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ViViendo el espacio

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Viviendo el espacio: Una historia de tradiciones y usos en el territorio de Huasco AltoAutores: Felipe Armstrong B., Estefanía Vidal M., Raúl Espinosa F

ISBN 978-956-351-018-8Primera Edición, Santiago de Chile, 2012

Impresión: Alerce Talleres Gráficos S.A.

Diseño y diagramación: Arturo LedeZma

Proyecto Fondart (Región de Atacama) Folio Nº 9867-1Línea de Conservación y Promoción del Patrimonio Inmaterial

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VIVIENDO EL ESPACIO:

UNA HISTORIA DE TRADICIONES

Y USOS DEL TERRITORIO EN

EL HUASCO ALTO

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Introducción 9

La estancia Huascoaltina: en torno a los orígenes del espacio de Huasco Alto 17

Quebrada de la totora 25

Casa de la Aduana: el tránsito 33

La planta pisquera 41

Palabras finales 47

Bibliografía 52

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Los lugares son historias fragmentarias y replegadas, pasados robados a la legibilidad por el prójimo, tiempos amontonados que pueden desplegarse pero que están allí más bien como relatos a la espera y que permanecen en estado jeroglífico

(De Certeau 2000:121).

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Introducción

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Este trabajo nace de un intento por reflexionar en torno a los usos, funciones y valoraciones del espacio, concebido como la dimensión en donde se inscribe todo comportamiento sociocultural, una perspectiva que influenciada por los avances teóricos de la geografía1 y los estudios del comportamiento humano y medio ambiente2 ha tenido un gran impacto en las ciencias sociales. De acuerdo a ello, al espacio físico se suma uno social que surge cuando un grupo humano se apropia de un lugar “para desplegar en él sus actividades productivas, sociales, políticas, culturales y afectivas, y a la vez inscribir sus estrategias de desarrollo y, todavía más, para expresar en el curso del tiempo su identidad profunda”3. Desde esta perspectiva, no existe espacio a-social ni sociedad a-espacial4 y es a través de la ocupación de un espacio que podemos reconocer la existencia de una sociedad. Pero ésta hace algo más que simplemente existir en él, adopta una forma espacial definida que tiene que ver con su organización por medio de construcciones, caminos, límites y marcadores, configurando patrones socioculturalmente específicos5.

Este espacio culturizado, denominado paisaje o territorio, nace entonces cuando el espacio físico o natural es aprehendido y apropiado de acuerdo a principios culturales, sociales e históricos particulares6, reflejando una forma de ver y entender el mundo, una manera de comprender el entorno natural específica que remite a un conocimiento y modo de vida relacionados con la experiencia particular de las personas que lo habitan. No es, por lo tanto, un parámetro dado, sino que constituye una construcción social que permite ordenar la realidad y que suele relacionarse con lo estable, lo fijo7. El espacio no es así un contenedor de prácticas sociales, sino que el medio a través del cual éstas se manifiestan8.

1 Lefebvre 1997, Soja 19892 Rapoport 1969, 1980, 1982, 19903 Lecoquierre y Steck 1999:474 Marcus 19935 Hillier y Hanson 19846 Troncoso 20017 Hernando 20028 Tilley 1994

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Bordieu puso de relevancia el vínculo intrínseco que existe entre la manera en que los comportamientos sociales se desarrollan y el lugar físico donde esto sucede, demostrando que un mismo espacio posee multiplicidad de funciones y significados9. Pese a que los miembros de una sociedad son capaces de jugar un papel activo en la construcción del mundo, esta construcción está limitada por condiciones físicas que actúan constriñendo sus acciones, conformándose así una relación por naturaleza dialéctica.

En definitiva, la trascendencia del concepto de paisaje o territorio radica en que éste es el sustrato necesario de toda relación humana –y por lo tanto no se refiere sólo al espacio construido- y su problemática estriba en que el ser humano nunca accede a ese sustrato directamente, sino a través de una elaboración significativa10. Finalmente, el paisaje existe en cuanto es percibido y representado por quienes lo habitan, constituyendo un marco obligado de ciertos fenómenos sociales como el arraigo, el apego o el sentimiento de pertenencia, la movilidad y la migración11, convirtiéndose así en un elemento de la identidad de un pueblo. Esto nos lleva a entender el paisaje como una concepción dinámica, dependiente de quienes lo viven y que por tanto cambiará su sentido e implicancias sociales en tanto la sociedad o grupos que lo habitan se transformen. En este sentido, el espacio tiene una dimensión histórica tremendamente relevante en su configuración.

Así concebido, el espacio culturizado se convierte en parte del patrimonio de un pueblo, grupo o comunidad y su estudio, en tanto, se vuelve un ejercicio necesario para comprender una forma específica de entender el mundo, fruto de una historia sociocultural particular. En esta línea, esta concepción del espacio se acerca a la noción de lugar antropológico propuesto por Augé, en cuanto está asociado con la historia, la identidad y sustentado en las relaciones sociales que se desarrollan en su seno. El “lugar” para Augé, es una construcción concreta y simbólica del espacio que se basa en un reconocimiento que el colectivo hace de él, una idea parcial o mitificada que se hacen aquellos que lo habitan12. Por lo mismo, agrega el autor, tiene un rol identitario –pues el grupo que le da significado lo considera como un

9 Bordieu 1973, 198910 García 197611 Giménez 200112 Augé 2000

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espacio que ayuda a definirlos socioculturalmente- al que se suma un componente histórico que se define toda vez que el lugar posee una estabilidad, una duración o una permanencia en el tiempo, pudiendo ser definido como “el que han construido los antepasados”13 cuya realidad no se concretiza sino en y por el tiempo.

Esta idea de lugares, que resulta útil al momento de estudiar al espacio en tanto patrimonio intangible de una comunidad, puede ser considerada como centros cargados de significados particulares, expresados en la experiencia diaria y en las conciencias de quienes los habitan14. En este sentido, el espacio está compuesto por lugares, los que le dan su significado general formando una especie de red de significados que configurarán un paisaje determinado. Según Tilley, las actividades asociadas a éstos generarán densidades diferenciales de significados, haciendo de ciertos lugares centros más densamente cargados de sentido15.

Con esto en mente, nos propusimos reflexionar en torno a los usos que se le ha dado al paisaje del Huasco Alto a lo largo de la historia, cómo ciertos espacios se han convertido, finalmente, en lugares. Lo anterior motivado, en parte, por el profundo proceso de transformación que ha atravesado y atraviesa la actual comuna de Alto del Carmen, el cual ha modificado profundamente las estructuras económicas, sociales y políticas de sus habitantes. Y además, porque desde tiempos precolombinos el territorio ha jugado aquí un rol preponderante en la definición de los comportamientos socioculturales, iniciando una relación entre territorio, historia e identidad que continúa hasta hoy. Así, por ejemplo, antes de la llegada de los españoles todo el valle del Huasco estaba ocupado por poblaciones que, como se ha propuesto, se organizaban de manera dual, tanto en su orden social como territorial16. Esta es una característica propia del mundo andino y que, en cierta medida, fue conservada por los europeos, que en su administración distinguieron entre los territorios de Huasco Bajo y Huasco Alto. En lo que respecta a este último, los hispanos ocuparon las tierras más fértiles del río El Carmen y alejaron a la población local al valle del río El

13 Augé 2000:6014 Tilley 199415 Tilley 199416 Hidalgo 1971

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Tránsito, intentando agruparlos en un pueblo de indios. Esta separación aún es reconocida por la población local, quienes distinguen entre el “Valle de los Españoles” y el “Valle de los Naturales”, un hecho que también ha contribuido al proceso de reetnificación y reconocimiento de los Diaguitas-Huascoaltinos.

A la vez, intentamos también contribuir al rescate de la historia de un espacio olvidado, un territorio que no figura mayormente en mapas ni libros sino hasta inicios de la República. De hecho, no es probablemente hasta bien entrado el siglo XVIII que el valle se inserta definitivamente dentro de la economía del Norte Chico, fundamentalmente gracias al desarrollo de la minería, lo que contribuye a su visibilización en los registros históricos pero siempre desde una perspectiva económica, sin una integración real de la población que habita este espacio17. Motivados en parte por esta ausencia de información, nuestro objetivo principal fue lograr una comprensión histórica del espacio Huascoaltino no a través de un ejercicio historiográfico, algo que ya ha sido abordado anteriormente18, sino por medio del estudio de hitos espaciales –lugares- que han sido formalmente reconocidos como parte del patrimonio comunal y que constituyen espacios que permitieron la articulación de vínculos y redes sociales, simbolizando procesos, actividades y prácticas tradicionales. En este sentido hemos seleccionado lugares que, a partir de la investigación etnográfica e histórica, hemos entendido como sitios con una densa carga de significados y que por tanto son clave para entender la red de sentido que da origen y ha transformado al paisaje de Alto del Carmen. Bajo esta visión, nos planteamos entonces una entrada a la reconstrucción histórica del territorio huascoaltino para poner de relevancia las particularidades culturales que han dado cuerpo a este valle y su gente.

Reconocemos que esta es una empresa ambiciosa y que requiere de un trabajo a largo plazo, de manera que lo asumimos de todos modos como un ejercicio preliminar y una primera entrada a este complejo tema.

17 Lorca 200218 Ver Pizarro et al. 2006

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La Estancia Huascoaltina:

En torno a los orígenes del espacio

de Huasco Alto

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Este lugar, perteneciente a la Comunidad Agrícola los Huascoaltinos, es un territorio de uso comunitario de alrededor de 300.000 hectáreas que va desde la sierra de Tatul hasta la frontera con la República Argentina, abarcando la cuenca del río El Tránsito y sus afluentes. Fue creada formalmente en el año 1903 por un grupo de comuneros del valle que se reconocieron como descendientes de los habitantes prehispánicos de este territorio y, en la actualidad, como parte de la etnia Diaguita-Huascoaltina.

De acuerdo a la documentación histórica, el territorio del Huasco Alto –comprendido por los valles de El Carmen y El Tránsito- fue sometido al poder español por medio de la creación de pueblos de indios que tenían por objeto el control y la concentración de las poblaciones indígenas. En su origen influyó el repliegue al que se vio sometida la población local una vez que los españoles se asentaron en el valle del río Carmen, también llamado de Los Españoles, a través de mercedes de tierras. De esta forma, El Tránsito se mantuvo como un espacio eminentemente indígena conocido también con el nombre de valle de Los Naturales, una denominación que se mantiene hasta la actualidad y que es parte fundante de la identidad de la comuna, distinguiendo a los habitantes de uno y otro valle.

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Sin embargo, pese a que en 1750 se realizara una matrícula de indios y la mensura de sus tierras, nunca se emitió una ordenanza que le diera un carácter formal al pueblo de indios ni tampoco se completaron dichas mensuras, permitiendo que sus habitantes mantuvieran, en mayor o menor medida, su integridad territorial19. Desde los primeros momentos de la conquista, es claro que la alta movilidad fue una de las principales características de estas poblaciones, rasgo que evidentemente dificultó su reducción y adoctrinamiento religioso. Lo importante es que a través de este reconocimiento territorial, se identifica un espacio asociado a la población indígena del valle desde la sierra de Tatul –que separa los valles del Tránsito y del Carmen- hasta la cordillera, cuestión que ha servido como justificación de la propiedad ancestral de la tierra que actualmente posee la Comunidad Agrícola de los Huascoaltinos. Junto a esto, se reconoce una continuidad en la ocupación de estas tierras de los linajes prehispánicos, a través de los apellidos registrados en los documentos de la Colonia temprana. Por ejemplo, en una matrícula de indios que efectúa el cura y vicario del valle del Huasco Alto y Huasco Bajo padre don Alonso de Burgos y Carmona en 1670, se reconoce a los Tamblai, Campillai, Guanchicai, Lacsa, Quilpatai, Laquitin, entre otros20. Dichos apellidos aparecen nuevamente en la encomienda otorgada en 1698 a don Antonio Niño de Cepeda y Mendoza, además de Pacollicuime, Cayo, Payacto, Chilla, Payauta y Callada21. En el documento de 1750 “Sobre Tierras de Indios en Huasco Alto” que presenta la mensura de tierras indígenas antes mencionada, se agregan apellidos españolizados como Alvares, Alquinta, Santibáñez, Villegas y González, entre otros22. Sucesivamente entre los años 1793 a 1797, la documentación histórica demuestra la continuidad de estos linajes en el territorio huascoaltino a los que se suman nuevas familias que son incluidas en estos registros, como los Torres, Ardiles, Pereyra, Godoy, Ynga o Hinga e Yriarte.

Como lo señala Molina y colaboradores23, con el advenimiento de la República se dictaron leyes destinadas a legislar sobre la tenencia de tierra indígena, de manera de liberar el

19 Pizarro et al. 200620 Pizarro et al. 2006:1121 Archivo General de Indias: ES.41091.AGI/16403.4.51//CHILE,52,N.2522 Molina et al. 2005:5123 Molina et al. 2005

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terreno sobrante y declararlo propiedad fiscal. No obstante, según estos autores, solamente los pueblos de indios del Huasco Bajo, Paitanaza (Vallenar) y Copiapó fueron sometidos a las mensuras correspondientes por parte del Estado chileno, quedando el Huasco Alto libre de dicha legislación, contribuyendo así a la salvaguarda del territorio ancestral. Esto desembocó en la inscripción en el Conservador de Bienes Raíces, en 1903, de estas tierras como propiedad comunal de los habitantes del antiguo pueblo de indios del Huasco Alto, pasando a denominarse entonces Estancia de los Huascoaltinos.

En general, en la constitución de este lugar se reconoce un claro componente territorial, por un lado y económico-cultural, por otro, al ser destinado al uso comunitario a través de prácticas tradicionales como la criancería y la arriería. Sumado a esto, se identifica también un factor de parentesco, en tanto los dueños son parte de los mismos linajes que se reconocieran como habitantes de estos territorios en aquellos tempranos documentos coloniales.

A partir de lo anterior, podríamos pensar que la Estancia de los Huascoaltinos se configuró como un espacio de relativa autonomía por parte de las poblaciones locales desde la época colonial. Sin embargo, la sociedad prehispánica que habitaba este territorio vio modificadas de manera importante algunas de sus tradiciones culturales, como lo son su cosmovisión y mundo simbólico así como su lengua, dos componentes fundamentales para la reproducción socio-cultural. Así, se hace evidente que la influencia externa –española primero y chilena después- ejerció presiones que derivaron en una radical transformación cultural, que sin embargo, permitió la mantención de algunas prácticas que son visibles hasta la actualidad, sobre todo aquellas asociadas al ámbito económico.

En este sentido, el haber mantenido, en mayor o menor medida, el usufructo y luego haber legalizado la propiedad de la Estancia, no aseguró a sus habitantes un resguardo de sus tradiciones. No obstante, en la búsqueda de visibilidad y derechos sobre el territorio la existencia de este espacio ha jugado un papel fundamental, cuestión que se ha hecho evidente en años recientes en el proceso de reconocimiento formal de la etnia Diaguita-

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Huascoaltina24. En cierto sentido, aquí vemos reflejada justamente la importancia del territorio como espacio construido socioculturalmente por parte de un grupo: pese a que elementos que permiten la identificación de una comunidad, como la lengua, han desaparecido –haciendo más difusos los vínculos directos con los habitantes precolombinos de este territorio- la etnia Huascoaltina ve plasmado en este lugar la continuidad histórica que hoy permite su reproducción.

Así, el espacio demarcado por los límites de la Estancia Huascoaltina ha pasado a ser algo más que un lugar de producción económica o de habitación. Se ha convertido hoy en un espacio que sustenta a una identidad particular, que funciona ya no sólo desde el plano económico, sino también desde la esfera de lo político, como lugar de resistencia y reivindicación, siendo resignificado con valores nuevos, inspirados en un pasado del que poco se sabe pero que muchos valoran. Así, el uso dado a este espacio se volcó hacia la reclamación de derechos colectivos, otorgándosele un nuevo sentido y ampliando de esa forma la carga simbólica de este espacio. Se constituye entonces en un lugar donde, de manera quizás más evidente que en otros de los presentados en este libro, se articulan tradiciones, materialidades, relaciones sociales y políticas a la vez que significados que sustentan la configuración de una identidad Huascoaltina. Esto da cuenta de la importancia del espacio en tanto agente en la construcción de la identidad, así como el rol activo que juega en la transformación socio-cultural de los pueblos.

24 Ver Molina et al. 2005.

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Quebrada de La Totora

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La Quebrada de La Totora es un espacio originado por un curso intermitente de agua que fluye hacia el río El Tránsito, el que desemboca cerca del poblado de Chanchoquín. A lo largo de miles de años, las alteraciones geomorfológicas han dado forma a un espacio particular en donde los cerros, erosionados por el agua y el viento han dejado expuestas sus vetas minerales, configurando un paisaje multicolor en un marco de casi absoluta aridez, la cual sólo es interrumpida por la cada vez más escasa vegetación. La quebrada hoy se encuentra casi completamente seca, salvo algunos sectores en donde un canal de riego permite el cultivo a baja escala.

La actual sequedad de este sector responde a la desertificación, que como es bien sabido, es un fenómeno macro-regional y cuyo comienzo se habría dado siglos atrás, siendo su primera consecuencia evidente en el valle de Huasco la desaparición de la producción de trigo durante la segunda mitad del siglo XVIII y el consecuente reemplazo por las viñas25. No obstante esta larga historia de escasez hídrica, pareciera ser que el proceso de aridización en el valle de Huasco y en la Quebrada de la Totora en particular, se habría acelerado significativamente desde hace unos 20 años. Es así que la población actual recuerda cuando los cursos de agua eran constantes y la producción agrícola no escaseaba.

En la quebrada de La Totora se han configurado dos procesos que resultan significativos para los fines de este estudio y que están relacionados con prácticas de movilidad cordillerana. En primer lugar, la quebrada se encuentra inserta dentro de una red de espacios de circulación que son propios del sistema de movilidad ganadera. En segundo lugar, desde tiempos prehispánicos, ella se constituyó como un lugar de tránsito desde el valle del Huasco hacia valles septentrionales.

25 Lorca 2002

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Con respecto al primer punto, cabe señalar que las prácticas de movilidad ganadera representan una estrategia económica que ha tenido un peso histórico relevante en todo el valle del Huasco Alto, siendo este lugar uno de los tantos nodos dentro de un sistema mucho más amplio que interconecta zonas más bajas del valle y sectores netamente cordilleranos, con los cuales conforma un territorio conjunto26.

La práctica ganadera a la que hacemos referencia incluye principalmente a ganado caprino y se encuentra basada en un régimen de aprovechamiento y complementación de los recursos vegetales presentes en los diferentes nichos ecológicos del valle y la cordillera. Ésta le otorga un papel relevante al territorio y a su conocimiento consuetudinario, pues supone la adaptación a un ciclo ecológico natural a través la movilidad, la que permiten explotar recursos vegetales en lugares con distintos ritmos estacionales27.

Esta utilización estratégica del territorio y sus recursos en el desarrollo de actividades ganaderas cuenta con dos momentos diferenciados: durante la llamada “invernada” los animales son trasladados a las zonas más bajas del valle para protegerlos del frío y la nieve. En primavera y verano, en cambio, los mejores pastos se encuentran en la alta cordillera, hasta adonde los animales son arriados para su engorda en lo que se conoce como “veranada”. Este circuito de ocupación cuenta, a la vez, con una serie de espacios intermedios a través de los cuales los animales son guiados en el tránsito entre invernada y veranada. Precisamente, La Totora corresponde a este tipo de espacio, y en ella existen una serie de majadas que actúan a modo de postas en el traslado del ganado, el que se realiza de manera gradual y aprovechando los recursos existentes en el trayecto.

La práctica ganadera supone entonces la utilización y explotación cíclica de espacios de valle y cordillera y funda un territorio integrado, cimentado a partir del conocimiento y la adaptación al medio ambiente. Esta ancestral práctica ha construido un territorio cargado

26 Molina et al. 200527 Lorca 2010

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de significado y que dota de identidad a la población que lo utiliza, pues no estamos en presencia tan sólo de un tipo de estrategia económica que permite el aprovechamiento de recursos escasos, sino que la movilidad ganadera se constituye también en una importante actividad de reproducción sociocultural28.

Actualmente, la mayor parte de las majadas de la quebrada de La Totora no presentan evidencia de haber sido utilizadas en mucho tiempo, lo que de alguna manera sugiere la disminución de este tipo de prácticas. Si durante los siglos XVIII y XIX la actividad criancera del valle tuvo gran importancia, suministrándose desde allí productos y subproductos caprinos a una pujante industria minera regional29, desde la segunda mitad del siglo XX ésta ha bajado en intensidad progresivamente . Factores ambientales y socioeconómicos son los que explican tal situación, siendo quizás la desertificación y la migración los más emblemáticos. Sin embargo, tal pérdida de significación económica y social de la actividad no borra la huella de una larga historia de movilidad ganadera, historia en la que la quebrada de La Totora experimentó un uso intensivo.

Ahora bien, como señalamos, la movilidad que ha promovido este espacio no se remite exclusivamente a prácticas ganaderas. Debido a que esta quebrada tiene una dirección norte-sur, ha sido históricamente una ruta natural de tránsito entre los valles de Huasco y Copiapó, configurándose como un espacio de comunicación entre ambas cuencas.

Al uso histórico de este espacio como ruta interfluvial, se suma una importante ocupación prehispánica que es actualmente visible a través de la presencia de petroglifos. Con diseños antropomorfos, zoomorfos y geométricos o no figurativos, el arte rupestre de este sector constituye uno de los mejores ejemplos de arte precolombino en la comuna de Alto del Carmen y la diversidad que presenta da cuenta de un complejo universo simbólico y representacional.

28 Lorca 201029 Descubrimientos de minerales como los de Agua Amarga (1811), Chañarcillo (1833) o Tres Puntas (1848) demandaron grandes cantidades de carne, cuero y queso.

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La técnica más empleada para la producción de arte rupestre es la de la extracción de la corteza de la roca, generando petroglifos; pero también se encuentran técnicas por añadimiento, es decir, por la incorporación a la roca de sustancias ajenas, pigmentos que dan origen a pinturas. En el caso de la Totora, nos encontramos con algunos petroglifos que luego fueron pintados con pigmentos rojos, generando un efecto particular en ciertos diseños, tales como algunos camélidos estilizados.

La ausencia en la zona de investigaciones acuciosas referentes a la prehistoria en general y al arte rupestre en particular, hace que sea imposible proponer fechas o periodos para el inicio de la producción de esta manifestación cultural. Sin embargo, algunos de los diseños que encontramos grabados en las piedras, pueden ser interpretados como de origen Incaico, tal como serían algunas de las mencionadas representaciones de camélidos estilizados (posiblemente llamas) y las cruces inscritas, diseño que se encuentra profusamente representado en otros soportes del imperio cuzqueño, como en la cerámica y en los textiles.

Si consideramos lo anterior, es posible suponer que la quebrada funcionó como vínculo entre las poblaciones de Huasco y el Copiapó durante el dominio incaico, y que los grabados responden a una forma de hacer propio este espacio. En este sentido, los incas probablemente utilizaron una ruta preexistente, tal como hicieron en otras regiones del imperio. De esta forma no sería extraño pensar que la quebrada venía siendo usada como espacio de tránsito desde antes de la llegada de los incas, sobre todo si tenemos presente la estrecha relación que parece existir entre los desarrollos socio-culturales de los periodos preincaicos en Huasco y Copiapó y que se pueden evidenciar en los restos culturales Molle, Animas y Diaguita.

Ahora bien, más allá de los diferentes estilos, técnicas y posibles periodos de ejecución de estas representaciones en las rocas, creemos que es importante destacar su rol en la incorporación de este territorio dentro de un paisaje cultural, profundizando la importancia de la quebrada como lugar de reproducción social con un importante significado para los grupos locales. El arte rupestre ancla en el espacio, de manera evidente y permanente, un discurso determinado, social y culturalmente contingente. El trasfondo simbólico de

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este discurso visual puede que nos esté vedado por nuestra incapacidad de aprehender las intenciones de sus productores, el sentido social que tuvieron y su contexto de uso, pero su sola presencia nos permite plantear la importancia de este espacio en particular para las poblaciones precolombinas. Creemos que estos espacios deliberadamente destacados, participan en la configuración de una memoria espacial, fundamental para la configuración de las identidades locales.

En definitiva, la quebrada de La Totora, espacio de gran significación para la población actual del valle del Tránsito, ha sido desde momentos tempranos un espacio de conexión entre diferentes áreas, recursos y personas. Probablemente durante la prehistoria, la quebrada sirvió como vínculo entre personas que habitaban diferentes valles, permitiendo la reproducción social de complejos culturales macro-regionales, al menos en lo referente a su materialidad. Por su parte, una vez instaurada la práctica de la ganadería –probablemente con la conquista incaica, pero de seguro con el arribo europeo- la quebrada continuó siendo utilizada de forma similar, esta vez conectando espacios de pasturas y forrajes.

La reiteración de prácticas, evidenciada en la producción de arte rupestre, en las innumerables majadas –pequeñas y grandes, en desuso y activas- y en los corrales, así como la importancia que actualmente le da la población de Chanchoquín –que la identifica claramente como un punto relevante dentro de su territorio-, nos permiten entender este espacio como un lugar con una densidad de significados importante30, con una relevancia particular en la configuración de prácticas sociales propias del valle. Así, vemos la importancia de la movilidad en la constitución de los lugares que marcan el paisaje huascoaltino, la creación de significados por medio del movimiento de personas y recursos, llegando al punto de marcar físicamente el espacio por medio de grabados que se fueron multiplicando a través del tiempo. Las claras evidencias de ocupación de este espacio por parte de poblaciones precolombinas permite también el fortalecimiento identitario de la etnia diaguita huascoaltina actual, que reconoce que este lugar fue ocupado por sus antepasados, transformándolo en un espacio relevante dentro de su historia cultural.

30 sensu Tilley 1994

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Casa de la Aduana, El Tránsito

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La Casa de la Aduana, una construcción ubicada al costado de la plaza del poblado de El Tránsito, ha sido reconocida como una muestra de la arquitectura típica del Huasco Alto y, en tal sentido, parte del patrimonio arquitectónico del valle31. Como su nombre lo indica, funcionó como oficina de aduanas y registro civil desde el siglo XIX hasta la década de los setenta, momento en el cual se restringió completamente el tránsito transcordillerano. Desde aquí se fiscalizó el movimiento de ganado argentino que, a través del paso La Flecha y el valle de El Tránsito, ingresaba al país para abastecer las faenas mineras de la región y del resto del Norte Grande chileno. El historiador Joaquín Morales plantea que “el camino que es más transitado, saliendo de Vallenar, es el que toma por el río del Tránsito para pasar por el portezuelo de la Flecha y conducir al lugar argentino de San Guillermito”32.

En efecto, en diversos testimonios recogidos en la zona, se refleja el carácter de la localidad de El Tránsito como lugar de paso, de movimiento, flujo de personas y bienes, hecho que justificaría en parte su nombre, algo ya planteado por otros autores33 .

Desde el siglo XIX, –fomentado por el tratado de libre comercio y tránsito suscrito por Chile y Argentina en 1856- el traslado de ganado, productos y personas se centralizó en este espacio, sustentando actividades económicas a nivel regional y nacional, fundamentalmente de carácter minero, pero también para el abastecimiento de ciudades como Copiapó, Vallenar, Huasco, Caldera y Chañaral. Existen documentos que avalan la importancia de esta ruta de conexión en términos de la cantidad de animales que pasaban por el lugar:

31 Loader 2003, Cabello y Sinclaire 200532 Morales 1896:26133 Ver Lorca 2002

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“[…] en Copiapó, se recibían todos los años 10.000 bueyes para el consumo de Copiapó y Caldera. Otro tanto se internaba al Huasco por el paso de La Flecha en el valle del río Tránsito. En 1870 el promedio de ganado importado por este paso era de 9.000 cabezas de vacuno, 6.000 de lanares y 2.000 mulares […] Estos ganados debían ser engordados en los valles mismos, antes de su traslado por vía marítima a las provincias de Antofagasta y Tarapacá”34.

Sin embargo, no sólo fue parte de la actividad económica de la región, sino que también representa la institucionalización de una práctica cultural que hunde sus raíces en momentos prehispánicos, cual es la movilidad transcordillerana. En efecto, los orígenes de esta actividad y las relaciones forjadas a través de la cordillera se pueden rastrear, por medio de testimonios y documentos coloniales, a épocas precolombinas. Se señala, por ejemplo, que los indígenas del Huasco Alto eran “dueños de la cordillera […] se pasan al otro lado cuando no consiguen ocultarse entre las quebradas de sus terrenos”35. Este tipo de relatos sumado a otros hechos como la existencia de los mismos apellidos entre personas de uno y otro lado de los Andes y elementos lingüísticos comunes36, refuerzan la relación directa entre los habitantes del Huasco Alto y la antigua provincia argentina de Cuyo, que abarcaba “la parte suroeste de Salta, toda La Rioja (excepto su parte más meridional), la parte montañosa de San Juan y la región de Santiago del Estero limítrofe con Catamarca”37.

A partir lo anterior, reconocemos en este espacio la materialización de una práctica tradicional –como lo es la arriería- y la configuración de un lugar que simboliza una parte

34 Aranda 1969 en Molina et al. 2005:11835 Lizárraga 1987 en Molina et al. 2005:2436 Latcham (1923) plantea la relación entre diaguitas argentinos y chilenos en base a comparaciones lingüísticas derivadas de una lengua común: el kakán. Plantea que en ambos lados de los Andes se pueden encontrar lugares que terminan en gasta o ga, il, til, qui, quil, ama, cama, mar, alá, entre otros. Molina y colaboradores (2005) mencionan lugares como Chalinga, Elqui, Sotaqui, Combarbalá, Salala y Chanchoquín como ejemplo de lo planteado por Latcham. 37 Cornely 1946:6

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de la historia del Huasco Alto. Esta práctica, puntualmente en el contexto transcordillerano, ha sido tratada de forma más sistemática en la zona norte del país, específicamente entre el desierto de Atacama, la cordillera de Copiapó y el Noroeste Argentino. Más al sur, la información de la que disponemos es poca, aun cuando se reconoce como una actividad cultural importante en base a los relatos y testimonios de personas que la conocieron o practicaron. De hecho, para el caso del Valle del Huasco, sólo contamos con estas menciones en relatos orales y con la existencia de este lugar que, como lo señalamos, visibiliza esta práctica desde la institucionalidad. Obviamente, a esta arriería formal o hacendal38 se suma la actividad informal que, sustentada en antiguos lazos sociales y de parentesco, conforma la base de la complementariedad de recursos en la que se sostenían las economías familiares. Aunque la movilidad transcordillerana a través de la Aduana de El Tránsito cesa en la década de 1970, es sabido que para la zona cordillerana de Copiapó y la puna de Atacama esta actividad persiste y se basa, como señalan algunos autores39, en el profundo conocimiento de la geografía y las rutas ancestrales de conexión así como la existencia de lazos de compadrazgo y parentesco. Indudablemente el reforzamiento de los límites fronterizos chileno-argentinos entre las décadas de 1970 y 1980, manifestada a través de la presencia militar y el control policial, han afectado profundamente la continuidad de esta antigua práctica.

La presencia de una oficina aduanera en este espacio nos remite, por una parte, a la persistencia de la movilidad transcordillerana en el Huasco Alto y la institucionalización de la arriería, así como a la existencia de lazos culturales entre ambas vertientes de los Andes. Por medio de relatos orales se reconoce el arribo de familias que, motivadas por este comercio ganadero pero sobre todo por la bullente actividad minera, pasaron a formar parte de los habitantes del valle. De hecho, tanto personas adscritas a la etnia Diaguita-Huascoaltina como a la Colla, que habitan la zona nororiente de la Región de Atacama, reconocen vínculos al otro lado de la cordillera40. De cierta manera, la oficina aduanera nos remite a la persistencia de una práctica ancestral donde no sólo circularon bienes, sino que también lo entendemos como un lugar donde se articularon relaciones sociales y

38 Molina 201139 Molina 201140 Subgrupo de Trabajo Pueblo Colla 2002. “Informe de Verdad Histórica y Nuevo Trato del Pueblo Colla”. Documento de Trabajo No 60. Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato. Copiapó.

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económicas, pero que sólo representan una pequeña parte de una tradición que también permitió la producción y reproducción de una cultura, de una forma de vida de la cual los actuales huascoaltinos son herederos.

Por otra parte, la aduana también simboliza la presencia del Estado en una zona remota del territorio nacional, en momentos en los que las comunicaciones no era lo expeditas que son hoy. Esto da cuenta de la relativa importancia que el valle de El Tránsito tuvo para los intereses de la Nación, tanto por la recaudación de impuestos, como por el control de la internación de recursos fundamentales para el desarrollo económico nacional. En este sentido, el cese de las labores aduaneras en el valle, da cuenta también de la pérdida de importancia de este espacio para el desarrollo local y regional y del desinterés del Estado por promover el intercambio transcordillerano, que tanto había aportado, no solo con recursos, sino también con una compleja red de relaciones sociales que hoy día parecen haber desaparecido, pero que moldearon parte de la identidad local.

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La Planta Pisquera

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Veinticinco kilómetros al sur del pueblo de Alto del Carmen, atravesando el valle del río El Carmen, se ubica el poblado de San Félix. En esta localidad se encuentra emplazada la planta pisquera Horcón Quemado, la que desde hace más de un siglo elabora una serie de licores derivados del destilado de uva, con un especial énfasis en la producción de pisco. La historia de esta empresa, que adopta el nombre con el que durante el período colonial era conocido el poblado de San Félix, se remonta a los inicios del siglo XX cuando el italiano Esteban Bruzzone adquiere un alambique francés y tierras para el cultivo de vides. El alambique y las tierras serían posteriormente vendidos al español Bartolomé Mulet, cuyos descendientes hoy siguen produciendo los licores de manera artesanal.

Lo que aquí nos interesa no es dar cuenta de la historia particular de esta empresa familiar, sino destacar cómo la instalación de ésta y de otras plantas pisqueras a lo largo del siglo XX han traído importantes consecuencias en la configuración espacial de Alto del Carmen. Con ellas, se han producido una serie de transformaciones que han situado al territorio como un eje central y que en su conjunto han tendido a la modernización de la comuna, con las múltiples consecuencias sociales, económicas y culturales que tal fenómeno supone.

Hasta mediados del siglo XX la agricultura en el Huasco Alto estaba dominada por la presencia de una importante diversidad de cultivos, entre los que destacaban el maíz, el trigo, las papas, las cebollas y los porotos, así como por la presencia de frutales, tales como duraznos, nogales, higueras y manzanos. Aquella configuración agrícola estaba influenciada por la presencia de una serie de chacras destinadas al auto consumo, surgidas al alero de la economía de auto subsistencia que sostenía a buena parte de los habitantes de las entonces aisladas localidades rurales. A su vez, tal diversidad productiva hacía eco de una tradición iniciada en tiempos precolombinos -en los que se cultivaban especies como el maíz o la quinoa41- la que, aunque con evidentes transformaciones, fue continuada hasta bien entrado el siglo XX.

41 Subgrupo de Trabajo Pueblo Colla 2002. “Informe de Verdad Histórica y Nuevo Trato del Pueblo Colla”. Documento de Trabajo No 60. Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato. Copiapó.

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Fue en la década de 1970 cuando comienza a aparecer una agricultura extensiva de parronales en la zona, con lo que se tendió al monocultivo y se restringió la diversidad productiva. Como se señaló, en ello incidieron las distintas plantas pisqueras instaladas en la comuna, las que tecnificaron e industrializaron la producción, volcándola a la exportación y haciéndola más intensiva. Dicho proceso ha llevado a que al año 2005, 850 de las 910 hectáreas sembradas en la comuna posean parronales42.

El territorio agrícola de la comuna sufrió entonces un revolucionario cambio cuyas consecuencias, tal y como plantea este trabajo, superan ampliamente la mera transformación en la estética del valle, poniendo de relevancia las distintas dimensiones en las que el territorio puede influir. Así, junto con las ya señaladas modificaciones que se produjeron en el sistema productivo, y que alteraron significativamente los modos tradicionales de vida en el valle, se desencadenaron variaciones en el sistema de tenencia de la tierra. El siglo XX estuvo marcado, entre otros procesos, por el paso de un modelo en que predominaba una gran subdivisión de propiedades a otro en que pocos propietarios controlan la tierra43, situación que perdura en la actualidad y que se ha visto acrecentada por la aparición de importantes empresarios dedicados a la venta de uva pisquera.

La concentración de la propiedad en pocas manos ha llevado, a su vez, a la modificación de la figura campesina, la que tal y como ha acontecido en otras zonas del campo chileno, se ha convertido en un asalariado agrícola, transformándose los antiguos pequeños productores en obreros. Tal realidad es la que hoy predomina entre importantes sectores de la población de la comuna, los que se ven expuestos a condiciones laborales precarias e inestables, de las que a su vez ahora son dependientes.

La utilización de las tierras cultivables por parte de la industria pisquera ha repercutido entonces en la estructura económica del valle y ha fomentado la aparición de nuevos

42 Información obtenida desde “Plan de Desarrollo Turístico Sustentable para los Valles El Carmen y El Tránsito”. Publicación conjunta de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias. ODEPA y el Centro de Información de Recursos Naturales. CIREN. Septiembre de 2005. 43 Pizarro et al. 2006

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sujetos sociales, modernizando los tipos de relaciones sociales y laborales existentes, las que ahora otorgan centralidad al salario. Las influencias modernizantes se observan, a su vez, en la mayor conexión del valle hacia el exterior gracias a las carreteras construidas y a la llegada, en vastas zonas, de medios de comunicación. Esta conexión ha hecho de Alto del Carmen una comuna más dependiente de mercados nacionales e internacionales, hacia los que está orientada la producción pisquera. Esto termina de marcar una distancia con la realidad de autosubsistencia que tiñó buena parte de su historia productiva.

Queda claro cómo los cambios en los usos del territorio agrícola de la comuna se han convertido en un motor importante de los procesos de modernización de la misma. Más allá de los beneficios y contradicciones que tal desarrollo implica, lo que quisimos poner de manifiesto fue la centralidad del territorio en dicha configuración y las amplias repercusiones generadas. A inicios del siglo XX, Horcón Quemado fue una planta pionera en la producción pisquera. Los volúmenes de producción que presenta quizás no la convierten en el actor más relevante en la cuestión que aquí tratamos, y de hecho, al ser una planta artesanal, en realidad promueve prácticas económicas más relacionadas con una antigua forma de entender la producción agrícola, alejada de la industrialización que ha a afectado a la producción pisquera, como ocurre con la planta de pisco Alto del Carmen.

Así, en términos generales, el ingreso de la industria pisquera al valle ha sido un factor determinante para impulsar los fenómenos aquí relatados, fenómenos de implicancias no menores a nivel cultural en una comuna que tradicionalmente ha definido su identidad por su carácter rural, el que hoy se materializa de modos novedosos y adquiere nuevas significaciones.

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Palabras Finales

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El espacio puede ser entendido como un texto, como un marco en el cual a través de la separación, la diferenciación, la articulación y la re-articulación44 de lugares, los significados aparecen a la vista de quien tiene los conocimientos para decodificarlos. Así, los habitantes de un territorio no sólo lo ocupan y explotan, sino que también lo leen e interpretan. A partir de esto, el objetivo de este trabajo fue, fundamentalmente, lograr un acercamiento preliminar a los contenidos históricos, identitarios, sociales, económicos de los lugares para así entender la forma en que dan origen a un sistema de significados espaciales que constituye la base de la construcción de una identidad local particular.

De esta forma, se intentó una aproximación inicial a la historia del Huasco Alto a través de algunos de los lugares que lo componen y dan forma a un paisaje cultural rico en historia y tradiciones. Tras este objetivo se esconde la idea de reflexionar en torno la relación que existe entre ciertos lugares y la configuración de un territorio particular, espacios que generan una impronta cultural que permite diferenciar a este paisaje de otros.

44 Tilley (1991) plantea que la cultura material puede ser entendida como texto, ya que es su lugar en una red de relaciones significativas el que le otorga su significado. A partir de esto, pensamos que el espacio, constituido por lugares, puede también ser conceptualizado como un texto, en el cual la transformación de uno de sus elementos, implicará la transformación de su significado y por tanto de las prácticas sociales que promueve.

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Estos lugares manifiestan experiencias vividas, prácticas culturales, contenidos simbólicos y relatos históricos; su estudio nos ha permitido una entrada a la construcción del paisaje Huascoaltino poniendo de relevancia las persistencias y los quiebres que existen en relación a la ocupación y significado de estos hitos espaciales.

El marco dentro del cual hemos querido insertar este trabajo es aquel que sostiene que no son las sociedades las que perduran, sino el paisaje cultural, con su red de lugares que sostienen intricados procesos de relaciones sociales, fundadas en la historia y la tradición, configurando una particular manera de reproducción social45. En particular, comunidades rurales como las de Alto del Carmen, fundan y sustentan su cultura en un espacio que es aprehendido a través de su uso. La identidad, entonces, se encuentra inevitablemente asociada a un paisaje, de aquí que acercarse a la percepción, uso y significados asociados a los lugares pueda, a nuestro juicio, acercarnos a una comprensión y valoración del patrimonio intangible de la comuna de Alto del Carmen.

45 Leach 1961 en Allison 1999

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Agradecemos a la comunidad del Huasco Alto y al Fondo Nacional de la Cultura y Las Artes, por el financiamiento otorgado para la

ejecución de este proyecto.

Los Autores

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Viviendo el espacio

Una historia de tradiciones y usos del territorio de Huasco Alto

2012

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ISBN 978-956-351-018-8

Este proyecto fue posible gracias al aporte delFondo Nacional para la Cultura y las Artes en su Línea de Conservación y Promoción del Patrimonio Inmaterial

ViViendo el espacio:Una historia de tradiciones y usos del

Alto Huascode los autores Felipe Armstrong B.,

Estefanía Vidal M. y Raúl Espinosa F. se terminó de imprimir en el mes de Marzo de 2012 en Alerce Talleres Gráficos S.A.

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