jesús galileo

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JESÚS Aproximación histórica PRESENTACIÓN ¿Quién fue Jesús? ¿Qué secreto se encierra en este galileo fascinante, nacido hace dos mil años en una aldea insignificante del Imperio romano y ejecutado como un malhechor cerca de una vieja cantera, en las afueras de Jerusalén, cuando rondaba los treinta años? ¿Quién fue este hombre que ha marcado decisivamente la religión, la cultura y el arte de Occidente hasta imponer incluso su calendario? Probablemente nadie ha tenido un poder tan grande sobre los corazones; nadie ha expresado como él las inquietudes e interrogantes del ser humano; nadie ha despertado tantas esperanzas. ¿Por qué su nombre no ha caído en el olvido? ¿Por qué todavía hoy, cuando las ideologías y religiones experimentan una crisis profunda, su persona y su mensaje siguen alimentando la fe de tantos millones de hombres y mujeres? Para mí no es una pregunta más. Tampoco un simple deseo de satisfacer mi curiosidad histórica o intelectual. Quiero saber quién está en el origen de mi fe cristiana. No me interesa vivir de un Jesús inventado por mí ni por nadie. Deseo aproximarme con el mayor rigor posible a su persona: ¿quién fue? ¿Cómo entendió su vida? ¿Qué defendió? ¿Dónde está la fuerza de su persona y la originalidad de su mensaje? ¿Por qué lo mataron? ¿En qué terminó la aventura de su vida? Sé muy bien que no es posible escribir una “biografía” de Jesús, en el sentido moderno de esta palabra, como tampoco lo podemos hacer de Buda, Confucio o Lao-Tse; no poseemos las fuentes ni los archivos adecuados. No podemos reconstruir tampoco su perfil psicológico; el mundo interior de las personas, incluso de aquellas cuya vida está bastante bien documentada, escapa en buena parte a los análisis de los historiadores: ¿qué podemos decir del mundo íntimo de Augusto o de Tiberio? Sin embargo conocemos el impacto que produjo Jesús en quienes le conocieron. Sabemos cómo fue recordado: el perfil de su persona, los rasgos básicos de su actuación, las líneas de fuerza y el contenido esencial de su mensaje, la atracción que despertó en algunos y la hostilidad que generó en otros. El trabajo que llevan a cabo tantos investigadores modernos puede ser discutido en un aspecto u otro, pero, cuando es realizado de manera rigurosa y honesta, resulta casi siempre purificador y ayuda a evitar 1

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religion, tiempo de vida de jesus en galilea, como se desarrollo en esta ciudad, lo que hizo.

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JESSAproximacin histrica

PRESENTACIN Quin fue Jess? Qu secreto se encierra en este galileo fascinante, nacido hace dos mil aos en una aldea insignificante del Imperio romano y ejecutado como un malhechor cerca de una vieja cantera, en las afueras de Jerusaln, cuando rondaba los treinta aos? Quin fue este hombre que ha marcado decisivamente la religin, la cultura y el arte de Occidente hasta imponer incluso su calendario? Probablemente nadie ha tenido un poder tan grande sobre los corazones; nadie ha expresado como l las inquietudes e interrogantes del ser humano; nadie ha despertado tantas esperanzas. Por qu su nombre no ha cado en el olvido? Por qu todava hoy, cuando las ideologas y religiones experimentan una crisis profunda, su persona y su mensaje siguen alimentando la fe de tantos millones de hombres y mujeres? Para m no es una pregunta ms. Tampoco un simple deseo de satisfacer mi curiosidad histrica o intelectual. Quiero saber quin est en el origen de mi fe cristiana. No me interesa vivir de un Jess inventado por m ni por nadie. Deseo aproximarme con el mayor rigor posible a su persona: quin fue? Cmo entendi su vida? Qu defendi? Dnde est la fuerza de su persona y la originalidad de su mensaje? Por qu lo mataron? En qu termin la aventura de su vida? S muy bien que no es posible escribir una biografa de Jess, en el sentido moderno de esta palabra, como tampoco lo podemos hacer de Buda, Confucio o Lao-Tse; no poseemos las fuentes ni los archivos adecuados. No podemos reconstruir tampoco su perfil psicolgico; el mundo interior de las personas, incluso de aquellas cuya vida est bastante bien documentada, escapa en buena parte a los anlisis de los historiadores: qu podemos decir del mundo ntimo de Augusto o de Tiberio? Sin embargo conocemos el impacto que produjo Jess en quienes le conocieron. Sabemos cmo fue recordado: el perfil de su persona, los rasgos bsicos de su actuacin, las lneas de fuerza y el contenido esencial de su mensaje, la atraccin que despert en algunos y la hostilidad que gener en otros. El trabajo que llevan a cabo tantos investigadores modernos puede ser discutido en un aspecto u otro, pero, cuando es realizado de manera rigurosa y honesta, resulta casi siempre purificador y ayuda a evitar graves deformaciones. Es irritante or hablar de Jess de manera vaga e idealista, o diciendo toda clase de tpicos que no resistiran el mnimo contraste con las fuentes que poseemos de l. Es triste comprobar con qu seguridad se hacen afirmaciones que deforman gravemente el verdadero proyecto de Jess, y con qu facilidad se recorta su mensaje desfigurando su buena noticia. Mucho ms lamentable y penoso resulta asomarse a tantas obras de ciencia-ficcin, escritas con delirante fantasa, que prometen revelarnos por fin al Jess real y sus enseanzas secretas, y no son sino un fraude de impostores que solo buscan asegurarse sustanciosos negocios. En este trabajo he buscado aproximarme a la figura histrica de Jess estudiando, evaluando y recogiendo las importantes aportaciones de quienes estn hoy dedicados de manera ms intensa a la investigacin de su persona. He tenido en cuenta sus anlisis de las fuentes, el estudio del contexto histrico, la contribucin de las ciencias socioculturales y antropolgicas o los hallazgos ms recientes de la arqueologa. No es un trabajo fcil. He procurado evitar el riesgo de quedarme enredado en las inevitables discusiones de los especialistas, para captar a travs de sus aportaciones ms slidas el impacto singular e inconfundible que produjo Jess. No me he dejado atrapar por la reconstruccin diseada crticamente por este o aquel investigador. Me he esforzado por estudiar a fondo sus trabajos teniendo en cuenta un dato histrico incuestionable, que es reconocido por todos: Jess fue recordado por quienes le conocieron ms de cerca como una buena noticia. Por qu? Qu es lo que percibieron de nuevo y de bueno en su actuacin y su mensaje? Esto es lo que he querido estudiar y contar con palabras sencillas a los hombres y mujeres de hoy. He querido captar de alguna manera la experiencia que vivieron quienes se encontraron con Jess. Sintonizar con la fe que despert en ellos. Recuperar la buena noticia que l encendi en sus vidas. La reflexin teolgica es necesaria e indispensable para ahondar en la fe cristiana, pero no podemos permitir que quede encerrada en conceptos y esquemas que van perdiendo su fuerza en la medida en que la experiencia humana va evolucionando. La vida concreta de Jess es la que sacude el alma; sus palabras sencillas y penetrantes seducen. El Jess narrado por los evangelistas es ms vivo que el catecismo; su lenguaje, ms claro y atractivo que el de los telogos. Recuperar de la manera ms viva posible a Jess puede ser tambin hoy una buena noticia para creyentes y no creyentes. Es difcil acercarse a l y no quedar atrado por su persona. Jess aporta un horizonte diferente a la vida, una dimensin ms profunda, una verdad ms esencial. Su vida es una llamada a vivir la existencia desde su raz ltima, que es un Dios que solo quiere para sus hijos e hijas una vida ms digna y dichosa. El contacto con l invita a desprenderse de posturas rutinarias y postizas; libera de engaos, miedos y egosmos que paralizan nuestras vidas; introduce en nosotros algo tan decisivo como es la alegra de vivir, la compasin por los ltimos o el trabajo incansable por un mundo ms justo. Jess ensea a vivir con sencillez y dignidad, con sentido y esperanza. Todava ms, Jess lleva a creer en Dios como ha credo l, sin hacer de su misterio un dolo ni una amenaza, sino una presencia amistosa y cercana, fuente inagotable de vida y compasin por todos. Jess nos conduce a ser de Dios como lo es l. Lamentablemente vivimos a veces con imgenes enfermas de Dios que vamos transmitiendo de generacin en generacin sin medir sus efectos desastrosos. Jess invita a vivir su experiencia de un Dios Padre, ms humano y ms grande que todas nuestras teoras: un Dios salvador y amigo, amor increble e inmerecido a todos. Escribo este libro desde la Iglesia catlica. La conozco desde dentro y s por experiencia lo fcil que es confundir la adhesin a la fe cristiana con la defensa de una herencia religiosa multisecular. Conozco bien la tentacin de vivir correctamente en su interior, sin preocuparnos de lo nico que busc Jess: el reino de Dios y su justicia. Hay que volver a las races, a la experiencia primera que desencaden todo. No basta confesar que Jess es la encarnacin de Dios si luego no nos preocupa saber cmo era, qu viva o cmo actuaba ese hombre en el que Dios se ha encarnado. De poco sirve defender doctrinas sublimes sobre l si no caminamos tras sus pasos. Nada es ms importante en la Iglesia que conocer, amar y seguir ms fielmente a Jesucristo. Nada es ms decisivo que volver a nacer de su Espritu. S que Jess es de todos, no solo de los cristianos. Su vida y su men-saje son patrimonio de la Humanidad. Tiene razn el escritor francs Jean Onimus cuando manifiesta su protesta: Por qu ibas a ser t pro-piedad privada de predicadores, de doctores y de algunos eruditos, t que has dicho cosas tan simples y directas, palabras que todava hoy son para todos palabras de vida?. Mientras escriba estas pginas he pen-sado en quienes, decepcionados por el cristianismo real que tienen ante sus ojos, se han alejado de la Iglesia y andan hoy buscando, por caminos diversos, luz y calor para sus vidas. A algunos los conozco de cerca. No sienten a la Iglesia como fuente de vida y liberacin. Por desgracia han conocido a veces el cristianismo a travs de formas decadentes y poco fieles al evangelio. Con Iglesia o sin Iglesia, son muchos los que viven perdidos, sin saber a qu puerta llamar. S que Jess podra ser para ellos la gran noticia. Pienso tambin en quienes ignoran casi todo sobre l. Personas que se dicen cristianas y que no sabran balbucir una sntesis medianamente fiel de su mensaje. Hombres y mujeres para quienes el nombre de Jess no ha representado nunca nada serio, o cuya memoria se ha borrado hace mucho de su conciencia. Jvenes que no saben gran cosa de la fe, pero que se sienten quiz secretamente atrados por Jess. Sufro cuando les oigo decir que han dejado la religin para vivir mejor. Mejor que con Jess? Cmo me alegrara si alguno de ellos vislumbrara en estas pginas un camino para encontrarse con l. Pero nada me alegrara ms que saber que su Buena Noticia llega, por caminos que ni yo mismo puedo sospechar, hasta los ltimos. Ellos eran y son tambin hoy sus preferidos: los enfermos que sufren sin esperanza, las gentes que desfallecen de hambre, los que caminan por la vida sin amor, hogar ni amistad; las mujeres maltratadas por sus esposos o compaeros, los que estn condenados a pasar toda su vida en la crcel, los que viven hundidos en su culpabilidad, las prostitutas esclavizadas por tantos intereses turbios, los nios que no conocen el cario de sus padres, los olvidados o postergados por la Iglesia, los que mueren solos y son enterrados sin cruz ni oracin alguna, los que son amados solo por Dios. S que Jess no necesita ni de m ni de nadie para abrirse camino en el corazn y la historia de las personas. S tambin que otros pueden escribir sobre l desde un conocimiento histrico ms exhaustivo, desde una experiencia ms viva y, sobre todo, desde un seguimiento ms radical a su persona. Me siento lejos de haber captado todo el misterio de Jess. Solo espero no haberlo traicionado demasiado. En cualquier caso, el encuentro con Jess no es fruto de la investigacin histrica ni de la reflexin doctrinal. Solo acontece en la adhesin interior y en el seguimiento fiel. Con Jess nos empezamos a encontrar cuando comenzamos a confiar en Dios como confiaba l, cuando creemos en el amor como crea l, cuando nos acercamos a los que sufren como l se acercaba, cuando defendemos la vida como l, cuando miramos a las personas como l las miraba, cuando nos enfrentamos a la vida y a la muerte con la esperanza con que l se enfrent, cuando contagiamos la Buena Noticia que l contagiaba. JUDO DE GALILEASe llamaba Yesha, y a l probablemente le agradaba. Segn la etimologa ms popular, el nombre quiere decir Yahv salva. Yesha es la forma abreviada de Yehosha y quiere decir Yahv salva. Filn de Alejandra, filsofo judo contemporneo de Jess, dice en una de sus obras que Jess significa salvacin del Seor. Se lo haba puesto su padre el da de su circuncisin. Era un nombre tan corriente en aquel tiempo que haba que aadirle algo ms para identificar bien a la persona. El historiador judo Flavio Josefo menciona en sus escritos no menos de diez personas de la poca de Jess que llevan este mismo nombre. Antes del exilio a Babilonia, la forma de este nombre era Josu. En su pueblo, la gente lo llamaba Yesha bar Yosef, Jess, el hijo de Jos. En otras partes le decan Yesha hanotsr, Jess el de Nazaret. El nombre de Jess en castellano se deriva de la forma griega Iesous. En la Galilea de los aos treinta era lo primero que interesaba conocer de una persona: de dnde es?, a qu familia pertenece? Si se sabe de qu pueblo viene y de qu grupo familiar es, se puede conocer ya mucho de su persona. En esta cultura, la identidad de una persona arranca de su grupo. No interesa tanto la descripcin psicolgica del individuo cuanto el grupo al que pertenece (Malina/Rohrbaugh). Para la gente que se encontraba con l, Jess era galileo. No vena de Judea; tampoco haba nacido en la dispora, en alguna de las colonias judas establecidas por el Imperio. Provena de Nazaret, no de Tiberades; era de una aldea desconocida, no de la ciudad santa de Jerusaln. Todos saban que era hijo de un artesano, no de un recaudador de impuestos ni de un escriba. Podemos saber qu significaba en los aos treinta ser un judo de Galilea? La investigacin actual se esfuerza por situar a Jess en el contexto concreto de la Galilea de los aos treinta, no en algo tan genrico como el judasmo del siglo I. Bajo el Imperio de Roma Jess no tuvo ocasin de conocerlos de cerca. Ni Csar Augusto ni Tiberio pisaron su pequeo pas, sometido al Imperio de Roma desde que el general Pompeyo entr en Jerusaln la primavera del ao 63 a. C. Sin embargo oy hablar de ellos y pudo ver su imagen grabada en algunas monedas. Jess saba muy bien que dominaban el mundo y eran los dueos de Galilea. Lo pudo comprobar mejor cuando tena alrededor de veinticuatro aos. Antipas, tetrarca de Galilea, vasallo de Roma, edific una nueva ciudad a orillas de su querido lago de Genesaret y la convirti en la nueva capital de Galilea. Su nombre lo deca todo. Antipas la llam Tiberades en honor de Tiberio, el nuevo emperador que acababa de suceder a Octavio Augusto. Los galileos deban saber quin era su seor supremo. Durante ms de sesenta aos nadie se pudo oponer al Imperio de Roma. Octavio y Tiberio dominaron la escena poltica sin grandes sobresaltos. Una treintena de legiones, de cinco mil hombres cada una, ms otras tropas auxiliares aseguraban el control absoluto de un territorio inmenso que se extenda desde Espaa y las Galias hasta Mesopotamia; desde las fronteras del Rin, el Danubio y el mar Muerto hasta Egipto y el norte de frica. Sin conocimientos geogrficos, sin acceso a mapa alguno y sin apenas noticias de lo que suceda fuera de Galilea, Jess no poda sospechar desde Nazaret el poder de aquel Imperio en el que estaba en-clavado su pequeo pas. Este inmenso territorio no estaba muy poblado. A comienzos del siglo I podan llegar a cincuenta millones. Jess era uno ms. La poblacin se concentraba sobre todo en las grandes ciudades, construidas casi siempre en las costas del Mediterrneo, a la orilla de los grandes ros o en lugares protegidos de las llanuras ms frtiles. Dos ciudades destacaban sobre todas. Eran sin duda las ms nombradas entre los judos de Pales-tina: Roma, la gran capital, con un milln de habitantes, a donde haba que acudir para resolver ante el Csar los conflictos ms graves, y Alejandra, con ms de medio milln de moradores, donde haba una importante colonia de judos que peregrinaban peridicamente hasta Jerusaln. Dentro de este enorme Imperio, Jess no es sino un insignificante galileo, sin ciudadana romana, miembro de un pueblo sometido. Las ciudades eran, por decirlo as, el nervio del Imperio. En ellas se concentraba el poder poltico y militar, la cultura y la administracin. All vivan, por lo general, las clases dirigentes, los grandes propietarios y quienes posean la ciudadana romana. Estas ciudades constituan una especie de archipilago en medio de regiones poco pobladas, habitadas por gentes incultas, pertenecientes a los diversos pueblos sometidos. De ah la importancia de las calzadas romanas, que facilitaban el transporte y la comunicacin entre las ciudades, y permitan el rpido desplaza-miento de las legiones. Galilea era un punto clave en el sistema de caminos y rutas comerciales del Prximo Oriente, pues permita la comunicacin entre los pueblos del desierto y los pueblos del mar. En Nazaret, Jess vivi prcticamente lejos de las grandes rutas. Solo cuando vino a Cafarnan, un pueblo importante al nordeste del lago de Galilea, pudo conocer la va mars o camino del mar, una gran ruta comercial que, partiendo desde el ufrates, atravesaba Siria, llegaba hasta Damasco y descenda hacia Galilea para atravesar el pas en diagonal y continuar luego hacia Egipto. Jess nunca se aventur por las rutas del Imperio. Sus pies solo pisaron los senderos de Galilea y los caminos que llevaban a la ciudad santa de Jerusaln. Para facilitar la administracin y el control de un territorio tan inmenso, Roma haba dividido el Imperio en provincias regidas por un gobernador que era el encargado de mantener el orden, vigilar la recaudacin de impuestos e impartir justicia. Por eso, cuando, aprovechando las luchas internas surgidas entre los gobernantes judos, Pompeyo intervino en Palestina, lo primero que hizo fue reordenar la regin y ponerla bajo el control del Imperio. Roma terminaba as con la independencia que los judos haban disfrutado durante ochenta aos gracias a la rebelin de los Macabeos. Galilea, lo mismo que Judea, pasaba a pertenecer a la provincia romana de Siria. Era el ao 63 a. C. Los judos de Palestina pasaron a engrosar las listas de pueblos sub-yugados que Roma ordenaba inscribir en los monumentos de las ciudades del Imperio. Cuando un pueblo era conquistado tras una violenta campaa de guerra, la victoria era celebrada de manera especialmente solemne. El general victorioso encabezaba una procesin cvico-religiosa que recorra las calles de Roma: la gente poda contemplar no solo los ricos expolias de la guerra, sino tambin a los reyes y generales derrota-dos, que desfilaban encadenados para ser despus ritualmente ejecutados. Deba quedar patente el poder militar de los vencedores y la humillante derrota de los vencidos. La gloria de estas conquistas quedaba perpetuada luego en las inscripciones de los edificios, en las monedas, la literatura, los monumentos y, sobre todo, en los arcos de triunfo levantados por todo el Imperio. Se conocen ms de trescientos. El ms famoso y significativo para nosotros es, sin duda, el arco de Tito, en el centro de Roma, donde se ensalza la victoria de este general romano que destruy Jerusaln el ao.Los pueblos subyugados no deban olvidar que estaban bajo el Imperio de Roma. La estatua del emperador, erigida junto a la de los dioses tradicionales, se lo recordaba a todos. Su presencia en templos y espacios pblicos de las ciudades invitaba a los pueblos a darle culto como a su verdadero seor. La apoteosis de Octavio, declarado Augusto (Sublime), y su aclamacin como Salvador del mundo, portador de "paz y prosperidad para toda la humanidad, propici decisivamente el culto al emperador, que se desarroll sobre todo en Oriente. Pero, sin duda, el medio ms eficaz para mantenerlos sometidos era utilizar el castigo y el terror. Roma no se permita el mnimo signo de debilidad ante los levantamientos o la rebelin. Las legiones podan tardar ms o menos tiempo, pero llegaban siempre. La prctica de la crucifixin, los degellos masivos, la captura de esclavos, los incendios de las aldeas y las masacres de las ciudades no tenan otro propsito que aterrorizar a las gentes. Era la mejor manera de obtener la fides o lealtad de los pueblos. Basta recordar algunos de los episodios ms graves ocurridos en Palestina y relatados por Flavio Josefo: en tomo al ao 53 o 52 a. c, cuando faltaban unos cincuenta para que naciera Mara Magdalena, el general Casio hizo esclavos a treinta mil (!) judos en los alrededores de Tariquea (Magdala), en las riberas del lago de Galilea; el ao 4 a. e, cuando Jess tena dos o tres aos, el general Varo incendi Sforis y las aldeas de su alrededor, luego destruy completamente Emas y, por ltimo, tom Jerusaln, haciendo esclavos a un nmero incontable de judos y crucificando a unos dos mil. La destruccin de Jerusaln llevada a cabo por Tito en agosto del ao 70, y descrita de manera espeluznante por Flavio Josefo, hace palidecer todas las acciones anteriores. Segn el historiador judo, las tropas romanas solo buscaban destruir la ciudad y asolar la tierra para castigar y aterrar al pueblo judo para siempre. El recuerdo grandioso y siniestro de Herodes Palestina no estuvo nunca ocupada por los soldados romanos. No era su modo de actuar. Una vez controlado el territorio, las legiones se retiraron de nuevo a Siria, donde quedaron estacionadas en puntos estratgicos. Palestina ocupaba un lugar de importancia vital, pues se encontraba entre Siria, puerta de acceso a las riquezas de Asia Menor, y Egipto, uno de los graneros ms importantes que abastecan a Roma. La presencia de las legiones era necesaria para defender la zona de la invasin de los partos, que, desde el otro lado del ufrates, eran la nica amenaza militar para el Imperio. Por lo dems, Roma sigui en Palestina su costumbre de no ocupar los territorios sometidos, sino de gobernarlos por medio de soberanos, a ser posibles nativos, que ejercan su autoridad como vasalla o clientes del emperador. Eran estos quienes, en su nombre, controlaban directamente a los pueblos, a veces de manera brutal. Herodes el Grande fue sin duda el ms cruel. Jess no lo conoci, pues naci poco antes de su muerte, cuando, cerca ya de los setenta aos, viva obsesionado por el temor a una conspiracin. Ya aos atrs haba consolidado su poder ordenando la muerte de miembros de su propio entorno familiar que podan representar algn peligro para su soberana. Uno tras otro, hizo desaparecer primero a su cuado Aristbulo, ahogado en una piscina de Jeric, luego a su esposa Mariamme, acusada de adulterio, a su suegra Alejandra y a otros. Al final de su vida segua siendo el mismo. Tres aos antes de su muerte hizo estrangular a sus hi-jos Alejandro y Aristbulo, herederos legtimos del trono. Ms tarde, enloquecido por el terror, pero contando siempre con el beneplcito de Au-gusto, mand ejecutar a su hijo Herodes Antpatro. A los cinco das, Herodes expiraba en su palacio de Jeric. Jess tena dos o tres aos y comenzaba a dar sus primeros pasos en tomo a su casa de Nazaret. El recuerdo de esta actuacin siniestra de Herodes ante cualquiera que pudiera poner en peligro su poder est sin duda en el trasfondo del relato legendario de la matanza de los inocentes en Beln a manos de sus soldados (Mateo 2,1-18). Se dice que, en alguna ocasin, Augusto brome diciendo que prefera ser puerco (hus) de Herodes que hijo (huos) suyo. Un hombre como Herodes era el ideal para controlar Palestina, y Roma lo saba. Por eso, en el otoo del 40 a. c., el Senado romano descart otras opciones y lo nombr rey aliado y amigo del pueblo romano. Herodes tard todava tres aos en controlar su reino, pero el ao 37 a. C. logr tomar Jerusaln con la ayuda de tropas romanas. Nunca fue un rey amado por los judos. Hijo de una rica familia idumea, fue considerado siempre un intruso extranjero al servicio de los intereses de Roma. Para el Imperio, sin embargo, era el vasallo ideal que aseguraba sus dos objetivos principales: mantener una regin estable entre Siria y Egipto, y sacar el mximo rendimiento a aquellas tierras por medio de un rgido sistema de tributacin. Las condiciones de Roma eran claras y concretas: Herodes deba defender sus fronteras, especialmente frente a los rabes y los partos, por el este; no poda permitir ninguna revuelta o insurreccin en su territorio; por ltimo, como rey aliado, deba colaborar con sus tropas en cualquier accin que Roma quisiera emprender en pases del entorno. Herodes fue siempre muy realista. Saba que su primer deber era con-trolar el territorio evitando todo levantamiento o subversin. Por ello construy una red de fortalezas y palacios donde estableci sus propias tropas. En Galilea ocup Sforis y la convirti en ciudad fuerte, principal centro administrativo de la regin. Preocupado por la defensa de las fronteras, construy la fortaleza del Herodion cerca de Beln, Maque-ronte al este del mar Muerto y Masada al sur. En Jerusaln levant la to-rre Antonia para controlar el rea del templo, especialmente durante las fiestas de Pascua. Herodes fue levantando as un reino monumental y grandioso. Saba combinar de manera admirable seguridad, lujo y vida fastuosa. Su palacio en las terrazas de Masada, el complejo casi inexpugnable del Herodion o la residencia real en el oasis amurallado de Jeric eran envidiados en todo el Imperio. Sin embargo fue la construccin de Cesarea del Mar y la del templo de Jerusaln lo que confirm a Herodes como uno de los grandes constructores de la antigedad. Nunca olvid Herodes a quin se deba. Regularmente haca exquisitos presentes al emperador y a otros miembros de la familia imperial. Cada cinco aos organizaba en Cesarea juegos atlticos en honor del Csar. Pero, sobre todo, cultiv como nadie el culto al emperador. Levant en su honor templos y le dedic ciudades enteras. En Samara restaur la vieja capital y la llam Sebaste, traduccin griega del nombre de Augusto. Construy en Jerusaln un teatro y un anfiteatro, que decor con inscripciones que ensalzaban al Csar y trofeos que recordaban sus propias victorias militares. Pero, sin duda, el proyecto ms atrevido y grandioso fue la construccin de Cesarea del Mar. Su puerto facilitaba la llegada de las legiones romanas por mar y, al mismo tiempo, el trans-porte de trigo, vino y aceite de oliva hacia Roma. La nueva ciudad repre-sentaba grficamente la grandeza, el poder y la riqueza de Herodes, pero tambin su sumisin inquebrantable a Roma. Las fachadas de su palacio, los pavimentos de mosaicos, las pinturas al fresco, el uso abundante del mrmol o los paseos porticados con columnas sugeran una Roma en miniatura. Los viajeros que llegaban en barco o por tierra podan divisar desde lejos el enorme templo, donde se erigan las dos estatuas gigantescas del emperador Augusto y de la diosa Roma, dominando la ciudad. La piedra blanca pulida que recubra el edificio brillaba a la luz del sol deslumbrando a la ciudad entera. Haba que educar al pueblo para que venerara a su seor, el emperador de Roma, a quien se le llamaba ya Augusto, es decir, el Sublime, nombre reservado de ordinario a los dioses. Herodes reprimi siempre con dureza cualquier gesto de rebelin o resistencia a su poltica de rey vasallo de Roma. Uno de los episodios ms dramticos sucedi al final de su vida y tuvo gran repercusin por la carga simblica de los hechos. Las obras del templo estaban ya muy adelantadas. Ante los ojos sorprendidos de los habitantes de Jerusaln iba apareciendo un edificio grandioso de estilo helnico-romano. Podan contemplar ya el impresionante prtico real, adornado con columnas de mrmol blanco, de estilo corintio. Todo estaba calculado por Herodes. Al mismo tiempo que se congraciaba con el pueblo judo levantando un templo a su Dios, dejaba constancia de su propia grandeza ante el mundo entero. Pero Herodes quera dejar claro adems dnde resida el poder supremo. Para ello mand colocar sobre la gran puerta de entrada un guila de oro que simbolizaba el poder de Roma. Pocas cosas podan ser ms humillantes para los judos que verse obligados a pasar bajo el guila imperial para entrar en la casa de su Dios. Judas y Matas, dos prestigiosos maestros de la ley, probablemente fariseos, animaron a sus discpulos a que la arrancaran y derribaran. Herodes actu con rapidez. Detuvo a cuarenta jvenes, autores del hecho, junto con sus maestros, y los mand quemar vivos. El crimen era recordado todava despus de la muerte de Herodes, y junto a la entrada del templo se lloraba a los cua-renta y dos mrtires (La guerra juda 1, 648-655). Probablemente Jess oy hablar de ellos en Jerusaln al acercarse al templo. Al morir Herodes estall la rabia contenida durante muchos aos y se produjeron agitaciones y levantamientos en diversos puntos de Palestina. En Jeric, uno de sus esclavos, llamado Simn, aprovech la confusin del momento y, rodendose de algunos hombres, saque el palacio real y lo incendi. Probablemente fue tambin por estas fechas cuando el pastor Atronges se enfrent, en las cercanas de Emas, a tropas herodianas que transportaban grano y armas. El episodio ms grave tuvo lugar en Sforis, donde un hijo de Ezequas, antiguo cabecilla de bandidos, llamado Judas se puso al frente de un grupo de hombres desesperados, tom la ciudad y saque el palacio real, apoderndose de las armas y mercancas all almacenadas. La reaccin de Roma no se hizo esperar. Quintilio Varo, gobernador de Siria, tom a su cargo dos legiones, las complet con cuatro regimientos de caballera, reclut otras tropas auxiliares de vasallos de la regin -no menos de veinte mil hombres en total-y se dirigi hacia Palestina para controlar el pas. Varo march directamente hacia Jerusaln y sus al-rededores para apoderarse de la capital e impedir cualquier intento de cerco. Su actuacin fue contundente, pues hizo esclavos a gran nmero de judos y crucific sin piedad a los ms rebeldes. Flavio Josefo dice que fueron unos dos mil en total. Mientras tanto envi a Gayo a Galilea a reprimir el principal foco de rebelin. Este lo hizo de manera brutal y sin encontrar apenas resistencia. Tom la ciudad de Sforis y la incendi. Aterroriz luego a los campesinos quemando algunas aldeas de los alre-dedores y se llev como esclavos a un nmero grande de habitantes de la zona (La guerra juda II, 55-79). Jess tena en estos momentos tres o cuatro aos y viva en la aldea de Nazaret, situada a solo cinco kilmetros de Sforis. No sabemos lo que pudo vivir su familia. Podemos estar seguros de que la brutal interven-cin de Roma fue recordada durante mucho tiempo. Estas cosas no se olvidan fcilmente entre los campesinos de las pequeas aldeas. Es muy probable que Jess las escuchara desde nio con el corazn encogido. Saba muy bien de qu hablaba cuando ms tarde describa a los romanos como jefes de las naciones que gobiernan los pueblos como seores absolutos y los oprimen con su poder. En Marcos se atribuyen a Jess estas palabras: Sabis que los que son tenidos como jefes de las naciones las gobiernan como seores absolutos y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser as entre vosotros; sino el que quiera ser grande entre vosotros ser vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros ser esclavo de todos (10,4244). Los exegetas piensan que el texto recoge el pensamiento de Jess, aunque sus palabras fueron adaptadas para criticar las rivalidades que surgieron entre los cristianos. No cambi mucho la situacin a la muerte de Herodes el ao 4 a. C. Sus hijos impugnaron el testamento de su padre y Augusto resolvi defi-nitivamente la sucesin a su manera: Arquelao se quedara con Idumea, Judea y Samara; Antipas gobernara en Galilea y en Perea, una regin que quedaba al oriente del Jordn; a Filipo se le daban Galauntida, Tra-contida y Aurantida, tierras gentiles poco habitadas, hacia el norte y el este de Galilea. Ninguno de ellos fue nombrado rey. En concreto, Antipas recibi el ttulo de tetrarca, es decir, soberano de una cuarta parte del reino de Herodes el Grande. Antipas gobern Galilea desde el ao 4 a. C. hasta el 39 d. c., en que fue depuesto por el emperador, terminando sus das exiliado en las Galas. Jess fue sbdito suyo durante toda su vida. Educado en Roma, su actuacin fue propia de un tetrarca, vasallo del emperador. Sorprende la poca informacin que nos ofrecen sobre Antipas tanto Flavio Josefo como la literatura rabnica, a pesar de su largo reinado. Es posible ver en l algunos de los rasgos que caracterizaron a su padre. Rein largos aos, como l; quiso construir tambin su pequeo reino y edific junto al lago de Galilea la capital Tiberades, una especie de miniatura de Cesarea, levantada por Herodes a orillas del Mediterrneo; siguiendo los pasos de su padre, no dud en eliminar las crticas que, desde el desierto, le haca un profeta llamado Juan Bautista, ordenando sin piedad su ejecucin. Probablemente Jess no se sinti nunca seguro en sus dominios. En Judea se vivi una situacin diferente. Arquelao, que haba sido nombrado etnarca, con la promesa de recibir ms tarde el ttulo de rey, fue cesado a los pocos aos a raz de las quejas de sus sbditos. Augusto no nombr un nuevo vasallo. Prefiri someter Judea al gobierno directo de Roma por medio de prefectos que residan en Cesarea del Mar. Depuesto Arquelao el ao 6 d. c., el primero de estos prefectos en llegar fue Coponio. Galilea en tiempos de Antipas Galilea era un pas verde y frtil, diferente de la austera pero serena montaa de Samara, y ms todava del spero y escabroso territorio de Judea. Los escritores del siglo I hablan de tres regiones bien definidas. Al norte, la Alta Galilea, regin fronteriza, poco poblada, con alturas de hasta 1.200 metros, de acceso no siempre fcil, refugio de bandidos y malhechores huidos de la justicia y lugar de donde bajan con fuerza las aguas que dan nacimiento al Jordn. Descendiendo hacia el sur, la Baja Galilea, un territorio de colinas no muy elevadas, a cuyos pies se extiende la gran llanura de Yizreel, una de las comarcas ms ricas de todo el pas; en medio de ella, dos sugestivas montaas solitarias, el Tabor y el pequeo Hermn. Desperdigados por toda la zona, numerosas aldeas y pueblos agrcolas. Flavio Josefo habla de 204 pueblos en Galilea. Las excavaciones llevadas a cabo recientemente en diversas reas del territorio hacen pensar que no es una cifra exagerada. En la regin montaosa se encontraba Nazaret, y un poco ms al norte, en medio de un valle encantador, Sforis, capital de Galilea durante la infancia de Jess. La regin del lago era una comarca muy rica y poblada, en tomo a un lago de agua dulce y rico en pesca. Tres impor-tantes ciudades se asomaban a sus orillas: Cafaman, Magdala y Tiberades. Galilea constitua un territorio de unos 20.000 kilmetros cuadrados. A pesar de ser uno de los pases ms poblados de la zona, la poblacin de Galilea en tiempos de Antipas no superaba seguramente los 150.000 habitantes. No es fcil avanzar cifras precisas sobre la poblacin. Nuevos criterios de estimacin estn reduciendo de manera notable las cifras que se daban hace unos aos siguendo de cerca a Flavo Josefo (Reed, Freyne, Horsley). Para acercarnos un poco ms al pas, nada mejor que leer la descripcin del historiador judo Flavio Josefo, que lo conoca bien, pues haba sido el general encargado de defender el territorio galileo contra la invasin de Roma el ao 66 d. C. Esto es lo que cuenta de la regin del lago, tan frecuentada por Jess: A lo largo del lago de Genesaret se extiende una tierra del mismo nombre, admirable por su belleza natural. La fertilidad del terreno permite toda clase de vegetacin. Sus habitantes la cultivan en su totalidad. La bonanza del clima es, adems, muy apropiada para toda clase de plantas. Los nogales, que en comparacin con otros rboles necesitan un clima especialmente fresco, aqu abundan y florecen. Hay tambin palmeras, que necesitan grandes calores. No muy lejos encontramos higueras y olivos, que requieren un clima ms templado. Se podra decir que la naturaleza se ha esforzado por reunir aqu, en un solo lugar, las especies ms incompatibles, o que las estaciones del ao compiten en una noble lucha por hacer valer cada una sus derechos sobre esta tierra. El suelo no solo produce los frutos ms diversos, sino que se cuida de que, durante mucho tiempo, haya frutos maduros. Los ms nobles de entre ellos, las uvas y los higos, se recogen sin interrup-cin durante diez meses. Las restantes frutas van madurando en el rbol a lo largo de todo el ao. Porque, adems de la suavidad del clima, contribuyen a la fertilidad de esta tierra las aguas de una fuente que mana con fuerza. La gente del pas le da el nombre de Cafarnan (La guerra juda III, 516-519). Aun prescindiendo de los adornos y exageraciones tan del gusto de Flavio Josefo, no es difcil adivinar que el pas de Jess era envidiable. Se piensa que el verdor de la Galilea que conoci Jess era superior al actual. Su clima suave, los vientos hmedos del mar, que penetraban con facilidad hasta el interior, y la fertilidad de la tierra hacan de Galilea un pas exuberante. Por lo que podemos saber, en los valles de Yizreel y Bet Netof se cultivaba trigo de calidad y tambin cebada, que, por su sabor amargo y difcil digestin, era el pan de los ms pobres. Se vean viedos un poco por todas partes; incluso en las laderas poco escarpadas. Galilea produca, al parecer, un vino excelente de tipo egeo La via, como es sabido, era smbolo de la tierra prometida e imagen tradicional de Israel. El olivo era un rbol apreciado y abundante. Las higueras, granados y rboles frutales crecan ms bien en las cercanas de las aldeas o en medio de las vias. En terrenos ms hmedos y sombreados se cultivaban verduras y hortalizas. Galilea era una sociedad agraria. Los contemporneos de Jess vivan del campo, como todos los pueblos del siglo I integrados en el Imperio. Segn Josefo, toda la regin de Galilea est dedicada al cultivo, y no hay parte alguna de su suelo que est sin aprovechar (La guerra juda III, 43), Prcticamente toda la poblacin vive trabajando la tierra, excepto la elite de las ciudades, que se ocupa de tareas de gobierno, administracin, recaudacin de impuestos o vigilancia militar- Estudios comparativos llevan a la conclusin de que, en tiempos de Jess, la poblacin que trabajaba en los campos de Galilea representaba el 80-90%, mientras el 5-7% poda pertenecer a la elite (Lenski, Malina/Rohrbaugh, Hanson y Oakman). Es un trabajo duro, pues solo se puede contar con la ayuda de algunos bueyes, burros o camellos. Los campesinos de las aldeas consumen sus fuerzas arando, vendimiando o segando las mieses con la hoz. Jess vive en medio de estos campesinos galileos. Muchas de sus parbolas parecen tener como escenario las tierras del valle de Bet Netof, al norte de Nazaret y Sforis, no lejos del lago de Galilea (Hanson/Oakman). En la regin del lago, donde tanto se movi Jess, la pesca tena gran importancia. Las familias de Cafarnan, Magdala o Betsaida vivan del lago. Las artes de pesca eran rudimentarias: se pescaba con distintos tipos de redes, trampas o tridentes. Bastantes utilizaban barcas; los ms pobres pescaban desde la orilla. De ordinario, los pescadores no vivan una vida ms cmoda que los campesinos de las aldeas. Su trabajo estaba controlado por los recaudadores de Antipas, que imponan tasas por derechos de pesca y utilizacin de los embarcaderos. Jess se integr bien en este mundo de pescadores que no era el suyo. Jess toma pescado en sus comidas y habla de peces, redes y pesca en sus dichos y parbolas (fuente Q = Lucas 11,11 / / Mateo 7,10; Mateo 13,47-50; Evangelio [apcrifo] de Toms 8,1-2). [Para la fuente Q d. el Anexo 3, pp. 481-482.] En contra de lo que se ha podido pensar hasta hace poco, parece que ni el comercio con el exterior ni el comercio local tuvieron importancia en la Galilea que conoci Jess. El transporte terrestre era difcil y costoso: solo se poda negociar con pequeos objetos de lujo. Es cierto que desde la Alta Galilea se exportaba aceite y otros productos a Tiro y a la costa fenicia, pero esta actividad nunca fue intensa. Por otra parte, la ce-rmica de barro de Kefar Hanana y las vasijas de Shikhim, que se en-cuentran por toda Galilea, no significan una produccin destinada al ne-gocio comercial. Sencillamente se iba produciendo lo necesario para atender las peticiones de las aldeas. En una sociedad agraria, la propiedad de la tierra es de importancia vital. Quin controlaba las tierras de Galilea? En principio, los romanos consideraban los territorios conquistados como bienes pertenecientes a Roma; por eso exigan el correspondiente tributo a quienes los trabaja-ban. En el caso de Galilea, gobernada directamente por un tetrarca-vasa-llo, la distribucin de las tierras era compleja y desigual. Probablemente, Antipas hered grandes extensiones de tierras frtiles que su padre, Herodes el Grande, posea en el valle de Yizreel, al sur de las montaas de Nazaret. Tena tambin propiedades en los alrededores de Tiberades; ello le dio facilidades para construir la nueva capital y co-Ionizarla con gentes del entorno. Segn Flavio Josefo, Antipas obtena como renta de sus tierras de Perea y Galilea doscientos talentos (La guerra juda II, 95). Adems de controlar sus propias posesiones, los soberanos podan asignar tierras a miembros de su familia, funcionarios de la corte o militares veteranos. Estos grandes terratenientes vivan de ordinario en las ciudades, por lo que arrendaban sus tierras a los campesinos del lugar y las vigilaban por medio de administradores que actuaban en su nombre. Los contratos eran casi siempre muy exigentes para los campesinos. El propietario exiga la mitad de la produccin o una parte importante, que variaba segn los resultados de la cosecha; otras veces proporcionaba el grano y lo necesario para trabajar el campo, exigiendo fuertes sumas por todo ello. Los conflictos con el administrador o los propietarios eran frecuentes, sobre todo cuando la cosecha haba sido pobre. Hay indicios de que, en tiempos de Jess, estos grandes propietarios fueron hacindose con nuevas tierras de familias endeudadas, llegando a controlar buena parte de la Baja Galilea. Haba, claro est, muchos campesinos que trabajaban tierras de su propiedad, ayudados por toda su familia; por lo general eran terrenos modestos situados no lejos de las aldeas. Haba tambin bastantes que eran simples jornaleros que, por una razn u otra, se haban quedado sin tierras. Estos se movan por las aldeas buscando trabajo sobre todo en la poca de la cosecha o la vendimia; reciban su salario casi siempre al atardecer de la jornada; constituan una buena parte de la poblacin y muchos de ellos vivan entre el trabajo ocasional y la mendicidad. Jess conoca bien este mundo. En una de sus parbolas habla de un terrate-niente que arrend su via a unos labradores y de los conflictos que tuvo con ellos al negarse a entregar la parte convenida de la cosecha (Marcos 12, 1-9.). En otra recuerda a unos jornaleros sentados en la plaza de una aldea, en la poca de la vendimia, esperando a ser contratados por algn propietario. Sin duda los vea cuando iba recorriendo las aldeas de la Baja Galilea (Mateo 20,1-16). Uno de los rasgos ms caractersticos de las sociedades agrcolas del Imperio romano era la enorme desigualdad de recursos que exista entre la gran mayora de la poblacin campesina y la pequea elite que viva en las ciudades. Esto mismo suceda en Galilea. Son los campesinos de las aldeas los que sostienen la economa del pas; ellos trabajan la tierra y producen lo necesario para mantener a la minora dirigente. En las ciu-dades no se produce; las elites necesitan del trabajo de los campesinos. Por eso se utilizan diversos mecanismos para controlar lo que se produce en el campo y obtener de los campesinos el mximo beneficio posible. Este es el objetivo de los tributos, tasas, impuestos y diezmos. Desde el poder, esta poltica de extraccin y tributacin se legitima como una obligacin de los campesinos hacia la elite, que defiende el pas, protege sus tierras y lleva a cabo diversos servicios de administracin. En realidad, esta organizacin econmica no promova el bien comn del pas, sino que favoreca el bienestar creciente de las elites. Los estudios de Lenski, Freyne, Hanson, Oakman, Horsley, etc. estn contribuyendo a adquirir una conciencia ms precisa de la organizacin econmica de Galilea. No existe prcticamente intercambio econmico de reciprocidad entre campesinos y elites, sino imposicin de una poltica que se resume en tres palabras: exaccin, tributo y redistribucin desde el poder (Oakman). El primero en exigir el pago del tributo era Roma: el tributum sol, corres-pondiente a las tierras cultivadas, y el tributum capitis, que deba pagar cada uno de los miembros adultos de la casa. Al parecer, el tributum soli consista en pagar un cuarto de la produccin cada dos aos; por el tributum capitis, cada persona pagaba un denario al ao: los varones a partir de los catorce aos y las mujeres desde los doce. Se pagaba en especie o en moneda: a los administradores les agradaba recibir el tributo en grano para evitar las crisis de alimentos que se producan con frecuencia en Roma. Flavio Josefo habla del trigo del Csar que estaba depositado en las aldeas de la Alta Galilea (Autobiografa, 71). Los tributos servan para alimentar a las legiones que vigilaban cada provincia, para construir calzadas, puentes o edificios pblicos y, sobre todo, para el mantenimiento de las clases gobernantes. Negarse a pagarlos era considerado por Roma como una rebelin contra el Imperio, y eran los reyes vasallos los responsables de organizar la recaudacin. No es posible saber a cunto poda ascender. Se estima que, en tiempos de Antipas, poda representar el 12% o 13% de la produccin. Sabemos que, segn el historiador romano Tcito, significaba una carga muy pesada para los campesinos. Segn Tcito, hacia el ao 17, cuando Jess tena veintiuno o veintids aos, Judea, exhausta por los tributos, pidi a Tiberio que los redujera; no sabemos la respuesta del emperador. Sin embargo, Sanders est probablemente en lo cierto cuando observa que la situacin de los campesinos de Egipto y del norte de frica, los dos grandes graneros de Roma, era todava peor. Tambin Antipas, como su padre, tena su propio sistema de impuestos. De ordinario se contrataba a recaudadores que, despus de pagar al soberano una determinada cantidad, se aplicaban a extraer de las gentes el mximo beneficio. En los evangelios aparecen con frecuencia los publicanos (telonai) o recaudadores de impuestos. Parece que hay que diferenciar, al menos, tres niveles: las grandes familias a las que Roma confiaba la recaudacin de sus tributos; estas familias, que buscaban tambin su propio inters, tenan sus siervos, que llevaban a cabo el trabajo sucio de la recaudacin en las aldeas del campo o en los embarcaderos del lago; los jefes de publicanos (architelonai), como Zaqueo, que contrataban con las clases dirigentes la recaudacin de una determinada zona; por ltimo, los publicanos (telonai), que son siervos e incluso esclavos que llevan a cabo directamente el antiptico trabajo de la recaudacin, al servicio de los grandes recaudadores y de los jefes de publicanos. Son estos, probablemente, quienes se acercan a Jess. Las tasas debieron de ser fuertes. Solo as pudo llevar adelante Herodes el Grande su ambicioso programa de construcciones. Algo semejante sucedi en tiempos de Jess, cuando Antipas, en el corto perodo de veinte aos, reconstruy la ciudad de Sforis, incendiada por los romanos, y edific enseguida la nueva capital Tiberades. Los campesinos de Galilea lo tuvieron que sentir en los impuestos. No sabemos si terminaban aqu las cargas o tambin desde el templo de Jerusaln se les exigan otras tasas sagradas. En el perodo asmoneo, antes de que Roma impusiera su Imperio, los gobernantes de Jerusaln extendieron a Galilea el tradicional y complicado sistema judo de diezmos y primeros frutos. Se consideraba una obligacin sagrada hacia Dios, presente en el templo, y cuyos representantes y mediadores eran los sacerdotes. Al parecer, llegaba a representar hasta el 20% de la cosecha anual. Lo recogido en el campo, ms el impuesto de medio shkel que todo judo adulto deba pagar cada ao, serva en concreto para socorrer a sacerdotes y levitas que, conforme a lo prescrito por la ley, no tenan tierras que cultivar y para costear los elevados gastos del funcionamiento del templo y para mantener a la aristocracia sacerdotal de Jerusaln. La recaudacin se llevaba a cabo en los mismos pueblos, y los productos se almacenaban en depsitos del templo para su distribucin. Roma no suprimi este aparato administrativo y, bajo Herodes, se siguieron recaudando diezmos. No sabemos qu sucedi en Galilea cuando, gobernada por su hijo Antipas, se convirti en una jurisdiccin separada de Judea. Desconocemos qu medios podan uti-lizar los sacerdotes de Jerusaln para presionar a los campesinos de Galilea. Se discute si, en tiempos de Jess, los galleos pagaban diezmos y tributos al templo. Bastantes autores (Sanders, Oakman, Freyne, Horsley, etc.) piensan que lo hacan. Otros, como Fiensy, piensan que no. La carga total era, probablemente, abrumadora. A muchas familias se les iba en tributos e impuestos un tercio o la mitad de lo que producan. As piensan Sanders, Safrai, Oakman, Horsley, Reed, etc. Era difcil sustraerse a los recaudadores. Ellos mismos se presentaban para llevarse los productos y almacenarlos en Sforis, principal ciudad administrativa, o en Tiberades. El problema de los campesinos era cmo guardar semilla suficiente para la siguiente siembra y cmo subsistir hasta la siguiente cosecha sin caer en la espiral del endeudamiento. Jess conoca bien los apuros de estos campesinos que, tratando de sacar el mximo rendimiento a sus modestas tierras, sembraban incluso en suelo pedregoso, entre cardos y hasta en zonas que la gente usaba como sendero (Parbola del sembrador (Marcos 4,3-8)). El fantasma de la deuda era temido por todos. Los miembros del grupo familiar se ayudaban unos a otros para defenderse de las presiones y chantajes de los recaudadores, pero tarde o temprano bastantes caan en el endeudamiento. Jess conoci Galilea atrapada por las deudas. La mayor amenaza para la inmensa mayora era quedarse sin tierras ni recursos para sobrevivir. Cuando, forzada por las deudas, la familia perda sus tierras, comenzaba para sus miembros la disgregacin y la degradacin. Algunos se convertan en jornaleros e iniciaban una vida penosa en busca de trabajo en propiedades ajenas. Haba quienes se vendan como esclavos. Algunos vivan de la mendicidad y algunas de la prostitucin. No faltaba quien se una a grupos de bandidos o salteadores en alguna zona inhspita del pas. Segn E. W. Stegemann / W. Stegemann, el endeudamiento y la expropiacin de los pequeos agricultores son los signos de la poca romana. Urbanizacin en Galilea Esta situacin difcil de los campesinos galileos se agrav ms cuando, en el corto perodo de veinte aos, Antipas reconstruy Sforis y edific la nueva capital Tiberades. Todo sucedi antes de que Jess cumpliera veinticinco aos. Aquellos galileos que llevaban siglos viviendo en aldeas y caseros, cultivando modestas parcelas de su propiedad, conocieron por vez primera dentro de su propio territorio la proximidad de dos ciudades que iban a cambiar rpidamente el panorama de Galilea, pro-vocando una grave desintegracin social. La construccin de Sforis y Tiberades es objeto de gran atencin por parte de la investigacin moderna, pues se considera que la situacin social, econmica y cultural que gener este hecho constituye el contexto concreto que mejor nos permite aproximarnos a la enseanza y actuacin de Jess. Ya los asmoneos haban establecido en Sforis una guarnicin armada para garantizar el control de la zona y asegurar el pago de impuestos. Herodes la sigui utilizando como principal centro administrativo de Galilea hasta que, a su muerte, qued arrasada por el levantamiento de Judas y la posterior intervencin de los soldados romanos. Antipas no dud en reconstruirla en cuanto tom el poder. Edificada sobre un pe-queo alto que dominaba frtiles tierras era, de momento, el mejor punto para establecer la capital de Galilea. Antipas la llam la Imperial (Auto-crtoris). Josefo la llama el encanto de Galilea. Se deca que estaba posada en lo alto de una colina como un pajarillo (zppor significa en hebreo pajarillo). Tena unas vistas impresionantes hacia el valle de Bet Netof y hacia la va que una el mar de Galilea con Tolemaida y la costa mediterrnea.Solo lo fue hasta el ao 18/19, en que se fund Tiberades, la nueva y esplndida capital construida por Antipas en la ribera del lago de Galilea sobre un terreno que haba sido antiguo cementerio. En el Imperio romano, las ciudades se construan para residencia de las clases dirigentes. All vivan los gobernantes, los militares, los recau-dadores de impuestos, los funcionarios y administradores, los jueces y notarios, los grandes terratenientes y los responsables de almacenar los productos. Desde las ciudades se administraba el campo y se extraan los impuestos. La desigualdad del nivel de vida entre las ciudades y las aldeas era patente. En los poblados campesinos de Galilea, las gentes vivan en casas muy modestas de barro o piedras sin labrar y con techumbres de ramajes; las calles eran de tierra batida y sin pavimentar; la ausencia de mrmol o elementos decorativos era total. En Sforis, por el contrario, se podan ver edificios bien construidos, cubiertos de tejas rojas, con suelo de mosaicos y pinturas al fresco; calles pavimentadas y hasta una avenida de unos trece metros de anchura, flanqueada a uno y otro lado por sendas filas de columnas. Segn las conclusiones ms recientes de los arquelogos, el hermoso teatro es de finales del siglo 1, y la suntuosa villa con motivos decorativos que hablan del culto a Dionisos y a diversas divinidades de origen sirio sera del siglo IlI. Tiberades era todava ms monumental, con el palacio de Antipas, diversos edificios administrativos y la puerta de la ciudad con dos torres redondeadas, de carcter puramente ornamental y simblico, para separar claramente la poblacin de la ciudad de la del campo. En Sforis vivan entre 8.000 y 12.000 habitantes; en Tiberades, en torno a los 8.000. No podan competir ni por tamao ni por poder o ri-queza con Cesarea del Mar, donde resida el prefecto de Roma, ni con Escitpolis o las ciudades costeras de Tiro y Sidn. Tanto Cesarea como Escitpolis doblaban a Sforis o Tiberades con poblaciones entre 20.000 y 40.000 habitantes. Eran centros urbanos menores, pero su presencia introduca una novedad importante en Galilea. Desde el campo se deba abastecer ahora a dos poblaciones urbanas que no cultivaban la tierra. Familias campesinas, acostumbradas a trabajar sus campos para asegurarse lo necesario para vivir, se vieron obligadas a incrementar su produccin para mantener a las clases dirigentes. Sin embargo, hay que decir que hubo gentes del campo, como los artesanos, que encontraron trabajo en la construccin de las dos nuevas ciudades yen algunos servicios de carcter urbano (Freyne, Sanders). Desde Sforis y Tiberades se tasaba y administraba toda Galilea. Los campesinos experimentaron por vez primera la presin y el control cercano de los gobernantes herodianos. No era posible evitar el pago de rentas y tasas. La organizacin de la tasacin y del almacenamiento era cada vez ms eficaz. Las demandas para sostener los centros de una administracin en desarrollo eran cada vez ms elevadas. Mientras en Sforis y TIberades creca el nivel de vida y la posibilidad de adquirir mercancas lujosas, en las aldeas se senta cada vez ms la inseguridad y los problemas para poder vivir. Sforis y Tiberades estaban introduciendo unas relaciones antes desconocidas de control, poder administrativo y exaccin de impuestos. La agricultura de las familias de Galilea haba sido tradicionalmente muy diversificada. Los campesinos cultivaban en sus tierras diferentes pro-ductos, pensando en sus variadas necesidades y en el mercado de intercambio y mutua reciprocidad que exista entre las familias y vecinos de las aldeas. Sin embargo, en esta nueva situacin se iba impulsando cada vez ms el monocultivo. A los grandes terratenientes les interesaba para aumentar la produccin, facilitar el pago de impuestos y negociar con el almacenamiento de los productos. Mientras tanto, los propietarios de pequeas parcelas y los jornaleros quedaban cada vez menos protegidos. Las elites urbanas no pensaban en las necesidades de las familias pobres, que se alimentaban de cebada, judas, mijo, cebollas o higos, sino en productos como el trigo, el aceite o el vino, de mayor inters para el almacenamiento yel lucro. En esta misma poca comenzaron a circular por Galilea monedas de plata acuadas por Antipas en Tiberades. La monetizacin facilitaba la compra de productos y el pago del tributo a Roma. De ordinario, en todo el Imperio se acostumbraba a utilizar moneda para pagar a los soldados. Por otra parte, permita a los ricos acumular sus ganancias y asegurarse el futuro para las pocas de escasez. La circulacin de la moneda estaba bajo control de las elites urbanas y favoreca a los ms ricos. En concreto, las monedas de oro y plata se empleaban regularmente para acumular tesoros o mammona, que serva para adquirir honor, reputacin pblica y poder; solo en las ciudades se poda atesorar. El trmino arameo mammn (de la raz 'mn) significa lo que est seguro o lo que da seguridad. Segn Jess, acumular mammn es incompatible con el servicio a Dios: Nadie puede servir a Dios y al Dinero (mammn)) (fuente Q= Lucas 16,13 / / Mateo 6,24; Evangelio [apcrifo] de Toms 47,1-2). Las monedas de plata servan para pagar el tributo imperial por cada persona y los diversos impuestos. Las monedas de bronce se utilizaban para balancear el intercambio de productos; era la moneda que manejaban de ordinario los campesinos. Al parecer, Jess conoci a lo largo de su vida el crecimiento de una desigualdad que favoreca a la minora privilegiada de Sforis y Tibera-des, y provocaba inseguridad, pobreza y desintegracin de bastantes fa-milias campesinas. Creci el endeudamiento y la prdida de tierras de los ms dbiles. Los tribunales de las ciudades pocas veces apoyaban a los campesinos. Aument el nmero de indigentes, jornaleros y prostitutas. Cada vez eran ms los pobres y hambrientos que no podan disfrutar de la tierra regalada por Dios a su pueblo. En la Galilea que conoci Jess, la mayora son pobres (penetes), pero tienen su pequea casa y su parcela de tierra, y pueden subsistir gracias a su dura vida de trabajo. Los evangelios no hablan de estos pobres, sino de los indigentes (ptochoi), los que no tienen tierra, carecen muchas veces de techo y viven amenazados por el hambre y la desnutricin. La actividad de Jess en medio de las aldeas de Galilea y su mensaje del reino de Dios representaban una fuerte crtica a aquel estado de co-sas. Su firme defensa de los indigentes y hambrientos, su acogida prefe-rente a los ltimos de aquella sociedad o su condena de la vida suntuosa de los ricos de las ciudades era un desafo pblico a aquel programa so-cio-poltico que impulsaba Antipas, favoreciendo los intereses de los ms poderosos y hundiendo en la indigencia a los ms dbiles. La parbola del mendigo Lzaro y el rico que vive fastuosamente ignorando a quien muere de hambre a la puerta de su palacio (Lucas 16,19-31); el relato del terrateniente insensato que solo piensa en construir silos y almacenes para su grano (Lucas 12,16-21); la crtica severa a quienes atesoran riquezas sin pensar en los necesitados (Fuente Q (Lucas 16,13 / / Mateo 6,24; Lucas 12,33-34 / / Mateo 6,19-21)); sus proclamas declarando felices a los indigentes, los hambrientos y los que lloran al perder sus tierras (Lucas 6,20-21); las exhortaciones dirigidas a sus seguidores para compartir la vida de los ms pobres de aquellas aldeas y caminar como ellos, sin oro, plata ni cobre, y sin tnica de repuesto ni sandalias (Mateo 10,9-10); sus llamadas a ser compasivos con los que sufren y a perdonar las deudas (Lucas 6,36-38), y tantos otros dichos permiten captar todava hoy cmo viva Jess el sufrimiento de aquel pueblo y con qu pasin buscaba un mundo nuevo, ms justo y fraterno, donde Dios pudiera reinar como Padre de todos. En los evangelios no se registra ninguna visita de Jess a Sforis o Tiberades. Dado el carcter itinerante de Jess, el hecho resulta sorprendente y no parece una omisin casual. Los investigadores discuten cul pudo ser el motivo. Los estudios ms recientes se inclinan por descartar razones de carcter religioso-cultural, pues ni Sforis ni Tiberades eran ciudades helnicas paganizadas. Bastantes piensan que Jess las eludi para que su mensaje no quedara mediatizado por las elites (Horsley, Theissen, Reed y, en parte, Crossan); actuando en las aldeas, probablemente buscaba presentar claramente las implicaciones sociales del reino de Dios (Freyne). Al mismo tiempo, Jess trataba tal vez de evitar la proximidad amenazadora de Antipas; la regin fronteriza de Cafarnan, con la posibilidad de cruzar el lago, le permitan desembarcar rpidamente fuera de sus dominios (Hochner, Reed, Sanders). Judos con rasgos propios Quines eran estos galileos que poblaban el pas de Jess? El profeta Isaas, desde la capital juda de Jerusaln, haba hablado de la Galilea de los gentiles. Nunca fue del todo cierto. No sabemos exactamente lo que sucedi con las tribus del norte despus de que los asirios conquistaran el territorio y convirtieran Galilea en una provincia de Asiria. Hasta hace poco se pensaba que los asirios haban deportado solamente a las clases dirigentes, dejando a los campesinos cultivando las tierras. Sin embargo, las excavaciones ms recientes constatan un gran vaco de poblacin durante este perodo. Las excavaciones ms recientes constatan un vaco grande de poblacin despus de la conquista asiria del siglo VIII a. C. Por el contrario, se observa un incremento demogrfico sustancial durante el perodo asmoneo (167-63 a. C.) (Reed). Probablemente solo quedaron algunos campesinos. No sabemos prcticamente nada de estos galileos viviendo lejos de Jerusaln, en un territorio invadido a lo largo de seis siglos por asirios, babilonios, persas, ptolomeos y selucidas. Probablemente se mantuvie-ron fieles a Yahv, el Dios de Israel, y conservaron las grandes tradiciones del xodo, la Alianza, la ley de Moiss o la celebracin del sbado, pero no sin dificultades. Por una parte, no posean un centro de culto como el de Jerusaln. Por otra, no contaban con una aristocracia sacerdotal nativa o una clase dirigente que pudiera custodiar y cultivar las tradiciones de Israel, como suceda en Judea. Nada tiene, pues, de extrao que se desarrollaran tradiciones, costumbres y prcticas locales algo diferentes de las que se vivan en Judea. Despus de la rebelin de los Macabeos se produjo un hecho importante. Los soberanos asmoneos de Judea subordinaron Galilea al Estado-Templo de Jerusaln y obligaron a sus habitantes a vivir segn las leyes judas (Antigedades de los judos 13,318). No les debi de resultar difcil la integracin, pues se sentan miembros del pueblo judo de la Alianza. Sin embargo, despus de tantos siglos separados de Jerusaln, no estaban acostumbrados a vivir sometidos a los sumos sacerdotes. El templo era, sin duda, la casa de Dios, pero ahora representaba tambin un centro de poder que los someta directamente al sistema de recaudacin de los diezmos y dems tasas sagradas. La colonizacin impulsada por los gobernantes asmoneos contribuy de manera decisiva a la integracin y asimilacin de Galilea dentro del Estado judo. Al parecer fueron muchas las familias judas que fueron de Judea a cultivar tierras de Galilea. Probablemente, la mayora de los pobladores de Galilea del sigloIeran descendientes de estos colonos llegados de Judea (Reed, Dunn) ms que de los antiguos israelitas integrados por los asmoneos en su conquista de Galilea (Horsley). En cualquier caso, los habitantes de Galilea contemporneos de Jess pueden ser llamados judos con toda propiedad. Sus races religiosas estn en Judea. De hecho, Roma, Herodes y Antipas los trataron como judos, respetando sus tradiciones y su religin. Por otra parte, las excavaciones ofrecen datos incuestionables sobre el carcter judo de la Galilea que conoci Jess. Por todas partes aparecen miqwaot o piscinas para las purificaciones: los galileos practicaban los mismos ritos de purificacin que los habitantes de Judea. En la regin de Cafarnan no se detecta tanto la presencia de estas piscinas. Probablemente las gentes de esa regin practicaban el bao ritual en el lago (Reed). La au-sencia de cerdo en la alimentacin, los recipientes de piedra o el tipo de enterramientos hablan claramente de su pertenencia a la religin juda. Geogrficamente, Galilea era una especie de isla rodeada por importan-tes ciudades helensticas. Al sur, en la regin hostil de Samara, se levantaba Sebaste, la nueva capital, de marcada influencia helenstica; al oeste, en la costa mediterrnea, destacaban tres importantes centros urbanos: Tolemaida, que influa fuertemente en la llanura de Yizreel, y Tiro y Sidn, que dejaban sentir su presencia en las regiones fronterizas del norte; al este se encontraba la Decpolis, importante confederacin de ciudades que constituan el foco ms fuerte del desarrollo helenstico en la zona. Cuando Pompeyo estructur la regin, dio a estas diez ciudades un estatuto propio y las integr directamente en la nueva provincia romana de Siria. Sin embargo, en medio de este entorno fuertemente helnico, Galilea aparece en tiempos de Jess como una regin perfectamente definida, con una poblacin diferente, vinculada a Judea con una personalidad propia. Ni siquiera en Sforis y Tiberades se observan indicios de un nmero considerable de gentiles romanos, griegos o sirofenicios. Las dos se haban helenizado algo ms que el resto de Galilea, pero permanecan siendo ciudades judas. Los indicadores de etnicidad juda en Sforis y Tiberades (piscinas rituales, enterramientos con osarios, dieta sin cerdo, vasijas de piedra) son prcticamente idnticos al resto de Galilea (Reed). La investigacin reciente est arrinconando la visin de una Galilea fuertemente helenizada en tiempos de Jess. Por ello parece cada vez menos plausible la hiptesis de un Jess cnico al estilo griego (Downing, Mack y, en buena parte, Crossan). No es fcil conocer de forma precisa cmo se viva en Galilea la vin-culacin religiosa con Jerusaln. Haba ciertamente una distancia geogrfica y espiritual. Nunca recibieron los galileos una influencia religiosa tan intensa como los habitantes de Jerusaln o los campesinos de las aldeas judatas de su entorno. La presencia de escribas o maestros de la ley no parece haber sido muy activa. Cuando Jess y sus discpulos suban a Jerusaln, cruzaban de alguna manera una barrera, pues venan desde los mrgenes geogrficos del judasmo de Galilea hasta su centro. Sin embargo, Jerusaln jugaba un papel simblico insustituible y ejerca sobre los galileos un atractivo con el que no podan competir ni Sforis ni Tiberades. Sabemos por Flavio Josefo que los galileos suban en peregrinacin a Jerusaln. Muchos de ellos tenan seguramente abuelos o padres nacidos en Judea, y todava persistan contactos entre las familias. Por otra parte, la peregrinacin no era solo un fenmeno religioso, sino un acontecimiento social muy importante. Los peregrinos tomaban parte en las fiestas religiosas, pero, al mismo tiempo, coman, beban, cantaban y hacan sus pequeas compras. Las fiestas religiosas constituan una vacacin sagrada muy atractiva. Por otra parte, es explicable que en Galilea se apreciaran de manera especial las tradiciones israelitas del norte, donde estaba enclavada Gali-lea. En las fuentes evanglicas se habla de los profetas del norte, como Elas, Eliseo o Jons, pero apenas se dice nada de reyes y sacerdotes, personajes tpicos de Jerusaln y Judea. Se habla de los israelitas como hijos Abrahn y se evita la teologa de Sin y la ciudad santa. Probablemente, los galileos estaban habituados a una interpretacin ms relajada de la ley, y eran menos estrictos que en Judea en lo tocante a ciertas reglas de pureza. En Galilea se hablaba arameo, lengua que haba ido desplazando al he-breo a partir de la expansin asiria. Fue la lengua materna de Jess. En su casa se hablaba en arameo y sus primeras palabras para llamar a sus padres fueron abb e mm. Fue sin duda la lengua en que anunci su mensaje, pues la poblacin juda, tanto de Galilea como de Judea, hablaba el arameo en la vida corriente. Todava quedan claros vestigios de su lengua aramea en el texto de los evangelios. Los estudiosos registran hasta veintisis palabras arameas atribuidas a Jess. La ms conocida era, sin duda, la expresin abb, con la que se diriga a Dios, su Padre. Los galileos hablaban el arameo con algunos rasgos que los diferenciaba de los judos de Judea. En concreto, no pronunciaban bien los sonidos guturales, y eran objeto de chistes y burlas en la capital. A Jess, lo mismo que a Pedro, el acento traicionaba su origen galileo. Segn Mateo 26,73, una criada dice a Pedro: No hay duda. T tambin eres uno de ellos. Tu acento te traiciona. El hebreo, que haba sido la lengua de Israel en tiempos de los grandes profetas, decay mucho despus del exilio a Babilonia, pero no se perdi del todo. En tiempos de Jess se hablaba todava en algunas localidades de Judea, pero se conservaba sobre todo como lengua sagrada en la que estaban escritos los libros de la ley y era utilizada en el culto del templo y en ciertas oraciones. Los escribas la dominaban perfectamente e incluso se servan de ella en sus debates. Sin embargo, el pueblo ya no lo entenda bien; cuando en las sinagogas se lean las Escrituras sagradas en hebreo, el texto era traducido y comentado en arameo. Se conocen bastantes targumim o comentarios redactados en arameo y destinados a hacer inteligible el texto hebreo de las Escrituras sagradas. Tal vez Jess estaba familiarizado con el llamado Targum de Isaas (Chilton). Es probable que Jess tuviera algn conocimiento de hebreo bblico, pero no parece que lo hablara regularmente en la conversacin ordinaria. A partir del impulso helenizador de Alejandro Magno, el griego fue arraigando cada vez ms en los territorios conquistados, convirtindose en la lengua oficial de la cultura, la administracin y los intercambios co-merciales. Algo de esto sucedi tambin en Galilea y Judea. No desplaz al arameo, pero se convirti en buena parte en la lengua empleada por los miembros de la corte herodiana, las clases dirigentes y los encargados de la administracin. En Sforis se hablaba tal vez ms griego que en Tiberades, pero en ambas segua vivo el arameo. Tambin conocan el griego la aristocracia sacerdotal y los grupos dirigentes de Jerusaln. Jerusaln poda tener en torno a 100.000 habitantes, y se calcula que unos 10.000 o 15.000 se podan comunicar tambin en griego. Hay indicios de que en tiempos de Jess haba gente bilinge que hablaba arameo y poda valerse tambin de un griego rudimentario. Las inscripciones en arameo (= hebreo) y griego halladas en la Baja Galilea y en las riberas del lago de Genesaret hacen pensar en una poblacin bilinge. Se trata seguramente de pequeas minoras. Jess, sin duda, hablaba y pensaba en arameo, pero su contacto con la lengua griega fue tal vez ms intenso de lo que solemos pensar, sobre todo si se acerc hasta Sforis buscando trabajo. En su grupo de segui-dores, algunos hablaban griego. Un recaudador como Lev tena que sa-berlo para ejercer su profesin. Andrs y Felipe, de nombres griegos y provenientes de Betsaida (Cesarea de Filipo), hablaban seguramente griego y podan ayudar a Jess a comunicarse con personas paganas, como la sirofenicia. La llegada de los romanos no logr imponer el latn. Al parecer era utilizado exclusivamente por los funcionarios y militares romanos. Es cierto que en los edificios, acueductos y monumentos pblicos se graba-ban inscripciones impresionantes en latn, pero la gente no entenda su contenido; solo captaba su mensaje de poder y dominacin. No hay razo-nes para pensar que Jess hablara latn. As pues, en una comarca tan compleja lingsticamente, Jess fue un galileo de ambiente rural que en-seaba a las gentes en su lengua materna, el arameo; conoca probable-mente el hebreo bblico tanto como para entender y citar las Escrituras; quiz se defenda algo en griego y desconoca el latn. La inscripcin que, segn Juan 19,20, se poda leer sobre la cruz en hebreo (= arameo), latn y griego es un claro exponente de la situacin lingstca.

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