implicaciones eclesiolÓgicas de la comprensiÓn del
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IMPLICACIONES ECLESIOLÓGICAS DE LA COMPRENSIÓN DEL MISTERIO
DE LA ENCARNACIÓN, PARA LA VIDA CRISTIANA HOY. APORTES DESDE
LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DE SAN ATANASIO DE ALEJANDRÍA Y LAS
PRIMERAS MORADAS DEL CASTILLO INTERIOR DE SANTA TERESA DE
JESÚS
Estudiante
JUAN ESTEBAN CARMONA VELÁSQUEZ, OCD
Director
ORLANDO SOLANO PINZÓN PhD
Trabajo de pregrado como requisito para optar por el título de profesional en Teología
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
PROGRAMA DE PREGRADO EN TEOLOGÍA
BOGOTÁ D.C.
2019
2
NOTA DE ACEPTACIÓN
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Firma del Presidente del Jurado
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Firma del Jurado
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Firma del Jurado
“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los estudiantes en
sus trabajos de tesis, sólo velará para que no se publique nada contrario al dogma y a la moral
católica y porque las tesis no contengan ataques o polémicas puramente personales; antes
bien, se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”.
Reglamento General de la Pontificia Universidad Javeriana, artículo 23 de la Resolución
N° 13 del 6 de junio de 1964.
3
AGRADECIMIENTOS
Con este trabajo deseo dar mis agradecimientos a Dios, principalmente, por la manera en que
me tendió la mano y me hizo sentir su presencia como compañero de camino a lo largo de
mis estudios universitarios. Reconozco y doy fe que sin Él nada puedo. A la Pontificia
Universidad Javeriana agradezco el tiempo y el compromiso que dedicó a mi formación
humana y cristiana durante el pregrado en Teología, un agradecimiento que se extiende a
cada uno de los profesores, profesoras, directivos y compañeros en el aula. Al Semillero de
Hermenéutica y Padres de la Iglesia en cabeza de su tutor Orlando Solano Pinzón, doy las
gracias por hacer que este trabajo fuera posible para que, saliendo a la luz con ayuda de su
dirección, experiencia intelectual y de vida, sea posible iluminar a muchas otras personas.
A la Orden de Carmelitas Descalzos, al provincial, a los formadores y a cada uno de los
frailes les estoy altamente agradecido por mostrarme, con la vida misma en la comunidad,
que tenemos a Dios presente, el cual no se va de nosotros, sino que se ha quedado de una vez
por todas habitando en el interior para ser llevado a todo lugar en cada experiencia y
situación. Es indispensable, además, agradecer a mi familia: mi madre a quien dedico este
logro, mi hermana de quien estoy tan orgulloso, mis cinco sobrinos y mi cuñado, un hombre
de fe que me recuerda siempre el camino. Finalmente, y no menos importante, agradezco a
mi abuela, aquella que me inició en el camino de la fe y hoy se encuentra en los brazos de
Dios en toda su plenitud.
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Contenido
INTRODUCCIÓN .................................................................................................................. 6
1. CAPÍTULO 1: ATANASIO DE ALEJANDRÍA Y TERESA DE JESÚS, DOS
RELATOS DE VIDA EN COMUNIÓN DE FE.................................................................. 10
1.1. San Atanasio de Alejandría ....................................................................................... 10
1.1.1. Contexto histórico: Ambiente político, social y eclesial ....................................... 10
1.1.2. Defensa de la ortodoxia ......................................................................................... 12
1.1.3. Evangelización, vida piadosa e influencia civil ..................................................... 13
1.2. Perfil biográfico y vida eclesial de Atanasio de Alejandría ...................................... 15
1.2.1. Primeros años ......................................................................................................... 15
1.2.2. Acercamiento a la vida de Iglesia y participación en el Concilio de Nicea ........... 16
1.2.3. Atanasio, obispo de Alejandría .............................................................................. 17
1.2.4. Acercamiento a las principales obras de Atanasio de Alejandría .......................... 19
1.2.5. Últimos años .......................................................................................................... 20
1.3. Contextualización de la obra La encarnación del Verbo .......................................... 20
1.3.1. Fecha, destinatarios y estructura de la obra ........................................................... 20
1.4. Santa Teresa de Jesús ................................................................................................ 22
1.4.1. Contexto histórico: Ambiente político, eclesial y social ....................................... 22
1.4.2. La ciudad de Ávila ................................................................................................. 24
1.5. Perfil biográfico y vida eclesial de Teresa de Jesús .................................................. 25
1.5.1. Primeros años y juventud ....................................................................................... 25
1.5.2. Ingreso al convento de la Encarnación .................................................................. 27
1.5.3. Reforma teresiana .................................................................................................. 29
1.5.4. Acercamiento a sus obras principales .................................................................... 30
1.5.5. Últimos años .......................................................................................................... 31
1.6. Contextualización de la obra Castillo interior .......................................................... 32
1.6.1. Fecha, destinatarios, estructura general de la obra ................................................ 32
1.6.2. Finalidad y estructura de las Moradas primeras .................................................... 32
2. CAPÍTULO 2: EL OBRAR CONTINUO DE DIOS POR MEDIO DE SU VERBO
HECHO CARNE EN FAVOR DE LA HUMANIDAD ...................................................... 34
2.1. Comprensión de la grandeza y dignidad del ser humano .......................................... 34
2.1.1. Belleza y profundidad del ser humano................................................................... 36
2.2. Noción de pecado ...................................................................................................... 37
5
2.2.1. De espaldas al proyecto divino y sus consecuencias ............................................. 37
2.2.2. Pecado como oscuridad y tiniebla.......................................................................... 39
2.3. Causas de la encarnación del Verbo .......................................................................... 41
2.3.1. Aniquilación del gobierno de la muerte y la corruptibilidad ................................. 41
2.3.2. Conocimiento del Padre por las obras del Hijo ..................................................... 44
2.4. Vida cristiana ............................................................................................................. 47
2.4.1. Obras y frutos que surgen de la comprensión de las obras del Verbo encarnado .. 47
2.4.2. Estudio de las Escrituras y vivencia de la virtud ................................................... 51
2.4.3. Frutos que nacen del árbol plantado en la fuente de vida ...................................... 53
3. CAPÍTULO 3: IMPLICACIONES ECLESIOLÓGICAS DE LAS OBRAS LA
ENCARNACIÓN DEL VERBO Y LAS MORADAS PRIMERAS DEL CASTILLO
INTERIOR PARA LA VIDA CRISTIANA HOY............................................................... 58
3.1. Encarnación e Iglesia hoy .......................................................................................... 58
3.2. Implicaciones en diferentes niveles de la eclesiología respecto de la comprensión del
misterio de la encarnación .................................................................................................... 66
3.2.1. Implicaciones en la vida ministerial ...................................................................... 66
3.2.2. Implicaciones en la vida sacramental .................................................................... 70
3.2.3. Implicaciones en la vida consagrada...................................................................... 74
3.2.4. Implicaciones en la vida cristiana .......................................................................... 78
CONCLUSIONES ................................................................................................................ 84
BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................. 86
6
INTRODUCCIÓN
El centro de la fe de los cristianos es el acontecimiento de la encarnación: tanto la anunciación
como el nacimiento de Jesús, su vida y ministerio público, su pasión, muerte y resurrección,
han sido anunciadas en todo el mundo. Por un lado, multitudes de personas han creído esta
noticia de salvación y le han creído a Él, a su amor desbordante y a su benevolencia infinita
por la humanidad en medio de la realidad de pecado. Por otro lado, en este punto de la
historia, en medio de altos y bajos en la fe, hombres y mujeres al lograr una comprensión
profunda del misterio de la encarnación, el cual nunca se agota, han buscado por distintos
medios acercar al Padre bajo la guía del Espíritu a muchas personas en su lejanía o crisis de
fe.
En esta línea, el problema que lleva a emprender este trabajo en el área sistemática de la
teología se centra en la crisis de fe que se presenta en la Iglesia, entendida como Pueblo de
Dios1 compuesta por fieles, clérigos y laicos, los cuales llevan el título de cristianos, pero en
muchas ocasiones viven de una manera que muestra la carencia de comprensión en sus
existencias del misterio de la encarnación, en el cual se cimienta su fe.
A este respecto frente a la crisis de fe, la cual interviene en el obrar cristiano, se presentan
riesgos que, como indica el papa Francisco, ponen de relieve las dificultades del mundo
actual inmerso en las diferentes ofertas que clausuran la vida de cada ser humano en los
propios intereses, por lo cual “ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya
no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el
entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo cierto y permanente.
Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida”2.
Hay, pues, según lo anterior, una crisis que obedece en gran parte a un desconocimiento de
la fe, especialmente del misterio de la encarnación que dignifica la historia, el ser y el hacer
1 Concilio Vaticano II, “Constitución Dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia” 9-17.
2 Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 2.
7
humano; lo cual hace que, dejando estos efectos a la deriva, se experimente una vida ausente
muchas veces de sentido, de respeto por sí mismo, por el otro e incluso por Dios, al carecer
del amor que envuelve la existencia de quien logra captar dicho misterio encarnatorio. Sobre
esta realidad afirma Francisco: “esa no es la opción de una vida digna y plena, ese no es el
deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo
resucitado”3.
En la misma línea el Concilio Vaticano II al introducir la Constitución pastoral Gaudium et
Spes, afirma que para los discípulos de Cristo “nada hay de verdaderamente humano que no
tenga resonancia en su corazón”4. Es por esta razón que el estado de vida cristiana actual
debe llamar la atención principalmente a quienes hacemos parte de la Iglesia, para tomar
decisiones que contribuyan a la renovación de la vida cristiana según sea nuestro rol dentro
de la misma y, además, como comunidad creyente. Los signos de los tiempos interpretados
a la luz del evangelio5 deben resonar en el cristiano y moverlo a vivir según su fe encarnada
en la historia.
Para abordar el problema ya mencionado, el presente trabajo va a prestar principal atención
a la obra La encarnación del Verbo de San Atanasio de Alejandría en la cual se desarrolla
una postura sobre el misterio de la encarnación en la tradición de la Iglesia, que toca
necesariamente la existencia de la humanidad, llevándola a una transformación que, según
Atanasio, permite que el hombre se haga Dios6. Y una apuesta desde la obra Castillo interior
de santa Teresa de Jesús en las Primeras moradas, en las cuales se muestra la grandeza del
ser humano y la transformación que en él acontece cuando deja que su vida sea no solo
tocada, sino habitada por la presencia de Cristo encarnado.
3 Ibíd.
4 Concilio Vaticano II, “Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo hoy” 1.
5 Ibíd., 4.
6 Atanasio, La encarnación del Verbo, 139.
8
Abordar el problema anteriormente descrito desde la referencia a un Padre y a una Doctora
de la Iglesia, obedece a que la teología en pleno siglo XXI continúa siendo consciente, como
señala Juan Pablo II en la Instrucción para el estudio de los Padres de la Iglesia que, “en los
Padres hay algo de especial, de irrepetible y de perennemente válido, que continúa viviendo
y resiste a la fugacidad del tiempo”7, asimismo reconoce en la doctrina de los doctores una
ruta, un camino de vida espiritual y real, que acerca a las personas con su ser más profundo,
es decir, con Dios.
En cuanto al método, debido a que el fuerte de la investigación versa sobre el estudio de un
texto de la antigüedad y otro de la Edad Media en su relación con la experiencia eclesial
actual, se ha considerado oportuno integrar como propuesta el método hermenéutico de Paul
Ricoeur, cuya particularidad se ubica en la perspectiva de una hermenéutica de la apropiación
en la cual el ser del hombre se constituye en referente último del discurso8.
De esta manera, el acercamiento histórico/crítico a las obras La encarnación del Verbo y las
Primeras moradas del Castillo interior, las cuales serán objeto de análisis, permitirá, pues,
situar a san Atanasio y a santa Teresa en su contexto, y determinar el significado que tuvieron
dichas obras en el ambiente en el cual surgieron, además de abonar el terreno para realizar el
ejercicio interpretativo de actualización de las mismas para la vida cristiana hoy.
Como teólogo, la motivación principal de elaborar este trabajo es dar cuenta de los elementos
adquiridos durante la formación teológica, mediante un tema visible y apremiante en la
Iglesia. La forma en la cual vivimos como cristianos en este momento presente de la historia
refleja una crisis de fe real y urgente, la cual debe ser abordada. Así mismo, como cristiano
es también mi responsabilidad crecer en la fe y ayudar a otras personas a que también la
fortalezcan desde esta perspectiva de un Jesús presente y encarnado en la humanidad y en la
historia; el mismo que se encarga de recordar y devolver la dignidad y la vida al ser humano
7 Congregación para la Educación Católica, Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la
formación sacerdotal 2. 8 Ricoeur, Del Texto a la acción, 56.
9
y, así mismo, de enseñarle a vivir como hijo del Padre por la fuerza del Espíritu,
transformándolo desde el interior.
El presente trabajo permitirá al lector adentrarse en el misterio de la encarnación, para
llevarlo a comprender de qué está hecho y a qué está llamado; a reconocer que su propia
existencia, entre debilidades y fortalezas, puede llegar a actuar en y desde Dios. Para lograr
dicho cometido, en el primer capítulo se hará un acercamiento al contexto histórico,
sociocultural y eclesial y, además, al perfil biográfico de san Atanasio y santa Teresa. En el
segundo capítulo se realizará un análisis en clave eclesiológica de las obras La encarnación
del Verbo y las Moradas primeras del Castillo interior respectivamente; en el tercer capítulo,
se identificarán las implicaciones eclesiológicas encontradas a partir de dicho análisis para la
vida cristiana hoy y, finalmente, se brindarán unas conclusiones.
10
1. CAPÍTULO 1: ATANASIO DE ALEJANDRÍA Y TERESA DE JESÚS, DOS
RELATOS DE VIDA EN COMUNIÓN DE FE
Cada ser humano en el mundo existe en un tiempo histórico y en contextos particulares que
determinan diversas formas de apropiar la existencia, las cuales pueden marcar un hito en la
historia de un grupo humano. No es esta la excepción de los autores que acompañarán el
presente trabajo, Atanasio de Alejandría y Teresa de Jesús, quienes pertenecen a momentos
históricos y contextos distintos, pero comparten una experiencia de fe en común.
Para dar cuenta del perfil de estos personajes, el presente capítulo hará un acercamiento al
contexto histórico, social, eclesial y biográfico de cada autor, para situarlos y descubrir en
ellos el desarrollo de su vida cristiana en diálogo permanente con la realidad. Además, se
hará mención de sus principales escritos, fijando la atención en las obras que serán objeto de
análisis en el siguiente capítulo.
Para tal efecto, en un primer momento se hará un breve recorrido por el ambiente político,
social y eclesial de la época de cada uno de los personajes; como segundo momento se dará
paso a la descripción del perfil biográfico y la vida eclesial de cada autor; en un tercer
momento se hará una contextualización de las obras objeto de análisis y, finalmente, se
ofrecerá una conclusión.
1.1. San Atanasio de Alejandría
1.1.1. Contexto histórico: Ambiente político, social y eclesial
La Alejandría del siglo IV, de la cual hicieron parte grandes personajes entre ellos Atanasio,
pertenece al imperio Romano. Esto, en el ámbito político, implicaba estar acogido a todo
aquello que cada emperador dispusiese en todos los campos en los cuales tuviera poder, tales
como: la política, la economía, la milicia y la religión. Las diversas luchas por el poder del
imperio romano, para entonces dividido en una tetrarquía, llevaron a varias guerras civiles
11
hacia finales del siglo III y comienzos del siglo IV9. Con la intención de defender el imperio
y la tranquilidad interior de este, Constantino unificó nuevamente, en un largo proceso de
luchas, el imperio, e hizo varias reformas con miras a mantenerlo consolidado.
Constantino dio continuidad a la política de tolerancia religiosa establecida por Galerio en el
año 311, la cual se vio reflejada en el edicto de Milán del año 31310. Este edicto estableció la
libertad en cuanto a la religión en el imperio y frenó la persecución practicada contra el
cristianismo. Como señala Patiño:
La Iglesia comenzó a tener una posición privilegiada que fue creciendo por las
disposiciones y medidas que Constantino dio durante su gobierno. Son prueba de ello
los cambios en el matrimonio, la lucha de los gladiadores y la supresión de la
crucifixión como pena de muerte.11
La construcción de templos fue otra de las medidas del emperador, quien consideraba la
Iglesia como el Reino de Dios y al imperio como proveniente del orden creado por Dios12.
Si bien era un respiro para el cristianismo la tolerancia y la supresión de la persecución, se
pasó a otro extremo no muy saludable para la vivencia del mensaje evangélico. En palabras
de Patiño “la Iglesia comienza a ser el marco de referencia de la política religiosa del imperio;
ya son los obispos y altos jerarcas eclesiásticos quienes ocupan un puesto de privilegio en las
celebraciones imperiales”13. No se trata aquí de una mera protección o un privilegio sin más
hacia la religión cristiana, en realidad Constantino había encontrado en el cristianismo un
buen aliado14 para mantener la armonía en su imperio.
La intromisión del emperador en la Iglesia y de la Iglesia en las realidades del imperio irá en
aumento. Cabe recordar que fue el emperador y no el papa, quien se atribuyó la autoridad de
9 Patiño, Historia de la Iglesia, 115.
10 Tanner, Breve historia de la Iglesia católica, 44.
11 Patiño, Historia de la Iglesia, 116.
12 Ibíd.
13 Ibíd.
14 Hamman, Guía práctica de los Padres de la Iglesia, 122.
12
convocar el Concilio Ecuménico de Nicea en el año 325 sin siquiera estar bautizado. Dicha
intromisión política en el gobierno de la Iglesia llegará al punto de amenazar su ortodoxia15.
Si bien hay una época de prosperidad para el cristianismo durante el tiempo de Constantino,
luego se verá afectada por sus sucesores tras su muerte en el año 33716. Muestra del ambiente
problemático que sobrevino luego de Constantino se da en la división del imperio que este
hace entre sus hijos, quienes terminaron en luchas fratricidas en busca de poder17.
1.1.2. Defensa de la ortodoxia
A los grandes doctores del siglo IV, es a quienes les corresponderá luchar fuertemente contra
las frecuentes amenazas a la ortodoxia; así como indica Hamman, buscan ir “contra las
secuelas de la herejía y taponar las fisuras que esta ha producido en la Iglesia”18. Es este el
tiempo en el cual se comienza a formular la fe dado que, mientras Constantino está en el
poder, surge el movimiento arriano con una corriente la cual, según Patiño:
...sostenía que el Hijo de Dios había sido creado, que no era eterno, y por lo tanto no
era Dios verdadero, no era consubstancial con el Padre; en el fondo estaba destruyendo
el misterio de Cristo y de la Trinidad.19
Arrio, quien era sacerdote de la iglesia alejandrina, fue excomulgado por su obispo Alejandro
en un sínodo realizado hacia el 31920. El Obispo de Alejandría dio una alerta por medio de
una carta circular sobre el error profesado por Arrio. Constantino al ver la división que se dio
al interior de las comunidades, quiso buscar la reconciliación entre ambas partes para
mantener la armonía imperial. Es en medio de este contexto en el cual se ubica el primer
concilio ecuménico realizado en Nicea. En este concilio se trató el tema sobre la herejía
arriana siendo Alejandro, el obispo de Alejandría, uno de los grandes abanderados, así como
Atanasio, su secretario, quien pudo haber trabajado tras bambalinas.
15
Ibíd. 16
Patiño, Historia de la Iglesia, 117. 17
Ibíd. 18
Hamman, Guía práctica de los Padres de la Iglesia, 122. 19
Patiño, Historia de la Iglesia, 123. 20
González, Historia del cristianismo, 211.
13
En ese primer concilio que da inicio a los concilios ecuménicos, se formuló, como afirma
Patiño,
...parte de la fe, se unificó la celebración de la pascua [...], se dieron algunas normas
expresadas en 20 cánones; por su carácter ecuménico influyó en la concepción de la
historia de la Iglesia y de los demás concilios y, por aceptar proclamar el símbolo de la
fe, tiene un carácter dogmático.21
A pesar de haberse condenado la herejía arriana en el concilio de Nicea, no pararon las
dificultades entre quienes apoyaban a Arrio, incluyendo a emperadores como Constancio
quien apoyó la fe arriana y buscó imponerla en el imperio, y quienes trabajaban por cumplir
lo que se había proclamado en Nicea buscando la ortodoxia de la fe22.
1.1.3. Evangelización, vida piadosa e influencia civil
Durante el siglo IV se formaron grandes intelectuales, haciendo de esta época la edad de oro
de los Padres de la Iglesia. Fueron ellos quienes utilizaron los elementos centrales que hacían
parte de la cultura, para ponerlos al servicio del Evangelio23.
El éxito de la evangelización se debió al testimonio de los monjes que llevaron el evangelio
al sector rural gracias al cese de las persecuciones, y a iniciativas de obispos en sus lugares
de pastoreo. De esta realidad da cuenta Patiño cuando pone como ejemplo la experiencia de
Egipto donde, “la acción misionera fue realizada por obispos y monjes; entre los obispos
brilló Atanasio quien desde Alejandría tomó la decisión de evangelizar y convertir el sur de
Egipto”24. Se buscó con la enseñanza cristiana iluminar el espíritu y formar las costumbres
de la sociedad.25 Todo esto aún en medio de las dificultades entre cristianos ortodoxos y pro-
arrianos que se daban de forma continua.
21
Patiño, Historia de la Iglesia, 124. 22
Ibíd. 23
Hamman, Guía práctica de los Padres de la Iglesia, 123. 24
Patiño, Historia de la Iglesia, 132. 25
Hamman, Guía práctica de los Padres de la Iglesia, 123.
14
La vida social de las personas estaba muy unida a su vida religiosa, en medio de sus
quehaceres se hallaba todo un ambiente de piedad principalmente centrada en Cristo. Según
Patiño:
Junto al cristocentrismo se encuentran varias formas de ascética que hacían parte de la
religiosidad, y se insistía en la oración como conversación con Dios que exigía la vida
beata, una vida de santidad; la ascética estaba centrada no solamente en la invitación al
sacrificio y mortificación personal, sino también a la invitación a la virginidad y la
castidad.26
Asimismo, crecía en el ambiente el culto a los mártires y a los santos. El culto a la Virgen
María fue mayor incluso que el de los apóstoles, mucho antes de las definiciones dogmáticas
mariológicas27.
Desde el edicto de Milán, las funciones propias encargadas a los seglares comenzaron a
disminuir para dejarlas a monjes y clérigos. La distancia entre unos y otros comenzó a ser
notable, pues los clérigos tenían ahora lugares de acceso prohibido para los seglares. El
apostolado en los laicos se sostuvo desde la perspectiva de sacerdocio universal, sobre el cual
trató Juan Crisóstomo en su momento28.
Muchos aspectos vividos en el ámbito civil fueron acogidos por la Iglesia, entre ellos la
legislación civil sobre el matrimonio. Otros, en cambio, fueron rechazados, tales como el
divorcio, las uniones de hecho y el aborto29. La legislación civil con el paso de los años
comenzó a cambiar influenciada por la doctrina cristiana. Frente al ambiente opresor de la
época en el ámbito económico y laboral, Patiño indica que “la Iglesia optó, a veces con
algunas reservas, contra las injusticias cometidas con los dependientes, es decir los esclavos
pero sin prohibir la esclavitud”30. La opresión y la pobreza abundaban en las sociedades del
26
Patiño, Historia de la Iglesia, 164. 27
Ibíd., 165. 28
Para mayor información sobre los temas tratados por Juan Crisóstomo, ver: González, Historia del
cristianismo, 255. 29
Patiño, Historia de la Iglesia, 166-167. 30
Ibíd., 167.
15
siglo IV. La cultura, por su parte, estaba cambiando dada la visión cristiana del mundo que
había comenzado a respirar el imperio. Ciertamente no fue para nada fácil el tiempo en que
vivió Atanasio.
1.2. Perfil biográfico y vida eclesial de Atanasio de Alejandría
1.2.1. Primeros años
Atanasio nace a finales del siglo III, hay autores que sitúan la fecha de su nacimiento hacia
el año 29531. De su infancia y su familia no se tienen muchos datos, todo lo que se dice acerca
de esta primera etapa es tan solo un acercamiento a lo que pudo ser. Se conoce un poco más
del hombre de Iglesia que del niño o el joven propio de su contexto. Según indica Stead, se
cree probable que Atanasio sea hijo “de padres no cristianos de lengua griega, en
Alejandría”32. Además se considera que Atanasio, al haber nacido en un contexto de luchas
por la unificación del imperio y de persecución a los cristianos, quienes no eran tolerados en
ese momento histórico, tenga algún recuerdo de las persecuciones realizadas entre los años
304-31133.
Respecto a la conversión de Atanasio al cristianismo, Stead afirma que es muy probable que
haya sido en su primera juventud34. Recibió una formación teológica más ligada a los asuntos
eclesiásticos, la cual será de vital importancia para el que será hombre de Iglesia35. En su
formación hubo grandes autores tanto filósofos como cristianos, que fueron aportando a
Atanasio conocimiento y guía en la praxis cristiana; según plantea Stead, “su fuente de
inspiración principal era la Biblia griega; entre los padres griegos acudió a Ignacio,
Atenágoras, Ireneo y Orígenes”36. La formación de Atanasio, más que de una formación
31
Patiño, Los Padres de la Iglesia, 81. 32
Stead, “Atanasio”, en Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana, 260. 33
Ibíd. 34
Ibíd. 35
Patiño, Los Padres de la Iglesia, 81. 36
Stead, “Atanasio”, en Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana, 260.
16
clásica, proviene de la Iglesia. Hamman afirma al respecto que “fue la Iglesia la que formó a
Atanasio. En ella hizo su carrera. Es su medio vital, su patria, su familia. Él la defenderá con
la intrepidez del hijo que defiende a su madre”37.
1.2.2. Acercamiento a la vida de Iglesia y participación en el Concilio de Nicea
Luego de los ya mencionados edictos de tolerancia firmados en el año 311 por Galerio y en
el año 313 por Constantino y Licinio, se fue consolidando cada vez más el cristianismo como
institución. Había obispos en cada sede principal del imperio que ayudaban a evangelizar de
forma particular los lugares a los cuales pertenecían. Alejandría contaba con su obispo,
Alejandro. Este, como indica Stead, al entrar en contacto con Atanasio “lo hizo primero
lector, luego diácono y secretario episcopal por el 318, cuando empezaba a desarrollarse la
controversia arriana”38.
Dicha controversia se desató debido a los postulados del presbítero Arrio, oriundo de
Alejandría y formado en Antioquía. Este sacerdote se valió de varios medios incluyendo la
homilía y las cartas para enseñar un cristianismo simplificado, en el cual afirmaba que Jesús
no era Dios verdadero, sino el primogénito y más excelso en la creación. Fue excomulgado
por su obispo Alejandro y más tarde por el concilio de Nicea39. Arrio, en palabras de
Guerrero:
Atacaba directamente el núcleo esencial del cristianismo, ya que, si el Verbo no era
Dios, Jesucristo, el Verbo hecho hombre, era incapaz de redimir al hombre privado de
la amistad de Dios a consecuencia del pecado. No habría por tanto encarnación de Dios
ni redención del hombre.40
En el tiempo en que aún Atanasio era diácono y secretario episcopal acompañó al obispo
Alejandro al concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino ante las dificultades
37
Hamman, Guía práctica de los Padres de la Iglesia, 126. 38
Stead, “Atanasio”, en Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana, 260-261. 39
Patiño, Los Padres de la Iglesia, 80. 40
Guerrero, “Introducción”, en La encarnación del Verbo, 9.
17
con el arrianismo y otros temas propios de la vida de la Iglesia que estaban causando división
en el imperio. El Alejandrino, según afirma Hamman:
Como diácono [...], toma parte en el primer concilio ecuménico, en la victoria de la fe
sobre la herejía de Arrio. Es posible que haya desempeñado un papel doctrinal entre
bastidores. Es y seguirá siendo el hombre de Nicea, hasta el punto de identificarse con
la causa de la ortodoxia.41
El concilio se desarrolló en Nicea con el patrocinio de Constantino, la asistencia a este fue
numerosa y hubo participaciones de diverso talante, desde estudiosos de las diferentes
escuelas del momento, filósofos y hasta personas que, si bien llevaban menos tiempo que
otros en la vida eclesial como Atanasio, pusieron todo el empeño en desarrollar de la mejor
manera esta tarea urgente que requería la Iglesia. Simonetti en la presentación de la apertura
del concilio, afirma:
Adhiriéndose a la invitación de Constantino, que había ofrecido a los que querían la
posibilidad de viajar con los medios del servicio estatal, comenzaron a llegar a Nicea,
en mayo del 325, obispos en gran número, especialmente de las regiones donde la
controversia arriana había estallado [...]. Podemos pensar en un número de alrededor
de 270 obispos participando efectivamente en las sesiones del concilio [...]. En aquellas
discusiones también fueron llevados algunos filósofos paganos a presenciar este nuevo
tipo de evento para ellos, y sobre todo Atanasio, el diácono y futuro sucesor de
Alejandro de Alejandría.42
Es a partir de este periodo de la historia y hasta su muerte, por el cual Atanasio será altamente
recordado a través de los siglos y, aún, hasta el momento presente.
1.2.3. Atanasio, obispo de Alejandría
Para el momento de la muerte de Alejandro en el año 328, ya este obispo había dado muestras
del deseo de que su sucesor fuera Atanasio43. Gran parte del pueblo estuvo de acuerdo y la
consagración episcopal, previniendo cualquier novedad, se realizó de forma apresurada.
Dicho procedimiento informal generó más tarde algunos problemas en los cuales se indicaba
como inválida dicha consagración. Frente a las discusiones, Constantino reconoció el
41
Hamman, Guía práctica de los Padres de la Iglesia, 127. 42
Traducción libre del autor: Simonetti, La crisi ariana nel IV secolo, 78-79. 43
González, Historia del cristianismo, 227.
18
episcopado de Atanasio en Alejandría y, luego de haber reintegrado a Arrio para mediar
dificultades le pidió a Atanasio que le recibiera, pero este se negó rotundamente44. Dicha
decisión le acarreó el primer destierro de su obispado.
El episcopado de Atanasio estuvo cargado de múltiples problemas. Al inicio “el nuevo obispo
comienza por fortalecer en el corazón de sus fieles la fe de Nicea”45. A partir del año 330
comienza toda una lucha para proteger la ortodoxia definida en el concilio del cual había
hecho parte, como secretario de su obispo Alejandro. Esta labor le traerá un sinnúmero de
acusaciones falsas y persecuciones de parte de los seguidores del arrianismo, clérigos,
disputas teológicas y críticas políticas, pero nunca de su comunidad que le guardaba gran
estima46. Atanasio será, como afirma Cola, “la única voz que se eleva contra el sometimiento
del poder espiritual al poder civil, reivindicando la independencia de la Iglesia”47. A causa
de su firmeza será desterrado de Alejandría en cinco ocasiones48.
El Obispo alejandrino vivirá, según indica Hamman “cuarenta y cinco años de episcopado,
de los que diecisiete ─a intervalos─ vive en el exilio”49. En medio de todo, Atanasio
permanece firme a aquello por lo cual ha luchado inicialmente junto a Alejandro y luego en
su propio episcopado. La lucha que ejerce lo acompañará durante toda su existencia, con el
apoyo del poder civil en sus primeros años y cuando este traicione la ortodoxia, contra él.
Los destierros no menguarán los deseos de salvaguardar la fe; ni aun las intrigas circundantes
ni el exilio lograrán silenciar al Obispo de Alejandría. Su resistencia es incomparable, lo cual
se confirma en que será el imperio en muchas ocasiones quien deba ceder50.
44
Hamman, Guía práctica de los Padres de la Iglesia, 128. 45
Ibíd., 127. 46
González, Historia del cristianismo, 227. 47
Cola, Perfiles de los Padres, 47-48. 48
Hamman, Guía práctica de los Padres de la Iglesia, 127. 49
Cola, Perfiles de los Padres, 47. 50
Hamman, Guía práctica de los Padres de la Iglesia, 122.
19
1.2.4. Acercamiento a las principales obras de Atanasio de Alejandría
Luego de conocer mejor el contexto en el cual se movió Atanasio y de haber tenido un
acercamiento a su historia particular, es posible entrar a mirar de forma muy general las obras
que de él se conocen, unas escritas antes de ser obispo, otras como epíscopo e incluso en
medio de sus cinco destierros. Afirma Guerrero que “su producción literaria es amplísima.
La mayor parte de sus escritos tiene relación con la defensa de la fe católica, especialmente
con la divinidad del Verbo, proclamada en Nicea”51. Es un escritor capaz de llegar a los más
doctos y, como obispo, a los fieles en procura de su crecimiento en la fe.
Entre los escritos apologéticos y dogmáticos, se encuentran: Oratio contra gentes y De
incarnatione Verbi, de los cuales se dice que es una sola obra en dos volúmenes escrita en
intervalos de tiempo distintos. La fecha de composición de la obra, aunque incierta, se
propone hacia el 318 ya que no hay en ella referencias al arrianismo52. En esta temática se
incluye además la obra Orationes contra Arianos (340-346) considerada la obra dogmática
más importante de Atanasio. Dicha obra está compuesta por tres libros: en los dos primeros
resume la doctrina de Arrio, desmontando sus argumentaciones y señalando la distorsión en
la cual incurre su exégesis y en el tercero afirma la divinidad del Verbo.
Atanasio también tiene escritos histórico-polémicos, tales como la Apología contra los
arrianos (357) escrita luego de regresar de su segundo destierro. Apología al emperador
Constancio (353-357), escrita en lenguaje valiente y digno. Apología por su huida (357) e
Historia de los arrianos (358)53. Atanasio escribió, además, comentarios exegéticos
(Comentarios sobre los salmos, sobre el Eclesiastés y el Cantar de los Cantares y sobre el
Génesis) de los cuales quedan solo fragmentos. De Atanasio se conservan también varias
cartas, por ejemplo, las Cartas festales con las cuales los obispos anunciaban la fecha de la
pascua, y escritos ascéticos entre los cuales se encuentra la Vida de Antonio (357) que
51
Guerrero, “Introducción”, en La encarnación del Verbo, 9. 52
Stead, “Atanasio”, en Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana, 262. 53
Guerrero, “Introducción”, en La encarnación del Verbo, 25.
20
constituye el documento más importante del monaquismo primitivo54 y con el cual se
inaugura la escritura hagiográfica.
1.2.5. Últimos años
Lo que queda luego de tantas experiencias para el obispo de Alejandría, es una vida vivida
en continua búsqueda de la virtud, motivada por una fe inquebrantable y una acogida
permanente de lo que los santos enseñan. Cola dice al respecto que “este es el camino que
Atanasio ha seguido y que comunica como experiencia personal. [...] Su vida da fe de ello”55.
El amor de Jesús marcó su existencia y por muchos medios buscó grabarlo en los fieles de
Alejandría, sobre todo en los periodos más amplios en los cuales pudo estar en su sede
episcopal sin ser exiliado como lo fue el periodo del 346 al 35656. Desde el año 366 logra
estar en medio de su gente hasta su muerte el 2 de mayo del 37357. Sus últimos años según
Guerrero, “fueron pacíficos, y su vida acabó cargada de gloria, cuando ya otra generación
había tomado la iniciativa en defensa de la verdadera fe”58.
1.3. Contextualización de la obra La encarnación del Verbo
1.3.1. Fecha, destinatarios y estructura de la obra
La encarnación del Verbo de Atanasio hace parte de las primeras obras que escribe el
alejandrino y, muy probablemente, es la segunda parte de un primer escrito llamado Oratio
contra gentes, en el cual condena la idolatría y el politeísmo de la época.
Mucho se ha especulado acerca de la fecha de composición de ambos escritos. Por un lado,
como expresa Stead, están los especialistas que sitúan las obras hacia el año 318 “indicando
54
Ibíd., 25-26. 55
Cola, Perfiles de los Padres, 48-49. 56
Ibíd., 51. 57
Stead, “Atanasio”, en Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana, 262. 58
Guerrero, “Introducción”, en La encarnación del Verbo, 23.
21
que no hay en ella referencias claras a la controversia arriana; [...] pero dado que las Cartas
festales no mencionan a Arrio antes del año 338 muchos autores prefieren la fecha alrededor
del 336”59.
El destinatario de la obra es mencionado por el mismo Atanasio al comienzo de su escrito,
cuando se refiere al “bienaventurado y verdadero amigo de Cristo”60, antes de presentar el
tema sobre el cual tratará en la obra. Aun así, según Guerrero, los autores creen que se trata
de un personaje figurado: “en realidad los destinatarios son los «creyentes» y los «no
creyentes» o, en la terminología del tiempo, «los nuestros» y los «extraños», o sea, los
«cristianos» y los «judíos y paganos»”61.
La estructura de la obra acoge una introducción, tres bloques temáticos y una conclusión: el
primer numeral está dedicado a la introducción de la obra. En el primer bloque (2-16) el autor
realiza una exposición acerca del misterio de la encarnación, situando la manifestación
visible del Verbo en la perspectiva de la historia de la salvación. En el segundo (17-32)
argumenta que el cuerpo de Cristo es real, humano y se ha servido de él para revelar su
divinidad por medio de milagros y obras, para liberar al hombre de la muerte y restaurar la
incorruptibilidad mediante la resurrección. En el tercer bloque (33-55), el autor se dirige a
los judíos y los paganos con la finalidad de responder a sus objeciones. Por último, concluye
(56-57) llamando al estudio de la Sagrada Escritura y a la práctica de una vida virtuosa como
la de Cristo62.
59
Ibíd. 60
Atanasio, La encarnación del Verbo, 37. 61
Guerrero, “Introducción”, en La encarnación del Verbo, 23. 62
Ibíd., 30-31.
22
1.4. Santa Teresa de Jesús
1.4.1. Contexto histórico: Ambiente político, eclesial y social
Entre finales del siglo XV y el siglo XVI, en pleno Renacimiento europeo, varias realidades
en el mundo se estaban transformando debido a los diversos cambios y novedades de la
época. Como menciona Sanz, eran tiempos “de la reforma protestante y del Concilio de
Trento [...] de profundas transformaciones geográficas, que ensancharon la percepción del
mundo con el descubrimiento de América y las conquistas europeas en África y Asia”63. En
medio de todas estas realidades, viven personajes que actúan no como simples espectadores,
sino como agentes de cambio, entre ellos: Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Ignacio de
Loyola, Erasmo de Roterdam, Martín Lutero, Bartolomé de las Casas, los reyes Carlos V y
Felipe II, entre muchos otros.
Cultural y socialmente Europa y, en especial España, estaba pasando por un momento de
muchos matices. Sanz hace un recuento de lo que sucedía, por ejemplo, en Castilla, contexto
en el cual se desarrolla la existencia de Teresa de Jesús:
Castilla marcaba en Occidente los caminos de la política, de la cultura e incluso de la
moda. En esos años la «monarquía católica» hispana alcanzó su máximo poderío
económico, militar y político. Es el llamado «siglo de oro» español, en el que las
universidades de Salamanca y Alcalá eran referentes culturales a nivel europeo; las
Bellas Artes conocieron un desarrollo y una creatividad sin precedentes en los pueblos
y ciudades de España, que se llenaron de templos, palacios, hospitales, edificios
públicos y fuentes.64
Ciertamente es una época de mucho crecimiento cultural, de formación intelectual y poder
monárquico.
La Iglesia, por su parte, pasaba por un momento difícil a causa del pensamiento de Lutero,
el cual poco a poco iba llegando a España revolucionando el pensamiento de muchos
creyentes. Según afirma Pacho:
63
Sanz, Inquieta y andariega, 5. 64
Ibíd., 6.
23
La Junta de Tordesillas de abril de 1521, pidió al Emperador que prohibiera a Lutero.
Ciertamente se trataba de una toma de postura, cuando apenas se tenían ideas claras
sobre lo que sucedía en Alemania, ni se conocía una síntesis de la doctrina de Lutero.65
Desde 1519 hubo intentos de enviar textos luteranos de forma masiva a España. Los textos
impresos eran la forma más adecuada del momento para difundir las nuevas ideas, lo cual
logró en quienes las leían, muchos partidarios del pensamiento de la reforma66. Pacho
presenta una síntesis del luteranismo español, el cual consistía en: “la centralidad de la fe, la
justificación por la fe sola, incapacidad sin ella para las buenas obras, negación del
purgatorio, sufragios, indulgencias, culto de imágenes, la misa y su valor como sacrificio
propiciatorio”67. A partir de estas afirmaciones, muchas fueron las dificultades entre la Iglesia
y Lutero, las cuales terminaron en una completa división.
Además de las dificultades con Lutero, la Iglesia tuvo que tratar de sostener firmes las
relaciones con cada estado y sus príncipes, los cuales por puro beneficio intentaban romper
relaciones con la Iglesia católica para acoger el protestantismo. Sanz comenta al respecto que
el enfrentamiento más largo y doloroso que se vivió en esta época,
...fue el de las guerras de religión entre católicos y protestantes, que devastaron Europa
entre 1524 y 1648. Es verdad que la causa real era normalmente el choque entre las
pretensiones de los príncipes territoriales y las del emperador, así como los intereses
económicos de las potencias europeas. Pero las distintas facciones tomaron posturas a
favor de Roma o de Lutero.68
Eran tiempos complejos para la Iglesia, la cual dentro y fuera vivía reformas y
transformaciones a causa del ambiente que estaba experimentando.
Entre las instancias religiosas del siglo XVI, la Inquisición tendrá gran relevancia. Pacho,
hace un recuento de su presencia y actividad:
Superado el primer momento del establecimiento y comprometida andadura hacia 1521
la inquisición entró en la etapa de desarrollo y consolidación en una fase con dos
65
Pacho, “Protestantismo”, en Diccionario de santa Teresa, 1093. 66
Ibíd. 67
Ibíd., 1094. 68
Sanz, inquieta y andariega, 6.
24
momentos importantes. El primero desde 1517 a 1569, en el que culmina el proceso de
consolidación. El segundo desde esa fecha a 1621 en el que alcanza su plenitud y
eficiencia más logradas de toda su historia. [...] Fueron bien definidas y delimitadas las
competencias de la misma, no solo las de carácter teológico, sino también moral,
apuntando un flexible y fácil alargamiento de las sospechas contra la fe, apreciadas por
los inquisidores en uso y ejercicio de su «legítimo arbitrio». Otro de los aspectos más
cuidados, con fijaciones legales y prácticas más dura, fue la vigilancia y el control de
escritos.69
1.4.2. La ciudad de Ávila
Luego de ver el contexto general de lo que vivía España, es necesario adentrarse de forma
más puntual en el lugar de nacimiento de Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, el cual
determinará la forma de ser, pensar y actuar de la Santa abulense.
La ciudad de Ávila, situada en el territorio de la corona de Castilla, contaba hacia finales del
siglo XV con unos 8.000 habitantes, los cuales, en el año en que nace Teresa serán unos 5.000
a causa de la expulsión de judíos, epidemias y dificultades económicas70. Según la
descripción que dan Efrén de la Madre de Dios y Steggink, Ávila “amurallada, pétrea, como
retoño de la montaña, recorta su recia silueta, inconfundible, como una armadura medieval
frente a las muelles ciudades modernas”71. Es considerado un lugar encantador y, entre las
ciudades de Castilla, llega a ser una de las diez ciudades más grandes72.
El comercio y las finanzas comienzan a invadir Ávila en el siglo XVI, uniéndose así al
crecimiento y desarrollo de las demás ciudades europeas. Como afirma Juan Bosco de Jesús,
la ciudad en que vive Teresa “es una de las ciudades más laboriosa de Castilla la vieja [...] su
principal campo de trabajo y producción, con cuantos oficios exigen las técnicas de la época,
es el textil”73.
69
Pacho, “Inquisición”, en Diccionario de santa Teresa, 943-944. 70
Sanz, inquieta y andariega, 6. 71
De la Madre de Dios y Steggink, Santa Teresa y su tiempo, 11. 72
De Jesús, “Ávila, ciudad de”, en Diccionario de santa Teresa, 712. 73
Ibíd.
25
En cuanto al gobierno de Ávila, son notables quienes administran la ciudad; según indica
Juan Bosco de Jesús, hay “un Concejo constituido por un número de regidores o concejales
que oscilan entre los catorce y los veintitrés”74 y están al tanto de lo que acontece en Ávila.
Los concejales, por su parte, son supervisados en el gobierno por un corregidor de
nombramiento real.
En el ambiente de la ciudad se respira la fe de los abulenses y su religiosidad da muestras
claras de su estilo de vida, para ello Ávila, según Juan Bosco,
...además de su catedral con 140 personas en nómina, cuenta con otros 12 templos
regidos por el clero secular, 9 ermitas, 7 monasterios de religiosos y 7 de religiosas, 15
hospitales de caridad, buen número de cofradías y fundaciones pías animadas de un
marcado carácter asistencial.75
Esta forma religiosa de vida es común a todos los estratos sociales vigentes, sin separación,
incluso, entre lo civil y lo eclesial. Así mismo, la lectura de la época también estaba marcada
por el acento religioso del momento formando a sus lectores en diferentes aspectos de la fe.
De hecho, como indica Sanz, “entre mediados del s. XV y mediados del s. XVI (cuando
empiezan a aparecer los Índices de libros prohibidos), en España se publican cientos de libros
de ascética y mística”76 enseñado la práctica de la virtud y la oración de los cristianos.
1.5. Perfil biográfico y vida eclesial de Teresa de Jesús
1.5.1. Primeros años y juventud
Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada nació en Ávila el 28 de marzo de 1515, según la
información brindada por Efrén de la Madre de Dios y Steggink, un “miércoles de pasión,
año segundo del papa León X, reinando en España Fernando el Católico”77. Le dan aquel
nombre en honor a su abuela materna, Teresa de las cuevas, mujer de gran relevancia para la
74
Ibíd., 713. 75
Ibíd., 714. 76
Sanz, Inquieta y andariega, 8. 77
De la Madre de Dios y Steggink, Santa Teresa y su tiempo, 75.
26
familia78. Sus padres, don Alonso Sánchez de Cepeda y doña Beatriz de Ahumada, eran
personas de gran virtud como Teresa misma los define; serán ellos quienes durante los
primeros años de vida vayan moldeando el carácter de la niña abulense. Al respecto, ella
misma cuenta:
El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan ruin, con
lo que el señor me favorecía, para ser buena. Era mi padre aficionado a leer buenos
libros y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos. Esto, con el cuidado que
mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de
algunos santos, comenzó a despertarme de edad, a mi parecer, de seis o siete años.
Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la virtud. Tenían muchas.79
Teresa pasa en Ávila los primeros años de su vida, aun cuando su familia no procedía de allí.
Todos en la familia eran conocidos como los «toledanos» ya que su abuelo, don Juan
Sánchez, comerciante y adinerado, se había trasladado desde Toledo a comienzos del siglo
XVI80, radicándose en la ciudad de Ávila de forma permanente.
La madre de Teresa murió cuando ella apenas entraba en la adolescencia. Este suceso la
marcó de tal manera que necesitó encontrar una nueva mamá que estuviera a su cuidado, ella
lo expresa diciendo: “cuando murió mi madre quedé yo de edad de doce años, poco menos.
Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra
Señora y le supliqué fuese mi madre, con muchas lágrimas”81. La compañía de su padre, sus
tres hermanas y nueve hermanos, será vital para Teresa. Crecer rodeada de tantas personas y
todas ellas de gran virtud, será de gran ayuda, incluso, en su camino de fe, pues en ellos nada
había que obstaculizara el servicio a Dios82.
La vida espiritual de la niña abulense continúa fortaleciéndose con el paso de los años. El
ejemplo recibido de su familia le ayudará en dicho crecimiento. Como ella lo dice, “hacía
limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran
78
Rossi, Teresa de Ávila. Biografía de una escritora, 43. 79
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 33. 80
Rossi, Teresa de Ávila. Biografía de una escritora, 43. 81
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 36. 82
Ibíd., 34.
27
hartas, en especial el rosario, de que mi madre era muy devota, y así nos hacía serlo”. Estas
eran características propias del ambiente espiritual que vivían algunas familias en Ávila por
aquella época.
En su juventud, Teresa comienza a tener amistad con personas de su edad. Algunas de estas
compañías no fueron las más adecuadas según ella misma afirma, ya que tomó otros rumbos
en cuanto a sus pasatiempos, gustos e intereses que se distanciaban de lo aprendido en el
hogar. Su padre no tardó en tomar determinaciones al respecto, Teresa lo indica diciendo,
“no me parece había tres meses que andaba en estas vanidades, cuando me llevaron a un
monasterio que había en este lugar, adonde se criaban personas semejantes, aunque no tan
ruines en costumbres como yo”83.
En aquel convento Teresa poco a poco va viendo, durante año y medio que estuvo allí, el
ejemplo de las religiosas que cuidaban de ella. Al terminar su formación allí, llegó a pensar
en ser religiosa, aunque no en ese lugar. Como ella lo dice, “tenía yo una grande amiga en
otro monasterio, y esto me era parte para no ser monja, si lo hubiese de ser, sino adonde ella
estaba”84. Fue este el comienzo de un camino en el que venía a su pensamiento el deseo de
ser monja, aún bajo muchos intereses que poco o nada tenían que ver con una vocación
especial.
1.5.2. Ingreso al convento de la Encarnación
Teresa Sánchez tras un tiempo de discernimiento personal y en medio de muchas dudas, salió
muy de mañana el 2 de noviembre de 1535 procurando que su padre, quien estaba en contra
de su decisión de ser monja, no se enterara de su salida para entrar al convento de Carmelitas
de la Encarnación85. Sanz, al referirse a esta experiencia de Teresa afirma que, “ella se hace
monja sin una clara conciencia vocacional [...]. Sin embargo, las lecturas piadosas, el buen
83
Ibíd., 40-41. 84
Ibíd., 43. 85
Rossi, Teresa de Ávila. Biografía de una escritora, 55.
28
ejemplo de algunas hermanas y su carácter generoso la fueron llevando a tomar muy en serio
su vida”86. En aquel monasterio encontró la paz y la alegría que tanto anhelaba.
En la Encarnación la Carmelita vivirá 27 años en medio de una comunidad monástica
numerosa, cerca de 180 monjas, soportando y superando las fuertes enfermedades que le
sobrevienen mientras se adentra en una fuerte experiencia espiritual87. Álvarez, en la
introducción general a las obras completas de la Santa indica que, “en torno a sus 40 años de
edad, Teresa se siente introducir en una zona de experiencia mística que no solo cambia el
rumbo de su vida, sino que la define y da espesor humano y cristiano a su persona”88.
En este punto de la historia, doña Teresa Sánchez ya tenía un talante espiritual inmenso, el
cual, por más alto que fuera no se apartaba del evangelio y de la contemplación de la vida de
Cristo y, así mismo pide a aquellos para quienes escribe tampoco se aparten de esta diciendo:
“no quiera otro camino, aunque esté en la cumbre de contemplación; por aquí va seguro. Este
Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. Él le enseñará. Mirando su vida, es
el mejor dechado”89.
Teresa trataba de llevar una vida monástica muy fiel a la regla primitiva del Carmelo, la cual
pedía soledad, silencio y meditación90, aun cuando en el siglo XVI todavía se practicaba la
mitigación de la regla emitida en una bula por el papa Eugenio IV91, la cual permitía ciertas
excepciones en la regla carmelitana. Para doña Teresa, la situación de vida en la Encarnación
le estaba causando un agotamiento físico y espiritual por ir en contracorriente de lo que se
vivía en la época. A la relajación de la regla se le sumaba todo lo que iba ocurriendo en la
Iglesia a causa del luteranismo. Así lo afirma Daniel de Pablo Maroto, quien indica que
86
Sanz, Inquieta y andariega, 24. 87
Álvarez, “Introducción general” Santa Teresa. Obras completas, 7. 88
Ibíd. 89
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 218. 90
Rossi, Teresa de Ávila. Biografía de una escritora, 55. 91
Para mayor información ir a: http://www.santateresadejesus.com/la-reforma/
29
Teresa “ha sufrido la contestación luterana en el centro de Europa. Y por eso responde con
la vida y con sus escritos a la nueva situación”92.
1.5.3. Reforma teresiana
Una de las primeras determinaciones más fuertes de Teresa frente a la relajación del
monasterio y la reforma luterana es comenzar su camino fundacional del Carmelo Descalzo,
como un lugar donde se viva la regla primitiva, sin la presencia de personas adineradas, como
pasaba en la Encarnación, que terminaran entrometiéndose en la forma de vida de las monjas,
las cuales serían pocas en número, pero determinadas en el seguimiento del Señor. Esta
resolución que comienza como una conversación entre algunas amigas en la Encarnación93,
se torna una realidad luego de la confirmación que recibe Teresa del Señor. Ella lo cuenta
así:
Habiendo un día comulgado, mandóme mucho Su Majestad lo procurase con todas mis
fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el monasterio y
que se serviría mucho en él, y que se llamase San José, y que a la una puerta nos
guardaría él y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría con nosotras, y que sería una
estrella que diese de sí gran resplandor.94
A Partir del momento en que se sabe apoyada por el Señor, Teresa comienza un camino de
reforma al interior de la Iglesia, buscando ir a las fuentes del carisma carmelitano para vivirlo
en cada uno de los monasterios de monjas y conventos de frailes fundados en España. Deja
a partir de ese momento de ser doña Teresa Sánchez, para ser Teresa de Jesús. A su paso son
muchas las dificultades que encontrará, viéndose impedida incluso por la misma Iglesia, lo
cual no terminará siendo obstáculo ya que el Señor le consuela y auxilia de muchas formas
como ella misma lo indica: “Un día después de comulgar, me parece clarísimamente se sentó
cabe mí nuestro Señor y me comenzó a consolar con grandes regalos, y me dijo entre otras
cosas: «[...] No estás sin mí. Pasa la brevedad de la vida»”95.
92
De Pablo, Santa Teresa de Jesús. Doctora para una Iglesia en crisis, 89. 93
Sanz, Inquieta y andariega, 25. 94
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 332. 95
Ibíd., 1178.
30
Aunque Teresa de Jesús contaba con un ímpetu valiente y arriesgado, fuerte y convincente,
sabía que para su tiempo la forma de responder ante la inminente división de la Iglesia
católica y las posturas luteranas era hacer eso que estaba en sus manos, lo cual ella define en
los siguientes términos:
En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho
estos luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Diome gran fatiga,
y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase
tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas
que allí se perdían [...]. Determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los
consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas
poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que
nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo.96
Toda la obra de Teresa tiene una finalidad muy clara, un llamado al ser humano hacia la
interioridad de su ser. Ante un mundo disperso por tesis, grandes escritos y gente ilustrada
que vivía en la dispersión y la superficialidad, la urgencia estaba en abrirle un horizonte
diferente de la comprensión de sí mismo y de Dios al ser humano; Daniel de Pablo Maroto
interpreta toda esta renovación como “una experiencia religiosa que conduce al hombre a su
interioridad, a su núcleo. La Reforma teresiana, entendida como reforma de estructuras, tiene
sentido sólo desde la reforma interior. No hay reforma verdadera sin una transformación del
yo”97. Esta será, pues, la respuesta de Teresa de Jesús a las problemáticas de su tiempo.
1.5.4. Acercamiento a sus obras principales
Los escritos de Teresa tienen diversos tintes, los cuales serán una riqueza incalculable para
sus monjas y frailes principalmente, así como para la Iglesia en general. Entre sus géneros
literarios y niveles doctrinales es posible encontrar: páginas narrativas en las Fundaciones
(1573) e introspectivas en el Libro de la vida (1562-65) y las Relaciones (entre 1560 y 1581);
un libro pedagógico, Camino de perfección (1566) y otro de teología mística, Castillo interior
(1577). Tiene, además textos normativos y jurídicos como el Modo de visitar los conventos
96
Ibid., 453. 97
De Pablo, Santa Teresa de Jesús. Doctora para una Iglesia en crisis, 87.
31
y las Constituciones de sus Carmelos, y un copioso epistolario hacia diversos personajes de
la época, entre los cuales se incluía el rey Felipe II.
Entre sus escritos se cuentan algunos sin una clara datación, ejemplo de ello se tiene en una
glosa bíblica a versos selectos del Cantar de los Cantares: los Conceptos del amor de Dios;
el Vejamen y la respuesta a un desafío (ambos escritos humorísticos) y un librito de
soliloquios que más tarde será llamado por fray Luis de León, Exclamaciones del alma a
Dios98
1.5.5. Últimos años
Los últimos años de Teresa de Jesús pasarán entre sus escritos, las enfermedades que nunca
se fueron de ella y las diecisiete fundaciones en que entregó su existencia toda desde el año
1562 en adelante. Según explica Álvarez:
Son estos últimos años en que se dilata su horizonte visual y espiritual. No solo gracias
al crucigrama geográfico de sus correrías de fundadora; sino por su renacida
sensibilidad hacia los problemas de Europa y de las Indias occidentales, su vivo interés
por las cosas de la cristiandad y de la Iglesia, su conocimiento de los estratos sociales
de aquella España, amasijo de gloria y de miserias.99
Teresa de Jesús muere en Alba de Tormes, una de sus fundaciones. Una sobrina “asistió
aquella muerte y atestiguó que no fue una muerte fácil y, en cambio, Teresa había deseado
que su muerte fuera como un relámpago del cielo”100. La fecha de su muerte 4 de octubre de
1582, coincidió con la reforma gregoriana del calendario la cual eliminó 10 días de este. El
día siguiente, 15 de octubre, se realizó el sepelio de sus despojos en Alba de Tormes101.
98
La información detallada de sus obras puede verse en: Álvarez, “Introducción general”, en Santa Teresa,
Obras completas, 9-10. 99
Álvarez, “Introducción general”, en Santa Teresa. Obras completas, 7. 100
Rossi, Teresa de Ávila. Biografía de una escritora, 235. 101
Álvarez, “Teresa de Jesús”, en Diccionario de santa Teresa, 596-597.
32
1.6. Contextualización de la obra Castillo interior
1.6.1. Fecha, destinatarios, estructura general de la obra
El Castillo interior es la obra cumbre de Teresa de Jesús, escrita, como se dijo antes, en el
año 1577. Desde el comienzo ella delimita el tipo de texto que redactará y da muestra de su
autoría diciendo: “Este tratado, llamado Castillo interior escribió Teresa de Jesús, monja de
nuestra Señora del Carmen”102. Además de estos datos iniciales que indican que es un tratado
de teología espiritual, agrega las destinatarias de dicha obra: “a sus hermanas e hijas las
monjas Carmelitas Descalzas”103. Son ellas las principales destinatarias, convirtiéndose
posteriormente en un tratado de sumo interés para teólogos y literatos.
La estructura de la obra cuenta con un prólogo al inicio, en el cual la autora declara el objetivo
del tratado. Después comienza a desarrollar la temática por medio de la simbología de las
siete moradas del castillo interior. Cada morada se dividirá en varios capítulos, excepto la
Morada segunda, la cual cuenta con un solo capítulo y serán, una a una, un camino hacia el
centro del castillo donde Dios habita y espera unirse con el ser humano. Al finalizar las
Moradas séptimas Teresa ofrece una conclusión en la cual expresa el deseo de que por medio
de este tratado se alabe mucho a Dios, en sus palabras: “Por el gran deseo que tengo de ser
alguna parte para ayudaros a servir a este mi Dios y Señor, os pido que en mi nombre, cada
vez que leyereis aquí, alabéis mucho a Su Majestad”104.
1.6.2. Finalidad y estructura de las Moradas primeras
En el contexto general del Castillo interior, las Moradas primeras sientan las bases
antropológicas con que se cuenta para iniciar el proceso de la vida espiritual, el cual, yendo
a lo profundo del ser humano, a su vez le saca de sí para vivir la existencia desde Dios y con
Él. Álvarez sintetiza temáticamente la experiencia de las Moradas primeras como una
102
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 659. 103
Ibíd. 104
Ibíd., 859.
33
“afirmación del hombre y su dignidad; su interioridad espaciosa; dentro el alma capaz de
Dios; y en lo más hondo del alma, el espíritu, sede del Espíritu y la Trinidad”105.
Hay unos objetivos claros dentro del desarrollo de las Moradas primeras que ayudan a
realizar la vida cristiana desde la raíz, lo hondo y lo profundo del ser. El objetivo principal
es entrar al castillo, es decir, convertirse e iniciar una relación, un trato con Dios desde la
oración. Otro objetivo es conocerse a sí mismo y poco a poco ir recobrando una sensibilidad
espiritual106, la cual es vital a la hora de contemplar y actuar en la realidad. Las Moradas
primeras cuentan con dos capítulos, el primero describe la hermosura y dignidad de la
persona en la cual habita Dios y, el segundo, habla del conocimiento propio desde la
fragilidad humana.
A modo de conclusión, el objetivo del presente capítulo fue hacer un acercamiento al
contexto histórico, social y eclesial, así como al perfil biográfico de Atanasio de Alejandría
y Teresa de Jesús. Con dicho acercamiento se mostró cómo desde su época y realidades
propias supieron responder a las vicisitudes y urgencias que históricamente se iban
presentando en cada ámbito señalado, especialmente desde su experiencia eclesial y su vida
cristiana particular de cara al seguimiento de Cristo.
Además de la contextualización, se fijó la atención en las obras que serán objeto de análisis
en el presente trabajo, su estructura y destinatarios. De esta manera es posible dar un paso
más y proceder al análisis de las obras La encarnación del Verbo de Atanasio y las Moradas
primeras del Castillo interior de Teresa de Jesús, lo cual será el objetivo central del capítulo
siguiente.
105
Álvarez, “Las Moradas, Introducción”, en Santa Teresa. Obras completas, 655. 106
Ibíd., 657.
34
2. CAPÍTULO 2: EL OBRAR CONTINUO DE DIOS POR MEDIO DE SU VERBO
HECHO CARNE EN FAVOR DE LA HUMANIDAD
Toda apuesta eclesiológica se dirige a una comunidad fundamentada en la fe, aquella recibida
como un don gracias a la tradición sostenida por grandes pilares de la Iglesia: hombres y
mujeres que han vivido su discipulado y lo han transmitido mediante su testimonio de vida.
A la vez, es una fe que se mantiene viva por medio del acercamiento personal y comunitario
a las Escrituras, a los sacramentos, al magisterio eclesial y al testimonio cristiano el cual
muchos, incluso hoy, van dejando como legado a generaciones futuras. La comunidad de fe
se mantiene, pues, gracias a la vivencia cristiana que se va configurando por medio de la
compresión que se tenga de Dios.
En el presente capítulo se analizarán las obras La encarnación del Verbo de san Atanasio de
Alejandría y las Moradas primeras del Castillo interior de santa Teresa de Jesús, en función
de las categorías: grandeza y dignidad del ser humano, pecado, causas de la encarnación y
vida cristiana. Para dicho fin, en el primer apartado se analizará la comprensión de la
grandeza y dignidad del ser humano; en el segundo apartado, se rastreará la noción de pecado
presente en las obras. Luego, en un tercer apartado, se examinarán las causas de la
encarnación del Verbo y, como cuarto apartado, se seguirá la pista a lo concerniente a la
apuesta eclesiológica de vida cristiana. Finalmente, se brindará una conclusión.
2.1. Comprensión de la grandeza y dignidad del ser humano
Dentro del amplio tratado de Atanasio sobre la encarnación del Verbo, hay un capítulo inicial
en el cual habla de la creación del universo. La creación para este autor es comprendida como
un paso del «no ser» al «ser». En sus palabras: “A partir de la nada, Dios, mediante su Verbo,
ha creado y traído al ser todo el universo, que antes no existía en absoluto”107. Ante otras
múltiples comprensiones de su época él, desde su comprensión bíblica, señala que Dios por
medio de su verbo ha creado el mundo.
107
Atanasio, La encarnación del Verbo, 43.
35
Más adelante, en el mismo capítulo, el Defensor de la ortodoxia continúa profundizando el
tema de la creación y, en este caso, de la creación del ser humano a imagen y semejanza de
Dios como lo explicita el libro del Génesis, “dijo Dios: «hagamos al ser humano a nuestra
imagen, como semejanza nuestra (...). Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios los creó»” (Gn 1, 26-27). El Alejandrino señala el especial cuidado de Dios
con respecto a la humanidad, diciendo:
...creó todos los seres de la nada mediante nuestro Señor Jesucristo, su propio Verbo.
Entre estos seres, de todos los que existían sobre la tierra, tuvo especial piedad del
género humano, y viéndolo incapaz, según la ley de su propia naturaleza, de subsistir
siempre, le concedió una gracia añadida: no se contentó con crear a los hombres, como
había hecho con todos los animales irracionales que hay sobre la tierra, sino que los
creó a su imagen haciéndolos partícipes del poder de su propio Verbo.108
Desde esta perspectiva es posible ver cómo el ser humano ha sido mirado por Dios con piedad
y, además, viendo su fragilidad, le otorgó lo que Atanasio llama como una sombra del Verbo
que permite a los humanos permanecer en la felicidad109.
Teresa de Jesús frente a esta categoría de imagen y semejanza, afirma dicha condición del
ser humano la cual le es propia desde la creación y hace desprender de ella la dignidad y
hermosura que envuelven a la criatura toda. Ella lo afirma diciendo:
[Dios] mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza. Pues si esto es, como lo es,
no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo [que es
el ser humano]; porque puesto que hay la diferencia de él a Dios que del Criador a la
criatura, pues es criatura, basta decir Su Majestad que es hecha a su imagen para que
apenas podamos entender su gran dignidad y hermosura.110
La autora se esfuerza en hacer entender al ser humano de qué está hecho. Si bien reconoce,
como lo hace Atanasio continuamente, la fragilidad del ser humano por ser criatura en
términos teresianos, le basta reconocerse imagen y semejanza de Dios para poner en primer
plano la dignidad y hermosura de la cual está hecha gracias a «Su Majestad».
108
Ibid., 44. 109
Ibíd. 110
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 664.
36
2.1.1. Belleza y profundidad del ser humano
La Reformadora del Carmelo en las Moradas primeras del Castillo interior, sienta las bases
antropológicas de dicha obra, las cuales le servirán como fundamento que dé sustento al
deseo del ser humano de llegar por gracia a la unión con Dios. Frente a las categorías de
belleza y profundidad, será esta obra la que haga un gran aporte.
Desde el comienzo de las Moradas primeras, Teresa presenta al ser humano y su
interioridad111 bajo la metáfora del castillo habitado por Dios:
Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí [...], se me ofreció lo que ahora
diré, para comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un
castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así
como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos hermanas, no es
otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice Él tiene sus deleites.112
Si la interioridad del ser humano es el lugar donde mora Dios y donde se deleita, es necesario,
según afirma la Santa, que sea un lugar de tal hermosura y gran capacidad que sea
incomprensible, incluso, para la misma criatura. Ella lo expresa así:
Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio,
tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con qué comparar
la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben
llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no
pueden llegar a considerar a Dios, pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y
semejanza.113
La profundidad de cada hombre o mujer es infinita y diversa, su dimensión es desconocida,
más la certeza de que su centro más profundo e íntimo está habitado es esencial. La forma
mediante la cual Teresa de Jesús se refiere a dicha hondura del ser, da continuidad a la
metáfora del castillo interior, diciendo: “...este castillo tiene muchas moradas, unas en lo alto,
otras embajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas estas tiene la más principal,
111
Es necesario tener en cuenta que el lenguaje de la época se remitirá más que al cuerpo en su integralidad, al
alma. Aun así, en el lenguaje teresiano no hay carga negativa en esta forma de expresión; en realidad se
encuentra en ella un todo integral, el cual se hace explícito en diversas ocasiones a lo largo de sus escritos. 112
Ibíd., 663. 113
Ibíd., 663-664.
37
adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma”114. De esta manera presenta
a un Dios que no está alejado de la realidad, sino que vive en lo profundo del ser humano
creado a su imagen y semejanza, agraciado y embellecido con su presencia.
El desconocimiento de tal belleza y profundidad de la humanidad creada por Dios deja a las
personas viviendo en lo meramente superficial. Se debe procurar, según indica la Monja
carmelita, conocer la propia hondura y quién habita en lo profundo de esta. Ella lo indica así:
Tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos de ver cómo podremos entrar
en él. Parece que digo algún disparate [...] más habéis de entender que va mucho de
estar a estar; que hay muchos que se están en la ronda del castillo que es adonde están
los que le guardan, y que no se les da nada de entrar dentro ni saben qué hay en aquel
tan precioso lugar ni quién está dentro ni aun qué piezas tiene.
La finalidad de entrar al castillo interior, es decir, a la profundidad del ser humano, además
de llevar al conocimiento de sí, es poder entrar en relación con Dios que le habita. Esta
hondura tan capaz de Dios, tan hermosa, digna y de tanta grandeza115, como dice Teresa de
Jesús, “capaz es de mucho más que podremos considerar, y a todas partes de ella se comunica
este sol [Dios mismo] que está en este palacio”116.
2.2. Noción de pecado
2.2.1. De espaldas al proyecto divino y sus consecuencias
La categoría «pecado» es desarrollada por ambos autores, Atanasio de Alejandría y Teresa
de Jesús. Si bien cada uno lo presenta de formas diferentes, los dos hablan de una misma
realidad del ser humano que, siendo hecho a imagen y semejanza de Dios, capaz de entrar en
114
Ibíd., 665. 115
La autora, en el segundo capítulo de las Moradas primeras, retoma la categoría de profundidad y le da un
poco más de claridad por medio de un ejemplo. En sus palabras: “tornemos ahora a nuestro castillo de muchas
moradas. No habéis de entender estas moradas una en pos de otra, como cosa en hilada, sino poned los ojos en
el centro, que es la pieza o palacio adonde está el rey, y considerad como un palmito, que para llegar a lo que
es de comer tiene muchas coberturas que de todo lo sabroso cercan. Así acá, enrededor de esta pieza están
muchas, y encima lo mismo. Porque las cosas del alma siempre se han de considerar con plenitud y anchura y
grandeza”. Ibíd., 673. 116
Ibíd.
38
relación con Él y de ser partícipe de su voluntad, hace elecciones que le llevan lejos de Él y
de su proyecto de amor.
Atanasio de Alejandría en su tratado sobre la encarnación del Verbo, luego del tema sobre la
creación del ser humano, se remite a la caída del hombre, la cual manifiesta un desprecio del
plan divino por parte de este. El hombre hecho, pues, para permanecer en la felicidad, dio la
espalda a Dios y a su voluntad. Como afirma el Obispo de Alejandría:
Dios creó al hombre y quiso que permaneciera en la incorruptibilidad; pero los
hombres, despreciando y dando la espalda al plan de la divinidad, maquinaron y
planearon para sí la maldad [...]. Y no permanecieron como habían nacido, sino que,
como maquinaron, fueron destruidos. Y la muerte les gobierna y les domina.117
El pecado, traducido en dar la espalda a Dios y en el acto de maquinar la maldad, tiene como
consecuencia el paso de la incorruptibilidad, al dominio de la muerte; desdibujando así la
semejanza de Dios en el ser humano. El Defensor de la ortodoxia da mayor claridad al
respecto más adelante en su desarrollo temático cuando afirma que: “el hombre es, por
naturaleza, mortal, puesto que nació de la nada. Pero, gracias a su semejanza con el que
existe, si la hubiera mantenido en la contemplación de Dios hubiera evitado su corrupción
natural y hubiera permanecido incorruptible”118.
La semejanza con el Verbo trae consigo la participación en la vida divina para el ser humano
que permanece en la virtud; dicha vida divina proviene de la gracia del Verbo. Quien da la
espalda a Dios, es decir, quien vive en el pecado, rompe, pues, con aquella vida divina y con
la virtud. Atanasio insiste constantemente:
Dios no solo nos creó de la nada sino que también nos garantizó una vida divina por la
gracia del Verbo. Pero los hombres, dando la espalda a los asuntos eternos y
volviéndose [...] hacia las cosas corruptibles, se hicieron culpables de su corrupción en
la muerte, al ser, como dije anteriormente, corruptibles por naturaleza, aunque habrían
escapado de las consecuencias de su naturaleza, gracias a la participación del Verbo, si
hubieran permanecido virtuosos. Pues gracias a la presencia del Verbo en ellos, ni
siquiera la corrupción propia de la naturaleza les hubiera alcanzado.119
117
Atanasio, La encarnación del Verbo, 46. 118
Ibíd., 47. 119
Ibíd.
39
El Alejandrino en su obra, afirma que el humano creado por Dios no solo acarreó la muerte
para sí con el pecado, sino que continuó en él y lo acrecentó a un punto inimaginable, hasta
la iniquidad. El pecado, llegado a tal magnitud, estaba destruyendo la obra de Dios. Al
respecto señala que:
Al principio habían descubierto la maldad y se habían acarreado la muerte y la
corrupción; pero más tarde, llegando a la iniquidad y sobrepasando toda transgresión,
no se contentaron con un solo vicio, sino que idearon nuevas maldades y llegaron a ser
insaciables en el pecado[...]. Por estas razones cobraba la muerte más fortaleza, la
corrupción se asentaba entre los hombres y la estirpe humana era destruida; el hombre,
que había nacido racional y a imagen de Dios, se borraba y la obra creada por Dios
estaba pereciendo.120
Tal era la situación del ser humano que ya no prestaba atención a su creador, ahora tenían
por dios a las cosas sensibles, a la creación. El Santo remarca una vez más la acción de dar
la espalda a Dios. Esta vez el autor introduce una palabra que remite a la profundidad, ante
un hombre abocado a lo superficial: “Los hombres volvieron la espalda a la contemplación
de Dios y, como hundidos en un abismo [...], buscaban a Dios en la creación y en las cosas
sensibles, colocando a hombres mortales y a demonios como dioses para sí”121. La palabra
«contemplación» implica no un simple mirar, sino un mirar y remirar atentamente y con
hondura a su creador, con la oportunidad, incluso, de reconocerse a sí mismos en Él.
2.2.2. Pecado como oscuridad y tiniebla
Teresa de Jesús en las Moradas primeras de su obra Castillo interior, comienza hablando
acerca de la belleza dada por gracia al ser humano desde la creación, por ser imagen y
semejanza del creador y por poseer una profundidad y anchura en su ser capaz de Dios. Ella
es enfática al afirmar la dignidad de la humanidad en la cual habita Dios de forma única y
personal. Continúa, luego, en su obra, presentando al ser humano bajo la analogía del castillo,
el cual estando llamado a vivir en la luz que le participa el que es la Luz desde lo profundo
120
Ibíd., 48-49. 121
Ibíd., 67.
40
de su ser, prefiere la oscuridad y las tinieblas con las cuales la Santa carmelita se refiere al
pecado.
Algo que suma la autora a la noción propia del pecado es que, aun cuando la persona cae en
este, el sol resplandeciente que le habita, es decir, Dios mismo, permanece en su interior; no
se esfuma, sino que sigue resplandeciente desde la hondura interior. La consecuencia
principal en esta analogía es que el pecado, como es oscuridad y tiniebla, no permite que del
castillo de cristal se trasluzca la luz de Dios. Sobre este particular, la Reformadora del
Carmelo señala:
Os quiero decir que consideréis qué será ver este castillo tan resplandeciente y hermoso,
esta perla oriental, este árbol de vida que está plantado en las mismas aguas de la vida,
que es Dios, cuando cae en un pecado: no hay tinieblas más tenebrosas, ni cosa tan
oscura y negra, que no lo esté mucho más. No queráis más saber de que, con estarse el
mismo sol que le daba tanto resplandor y hermosura todavía en el centro del alma, es
como si allí no estuviese para participar de Él, con ser tan capaz para gozar de Su
Majestad como el cristal para resplandecer en él el sol.122
La autora enfatiza continuamente la realidad de pecado del ser humano el cual, al hacerlo
cotidiano, deja de lado y olvida la posibilidad tan inmensa que tiene de comunicarse con Dios
y de gozar de Él. Por su parte, «Su Majestad» permanece en el interior de la persona en medio
de la realidad de pecado sin perder su esplendor y hermosura123, aunque sí se torna como
algo olvidado. Teresa presenta al ser humano criado por Dios como alguien entretenido con
lo superficial. Este, sin mayor conocimiento de su profundidad, presta su atención a lo que
está fuera de sí; en su analogía, es un ser que se desborda hacia lo que se encuentra en el
cerco del castillo de cristal. Ella explica esta situación diciendo:
...ya la costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas y bestias que
están en el cerco del castillo, que ya casi está hecha como ellas, y con ser de natural tan
rica y poder tener su conversación no menos que con Dios, no hay remedio.124
122
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 669. 123
Respecto a esta afirmación, la autora afirma: “Es de considerar aquí que la fuente y aquel sol resplandeciente
que está en el centro del alma no pierde su resplandor y hermosura que siempre está dentro de ella, y cosa no
puede quitar su hermosura. Más si sobre un cristal que está al sol se pusiese un paño muy negro, claro está que,
aunque el sol dé en él, no hará su claridad operación en el cristal”. Ibíd., 670. 124
Ibíd., 667.
41
La Monja carmelita, avanzando en las Moradas primeras, se refiere al pecado como un
apartarse de Dios y de la virtud y vuelve a mencionar que el alma, en otras palabras, el ser
humano, queda envuelto en tinieblas. Dice, además, que toda obra hecha fuera de Dios
ningún fruto alcanza debido a que:
...todas las buenas obras que hiciere, estando así en pecado mortal, son de ningún fruto
para alcanzar gloria; porque no procediendo de aquel principio, que es Dios, de donde
nuestra virtud es virtud, y apartándonos de Él, no puede ser agradable a sus ojos, pues,
en fin, el intento de quien hace un pecado mortal no es contentarle, sino hacer placer al
demonio, que como es las mismas tinieblas, así la pobre alma queda hecha una misma
tiniebla.125
Vivir en la tiniebla y en la oscuridad implica apartarse radicalmente de la luz. Esto puede
sonar un tanto obvio, pero es necesario enfatizarlo, ya que la luz de la cual se separa el ser
humano no es cualquier luz que fácilmente se puede oscurecer, sino que es Dios mismo, el
sol resplandeciente, el cual es ocultado por las obras del pecado.
Si en Atanasio se habla del pecado como un «dar la espalda a la contemplación de Dios y a
la virtud», en Teresa de Jesús el pecado se presenta como un «apartarse de Dios quien hace
que la virtud del ser humano lo sea realmente». Ambas posiciones envuelven en la tiniebla y
en la muerte a quienes permanecen en estas actitudes; de ahí que sea necesario preguntarse
con el Alejandrino respecto de una solución definitiva a dicha condición de la humanidad:
“¿De quién había necesidad para tal gracia y reconversión, sino de la palabra de Dios, que en
el principio había creado el universo de la nada?”126.
2.3. Causas de la encarnación del Verbo
2.3.1. Aniquilación del gobierno de la muerte y la corruptibilidad
Presentes en el mundo las consecuencias del pecado, es decir, la muerte, la corrupción y las
tinieblas, estaban deteriorando la creación de Dios y particularmente a la humanidad, la cual
125
Ibíd., 669-670. 126
Atanasio, La encarnación del Verbo, 51.
42
obrando la maldad y prefiriendo una vida en la oscuridad, se apartó de Dios y dio la espalda
a su voluntad y a vivir una vida divina colmada de felicidad. Ante esta situación, Atanasio
de Alejandría genera una serie de preguntas que buscan aterrizar el obrar de Dios respecto al
deterioro de la humanidad. Ejemplo de ello es el siguiente:
¿Qué debía hacer Dios que es bueno? ¿Dejar que la corrupción prevaleciera sobre ellos
y que la muerte los dominara? [...] Habiéndolos creado y traído a la existencia, sería lo
más absurdo que su obra pereciera, especialmente a la vista del que la creó.127
El obispo de Alejandría sabe que el creador no se queda de brazos cruzados y las Escrituras
constatan su proceder y su actuar, por ejemplo, con la presencia de los profetas, por medio
de los cuales se acercó a su pueblo y le habló al corazón. Dios ha buscado en todas las formas
que su creación no perezca ni sucumba ante el pecado destructor. Su apuesta definitiva la
lleva a cabo con su Verbo ya que, como dice Atanasio, “solo él era capaz de recrear el
universo y solo él era el apropiado para padecer por todos y ser mensajero de todos ante el
Padre”128.
La encarnación del Verbo, como primer argumento que presenta el Defensor de la ortodoxia,
se da para aniquilar el gobierno de la muerte y la corruptibilidad. Dicha presencia del Verbo
en medio de la humanidad no implica que antes no haya estado, lo que cambia
proporcionalmente es la forma en que se manifiesta a la humanidad. El autor lo explicita de
la siguiente manera:
Por esta razón el incorpóreo e incorruptible e inmaterial Verbo de Dios aparece en
nuestra tierra; no es que antes hubiera estado alejado, pues ninguna parte de la creación
estaba vacía de él, ya que el llena todos los seres operando en todos en unión con su
Padre. Pero en su benevolencia con nosotros condescendió en venir y hacerse
manifiesto.129
De lo anterior se deduce que hay una razón muy potente que logra incluso que el Verbo de
Dios se encarne y se manifieste al mundo: el amor que Dios tiene por la humanidad y la
benevolencia con que responde a su pecado. Atanasio tiene claro que el amor antecede todo
127
Ibíd., 50. 128
Ibíd., 51. 129
Ibíd., 53.
43
tipo de acción divina, de ahí que la predilección de Dios por el hombre a quien creó según su
imagen y semejanza, ni la iniquidad más grande puede aminorarla. En sus palabras: “El
Verbo siendo incorpóreo y Verbo por naturaleza, por el amor a los hombres y por la
benignidad y la bondad de su propio Padre, se nos ha presentado en un cuerpo humano para
nuestra salvación”130.
La salvación es la causa primordial de su venida. Un amor intenso del Padre y del Hijo Verbo,
por medio del cual todo había sido creado, no podía hacer menos que rescatar a la humanidad
de una muerte que, aunque le era propia por su naturaleza caída, no lo era por causa de estar
revestida de la divinidad del Verbo. La humanidad fue, pues, la causa de la encarnación,
como afirma el Santo, el Verbo de Dios vino porque “vio el género racional destruido y que
la muerte reinaba entre ellos con su corrupción”131 por este motivo toma un cuerpo igual al
de los hombres y a través de él obtiene la victoria sobre la muerte. El Obispo de Alejandría
constata que:
Lo que él mismo había creado, era lo que perecía; [...] se compadeció de nuestra raza
y lamentó nuestra debilidad y, sometiéndose a nuestra corrupción, no toleró el dominio
de la muerte, sino que, para que lo creado no se destruyera ni la obra del Padre entre
los hombres resultara en vano, tomó para sí un cuerpo y éste no diferente al nuestro.132
Por la encarnación del Verbo se realiza la obra recreadora y salvífica de la humanidad. Ante
el panorama de muerte el Verbo Hijo devuelve lo perdido a causa del pecado, es decir, la
vida y la incorruptibilidad al ser humano. Por medio de su cuerpo, el Verbo de Dios acogió
la corrupción y la muerte de todos para destruirla y dejar en cambio la resurrección. En
palabras de Atanasio:
Y así, tomando un cuerpo semejante al nuestro, puesto que todos estamos sujetos a la
corrupción de la muerte, lo entregó por todos a la muerte, lo ofreció al Padre, y lo hizo
de una manera benevolente, para que muriendo todos en él se aboliera la ley humana
que hace referencia a la corrupción [...] para que, como los hombres habían vuelto a la
corrupción, él los retornara a la incorruptibilidad y pudiera darles vida en vez de
130
Ibíd., 38. 131
Ibíd., 53. 132
Ibíd., 53-54.
44
muerte, por la apropiación de su cuerpo, haciendo desaparecer la muerte de ellos, como
una caña en el fuego, por la gracia de la resurrección.133
En medio de las argumentaciones del autor al respecto de la destrucción de la muerte, insiste
que “el salvador no vino a poner fin a su propia muerte, sino a la de los hombres”134. Continúa
aclarando el Alejandrino cómo pudo suceder que, muriendo el Verbo de Dios, acabara con
la corrupción y destruyera el poderío de la muerte que pesaba sobre toda la humanidad a
causa del pecado. Sobre este particular afirma:
Puesto que el Verbo de Dios está sobre todos, consecuentemente, ofreciendo su propio
templo y el instrumento corporal como sustituto por todos, pagaba la deuda con su
muerte; y como el incorruptible Hijo de Dios estaba unido a todos los hombres a través
de un cuerpo semejante a los de todos, revistió en consecuencia a todos los hombres de
incorruptibilidad por la promesa referente a su resurrección.135
Hasta este punto se ha declarado el primer argumento que presenta el autor acerca de la
encarnación del Verbo. Así como fue partícipe en la creación, lo es también en la destrucción
de la muerte y la corrupción de la humanidad, dejándola nuevamente revestida de la
condición divina de él mismo, Verbo de Dios y dador de vida.
2.3.2. Conocimiento del Padre por las obras del Hijo
Ser hechos a imagen y semejanza del creador, además de dar la oportunidad de vivir una vida
divina y de acoger la incorruptibilidad gracias al poder del Verbo participado al ser humano,
permitía a la criatura dotada de razón conocer a aquel que le creó136. La humanidad abocada
a lo superficial terminó dejando de lado a Dios y acogió por dioses a la creación, a hombres
como ellos y a las cosas del mundo. Atanasio de Alejandría, en La encarnación del Verbo,
indica que:
…los hombres, despreciando también la gracia de esta manera concedida, se alejaron
tanto de Dios que no solo perdieron el concepto de Dios, sino que además se forjaron
133
Ibíd., 54-55. 134
Ibíd., 81-82. 135
Ibíd., 55. 136
Dios, afirma Atanasio, “vio que era total el abandono de las criaturas hacia la comprensión y el conocimiento
del hacedor [...]. De ahí que, para que no ocurriera esto, como era bueno, los hizo partícipes de su propia imagen,
nuestro Señor Jesucristo, y los creó a su imagen y semejanza”. Ibíd., 59.
45
otros en su lugar [...]. Transfirieron a la madera y a las piedras y a la materia toda y a
los hombres la honra de Dios.137
Ante tal situación, el Alejandrino presenta su segundo argumento respecto de la encarnación
del Verbo. No solo se hizo uno con la humanidad como lo explicita el evangelio de Juan: “el
Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros” (Jn 1, 14) para vencer la muerte y
acabar con la incorruptibilidad; sino que, afirma el autor, “el Verbo de Dios se presentó en
su propia persona, para que la imagen del Padre pudiera recrear al hombre que existe a su
imagen”138, y así la humanidad recobrara la semejanza perdida a causa de las obras del
pecado.
Por medio de las obras realizadas por el Verbo encarnado en medio de su pueblo, es posible
reconocer el Padre y su actuar, pues “el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que
ve hacer a su padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo” (Jn 5, 19). Con
sus obras, el Verbo de Dios encarnado buscó a toda costa atraer a los demás seres humanos
hacia el Padre. Según indica Atanasio:
[El Hijo de Dios] nació y apareció como un hombre, y murió y resucitó, debilitando y
ensombreciendo por medio de sus propias obras las de todos los hombres, para, a
cualquier parte que los hombres fuesen atraídos, sacarlos de ahí y enseñarles su
verdadero padre, tal como él mismo dice: “He venido a salvar y encontrar lo que estaba
perdido” (Lc 19, 10).139
Dichas obras además de atraer a todos hacia el Padre, mostraban a Jesús como el propio
Verbo de Dios. Viéndole hacer lo que nadie hacía, por estar la humanidad volcada a las obras
de las tinieblas, es decir, del pecado, descubrían en él algo diferente, una manera de actuar
distinta, una forma divina de acercarse a la realidad140. El Obispo de Alejandría pone varios
ejemplos que ayudan a comprender la situación:
137
Ibíd., 60. 138
Ibíd., 64. 139
Ibíd., 68. 140
Atanasio aclara que el Hijo de Dios, “no realizó, inmediatamente después de su venida el sacrificio por
todos entregando su cuerpo a la muerte, y haciéndolo resucitar para hacerse por ello invisible, sino que se hizo
visible a través de este, permaneciendo en él y realizando tales obras y dando tales señales que lo hacían conocer
ya no como hombre, sino como el propio Dios Verbo”. Ibíd., 69.
46
En efecto, dominar a los demonios, y ahuyentarlos no es una obra humana, sino divina.
Y al verle curar las enfermedades a las que está sujeto el género humano, ¿cómo pensar
todavía que es un hombre y no Dios? Purificaba a los leprosos, hacía andar a los cojos,
abría los oídos de los sordos, daba la vista a los ciegos, y, en una palabra, alejaba del
cuerpo de los hombres todos los males y enfermedades y en esas acciones cada cual
podía contemplar su divinidad.141
Hacer que el ser humano volviera su mirada a la providencia de Dios, la cual habían olvidado
y a la que habían dado la espalda, muestra la necesidad de las obras del Verbo de Dios. Ya
que no habían reconocido a Dios por medio de la creación, las obras del Verbo encarnado
lograrían hacer que los seres humanos reconocieran al Padre por medio él, que “es imagen
de Dios invisible” (Col 1, 15). El Santo estima que:
Era perfectamente justo, parece, que el Salvador realizase todas esas cosas, para que
los hombres que habían desconocido su providencia universal y que no habían
reconocido su divinidad a través de la creación, vieran al menos las obras que cumplía
mediante su cuerpo y, a través de él, se hicieran una idea del conocimiento del Padre,
remontando, como he dicho más arriba, de sus obras particulares a su providencia
universal.142
Solo el Hijo de Dios, el Verbo del Padre por medio de quien fueron creadas todas las cosas,
podía restablecer y regenerar a quienes habían sido creados a su imagen y semejanza. Solo
su amor y benevolencia por la humanidad podía llegar incluso a vencer la muerte, así como
a mostrar al padre por medio de sus obras. El Campeón de la ortodoxia es consciente sobre
la necesidad que había de la encarnación y de las obras del Verbo de Dios, es por esta razón
que a lo largo de su tratado argumenta que:
Ningún otro podía recrear a los hombres según su imagen, excepto quien es la imagen
del Padre; ningún otro podía resucitar y hacer inmortal a un ser mortal, excepto quien
es la Vida misma, nuestro Señor Jesucristo y ningún otro podía hacer conocer al Padre
y destruir el culto de los ídolos, excepto el Verbo que ha ordenado el universo y que
sólo él es el Hijo verdadero y unigénito del Padre.143
La compasión del Salvador, concluye Atanasio respecto de los dos argumentos que presenta
sobre la encarnación del Hijo del Padre, se manifestó de dos maneras, la primera, es el haber
141
Ibíd., 73-74. 142
Ibíd., 75. 143
Ibíd., 77.
47
logrado que desapareciera de los seres humanos la muerte dejándolos renovados y, la
segunda, es que “se revelara por sus obras y se conociera que él era el Hijo de Dios y Verbo
del Padre, el guía y rey del universo”144. De esta manera se ve de forma clara y transparente
la apuesta constante de Dios por su creación y, especialmente, por la humanidad, la cual
desde el principio fue mirada con predilección por su hacedor.
2.4. Vida cristiana
2.4.1. Obras y frutos que surgen de la comprensión de las obras del Verbo encarnado
La encarnación del Verbo ha sido en la historia un acontecimiento central y transformador
de la existencia de quienes se han encontrado con Él. Desde los discípulos que siguieron a
Jesús en vida, luego transmisores de la fe hasta hoy generación tras generación, el encuentro
con el Hijo de Dios ha tocado y ha movido a los seres humanos a obrar según las
características de sus acciones que son, a la vez, las del Padre. La categoría vida cristiana se
traduce en obras y frutos que hombres y mujeres, como Atanasio de Alejandría y Teresa de
Jesús, han realizado y han motivado a hacer a otros, al haberse reconocidos revestidos de la
divinidad del Verbo de Dios y unidos íntimamente a él.
A partir de la resurrección del Hijo de Dios sus obras continúan mostrándole presente en el
mundo, confirmando de esta manera las palabras que, al final del evangelio de Mateo, luego
de la resurrección, dirige a sus discípulos: “he aquí que yo estoy con ustedes todos los días
hasta el fin de los tiempos” (Mt 28, 20).
Las obras del Hijo de Dios marcaron la humanidad en medio de la cual se hizo presente y
dejaron impresiones diversas en las personas que fueron testigos de estas; unas, vieron a
través de sus acciones en favor de los necesitados su divinidad y le siguieron; otras, en
cambio, le tomaron por blasfemo. Después de su muerte y resurrección algunas personas
pensaron que la finalidad de la encarnación del Verbo pudo darse por medio de otras criaturas
144
Ibíd., 69.
48
de la creación, pero su intención no era tan solo mostrarse a los seres humanos. Respecto de
esta aserción el Alejandrino argumenta que:
El Señor no ha venido a mostrarse, sino a curar y a enseñar a los que sufrían. Para
mostrarse bastaba aparecer e impresionar a los que le veían pero para curar y enseñar
no bastaba simplemente con venir, era necesario hacerse útil a los que estaban en
necesidad y mostrarse de una manera que pudieran soportar los indigentes, para no
turbar a los que tenían necesidad de él con la humanidad sufriente y para no hacer inútil
la aparición de Dios.145
Movido por la compasión, el Verbo de Dios hecho carne actuó en favor de los hombres y
mujeres que de una u otra manera entraron en contacto con él, e incluso con personas que no
tenían buena relación con el pueblo de Israel al que Jesús fue enviado como se indica en el
evangelio de Mateo: “No he sido enviado más que a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”
(Mt 15, 24). Y, aun así, por la fe, actúa en favor de la mujer Cananea que sale a su encuentro.
Sobre este particular, Atanasio de Alejandría asevera: “Cristo ha venido, ha iluminado
absolutamente a todos los hombres con su luz y ha impartido la verdadera y divina enseñanza
acerca de su Padre”146.
Es claro para quienes han creído en Jesucristo que sus obras tanto en su vida terrena, así como
luego, a partir de la resurrección, permanecen vigentes. El Hijo de Dios continúa actuando
en la historia, en medio de los seres humanos que se abren a su benevolencia para transformar
sus realidades de muerte y tiniebla, vencidas por él, en una vida traspasada por la divinidad.
Para aquellos que en medio de todo no crean en la resurrección del Verbo y, por tanto,
desestimen su obrar, el obispo de Alejandría argumenta:
¿Cómo se podría todavía dudar y preguntarse si el salvador ha resucitado, si Cristo está
vivo o, más bien, si él mismo es la vida? ¿Es un muerto capaz de penetrar el corazón
de los hombres, de hacerlos renegar de las leyes de sus padres y abrazar la doctrina de
Cristo? Y si no está actuando (pues eso es lo propio de un muerto) ¿cómo puede hacer
cesar a los vivos de su actividad, de modo que el adúltero ya no cometa adulterio, que
145
Ibíd., 120-121. 146
Ibíd., 115.
49
el homicida no mate más, que el injusto no sea ya arrogante y que el impío sea piadoso
a partir de entonces?147
Quienes desde la fe descubren cerca de sí a Dios vivo y presente por medio de su Verbo
resucitado y se abren a él, toman conciencia de la transformación que opera en sus existencias
al punto de acercarles cada vez más a la semejanza con la cual al principio les habían creado.
Ante las obras del Salvador no queda, pues, ninguna posibilidad de decir que Cristo
permanece muerto, pues, como afirma el Alejandrino, “sus obras son el signo de su
resurrección”148, y, en otro apartado, dice que:
...si es verdad que un muerto no puede hacer nada y que el Salvador opera cada día
tantos prodigios (arrastra a la piedad, persuade a la virtud, enseña la inmortalidad,
conduce al deseo del cielo, revela el conocimiento del Padre, inspira la fuerza contra la
muerte, se muestra a cada uno y destruye la impiedad de los ídolos) [...], ¿de quién se
dirá que es un muerto? ¿De Cristo que realiza todas estas cosas?149
El que ha vencido la muerte y la incorruptibilidad no ha abandonado a la humanidad. Él es,
pues, como lo decía el profeta Isaías para su contexto y lo retoma el evangelista Mateo, el
“Emmanuel, que traducido significa: «el Dios con nosotros».” (Mt 1, 23). Es así, indica el
Santo, “que el Hijo de Dios vivo y activo está actuando cada día y opera la salvación de
todos”150.
De lo dicho acerca del obrar de Cristo tanto en el apartado anterior, como al inicio de este en
el cual se ha presentado la acción del Salvador sobre la humanidad que se abre a él en la fe,
luego de la resurrección, es posible confirmar las implicaciones que su proceder trae para los
seres humanos ya que, como señala el autor, “el cuerpo se ha revestido del Verbo de Dios
incorpóreo; así no teme ya ni la muerte ni la corrupción, puesto que se ha revestido de vida
y en él la corrupción ha desaparecido”151.
147
Ibíd., 96. 148
Ibíd., 98. 149
Ibíd., 97. 150
Ibíd. 151
Ibíd., 124.
50
La vida cristiana, traducida en obras y frutos de los creyentes, solo comienza a manifestarse
cuando el ser humano se hace consciente de la obra salvífica de Cristo, el Verbo encarnado,
quien por amor y benevolencia “siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser
igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose
semejante a los hombres” (Flp 2, 6-7), para llevarlos de nuevo al Padre y devolverles la
incorruptibilidad. De esta manera, la humanidad creyente y abierta al obrar divino, al ver la
salida de sí de Dios, comienza a constatar la transformación que se opera desde su propio
interior, y sale de sí al encuentro de la comunidad y la realidad toda.
La victoria de Cristo lanza a sus discípulos a enfrentarse incluso a aquello a lo cual antes
temían152. El valor que nace en ellos confirma la acción del resucitado y, la firmeza de la fe
es tal, que son capaces de acoger para sí la muerte antes que rechazar a su Salvador. Sobre
este particular confirma Atanasio que:
Desde que el Salvador ha resucitado su cuerpo, la muerte ya no es temible; todos los
que creen en Cristo la arrojan a los pies como si fuera nada y prefieren morir antes que
renegar de la fe de Cristo. Saben verdaderamente que al morir no perecen, sino que
viven, y que la resurrección les volverá incorruptibles.153
Es por la fe en Cristo que los creyentes ven la realidad de otra manera y los grandes miedos
y obstáculos tienen otra perspectiva y magnitud. Ante realidades ensombrecedoras de la
existencia toman elecciones guiados por aquel que ha sufrido por todos, trocando muerte en
vida, oscuridad en luz. Los creyentes saben, desde la perspectiva del Alejandrino que, “aquel
del que las Escrituras anuncian que sufre por todos, no es simplemente un hombre, sino que
se dice que es la vida de todos, aunque sea por naturaleza semejante a los hombres”154. Esta
nueva condición humana no implica que las personas dejen de sufrir o de vivir instantes de
152
Al respecto indica Atanasio de Alejandría: “Que la muerte haya sido destruida y que la cruz sea una victoria
conseguida sobre ella, que no tenga más fuerza en adelante, sino que haya verdaderamente muerto, he aquí una
prueba considerable y un testimonio evidente de ello: todos los discípulos de Cristo desprecian la muerte, todos
se lanzan contra ella, sin temerla ya, sino por el signo de la cruz y la fe en Cristo la arrojan a los pies como una
cosa muerta”. Ibíd., 91. 153
Ibíd. 154
Ibíd., 108.
51
tiniebla, lo que sí está claro es que este ya no es su estado de vida permanente ni su elección
fundamental.
Las obras de los cristianos son también traspasadas por la divinidad del Verbo de Dios y es
notable en su actuar cotidiano un nuevo impulso esperanzador, ante un ambiente tosco que
incluso pueda estar marcado por la persecución. Respecto de este asunto, el Obispo de
Alejandría expresa que:
Ciertamente los discípulos de Cristo, no combatiendo ya entre sí, se oponen a los
demonios con sus costumbres y sus acciones virtuosas, los ponen en fuga y se burlan
de su guía, el diablo; en la juventud guardan templanza; en las pruebas, paciencia; en
los sufrimientos, fortaleza; soportan los ultrajes; no temen las expoliaciones y, cosa
admirable, desprecian la muerte y se hacen mártires de Cristo.155
2.4.2. Estudio de las Escrituras y vivencia de la virtud
Hacia la parte final del tratado La encarnación del Verbo, Atanasio insiste en dos aspectos
de la vida cristiana que son de vital relevancia a los «bienaventurados y verdaderos amigos
de Cristo». Uno de ellos es el estudio de las Escrituras y, el otro, la vivencia de la virtud.
Luego de sintetizar lo que realizó a lo largo de su obra, el autor lanza al creyente a dar un
paso más en la comprensión de la fe cristiana y en el acontecimiento de la encarnación del
Verbo de Dios, diciendo:
He aquí pues lo que te expongo brevemente en estas consideraciones, amigo de Cristo,
para una exposición elemental y una delimitación de la fe de Cristo y de su divina
aparición entre nosotros. Pero si aprovechas la oportunidad que te ofrecen y te lanzas
al estudio de las Escrituras, para aplicar verdaderamente allí tu inteligencia, conocerás
por ellas más completa y más claramente la exactitud de lo que hemos dicho.156
Las Escrituras se convierten en el sustento y alimento del creyente donde una y otra vez
puede ir para acrecentar y sostener la experiencia de la fe. El Alejandrino considera que es
155
Ibíd., 137. 156
Ibíd., 143.
52
en ellas donde se encuentra con exactitud todo el misterio de la encarnación expuesto con
suficiente claridad.
A partir de lo anterior, el obispo de Alejandría continúa ofreciendo medios para que el
«amigo de Cristo» avance en su vida de fe, consciente del amor y la benevolencia divina con
lo cual ha actuado Dios a través de su Verbo y que corresponda, además, con la
transformación personal y comunitaria que se ha iniciado en la comprensión de la salvación
operada por Cristo, diciendo:
Además del estudio del conocimiento verdadero de las Escrituras, es necesaria una vida
recta, un alma pura y la virtud según Cristo, para que la inteligencia, avanzando por el
camino de la virtud, pueda alcanzar y comprender lo que desea, en la medida en que la
naturaleza humana puede comprender al Verbo de Dios. Sin una inteligencia pura y la
imitación de la vida de los santos, no se pueden comprender las palabras de los
santos.157
No se trata aquí tan solo de un acto intelectivo del misterio al acercarse a las Escrituras, sino
de la vivencia de las virtudes y de las obras que permitan reconocer el actuar de Dios en
medio de la humanidad. De esta manera es posible reconocer cómo las obras del Verbo
encarnado que, como ya se dijo en otro lugar son las mismas del Padre, pasan ahora a ser las
obras de los discípulos. El evangelio de Juan lo indica cuando dice: “el que crea en mí, hará
él también las obras que yo hago y hará mayores aún” (Jn 14, 12).
Un elemento que se desprende de la vivencia de la virtud es acercarse a la vida de los santos,
quienes sin duda aportan con su testimonio de palabra y obra a la vida cristiana del creyente.
Atanasio frente a este asunto considera que se requiere: “acercarse a los mismos santos con
la imitación de sus acciones, a fin de que, unido a ellos por la conducta de su vida, comprenda
lo que ha sido revelado por Dios y, unido a ellos, evite el peligro que amenaza a los
pecadores”.158
157
Ibíd., 144. 158
Ibíd., 145.
53
Lo que propone el Alejandrino con respecto a la imitación de las acciones de los santos no
implica despersonalizarse o vivir, comer y vestir de la forma en que ellos y ellas lo hicieron.
Se trata más bien de imitar la naturaleza divina presente en los santos, los cuales al hacerse
conscientes de ella actuaron según la misma, apropiando para sí el deseo de configuración
con Dios en Cristo Jesús. De esta manera la persona acoge para sí y para los demás el bien,
el amor, la misericordia y la bondad; atributos propios de Dios participados a la humanidad
por medio de la imagen y semejanza con que fue creada.
El Santo deja clara la responsabilidad de aquel que, comprendiendo y creyendo en el misterio
de la encarnación, en Cristo el salvador, deja que su vida sea traspasada por la divinidad y
obra según esta realidad. Queda, pues, esta afirmación del Alejandrino que bien resume la
experiencia encarnatoria, divina y humana, que se actualiza constantemente en el ser humano,
diciendo que el Verbo de Dios: “en efecto, se hace hombre para que lleguemos a ser Dios; se
ha hecho visible en su cuerpo, para que nos hagamos una idea del Padre invisible; ha
soportado los ultrajes de los hombres, a fin de que heredemos la incorruptibilidad”159.
Queda claro después de este recorrido inicial con el Campeón de la ortodoxia, respecto de
las obras de Cristo que motivan el obrar de los cristianos gracias a la participación en la vida
divina, que desde el principio la iniciativa es de Dios y el ser humano un interlocutor de una
comunicación iniciada por su hacedor. La salida de sí de Dios va dirigida a toda la humanidad
creada por él; quien le acoge y vuelve la mirada a su Salvador, descubre una nueva
oportunidad de transformación propia y, a la vez, de salida a los demás seres humanos y a la
creación entera.
2.4.3. Frutos que nacen del árbol plantado en la fuente de vida
Santa Teresa de Jesús pone de manifiesto en su obra Castillo interior, cómo el ser humano
que se encuentra plantado como un árbol en aguas claras, en la fuente viva que es Dios, logra
159
Ibíd., 139.
54
dar frutos agradables. Su Salvador se convierte en la savia que alimenta, da vida y le lleva a
dar vida y fruto en abundancia. Ella dice en las Moradas primeras que,
Así como de una fuente muy clara lo son todos los arroyicos que salen de ella, como
es un alma que está en gracia, que de aquí le vienen ser sus obras tan agradables a los
ojos de Dios y de los hombres, porque proceden de esta fuente de vida, adonde el alma
está como un árbol plantado en ella, que la frescura y fruto no tuviera si no le procediese
de allí, que esto le sustenta y hace no secarse y que dé buen fruto; así el alma que por
su culpa se aparta de esta fuente y se planta en otra de muy negrísima agua y de muy
mal olor, todo lo que corre de ella es la misma desventura y suciedad.160
Respecto a esta realidad del ser humano que permanece unido a Dios y obra según dicha
unión, el cuarto evangelio presenta a Jesús diciendo a sus discípulos:
Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid;
así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes los sarmientos.
El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto; porque separados de mí no
podéis hacer nada. (Jn 15, 4-5)
La Santa tiene su fundamento en la experiencia evangélica y, muy seguramente, estos versos
del evangelio de Juan pudieron guiar su pensamiento en el cual deja claro el obrar de Dios
en la persona y en la humanidad por medio del Verbo, sin el cual nada pueden los seres
humanos.
Entre las acciones que ve la autora desplegadas en quien se acoge a «Su Majestad» y acepta
el llamado a entrar a su interioridad amplísima, para tener un encuentro profundo con la
Trinidad que le habita, está la vida de oración. Es a partir de este diálogo íntimo que surgen
las obras como frutos de buen sabor. Para la autora es fundamental el diálogo permanente y
consciente de las criaturas con Dios, por esta razón ella entiende que,
...la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental
que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la que no advierte
con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quien, no lo llamo yo oración,
aunque mucho menee los labios.161
160
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 670. 161
Ibíd., 667.
55
En cambio, quien no comienza un camino de oración en su vida cristiana termina como
tullido, es decir, con su ser paralizado, el cual le imposibilita para entrar a su interior y aún
más para salir al encuentro de los demás. La Santa, quien se relacionaba constantemente con
personas estudiadas, pudo comprender esta realidad. Ella lo explica así:
Decíame poco ha un gran letrado que son las almas que no tienen oración como un
cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tienen pies y manos no los pueden mandar;
que así son, que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores, que
no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí.162
Otro fruto proveniente de la comprensión del Verbo encarnado desde la experiencia vital de
Teresa de Jesús, de un Dios vivo y presente no solo en medio de los seres humanos sino
dentro de ellos es, como también lo afirma Atanasio, considerar la vida virtuosa de los santos
y buscar alcanzar su gozo reconociendo, a la par, la gran capacidad que tiene el ser humano,
gracias al don de Dios, de entrar en comunicación con su Salvador. Al descubrir tanta bondad
y misericordia de parte de su Criador, no puede hacer otra cosa sino amarle163.
Quien reconoce la acción de Dios y la transformación al interior de la persona,
necesariamente exterioriza todo aquello que ha recibido gratuitamente en favor de quienes le
rodean. Teresa de Jesús es enfática cuando, luego de las gracias que recibe del Señor, pone
por obra lo que ella llama los efectos del obrar de Dios en ella. De la misma manera, el
testimonio de los demás también lo toma como un don preciado, el cual le aporta a su
experiencia vital con su Salvador. Ella nos relata uno de estos testimonios en los siguientes
términos:
Decía aquella persona que había sacado dos cosas de la merced que Dios le hizo: la
una, un temor grandísimo de ofenderle, y así siempre le andaba suplicando no la dejase
caer, viendo tan terribles daños; la segunda, un espejo para la humildad, mirando cómo
cosa buena que hagamos no viene su principio de nosotros, sino de esta fuente adonde
está plantado este árbol de nuestras almas, y de este sol que da calor a nuestras obras.164
162
Ibíd. 163
La monja carmelita considera que, “así como no nos hace daño considerar las cosas que hay en el cielo y lo
que gozan los bienaventurados, antes nos alegramos y procuramos alcanzar lo que ellos gozan, tampoco nos
hará ver que es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor;
y amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa”. Ibíd., 665. 164
Ibíd., 671.
56
Nuevamente la Reformadora del Carmelo señala que sólo es posible obrar con bondad si
dichas obras dimanan de la unión que se tiene con Dios: “con la virtud de Dios obraremos
muy mejor virtud que muy atadas a nuestra tierra”165. Lejos de él, como se especificaba desde
el evangelio de Juan, nada puede el ser humano.
El conocimiento de sí aparece en el hombre y la mujer como un fruto fundamental de la
relación humana con Dios que les habita y de la relación con los demás seres humanos.
Conocer la propia limitación y la de la humanidad en general, lleva a las personas a crecer
en humildad y, así mismo, al reconocer la grandeza de Dios se descubre la finalidad de la
unión con él, la cual busca engrandecer a todos por igual. La Monja carmelita afirma que,
Es cosa tan importante este conocernos que no querría en ello hubiese jamás relajación,
por subidas que estéis en los cielos; pues mientras estamos en esta tierra no hay cosa
que más nos importe que la humildad [...]. A mi parecer jamás nos acabamos de
conocer si no procuramos conocer a Dios.166
El obrar de Dios en el ser humano puede verse distorsionado por la acción del mal que, desde
la libertad humana, puede ser acogido una y otra vez; por este motivo es necesario tener
siempre los ojos fijos en el Señor. Si antes se mencionaron las obras del pecado como un
alejarse y dar la espalda a Dios y a su voluntad, estar en unión con él implica mirarle,
acogerle, dejarse transformar y actuar según él lo hizo y lo continúa haciendo, a partir del
acontecimiento de la encarnación. Saberse amados hace que los seres humanos se muevan a
amar y, en esto, está su perfección. La Santa abulense explica esta situación de la siguiente
manera:
Lo que aquí pretende el demonio no es poco, que es enfriar la caridad y el amor de unas
con otras, que sería gran daño. Entendamos hijas mías, que la perfección verdadera es
amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardáremos estos dos
mandamientos, seremos más perfectas.167
165
Ibíd., 674. 166
Ibíd. 167
Ibíd., 678.
57
La perfección del encuentro con Dios está en hacer su voluntad, la cual más que en el hacer
grandes prodigios, está en el amar. Del inmenso amor recibido de Dios surge, pues, la
necesidad de salir de sí y amar tan intensamente como sea posible en el amor desbordante
con el cual el ser humano ha sido amado hasta el extremo.
A modo de conclusión, la finalidad del presente capítulo fue analizar las obras La
encarnación del Verbo de san Atanasio de Alejandría y las Primeras moradas del Castillo
interior de santa Teresa de Jesús a partir de las categorías: grandeza y dignidad del ser
humano, pecado, causas de la encarnación y vida cristiana. Cada una de ellas vistas desde la
apuesta eclesiológica de comprensión del misterio de la encarnación para cada autor;
comprensión que, aún en medio de la distancia en el tiempo histórico de ambos, guarda una
inmensa comunión respecto de lo esencial del misterio en la vivencia del mismo.
Así como la comprensión del acontecimiento encarnatorio tuvo implicaciones para el
contexto puntual de cada autor, en la forma de responder a un Amor capaz de llevar de nuevo
a los hombres y mujeres a Dios, y de salvarles de la muerte y la corrupción participándoles
vida divina, también en el momento presente de la historia continúa siendo vital reconocer
dicho acontecimiento, incluirse en él, acogerlo en la fe y vivir de acuerdo a la transformación
que este opera desde el interior de la persona hasta llegar a su realidad, su historia y contexto
eclesial particular. Esta actualización del sentido de las obras de ambos santos para la realidad
actual será el tema central del siguiente capítulo.
58
3. CAPÍTULO 3: IMPLICACIONES ECLESIOLÓGICAS DE LAS OBRAS
LA ENCARNACIÓN DEL VERBO Y LAS MORADAS PRIMERAS DEL
CASTILLO INTERIOR PARA LA VIDA CRISTIANA HOY
Luego de haber recorrido el contexto propio de Atanasio de Alejandría y de Teresa de Jesús,
un hombre y una mujer de épocas diferentes con problemáticas sociales, culturales y
religiosas distintas, a las cuales respondieron con altura y desde su experiencia de fe; y
después de haber analizado las obras La encarnación del Verbo y las Primeras moradas del
Castillo interior respectivamente, es el momento en el cual las vidas y las obras de estos dos
cristianos, permitirán identificar las implicaciones eclesiológicas que se desprenden de ellas
para la vida cristiana hoy.
Para lograr dicho objetivo, en el presente capítulo, teniendo como fundamento el análisis
realizado en clave eclesiológica de las obras ya mencionadas de los autores, en primer lugar
se hará un acercamiento a la relación entre encarnación e Iglesia hoy; en segundo lugar se
identificarán las implicaciones eclesiológicas de la comprensión del misterio de la
encarnación en diversos niveles: ministerial, sacramental, de vida consagrada y de vida
cristiana en general para el tiempo presente y, por último, se ofrecerá una conclusión.
3.1. Encarnación e Iglesia hoy
En el recorrido realizado hasta este punto queda claro que Dios, en la comunicación de su
amor y fidelidad a la humanidad, toma siempre la iniciativa. Aún en los peores momentos de
la historia, en medio de las divisiones más atroces incluso religiosamente hablando, Él no se
ha quedado en silencio. Él sigue hablando e invitando para que el ser humano no le dé más
la espalda y le mire de forma cercana e íntima. No son distantes las palabras del Concilio
Vaticano II en la Constitución dogmática Dei Verbum cuando dice que “Dios invisible,
movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos
en su compañía”168.
168
Concilio Vaticano II, “Constitución dogmática Dei Verbum sobre la divina revelación” 2.
59
La Palabra del Padre, el Verbo encarnado, sigue hablando y actuando en la Iglesia entera y,
cuando aquí se hace alusión a la Iglesia, se remite al Pueblo de Dios, fieles laicos y clérigos
que han respondido a la comunicación de Dios en Cristo Jesús169. Tanto Atanasio como
Teresa son ejemplo de esta realidad y, con su vida, su fe y obras, han mostrado que el Verbo
encarnado en el mundo y en cada persona permanece vivo y actuante. No se trata pues de
una Palabra cualquiera, sino de aquella que deja certezas profundas en quien la escucha. El
papa Francisco expresa esta realidad, diciendo:
La Palabra que Dios nos dirige en Jesús no es una más entre otras, sino su Palabra
eterna. No hay garantía más grande que Dios nos pueda dar para asegurarnos su amor
[...]. La fe cristiana es, por tanto, fe en el Amor pleno, en su poder eficaz, en su
capacidad de transformar el mundo e iluminar el tiempo.170
La Iglesia toda permanece, pues, en una constante relación con el Verbo encarnado, Cristo.
Es él el fundamento siempre actual de los creyentes, los cuales han tenido ya un encuentro
personal171 que ha transformado su existencia y les ha regalado la gracia de reconocer el
cumplimiento de las promesas de Dios. Si bien el encuentro y la toma de conciencia de la
actuación de Jesús, Palabra del Padre, es un proceso diferente en cada persona, el punto de
llegada es el reconocimiento de su presencia continua en medio de la humanidad. El papa
Benedicto XVI habla a la Iglesia sobre este aspecto y afirma que:
La relación entre Cristo, Palabra del Padre, y la Iglesia no puede ser comprendida como
si fuera solamente un acontecimiento pasado, sino que es una relación vital, en la cual
cada fiel está llamado a entrar personalmente. En efecto, hablamos de la presencia de
la Palabra de Dios entre nosotros: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo” (Mt, 28, 10).172
Hay distintas maneras en que la comunidad de creyentes reconoce la presencia de Dios.
Atanasio habló de las obras en que el Verbo del Padre sigue haciéndose manifiesto, Teresa
de Jesús le reconoce viviendo al interior de los seres humanos creados por él. Así mismo en
169
Esta noción de Pueblo de Dios fue tomada principalmente de: Concilio Vaticano II, “Constitución dogmática
Lumen Gentium sobre la Iglesia” 9-17. 170
Francisco, Carta encíclica Lumen Fidei 15. 171
El papa Benedicto XVI respecto del cristianismo, asevera: No se comienza a ser cristiano por una decisión
ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte
a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas Est 1. 172
Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Dómini 51.
60
la Eucaristía la Santa veía la oportunidad para entrar en un diálogo amoroso con «Su
Majestad», lo cual refleja la conciencia de presencia que se tiene en dicho sacramento, ella
lo expresa así: “Estaos vos con Él de buena gana. No perdáis tan buena sazón de negociar
como es la hora después de haber comulgado”173.
La humanidad misma es reflejo del Verbo encarnado, por medio de ella Él continúa
acercando a muchos al Padre. Da de su amor desbordante para que cada persona en el mundo
desborde dicho amor en los demás. Es esta una de las pedagogías que permiten reconocer y
palpar el amor de Dios en la historia. Benedicto XVI deja claras algunas formas en que es
posible descubrir la presencia de Dios en la Iglesia, diciendo:
El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene
a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su
Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. En la liturgia de la Iglesia, en
su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios,
percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra
vida cotidiana.174
La Iglesia es, pues portadora de la gran noticia de un Dios hecho carne que permanece fiel a
su Alianza de amor y que, por tanto, ha introducido el mundo y la historia en su realidad
divina. La Buena Nueva que anunció Jesús175 es la misma que continúa anunciando la Iglesia:
“el Reino de Dios ya está entre vosotros” (Lc 17, 21). Es por esta razón que, al ser
continuadora, debe primero reconocer y vivir al Verbo encarnado para luego poderlo
anunciar.
La Iglesia en sus fieles laicos y clérigos, ha llevado a cabo esta tarea de anuncio generación
tras generación hasta hoy. Cada momento histórico ha sido particular en las formas en que
173
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 604. 174
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas Est 17. 175
Pablo VI hizo mención de la misión de Jesús que anuncia con su palabra y con su vida toda, el cumplimiento
de las promesas de Dios: “Proclamar de ciudad en ciudad, sobre todo a los más pobres, el gozoso anuncio del
cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuestas por Dios, tal es la misión para la que Jesús se declara
enviado del Padre. Todos los aspectos de su misterio —la misma encarnación, los milagros, las enseñanzas, la
convocación de sus discípulos, el envío de los Doce, la cruz y la resurrección, la continuidad de su presencia en
medio de los suyos— forman parte de su actividad evangelizadora”. Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii
Nuntiandi 6.
61
esta Buena Nueva ha llegado a las diversas sociedades, lo cual ha permitido que se repiense
no lo fundamental, es decir, la presencia de Cristo Jesús en medio de los hombres y mujeres
de cada época, sino los medios para darla a conocer.
Atanasio de Alejandría, como ejemplo de los medios del anuncio evangélico, utilizó todo lo
que estaba a su alcance antes y después de ser obispo, sobre todo sus escritos, para acercar a
los suyos a Jesús, ya fuera con la ayuda de cartas, defensas de la fe o tratados sobre temas
diversos, escritos desde Alejandría o en alguno de sus cinco destierros. Teresa de Jesús en su
época no se quedó atrás. Aún sin un conocimiento teológico aprendido en la academia, es
capaz de poner por escrito todo lo que le viene por experiencia en su vida cristiana, tanto en
sus obras cotidianas como en su labor fundacional.
Por su parte, en el contexto de la Iglesia contemporánea, Pablo VI es consciente de la
necesidad de acoger nuevas formas para permitir que la encarnación de Jesús siga
perpetuándose y continuando su acción en el mundo. Él lo indica en Evangelii Nuntiandi
cuando afirma que:
Las condiciones de la sociedad nos obligan, por tanto, a revisar métodos, a buscar por
todos los medios el modo de llevar al hombre moderno el mensaje cristiano, en el cual
únicamente podrá hallar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para su empeño de
solidaridad humana.176
En cada uno de los esfuerzos de cada creyente por mostrar ese amor encarnado en la historia,
está la continuación, según sea su vocación y servicio en la Iglesia, de llevar la gran noticia
de liberación que transforma la humanidad e impulsa a vivir en una constante e íntima
relación con Dios177. Si en tiempo de Atanasio los monjes del desierto y los obispos fueron
los encargados de propagar la Buena Nueva y en tiempo de Teresa lo hizo la vida religiosa,
hoy toda la Iglesia está llamada a llevar a Jesús a cada espacio de la cotidianidad. En la misma
176
Ibíd., 3. 177
Pablo VI anota fuertemente este impulso que surge desde el Concilio Vaticano II de renovación al interior
de la Iglesia y, con respecto a la evangelización, dice que: “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena
Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma
humanidad. “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5)”. Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii
Nuntiandi 18.
62
línea el papa Francisco, un gran impulsor de la continuación de la tarea misionera de la Iglesia
encargada por Cristo, sostiene que:
La evangelización es tarea de la Iglesia. Pero este sujeto de la evangelización es más
que una institución orgánica y jerárquica, porque es ante todo un pueblo que peregrina
hacia Dios. Es ciertamente un misterio que hunde sus raíces en la Trinidad, pero tiene
su concreción histórica en un pueblo peregrino y evangelizador.178
La necesidad de la Iglesia de dar a conocer a un Dios encarnado que se desvive por
comunicarse con el ser humano desde su interior, y por recordarle su dignidad y participación
en la vida divina179, no radica en un deseo de tener más personas de su parte o adoctrinar por
adoctrinar, sino en compartir la alegría que ha recibido de saberse profundamente amada por
alguien que es fiel y en buscar la unidad en medio de la diversidad, la cual refleja la dinámica
comunitaria de la Trinidad al interior y en su constante salida de sí del Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.
Sobre este particular, Francisco da cuenta de los efectos de quien se encuentra con Jesús de
la siguiente manera: “La alegría del evangelio llena el corazón y la vida de los que se
encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza,
del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”180. Es
esta la característica primordial de aquel que redirecciona su existencia de la muerte y la
corrupción, a la vida y la incorruptibilidad sobre la cual Atanasio habla de forma persistente.
La fe del cristiano recibida como don debe estar, pues, arraigada no en un Dios abstracto sino
en aquel que la Iglesia proclama a viva voz resucitado y que camina con la humanidad en sus
gozos y sus angustias, en medio de las crisis de fe que subsisten en el mundo entero por la
178
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 111. 179
Las implicaciones de la fe sobrepasan lo poco a lo cual la condición humana está enseñada a esperar,
Francisco explicita que: “Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que
con ello le confiere una dignidad infinita. Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne humana significa
que cada persona humana ha sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre por
nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. [...]
Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana
y todos los vínculos sociales”. Ibíd., 178. 180
Ibíd., 1.
63
persecución, los escándalos de todo tipo dentro y fuera de la Iglesia, y la falta de testimonio
en muchos ambientes. La claridad del presente y la esperanza ante la oscuridad latente, solo
puede venir de quien es la luz y la vida, El Verbo del Padre. En la Carta encíclica Lumen
Fidei el papa Francisco recoge estas características de la fe y argumenta que:
...la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la
existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros
mismos: ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de
Dios. La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor,
un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y
construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos,
experimentamos que en él hay una promesa de plenitud y se nos abre la mirada al
futuro.181
La fe acoge todo tiempo de la historia, no se queda estática, sino que avanza. Es por este
motivo que al mirar la vida y obras de Atanasio y Teresa de Jesús se descubre que, si bien
viven y hablan a un momento puntual, la fe que envuelve su ser y su hacer permanece hasta
hoy viva en cada cristiano que ha recorrido un trayecto del camino, experimenta su presente
y mira con esperanza su futuro. La fe que la Iglesia profesa en el Verbo encarnado la lleva a
tener presente, como bien indica Francisco que:
La fe, que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el
sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo. Por una parte, procede del pasado;
es la luz de una memoria fundante, la memoria de la vida de Jesús, donde su amor se
ha manifestado totalmente fiable, capaz de vencer a la muerte. Pero, al mismo tiempo,
como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá de la muerte, la fe es la luz que viene
del futuro, que nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro «yo»
aislado, hacia la más amplia comunión.182
La comunión de la que habla el Obispo de Roma tiene una implicación real solo cuando la
Iglesia ha descubierto que su llamado está dado para que, como el Hijo de Dios, se encarne
en la realidad. No puede ser posible que Dios tome la determinación de salir de sí, habitar el
mundo hecho plenamente un hombre, acoger a los necesitados de su amor, devolver a la
humanidad la vida y la incorruptibilidad que había perdido y perdonar la iniquidad de cada
ser humano y que la Iglesia, continuadora de su misión, se guarde para sí y no toque la
181
Francisco, Carta encíclica Lumen Fidei 4. 182
Ibíd.
64
realidad sedienta de algo más que lo que le ofrecen las comodidades y el consumo del mundo.
La propuesta del Papa es clara, según explica:
En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de “salida” que Dios
quiere provocar en los creyentes [...]. Hoy, en este “id” de Jesús [Mt 28, 19.20], están
presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de
la Iglesia, y todos estamos llamados a esta nueva “salida” misionera. Cada cristiano y
cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos
invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a
todas las periferias que necesitan la luz del evangelio.183
Es en este punto en el cual la vida virtuosa que invitaban a vivir Atanasio y Teresa sale a
relucir. Una Iglesia que se asemeja al Verbo encarnado es capaz de hacer uso de todo lo que
esté a su alcance para «salir» hacia los seres humanos necesitados de un amor que salva y
que se convierte en ungüento para sanar las heridas. Si bien la espiritualidad carmelitana
teresiana invita a la persona a entrar dentro para encontrarse con la Trinidad, el efecto
inmediato de esta acción es un desbordamiento de las riquezas y frutos adquiridos en dicho
encuentro. Francisco afirma que, “el Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante
que nos salva, reconociéndolo en los demás y salvándonos de nosotros mismos para buscar
el bien de los demás. Todas las virtudes están al servicio de esta respuesta de amor”184.
La salida a la cual está invitada la Iglesia encarnada no implica ir por la vida sin destino fijo,
sino una contemplación de la existencia que vaya indicando las necesidades y las formas de
encontrar a quienes se sienten perdidos o de dejarse encontrar por quien anda buscando algo
más para sus vidas, lo cual no encuentran en lo superficial y pasajero de la sociedad. A través
de la Iglesia Dios se hace el encontradizo, encarnado en ella, en cada uno de los que le han
creído y le han seguido, se presenta en la realidad de múltiples formas. En la Carta encíclica
Lumen Fidei el Pontífice declaró que:
La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y en su resurrección en la carne; es fe
en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en nuestra historia. La fe en el
Hijo de Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret no nos separa de la realidad, sino que
nos permite captar su significado profundo, descubrir cuánto ama Dios a este mundo y
183
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 20. 184
Ibíd., 39.
65
cómo lo orienta incesantemente hacia sí; y esto lleva al cristiano a comprometerse, a
vivir con mayor intensidad todavía el camino sobre la tierra.185
La Iglesia encarnada, es pues, la que es capaz de continuar la misión del Hijo de Dios en
medio de las contradicciones con las cuales se pueda encontrar. Reafirmar su fe en el Dios
cercano tiene necesariamente que sacarla de sus seguridades para abrazar nuevas
oportunidades y horizontes, cada creyente desde el rol que desempeñe en la misma. Francisco
es enfático cuando dice al respecto que:
La Iglesia “en salida” es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para
llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin
sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar
a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al
costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las
puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad.186
Acercarse con cautela, sin prevenciones y con el ánimo de servir, así como esperar con calma
el regreso de quien sale de la comunidad de fe, da muestras de la mirada amorosa y la manera
de ser de Cristo la cual se va configurando de forma progresiva en los creyentes. Es necesario
que la Iglesia encarnada mire al mundo con los ojos de aquel que pasó por el mismo
“haciendo el bien” (Hch 10, 38). La fe, sin duda, va más allá de mirar a Cristo187, el Papa
explica que: “La fe no solo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con
sus ojos: es una participación en su modo de ver”188.
Solo mirando desde Jesús se comprende por qué Atanasio en vez de silenciarse ante los
errores del arrianismo, salió en la defensa de Cristo para que no se distorsionara la realidad
de los cristianos y, así mismo, por qué Teresa frente a la reforma externa de la Iglesia, decide
renovar la vida cristiana al interior de la misma de la mano de aquel que la tomó para sí.
185
Francisco, Carta encíclica Lumen Fidei 18. 186
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 46. 187
Cuando se mira desde Cristo no se abrazan los propios intereses, sino que se busca, como dice Francisco,
“erradicar una mundanidad espiritual que viva de apariencias de religiosidad o amor a la Iglesia. ¿Cuáles son
los intereses? La mundanidad espiritual en todos los casos, no lleva el sello de Cristo encarnado, crucificado y
resucitado, se encierra en grupos elitistas, no sale realmente a buscar a los perdidos ni a las inmensas multitudes
sedientas de Cristo”. Ibíd., 95. 188
Francisco, Carta encíclica Lumen Fidei 18.
66
Como afirmación final de esta primera parte, la Iglesia requiere en todo momento
reconocerse como Iglesia encarnada que ama como su Salvador, que sale al encuentro y se
hace la encontradiza para quienes buscan al Señor, que quiere contar, vivir y contagiar la
alegría de un Dios cercano que se ha quedado para levantar al caído, animar al triste, perdonar
al pecador y para dar vida recreando y dando esperanza.
De esta manera el amor a Dios y al prójimo se ve en camino de realización, lo cual para
Teresa de Jesús es la plenitud del creyente que une su voluntad a la de Dios. En palabras de
Benedicto XVI, “...el amor al prójimo, enraizado en el amor de Dios, nos debe tener
constantemente comprometidos, personalmente y como comunidad eclesial, local y
universal”189. Solo así, mediante la encarnación, en una entrega constante de la propia
humanidad, el amor puede llegar a la plenitud190, no viviendo ya para sí y desde las propias
fuerzas, sino desde aquel que ha mostrado benevolencia por la creación entera.
3.2. Implicaciones en diferentes niveles de la eclesiología respecto de la comprensión
del misterio de la encarnación
3.2.1. Implicaciones en la vida ministerial
El acercamiento a los ministerios de la comunidad de fe desde la perspectiva encarnatoria de
Cristo y de la Iglesia, permite reconocer la circularidad eclesial en la cual tanto ministros
ordenados como laicos, sirven en conjunto con el propósito de acercar la Trinidad a la
realidad de fe principalmente, así como a la cotidianidad de los creyentes y del mundo.
Todavía en este punto de la historia se hace necesario recordar que, desde el bautismo, el
sacerdocio común sobre el cual trata ampliamente el Concilio Vaticano II, implica que por
medio de obras los cristianos,
...anuncien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Por
ello todos los discípulos de Cristo, perseverando en la oración y la alabanza a Dios, han
189
Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Dómini 103. 190
Francisco, Carta encíclica Lumen Fidei 31.
67
de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios, han de dar testimonio
de Cristo en todo lugar y, a quien se la pida, han de dar también razón de la esperanza
que tienen en la vida eterna.191
La misión de la Iglesia es llevada a cabo mediante seres humanos que han dejado tocar su
existencia por el Verbo encarnado y es esto lo que predican con palabras y con su vida, pues
guardan la seguridad de que son amados por Dios, de que Cristo les ha dado la salvación y
que su amor tiene siempre la última palabra192. Son, pues, hombres y mujeres que han sabido
responder a un llamado particular para ejercer un ministerio puntual ya sea ordenado o
laico193. El Documento de Puebla lo recuerda cuando dice que:
Para el cumplimiento de su misión, la Iglesia cuenta con diversidad de ministerios. Al
lado de los ministerios jerárquicos, la Iglesia reconoce un puesto a ministerios sin orden
sagrado. Por tanto, también los laicos pueden sentirse llamados o ser llamados a
colaborar con sus pastores en el servicio a la comunidad eclesial, para el crecimiento y
vida de ésta, ejerciendo ministerios diversos según la gracia y los carismas que el Señor
quiere concederles.194
Toda tarea y misión de la Iglesia, Pueblo de Dios, va precedida del encuentro ya mencionado
con el Hijo de Dios hecho carne, quien pone en el corazón de cada ser humano el anhelo de
que todo gozo y esperanza, tristeza y angustia de los demás, sea vivido como una realidad
propia195. De ahí que las características de los ministerios eclesiales sean precisamente las
mismas del actuar del Padre, visibilizado en el Hijo por la fuerza del Espíritu Santo. San
Atanasio cuando se refiere al obrar cristiano habla de una búsqueda continua de
configuración con el Salvador, la cual le identifica con esa vida divina en la que está llamado
a permanecer desde el amor. El papa Francisco a este respecto recuerda que,
191
Concilio Vaticano II, “Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia” 10. 192
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 151. 193
Respecto de los ministerios laicos, Puebla indica que “los ministerios que pueden conferirse a laicos son
aquellos servicios referentes a aspectos realmente importantes de la vida eclesial (v.gr. en el plano de la Palabra,
de la Liturgia o de la conducción de la comunidad), ejercidos por laicos con estabilidad y que han sido
reconocidos públicamente y confiados por quien tiene la responsabilidad en la Iglesia”. Celam, Documento de
Puebla 805. 194
Ibíd., 804. 195
Concilio Vaticano II, “Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo de hoy” 1.
68
Tanto los pastores como todos los fieles que acompañen a sus hermanos en la fe o en
un camino de apertura a Dios, [deben] acompañar con misericordia y paciencia las
etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día.196
En la manera en que se sirve y se acompaña, se descubre la conciencia que se tenga de la
continua acción de Cristo en medio de la humanidad y del mundo. Para Teresa de Jesús no
fue grato reconocer que había personas que desconocían quién les habitaba y les transformaba
desde el interior; lo cual se notaba en ellas por su forma exterior de obrar. En los ministerios
se tiene, por tanto, una responsabilidad tal que, al ejercerlos, permita a los demás transitar en
el camino que van haciendo con su Redentor. Se entiende, desde esta óptica, la exhortación
del Pontífice a los ministros ordenados, en la cual les recuerda que, “el confesionario no debe
ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el
bien”197.
Si bien desde la segunda mitad del siglo pasado el laicado ha tenido un despertar y un campo
de acción mayor, se requiere continuar la labor que tantos pastores han realizado de motivar
a los fieles laicos198 para que se apoderen de su misión como bautizados y se acerquen a los
campos que les son propios desde los ministerios ordinarios y extraordinarios. Vale la pena
afirmar, además, que no se trata solo de un servicio al interior de la Iglesia; muchas veces
este compromiso, como afirma Francisco, “no se refleja en la penetración de los valores
cristianos en el mundo social, político y económico. Se limita muchas veces a las tareas
intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la transformación de
la sociedad”199.
La vivencia de los ministerios desde la comprensión de la encarnación del Verbo implica en
cada ser humano que ha abrazado la fe, ser un facilitador de la gracia, desde su vocación
196
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 44. 197
Ibíd. 198
El documento de Puebla recuerda que “los pastores han contribuido sensiblemente a una mayor toma de
conciencia en la acción de los laicos, tanto en su vocación específica secular, como en una participación más
responsable en la vida de la Iglesia, inclusive mediante los diversos ministerios”. Celam, Documento de Puebla
671. 199
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 102.
69
particular dentro de la Iglesia, y no un controlador de la misma200. Implica, así mismo,
reconocer que no se actúa en nombre propio sino de Cristo, quien se acerca por medio de los
creyentes a todos los hombres y mujeres en el mundo y se hace uno con quien lo recibe201.
A partir de las exhortaciones del Papa a lo largo de su pontificado, la Iglesia en salida y
encarnada en la realidad requiere personas capaces de vivir sus ministerios laicos y
ordenados, a la luz de los signos de los tiempos y de las necesidades identificadas en estos,
sin temor de avanzar a horizontes nuevos que puedan llegar a acoger el Amor del cual se les
da testimonio. Atanasio de Alejandría es ejemplo del creyente que predica y vive como un
ser redimido no obstante los rechazos, los destierros y las confrontaciones. Es preferible,
como asevera el Pontífice, “una Iglesia accidentada, herida, manchada por salir a la calle,
antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias
seguridades”202.
Teresa de Jesús fue una mujer que tomó en serio su tarea como persona creyente. No le bastó
responder con la vida entera a la división del momento en la Iglesia, sino que, con una fe
firme en Jesús humano-divino, llegó a muchas personas de todos los estratos sociales para
enseñarles a hablar con Jesús como con un amigo; para despertarles, con sus escritos, de los
sueños inoperantes ante las dificultades de la época; para llevar a Jesús, ese que ella sabe
presente en su interior, a muchos otros que buscaron de su compañía. Los ministerios
eclesiales ejercidos por los creyentes buscan la manera de visibilizar en el mundo a Dios. En
palabras del papa Francisco:
Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos
hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo,
sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más
200
Ibíd., 47. 201
A este respecto, el papa Benedicto XVI, hablando a los sacerdotes, dice: “...puesto que Cristo mismo es la
Palabra de Dios hecha carne, es «la verdad», la plegaria de Jesús al Padre, «santifícalos en la verdad», quiere
decir en el sentido más profundo: «Hazlos una sola cosa conmigo, Cristo. Sujétalos a mí. Ponlos dentro de mí.
Y, en efecto, en último término hay un único sacerdote de la Nueva Alianza, Jesucristo mismo. Es necesario,
por tanto, que los sacerdotes renueven cada vez más profundamente la conciencia de esta realidad. Benedicto
XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Dómini 80. 202
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 49.
70
que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las
estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces
implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una
multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: “¡Dadle vosotros de comer!” (Mc
6, 37).203
La vida ministerial existe desde sus principios en las comunidades cristianas como salida de
sí. No se tolera un cristianismo que, reconociendo la acción de Dios que sale al encuentro del
pecador, se guarde para sí. La vida, con sus logros y desaciertos, el ser, el obrar y el pensar
del otro, aún en sus diferencias y con todo el respeto por estas, debe ser prioridad para el
creyente como lo es para el Dios en quien cree. Bien recalca el Obispo de Roma que:
El modo de relacionarnos con los demás que sana en lugar de enfermarnos es una
fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que
sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la
convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para
buscar la felicidad de los demás como la busca su padre bueno.204
Los ministerios eclesiales son, en fin, la oportunidad para que cada persona de fe materialice
un amor que le ha precedido, se ha encarnado en su interior y le ha llevado a amar de
diferentes formas según las exigencias de su propio contexto.
3.2.2. Implicaciones en la vida sacramental
En la vida eclesial, los sacramentos acompañan a los hombres y mujeres de fe a lo largo de
su camino por el mundo como otra manera de la presencia constante de Cristo manifestada
en la comunidad. El mismo Jesús encarnado en la Iglesia acoge a los creyentes por medio de
signos visibles que, si bien muchas veces quedan reducidos a meros ritos que no tocan la
existencia, deben llegar a transformar el ser y el hacer de quienes se acercan a ellos con una
confianza plena en la Trinidad que abraza al ser humano, obra en él y dinamiza la vida en sus
diversas etapas.
203
Ibíd. 204
Ibíd., 92.
71
La vida sacramental a través de la cual actúa Cristo implica fuertemente el ámbito humano-
divino que asume toda la realidad en Dios gracias a la encarnación. Él sale de sí para amar y
acompañar la humanidad de forma permanente y, de forma puntual, en las diversas etapas de
su existencia. El Obispo de Alejandría reflexionó ampliamente cómo el Verbo siendo
incorpóreo tomó un cuerpo semejante al nuestro para amar y recrear la humanidad juntando
así lo humano con lo divino de su ser, asumiendo al ser humano en su totalidad y dejando en
este el acceso a la vida divina. No es distinto aquello que aseveró Atanasio en el siglo IV, a
lo que hoy se continúa diciendo acerca de la vida sacramental de la Iglesia. Sobre este
particular Leonardo Boff indica que,
El elemento divino siempre se encarna en lo humano, lo hace trasparente. El elemento
humano está al servicio del divino, lo torna histórico. De esta forma, más que una
organización, la Iglesia es un organismo vivo; más que una institución de salvación, es
comunidad de salvación.205
En consonancia con lo anterior, la vida hecha sacramento es aquella que es consciente del
paso de Dios y lo refleja con claridad en sus diversas vivencias. Quien se acerca a los
sacramentos y con mayor razón a la Eucaristía, lugar de encuentro con el Redentor, es capaz
de sacar de allí las fuerzas necesarias para su realización y la de la comunidad con la cual
camina hacia el encuentro definitivo y pleno en y con Dios. En la Exhortación apostólica
Evangelii Nuntiandi, Pablo VI explica que:
En Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación
a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios. No una
salvación puramente inmanente, a medida de las necesidades materiales o incluso
espirituales que se agotan en el cuadro de la existencia temporal, sino una salvación
que desborda todos estos límites para realizarse en una comunión con el único absoluto,
Dios, salvación trascendente, escatológica, que comienza en esta vida, pero que tiene
su cumplimiento en la eternidad.206
Los santos, a quienes el Alejandrino pide que se imite en la virtud y semejanza con el Señor,
recuerdan constantemente la importancia de la vida sacramental con dicha mirada
escatológica presente y futura. Para santa Teresa de Jesús, por ejemplo, beber del agua de la
205
Boff, Los sacramentos de la vida y la vida de los sacramentos, 45-46. 206
Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi 27.
72
vida es lo que identifica a quien permanece en Cristo en la tierra y es imagen de lo que será
la eternidad. Ella utiliza este signo del agua como una oportunidad de acceder al misterio de
la filiación divina, de la cual el fruto que nace es para el bien de los demás y no proviene de
otra realidad más que de la unión del ser humano con Dios Trinidad. Este ejemplo es muy
cercano a la experiencia bautismal y a su compromiso eclesial con la comunidad de fe y con
la sociedad en la cual se busca vivir el Reino, con la esperanza de acogerlo en plenitud.
La Iglesia en su unidad es y vive en lo sacramental, de ahí que todo lo que en ella existe lo
es también. Elementos como los ritos, la liturgia y los objetos sagrados; las personas que
constituyen la Iglesia y su actividad en el mundo, los gestos y las palabras, recuerdan a Cristo
y lo hacen presente en los diferentes contextos207. El ser humano requiere de los signos
visibles que propone la Iglesia para entrar en comunión con su hacedor, para dialogar con él
y descubrir en ellos su acción transformadora. La comunidad eclesial y la vida sacramental
se convierten, pues, en medios transmisores de la gracia y, según afirma Boff sobre la Iglesia,
“como portadora de la gracia, como sacramento de Cristo, se hace presente ahí donde Cristo
y su gracia llegan”208, es decir, al mundo entero, a cada hombre y mujer que se abren a la
acción divina.
La participación de los creyentes en los sacramentos debe moverlos a dar la vida como acción
de gracias permanente al Dios cercano que motiva, anima y cuida a quienes redimió. Para
santa Teresa de Jesús es penoso ver cómo un ser humano, luego de experimentar la gracia
dada por Dios, prefiere plantarse en aguas pantanosas que impiden que dé fruto bueno. La
Santa en sus escritos confrontó a manera de oración dicha acción de los cristianos respecto
de las gracias recibidas de Dios. En una ocasión escribió:
¡Oh Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sin fatigarse mucho! ¿Qué es
esto ahora de los cristianos? ¿Siempre han de ser los que más os deben los que os
fatiguen? ¿A los que mejores obras hacéis, a los que escogéis para vuestros amigos,
entre los que andáis y os comunicáis por los sacramentos? ¿No están hartos de los
tormentos que por ellos habéis pasado?209
207
Boff, Los sacramentos de la vida y la vida de los sacramentos, 46. 208
Ibíd. 209
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 454.
73
Se requiere, pues, dar el paso de vivir los sacramentos como simples ritos, a hacer de la vida
una experiencia sacramental que dinamice la comunidad. No es otra cosa la que hicieron los
santos y, en este caso, Atanasio y Teresa, en su búsqueda continua de amar y hacer amar al
que proclamaban como Salvador y Redentor del mundo, la Vida del creyente y su única
Verdad. En el bautismo, por ejemplo, más que un requisito o una tradición familiar,
descubrieron un compromiso que no solo se manifestó en el momento de la celebración sino
a lo largo de su existencia, el cual les implicó un crecimiento procesual de la fe, así como del
testimonio y de la evangelización en medio de la sociedad.
En la Eucaristía, “fuente y cumbre de toda la vida cristiana”210 no solo se ofrece el pan y el
vino, sino la vida de cada cristiano en el mundo entero. En este sacramento la vivencia de lo
humano y lo divino se materializa y, por la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo,
cada creyente actualiza el memorial de Cristo y lo hace vida dándole todo un carácter social,
convirtiéndose él mismo en hostia que se comparte y se reparte a los demás211. Desde esta
perspectiva el reflejo de Jesucristo en cada contexto se da mediante la presencia de quien
vive una opción oblativa; ejemplo de esta realidad se puede encontrar en el obispo de
Alejandría quien entregó hasta lo último de sí en la defensa de la fe y en la Santa carmelita,
la cual empleó todo lo que estuviera a su alcance y aún más, en cada uno de los monasterios
que fundó para el bien y el crecimiento de la Iglesia.
En esta misma línea, cabe recordar las palabras de Francisco cuando asevera que: “la
Eucaristía si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los
perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”212, lo cual implica
también que la autodonación, la salida de sí, no haga acepción de personas a la hora de servir
210
Concilio Vaticano II, “Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia” 11. 211
A este respecto, Benedicto XVI indica que: “La «mística» del sacramento tiene un carácter social, porque
en la comunión sacramental yo quedo unido al Señor como todos los demás que comulgan. [...] La unión con
Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a Cristo solo para
mí. [...] La comunión me hace salir de mí mismo para ir hacia Él, y por tanto, también hacia la unidad con todos
los cristianos”. Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est 14. 212
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 47.
74
y de amar, sino que vaya dirigida a todo el que esté necesitado del amor desbordante de Dios.
No se trata aquí de una recepción pasiva del Verbo encarnado, sino de una implicación en su
misma dinámica de entrega213.
La vivencia de la vida sacramental muestra a Jesús presente en el mundo. Dios sigue tocando
la realidad humana del hombre y continúa llamando a la humanidad, por medio de los
sacramentos, a una comunicación personal con Él. Como se expone en la Carta encíclica
Lumen Fidei respecto del Salvador:
Con su encarnación, con su venida entre nosotros, Jesús nos ha tocado y, a través de
los sacramentos, también hoy nos toca; de este modo, transformando nuestro corazón,
nos ha permitido y nos sigue permitiendo reconocerlo y confesarlo como Hijo de Dios.
Con la fe, nosotros podemos tocarlo, y recibir la fuerza de su gracia.214
Cada sacramento hecho vida desde la fe, hace de cada horizonte humano una nueva
posibilidad de dejarse acompañar por Dios a través del Verbo encarnado que sigue amando,
entregándose y ofreciendo vida en abundancia en el mundo. En palabras de Benedicto XVI,
una vez más “en los sacramentos, Jesús dice hoy, aquí y ahora, a cada uno: «yo soy tuyo, me
entrego a ti», para que el hombre pueda recibir y responder, y decir a su vez: «Yo soy
tuyo»”215. En esta unión, resultante de la vida sacramental, el ser humano recibe al Verbo
encarnado y lo encarna, a su vez, en la realidad, mostrándole presente y actuante en todos los
ámbitos.
3.2.3. Implicaciones en la vida consagrada
La vida consagrada en la Iglesia ha perpetuado durante siglos un estilo de vida de seguimiento
de Cristo en pos del Padre, inspirado y guiado por la acción del Espíritu Santo. Si bien las
condiciones de respuesta en cada momento histórico han sido distintas, la finalidad de hacer
en todo la voluntad del Padre desde un camino de configuración con Cristo, según los
consejos evangélicos y en servicio de la sociedad bajo la tutela del Espíritu, permanece. Las
213
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est 13. 214
Francisco, Carta encíclica Lumen Fidei 31. 215
Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Dómini 51.
75
raíces más profundas de este estilo de vida están en los ejemplos y enseñanzas de Cristo y a
partir de ellas las comunidades viven su cotidianidad. Según indica Juan Pablo II:
Con la profesión de los consejos evangélicos los rasgos característicos de Jesús —
virgen, pobre y obediente— tienen una típica y permanente «visibilidad» en medio
del mundo, y la mirada de los fieles es atraída hacia el misterio del Reino de Dios que
ya actúa en la historia, pero espera su plena realización en el cielo.216
En Teresa de Jesús es posible reconocer estos elementos clave de la vida consagrada que
apuntan a vivir de acuerdo al sentir de Cristo, el Hijo de Dios en quien la humanidad entera
ha sido hecha hija del mismo Padre. La relación constante de la Santa con el Verbo encarnado
en la oración, la Eucaristía y la vida misma en relación con otras personas, fue permitiendo
que su voluntad, unida a la de Cristo, plantada en Él, la llevara a dar fruto abundante en favor
de las personas que la rodeaban, de su contexto, de la comunidad religiosa a la cual pertenecía
y de la Iglesia entera hasta hoy.
Atanasio de Alejandría, por su parte, es un ejemplo fiel de lo que corresponde vivir dentro
de un estilo de vida en constante búsqueda de configuración con Jesucristo. Es claro que él
no perteneció plenamente a una comunidad religiosa, pero, en cambio, vivió y conoció de
cerca la vida de los monjes del desierto, lo cual imprimió en él una forma de vida
profundamente evangélica y ascética en constante búsqueda de la virtud. A partir de este
ejemplo se hace necesario el discernimiento en la vida consagrada respecto de lo necesario y
lo accesorio en la vivencia de la esta.
En muchas ocasiones los religiosos y religiosas han perdido el norte de su vocación al salir
tras oportunidades, ofertas y realidades que no competen a su estilo de vida, entre ellas el
dinero, la fama, el poder que oprime, los desórdenes afectivos, propuestas espirituales sin
relación con Dios y tantas otras posibilidades que el mundo ofrece. El papa Francisco, a este
respecto, dijo a los consagrados y consagradas en su Visita Apostólica a Colombia: “tenemos
que estar atentos porque la corrupción en los hombres y las mujeres que están en la Iglesia
216
Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata 1.
76
empieza así, poquito a poquito, luego —nos lo dice Jesús mismo— se enraíza en el corazón
y acaba desalojando a Dios de la propia vida”217.
La invitación del Papa a la vida consagrada, aunque también a todos los cristianos, es clara:
“Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo”218. No es otra dádiva la que
ofrece un consagrado o consagrada más que la vida misma en favor de la Buena Nueva que
es Cristo, su Amigo, Amado, Maestro y Señor. Lo que ofrece la vida consagrada es a Jesús
encarnado en cada persona, cada comunidad, cada sociedad, en la historia y en la Iglesia toda.
Quien se decide por una consagración de vida en un carisma particular tiene como tarea
primordial permanecer en Jesús219. Tanto la Monja Carmelita como el Obispo Alejandrino
han hecho realidad esta permanencia vital en quien todo lo pueden. Es precisamente por esta
opción vital que ambos han sido guerreros incansables de sus épocas y de las situaciones
problemáticas que ha habido en ellas. Por una parte, solo quien permanece en Cristo es capaz
de defender la Verdad ante un Concilio, un emperador, obispos y detractores de la doctrina
cristiana, vivir cinco destierros y escribir a los «amigos de Cristo» sobre la fe. Por otra parte,
la única manera de emprender una obra fundacional quitando de en medio todos los
obstáculos presentes y dejar, además, un legado de vida espiritual y oración a la Iglesia siendo
una mujer en el contexto de su época, solo lo logra quien se ha unido a Jesús de tal manera
que ya nada puede afectarla.
Es importante tener claro que la permanencia en Jesús no deja a la persona aislada del mundo
y de sus contextos, siempre la lanzará a vivir desde Jesús todo lo que realice en favor de la
humanidad. A este respecto dice el Obispo de Roma:
Permanecer no significa solamente estar, sino que indica mantener una relación vital,
existencial, de absoluta necesidad; es vivir y crecer en unión fecunda con Jesús, fuente
217
Francisco, Francisco: Visita Apostólica a Colombia. Homilías y discursos, 108. 218
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 49. 219
El papa afirmó en la ciudad de Medellín a los consagrados y consagradas: “Permanecemos en Jesús tocando
la humanidad de Jesús, con la mirada y los sentimientos de Jesús, que contempla la realidad no como juez, sino
como buen samaritano; que reconoce los valores del pueblo con el que camina, así como sus heridas y pecados”.
Francisco, Francisco: Visita Apostólica a Colombia. Homilías y discursos, 111.
77
de vida eterna. Permanecer en Jesús no puede ser una actitud meramente pasiva o un
simple abandono sin consecuencias en la vida cotidiana, siempre trae una
consecuencia, siempre.220
Anunciar a Jesús vivo y resucitado, presente y encarnado debe ser la alegría de los
consagrados y consagradas. El aliento para llevar a cabo esta tarea surge de la oración, la cual
es una oración que libera, reconcilia, sana, salva y saca de sí al encuentro de quienes requieren
ser liberados, reconciliados, sanados y que anhelan saberse salvados. Así mismo la comunión
y la fraternidad, la autoridad vivida como servicio y la misericordia entre los hermanos y las
hermanas vivenciada al interior de cada comunidad de consagrados221, es la misma que se
testimonia y brinda al exterior de esta. Al respecto Juan Pablo II afirma que:
La Iglesia encomienda a las comunidades de vida consagrada la particular tarea de
fomentar la espiritualidad de la comunión, ante todo en su interior y, además, en la
comunidad eclesial misma y más allá aún de sus confines, entablando o restableciendo
constantemente el diálogo de la caridad, sobre todo allí donde el mundo de hoy está
desgarrado por el odio étnico o las locuras homicidas. Situadas en las diversas
sociedades de nuestro mundo [...], las comunidades de vida consagrada, en las cuales
conviven como hermanos y hermanas personas de diferentes edades, lenguas y
culturas, se presentan como signo de un diálogo siempre posible y de una comunión
capaz de poner en armonía las diversidades.222
Teresa de Jesús, siguiendo esta línea de ideas, pidió a sus monjas que, por muy subidas que
estuvieran en la oración, no se les diera nada perder la devoción por salir en ayuda de una
hermana enferma dado que en ella también podían encontrar a Cristo223. Son estas opciones
concretas las que muestran realmente los efectos que surgen de un verdadero encuentro con
Jesús y de un camino constante de configuración con Él en la consagración personal y
comunitaria.
220
Francisco, Francisco: Visita Apostólica a Colombia. Homilías y discursos, 109. 221
La vida fraterna y común da un testimonio magnífico a la sociedad. El papa Francisco exhorta al respecto y
dice: “A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio de
comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos
a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis: “En esto reconocerán que son mis discípulos,
en el amor que os tengáis unos a otros” (Jn 13, 35)”. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 99. 222
Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata 51. 223
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 746-747.
78
La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada cuando habla de la originalidad
evangélica de la cual este estilo de vida quiere ser profecía encarnada, remite a opciones tales
como el servicio y el camino hacia los pobres, la solidaridad con los más pequeños, la
promoción de la dignidad de la persona en toda situación de vida y la colaboración mutua224.
Todas estas son maneras diversas de concreción de la apuesta constante que los consagrados
y consagradas, en coherencia con el sentir de Cristo, debe realizar en favor de los pequeños
del Reino que esperan en la misericordia encarnada del Señor.
La vida consagrada desde esta apuesta encarnatoria es, pues, una actualización constante del
actuar de Jesús, el Verbo hecho carne, en todos los ámbitos de la existencia, en una constante
relación con el Padre y a partir del permanente auxilio del Espíritu Santo, como bien lo
supieron hacer Atanasio y Teresa. Queda, pues, ante las diversas crisis y escándalos que
puedan surgir de la corrupción del camino vocacional, volver la mirada a quien llamó a este
estilo de vida y permanecer en Él, para dar nuevamente los frutos agradables que dan Gloria
a la Trinidad e invitan a los creyentes a responder a la vocación a la cual han sido llamados.
3.2.4. Implicaciones en la vida cristiana
La fe del creyente está puesta en Cristo Jesús, el Verbo encarnado, aquel en quien el Padre
tiene sus complacencias (Mt 3, 17); el único que podía salvar la humanidad, según Atanasio,
de la muerte y la corrupción, capaz de devolver la semejanza con el Padre, la cual le era
propia por don de Dios desde el principio, y la dignidad de hijos de Dios en el Hijo. Gracias
a la encarnación, la humanidad y el mundo están asumidos todos en Dios y Él, por este
grandioso misterio, habita en lo profundo de cada hombre y cada mujer, como bien lo explica
Teresa de Jesús, deleitándose en el castillo interior, en la perla oriental que es cada ser
humano.
224
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, Para vino nuevo odres nuevos 31.
79
Saberse hijo de Dios es propio del cristiano. El que se hace consciente de esta realidad por el
don de la fe no puede ya prescindir de este hecho. En la carta encíclica Lumen Fidei el Papa
recuerda que el que cree,
...es transformado en una creatura nueva, recibe un nuevo ser, un ser filial que se hace
hijo en el Hijo. «Abbá, Padre», es la palabra más característica de la experiencia de
Jesús, que se convierte en el núcleo de la experiencia cristiana.225
Quien reconoce dicha filiación da fruto abundante, se descubre transformado interior y
exteriormente al reconocerse acompañado por el Padre, salvado por Él en Cristo Jesús e
iluminado por el don del Espíritu Santo. Las obras del creyente, desde Atanasio, no son
distintas a las del Hijo y, por ende, a las del Padre. El Amor que precede y salva abre el
horizonte de la existencia de cada cristiano y le lleva a dilatar su corazón, a abrazar a la
humanidad hermana y actuar en favor de ella y, en especial, de los más necesitados. El Verbo
encarnado obra, pues, en el ser humano y con el ser humano.
La fe en el Verbo hecho carne se concreta en la comunidad de fe, por este motivo, como
afirma Pablo VI, “quienes acogen con sinceridad la Buena Nueva, mediante tal acogida y la
participación en la fe, se reúnen, pues, en el nombre de Jesús para buscar juntos el reino,
construirlo, vivirlo”226. El encuentro con Jesús, de acuerdo a esta experiencia comunitaria,
no se trata de un intimismo, como ya se ha manifestado a lo largo de este escrito, sino de la
oportunidad de ver con los ojos de Cristo para acudir a cada contexto histórico y a cada
persona, con la certeza de que Dios actúa y se revela de manera continua y diferente en dicha
realidad.
Los cristianos que desde la fe han vivido su compromiso de hijos en el Hijo, en vez de
desligarse de lo cotidiano, de la cultura y de la sociedad, se han lanzado de manera admirable
a anunciar y a poner por obra el amor que habita su ser227. Como ejemplo es posible mirar a
225
Francisco, Carta encíclica Lumen Fidei 19. 226
Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi 13. 227
Respecto de la evangelización, Pablo VI afirma que esta “comprende además la predicación de la esperanza
en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo; la predicación del amor de Dios para
con nosotros y de nuestro amor hacia Dios; la predicación del amor fraterno para con todos los hombres —
80
la Santa Carmelita, quien se valió de todo encuentro amistoso, de sus escritos, de los
monasterios carmelitanos que fundó y de su vida espiritual para proclamar a un Dios que
vive y actúa en medio de lo ordinario. A este respecto argumenta Francisco:
La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la
pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros.
El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.228
En este orden de ideas, la vida cristiana, vista desde la encarnación, brinda unidad en la
Iglesia a los creyentes, cuerpo místico de Cristo, sin despersonalizarlos; al contrario, permite
su propia realización en servicio de los demás229. El anuncio de la Buena Nueva y el
testimonio hacen parte del compromiso adquirido en el bautismo y el alimento con el cual se
van enriqueciendo para dicha tarea eclesial son las Escrituras, aquellas que recomienda
Atanasio para una mayor cercanía y familiaridad con el misterio. El Obispo de Roma se
remite a estas cuando dice que: “la Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la
Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un
auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana”230.
El testimonio que han de dar los cristianos, en esta misma línea, implica proclamar a un Dios
benevolente como el que anuncia el Alejandrino, el cual ante el pecado del ser humano que
llega hasta la iniquidad, es capaz de responder con un amor sanador y recreador hasta las
últimas consecuencias. Quien da testimonio se sabe amado y salvado por su Dios231. El
cristiano de palabra y obra no hace otra cosa, según indica Pablo VI que:
capacidad de donación y de perdón, de renuncia, de ayuda al hermano— que, por descender del amor de Dios,
es el núcleo del Evangelio [...]. Predicación, así mismo, y esta se hace cada vez más urgente, de la búsqueda del
mismo Dios a través de la oración, sobre todo de adoración y de acción de gracias”. Ibid., 28. 228
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 88. 229
Francisco, Carta encíclica Lumen Fidei 22. 230
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 174. 231
Según Francisco, “la primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa
experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente
la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? si no sentimos el intenso deseo de
comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos [...]. ¡Qué dulce es
estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien
nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!” Ibíd., 264.
81
Testimoniar que el Padre ha amado al mundo en su Hijo; que en su Verbo Encarnado
ha dado a todas las cosas el ser, y ha llamado a los hombres a la vida eterna. Dios es
Padre, nosotros somo llamados hijos de Dios y en verdad lo somos (1Jn 3, 1) y, por
tanto, somos hermanos los unos de los otros, en Dios.232
En relación con lo anterior, desde el encuentro y el crecimiento mutuo que se genera en la
comunidad de fe y de vida cristiana se logra, pues, ir en contracorriente con el individualismo
que rompe los vínculos familiares, sociales, culturales y eclesiales. El amor de unos con otros
aclamado por santa Teresa233 no hace sino eco del mandato evangélico de Cristo y, en su
práctica, encuentra ella la perfección del ser humano configurado con Aquel que ha amado a
la humanidad hasta el extremo (Jn 13, 1). El amor desbordante de Dios es el que une a los
creyentes y los lleva a superar las propuestas actuales, las cuales tienen por finalidad enfriar
poco a poco la caridad.
Si bien la crisis eclesial de fe por la que pasa la vida cristiana por desconocer muchas veces
a Dios presente en la historia de la humanidad parece no dejar espacio a la esperanza, una
mirada de fe sobre la realidad, según afirma el papa Francisco,
...no puede dejar de reconocer lo que siembra el Espíritu Santo. Sería desconfiar de su
acción libre y generosa pensar que no hay auténticos valores cristianos donde una gran
parte de la población ha recibido el bautismo y expresa su fe y su solidaridad fraterna
de múltiples maneras.234
Es cierto que la Iglesia entera, como cuerpo místico de Cristo, siente dolor a causa del pecado
de sus miembros, pero esta realidad en ningún caso puede perder de vista a multitudes de
creyentes capaces de vivir coherentemente su fe y de llevarla a la práctica desde el amor235.
El seguimiento de Cristo implica valentía a la hora de enfrentar las situaciones adversas a la
fe, por esta razón como discípulos misioneros que anuncian el amor de Dios y su reinado en
232
Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi 26. 233
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa. Obras completas, 678-679. 234
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 68. 235
En palabras del Pontífice: “Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la
Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor”. Ibíd., 76.
82
la historia, los cristianos deben comprometerse a reflejar este acontecimiento practicando la
justicia, la paz y recordando a todos los seres humanos la gran dignidad que les viene del
Padre, sobre la cual Atanasio de Alejandría trató al hablar de la creación.
En efecto, todos los seres humanos necesitan vivir, recibir y brindar amor. Negarse a esta
realidad paraliza a las personas, las arrincona y las hace vivir en el temor, el egoísmo, la
angustia y la desolación. Bien expresó Benedicto XVI que:
Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto
hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá
soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es
indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo.236
En total consonancia con lo anterior, el llamado «Himno al amor» de la primer Carta de Pablo
a los Corintios en el capítulo trece, da muestras de la fuerza del amor que en ocasiones ha
sido encasillado en experiencias románticas, las cuales desdibujan un amor que se entrega
también en medio de los defectos y dolencias, de los odios y los rencores. Aquí se trata de
un amor capaz de entregarlo todo sin un interés mayor que el de vivir y de dar a Dios, el
mismo que inspira y mueve al amor; capaz, además, de alegrarse de los triunfos ajenos, de
esperar cuando todo es oscuridad y desesperanza, de buscar la justicia y alegrarse con la
verdad (1 Co 13, 1-13). No se trata, pues, de un amor abstracto sino real y encarnado, el cual
se da o se recibe en medio de lo concreto de la existencia, toca al ser humano y lo transforma.
Respecto de la vida cristiana encarnada en Dios y Él en esta, se hace, pues, oportuno concretar
que no se trata aquí de un Dios que está más allá, alejado de toda oportunidad de
comunicación con la humanidad. Los cristianos y entre ellos san Atanasio y santa Teresa,
anuncian y dan testimonio del amor que se les ha adelantado, sanado, salvado y devuelto la
dignidad y la vida verdadera. El anuncio gozoso de quien sigue a Cristo no lleva a otra actitud
sino a vivir desde el amor, el cual en su práctica y salida de sí va perfeccionando la
configuración personal y comunitaria de los creyentes con su Salvador.
236
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas Est 28.
83
A manera de conclusión, en el presente capítulo se realizó un acercamiento a la relación entre
encarnación e Iglesia hoy y, posteriormente, se identificaron las implicaciones eclesiológicas
de la comprensión del misterio de la encarnación en diferentes niveles: ministerial,
sacramental, de vida consagrada y de vida cristiana en general para el tiempo presente;
teniendo como base fundamental la vida y obras de san Atanasio de Alejandría y santa Teresa
de Jesús, analizadas en el capítulo precedente.
84
CONCLUSIONES
El camino recorrido hasta este punto permite ver la historia personal como el lugar donde
Dios se manifiesta y obra, no sin la ayuda del ser humano creado a su imagen y semejanza.
Creer en un Padre que por medio de su Verbo y la acción del Espíritu crea, recrea y salva es
la condición para que la humanidad en adelante ya no dé la espalda a la divinidad con el
pecado. Más bien le lleva a reconocer el misterio de la encarnación como el don y la salida
de sí del Padre, la cual no tiene otra finalidad sino la de amar hasta el extremo, dar vida en
abundancia y estar presente, de una manera distinta, para el ser humano en el Hijo y el
Espíritu Santo hasta el fin de los tiempos.
El enfoque que se tuvo a lo largo del trabajo fue el punto de vista eclesiológico y de fe tanto
en la vida de san Atanasio, Padre de la Iglesia, como en santa Teresa, Doctora de la Iglesia.
Para ello se abordó el perfil biográfico y los acontecimientos históricos de la época de cada
uno de ellos, además del análisis de sus obras La encarnación del Verbo y las Moradas
primeras del Castillo interior respectivamente. Luego de dicho encuentro e interpretación de
estos dos personajes, se actualizó su vida y mensaje a través de unas implicaciones
eclesiológicas en diferentes niveles, desde la comprensión del misterio de la encarnación, las
cuales son un aporte que ilumina la realidad de fe en la vida cristiana actual.
Por medio de este trabajo fue posible volver a las fuentes de la vida cristiana para descubrir
en ellas, en este caso en el acercamiento a los Padres de la Iglesia y en especial a Atanasio
de Alejandría, una respuesta concreta y valiente a la realidad de fe distorsionada y herida, en
la cual no solo bastaron las palabras sino la vida entera para defender, con estas, la luz de la
Verdad. También se logró, además, un diálogo permanente con la doctrina espiritual y
experiencial de santa Teresa, una de las mujeres más relevantes de la Edad Media y la primera
doctora de la Iglesia, quien con su legado ha sido de gran ayuda para muchas generaciones
en la búsqueda personal y comunitaria del Dios presente al interior y al exterior de la
humanidad.
85
El gran aporte que deja este diálogo con las fuentes y la actualización de su mensaje, se refleja
en el trabajo pastoral que a lo largo de su desarrollo se fue dando tanto a nivel personal como
en medio de la comunidad de fe. Cada uno de los aspectos trabajados se han visualizado y
han quedado como propuestas puntuales de una comprensión de Iglesia que, al ejemplo de
Cristo, apuesta por el ser humano integral y por una vivencia de la fe encarnada y cercana en
la práctica de los ministerios de una iglesia en salida, una vida sacramental en la cual Dios
acompaña al ser humano de diferentes formas, una vida consagrada que vive y se configura
con Cristo en su ser y hacer y, también, una vida cristiana en general que responde a la
comunicación con Dios desde el seguimiento y las obras virtuosas.
La contribución personal que me deja este trabajo como ser humano y como persona de fe,
es un horizonte amplio respecto de la vida eclesial, la cual, como miembro de la comunidad
de creyentes, me implica y me invita a vivir el misterio de la encarnación en lo cotidiano,
teniendo como referentes a san Atanasio y santa Teresa, así como a tantas otras personas que
mediante una salida concreta de sí mismos reflejan a Jesús, presente siempre, dondequiera
que estén. Profesionalmente y, en específico, en el pregrado de teología, pude acercarme a
elementos fundamentales de la revelación y la fe que ayudaron a concretar y complementar
el camino recorrido desde la cristología, la antropología teológica, la comunidad trinitaria, la
moral social, la patrología y otros elementos adquiridos en cada curso e investigación de la
carrera.
Quedan, desde esta perspectiva eclesial, otras líneas complementarias de estudio y acción por
profundizar y por plantear, como caminos factibles de la vivencia de la fe. Entre estas líneas
es posible encontrar la resignificación de los signos y símbolos sacramentales, la
participación especial en la comunidad creyente de vocaciones específicas, tal como lo es la
vida matrimonial; una mirada más detallada y puntual a los ministerios específicos dentro y
fuera de la Iglesia y una apuesta mariológica concreta en la vida de fe de los fieles cristianos.
Sin lugar a duda, desde el acontecimiento de la encarnación en perspectiva eclesial pueden
abrirse otros horizontes y cuestiones a estudiar en las formas directas de evangelización y la
necesidad de esta en el mundo actual.
86
BIBLIOGRAFÍA
Álvarez, Tomás. “Introducción general”. En Santa Teresa. Obras completas, por santa
Teresa, 5-11. Burgos: Monte Carmelo, 2009.
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Benedicto XVI. Carta encíclica Deus Caritas Est. Bogotá: San Pablo, 2006.
Boff, Leonardo. Los sacramentos de la vida y la vida de los sacramentos. Mínima
Sacramentalia. Bogotá: Indo-american Press Service, 1975.
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