jaime bayly

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Peruano, 48 años. Escritor, periodista y presentador de televisión. Ha dirigido más de una decena de programas de entrevistas en la televisión peruana y norteamericana. Vive en Miami con Silvia Núñez del Arco. Por: Gabriela Wiener Jaime Bayly debe ser uno de los casos más fascinantes en los que vida personal y vida pública, persona y personaje, se mezclan indisolublemente. El presentador y escritor se confiesa en cámaras, se desnuda en sus columnas, se parodia a sí mismo en sus novelas, sin dejar ni un resquicio para eso que los otros llaman intimidad. ¿Es esto posible? ¿Se puede vivir contándolo todo? “Parece posible –contesta Bayly–, la pregunta es si conviene, si es bueno para la salud. A veces pienso que no, que trae muchos problemas y terminas volviéndote adicto a los calmantes”. Me atiende justo después de salir a comprar “productos de maquillaje” (“para mí, ja!”), y desde el chat de gmail de su esposa, la también escritora Silvia Núñez del Arco. Desde lo que parecían ser sus soleados cuarteles de invierno, en Miami, el francotirador vuelve a dar en la diana con La lluvia del tiempo (Alfaguara), una novela que, oh diosa fortuna, trata sobre un candidato presidencial llamado Alcides Tudela y su negativa a reconocer a su hija Zoraya. ¿Se dará por aludido el hoy nuevamente cuestionado presidente Alejandro Toledo? La novela es un explosivo combo de sexo, mentiras y videotape que sacará roncha y es firme candidata a best seller en la próxima Feria del Libro de Lima, a donde llegará el propio escritor a presentarla. Cualquier parecido con la realidad es más, mucho más que una coincidencia. Tu novela sale a la luz en un momento inmejorable, con Alcides Tudela, perdón, Alejandro Toledo, siendo nuevamente cuestionado... Algún suspicaz podría pensar que no es coincidencia. Te aseguro que es pura coincidencia. La idea de escribir una novela sobre el caso Zaraí está en mi cabeza desde que lo viví tan intensamente en el 2001. Diez años después, el 2011, recién pude sentarme a escribir esa novela. Pero no hay cálculo político alguno. Tras leer La lluvia del tiempo, sus escenas casi pantagruélicas de corrupción y bajeza rayana con lo surreal, uno asume que hay un alto contenido de ficción... Lo escalofriante, sin embargo, es la parte de verdad que hay en ellas. ¿Por qué no revelar esa parte de verdad sin la máscara de la ficción? Porque ya estuve en ese otro campo, en el periodismo, en la no ficción, en la denuncia en directo en televisión con las víctimas. Ya lo viví y ya sé cómo termina.

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Peruano, 48 años. Escritor, periodista y presentador de televisión. Ha dirigido más

de una decena de programas de entrevistas en la televisión peruana y

norteamericana. Vive en Miami con Silvia Núñez del Arco.

Por: Gabriela Wiener

Jaime Bayly debe ser uno de los casos más fascinantes en los que vida personal y vida

pública, persona y personaje, se mezclan indisolublemente. El presentador y escritor se

confiesa en cámaras, se desnuda en sus columnas, se parodia a sí mismo en sus novelas,

sin dejar ni un resquicio para eso que los otros llaman intimidad. ¿Es esto posible? ¿Se

puede vivir contándolo todo? “Parece posible –contesta Bayly–, la pregunta es si conviene,

si es bueno para la salud. A veces pienso que no, que trae muchos problemas y terminas

volviéndote adicto a los calmantes”. Me atiende justo después de salir a comprar

“productos de maquillaje” (“para mí, ja!”), y desde el chat de gmail de su esposa, la

también escritora Silvia Núñez del Arco. Desde lo que parecían ser sus soleados cuarteles

de invierno, en Miami, el francotirador vuelve a dar en la diana con La lluvia del tiempo

(Alfaguara), una novela que, oh diosa fortuna, trata sobre un candidato presidencial

llamado Alcides Tudela y su negativa a reconocer a su hija Zoraya. ¿Se dará por aludido el

hoy nuevamente cuestionado presidente Alejandro Toledo? La novela es un explosivo

combo de sexo, mentiras y videotape que sacará roncha y es firme candidata a best seller

en la próxima Feria del Libro de Lima, a donde llegará el propio escritor a presentarla.

Cualquier parecido con la realidad es más, mucho más que una coincidencia. 

Tu novela sale a la luz en un momento inmejorable, con Alcides Tudela, perdón, Alejandro

Toledo, siendo nuevamente cuestionado... Algún suspicaz podría pensar que no es

coincidencia.  

Te aseguro que es pura coincidencia. La idea de escribir una novela sobre el caso Zaraí

está en mi cabeza desde que lo viví tan intensamente en el 2001. Diez años después, el

2011, recién pude sentarme a escribir esa novela. Pero no hay cálculo político alguno.

Tras leer La lluvia del tiempo, sus escenas casi pantagruélicas de corrupción y bajeza

rayana con lo surreal, uno asume que hay un alto contenido de ficción... Lo escalofriante,

sin embargo, es la parte de verdad que hay en ellas. ¿Por qué no revelar esa parte de

verdad sin la máscara de la ficción? 

Porque ya estuve en ese otro campo, en el periodismo, en la no ficción, en la denuncia en

directo en televisión con las víctimas. Ya lo viví y ya sé cómo termina. 

¿Cómo termina? 

Ganan los malos. Como en la novela, me temo.

En algunos protagonistas de La lluvia del tiempo, como Gustavo Parker, parecen

entremezclarse varios personajes reales del medio televisivo local: Ivcher, Winter,

Genaro... ¿Todos caben en el mismo saco? 

Sí, más o menos. En el personaje que mencionas, el del dueño del canal de televisión, he

visto no a uno sino a varios que he conocido, todos igual de tramposos. 

Sin embargo, quieres volver a trabajar en la televisión peruana, lo acabas de decir. ¿Te

volverías a juntar con uno de ellos? 

Me hicieron decir eso. Alguien de El Comercio o Perú 21 publicó que dije: “en agosto voy a

estar en el Perú y ojalá algún canal de televisión me dé un espacio”. Eso es falso, no dije ni

una sola de esas palabras. Además dijeron que lo había dicho en una entrevista con

Capriles, y no es verdad. Hasta Silvia me preguntó riéndose: “¿Te estás ofreciendo así?”. 

¿Crees que los destinos de muchos asuntos públicos en el Perú aún se deciden en Las

Suites de Barranco entre un candidato y el dueño de un canal? 

Sí, creo que sí. Nada ha cambiado demasiado. Unos están presos y otros están en libertad,

pero, en rigor, probablemente todos deberían estar presos. 

¿Cómo hace un periodista de la televisión para quedar bien con su conciencia y a la vez

quedar bien con su público? 

Si queda bien con su conciencia, queda mal con el dueño del canal. Si queda mal con el

dueño, lo botan. Me pasó varias veces. Y cuando te botan, quedas bien contigo pero

pierdes al público. 

En tu novela hay una escena de "choleo" que es como un duelo mexicano en el que Zaraí –

perdón, Zoraya– cholea a Tudela, Balaguer (Baily) cholea a Zoraya y (Delgado) Parker

cholea a todo el mundo menos a sí mismo (“Yo soy hijo de ingleses”, dice). Creo que hay

una dimensión satírica de tu trabajo que es tan o más importante que los datos reales que

pueda contener. 

Pues sí. Por otro lado, el Perú es realmente así, ¿no? Cuando denuncié el caso Zaraí en el

2001, recuerdo que Eliane dijo: “Dicen que la chica se parece a Toledo, pero todas las

peruanas se parecen a Toledo”… algo así. Y recuerdo a Ivcher diciéndome con cinismo en

su oficina: “No tiene sentido atacar a Toledo por esto, no vale la pena, es una hija negada,

¿quién no tiene una hija negada en el Perú?”. 

“Este cholo es tan mentiroso y tan teatral que él mismo ya no sabe cuándo miente”, dice tu

protagonista de Alcides Tudela. ¿Tú dirías que las mentiras de Toledo son equiparables a

las mentiras de Tudela? 

Tudela se queda corto. Toledo lo supera. Recuerdo a Toledo en la oficina de Pollack

(borrachos ambos) gritando teatralmente: “¡Te juro por mi madrecita que esa chica no es

mi hija!”, y cerraba los ojos y parecía que iba a romper a llorar… Y ahora sale a decir: “No

se metan con mi hija Zaraí”. ¿No te parece gracioso?

Entonces lo de las casas de la suegra…

Yo no le creo nada a Toledo. Nada. Desde el caso Zaraí, no le creo una palabra, es un

mitómano profesional.

Pero alguna vez fuiste su amigo…

No, nunca. Lo entrevisté varias veces y era igual que ahora, pomposo, engolado. Cuando

Belaúnde era presidente, Toledo ya se ofrecía como ministro de Economía. Era muy

cómico, hacía sus piruetas diciendo que tenía un plan alternativo…

¿Crees que tendría posibilidades reales de volver a ser presidente? 

Sí, claro, no lo dudes, sus posibilidades han aumentado. Mira, en el Perú si te descubren

una hija negada no pierdes, ¡ganas! Y si descubren que tu suegra te compra mansiones

también, quedas como un gran pendejo. 

¿Serías capaz de lanzarte, esta vez sí, a la presidencia solo para evitar su regreso? 

Jajaja. Lanzarme no, ni a cojones. Prefiero ver a Toledo ganar y quedarme tranquilo

escribiendo. No me lanzo ni loco. 

Ya, confiesa: ¿qué tan en serio te tomaste lo de candidatear a la presidencia? ¿Creías que

la gente iba a creer que realmente tenías esa aspiración o apelabas al aspecto lúdico,

populista y, perdóname, irresponsable del elector peruano? 

En un momento lo tomé realmente en serio. Estaba más que dispuesto, aunque sabía que

no tenía la menor opción de ganar. Me parecía divertido ser candidato y joder un poco y

sacar cinco por ciento. Digamos que me parecía bueno que alguien defendiera un puñado

de ideas anticatólicas. 

Una boutade o algo así como la candidatura de Hunter S. Thompson… 

Algo así. Pero mira cómo terminó Thompson. No quisiera terminar así. Prefiero divertirme

escribiendo, hacer política no es nada divertido. 

¿Has hablado con Zaraí? ¿Ha leído el libro? 

No y no. No la veo ni hablo con ella desde aquella pelea brutal del 2001. No sé nada de

ella. 

¿Qué crees que pensará Lucrecia Orozco?

No sé. Solo puedo decirles: Es una novela, es ficción. Nadie debe meterse en un personaje. 

¿Por qué fue esa pelea brutal?

En realidad no me peleé con ella ni con su madre. Nunca. Las defendí, perdimos, ganó

Toledo, e Ivcher me despidió. Luego cada uno siguió con su vida. Tengo la impresión de

que, cuando Toledo la reconoció, Zaraí tuvo la gran inteligencia de perdonar a su padre y

llegar a unas formas privadas de entendimiento con él. Es lo que intuyo desde fuera. 

Fuera de la ficción sostuviste que tú dejaste de apoyar a Toledo cuando conociste el caso

Zaraí, una niña al parecer herida por el ninguneo y el olvido de su padre biológico. Sin

embargo, nunca he leído cosas tan duras como el intercambio entre tú y tus hijas. ¿Se

puede seguir adelante con un hijo que te odia? 

Sí, se puede. Y no hay comparación posible. Yo nunca he negado a mis hijas. Nos hemos

peleado porque ellas no aceptaron mi relación con Silvia, pero todo este tiempo, estando

distanciados, yo he seguido pagando sus colegios, sus universidades, todas sus cuentas, y

nos seguimos comunicando cordialmente. Tuvimos una discusión, un intercambio de

opiniones, nada atípico en una familia, solo que, como soy escritor y cuento en público lo

que me pasa en privado, se supo de esa pelea. Pero ellas están muy bien y yo también, y

nos escribimos a menudo y nunca he dejado de cumplir mis responsabilidades con ellas. Y,

por cierto, no suscribo tu afirmación de que mis hijas me odian. No creo que ese sea el

caso en absoluto. Creo que ellas me quieren y saben cuánto yo las quiero. Lo saben. Es una

ligereza decir que me odian. 

No pretendía compararte con Toledo; solo quería saber cómo se vivía una vida enemistado

con tus propios hijos… 

No es tan difícil imaginarlo, ocurre todo el tiempo. Los hijos nos peleamos con nuestros

padres, a mí me ha ocurrido como hijo y como padre. La única diferencia es que las

familias “honorables” no cuentan en público sus peleas, pero que se enemistan, se

enemistan, estoy seguro de eso. Por lo demás, no hay tal enemistad entre mis hijas y yo.

Ellas me escriben, me piden esto y lo otro, yo las complazco en casi todo lo que me piden y

ellas me agradecen. No parecería justo decir, entonces, que mis hijas me odian. 

Jaime, ¿por qué tienes que contarlo todo?, ¿qué es lo que te impulsa a hacerlo? 

Es una elección moral, estética, personal. Elegí hacerlo cuando comencé mi carrera de

escritor, y ya se me hizo una costumbre. Generalmente, cuando pienso que hay una

historia que ciertas personas moralistas preferirían que no contase, entonces me digo: Allí

tienes una historia que debes contar. Todo se puede contar, todo. Es tu vida, tu libertad, tu

voz. ¿Por qué deberías quedarte callado? 

En tu novela hay una profunda crítica a los mecanismos del poder en el Perú: a la coima y

a la maleta llena de dinero con que se compra a los políticos y a los periodistas, pero no

estoy segura de cuánto de autocrítica hay en ese libro. Durante la campaña de Keiko y

Humala tu giro hacia la continuadora del fujimorismo fue, digamos, sorprendente.

Decepcionaste a muchos. A tus amigos liberales, por ejemplo. A mí sin ir muy lejos, que me

habías parecido siempre tan divertido. 

Lamento haberte decepcionado, pero yo no me decepcioné a mí mismo. No veía una opción

mejor que esa. En mi caso, además, tienes que tener en cuenta el factor sentimental, que

es clave para entender las cosas políticas claramente. 

Explícate, por favor.

Hacia el 2010, cuando decidí no ser candidato, y cuando Ivcher volvió a despedirme de la

televisión estando Silvia embarazada, decidimos irnos del Perú. Todo eso fue muy fuerte

sentimentalmente. Me habían botado por apoyar a Susana Villarán. Me había quedado sin

programa en el Perú, de nuevo y por pelear una batalla que me parecía limpia. Entonces,

para entender por quién termino votando desde Miami en abril y junio del 2011, hay que

tratar de entenderme sentimentalmente. ¿Iba a votar por Toledo? Imposible. Tenemos una

guerra desde Zaraí, 2001. ¿Por Humala? Imposible, tenemos una guerra desde que

comenzó 'El francotirador', en el 2006, y él nunca quiso venir al programa. ¿Por el amigo

PPK? Podía ser… era una buena opción, era moderno, más o menos liberal...

Racionalmente él era mi voto, pero sentimentalmente... sentimentalmente no pude votar

por él porque en los directorios de la minera familiar, de la minera del tío Bobby, que ya

murió, él no trataba bien a mi madre. Eso me frenó por completo. Yo sabía cómo se

comportaba él con mi madre en las sesiones de directorio de la minera. 

Entonces sentimentalmente me corté. Vi al gringo sobrado que deja que una chola le toque

los huevos y se hace el cholo. Pero es gringo, pues, es ciudadano de los Estados Unidos.

¡No te pases! 

Y lo de Keiko….

…por eso sentimentalmente terminé votando por Keiko. Keiko no quería meterse en

política, se había casado con un gringo, vivían en Nueva York y proyectaban su vida allá. Si

su papá hubiera sido mínimamente inteligente y se hubiese quedado en Japón, Keiko

seguiría viviendo en Nueva York, pero su padre, sin decirle nada, viaja a Chile y se cree el

cuento de que puede volver al Perú a ser presidente, un disparate. Entonces el padre

arrastra a Keiko a toda esta desgracia. Ella termina haciendo lo que no quería: volver al

Perú, meterse en política, joderse la vida para salvar al padre. Y no lo consigue. Y se

inmola. 

Jaime, ¿me estás pintando a Keiko como una heroína? 

No, no. No digo heroína, digo víctima de los errores de su padre. Creo que si su padre se

quedaba en Japón, ella se quedaba en Nueva York, así de simple. Yo fui, digamos, sensible

a su inmolación. Racionalmente, no estoy de acuerdo con ella en mil cosas. Yo creo que su

padre fue un dictador y es culpable. Pero sentimentalmente la veo como una hija

desdichada que termina viviendo una vida que le ha sido impuesta por su padre. 

Seguro que la hija de Fidel Castro no te cae tan bien, ni las hijas de Chávez…

Jajaja. No, no es así. La hija de Fidel, una de sus hijas, Alina, vive acá y me cae bien y nos

queremos…. Pero sí, si las elecciones fuesen hoy, volvería a votar por Keiko sin duda. Por

Humala en ningún caso.

¿Te das cuenta de que es muy fuerte esto que dices? Considerando todo lo que sabemos

del fujimorismo, y aún sabiendo lo que sabemos hoy del humalismo.

Pues sí. En Humala no confío para nada. Cero. Es un fraude. En los años en que Fujimori

fue dictador y cometió los delitos por los que ahora está preso, Humala era un militar

fujimorista que casi con seguridad cometía delitos parecidos por los que no fue preso

porque sus tinterillos lo limpiaron en el Poder Judicial. 

Oye, ¿a quién le esta dando gato por liebre Humala realmente? ¿No es a la izquierda más

que a la derecha? 

No sé. Yo creo que engaña a todos un poco. Pero a mí no. Yo no voté por él ni votaría por

Nadine. Y no olvido que él fue fujimorista cuando convenía serlo (diez años seguidos) y

luego fue chavista cuando le convenía serlo. 

Lo del oportunismo de Humala te lo concedo, pero volver a ver a Marta Chávez y su banda

en el poder… ¡antes muerta! 

Te entiendo, yo tampoco quisiera ver a una banda de ladrones en el poder. 

Bueno. Pasando a otra cosa, eres de las pocas, poquísimas personas públicas, que viven su

sexualidad de una manera personal en nuestro país, quiero decir sin alinearse ni militar,

sino de una manera egoísta en el mejor sentido del término. ¿Es esta libertad que tú mismo

te das la clave de la felicidad? ¿Eres feliz? 

Gracias. Sí, soy feliz. He hecho lo que me ha dado la gana con mi cuerpo. Sigo haciéndolo.

Es reconfortante sentir eso, que has hecho con tu vida lo que te ha dado la gana. 

¿Te puedo hacer una pregunta muy personal?

Dispara.

¿Tú y Silvia son una pareja abierta? Es decir, ¿pueden hacer sus cositas cada uno por su

lado? 

Jajaja. Nadie es dueño de nadie. Cada uno hace con su cuerpo lo que le da la gana. Las

relaciones entre las personas siempre son abiertas, incluso (y especialmente) cuando

alguien pretende que son cerradas. Por eso las relaciones que más se abren a escondidas

son las que no pueden abrirse por contrato. Esos contratos no sirven. Nosotros nos

reconocemos ambos como bisexuales… digamos que es un punto de partida por el que

ambos aceptamos que hay una parte de nosotros que el otro no puede complacer

completamente. 

Por cierto, han prohibido Hay una chica en mi sopa, el libro de Silvia, en los coles

argentinos…

Sí. Qué honor, ¿no? No sabes cómo la he envidiado. 

A ti te han censurado alguno, ¿eh?

Sí, pero ya no me pasa, me pasó con el primero... 

Oye, ¿y es cierto, como podría inferirse de la novela, que Toledo te ofreció una embajada y

que tú querías la de Madrid? 

No, no es cierto. Toledo solo me ofreció su amistad generosa si dejaba de atacarlo. Pero sí

es cierto que yo siempre he querido Madrid. Y quién sabe, ahora que Obama ha nombrado

a un embajador gay en Madrid tal vez no me sentiría tan solo... ❧