horizontes de los mundos posibles...fortalecimiento de las asociaciones para operar, trabajar...
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Horizontes de los mundos posibles Oikonomías campesinas
Raúl Prada Alcoreza
Índice:
¿De qué se trata?
La vía campesina y mundos de complementariedades 2
Arqueología de los códigos y umbrales de las sociedades 8
Horizonte de la vía campesina y de las sociedades complementarias 15
Racionalidad no-capitalista de la economía campesina 16
Dedicado a Pilar Lizárraga, quien ha consagrado su vida
académica y su vida de activista a la defensa de las comunidades
campesinas.
Aparentemente es una pregunta vaga. Es cómo asistir a una
conversación ya dada, donde alguien pregunta: ¿de qué se trata? Sin
embargo, no lo es. Es quizás la primera pregunta que debemos hacernos.
¿De qué se trata? También: ¿Por qué estamos aquí? Así como: ¿Qué
debemos hacer? Después podemos especificar el contexto de las
preguntas: ¿Se trata de acabar con el capitalismo? ¿De destruir el Estado?
¿De construir mundos alternativos? ¿Sin Estado? ¿Cuáles son estos
mundos? ¿Cómo hacerlo sin Estado? Sin embargo, las preguntas, el
contexto, la coyuntura y el lugar de las preguntas, se hacen específicos
cuando sabemos con quienes se habla.
Los interlocutores son los campesinos; estas unidades familiares de
producción agrícola y agropecuaria, estas economías campesinas que se
componen mediante combinatorias de distintas estrategias, siendo,
quizás las más importantes la estrategia comunitaria, devenida de la
matriz de las comunidades indígenas, y en contraste la estrategia del
mercado, donde se llevan productos a vender, donde se adquieren bienes
para el consumo familiar. La coyuntura es obviamente determinante, si
se puede hablar así. Hablamos del tema en un momento de crisis de las
economías campesinas, debido a la abrumadora competencia de las
empresas productoras de alimentos. Sin embargo, también es un
momento de crisis alimentaria, debido al monopolio ejercido por las
empresas trasnacionales, combinada con la crisis ecológica, ocasionada,
en parte por la ampliación de la frontera agrícola, la depredación
producida precisamente por estas empresas, la contaminación y la
desertificación de grandes áreas. Por estos motivos es indispensable
volver a discutir la vía campesina, la viabilidad de la economía campesina,
en un mundo atormentado por las múltiples crisis; financieras,
económicas, políticas, ecológicas, culturales y civilizatorias.
La vía campesina y mundos de complementariedades
¿Es posible un mundo tejido por la racionalidad campesina,
racionalidad que juega combinatorias de estrategias, combinatorias útiles
a la reproducción social basada en complementariedades? En otras
palabras: ¿Es posible un mundo de acumulaciones complementarias,
acumulaciones cualitativas que articulen armonías favorecedoras de los
ciclos de la vida? Especificando aún más: ¿Es posible una praxis ecológica
de las sociedades humanas? Estas no sólo son preguntas relativas a la
proyección utópica de un mundo alternativo, sino son preguntas urgentes,
existenciales, fuertemente vinculadas a la sobrevivencia humana.
Al respecto, responderemos con la tesis que llamaremos
campesinista y de las complementariedades ecológicas.
Tesis
1. La vía campesina no solamente debe ser posible si no que es
necesaria.
2. Es cuestión de vida lograr sociedades humanas articuladas
armónicamente a las ecologías de las que forman parte.
3. Las eco-sociedades son posibles por la realización de
complementariedades dinámicas, entre sociedades, entre
comunidades, entre sociedades y comunidades con los nichos
ecológicos y los ciclos de vida diversos.
4. Para tal efecto se requiere de comunicaciones e interpretaciones
diversas no sólo entre sociedades y comunidades humanas, sino
entre estas sociedades y estas comunidades humanas con las otras
sociedades no-humanas.
5. Para contar con esta oportunidad, la gran condición de posibilidad
histórica, de cambiar el rumbo de la historia, desbocada en una
carrera loca hacia el apocalipsis capitalista, es menester dar cabida
a la oportunidad de hacerlo, mediante transiciones deconstructivas
del capitalismo y del poder. Entre estas transiciones, quizás una de
las más importantes es la vía campesina. Es decir, la
campesinización de la economía, en la perspectiva de la soberanía
alimentaria, la campesinización de una parte importante de la
población mundial; por lo tanto, la redistribución demográfica,
territorial y social, buscando armonizaciones necesarias, en la
perspectiva de garantizar los ciclos de vida de la biodiversidad.
6. En este sentido, la reforma agraria a escala mundial, contemplando
los diversos ecosistemas, las distintas situaciones, los diferentes
contextos de “necesidades”, es una tarea política de prioridad.
7. Como consecuencia tenemos el desmontaje de las grandes
empresas trasnacionales de alimentos y de transgénicos, la
expropiación de estos monopolios latifundistas del monocultivo
depredador y de la producción de semillas “mulas” destinadas al
control capitalista de los ciclos productivos de alimentos.
8. Con esto no se quiere decir que se está en contra de la ciencia y la
biotecnología. De ninguna manera. Al contrario, se apuesta a la
creatividad, invención, despliegue de la ciencia y biotecnología;
creatividad e invención fortalecidas al liberarse de sus ataduras y
capturas, hechas por parte de empresas que las someten a la lógica
de la acumulación abstracta de la valorización dineraria. De lo que
se trata es de, con la intervención de las ciencias y la biotecnología,
potenciar los ciclos de la vida. A diferencia de lo que ocurre ahora,
cuando los ciclos de la vida se encuentran amenazados por el modo
de producción capitalista, por la acumulación extractivista, por
despojamiento y desposesión de la acumulación de capital, que
combina perversamente la reiterada y recurrente acumulación
originaria de capital con la acumulación ampliada de capital.
9. La dificultad se encuentra en la sustitución de los circuitos de
distribución, dirigidos por los circuitos de los mercados y los
circuitos comerciales, por circuitos y recorridos de
complementariedades, que se operen de manera altamente
eficiente y efectiva. Quizás el problema tenga que ver con la
medida; es decir, con la conmensuración; entonces tiene que ver
con la construcción del dato. En otras palabras, con la relación entre
cualidad y cantidad en la composición del dato. Se trata de construir
datos útiles a las lógicas y estrategias de las complementariedades,
descartando el equivalente general monetario, que sólo sirve para
medir la acumulación abstracta. Esta es una estadística al servicio
del despojamiento, de la desposesión y de la explotación.
10. La otra dificultad es lograr niveles de productividad altos no-
depredadores, no contaminantes, no destructivos de los
ecosistemas. Las ciencias y las tecnologías, las investigaciones
científicas, abiertas a la complejidad, deben resolver estos
problemas planteados. Deben encontrar ciclos de armonización y de
acumulación cualitativas equilibradas, de largo plazo y sostenibles.
11. Las transformaciones económicas, tecnológicas, científicas,
requieren de transformaciones institucionales, políticas, sociales y
culturales. Por lo tanto, hablamos de transformaciones integrales,
que logren reconexiones, rearticulaciones, reterritorializaciones
armoniosas de las sociedades humanas con sus ecosistemas.
12. Todo esto implica lograr conformar instituciones lo
suficientemente flexibles y plásticas, de tal forma que viabilicen la
democracia participativa, la transparencia efectiva, la construcción
colectiva de la decisión política, la rotación abierta, amplia y
complementaria de toda la sociedad.
13. También implica extender las formas combinatorias de
estrategias, de racionalidades, de estructuras operatorias, de
interpretaciones múltiples, de formas sociales que hacen a las
dinámicas de la alteridad social. No solo se postula un mundo
abierto, sino la realización efectiva de mundos posibles, de juegos
alternativos combinados, que, en definitiva, potencien los ciclos de
la vida y la potencia social.
14. Esto nos lleva a salir de la forma política estatal, de la forma
de Estado. Se trata de asociaciones de comunidades, de
asociaciones de productores, de asociaciones de consumidores, de
asociaciones de usuarios de todo tipo, de asociaciones de
inventores, científicos, tecnólogos, de investigadores y estudiosos;
es decir, de asociaciones diversas, que se conectan, se integran,
formando distintas composiciones, según los problemas y temas a
tratar, resolver y administrar.
15. El fluido juego de asociaciones, en distintas escalas, locales,
micro-regionales, regionales, mundiales, responden de manera
directa a las actividades y prácticas, a las dinámicas y ámbitos de
relaciones. No se requiere de la representación institucionalizada,
tampoco de la institucionalidad de la representación; tampoco de
las mediaciones burocráticas. Se trata de la fluidez de acuerdos
vitales, de la plasticidad de sus composiciones, así como del
fortalecimiento de las asociaciones para operar, trabajar
mancomunadamente, resolviendo problemas e inventando
soluciones colectivas y consensuadas.
16. Como se puede ver, se trata del ejercicio radical de las
autonomías, de las autogestiones, de las cogestiones, de las
autodeterminaciones, en todos los niveles y escalas. Se trata de la
preponderancia de la creatividad asociativa, de las distintas
conexiones que alguien pueda hacer simultáneamente o en
desplazamientos sucesivos. Hablamos de la liberación de la
potencia; de su realización múltiple, a través de las diversas
composiciones.
17. Empero, en el fondo, se trata de las dinámicas moleculares.
De devolver el control a la potencia creativa de las dinámicas
moleculares sociales, de devolver la orientación de lo molar a las
iniciativas, capacidades y posibilidades moleculares. Esta actitud y
desplazamiento implica abolir el fetichismo institucional, el
imaginario molar que atribuye “vida” a las instituciones, como si la
tuvieran, cuando son las instituciones aparatos de captura de la
vida, de los flujos de vida, de la energía y de las fuerzas de las
dinámicas moleculares.
18. No se trata de descartar la dinámica molar, la dinámica de las
instituciones, sino, si se quiere, poner las cosas en su sitio, las
dinámicas moleculares no pueden ni deben ser sometidas a la
rigidez, al control y dominio de las dinámicas molares. Mediante
este procedimiento imaginario, relativo a al fetichismo institucional,
acompañado por procedimientos materiales de captura, por
procedimientos de vigilancia y castigo, de suplicio y disciplina, de
control y simulación, se inhibe la potencia social, se limita las
capacidades sociales, se somete las dinámicas moleculares a
normas, a reglas, a prácticas reiterativas, repetitivas de un molde
de comportamientos y conductas, que en definitiva se remiten a la
constitución de un “sujeto” sujetado, de un “sujeto” dependiente de
las instituciones. De un “sujeto” subordinado a las disposiciones
estructurales de las dominaciones polimorfas, legitimadas por la
institucionalidad.
19. La reproducción social por la vía institucional, por la vía de la
preponderancia y control molar, es la reproducción del fantasma,
del fetichismo estatal. En este campo de diagramas de poder, las
moléculas sociales son condenadas a entregar su energía, su fuerza,
su potencia capturada, a la reproducción política del campo
institucional, del campo burocrático, del fantasma del Estado. El
biopoder succiona la vida de la biopolítica.
20. Devolver el control del torrente de las prácticas, actividades,
invenciones, composiciones diversas, a las dinámicas moleculares,
implica convertir a las instituciones en herramientas provisorias y
plásticas, al servicio de los requerimientos de las composiciones
múltiples de las dinámicas moleculares. Este es el ejercicio radical
de la democracia participativa, sin restricciones, expansiva y en
constante profundización.
21. Son los pueblos los que deben retomar el control de la
construcción de la decisión política y de la gestión común, de la
gestión comunitaria. Son las comunidades que componen los
pueblos, comunidades ancestrales y comunidades en devenir, son
las plurales asociaciones proliferantes que componen las
sociedades, las que deben reasumir el control de la decisión política.
Esto equivale a dinamizar las formas de las herramientas molares,
de las herramientas institucionales, otorgándoles flexibilidad y
plasticidad. Esto equivale a ejercer plenamente la potencia social,
dejando abierto los campos y los espesores de posibilidades.
22. Esto implica conformar formas molares e institucionales
mutantes, cambiantes, en constante devenir, aptas para adecuarse
a las composiciones de las dinámicas moleculares, a los problemas
que se enfrentan y a las soluciones elucidadas. Estas formas no son
estatales, no corresponden al Estado, no responden a las capturas
y su reproducción, sino a desplazamientos libres, a flujos creativos,
al devenir permanente de la vida en sus múltiples e innovadoras
formas.
23. No hay necesidad de Estado; al contrario, esta macro-
institución es un obstáculo y un peligro para la realización plena de
la democracia participativa. Se requieren consensos, acuerdos,
deliberaciones, en todos los terrenos, en todos los escenarios,
usando mecanismos rápidos, no burocráticos, para efectos de su
operacionalización.
24. Con el desmoronamiento del fetichismo estatal, los pueblos
pueden borrar las fronteras imaginarias de la geopolítica del
sistema-mundo capitalista, están en condiciones de conformar una
confederación de los pueblos del mundo, democrática participativa,
que sea capaz de atender efectivamente los grandes problemas
heredados de la humanidad. Heredados de la genealogía estatal, de
la genealogía colonial y de la genealogía capitalista.
Arqueología de los códigos y umbrales de las sociedades
Manuel DeLanda en A New Philosophy of Society, en la introducción
a la teoría expone, teniendo en cuenta la configuración de la telaraña,
lo que nosotros llamaremos la arqueología de los códigos y de los
umbrales de las sociedades humanas1. Dice que un primer umbral se
encuentra con la emergencia del código genético, que constituye la
1 Manuel DeLanda: New Philosophy of Society. Assemblage Theory and Social Complexity. Continuum
memoria sensible, el programa y engrama, hasta podríamos decir, la
gramatología, de la vida y de las especies, haciendo eficiente la
administración de energía, usando las enzimas como catalizadores, e
inscribiendo en los cromosomas los códigos de identidad. Los códigos
genéticos devienen códigos somáticos, códigos corporales, códigos
biológicos en la proliferación de sistemas de señales, de indicatum, de
marcas, de perfiles, de colores, de olores y espesores; de lo que
podríamos llamar, metafóricamente y retrospectivamente, los "arje-
lenguajes" previos, anteriores al lenguaje. Las "arje-escrituras"
previas, anteriores a la escritura misma. El haber cruzado este umbral
genético da lugar a múltiples y plurales conexiones, composiciones,
redes, combinaciones, diversos recorridos de las especies en sus
continentes ecológicos. En las condiciones de estas complejidades no
es posible sostener la tesis de la causalidad, de la linealidad, de la
relación determinista de causa-efecto. Estamos ante el despliegue de
una complejidad enorme; pero, también ante la evidencia de
operaciones y operatividades altamente eficaces. Las decodificaciones
moleculares diversas llevan a ocasionar efectos estructurales internos,
así como también efectos estructurales en los ámbitos, que
llamaremos, como de costumbre "externos", sin discutir todavía esta
delimitación entre lo "interno" y "externo". Los ámbitos “externos” se
crean y recrean a partir de las dinámicas de relaciones, conformando
también conglomerados, más o menos estructurados, conglomerados
que, a su vez repercuten en las estructuras "internas". Estamos ante
una multiplicidad de condicionamientos, determinaciones y
efectuaciones, que se suceden por "capturas", decodificaciones,
asimilaciones y metabolismos propios. La proliferación espontánea de
esta innovación constante y recurrente de la vida se da lugar al
instante, en sus formas azarosas y necesarias, a la vez.
El segundo umbral es el de los códigos del lenguaje, los códigos
lingüísticos. Según Manuel DeLanda el cruzar este umbral lingüístico
ha dado lugar, en las sociedades humanas, a una complejidad mayor
de las relaciones, por lo tanto de las estructuras sociales. Así mismo
ha extendido enormemente los alcances del espaciamiento de las
conexiones, de la irradiación de los intercambios y concomitancias
poblacionales. La codificación-decodificación de los sistemas
lingüísticos ha cohesionado comunidades, ha conformado sociedades,
ha constituido naciones, llegando a complejizar los mismos ámbitos de
relaciones, las estructuras y sistemas de relaciones, avanzando de
formas locales de intercambio, a formas regionales, nacionales y
mundiales de intercambio. El ejemplo ilustrativo es la historia de los
mercados. En esta evaluación del umbral y el horizonte de los códigos
lingüísticos, Manuel DeLanda detecta las limitaciones disciplinarias de
las teorías sociológicas. Uno de los obstáculos epistemológicos de
estas teorías es el encontrarse apegadas a las lógicas linealistas,
causalistas y deterministas. Sólo cuando se considera la perspectiva
de las probabilidades y de las distribuciones estadísticas, se toman en
cuenta otras contingencias, otras "lógicas", no linealistas, no
causalistas y no deterministas. Aunque se lo hace en términos de la
relatividad probabilística.
Retomando la evaluación de DeLanda nos hacemos preguntas, que
nos parecen pertinentes. ¿Si la actividad y la explicación de las
actividades se encuentran en las dinámicas moleculares, por qué, las
sociedades humanas, al cruzar el umbral de los códigos del lenguaje,
se han obsesionado por composiciones molares estables, que terminan
siendo aparatosas, poco operativas, escasamente eficaces, dejando
pendiente problemas sin solución; falencia compensada apenas con la
ilusión imaginaria del cumplimiento de los fines? ¿En qué momento se
produce la transferencia de la potencia de las dinámicas moleculares a
la captura institucional de las estructuras molares? ¿Por qué las
sociedades humanas han llevado tan lejos las cosas, esta
subordinación de lo molecular a lo molar, que han puesto en peligro su
propia sobrevivencia? Estas son las preguntas que vamos a tratar de
responder.
La codificación ligústica, que se efectúa recurriendo al sentido del
oído y al sentido de la vista, prioritariamente, requiere de una
decodificación no física, no química, no biológica, sino, mas bien,
imaginaria. La interpretación lingüística no es exactamente física, ni
química, ni tampoco biológica, aunque intervengan estas condiciones,
sino más bien virtual. Lo que se reproduce es la imagen visual, la
imagen acústica, la imagen táctil, la imagen olfativa, la imagen del
gusto; es decir, la imagen perceptual. Pero, también la imagen
afectiva. Se pone en actividad la imaginación, la imaginería de la
imaginación. Se pone en juego la capacidad creativa de la imaginación.
Ya no se trata sólo de reproducción de imágenes, sino de producción
de imágenes; se trata de la invención imaginaria, también de la
experimentación de “vivencias” imaginarias, que aunque no se hayan
dado efectivamente, se dan virtualmente. Las sociedades humanas
terminan otorgándole tal importancia a estas “vivencias” imaginarias
que se convierten en el mundo referencial primordial.
Se puede decir que se produce como una interiorización de las
relaciones; la “exterioridad” vital es sustituida por la “interioridad”
intensa. El ser humano está como volcado a “mirar” su “interior” o, si
se quiere, también a “mirar” desde su “interior”. Ocurre como si se
diera una odisea en el mundo “interior”. Un viaje al “interior” del
microcosmos. Pero, se trata de un cosmos virtual, aunque
corresponda, en parte, de manera transformada, al cosmos “real”. Es
en este mundo o mundos imaginarios donde debemos encontrar las
explicaciones buscadas.
La preponderancia de la imaginación en los horizontes de la
codificación-decodificación lingüística ocasiona que las respuestas, las
acciones, no solo se efectúen teniendo en cuenta el referente
primordial, que es la “realidad”, sino teniendo en cuenta el referente
intenso, que es imaginario. El ser humano tiende a actuar para este
referente intenso y en escenarios imaginados, correspondientes a este
referente intenso. El ser humano se dirige a sus dioses, a sus
demonios, a sus espíritus, las fuerzas inmanentes. Se puede decir que
el mundo del ser humano es este mundo habitado por fantasmas.
Ofrenda sacrificio a sus dioses, danzas, músicas, cantos, levanta
monumentos, efectúa ritos y ceremonias. Se entrega a sus dioses,
dedicándole su vida. El mundo “real” es una “apariencia” o una
provisionalidad; el mundo que importa es el imaginario. Se entiende
entonces que las instituciones que crea el ser humano también estén
dedicadas a sus dioses, a satisfacer los requerimientos de los dioses.
El ser humano no vive para “sí mismo” sino para sus fantasmas;
convierte este “sí mismo” en el vinculo esencial con sus fantasmas. Se
entiende entonces que sus fantasmas se conviertan en sus amos.
Ahora bien, los fantasmas no son solamente fantasmas, sino que
devienen espectros, adquieren presencia, se manifiestan. Las
respuestas son corporales, son materiales, adquieren cuerpo, se
realizan efectivamente. Los fantasmas forman parte de la materialidad
de las instituciones; adquieren forma en las relaciones efectuadas, en
las prácticas y acciones, en las estructuras sociales que se conforman.
Por ejemplo, las instituciones conformadas para lograr el control de la
descendencia, los clanes, son formas sociales de relaciones y reglas,
cuyo sentido corresponde al fantasma; la prohibición del incesto. Como
ocurre también con las instituciones de iniciación, correspondientes a
las transformaciones corporales, al comienzo de la caza, de la pesca,
de la recolección, de la agricultura. Todas estas instituciones están
vinculadas a su sentido mítico. Su “origen” se ha despegado de su
invención humana, para convertirse en una transferencia de los
espíritus o de los dioses, de los espíritus encarnados en los animales o
de los dioses que bajan del cielo.
Este sentido mítico es lo que llama la atención. No se trata de una
reacción directa, como en el caso de la “decodificación” física, la
“decodificación” química, la “decodificación” biológica, sino de una
reacción construida. Una respuesta construida sobre la base de la
interpretación imaginaria. ¿Cuál es la importancia de esta
decodificación imaginaria? ¿La decodificación lingüística crea mundos?
La invención, implícita en la vida, ya no es solamente una invención
biológica, una invención molecular, lo que de suyo conlleva una
invención atómica, una invención cuántica, sino una invención también
virtual. Las instituciones no son solamente biológicas, aunque
correspondan al biopoder; si bien son invenciones biopolíticas, son
también estructuras de valores, de normas, de reglas, además de
corresponder a lugares, a construcciones, y obviamente, además de
estar cargadas de símbolos y formar parte de narrativas. Las
instituciones forman parte del “universo” afectivo y de la historia
violenta de las sociedades humanas, del mapa imaginario y también
de la cartografía de sus territorializaciones. Las sociedades humanas
han construido instituciones para arraigarse; sin embargo, lo hacen de
una manera paradójica, pues actúan en escenarios imaginados.
No es que la interpretación imaginaria no corresponda a los
referentes de la “realidad”; de ninguna manera. La correspondencia se
da, sino no podría haber decodificación e interpretación. Lo que pasa
es que la interpretación se efectúa en otros términos, distintos a las
“decodificaciones” o reacciones físicas, distintas a las
“decodificaciones” o reacciones químicas, distintas a las
“decodificaciones” sensuales y afectivas biológicas. La decodificación
es de signos y la interpretación es de imágenes. ¿Qué es lo que se
decodifica entonces? El sentido de las palabras, que después se
convierte en la interpretación del sentido de las “cosas”. Ocurre como
si las palabras se hubieran apoderado del sentido de las “cosas”, del
“espíritu” de las “cosas”. Al hacerlo, después, ya no se trata de
decodificar el sentido de las palabras, sino el sentido de las “cosas”,
como si lo tuviesen. Los mudos de las sociedades humanas son mudos
con sentido.
El ser humano se relaciona con el universo, con las existencias del
universo, los “seres” del macrocosmos y del microcosmos,
atribuyéndoles sentidos. Por lo tanto, la relación es a través de
narrativas. ¿En qué aporta, en qué ayuda, esta decodificación
lingüística a la sobrevivencia humana? Fuera de todo lo que se ha dicho
del “animal racional”, del “animal del lenguaje”, del “animal simbólico”,
del “animal técnico”, es indispensable averiguar en qué le ha ayudado
la interpretación imaginaria.
Las sociedades humanas, fuera de encontrar sentidos en las
palabras y en las “cosas”, han encontrado sentido en el “todo”, en la
“totalidad”, así como en la temporalidad de este “todo” y de esta
“totalidad”; hablamos de sentido como dirección, como orientación,
sobre todo como telos. Las sociedades humanas han encontrado fines.
Por lo tanto, se han impuesto la voluntad de seguir el curso anunciado,
descubierto, hecho inteligible. Se puede decir que las sociedades
humanas son la realización resuelta de las voluntades. ¿Es inherente a
las sociedades humanas la voluntad de dominio o, mas bien, se trata
de otra voluntad, “voluntad” en sentido estético, en sentido creativo,
como voluntad de potencia? Esta es una pregunta crucial, sobre todo
para interpretar las historias de las sociedades humanas, para
responder a la pregunta de por qué se ha tomado el rumbo de la
hipertrofia institucional, que termina convirtiéndose en una malla
subyugante de los seres humanos.
Se ha observado en las historias de las sociedades humanas,
sedentarias, estratificadas, diferenciadas y jerarquizadas, que el
sector, el estrato, la clase dominante, despierta y manifiesta
arrolladoramente la voluntad de domino. Voluntad de dominio que
irradia a toda la sociedad, empujando a la misma a ejercer también
dominio sobre otras sociedades. En la modernidad se hace patente la
voluntad de dominio de las sociedades capitalistas sobre la
“naturaleza”. Empero, ¿qué pasaría si se trataría de sociedades no
diferenciadas, no estratificadas y no jerarquizadas, si estamos ante
sociedades comunitarias? ¿Despierta la voluntad de dominio o emerge
otra forma de voluntad, mas bien, de convivencia, de coexistencia
complementaria y de reciprocidad? ¿Hay voluntad de convivencia, de
coexistencia, complementaria y de reciprocidad? ¿Hay voluntad
asociativa? Se puede decir que sí, pues, de lo contrario, no habría
sociedad. Se puede decir incluso, que la voluntad asociativa, de
asociación, es primordial, es la voluntad primera, anterior a la voluntad
de dominio. Es más, la voluntad de dominio no podría darse sin la
realización de la voluntad asociativa. Usando metáforas físicas,
podemos decir que las fuerzas de “atracción” son determinantes en el
movimiento de las composiciones moleculares. La voluntad de dominio
viene a ser una adulteración de la voluntad de asociación, en las
condiciones de las sociedades estratificadas y jerarquizadas.
Dejaremos pendiente la discusión sobre la voluntad, sobre si
podemos seguir hablando de voluntad. Sobre si es mejor hablar de
intencionalidad o, quizás, yendo más lejos, de relaciones y estructuras
condicionantes, sin “sujeto”. Esta discusión conceptual, de definición,
no interesa por el momento; haría perder el hilo de la discusión.
Interesa preguntarse, ahora, por el momento, si el ser humano está
condenado a la emergencia y manifestación reiterada de la voluntad
de dominio, si está condenado a reproducir instituciones de
dominación, por lo tanto, sociedades atrapadas en las mallas de poder
de los mapas institucionales.
Siguiendo entonces la discusión, vemos que no puede explicarse la
voluntad de dominio sin la anterioridad de la voluntad de asociación.
También hemos visto que la voluntad de dominio aparece en
sociedades diferenciadas, estratificadas y jerarquizadas. Esto quiere
decir que la voluntad de dominio se encuentra íntimamente vinculada
a la predisposición de la “clase” dominante, a su sentido de mando, a
su perspectiva centralizada, a su pretendida superioridad “natural”,
divina, legitima. Ciertamente la dominación tiene que ver con la
operación de captura, que se da en toda asociación, en toda
composición molecular; empero, no se trata de “capturas” de
composición espontanea, sino de capturas impuestas, después
institucionalizadas, para convertirse en habitus. Cuando la “captura”
se institucionaliza, pierde espontaneidad y consenso, para convertirse
en una obligación. La captura se convierte en violencia materializada
en la estructura institucional, en conducta orientada a fines; por lo
tanto, en dominación que induce comportamientos y moldea cuerpos.
Que esto haya ocurrido en las historias de las sociedades humanas,
no quiere decir, no implica, que el ser humano está condenado a
hacerlo indefinidamente. De lo que se trata es de remover la matriz de
la que emerge la voluntad de dominio, desplegar la voluntad de
asociación, en sus formas complementarias y de reciprocidad. Este
remover y este hacer reemerger la voluntad de asociación no puede
darse sin transformar las sociedades, sin transformar las estructuras
institucionales, que son las que se cristalizan en los huesos como
voluntad de dominio. Se trata entonces de constitución de “sujetos” y
subjetividades emancipadas, de “sujetos” y subjetividades impulsadas
por voluntades asociativas espontáneas y consensuadas.
Horizonte de la vía campesina y de las sociedades
complementarias
Volviendo a la vía campesina y a las sociedades de las
complementariedades y reciprocidades, podemos ponderar que en
esta vía se encuentra la posibilidad de una transición pluralista, la
posibilidad de jugar a la combinatoria de mundos, de estrategias
diversas que crucen los mundos, que interpreten los mundos a partir
de una hermenéutica efectiva intercultural; combinatoria que
reproduzca, en todo caso, el núcleo matricial, la comunidad de vida,
sin dejarse arrastrar por las “lógicas” de los mundos. Se trata de liberar
en los seres humanos el cúmulo de capacidades creativas, de
potencialidades inventivas, liberar sus devenires, su potencia mutante.
Racionalidad no-capitalista de la economía campesina
Ante la sorpresa de los economistas de la persistencia de la
economía campesina, a pesar de no ser rentable, desde el punto de vista
del cálculo económico, es indispensable preguntarse sobre lo que
llamaremos racionalidad campesina o, si se quiere, otra racionalidad, no
abstracta, distinta a la racionalidad de la valorización del valor capitalista.
Sabemos que hay distintas racionalidades; que es imposible pretender
que la única racionalidad sea la abstracta, reducida incluso al cálculo
cuantitativo. Racionalidad abstracta reducida al paradigma de la
inferencia o, si se quiere, también de la deducción. Racionalidad abstracta
expresada, en el extremo de la figura utilitarista, como adecuación de
medios a los fines. Esta fue la racionalidad que impuso la modernidad,
reduciendo al extremo las capacidades, las facultades, las posibilidades,
de la inteligencia humana. Inteligencia convertida en instrumentalidad,
como si fuese una herramienta. Desde otra perspectiva, desde la
perspectiva histórica, mejor dicho desde la perspectiva arqueológica,
genealógica y topológica, la racionalidad es potencia ideacional; crea
ideas y conceptos, construye modelos ideales que simulan la “realidad”,
es capaz de adquirir información, guardarla, memorizarla, usarla,
anticiparse a las acciones. La racionalidad acompaña a toda acción, a toda
práctica, a toda conducta y comportamiento humanos. Dejaremos
pendiente la discusión de la diferencia entre razón y locura. Dejaremos
en suspenso la tesis psiquiátrica de que cuando interviene la locura no
hay razón. Nos interesa ahora comprender la potencia múltiple de la
razón. Su capacidad de interpretar la experiencia, los fenómenos
sensibles, construir, a partir de la experiencia y de la multiplicidad de
singularidades, que afectan y forman parte de la experiencia, conceptos;
es decir, composiciones imaginadas de los acontecimientos. La
experiencia no solo es guardada en su dispersión de singularidades
múltiples, sino que es asumida como articulación de sucesos, como
integración de eventos, si se quiere, como “estructura” inherente,
explicativa de lo que acontece. Al respecto, no hay una sola forma de
conceptos, tampoco una clasificación de los mismos, como si pudieran ser
fijados a un cuadro como mariposas disecadas. Los conceptos son
dinámicos, profusos, proliferantes, creativos, constantemente
inventados, de acuerdo a las experiencias. No hay pues una sola forma
de racionalidad, sino múltiples; sobre todo, la capacidad de construir
nuevas formas de racionalidad inéditas.
Desde esta perspectiva, de la dinámica potente de la razón, no es
aceptable la reducción simplista de los economistas, que consideran la
economía campesina a partir de la “racionalidad” capitalista. Lo que estos
economistas hacen es mostrar las limitaciones estrictas que han impuesto
a su propia racionalidad, reduciéndola a una caricatura sin gracia.
Partimos de otra hipótesis: si las economías campesinas persisten es
porque se mueven bajo otras racionalidades o, si se quiere, otra
racionalidad. Hay que preguntarse por lo tanto, ¿cuál es esta racionalidad
o cuáles son estas racionalidades?
Hipótesis
Las oikonomías2 campesinas son formaciones sociales basadas en
la producción de alimentos, sean estos agrícolas, pecuarios o de otra
índole. La matriz de las formaciones campesinas es comunitaria, aunque
la comunidad haya sufrido procesos de descohesión, de disgregación o de
privatización. Las oikonomías campesinas se enfrentan a entornos
económicos que no controlan, como el mercado, sobre todo como los
circuitos de la economía capitalista, comprendiendo todas sus formas de
manifestación. Las economías campesinas también tienen al Estado como
referente politico, el Estado que promueve o inhibe la reforma agraria. Así
como un conjunto de instituciones con las que entra en relación, ya sea
por motivos religiosos o por motivos de promoción. Ciertamente, las
oikonomías campesinas se encuentran en territorialidades determinadas,
en ámbitos, ecosistemas y nichos ecológicos determinados, que son como
condiciones de posibilidad ecológica de las oikonomías campesinas. En
estas circunstancias, las oikonomías campesinas tienen que actuar
considerando todas sus interrelaciones con estos entornos, matrices y
condiciones de posibilidad.
Las oikonomías campesinas responden a estos entornos, matrices,
condiciones de posibilidad, diversas y diferenciales, con racionalidad o
racionalidades combinatorias. Adaptan estos “mundos” a la “lógica” de
reproducción de su oikonomía; también se puede observar que despliegan
distintas estrategias en relación a estos entornos, matrices y condiciones
de posibilidad. Estas estrategias no están desconectadas; al contrario,
forman parte de una combinatoria distribuida que apunta a la
preservación y acrecentamiento de la oikonomía campesina. El cálculo y
la conmensuración, en este caso, no puede darse, ni mucho menos, sobre
2 Hablaremos de oikonomías, ya no de economías, no sólo para volver al sentido original de oikos, hogar, sino para desligarnos de la lógica” cuantitativista, reducida a la ponderación aritmética del equivalente general. Lo hacemos para visualizar las formaciones campesinas en su complejidad.
la base de una sólo medida, el equivalente general, la moneda. Este
reduccionismo llevaría a la incomprensión de las oikonomías campesinas,
como ocurre con los economistas. Tampoco decimos que nos
encontramos ante la ponderación de los valores de uso, en contraposición
del valor de cambio, que es la tesis marxista. Este es otro reduccionismo,
complementario al anterior. De manera distinta, estamos ante
ponderaciones, en plural, basadas en distintas medidas, dependiendo de
los casos y las relaciones. Las ponderaciones son tanto cualitativas como
cuantitativas, los bienes y las cantidades.
Una de las medidas tiene que ver con los bienes que produce la
oikonomía campesina, sus calidades y sus cantidades. Esta medida está
relacionada con el tiempo de producción, con el ciclo agrario. Así como
con el esfuerzo que se requiere, esfuerzo diferenciado en los cuerpos y
sujetos que intervienen en la producción. Añadiendo a estas medidas,
aparecen las herramientas, los animales empleados, otros insumos. En
este primer ámbito de medidas, el movimiento y la distribución de las
mismas tiene que armonizar con las disponibilidades de la oikonomía
concreta. La relación con los otros ámbitos es, en principio de adaptación.
Por ejemplo, con el mercado, el problema es qué es lo que se puede
conseguir del mercado para la propia reproducción, qué es lo que se
puede llevar al mercado para la propia reproducción. Ahora bien, en la
medida que el mercado se hace cada vez más importante, en la medida
que se consiguen más cosas en el mercado para la reproducción, en la
medida que se llevan más productos al mercado, que se empieza a
producir para el mercado más que para la reproducción, la racionalidad
del mercado invade el espesor de la oikonomía campesina, arrinconando
la racionalidad combinatoria y diversificada de la formación campesina.
En estas circunstancias la oikonomía campesina puede llegar a perder su
propia racionalidad, sustituyéndola por la racionalidad del mercado. De
esta manera, cuando ocurre esto, la formación campesina se vuelve
altamente vulnerable y dependiente.
La relación con el entorno estatal es también, en principio, de
adaptación. Se usa al Estado para conseguir la reforma agraria, también
otras reivindicaciones como educación y salud, así como apoyos de
políticas y de financiamiento para promover las economías campesinas.
Se compromete con el Estado lealtades. Sin embargo, cuando las
“lógicas” estatales preponderan, cuando invaden los espesores de las
oikonomías campesinas, también se arrincona a la racionalidad
combinatoria y diversificada campesina, sustituyéndola por relaciones
clientelares y prebendales. Cuando ocurre esto, cuando la oikonomía
campesina es cooptada por el Estado, la oikonomía campesina ha perdido
su autonomía de gestión.
Como se puede ver, las relaciones de la oikonomía campesina con
sus entornos son problemáticas. Es difícil, todo un desafío, mantener los
“equilibrios”, mejor dicho las equilibraciones, de todas estas
interrelaciones. Es problemático preservar la reproducción de la
oikonomía y su acrecentamiento, conteniendo las invasiones de otras
“lógicas” y otras estrategias, que, en general, son destructivas de la
oikonomía campesina.
Por de pronto, no seguiremos con más entornos. Cada uno tiene su
propia peculiaridad y su particular efecto sobre el espesor de la oikonomía
campesina. Se requiere descripciones exhaustivas, además de evaluar el
efecto del conjunto. Pasaremos a considerar la relación de la oikonomía
campesina con la matriz comunitaria.
La oikonomía campesina deviene de la comunidad ancestral, esta
es su matriz. La comunidad ancestral puede tener muchos nombres,
dependiendo de las lenguas, de las culturas, de su devenir civilizaciones,
puede adquirir distintas configuraciones, distintos perfiles, diferentes
instituciones inaugurales, hasta trayectorias variadas de las instituciones
constituidas; empero, mientras conserva lo común como acceso colectivo
y directo, incluso bajo normas y procedimientos propios, legitimados por
sus instituciones culturales, la comunidad se preserva a través de sus
transformaciones y por medio de su reproducción social. Las oikonomías
campesinas aparecen cuando las comunidades ancestrales se ven
sometidas a presiones de fuerzas “externas” a la comunidad, cuando
estas fuerzas, movidas por otras lógicas, no-comunitarias, obligan a
relaciones discordantes, que inducen adecuaciones estructurales internas,
incorporando estructuras, instituciones y lógicas no-comunitarias en su
propia reproducción social comunitaria. Es cuando se desprende una
racionalidad combinatoria, que busca preservar la reproducción
comunitaria, en un ámbito abierto de relaciones discordantes,
intercambios, coacciones, como las tributaciones, subordinaciones a
macro-instituciones, como las relativas a los imperios y a los estados. Las
oikonomías campesinas adquieren perfiles variados, dependiendo de las
historias locales, regionales, nacionales, dependiendo de los contextos y
las coyunturas, dependiendo de las formas de expansión del mercado, de
las formas de subsunción al capital, dependiendo de su inserción en la
economía nacional y su inclusión en el Estado-nación. Las reformas
agrarias le van a otorgar una expansión proliferante en el continente,
adaptando su racionalidad combinatoria a las condiciones ecológicas,
geográficas y sociales de sus “entornos”. Contando con los recorridos y
circuitos de sus productos, como trayectorias de reproducción social,
como líneas de intercambio, como entrega de su energía, de su fuerza de
trabajo, de sus bienes, a la sociedad mayor, al mercado y al Estado-
nación, a las cartografías institucionales donde está inserta.
No hay una oikonomía campesina, sino una pluralidad de formas de
oikonomía campesina. Precisamente esta pluralidad de formas se debe a
su racionalidad combinatoria; por lo tanto, el perfil adquirido en un
ecosistema, en una geografía local, en un ámbito regional, dependen de
la composición de la combinatoria. Lo sugerente de la oikonomía
campesina es que logra preservas el tejido comunitario en la amalgama
de sus combinaciones y composiciones. Usa el mercado, tanto para llevar
productos como para adquirirlos; usa al Estado tanto para legitimar sus
posesiones como para adquirir servicios, adquirir derechos, adquirir
tierras, como cuando se da la reforma agraria; también se usa al Estado
para acceder a la escuela, a la salud e infraestructuras. La oikonomía
campesina usa a la iglesia tanto para hacer circular sus sincretismos como
para obtener cierta atención a determinados problemas; así como usa a
la ONGs tanto para canalizar demandas como para obtener inversiones
concretas en proyectos determinados. En la medida que esta amalgama
de relaciones y combinaciones de distintas lógicas, que obviamente,
terminan internalizándose, no afecte la reproducción del tejido
comunitario, la racionalidad combinatoria es parte de las estrategias de
sobrevivencia y reproducción de la comunidad. Incluso esta comunidad
puede haber perdido la forma de “propiedad” comunitaria de la tierra,
puede haberse diseminado en una distribuida propiedad privada,
compuesta de unidades familiares; empero, en la medida que el uso del
territorio, el manejo de los bosques, las cuencas, la complementariedad
y reciprocidad de los trabajos, siga siendo comunitaria, el tejido
comunitario se mantiene. Lo que importa es la preservación y la
reproducción del substrato comunitario. Sin embargo, cuando la invasión
del mercado es preponderante, termina como imponiendo una suerte de
hegemonía, termina dominando “espacialmente”, en el espectro de las
cartografías, cuando, por ejemplo, se pasa de una producción
diversificada al dominio mayor del monocultivo, destinado al mercado, la
oikonomía campesina pierde su racionalidad combinatoria, sustituyéndola
por la “lógica” del mercado, perdiendo con esto su capacidad de
reproducción social comunitaria, dejándose llevar a su extinción, y
transformándose en un dispositivo más de la economía capitalista. Lo
grave es que esto, su reducción a dispositivo en el sistema-mundo
capitalista, ocurre en sus formas más homogéneas, mas estructuradas,
en las formas que no aceptan combinatorias y racionalidades campesinas,
sino sólo la de la ganancia, el cálculo del costo y el beneficio.
Lo mismo pasa en la relación de la oikonomía campesina con el
Estado. Cuando se estataliza los espacios, planos de intensidad,
espesores de intensidades, de las oikonomías campesinas, cuando la
escuela forma parte de la reproducción social, cuando se cooptan a las
dirigencias, cuando se incorporan a las comunidades en proyectos,
cuando se atraviesa a la población con políticas y los conflictos políticos.
No es que las oikonomías campesinas no tengan que hacerlo, sino cuando
el Estado anula sus autonomías, sus capacidades de juego, sus maniobras
combinatorias, entonces las oikonomías campesinas también se
extinguen, dándose lugar a asentamientos, pueblos, estratificados,
incorporados a la reproducción estatal. La pérdida de autonomía política
equivale también a algo parecido a la pérdida de gestión propia en la
producción, distribución y consumo.
En otro terreno, algo análogo pasa cuando la evangelización
dogmática ocupa los espesores subjetivos de las comunidades
campesinas, quitándoles autonomía en la constitución de sus sincretismos
hermenéuticos y religiosos, imponiendo la ortodoxia de la escritura
bíblica, de la interpretación protestante y de la moral individualizante.
Cuando las comunidades campesinas pierden cierta autonomía en su
gestión espiritual, más parecida al politeísmo, que al monoteísmo
cristiano, las comunidades pierden su capacidad imaginativa. En la
medida que las comunidades campesinas puedan jugar con las distintas
narrativas religiosas, puede preservar su capacidad interpretativa e
imaginativa, sacando tajada de sus sincretismos, interpretando desde su
memoria activada. Cuando esto ya no ocurre, cuando se ha dogmatizado
a los pueblos, a los asentamientos, se ha inoculado nuevamente la
consciencia culpable, y a través de esta culpa se ha abierto nuevamente
el camino a los nuevos disciplinamientos.
Otro ámbito de relaciones es el relativo a las ONGs. Estos
dispositivos de la “sociedad civil” crean también sus clientelas en las
dirigencias, en los lideratos, en la promoción de líderes, en la implantación
de proyectos, educativos, formativos, culturales, económicos,
productivos, de género y otros perfiles. Cuando los proyectos de las ONGs
se convierten en preponderantes, las comunidades campesinas se hacen
dependientes de los proyectos y de las ONGs. Pierden también su
autonomía en distintas formas de gestión. Mientras no ocurra esto y las
comunidades campesinas puedan usar estas propuestas sobre la base de
su autogestión y autodeterminación, sobre la base de su propia
racionalidad combinatoria, estos proyectos pueden formar parte de la
gama de alternativas en la estrategia de reproducción comunitaria.
Como se puede ver, el secreto radica en preservar la racionalidad
campesina, la capacidad combinatoria; cuando se ha perdido esta
capacidad de maniobra, que preserva el tejido comunitario, la oikonomía
campesina se extingue, dándose lugar a procesos de proletarización,
combinados con procesos de empresarialización de las mismas economías
campesinas, acompañados por procesos migratorios, sobre todo hacia las
grandes ciudades.
¿Por qué es importante la existencia de la oikonomía campesina?
Porque se trata de un núcleo complejo de articulaciones sociales, que hace
de puente entre mundos, que hace de encrucijada hacia varias rutas,
manteniendo la posibilidad de transiciones, de circuitos y recorridos, que
preservan el tejido comunitario.
La “economías” campesinas, pues así se las nombra, pues ese es su
límite epistemológico, fueron siempre un problema para el marxismo y
para las revoluciones socialistas. Las consideraron un obstáculo para la
revolución socialista, a pesar que, paradójicamente, fueron las mayorías
campesinas, las que posibilitaron las aventuras “revolucionarias”. Las que
sirvieron de base para sustentar las teorías orientales de la revolución,
las teorías sobre el imperialismo y la cadena más débil de la tensión
capitalista, las que, bajo la tesis del desarrollo desigual y combinado,
sustentaron la transición ininterrumpida o permanente al socialismo. Los
marxistas, en el gobierno socialista, buscaron reducir estas formaciones
campesinas, por medio de procedimientos violentos como las de las
colectivizaciones forzadas, así como procedimientos reformistas
sometiéndolas a la subsunción política bajo la estrategia de la
acumulación originaria socialista. Los marxistas teóricos trataron de
interpretar el sentido histórico de las “economías” campesinas a través de
sus observaciones del proceso de proletarización, incluso de procesos
inversos, en algunos casos, de campesinización, acompañados por la
expansión de la burguesía agraria. La “economía” campesina sólo tiene
sentido en el marco de la decodificación del modo de producción
capitalista. Es una “economía” rural totalmente subsumida, formalmente,
a la acumulación de capital. No aparecen para nada otras “lógicas”
propias, “lógicas” cualitativas; sólo se lee estas formaciones a través de
“lógicas” cuantitativas y de la conmensuración del equivalente general.
Esta reducción dialéctica de las “economías” campesinas mantiene la
tranquilidad marxista, en la medida que se preserva la teleología de la
interpretación histórica.
La existencia de la oikonomía campesina es un desafío irresoluble
para las teorías marxistas, para las teorías económicas clásicas,
neoclásicas, liberales y neoliberales. Estas teorías sólo encuentran
pérdidas en sus modelos de cuantificación; son incapaces de ver,
visualizar, observar, las ganancias cualitativas, la reproducción del tejido
comunitario. Acostumbrados a pensar desde el fetichismo de la
mercancía, incluso el marxismo, que tiene como herencia precisamente
la crítica al fetichismo de la mercancía. Estos dilemas forman parte de sus
paradojas.
Si queremos construir mundos alternativos al capitalismo, a la
modernidad y al desarrollo, debemos aprender de la oikonomía
campesina, de su racionalidad combinatoria, de su juego articulador de
distintas estrategias, que terminan efectivizando la reproducción del
tejido comunitario. La re-campesinización como alternativa, lo que
postula la vía campesina, no solamente significa volver al campo, volverse
productores de alimentos, sino también aplicar en distintos contextos, los
que habitamos, la racionalidad combinatoria, buscando hilar tejidos
comunitarios. Expulsar de nuestros campos de posibilidad comunitarios
las invasiones dominantes del mercado, las hegemonías estatales, las
destrucciones dogmáticas de los imaginarios, las subordinaciones
normativas de los proyectos. Dejar abierta la posibilidad autónoma de los
juegos estratégicos, de las combinatorias, que efectúen el fortalecimiento
cualitativo de la vida, de los ciclos de la vida, de los diversos tejidos
comunitarios.