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1 EL APRENDIZAJE DE LA DOCTRINA, RAÍZ DE LA ENSEÑANZA DE LAS PRIMERAS LETRAS EN EL MICHOACÁN COLONIAL. Ma. Guadalupe Cedeño Peguero. Facultad de Historia UMSNH Archivo Histórico, Sria. Educ. Mich. [email protected] Introducción. Para los historiadores de la educación que hemos decidido trabajar el periodo colonial, es sumamente frustrante, escuchar el pensamiento decimonónico empeñado en desconocer los esfuerzos del viejo régimen y sólo ver esfuerzos educativos a partir del siglo XIX, en especial en el campo de la enseñanza de las primeras letras. Así por ejemplo, investigadores que se han ocupado del tema con anterioridad, no ven organización educativa en México sino a partir del movimiento de revolución, como si el sistema educativo nacional hubiese surgido por generación espontánea sin antecedentes decimonónicos o coloniales básicos para su surgimiento, crecimiento y consolidación. 1 Pues bien, si efectivamente en la época colonial no podemos hablar de un sistema educativo como ahora lo conocemos; impulsado, coordinado, financiado y controlado por el Estado, pues como bien lo acepta Romero Flores: “la enseñanza primaria popular, en la forma que hoy la conocemos, no nació ni pudo haber nacido entonces”, 2 es verdad también que ese logro no es resultado sólo de los 1 -. Dos de ellos son, en el terreno amateur, Jesús Romero Flores, quien no reconoce la labor educativa del periodo colonial y ve en ella una enseñanza exclusivamente religiosa. Y ya dentro de los académicos, David L. Raby, sólo ve verdaderos sistemas a partir del surgimiento de la SEP, en 1921, v. Romero Flores, Jesús. Historia de Michoacán. México, Imprenta Claridad, 1946, pp.309-338. También, del mismo autor, Historia de la Educación en Michoacán, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1948, pp.9-11. Y, Estudios Históricos. México, Costa ACIC, 1966, tomo III, 139-141, y Raby, David L. “Los Principios de la educación rural en México: el caso de Michoacán, 1915 -1929”, en. El Colegio de México. Historia Mexicana, Nº 88, vol. XXII, abril - junio, 1973, Nº 4, México, El Colegio de México, 1973, pp.553 -581, así como: Educación y revolución social en México, México, Secretaria de Educación Pública, 1974, Traducción de Roberto Gómez, Colección Sep Setentas Nº 141. 2 -. Romero. Historia de Michoacán. Op. Cit. p. 310.

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EL APRENDIZAJE DE LA DOCTRINA, RAÍZ DE LA ENSEÑANZA DE LAS PRIMERAS LETRAS EN EL MICHOACÁN COLONIAL.

Ma. Guadalupe Cedeño Peguero.

Facultad de Historia UMSNH

Archivo Histórico, Sria. Educ. Mich.

[email protected]

Introducción.

Para los historiadores de la educación que hemos decidido trabajar el

periodo colonial, es sumamente frustrante, escuchar el pensamiento decimonónico

empeñado en desconocer los esfuerzos del viejo régimen y sólo ver esfuerzos

educativos a partir del siglo XIX, en especial en el campo de la enseñanza de las

primeras letras.

Así por ejemplo, investigadores que se han ocupado del tema con

anterioridad, no ven organización educativa en México sino a partir del movimiento

de revolución, como si el sistema educativo nacional hubiese surgido por

generación espontánea sin antecedentes decimonónicos o coloniales básicos para

su surgimiento, crecimiento y consolidación.1

Pues bien, si efectivamente en la época colonial no podemos hablar de un

sistema educativo como ahora lo conocemos; impulsado, coordinado, financiado y

controlado por el Estado, pues como bien lo acepta Romero Flores: “la enseñanza

primaria popular, en la forma que hoy la conocemos, no nació ni pudo haber

nacido entonces”,2 es verdad también que ese logro no es resultado sólo de los 1 -. Dos de ellos son, en el terreno amateur, Jesús Romero Flores, quien no reconoce la labor educativa del periodo colonial y ve en ella una enseñanza exclusivamente religiosa. Y ya dentro de los académicos, David L. Raby, sólo ve verdaderos sistemas a partir del surgimiento de la SEP, en 1921, v. Romero Flores, Jesús. Historia de Michoacán. México, Imprenta Claridad, 1946, pp.309-338. También, del mismo autor, Historia de la Educación en Michoacán, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1948, pp.9-11. Y, Estudios Históricos. México, Costa ACIC, 1966, tomo III, 139-141, y Raby, David L. “Los Principios de la educación rural en México: el caso de Michoacán, 1915 -1929”, en. El Colegio de México. Historia Mexicana, Nº 88, vol. XXII, abril - junio, 1973, Nº 4, México, El Colegio de México, 1973, pp.553 -581, así como: Educación y revolución social en México, México, Secretaria de Educación Pública, 1974, Traducción de Roberto Gómez, Colección Sep Setentas Nº 141. 2 -. Romero. Historia de Michoacán. Op. Cit. p. 310.

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hechos del siglo XX, específicamente de la Revolución Mexicana y más bien es

consecuencia de un largo proceso de conformación, durante el cual los fenómenos

educativos fueron tomando diversas características, de las cuales, las cada vez

más sólidas y mejor organizadas, persistieron para conformar en el largo plazo lo

que hoy conocemos como sistema educativo oficial.

Así pues, es el objetivo de este trabajo analizar el momento de arranque de

las prácticas educativas introducidas y coordinadas por los frailes europeos, que

llegaron a imponer su cultura, de la cual, en mezcolanza con la nativa, surgió

nuestra actual sociedad con todas sus características y dentro de ella por

supuesto, las educativas.

Como es sabido durante la primera fase de nuestra historia colonial, la

educación de los indígenas, estuvo a cargo de las órdenes religiosas, y en

específico para nuestra región de estudio de los franciscanos, quienes fueron los

primeros en llegar, y de los agustinos, que les siguieron. Esta característica

religiosa de la educación respondió entre otras cosas a la necesidad española de

dar respuesta al compromiso con el papado de evangelizar las nuevas tierras,

pues es conocido que ante Dios, el papado y sus contemporáneos europeos,

España tenía como principal justificante de la ocupación de las nuevas tierras

americanas, la cristianización de sus pobladores.

Pero si bien, la religión fue la justificación de la conquista, también es cierto

que la primitiva educación occidentalizada de los naturales no se limitó a la

doctrina, rezos y golpes de pecho que se le imputan y la historia de la formación

de los indígenas, así como el estudio de la enseñanza de las primeras letras, es

un proceso complicado y complejo, difícil de resolver, y ni siquiera factible de

homogenizar, pues las variantes que se desarrollaron en el mundo colonial son

muchas y diferentes entre si. Así por ejemplo tenemos en primer lugar dos

grandes divisiones entre géneros: masculina - femenina. Y dentro de estas dos

otras muchas más, particularizadas por el contexto que las rodea. Como: urbana o

rural; de primeras letras o de estudios mayores; oficial o particular, de las órdenes

religiosas o del clero diocesano, etc.

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-. Las escuelas de doctrina y de primeras letras. Labor de franciscanos y

agustinos.

La labor educativa de franciscanos y agustinos en el territorio michoacano,

fue de suma importancia para la generación de la nueva sociedad novohispana.

Asentados los primeros en estas tierras en 1525, fundaron doctrina en

Tzintzuntzan, la antigua capital tarasca, desde donde, durante una primera etapa,

se desplazaron a la región del lago de Pátzcuaro para después extenderse por

gran parte del obispado de Michoacán, hasta alcanzar la suma de 48 conventos al

termino de la centuria.3

Por su parte los agustinos, iniciaron su misión en el pueblo de Tiripitío en

1537, para después pasar a Tacámbaro, desde donde pudieron internarse en la

Tierra Caliente y la Costa del Pacífico. Siendo sus primeros trabajos de ascetismo

y austeras misiones, para mediados del siglo XVI, cambiaron su política de

sacrificio y se instalaron en lugares más favorecidos del antiguo obispado de

Michoacán, logrando tener así al final del siglo XVI 22 casas.4

Para lograr la deseada transformación del indígena hacia la nueva forma de

vida los religiosos recurrieron a la utilización de los infantes, a quienes

3 -. Los conventos fueron: Tzintzuntzan, Valladolid, Querétaro, Celaya, Pátzcuaro, , Tzinapécuaro, Erongarícuaro, Purenchécuaro, Taximaroa, Acámbaro, Tzacapu, Uruapan, Peribán, Tancítaro, Tarecuato, Tzitácuaro, Xiquilpan, Apaseo y Tarímbaro, en el territorio del actual Michoacán; Guadalajara, Colima, Etzatlán, Ahuacatlán, Xuchipila, Zapotlán, Tuxpan, Autlán, Zapotitlán, Sayula, Zacoalco, Techalutla, Amecueca, Atoyac, Teoquitlán, Axiquique, Chapala, Poncitlán, Cocula, Tlaxomulco, Teul, Xala, Jalisco y Zenticpac, en Jalisco y Guaynamota, Un pueblo de Sinaloa y Tolimán en la antigua Chichimecas. Para conocer la historia de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, ver. Larrea, Fr. Alonso de. Crónica de la orden de N. seráfico P:S. Francisco. Provincia de San Pedro y San Pablo de Mechuacán en la Nueva España. Año de 1639. México, 1ª edición, viuda de Calderón, 1643. 2ª edición, La voz de México, imprenta de J:R. Barbadillo, 1882. Espinosa, Fray Isidro Félix de. Crónica de la Provincia de los apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán, México, editorial Santiago, 1945. Apuntamientos bio-bibliográficos del Dr. Nicolás León, prólogo y notas de José Ignacio Dávila Garibi. Y Beaumont, Fray Pablo. Crónica de Michoacán. Morelia, Balsal Editores, 1985. 4 -. Los conventos fueron: Tiripitío, Tacámbaro, Valladolid, Yuririapúndaro, Cuitzeo, Huango, Charo, Ucareo, Jacona, Copándaro, Pátzcuaro, Guadalajara, Tonalá, Ocotlán, Zacatecas, Zirosto, Chucándiro, Tingambato, San Felipe de los Herreros, Tascan, Undameo y San Luis Potosí. Para conocer la historia de la Provincia Agustiniana de Michoacán, ver: Basalenque, Diego de. Historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán. Morelia, Balsal editores, 1989. Introducción de Gerardo Sánchez. Escobar, Matías de. Americana Thebaida. Vitas Patrum de los hermitaños de N. P. San Agustín de la Provincia de San Nicolás Tolentino de Mechuacán. Morelia, Balsal Editores, 1970. Col. Documentos y testimonios Y Navarrete, fray Nicolás de. Historia de la provincia agustiniana de San Nicolás de Tolentino de Michoacán. México, Editorial Porrúa, 1978. Col. Biblioteca Porrúa 68.

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adoctrinaban en al fe cristiana, para después, a través de ellos atraer a los

mayores a la religión católica. La utilización de infantes en nuestro país, se dió

desde 1523 en Texcoco, cuando los franciscanos flamencos entre los que destacó

Pedro de Gante, instalaron escuela para los hijos de los principales, para

impartirles no sólo la doctrina cristiana, sino también la lectura y la escritura, de

acuerdo a la vieja tradición europea de utilizar la educación como instrumento para

propiciar las transformaciones culturales deseadas.

Lino Gómez Canedo,5 basándose Torquemada,6 ve la utilización de

planteles educativos como una práctica común tanto en la antigüedad griega como

en las culturas prehispánicas desarrolladas, así sugiere, no debe extrañarnos que

los frailes novohispanos los hayan usado desde temprano:“En conclusión (dice):

escuelas y colegios no eran cosa nueva ni en Europa ni en México, y por lo tanto

es fácil de comprender por qué los primeros misioneros decidieron utilizarlos.”7

Además los trabajos pedagógicos franciscano se iniciaron desde la

colonización de las Antillas, cuando dividieron la educación de los aborígenes en

dos tipos, una para los niños del común, con sólo la iniciación a la doctrina y otra

para los hijos de nobles y caciques, quienes fueron atendidos en los conventos en

clases especiales, donde aprendían además a leer y escribir así como a cantar,

tocar instrumentos y otras materias más especializadas, que los prepararan para

el futuro ejercicio del poder, éste obviamente desde la perspectiva de los frailes.

La versión más acabada de este método en México, fue el famoso Colegio

de Santa Cruz de Tlaltelolco, en el cual la preparación de los alumnos traspasó

con mucho las fronteras de la enseñanza elemental.8 Sin embargo, con el paso del

tiempo y seguramente en los lugares más remotos y distantes como fue el caso de 5 Gómez Canedo, es un franciscano sobresaliente en el estudio de la labor educativa de su orden, de él se cuenta con importantes obras, como: La educación de los marginados durante la época colonial. México, Porrúa, 1982, Evangelización, cultura y promoción social. Estudios críticos sobre la contribución franciscana a los orígenes del cristianismo de México. Siglos XVI –XVIII. México, Porrúa, 1993. Evangelización y conquista. Experiencia franciscana en Hispanoamérica. México, Porrúa, 1977. 6 -. La obra utilizada por Gómez Canedo es: Monarquía Indiana, la cual cita en su obra. 7 -. Gómez Canedo, Lino. La Educación de los Marginados. Durante la Colonia. Escuelas para Indios y Mestizos en la Nueva España. México, Editorial Porrúa, 1982, p. 5. 8 .- v. Gómez Canedo. Op. Cit. pp.131 -216 y Kobayashi, José María. La educación como conquista. Empresa franciscana en México. México, El Colegio de México, 1974, pp. 292 – 407.

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las fundaciones de Michoacán, los criterios de selección, estrictos al principio en el

centro del país, pronto se relajaron y se dio acceso a la lectura y a la escritura a

muchos niños quienes en los primeros tiempos hubieran sido rechazados. Por ello,

a manera de reproche, por el relajamiento de tan importante requisito, Mendieta

señala: “en algunas partes hubo descuido en hacer esta diferencia [(especialmente en pueblos

pequeños, donde es poca gente)], que sin distinción se enseñan todos los niños, hijos de

principales y de plebeyos, a leer y escribir en las escuelas, y de aquí se sigue que en tales

pueblos vienen a regir y mandar los plebeyos, siendo elegidos para los oficios de república

por más hábiles y suficientes”.9

Según Gómez Canedo, Mendieta reprobó al principio la confusión de

clases, pero ya viejo cambio su actitud mostrándose más tolerante ante la

convivencia de nobles y plebeyos. Asimismo, Torquemada, reproduciendo a

Mendieta, agrega su impresión sobre el tema diciendo: “aunque ya no se guarda

esto tan inviolablemente como al principios de la conversión, porque entonces

había en que escoger, y así entran a aprender agora indiferentemente nobles y

comunes.”10

El relajamiento en los requisitos de ingreso se puede comprobar en la

investigación práctica, cuando Gómez Canedo, señala que en sus investigaciones

no encontró distinción entre uno y otro tipo de niños, por ello sostiene:

“Efectivamente en las referencias posteriores a las escuelas misionales y

conventuales no aparecen, de ordinario, diferencia alguna de clases.”11

En Michoacán al igual que en otras partes del país, al principio se tienen

antecedentes de esta separación, pues en 1525, antes de la llegada de los

franciscanos, un grupo de nobles y principales jóvenes tarascos, salió a México

9 -. Mendieta, Fray Jerónimo de. Historia eclesiástica indiana. Obra escrita a fines del siglo XVI. México, Editorial Porrúa, 1980 pp. 418 – 419. 10 -. Torquemada, Monarquía Indiana, Libro XV, cap. 42, citado por Gómez Canedo. Op. Cit. p.50. 11 -. Gómez Canedo. Op. Cit. p. 50.

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para ser educados en el convento franciscano de ese lugar.12 Y unos años más

tarde, el heredero del gobierno tarasco, don Francisco Hitzimengari: “aprendió la

doctrina cristiana en el monasterio de San Francisco de la Provincia de

Michoacán” fundado en Tzintzuntzan, para ser enviado a estudiar en 1535 junto

con su hermano Antonio y otros nobles infantes a la ciudad de México, aunque

también, como rehenes para mitigar la desconfianza de los españoles. 13

A parte de la atención a los nobles en Tzintzuntzan, también se aceptaba a

los macehaules, aunque según Warren sólo se les educaba a nivel elemental.14

Sin embargo, un dato que nos permite suponer la difusión de las primeras letras

mucho más allá de la formación de los grupos elitistas, es la insistencia de los

autores en la existencia de escuelas de primeras letras en todos los conventos

franciscanos y agustinos, pues junto a la doctrina, abierta para todo el “común”,

aseguran funcionaba una escuela de primeras letras donde se admitían a muchos

más niños que sólo nobles y caciques.

Lo que queda claro e innegable es la existencia de la impartición de la

doctrina, en escuelas improvisadas a las cuales se afirma, siempre se anexaba

otra para enseñar a individuos admitidos por los religiosos a leer, escribir, cantar,

etc. Por ello se asegura que las iglesias de frailes a más de la doctrina, contaron

siempre con enseñanza de primeras letras. Sin embargo esta aseveración se hace

de manera tan generalizada, que difícilmente se puede considerar como una base

firme en la cual se pueda sostener el funcionamientos de las mismas. Además es

difícil aceptar en estos primeros tiempos colmados de austeridad, una

organización más compleja que el simple ejercicio fortuito e irregular de los

misioneros con los nativos.

12 -. Benedict calcula la salida de los infantes tarascos en esta fecha, v. Warren, La conquista de Michoacán. Morelia, Fimax publicistas, 1989, p. 109. 13 .- López Serralengue, Delfina Esmeralda. La Nobleza Indígena de Pátzcuaro En la Época Virreinal. México UNAM. 1965, p. 170. 14 -. Warren dice que el método franciscano era: “muy general en su forma y muy probablemente tan sólo nos presenta la forma de instrucción que era común a los frailes. Los niños se juntaban para recibir una instrucción cuidadosa ya que ellos aprendían pronto las oraciones y podían enseñarlas a los más viejos. V. Warren. Op. Cit. P. 118.

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La historiografía en torno a la temática, hasta la fecha, contradice mi

afirmación y deja volar la imaginación sobre la existencia de sistemas y modelos

educativos de difícil comprobación en los datos empíricos.15 Esta visión se

alimenta con la generalización de casos particulares o bien en el deseo de alabar

las glorias pasadas de las diversas congregaciones religiosas. Así pues, tanto

Mendieta como Espinosa, y por supuesto Lino Gómez Canedo, estudioso de la

temática,16 así como el agustino Nicolás de Navarrete,17 sostienen la existencia de

una educación generalizada, que sugiere cierta organización, seguidora de una

tradición educativa de siglos. Aseveraciones aventuradas desde mi particular

punto de vista, pues en estos momentos cuando las mismas provincias se

encontraban en plena conformación y consolidación, es difícil pensar en una

regularización de las prácticas educativas en todas las iglesias de los

mendicantes. Además se debe considerar la mentalidad del momento la cual no

concedía a las primeras letras la importancia que hoy día le otorgamos.

Los especialistas de la temática atribuyen en general a todos los conventos

su escuela de primeras letras. Mendieta, el más antiguo, sostiene que anexa a la

doctrina funcionaba la escuela de primeras letras y cantores, en la cual, durante

los inicios, se reservó la admisión a grupos selectos, pero con el paso del tiempo

se abrieron a todos los niños que teniendo buena voz pudieran formar parte del

coro o bien, que siendo sus padres más concientes o más desahogados, 15 -. Enrique González nos dice que el sistema educativo público en nuestro país, es consecuencia de los gobiernos liberales decimonónicos, y que el anacronismo de ver sistemas y modelos durante la colonia lo introdujo Joaquín García Icazbalceta en 1892, con su obra: La educación pública en México en el siglo XVI, donde “extrapoló abusivamente al periodo colonial las modalidades específicas de ese modelo educativo, abriendo la puerta a que se buscaran, antes del siglo XIX, sistemas nacionales, centralizados, de instrucción pública, la cual se estructuraba progresivamente desde las primeras letras a la educación media y a la superior”. González y González, Enrique. “Hacer una mejor historia, sin la tiranía de las fuentes y de los modelos”, en. Téllez, Magaldy (coordinadora). Educación, cultura y política. Ensayos para la comprensión de la historia de la Educación en América Latina. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1997, pp 37-52. 16 - De este autor se cuenta con importantes obras dentro del tópico, como: La educación de los marginados durante la época colonial. México, Porrúa, 1982, Evangelización, cultura y promoción social. Estudios críticos sobre la contribución franciscana a los orígenes del cristianismo de México. Siglos XVI –XVIII. México, Porrúa, 1993. Evangelización y conquista. Experiencia franciscana en Hispanoamérica. México, Porrúa, 1977. 17 -. Fray Nicolás de Navarrete, fue provincial y cronista de la Provincia agustiniana de Michoacán aproximadamente a mediados del siglo XX, y autor de la obra ya citada.

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económicamente hablando, les permitieran asistir a recibir la instrucción elemental

ofrecida allí. Asegura este autor, que todos los monasterios novohispanos

contaban con un gran patio al frente de la iglesia para oír misa en los días festivos

y aprender la doctrina, pero al lado del templo estaba la escuela donde se

juntaban los cantores para planificar sus próximas actuaciones, enseñar a los

nuevos elementos y practicar sus cantos. 18

Espinosa, cronista franciscano de Michoacán del siglo XVIII, cita la carta

escrita por fray Martín de Valencia en 1531 para fray Matías Weinssens,

Comisario General de la Provincia Cismontana de la orden franciscana, donde se

informa entre otros asuntos, de los grandes resultados obtenidos con los niños

indios, quienes proporcionaban “muy buena esperanza en su salud espiritual”,

pues contaban ya con casi veinte conventos edificados por la ferviente mano de

los indios, todos con sus casas y escuelas donde albergaban a más de 500 niños,

“en unas poco menos, y en otras muchos más; los cuales están ya instruidos en la

doctrina cristiana …(y) muchos de ellos son maestros de otros niños”.19

Gómez Canedo asegura que el método promovido por los franciscanos se

generalizó como una práctica común de la orden, ve en ella una actividad menos

personal y más organizada que denomina sistema, y asegura fue adoptada más

tarde por las demás comunidades religiosas. Por ello afirma: “El sistema se había generalizado y estas escuelas existían seguramente, en forma más o

menos desarrollada, en todos los conventos y misiones ... (y aunque hubo oposiciones) la

institución en sí había sido generalmente aceptada y recibido el respaldo de la Corona ...”20

18 - El autor nos dice: “En la misma escuela (de los cantores), en otra pieza por si, o la misma si es larga, (donde) se enseña a leer y escribir a los niños hijos de la gente más principal, después que han sabido la doctrina cristiana, la cual solamente la enseñan a los hijos de la gente plebeya allá fuera en el patio, y sabida ésta los despiden para que vayan a ayudar a sus padres en sus oficios, granjerías o trabajos, aunque en algunas partes hubo descuido en hacer esta diferencia [(especialmente en pueblos pequeños, donde es poca gente)], que sin distinción se enseñan todos los niños, hijos de principales y de plebeyos, a leer y escribir en las escuelas, y de aquí se sigue que en tales pueblos vienen a regir y mandar los plebeyos, siendo elegidos para los oficios de república por más hábiles y suficientes”. Mendieta. Op. Cit. pp. 418 -421. 19 -. Espinosa, Op. Cit. p. 99 -100. 20 -. Gómez Canedo. Op. Cit. p.19.

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Conclusiones como la anterior surgen de noticias como la de la Junta

eclesiástica de 1539, cuando se acordó que siempre hubiese quien enseñase la

doctrina a los niños de las parroquias. Mandamiento donde también se aprecia el

relajamiento en la admisión al ofrecerla a todos aquellos quienes quisiesen

aprender mejor la nueva educación.21

Para 1558 Pedro de Gante nos proporciona otro testimonio del aumento de

escuelas en las doctrinas de su orden, al comentar la poca ayuda que podrían

esperar unas de otras, pues teniendo todas sus propias obligaciones, difícilmente

podría sobrarles algo para ayudar a sus hermanos, e informa: “ellos tienen por allá

cargo de sus escuelas, porque en cada casa las tenemos”.22

Esta idea de suficiencia de escuelas se reitera en 1568, en la relación de

actividades de la Provincia Franciscana del Santo Evangelio de México enviada al

visitador del Consejo de Indias, don Juan de Ovando, donde se asegura que en

todos los pueblos donde hay religiosos existe escuela de primeras letras. 23

Entre los argumentos manejados por Lino Gómez Canedo para sustentar la

existencia de sistemas educativos religiosos coloniales, se encuentra uno bastante

convincente con relación al tipo de sociedad impuesta a los pueblos

prehispánicos, la cual, dice, estuvo caracterizada por estar sumamente apegada a

la iglesia, provocándose así que la enseñanza de las primeras letras se viera

como un instrumento más para lograr el aprendizaje de la doctrina cristiana, y no

como una actividad separada y con validez propia, como la consideramos ahora,

así asegura:

21 -. Gómez Canedo transcribe la orden así: “Y ha de haber quien enseñe la doctrina cristiana a los niños de las parroquias, y que si algunos hijos de naturales, por mejor, quisieren ir a ser enseñados a los monasterios u otras iglesias, o conviene que allá se lleven, que no los puedan recibir ni reciban antes que hayan (cumplido) siete años, … e que en los dichos monasterios no estén más de hasta siete (años), de manera que de trece y de ahí en adelante los dejen ir a donde ellos quisieren … o a ir a enseñar o a ayudar a sus parroquias o iglesias, si algunos hubiere que sean hábiles y necesarios para ello”. Ibidem. cita 31 de p. 19. 22 -. Gómez Canedo. Op. Cit, p. 22. 23 -. Goméz Canedo trancribe el informe así: “En todos los pueblos de la Nueva España a donde residen religiosos hay escuelas, las cuales comúnmente se suelen edificar dentro del circuito que tienen los frailes y pegadas con la iglesia, a la parte del norte. Allí se juntan los niños hijos de los principales, y después que han aprendido la doctrina cristiana, que para todos es el primer fundamento, luego son enseñados a leer y escribir, y destos se escogen algunos para cantores de la iglesia ...”. Idem.

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“Es natural, por lo tanto que los misioneros pensaran en utilizar las escuelas para enseñar

el catecismo y simultáneamente las primeras letras: estaban acostumbrados a ver cómo la

lectura y la escritura se aprendían en las “cartillas” de la doctrina cristiana.24

Por esto y como encontró muchas referencias de escuelas en el espacio

novohispano, Canedo afirma: “está claro por lo tanto, que el sistema fue adoptado

generalmente en todos los conventos”.25

El Dr. Martín Ramos de la Universidad de Quintana Roo, siguiendo esta

línea descrita por Gómez Canedo, sostiene que para Juan de Herrera, fraile

franciscano lego, organizador de la escuela de Maní perteneciente a esa provincia:

“la enseñanza de las primeras letras, fundar escuelas y traducir (los idiomas

nativos) era lo mismo, era evangelizar”.26 Postura en la cual, según entiendo, se

da por hecho que habiendo doctrina habría enseñanza de las primeras letras.27

Las conclusiones de Ramos surgen del análisis que hace de los testimonios

del corregidor Franciscano Alonso Ponce quien visitó Yucatán en 1588 y del ya

mencionado Mendieta.28 Estas declaraciones de un investigador contemporáneo

reconocido,29 como es el doctor Ramos, hacen dudar sobre la informalidad de la

enseñanza de las primeras letras impartidas por los misioneros franciscanos y 24 -. Ibidem. p. 3 25 -.Se citan escuelas en: Tlaxcala, Cuautitlán y Tepotzotlán, Hueytlapan, Cuernavaca, Tehuantepec, Yohuala, Acuitlapan, Yucatán, etc. Ibidem. pp.16 -26 26 .- Ramos Díaz Martín. “Idólatras y mentores”, en. Estudios de Historia Novohispana, Nº 28, publicación semestral del Instituto de Investigaciones Históricas, México, UNAM, 2003, pp. 37-60. 27 -. En posterior comunicación electrónica con el Dr. Ramos, me hizo favor de profundizar en el concepto, del cual afirma: “Decir que doctrinar era alfabetizar es una interpretación que corresponde a cómo vemos desde el siglo XXI esos sucesos del XVI, y es una interpretación apropiada en el sentido de que corresponde al proceso que siguieron los religiosos para multiplicar sus esfuerzos de evangelización en regiones tan vastas como Yucatán o Michoacán. Así como la escuela y la religión socializan a un conjunto de individuos, así en el Nuevo Mundo la doctrina y el aprendizaje de las primeras letras fueron funcionalmente los primeros pasos de alfabetización”. 28 -. Así dice del primero: “Ponce en cambio precisa que se enseñaba a [“leer, escribir y contar, con mucho cuidado y con gran curiosidad”], no sólo en los pueblos importantes de Yucatán donde había conventos, sino también en los pueblos de visita por pequeños que fueran [“porque en todos hay escuela y maestro de escuela y cantores para oficiar las misas, los cuales rezan de comunidad el oficio de Nuestra Señora y aprenden a leer y escribir y cantar canto llano y canto de órgano, y tañer flautas, chirimías, sacabuches y trompetas”. Del segundo sólo reitera la existencia de escuelas donde: “se enseñan a leer y escribir los niños hijos de la gente más principal, después que han sabido la doctrina cristiana”. Ramos. Op. Cit, p. 44. 29 -. El Dr. Martín Ramos Díaz, obtuvo su grado en la Universidad Iberoamericana, es profesor investigador de la Universidad de Quintana Roo, cuenta con una obra importante sobre educación y ha sido apoyado por organismos internacionales en sus investigaciones, v. Estudios de Historia Novohispana, Nº 28, p.5 y 37.

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agustinos, y permiten percibir una dimensión más profunda y significativa de estas

actividades desarrolladas por aquellos.

Por su parte los agustinos sin mencionar la tradición franciscana, refieren

también la presencia de escuelas de primeras letras en sus conventos.

Basalenque y Escobar sostienen tácitamente su existencia como una práctica

bastante común, pero en su caso en lugar de ligarla a la formación de los grupos

elitistas, la vinculan al aprendizaje de la música y el canto. En la descripción de la

fundación de Tiripitío, ambos consideran a la escuela como un lugar importante

dentro del conjunto arquitectónico y funcional del pueblo.30

Al igual que los franciscanos, los agustinos insinúan la existencia de por lo

menos un conjunto de escuelas o una tradición educativa organizada, pero en las

crónicas los vestigios educativos son pocos, los planteles hay que inferirlos, y por

supuestos no se mencionan alumnos, por ello es difícil dar por hecho la

generalización de la educación escolarizada, por más que la escuela sólo fuese la

reunión de discípulos y maestros.

Navarrete llega incluso a “ver”, no sólo escuelas, ni redes, sino

organizaciones más amplias y complejas al decir: “Durante el periodo misionero que estamos reseñando, los agustinos establecieron cientos

de escuelas de primeras letras en Michoacán, pues tenían la consigna de que, al lado de

cada iglesia y monasterio que edificasen, levantaran un centro de instrucción y educación

para los niños indígenas, además del salón o de la capilla abierta para la catequesis de los

adultos. Se distinguieron, por su mejor organización y mayor número de alumnos, las

escuelas primarias, para uno y otro sexo, de Tiripitío, Tacámbaro, Guayangareo o

Valladolid, Cuitzeo, Yuririapúndaro, Charo y Ucareo”.31

30 -. El primero declara:“Ordenada la policía del pueblo (es decir, la distribución de terrenos para casas y cultivos, de calles, canales, etc), trataron del edificio de la iglesia y alrededor de ella todo lo que le pertenecía. Hacía el Mediodía el convento; al Oriente el hospital, al Norte la escuela de cantores, y de muchachos para leer y escribir, al Poniente el cementerio con sus capillas donde los niños aprehenden la doctrina …”. Basalanque. Op. Cit, pp. 68. Escobar. Op. Cit, p. 112. Fray Diego en una descripción más funcional que arquitectónica menciona: “Las escuelas, que nuestros religiosos instituyeron, fue una obra muy acertada, porque desde ocho años empiezan a aprehender a leer y escribir, y escogen las buenas voces para el coro y los otros quedan para el servicio del pueblo, sabiendo leer y escribir; los hábiles y buenas voces, pasan a aprehender canto llano y de órgano, en que han salidos eminentes.” p 70. 31 -. Navarrete. Op. Cit. p.156.

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Con este comentario, fácilmente se puede caer en las redes del

anacronismo generado por Joaquín García Icazbalceta en su obra de la Educación

Pública en México en el siglo XVI, cuando se tiene el deseo de conocer y

reivindicar al pasado, e inconscientemente se tratar de ver fenómenos de nuestra

actualidad en el pasado, situación confusa y desconcertante por necesidad, que

nos lleva al fracaso.32

Por esto, a pesar de las categóricas aseveraciones, para el caso de

Michoacán, los testimonios escolares no abundan, como suponemos debería ser

en caso de haber sido un fenómeno cotidiano y común. Por ello, más

organizaciones complejas y estructuradas, me inclino a pensar en un devenir

escolar fortuito e irregular sujeto a la voluntad de los protagonistas y a las

condiciones concretas de cada caso, las cuales de ser propicias alentaban y

estimulaban el crecimiento de la enseñanza y de lo contrario, terminaban con ella,

situación que no debe demeritar la titánica labor desarrollada por los misioneros.

La práctica nos corrobora lo anterior, al no encontrarse para nuestra región

de estudios sino contados casos del funcionamiento de estas escuelas. Así, las

tenemos en Tzintzuntzan, donde en 1535, se asegura fue educado el hijo del

Catzontzi.33 También hay testimonios en Tarecuato, pueblo michoacano, terruño

del famoso donado don Juan, señor principal del lugar quien: “Crióse en la escuela

de los religiosos, y aprendió muy bien a leer y escribir.”34

Así mismo, se cuenta con noticias sobre los hermanos Sebastián y Lucas,

también donados criados por los frailes “en buenas costumbres y les enseñaron

los fundamentos de la fe cristiana”.35 Espinosa relata el caso de estos tarascos

como producto de la labor de “aquellos padres antiguos en los principios de la

custodia de Michoacán (quienes) recibían algunos indios dándoles el hábito de 32 - González y González, Enrique. “Hacer una mejor historia, sin la tiranía de las fuentes y de los modelos”, en. Téllez, Magaldy (coordinadora). Educación, cultura y política. Ensayos para la comprensión de la historia de la Educación en América Latina. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1997, pp 37-52. 33.- Quien: “aprendió la doctrina cristiana en el monasterio de San Francisco de la Provincia de Michoacán”, v. López Serralengue, Delfina Esmeralda. La nobleza indígena de Pátzcuaro en la época virreinal. México, UNAM, 1965, p. 170. 34 -. Espinosa. Op. Cit. p. 51. También lo citan: Mendieta. Op. Cit. p. 446, y Larrea. Op. Cit. p. 35 -. Mendieta. Op. Cit. pp. 742-745.

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donados”.36 Ambos sobresalieron por su bondad y participación la fracasada

expedición a Cíbola.37

Robert Ricard retoma el tema y señala la discriminación sufrida por los tres

personajes, como una muestra de la segregación a los indígena para evitar su

acceso a la vida eclesiástica, pues tanto don Juan de Tarecuato como los donados

Lucas y Sebastián, a pesar de ser reconocidos por su piedad y ejemplar vida,

nunca se les permitió voto u ordenación alguna, por ser indios.38

Con respecto a Jalisco, territorio inicialmente perteneciente a la provincia

franciscana de Michoacán, las noticias las encontramos en Ahuacatlán pueblo

fundado por fray Francisco de Lorenzo y fray Miguel Estivales a quienes

Beaumont atribuyen la fundación de la escuela de doctrina y primeras letras. 39

Pero sin demeritar a los religiosos, este último cronista nos proporciona el

dato de una labor previa efectuada allí por un indio donado, discípulo de Gante,

dejado en esa localidad como doctrinero por el capitán Francisco Cortés de San

Buenaventura para difundir la palabra de Dios, quien allanó el camino a los

franciscanos pues los regulares prefirieron misionar en este lugar.40

El anterior testimonio pone de manifiesto la importante participación de los

indígenas en su propia adaptación a las nuevas circunstancias, pues aunque sólo

hemos encontrado este único caso en el cual la mención del donado es bastante

clara, más adelante veremos que sin la participación de los aborígenes como

36 -. Espinosa. Op. Cit. p. 248. 37 -. Con respecto a esta expedición, la participación de Sebastián y Lucas en ella, así como datos biográficos de ambos, v. Mendieta. Op. Cit. pp. 742 -745, Espinosa. Op. Cit. pp. 246-250. 38 -. Ricard, Robert. La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y los métodos misioneros de las órdenes mendicantes en la Nueva España de 1523-1524 a 1572. México, FCE, 1995, pp. 349 y 353. 39 -. Así nos dice: “Lo primero que estos religiosos hicieron en la Provincia de Aguacatlán, después de haber hecho un convento, y la iglesia pobre en qué vivir, fue poner escuela para enseñar la doctrina, y a leer y escribir a todos los niños de aquella Provincia”. Beaumont. Op. Cit. Tomo III, pp. 215- 216. Espinosa y Mendieta lo tratan en p. 231 y pp. 747 – 751, respectivamente. 40 -. Así relata Beaumont, este caso: “corrieron (los religiosos) a la Provincia de Aguacatlán con frecuencia, por ser los de este pueblo aficionadísimos a los religiosos, por haber tenido como maestro, en los primeros rudimentos de la doctrina cristiana, al hermano Juan Francisco, donado de nuestra orden y discípulo del celosísimo varón fray Pedro de Gante, al cual había dejado el capitán Francisco Cortés de San Buenaventura, por doctrinero de este pueblo y provincia, cuando acabó su conquista, y cuando Nuño de Guzmán entró en ella, le halló doctrinando a los naturales”. Beaumont. Op. Cit. p. 303.

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maestros de sus propios pueblos, la labor de los mendicantes se hubiera visto

sumamente limitada.

Para 1550 Fray Rodrigo de la Cruz, envió desde Ahuacatlán una carta al

rey al parecer como una respuesta al real mandato de enseñar a los indios el

castellano,41 proponiendo que en vez del español, se enseñase a los nativos el

náhuatl, considerado por su expansión como lengua general prehispánica. La

comunicación hace énfasis en el avance de la doctrina. y de las primeras letras.42

Los agustinos, como los franciscanos, tienden a generalizar los casos

particulares, y proyectan a Tiripitío como el modelo que se repite en todas sus

doctrinas, sin aclararlo debidamente, y sin que los datos empíricos así lo

sostengan. Así por ejemplo, Escobar nos dice de Tacámbaro: “El modo que

tuvieron de catequizarlos, fue el mismo que queda referido en la fundación de

Tiripitío, … ejemplar que siguieron en todas las fundaciones de Mechoacán

nuestros venerables padres.”43

Ellos también insinúan la existencia de una organización más completa y

compleja en cuanto a las escuelas de primeras letras, pero difícilmente se

corrobora ésta en los datos empíricos. Navarrete incluso habla de una “formación

41 -.La real cédula de Carlos I, exhortaba a las tres órdenes religiosas, franciscanos, dominicos y agustinos a enseñar la lengua castellana a los indígenas, “porque sabida ésta, con más facilidad podrían ser doctrinados en las cosas del Santo Evangelio y conseguir todo lo demás que les conviene para su manera de vivir”, v. Solano, Francisco de. Documentos sobre política lingüística en Hispanoamérica 1492 -1800. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991. pp. 47 -48. 42 -. Así declaraba este religioso franciscano: “También tenemos escuelas en que enseñamos a los indios a leer, escribir y contar, y que sepan decir las horas de nuestra Señora. Y para esto traemos indios a la comarca de un pueblo, cuatro; de otro seis; y de cada, uno como es. Y después que saben rezar el oficio de nuestra Señora, enviámoslos a sus pueblos para que allá recen en la iglesia el oficio de Nuestra Señora y la gente venga a la doctrina, y con oír allí decir algo, vienen mejor y tienen más devoción. Y porque nosotros no podemos ir allá sino de tarde en tarde, tenemos indios que hacen venir a los otros a la doctrina y ellos la enseñan”. Solano, Op. Cit. p. 45- 46. 43 -. Escobar. Op. Cit. p. 186. También Navarrete generaliza al decir: “Todos los pueblos principales o cabeceras de Doctrina pueden ser tipificados, en cuanto a su constitución e instituciones, por el primero que fundaron los PP. Fray Juan de San Román y fray Diego de Chávez en 1537: Tiripitío de Michoacán …”. Navarrete. Op. Cit. p. 154.

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cristiana posbautismal”, para consolidar la formación cristiana en la que se incluían

las primeras letras. 44

A pesar de estas aseveraciones, como en el caso de los franciscanos, las

referencias empíricas no abundan, y sólo hemos podido encontrar tres; en Tiripitío,

fundación primitiva modelo; en Tacámbaro donde se hace referencia

concretamente a la escuela;45 y en Charo, donde aunque no se explicita su

existencia, hay testimonios de fray Diego de Basalenque de indígenas

alfabetizados y el mismo participó en ella con los niños del pueblo.46

Haciendo un extracto de la información proporcionada por Basalenque

donde se pone de manifiesto la existencia de nativos alfabetizados en esa

comunidad, trancribimos: “En lo que hoy (1640, Charo) excede a todos los conventos es la música de la iglesia,

aunque hay cuidado en esto, y hay muchos tiples y muy hábiles en leer y escribir, cantar y

tañer chirimías y los demás instrumentos; … (ya en la cotidianeidad del convento, durante

la administración de fray Francisco de Acosta, en relación con la organización de las

actividades diarias, dice: por) la noche antes preveía (Acosta) lo que se había de hacer el

día siguiente y lo escribía todo, y luego por la mañana daba la memoria (escrita) al fiscal, el

cual lo ejecuta todo y a la noche le daba cuenta de lo hecho … (asimismo nos dice) en

cuanto al refectorio, había de haber lición, aunque no hubiese más que un religioso o él

sólo y leía uno de los indios que él tenía enseñados”.47

Sea porque en realidad no existieron, porque durante el siglo XVI no les

daban la importancia que nosotros les concedemos o porque la mayoría de los

44 -. Así dice que los adultos acudían una hora diaria a la enseñanza:“mientras que los niños la tenían en forma de escuela, con su horario completo, durante el cual no sólo aprendían el catecismo, sino también música y canto polifónico sagrado, así como a leer, escribir y contar”. Navarrete. Op. Cit. p. 150. 45 -. Navarrete cita: “También allí el misionero construyó un hospital de indios y una escuela de primeras letras, y trazó calles y dotó de agua al pueblo.” Navarrete. Op. Cit, p.9. 46 - Gerardo Sánchez en la introducción de la obra de Basalenque que hemos venido citando, nos proporciona datos biográficos del fraile al informarnos: “Los trabajos emprendidos por el viejo agustino en su última residencia, se encaminaron también a la enseñanza de la lectura, escritura, canto y música para los niños del lugar”. Basalenque. Op. Cit, p. XI, ver también a Benedict Warren, en la introducción que elaboró para otra obra de este mismo autor, donde nos hace un buen resumen biográfico del mismo y de sus días en Charo. Basalenque, Diego de. Arte de la lengua tarasca. Morelia, Fimax Publicistas, 1994. Introducción histórica y preparación fotográfica del texto por Benedict Warren, pp.VII – XXV. 47 -. Basalenque. Op. Cit, p.169 y 299.

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conventos no contaron con un Basalenque quien testimoniara sus actividades y

méritos, a pesar de su importancia las escuelas de primeras letras sólo se pueden

concebir en este periodo como una función resultado de una relación

personalizada entre el misionero y su comunidad, y no como una organización

establecida y promovida por las autoridades eclesiásticas del momento.

Sin embargo, no obstante la dificultad para localizar los datos empíricos, es

innegable la trascendencia de la labor alfabetizadora de los misioneros, pues el

uso de la lectura fue un elemento constante en las comunidades indígenas,

palpable en las letras de los coros elaborados por los frailes para la lectura y

posterior memorización de los nativos. O bien en otros ámbitos de su

cotidianeidad, como el arte plumario, según lo apunta Escobar cuando nos señala

que para su tiempo, es decir el siglo XVIII, escribían con gran destreza en sus

obras plumarias. 48

Este recurso de siempre contar con alguien que supiese leer, fue

sumamente importante para las comunidades en los litigios de tierras, de éstos

conservaron archivos celosamente guardados, pues la acechanza era constante,

ya por los blancos o por sus vecinos.49

e) Los donados.

Fueron éstos un factor definitivo en la alfabetización, sin cuyo apoyo los

frailes poco hubieran podido hacer. Los donados se distinguieron por ser nativos

48 -. Asi, nos dice: “y hoy en día, que tienen ya noticia del modo de escribir, hacen de las mismas plumas letras tan redondas, que no les excede la celebrada Antuerpia en sus alabadas imprentas …Algo de lo mucho que obraron en insignes hazañas, dejaron en este modo escrito los Tarascos a la posteridad, debiéndosele a sus plumas las noticias que quedan en éstas referidas. En esto emplearon las pequeñas y menudas plumas, … los Tarascos pintan y escriben con plumas, hacen para su defensa de las plumas sus armas, y por fin, de ellas se visten y coronan ….”. Escobar. Op. Cit, pp. 111 y 119. 49 -. Con respecto a los pleitos de Charo, Basalenque informa: “y son tan lindas las tierras, que muchos españoles se las han querido quitar con títulos que han sacado, y mercedes: más como ellos (se refiere a los matlaltzincas o pirindas nativos de este lugar) tienen más coraje y brío que los tarascos, a todos los han vencidos, como a un Mendiola, Bravo y Diego Nieto; y agora el de 1640, salió el Deán de Michoacán D. García de Ávalos, representando un derecho del Caltzontzin que había comprado, y como persona tan grave y tan favorecida en México, les dio más cuidado que los demás, pero ellos teniendo perseverancia en el pleito y con la justicia que tenían, a cabo de tres años sacaron libres todas sus tierras y una ejecutoria muy favorable, que guardan en su archivo …”, Basalenque. Op. Cit. p.166.

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educados por los religiosos, inicialmente nobles o hijos de caciques, pero más

tarde, simplemente los allegados a ellos.

En Michoacán hubo donados nobles educados en Tzintzuntzan y en

Tiripitío. 50 De ellos apenas nos llega la noticia sobre don Antonio de

Huitziméngari, nieto del Catzonzi, quien auxilió a los jesuitas en el antiguo Colegio

de Pátzcuaro como maestro de escuela “por ser muy buen escribano y buen

latino”, y en esa tarea murió al contagiarse durante una epidemia de cocolixtle.

Fue alumno de fray Alonso de la Veracruz en Tiripitío con quien aprendió latín,

griego, hebreo y castellano, y a quién a su vez, enseñó tarasco.51 Sin duda este es

un caso especial, pero Delfina Serralengue que en general, la ayuda a los frailes

fue una opción ocupacional de la nobleza indígena cuando se vio desplazada de

sus antiguos privilegios. 52 A nivel pueblerino conocemos los casos de don Juan

cacique de Tarecuato, perteneciente también a las elites nativas, así como el de

Lucas y Sebastián, niños del común.

Beaumont, en honor a la verdad, reconoce su valiosa ayuda, en un universo

avasallador que los superaba en todo, por la escasez de recursos o por la

inmensa cantidad de catecúmenos a convertir, por ello declara: “Es imponderable el fruto tan grande que se sacó en la conversión de innumerables almas,

por medio de estos donados bien enseñados en el temor de Dios, y en todo lo

perteneciente a la predicación evangélica que había congregado y entresacado de los hijos

de los principales y caciques de la tierra, el ingeniosísimo Fray Pedro de Gante. Servían de

intérpretes en las expediciones apostólicas de nuestros primitivos franciscanos, y para

acudir a todas partes en busca de tantas almas descarriadas, y encenegadas en los

errores de la idolatría, los dejaban de institutos suyos para perfeccionar su predicación

apostólica, teniendo en ello la mayor confianza, por su acreditado desempeño”.53

50 -. Para la educación con los franciscanos de Tzintzuntzan, ver: López Serralengue. Op. Cit, p. 170. 51 -. Nómina de jesuitas que, en diferentes épocas, laboraron en el colegio de Pátzcuaro, en Ramírez, Francisco. El antiguo colegio de Pátzcuaro. Morelia, El Colegio de Michoacán – Gobierno del Estado de Michoacán, 1987, pp. 153- 154. Estudio, edición, notas y apéndices de Germán Viveros. 52 -. Por ello nos dice: “Los hijos de los nobles se convirtieron en maestros y auxiliares de los frailes, ya impartiendo las nociones del [“noble arte de leer, escribir y contar”], ya enseñando la doctrina cristiana.” López Serralengue. Op. Cit, p. 155. 53 -. Beaumont. p. 303.

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Los donados fungían como doctrineros responsables de lo religioso en los

poblados más apartados, donde no alcanzaban a llegar los religiosos o también en

las no tan alejadas pero siempre numerosas comunidades que se debían atender.

Los vemos por ejemplo apoyando a fray Juan de San Román y fray Diego de

Chávez en la erección de la doctrina de Tacámbaro.54 O bien sacrificados en

Ahuaxocotlán, pueblo de Nueva Galicia, cuando Espinosa nos refiere como los

indios vecinos y enemigos de ese poblado, no pudiendo matar a los franciscanos

fray Francisco Lorenzo y su compañero fray Miguel Estivales, misioneros en esas

salvajes tierras, asesinaron a los naturales que fungían como sus auxiliares.55

Los donados con el tiempo, se fueron confundiendo con otros personajes

que funcionaban en torno a la iglesia, como los fiscales o los maestros de doctrina,

preparados por los doctrineros locales para utilizarse como ayudantes en el

trabajo cotidiano. Escobar ejemplifica esto con la organización de funciones y dice:

“el catequizar y enseñar la doctrina quedó en los maestros con la residencia

(supervisión) del ministro, y el bautizar sólo en el Párroco”.56

Los fiscales nombrados por los religiosos, tuvieron que generar su propia

organización, a veces ceñida a las normas generales, pero otras como pudieran

realizarla.57 Aún en 1740, Escobar resalta su función diciendo: “Este modo de doctrina no sólo se observaba en la cabecera adonde residía el ministro,

sino también en las visitas con la misma puntualidad que si estuviera presente, tenían

puesto N. N. V. V. ministros (,) fiscales de confianza y maestros exactos, que cuidaban de

la más pronta observancia, esto, aún hoy persevera y se les toma estrecha cuenta del

oficio y cumplimiento de su obligación”.58

54 -. Basalenque nos dice al respecto: “y muy en breve dispusieron aquí la predicación, porque como ya eran lengua, el catecismo era breve, y los sacristanes (o donados) que llevaban eran hábiles, quedaron catequizados presto”. Op. Cit, p. p.54. 55 -. “No fue en vano el temor, (refiere Espinosa) pues al alborear el día cayeron los enemigos, y no hallando con quien emplear su rabiosa saña, prendieron fuego en los cinco pueblos de doctrina, y con feroz rabia quitaron la vida a seis muchachos cristianos, que eran los maestros de la escuela.” Espinosa. Op. Cit, pp. 234/240. 56 -. Escobar. Op. Cit, p. 80. 57 -. Navarrete incluye dentro de las estructuras internas formadas por los misioneros en sus doctrinas, denominadas por él “las bases del pueblo”, a los fiscales, entre los que resalta al “mayor”, a quien describe como: el “que se encargaba de promover y vigilar todo lo relativo al culto divino, especialmente en las [“visitas”] o poblados filiales que no tenían sacerdotes de planta”. Navarrete. Op. Cit. p. 155. 58 -. Escobar. Op. Cit, p.85-92.

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La activa participación de los indígenas en su propia educación,

indudablemente imprimió al fenómeno ciertas características, desde nuestro punto

de vista favorables a los nativos, pues esto les permitió elaborar un sincretismo, a

través del cual pudieron conservar y mezclar con los nuevos elementos, aquellos

rasgos de su cultura que no contravinieran a la religión católica y por lo tanto,

subrepticiamente, conservar muchas de sus costumbres, conceptos, etcétera, los

cuales de otra forma se hubieran perdido.

f) - La conservación de las lenguas nativas y la alfabetización en ellas.

La manifestación más clara y arraigada de la conservación de los

elementos indígenas en la cultura novohispana generada en estos primeros años

de la historia de nuestra nación, es sin duda el largo periodo que prevalecieron las

lenguas autóctonas como el medio de comunicación más activo y efectivo, desde

el XVI y hasta finales del siglo XVII. Durante este lapso, la doctrina se imatrió

predominantemente en lenguas aborígenes, práctica alentada y sostenida también

por los frailes, pues a ambos les reportaba ventajas. Ricard sostiene que estos

últimos, a pesar de la insistencia de la Corona en la castellanización,59 aún a fines

del XVI los religiosos disimulaban y evadían esta política pues: “El catecismo, los

sermones, las confesiones: todo se hacía y siguió haciéndose en lenguas del país

… Siguió instando la autoridad real (en la enseñanza del idioma) hasta los fines

del siglo, pero sin resultado”.60

El fracaso de la castellanización en el XVI y el XVII, tiene que considerarse

como un fenómeno complejo, donde la resistencia de los aborígenes y la

desobediencia de los frailes jugaron un papel predominante. La primera, vital entre

los nativos para la conservación de su cultura y la segunda, expresión de la lucha 59 -. La política real de castellanización, se inició con la cédula de Carlos I de 1550,que refiere para la salvación, instrucción y conversión de los naturales, así como para que tomaran también “nuestra policía y buenas costumbres”, como uno de los mejores medios el que: “se les enseñase nuestra lengua castellana, porque sabida ésta, con más facilidad podrían ser doctrinados … y conseguir todo lo demás que les conviene para su manera de vivir”, v. Real cédula al virrey de Nueva España para que se enseñe a los indios la lengua castellana, en. Solano, Op. Cit. p. 47 -48. Doc. 26 60 -. Ricard. Op. Cit, p. 125.

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de los misioneros para no perder su relevancia como necesarios intermediarios

entre el mundo de los blancos y las comunidades indígenas. Pero considero como

factor fundamental, la debilidad del clero diocesano cuya organización era

irrelevante en esta época, sin fuerza suficiente para acotar y enfrentar a las

poderosas órdenes religiosas.

La diócesis michoacana sólo pudo consolidarse como tal en la primera

mitad del XVII y ejercer su influencia como rectora educativa hasta finales de esta

centuria, cuando apoyándose en la real política española castellanizante, pudo

imponerse a las doctrinas religiosas.61

Ricard justifica la resistencia de los frailes a la castellanización, al sostener

que la consideraron como el primer paso a la hispanización, según entiendo, a la

caracterización de: ser católicos, hablar castellano y observar la policía española.

Dejándose de lado el cristianismo primitivo practicado por los misioneros durante

este lapso. 62 Pero había algo más atrás de esta cerrazón, pues la integración del

indio a la sociedad novohispana, sin intermediarios, significaba el desplazamiento

de los frailes como intérpretes protectores pero también como beneficiarios de los

recursos indígenas.63

Otra cuestión importante de esta temática, es ¿en qué idioma se

alfabetizaba a los indígenas?, pues durante el XVI y buena parte del XVII es

constante la enseñanza de la doctrina en lenguas indígenas y la enseñanza del 61 -. A finales del XVII, los reales mandatos de los años 80, ordenando la instalación de las escuelas de castellano en cada doctrina o parroquia michoacana, donde debía enseñarse la doctrina en ese idioma, permitieron al obispo Juan Ortega y Montañés (1684-1700), no sólo imponer esta real política de castellanización, sino también sus propias ordenanzas. 62 -. Así nos dice: “Los religiosos tomaron muy a pecho el conservar a los indios en su norma peculiar de vida, dado que nada tenía de religioso (el mezclarlos con otras etnias), y mucho más el mantenerlos alejados del trato con el europeo, muchas veces rapaz, ambicioso, inclinado a la carne, que sólo podría dar a los indios malos ejemplos y malos consejos. La diferencia de lenguas les parecía saludable muralla que por nada quisieran derruir. No hay que pasar por alto que tenían a los indios por menores de edad a quienes había que proteger, tutorear y guiar muy de cerca. Conocer el castellano era un paso a emanciparse, con peligro propio.” Ricard. Op. Cit, p. 126. 63 -. Ricard comenta al respecto: “Quizá se agregaba a estos razonamientos (de conservar puros a los indios y no distraer a los frailes en la enseñanza del castellano), al menos en algunos (religiosos) y tal vez sin darse cuenta, un secreto deseo de dominio. Si la muralla lingüística subsistía, ellos seguirían siendo los necesarios medianeros entre los indios y los funcionarios civiles, entre los fieles y los obispos, con lo cual continuarían siendo dueños y señores de sus feligreses, tan hechos a obedecer por la inmemorial sumisión precortesiana.” Idem.

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castellano fue vista tan sólo como la excepción que ratificaba la regla.64 Así pues,

es bien conocida la labor de los mendicantes en el estudio y gramatización de las

lenguas vernáculas, así como en la elaboración de catecismos en ellas. Para

Michoacán contamos con la “Cartilla en lengua tarasca, impresa en México, año

de 1559”,65 escrita por el insigne fray Matutino Gilberti para los niños

purépechas.66

Pero esta labor se extiendió más allá del aprendizaje elemental al

producirse vocabularios, artes y otros libros, como en el Arte de la lengua tarasca

y el Arte y vocabulario de la lengua Matlalzinca, escritas por fray Diego de

Basalenque. Sin embargo, la obra más controvertida fue Diálogo de la Doctrina

cristiana, escrito en tarasco por fray Matutino Gilberti y publicado en 1559 en la

ciudad de México, el cual se vio envuelto en un gran litigio con el obispo Quiroga y

terminó por ser retirado a pesar de haberse ya distribuido a diversos lugares. 67

Dicho libro fue elaborado para los indios en tarasco porque había lectores en ese

idioma, alfabetizados que rebasaban el nivel elemental de la Cartilla para niños,

con capacidad de comprender conceptos mucho más complicados y superiores en

todo al límite memorístico proporcionado por los primeros grados de doctrina.68

Así mismo, Basalenque nos informa cuando llego a Charo, de la existencia

de un libro antiguo sobre la historia de los matlalzincas, escrito con caracteres

latinos pero en matlalzinca, por un cacique alfabetizado de los primeros años,

donde relata la llegada de su pueblo al territorio michoacano, así el agustino nos

dice:

64 -. Esta idea la expresa Ricard al decir: “el joven donado Lucas enseñaba el castellano a los niños del rumbo de Nombre de Dios. Excepción que confirma la regla, ya que Lucas era indio” Ricard. cita 58 de página 125. 65 -.Valton, Emilio. “Estudio bibliográfico”, en. Cartilla para enseñar a leer. Pedro Ocharte, 1569, edición facsimilar de Joaquín Porrua, s/f, s/n de p. 66 -. La enciclopedia de México enlista las siguientes obras publicadas de Gilberti: a) Arte de la lengua de Michoacán, 1558; b) Tesoro espiritual en lengua de Michoacán, 1558; c) Diálogo de doctrina cristiana en la lengua de Michoacán, 1559; d) Vocabulario en lengua de Michoacán, 1559; e) Cartilla para los niños en lengua tarasca, 1559 d) Gramática Maturini, 1599 y e) Tesoro espiritual de pobres en lengua de Michoacán, 1575, v. Enciclopedia de México. México, Editora Mexicana, 1978, tomo V, pp. 746 -747. 67 -. Para el relato y análisis de este conflicto v. León, Ricardo. Los orígenes del clero y la iglesia en Michoacán. 1525-1640. Morelia, UMSNH, 1997. pp. 220-224. 68 -. Con relación a los conceptos superiores que rebasan la enseñanza de la doctrina, ver el ejemplo que proporciona León sobre la adoración de las imágenes. León. Op. Cit. pp. 302 -303.

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“Y pues hemos de tratar deste pueblo, en gracia dél y a favor suyo se me conceda decir la

causa de su venida a esta provincia, la cual referiré según un libro antiguo de su lengua, y

en nuestros caracteres en que uno de (los) primeros baptizados y que supo escribir, según

la tradición que tenían, escribió luego para que quedase en memoria”.

También son significativo los datos proporcionados por Espinosa sobre la

alfabetización en tarasco de don Juan, señor principal de Tarecuato, cuando nos

da a conocer la labor traductora de los franciscanos de esa doctrina de obras

religiosas al idioma de sus evangelizados, pues aunque sólo se menciona al

cacique, la traducción por supuesto se hizo para un público más amplio del cual no

tenemos más remedio que imaginarlo, así nos informa este cronista sobre el

mencionado personaje:

“Criose en la escuela de los religiosos, y aprendió muy bien a leer y escribir. Encontró por

su dicha la vida de N.P.S. Francisco traducida por los religiosos al idioma tarasco, y con su

lección devota se le encendió el corazón en vivos deseos de imitar aquel ejemplar vivo de

Cristo … dio libertad a muchos esclavos que tenía y les predicó y enseñó la Ley de Dios

…”69

Sin tener más recursos sino testimonios sueltos, los cuales hay que

conjuntar, relacionar e interpretar, es difícil tratar de dar respuesta a la pregunta

auto planteada arriba sobre la alfabetización de los naturales. Mi impresión, y

espero que los anteriores ejemplos así lo soporten, es que la alfabetización, la

cual desde mi punto de vista traspasó el nivel memorístico y repetitivo, no se hizo

principalmente en castellano sino en lenguas indígenas, política que concuerda

totalmente con la resistencia de las religiones a la castellanización.

Sin embargo esta labor centenaria de los misioneros, en la lucha de

poderes contra el clero diocesano, sucumbió ante la imposición de la enseñanza

de la doctrina en castellano de finales del siglo XVII ordenada por la Corona y

apoyada por el clero diocesano, lo cual significó no sólo este cambio de rumbo en

69 -. Espinosa. Op. Cit, p. 251.

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el campo educativo, sino la imposición de una iglesia secular y jerarquizada más

conveniente a la Corona española, que la representada por los frailes, partidarios

de la autonomía de los pueblos nativos.

Por ello, según entiendo, la alfabetización anterior a la política coercitiva y

generalizada de la castellanización, fue minimizada y enterrada para desconocer

la labor de los misioneros y crear las condiciones propicias que permitieran la

imposición de estas nueva ideas, aunque como se expresa Ricardo León, yo

también pienso que: “Ese modelo de la iglesia a la manera primitiva era tal vez el

que mejor se podía aplicar a la realidad americana … (pero ante el peligro de

demasiada autonomía, se frustró pues) chocaba con la política absolutista y

concentradora de la monarquía”.70

70 -. León. Op. Cit. p. 228.