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Los cometas de 1618 ¿Figuras “monstruosas” en el cielo?

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Galileo Galilei (Pisa, 15 de febrero de 1564 – Florencia, 8 de enero de 1642),fue un astrónomo, filósofo, matemático y físico italiano que estuvo relacionado estrechamente con la revolución científica. Eminente hombre del Renacimiento, mostró interés por casi todas las ciencias y artes (música, literatura, pintura). Sus logros incluyen la mejora del telescopio, gran variedad de observaciones astronómicas, la primera ley del movimiento y un apoyo determinante para el Copernicanismo. Ha sido considerado como el «padre de la astronomía moderna», el «padre de la física moderna» y el «padre de la ciencia».

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Los cometas de 1618

¿Figuras “monstruosas” en el cielo?

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CensuraHe leído, por orden del Rvdmo. P. Maestro del Sacro Palacio, esta obra, El Ensayador, y aparte de que no encuentro en ella nada que desdiga de las buenas costumbres ni que contradiga la verdad sobrenatural de nuestra fe, he advertido tantas bellas consideraciones sobre nuestra filosofía, que considero que nuestro siglo no podrá sólo vanagloriarse en el futuro de haber sido el heredero de las fatigas de los pasados filósofos, sino también de ser el descubridor de muchos secretos de la naturaleza que aquéllos no pudieron descubrir, gracias a la sólida y sutil investigación del autor, considerándome dichoso de haber nacido en su tiempo, en el que, no con la romana y a bulto, sino con balanzas de exquisita precisión, se sopesa el oro de la verdad.Nicolò Riccardi, Roma, 2 de febrero de 1623

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Dedicatoria a la Santidad de Nuestro Señor, Papa UrbanoVIIIEn este universal júbilo de las buenas letras y aún de la misma virtud, mientras la Urbe toda especialmente la Santa Sede resplandece más que nunca por teneros a Vuestra Santidad, por disposición celeste divina, no existe mente alguna que no se entregue a loables estudios y a nobles investigaciones, imitando un ejemplo tan eminente. (…) Traemos, como prueba de nuestra devoción y como tributo de nuestra servidumbre, El Ensayador, de nuestro Galilei, el florentino descubridor, no de nuevas tierras, pero sí de partes nunca vistas en el cielo.Gli Accademici Lincei, 20 de Octubre de 1623

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Violencia de la polémica(Sarsi no debió llamar su libro: “Libra astronómica y filosófica)… hubiera debido titularlo “El astronómico y filosófico escorpión”, constelación llamada por nuestro soberano poeta Dante:

Figura de frío animalQue con la cola hiere a las gentes;

Y ciertamente no le faltan punzadas contra mí, y tanto más graves que las del escorpión, puesto que éste, como amigo del hombre, no hiere si antes no ha sido ofendido y provocado, mientras que aquél muerde sin que yo le haya molestado ni siquiera con el pensamiento. Por fortuna, conozco el antídoto y el remedio inmediato contra tales punzadas: aplastaré y estregaré el mismo escorpión sobre las heridas, para que el veneno reabsorbido por el propio cadáver, me deje a mí libre y sano.

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Epistemología en “El ensayador”

“La filosofía está escrita en este grandísimo libro que continuamente tenemos abierto ante los ojos (el universo, digo yo) pero que no se puede comprender si primero no se aprende a entender la lengua y a conocer los caracteres en que está escrito. Está escrito en lengua matemática y los caracteres son triángulos, círculos y otra figuras geométricas, medios sin los cuales es imposible entender humanamente una palabra, sin los cuales se dan vueltas vanamente por un oscuro laberinto”.

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Pocos son los verdaderos filósofos “¿Tal vez cree Sarsi que dentro de cualquier recinto amurallado se encuentran escuadrones de buenos filósofos? Yo más bien creo, Sr. Sarsi, que vuelan como las águilas y no como los estorninos, y porque ellas son escasas, poco se las ve y menos se las oye, mientras que éstos, que vuelan en bandadas, allá donde se posan llenan el aire con sus gritos y revuelos y revuelven el mundo entero. Pero, ¡ojalá fueran los filósofos verdaderos como las águilas y no como el ave Fénix! (…) Pocos siguen la verdadera filosofía; (Más seguidores tendrá) “…la magnificencia de los títulos, la abundancia y grandiosidad de las promesas, al atraer la natural curiosidad de los hombres y al mantenerlos ensimismados en falacias y quimeras, sin jamás hacerles gustar la agudeza de una verdadera demostración que les despierte su gusto dormido para que sean capaces de reconocer lo insípido de sus habituales comidas”.

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CUALIDADES MATEMÁTICAS Y CUALIDADES SENSIBLES“Por tanto digo que me siento obligado por la necesidad, inmediatamente concibo una materia o sustancia corpórea, a concebir al mismo tiempo que ella está terminada y conformada por esta o aquella figura, que en relación con otras es grande o pequeña, que está en este o en aquel lugar, en este o aquel tiempo, que se mueve o está quieta, que toca o no otro cuerpo, que es una, pocas o muchas, y por ninguna imaginación puedo separarla de estas condiciones; pero que deba ser blanca o roja, amarga o dulce, sonora o muda, de grato o ingrato olor, no siento que deba hacer fuerza a la mente para que deba aprehenderla acompañada necesariamente de tales condiciones: más aún, si los sentidos no lo hubiesen advertido, tal vez el discurso o la imaginación por sí misma no llegaría a ella jamás”.

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“PRETENDER TRATAR LAS CUESTIONES NATURALES SIN GEOMETRÍA ES PRETENDER HACER LO IMPOSIBLE”

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¡Qué leve es el calor!

“Que con su exquisita balanza Sarsi no haya encontrado disminución de peso en un trozo de cobre, batido y recalentado varias veces, se lo puedo creer, pero no el que no haya disminuido, dado que perfectamente puede suceder que haya disminuido tan poco que sea imperceptible para cualquier balanza... Aún más, tómese una bola de ámbar gris, de almizcle o de cualquier materia olorosa: digo que llevándola consigo durante quince días, llenará de olor mil casas y mil calles, es decir cualquier lugar por donde se pase; pero esto sucederá con disminución de esta materia, sin la que indudablemente no existiría aroma; volviéndose a pesar al cabo de este tiempo, no se verá que haya experimentado una disminución sensible.

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He aquí, pues, encontradas para Sarsi unas disminuciones insensibles de peso, producidas por el desgaste de meses enteros, que no es lo mismo que un octavo de hora, que es lo que debió durar su martilleo sobre el trozo de cobre. ¡Y tan exquisita es una balanza de ensayadores como una báscula filosófica!”

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Los sentidos humanos, las cualidades y los átomos“Creo que explicaré más claramente mi idea con algún ejemplo. Voy pasando mi mano sobre una estatua de mármol, o sobre un hombre vivo. En cuanto a la acción que viene de la mano, respecto a esa mano, es la misma sobre uno u otro sujeto, pues pertenece a esos primeros accidentes, es decir, movimiento y tacto; no la solemos llamar con otros nombres. Pero el cuerpo animado que recibe tales operaciones, siente diversas sensaciones, según sea tocado en una o en otra parte; así, al ser tocado por ejemplo en las plantas de los pies, sobre las rodillas o bajo las axilas, siente, aparte de la común sensación táctil, otra sensación a la que hemos puesto un nombre particular: cosquillas;

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esta sensación es totalmente nuestra, y no de la mano, y me parece que se equivocaría en grado sumo quien quisiese decir que la mano, aparte del movimiento y del tacto, tiene en sí otra facultad diferente a éstas, es decir, el cosquillear, como si las cosquillas fuesen un accidente que residiese en ella.Un trozo de papel o una pluma, estregada ligeramente sobre cualquier parte de nuestro cuerpo, hace, en cuanto a sí misma, la misma operación, cual es la de moverse y tocar, pero en nosotros, al tocarnos entre los ojos, o en la nariz, o dentro de las narices, excita un cosquilleo casi insoportable, mientras que en otras partes apenas se deja sentir. Ahora bien, ese cosquilleo es totalmente nuestro, y no de la pluma; eliminado el cuerpo animado y sensitivo, de esa sensación no queda más que un mero nombre.

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Así, pues, de igual y no mayor existencia creo yo que puedan ser muchas cualidades que son atribuidas a los cuerpos naturales, como los sabores, los olores, los colores y otras. Un cuerpo sólido, y como se dice, bastante material, aplicado y movido sobre cualquier parte de mi persona, produce en mí esa sensación que llamamos tacto, la cual, si bien reside en todo el cuerpo, sin embargo, parece que reside especialmente en las palmas de las manos y sobre todo en las yemas de los dedos, mediante las cuales sentimos pequeñísimas diferencias de aspereza, lisura, blandura y dureza, que con otras partes del cuerpo no distinguimos tan bien;

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de estas sensaciones unas nos son más gratas y otras menos, según la diversidad de las formas de los cuerpos tangibles: lisos o escabrosos, agudos u obtusos, duros o blandos; este sentido como más material que los demás y que se ejerce sobre la solidez de la materia, parece que guarda relación con el elemento tierra. Algunos de estos cuerpos se van disolviendo constantemente en mínimas partículas de las que algunas, más pesadas que el aire, caen hacia abajo, y otras más ligeras ascienden hacia arriba; de aquí tal vez nacen otros dos sentidos, pues estas partículas van a herir dos partes de nuestro cuerpo bastante más sensitivas que nuestra piel, que no siente las incursiones de materias tan sutiles, tenues y blandas;

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esas partículas mínimas que descienden, recibidas sobre la parte superior de la lengua, penetran su sustancia, mezcladas con su humedad, provocando los sabores, suaves o ingratos según los diferentes contactos de las formas de esas partículas, o según sean pocas o muchas, o más o menos veloces; las otras que ascienden, entran por las narices y van a herir algunas papilas que son el instrumento del olfato; aquí igualmente son recibidos sus contactos con mayor o menor agrado por parte nuestra, según que sus formas sean éstas o aquéllas, o sus movimientos lentos o veloces, o estas partículas, muchas o pocas.

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En cuanto al sitio, la lengua y los canales de la nariz se hallan bien dispuestos: aquélla extendida hacia abajo para recibir las incursiones que descienden, y éstos acomodados para los que ascienden; tal vez para excitar los sabores, los fluidos que descienden por el aire se acomodan con cierta analogía, y para excitar los olores las materias ígneas que ascienden (lo hacen de modo similar). Nos queda después el elemento aire para los sonidos, los cuales nos llegan indiferentemente desde las partes bajas, desde las altas o desde las laterales, al estar nosotros inmersos en el aire, cuyo movimiento en sí mismo, es decir, en la propia región, se extiende igualmente en todas las direcciones;

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la colocación de las orejas está como dada de la mejor manera posible para recibir los sonidos provenientes de todas partes, pues sin que existan más cualidades sonoras o transonoras, un frecuente temblor del aire encrespado en diminutas ondas mueve cierto cartílago de cierto tímpano que está en nuestro oído. Las maneras externas capaces de provocar este encrespamiento del aire son muchas; se reducen en su mayor parte al temblor de algún cuerpo, que golpeando el aire lo encrespa, extendiéndose las ondas a través de él con gran velocidad; la frecuencia de estas ondas produce la agudeza del sonido, y la escasez de ondas, la gravedad.

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Así, pues, que en los cuerpos externos, para excitar en nosotros los sabores, los olores y los sonidos, se requiera algo más que magnitudes, formas, cantidades y movimientos lentos o veloces, yo no lo creo; considero que eliminados los oídos, la lengua y las narices, sólo quedan las figuras, los números y los movimientos, pero no los olores, ni los sabores, ni los sonidos, los cuales, sin el animal viviente, no creo que sean otra cosa sino nombres, como precisamente no son otra cosa que un nombre, las cosquillas y el cosquilleo, eliminadas las axilas y la piel que está en torno a la nariz.

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Y dado que los cuatro sentidos considerados guardan relación con los cuatro elementos, así creo que la vista, sentido excelente sobre todos los demás, guarda relación con la luz, pero con esa relación de excelencia que existe entre lo finito y lo infinito, entre lo temporal y lo instantáneo, entre el cuanto y lo indivisible, entre la luz y las tinieblas. De esta sensación y de las cosas que a ella se refieren, no pretendo entender sino muy poco, y eso poco, para aclararlo, o mejor dicho, para ensombrecerlo en el papel, no me bastaría mucho tiempo y por ello lo paso en silencio”.

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Un cuento… “Me parece haber observado, tras largas experiencias, que la condición humana es tal, en torno a las cuestiones intelectuales, que cuando menos se entiende y se sabe de una cosa, tanto mas decididamente se habla sobre ella; y al contrario, que la cantidad de cosas entendidas y conocidas hace mas lento e indeciso el sentenciar sobre alguna novedad. “Hubo una vez en un lugar bastante solitario, un hombre dotado por la naturaleza de un ingenio perspicaz y de una curiosidad extraordinaria; por mera diversión, cuidaba pájaros diversos, disfrutando con su canto, y observaba con gran maravilla ese artificio consistente en que con el mismo aire que respiraban formaban a su arbitrio cantos diversos, todos dulcísimos.

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“Sucedió una noche que oyó junto a su casa un delicado canto, y no pudiendo imaginar que fuese otra cosa sino un pajarillo, salió a capturarlo; pero, al llegar a la calle, encontró a un pastorcillo que soplando una madera agujereada y moviendo los dedos sobre ella, unas veces cerrando, otras abriendo los agujeros que en ella existían, obtenía esas diferentes voces, semejantes a las de un pájaro, pero de una manera diferente. Asombrado y llevado de su natural curiosidad, dio al pastor un ternero a cambio de la flauta; reflexionando después a solas reconoció que si no hubiera acertado a pasar por allí el pastor, no habría aprendido que había en la naturaleza dos modos de formar voces y cantos suaves;

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por ello decidió alejarse de casa, creyendo encontrar alguna nueva aventura. Sucedió que al día siguiente, al pasar ante un pequeño tugurio, oyó que dentro sonaba una voz semejante; quiso saber si se trataba de una flauta o de un mirlo; entró y vio a un niño que frotaba sobre algunos nervios tensos, colocados sobre cierta madera cóncava, un arco que mantenía en la mano derecha, mientras con la mano izquierda mantenía el instrumento y movía los dedos sobre él; sin mayores esfuerzos obtenía voces diversas y muy dulces. Juzgue quien participe del ingenio y de la curiosidad de este hombre, cuál no sería su asombro al ver que se sobreañadían dos modos nuevos e inopinados para formar la voz y el canto;

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empezó a creer que podrían existir otros más en la naturaleza. Y cuál no seria su asombro, cuando, al entrar en cierto templo, se puso a mirar detrás de la puerta para ver quién había sonado y observó que el sonido había salido de los goznes y de las bisagras de la puerta al abrirse y cerrarse. Otra vez, llevado de su curiosidad, entró en una taberna, y creyendo encontrar a alguien que con el arco tocaba ligeramente las cuerdas de un violín, vio a uno que al frotar la yema de un dedo sobre el borde de un vaso, obtenía un suave sonido.

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“Pero, cuando después observo que las avispas, los mosquitos y los abejorros, no como sus primeros pájaros que al respirar formaban voces ininterrumpidas, sino con un velocísimo batir de las alas, sacaban un sonido constante, tanto creció en el él asombro, cuanto ridiculizó la opinión que antes tenía sobre sus conocimientos sobre la producción de los sonidos; todas las experiencias vistas no le hubieran bastado para hacerle comprender o creer que los grillos, que no volaban, pudiesen producir sonidos tan dulces y sonoros, no al respirar, sino al batir las alas.

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Y cuando creía que ya no era posible que existiesen más modos de producir sonidos, una vez que había observado aparte de los modos ya narrados, los órganos, las trombas, los pífanos, los instrumentos de cuerda de tantas y tantas clases, e incluso esa lengüeta de hierro que, sujeta con los dientes, se sirve de la cavidad de la boca como caja de resonancia y del aliento como vehículo del sonido, cuando digo, creía haberlo visto todo, encontróse mas que nunca envuelto en la ignorancia y en el asombro al encontrarse con una cigarra que, ni al cerrarle la boca, ni al sujetarle las alas, amainaba en su fortísimo estruendo; no veía que moviese las escamas, ni parte alguna de su cuerpo;

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levantóle finalmente la caparazón del tórax y viendo debajo algunos cartílagos, duros aunque sutiles, y creyendo que el estrépito derivase del movimiento de éstos, se vio obligado a rompérselos para hacerla callar; pero todo fue en vano, hasta que presionando con la aguja más adentro, le quitó, con la voz, la vida; de modo que tampoco pudo averiguar si su canto provenía de esos cartílagos, por lo que mostró tal desconfianza en su saber, que al preguntársele cómo se producían los sonidos, modestamente respondía que conocía algunos modos, pero que daba por seguro que podían existir cien otros desconocidos e inopinables…“… la dificultad de entender cómo se produce el canto de la cigarra que tenemos en la mano, excusa con creces el no saber como se genera el cometa que se halla tan lejos”.

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DIÁLOGO SOBRE DOS GRANDES SISTEMAS DEL MUNDO

EL DIVINO ARQUITECTO

“Quien más altas tiene sus miras, en mayor grado se diferencia; volverse al gran libro de la Naturaleza, que es el objeto propio de la filosofía, es el modo de elevar esas miras; en este libro, aunque todo lo que en él se lea, como obra de Artífice omnipotente, sea por ello solo proporcionadísimo, sin embargo, será más claro y más digno, aquello en donde, a nuestro parecer, mejor se manifieste el trabajo y el artificio”.

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LOS ARISTÓTELICOS DOGMÁTICOS “SAGR. Con mucho gusto. Me encontraba un día en casa de un médico muy estimado en Venecia a la que, algunos por su estudio y otros por curiosidad, acudían a veces a ver alguna disección anatómica hecha por un anatomista que realmente era tan docto como diligente y experto. Y se dio el caso de que aquel día se estaba buscando el origen y nacimiento de los nervios, sobre el que existe una famosa controversia entre los médicos galenistas y los peripatéticos. Al mostrar el anatomista que, partiendo del cerebro y pasando por la nuca, la grandísima cepa de los nervios iba después descendiendo por la espina dorsal y derramándose por todo el cuerpo, y que solo un hilo sutilísimo como el de coser llegaba al corazón,

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se volvió a un gentilhombre del que sabía que era filósofo peripatético y por cuya presencia lo había abierto y mostrado todo con extraordinaria diligencia y le preguntó si quedaba satisfecho y convencido de que el origen de los nervios procedía del cerebro y no del corazón. A lo cual el filósofo, después de quedarse pensativo un momento, respondió: “Vos me has hecho ver eso de modo tan claro y sensible, que si no se diese el caso de que hay un texto de Aristóteles en contra, que dice abiertamente que los nervios nacen en el corazón, habría que aceptarlo forzosamente como verdadero”.(96)

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LA NATURALEZA NO ES UN MUNDO DE PAPEL“...Sr. Simplicio, venid con razonamientos y demostraciones, vuestras o de Aristóteles, y no con textos y autoridades sin más, porque nuestros razonamientos tienen que tratar sobre el mundo sensible y no sobre un mundo de papel”.“Yo tengo un librito bastante más elemental que el de Aristóteles o que el de Ovidio, en el que se contienen todas las ciencias y que con muy breve estudio puede servir para la solución de todos los problemas: el alfabeto”.LA NATURALEZA ANTES, EL ENTENDIMIENTO DESPUÉS“...la naturaleza ha hecho primero las cosas a su modo y después construido los razonamientos humanos aptos para poder entender (aunque con fatiga) algo de sus secretos.”

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ARISTÓTELES Y LOS SENTIDOS“SIMP. Aristóteles que, aunque era perspicacísimo, no esperaba de su talento mas de lo conveniente, consideró en su filosofía que la experiencia sensible debía anteponerse a cualquier razonamiento elaborado por la mente humana, y añadió que los que negaran los sentidos merecían que se les castigara privándoles de ellos.”“SALV. Siempre que queráis poner de acuerdo lo que os muestre la experiencia con las más sólidas doctrinas de Aristóteles, no tendréis ningún trabajo. Prueba de que esto es cierto: ¿no dice Aristóteles que, dada su gran lejanía, de las cosas del cielo no se puede tratar con seguridad?

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SIMP. Lo dice claramenteSALV. ¿No afirma también que lo que la experiencia y los sentidos nos demuestran debe anteponerse a cualquier razonamiento por bien fundado que parezca? ¿Y no dice eso decididamente, sin titubear?SIMP. Lo dice.SALV. Ahora bien, de estas dos proposiciones, ambas doctrinas de Aristóteles, la segunda, que dice que hay que anteponer los sentidos al razonamiento, es doctrina mucho más sólida y segura que la que considera que el cielo es inalterable. Por tanto, filosofaremos más aristotélicamente diciendo “el cielo es alterable, porque así me lo muestran los sentidos”, que si dijéramos: “el cielo es inalterable porque nos convence de ello el razonamiento de Aristóteles”.

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“Añadid que nosotros podemos teorizar mucho mejor que Aristóteles sobre las cosas del cielo, porque al confesar éste que tal conocimiento le es difícil por su lejanía de los sentidos, está aceptando que aquél a quien los sentidos pudiesen representarse mejor el cielo, podría filosofar sobre éste con mayor seguridad. Ahora bien, nosotros, gracias al telescopio, nos lo hemos acercado treinta o cuarenta veces más de lo que estaba para Aristóteles, de modo que podemos captar en el cielo cien cosas que él no pudo ver. Entre otras, estas manchas en el Sol, que le fueron absolutamente invisibles. Por tanto, sobre el cielo y el Sol, nosotros podemos tratar con mayor seguridad que Aristóteles”.

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SI ARISTÓTELES VOLVIERA...“... afirmo que en nuestro siglo disponemos de accidentes y observaciones nuevas y de tal carácter, que no dudo que si Aristóteles viviese hoy cambiaría de opinión”.

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CONTRA LAS “VIRTUDES ESENCIALES”“Cuanto más me empeño en considerar la vanidad de los razonamientos populares, tanto más los encuentro ligeros y estúpidos. ¿Qué tontería hay mayor, ni se puede imaginar, que la que llama cosas preciosas a la gema, a la plata y al oro, y vilísimas a la tierra y al fango?; ¿cómo no piensan que si fuera tanta la escasez de la tierra, cuanta es la alegría de los metales más preciosos, no existiría príncipe alguno que con mucho gusto no gastaría una suma de diamantes y de rubíes y cuatro carretas de oro para tener solamente la tierra necesaria para plantar en un pequeño tiesto un jazmín, o para sembrar un naranjo de la China, para verlo nacer, crecer y producir tan bella fronda, tan olorosas flores y tan amables frutos?”

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Conocimiento “intensive” y “extensive”

“Tomando el entender intensive, en cuanto tal término indica intensivamente, es decir, perfectamente, afirmo que el entendimiento humano puede entender algunas proposiciones de esta manera, y por tanto, tener de ellas absoluta certeza; así son por ejemplo, las ciencias matemáticas, es decir, la aritmética y la geometría, de las cuales el intelecto divino sabe infinitas proposiciones más, porque las sabe todas, pero, de las pocas comprendidas por el entendimiento humano, creo que el conocimiento es igual al divino en cuanto a la certeza objetiva, puesto que llega a comprender su necesidad, y sobre ésta no parece que puede existir seguridad mayor”

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Las invenciones humanas

Si miro a una estatua de las mejores, me digo a mí mismo: “¿Acaso sabrías eliminar lo sobrante de una pieza de mármol y descubrir la figura tan bella que encerraba? ¿O mezclar y extender sobre una tela o pared diversos colores, y con ellos representar todos los objetos visibles, como un Miguel Angel, un Rafael, un Tiziano?”. Si observo lo que han descubierto los hombres respecto a la distribución de los intervalos musicales, en el establecimiento de preceptos y reglas para poderlos manejar con extraordinario placer para el oído, ¿cuándo podré acabar de asombrarme? ¿Qué decir de tantos y tan diversos instrumentos? ¿Y la lectura de los mejores poetas que llenan de asombro a quien analiza atentamente su invención de conceptos y su desarrollo?

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¿Qué diremos de la arquitectura? ¿Del arte de la navegación? Pero por encima de todas las excelentes invenciones ¡qué grandeza de mente la de aquél que se las ingenió para encontrar el modo de comunicar sus más recónditos pensamientos a cualquier otra persona, por más alejada que estuviera en el espacio y en el tiempo; hablar con los que están en las Indias, hablar con los que aún no ha nacido ni nacerán hasta dentro de mil o diez mil años! ¡Y con qué facilidad: con las distintas mezclas de veinte caractercitos sobre un papel.