigo y que atenta a la msalta honorabilidad: la legendaria, la infamante, la in-nombrable faena de letrinas.

    Todas las maanas, la misma historia. El solda-do se ofreca, con una extraa sonrisa, para dichafaena. Empuaba la escoba como si se tratara delbandern de la compaa y desapareca con un granalivio de la tropa que segua en la trinchera de lasfaenas honorables.

    El soldado se perda. Todos los olvidaban, hastaque al final de la maana reapareca, cuadrndose

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  • para el parte al jefe del escuadrn: "Letrinas impe-cables, mi capitn". El capitn recuperaba bayeta yescoba con una honda interrogacin en los ojosque jams lleg a formular, quiz obligado por elrespeto humano. El soldado saludaba, daba mediavuelta y se retiraba llevndose consigo su secreto.

    El secreto? S, su secreto, oculto en el bolsilloderecho de su traje de faena: 1,900 pginas del volu-men dedicado a las obras completas de Nicols Gogol.

    Un cuarto de hora de limpieza de letrinas a cam-bio de una maana de Gogol.

    Cada maana durante los dos meses de invier-no, confortablemente sentado en la sala de los re-tretes, cerrada con siete llaves, el soldado de refe-rencia vuela muy por encima de las contingenciasmilitares. Todo Gogol! De las nostlgicas "Veladasde Ucrania" a los desternillantes "Cuentos Peters-burgueses", pasando por el terrible "Taras Bulbas"y el negro sarcasmo de "las almas muertas".

    De aquella historia quedaron grabados en la partesuperior del inodoro dos alejandrinos que se cuen-tan entre los ms suntuosos de la poesa francesa:

    "Oui je peux sans mentir,assieds-toi, pedagogue,Affirmer avoir lu tour mon Gogolaux gogues".("S, puedo sin mentir,sintate, pedagogo,afirmar haber ledo todo mi Gogolen las letrinas ").

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  • La ancdota vale para comprobar que es posi-ble leer, si hay inters, en cualquier lugar: la camade un convaleciente, la butaca de espera de un con-sultorio, la parada del autobs, en el carro mientrasse espera la salida de los nios del colegio, y si selo permite, hasta en el butacn reclinable de la bar-bera.

    Clemenceau daba gracias a un estreimiento cr-nico, sin el cual afirmaba, jams haba tenido ladicha de leer las Memorias de Saint-Simon.

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  • Yo hojeo,tros hojeamos,jmosles hojear.

    Es la autorizacin que nos concedemos para to-mar cualquier volumen de nuestra biblioteca, decualquier otra biblioteca, o simplemente, de la libre-ra que visitamos en ese momento, abrirlo por cual-quier lugar y sumirnos en l un momento porqueslo disponemos precisamente de ese momento.

    Algunos libros se prestan mejor que otros a serhojeados, por componerse de textos breves y sepa-rados: las obras completas de Woody Al1en, las no-velas cortas de Kafka o de Saki, aquel buen viejode la Rochefoucauld, y la mayora de los poetas ...

    Dicho eso, se puede abrir a Proust, a Shakespeare,o al Epistolario de la familia Henrquez Urea porcualquier parte, hojear aqu y all, sin correr el menorriesgo de sentirse decepcionado.

    A veces hay libros de los que gusta tener noti-cias, sin necesidad de que le abordemos por com-pleto: por falta de dinero o por falta de tiempo.

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  • Sencillamente, tmelo entonces en sus manos si vaa la librera o a la biblioteca de un amigo, o si seencuentra por casualidad con l en cualquier otrolugar inesperado, hojelo sin prisa, lea algo, lo quepueda ms interesarle o cautivarle momentneamen-te. Usted determinar de inmediato si es un libroque merece su atencin completa o si slo bastarcon la hojeada que le acaba de dar.

    Cuando no se dispone ni del tiempo, ni de losmedios para regalarse con una semana en Miami,por qu negarse el derecho a pasar con un libroslo cinco minutos?

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  • RECHOR EN VOZ ALTA

    Conozca estedilogo extraidode la vida real:

    -Te leanhistorias en vozalta cuando eras pe-queo?

    -Jams. Mi padre viaja-ba con mucha frecuencia ymi madre estaba demasiadoocupada.

    -Entonces, de dnde teviene este gusto por la lectura en voz alta?

    -De la escuela.-Ah" Lo ves? La escuela te educ as. ..-No, de ninguna manera. En la escuela nos prohi-

    ban la lectura en voz alta. La lectura silenciosa era elcredo de la poca. Directo del ojo al cerebro. Trans-cripcin instantnea. Rapidez, eficacia. Con un test decomprensin cada diez lneas. Nada de lecturas en vozalta.En silencio,para mover la reflexin, segn decan.

    -Y entonces?-Nada, que al volver a casa, lo relea todo en voz

    alta.

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  • -Por qu?-Para maravillarme. Las palabras pronunciadas

    comenzaban a existir fuera de m, vivan realmente.y,adems, me pareca que era un acto de amor. Queera el amor mismo. Siempre he tenido la impresinde que el amor al libro pasa por el amor a secas.Y aspude "escuchar" la voz de Oylan Thomas, la del enju-to y plido Oickens, la de Kafka, la de Gide, la deOostoievski, que no se contentaba con leer en vozalta, sino que escriba en voz alta.A todos y a muchosms no los he ledo, los he escuchado.

    Extraa desaparicin de la lectura en voz alta!Ya no tenemos derecho a meternos las palabras enla boca antes de clavrnoslas en la cabeza? Ya nohay odo? Ya no hay msica? Ya no hay saliva? Laspalabras ya no tienen sabor? Hemos olvidado queFlaubert "grit" su Madame Bovary hasta reventarselos tmpanos. El nos ense que la comprensin deltexto pasa por el sonido de las palabras de dondesacan todo su sentido. El supo, como nadie, al pe-learse tanto contra la msica interpretativa de las s-labas, que existe la tirana de las cadencias, que elsentido es algo que se "pronuncia". Flaubert, Kafka,Dostoievski, Rabelais, Vargas Llosa, Cela, Bosch, delCabral, Veloz Maggiolo, necesitan que los lectoressoplen sobre sus libros, que sus palabras necesitancuerpos, que sus libros necesitan vida.

    Hay que hacer ver que los libros deben siempreabrirse de par en par, para que la multitud de los quese crean excluidos de la lectura se precipite tras ellos.

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  • El hom-bre constru-ye casas por-que est vivo,pero escribe li-bros porque sesabe mortal. Viveen grupo porque es gregario, pero lee porque sesabe solo.

    Esta lectura es para l una compania que noocupa el lugar de ninguna otra, pero que ningunaotra compaa podra sustituir. No le ofrece ningu-na explicacin definitiva sobre su destino, pero tejeuna apretada red de convivencias que expresan laparadjica dicha de vivir a la vez que iluminan laabsurdidad trgica de la vida.

    De manera que nuestras razones para leer sontan extraas como nuestras razones para vivir. Ynadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobreesa intimidad.

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  • Es bueno reconocer que si el placer de leer seha perdido, no est muy lejos. Slo se ha extravia-do. Es fcil de recuperar.

    La lectura es un acto de resistencia. Una lecturabien llevada salva de todo, includo de uno mismo.Y, por encima de todo, leemos contra la muerte.

    No hagamos caso de la graciosa broma de algu-nos comentaristas que afirman que la lectura es unacto de comunicacin. Lo que leemos, lo callamos.Las ms de las veces conservamos el placer del li-bro ledo en el secreto de nuestra celosa. Bien por-que no vemos en l nada que decir, bien porque,antes de poder decir una palabra tenemos que de-jar que el tiempo efecte su delicioso trabajo dedestilacin. Ese silencio es la garanta de nuestraintimidad.

    Finalmente, de dnde sacamos tiempo para leer?,se preguntan muchos. Ese problema en verdad, noexiste. Desde el momento en que se plantea el pro-blema del tiempo para leer, es que no se tienenganas. En verdad, nadie tiene jams tiempo paraleer. Ni los pequeos ni los mayores. La vida es unobstculo permanente para la lectura. El tiempo paraleer siempre es tiempo robado, igual que el tiempopara escribir o el tiempo para amar. Es un robo aldeber de vivir. El tiempo para leer, al igual que eltiempo para amar, dilata del tiempo de vivir. El pro-blema no est en saber si tengo tiempo de leer o no-tiempo que nadie, adems, me dar- sino en sime regalo o no la dicha de ser lector.

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  • EDICIONESFERILIBRO

    1.Salom Urea de Henrquez.

    Poesas completas, 1997.

    2.Sherezada Vicioso (Chiqui),

    Salom Urea de Henrquez (1850-1897)A cien aos de un magisterio, 1997.

    3.Daisy Coceo de Filippis.

    Tertuliando (Hanging out), 1997.

    4.Frank Moya Pons.

    Bibliografa de la literatura dominicana 1820-1990(2 volmenes), 1997.

    5.Jos Chez Checo, compilador.

    Ideario de Luperon (1839-1897), 1997.

    6.Bruno Rosario Candelier.

    Elsentido de la cultura, 1997.

    7.Lupa Hernndez Rueda.

    La generacin del 48(2 volmenes), 1998.

  • 8.Mara Ugarte.

    Estampas coloniales: siglos XVI-XIX(2 volmenes), 1998.

    9.Manuel VaUdeperes.

    Obra crtica en el peridico El Caribe, 1962-1969(3 volmenes), 1998.

    10.Danilo de los Santos

    y Carlos Fernndez Rocha, relatores.Este lado del pas llamado el norte, 1998.

    11.Oiga Martha Prez y Margarita Luciano Lpez.

    Cuentos infantiles (Coleccin Dienteleche 1), 1999.12.

    Enrique Prez Daz y Eleanor Grimaldi Sili.Cuentos infantiles (Coleccin Dienteleche Il), 1999.

    13.Pedro Mir.

    Hay un pas en el mundo(Poema Gris en varias ocasiones),

    edicin en rstica, 1999.

    14.Pedro Mir.

    Hay un pas en el mundo(Poema Gris en varias ocasiones),

    edicin de lujo, 1999.15.

    Adolfo Castan.Trnsito de actavio Paz (1914-1998)

    seguido de Recuerdos de Coyoacn, 1999.

    16.Coloquios'98, 1999.

  • 17.Mxico y Repblica Dominicana.

    Perspectiva histrica y contempornea, 1999.

    18.Francisco Lpez Sacha y Jos Rafael Lantigua

    Islas en el sol(Antologa del cuento cubano y dominicano), 1999.

    19Sonetos, 2000.

    DocumentoDocumento (2)Documento (3)Documento (4)Documento (5)Documento (6)Documento (7)Documento (8)Documento (9)Documento (10)Documento (11)Documento (12)Documento (13)Documento (14)Documento (15)Documento (16)Documento (17)Documento (18)Documento (19)Documento (20)Documento (21)Documento (22)Documento (23)Documento (24)Documento (25)Documento (26)Documento (27)Documento (28)Documento (29)Documento (30)Documento (31)Documento (32)Documento (33)Documento (34)Documento (35)Documento (36)Documento (37)