jesús encuentra a las mujeres de jerusalén

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JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN QUE LLORAN POR ÉL (Consolemos a los que sufren en el camino) Dijo Jesús a las mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos. Jesús enseñó a estas mujeres que con llorar no se soluciona nada, que tienen que llorar por todos los de su alrededor. Llorar de arrepentimiento. Hoy nosotros somos aquel gentío que seguía a Jesús y que lloraban por él. Tenemos que darnos cuenta, para ser coherentes con nosotros mismos, que Jesús está en todas esas personas a las cuales hay que consolar, a las cuales hay que ayudar. Está en el hambriento, en el desnudo, en el desahuciado. Porque dijo: tuve hambre y me distéis de comer; tuve sed y me distéis de beber”. Hay que salir al camino de aquellos que sufren, pues Jesús salió al camino del más pobre, del más indefenso, e incluso llegó a morir por todos nosotros. Tenemos que amar, consolar a los más desheredados, los marginados, a los niños, a los ancianos, a los drogodependientes, a los que sufren por no tener un trabajo, porque en todos ellos Jesús está oculto. San Juan nos dice, si amamos a Dios, si decimos que amamos a Dios y no amamos al prójimo, somos unos mentirosos. Realmente mentimos, porque ¿cuántas veces nos hemos detenido ante la mirada de esa niña que todos los días, en la misma esquina, nos pide algo para subsistir? Lo más seguro es que nos esté reclamando un pedazo de pan, pero también nos está reclamando nuestra compañía, nuestra ayuda, nuestro amor. No hace falta irse muy lejos para darnos cuenta de todo esto. En nuestra propia familia, en nuestro propio hogar, ¿somos capaces de sentir la necesidad de nuestros padres, de nuestras parejas, de nuestros hijos? Es más fácil ir cada uno a lo suyo, preocupados por nuestros problemas, que ya tenemos bastantes, pero cuando alguien nos falla, es muy fácil el reproche. No pensamos tampoco que nuestro sufrimiento fue asumido por alguien anteriormente, sin pedir nada a cambio. Si realmente somos cristianos, debemos entregarnos a los demás siguiendo el ejemplo de Dios, que amó tanto al mundo que hasta nos entregó a su hijo. Hoy Dios nos manda a cada uno de nosotros a asumir los sufrimientos de los demás, pero para ello debemos tener fe. Fe para poder amar y servir en un mundo lleno de falsedades, donde la dignidad humana no importa, y en su lugar sustituimos, ponemos el cuerpo, la imagen, lo material. En un mundo donde está permitido el aborto y donde al anciano le llevamos a un asilo porque ya es un “trasto” inútil. ¿Qué respuestas le daremos al Señor cuando nos pregunte por todos y cada uno de estos hijos suyos? Señor, queremos poner una sonrisa en el mundo y seguir el camino que tu hijo empezó, llevar su mensaje de paz y amor allí donde nos encontremos. Queremos ser verdaderos instrumentos de tu paz, y consolar en vez de empeñarnos en que nos consuelen. En amar, en vez de preocuparnos porque nos amen. Queremos olvidarnos de nosotros mismos para así poder encontrar al otro, al que está a nuestro lado. Ayúdanos Señor a perdonar y así encontraremos tu perdón. Ana I. Casado Bujalance

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Page 1: Jesús encuentra a las mujeres de jerusalén

JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN QUE LLORAN POR ÉL

(Consolemos a los que sufren en el camino)

Dijo Jesús a las mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros

hijos. Jesús enseñó a estas mujeres que con llorar no se soluciona nada, que tienen que llorar por

todos los de su alrededor. Llorar de arrepentimiento. Hoy nosotros somos aquel gentío que seguía a Jesús y que lloraban por él.

Tenemos que darnos cuenta, para ser coherentes con nosotros mismos, que Jesús está en

todas esas personas a las cuales hay que consolar, a las cuales hay que ayudar. Está en el

hambriento, en el desnudo, en el desahuciado. Porque dijo: “tuve hambre y me distéis de comer; tuve sed y me distéis de beber”.

Hay que salir al camino de aquellos que sufren, pues Jesús salió al camino del más pobre, del

más indefenso, e incluso llegó a morir por todos nosotros. Tenemos que amar, consolar a los más desheredados, los marginados, a los niños, a los

ancianos, a los drogodependientes, a los que sufren por no tener un trabajo, porque en todos

ellos Jesús está oculto. San Juan nos dice, si amamos a Dios, si decimos que amamos a Dios y no amamos al

prójimo, somos unos mentirosos. Realmente mentimos, porque ¿cuántas veces nos hemos

detenido ante la mirada de esa niña que todos los días, en la misma esquina, nos pide algo para

subsistir? Lo más seguro es que nos esté reclamando un pedazo de pan, pero también nos está reclamando nuestra compañía, nuestra ayuda, nuestro amor.

No hace falta irse muy lejos para darnos cuenta de todo esto. En nuestra propia familia, en

nuestro propio hogar, ¿somos capaces de sentir la necesidad de nuestros padres, de nuestras parejas, de nuestros hijos?

Es más fácil ir cada uno a lo suyo, preocupados por nuestros problemas, que ya tenemos

bastantes, pero cuando alguien nos falla, es muy fácil el reproche.

No pensamos tampoco que nuestro sufrimiento fue asumido por alguien anteriormente, sin pedir nada a cambio.

Si realmente somos cristianos, debemos entregarnos a los demás siguiendo el ejemplo de

Dios, que amó tanto al mundo que hasta nos entregó a su hijo. Hoy Dios nos manda a cada uno de nosotros a asumir los sufrimientos de los demás, pero

para ello debemos tener fe. Fe para poder amar y servir en un mundo lleno de falsedades, donde

la dignidad humana no importa, y en su lugar sustituimos, ponemos el cuerpo, la imagen, lo material. En un mundo donde está permitido el aborto y donde al anciano le llevamos a un asilo

porque ya es un “trasto” inútil.

¿Qué respuestas le daremos al Señor cuando nos pregunte por todos y cada uno de estos

hijos suyos? Señor, queremos poner una sonrisa en el mundo y seguir el camino que tu hijo empezó,

llevar su mensaje de paz y amor allí donde nos encontremos. Queremos ser verdaderos

instrumentos de tu paz, y consolar en vez de empeñarnos en que nos consuelen. En amar, en vez de preocuparnos porque nos amen. Queremos olvidarnos de nosotros mismos para así poder

encontrar al otro, al que está a nuestro lado.

Ayúdanos Señor a perdonar y así encontraremos tu perdón.

Ana I. Casado Bujalance