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Hospitales y centros asistenciales Juan Gondra Rezola Artículos publicados en el periódico Bilbao entre los años 2000 y 2014 Página 1. El Hospital de la Magdalena 3 2. El Hospital de San Lázaro 6 3. El Hospital de los Santos Juanes 11 4. Las Señoras del Hospital y las beatas 12 5. Primer Hospital bilbaíno para la curación de enfermos 13 6. El Hospital de Atxuri y las procesiones de Semana Santa 14 7. Los Hospitales Militares y Civil de Bilbao durante la guerra de la Independencia 15 8. Las Monjas del Hospital 16 9. Tratamiento de las fracturas óseas en el Hospital de Atxuri 17 10. El Hospital de Bilbao y las corridas de toros 18 11. Las rifas y tómbolas a beneficio del Hospital Civil 19 12. Intento de unificación del Hospital y la Misericordia 20 13. La obsolescencia del Hospital de Atxuri 21 14. Inauguración del Hospital de Basurto 22 15. Los Hospitales de Begoña I 23 16. Los Hospitales de Begoña II 24 17. El Hospital de San Francisco 25 18. El Hospital para epidemias de Elejabarri 26 19. Los primeros hospitales militares provisionales en Bilbao 27 20. Los Hospitales Militares en Bilbao durante la guerra civil 28 21. La primera Casa de Socorro del Ensanche 29 22. La Casa de Socorro de San Vicente 33 23. La Casa de Socorro de Urazurrutia 39 24. La Casa de Socorro de Deusto 47 25. Las personas ahogadas en la Ría 48 26. El rescate y reanimación de los ahogados en la Ría 49 27. Los primeros socorristas en la Ría de Bilbao 57 28. El nacimiento de la DYA 58 29. Historia de la asistencia sanitaria de urgencia en Aste Nagusia 59 30. La Fundación Vizcaya Procardiacos 60 31. La Seguridad Social en Bilbao 61 32. El Servicio Municipal de Ambulancia 62

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Hospitales y centros asistenciales

Juan Gondra Rezola

Artículos publicados en el periódico Bilbao entre los años 2000 y 2014

Página

1. El Hospital de la Magdalena 3 2. El Hospital de San Lázaro 6 3. El Hospital de los Santos Juanes 11 4. Las Señoras del Hospital y las beatas 12 5. Primer Hospital bilbaíno para la curación de enfermos 13 6. El Hospital de Atxuri y las procesiones de Semana Santa 14 7. Los Hospitales Militares y Civil de Bilbao durante la guerra de la

Independencia 15

8. Las Monjas del Hospital 16 9. Tratamiento de las fracturas óseas en el Hospital de Atxuri 17 10. El Hospital de Bilbao y las corridas de toros 18 11. Las rifas y tómbolas a beneficio del Hospital Civil 19 12. Intento de unificación del Hospital y la Misericordia 20 13. La obsolescencia del Hospital de Atxuri 21 14. Inauguración del Hospital de Basurto 22 15. Los Hospitales de Begoña I 23 16. Los Hospitales de Begoña II 24 17. El Hospital de San Francisco 25 18. El Hospital para epidemias de Elejabarri 26 19. Los primeros hospitales militares provisionales en Bilbao 27 20. Los Hospitales Militares en Bilbao durante la guerra civil 28 21. La primera Casa de Socorro del Ensanche 29 22. La Casa de Socorro de San Vicente 33 23. La Casa de Socorro de Urazurrutia 39 24. La Casa de Socorro de Deusto 47 25. Las personas ahogadas en la Ría 48 26. El rescate y reanimación de los ahogados en la Ría 49 27. Los primeros socorristas en la Ría de Bilbao 57 28. El nacimiento de la DYA 58 29. Historia de la asistencia sanitaria de urgencia en Aste Nagusia 59 30. La Fundación Vizcaya Procardiacos 60 31. La Seguridad Social en Bilbao 61 32. El Servicio Municipal de Ambulancia 62

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Hospitales de Bibao, I

Un hospital fantasma: El Hospital de la Magdalena Juan Gondra, periódico Bilbao, número 158, marzo de 2002, pág. 34

Han sido pocos los hospitales que han prestado servicio en Bilbao a lo largo de

su historia; tan pocos, que para contarlos sobran los dedos de una mano. Muy lejos del

elevado número de hospitales que era frecuente encontrar en otras ciudades europeas.

Pero antes de entrar en más detalles, debemos aclarar lo que entendemos por

hospital.

Concepto de Hospital

Para el hombre de hoy un hospital es, sobre todo, un lugar en el cual los

miembros de la comunidad pueden obtener servicios destinados a devolverles la salud;

los hospitales medievales, en cambio, se concebían como instituciones para la práctica

de la caridad y no como lugares de curación. En cierto modo, el hospital de la Edad

Media era un centro de beneficencia, entre cuyas funciones figuraba, pero no de modo

exclusivo, la cura y cuidado de personas enfermas.

Si nos situamos en la Europa de los primeros años después de la fundación de

Bilbao, encontraremos que el hospital era una institución en ciernes, poco perfilada aún,

no bien definida, lo que explica las profundas diferencias que había entre unos centros y

otros, y con una multiplicidad de funciones manifiesta: además de atender en ellos a

enfermos, se daba refugio a viajeros y mendigos, limosna a los necesitados, crianza a

los niños huérfanos o expósitos, asilo a los ancianos, sepultura a los difuntos, etc.

Hospitales religiosos y hospitales burgueses

En los años próximos a la fundación de la Villa, los hospitales europeos

extendieron e hicieron común la práctica de tener un médico a su servicio. Hasta

entonces el tipo de hospital que predominaba en Europa era un pequeño centro adscrito

a un monasterio o a una catedral; en él se daba una oportunidad al desarrollo de la virtud

de la Caridad, siguiendo un mandato religioso que era el motor principal de la propia

existencia del hospital.

Años atrás, al inicio de la Edad Media en Europa, había tenido lugar una

desorganización completa del modelo heredado del Imperio Romano, y fue entonces

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cuando, para compensar la creciente necesidad de cuidados médicos, surgió ese tipo de

medicina eclesiástica que tuvo su modelo en las enfermerías monásticas y que se

difundió rápidamente. Hasta el siglo XIII fueron los propios frailes quienes se

encargaban de atender a los enfermos y, aunque carecieran de formación médica,

mientras ellos fueron quienes prestaban asistencia la calidad podemos considerarla

como buena.

Pero ya en el siglo XIV, en el tiempo de la fundación de Bilbao, surgió un nuevo

modelo de hospital cuyo patrocinio no era eclesiástico ni del rey: asistimos a la entrada

en una nueva etapa, la de los hospitales burgueses, una realidad en toda la Europa

Bajomedieval, más frecuente en aquellas ciudades que, como en el caso de Bilbao

combinaban un alto grado de soberanía municipal con un importante comercio a larga

distancia y con producción propia de manufacturas.

Hospitales de Bilbao

A pesar de que las informaciones que poseemos acerca de ellos son muy escasas,

podemos incluir en este modelo de hospital burgués a los del Bilbao del siglo XVI;

fueron hospitales de fundación seglar, patrocinados por la iniciativa ciudadana, regidos

y financiados directamente por el concejo municipal; dotados de asistencia médica a

cargo de los médicos titulares y administrados por un seglar que recibió indistintamente

los nombres de manobrero, administrador o mayordomo. Ambos tenían como finalidad

principal el asilo de pobres y no la curación de enfermos; quien allí ingresaba no lo

hacía por enfermo, sino por pobre. Y ya no marchaba del hospital hasta salir de la

pobreza o hasta fallecer.

Se trata del hospital de San Lázaro y el de los Santos Juanes, este último el más

conocido por ser el que disfrutó de más larga vida ya que, considerando su continuidad

con el Hospital de Basurto, cubre más de quinientos años de nuestra historia; a ellos hay

que sumar otros dos: un pequeño y efímero hospital situado junto a la iglesia de

Santiago, tal vez el más antiguo de la Villa, y otro al que hemos llamado fantasma, el

de “La Magdalena”, hospital citado por Teófilo Guiard, Archivero de la Villa y autor de

su historia más completa, ignorado o negado por otros autores.

Hospitales de Santiago y de la Magdalena

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La mención más antigua que pudiera referirse a estos hospitales la encontramos

en un acuerdo municipal del año 1463 en el que se ordena desalojar la casa torreón que

es pegada al ospital y dejarla para los pobres y para el mayordomo del ospital. Como

en uno de los dos torreones que flanqueaban el portal de Zamudio estaba situada la

cárcel, nos es lícito suponer que ese mismo torreón o el simétrico albergara el primitivo

hospital. En un documento de ese mismo año se nos habla del Torrejón nombrado

Paraiso que es pegado al ospital de la dicha Villa.

Según algunos autores, el de la Magdalena estuvo situado años después a pocos

metros de distancia, extramuros, en un edificio gótico construído hacia el año 1480, que

ocupaba parte del solar donde se encuentra actualmente la iglesia de los Santos Juanes,

junto al Portal de Zamudio.

Ignoramos la fecha exacta en que dejó de prestar servicio como hospital, si es

que alguna vez lo hizo, en cualquier caso antes de comenzar el siglo XVI; aunque puede

crear alguna confusión al respecto el hecho de que la permuta de terrenos que permitió a

los Jesuitas utilizar el solar que hipotéticamente ocupaba este hospital para levantar un

colegio (actual museo etnográfico) con su iglesia, hoy parroquia de los Santos Juanes,

tuvo lugar en el año 1624.

Silencio

Y entre estas dos fechas, un largo silencio; un silencio tan llamativo, que ha

llevado a la duda acerca de su existencia. En efecto, mientras el Archivo Municipal se

encuentra bien surtido de referencias acerca de documentos que afectan a los otros dos

hospitales, no encontramos uno solo que haga alusión a este Hospital de la Magdalena.

Respecto a los otros hospitales podemos encontrar numerosos testimonios

escritos en los que se detallan donaciones testamentarias, nombramientos de personal,

inventarios, obras, etc.; pero ni una sola mención del que hoy nos ocupa.

Así que nos quedaremos con la pregunta sin respuesta: ¿fue o no fue real?

nuestro hospital fantasma.

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Hospitales de Bibao, II

Juan Gondra. Periódico Bilbao. N. 168 (feb. 2003) p. 30

El Hospital de San Lázaro

Llamado en ocasiones “Ospytal de San Nicolás” por su ubicación junto a la

iglesia así llamada, el Hospital de San Lázaro en uno de los dos con que contó el Bilbao

de la Edad Moderna. Su nombre nos indica una condición inicial de leprosería, aunque

lo que conocemos acerca de esta institución se asemejaba más a lo que hoy entendemos

por una asilo o albergue que a un hospital para enfermos.

Fundación

El primer documento menciona a este Hospital lleva fecha de 1482, aunque nos

induce a pensar en una mayor antigüedad ya que en él se refiere un convenio entre los

Cabildos Eclesiástico y secular de Bilbao confirmando la “antigua costumbre” de que el

Hospital de San Lázaro recibiera la mitad de las obladas, ofrendas y pies de altar que los

fieles dejan en la iglesia de Nª Sra. de Begoña.

Parece lícito, pues, atribuirle una fundación en años anteriores.

Localización

Respecto a su ubicación nos proporcionan una pista las referencias a su capilla

aneja, construida como ermita en 1490, que dio lugar a la actual iglesia y parroquia de

San Nicolás; iglesia que todavía conserva, entre su magnífica imaginería, una estatua de

San Lázaro. Parece que las casas que albergaban al hospital se encontraban situadas

entre la iglesia y dos conventos de monjas próximos: el de Santa Mónica y el de la

Esperanza; en el primero, construido parcialmente sobre terreno de San Lázaro, se

ubicaría más tarde la aduana y ahora se encuentran las estaciones del metro y del

ferrocarril. El segundo, que da nombre a la calle, sigue en pie albergando actualmente

un centro de enseñanza.

Esta situación viene definida por tres documentos: el primero, más antiguo,

refleja venta de un manzanal, propiedad del hospital, al beaterío de las religiosas

Agustinas de la Esperanza, con el que colindaba; los otros se refieren a un deslinde de

terrenos (año 1760) y a la compra de parte del viejo hospital de San Lázaro para ampliar

las instalaciones de Santa Mónica.

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Ocuparía, pues, parte de los solares donde se encuentran actualmente la estación

del metro, el ascensor a Mallona y el frontón de la Esperanza.

Edificio y dotación

Probablemente sería en principio una sencilla construcción de madera y no

tenemos constancia de que nunca fuera construido un edificio de mayor categoría. Es

posible que no se tratara de un único edificio construido ex profeso, sino que ocupara

parcialmente varias casas destinadas en ocasiones a otros usos.

En el inventario de bienes de este hospital en el año 1539, pobre inventario,

consta la presencia de 14 camas. Tal vez fuera ese el número habitual de asilados,

aunque no podemos excluir la posibilidad de que una cama fuera utilizada para acoger a

más de una persona. Con ocasión de una pestilencia que afectó a la Villa el año 1507 y

cuyo origen se atribuyó al contagio procedente de este Hospital, fueron más de noventa

los allí asilados que fueron desplazados a otros albergues, situados fuera de Bilbao.

El inventario de 1539 detalla la ropa de cama, los pucheros, los ornamentos

religiosos y otras pertenencias más nimias; pero no menciona un solo elemento que

podamos relacionar con el ejercicio de la Medicina ni de la Cirugía, lo cual corrobora su

carácter de asilo de pobres y no de hospital para la curación de enfermos.

Personal

Las pocas referencias de que disponemos a este respecto, nos hablan de la

existencia de un mayordomo, llamado en ocasiones administrador o manobrero,

nombrado por el Ayuntamiento y encargado de administrar las rentas y los gastos. Lope

Martínez de Amunnury en 1482, Martín Sáez de Zamudio, en 1533, Pedro Ortiz de

Arechaga, en 1536 y 1538, Pedro de Sabugal, en 1580, y Bernabé de Urdanegui, en

1642, son algunos de ellos.

En dos documentos de comienzos del siglo XVI se menciona la presencia de un

beaterío en el Ospytal viejo, cuyas “beatas” se supone que estaban encargadas de las

funciones domésticas del hospital; pero en los años posteriores al concilio de Trento, las

autoridades eclesiásticas impusieron la clausura a todas las comunidades religiosas y

acabaron con los beateríos a pesar de la fuerte resistencia que opusieron éstos a la

reforma. A partir de entonces, las antiguas beatas, ahora monjas, ya no podían

abandonar su clausura ni prestar ningún tipo de asistencia a los enfermos del hospital ni

a los moribundos, como venían haciendo desde antiguo.

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Encontraremos entonces otra figura, también femenina, pero laica, que gobierna

la vida cotidiana auxiliada por algunas criadas. Recibirá indistintamente el nombre de

señora o el de sirvienta; aunque en ocasiones se le denomine administradora. Entre

ellas, María Pérez de Musquiza, 1539, sirvienta de San Lázaro y María Pérez de Marquina,

1613, administradora de San Lázaro.

La asistencia médica corría a cargo de los médicos titulares, a quienes la

Ordenanza del año 1515 imponía el deber de visitar gratuitamente a los pobres

ingresados en el hospital.

Financiación

Ya hemos mencionado una de las fuentes de ingresos para San Lázaro, la mitad

de las obladas (ofrendas por los difuntos) de Begoña; ingreso este que dio lugar a

reclamaciones del clero begoñés y a un duro pleito contra el obispo de Calahorra a

finales del siglo XVI. Contaba, además, con otras varias más, a saber:

La tercera parte de los ingresos producidos por el arrendamiento de uno de los

pesos oficiales de la Villa, “los pesos y las lonjas del Arenal”, donde se almacenaban los

productos inflamables y se pesaban toda clase jarcias y aparejos, a excepción de los

que se fabricaren en la Villa y sus confines inmediatos (Begoña, Abando y Deusto) para

navíos o para cualesquiera otras cosas como tambien cáñamo de por fabricar que

viniere a la Villa así como las manufacturas de hierro: anclas, anchas, arpeos redondos

y clavazón, rejas, balcones etc. Parece ser que esta lonja estuvo situada en un principio

en los bajos del edificio que albergaba al hospital.

Las mandas y legados recibidos de numerosos bilbaínos, tanto en dinero como

en bienes inmuebles. Los primeros solían ser invertidos en juros o censos, cuyos réditos

eran destinados al mantenimiento del hospital, al igual que las rentas producidas por las

casas de su propiedad, que en el año 1514 eran dos en la calle Carnicería, con cuatro

fuegos, y cuatro más en el arrabal de San Nicolás, que sumaban 7 fuegos.

También recibía el hospital una parte del importe de algunas multas impuestas

por el alcalde. Sin olvidar las diversas formas de recaudación de dinero mediante

limosnas, actuaciones benéficas o las clásicas rifas, una de las cuales, la tradicional rifa

del cerdo, ha persistido hasta hace pocos años.

En cualquier caso, fueron escasos los fondos con que contó y la mayor parte de

ellos pasó a engrosar la renta del hospital de los Santos Juanes cuando este hospital

quedó como único centro para la curación de los enfermos.

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Evolución posterior

En el año 1610, Juan de Bengoechea, que había sido mayordomo del hospital,

fundó una obra pía para el asilo de niños pobres que tuvo su sede inicial en este

hospital. A partir del año 1661, la Villa decidió dedicar el hospital de los Santos Juanes

a la curación de enfermos y ratificar que San Lázaro había quedado sin contenido,

aunque su nombre y su figura jurídica persistió hasta finales del siglo XVIII. Años

después continuará su labor una institución instalada en el año 1762 en una casa

propiedad municipal situada en la Sendeja y regida por una Hermandad bajo la

advocación de Nuestra Señora de la Piedad.

En 1770 una cofradía de vecinos, la Hermandad del Refugio, asume la

transformación de la Casa de Piedad en una Casa de la Misericordia y logra la cesión

del antiguo colegio de los jesuitas, en el que se instala la Santa Casa de Misericordia en

el año 1771 y donde permanecerá hasta el traslado a su sede actual.

Este tenue hilo de continuidad entre San Lázaro y la Misericordia dota a esta

última institución de una antigüedad venerable.

Puerta del Hospital de San Lázaro de San Sebastián

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Ubicación del Hospital de San Lázaro marcada con una cruz verde sobre el plano actual de Bilbao

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Juan Gondra

PRAGMÁTICA en la que se decía“que se hauia fecho e facia nueba-mente un ospital en el que los po-bres se pudiesen recoger y alber-gar”, se estaba refiriendo al hospi-tal que bajo la advocación de sanJuan Bautista y san Juan Evange-lista se encontraba ubicado en elexido de Yveni (arrabal de Ibeni),actual barrio de Achuri; situadofuera del recinto amurallado de laVilla, pero no muy alejado delpuente de San Antón, principal víade comunicación bilbaina. Veníaprestando servicio al menos desdeel año 1469 e iba a tener una con-tinuidad que nos lleva hasta nues-tros días, hasta el actual Hospitalde Basurto.

OrigenLo cierto es que fuera de esta ci-

ta y de otras similares no dispone-mos de más datos acerca de dóndeestaba situado aquel hospital niqué tipo de edificio lo albergaba,aunque debemos de suponer quese trataba de una construcciónmuy pobre y se encontraba juntoal portal de Ibeni. Pocos años des-pués, en 1530, tuvo lugar un pleitoentre la Villa y el convento de Do-minicas de la Encarnación, acercade la ubicación de un nuevo hospi-tal de los Santos Juanes que el mu-nicipio trataba de edificar más ale-jado de sus murallas, junto al con-vento, y una salomónica resolu-ción del emperador Carlos V orde-nó situarlo en el punto medio entrela puerta de la muralla y el con-vento. Una vez construido, a pesarde sucesivas reedificaciones, novolvió a moverse de aquella ubi-cación hasta el siglo XX.

Muy alejado de la imagen de unhospital para la curación de enfer-mos, se trataba de una combina-ción de refugio para peregrinos aSantiago con un asilo para pobresy ancianos bilbainos, porque hastael año 1661 éstas fueron sus fun-ciones prioritarias. Sin embargo,debemos hacer constar que el hos-pital contaba con la colaboraciónde los médicos titulares de la Vi-lla, quienes debían acudir a visitargratuitamente a los allí albergadosque enfermaran.

Edificio construido en 1530Aunque no disponemos de da-

tos acerca de sus características yestilo, podemos hacer algunasconjeturas a partir del inventariofechado el 1º de junio de 1598 y dela imagen que de este hospitalofrece el plano más antiguo deBilbao que conocemos, el queaparece en la obra De Civitatis Or-bis Terrarum publicada en el año1572. Imaginemos, pues, al hospi-

tal como un torreón construido enpiedra, de tres alturas, con unaplanta más bien pequeña, separa-do unos metros de la iglesia veci-na, y situados ambos en Achuri aorillas de la Ría de Bilbao, pueslas actuales escuelas de Achuri ylas viviendas vecinas, situadas en-tre el antiguo hospital y la Ría,fueron construidas sobre terrenosganados a ésta.

En la planta baja se encontrabala hospedería para peregrinos, con18 camas; en la planta 1ª la “saladonde está el altar”, con 34 camas.

En la última planta estaba la vi-vienda para la señora y criadas,pero había una pequeña sala con10 camas. Estas plazas no fueronsiempre suficientes para las nece-sidades de la Villa, pues en algunaocasión hubo necesidad de alber-gar pobres en otros lugares.

Iglesia anexaEl Hospital de los Santos Juanes

recibió en el último cuarto del si-glo XV una bula papal autorizan-do a su capilla aneja el derecho deinhumación, torre y campanas, loque suponía la creación de una ter-cera parroquia en Bilbao y produ-jo un conflicto las dos más anti-guas, Santiago y San Antón; con-flicto solucionado cuando el 22 deseptiembre de 1477 emitió su ve-redicto Fray Juan de Zamudio, re-ligioso designado como juez paraeste asunto por el Papa Sixto. Ladecisión se refería a los problemasque causaba la iglesia del “Ospitalque nuevamente se edifica y refor-ma”. Dos bulas papales confirma-ron la transformación en parroquiade esta capilla.

GobiernoEl gobierno del hospital corres-

pondía a la corporación munici-pal, a la que un acuerdo tomado el3 de enero de 1499 obligaba “paraque los pobres e los enfermos queestan en el ospital nuevo de losvienaventurados San Juan Bautis-ta e Evangelista desta dicha villasean mayor seruidos e regidos egovernados e alinpiados, que, deoy día en adelante, todos los diasde los sabados en cada semana,ovyesen de ir e duesen dos preso-nas del dicho regimiento en estavilla”.

El Ayuntamiento bilbaino de-signaba una persona encargada dela dirección del hospital, que reci-bía indistintamente los nombresde manobrero, administrador omayordomo. La supervisión de sugestión venía regida por la orde-nanza del año 1593, que imponíaal regimiento la obligación de vi-sitar los hospitales de San Lázaroy de los Santos Juanes una vez almes. Además, uno de sus diputa-dos debía de realizar una visita se-manal, cada viernes, para observar

si los pobres y enfermos eran aten-didos debidamente, además decomprobar que se cumplían lasnormas de admisión y no se habíaadmitido el ingreso en calidad depobre de alguna persona que con-tasen con recursos económicos, niel de aquellas no avecindadas en laVilla si ello era en detrimento delos pobres bilbainos. La ordenan-za penaba el incumplimiento deesta obligación con una multa demil maravedíes, cantidad elevada,que equivalía al salario mensualde un artesano.

BeatasCon excepción del manobrero,

ya citado, de los médicos munici-pales que se encargaban de la visi-ta a los enfermos y del capellán,quien en 1515 tenía asignado unsalario de dos ducados, es muy po-co lo que sabemos del personalque prestaba servicio en esta pri-mera etapa del hospital. En el pri-mitivo Hospital de los Santos Jua-nes existía un beaterío al que tene-mos que suponer funciones rela-cionadas con el culto de su iglesiay con la propia actividad del hos-pital. Se encontraba bajo el patro-nazgo de la Villa y estaba regidopor las ordenanzas y acuerdos mu-nicipales.

Con el nombre de beatas o be-güinas eran conocidas en el Bil-bao medieval aquellas mujeres

que se dedicaban a una vida reli-giosa, sin votos y sin más reglaque las propias del lugar en quevivían, al que habitualmente sellamaba beaterío. Tanto para in-gresar como para abandonar el be-aterío del hospital, incluso paracontraer matrimonio, precisabansolamente la autorización del al-calde de la Villa.

A raíz del Concilio de Trento laIglesia obligaba a estos beateríosa adscribirse a alguna regla mo-nástica y esta institución tan arrai-gada en la Villa desapareció y susfunciones fueron asumidas poruna “Señora” contratada para ello,ayudada por dos o tres criadas.

FinanciaciónLa fuente principal de dinero

para el sostén de este hospital laconstituían los donativos recibi-dos, tanto en suscripciones públi-cas como en legados testamenta-rios o en las colectas que la orde-nanza municipal ordenaba cele-brar para este fin en las iglesias dela Villa. Otros ingresos proveníandel importe de las multas que pordiversos motivos eran impuestasde acuerdo con las ordenanzasmunicipales; éstas preveían queuna parte del importe de algunasde ellas fuese dedicada al sosteni-miento del hospital. Así, las mul-tas impuestas por motivos tan di-versos como “entrar en batel o pi-naza que venga a esta villa conpescado fresco”, “comprar cadadía más de una fanega de trigo”,“dar voces por las calles o lle-var la cabeza descubierta y mesar-se los cabellos con motivo delfallecimiento de un allegado”,“renegar de Dios”, etc. Servíanpara el sustento de los pobres delhospital.

Evolución posteriorEste hospital continuó siendo

un albergue-asilo hasta que la di-námica ciudadana del siglo XVIIvino a exigir una reforma que lotransformó en un hospital para la“curación de enfermos”, más pa-recido a lo que ahora entendemospor “hospital”. En 1685 fue reedi-ficado sobre la misma planta y en1818 se inició la construcción deotro que ocupaba todo el solar delantiguo más el de la iglesia anexa;un magnífico edificio que todavíapermanece en pie y alberga uninstituto de enseñanza. Cuando lacapacidad de este último quedórebasada por las necesidades delBilbao de 1900, y ante la clara in-suficiencia de espacio en la tradi-cional ubicación achuritarra, fuenecesario trasladarlo a Basurto,donde se construyó el hospital quetodavía continúa dando servicio ala población de la Villa.

Allá por los primeros años del siglo XVI,Fernando el Católico firmó una pragmática

referente a un hospital bilbaino,ordenando que nadie armado ni a caballo

pudiera entrar en él y allí acogerse

El Hospital delos Santos Juanes

1469-1685

Hasta 1661 fue refugio paraperegrinos a Santiago y asilopara pobres y ancianos bilbainos

Plano de Bilbao del s. XVI

Begüinas, representación conmemorativa

Construcciónde un

hospital en laEdad Media(Auñamendi)

36 B i lbao 2006ko maiatza Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

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Juan Gondra Rezola

HOY en d�a es corriente asociarlas im�genes de hospital y enfer-mera, pero hasta hace pocos a�osno era tan usual y se puede afir-mar, sin caer en exageraci�n, quetodos los hospitales del Pa�s Vascoestaban atendidos por distintas �r-denes religiosas femeninas. Pero,Àdesde cu�ndo atend�an las mon-jas a los enfermos ingresados en elhospital?

Trataremos aqu� de describir losantecedentes; qui�n y c�mo pres-taba el servicio de enfermer�a enlos hospitales bilbainos del pasa-do.

Las beatasY lo primero que nos vamos a

encontrar son las beatas, nombrecon el que se conoc�a en el Bilbaomedieval a las mujeres que, sin sermonjas, hac�an vida en comunidadpara mejor cumplir sus deberes re-ligiosos. No se reg�an por una re-gla que exigiera clausura y presta-ban especial atenci�n al cuidadode enfermos y moribundos, tantoen el hospital como en los domici-lios privados, por lo que sol�an sermuy apreciadas entre el vecinda-rio, quien sol�a mostrar su agrade-cimiento con peque�os o grandesdonativos, imprescindibles para lasubsistencia de estas comunida-des, que no exig�an un dote muyelevada para ingresar en ellas y ca-rec�an de esta fuente de ingresos,habitual en los conventos de mon-jas..

Los beater�os situados en loshospitales bilbainos, o junto aellos, ten�an una especial depen-dencia de las autoridades munici-pales, como se puede deducir dealguno de estos documentos aellos referentes:

El 13 de julio de 1509, M» L�-pez de Urrutia solicita al regi-miento que se conceda a su sobri-na, Juliana de Marquina, la c�ma-ra que ha quedado vac�a en elhospital viejo porque la moza queestaba en dicho lugar se ha ido acasar a la monta�a.

El 3 de agosto de 1509 se conce-de licencia a una sobrina de JuanAbad de Salcedo para que la aco-jan las beatas del hospital, porqueha presentado su solicitud para serbeata y tiene derecho a ello por ha-ber nacido en la Villa; poco des-pu�s, encontramos la notificaci�na las beatas del hospital viejo paraque echen a dos mozas antes deocho d�as porque no son nacidasen Bilbao; de lo contrario el regi-miento expulsar�a no s�lo a las dosmozas, sino tambi�n a todas lasbeatas.

Tambi�n es interesante una peti-ci�n de Pero S�ez de Sopelana pa-ra que se admita a Catelinche de�uasty durante un a�o en el beate-r�o del hospital viejo. Como no esnatural de la Villa dice que s�lo es-tar� de d�a, que ir� a dormir a otracasa y que lo que pretende esaprender el oficio con una t�a suyaque est� de beata.

De todo esto se puede deducirque:

● El ayuntamiento reg�a encierto modo este beater�o.

● El oficio de beata del hospitalrequer�a un aprendizaje y era bas-tante solicitado.

● S�lo pod�an acceder a esteoficio las nacidas en la Villa.

● Las beatas no estaban ligadasal celibato con votos y pod�an

abandonar el beater�o para casarse,bastando para ello la licencia delAyuntamiento.

El concilio de Trentoy la reforma

A comienzos del a�o 1583, tantolos beater�os de Bilbao como losde Abando, fueron requeridos a laobservancia de la clausura mona-cal bajo prohibici�n de admitirnuevas aspirantes. Tal requisitoriafue hecha por disposici�n del Bre-ve Circa pastoralis del Papa P�o V,en cumplimiento de las ordenacio-nes del Concilio de Trento sobre laobservancia de la clausura en losmonasterios.

As� fue como los beater�os bil-ba�nos, a pesar de la resistenciaque opusieron y del apoyo que re-cibieron para ello de las autorida-des municipales, tuvieron que ele-gir entre transformarse en conven-tos de clausura o desaparecer.

Las se�orasEl vac�o dejado por la desapari-

ci�n de los beater�os adjuntos a loshospitales hubo de ser llenado dealguna manera y, a tal efecto, elRegimiento de la Villa, como pa-trono �nico de los hospitales, pro-cedi� al nombramiento de una mu-jer que se encargara de estas labo-res ayudada por algunas criadas alas que ella misma deb�a contratary gobernar. Recibi� el nombre dese�ora, aunque en ocasiones se re-fieran a ella como rectora o admi-nistradora.

Durante los primeros a�os, cadanueva se�ora deb�a de abonar unadote antes de ocupar su cargo, doteque en algunas ocasiones se apor-taba en met�lico y, en otras, mitaden met�lico y mitad en especie.

Durante m�s de 300 a�os estefue el sistema que, con peque�asvariaciones, siguieron los dos hos-pitales bilbainos. Cuando en ela�o 1661 el Hospital de los SantosJuanes dej� de ser un albergue pa-ra pobres y peregrinos para dedi-carse exclusivamente a la Òcura-ci�n de enfermosÓ, se puso de ma-nifiesto la necesidad de dotarlecon mayores recursos de enferme-r�a, pero para ello s�lo se cambi�el n�mero y salario de las criadasy no se alter� la figura de la se�o-ra. En varias ocasiones se proce-di� a una soluci�n sui generis y sedecidi� incluir en un solo contratoal cirujano y a la se�ora, quienesdeb�an de formar matrimonio ygobernar la vida cotidiana del hos-pital, as� como el personal subal-terno.

Tiempos revueltos A finales del siglo XVIII y co-

mienzos del XIX Bilbao conoci�la Guerra y sufri� la presencia denutridas guarniciones militarescon tropas francesas, inglesas,portuguesas y espa�olas. Hubo ne-cesidad de habilitar hospitales mi-litares y soportar una presi�n ma-yor sobre el Hospital Civil, cuyosmecanismos de control del gastose vieron desbordados.

Tuvieron lugar algunos episo-dios en los que se�oras del hospi-tal se vieron envueltas en sospe-chas de desv�os de alimentos, derobo o de corrupci�n, siendo elm�s grave el que dio lugar a losautos criminales formados de ofi-cio por la Real Justicia contra Jo-sefa Antonia..., viuda, vecina de laVilla de Bilbao, como rectora delSanto Hospital de ella. El motivode los autos fue el robo y venta deciertas ropas, colchones y mantaspertenecientes al servicio de en-fermos del expresado hospital.

Llegan las Hermanasde la Caridad

En un documento fechado el 31de octubre de 1820 el secretario dela Junta del Hospital, Josef Miguelde Asurduy, daba cuenta de la ne-cesidad y conveniencia de traer un

grupo de monjas del Instituto deHermanas de la Caridad de SanVicente Pa�l que se hiciera cargode la enfermer�a del nuevo hospi-tal. Arg��a para ello el magn�ficotrabajo que realizaban estas mon-jas en algunos hospitales de las na-ciones cultas de Europa y en algu-nas ciudades espa�olas; aunqueparece l�cito pensar que los inci-dentes que hemos referido pudie-ran tener alguna relaci�n con estapetici�n.

As� fue como llegaron al nuevoHospital de los Santos Juanes lasseis hermanas del Instituto de lasHermanas de la Caridad de SanVicente Pa�l con las que se pensa-ba solucionar su gobierno y enfer-mer�a.

Pero la experiencia iba a resultarpeor de lo esperado y los conflic-tos con esta orden superaron concreces a los habidos con las anti-guas Òse�orasÓ, cuya memoria he-mos tratado de rescatar como ante-cesoras olvidadas de las enferme-ras que trabajan hoy en d�a en elHospital de Basurto.

Las señoras del hospital y las beatas

● No se podr� ausentar delhospital por ning�n motivo

● Cuidar� de quien entra yquien sale de las ÒcuadrasÓ,no permitiendo la entrada devarones a visitar las enfermasen caso de que no sean parien-tes muy cercanos y a�n en esecaso, cuidar que no lleven al-guna comida o bebida que pu-diera ser perjudicial para losenfermos.

● Mudar a las enfermas ca-da semana o antes si fuere ne-cesario, d�ndoles s�banas ydem�s ropa limpia y d�ndolesas� mismo camisa y la ropaque sea preciso para el debidoaseo y presencia seg�n cos-tumbre.

● Admitir� a las enfermasque lleguen con papel del m�-dico y licencia del administra-dor del hospital y del alcalde.Si llegare alguna sin cumplirestos requisitos, deber� infor-mar al administrador.

● Una vez admitida una en-ferma, dar� aviso de inmedia-to al cura, para que acuda aconfesarla.

● Cerrar� las puertas del

hospital a las ocho de la nochedesde septiembre a mayo y alas nueve desde mayo hastaseptiembre.

● Tendr� en su poder lasllaves de la puerta y acudir�cada ma�ana al toque de albapara abrirlas.

● Tendr� a su cargo la ropaque le entregar� el administra-dor, previo inventario.

● Tendr� tres sirvientas quele ayudar�n y a cada una se lepagar�n 8 ducados al a�o,adem�s de un aguinaldo de 29reales. Tambi�n una cocineraque cobrar� 8 ducados al a�oy 15 reales de aguinaldo.

● Tendr� 1/2 real cada se-mana por raz�n de ÒaperejilÓpara tres sirvientas y cocinera,m�s tres panes de a nuevec�ntimos cada uno para que araz�n de alimento se le d� acada una de las cuatro.

● Adem�s del hospital se leconsignar�n dos reales diariosy una libra de vaca para s�.

● En cada d�a adem�s, paraaderezar las ollas, luces, lim-pieza, oblaci�n y composici�nde sopas, recibir� las partidas.

Escritura de obligacióna favor de Josepha de Fontecha, viuda, nombrada Señoradel Hospital de esta Noble Villa para seis años contados

a partir del 30 de junio de 1780

54 B i lbao 2002.eko azaroa Servicios de Sanidad-Osasun zerbitzuak

Damas en el Hospital. Siglo XVIII

Hospital París. Hotel de Die

En 1661 el Hospitalde los Santos Juanesdejó de ser alberguepara pobres

Sin ser monjas, las beataseran mujeres que hacían vidaen comunidad

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34 B i lbao 2005.eko maiatza

Juan Gondra

BILBAO tardó mucho en contarcon un hospital destinado a curara sus enfermos, pues sus primerasinstituciones que llevaron el nom-bre de hospital estaban encamina-das a dar asilo a vecinos y, aunquese les prestaba asistencia médicay farmacéutica cuando enferma-ban, eran muy similares a aquelloa lo que hasta hace poco tiempollamábamos “asilo”. Hubo queesperar hasta el último tercio delsiglo XVII para que se lograra elestablecimiento de un hospitalmás acorde con el concepto quetenemos hoy en día.

PrecedentesEl modelo de los grandes hos-

pitales generales fundados entiempos de los Reyes Católicosen Santiago de Compostela y Se-villa sirvió como referencia paralas actuaciones de Felipe II, quientuvo que vencer una fuerte resis-tencia de la iglesia española y sevio obligado a recurrir al PapaPío V para conseguir unificar lasmúltiples fundaciones hospitala-rias dispersas existentes en la ciu-dad que eligió como capital desus reinos en un único hospitalgeneral de Madrid. Esta políticacontinuó durante el siglo XVII,en el que fueron muchas las loca-lidades castellanas y navarras quese vieron obligadas a agrupar susinstituciones benéficas porque seveían doblemente afectadas porla grave crisis económica que su-frían estos reinos: por una parte,sus rentas iban menguando y nollegaban nuevos donativos quelas reforzaran; por otra, el núme-ro de menesterosos crecía sin ce-sar, con la sobrecarga subsiguien-te para estos centros de caridad.

Bilbao, menos castigado por lacrisis general, contaba con la ven-taja de haber concentrado sus es-fuerzos en sólo dos hospitales, loque le diferenciaba de otras villaso ciudades que solían contar confundaciones hospitalarias muchomás numerosas. Tal vez por ello,no se planteó una reforma hospi-talaria hasta fecha tardía, tiempodespués que Vitoria (1590) oPamplona (entre 1545 y 1564).Además, aquí la motivación prin-cipal no fue la de concentrar unamultitud de pequeñas fundacio-nes dispersas, sino de carácter sa-nitario: la de prestar asistenciamédica a los pobres enfermos.

Primer proyecto de reforma,año 1645

“Dictamen presentado por el li-cenciado Juan de Zalbidea y eldoctor Juan de Ocariz, a peticiónde la villa de Bilbao, sobre si laVilla, como patrona que es, puedetransformar el Hospital de losSantos Juanes de un asilo parapobres en un hospital de curaciónde enfermos, y que medios lega-les puede usar para conseguir sufinanciación y llevar a cabo suadministración”.

Así reza el título del legajo enel que se encuentran los docu-mentos referentes a la primeratentativa de cambio de finalidaddel hospital, título que lo diceprácticamente todo sobre el ori-

gen e intención del esfuerzo refor-mista. Bilbao quería conservar elhospital de San Lázaro como asilopara pobres y transformar su hos-pital de los Santos Juanes a fin dededicarlo exclusivamente a la cu-ración de enfermos.

Y se preguntaba en primer lugaracerca de la legalidad de su inten-to.

Los autores del dictamen con-cluyen que no hay inconvenientepara el desarrollo de ese proyecto:“Así, no hay necesidad de comu-tación ni dispensa para que el di-cho hospital goze de todos los bie-nes y rentas que tiene, reformán-dose y reduciéndose a propio yverdadero hospital como los quehay en estos Reynos de gran servi-cio de Dios, mérito y consuelo detodos los vezinos y naturales fo-rasteros y estranjeros de que nece-sita esta Villa, por haber servidohasta hoy el dicho Hospital de só-lo recogerse en él algunos pobres

naturales y vecinos y darseles susustento hasta que mueran, y nopara otro efecto. Y podría la Villaalterar la forma que ha tenido has-ta hoy dicho hospital, por vía dereformación y buen gobierno y re-ducirlo a verdadero hospital de cu-ración y enfermería de pobres, di-vidiéndose en dos cuartos, el unopara hombres y el otro para muge-res. Y que no sirva sino para cura-ción de enfermos por el tiempoque tuviese necesidad de curarse yno más. Dándoseles el sustento,cama, médico y botica conforme ala necesidad y calidad del enfermoy paciente. y para su conservacióngovierno y aumento se podría fun-dar una cofradía de los más lucidode esta Villa”.

Segundo intento: año 1661El primer intento de reforma no

fructificó, probablemente por mo-tivos económicos, y la situacióncontinuó sin cambios, aunque el

Ayuntamiento no cejó en su em-peño y volvió a la carga diciendoque:

“...desde el año pasado de 1645,como única patrona de los hospi-tales de San Juan y San Lázaropor diferentes decretos de este suayuntamiento, había reconopcidoque lo más eficaz y meritorio seríala reducción de dicho Hospital deSan Juan a enfermería de pobres ycuración. Y en el año pasado de1660, en público ayuntamiento sehabía tomado el mismo acuerdo”.

Y en el año 1661, después detratar del asunto en un concejoabierto con participación de todoel vecindario, nuevamente se en-cargó la elaboración de un pro-yecto de reforma a Lucas de Zal-bidea, esta vez en colaboracióncon el rector del colegio de los je-suitas. En este segundo encargolos aspectos económicos iban atener una prioridad que revela lainquietud de la población bilbainatemerosa de que la reforma pro-puesta fuera a suponer una cargaeconómica excesiva. No se cues-tionaba la idea, sino su coste.

PresupuestoY esta preocupación nos sirve

para conocer los gastos previstospara el hospital, cuya renta teóri-ca, producto de los alquileres de

casas de su propiedad y de losintereses de los censos en que sesolían invertir los donativos re-cibidos, era de 10.000 reales alaño, aunque sólo se conseguíancobrar unos 8.800, que se conver-tían en 9.300 al sumar los 500 rea-les que solían aportar cada año lascuestaciones realizadas en las igle-sias de la Villa con destino a loshospitales.

Los gastos que se preveía iba acausar el hospital de enfermos loscalculaba Lucas de Zalbidea así:

“Por manera que para leña, luz,salarios y raciones (para el perso-nal del hospital) son necesarios2.770 reales, que rebajados de los9.300 de renta, quedan para el sus-tento de los pobres 6.630...”.

Calcula después las necesidadesdiarias de compra para la alimen-tación de un enfermo:

–Media libra de carnero(20 maravedís)

–Quarto de ave (26 mrs)–Dos huevos (8 mrs)–De pan y especies (12 mrs)–TOTAL: 66 maravedís

Para calcular la alimentaciónprevista para los enfermos debere-mos tener en cuenta que aquí sóloaparecen los productos que era ne-cesario comprar; que el hospitaltenía lagares y barricas para pro-ducir y almacenar su propia sidra;y que es probable dispusiera dehuertas propias, además de ingre-sos en especie no contabilizados,como las 10 arrobas de aceite(unos 125 litros) que entregabaanualmente el arrendatario delmercado mayor y menor.

Refundación del hospitalLucas de Zalbidea y el rector del

colegio de jesuitas finalizaban suinforme con la propuesta de refun-dación con un personal y un regla-mento de funciones muy diferentesa los que hasta entonces regían.

Cuando por fin fue aprobado es-te proyecto la Villa contó con unhospital mucho más moderno ymucho más próximo a lo que hoyen día entendemos como tal. Du-rante los años siguientes a esta re-forma no hubo ningún cambio delocales y el hospital continuó utili-zando el vetusto edificio construi-do en 1530; pero pocos años des-pués se acometió a la construcciónde un nuevo hospital; hospital alque llamaremos Santos Juanes II,cuyo periodo de actividad va desdeesa fecha (1665) hasta 1820, añoen que comenzó su andadura el quenominaremos Santos Juanes III,cuyo edificio sigue aún en pie, aun-que alberga en su interior no uncentro sanitario, sino un institutode enseñanza. Los avatares de es-tos hospitales fueron un reflejo dela historia de la Villa durante aque-llos años, sobre todo a partir delenorme crecimiento de la pobla-ción de la Villa, que obligó a laconstrucción del magnífico hospi-tal de Basurto; hospital que todavíasigue atendiendo a su vecindario.

El primer hospital bilbainopara la “curación de enfermos”

La motivación principalfue la de prestar asistenciamédica a los pobres enfermos

Hubo que esperar hasta el último tercio del siglo XVIIpara que se lograra el establecimiento de un hospital más acordecon el concepto que tenemos hoy en día de un centro sanitario:

un lugar al que acuden las personas enfermas para recobrar su salud

Más tarde se levantó un hospital, ahora instituto de enseñanza

AntiguoHospital delos SantosJuanes

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Juan Gondra

C U R I O S A y extraña relación laque une a estas dos institucionesaparentemente tan diferentes, quese pierde entre las brumas de lahistoria de Bilbao y que trataremosde evocar mediante estas líneas.

La primera cofradía delHospital de los Santos Juanes

Muchos años antes de que seiniciara en Bilbao la celebraciónde solemnes procesiones durantela Semana Santa, encontramos laprimera mención de una cofradíaligada al hospital e iglesia de losSantos Juanes; cofradía que recibela aprobación papal en las bulasconcedidas por Sixto IV y Julio IIen la segunda mitad del siglo XV.Esta Confraternidad para personasde uno y otro sexo, tiene entre suscometidos construir la iglesia y elHospital; el documento de SixtoIV indica que para entrar en ellahabía que pagar dos reales de Cas-tilla como cuota inicial, y despuésseis maravedíes de cuota anual.Este dinero solo podía dedicarse alos gastos de construcción del edi-ficio, y una vez acabado éste, a susgastos generales. Además imponíaa los cofrades el precepto de ayu-nar todos los viernes y, si no pu-dieran hacerlo este día, se traslada-ra la obligación a otro día de la se-mana. Julio II reduce las contribu-ciones económicas a la mitad, esd e c i r, un real y tres maravedíesrespectivamente, y suspende laobligatoriedad del ayuno. Ta m b i é nse concede a los cofrades y a losrecogidos en el Hospital la absolu-ción de todos sus pecados reserva-dos, salvo los de la Santa Sede, porconfesión de los capellanes delHospital o cualquier sacerdote encomunión con el Ordinario del Lu-g a r, así como la remisión de las pe-nas in artículo mortis. Julio II am-plia este derecho a todos los quevivan a doce leguas a la redonda.Concede así mismo dos años y doscuarentenas de indulgencias aquien visitare el Hospital, y co-mulgara y confesara sus pecados.

La Cofradía dela Santa Vera Cruz

Según reza la página Web de es-ta cofradía, “en el servicio de laatención a los enfermos del hospi-tal, bajo la advocación de los San-tos Juanes en el nuevo templo ycon la influencia espiritual de losHnos. Franciscanos, se fundó laCofradía de la Santa Vera Cruz deBilbao”. La primera noticia que setiene de ella es un acuerdo munici-pal de 1553, para la celebración deuna misa todos los viernes del añoa costa de la Vera Cruz, en su altarpropio, el situado en el lado delevangelio de la iglesia de los Sres.Santos Juanes, donde está el SantoCrucifijo con su retablo. Sus orde-nanzas fueron redactadas en la sa-

cristía de la Iglesia de Santiago, eldía 2 de abril de 1554.

Ignoramos si esta cofradía era lamisma contemplada en las bulaspapales citadas al principio; peroel hecho de que en 1554, se hagaconstar que su fundación era de fe-chas muy anteriores, permite sos-pechar que bien pudiera serlo. Encualquier caso, queda claro que,excepto las bulas papales, no tene-mos noticia alguna referente a lacofradía hospitalaria y que la de laVera Cruz figura siempre como lamás antigua de las vinculadas a laiglesia de los Santos Juanes.

Las pro c e s i o n e sLas procesiones de la Semana

Santa Bilbaína tienen su origen en

la primitiva iglesia de los SantosJuanes, situada en las inmediacio-nes del hospital del mismo nom-bre, siendo la Cofradía de la Ve r aCruz la que comenzó a org a n i z a rlos desfiles procesionales en elaño 1554. Y continuó haciéndolodurante muchos años, hasta el úl-timo tercio del siglo XIX, siendola encargada de recaudar las li-mosnas para su financiación y desufragar el déficit resultante me-diante las aportaciones de susm i e m b r o s .

Esta Cofradía era también laque se encargaba de la adquisi-ción y mantenimiento de los bul-tos o estatuas que formaban lospasos que eran sacados en solem-ne procesión; bultos que se guar-daban en los bajos del Hospi-tal, donde se efectuaba anualmen-te la tarea de restaurarlos y pintar-los para poder lucir en las proce-s i o n e s .

El Archivo Diocesano conservados libros en los que se recoge eldetalle de los ingresos por limos-nas y los gastos incurridos con

motivo de las procesiones entrelos años 1656 y 1739, el primero,y entre 1837 y 1869, el segundo.En ellos se recoge que un gastototal que en el siglo XVII rebasa-ba los 2.000 reales por año, ascen-diendo el déficit que debían de cu-brir los cofrades de alrededor del10%, unos 200 reales. El resto erarecaudado por los propios cofra-des en las colectas realizadas enlas iglesias bilbaínas con esta in-t e n c i ó n .

El papel del HospitalNo sólo servía como local para

almacenar los pasos, sino que eratambién el punto de partida de to-das las procesiones y el lugar en elque eran curados los penitentesque formaban parte de la misma.Los libros de contabilidad citadosrecogen año tras año el gasto rea-lizado para preparar el cocimientocon el que se medicinaba a estospenitentes, quienes flagelaban susespaldas durante las procesionescausándose heridas que debían deser curadas. No tenemos la receta

completa del bálsamo utilizado,pero sabemos que incluía un pe-llejo de vino tinto, alrededor de 80litros, y cuatro azumbres de vina-gre, unos 8 litros.

El vino era también utilizadopara acompañar un refrigerio conel que se obsequiaba a los partici-pantes en la procesión; pero aquínos encontramos un producto demás calidad, pues el pellejo de vi-no blanco que se solía adquirir ca-da año venía a costar entre 70 y110 reales, casi tres veces másque los 32 ó 35 que se pagabanpor el tinto destinado a preparar elungüento curativo. El pellejo devino clarete que se solía comprarlos años de bonanza económica,tenía un precio intermedio, entre50 y 60 reales.

Intento de re f o r m aEn el año 1641 el Ay u n t a m i e n-

to se propuso transformar su hos-pital y transformarlo en un verda-dero hospital clínico, dedicado noal asilo de pobres sanos, sino a laatención de vecinos enfermos.Los encargados de redactar elproyecto de reforma, hicieronhincapié en la necesidad de esta-blecer una cofradía a la que se en-comendaría recaudar limosnaspara el hospital y, además, cola-borar en su gestión. Especificabanque la cofradía debía de nombrarentre sus miembros semaneros,para que acudieran diariamente alHospital y velaran por el cumpli-miento de las obligaciones de supersonal para con los enfermos.

Pero esta normativa no pros-peró y hubo que esperar más decien años, hasta el año 1784, paraque se lograra este propósito. Pe-ro no mediante una cofradía, sinocreando una “Junta de Herman-dad” cuya finalidad era exclusiva-mente hospitalaria. Para entonces,la iglesia de Ibeni había sido de-clarada en ruina y su culto trasla-dado en el año1767 al colegio deSan Andrés, de los padres Jesui-tas, situado en la calle de La Cruz.Estos habían sido expulsados deEspaña y dejaron libres tanto laiglesia como el claustro y el cole-gio, siendo ocupada la primerapor la comunidad parroquial deSan Juan, incluyendo en ella laCofradía de la Vera Cruz. El aleja-miento físico consiguiente propi-ció también un distanciamientoespiritual entre esta última y elH o s p i t a l .

Ya en el siglo XIX, una vezconstruido el magnífico edificioque albergó al Hospital Civil has-ta su traslado a Basurto, persistíaun último recuerdo de aquella re-lación entre Cofradía y Hospital:la costumbre de guardar los pasosde las procesiones en los bajos delH o s p i t a l .

El Hospital de Atxuri y lasprocesiones de Semana Santa

Descanso de los cofrades junto al Mercado de la Ribera. Foto Óscar Ferreira Barón

El Hospital también servía como local para almacenar los pasos

42 B i l bao 2008ko martxoa Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

El Hospital era punto de partida de todaslas procesiones y el lugar en el que erancurados los penitentes

Las procesionesbilbainas tienensu origen en laprimitiva iglesia delos Santos Juanes

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Juan Gondra

EL 16 de agosto de 1808 entrabanen Bilbao las tropas napoleónicas,ocupando la Villa por segunda vezen breve plazo, después de que losesfuerzos defensivos de los bilbai-nos fracasasen en la batalla de Ibe-ni, en la que perdieron la vida másde mil de sus defensores. Inmedia-tamente después tuvo lugar un du-ro saqueo por parte del ejércitofrancés; el primer pillaje que co-noció Bilbao tras 500 años de his-toria.

No hay noticia de que hubieravíctimas entre los enfermos ingre-sados en el hospital ni entre susempleados, aunque la proximidaddel campo de batalla fue tal, quetuvieron que contemplar la con-tienda entablada ante las propiaspuertas del hospital. En una rela-ción encargada por el Ayunta-miento de los daños materialescausados a la población por elasalto francés, figuran como taleslos causados al cirujano practican-te del hospital José de Añibarro,por valor de 1.600 reales y el roboa la farmacia hospitalaria por va-lor de 2.900 reales de quina y me-didas de plata.

Durante los seis años siguienteshubo una ocupación militar fran-cesa intermitente, interrumpidapor varias retiradas temporaleshasta que, en julio de 1813, tuvolugar la definitiva. Durante el ter-cero de los cambios de bando quehubo de soportar la población bil-baina, cuando se esperaba la inmi-nente entrada de los hombres delgeneral Merlin, en octubre de1813, ocurrió que la población hu-yó en masa de la Villa por temor aun nuevo saqueo; los enfermos in-gresados en el hospital de los San-tos Juanes quedaron abandonadospor sus cuidadores, porque huye-ron tanto los médicos y cirujanoscomo la señora, enfermeras y elcura rector. Incluso el fraile capu-chino que suplía interinamente alsegundo cura rector regresó a suconvento de Deusto. Pero uno delos hermanos de la Junta de Her-mandad, Josef Domingo de Agui-rre, acudió al Hospital y con su ce-lo consiguió la colaboración delúnico médico bilbaino que perma-neció en la Villa y la de algunosvecinos que atendieron al cuidadoy sustento de los pobres enfermosingresados, logrando de esa mane-ra minimizar las consecuenciasdel abandono.

Hospitales militares francesesFueron los invasores quienes

habilitaron el primer gran hospitalmilitar bilbaino, para lo que eligie-ron un lugar apartado del casco ur-bano, ubicado en la vecina Aban-do: el convento de la Concepción.Estaba situado en el lugar que hoyocupan las instalaciones ferrovia-rias de los ferrocarriles de Santan-der y de RENFE, pero los ingenie-ros militares habilitaron un puentede barcas para unirlo al casco ur-bano. Este hospital preveía una ca-pacidad de quinientos soldados yllegó a albergar hasta mil. Lasmonjas del convento se traslada-ron a un pequeño caserío que esta-ba incluido dentro del perímetrode la huerta conventual; se encon-traba situado poco más o menos

donde en la actualidad de halla laSociedad Bilbaína.

La organización de este hospitalcorrió a cargo de la potencia ocu-pante, quien también utilizó a suspropios médicos para el tratamien-to de los enfermos y heridos. La

colaboración bilbaina se limitó alos asuntos de suministros comu-nes y pago de los mismos. Cuandolos vaivenes de la guerra hicieroninsuficiente a este hospital, elayuntamiento bilbaino hubo deatender a la habilitación de un se-gundo hospital militar en el con-vento de la Encarnación, aunquepara ello hubo necesidad de expul-sar a los prisioneros de guerra es-pañoles enfermos que habían sido

hospitalizados allí. A diferenciadel de la Concepción, que contabacon médicos, cirujanos y boticariofranceses con personal subalternolocal, este de la Encarnación fueatendido por cirujanos y médicosbilbainos.

Avatares del Hospitalde los Santos Juanes

Poco después de la entrada delos franceses, el viejo hospital sevio saturado por el ingreso de pri-sioneros de guerra españoles en-fermos, quienes desbordaron sucapacidad de acogida. Tal comohemos dicho, estos prisionerosfueron hospitalizados en el con-vento de la Encarnación; cosa quehabía sido propuesta por la Junta

del Hospital atendiendo al infor-me elevado por Diego de Bances yJuan Antonio de Ugalde, médico ycirujano del hospital respectiva-mente, quienes señalaron los ries-gos que podría acarrear el hacina-miento de enfermos y propusieronla alternativa del utilizar aquelconvento para albergarlos.

Y poco más se puede decir acer-ca de los avatares del hospital du-rante los cinco años de ocupaciónfrancesa. Lo mismo durante losprimeros tiempos de mandato mi-litar del general Avril (1809-1810), como durante la adminis-tración del general Thouvenot(1810-1813), las autoridades fran-cesas trataron de mantener en loposible el sistema de gobierno an-terior y la Junta de Hermandadcontinuó dirigiendo el hospital co-mo si no hubiera guerra ni ocupa-ción. A diferencia del Ejército deCastilla la Vieja que había ocupa-do la Villa entre 1804 y 1808, nointerfirieron para nada en la rutinahospitalaria.

El único incidente grave ocurriócuando ya finalizaba la ocupaciónfrancesa, dos meses antes de la ba-talla de Vitoria que supuso la de-rrota definitiva del francés. Lastropas galas mantuvieron sitiada aCastro Urdiales desde finales demarzo hasta el 11 de mayo, fechaen que la tomaron por asalto. Du-rante este tiempo utilizaron a Bil-bao como recurso para alberguede sus enfermos y heridos y, porello, las autoridades francesas de-cidieron incautarse el hospital delos Santos Juanes.

Así fue como la Junta del Hos-pital recibió la orden tajante deevacuar en doce horas todos losenfermos ingresados. En la sesiónde urgencia celebrada el 26 demarzo de 1813, acordó que se uti-lizaría como hospital provisionalla última planta de la Misericordiay trasladaron allí 29 pacientes;otros 35 decidieron retirarse a suspropios domicilios. Las semanassiguientes, el Hospital quedó re-servado en exclusiva para los sol-dados franceses.

Final de la guerraLa entrada del ejército aliado,

anglo-portugués y español, no só-lo no supuso un respiro para elHospital, sino que le volvió a su-mir de nuevo en problemas con lasautoridades militares españolas.En efecto, a partir de aquel mo-mento se estableció una guarni-ción importante en la Villa, guar-nición que permaneció en ella du-rante largos meses y la utilizó tam-bién como centro para la recupera-ción de sus soldados enfermos yheridos, haciendo recaer sobre ellaun nuevo esfuerzo.

Los británicos establecieronhospitales militares en Bilbao,Abando y Deusto conocidos como“Hospitales de los Ingleses”; paraello decidieron ocupar el conventode la Encarnación y una parte im-portante del de la Concepción.Nombraron a un vecino de Bilbao,Andrés Josef de Astobiza, comi-sionado de sus hospitales, encar-gado de los suministros comunes,pero dejaron los asuntos sanitariosen manos de sus médicos, ciruja-nos y boticarios militares.

También las tropas portuguesashabilitaron un hospital provisionalen el convento de las agustinas deSanta Mónica, en la calle Ascao;pequeño hospital si tenemos encuenta las reducidas dimensionesde aquella edificación. Incluso losespañoles asumieron como hospi-tal militar una parte del de la Con-cepción; pero volvieron a ocuparel Hospital Civil con sus enfermosy su estancia dio lugar a la repeti-ción de los mismos roces que ha-bían ocurrido en anteriores ocasio-nes. Esta situación se agravó el 14de septiembre de 1814, cuandofueron trasladados al Hospital deAtxuri los enfermos militares quequedaban en el Hospital de laConcepción, quedando el conven-to libre.

Bilbao y sus hospitales tardaronun par de años en recobrar su pul-so habitual, pero no olvidaron loocurrido y no tardarían en volver aaplicar las mismas o parecidas re-cetas con ocasión de las sucesivasguerras que le afectarían a lo largodel siglo XIX.

Los hospitales militares y civil de Bilbaodurante la Guerra de la Independencia

Bilbao en el s. XVIII: iglesia y hospital de los Santos Juanes en los tiempos de la Guerra de la Independencia

Batallade Ibeni:pinturade Losada.Entrada delejércitofrancés enBilbao

36 B i lbao 2007ko urtarrila Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

En 1813 la población, por temor aun nuevo saqueo, huyó en masade la Villa, abandonándola

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Juan Gondra

LA colaboración entre “hospital”y “monja” que durante muchosaños fue usual en la mayor partede los países europeos, ya no esfamiliar para los jóvenes de hoy.La literatura y el arte de los siglosXIX y XX nos han legado nume-rosos ejemplos de la omnipresen-cia de los hábitos monjiles ennuestros hospitales; pero aquellostiempos pasaron y hoy en día laEnfermería ha alcanzado una ca-tegoría profesional y unas cotasde especialización incompatiblescon aquel viejo sistema en el queeran las monjas quienes se encar-gaban de las tareas que hoy reali-zan las enfermeras. Sistema quejunto a muchos aspectos positi-vos, también tenía sus defectos.

Llegan las Hermanasde la Caridad

En el año 1818 Bilbao inició lasobras de construcción de un nue-vo hospital en Atxuri, sobre el so-lar que ocupaban el antiguo hos-pital y las ruinas de la iglesia delos Santos Juanes. La Villa se es-forzaba por conseguir que el nue-vo centro recogiera lo mejor delas experiencias extranjeras enmateria de asistencia hospitalaria.

En un documento fechado el 31de octubre de 1820 el secretariode la Junta del Hospital, Josef Mi-guel de Azurduy, daba cuenta dela necesidad y conveniencia detraer un grupo de monjas del Ins-tituto de Hermanas de la Caridadde San Vicente de Paul para quese hiciera cargo de la enfermeríadel nuevo hospital, cuyos dos pri-meros edificios habían sido inau-gurados pocos días antes. Argüíapara ello el magnífico trabajo querealizaban estas monjas en algu-nos hospitales de las naciones cul-tas de Europa y en algunas ciuda-des españolas.

Las gestiones realizadas culmi-naron en un acuerdo con el direc-tor del Instituto de San Vicente dePaul firmado en Pamplona el 2 dejunio de 1821; así fue como llega-ron las seis hermanas que forma-ron el primer grupo de monjas conresidencia en el Hospital de losSantos Juanes, en el que ocuparonlas dependencias previstas en unprincipio para el alojamiento delenfermero mayor, la señora o ad-ministradora y las enfermeras; ha-bitaciones que fueron reformadaspara su mejor acomodo.

Una década de desencuentrosPero lo que prometía ser un

buen acuerdo para la Junta de Ca-ridad, los enfermos y la Villa, notardó en mostrar su lado negativo.Un nuevo director general del Ins-tituto de San Vicente de Paul, ór-gano de gobierno de las Herma-nas de la Caridad, consideró queel convenio firmado por su ante-cesor era demasiado complacien-

te con la junta hospitalaria e inicióuna serie de reclamaciones que en-turbiaron las relaciones entre elhospital y las monjas.

En 1824, aduciendo una excesi-va carga de trabajo, las monjas so-licitaron la realización de una obraque permitiera comunicar las salasde hombres y de mujeres, a fin deque una sola pudiera atender denoche a todo el hospital. Pidierontambién elevar a ocho el númerode hermanas que prestaban servi-cio; peticiones ambas que fueronrechazadas por la Junta de Cari-dad.

Pocos años después, cuando elnúmero de monjas había ya au-mentado a siete, presentaron unanueva petición para que se diera

una colación nocturna a las postu-lantas que querían ingresar en elnoviciado de Madrid y acudían alHospital de Bilbao para realizar unaprendizaje previo. Fue denegadapor la Junta por razones económi-cas.

En otras dos ocasiones intenta-ron incrementar el número demonjas, haciendo algunas conside-raciones al respecto: que sólo unade ellas prestaba servicio en las sa-las de hombres, donde el gruesodel trabajo recaía en los enferme-ros, y seis lo hacían en las de mu-jeres, donde el número medio deingresadas era de treinta, por loque correspondía una monja porcada cinco enfermas, muy lejos delas cifras de otros hospitales y delas recomendaciones de la propiaorden religiosa que postulaba unamonja por cada diez enfermos.

Además, tenían unacriada para su mante-nimiento y por lo tantono podían tampocoalegar necesidades enel terreno doméstico.Peticion denegada.

Entonces las monjaspresentaron una peti-ción de aumento desueldo, considerandomiserable el de 376 re-ales y 16 maravedíesque percibía al año ca-da una de ellas. LaJunta lo denegó adu-ciendo que además delsueldo percibían casa,comida, ropa de camay delantales persona-les, una criada, velas,brasero, etc.

La raíz del conflictoEn el fondo de es-

tos desencuentros ya-cía otro de mayor ca-lado: Fortunato Fen,nuevo director generaldel Instituto de San

Vicente de Paúl, había elaboradouna normativa general para el go-bierno de las hermanas en los hos-pitales españoles y una parte sus-tancial de dicha normativa, choca-ba frontalmente con el reglamentoque regía el hospital de Atxuri. Elpunto de roce principal era la pro-pia concepción de la estancia delas monjas, pues tanto el primerconvenio firmado como la regla-mentación del hospital, excluíanformalmente la presencia de unacomunidad religiosa, pues se con-sideraba que las monjas eran sola-mente empleadas que vivían en él.Sin embargo, Fortunato Fen exi-gía la libertad de formar un con-vento autónomo dentro del hospi-tal, con su comunidad, superiora,capilla y normas propias.

Otras estipulaciones del conve-nio modelo propuesto por Fen yque la Junta consideraba inacepta-bles eran, entre otras, que las li-mosnas recibidas en el hospital se-

rían utilizadas por la madre supe-riora para los fines que ella juzga-ra oportunos, mientras el antiguodecía taxativamente que todas laslimosnas quedaban a disposiciónde la Junta.

Asimismo, ésta estimaba queno había espacio físico en el Hos-pital ni motivo justificado paraacceder a la petición de reservarun cuarto amueblado, destinado aser utilizado en sus visitas a Bil-bao por la comunidad religiosa.

Tampoco se podía acceder aquitar sitio a los enfermos para sa-tisfacer las necesidades de lasmonjas. No se les daría ni un pal-mo más y se consideraba más quesuficiente las obras realizadas pa-ra disponer de un refectorio y unasala de labores.

Por otra parte, las monjas querí-an tener todas las llaves del hospi-

tal en exclusiva, a lo que se nególa Junta en rotundo.

Además, las monjas reclama-ban el control absoluto de las visi-tas, incluso las de cónyuges yallegados.

Por último, la orden exigía elgobierno de todo el personal, ex-cluidos los facultativos; incluso elpoder para reprender, sancionar yexpulsar. Estas dos peticionesfueron consideradas por la Juntacomo un abuso y una intromisiónen sus competencias.

Sumando a todo ello que lasmonjas no habían dado cuentas desu gestión económica, asunto quevenía contemplado en el conve-nio, y que después de reiteradasexigencias, sólo lo hicieron unavez, en 1825. La Junta propuso alAyuntamiento no acceder a la im-posición y a la “conducta irregu-lar” del director general, quien“no buscaba más que conseguirmayor espacio para instalar unconvento en el Hospital y gober-narlo a su antojo”. Dos miembrosde la Junta de Caridad, MarianoSierralta de Salcedo y AntonioEloi de Zuazo, emitieron un votoparticular en el que planteaban laimposibilidad de aplicar el artícu-lo 3º de la Ordenanza, que regula-ba la expulsión de los empleados,porque se trataba de religiosas en-tregadas a Dios y a la Iglesia, node empleadas; añadían que aque-lla expulsión era un insulto a laReligión. El Ayuntamiento, ensesión de noviembre de 1831, de-sestimó las alegaciones de Sie-rralta y Zuazo, rechazó las preten-siones de Fortunato Fen y respal-dó la propuesta de la Junta. Asífue como las siete monjas comen-zaron a salir del hospital el 10 denoviembre de aquel mismo año.

Para suplir la ausencia de lasmonjas el Ayuntamiento acordónombrar un enfermero mayor yuna señora, a poder ser consor-tes, además de tres enfermeras;solución que pensaba iba a sermás económica y rentable que laanterior.

Las Monjas del HospitalPrimeros años de Las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul en el hospital de Atxuri

En el pasado era habitual que lasmonjas se encargaran de las tareasque hoy en día realizan las enfermeras

El 10 de noviembre de 1831las siete monjas dejaron de prestarservicio en el hospital de Atxuri

Hermana de la Caridad atendiendo a un enfermo

La fundadora de la Orden, Santa Luisade Marillac

38 B i lbao 2007ko maiatza Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

BASTANTES años más tarde,ya cerca del final del sigloXIX, las Hermanas de la Cari-dad volvieron al hospital ycompletaron en él una largaetapa que duró casi cien años.Establecidas en el hospital deAtxuri, primero, y en el de Ba-surto a partir de 1908, desa-rrollaron una importante laboral contribuir a la mejora delcuidado a los enfermos ingre-sados, hasta que las exigen-cias de una Medicina muchomás profesionalizada recla-maron su sustitución por lamoderna Enfermería.

Uno, que convivió conellas durante varios años enel viejo hospital, no puedeevitar un cariñoso recuerdode aquellas “Sor Pilar”, “SorTeresa”, “Sor Alejandra”,“Sor Prudencia”, “Sor Fran-cisquita”, etc. Remembran-zas de unos tiempos queahora parecen ya muy leja-nos, pero que recordaránbien todas aquellas personasque mantuvieron relacióncon aquel antiguo “Basur-to”, antes de su reforma du-rante los años ochenta delpasado siglo.

El regreso de lasHermanas de la Caridad

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Juan Gondra

HASTA que los avances médico-quirúrgicos del siglo XX permi-tieron realizar con éxito interven-ciones para reducir y fijar las frac-turas óseas, los galenos de los si-glos pasados no disponían de másherramientas que sus manos y al-gunos pobres artilugios mecáni-cos para tratar de colocar en su si-tio los huesos fracturados, y luegovendajes que inmovilizaban elmiembro quebrado hasta su cura-ción. Trataremos aquí de acercar-nos a cómo se vivía el día a día deestos accidentes en el antiguoHospital de Atxuri analizando dosejemplos concretos.

Estos dos accidentes y la asis-tencia médica prestada permitenasomarnos a cómo se trataba a losheridos en el Hospital de los San-tos Juanes y, sobre todo, a la ex-traña norma que seguían a la horade abonar los gastos de hospitali-zación en aquellos años de 1820,en que se acababa de inaugurar elmagnífico edificio que albergó alHospital de Atxuri hasta 1908,año en que se realizó el traslado aBasurto de esta institución.

El 20 de enero de 1823 era atro-pellada por un carro Elena Pauli-na de Mendieta y Zuloaga, naciday bautizada en Deusto el 22 de ju-nio de 1767, soltera, de 55 añosde edad, pobre, de profesión traji-nera. Las ruedas le habían pasadopor encima de las dos extremida-des inferiores y causado graveslesiones con fracturas óseas enambas piernas. Fue ingresada enel Hospital de Atxuri por ordenescrita firmada por el CorregidorTiburcio de Eguiluz y, una vezallí, se le pudieron reducir y fijarlas fracturas de una extremidadinferior, pero no así las de la otra,que hubo de ser amputada ante elriego de gangrena. José Gil y Ca-ño, el Cirujano Mayor del Hospi-tal, tenía una amplia experienciaen amputaciones, adquirida en sulabor como cirujano militar du-rante la Guerra de la Independen-cia, y pudo realizar esta interven-ción con la rapidez que exigía lacarencia de anestesia que hacíatan terrible a la cirugía de aque-llos años.

Quedó ingresada en el centro y,como los médicos temían que pu-diera sufrir convulsiones y que

éstas pudieran abrir sus heridas, elHospital contrató a dos mujeres,Ramona de la Torre y María An-tonia de Zarandona, para que levelaran día y noche, porque lasmonjas no podían prestar unaatención continua. Evolucionó fa-vorablemente y poco a poco se lepudo retirar la vigilancia de lasenfermeras contratadas. Recibióel alta el 25 de mayo del mismoaño, ya curada.

Conflicto por el pagode las estancias

Según el Corregidor el acciden-te había ocurrido en Atxuri y eraun asunto que afectaba sólo a Bil-bao, pero la Junta del Hospitalcontestó aduciendo que había te-nido lugar en la embocadura delpuente de Bolueta, jurisdicción deBegoña y que era esta Anteiglesiaquien debía de pagar los gastos dehospitalización, que ascendían a

1.301 reales causados según el si-guiente detalle:

Por 127 estancias, a 8 reales ca-da día, 1.016 reales.

Por salario de 5 reales al día acada una de las dos mujeres con-tratadas para cuidarle:

A Ramona de la Torre, por 16días, 80 reales.

A María Antonia de Zarandona,por 41 días, 205 reales.

(Sirva de referencia que el sala-rio anual de un médico municipalen aquel año ascendía a 5.500 rea-les).

El asunto coleó durante meses,la Junta del Hospital lo remitió alAyuntamiento y éste, de nuevo alCorregidor. El 22 de septiembrede 1825 la Junta comisionó a JoséManuel de Murgoitio para que in-tentara cobrarle a Begoña lo adeu-dado. Por fin, el 29 de octubre de1825 el Corregidor dio a Begoñala orden de pago.

Segundo accidenteEn el ínterin tuvo lugar un se-

gundo accidente que afectó a otrapersona, Francisco Cayetano deAlmeida, residente en Abandoaunque natural de Portugal. Fran-cisco resultó herido en un acciden-te ocurrido junto a la Estufa, edifi-cio para usos industriales propie-dad del Ayuntamiento bilbaino en-clavado en jurisdicción de Begoña.Fue trasladado al Hospital y per-maneció ingresado durante 41 días,hasta recibir el alta por curación.La Junta unió ambas reclamacio-nes, la de Francisco y la de Mª An-tonia, presentando ambas al Ayun-

tamiento de Begoña. En este casose reclamaban gastos por una hos-pitalización de 41 días, que a 8 re-ales por día, ascendía a 325 reales.

En ambos casos se citaba comofuente de derecho al cobro el artí-culo 20 de la Ordenanza aprobadapor el Consejo Supremo de Casti-lla. Decían que esta Ordenanza au-torizaba el cobro de 10 reales porcama y día, pero que habían apli-cado la misma tarifa que a los mi-litares, 8 reales.

Llama mucho la atención el he-cho de que se atribuyera el pago dela estancia a la anteiglesia en laque había tenido lugar el acciden-

te; más aún en el caso del ocurridoen la Estufa, propiedad del Ayun-tamiento bilbaino y lugar de activi-dades relacionadas con la vida por-tuaria o los astilleros. Sin embar-go, debemos de tener en cuentaque esta obligación de pago no te-nía su origen en el concepto de res-ponsabilidad por el accidente, sinoen la obligación de las autoridadesmunicipales de atender a los po-bres de su parroquia y los que seaccidentaren en su término muni-cipal, aunque no fueran de su ve-cindario siempre que fueran po-bres y que el accidente hubiera te-nido lugar en su territorio.

Hospitalización delas fracturas óseas

A lo largo de la historia delHospital de Atxuri, desde sureforma en el año 1662 hastasu traslado a Basurto, las fractu-ras óseas fueron el tipo de enfer-medad o accidente que daba lu-gar a hospitalizaciones de mayorduración. Así, durante los pri-meros cinco años de su acti-vidad, encontramos tres casosde fracturados que estuvieroningresados durante más de ciendías cada uno, cuando la me-dia de estancia era de veintedías y no encontramos otro tipode patología que diera lugara ingresos de más de sesentadías.

Los tres primeros accidenta-dos ingresados en este hospitalen su primer año de servicio,1662, merecen ser reseñados co-mo modelo del tipo de acciden-tados que luego irían siguiéndo-les en los años venideros:

Antonio de Izarduy, vecino dela Villa, se accidentó trabajandoen unas beneras y sufrió unafractura de la pierna que requirióla intervención del cirujano. Per-maneció ingresado desde el 20de abril hasta el 26 de agosto du-rante 128 días y salió curado.

Joan de Loyarte era mazero deferrería, vecino de Begoña, re-sultó herido cuando cayó un ta-blado colocado para la fiesta delos toros. También se quebróuna pierna, permaneció ingresa-do durante 132 días y curó. (des-de el 22 de agosto hasta el 31 dediciembre).

Pedro de Batiz, zurrador deoficio, vecino de la Villa, sufriótambién una fractura de la piernacuando participaba en la fiestade los toros. Permaneció ingre-sado durante 164 días, hasta el 4de febrero de 1663, hasta curar.

Primeros de una lista nutridapor los numerosos accidentesque hubieron de sufrir los habi-tantes de la Villa durante los si-glos siguientes.

También cuando el Hospitalllega a su fin encontramos casosde fracturas con una larga hospi-talización. En efecto, durante laúltima década del siglo XIX,cuando el viejo hospital estabaya saturado y rebosaba de enfer-mos, estalló un escándalo por-que un concejal denunció el he-cho de que se daban altas prema-turas a algunos enfermos con elfin de disponer de camas libres.Los ejemplos aducidos se referí-an alguno a un enfermo de tu-berculosis, pero los restanteseran enfermos con fracturas óse-as a los que se dio de alta antesde que estuvieran en condicio-nes de trabajar y de ganarse lavida.

A las puertas del siglo XX, elHospital continuaba todavíasiendo un centro mixto, sanitarioy social, que curaba a los enfer-mos y heridos para mantenerlosdespués durante una larga con-valecencia a lo largo de la cualse limitaba a alimentarlos y dar-les cobijo.

Tratamiento de las fracturas óseasen el Hospital de Atxuri

Accidentes de Elena de Mendieta y Francisco Almeida

A las puertas del siglo XX, Atxuricontinuaba siendo un centromixto, sanitario y social

Reducción de una luxación de hombro

Cama diseñada para el tratamiento de algunas fracturas

Inmovilización de una fractura de la pierna

42 B i lbao 2007ko apirila Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

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Juan Gondra Rezola

ERA habitual hace a�os la extra�ezade los m�dicos for�neos cuando seenteraban de que el Hospital de Ba-surto era copropietario de la plaza detoros de Vista Alegre; extra�eza queaumentaba cuando se les dec�a queel otro copropietario era la Casa deMisericordia. Y de aquella impre-si�n surgi� una pregunta: Àcu�ndo yc�mo se inici� este maridaje entrenuestro hospital y el coso bilbaino?

La publicaci�n del magn�fico li-bro de Laura del Rey Bilbao y los to-ros: cinco siglos de historia (1518-2000) permiti� al curioso conocer�ste y otros aspectos de nuestra pe-que�a historia; interesantes no s�lopara el aficionado al espect�culotaurino, sino tambi�n como aspectospoco conocidos de nuestras tradicio-nes y costumbres.

Trataremos aqu� de responder a lacuesti�n planteada.

El Hospital en 1818Al terminar el a�o 1814, Bilbao

sal�a de una guerra asoladora duran-te la cual se dieron varias entradas yretiradas de tropas, siendo ocupadaunas veces por los ej�rcitos france-ses y otras por los espa�oles, hasta la

entrada definitiva del ej�rcito anglo-portugu�s y espa�ol comandado porel duque de Wellington; el tr�ficoportuario, principal fuente de ingre-sos para la Villa, se hab�a visto limi-tado hasta casi desaparecer y las ar-cas p�blicas se hab�an visto obliga-das a afrontar los gastos de guerracon empr�sitos muy onerosos. Noera el mejor momento, pues, paraatender a la construcci�n de un nue-vo centro que sustituyera al antiguoHospital de los Santos Juanes; sinembargo, el mal estado de alguno delos edificios que lo albergaban, queya en los a�os anteriores a la guerrahab�a dado lugar a intentos de refor-ma, oblig� a que el Ayuntamiento yla Junta de Caridad se planteasen laforma de atender a esta antigua de-manda y reunir todo el dinero posi-ble para construir un hospital mo-derno y adecuado a las necesidadesde la Villa.

Y una vez agotadas todas lasfuentes habituales de ingresos noidearon mejor fuente para incremen-tar sus recursos que echar mano dela recaudaci�n de las corridas de to-ros. Contaban con un precedente fa-llido, pues en el a�o 1808, se adjudi-c� la organizaci�n de las corridas deagosto a Melit�n Pablo de Cafrangacon el compromiso de donar la mi-tad de los beneficios al Hospital, be-neficios que nunca llegaron a produ-cirse; tambi�n ten�an una referenciaen la capital del Reino, pues la Juntade Hospitales de Madrid era la queorganizaba desde antiguo los feste-jos taurinos y, como contrataba a lostoreros para toda la temporada, Bil-bao estaba habituada a mantener re-laci�n con esa Junta a la que deb�ade pedir autorizaci�n cuando quer�atraer a la Villa alguno de sus dies-tros.

Adjudicaci�n de la organizaci�nde las corridas de toros en el a�o1818

As� fue como el Ayuntamiento sac�a p�blica subasta la organizaci�n delas corridas a celebrar durante las fies-tas de agosto en la plaza de la Villa, enel lugar donde ahora se encuentran elmercado y la calle de la Ribera, y lasadjudic� al industrial bilbaino JuanJos� de Uriarte, quien present� la me-jor oferta y se comprometi� a abonarcada a�o 27.000 reales para las obrasde construcci�n del nuevo hospital. Elcontrato fechado el 18 de septiembrede 1818 y firmado por el alcalde Gre-gorio Lezama Leguizam�n, ten�a unaduraci�n de ocho a�os y detallaba lascondiciones acordadas, de entre lasque merecen ser destacadas las si-guientes:

● Las fiestas a celebrar cada a�o in-cluir�an cinco d�as de corridas cuyasfechas ser�an se�aladas por el Ayunta-miento.

● Los toros y novillos ser�an com-prados a las ganader�as de Òmayor cr�-ditoÓ de Castilla o de Navarra.

● Cada d�a ser�an lidiados dos torospor la ma�ana y cinco por la tarde,adem�s de un novillo que ser�a soltadopara disfrute de los aficionados.

● Los toreros, tanto a caballo comoa pie, ser�an elegidos de entre los deÒprimer nombreÓ en la corte o en An-daluc�a y el Ayuntamiento tendr�a unaparticipaci�n decisiva en su selecci�n.

● El precio de los asientos para losabonados ser�a de 20, 16, 12, 10 y 8reales.

● El Ayuntamiento cuidar�a de quelos propietarios de los balcones abier-tos a la plaza entregaran lo recaudadopor ellos.

● Uriarte se encargar�a tambi�n decontratar tamborileros y de organizarlos fuegos artificiales, corriendo a sucuenta los gastos ocasionados.

ProblemasPero lo que promet�a ser un buen

negocio para el Hospital, para Uriartey para el vecindario, fue una fuente dequebraderos de cabeza y dio lugar a unpleito curioso porque ocurri� queUriarte traspas� este contrato a Ma-nuel Mariano de Elorriaga, otro indus-trial bilbaino, y cuando finalizaron lascorridas del a�o siguiente, �ste se ne-g� a abonar los 27.000 reales que co-rrespond�an a las obras del nuevo hos-pital.

El Ayuntamiento y la Junta del Hos-pital se vieron obligados a pleitear endefensa de sus intereses; Elorriagaaleg� que el Ayuntamiento no le hab�aentregado la recaudaci�n efectuadapor los due�os de los balcones y des-pu�s de algunos avatares, lleg� unasentencia favorable a los primeros y elembargo de material del almac�n delque era propietario Elorriaga, 1.120machetes aserrados, 400 hachas dehierro carpinteras y 400 mandarrias(especie de martillo utilizado en losastilleros).

As� fue como hasta el 28 de sep-tiembre de 1820, fecha del embargocitado, no pudo el Hospital cobrar susprimeros 27.000 reales, iniciando unarelaci�n entre la fiesta de los toros ylas instituciones de caridad bilbainasque no tuvo continuidad, pues esteacuerdo s�lo se materializ� en losa�os 1820 y 1821.

Bastantes a�os m�s tarde, en el a�o1881, se recuper� esta relaci�n cuan-do un grupo de bilbainos entusiastasasumi� la construcci�n de la plaza detoros de Vista Alegre con la condici�nde que, una vez amortizados los gastosocasionados, su propiedad pasara alHospital y Casa de Misericordia.

58 B i lbao 2004.eko abuztuaOsasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

La organizaciónde las corridasfue sacada asubasta públicaen 1818

El Hospital de Bilbao y las corridas de toros

Decenas de coches de caballos llegando a la Plaza de Toros de Indautxu. Foto José Mª Buerba

Corrida de toros en la Plaza Vieja. Manuel Losada

CUANDO en el a�o 1820 se inaugurabanlas primeras salas hospitalarias, en el mis-mo edificio que en la actualidad alberga alInstituto ÒEmilio CampuzanoÓ de Achuri,la Junta de Caridad afirmaba orgullosaque ÒEn nada se gravaron los fondos delmunicipioÓ.

El presupuesto del nuevo hospital, unavez descontado el material que se hab�ade recuperar de los antiguos edificios, as-cend�a a 780.000 reales de vell�n, aunquelas numerosas modificaciones introduci-das durante las obras elevaron aquella ci-fra. El hospital contaba con unos fondospropios que sumaban 510.491 reales, serecaudaron otros 257.373 reales por li-mosnas m�s donativos en met�lico de los

vecinos de la Villa y naturales del pa�s as�de los residentes en el Reino como en Eu-ropa y Ultramar; como estas cantidadeseran insuficientes se agregaron otros re-cursos:

ÐTrabajos y servicios gratuitos y sin es-tipendio o jornales, directamente presta-dos por braceros y operarios del pueblo,incluso en d�as festivos, con autorizaci�nobtenida del Sr. Obispo de la Di�cesis.

ÐDonativos en materiales de construc-ci�n.

ÐRecursos propios del establecimiento,producto de fiestas, rifas y de cantidades apr�stamo con inter�s. Apartado �ste en elque se incluy� lo rentado por las corridasde toros de agosto.

Fuentes de financiacióndel “Nuevo Hospital”de los Santos Juanes

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Independencia no mencionan los gé-neros que se proponían como pre-mio, así que parece razonable dedu-cir que llegó a buen término.

Pocos años después, en 1828, elHospital solicita y obtiene permisopara celebrar otra rifa con un premiopor valor de 4.400 reales, cuyos be-neficios fueron destinados a sufragaruna parte de la finalización de lasobras de construcción del nuevohospital. Sus boletos salieron a laventa no sólo en Bilbao, sino tam-bién en otras capitales del Reino. EnMadrid se podían adquirir en la li-brería de Hurtado al precio de dosreales cada uno.

Al año siguiente, 1829, se volvió asolicitar permiso con el mismo fin;en esta ocasión el valor del premioascendía a 6.744 reales y 24 mara-vedíes, parte en alhajas y parte enmetálico. Nos han llegado tanto elnombre del ganador, Juan Josef deLama y Arandia-Erdoyza, como elnúmero premiado: el 5.479.

Lama, vecino de Bilbao, tenía ala sazón 41 años y estaba casadocon Mª del Carmen de Ansotegui yno cabe duda de que recibiría conalegría un premio cuyo monto erasuperior al salario anual de los mé-dicos de la Villa. Pocos años des-pués de resultar ganador de la rifa,llegó a ser regidor, puesto en elque tuvo que participar en el go-bierno de la Villa durante los tiem-pos difíciles de la Primera GuerraCarlista, la severa epidemia de có-lera del otoño de 1834 y el primer

sitio (1835). Fue elegido alcalde dela Villa en el año 1839.

La “Rifa del Hospital”Esta “Rifa del Hospital” continuó

celebrándose durante todo el sigloXIX, de forma similar a como se ha-cía en otros muchos hospitales delReino. Incluso en años tan difícilespara la Villa como 1835 o 1874, enlos que se vio sitiada por los carlis-tas, tuvo el Hospital de Atxuri su ri-fa, aunque tuviera necesidad de re-trasarla algunos meses.

Fueron tiempos en los que el jue-go en sus distintas modalidadesconstituía un problema social impor-tante y durante los que sucesivos go-biernos trataron de encauzar en unmarco legal que garantizara su lim-pieza. El Hospital debía solicitar ca-da año permiso a la Hacienda Realpara celebrar su rifa, detallando suspremios y número de papeletas.También pagar un impuesto que pa-só del 25% del total del billetaje se-llado que hubo de pagar en el año1835 al 4% de los años 1878.

Los premios solían incluir joyasde oro y plata, así como cantidadesen metálico; pero hubo ocasiones enla que fueron más pintorescos comoen el año 1856 en el que se sorteóuna magnífica pareja de bueyes. Laventa de los billetes era realizada di-rectamente por los propios miem-bros de la Junta de Caridad y por elPortero del Hospital, pero una parte

importante de los boletos era vendi-da en la calle por varios ciegos,constituyendo un precedente localde la labor realizada en la actualidadpor la ONCE.

En el año 1855, el sorteo se cele-bró el día 8 de febrero y el númeropremiado, el 2.485, no apareció has-ta casi un año después, el primero defebrero de 1856. El Ayuntamientodecidió entregar el premio aunque elplazo señalado para ello hubiera sidorebasado; a partir de aquel año esteplazo quedó establecido en un año.

A lo largo del siglo XIX se hizohabitual que muchas institucionescaritativas celebraran sus propiossorteos, siendo el más conocido en-tre nosotros el de la Santa Casa deMisericordia, la tradicional “Rifa delcerdo”. Pero estas rifas proliferaronen exceso y sufrieron la competenciade otras, organizadas por particula-res en provecho propio. La HaciendaReal hubo de intervenir en variasocasiones, distinguiendo entre unasy otras, gravando a las segundas conel antiguo impuesto del 25% y anu-lando todas las concesiones concedi-das para rifas continuadas por mediode la Ley de 31 de diciembre de1881. En el año 1882 encontramos laúltima solicitud del Hospital para ce-lebrar una rifa; pero a partir de esafecha, se interrumpió esta tradiciónque tuvo una segunda etapa de es-plendor años más tarde, en la déca-das de los cincuenta y sesenta del pa-sado siglo, pero de este asunto yatrataremos en otra ocasión.

A lo largo del siglo XIX se hizo habitualque muchas instituciones caritativascelebraran sus propios sorteos

38 B i lbao 2013ko uztaila Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

Juan Gondra

AUNQUE el juego tiene hondas ra-íces en las diferentes culturas huma-nas y podemos encontrar numerososantecedentes de ello en la antigüe-dad, el recurso a las rifas como fuen-te de ingresos para nuestros hospita-les y asilos tiene su inicio en el sigloXVIII.

Con la llegada a Madrid del pri-mer rey Borbón, Felipe V, se fueronextendiendo en su corte algunasnuevas costumbres procedentes dela de Versalles, siendo una de ellasla de celebrar fiestas de la alta socie-dad que incluían una rifa. Comosuele ser habitual, esta moda se fueextendiendo desde la aristocraciahacia las clases populares y así en-contramos que pocos años despuésnace la lotería primitiva y tambiénlas primeras rifas a beneficio de or-fanatos u hospitales, celebrados enMadrid y en otras localidades, cuyoeco hubo de llegar, sin duda, a Bil-bao. Parece que hubo algunos abu-sos que obligaron al Monarca a to-mar medidas en contra de estos sor-teos y de ahí deriva la paradoja deque las primera noticia al respectoque encontramos en la Villa no serefiere a ninguna rifa, sino a laprohibición que trata de imponer enel año 1734 el corregidor Felipe Ig-nacio de Molina, quien se dirige alConsejo de Castilla en solicitud delas órdenes y bandos promulgadascontra el juego.

En cualquier caso, no parece queesta nueva moda tuviera una rápidaaceptación en nuestra Villa, pues laprimera noticia que tenemos de unevento similar tuvo lugar en el año1813 a beneficio del Hospital.

El legado de EscaurizaUn año antes de que estallara la

Guerra de la Independencia, el Hos-pital de Atxuri se encontraba en unasituación económica bastante desa-hogada y se planteaba sustituir losvetustos edificios que lo albergabanpor una construcción moderna, másacorde con las exigencias de las nor-mas de higiene preconizadas por lasautoridades médicas de la época. Laaceptación de una manda por valorde más de doscientos mil reales do-nada en su testamento por Dionisiode Escauriza, un rico comerciantebilbaíno, vino a suponer una inyec-ción muy importante de fondos, pe-ro surgieron dificultades que impi-dieron su materialización y, por en-

de, que se planteara una obra tantrascendental.

En efecto, Escauriza había legadoun crédito que tenía con la sociedadIriondo y García, con sede en San-tander, por valor de 211.432 reales.Lo había concedido para paliar lanecesidad de dinero de aquella fir-ma, que disponía de fondos en Amé-rica, pero que estaba esperando laoportunidad de enviarlos a Españaen un navío militar pues la guerracontra Inglaterra dificultaba eltransporte marítimo. La situación deIriondo y García empeoró aún máscuando la fragata española que por-taba su dinero fue capturada por unnavío inglés, lo que les obligó a in-tentar pagar sus deudas con el géne-ro almacenado en sus almacenes deSantander.

La primera rifaAsí fue como el Hospital se hi-

zo cargo de una partida de hie-rros y distintos tejidos de difícilcomercialización por causa de lasituación de guerra vivida en Es-paña entre los años 1808 y 1813.Tras un intento fallido de venta yuna subasta que no encontró pu-jador, la Junta de Hermandad so-licitó y obtuvo permiso para cele-brar una rifa cuyos premios ibana consistir en tres lotes de aquelgénero, valorados cada uno en31.000 reales.

No nos ha llegado informaciónacerca del desenlace de esta rifa.Ignoramos incluso si llegó a cele-brarse; pero los datos económi-cos del patrimonio del Hospitaluna vez finalizada la Guerra de la

En 1882 se hizo laúltima solicituddel Hospital paracelebrar una rifa

Atxuri. Fragmento de una acuarela del siglo XVIII. (Euskal Museoa. Bilbao)

Las rifas y tómbolas abeneficio del Hospital Civil

La plaza de toros, otra fuente de ingresos para el Hospital de Atxuri

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Juan Gondra

ESTAS dos  instituciones  bilbai-nas, que ya en sus orígenes tuvie-ron  una  cierta  relación  aunquemuy  tenue,  estuvieron  cerca  deconstituir una fundación única allápor  los  primeros  años  del  sigloXIX, poco antes de la Guerra de laIndependencia;  pero  los  tiemposrevueltos  que  vivió  el  país  enaquellos  años  hicieron  que  estainiciativa no prosperase.

Orden municipal y Rechazode la Junta Hospitalaria

En  oficio  del  31  de  marzo  de1808, el Ayuntamiento de Bilbao,preocupado  por  el  déficit  econó-mico en que incurría la Santa Casade Misericordia año tras año, acor-dó unificar la gestión y patrimoniode ésta con los del Hospital Civil,de economía boyante en aquellostiempos. Para  ello, ordenaba  a  laJunta de Caridad del Hospital quenombrase una comisión que debíade  reunirse  en  el  Ayuntamientocon  delegaciones  de  éste  y  de  laMisericordia, a fin de tratar acerca

de  la  forma de cumplir esta deci-sión municipal. Razonaba  la Cor-poración diciendo que  esta unióncontribuiría a disminuir los gastosde cada una de ellas por separado yque  también  aumentarían  los  in-gresos obtenidos de la caridad pú-blica.

La Junta de Caridad no vio conbuenos ojos esta orden y remitió alAyuntamiento una respuesta nega-tiva, diciendo que no enviaría co-misionados  a  la  reunión  previstapara el día 4 de abril a las tres de latarde. La  reacción  fue  inmediata,conminando a la Junta a obedecerla orden, la cual no tuvo más reme-dio que acatar. En sesión extraor-dinaria celebrada el 2 de abril,  laJunta acordó nombrar comisiona-dos a los junteros Ugarte, Jussue yLequerica, quienes defendieron lanecesidad de mantener la indepen-dencia  de  ambas  institucionesfrente a las otras dos delegaciones,que trataban de unirlas.

Ocurría que uno de las principa-les fuentes de ingreso de la Miseri-cordia, el impuesto llamado de to-nelada, había descendido por cau-sa de que la guerra con Inglaterraera  ruinosa para el  tráfico maríti-mo,  fuente  de  este  impuesto.  Almismo tiempo, se había incremen-tado el número de pobres acogidosen la Misericordia y todo ello ha-bía dado lugar a un déficit impor-tante. Por el contrario, la Junta deCaridad del Hospital, formada porcomerciantes muy dinámicos, ha-bía conseguido incrementar de for-ma  notable  los  ingresos  de  estainstitución y se encontraba en con-diciones de  afrontar  con  sus pro-pios fondos la construcción de unnuevo hospital, mucho más grandeque  el  antiguo, pues  contaba  concerca de 600.000 reales para ello.

En sus razonamientos, criticabala gestión de la Misericordia, mu-

cho menos dinámica que la llevadapor ella, y decía que el unir las dosinstituciones iba a reducir las apor-taciones recibidas por cada una deellas  si  seguían  separadas.  Tam-bién discutía la Junta la bondad dela unión en cuanto a reducción degastos se refiere, pues no pensabaque  se  pudieran  obtener mejoresprecios en los alimentos y la únicareducción de personal iba a ser laeliminación  del  cura  rector  de  laMisericordia,  cuyo  salario no  eragran cosa.

Resolución del AyuntamientoEl 19 de mayo de 1808, cuando

ya sonaban los primeros gritos deuna guerra que resultó ruinosa pa-ra Bilbao y su hospital, el Ayunta-miento se plegó a la voluntad de la

junta hospitalaria y acordó desistirde su empeño. El Hospital, a cam-bio, otorgó un préstamo a la Mise-ricordia de 60.000 reales, sin inte-rés y sin plazo de amortización.

Refleja este episodio uno de tan-tos enfrentamientos entre dos mo-dos de gobernar la Villa que pug-naban por el poder municipal des-

de  finales  del  siglo  XVIII.  Unaclase  de  comerciantes  enriqueci-dos, muy dinámica y con ampliosconocimientos de lo que ocurría enotros países, se abría paso frente ala oposición de otro grupo, más li-gado a la propiedad y a las rentasde  la  tierra,  que  representaba  encierto modo al pasado.

Tal como decía un manuscritoanónimo del año 1777 conserva-do en el Archivo Histórico Ecle-siástico de Bizkaia, en Derio:

“... la Villa se encuentra dividi-da entre los que viven de las ren-tas de sus casas y  terrenos y  losque  tienen  negocios...  el  primergrupo  busca  acaparar  los  votosdel  Ayuntamiento  porque  vivensin tener en qué exercitarse y bus-can acrecentar sus rentas a travésde las rentas que dan los oficios”.

La Santa Casa de Misericordiaseguía más  ligada al viejo poderque trataba de utilizar en su pro-vecho  el  clientelismo  que  podíaotorgar su gobierno y no había in-tentado establecer las nuevas for-mas  de  obtención  de  donativospuestas en marcha por la Junta delHospital, que iban desde la parti-cipación  en  iniciativas  industria-les o la celebración de corridas detoros  hasta  la  organización  deconciertos  benéficos,  rifas,  etc.,así como el  incremento de  lo re-caudado  en  las  colectas  durantelas  misas  dominicales  adjudica-das por la costumbre al beneficiodel  Hospital;  cuestaciones  queeran  realizadas  por  los  propiosjunteros.  (Nadie explica  si el  in-cremento  era  debido  a  que  losasistentes daban más limosna o siasí se garantizaba que no hubieramermas irregulares).

Todo  ello,  unido  a  los  impor-tantes legados testamentarios quecomenzaron a ser recibidos de lospropios junteros o de sus familia-res y amigos, llevó a una bonanzaeconómica que el Hospital no ha-bía conocido nunca.

Entre 1804 y 1808, la economíade la Villa se vio afectada no sólopor  la  incidencia en el comercionaval de la guerra contra la GranBretaña, sino porque estuvo obli-gada a pagar el sostenimiento delejército  acuartelado  en  Bilbao,enviado por Godoy después de laZamacolada. Fueron años de cri-sis y de incremento del número depobres asilados, que obligaron alAyuntamiento a intervenir de unaforma  que  no  volveremos  a  en-contrar con ocasión de crisis simi-lares ocurridas en los años poste-riores.

Un curioso intento de unificación del Hospital con la Misericordia

Fundación de salud y caridad

La unificación entre el Hospital yla Misericordia vino motivada porel déficit económico de esta última

Primer emplazamiento de la Hermandad del Refugio en la calle La Cruz

Antiguo Hospital Civil en Atxuri

32 B i lbao 2007ko urria Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

De  las  cuatro  instituciones  quese suelen considerar  integrantesdel modelo asistencial del Anti-guo  Régimen,  el  hospital,  losasilos de niños y ancianos, la ca-sa cuna y el manicomio, Bilbaosólo contó con  las dos primerashasta  comienzos  del  siglo XX.Sin embargo no dejó abandona-dos a su suerte a los expósitos dela Villa, pues contaba ya desde elsiglo XVII un sistema organiza-do  de  pupilaje  para  ellos. Otracuestión fue la de los pobres de-mentes de cuya suerte tendremosocasión  de  hablar  en  otra  oca-sión.

El Hospital de Basurto, a  tra-vés de su predecesor en Atxuri,tiene una antigüedad que  se  re-monta al siglo XV. La Santa Ca-sa de Misericordia, con tal nom-

bre, es más moderna pues nacecuando, después de varios inten-tos fallidos, una cofradía de ve-cinos  que  luego  se  llamó Her-

mandad  del Refugio,  tomó  conempeño  el  asunto,  logrando  lacesión del antiguo colegio de losjesuitas,  en  el  que  se  instaló  la

Casa de la Misericordia en el año1771.  Pero  ya  habían  existidovarios precedentes, desde la casaasilo  para  niños  huérfanos  deSan Lázaro,  instituida  por  JuanBengoechea en 1610 e emplaza-da  en  locales  pertenecientes  alhospital del mismo nombre, has-ta los intentos fallidos del Ayun-tamiento  en  los  años  1724  y1732 o  la Casa de Piedad, asiloinstalado en la Sendeja en 1762.

Tanto el Hospital Civil comola  Santa  Casa  de  Misericordiahan sido muy queridos por la po-blación bilbaina y se asocian ha-bitualmente  en  nuestra  mente,tal vez por las veces que los he-mos  nombrado  juntos  al  hablarde  la  plaza  de  toros,  da  la  quefueron  copropietarios  durantemuchos años.

Casa de Misericordia y Hospital

Santa Casa de Misericordia construida en 1871

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Juan Gondra

POR fin, después de veinte añosde tentativas infructuosas y otrosdiez años de obras, llegó el mo-mento en el que Bilbao iba a inau-gurar su nuevo hospital construidoen el barrio de Basurto. El rey Al-fonso XIII no podía acudir a la ce-remonia por motivos de salud yhabía delegado su representaciónen su primo y cuñado el infanteFernando de Baviera y Borbón,marido de su hermana María Te r e-sa. La ceremonia estaba previstapara el 11 de noviembre de 1908;pero un telegrama del Presidentedel Consejo de Ministros recibidopor el Gobernador Civil el 8 de no-viembre comunicaba que el infan-te D. Fernando se encontraba enBaviera y que el día 12 era el cum-pleaños de la infanta Dª Mª Te r e s a ,así que sólo quedaba como fechaútil el día 13.

Se fijó la hora a las once de lamañana; el Infante acudiría a Ba-surto desde la estación del ferroca-rril y se alojaría en el palacio deZabálburu propiedad de los con-des de Heredia Espínola.

La cere m o n i aHizo un tiempo espléndido, pri-

maveral, lo que propició que unagran multitud se uniera a todas lasautoridades del Señorío de Vi z c a-ya, que acudieron a recibir al In-fante y al ministro que le acompa-ñaba, el guerniqués Manuel deA l l e n d e s a l a z a r, que posteriormen-te llegaría a ser presidente del Se-nado y del Gobierno.

A las 10:50 h. llegó a la estaciónde Abando el tren que traía al In-fante y al Ministro de Estado,quienes fueron recibidos por el Al-calde de la Villa Sr. Ibarreche, elPresidente de la Junta de Caridad,don Gregorio de la Revilla, los Di-putados y Senadores en Cortes, losGobernadores civil y militar yotras autoridades.

Ya en el Hospital, el Obispo dela Diócesis ofició una misa solem-ne tras la cual tuvo lugar la inaugu-r a c i ó n .

El Alcalde Ibarreche, en su dis-curso rindió homenaje al Rey Al-fonso XIII, en la persona de su re-presentante, saludó al Ministro deEstado, y después a todas las re-presentaciones. Gregorio de la Re-villa hizo historia de las gestionesde la Junta de Caridad, agradeciólos trabajos del arquitecto Enriquede Epalza y del director médico,José Carrasco. Terminó el acto elministro Allendesalazar, quienprometió trasladar al Rey las fra-ses de agradecimiento dirigidas aél y ensalzó los esfuerzos que ha-bía hecho Bilbao para lograr su en-grandecimiento, recordando loslogros conseguidos en las obrasdel puerto exterior; ensalzó lossentimientos caritativos de Bilbaoy esbozó la idea de que el nuevoHospital pudiera ser un centro deenseñanza médica. Posteriormen-te, las autoridades efectuaron unavisita por las distintas dependen-cias del Hospital.

El hecho fue ampliamente reco-gido por los periódicos locales quecomentaron este acontecimientodurante varios días.

El Hospital de Basurt oOnce años atrás la Junta de Ca-

ridad presidida por Ciriaco deGondra había acordado construirun nuevo hospital que sustituyeraal de Atxuri, dando por fin satis-facción a los anhelos expresadospor sus médicos y por gran partede la población de la Villa durantea ñ o s .

Tras varios estudios y algunostanteos en busca de un terrenoapropiado, se decidió por asentar-lo en el barrio de Basurto, al piedel monte Cobetas, en un lugarresguardado de los vientos predo-minantes del noroeste. El 25 deseptiembre de 1897, la Junta deCaridad compró una superficie de87.100 m2 de terreno, propiedaddel Marqués de la Torrecilla, por475.259.58 pesetas y los comple-

tó mediante permutas de terrenocon la comunidad de los Capuchi-nos y con las Srtas. Novia de Sal-cedo, propietarios colindantes,para obviar su irregularidad.

El futuro Hospital de Basurtomantuvo el régimen jurídico delde Atxuri, es decir, una entidadprivada de beneficencia de ámbitopúblico cuyo patronato correrá ac a rgo del Alcalde de esta Villa. LaComisión encargada de redactarlas bases y el proyecto de cons-trucción confió al arquitecto Enri-que Epalza la dirección de laso b r a s .

Para enjugar los gastos se em-plearon los fondos procedentes dela venta del edificio del Hospitalde Atxuri, valorado en millón ymedio de pesetas y adquirido con-juntamente por Ayuntamiento yDiputación. A ello se añadió elmontante de una suscripción pú-blica abierta a tal efecto; así comoel donativo de 500.000 pesetas deDª Casilda de Iturrizar y un ade-lanto de 450.000 pesetas realizadopor José María de Gurtubay, quienposteriormente renunció a cobrar-las transformando así su adelantoen donativo.

Final de las obrasEl hospital había tardado en

construirse diez años. Durante es-te tiempo, se tuvieron que vencerdificultades económicas deriva-das de los gastos en el extranjero,agravadas con la pérdida del va-lor adquisitivo de la peseta, quellegó al 35%, y con una legisla-ción arancelaria que aumentabalos derechos de aduana de estosmateriales. Y ello a pesar de lasinstancias que hizo el hospital an-te los poderes públicos para que,dado el carácter benéfico de lasobras, se pudiera disponer de untrato de favor. En algún momentolas dificultades económicas seagolparon de tal manera que sellegó a pensar la demora, e inclu-so en la supresión de la instala-ción de algunos servicios, aunquela responsabilidad que la Juntahabía adoptado ante el vecindarioy los pobres de la provincia de ha-bilitar un nuevo hospital, fue el

acicate a prescindir de estas con-sideraciones y lanzarse de llenoa los gastos anejos de la instala-ción de todos los servicios delhospital. De ahí la cuantía de losgastos de construcción; cuantíaque los junteros explicaban di-ciendo que:

“No es equitativa la compara-ción con otros centros hospitala-rios del extranjero, donde porconstruirse en naciones más flo-recientes con toda clase de ele-mentos para montarlos, se hanpodido evitar una porción degastos que han gravado el presu-puesto de Basurto. No debe olvi-darse que la Junta tuvo que gas-tar inicialmente más de 200.000pesetas en captar y acondicionarla traída de aguas, así como dedi-car otro medio millón de pesetasa la adquisición de los terrenos,precio muy elevado a causa de lacarestía de suelo libre”.

A falta de una liquidación de-finitiva, la Junta pudo adelantarque el gasto total fue de 6 millo-nes de pesetas, lo que daba paracada una de las 600 camas ungasto relativo de 10.000 pesetas;haciendo notar que las instala-ciones del Hospital (cocina, la-vadero, desinfección, etc.) esta-ban previstas para otras 200 ca-mas más, lo que daba un marg e npara ampliaciones futuras. Si setiene en cuenta que, en preciosde época, esta ampliación podríasuponer un gasto de un millón depesetas, más el coste por camapara 800 camas se vería reducidoa 8.750 u 8.500 pesetas.

Estas cifras pueden comparar-se ventajosamente con las deotros hospitales extranjeros co-mo el de Lariboisiere, Te n o n ,Saint Thomas y Joseph Hopkins.Aunque el Hospital de Basurtono desmerecía en instalacionescon ninguno de ellos y los supe-raba en sus condiciones higiéni-cas. Por otro lado, sí existíanhospitales con un coste por camamenor como el de Amberes, Ixe-lles y Urban.

Las subvenciones del Ay u n t a-miento de Bilbao y Diputaciónde Vizcaya, el donativo inicial deJosé María de Escuza de 400.000pesetas y las suscripciones públi-cas, así como los adelantos de di-nero en condiciones ventajosasque hizo el Banco de Bilbao,permitieron a la Junta salvar to-das las situaciones apuradas porlas que ha pasado.

Todos estos datos fueron reco-gidos por la Junta de Caridad enuna Memoria, ya que considera-ba que, al inaugurar el nuevoHospital Civil, debía dar cuentade la labor realizada a todos losque habían aportado sus donati-vos; a toda la población bilbaina,porque toda ella había colabora-do en su construcción.

Las imágenes y textos de este artícu-lo corresponden al libro Los HospitalesCiviles de Bilbao. 1409-2008. Home -naje al Hospital de Basurto en su pri -mer centenario, de Antonio VillanuevaEdo y Juan Gondra Rezola, que se pu-blicará en noviembre de 2008 con mo-tivo de la conmemoración de este cen-t e n a r i o

42 B i l bao 2008ko azaroa Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

Vista delHospitalde Basurtoen 1908

Inauguración del Hospital de Basurto13 de noviembre de 1908

A U N Q U E fueron muchas laspersonas que contribuyeron aque el magnífico Hospital deBasurto fuera una realidad, nocabe duda que fue Gregorio dela Revilla quien más aportó pa-ra ello. Primero como alcaldey, a partir del año 1903, comopresidente de la Junta de Cari-

dad, dirigió con mano firme laconstrucción del nuevo hospi-tal y sorteó las numerosas difi-cultades económicas. Sin sufirmeza en defender la integri-dad del proyecto, es muy pro-bable que el resultado final hu-biera sido algo mucho más po-bre e irrelevante.

Gregorio de la Revilla

Autoridades que asistieron a la inauguración oficial

El hospital tardó en construirse diezaños, periodo en el que se tuvieronque vencer dificultades económicas

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Juan Gondra

M U Y cerca ya de cumplir los cienaños, el Hospital de Basurto seprepara para celebrar este eventocon varios actos, algunos de loscuales ya han sido anunciados porla gerencia de esta institución bil-baina; entre ellos, reuniones cien-tíficas y visitas de los escolares dela Villa guiados por el propio per-sonal del Hospital. Su inaugura-ción oficial fue el 13 de noviem-bre de 1908, según la prensa de laépoca, fueron miles de ciudadanoslos que acudieron a conocer unhospital del que toda la poblaciónse sentía org u l l o s o .

Y no era para menos, pues fue lapropia población de la Villa la quecosteó su construcción por mediode sus donativos, sin tener que re-currir a las arcas públicas, salvounas mínimas subvenciones de laDiputación y el Ay u n t a m i e n t o .

Con esta inauguración se culmi-naba un largo proceso en el que to-do Bilbao había intervenido paradebatir los graves problemas porlos que atravesaba el Hospital deAtxuri y sus posibles soluciones.

P r i m e ros signos de insuficien-cia del Hospital de Atxuri

A lo largo de los años inmedia-tamente anteriores y posteriores ala Segunda Guerra Carlista, Bil-bao sufrió un proceso acelerado decambios que iban a transformar ala vieja villa comercial en una pu-jante ciudad industrial; cambiosque incidieron sobre el Hospitalde Atxuri y su entorno. Entreellos, la expansión de la Villa so-bre terrenos de Abando y Begoña,la construcción de numerosos edi-ficios en las inmediaciones delHospital de Atxuri y la apariciónde una nueva clase de trabajadoresinmigrantes. Además, este fenó-meno iba a afectar a toda la co-marca de la Ría de Bilbao y, encierto modo, a todo el Señorío, pa-ra el que este hospital era el prin-cipal recurso asistencial.

Las primeras noticias referentesa problemas de saturación hospi-talaria nacieron de la propia Junta,la cual esgrimió este arg u m e n t opara tratar de alejar de sus salas ados tipos de enfermos que le crea-ban problemas: los dementes y lasprostitutas. Así, cuando la anexiónparcial de Begoña era inminente,la Junta del Hospital propuso utili-zar el Hospital de Begoña e insta-lar en él las salas de dementes y desifilíticos de ambos sexos. Pero laCorporación no compartía el crite-rio de la Junta y estimaba másconveniente derruir el asilo bego-ñés. Cedió al Hospital el barracónde infecciosos construido en Me-na para albergar las salas de sifilí-ticos y cortó así una propuesta quehubiera adelantado en 20 años loocurrido con el Hospital de Solo-k o e t x e .

Primer pro y e c t oEl primer intento serio de nuevo

hospital vino de la mano del médi-co y concejal bilbaino Pedro deN o r z a g a r a y, quien propuso al ple-no del Ayuntamiento celebrado el13 de febrero de 1879 la construc-ción de un nuevo hospital que tu-viera carácter de provincial y en elque pudieran ingresar todos losvizcainos. Las razones que dabapara ello se referían al mal empla-zamiento del de Atxuri, agobiadoentre el monte y unas casas que lequitaban la luz y hacían que no tu-viera ventilación, además afirma-ba que se había quedado pequeñoy que estaba situado en el centrode un barrio muy populoso e insa-lubre. El pleno asumió sus ideas yse mostró de acuerdo con ellas, pe-ro acordó posponer la cuestiónporque la reconstrucción de la Vi-lla después del daño sufrido duran-te la guerra que acababa de finali-zar y la urbanización del Ensancheconsumían todos los recursos eco-nómicos municipales.

El Proyecto GilPocos meses después, el 23 de

noviembre de 1879, el médico Jo-sé Gil y Fresno presentó a la Juntay al Ayuntamiento su proyecto denuevo hospital, comenzando porunos razonamientos respecto a lanecesidad de un nuevo hospital nomuy diferentes a los expresadospor Norzagaray, aunque muchomás detallados: decía Gil que conlas recientes anexiones parcialesde Abando y Begoña se había in-crementado la población de Bilbaoy el hospital antiguo quedaba pe-queño; que los adelantos de laciencia habían llevado a valorarmejor los riesgos de contagio y lasnecesidades de ventilación; que elantiguo había quedado encerradoentre el monte con su muro de con-tención y las casas que le separa-ban del río, quitándole el sol y elaire. Terminaba señalando que lasfiltraciones del muro que sosteníaa los caños de conducción que lle-vaban el agua desde el Pontón has-ta la alberca empeoraban su esta-do, especialmente en las salas dec i r u g í a .

Pretendía llevar la nueva cons-trucción al Ensanche, razonandoque en 1818 Bilbao no disponía deotros espacios que el de Atxuri yse vio obligada a construir allí suhospital, pero que las recientesanexiones permitían disponer deotras ubicaciones. Pretendía edifi-car en pabellones aislados un hos-pital de trescientas camas y tomócomo modelo al Hospital de Larri-boisière, recientemente construidoen el norte de París. Al igual que elde Norzagaray, este proyecto que-dó relegado al olvido.

P royecto RucobaEn 1884, el arquitecto municipal

Joaquín Rucoba levanta un pro-

yecto de Hospital de acuerdo conlas recientes conclusiones delCongreso de Higiene de Bruselasde 1875, para ubicar en la llamadamanzana 93, en las cercanías de loque hoy es la plaza de Indautxu. Elhospital tendría una cabida para300 personas.

P royecto PalacioEl último de los proyectos falli-

dos, por orden cronológico, fue elfirmado por Alberto de Palacio el1 de diciembre de 1886. Este inge-niero y arquitecto es afamado porser el autor del puente colgante dePortugalete a Las Arenas, pero sufaceta de higienista es menos co-nocida; sin embargo, fue uno delos más destacados bilbainos deaquellos años en este campo. En elaño 1893 publicó a su costa un in-teresante libro titulado H i g i e n i z a -ción de Bilbao, donde reflexiona-ba con acierto acerca de los pro-

blemas de insalubridad que aque-jaban a la Villa y proponía refor-mas mucho más atinadas que lasque luego fueron llevadas a cabo.Su proyecto ‘Nuevo Hospital deBilbao’ se acompaña de una me-moria dirigida a la Junta de Cari-dad en la que recoge una descrip-ción del viejo Hospital de Atxuri,donde éste queda aún peor paradoque en los escritos de Gil y Norza-g a r a y. Palacio vuelve a incidir enel modelo del parisino Hospital deLariboissière, aunque presenta undiseño de menor tamaño con unacapacidad para 230 camas, distri-buido en nueve pabellones aisla-dos unidos entre sí por un ampliopasillo central cubierto, en cuyocentro se encontraría el edificioprincipal. Algunas de sus caracte-rísticas son similares a las del pro-yecto ‘Gil’, pero también aparecenalgunas aportaciones novedosas,entre ellas, la de disponer una sala

para enfermos psiquiátricos. Estenonato proyecto de Palacio eramucho más moderno y acorde conlos tiempos que los de Gil y Nor-zagaray; incluso en algunos aspec-tos supera a Basurto, inaugurado22 años más tarde.

El Hospital de SolokoetxeAnte los fracasos de las distintas

iniciativas en pro de la construc-ción de un hospital de nueva plan-ta se tomó una decisión más quediscutible y se procedió a edificarun hospital para convalecientes enlas inmediaciones del de Atxuri.El lugar elegido para ello fue el so-lar del Hospital de Begoña, sito enla parte de la anteiglesia anexiona-da a Bilbao en el año 1880. Su es-casa superficie, 1.614 m2, obligó aadquirir un solar inmediato, pro-piedad de D. Gustavo Cobreros,adquirido por la Junta del Hospitalen 1891. El proyecto lo realizó elarquitecto municipal Edesio deGaramendi y la edificación fue en-comendada, tras el oportuno con-curso, al joven constructor localPedro de Zubía. Firmado el con-trato 19 de noviembre de 1890 an-te el notario Calixto de Ansoate-gui, las obras se iniciaron el 15 deenero de 1891 y finalizaron el 25de enero de 1892, con sólo diez dí-as de retraso sobre el plazo esta-blecido y con un coste total de194.649 pesetas.

Este edificio todavía puede con-templarse como sede de una ikas-tola después de haber albergado ala Normal de Magisterio y a unaescuela pública, así como haberproporcionado acuartelamiento albatallón Tomás Meabe durante laGuerra Civil. Tenía una superficieconstruida de 1.253 m2 para nue-vas salas hospitalarias, con una ca-pacidad para 128 camas en lasplantas altas, quedando las bajasdisponibles para talleres y tiendas.Después de superar graves proble-mas de humedades que pospusie-ron casi durante un año su inaugu-ración, por fin fueron trasladadosallí los enfermos convalecientes,quienes fueron obsequiados conuna comida extraordinaria para ce-lebrar la efemérides. Fue su primerdirector el médico Adolfo Gil Pas-t o r.

Sin embargo, nunca llegó a re-solver los graves problemas queafectaban a Atxuri, a los que nollegó a proporcionar ni siquiera unrespiro. Quedaba claro que Bilbaoprecisaba un hospital de nuevaplanta que diera respuesta a las de-mandas de su población. Y así lle-gó la hora del Hospital de Basurto.

Centenariodel Hospitalde BasurtoLa obsolescencia del Hospital de Atxuri

El Hospital de Basurto en la fase final de su construcción

42 B i l bao 2008ko uztaila Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

Antiguo Hospital Civil de Atxuri, 1875

Hospital de Solokoetxe en 1913

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Juan Gondra

L A Anteiglesia de Begoña no tu-vo un hospital propio hasta bienentrado el siglo XIX, aunque seda la paradoja de que, durante unbreve periodo de tiempo, allá porlos años primeros del siglo XV,contara con uno, incluso antes deque la vecina Bilbao tuviera unadotación similar.

La ermita de Santo Domingoy su hospital

Cuando en el año 1408 llegó anuestra Villa el famoso predica-dor valenciano Vicente Ferrer, sealojó en el hospital de peregrinosanejo a la ermita de Santo Do-mingo de Meazabal, situada enterrenos de Begoña, en lo alto delpuerto que daba paso al caminoque enlazaba Zamudio y Deriocon Bilbao. Todavía no había si-do fundado el Convento de losDominicos de la Encarnación,donde hubiera pernoctado comomiembro de aquella orden queera, y no es de extrañar que sealojara en un hospital porque erauna costumbre usual en aquellostiempos entre los predicadores. Elhecho de que lo hiciera en uno tanalejado del casco urbano bilbainoparece indicio de que no hubieraninguno en la Vi l l a .

Poco más sabemos de esta er-mita begoñesa y menos de su hos-pital anejo. Una antigua tradiciónbilbaina decía que fue precisa-mente en el lugar ocupado por es-ta ermita donde apareció la ima-gen de la Vi rgen de Begoña. Unascartas halladas en el Archivo Va-ticano dan también fe de su exis-tencia a comienzos del siglo XV,pero en una visita eclesiástica re-alizada pocos años más tarde, sedescribe el templo y su dotación,incluso una vivienda adjunta; pe-ro ya no existe ningún hospital.La ermita continuó en pie durantel a rgos años, hasta que fue destrui-da durante la Primera Guerra Car-lista.

Primer hospital municipalen Begoña

Luego, durante casi cuatro si-glos, Begoña no se planteó laconstrucción de un hospital paraatender a sus pobres enfermos;quizá porque fue durante esetiempo una pequeña aldea agríco-la de caserío disperso cuyos nú-cleos más urbanos más pobladosestaban situados en las zonas ve-cinas a Bilbao y, en cierto modo,formaban un todo con el casco dela Villa, a pocos metros del Hos-pital de Atxuri. Además, las espe-ciales relaciones existentes entreVilla y Anteiglesia permitían alos vecinos de la segunda ingresaren el hospital de la primera. Porotra parte, Begoña carecía de mé-dico titular.

Pero a partir de 1850 su pobla-ción comenzó a crecer y Begoñadecidió dotarse de un médico y deun pequeño local para hospitali-zar enfermos en una casa propie-dad del municipio. El primer mé-dico titular fue Domingo de Ur-quiola, quien quedaba a cargo dela asistencia los pacientes ingre-sados; pero aquella casa carecíade las condiciones mínimas quedebía de reunir un hospital y laCorporación Begoñesa se planteóla construcción de un hospitalnuevo que le permitiera atender asus pobres enfermos en mejorescondiciones. A tal efecto, a fina-les del año 1864, nombró una co-misión para estudiar la construc-ción de un hospital en la anteigle-sia para sustituir al exiguo local

que se utiliza para asilo de enfer-mos pobres. Añadían que deberáser suficiente para atender a lasnecesidades de la población y noser muy costoso.

La comisión llegó a un prea-cuerdo con Miguel de Arregui pa-ra comprarle la campa llamada“ Vista Hermosa” en Zabalbide,trato que consideraba muy venta-joso por su módica cuantía y porla forma de pago. El Ay u n t a m i e n-

to lo aprobó sin reparos y solicitóel preceptivo permiso al Gober-nador Civil, afirmando que Bego-ña contaba con recursos suficien-tes para mantener este hospital,que la población había crecidomucho y que la casa que se utili-zaba para este fin era claramentei n s u f i c i e n t e .

Poco después, Begoña contabaya con un hospital en Zabalbide;estaba atendido por las Hijas de laCaridad de San Vicente Paúl y, ajuzgar por sus planos, era de esca-sa superficie, poco más de 200metros cuadrados por planta.

Efímera vida del hospitalEn 1871 se recibió una curiosa

propuesta de un clérigo begoñés,quien decía que Bilbao había ini-ciado los trámites para la anexiónparcial de Begoña y que eso iba adisminuir las rentas que percibíael hospital, además de dejar en te-rrenos de Bilbao el edificio que loa l b e rgaba. Presentaba una ofertaal Ayuntamiento por la que él co-mo fundador se haría cargo deconstruir un nuevo hospital y de

atender a su mantenimiento,aceptando en él a todos los pobresenfermos enviados por el Consis-torio, siempre que éste cumplieralas condiciones que especificaba:

El Ayuntamiento debería ce-der la campa (no dice cuál).

Debería pagar 4.000 duros,mil al año durante cuatro años,para la construcción de un nuevoe d i f i c i o .

Se haría cargo del serviciodel médico y del coste de las me-d i c i n a s .

Libraría de impuestos muni-cipales toda la piedra utilizadapara su construcción.

Permitiría que se pidiera di-nero a los vecinos para sufragarlos gastos.

Pero esta iniciativa fracasó, co-mo fracasó igualmente el intentode anexión iniciado por Bilbao.

El Hospital de SolokoetxeDiez años más tarde, se encon-

traba otra vez en trámite una ane-xión parcial de Begoña a Bilbaoque incluía toda la planicie de So-lokoetxe y no se sabía con seguri-dad el destino del hospital. A raízde ello la Junta Caridad del Hos-pital Civil propuso al Ay u n t a-miento de Bilbao utilizar el Hos-pital de Begoña para desconges-tionar el de Atxuri, instalando enél las salas de dementes y de sifi-líticos de ambos sexos. Proponíantambién que se adquirieran los te-rrenos situados entre el edificiode expósitos y el hospital de Be-goña, a fin de evitar que constru-yeran en él particulares. Pero estapropuesta fue desechada y, unavez ejecutada la anexión, Bilbaoremoloneó todo lo posible para

retrasar el pago debido a Begoñapor su hospital.

Por fin, en el año 1890, Bilbaocompró esos terrenos vecinos quehabían pasado a ser propiedad deGustavo Cobreros. Sobre ellos ysobre el solar del Hospital de Be-goña se pudo edificar en 1893 elHospital de Solokoetxe sobre unasuperficie de 16.138 piés cuadra-dos. Pero también este hospitalfue de vida efímera, pues en1908, al ser inaugurado el de Ba-surto, pasó a otros usos y alberg óla escuela Normal de Magisterio,una escuela pública y, en la actua-lidad, algunas de las aulas de Kar-melo Ikastola.

Si el lector se acerca desde elascensor de Solokoetxe a estaIkastola, lo primero que se encon-trará es la parte que ocupaba elantiguo Hospital de Begoña, quevenía a estar situado en lo quehoy es el extremo norte de su alaeste. Incluso ocupaba una partedel jardincillo que bordea en laactualidad al edificio y desde elque se puede disfrutar de una ver-dadera Vista Hermosa.

42 B i l bao 2008ko abendua Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

Una escueta nota aparecida en la prensa local anunciando laMisa del Gallo que se iba a celebrar en el Hospital de Begoñanos permite deducir que en aquellos años:

El hospital contaba con una capilla. Ésta permitía la asistencia de público a algunos de los

cultos celebrados en ella. Existía un turno entre las pequeñas iglesias y capillas de

Begoña para la celebración de esta tradicional misa navideña.

Navidades de 1879

Bilbao visto desde Solokoetxe

Antiguo Hospital de Solokoetxe, actualmente acoge algunas aulas de Karmelo Ikastola

El Hospital de Solokoetxe fue edificadoen 1893 y duró como tal hasta lainauguración del de Basurto en 1908

Los Hospitales de Begoña (I)Según una tradición popular, la Virgen de Begoña se apareció en el lugar

en el que se edificaron la ermita y hospital de Santo Domingo

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Juan Gondra

A finales del siglo XIX, cuandouna amplia zona de su términomunicipal que incluía toda la lomade Solokoetxe fue anexionada aBilbao, Begoña se vio privada delhospital que había construido po-cos años atrás en el extremo nortede aquella zona. Sin embargo, noparece que esta pérdida fuera muysentida, pues se trataba de un equi-pamiento que, aunque de recienteconstrucción, había quedado muycorto para las necesidades de unaBegoña que vivía un gran incre-mento de su población, a pesar dela pérdida de los barrios anexiona-dos a Bilbao.

Nuevo HospitalEn el año 1886 la anteiglesia se

planteó la construcción de un nue-vo edificio que albergara no sólo alhospital, sino a otros equipamien-tos. Para ello contaba con el dineroprocedente de la reciente enajena-ción del caserío Birginetxe y de loabonado por el Ayuntamiento bil-baino a cambio del viejo hospital.Los regidores de la República deBegoña eligieron como ubicaciónun solar propiedad de Mario Adande Yarza, situado entre el conventode los frailes carmelitas y la carre-tera de Bilbao a Bermeo (actualcalle Zabalbide). Encargado elproyecto al arquitecto José MªBasterra; fue presentado y aproba-do en el verano de 1889, con unpresupuesto de 145.399,07 pese-tas.

Se trataba de un edificio con dosplantas principales destinado a va-rios usos: la zona del hospital con-sistía en un cuarto de curas, algu-nas dependencias auxiliares, unasala para mujeres con 8 camas yotra para hombres con otras 8 ca-mas; poseía, además, dos cuartosde infecciosos con dos camas cadauno para ingresar pacientes que re-quirieran aislamiento. Contabatambién con un asilo de 24 camas,12 para ancianas y otras 12 paraancianos; también una sala paraniñas con 14 camas. Además deestas instalaciones propias de unasilo-hospital, albergaba dos aulasescolares, una para niñas y otra pa-ra niños, pues la Comunidad deHijas de la Caridad que atendía alos enfermos y a los asilados re-gentaba también una escuela desti-nada a la enseñanza primaria; es-cuela de carácter privado que ve-nía a complementar la labor desa-rrollada por las tres escuelas públi-cas de Begoña, situadas una enBolueta, otra en Uribarri y la terce-ra en las propias Casas Consisto-riales, junto a la Basílica.

Hospital para enfermosi n f e c c i o s o s

Pronto se vieron los riesgos quesuponía esta mezcolanza de activi-dades a la hora de albergar pacien-tes afectos de enfermedades infec-ciosas, porque el aislamiento pro-porcionado por los dos cuartos es-peciales era claramente insuficien-te. Era, pues, necesario un hospitaldedicado exclusivamente a enfer-mos infecciosos; pero como elmunicipio estaba afrontando va-rias obras públicas destinadas a laurbanización de algunos núcleos,al suministro de agua y a otras ne-cesidades consideradas más peren-torias, fue postergándolo durantea ñ o s .

A comienzos del año 1918 eldoctor Eguiluz , inspector munici-pal de sanidad, da cuenta al alcaldede que tiene dos enfermos de vi-ruela y Begoña carece del hospitalpara enfermedades infecciosa que

es preceptivo según la Ley de Sa-nidad. El alcalde decide afrontar elproblema y ordena al arquitectomunicipal que presente un proyec-to para habilitar urgentemente unbarracón para hospitalización deenfermedades infecciosas en el pi-so primero del lavadero situado enla estrada del camino de la Dina-mita en el barrio de Dolareche,donde se quieren habilitar cuatrohabitaciones aisladas, bien ilumi-nadas y bien ventiladas, por uncoste de 1.150 pesetas.

Como suele ser habitual con es-te tipo de dotaciones, los vecinosde la zona se alarman y presentanun escrito en de protesta firmadopor 86 de ellos. Remitida la quejaal médico Antonio Eguiluz, ésteemite un informe diciendo que,aunque no es el lugar ideal, el la-

vadero reúne condiciones para serutilizado hasta tanto se consigueuna dotación mejor. Rebate los ar-gumentos de los vecinos diciendoque los bajos quedarán clausura-dos, que las edificaciones más pró-ximas son dos caseríos situados a80 metros y que los transeúntestienen muy fácil un desvío muycómodo que les evita pasar juntoal lavadero. La Junta de Sanidadde Begoña y la Provincial ratificaneste informe y las obras se llevan acabo de inmediato con un coste de1.808,23 pesetas después de haberintroducido algunas mejoras sobreel proyecto inicial.

Y no pudo ser más oportuna es-ta obra, porque pocas semanasdespués llegaba a Begoña la terri-ble pandemia gripal de 1918, du-rante la cual este pequeño hospita-lillo, al que se añadieron varias ca-mas más, fue el único recurso ha-bilitado en Begoña para la hospita-lización de las personas enfermasque no podían permanecer en susdomicilios.

P royecto de nuevo hospitalPero el gobernador seguía pre-

sionando a Begoña para que cum-pliera con lo ordenado por la Ley,exigía que se clausurara el hospitalhabilitado en el camino del Polvo-rín y se construyera un hospital pa-ra enfermedades infecciosas nue-vo y en condiciones adecuadas deservicios y de aislamiento. El al-calde, José Antonio de Guisasola,miembro de la familia de los fa-mosos pelotaris “Begoñés”, razo-naba que aquella orden le parecíaexcesiva y la consideraba genera-dora de un gasto desproporciona-do e inútil pues suponía unos cos-tes de construcción y de manteni-miento muy elevados para una uti-lización mínima. Presentaba unaalternativa mucho más lógica: unproyecto para construir un nuevohospital general y dotarlo de un alaaislada que pudiera ser utilizadapara otros fines y vaciada cuandos u rgieran brotes epidémicos de en-fermedades infecciosas.

Begoña reunió a su Junta de Sa-nidad para que estudiara cuál pu-diera ser el emplazamiento idóneopara el nuevo hospital, que se pre-tendía tuviera cien camas y cincomil m2 de superficie. Reunida éstacon el arquitecto municipal, se es-tudiaron varios terrenos propiedaddel Ayuntamiento de Begoña en elalto de Santo Domingo, la campade Marigabon, la campa de Basa-rrate y en la zona de los depósitosde agua; pero todos fueron dese-chados por una u otra razón. Nohubo más remedio que recurrir a lacompra de un solar privado y, paraello, se convocó un concurso alque fueron invitados los principa-les terratenientes de la Anteiglesia.

Y aquí finalizó esta iniciativa,pues pocos meses después comen-zaba el último y exitoso intento deanexionar toda Begoña a Bilbao,

cosa que se cumplió el primero deenero de 1925, llevando al cesto delos papeles las ofertas de terrenosrecibidas y los bosquejos realiza-dos por el arquitecto Segurola. Lacapacidad del Hospital de Basurtocubría con creces las necesidadesde Begoña y el viejo hospital que-dó desprovisto de sentido comocentro sanitario, por lo que quedódestinado exclusivamente a losotros fines para los que había sidoconstruido: escuela y asilo para ni-ñas y ancianos, aunque según nosdice Sor Sara Rodríguez, la másveterana hermana de la comunidadreligiosa que allí trabaja, durantela Guerra Civil volvió a servir co-mo hospital durante un breve pe-riodo de tiempo.

Todavía hoy, regentan las Hijasde la Caridad un magnífico cole-gio edificado en parte sobre el so-lar de aquel hospital, al cual acu-den casi 600 escolares; colegioque mantiene el nombre del vie-jo hospital: “Nuestra Señora deB e g o ñ a ” .

42 B i l bao 2009ko urtarrila Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

Hospital de Begoña. Foto Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl

Hoy en día, parte de aquel solar en Zabalbide, lo ocupa el colegioNuestra Señora de Begoña

Proyecto para el Hospital. Arquitecto José Basterra, 1886

Procesión de la Virgen a su paso por el Convento del Carmelo

Se eligió como ubicación un solar situadoentre el convento de los frailes carmelitasy la carretera de Bilbao a Bermeo

Los Hospitales de Begoña (y II)El Hospital de Nuestra Señora de Begoña

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Juan Gondra

ESTE efímero y poco conocidohospital bilbaino que fue construi-do en escasos días para albergar alos enfermos de una epidemia decólera, tuvo una corta vida puesfue utilizado sólo durante un mes.Tres años después de construido,sus enseres fueron trasladados alhospital militar habilitado en elconvento de la Concepción parael servicio de la guarnición de laVilla.

Completa el cuarteto de vario-pintas ocupaciones a las que fuedestinado el antiguo convento deSan Francisco tras su desafecciónal culto: cementerio de Bilbao,cárcel municipal, cuartel para suguarnición militar y, por último,hospital para epidemias. Ahoraque los restos de este conventohan quedado a la vista tras lasobras que sobre su solar se han re-alizado, parece oportuno traerlo aestas páginas.

Precedentes de hospitalespara epidemias

Lo poco que conocemos acercade las primeras epidemias de pes-te en Bilbao, datos del siglo XVI,orientan a pensar que la hospitali-zación de los enfermos y el aisla-miento o cuarentena de quienesvivían con ellos, se efectuó en unode los hospitales de la Villa y enuna casa vecina, de donde fuerondesalojados sus moradores habi-tuales para servir a tal fin. Perodurante los siglos siguientes nofue necesaria la habilitación dehospitales provisionales en Bil-bao. Las epidemias de tabardilloocurridas en los siglos XVII yXVIII obligaron al Hospital de losSantos Juanes a forzar al máximosu capacidad, pero no requirieronotras medidas excepcionales.Tampoco la epidemia de fiebrespútridas que siguió a la Guerra dela Convención.

Sin embargo, a lo largo del sigloXIX, a partir del cólera del año1834, son frecuentes las citas delos hospitales para enfermos in-fecciosos: los barracones para co-léricos instalados en Mena, Larri-naga, Solokoetxe, etc. Esto veníaa responder a una doble motiva-ción: por un lado, el miedo al con-tagio llevaba a aislar a los enfer-mos considerados como infeccio-sos; por otra parte, el incrementode la población iba a propiciar unamayor saturación del Hospital deAtxuri, lo que exigía habilitar nue-vos espacios con ocasión de bro-tes epidémicos no sólo de cólera,sino de tifus, sarampión o viruela.Analizaremos aquí el arduo proce-so que sufrió el primer hospitalpara infecciosos establecido en laVilla con ocasión de la epidemiade cólera de los años 1854 y 1855.

Problemasde ubicación

La verdad es que no había mu-cho espacio disponible para elloen el término municipal de Bilbaoanterior a las anexiones parcialesde Abando y Begoña (1870), porlo que el primero de estos hospita-les provisionales hubo de serconstruido en terrenos de la antei-glesia de Abando, en lo que habíasido huerta del antiguo conventode los Franciscanos, afecto a usosciviles tras la exclaustración for-zosa impuesta a sus frailes por lasautoridades liberales.

Y fue precisamente esta ubica-ción en Abando la que dio lugar aun episodio tragicómico, en el queel Gobernador y el Ayuntamientomantuvieron una disputa que lle-

vó a la paradoja de que, mien-tras los enfermos de cólera sehacinaban en sus míseros do-micilios o en un abarrotadohospital de Atxuri, el hospitalpara coléricos se encontraba fi-nalizado, con toda su dotaciónde personal, material e instru-mental, y esperando durantesdías la llegada de su primer en-fermo.

Para explicar ese episodiorocambolesco de nuestra histo-ria debemos retroceder unosmeses y situarnos en diciembrede 1854, cuando se presentaronlos primeros casos de cólera enBilbao y se anunciaba un broteepidémico. El Ayuntamiento seaprestaba para combatir la epi-demia, pero intervino una nue-va autoridad, ajena al régimenforal y de reciente implanta-ción en el Señorío: el Goberna-dor civil. Además, desde julio de1854 en que un pronunciamientomilitar puso fin a una larga etapade gobierno de los moderados, go-bernaban los liberales más radica-les en Madrid durante lo que dioen llamar el Bienio Progresista.Este gobierno era partidario de un

estado centralista y del interven-cionismo sobre las administracio-nes locales, pero carecía de los re-cursos presupuestarios y de perso-nal necesarios para ello y en algu-nas ocasiones sus los resultadosresultaron ridículos.

Así fue que el gobernador Ra-món de Salazar convocó a la JuntaProvincial de Sanidad y tomó dis-posiciones que el Ayuntamiento deBilbao juzgó erróneas e impracti-cables. Entre ellas, la de repetir lohecho con ocasión de la epidemiade 1834 y vaciar de enfermos el

Hospital de Atxuri a fin de desti-narlo a los enfermos coléricos. Lasautoridades municipales respalda-ron el informe de sus médicos,quienes consideraban impractica-ble aquella orden y estimaban másadecuado construir un barracón

aislado para ingresar en él alos enfermos de cólera. Co-mo este primer brote sóloduró unos días y afectó mása los barrios de Begoña yAbando situados junto alcasco urbano de Bilbao, lasituación se pudo controlarmediante el ingreso en elHospital de Atxuri de los po-cos enfermos afectados. Sinembargo, un oficio de la Jun-ta del Hospital Civil dabacuenta de que los enfermoscomunes se habían contagia-do de cólera y que todos losque han fallecido en aquelcentro por causa de esta en-fermedad habían ingresadopor otras causas y enfermadoallí de cólera.

Segunda oleadadel Cólera

El Cólera iba a regresar pocosmeses más tarde, en julio del añosiguiente. Un nuevo gobernador,un diputado elegido por Teruel quemilitaría después en las filas repu-blicanas aragonesas llamado Ma-més de Benedicto, repitió los pa-sos dados por su antecesor, peroapremiando más a las autoridadesde la Villa. Reunió a la Junta Pro-vincial de Sanidad y mandó pri-mero trasladar a una escuela losenfermos ingresados en el Hospi-tal de Atxuri para que este pudieraser dedicado en exclusiva a los en-fermos de cólera; ante la respuestadel Ayuntamiento cuyos médicosconsideraban descabellada esta or-den, ordenó la habilitación de unhospital para coléricos en el Alma-cén de Lanas, un edificio situadojunto al puente de San Antón, enuna zona densamente poblada.Una comisión creada por el Ayun-tamiento analizó esta posibilidad y

concluyó que era inviable, por loque se decidió construir un barra-cón en la huerta del convento deSan Francisco, cosa que se puso enmarcha después de comunicarlo ala Junta Provincial de Sanidad.

Tras haber sido rechazado un di-seño suyo más ambicioso, el ar-quitecto Salces proyectó unos ba-rracones de madera, para cuyaconstrucción se podía aprovecharel suelo de la iglesia (cerrada alculto en aquellas fechas); proyectoque se ejecutó en pocos días, puesel 9 de agosto el alcalde dabacuenta de que estaba terminado elhospital para coléricos en SanFrancisco y de que se había pedidolicencia al obispo de Calahorra pa-ra habilitar una capilla, aunquehasta que llegara el permiso se po-dían administrar los sacramentosdesde el convento de la Merced.Decía también que se habían reali-zado los trámites para contratar unmédico, dos cirujanos, un practi-cante, cuatro enfermeros y seis en-fermeras, además de cocinera ydos capellanes.

Pero ocurrió que las autoridadesde Abando, molestas por esta ac-tuación, presentaron una queja alGobernador, quien dio orden de noutilizar este barracón porque esta-ba en terrenos de Abando y nocontaba con el permiso del gobier-no de aquella Anteiglesia. De nadasirvieron las razones esgrimidaspor Bilbao, en el sentido que enAbando no se exigía habitualmen-te licencia para construir, ni lasquejas de los médicos bilbainosexpresando el agobio que vivía elHospital de Atxuri, donde se con-tagiaban y fallecían por cólera losenfermos comunes; Mamés de Be-nedicto remitió al Ayuntamientolargos oficios explicando sus razo-nes y negó su autorización.

Cuando la situación era ya in-sostenible, Bilbao recurrió a unaargucia arriesgada, pero que termi-nó de forma favorable para sus in-tereses. Amparándose en un dicta-men de la junta de médicos convo-cada por el Alcalde, un pleno ex-traordinario del Ayuntamientoacordó abrir el hospital de SanFrancisco el 1º de septiembre, cono sin permiso. Acto seguido laCorporación Municipal presentósu dimisión en bloque a la Reina, ala vez que enviaba con urgencia aMadrid a un regidor, el señor Olea,para que diera cuenta de lo ocurri-do al Ministro de Gobernación y lehiciera llegar su queja por estas yotras actuaciones de Mamés deBenedicto que entorpecieron nota-blemente el quehacer diario de laCorporación Bilbaina en su luchacontra la epidemia.

La vuelta de Olea con el amparodel Ministro a las actuaciones mu-nicipales puso fin al incidente, ladimisión fue retirada y el hospitalprestó servicio durante el mes deseptiembre, hasta finalizar la epi-demia, momento en el que el ba-rracón fue utilizado por los milita-res acuartelados en el antiguo con-vento como hospital militar.

Parece que la población quedósatisfecha de los servicios presta-dos, porque este modelo de actua-ción, excluir a los enfermos epidé-micos del Hospital de Atxuri y ha-bilitar un barracón para ellos, pasóa ser utilizado regularmente conocasión de las sucesivas epidemiasque se abatieron sobre el Bilbaodecimonónico.

DURANTE estos dos brotes de cólera de los años1854 y 1855 fallecieron siete enfermeras queprestaban servicio en los hospitales bilbaínos;también una cocinera y uno de los cirujanos, Ra-món de Aratuarena, cuyo trágico destino mereceun recuerdo:

Ramón era un joven cirujano, vecino de Tolosa,que acudió como voluntario a Bilbao durante laepidemia de cólera del año 1855 y prestó servicio

en el hospital de San Francisco. Tuvo tan malafortuna que enfermó de cólera y falleció a los po-cos días, el 9 de septiembre de 1855, dejando sinsustento alguno a su madre, viuda.

Ésta presentó una petición de auxilio económi-co al Ayuntamiento bilbaino; pero fue rechazadaporque Ramón falleció antes de que quedara porescrito su nombramiento como practicante encar-gado de una de las salas del hospital.

La triste suerte del personal sanitario

Las obras de remodelación de la plazaCorazón de María dejaron al descubiertolas ruinas de este convento

El Hospital de San Francisco

La peregrinación al santuario de Begoña

ElConventode SanFranciscoy, al fondo,el puentede SanAntón

58 B i lbao 2012ko azaroa Osasun zerbitzuak

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Juan Gondra

H A C E ahora ciento dos años, en1908, Bilbao inauguraba org u l l o s osu Hospital de Basurto, al que ha-bía dedicado un gran esfuerzo ydel que esperaba la solución a to-dos sus problemas de hospitaliza-ción. No es de extrañar, pues, quedescuidara su dotación hospitala-ria para casos de epidemia, consti-tuida por los barracones de Solo-koetxe, los cuales habían sidoconstruidos en madera para aten-der a los pacientes de la última epi-demia de cólera que afectó a la Vi-lla, en el año 1893. Éstos se encon-traban en un estado de conserva-ción deplorable y habían sido ro-deados por casas de vecindad cu-yos habitantes exigían su demoli-ción y expresaban su temor al con-tagio en el caso de que fueran res-taurados y utilizados para el ingre-so de pacientes con enfermedadesi n f e c c i o s a s .

La solución vino con la cons-trucción de unos nuevos pabello-nes en un lugar más alejado de laszonas habitadas: el Hospital deElejabarri, situado junto al cemen-terio del mismo nombre, en el ba-rrio de Rekalde. Veamos comoo c u r r i ó .

El 2 de septiembre de 1910, elAyuntamiento encargó al arquitec-to municipal Raimundo Beraza,que visitara los terrenos municipa-les situados junto al cementerio deElejabarri, a fin de comprobar sieran aptos para situar allí un hospi-tal destinado a “coléricos”. Tr e ssemanas más tarde, solicitó la opi-nión de la Junta Municipal de Sa-nidad quien aceptó este emplaza-miento y declaró urgente la cons-

trucción de dicho Hospital. El ar-quitecto Ricardo Bastida realizóun proyecto que preveía construirdos pabellones en línea, uno parahombres y otro para mujeres, cadauno con capacidad para 20 camas.En un extremo de cada pabellón sesituaba un baño y, frente a éste,dos retretes y un vertedero. El otroextremo, estaba ocupado por la ha-bitación del vigilante, la cocina yun armario. Los servicios genera-les ocupaban un tercer pabellónperpendicular a los otros dos y desimilar tamaño, destinado a alber-gar las dependencias auxiliares. Ellavadero, el horno crematorio y eldepósito de cadáveres se alzaríanen pequeños pabellones indepen-dientes. El presupuesto alcanzabala cifra de 41.968 pesetas.

Para el asentamiento del Hospi-tal se eligieron los terrenos másalejados del depósito de cadáveresdel cementerio, con el fin de tratarde evitar el impacto visual que és-te podría tener en los enfermos.

Como se pensaba construir enterrenos próximos al cuartel ReinaVictoria y a las dependencias de laAdministración Militar, el proyec-to despertó los recelos del gober-nador militar, Alberto Mª de Bor-bón, quien se dirigió al Alcalde in-dicándole que, en caso de epide-mia, se pondría en peligro la saludde los miembros del Ejército por lafácil propagación a las tropas. Estemismo temor se despertó en losvecinos de las calles adyacentes ala Casilla, que tampoco deseaban

tener al Hospital en sus proximida-des. El 13 de septiembre de 1910,el Concejal, Juan Cruz de Mugu-ruza, recogió estas quejas y pre-sentó una moción proponiendo alAyuntamiento que no se constru-yera el Hospital en este paraje y sebuscara otro lugar. El asunto que-dó sobre la mesa.

El 12 de marzo de 1911, anteuna nueva alarma de epidemia co-lérica, el Gobernador Civil de Vi z-caya, Manuel Novellas, indicó alAyuntamiento que todos los enfer-mos portadores de enfermedadestransmisibles deberían ser tratadosen los pabellones de infecciososque estaban obligados a mantenertodos los municipios de acuerdocon las disposiciones vigentes.También decía que Bilbao teníapendiente la construcción de esteservicio, por lo que exigía que sefinalizaran cuanto antes los pabe-llones de Elejabarri. El Ay u n t a-miento le contestó que estas perso-nas eran ingresadas en las depen-dencias de la Asociación Vi z c a í n ade Caridad, en el antiguo barracónde Mena y que allí recibían trata-miento adecuado. También añadíaque, si las circunstancias lo exigie-ran, podría disponer de los Pabe-llones de Solokoetxe para ingresara los enfermos infecciosos. El Al-calde ordenó al Médico Inspectorde los Servicios Municipales y alJefe del Laboratorio Municipalque visitaran los pabellones de So-lokoetxe, con el fin de comprobarsus condiciones para destinarlos a

alojamiento de los enfermos infec-ciosos; también les encargó quepropusieran las obras necesariaspara que fueran capaces de acogerenfermos. Al mismo tiempo, co-municó al Gobernador la imposi-bilidad de construir el Hospital deElejabarri por no tener el dineropresupuestado, pero añadiendoque el Ayuntamiento podía poneren funcionamiento los pabellonesde Solokoetxe.

Sin embargo, la Comisión deGobernación propuso abrir un cré-dito extraordinario de 60.000 pe-setas para la construcción y dota-ción del Hospital de Elejabarri, yaque reconocía que los pabellonesde Solokoetxe no servían y que,además, la necesidad de hacerobras en ellos para ponerlos enfuncionamiento los hacían inope-rantes. El 18 de julio de 1911 seaprobó este crédito con un presu-puesto de obras de 43.994,50 pese-tas y de 14.370 pesetas para dotar-lo de material de desinfección.Una semana más tarde, el Jefe delLaboratorio detalló el material dedesinfección que era necesario ad-quirir: una estufa de desinfección,diversos recipientes para deyec-

ciones, un esterilizador de mate-rias fecales y una lejiadora, cuyovalor ascendería a 11.620 pesetas.

El 27 de julio, el Gobernador Ci-vil se dirige al alcalde diciendoq u e :

El Ministerio de Gobernaciónle ha exigido que, sin contempla-ciones, se instalen en cada uno delos municipios de Vizcaya unos lo-cales bien acondicionados paraaislar los casos sospechosos de en-fermedad de cólera.

Se le ha ordenado que mandeal Ministerio la lista de los munici-pios que carecen aún de este equi-p a m i e n t o .

El Ayuntamiento de Bilbao esuno de los que no cumple esta me-dida a pesar de los apremios y re-cordatorios que ha recibido en losúltimos tiempos.

Concluye diciendo que no en-tiende por qué, habiendo ya unospresupuestos aprobados y unosplanos hechos desde el año ante-r i o r, aún no se ha llevado a efectola construcción del Hospital deElejabarri y que no puede consen-tir que pase un solo día sin que sehabiliten, en cualquiera de los edi-ficios municipales, dos salas al

menos para enfermos de ambos se-xos para este menester.

El 2 de agosto de 1911, el alcalde,Federico Moyúa, en su contesta-ción al Gobernador, le dice que elAyuntamiento tratará de imprimirla mayor actividad al proyecto deconstrucción de Elejabarri. La se-mana siguiente, una vez convocadoel concurso para la adjudicación delas obras, se aprobaron las propues-tas de Pablo Arrieta y JoaquínOnaindía quienes se comprometie-ron a terminar los trabajos en mes ymedio. Las obras dieron comienzoel 16 de agosto y se terminaron el30 de noviembre, con lo que dura-ron dos meses y medio, es decir unmes más de lo que habían prometi-do los constructores; sin embarg ono se les penalizó por esta demora,dado que había sido condicionadapor la huelga de carreteros primeroy por la huelga general después. Sucoste total fue de 43.408,99 pesetas.

El Hospital de Elejabarri perma-neció en activo muy poco tiempo.Como tal hospital para infecciosossólo acogió a los enfermos de algu-nos de los frecuentes brotes de fie-bres tifoideas que aquejaban a lapoblación de Bilbao en aquellosaños. En 1927, la Junta de Caridaddel Hospital de Basurto quiso situaren él las portadoras de enfermeda-des venéreas, pero esta decisión nop r o s p e r ó .

En el año 1945 tuvo lugar lo quepodemos considerar su epígono co-mo hospital para epidemias. Enefecto, en aquel año Bilbao se vioafectada por un fuerte brote de tifusexantemático (conocido popular-mente como “piojo verde”) que hi-zo enfermar a cerca de doscientaspersonas y causó la muerte a dieci-seis. Elejabarri constituyó un mag-nífico recurso en la lucha contraella; pero no como hospital, puestoque los enfermos ingresaron en Ba-surto, sino como centro de acogiday tratamiento de las personas en si-tuación de riesgo de contagio.2.895 hombres fueron acogidos enel pabellón a ellos dedicado, mien-tras que 4.600 mujeres y niños acu-dieron al pabellón de mujeres. To-dos ellos se ducharon, fueron desin-sectados y despojados de su ropa, lacual, una vez lavada y sometida alcalor para eliminar los piojos y susliendres, les era devuelta unas horasmás tarde, cuando eran dados de al-t a .

A partir de aquel año fue utiliza-do exclusivamente como alberg u epara transeúntes, hasta que fue de-molido a finales del siglo XX paraconstruir otro mejor y más modernoen sus proximidades.

El Hospital para epidemias

de Elejabarri

42 B i l bao 2011ko urtarrila Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

Como Hospital permaneció en activomuy poco tiempo, a partir de 1945 fueutilizado como albergue para transeúntes

Hospital de Solokoetxe en el año 1913

PabellonesdeElejabarrien el año1947,utilizadoscomoalberguenocturno

Cementeriode Elejabarrien el año1947,una vezsecularizado

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Juan Gondra Rezola

LOS hospitales que han prestadoservicio en Bilbao a lo largo de suhistoria no han sido muy numero-sos y se pueden contar con los de-dos de una mano; en la práctica,podemos considerar que desdemediados del siglo XVII hastanuestros días el Hospital Civil si-tuado primero en Atxuri y mástarde trasladado a Basurto, ha sidoel único hospital de la Villa. Peroesto no incluye a los hospitalesmilitares, de cuyos inicios vamosa tratar.

Bilbao tuvo la fortuna de no co-nocer la guerra ni la soldadesca si-no a distancia; hubo de contribuircon fondos económicos y con sushombres con ocasión de distintosconflictos, pero durante cerca decinco siglos no conoció otras dis-cordias que las civiles de la épocade los banderizos, pues nunca ho-llaron sus calles botas extranjerasy tampoco hubo de soportar la ser-vidumbre de acuartelar ejércitospropios. No se vio, pues, en la ne-cesidad de organizar hospitales desangre ni de guarnición; sin em-bargo, esta situación iba a cam-biar.

Guerra de la convenciónCuando el siglo XVIII se acer-

caba a su final, las calles de Bil-bao conocieron la guerra cuandoel ejército francés las ocupó du-rante unos pocos días, entre el 19y el 22 de julio de 1795. En estaocasión fue mucho peor el miedoque la propia ocupación militar,durante la que los invasores tuvie-ron un comportamiento bastantebenévolo. Y no era injustificadoeste miedo pues en agosto y sep-tiembre del año anterior, las tropasfrancesas, al mando del general dedivisión Fregeville habían causa-do estragos en Ondarroa, Ermua yEibar cuando ocuparon estas loca-lidades. Como decía una procla-ma hecha pública por el Ayunta-miento de Balmaseda, “...habíanguillotinado a personas dignas dela mayor veneración, cometido enlos templos los más horrorosos sa-crilegios, siendo víctimas de sulujuria las mujeres más honradasy de su crueldad los niños, los an-cianos y los sacerdotes”. Pero hu-bo un cambio importante en la po-lítica del país vecino tras la caídade Robespierre y se pudo apreciarotro talante por parte de los inva-sores, gracias al cual, Moncey, elnuevo general al mando de las tro-pas francesas, adoptó una políticade ocupación mucho más modera-da. Así pues, Bilbao se libró delsaqueo y sólo hubo de sufrir elcastigo de una fuerte contribucióneconómica.

Esta guerra trajo consigo unaepidemia que afectó a los ejércitosespañoles de los Pirineos y quellegó a Bilbao en el año 1795. Se-gún Juan Riera Palmero, estudio-so de esta enfermedad, se tratabaprobablemente de fiebre tifoidea.No tenemos noticia de que se ha-bilitaran en Bilbao hospitales paraalbergar a los afectados, tal comohubo necesidad de hacer en lasprovincias vecinas. Tampoco hu-bo necesidad de instalar hospita-les militares.

Primeros hospitalesmilitares provisionales

En el año 1804, Bilbao hubo desufrir la presencia de un ejércitoenviado por el rey Carlos IV, cuyaestancia desbordó su capacidadhospitalaria y obligó a establecerhospitales militares, siendo el pri-

mero del que tenemos noticia elhabilitado en “La Estufa” en1804, con cien camas destinadas alos soldados. Poco después se ha-bilitaría otro en el antiguo con-vento de San Agustín, en el solaren el que ahora se encuentran lascasas consistoriales y otro más,

éste para oficiales, que se instalóal año siguiente en el trinquete yrebotillo de Iturribide, construidohacía pocos años.

El motivo de la llegada de aquelejército fue la revuelta popular o“matxinada” que se conoce con elnombre de “Zamacolada”, cuyomotivo fue la propuesta de SimónBernardo de Zamácola para crearun puerto en el Nervión que aca-base con los privilegios del de Bil-bao, aunque el detonante inmedia-to de la revuelta lo fuera un pro-yecto para implantar en Bizkaiaun servicio militar. El valido Go-doy envió un ejército al mando de

un hombre de su confianza y co-mandante de su Guardia de Ho-nor, el brigadier Benito de SanJuan; ejército que entró en Bilbaoel 21 de septiembre de 1804. Escurioso que años más tarde, en elotoño de 1808, este mismo militarfuera asesinado por el populachoen el curso de una revuelta popu-lar ocurrida en Talavera durantelos primeros meses de la guerra dela independencia.

Aquel ejército, cuya manuten-ción debería de correr por cuentade los municipios que habían par-ticipado en la revuelta, iba a ini-ciar una presencia de tropas en laVilla que no terminaría hasta quehace pocos años el regimiento deGarellano trasladó sus cuarteles aMungia. Iniciaría también la ne-cesidad de preparar hospitales pa-ra el tratamiento de los militaresenfermos, primero por medio delocales provisionales y, más tarde,después de vencer dificultadessinnúmero, en verdaderos hospi-tales militares.

La Estufa, San Agustíny el trinquete de Iturribide

Aunque no hubo acciones mili-tares que dieran lugar a heridos, elejército que ocupaba la Villa pre-cisaba de un local donde hospita-lizar a sus enfermos y eligió paraello una nave situada al comienzodel Campo de Volantín. Conocidacomo “La Estufa” o “Las Estu-fas”, estaba destinada a prestarservicio a las manufacturas auxi-liares de los astilleros y era pro-piedad bilbaina, aunque se hallabasituada en terrenos de la anteigle-sia de Begoña. Su habilitación co-rrió a cargo del teniente coronelAntonio Ontañón, quien reclamóal Ayuntamiento bilbaino la ce-sión de cien camas para ello.

Muy próximo a “La Estufa” seencontraba el convento de SanAgustín, situado en el solar dondeahora se encuentran las casas con-sistoriales, sede del Ayuntamientobilbaino. En él fueron hospitaliza-dos en un principio los oficialesenfermos; pero unos años más tar-de, en marzo de 1807, se derrum-

bó una sala de este hospital y, antela amenaza de ruina del resto, hu-bo necesidad de trasladar a los en-fermos al Hospital Civil. Se habi-litó entonces como hospital paraoficiales el trinquete y rebotilloque se había construido en el año1797 en la calle Iturribide, segúnproyecto del arquitecto Agustínde Ugarte.

AdministraciónVarios vecinos fueron nombra-

dos comisionados para el gobier-no de estos hospitales, aunque su-jetos siempre a la autoridad mili-tar. Para dirigir el hospital de SanAgustín, Luis de Atucha, Pedro deLongaray, Andrés de Astobiza,Benigno de Aguirre y Antonio deSolaun; para el de la Estufa, loscomisionados fueron Francisco deEquizoain y Ambrosio de Arri-coa. También fueron nombradosadministradores civiles, siendolos primeros Felipe y FranciscoMarín.

Los gastos ocasionados hubie-ron de ser asumidos por el Ayun-tamiento bilbaino, aunque éste re-moloneó bastante en los pagos yhubo momentos en que les fuemuy difícil a los administradoresconseguir alimentar a sus enfer-mos de acuerdo con lo que dispo-nía el Reglamento de los hospita-les militares del año 1739:

“...si lo necesitasen substanciaspor la mañana, y en su defecto,sopas del puchero, ó un par dehuevos; a medio día, ocho onzasde carnero, o un cuarto de galli-na, compuesto como mejor lesapeteciesen; media libra de panblanco, vizcochos o pastas; nievea su tiempo y vino si lo ordenareel médico, señalando la porciónque cada uno necesitase; y parala cena, lo mismo que va expresa-do, por razón de comida, en lapropia forma y con el mismo regi-men...”

EpílogoLa ocupación militar y el casti-

go a Bilbao se mantuvieron hastaabril de 1808, fecha en que tuvie-ron lugar los sucesos de Aranjuezy la proclamación de FernandoVII como rey. La Villa tuvo queseguir manteniendo a la guarni-ción y a sus dos hospitales milita-res hasta aquella fecha, aunque apartir del verano de 1805 la Ha-cienda Real se hizo cargo de lamitad de los gastos generados porestos.

Con la retirada de la guarniciónse clausuraron los primeros hospi-tales militares bilbainos y se abriópaso a la guerra de la Independen-cia, donde hubo necesidad demultiplicar lo realizado con oca-sión de la “Zamacolada”. Sin em-bargo, este modelo de utilizaciónde conventos o edificios civiles degran capacidad para establecer enellos hospitales provisionales, fueseguido cada vez que Bilbao su-frió una nueva guerra, incluida laque comenzó en 1936, en la quefueron varios los hospitales mili-tares habilitados.

34 B i lbao 2005.eko otsaila Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

Ruinas de San Agustín, lugar donde actualmente se levanta el Ayuntamiento de Bilbao

LA Real Sentencia del 23 demayo de 1805 castigaba aBilbao duramente. Entreotras sanciones, en ella se pri-vaba a la villa de Bilbao y alas anteiglesias de Begoña,Abando, Deusto y Barakaldode sus títulos de muy nobles ymuy leales hasta que por susservicios se hicieran acreedo-ras de la misericordia de SM.También se les condenaba asostener al ejército enviado aBizkaia: gasto de manuten-ción, salarios comunes y die-tas de la Comisión Regia.Con estos gastos se haríancuatro partes y dos de ellasserían pagadas por Bilbaouna por Begoña, Abando, Ba-

rakaldo y Deusto mancomu-nados y la cuarta a pagar en-tre Erandio, Sondika, Lujua,Arrigorriaga, Etxebarri, Gal-dakao y Gordexola.

Entre septiembre de 1804 yabril de 1808, Bilbao tuvoque pagar por estos concep-tos seis millones de reales.

Los gastos ocasionados porlos hospitales militares entreseptiembre de 1804 y mayode 1805 sumaron un total de682.000 reales, de los cuales250.000 correspondieron aboticas y sueldos de emplea-dos. (Sirva como referenciaque el total de pagos realiza-dos por la Villa entre esas fe-chas fue de 2.750.000 reales).

Gastos ocasionados porla ocupación militar

Hace doscientos años

Los primeros hospitales militaresprovisionales en Bilbao

La guerra contra la República francesa y la Zamacolada

El Regimientode Garellanofue la últimapresenciamilitar en Bilbao

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Juan Gondra

L A guerra civil que asoló a nues-tro país entre los años 1936 y 1939tuvo un incidencia importante enla sanidad bilbaina: interrumpióalguna de sus actividades rutina-rias, le obligó a establecer un dis-positivo de asistencia médico-qui-r ú rgica a la población refugiada enBilbao proveniente de otros luga-res y, por último pero no menosimportante, hizo necesaria la habi-litación de numerosos hospitalespara la curación de los soldadosenfermos y heridos.

La Villa se veía obligada a repe-tir lo realizado durante las guerrasde Independencia y Carlistas; perola ciudad había cambiado su fisio-nomía y había pasado a ser unapujante ciudad industrial muy dis-tinta del pequeño Bilbao de la últi-ma guerra civil carlista (1872-1876). Sus recursos eran muy su-periores y la dificultad en el año1936 no radicaba como antaño enla escasez de locales apropiadospara ser habilitados como hospita-les, sino en elegir bien entre lasmúltiples posibilidades que ofrecí-an las magníficas construccionesciviles que ornaban la Vi l l a .

P r i m e ros pasosPocos días después de ocurrido

el golpe militar que dio lugar a laguerra, hubo una reacción espon-tánea protagonizada por personalmédico y de enfermería que acom-pañó a las columnas de milicianosdesplazadas hasta Otxandio, encuya casa consistorial fue impro-visado el 23 de julio de 1936 elprimer hospital de sangre vizcai-no. Aquel mismo día, un fuertebombardeo puso en evidencia laescasez de recursos asistenciales yla necesidad de crear una org a n i-zación sanitaria que garantizara laatención a las víctimas civiles ymilitares de lo que ya se presagia-ba como una dura y larga contien-da. Al amparo de la recién creadaComisión de Defensa con sede enBilbao, se formó una ComisiónSanitaria presidida por el señorZunzunegui y por Alfredo Espino-sa, Concejal de Sanidad de la Cor-poración Bilbaina que más tardesería Consejero de Sanidad delprimer Gobierno vasco. A media-dos de agosto esta comisión fuesustituida por una Dirección Ge-neral de Sanidad, creada por elGobernador Civil y asumida porJuan Carlos de Basterra, quien ha-bía sido candidato en las eleccio-nes de 1936 por el frente popularen Navarra en representación deA N V. Aunque sus actuaciones tu-vieran una relación importantecon la asistencia a militares heri-dos, el carácter civil de esta Direc-ción le auguraba problemas conlos mandos militares y una cortavida.

Durante los meses de julio yagosto se instalaron pequeños hos-pitales de sangre en Durango yUrkiola, además del ya citado deOtxandio, pero el grueso del traba-jo asistencial recayó sobre Bilbao,cosa fácil de entender si se tiene encuenta que la Villa concentraba lamayor parte de los recursos asis-tenciales del Señorío. El HospitalCivil de Basurto, el de la Cruz Ro-ja y el Hospital Militar de Iralaba-rri fueron los tres centros asisten-ciales que asumieron en un primermomento la asistencia hospitalariaa civiles y militares heridos.

La red de hospitales militare sEl 7 de octubre de 1936 nació el

primer Gobierno vasco y el 13 delmismo mes fue nombrado Jefe Su-

perior de Sanidad Militar Fernan-do Untzeta Itza. En lo que se refie-re a Bilbao, su mandato se prolon-gó durante 9 meses, hasta el 19 dejunio de 1937. En este breve plazose creó una red hospitalaria que

contaba con hospitales de van-guardia o de sangre, hospitales ge-nerales y hospitales para convale-cientes o de retaguardia. Sin des-preciar a los numerosos hospitalesque se habilitaron en aquellos días

por toda Bizkaia, Bilbao asumió laparte más importante de esta red.Su Hospital de Basurto, parte delcual quedó destinado en exclusivaa usos militares, constituyó el prin-cipal recurso asistencial.

Así entraron en servicio en Bil-bao además de los ya citados deBasurto, Cruz Roja y hospital mi-litar de Iralabarri, un hospital en elconvento de las Adoratrices, enBegoña; otro hospital de sangre enla Plaza de Toros, que aprovecha-ba los quirófanos allí instalados;otro más en la sede de la sociedadEl Sitio, donde se encuentra en laactualidad la Biblioteca Municipalde Bidebarrieta. También el Hos-pital de Deusto, en el palacio Bi-darte, actual centro municipal dedistrito; y el Hospital de San LuisGonzaga, junto a la residencia delos Jesuitas, donde se encuentraen la actualidad el centro “ArrupeEtxea” y tuvieron su sede anterior-mente las congregaciones maria-nas de Kostkas y Luises.

Todos ellos fueron dotados derecursos humanos, quirófanos ysalas de hospitalización; así comode aparatos de exploración, mate-rial e instrumental médico y defarmacia. El esfuerzo realizado pa-ra conseguir que estos hospitalescomenzaran a funcionar en unaspocas semanas con su dotacióncompleta nos parece extraordina-rio; más aún si se tienen en cuentalas dificultades de suministro oca-sionadas por la guerra y el bloqueomarítimo y el reducidísimo núme-ro de personas que componían laplantilla de la Sanidad Militar delGobierno vasco.

Caída de Bilbao yadministración franquista

Los avatares de la guerra acerca-ron cada vez más el frente militar aBilbao, lo que dio lugar a que elnúmero de heridos que requeríanasistencia rebasara ampliamente lacapacidad de esta primera red hos-pitalaria. Los hospitales situadosen pueblos como Durango, Amo-rebieta o Gernika fueron cayendoen manos del ejército que coman-daba el general Mola, obligando aevacuar a sus pacientes y situandoa Bilbao como localidad más cer-cana a las líneas de combate. Estohizo necesario que se improvisa-ran nuevos centros de hospitaliza-ción, de vida efímera porque el 19de junio de 1937 Bilbao era ocupa-d a .

Los nuevos administradores seplantearon una utilización diferen-te de los recursos sanitarios de Bil-bao. Durante los primeros díasmantuvieron en servicio esta pe-queña red hospitalaria, ahora bajola supervisión de sus propios mé-dicos militares; pero pronto eva-cuaron los heridos no muy gravesque allí recibían asistencia hacia

campos de prisioneros o hacia suspropio domicilios. Luego proce-dieron a desmantelarla para crearuna nueva estructura mejor adap-tada a unas necesidades distintas alas que habían propiciado su crea-ción. Ahora se trataba de disponerde un número elevado de camashospitalarias para atender a los he-ridos evacuados desde los hospita-les de sangre de un frente de com-bate cada vez más alejado de nues-tra Villa; heridos que ya habían re-cibido una asistencia de urgencia yque precisaban una hospitaliza-ción más prolongada.

El Hospital Civil de Basurtoconstituyó de nuevo el principalrecurso utilizado por los militaresque ocupaban Bilbao, aunque sehabilitaron también otros centrosde asistencia en los que primabanmás los cuidados de enfermeríaque las intervenciones médicas oq u i r ú rgicas. Pero esto nos lleva aotra cuestión que ya tendremostiempo de abordar en el futuro.

Hospital deBidarte enDeusto,actualmenteConsejoMunicipalde Distrito

Antiguaplaza detoros de

Vista Alegre

42 B i l bao 2010eko urtarrila Osasun zerbitzuak–Servicios de Sanidad

El Hospital de Basurto, parte del cual fuedestinado en exclusiva a usos militares,constituyó el principal recurso asistencial

Los hospitales militares en

Bilbao durante la guerra civil

SociedadEl Sitio(actualbibliotecamunicipal),sede de unhospitalmilitar

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Casas de socorro: Un siglo de historia en Bilbao

I- La primera Casa de Socorro del Ensanche Periódico Bilbao, número 136, marzo de 2000. Pág. 29

Recursos municipales para la atención a las urgencias

Bilbao contaba el siglo pasado con dos recursos principales para la asistencia médica

de urgencia a los accidentados y enfermos: el primero, más convencional, lo constituía el

Santo Hospital Civil de San Juan Bautista y San Juan Evangelista sito en la plaza del mismo

nombre, cuyos médicos de entrada o “de puertas” garantizaban asistencia permanente; el

segundo tenía un carácter más castizo y lo describiremos con las palabras de Isidoro León,

capitular que presidía la Comisión de Fomento, al presentar el proyecto de una Casa de

Socorro en el Ensanche de Albia: “...en el pasado los vecinos solían acudir a las farmacias

cuando resultaban heridos y en ellas eran curados como si se tratara de verdaderas casas de

socorro, puesto que los médicos de la Villa tenían por costumbre reunirse en ellas en

tertulia”.

Durante el último tercio del siglo, a medida que el término municipal y el casco urbano

se fueron ampliando con las anexiones de barrios que anteriormente habían pertenecido a las

anteiglesias de Abando y Begoña, surgieron problemas derivados de la distancia a recorrer

entre el Ensanche y el Hospital Civil, lo que suponía un retraso en la primera cura que dio

lugar a diversas quejas del vecindario.

Casa de Socorro del Ensanche: primeros pasos

El día 13 de febrero del año 1879, recogiendo algunas de estas quejas se elevó la

primera propuesta formal para el establecimiento de una Casa de Socorro en el Ensanche.

Fue su autor el médico bilbaíno Félix de Norzagaray, a la sazón concejal presidente de la

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Comisión de Fomento, quien presentó también un proyecto de reglamentación, un estudio

presupuestario y una ubicación concreta: los soportales de la iglesia de San Vicente Mártir de

Abando, donde parece ser que ya se había instalado algún puesto de socorro provisional con

motivo de alguna epidemia. Esta iniciativa no prosperó y hubo de ser abandonada porque el

obispado no accedió a ceder los locales.

Pocos años después la Comisión de Fomento volvió de nuevo a la carga por medio de

su presidente Isidoro León, al proponer al Pleno municipal celebrado el día 10 de febrero del

año 1892, la instalación de una Casa de Socorro en las proximidades de Uribitarte. Es

curioso que el detonante de esta propuesta fuera el fallecimiento de una persona atacada por

arma blanca en Uribitarte y que murió desangrada durante su traslado al Hospital Civil de

Achuri.

El Pleno acordó aceptar la idea y encomendó a la propia Comisión su desarrollo, para

el que esta realizó diversas gestiones:

Por una parte, solicitó, infructuosamente, a los ayuntamientos de Madrid y de

Barcelona información acerca de los reglamentos que regían el funcionamiento de

sus casas de socorro y procedió a actualizar los proyectos de reglamentación y de

presupuesto elaborados hacía 10 años con ocasión de la primera intentona para dotar

a la Villa con este recurso.

Por otra parte se intentó, también sin éxito, que fuera el propio Hospital Civil el que

gestionase la asistencia médica en el futuro centro.

A partir de ese momento el Sr. León tomó el timón y, en el plazo de tres meses,

elaboró el proyecto que elevó al pleno municipal del 8 de junio; proyecto que

detallaba características de los locales, personal, presupuesto y reglamentación de la

futura Casa de Socorro del Ensanche.

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Durante lo meses inmediatos se procedió a convocar un concurso para el alquiler de

locales en la zona del Ensanche comprendida entre la Calle Ayala y Uribitarte; concurso que

se adjudicó a D. Federico Solaegui, quien ofertó un palacio de su propiedad sito en la

manzana número 12 del Ensanche, en la Calle que ahora recibe el nombre de Ledesma y en

aquel tiempo el de “Particular del Ensanche”. Era conocida como la “Casa-palacio de D.

Eustaquio Allende Salazar” y fue arrendada en 3.000 pesetas anuales.

Para proveer el personal hubo que modificar el escalafón, creando una categoría

nueva, “Médico de Casa de Socorro”, situada entre la de “Médico de Entrada del Hospital

Civil” y la de “Médico Inspector de Escuelas y de reconocimiento de cadáveres”. Las tres

plazas adscritas a esta nueva categoría fueron adjudicadas a tres médicos de entrada: Víctor

de Arana, Adrián de Unibaso y Antonino Zugazagoitia, ejerciendo este último la jefatura.

Las dos plazas de practicantes fueron adjudicadas a Pedro Oliveros y a Víctor Tejada; por

último, las de conserje y empleado de limpieza se concedieron al matrimonio compuesto por

Juan Cruz Ortega, antiguo fogonero de “La Isla” y luego Guardia Municipal, y Genoveva

Gadea.

Casa de Socorro del Ensanche: Inicio de la Actividad

Por fin, una vez finalizadas las obras y seleccionado el personal, después de ser dotado

el centro de instrumental y aparallaje, entró en servicio nuestra Casa de Socorro el día 7 de

agosto de 1893, siendo alcalde Gregorio de la Revilla. La Villa lo acogió con gran contento y

ya en los primeros meses se comprobó que la cantidad y calidad de las urgencias atendidas

justificaban la inversión realizada; siendo estas son las características más destacables de las

prestaciones de este centro durante sus primeros años de andadura:

Diariamente era atendida una media de seis personas, 4 por accidente y dos por

enfermedad.

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En general se trataba de vecinos de la Villa y, en menor número, de las anteiglesias

vecinas.

Los motivos de atenciones a heridos más frecuentes eran los accidentes de trabajo,

los atropellos por carros o caballerías, incluidas las coces, y las caídas.

Las intervenciones que más se prodigaban eran las suturas de heridas y la reducción

e inmovilización de fracturas, esguinces etc.

Era relativamente frecuente que se trasladara a su domicilio a enfermos graves que

no requiriesen intervención quirúrgica, a fin de que continuase el tratamiento

domiciliario su propio médico.

Alrededor de dos personas por mes eran evacuadas en camilla al Hospital Civil.

Desde el año 1897 el traslado de enfermos al Hospital se encomendó al cuerpo de

fumigadores.

Unos dos o tres vecinos eran atendidos cada mes debido a lesiones causadas “A

mano airada”.

Un detalle que merece ser destacado es que el Reglamento de esta Casa de Socorro

prescribía la dotación de una sala para sesiones científicas, cuya utilidad se puso pronto en

evidencia al albergar no sólo sesiones clínicas y científicas, sino el nacimiento y primeras

reuniones de la Academia de Ciencias Médicas de Vizcaya, así como las primeras reuniones

del Colegio de Farmacéuticos .

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Un siglo de historia en Bilbao

II- La Casa de Socorro de la C/ San Vicente

Juan Gondra, periódico Bilbao, número 137, abril de 2000, pág 29

Traslado de sede

Pasados los primeros cinco años de actividad de la Casa de Socorro sita en la calle

Ledesma, vistos los buenos resultados, la aceptación popular y, también hay que decirlo, el

incremento del alquiler que pasó de tres mil pesetas anuales a cuatro mil en pocos años, el

Ayuntamiento se planteó construir un edificio nuevo capaz de albergar la Casa de Socorro y

el Laboratorio Químico Municipal que había peregrinado por sucesivas e inapropiadas sedes

y se encontraba ubicado por entonces en la calle Henao. A Tal fin se eligieron los terrenos

del antiguo cementerio de San Vicente de Abando, secularizado en 1889 y del que habían

quedado 468 metros cuadrados como propiedad municipal. Los médicos de la Casa de

Socorro informaron que tanto la orientación, húmeda y sombría como el uso anterior de

estos terrenos que alojaron al cementerio de Abando y antes, durante el sitio de la Villa, al

fortín que alojaba a la denominada batería de la Brigadiera, hacían incompatible ese solar

con la sede de un centro de asistencia médica, lo que dio lugar a un primer proyecto en el que

se pretendía ubicar allí los servicios del Laboratorio y los de Fumigadores.

La Comisión de Gobernación (nombre que ahora recibía la antigua Comisión de

Fomento), a instancias del corporativo José de Otaduy, quien discrepaba de ese informe,

solicitó el criterio del Jefe del Cuerpo Médico Municipal, D. José Mª de Gorostiza, el cual,

en informe emitido el 27-V-1898, estimaba que la mala orientación no tenía trascendencia en

un centro de primeras curas y que lo que debía primar a la hora de elegir la sede era la

CASAS DE SOCORRO

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existencia de buenas comunicaciones. Estimando que las reciente apertura de la calle San

Vicente (1894) y la de las escalinatas de San Vicente a Uribitarte (1896) le habían

proporcionado unas comunicaciones óptimas con el Ensanche y con la zona comercial e

industrial de Uribitarte, así como con el ferrocarril de Portugalete, fuente de numerosos

accidentes, el informe del Dr. Gorostiza corroboró la opinión del Sr. Otaduy y dio paso a la

modificación del primer proyecto, eliminando lo referente a la instalación de los

Fumigadores y añadiendo un piso más al diseño anterior.

El proyecto definitivo, obra como el primero del arquitecto municipal D. Enrique de

Epalza, estimaba un plazo de construcción de 9 meses y un presupuesto de 97.247 pesetas; el

concurso para su adjudicación fue publicado en el Boletín Oficial de la Provincia el 7-IX-

1898 y adjudicado al constructor Gregorio de Iturbe y Aldaluz, autor de la única oferta

presentada, en 97.000 pesetas. La construcción no estuvo exenta de incidencias, ya que las

obras se paralizaron por causa de una huelga (curiosamente, esta huelga tuvo su inicio en el

paro de los trabajadores de las obras de construcción de la Alhóndiga Municipal, adjudicada

al mismo contratista Sr. Iturbe) y soportaron unas fuertes lluvias durante los meses de abril y

mayo; además, fue necesario proceder a reforzar el terreno por el riesgo de derrumbamientos

después de las lluvias. Todo ello llevó a un encarecimiento del coste, que quedó en 115.500

pesetas, y a un retraso de cuatro meses en la entrega.

Por fin, después de superados todos los obstáculos, el primero de julio del año 1901

entró en servicio la nueva sede, siendo alcalde D. Felipe Alonso de Celada y las Carreras y

estando la plantilla de médicos cubierta por D. José Barra (Jefe), D. Venancio Palacios y D.

Andrés Fernández de Artieda.

Nuevos Locales

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El nuevo edificio disfrutó de una magnífica acogida por parte de la población que

pronto olvidó la ubicación anterior para incorporar este nuevo recurso a la memoria

colectiva de la Villa.

La verdad es que los locales lo merecían, especialmente la sala de curas, cuyo diseño

permitía una elevada calidad estética que se sumaba a la amplitud y luminosidad idóneas

para el fin a que estaba destinada. Durante más de treinta años fue la sede del quirofanillo

que asumió la asistencia a la mayor parte de las urgencias de cirugía menor acaecidas en la

Villa.

Contaba con una superficie de casi cincuenta metros cuadrados y una rotonda

acristalada de orientación sur que le proporcionaba una luminosidad inmejorable con la luz

del día; en su centro se encontraba una mesa articulada, modelo en su tiempo, que ahora

tenemos oportunidad de contemplar en el Museo de Historia de la Medicina sito en Lejona;

sobre ella una potente lámpara eléctrica suplía la ausencia de luz en las horas vespertinas o

nocturnas; a los lados, por fin, se encontraban los lavabos, lavapiés y vitrinas para el

material.

Frente a esta sala se encontraba el consultorio médico, algo más triste por causa de su

orientación al norte, pero dotado también de una amplitud que compensaba este defecto.

Servía como consulta para enfermos pobres que no estuvieran adscritos al padrón de la

beneficencia y para el examen de las urgencias médicas.

Junto a este despacho se encontraban la sala de juntas, baños y estancias para el

descanso del personal sanitario.

En las dos plantas superiores se alojaba el Laboratorio Municipal, dirigido en

aquellos años por D. Jesús Aristegui, encargado del estudio del agua y de los alimentos que

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consumían los bilbaínos así como de la producción y aplicación de la vacuna antirrábica y

del suero antidiftérico.

En la última planta se habilitaron dos viviendas para los conserjes de la Casa de

Socorro y del Laboratorio.

Prestaciones

Desde la época en que inició su actividad hasta la Guerra Civil hubo un ligero y

progresivo incremento del número de urgencias atendidas en este centro; a modo de resumen

podemos estimar los siguientes promedios:

Diariamente eran asistidas entre 7 (1901) y 14 (1936) personas.

De ellas un 75% sufrían heridas y/o traumatismos, quedando dividido el restante

25% entre urgencias médicas (enfermedades infecciosas, cólicos y dolores

diversos, comas de distinto origen, etc.) y quirúrgicas (abdomen agudo).

Un porcentaje de las asistencias, que al comienzo era cercano al diez por ciento

y luego fue descendiendo paulatinamente, tenía como origen un accidente de

trabajo.

También eran frecuentes los accidentes ocasionados por el tráfico, tanto de carros

como de caballerías y vehículos a motor.

Alrededor del 1% de los asistidos requería traslado al Hospital de Basurto

Ultimos tiempos:

La actividad de esta Casa de Socorro fue decayendo a partir de la implantación del

Servicio Especial de Urgencia de la Seguridad Social en el año 1968, lo que unido a la

aparición de un nuevo marco legislativo encuadrado por la Ley General de Sanidad de 1986,

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en el que se eliminaban las competencias municipales en materia de asistencia sanitaria,

llevó al cierre de este centro.

Es difícil señalar la fecha exacta en que tuvo lugar ya que su actividad fue

disminuyendo progresivamente al tiempo que sus locales servían de albergue a las

actividades de Promoción de Salud desarrolladas por el ayuntamiento bilbaíno. A modo de

referencia, valga la fecha del 8 de febrero de 1988 en que D. Mario González, a la sazón

Viceconsejero de Sanidad, desechó el proyecto a él presentado, en el que se proponía la

integración de las Casas de Socorro Municipales con el Servicio de Urgencia que estaba a

punto de ser transferido a Osakidetza.

Sala de Curas de la Casa de Socorro de San Vicente

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Casa de Socorro de San Vicente desde Uribitarte

Casa de Socorro de San Vicente en 2003

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CASAS DE SOCORRO Un siglo de historia en Bilbao

III- Urazurrutia: Casa de Socorro del Distrito del Centro

Juan Gondra, periódico Bilbao, número 138, mayo 2000

El primer intento de dotación de una casa de socorro para los barrios de Bilbao la Vieja y

San Francisco vino motivado por los buenos resultados obtenidos por la Casa de Socorro del

Ensanche, cuando en el año 1900 un numeroso grupo de vecinos de San Francisco, encabezados

por D. Felipe Carretero y D. Claudio Cerezo, elevaron al ayuntamiento bilbaíno una solicitud en este

sentido que fue rechazada porque se consideró que la proximidad del Hospital Civil de los Santos

Juanes garantizaba una cobertura suficiente para las urgencias de aquellos barrios.

A finales del año 1908, cuando llegó el momento en que el Hospital Civil iba a ser trasladado

a Basurto, volvió a plantearse la necesidad de habilitar una casa de socorro y, tras diversos avatares,

se procedió a una solución transitoria: Mantener en servicio la Casa de Socorro del antiguo Hospital

Civil con personal sanitario municipal hasta que se eligiese una nueva ubicación.

A partir del primero de diciembre comenzó a prestar servicio la que recibió la denominación

de “Casa de Socorro del Distrito del Centro”, siendo su primer director el médico municipal D. Julio

Gómez Garrán, completando la plantilla los médicos D. Eleuterio Santa Olalla y D. Enrique López de

la Alberca, además de los practicantes D. Víctor Tejada, D. Juan Ugaldea y D. Ricardo Rubio.

Aunque sus locales eran provisionales y se trabajaba en la presentación primero de un

proyecto, fallido, para la construcción de una casa de socorro junto a la iglesia de San Antón y, luego,

el que sí fue llevado a término para construirla en el muelle de Urazurrutia, junto al lavadero público.

Mientras tanto, hubo de abandonar la sede de Achuri y trasladarse a los bajos de la escuela de

Marzana cuando tuvo lugar la venta del antiguo hospital.

Locales: En el proyecto presentado al efecto por el arquitecto municipal D. Ricardo Bastida,

con un presupuesto estimado de 42.102,75ptas, se planteaba que lo estrecho y

largo del solar, unido a su proximidad a una calle de poca anchura, iba a crear

dificultades en el futuro; Por ello presentaba un proyecto alternativo en el que la

fachada era retranqueada unos metros y el espacio perdido se recuperaba a costa

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del lavadero al que se quitaba una franja, pero se le compensaba al construirle una

cubierta protectora en los días de lluvia y muros laterales como protección contra el

viento. Las 18.000 pesetas de incremento presupuestario que suponía esta variante

fueron la causa de su desestimación. Por fin, tuvieron lugar la adjudicación de las

obras y la construcción de la nueva sede y el 17 de enero de 1914 se procedió a la

recepción del edificio que, si bien un tanto deteriorado, podemos todavía

contemplar.

La distribución interior de las tres plantas de que consta destinaba la tercera a

vivienda del conserje; la segunda a dormitorio del personal sanitario, siendo la

planta baja la que albergaba la sala de curas, la consulta médica, un almacén y la

sala de estar del personal.

Personal:

La dotación de personal sufrió escasas variaciones a lo largo de los años en lo que

se refiere al equipo de guardia. Estaba compuesto por un médico, un practicante y

un conserje, a los que se vino a unir al finalizar el primer año de andadura un

segundo médico para las salidas a domicilio. Para mantener este equipo de guardia

se contaba en 1914 con un solo conserje, tres practicantes y 3 médicos (más tarde,

al incorporarse los médicos de salidas, 6.) La progresiva disminución de la jornada

anual hizo que este número fuera aumentando cada pocos años y que en 1983

fueran necesarios para cubrir este equipo de guardia 5 conserjes, 5 A.T.S./D.E. y 10

médicos.

Prestaciones:

Las prestaciones que este centro ofrecía a la población de la Villa incluían las siguientes:

Asistencia en el propio domicilio de los enfermos: el médico de salidas de

desplazaba andando o bien, en los casos muy urgentes, en taxi. Este servicio era

gratuito para las personas incluidas en el padrón de la beneficencia y para los

pobres; a las personas con medios de fortuna se les clasificaba según los mismos

en tres grupos a los que se aplicaban tarifas diferentes. Para estos efectos la Villa

se encontraba dividida en dos zonas, atendiendo a la otra zona el médico de

salidas de la Casa de Socorro del Ensanche

Asistencia a urgencias médicas en la consulta de la propia casa de socorro. Era

gratuita salvo excepciones.

Primera cura de heridas y traumatismos; también gratuita salvo excepciones.

También se atendía, aunque sólo con carácter de urgencia, a partos y abortos.

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Número de asistencias:

Es curioso como, si exceptuamos las salidas a domicilio, a lo largo de casi setenta

años de funcionamiento tuvieron lugar tan pocas variaciones tanto en el número como en el

tipo de intervenciones y en la procedencia de la población atendida

Las salidas a domicilio que durante los primeros años de funcionamiento alcanzaron

cifras anuales de 2.000 visitas, fueron disminuyendo durante los años 50 y 60 (730 el año

1960) hasta que la implantación del servicio de urgencia de la Seguridad Social en el año

1968 hizo que pasaran a ser testimoniales. Este servicio se suprimió en el año 1982.

Los accidentes fueron durante años y años la principal fuente de clientela

para este centro. Durante las primeras décadas eran numerosos los accidentes

de trabajo atendidos, hasta que la progresiva implantación de las mutuas de

accidentes hizo que sus consultorios tomaran el relevo. Anualmente se

venían atendiendo a una cifra que oscilaba de 2.940 accidentes (1920) a

4.106 (1926), 4.956 en el año 1947 o 3.472 en el de 1960. De una forma

aproximada se puede estimar que el 50% de ellos correspondía a accidentes

en la infancia; un 30% a los varones y un 20% a las mujeres. El detalle de las

lesiones causadas por los accidentes atendidos en un año nos permite

hacernos una idea mejor de la gravedad de los mismos:

Atenciones por accidentes en el año 1927

Contusiones y erosiones. 1.402

Heridas contusas 1.155

Heridas punzo-incisas. 455

Fracturas óseas 186

Luxaciones.. 66

Distensiones 259

Cuerpos extraños..... 336

Quemaduras..... 87

Otros........ . 121

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. Uno de cada 100 exigía su traslado al hospital; traslado que efectuaban los

camilleros municipales cuya caseta se encontraba a pocos metros de la Casa de Socorro.

Utilizaban para ello su propia ambulancia que era conducida por caballos de alquiler

hasta el año 1921 en que se procedió a la adquisición de la primera ambulancia a motor.

Las atenciones a enfermos derivaban en general de enfermedades

infecciosas, siendo aquí también la población infantil mayoritaria. El número

anual de consultas que fue de 337 en el año 1920, pasó a 631 en 1927 y se

mantuvo alrededor de eta cifra hasta 1982.

Los alrededor de 100 partos anualmente atendidos hasta el año 1931

quedaron reducidos a cero a partir de este último año en que entraron en

servicio los tocólogos y matronas municipales.

Deberemos reseñar, como dato un tanto macabro, que a lo largo de todos

estos años el médico de este centro acudía unas 25 veces por año sólo para

comprobar la existencia de un cadáver.

Ultimos tiempos

Las inundaciones que afectaron a la Villa el 26 de agosto del año 1983 arrasaron

totalmente el sótano y la planta baja de la Casa de Socorro del Distrito del Centro. Al quedar

inutilizada para el servicio los arquitectos municipales consideraron que no era conveniente

proceder a su rehabilitación porque su situación de ruina urbanística así lo aconsejaba. Como

medida transitoria se procedió al traslado provisional de la casa de socorro a los locales de la

calle Conde de Mirasol, junto al museo de reproducciones, donde anteriormente se

encontraba ubicada la clínica de accidentes de trabajo para empleados municipales. A partir

de ese año tuvo lugar una progresiva disminución de los recursos humanos y de las

prestaciones realizada hasta que en 1989 se procedió al cierre definitivo.

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Otras consideraciones

Es indudable que a lo largo de 70 años los muros de ese viejo edificio tuvieron que

ver muchos acontecimientos tristes y hasta trágicos; pero también alegres e incluso cómicos;

incontables personas pasaron por allí bien como clientes bien como sanitarios, dando lugar a

un anecdotario profuso. El que esto suscribe, quien trabajó allí como médico entre 1972 y

1982, a la hora de destacar alguna persona, optaría por señalar en primer lugar al médico D.

Félix de Aranguren, solterón recalcitrante que vivió durante años en la propia Casa de

Socorro de Urazurrutia y que incluso después de jubilado siguió allí hasta que, pasados los

80 años, fue a morir a la residencia Reina de la Paz. De sus labios oyó cientos de anécdotas y

de sucesos curiosos acaecidos en aquel centro.

También merece ser destacada la situación tragicómica que se vivió durante las

fiestas del barrio allá por los finales de la década de los años setenta:

En una preciosa tarde de julio, día festivo y tranquilo, una mujer cayó a la Ría y fue

rescatada por los bomberos amoratada y sin respirar. El médico de guardia de la Casa de

Socorro al ver que acudía gente corriendo hacia el borde del muelle pensó que habría

ocurrido algún accidente por lo que se desplazó de inmediato hasta allí y llegó justo a tiempo

de practicarle la respiración artificial en la rampa situada ría abajo del puente de San Antón.

Después de conseguir reanimarla la acompañó en una ambulancia hasta el Hospital de

Basurto, donde quedó ingresada. Al mismo tiempo, un grupo de personas del barrio se

dirigió en tropel hacia la Casa de Socorro para protestar porque pensaban que el médico no

había acudido y organizó una bronca monumental que no finalizó en un incendio del pobre

edificio porque cuando el médico de guardia regresó del hospital alguien le reconoció como

la persona que había “salvado a la vieja” y se calmaron los ánimos.

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En la actualidad, el viejo edificio, aunque en condiciones de conservación

lamentables tal como se puede ver en la fotografía de la 1ª página, sigue prestando servicio a

los vecinos de la Villa como centro de actividades culturales.

Casa de Socorro de Urazurrutia desde Atxuri en 2010

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Edificio de la Casa de Socorro de Urazurrutia después de las inudaciones

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Calle Urazurrutia en 1925. Al fondo, el Lavadero y la Casa de Socorro.

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Juan Gondra

LA anexión a Bilbao de Begoña,Deusto y parte de Erandio no fuemuy bien recibida por la poblaciónde aquellas anteiglesias, cuyas au-toridades no sólo se opusieron aella, sino que entablaron un pleito,el cual no fue resuelto por el Tri-bunal Supremo hasta que, en sen-tencia del 4 de marzo de 1927, de-cidió declararse no competente,con lo cual quedaba desestimadala demanda.

Quizás para atemperar aquellaoposición, el Consistorio bilbainodecidió presentar al vecindariodeustoarra algunas de las ventajasque iba a acarrear su anexión a Bil-bao; entre ellas, la creación de unacasa de socorro que garantizarauna asistencia médica permanente.Esta promesa venía a dar respuestaa una demanda muy sentida por lapoblación de un Deusto que se en-contraba muy distante del nuevoHospital de Basurto, pues todavíano había sido construido el puenteque lleva su nombre, que fue inau-gurado años después de la ane-xión, ya en plena guerra civil.Además, esta Anteiglesia habíasufrido un crecimiento muy rápidoy había pasado de no llegar a cua-tro mil habitantes al inicio del si-glo, a rondar los diez mil en víspe-ras de la anexión, y eran numero-sas las industrias que se habíaninstalado en su ribera. Por todoello, el número de accidentes y ur-gencias médicas sufridos en su te-rritorio era cada año mayor y suasistencia inmediata no podía sergarantizada por los tres médicos ti-tulares: Ricardo Garrastazu, JesúsTribis Arrospe y Carlos de Irion-do. Para los habitantes de Deustola necesidad de un centro de asis-tencia médica de urgencia era cadavez más sentida.

Reticencias del Ayuntamientode Bilbao

Pero cuando llegó el momentode proceder al cumplimiento de supromesa, el Ayuntamiento se viofrenado por el alto presupuestoque conllevaba el numeroso perso-nal necesario para el mantenimien-to de una verdadera casa de soco-rro: seis médicos, tres practicantesy tres subalternos. Trató primerode escudarse en la duda que se cer-nía sobre la sentencia del TribunalSupremo y la posibilidad de que laanexión quedara sin efecto, pero lapresión insistente del vecindario leobligó a actuar antes de que llega-ra aquella sentencia. Actuó comodetonante de la protesta vecinal untriste episodio ocurrido en no-viembre de 1925: el fallecimientode un pobre hombre que fue trasla-dado moribundo a la farmacia ymurió allí, sobre su mostrador, an-tes de que el médico titular pudie-ra llegar a prestar su asistencia.

La Comisión de Gobernacióndel Ayuntamiento se tomó en seriola cuestión y preparó un proyectocompleto; pero asustada por su al-to coste, pensó que se podía darsolución a la demanda mediante lainstalación de un cuarto de curaspermanente atendido solamentepor practicantes bajo la supervi-sión del Decano del Cuerpo Médi-co Municipal. Esta propuesta fueaprobada el 10 de junio de 1926.

El “Cuarto de Curasde Deusto”

Como el patrimonio municipalno disponía de ningún local aptopara albergar al nuevo centro asis-tencial, el Ayuntamiento decidióinstalarlo en un bajo alquilado aLeonardo y Antonia Zarraga, pró-ximo a la plazuela de la Ribera. El4 de agosto del mismo año fueronnombrados los practicantes encar-gados de la asistencia: Juan Gon-zález, Felipe de la Fuente y Deme-

trio Barrio. Y así comenzó a fun-cionar lo que se pensaba iba a darcobertura suficiente a las urgen-cias médico-quirúrgicas de Deus-to.

Pero no fue así, pues el vecinda-rio pretendía la instalación de unacasa de socorro con médico per-manente y denunció la situaciónante el Gobernador Civil, quien re-mitió la denuncia a la DirecciónGeneral de Sanidad, organismoque envió un oficio el 23 de abrilde 1927, en orden al funciona-miento del cuarto de curas de ur-gencia establecido por el munici-pio en Deusto, disponiendo quelos practicantes no pudieran efec-tuar curas de ninguna clase sin au-torización expresa y bajo la res-ponsabilidad inmediata de un mé-dico.

La Comisión Permanente acusórecibo de esta comunicación y no-tificó al Gobernador Civil que elreferido establecimiento funciona-

ba bajo la inmediata inspeccióndel médico de higiene urbana. Es-tableció, además, la necesidad dedetallar qué intervenciones podránrealizar los practicantes cuando nose hallare presente el médico, puesen los demás casos debían limitar-se a llamar a la ambulancia para eltraslado al Hospital Civil.

La Casa de Socorro de DeustoParece evidente que el acuerdo

de la Comisión Permanente estabadestinado a librarse de toda res-ponsabilidad contra cualquier acu-sación de intrusismo profesional,pues nadie en su sano juicio puede

pensar que un profesional sanitariode la preparación y experienciaque tenían los practicantes deaquel cuarto de curas, se quedaracon los brazos cruzados ante unherido o enfermo urgente, en espe-ra de la llegada de la ambulancia.

Esta situación ambigua fueatemperada por los propios médi-cos titulares de Deusto, quienesasumieron de forma temporal laresponsabilidad se supervisar laactuación de los practicantes, aun-que sin garantizar una presenciapermanente, en tanto al municipioconseguía incrementar su plantillade médicos para poder atenderaquel servicio.

En el año 1930 pudo por fin elCuerpo Médico Municipal de Bil-bao destinar tres de sus nuevos ga-lenos a la que ya fue llamada “laCasa de Socorro de Deusto”. Se-gún refería uno de ellos, FélixAranguren, fue el mejor destinoque podía haber imaginado, puesel ambiente era grato y el trabajomucho menor que en las otras doscasas de socorro municipales. Noes de extrañar que ninguno de es-tos tres médicos quisiera cambiarde destino a pesar de haber tenidooportunidades para hacerlo.

Durante los años de la Repúbli-ca, se mantuvo en servicio mercedal apoyo de Wenceslao López Al-bó, médico y concejal, y a la acti-tud decidida de Alfredo EspinosaOrive, a la sazón concejal delega-do de Sanidad, quien más tarde ibaa ser Consejero de Sanidad delGobierno vasco y fusilado comotal en Vitoria después de ser trai-cionado por el piloto que le traíadesde Toulouse, quien fingiendouna avería, aterrizó en la playa deZarautz. Pero, una vez ocupadaBilbao por las tropas de Franco, elnuevo Ayuntamiento consideróque la apertura del puente de

Deusto había acercado notable-mente este barrio al Hospital deBasurto y a la Casa de Socorro deSan Vicente, y que ya no procedíamantener tan costoso equipamien-to. El 1 de diciembre de 1937 elAyuntamiento de Bilbao acordósuprimir la Casa de Socorro deDeusto, de la que era médico LuisDíaz Emparanza, natural de Cesto-na, miembro de una ilustre saga demédicos bilbainos; Rodrigo Echa-güe Cerrajería y Félix ArangurenMontalbán. Finalizaba así la cortavida de este centro del que apenasqueda un leve recuerdo en algunaspersonas de edad avanzada.

42 B i lbao 2011ko urria Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

La apertura del puente de Deustocertificó la supresión de la Casa deSocorro el 1 de diciembre de 1937

Félix Aranguren, con boina, uno de sus últimos médicos, 1978

El puentede DeustoacercóestaanteiglesiaalEnsanchebilbaino

Talleresde Deusto.Símbolode laindustriali-zaciónde laanteiglesia

La Casa de Socorrode DeustoVenía a dar respuesta a una demanda de la poblaciónde un Deusto que se encontraba muydistante del nuevo Hospital de Basurto

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Juan Gondra

U N A de las cosas que llaman laatención del lector de hoy cuandoexamina la prensa del siglo XIX olos documentos referentes a Bil-bao conservados en los archivosmunicipales, es la profusión conque aparecen en ellos noticias depersonas ahogadas en la Ría. Ta m-bién un cierto aire de fatalismoque parece aceptar con resignacióneste riesgo sin tomar medidas pre-v e n t i v a s .

La primera idea que surge al le-er esta información nos llevaría apensar en el denso tráfico navalgenerado por el puerto de Bilbao yen posibles naufragios de embar-caciones. Sin embargo, los archi-vos sólo registran cuatro casos denaufragio con víctimas a lo larg ode estos siglos. Son mucho más loscasos de marineros que caen desdeel barco o desde alguna pasarela.También aparecen con frecuencia,aunque en número inferior, casosde mujeres que trabajan como car-gueras o sirgueras y fallecen al ca-er al agua durante sus trabajos dec a rga, descarga o arrastre de bu-ques. También encontramos a unapobre mujer angulera ahogadamientras pescaba.

Los casos de niños ahogadosson muy raros hasta bien entradoel siglo XIX, momento en el quesu número crece hasta suponer lamayor parte del conjunto de perso-nas fallecidas por inmersión.

Apenas se registran casos clarosde suicidio ni se encuentran indi-cios que permitan sospechar quefueran ocultados. Por último, de-bemos citar la terrible pena demuerte por “empozamiento” pro-pia del Medioevo, que solía serejecutada junto al puente de SanAntón y que hacía muchos añoshabía quedado proscrita.

Datos obtenidos de la SecciónJudicial del Archivo Históricode la Diputación Foralde Bizkaia

Entre los años 1616 y 1900 seregistran un total de 230 personasahogadas cuyo fallecimiento dioorigen a una investigación judi-cial; sin embargo, el número realde ahogados debió de ser muchom a y o r, pues no aparecen en estosdocumentos varios casos que figu-ran en el Archivo Municipal deBilbao; entre ellos, los diez ahoga-dos fallecidos en dos meses que ci-ta la Instrucción aprobada por elAyuntamiento en 1785, a la queluego aludiremos.

Entre estos 230 casos, se conta-b i l i z a n :

N i ñ a s . . . . . . . . . . . . . . . .5N i ñ o s . . . . . . . . . . . . . . .2 4M u j e r e s . . . . . . . . . . . . .3 1H o m b r e s . . . . . . . . . . .1 7 038 de estos últimos eran marine-

ros extranjeros.En un principio, los cadáveres

eran reconocidos indistintamentepor cualquiera de los cirujanos ro-mancistas (categoría profesionalsimilar a la de los practicantes) es-tablecidos en Bilbao; pero, a partirdel siglo XVIII, se encargan de es-ta labor los cirujanos titulares deDeusto, Abando, Begoña o Bilbao,según el municipio en el que fuerahallada la víctima. En el siglo XIXcomienzan a ser habituales la par-ticipación de un médico junto alcirujano y la práctica de la autop-sia judicial.

Primeras actuacionesp re v e n t i v a s

El galenismo imperante en lamedicina europea hasta entoncesignoraba la fisiología de la respira-ción y la forma en que fallecían losasfixiados por inmersión; no es dee x t r a ñ a r, pues, que estos pacientesno fueran asistidos por los médicosy quedaran en manos de los ciruja-nos romancistas, tal como hemosvisto. Pero en el siglo XVII, a raízde los descubrimientos de RobertBoyle (1627-1691), su discípuloHocke, y Richard Lower, se aban-donaron los viejos conceptos galé-nicos acerca de la función de lospulmones y se tuvo conocimiento

de la importancia del aire como sus-tento de la vida, proporcionando unmarco teórico distinto que permitiónuevas formas de afrontar su trata-miento. Así fue que varios paíseseuropeos crearon redes de puestosde socorro para el rescate y trata-miento de los ahogados en las zonasde mayor riesgo, siendo la primerade ellas la establecida en Holanda apartir del año 1767.

El Ayuntamiento bilbaino, alar-mado por el elevado número de per-sonas fallecidas tras caer a la Ría,o rganizó en el año 1785 un comple-jo sistema de socorro que compren-día todos los pasos de la atención alos ahogados, desde la regulaciónde la alarma hasta el tratamientomédico de los convalecientes, delque ya dimos noticia en un trabajopublicado anteriormente (julio de2003).

Los baños de marA lo largo del siglo XIX se va

abriendo paso una nueva moda, lade los baños de mar. Esto va a teneruna doble influencia: por una partedará lugar a una larga lista de niñosfallecidos mientras se bañaban en laRía; pero, por otra, elevará el núme-ro de personas que saben nadar ycontribuirá a reducir el número dequienes fallecen por una caída acci-dental al agua. Durante años sóloserá perceptible el primero de estosefectos, hasta que, ya en el sigloXX, se lleguen a apreciar los resul-tados del segundo.

Las autoridades bilbainas regula-ron pronto esta práctica de baños:los prohibieron en las zonas dedica-das al tráfico portuario y señalaronzonas de aguas arriba en las que po-der disfrutar de ellos con una ciertaseguridad; la que proporcionabanlos bañeros o socorristas contrata-dos cada verano por el Ay u n t a m i e n-to para evitar que los bañistas pudie-ran ahogarse. Año tras año, entre1871 y 1936, el Ayuntamiento dic-taba cada verano un bando en el quecomunicaba a la población las nor-mas para el baño. Incluso durantelos años posteriores a la Guerra Ci-vil, cuando las aguas del río bajabanrepletas de contaminantes y eranclaramente insalubres, todavía po-demos encontrar algún nuevo bandode este tipo.

Los ahogados en la actualidadDurante los últimos cincuenta

años, el número de personas falleci-das en la Ría ha disminuido de for-ma notable debido a la suma de di-versas causas, entre las que cabed e s t a c a r :

–La paulatina disminución deltráfico portuario y su traslado alpuerto exterior.

–La desaparición de la costumbrede bañarse en la Ría, motivada porsu propia insalubridad, pero tam-bién por las facilidades que existenen la actualidad para acudir a playasy piscinas.

–La generalización del aprendiza-je de la natación entre la población.

–La urbanización de las orillas yla colocación de barandillas protec-t o r a s .

Todavía siguen apareciendo casosde personas ahogadas, y algunos deellos muy dramáticos; pero ya no setrata de un problema colectivo gra-ve, sino de casos aislados que afec-tan a unas pocas familias y que, engeneral, no exigen la adopción denuevas medidas preventivas de ám-bito general.

42 B i l bao 2009ko uztaila Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

La afición abañarse enaguas de laRía diolugar a unincrementodel númerode niñosque seahogaban.FotosEulaliaAbaitua,MuseoEtnográficoVasco

Las personas ahogadas en la Ría

En 1785 elAyuntamientoorganizó unsistema de socorroa los ahogados

El denso tráfico portuario propiciaba el riesgo de accidentes

Mario de Arana y MendivilAlcalde constitucional de esta Vi l l aHago saber:Que habiendo llegado la época del año en que

muchas personas se bañan en la ría y con el finde que se observen las reglas más indispensablesdel recato y decencia, a la par que como medidasde higiene, he dispuesto lo siguiente:

–Quedan prohibidos los baños en la ría dentrode la jurisdicción de esta Villa, excepción hechade la parte demarcada al efecto entre la tercera yla cuarta presa.

–Los bañistas deberán ir provistos de un traje

o prenda que les cubra por lo menos desde la cin-tura hasta la rodilla.

–Los contraventores a las disposiciones de es-te bando serán castigados por primera vez con lamulta de DOS PESETAS, las cuales se doblaránen caso de reincidencia, sin perjuicio de aplicar-les, con arreglo a la ley, otro correctivo mayor sila gravedad de la falta lo exigiera.

–Los dependientes de policía urbana quedane n c a rgados de velar por el exacto cumplimientode este bando.

Casa consistorial de Bilbao a 25 de junio de1 9 1 8

Bando del alcalde Mario de Arana sobre

la temporada de baños del año 1918

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El rescate y reanimación de los ahogados en la ría

Juan Gondra

Periódico Bilbao, N. 173 (jul. 2003) p. 34.

En estos tiempos, estamos acostumbrados a la presencia de socorristas en

nuestras playas y piscinas; tanto es así, que es usual la prohibición del baño en su

ausencia; sin embargo, el primer servicio de este tipo que organizó el Ayuntamiento

bilbaíno no tuvo como objetivo el rescate de los bañistas, sino que fue muy anterior a la

llegada de la moda de los baños de mar y estuvo dedicado a evitar el elevado número de

ahogamientos por caídas accidentales en la ría.

Primeros intentos socorristas

En el siglo XVII, a raíz de los descubrimientos de Robert Boyle (1627 – 1691),

su discípulo Hocke, y Richard Lower, se abandonaron los viejos conceptos galénicos

acerca de la función de los pulmones y se tuvo conocimiento de la importancia del aire

como sustento de la vida. Esto constituyó el sustrato teórico de diversos procedimientos

ensayados a lo largo del siglo XVIII para la reanimación de los ahogados, abandonando

la antigua práctica de colocarlos cabeza abajo para hacerles expulsar el agua e

implantando métodos llamados de “fricción e insuflación”. Las obras de la época

recomendaban acostar al ahogado y reconfortarlo mediante ladrillos o mantas calientes

y fricciones de alcohol; en caso de que no reaccionase, se proponían diversas técnicas,

unas para tratar de hacerle estornudar (amoniaco o cosquillas nasales) y otras de

movilización de brazos y de tórax, quedando como último remedio las insuflaciones de

aire o de humo de tabaco, que podían ser aplicadas por la boca, nariz o ¡por vía rectal!

Pronto se diseñaron distintos artilugios para hacer más fácil estas insuflaciones,

siendo la primera conocida la construida por el médico y físico holandés

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Musschenbroek (1692-1761), inventor también del primer condensador eléctrico, la

botella de Leyden. En unos pocos años surgieron nuevos aparatos insufladores, siendo

el que alcanzó mayor difusión la llamada “pipa de Gardanne” instrumento para la

práctica de “lavativas de humo de tabaco”. En el año 1791 el médico francés Desault

diseñó una sonda que permitía introducir aire directamente en la tráquea, cerrando con

ella este ciclo de inventos.

Servicios públicos para el rescate y tratamiento de los ahogados

Estos procedimientos dieron lugar a la primera red de puestos de socorros para

ahogados, establecida en Holanda a partir del año 1767 por iniciativa de una asociación

privada respaldada por las cuotas abonadas por más de cien personas. El doctor Cohen

llevó a Londres la noticia de los 55 rescates de ahogados que esta iniciativa había

conseguido en sus primeros 18 meses de vida y consiguió establecer allí una parecida.

La municipalidad del París pre-revolucionario creó en 1772 un servicio público

encargado de la asistencia a los ahogados en el Sena cuyo primer jefe, el farmacéutico

Pia, se propuso establecer a lo largo del río puestos de socorro dotados de un botiquín

de urgencia a cargo de personal entrenado en las técnicas de primeros auxilios. Entre los

años 1772 y 1788 hubo 934 personas rescatadas del Sena y atendidas en estos puestos;

de ellas, 813 fueron reanimadas.

En España fue Sevilla la primera ciudad portuaria que siguió estos ejemplos y

sirvió de modelo para Bilbao.

La Ría de Bilbao y los ahogados

Siendo Bilbao una villa cuya vida ha girado siempre en torno al puerto y al

comercio marítimo, es lógico pensar que ya desde antiguo debería de preocuparse por el

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socorro de las personas caídas al río; sin embargo, es muy poca la información al

respecto que pueden proporcionarnos los archivos municipales. En medio de este

silencio destaca sobremanera la propuesta realizada por Joseph Santiago de Luzuriaga,

médico titular de Bilbao, para procurar la extensión del conocimiento de los primeros

auxilios y formar en estas prácticas a sacerdotes, maestros y otras personas cultas. Fue

presentada en las juntas generales de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del

País celebrada el año 1780, aunque no fue la primera vez que la Bascongada se ocupaba

de este tema, pues ya en las juntas celebradas en Vergara en el año 1773 se había

examinado el método de socorro utilizado en Sevilla al que se consideró como muy

recomendable para lo ayuntamientos, médicos y enfermeros.

Instrucciones sobre el modo, y medios de socorrer a los que se ahogan o estuvieren

en peligro en la ría de Bilbao

El año 1785 el Ayuntamiento bilbaíno organizó un complejo sistema de socorro

que comprendía todos los pasos de la atención a los ahogados, desde la regulación de la

alarma hasta el tratamiento médico de los convalecientes.

La alarma debía de ser dada mediante un toque de campanas especial a cargo del

campanero de San Antón cuando el suceso tuviera lugar aguas arriba y por el de San

Nicolás cuando aguas abajo; las campanas de Santiago debían de repicar en todos los

ahogamientos. Ante esta llamada todos los médicos y cirujanos de la Villa estaban

obligados a asistir al tratamiento de las víctimas.

Se preveía instalar tres cuartos para guardar el material de socorro: uno en la

Sendeja, otro en la Ribera y otro en el Hospital. Los cuatro mozos encargados de

colaborar con los médicos se repartían el trabajo y mientras dos marchaban con la

camilla, a la que llamaban “féretro”, al punto donde se esperaba el rescate, los otros dos

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preparaban el material de socorro. El rescate era encomendado a la iniciativa privada,

aunque los barqueros encargados del pasaje de la ría estaban provistos de sendas redes

barrederas que debían colocar corriente abajo del lugar del accidente para evitar la

pérdida del ahogado.

Las maniobras de socorro se iniciaban en el mismo momento del rescate, para lo

cual se preveía que los mozos adscritos a este trabajo tuvieran los conocimientos

adecuados: Lo primero introducir en la boca del ahogado la máquina o tubo

insuflatorio y un hombre robusto se aplicará a soplarle aire en los pulmones con todas

sus fuerzas. Esta máquina no es mas que un soplete con una plancha que tapa la boca y

una tenaza que cierra las narices del paciente, pero aunque esta máquina sirve para

hacer la operación más cómoda, no es tan esencial que en su defecto no se pueda

utilizar cualquier cañón, sea de madera, caña o metal, vaina de cuchillo o espadín, etc.

En caso de utilizar este remedio se tendrá buen cuidado de tapar la boca y las narices.

Con este solo remedio se ha visto restituir muchos ahogados”

Las instrucciones aprobadas por el Ayuntamiento seguían después con prolijos

detalles sobre la colocación del paciente, la manera de hacerle entrar en calor cubriendo

su cuerpo con cenizas previamente calentadas, el tratamiento medicamentoso, la

obligación de los regidores de supervisar el proceso, etc. Concluían con la prohibición

de enterrar los cadáveres de los ahogados hasta después de transcurridas 48 horas.

El Ayuntamiento bilbaíno consiguió permiso del rey para utilizar 1.500 reales de

sus fondos propios con el fin de dotar al primer cuarto de socorro, además de otros 548

reales para sufragar la edición de 1.500 ejemplares del folleto que contenía todas las

instrucciones. Bilbao se sumaba así al grupo de ciudades europeas que organizaron un

sistema eficaz de auxilio a los ahogados.

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Recompensas y multas

A la persona que diese aviso a la iglesia para tocar las campanas se le daría una

gratificación de dos reales de vellón y a los que avisasen a los médicos y a los

cirujanos asalariados, cuatro reales.

A quienes sacaren vivo al caído o antes de pasar un cuarto de hora de la caída, se les

daría una recompensa de cien reales de vellón. Si fuese sacado pasado un cuarto de

hora y antes de transcurrida media hora, la recompensa sería de cincuenta reales, y

de veinte reales una vez sobrepasado este lapso de tiempo. La recompensa se

repartiría entre todas las personas que hubieran intervenido en el rescate.

Los médicos y cirujanos que incumplieran por primera vez el deber de acudir al

tratamiento de un ahogado pagarían una multa de cuatro ducados que serían ocho en

caso de reincidencia. La tercera falta daría lugar a dos años de suspensión.

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Máquina fumigatoria ----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Musschenbroek y su Botella de Leyden

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Máquina fumigatoria de Pia (arriba con texto y abajo sin texto)

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De un manual de socorrismo del año 1850

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Juan Gondra Rezola

ES frecuente encontrar personascon estos conocimientos en otrosmedios como el mundo hospitala-rio, el de las medianas y grandesempresas, entre los conductoresprofesionales, servicios p�blicos,etc. Incluso en el medio escolarbilbaino, el Ayuntamiento vienedesarrollando desde hace m�s dequince a�os un programa destina-do a formar en esta materia a losescolares de la Villa. Pero no es-t�n lejos los tiempos en que nues-tras playas y r�os carec�an porcompleto de este recurso, siendoelevado el n�mero de personasque fallec�an ahogadas en ellossin poder recibir primeros auxi-lios eficaces.

Bilbao, a pesar de estar situadolejos de las playas de la costa, enlas que la poblaci�n de Bizkaia seincorpor� a la moda de los ba�osde mar que se comenz� a implan-tar en la Europa de finales del si-glo XIX, s� se vio afectado por es-te problema, pues las orillas de laR�a fueron utilizadas desde anti-guo por la poblaci�n local paraba�arse en sus aguas.

Medidas gubernativaspara regular los ba�os

Los avatares del primer terciodel siglo XIX, pr�digo en gue-rras, llevaron al olvido y el aban-dono del ingenioso sistema derescate y socorro a los ahogadosen la R�a que la Ilustraci�n del si-glo XVIII hab�a conseguido esta-blecer en Bilbao, m�s orientado arescatar y reanimar a quienes ca�-an accidentalmente al agua que alauxilio de los ba�istas, pues noexist�a regulaci�n ni normativareferente a ellos, tal vez porque elba�o no constituyera en aquellosa�os una pr�ctica habitual.

Pero no iba a ser el riesgo deaccidentes lo primero que preo-cupara a nuestras autoridadespues la primera medida guberna-mental al respecto no estaba rela-cionada con la prevenci�n de ac-cidentes, sino con algunos aspec-tos morales. En efecto, el primerdocumento referente al ba�o en laR�a que se conserva es un oficiodirigido por el delegado pol�ticoal alcalde de Bilbao, fechado el25 de junio de 1839, ordenandoque pregonase un bando prohi-biendo ba�arse en la R�a de d�a yen zonas c�ntricas sin pantal�n ocalzoncillo.

Poco antes del comienzo de lasegunda guerra carlista se fue no-tando un aumento en el n�merode personas, sobre todo ni�os,que utilizaban la R�a para susejercicios natatorios y esto oca-sion� en la opini�n p�blica y enlas autoridades municipales unadoble preocupaci�n: por una par-te continuaban prestando aten-ci�n al uso de traje de ba�o quehab�a motivado el oficio del dele-gado gubernativo; por otra, la de-bida a la sucesi�n de accidentesmortales por ahogamiento de ba-�istas, as� como las quejas por suinterferencia con las actividadesportuarias.

Regulaci�n de los ba�osen la R�a

Para resolver los problemasplanteados por esa doble motiva-ci�n, las autoridades municipalesdiscurrieron una normativa quefue formulada por primera vez

por el concejal Casimiro Acha enel a�o 1871 y que, con peque�asvariaciones, se iba a mantener du-rante m�s medio siglo: seleccio-nar una zona en la que se iban apermitir los ba�os y prohibirlosfuera de ella. La designaci�n deuno o dos vigilantes dotados deuna peque�a embarcaci�n iba acompletar esta medida, asign�n-doles una doble funci�n comocustodios de la moral p�blica ysocorristas de los ba�istas en apu-ros.

Un bando de la alcald�a que serepet�a a�o tras a�o, informaba alvecindario de estas normas, aun-que nunca faltaron quejas por lafalta de cumplimiento de esta nor-mativa (y tambi�n por algunaspr�cticas de los ba�eros que trata-ban de conseguir unos ingresosextra por medios poco ortodo-xos).

Otros tipos de ba�o en la R�aTambi�n existieron otras for-

mas de ba�o en la R�a, s�lo al al-cance de quienes pudieran pagarpor ello, que no debemos olvidar.La primera est� descrita con sin-gular casticismo por Jos� Mar�ade Orueta en sus Memorias de unbilbaino: un barquero-ba�ero re-cog�a en su gabarra a los ni�osque pod�an pagar su tarifa de unaperra chica y los llevaba desde elArenal hasta una peque�a playasituada en la Salve; all� disfruta-ban de su ba�o y de su curioso sis-tema de aprendizaje de la nata-ci�n, para regresar horas m�s tar-de aprovechando la fuerza de lamarea.

La segunda ten�a como destina-tarios a personas de m�s edad.Eran las llamadas Òba�eras flotan-tesÓ, especie de piscinas que sellenaban de agua en la pleamar y

se manten�an amarradas a la orillaizquierda de la R�a, donde no sedesarrollaban actividades portua-rias. La primera de la que tenemosnoticia fue la establecida por Ma-riano Bilbao, que pronto se vioacompa�ada por otra, fondeadaen Uribitarte por Marcos Anc�n,contando ambas con licencia mu-nicipal. Los usuarios pagaban unapeque�a cantidad por el disfrutede un ba�o en aquellas curiosaspiscinas flotantes que no tuvieronuna larga vida por causa de la su-ciedad de las aguas de la R�a ytambi�n por el �xito de las playasde Portugalete, Las Arenas y Al-gorta, a las que el ferrocarril y eltranv�a hicieron m�s accesibles.

El deterioro de la calidad de lasaguas hizo que cada vez fuese me-nos agradable el ba�o en aguasbilbainas; ya en el a�o 1900 el ar-quitecto e higienista Alberto Pala-cios exig�a la prohibici�n del ba-�o en la R�a por el riesgo que su-pon�an las aguas contaminadas yen los a�os posteriores fueron va-rias las veces en que los m�dicosmunicipales insistieron en estaprohibici�n; pero sin resultado,pues a�o tras a�o se repet�a lacontrataci�n de ba�eros-socorris-tas y los bandos de la alcald�a re-ferentes a la organizaci�n de losba�os, y todav�a en los a�os cin-cuenta, la regulaci�n del ba�o enel Nervi�n-Ibaizabal figuraba en-tre las competencias de la Secci�nde Gobernaci�n del Ayuntamien-to bilbaino.

En nuestros d�as, cuando lospeces han vuelto a la R�a y susaguas se ven m�s limpias, no pa-rece tan ut�pico el rescatar la me-moria de aquellos bandos y deaquellos socorristas pensando quetal vez volvamos a verlos dentrode poco tiempo.

38 B i lbao 2004.eko uztaila Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

Los primeros socorristas en la Ría de BilbaoHoy en d�a es usual que todas las playas y piscinas dispongan de

equipos de socorristas quienes, adem�s de recuperar de las aguas a losba�istas en apuros, suelen estar preparados para prestar una primera

asistencia y realizar las maniobras de soporte vital b�sico

Zona de baños en el río Nervión-Ibaizabal

Fiesta naútica junto a San Antón. Cucaña

EN sesi�n p�blica ordinariade 10 de julio de 1895, fue-ra del orden del d�a, el con-cejal se�or Garc�a elogi� ladisposici�n del Alcalde queprohib�a el ba�o fuera de lazona de la R�a aguas arribade la isla de San Crist�bal; yadem�s, llam� la atenci�nacerca de las desgraciasocurridas que hab�an costa-do la muerte de dos j�venesahogados, habl� de la granaglomeraci�n de chicos quese juntaba all� y propusoque se nombrasen dos vigi-

lantes que se turnaran deguardia en un bote.

El Ayuntamiento nombr�a Cosme Urquijo Larraza-bal y Antonio Vendrell He-rrer�a, con un salario de 4pesetas diarias a cada uno,quienes trabajaron hasta eltreinta de septiembre. En ju-nio de 1915 fueron nombra-dos vigilantes para el ba�oen la zona de la isla de SanCrist�bal Gregorio Galdea-no y Juan Villa. Desde el 1¼de julio hasta el 30 de sep-tiembre.

Alguno de los socorristas

Tenían la doble función de custodiosde la moral pública y de socorristasde los bañistas en apuros

RecompensasSE conservan en el Archi-vo Municipal varios expe-dientes que contienen di-versas solicitudes de re-compensa por salvar a per-sonas en la R�a. Algunosfueron denegados, otrosrecibieron recompensasque sol�an ser de veinte re-ales, pero que ascendi� acien en un caso porque elsalvador hab�a sacado ados personas de una solavez y hab�a perdido la ropadurante el rescate.

Eduardo Otero es elnombre de un vecino pro-puesto en enero de 1881para la cruz de la benefi-cencia porque se hab�aarrojado al agua en seisocasiones para salvar apersonas en trance de pe-recer ahogadas. Y todav�ale quedaron fuerzas paraun nuevo salvamento,pues en 1883 salv� a unni�o de 12 � 13 a�os quecay� al agua junto al puen-te colgante de Bilbao.

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Juan Gondra

L A primera mención a un sistemao rganizado para el transporte deheridos en Bilbao data del año1785; pero se refiere exclusiva-mente al transporte en camilla delas personas rescatadas de la Ríahasta los puestos de socorro ubi-cados en el Hospital de Atxuri yjunto a la iglesia de San Nicolás.Los accidentados en la calle, cuyonúmero era muy superior al quepodríamos suponer si tomáramosen consideración la lentitud deltráfico de bestias, carros o narrias,propio de las calles de la Villa has-ta épocas no muy lejanas, eran re-cogidos por las personas próximasy trasladadas en volandas o sobreun carro a la farmacia más próxi-ma, al Hospital de Atxuri o a supropio domicilio, según la grave-dad de las lesiones y la posicióneconómica de la persona lesiona-d a .

Primeras ambulanciasEstas prácticas no eran exclusi-

vas de Bilbao, pues eran habitua-les en todas las ciudades europeas.Pero a partir de las guerras napole-ónicas comenzó a cambiar estemodelo. En efecto, el Barón Do-menique Jean Larrey (1766-1842), Cirujano Mayor de losejércitos de Napoleón, después deobservar que los soldados heridosen las batallas quedaban abando-nados y eran trasladados tarde yen carros abiertos, en muy malascondiciones, creó las llamadas“ambulancias volantes” que semovilizaban detrás de la tropa, le-vantando a los heridos y trasla-dándolos a retaguardia.

Pronto este transporte comenzóa ser también aplicado a los heri-dos civiles. En España fue preco-nizado por el médico navarro Ni-casio Landa, propulsor también dela Cruz Roja, autor del libroTr a n s p o rte de heridos y enfermospor vías férreas y navegables e d i-tado en Madrid por Alejandro Gó-mez Fuentenebro en el año 1866.La primera noticia que tenemos desu implantación en Bilbao data defebrero de 1890, cuando tuvo lu-gar la recepción definitiva de cua-tro carros camilla encargados porel Ayuntamiento para el transportede heridos y beodos. Fueron cons-truidos por el contratista CecilioBugedo con un coste de 1.843ptas.

A partir de esta fecha Bilbao hacontado siempre con su propioservicio de ambulancias, acercadel cual ya publicamos un artículoen este mismo periódico en di-ciembre de 2000. Con él quedabagarantizado un transporte adecua-do de la mayor parte de las perso-nas lesionadas por accidentes su-fridos en la Villa. Pero este servi-cio quedaba limitado al términomunicipal y no podía salir de élsalvo en casos de catástrofe y, aúnen entonces, con autorización delalcalde. Años más tarde, otrosmunicipios vizcainos también cre-aron sus propios servicios de am-bulancia, aunque por lo general nocontaban con personal propio ysolían estar constituidos por unvehículo ambulancia que solíaquedar a disposición de la Policía

Municipal, más para el traslado deenfermos que para la asistencia aa c c i d e n t a d o s .

Durante los años de la posque-rra, la ausencia de recursos para laevacuación de heridos en las carre-teras vizcainas no causaba alarmaporque su número no era elevado.El deterioro de las carreteras y ladisminución del parque móvil du-rante la Guerra Civil, la escasez degasolina, y las dificultades para laadquisición de vehículos nuevos,condicionaban un tráfico escaso yunas velocidades reducidas quepropiciaban un número muy bajode accidentes con heridos.

La motorización de Bizkaiaen la década de los sesenta

Pero esta situación comenzó avariar a partir del año 1954, cuan-do se inició un tímido incrementode las matriculaciones de vehícu-los nuevos (de una media de diezmil vehículos anuales matricula-

dos en España se pasó a cuarentamil en 1954 y sesenta mil en1955). En 1956 eran ya ciento cin-cuenta mil los vehículos matricula-dos en España cada año, de los quemás de la mitad eran motocicletas.Y Bizkaia se encontraba en cabezade aquel afán de adquisición de ve-hículos a motor, siguiendo el mis-mo orden: primero motocicleta y,más adelante, automóvil.

Sin embargo, este incrementotuvo su lado negativo y los nuevosconductores pagaron con su sangreun pesado tributo. El número deaccidentes de tráfico con heridos ymuertos se disparó hasta alcanzarcifras muy superiores a las que su-frimos hoy en día, cuando el par-que automovilístico se ha multipli-cado por diez. El número de muer-tos anualmente en las carreteras ycalles del Señorío pasó de una me-dia que apenas rebasaba las 20 víc-

timas anuales durante los años 40 asuperar los cien muertos en 1956 yalcanzar una cifra record de 134 enel año 1970; cifra esta que, graciasa Dios, nunca volvió a ser alcanza-da ni rebasada. Los muertos poraccidente de tráfico en Bizkaia, cu-yo número oscilaba (y así sigue enla actualidad) en torno al 1,5% deltotal de España, llegaron a suponerel 6,49% en el año 1958.

Pero si nos asombran el númerode heridos y el de fallecidos, ma-yor horror nos debería producir lamanera en que eran trasladados alhospital aquellas pobres víctimas.Tirados de cualquier forma sobreel asiento trasero de un pequeñovehículo utilitario, conducido porlo general de forma temerariamientras su conductor tocaba labocina y agitaba un pañuelo porfuera de la ventanilla, las víctimasdebían sufrir los movimientos for-zados por los baches y las curvas,lo que, en ocasiones, agravaba no-tablemente sus lesiones. No era ex-traño que el propio vehículo querealizaba el traslado sufriera un ac-cidente.

Nace la DYALlama mucho la atención la in-

hibición de la Administración Pú-blica y las instituciones sanitariasante aquel incremento de acciden-tados y ante la forma en que erantrasladadas las víctimas. Por elloadquiere mayor relieve la obra ini-ciada por un ginecólogo bilbaino,Juan Antonio Usparitza y Lecum-berri, quien partiendo de la nadaconsiguió crear una org a n i z a c i ó n ,la Asociación de Ayuda en Carre-tera DYA (Detente y Ayuda), quesuplió con voluntarismo aquel va-cío asistencial. No sólo proporcio-nó unas ambulancias dedicadas enexclusiva al transporte de heridos,sino que, sobre todo, fue el inicia-dor de una cambio en la mentali-dad de la ciudadanía, repitiendoconstantemente a través de radio yprensa unos mensajes que hoy nosparecen naturales, pero que enaquellos años eran todavía unautopía, y que podemos sintetizaren unos pocos puntos:

–Las víctimas de accidentes de-ben de ser trasladas de forma ade-cuada en ambulancias.

–No es tan importante la rapidezdel traslado como la premura en lallegada de la ambulancia y el tratarde que el herido llegue en buenasc o n d i c i o n e s .

–Primero se debe de estabilizaral accidentado, invirtiendo en elloel tiempo que sea necesario, antesde instalarlo en la ambulancia yproceder a su traslado.

–Los accidentes de tráfico cons-tituyen un mal que puede ser pre-venido y que debe serlo, siendoresponsabilidad de toda la ciuda-danía el hacerlo.

Este último punto es quizás elmás importante en la labor deldoctor Usparitza y de la DYA ,aunque por desgracia todavía noha calado profundamente en nues-tra sociedad, obligando nuestrobuen Doctor a seguir transmitien-do diariamente en la radio su men-saje en pro de la educación vial.

Esperemos que pronto llegue eldía en que aceptemos que conducira velocidad excesiva es una prácti-ca nociva y condenable; en que lapresencia policial en calles y ca-rreteras sea habitual y disuasoriapara los pocos que no hayan acep-tado un modo de conducción cívi-ca; en que Juan Antonio Usparitzapueda decir que su misión se hac u m p l i d o .

L A edición de este libro en el que se resume la trayectoria de es-ta institución permite dejar grabado para la Historia unos hechosque, aunque recientes, han caído en el olvido y resultan extrañospara las nuevas generaciones. A lo largo de sus 153 páginas en-contramos la descripción de los hitos principales de la DYA, asícomo una reseña biográfica de su fundador. Figura en ellas tam-bién una magnífica colección de fotografías que, por sí mismas,justifican la inclusión de esta memoria en el acervo de nuestrah i s t o r i a .

Memorias de la DYA(1966-2008)

42 B i l bao 2009ko urria Osasun zerbitzuak–Servicios de Sanidad

Los accidentes de tráfico pueden y debenser prevenidos, siendo responsabilidadde toda la ciudadanía el hacerlo

La asistencia a los heridos en accidentes de tráfico en Bilbao y Bizkaia

El nacimiento de la DYA

Las primeras ambulancias comenzaron a patrullar en 1967 El pasado año la DYA realizó más de 58.000 traslados

Juan AntonioUsparitza,fundador ypresidente dela DYA; naturalde Busturia,cuya casanatal distapocos metrosde la ermita deSan Cristobal,patrono de losautomovilistas

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Juan Gondra

LA recuperación de unas fiestaspopulares con motivo de la Sema-na Grande supuso una conmociónnotable en el Bilbao de los prime-ros años después de la dictadura,allá por los últimos años setenta;sin embargo, aquella aglomera-ción de personas en un espacio re-ducido y mal acondicionado parael uso festivo, así como la cele-bración de algunos actos festivosque, como la sokamuturra y losfuegos artificiales, incumplían lasnormativas mínimas de seguri-dad, dieron lugar a un elevado nú-mero de heridos que rebasaron lacapacidad de respuesta de los ser-vicios bilbainos de asistencia sa-nitaria.

Recursos sanitariosEn aquellos años, no se había

construido el pabellón Macua quealberga al nuevo servicio de ur-gencias y Bilbao sólo contaba conel cuarto de socorro del Hospitalde Basurto como principal herra-mienta para atender a las urgen-cias hospitalarias; las casas ycuartos de socorro municipales,

sitos en Otxarkoaga, Erandio, SanVicente y Urazurrutia estaban en-cargadas de las pequeñas curas, yel servicio de urgencias de la Se-guridad Social corría con la asis-tencia domiciliaria a los enfermosafiliados a ella. A estos recursosde públicos se unían las escasasclínicas privadas que manteníanservicios de urgencia durante las24 horas.

Pero cuando ocurrió que milesy miles de personas se concentra-ron en el pequeño espacio del re-cinto festivo del Arenal y la faltade experiencia en acontecimien-tos similares llevó a no tomar me-didas preventivas adecuadas, fue-ron decenas los casos diarios deheridos por pisar vidrios rotos opor caídas, los lesionados por losfuegos artificiales, los que sufríanpor excesos alcohólicos, etc. Yuna mayoría abrumadora de ellosencaminó sus pasos hacia el cuar-to de socorro del Hospital, llegan-do a desbordar su capacidad y aexigir una reforma en la asisten-cia médica durante las fiestas.

Dispositivo asistencialdel año 1983

Así fue que en el año 1983 seorganizó por primera vez un dis-positivo asistencial para las fies-

tas en el que colaboraron los servi-cios municipales con la Cruz Rojay la DYA de Bizkaia. Se instaló enel Arenal un puesto de socorroubicado en un grupo de casetasprefabricadas, donde se habilita-ron dos salas de curas y varios ca-tres para que los pacientes pudie-ran permanecer en observacióndurante unas horas. Cinco médi-cos municipales y más de treintavoluntarios de DYA y Cruz Roja,además de los camilleros munici-pales, aportaron el elemento hu-mano.

Los heridos o enfermos eranconducidos hasta este puesto desocorro, donde se les realizaba unaprimera cura y se les remitía a sudomicilio cuando su estado lo per-mitía. Las ambulancias traslada-ban al hospital solamente a aque-llos cuyas lesiones eran de mayorentidad.

Limitaciones de esta formade asistencia

Este modelo continuó utilizán-dose durante algunos años, pero laevolución de las propias fiestas hi-zo que el dispositivo basado en unpuesto de socorro quedara prontodesfasado y fuera necesario susustitución por otro sistema másacorde con los nuevos tiempos.

Por un aparte, el espacio festivofue ampliándose hasta ocupar unabuena parte del Ensanche, lo quedisminuyó el hacinamiento, tanpropicio para que ocurran acci-dentes; por otra, algunos de los ac-tos festivos más peligrosos, comola sokamuturra, las vaquillas, fue-ron eliminados del programa festi-vo, y otros, como los fuegos artifi-ciales, fueron organizados deacuerdo con una normativa que loshacía mucho más seguros. Otrasmedidas de prevención, como la

eliminación del vidrio, colabora-ron también para conseguir unaespectacular disminución del nú-mero de heridos.

Por otra parte, los niveles gene-rales de la asistencia médica de ur-gencia fueron elevándose en Bil-bao y en todo el país. El nuevo ser-vicio de urgencias de Basurto ga-rantizaba una capacidad asisten-cial muy superior, las clínicas pri-vadas mejoraron notablemente susprestaciones y hubo un momentoen el que quedaron trasnochadasalgunas prácticas que habían sidohabituales en la asistencia de ur-gencia en tiempos anteriores,cuando se atendían esguinces,contusiones y heridas en localesmal iluminados y sin ninguna po-sibilidad de exploraciones com-plementarias. Los errores médicosderivados de este tipo de asisten-cia de urgencia realizada con muy

pocos medios y con profesionalescuya cualificación no estaba ase-gurada, dejaron de ser mirados co-mo una complicación tolerable ypasaron a ser considerados comouna mala práctica a eliminar.

Ya no era posible concentrar laasistencia en un puesto de socorromal dotado.

Dispositivo actualAsí fue que de una forma paula-

tina, a la par que iban disminuyen-do tanto el número de heridos co-mo el de asistencias, iba tambiéntransformándose el puesto de so-corro y la propia manera de enten-der la primera cura. Ahora ya noera prioritario el resolver el máxi-mo de problemas para descargarde trabajo al Hospital; se trataba,por el contrario, de estabilizar alherido y proporcionarle cuidadoshasta que fuera trasladado al servi-cio de urgencias del Hospital deBasurto o a otro centros hospitala-rio, donde iba a ser correctamenteestudiado, diagnosticado y trata-do.

Para conseguir esto fue necesa-rio distribuir por el espacio festivolos recursos asistenciales, ambu-lancias y personal sanitario, acer-cándolos en lo posible a los even-tos que atraen a un mayor númerode personas, buscando mejorar larapidez en la respuesta ante unaurgencia vital; mejorar los siste-mas de comunicación con las am-bulancias, así como el resto de suequipamiento, y hacer un esfuerzoimportante en materia de forma-ción del personal sanitario.

De esta forma se ha producidoel cambio que queríamos destacar,así como el mayor nivel de calidadconseguido a lo largo de estos últi-mos años.

En 1983 seorganizó porprimera vez eldispositivopara las fiestas

La evolución del dispositivo de asistencia médica de urgencia planteado por el Ayuntamientopara atender a los de heridos y enfermos en el recinto festivo durante la Aste Nagusia, nos permite contemplar

como han evolucionado algunos conceptos acerca de la asistencia de la medicina de emergencias

SE garantizará la coberturaasistencial básica a las emer-gencias, así como los trasladosa los centros asistencialescuando sea necesario. Esteoperativo asistencial estará co-ordinado por el Negociado deAmbulancias del Ayuntamien-to de Bilbao, con la colabora-ción de la Cruz Roja y la DYA.

Barracas: Un Puesto dePrimeros Auxilios atendidopor socorristas y una ambulan-cia de Soporte Vital Básico(SVB) con la correspondientedotación material y de perso-nal. El horario de estos servi-

cios coincidirá con el horariode funcionamiento al públicode las barracas.

Conciertos en Zorrotzau-rre: Un Puesto de PrimerosAuxilios atendido por unATS/DUE Municipal y unaAmbulancia de SVB de CruzRoja.

Conciertos en Uribitarte:una ambulancia de SVB Mu-nicipal durante las actuacio-nes.

Fuegos artificiales: Desdeel inicio del lanzamiento delos fuegos y hasta su finaliza-ción se dispondrá de tres am-

bulancias de SVB; una en elparque de Etxebarria (CruzRoja), otra en el recinto festivo(Municipal) y una tercera en laplaza Circular. (DYA)

Recinto festivo: Durantetoda la Aste Nagusia se dis-pondrá de un Puesto de Aten-ción a las Emergencias Sanita-rias, atendido por personal sa-nitario municipal con la cola-boración de la Cruz Roja deBizkaia.

Actividades deportivas: Sedispondrá de una ambulanciade SVB para Cross, CarreraCiclista y Goitiberas. (DYA).

Dispositivo de emergencias

Parque de ambulancias en el año 1930

Imagen de los vehículos asistenciales en 1985

Se ha aumentado el nivel de calidad durante los últimos años

La evolución de las fiestas hizo queel dispositivo basado en un puestode socorro quedara pronto desfasado

B i lbaoagosto de 2005 43aste nagusia

Breve historia de la asistencia sanitariade urgencia en Aste Nagusia

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Juan Gondra

QUIZÁS porque a partir de su in-tegración en el Hospital de Basur-to quedó diluida su personalidad,la Fundación Vizcaya Pro-cardia-cos comenzó a pasar al olvido ha-ce unos años, y en el Bilbao dehoy son muy pocas las personasmenores de cuarenta años que laconocen. Y la verdad es que losbeneficios que esta instituciónaportó y sigue aportando a la po-blación de Bizkaia merecerían al-go más; por eso es un placer apro-vechar la publicación de un librosobre ella para poder escribir aquíun pequeño resumen de sus ac-tuaciones y de sus aportaciones ala población de Bizkaia y el PaísVasco; tanto las que recibieron di-rectamente los enfermos en ellaatendidos, como las ofertadas alos médicos que allí se formarony las recibidas por la población engeneral.

Y deberemos comenzar por lospobres enfermos y colocarnos enaquellos terribles años cuarenta,recién finalizada la Guerra Civil ycon Europa sumida en otra terri-ble guerra. El hambre causaba es-tragos en la población y volvían asubir las tasas de mortalidad quehabían ido descendiendo de for-ma notable desde el comienzo desiglo; todavía no había sido crea-do el servicio médico-farmacéuti-co de la Seguridad Social y laasistencia sanitaria quedaba enmanos de la medicina privada o,en el caso de los pobres de solem-nidad, en las de la beneficenciapública. Los enfermos cardiacosprecisaban tratamiento de por vi-da y un seguimiento de su enfer-medad por médicos bien prepara-dos, pero muchos de ellos fallecí-an porque su pobreza les impedíasufragar el coste del tratamiento.

Su situación socio laboral eralastimosa. Ya en los años anterio-res a la guerra había llamado laatención de Miguel Iriarte Iriarte,un tolosarrra especialista en car-diología establecido en Bilbaoque fue el principal impulsor deesta institución y que había publi-cado varios artículos de divulga-ción y un libro La Peste Roja sa-cando a la luz las dificultades queencontraban los enfermos cardia-cos; dificultades que se multipli-caron con las duras condicionesde la posguerra. Defendía y pro-pugnaba la creación de una insti-tución que se ocupara del trata-miento médico-quirúrgico de losenfermos cardiacos y de la bús-queda de mejorar de sus posibili-dades de conseguir un trabajodigno y adecuado a su enferme-dad.

El doctor Iriarte pudo ver supropuesta convertida en realidadcuando encontró el soporte eco-nómico propiciado por el directorde la Caja de Ahorros Municipal,Eliseo Migoya, y el apoyo de va-rios compañeros, entre los quecabe destacar a los doctores Lan-da y Araquistain. Surgió entoncesla Fundación Vizcaya Pro-cardia-cos, cuyo primer director fue eldoctor Pedro Toledo.

En aquellos años eran todavíararos los trastornos cardiacos ori-ginados por la arterioesclerosis y,

por el contrario, muy frecuenteslas afecciones de las válvulas delcorazón, las valvulopatías, en sumayor parte de origen reumático.Todavía no se había generalizadoel tratamiento con penicilina de lasamigdalitis infantiles y eran nume-rosos los niños que cada año eranvíctimas de esta complicación queles iba a afectar durante el resto desus vidas. Pues bien, sobre estegrupo de enfermos se centró la ac-tividad de la Fundación; primero,

estableciendo un consultorio gra-tuito que les permitiera ser atendi-do por los mejores especialistas encardiología de Bilbao, ampliandodespués esta atención a la cirugíacardiaca y vascular periférica y es-tableciendo a partir de 1953 un pe-queño hospital. En este últimoaño, eran 420 los pacientes censa-dos que acudían regularmente aconsulta y en 1969 en número depacientes que habían recibido tra-tamiento ascendía a diecisiete mil.

Con el paso de los años, el nú-mero de enfermos de valvulopatí-as fue decreciendo, al tiempo queiniciaban su escalada las dos com-plicaciones más temibles de la ar-terioesclerosis: los accidentes vas-culares cerebrales, la insuficienciacoronaria (causa de infarto demiocardio, angina de pecho, etc.).Esto obligó a un cambio impor-tante en la orientación del trabajo,dando mucha más importancia alas actividades de prevención.También es de destacar la proble-mática de lo que entonces se lla-maba “niños azules”, los que pa-decían malformaciones congéni-tas del corazón.

Otra aportación importante deLa Fundación fue la que realizó alactuar sobre la Medicina Vizcainaen una triple vertiente: los espe-cialistas en cardiología y hemato-logía, los médicos en formación yla clase médica en general.

Desde un principio fueronnumerosos los cardiólogos que

aceptaron trabajar en esta institu-ción sin sueldo alguno, y se en-contraron allí con lugar de en-cuentro donde poder mejorar susconocimientos, ponerse al día enlos avances de la especialidad ypreparar en equipo aportacionesa congresos nacionales e interna-cionales. No se olvidó la especialrelación con el Instituto nacionalde cardiología de México, dondese formó como especialista Mi-guel Iriarte Ezcurdia y que, encierto sentido, sirvió como mode-lo para la fundación bilbaina.Fueron varios los cardiólogosvizcainos que tuvieron ocasiónde completar allí sus conoci-mientos médicos.

Respecto a los médicos enformación, nada más señalar quefueron numerosos los cardiólo-gos y hematólogos actuales querecibieron allí su formación co-

mo especialistas o realizaron allísu tesis doctoral. En este terreno,la influencia de Pro-cardiacos re-basa el marco del Señorío y seextiende por numerosas ciudadesespañolas.

Los conocimientos básicosen cardiología del conjunto demédicos vizcainos se vieron muymejorados por su influencia,siendo destacables sus aportacio-nes a las actividades de la Acade-mia de Ciencias Médicas de Bil-bao; especialmente durante el pe-riodo de 1956 a 1966.

Por último, debemos regresarde nuevo a los pacientes. Ademásde la asistencia médico-quirúrgi-ca, Pro-cardiacos mantuvo otraslíneas de actuación, menos cono-cidas que se dirigían a los pacien-tes. Desde un principio, a travésde su “Comité Industrial”, enca-minó sus esfuerzos a conseguir elestablecimiento de centros de tra-bajo en el que los enfermos car-diacos con limitación funcionalimportante pudieran desarrollaruna actividad laboral. Esta orien-tación tuvo un beneficio añadido,pues contribuyó notablemente alcambio de una sociedad que mar-ginaba al minusválido. Tambiénfue pionera en la organización degrupos de auto-ayuda para pa-cientes crónicos.

No cabe duda alguna de queBilbao y Bizkaia tienen una deu-da de gratitud con la FundaciónVizcaya Pro-cardiacos, con lasempresas vizcainas que contribu-yeron a su sostenimiento y conlos hombres que la impulsaron,en especial con Miguel Iriarte,verdadero motor impulsor de sucreación y de su continuidad,Eliseo Migoya Torre, presiden-te de la Caja de Ahorros Munici-pal, a quien Bilbao dedicó unaplaza que lleva su nombre, yAlfredo Alonso Allende comoprototipo de donante altruista ygeneroso.

42 B i lbao 2011ko azaroa Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

EL pasado mes de octubre fue pre-sentado en Bilbao este libro en elque se recoge la Historia de estainstitución que tanto ha aportado aBilbao y a Bizkaia. Escrita por elDr. José Antonio Iriarte, jefe de sulaboratorio de análisis clínicos yhematología durante largos años,hijo y hermano de dos eminentescardiólogos bilbainos ya fallecidosque dirigieron esta Fundación casidesde su inicio; con prólogo del Al-calde Iñaki Azkuna. En él se reco-gen los detalles más importantes de su historia.Historia que todavía no ha finalizado, pues “Pro-cardiacos” continúa prestando servicio en la ac-

tualidad, aunque sus fines han de-bido ser modificados para adaptar-se a la evolución de las dolenciascardiacas y a la presencia de unServicio de Salud que da coberturaa toda la población. Su dedicaciónprincipal hoy es la prevención me-diante actividades de educaciónpara la salud y realizando recono-cimientos gratuitos encaminados avalorar el riesgo de enfermedadcardiaca; servicio este que se pres-

ta de forma gratuita y abierta a roda lapoblación, en una consulta abierta todos los lunesen la planta baja de la sede de la Unidad Docentede Basurto de la Facultad de Medicina de Bilbao.

Historia de la institución

Médicos dela Fundaciónen los añoscincuenta(Fotografíade JoséAntonioIriarte)

La Fundación Vizcaya Pro-cardiacosLa publicación de un libro sobre esta institución nos da pie a recordar sus actividades

Fueron numerosos los cardiólogos yhematólogos actuales que recibieronallí su formación como especialistas

Sede inaugurada en 1953

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gremiales que trataban de crear loque hoy llamaríamos fondos de pen-siones.

La “Medicina Social”A lo largo del siglo XIX, quizás

como reacción a los efectos negati-vos de la industrialización sobre lasalud de las familias obreras, surgeuna preocupación por lo social y unaideología, el Higienismo, que trata-rán de enfrentarse a los graves pro-blemas de salud y de medio ambien-te que padecían las ciudades europe-as industrializadas. Fruto de estaforma de pensar surge una reivindi-cación que se extiende por Europade la mano del naciente socialismo:la implantación de la Seguridad So-cial.

Pero no fue ningún gobierno so-cialista el primero en implantarla,sino uno de los más conservadoresde la época, el gobierno del rey dePrusia presidido por Otto von Bis-marck. Así, hace casi 130 años, Ale-mania se convirtió en el primer paísdel mundo en adoptar un programade seguro social para la vejez, pri-mero, y de asistencia sanitaria des-pués. Dice la leyenda que Bismarkeligió esta opción porque trataba defrenar a los socialistas y había en-cargado a un equipo de expertos elestudio de cuáles de sus reivindica-ciones tenían más enjundia, con laintención de ponerlas en marcha yasí restarles influencia. Motivaciónque veremos repetida medio siglodespués en el caso de España.

La experiencia prusiana tuvo unamplio seguimiento en los paísesnórdicos y un gran eco en todo elmundo occidental, en donde prolife-raron iniciativas encaminadas a se-guir su ejemplo, aunque muchas deellas sin fortuna.

La Seguridad Socialen nuestro medio

España no fue pionera en este te-rreno, hubo, sí, un intento de mejo-

rar la situación de las clases traba-jadoras plasmado en la Comisiónde Reformas Sociales (1883) quese encargó del estudio de cuestio-nes que interesasen a la mejora ybienestar de la clase obrera, perosus frutos fueron muy parcos. Qui-zás la debilidad política de la res-tauración, quizás la pobreza presu-puestaria, o tal vez la oposición delas clases altas, el caso es que se al-canzaron pobres logros.

El primero, la Ley de Accidentesde Trabajo de 1900, daba respuestaa una antigua reivindicación y evi-taba el terrible desamparo en el quehabían quedado hasta entonces losafectados con incapacidad tempo-ral o permanente causadas por es-tos accidentes. Luego surgieronlas Sociedades de socorros mutuospara colectivos capaces de asociar-se y abonar las cuotas correspon-dientes y el Seguro mercantil con-tra los riesgos de la enfermedad yla invalidez de contratación libre.Hubo diversos intentos y unaasamblea nacional celebrada enBarcelona encaminados a conse-guir un seguro de enfermedad obli-

gatorio, pero no llegaron nunca abuen puerto.

Llegó la Guerra Civil y todoaquello parecía que había quedadoen el olvido; pero, siguiendo quizáslas mismas motivaciones que mo-vieron a Bismark, la Dictadura pro-mulgó en 1942 la ley que creabael Seguro Obligatorio de Enferme-dad, completada cuatro años des-pués por la que regulaba el SeguroObligatorio de Vejez e Invalidez(SOVI). Se trataba de alcanzarcon ello el dar remate a la anti-gua aspiración; sin embargo, laprotección dispensada por estos se-guros pronto se mostró insuficien-te, lo que llevó a la aparición deotros mecanismos de protecciónarticulados a través de las Mutuali-dades laborales, organizadas porsectores laborales y cuyas presta-ciones tenían como finalidad com-pletar la protección preexistente.Dada la multiplicidad de Mutuali-dades, este sistema de proteccióncondujo a discriminaciones entrela población laboral, produjo de-sequilibrios financieros e hizo muydifícil una gestión racional y efi-caz.

Los propios gobiernos del fran-quismo fueron conscientes deaquellos defectos y trataron de co-rregirlos, para lo que se elaboró unnuevo marco legal en el año 1963,la Ley de Bases de la SeguridadSocial complementado por la LeyGeneral de la Seguridad Social de1966 cuyo objetivo principal era laimplantación de un modelo unita-rio e integrado, pero lo cierto esque aún pervivían antiguos siste-mas de cotización y la tendencia ala unidad no se plasmó al pervivirmultitud de organismos superpues-tos. Hubo que esperar para conse-guirla hasta el año 1983 en que,una vez establecida la monarquíaparlamentaria y entrado en vigor elEstatuto de Autonomía, se aprobóla Ley que creaba el Servicio Vascode Salud Osakidetza.

Alemania fue el primer país en adoptarun programa de seguro social para la vejez,primero, y de asistencia sanitaria después

38 B i lbao 2013ko ekaina Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad

La Seguridad Social en Bilbao

El de Areilza fue el primer ambulatorio que se construyó en Bilbao

Otto von Bismark

Juan Gondra

HOY en día nos parece natural quesean las administraciones públicasquienes se ocupen de mantener elServicio Nacional de Salud, Osaki-detza en nuestro caso, y de garanti-zar las pensiones a los que disfruta-mos de la jubilación; pero no debe-mos olvidar que esto es una con-quista muy reciente en Europa yque son legión las personas que ca-recen de estos recursos a lo largo yancho del mundo, a pesar de la ro-tunda afirmación de la DeclaraciónUniversal de los Derechos delHombre del año 1948:

“Toda persona, como miembrode la sociedad, tiene derecho a laSeguridad Social, y a obtener, me-diante el esfuerzo nacional y la co-operación internacional, habidacuenta de la organización y los re-cursos de cada Estado, la satisfac-ción de los derechos económicos,sociales y culturales indispensablesa su dignidad y al libre desarrollode su personalidad”.

AntecedentesTanto en el mundo helénico y ro-

mano como en la Europa cristiana,la salud y la enfermedad eran consi-deradas como un asunto privado.Solamente en los casos de epidemiaintervenían las autoridades para to-mar medidas de aislamiento, evitarla fuga de médicos y farmacéuticoso bien para organizar hospitalesprovisionales. No existía nada pa-recido a nuestras pensiones actua-les; a lo más, las disposiciones dealgunas organizaciones gremialespara ejercer la caridad entre sus afi-liados impedidos o entre sus viudad

y huérfanos. Pero, a lo largo de lossiglos XVII y XVIII, se va exten-diendo por Europa la idea de que laasistencia a huérfanos, ancianos yenfermos es un asunto que competea la comunidad cuando se trata depersonas pobres que carecen de re-cursos económicos para sufragarellos los gastos ocasionados. Sur-gen como consecuencia numerososhospitales y casas de misericordiacuyo sostenimiento va a recaer so-bre los presupuestos públicos.

En Bilbao, después de un tímidointento de asilo para niños pobresiniciado en 1610 y varios conatosfallidos posteriores, estas ideas sevan a materializar en una triple ver-tiente: la contratación de médicosasalariados para prestar asistencia alos pobres enfermos (1641), la re-forma de los hospitales (1661), y lacreación de la Casa de la Piedad(1760) luego Casa de Misericordia(1771).

Pero todos ellos tenían en comúnel estar destinado a las personas sinrecursos, a los pobres. Quienes erancapaces de ganarse su sustento de-bían costearse la asistencia médicay ahorrar para su vejez, si bien estoúltimo podía ser sustituido por lasiniciativas de algunas cofradías

Los primeros años del SOEHOY en día resulta difícil imaginar cómo era aquellanaciente asistencia médico-quirúrgica de los añoscuarenta y cincuenta. Las prestaciones médico-qui-rúrgicas se limitaban a los grados más bajos de la es-cala laboral, quedando excluidos los cuadros mediosy altos. Hubo que esperar años hasta que se habilita-ran los primeros ambulatorios, por lo que la mayorparte de los médicos debía atender a los pacientes ensus propias consultas o en locales pobrísimos alqui-lados al efecto; la Seguridad Social no cubría los gas-tos de hospitalización médica en el Hospital de Ba-surto y en la Residencia de Cruces solamente se in-

gresaban enfermos quirúrgicos…Por otra parte, la incultura de muchos de los bene-

ficiarios dio lugar a numerosos abusos en la utiliza-ción de los servicios asistenciales, lo que generó a suvez una postura defensiva por parte de los profesio-nales de la salud y una forma de ejercicio profesionalque rompía por completo la mutua relación de con-fianza entre paciente y médico que es siempre im-prescindible. Fruto de ello, numerosas corruptelas yvicios, algunos de los cuales todavía no se han supri-mido por completo, aunque la situación actual hacambiado a mejor de forma mucho más que notable.

Palacio de Bidarte, sede del hospital de la institución “18 de julio”, primer recurso hospitalario de la SS

En 1983 seaprobó la Leyque creabael Servicio Vascode Salud Osakidetza

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Servicio de Ambulancia

Juan Gondra, periódico Bilbao, número 144, diciembre de 2000, pág. 34

Al investigar el origen del Servicio Municipal de Ambulancia de Bilbao, nos

encontramos una información que podría ser muy chocante para unos ojos

acostumbrados a nuestra situación actual: lo que ahora se llama servicio de ambulancia

y antes de camilleros, tuvo su origen en el “Cuerpo de Recogedores de Cadáveres”.

Más tarde, tras examinar la situación del Bilbao del pasado siglo, será posible

buscar una explicación para esto.

Los Recogedores de Cadáveres

En efecto, en la pequeña Bilbao de mediados del siglo XIX, limitada a lo que

ahora es el casco antiguo, no existían grandes distancias que crearan problemas para el

traslado de heridos; además, la situación céntrica del Hospital Civil de los Santos

Juanes, en la plaza del mismo nombre, contribuía a la brevedad de los traslados, que

podían ser atendidos por el propio vecindario.

Por el contrario, el traslado de cadáveres si suponía un problema; especialmente

el de los correspondientes a personas fallecidas por enfermedades infecciosas.

Por tanto no es de extrañar que, coincidiendo con la tercera epidemia de cólera

que afectó a la Villa durante el siglo XIX, se decidiera dar continuidad a un servicio que

hasta entonces sólo era puesto en funcionamiento en épocas de epidemia. Y así fue

como la corporación creó el Cuerpo de Recogedores de Cadáveres.

Expansión de la Villa

A punto de finalizar ya el siglo, surgieron los primeros problemas que ponían en

evidencia lo precario de los medios antiguos de traslado de heridos. El crecimiento de la

Villa hacia el ensanche de Abando y el auge comercial e industrial del muelle de

Uribitarte hicieron que las distancias hasta el Hospital alcanzaran y superaran el

kilómetro. Así fue como en el año 1894, recién entrada en servicio la Casa de Socorro

del Ensanche, el director de la misma solicitaba medios para el traslado en camilla de

los heridos que requirieran traslado hasta el Hospital.

La corporación entendió que la petición era justa y decidió encargar esta labor a

los recogedores de cadáveres, llamados a partir de entonces ”camilleros”, entendiendo

que era preferible esta mezcla de funciones a la alternativa de crear un nuevo cuerpo.

Además, continuaba en la mente de todos que la función más importante de las

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ambulancias, además de trasladar heridos urgentes, era el traslado de los enfermos

contagiosos con el fin de evitar el peligro de transmisión de su enfermedad al

vecindario; lo cual tenía una cierta similitud con sus quehaceres previos.

Los Camilleros

La pobre dotación de este servicio obligaba a una morosidad difícilmente

compatible con nuestro concepto de urgencia: los camilleros limitaban su función al

movimiento manual de los heridos o enfermos y no contaban con motor alguno para sus

carros-ambulancia. El municipio acordaba con algunos propietarios de coches de

alquiler para que estos prestasen sus cocheros y sus caballos de tiro, quienes, una vez

enganchados a la ambulancia, actuaban como fuerza motriz de la misma.

El jefe del grupo de camilleros era quien recibía los avisos, bien en la caseta de

los camilleros (sita en las proximidades del Hospital en Achuri), bien en su propio

domicilio; debía, después, llamar al cochero, mandar a los camilleros que unieran el tiro

al carro ambulancia y partir a la búsqueda del enfermo o herido a trasladar.

Además, la caseta de los camilleros dejaba mucho que desear y se registraron al

respecto diversas quejas y protestas del personal de servicio. Al desplazarse el Hospital

hasta la nueva sede de Basurto, la situación mejoró porque se habilitó una nueva caseta

en la otra orilla de la Ría, en el muelle de Urazurrutia.

Motorización

Esta situación cambió por una causa inesperada: coincidiendo con subida de

precios y la etapa de expansión económica que supuso para Vizcaya y Bilbao la Guerra

Europea de 1914-18, se registró un encarecimiento de los costos que debía soportar este

servicio por el alquiler de los caballos de tiro, hasta que el anuncio hecho en el año 1919

por los adjudicatarios del contrato, Trinidad Martínez y Enrique de Arroita, de que

suspenderían el servicio si no se subían sus tarifas, llevó a la corporación a tomar una

resolución inesperada y proceder a la adquisición de dos camionetas aptas para ser

carrozadas como ambulancias.

La experiencia adquirida con la reciente compra de dos camionetas para el

Servicio de Desinfecciones permitió obtener el suficiente conocimiento de este moderno

sistema de transporte y elaborar un presupuesto bien fundado; y fue precísamente éste,

el presupuesto, el que animó a la corporación a decidirse por comprar dos camionetas,

cuyo coste de mantenimiento iba a ser sensiblemente menor que lo solicitado por los

propietarios de coches de alquiler.

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Estas nuevas ambulancias pronto se hicieron familiares para el vecindario de la

Villa, al que se dotaba de un medio de transporte para heridos o enfermos rápido y

cómodo.

Personal y funciones

Los camilleros abandonaron su caseta de Urazurrutia, desaparecieron como

cuerpo y se trasladaron a los nuevos locales del servicio de desinfecciones, al que iban a

quedar unidos a partir de 1919 por una razón que ahora nos puede parecer un tanto

extraña: los dos servicios debían compartir los mismos chóferes.

De esta forma quedó configurado el personal y el servicio hasta los años 80: un

grupo de cinco o seis chóferes que turnaba para mantener siempre a dos en servicio (uno

siempre listo para atender a una urgencia) y que compartía la conducción de la

ambulancia con la de las furgonetas de desinfecciones. Junto a ellos, los fumigadores-

camilleros que realizaban tanto las funciones de desinfección como la de transporte de

enfermos y heridos. Su número fue aumentando desde los 10 iniciales hasta 16.

Reforma del servicio

Hacia finales de los años 70 se va extendiendo por el mundo un nuevo concepto

de lo que debe ser un buen servicio de ambulancia: ya no se busca sólo un “traslado

rápido y en buenas condiciones”, sino que sea capaz de prestar una asistencia de

urgencia para estabilizar las constantes vitales del enfermo o herido y efectuar después

el traslado. El cine y la televisión, a través de las imágenes los paramédicos americanos

o de los helicópteros-ambulancia en la Guerra del Vietnam, contribuyen a extender este

nuevo concepto entre la población; aunque nuestras ambulancias continúan sin variar

sus viejos esquemas de funcionamiento.

Ya entrados en los años 80, la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos se

hace ineludible; por ello, entre 1983 y 1987, se efectúa un reforma del servicio que se

apoyará en cuatro pilares:

1- Transformación de los camilleros en Asistentes Sanitarios de Ambulancia, “ASA”, preparados para prestar una asistencia de soporte vital básico y para conducir el vehículo.

2- Incorporación de un Diplomado de enfermería o ATS en cada turno. 6 en total, preparado para prestar una asistencia de urgencia a un mayor nivel.

3- Creación de una dirección médica, encargada de la formación del personal, de la preparación de protocolos asistenciales y del control de los traslados y tratamientos realizados.

4- Adquisición de nuevos vehículos, equipados con modernos medios de transporte y de asistencia de urgencia.

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Así ha sido que el antiguo servicio de “Recogedores de Cadáveres” ha dado

lugar a un moderno y eficiente equipo de ambulancias, capacitado para prestar a los

vecinos de Bilbao la asistencia de urgencia que los tiempos actuales requieren.

Vehículos Las dos primeras camionetas-ambulancia, marca Panar modelo Lavasser, de 15 caballos, fueron adquiridos a la casa Asensio Ercoreca en un precio de 12.000 ptas.

Cuando todavía no habían pasado más que unos pocos años, el parque fue enriqueciéndose con la adquisición de nuevas ambulancias, esta vez de las marcas francesas Renault y Peugeot, cuyo tamaño y potencia del motor permitían transportar más de una persona por viaje.

Las enormes dificultades para la adquisición de vehículos durante los años de la

postguerra, obligaron a mantener en servicio las viejas Renault hasta la década de los 60 (y alguna de ella, hasta entrados los 70). Y aquí se conjugaron la calidad de los vehículos con el buen trato de los mecánicos municipales para conseguir que fueran mínimos los casos en que estas reliquias dejaran en tierra a algún herido.

Hacia 1968 se consiguió adquirir una ambulancia nueva; se trataba de un

automóvil marca Seat, modelo “1.500” con la distancia entre ejes alargada y carrozado como ambulancia, al que pronto siguió otro gemelo y por último, allá por 1970, un viejo sueño, una ambulancia todo terreno, marca Land Rover, capaz no sólo de acceder a zonas de monte, sino a los puntos negro del casco urbano, a los que no conseguían llegar los otros vehículos.

La facildad de adquisición de vehículos que se hizo patente en las décadas

posteriores permitió una mejora de los vehículos, hasta llegar a las actuales ambulancias, las que, cosa curiosa, recuerdan algo a aquellos viejos y magníficos furgones Renault.

Los primeros chóferes fueron Luis Sánchez Azpiazu y Juan Arana Senosiain (abril de 1919)

Parque de ambulancias en 1920

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Parque de ambulancias en 1948

Parque de ambulancias en 1964

Presentacion de tres nuevas ambulancias en 1972

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Parque de ambulancias en 1984

Parque de ambulancias en 2003