herrera, cesar-anexion a españa -restauracion

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    Anexin-RestAuRAcinRelato de su historia rigurosamente documentadopara estimular el patriotismo de la juventud. Escritoen ocasin de conmemorarse el primer Centenario

    del 16 de Agosto de 1863

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    Archivo General de la NacinVol. CLXXXIV

    Academia Dominicana de la HistoriaVol. CI

    Csara. Herrera

    Anexin-RestAuRAcinRelato de su historia rigurosamente documentadopara estimular el patriotismo de la juventud. Escritoen ocasin de conmemorarse el primer Centenario

    del 16 de Agosto de 1863

    Parte 1

    Santo Domingo2012

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    Cuidado de la edicin:Andrs Blanco DazDiseo y diagramacin:Juan Francisco Domnguez Novas

    Cotejo de originales:Jacqueline Abad BlancoIlustracin de portada:El batalln de cazadores de Isabel II, cargando a la bayoneta a lospatriotas dominicanos en Santiago de los Caballeros. (Emilio Rodrguez Demorizi,Lugaresy monumentos histricos de Santo Domingo).

    Primera edicin, 2012

    De esta edicin Archivo General de la Nacin (Vol. CLXXXIV), 2012 Academia Dominicana de la Historia (Vol. CI), 2012

    ISBN: 978-9945-074-76-5

    Impresin: Editora Bho, S. R. L.

    Archivo General de la NacinDepartamento de Investigacin y Divulgacinrea de PublicacionesCalle Modesto Daz, nm. 2, Zona Universitaria,Santo Domingo, Repblica DominicanaTel. 809-362-1111, Fax. 809-362-1110www.agn.gov.do

    Academia Dominicana de la HistoriaCalle Mercedes, nm. 204, Zona ColonialSanto Domingo, D. N., Repblica DominicanaTel. 809-689-7907, Fax. [email protected]

    Impreso en Repblica Dominicana / Printed in Dominican Republic

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    NDICE

    enlapuerta............................................................................. 19

    CAPTULO I. laanexinPrimeras gestiones. Tratado Domnico-Espaol.Efectos de la matrcula de Segovia. Ingerencia del

    cnsul espaol en el gobierno. Gestin del Dr.lvarez de Peralta Portes. Proyecto de convenio delgeneral don Felipe Alfau y su exposicin al ministrode Estado. Misin del brigadier Rubalcava. Nota delcapitn general y gobernador de Cuba al ministrode Estado del da 11 de noviembre de 1860. Cartadel ministro Ricart al general Serrano ................................. 23

    CAPTULO IIDespacho del 8 de diciembre de 1860, deODonnell al general Serrano. Datos importantesde la Coleccin Herrera acerca de un documentoincompleto recogido por el general Gndara.

    Misin del general Lavastida al Cibao. Texto delas instrucciones que llev. Los pronunciamientosde la Anexin. Carta de Serrano a Santana sobre lapropuesta de Anexin. La proclamacin. Alocucinde Santana. Crnica de los actos de la Gaceta Oficial ........... 51

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    CAPTULO IIICarta de Santana a la Reina. Carta de Ricart aSerrano. Carta del cnsul Eugenio Molinero alcapitn general de Cuba ....................................................... 71

    CAPTULO IV. Capitanadelgeneral santana.(algunossuCesosCulminantes)

    Asume Santana el gobierno interino de la colonia.Estructuracin del gobierno. Primeros movimientos

    revolucionarios en contra de la Anexin. Visita delbrigadier Rubalcava. Visita del general Serrano,sus gestiones oficiales. Clasificacin de losdiversos organismos del gobierno. Nmina de losprimeros gobernadores y tenientes-gobernadores.Restauracin de la Real Audiencia, sus componentes.

    Aceptacin de la renuncia de Santana comogobernador de la colonia ...................................................... 77

    CAPTULO V. gestingubernativadedon Feliperiberoylemoine. (algunossuCesosCulminantes)

    Asume la capitana general de la colonia el generaldon Felipe Ribero y Lemoine. Adopcin delCdigo Civil espaol. Abolicin del Servicio delRegistro Civil. Llegada del prelado don Bienvenido

    Monzn y Martn. Organizacin del cabildo

    eclesistico. Movimiento revolucionario de febrerode 1863. Gran conmocin cvica de Santiago de losCaballeros. La insurreccin de Capotillo. Progresosde la insurreccin de Agosto de 1863. Deportacionesdel gobernador Ribero ......................................................... 85

    CAPTULO VI. gestingubernativadelmarisCaldon Carlosde vargasyCerveto (algunossuCesosCulminantes)

    Asume la capitana general de la colina don Carlos deVargas y Cerveto. Dos alocuciones del gobernador

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    Anexin-Restauracin 11

    don Carlos de Vargas. El terror de Pedro Florentino.Marcha de Valeriano Weyler sobre San Cristbal. Elgeneral don Antonio A. Alfau en Guanuma. Batallade San Pedro. Deplorable estado de las tropasespaolas. Abandono del campamento de Guanuma.Resentimiento de Santana por el abandono deGuanuma, carta de Santana a Lavastida con estemotivo. Batalla de El Paso del Muerto. Pierde la

    vida el Cid Negro, Juan Suero ............................................... 89

    CAPTULO VII. gestingubernativadelgeneralgndaraynavarro. (algunossuCesosCulminantes)

    Asume la capitana general de la colonia el generaldon Jos de la Gndara y Navarro. Antecedentesde su expedicin a Santo Domingo. Su proyecto decampaa militar para apaciguar el Cibao. Frustracinde su plan. Cartas de Gndara y Ribero acerca de

    este proyecto de campaa. Siete mil hombres sobreMonte Cristi. Aparicin de Duarte en Guayubn.Profundas desavenencias entre Santana y Gndara.Las Tentativas de las negociaciones para el canje deprisioneros y la concertacin de la paz. Entronizacinde la guerra civil. Asesinato de Salcedo ................................ 99

    CAPTULO VIII. estruCturadelespriturevoluCionarioContralaanexin

    Proclama de Francisco del Rosario Snchez. Proclamadel general Santana. La Junta Revolucionaria deCurazao, su carta a Snchez .................................................... 109

    CAPTULO IX. estruCturadelespriturevoluCionarioContralaanexin

    Baecismo contra santanismo. Tres componentessecundarios del complejo revolucionario. Nota deSumner Welles. Renuncia del general Santana comocapitn general de la Colonia ............................................... 119

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    CAPTULO X. estruCturadelespriturevoluCionarioContralaanexin

    Desaciertos del arzobispo Monzn. Violacionesal principio de la libertad de conciencia y cultos.

    Ataques al clero dominicano, a los metodistas y a lamasonera. Desastres del regmen fiscal y del papelmoneda. Intento de desalojo por la fuerza de lospoblados de los valles del Guayamico y del Artibonito ........ 125

    CAPTULO XI. guerra

    de

    la

    restauraCin

    Amplitud del significado de la palabra Restauracin.Movimientos revolucionarios del Sur. Snchezcomo smbolo y como apstol de la revolucin.Entrada de Snchez en el territorio nacional y suscompaeros. Las tres rutas de los expedicionarios.Insurreccin de Moca. Primer patbulo. Opinin delhistoriador don Ramn Gonzlez Tablas acerca de

    esta insurreccin. Opinin del historiador don Josde la Gndara. Asaltos del Cercado y de Las Matas.Fracaso de Tabera en Neiba. Relato del historiadorRamn Lugo Lovatn .......................................................... 141

    CAPTULO XII. guerradelarestauraCinTendencioso carcter de invasin haitiana que lamaledicencia le atribuy a la expedicin de los

    patriotas. Efectos de esa propaganda. La proclamadel general Eusebio Puello para desacreditar lainvasin. Fracaso de la expedicin. Defeccin delgeneral Cabral. Proclama del general Cabral para

    justificar su defeccin. Emboscada del Mangal.El patbulo de San Juan. Declaracin del 4 de

    Julio como da de duelo nacional. Discurso delvicepresidente de la Repblica don Manuel MaraGautier con motivo de ese duelo.......................................... 153

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    Anexin-Restauracin 13

    CAITULO XIII. guerradelarestauraCinCooperacin de Geffrard, su protesta contra la

    Anexin. Contrabando de armas por la frontera.Accin de milicianos haitianos en connivenciacon los invasores dominicanos. Violacin de losprincipios de la neutralidad. Ofensa a la banderaespaola. Dos proclamas del presidente Geffrard.Instrucciones del general Serrano al vicealmiranteRubalcava para exigir las debidas reparaciones al

    gobierno haitiano .................................................................. 169CAPTULO XIV. guerradelarestauraCin

    Movimientos revolucionarios de Guayubn ySabaneta. Actividades del Club Revolucionario deSabaneta. Una carta de Juan Luis Franco Bid,Ulises Espaillat, Mximo Grulln, Alfredo Deetjen

    y Pablo Pujol, a los jefes de la revolucin. La rebelin

    de Santiago de los Caballeros el 24 de febrero de1863. Crnica de Gonzlez Tablas acerca de esosepisodios ............................................................................... 181

    CAPTULO XV. guerradelarestauraCinRetirada de Las Matas y otros episodios. Conquistas

    y estado de la revolucin. Accin del generalHungra sobre Sabaneta. Presencia de Buceta en

    Monte Cristi. Debelacin de la revolucin. Amnistaburlada. Constitucin del Consejo Militar Ejecutivo

    y enjuiciamiento de los caudillos del motn del 24 defebrero de 1863 ..................................................................... 209

    CAPTULO XVI. guerradelarestauraCinDefensa de don Juan Luis Franco Bid. Defensa dedon Pedro Ignacio Espaillat. Documento relativo alproceso instruido contra don Juan Luis Bid, donCarlos de Lora, don Pedro Ignacio Espaillat y donEugenio Perdomo como cmplices de la rebelin

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    del 24 de febrero. Conmutacin de la pena demuerte de don Juan Luis Franco Bid. Ejecucinde la sentencia. Alocucin del capitn general donFelipe Ribero ........................................................................ 215

    CAPTULO XVII. guerradelarestauraCinMovimientos de agosto de 1863. Ataque deGuayubn. Pleitos de Macabn y Sabaneta. Combatede San Jos de las Matas. Pleito de Guayacanes, relato

    de Manuel Rodrguez Objo. Combate de Quinigua............ 231CAPTULO XVIII. guerradelarestauraCin

    Vicisitudes de Buceta, su diario. Relato de donRicardo Balboa acerca del desarrapado aspecto deBuceta a la salida de la manigua. Retorno a Santiagode los Caballeros ................................................................... 239

    CAPTULO XIX. guerradelarestauraCinBatalla de Santiago y asedio del Fuerte San Luis.Sondeos de armisticio. Circulares de Salcedo yLupern. Fuga y Persecucin de Buceta. Carta deLupern a don Ulises E. Espaillat, Pablo Pujol,Ricardo Curiel y Francisco Bon. Instalacin delprimer Gobierno Provisorio bajo la presidencia deSalcedo. Acta de Independencia ........................................... 249

    CAPTULO XX. guerradelarestauraCinNombramiento, y renuncia de Lupern comogobernador de Santiago. Asume el general GregorioLupern la jefatura general de la compaa del Sur

    y del Este. Gravedad de la situacin frente a losreaccionarios. Fusilamiento del coronel Galdeano.La revolucin en los desfiladeros de la cordilleraCentral. Santana amenaza con invadir el Cibao.Otros episodios ..................................................................... 267

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    Anexin-Restauracin 15

    CAPTULO XXI. guerradelarestauraCinRatificacin de las potestades de Lupern comogeneral en jefe del Sur y del Este. Providencias deLupern para aprovisionar a sus tropas. La situacinenojosa creada por el general Meja. Desplantedel Gobierno Provisorio y justo resentimiento deLupern. Oficios del Provisorio y respuesta deLupern. Otros episodios ..................................................... 275

    CAPTULO XXII. guerra

    de

    la

    restauraCin

    El Provisorio acepta los actos de Lupern comogeneral en jefe. Pleito de Arroyo Bermejo. Elpresidente Salcedo destituye a Lupern y asume la

    jefatura del ejrcito. Profunda desavenencia entreellos. Peligro de Guanuma. Carta de Lupern aBenito Moncin. Lupern reasume el mando ..................... 283

    CAPTULO XXIII. guerradelarestauraCinEpisodios y reveces del Sur. Marcha de Lupern aSan Jos de Ocoa. Insurreccin de Perico Salcedo.El general Florentino, instrumento de intrigas. Dosdocumentos interesantes acerca de este asunto. Otrosincidentes interesantes ........................................................... 295

    CAPTULO XXIV. guerradelarestauraCin

    Efecto moral producido en el ejrcito por ladestitucin de Lupern. El general Matas Ramn

    Mella en el escenario de la guerra. Preminenciade Florentino en el Sur. Luminoso documento deLupern acerca de sus actividades guerreras. Otrosepisodios ............................................................................... 305

    CAPTULO XXV. guerradelarestauraCinOfensiva de Gndara y Puello en el Sur. Vergonzosaderrota del general Florentino. Inestabilidad delas posiciones adquiridas. Reveses lamentables. La

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    derrota de Gndara en San Cristbal. Desastrede Weyler en Haina. presidente Salcedo ruega aLupern acompaarlo en la campaa del Sur ydel Este. La pattica proclama del general Mella.Sntesis de los episodios de esta campaa ............................ 315

    CAPTULO XXVI. guerradelarestauraCinEpisodios de la campaa del Este. Insurreccin delgeneral Manuel Rodrguez (El Chivo). Designacin

    de Lupern como Segundo jefe. Batalla Campal deSan Pedro, 21 de enero de 1864. Parte de guerra aLupern. Primera tentativa de armisticio. Mariano

    Aburres y presbtero Quezada. Ataque de ArroyoBermejo por los generales Antonio A. Alfau y JuanSuero. Parte de guerra de Lupern ...................................... 325

    CAPTULO XXVII. guerradelarestauraCin

    Desaliento de Santana. Fracaso de la Invasin delCibao por los desfiladeros de la cordillera Central.Derrota de Juan Suero. Parte del gobierno acercadel estado del pas. Retorno del presidente a

    Arroyo Bermejo, asume la jefatura Superior delas operaciones. Aparicin de Duarte. Fermentode sediciones. La revolucin amenaza a SantoDomingo. Oficios del gobierno sobre plan de

    ataque a Monte Cristi. Incongruencias de Salcedo.Accin de Guerra y Yerba Buena ......................................... 337

    CAPTULO XXVIII. guerradelarestauraCinEnervamiento en los frentes espaoles. Derrotismo.Pronunciamientos de optimismo. Proclama delpresidente Salcedo. Pleito de Los Llanos. Cambiode tctica del general Gndara. Despacho delgobierno sobre el particular. Incubacin de laguerra civil. Reemplazo de Lupern. Oficios acercadel incidente.......................................................................... 345

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    Anexin-Restauracin 17

    CAPTULO XXIX. guerradelarestauraCinSustitucin de Ribero y muerte de Santana. Expe-dicin de Gndara sobre San Cristbal. Ofensivacontra Monte Cristi. Circular del gobierno acercadel ataque a Monte Cristi. Accin reconfortante deLupern ................................................................................ 353

    CAPTULO XXX. guerradelarestauraCinLa sentencia contra el general Antonio Garca

    y la actividad criticable del presidente Salcedo.Sublevacin de Polanco y derrocamiento deSalcedo. Ataque de Puerto Plata. Combates del Este.Desocupacin de El Seibo. Sentido cvico de una hoja

    volante de Santiago con motivo de una conferenciapara concertar la paz ............................................................. 359

    NDICE ONOMSTICO ...................................................... 367

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    EN LA PUERTA

    Saludo, joven!, dilecto amigo, pasa adelante, pero antes deentrar en el sendero que el pensamiento te abre en estas pginasdebes saber que este libro, ms que historia, es una oblacin y unmensaje.

    Es una ofrenda que la Universidad Autnoma de Santo Do-

    mingo hace en el santuario de Clo el da Centenario de la gestadel 16 de Agosto de 1863, como votivo homenaje a los homridasde la libertad y del derecho, casi legendarios por la significacin

    y sublimidad de sus proezas. Es un mensaje de civismo en que laUniversidad recoge los rasgos de lo heroico, la ejemplaridad de losholocaustos y la inquebrantable fe en los destinos de la patria, queblasonaron la casta de aquellos patricios; todo, para emulacin de la

    juventud. Ahora puedes entrar con el pensamiento de esas virtudes

    del patriciado como fanal, que alumbrando las pasiones descastadasde los unos y las claudicaciones y apostasas de los otros, la apolneaidealidad de esotros, alumbre en ti, tu conciencia de patria comoagona y deber para realzarla y ennoblecerla con tu ciencia, tuarte y tu religin eudomonista, para honra tuya y bienandanza detus conciudadanos.

    Este libro, aquilatado por las honorables inquietudes de lasgeneraciones de hace cien aos, ha sido escrito para ti, con el pen-samiento del autor puesto en lo que la Universidad te requiere, y enel destino que has de labrarte sin fiarte a las contingencias del azar,infuturando tu presente, ahora confuso y atormentado, con los

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    recursos de tu ciencia de la verdad y tu ciencia de la vida y por cuantasenseanzas puedas sacar de las experiencias de aquellos antecesoresque llenaron de humanidad el tiempo que vivieron consagrados albien de la patria.

    No repares en los defectos que afean este libro, porque anacro-nismos, reiteraciones, lugares comunes, redundancias, si pecados,quedan cohonestados por la noble singularidad del propsito quelo anima y por el empeo de poner en sus pginas algo del patri-monio de la verdad documental para sustento de cuanto aqu digo

    de lo bueno y de lo malo de aquella poca y de aquellos hombres.Pocas sern las virtudes que tu benevolencia le confiera a estelibro como historia de la Anexin-Restauracin, porque sus m-ritos, estoy persuadido de ello, no pueden venir ni del dilogopolmico que clarifica hombres y hechos, ni de la cannica sa-grada del arte de la historia, ni de la concatenacin de los hechosque narra, y, porque adems, ni elude fbulas, ni menosprecia laplcida sugestin de la leyenda, ni la tradicin consuetudinaria

    que fija muchas veces las verdades de la historia Pero, lo que noha querido perder de vista es el protesmo del ente humano quealent debajo de los acontecimientos de la Anexin y de la Res-tauracin; de ese ente, de quien ayer, hoy y maana es la historiapredicado; expresin de sus modos externos de ser y de existir,de la dialctica de su natural perfectibilidad, si a veces cohibidapor la voluntad omnmoda de un strapa fortuito y circunstancial,presente siempre y activa naturando a lo largo del tiempo su pe-

    culiar destino y atestiguando en cada hecho la lcida concienciade su responsabilidad histrica.

    En este libro no hay prelacin de hechos, los porquhacen losantecedentes que implican las razones de la Revolucin Restaura-dora; tcnica arbitraria si se quiere, pero necesaria para descubrir laconsistencia de la revolucin que es su tema radical, y del compo-nente humano que la llev a cabo.

    La Revolucin Restauradora fue una unvoca en la variedad desus episodios, desde los prstimos das del ao de 1861 hasta el ven-turoso momento en que S. M. C. la Reina Isabel II abrog el RealDecreto de la Anexin.

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    por la aberracin de conservar el poder absoluto de su mando enprovecho suyo y bienestar de sus ulicos?

    Esas son las conjeturas de la historia. La posteridad quiere sa-ber la razn ltima de aquellasinrazn que el pas ha condenado

    Ahora te digo, sigue adelante, quizs t, oh juventud diligente!,puedas dar con la verdad perdida cien aos ha Sigue adelante!;ah la Esfinge y los papiros cerrados an a la inteleccin de la

    verdad.

    Csar

    a. Herrera

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    CAPTULO I

    LA ANEXIN

    SUMARIOPrimeras gestiones. Tratado domnico-espaol. Efectos de lamatrcula de Segovia. Ingerencia del cnsul espaol en el gobierno.Gestin del Dr. lvarez de Peralta por ante el ministro de Estado,Sr. D. Saturnino Collantes. Proyecto de convenio del general D.

    Felipe Alfau y su exposicin al ministro de Estado. Misin delbrigadier Rubalcava. Nota del capitn general y gobernador deCuba al ministro de Estado del da 11 de aquel de 1860. Carta delministro Ricart al general Serrano.

    La Anexin constituye un fenmeno concreto y bien definidode nuestra vida poltica cuyo estudio obliga la revisin y el examen

    de los documentos que la explican.Si se estima como hecho en s, como sujeto de especulacin

    cientfica, entonces no deja de ser dificultosa la empresa de des-lindar y apropiar para su estudio lo que es privativo de la razn

    vital del contenido humano que la cre con la satisfaccin de susexigencias de lo que concierne a la mera contemplacin de lo sim-plemente histrico.

    El estudio del hecho y su historia se implicitan recprocamentey, por eso, no es posible eludir ningn documento, ni dato alguno,por muy conocidos que sean, ya que sin los cuales como base, noes posible emprender el estudio que se quiere, y menos estimar

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    la miscelnea de ideas en ellos contenidas para determinar el pen-samiento rector de los acontecimientos en funcin de los valoreseternos de la libertad y del derecho.

    As, pues, nada hubiramos podido hacer sin la consulta decuantos documentos nos ha sido posible presentar y comentar paralos fines de este libro que tanto como historia y estudio, quiere seruna ofrenda de la Universidad Autnoma de Santo Domingo a lamemoria de los patricios de la Restauracin al cabo de la centuriaque se cumple en este 16 de Agosto de 1963.

    Y para que singularmente valga como ofrenda y, como estmulode emulacin de las juventudes universitarias de lo porvenir, hemosde acudir a la historia para tomar cuanto perdura del amor a lapatria, la vida y los hechos de aquellos hombres que a la vez permitala revaloracin, al cabo del siglo, de cuanto ilustr heroicamenteaquel pasado glorioso que ahora conmemoramos.

    De las dos ideas dominantes, primordiales, radicales; la pri-mera, de la Anexin, fue producto de la tendencia conservadora

    que comenz en los albores de nuestro advenimiento a la vida deEstado libre e independiente. Esta idea proselit a todos los pol-ticos sin fe en los destinos del pas que temieron perder el podertan pronto como lo escalaron, ya por el dominio de la Isla por elimperialismo haitiano siempre amenazante; ya por los azares de lasguerras civiles a que nos entregamos tan pronto nos sentimos sinla coyunda haitiana, con aquellas ciegas pasiones que tantas vecesllegaron en su frenes a pervertir el sentimiento de la nacionali-

    dad, el amor a la patria y la reverencia a los principios de nuestraorganizacin democrtica y republicana. La idea anexionista esten la base de todas las apostasas y claudicaciones que propiciaronentonces nuestra reincorporacin a Espaa.

    La otra idea, la de la Restauracin, aparece exaltada y vigoriza-da por la mstica de la libertad; fue el alma, el principio motor dela revolucin.

    Si la primera asoci a los dirigentes polticos en torno de unhombre y mediante proditorios intereses dio pbulo al conservado-rismo que consum la anexin; la segunda sacudio los pueblos, lesinfundio esa mstica, arm y condujo al pas a la guerra.

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    Anexin-Restauracin 25

    Esta idea dio impulso a todas las inquietudes patriticas y glori-fic todos los martirios por la libertad; todos los holocaustos, todoslos herosmos que propiciaron la Restauracin.

    La primera gestin de protectorado que se puso en marcha seencomend a Lpez de Villanueva un ao antes de la Independen-cia. Las proposiciones fueron hechas a D. Jernimo Valdez, siendocapitn general de la Isla de Cuba en 1834: [...] y dice el generaldon Jos de la Gndara en su historia clsicaAnexin y Guerras deSanto Domingo, quien estim esas proposiciones como un acciden-

    te de la conspiracin tramada en Santo Domingo para libertarse deHait.Tambin para esa poca anduvieron por Curazao y Puerto Rico,

    deligenciando la proteccin de Espaa, los sacerdotes Gaspar Her-nndez, peruano y Pedro Pamis, navarro, y el canario Pablo Pazdel Castillo. El Agente de Espaa en Curazao, por oficio del 25 deagosto, comunicaba al gobernador de Puerto Rico, que los padresGaspar Hernndez y Pedro Pamis, [...] expatriados por C. H-

    rard por perjudiciales a su causa, haban venido comisionados porel gobernador del arzobispado de Santo Domingo para ponerse encontacto [...] con Vuestra Excelencia tan pronto se presente buquepara algn puerto de la isla [...] y que el padre Pamis, cura de ElSeibo, le haba asegurado que tanto la parte mulata como la negraestn decididas en favor del gobierno espaol y que si hay un envode auxilio se pondr a la cabeza seguro de triunfar y asegurarle parasiempre aquella parte de sus dominios.

    No obstante haber desestimado de plano don Jernimo Valdez lareferida instancia de Anexin, el mismo ao y sin ningn escrpulo,

    volvimos a encarecer al seor D. Leopoldo ODonnell, sucesor deJernimo Valdez en la capitana general de Cuba, por mediacin delConde Mirasol, capitn general de Puerto Rico, sus buenos oficiospara alcanzar en la Corte la ansiada incorporacin a Espaa.

    El primero de estos funcionarios, en una nota al gobierno deMadrid, le dijo:

    yo no veo este pensamiento con tan halageas ventajas comose quiere presentar [...] no puede prestar inters a nuestra

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    Anexin-Restauracin 27

    populares de simpata a la persona del ilustre visitante y al brillantesquito de su oficialidad.

    El historiador don Ramn Gonzlez Tablas ha recogido en laspginas de su interesante historia, Dominacin y ltima guerra de

    Espaa en Santo Domingo, las palabras que pronunci entonces elvenerable arzobispo de Santo Domingo que nos permitimos tras-ladar a este libro.

    Cuando el seor don Mariano Torrente con su oficialidad,acompaado por altos dignatarios de los poderes pblicos y por el

    pueblo bullicioso lleg al atrio del templo, sali S. S. I., el venera-ble arzobispo de Santo Domingo visiblemente conmovido y dijo:

    Vea Ud. seor, ah en el altar mayor, en lo alto, el noble escu-do de las armas de la nacin espaola, dominando todo comoen los buenos tiempos de Santo Domingo, sin que nadie lehaya tocado durante tantos aos; respetado, venerado, por-que todos esperamos que llegarn mejores das en que ese

    escudo vuelva a ser el nuestro, das de gloria, de paz y alegraque acaso yo, pobre viejo, no volver a ver, por ms cercanoque estn, pero creo ha de conceder Dios a mi pobre pasque vengan.

    Se sabe que en entrevistas; en conferencias particulares, dice Gn-dara, [...] el presidente de la Repblica y el mismo arzobispo insta-ron a Torrente para que abogase cerca del gobierno de Madrid por

    la incorporacin, ya bajo forma de protectorado, ya bajo cualquierotra.

    Como las visitas del seor Torrente no tuvieron otro efecto quesatisfacer la curiosidad del seor don Valentn Caedo, sigamos lospormenores de estas gestiones pidiendo a nuestro lector tener muypresente en la memoria que esto ocurra sin que el gobierno deEspaa hubiera reconocida a la Repblica Dominicana como Esta-do libre e independiente. Encarecemos el recuerdo porque cuandoSantana envi en 1853 a Ramn Mella a que solicitara del capitngeneral de Puerto Rico, seor don Fernando Norzagaray, reco-mendaciones para presentarse en Madrid a tratar del protectorado,

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    se produjo conjuntamente con las recomendaciones una nota delseor Norzagaray en la que le dijo al gobierno de Madrid, entreotras cosas no menos categricas:

    Esta misin tiene por objeto que Espaa se declare protecto-ra de la Repblica Dominicana [...] No estando como no estreconocida por nosotros no me parece que es aceptable lapretensin de su actual gobierno, sin previo reconocimientode su independencia; [...] apoyo las pretensiones del gobierno

    Dominicano, de que se le sostenga y garantice la estabilidadde su repblica, no en el concepto de que Espaa se declareprotectora, sino en el de que las naciones que poseen coloniasen este Archipilago se confederen por medio de un arreglodiplomtico, en el sentido de que subsista firme el estado decosas en la inmediata isla de Santo Domingo.

    El reconocimiento de nuestra independencia por Espaa tuvo

    efecto dos aos despus, el 18 de febrero de 1855, pero un aoantes fue parecer del ministro de Estado que se le diera largas alreconocimiento, y en cuanto a las especficas gestiones que llevarona Ramn Mella a Madrid se le expuso de un modo tajante que noera posible la concesin del protectorado de la Repblica. HastaCaldern de la Barca, que como hemos vista haba defraudado lospropsitos de Ramn Mella, nada pudo alcanzar en su provechola idea de la Anexin, pero se sobrevino un cambio en la poltica

    espaola; sustituy a Caldern de la Barca don Joaqun Francis-co Pacheco, y Santana quiere sacar ventajas de aquella situacin ynombra como sustituto de Ramn Mella a don Rafael Mara Baraltcomo parte de un plan que le permitiera llevar hacia delante suspropsitos anexionistas.

    Seal aqu que con la frustrada gestin de Ramn Mella ter-min, segn el consenso de los historiadores clsicos de la Anexin,el primer perodo de las negociaciones y fue con el reconocimientode nuestra independencia por Espaa, el da 18 de febrero de 1855,cuando se abri el segundo perodo de las negociaciones en pro dela Anexin. Ese da firmaron un Tratado de Reconocimiento don

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    Claudio Antn Luzuriaga, sustituto de Pacheco en el ministerio deEstado, y don Rafael Mara Baralt, plenipotenciario de la Repblica.

    El tratado mismo y la manera como afect su ejecucin la pol-tica partidista del pas fueron propicios a la Anexin. Para clarificareste juicio basta someter a la serena consideracin del lector solo elartculo 7 del tratado, cuyo texto es el siguiente:

    Convienen ambas partes contratantes en que aquellosespaoles que por cualquier motivo hayan residido en la

    Repblica Dominicana y adoptado aquella nacionalidadpodrn recobrar la suya primitiva, si as les conviniese, encuyo caso sus hijos mayores de edad tendrn el mismo de-recho de opcin; y los menores, mientras lo sean, seguirnla nacionalidad del padre, aunque unos y otros hayan naci-do en el territorio de la Repblica. El plazo para la opcinser de un ao, respecto de los que existan en el territoriode la Repblica, y dos para los que se hallen ausentes. No

    hacindose la opcin en este trmino se entiende definitiva-mente adoptada la nacionalidad de la Repblica. Convieneigualmente en que los actuales sbditos espaoles, nacidosen el territorio de Santo Domingo, podrn adquirir la na-cionalidad de dicha Repblica, siempre que en los trminosmismos establecidos en este artculo opten por ella. Entales casos sus hijos mayores de edad adquirirn tambinigual derecho de opcin; y los menores, mientras lo sean,

    adquirirn la nacionalidad del padre. Para adoptar la nacio-nalidad ser preciso que los interesados se hagan inscribiren la matrcula de nacionalidad que deban establecer laslegaciones y consulados de ambos Estados; y transcurridoel trmino que pueda prefijado, solo se considerarn sb-ditos, espaoles y ciudadanos de la Repblica Dominicanalos que, procedentes de Espaa y de dicha repblica, llevenpasaportes de sus respectivas autoridades y se hagan inscri-bir en el registro o matrcula de la legacin o consulado desu nacin.

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    A fin de implantar el convenio, fue designado cnsul de SuMajestad Catlica el seor don Antonio Mara Segovia e Izquier-do quien trajo, adems del tratado, la Gran Cruz de la Orden deIsabel la Catlica para el general Santana, como smbolo del faustoacontecimiento en que S. M. C. Isabel II de Espaa renunciabapor siempre y del modo ms solemne a la soberana y derechos quele correspondan sobre el territorio americano, conocido antes bajola denominacin de Parte Espaola de la isla de Santo Domingo,actualmente Repblica Dominicana...

    En lo que hace al modo como el referido tratado influy en elorden poltico de entonces, nada es ms explcito, ni ms elocuentede la situacin en que coloc al santanismo respecto del baecismo,que la memoria que present al general Santana, muy preocupadopor las amenazas de una nueva invasin haitiana, el secretario deEstado de Negocios Exteriores, seor don Miguel Lavastida.

    En esa memoria seal el secretario Lavastida muchas de lascircunstancias y consecuencias adversas al rgimen gubernativo y

    a la poltica en general de Santana. En realidad todo lo preceptua-do en el famoso artculo 7 del Tratado Domnico-Espaol vinocomo de propsito para que los adversarios de Santana, no soloincrementaran el partido de Bez, sino que fue el instrumento mspoderoso de que podan disponer sus enemigos contra la prepoten-cia de Santana y para restringir las potestades dictatoriales omn-modas de que haca uso para combatir y destruir a los opositores desu ideologa poltica, a los adversarios sistemticos de su rgimen

    gubernativo, y aun a los amigos de Bez aunque no lo hostilizasen.Despus de la vigencia y aplicacin amplia del mencionado

    artculo 7, disminuyeron a un mnimo de posibilidades los ex-pedientes de las persecuciones, de los encarcelamientos, de losconfinamientos, deportaciones, confiscaciones y fusilamientos.Casi todos sus adversarios se amparaban de la matriculacin comoespaoles para librarse del servicio militar y todos para combatirloimpunemente. El cnsul parcializado estaba presto a la propuestacontra todo atentado o violencia de sus sbditos.

    Lavastida denunci en esa memoria que el seor cnsul generaly encargado de Negocios de S. M. Catlica matricul a diestro y

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    siniestro; que hizo espaoles a cuantos dominicanos, que por rehuirel servicio de la patria, o por odios y rencores, o por instigaciones del mismo renegaron de su nacionalidad; y agrega: vino un da enque el gobierno de la Repblica se vio privado de un gran nmero deciudadanos sin fuerza ni autoridad [] y todo ello en los momentosmismos en que corran rumores que en el vecino imperio se prepa-raba una nueva y formidable invasin contra nosotros, y puso elnfasis ms sombro de sus palabras en esta sntesis: Descontentogeneral, guerra civil cierta, rumores de invasin haitiana, gobierno

    desautorizado, tal era la situacin por todo extremo grave.Y no grave por los males que augura Lavastida; gravsima,porque el dictador se senta acorralado, porque se senta cohibido.En realidad, en el orden moral la matrcula de Segovia fue para la

    vesania de su satrapa como la camisa de fuerza para el frenticofuror de los epilpticos. Y como no le bast a Santana la amistadentre el ministro de Estado, don Joaqun Francisco Pacheco y donRafael Mara Baralt y de nada, las quejas llegadas a la Corte contra

    Segovia, obsesionado hasta la ms angustiosa preocupacin con laidea de la Anexin, no soslay nada para alcanzarla, primero, comodefensa de sus ya restringidas potestades y, segundo, para la preser-

    vacin de la patria contra el peligro del imperialismo haitiano quede continuo la amenazaba.

    Entre los documentos del Archivo de Sevilla, que hemos tenidola oportunidad de consultar en la Coleccin del historiador don Csar

    Herrera, hay una nota del cnsul don Mariano lvarez al seor ca-

    pitn general de la isla de Cuba en que se revela la manera discretacomo intent Santana mover el ejrcito para que le confiriese lainvestidura de dictador.

    Esta accin del ejrcito refleja la angustia que se apoder delLibertadorcuando vio restringidas las facultades extraordinarias conque vena gobernando al pas.

    En la referida nota se pone de manifiesto a la vez hasta dndehaban en llegado la ingerencia en los negocios de Estado los repre-sentantes consulares de Espaa.

    Nada es ms elocuente de los alcances de esa ingerencia que laforma y el tono con que el cnsul Mariano lvarez habl al seor

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    vicepresidente de la Repblica don Antonio A. Alfau y al gobierno.He aqu parte del texto de la nota que aparece en el anexo docu-mental de este libro:

    Hace das tena noticias de que se intentaba por el Ejrcitoinvestir a Santana con la dictadura; para combatir tan per-

    judicial proyecto hice entender muy seriamente al vicepre-sidente Alfau y al gobierno que por mi parte me opondraa semejante disparate que ocasionara la guerra civil y por

    trmino la cada de Santana.Debo hacer justicia al vicepresidente Alfau, a los Sres. mi-nistros, al presidente del Senado y dems autoridades supe-riores, todos vinieron a verme y todos convinieron en todasmis apreciaciones respecto a las fatales consecuencias que ladictadura traera al pas y han trabajado sin descanso paraque el plan no se llevara a efecto [] Ayer mismo ped unaentrevista al presidente Santana, le habl del particular y en

    colores muy vivos le expuse los peligros a que se exponan ly el pas si tal cosa se realizase. Usando un lenguaje bastan-te enrgico y que comprendi muy bien este astuto y sagazcampesino, le hizo entender que no contase para nada con miapoyo si el tal proyecto llegaba a realizarse.Santana me dio toda clase de seguridades, que l se oponaa ello, que todo lo espera de Espaa sin cuyo apoyo no creepueda marchar la cosa pblica; pero me manifest que los

    pueblos, cansados de la mala administracin de justicia y deotros abusos en los dems ramos, queran investirle de unaautoridad absoluta creyendo que por este medio se pondracoto a tales desmanes [] Al despedirse me asegur que nadase hara sin la participacin y consentimiento del gobierno deS. M. a quien tan agradecido se muestra.

    En otro documento, no menos explcito que el anterior res-pecto del deseo irrefrenable de poder dictatorial que quera con-servar Santana y de la ingerencia del cnsul de Espaa en nuestrosnegocios pblicos, de fecha 31 de agosto de 1860, esto es, veintids

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    das despus de la reprimenda y amenazas que este se permiti ha-cerle alLibertador, aparece una maniobra en la que intervinieron losministros, el Senado y el propio cnsul seor D. Mariano lvarez,para capear mediante un subterfugio, para nosotros intil y balad,la temeraria resolucin de alcanzar la investidura de dictador queanhelaba el presidente Santana.

    El rodeo, o mejor, la escapatoria, pensaron hallarla en un pro-yecto de decreto que por consejo del cnsul se remiti al Senado,concebido del modo siguiente:

    El Senado Consultor, visto el mensaje del Poder Ejecutivo,Acuerda: El Poder Ejecutivo, cuando sea personalmenteejercido por S. E. el Libertador presidente durante el actualperodo constitucional, est facultado para tomar todas aque-llas medidas que crea indispensables para la conservacin dela Repblica en los trminos prescritos en el Artculo 35 atri-bucin del 22 del Pacto fundamental. Dado etc.

    En buen romance, puede decirse que le doraron lapldora, que elseor cnsul esperaba se la tragase, a juzgar por lo que dijo al seorcapitn general de la isla de Cuba [...] pero tengo la seguridadde que el anterior proyecto lo aceptar tal como est porque noencontrar observacin que hacerle.

    Y aqu, el nfasis de su ascendencia en las altas esferas delgobierno:

    Mi influencia es completa y puede V. E. estar persuadidode que tanto el presidente Santana, vicepresidente Alfau ylos ministros y senadores no desean en el da otra cosa sinocoadyuvar a la idea, sea cual sea, que el gobierno de S. M.trate de llevar adelante en esta Repblica.

    Bastara pensar en las actuaciones de los cnsules D. AntonioMara Segovia y D. Mariano lvarez para comprender cules eranlas circunstancias que permiten pensar que la Anexin se haba al-canzado virtualmente. El primero con la famosa matrcula, con

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    la acomodaticia nacionalizacin espaola de tantos ciudadanos do-minicanos haba incrustado a Espaa en el cuerpo de la Repblica.El seor Segovia tena con su consulado un gobiernito; alguienha dicho que aquello era como un Estado dentro de otro Estado;

    y, ya han visto a don Mariano fungiendo de legislador y de conse-jero de Estado y queriendo poner freno a la pasin por la dictaduraque obsesionaba a Santana y, luego veremos, despus de las conce-siones que la Corte dispens al gobierno a instancia del ministro deHacienda y Negocios Extranjeros, seor D. Pedro Ricart y Torres,

    cmo se bosquej mejor definida la Anexin ya casi prometida, yprcticamente el protectorado a que automticamente nos some-timos al aceptar la munificente ayuda que S. M. C. doa Isabel IIdispuso contra todo evento que pusiera en peligro a nuestra patria.

    La asistencia moral de Espaa a nuestra angustiosa situacinentre las amenazas del imperialismo haitiano y el peligro que cons-titua el incentivo de la baha de Saman para los idelogos que enNorteamrica sustentaban el principio expansionista del destino

    manifiesto; el suministro de armas, municiones y todo artefactoblico, el servicio que su marina de guerra prestaba en nuestrascostas, el entrenamiento militar por tcnicos de las milicias espa-olas as como la ya sealada ingerencia de los cnsules en la rbitade nuestros negocios pblicos, eran primicias del protectorado yapreludiando la Anexin, podra tener efecto, pero que no crea,sin embargo, tan cercano el momento en que se decidiesen resuel-tamente a formar parte de la nacionalidad espaola, como dijo el

    general ODonnell, presidente del Consejo de ministros, porqueel gobierno de S. M. no se halla todava plenamente convenci-do de que al realizarse lo que se pretende no surgirn dificultadesinteriores que la colocaran a Espaa en una situacin sumamenteembarazosa [...]. El gobierno de S. M. desea que se aplace la incor-poracin. Como se ve, eso era ya cuestin de tiempo y no tardaraporque la insistencia del general Santana no toleraba tregua, cuantoms, que las restricciones que a su potestad le haban impuesto loscnsules Segovia, con la amplia interpretacin del artculo 7 deltratado de una parte; y de la otra, Mariano lvarez con el consabidoproyecto de decreto mencionado, vinieron a desmedrar la fuerza,

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    lo nico con que l sustentaba la estabilidad del poder, garantizabael orden y sostena la paz. As, cuando se sinti debilitado y defrau-dadas sus esperanzas en cuantas diligencias hizo para poner en sus

    justos trminos al cnsul Segovia, apel a otro recurso que, a suparecer, deba ser decisivo para estimular las negociaciones de la

    Anexin y la realizacin de esta lo ms pronto posible.Puso maliciosamente en plan de recuerdo el proyecto de Ane-

    xin de la Repblica, de 1854, a los Estados Unidos de Amricacon ocasin ahora de negociar un acuerdo con los yankees que les

    permitiera el trasiego en nuestro pas de la cantidad de negros delSur que se estipulase en el convenio. Eso, con las propagandas so-bre arrendamientos de las bahas de Saman y de Manzanillo y de la

    Anexin a los EE. UU. de A. que constituyeron un buen pretexto,a juicio de algunos historiadores, para introducir la Anexin enla Corte como trmino extremo de un dilema ineludible: nuestrareincorporacin a Espaa o a los yankeesantes que haitianos.

    Esa fue la misin que llev a Madrid al seor general don Fe-

    lipe Alfau, delegado del Libertador cerca de S. M. Catlica doaIsabel II de Espaa.El general Gndara, robusteciendo el juicio de Gonzlez Tablas

    al respecto, dice textualmente:

    Ya he dicho que antes de la poca en que ocurrieran esosacontecimientos, Santana y sus parciales haban tratado deque los Estados Unidos se anexionaran la Repblica de Santo

    Domingo; pero es esto lo extrao, sin que a la vez que estasgestiones de Lavastida con el gobierno de Madrid, se siguie-ran otras anlogas con el gobierno de Washington. Peroestas tambin fracasaron. Los Estado Unidos queran queSanto Domingo abriese sus puertas a una gran emigracinnegra. Santana rechaz esa idea, mas supo convertirla enpretexto para mandar a Madrid a uno de sus generales, a D.Felipe Alfau, para que nos informara de la triste situacin dela Repblica, vctima a la vez de las encontradas pretensionesde los haitianos y de los angloamericanos.

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    El da 23 de julio de 1859 el secretario de la Legacin Domi-nicana en Madrid, seor Dr. lvarez de Peralta, celebr una con-ferencia con el ministro de Estado, seor D. Saturnino CaldernCollantes, y puso en sus manos el proyecto de convenio de quehaba sido portador el legado del Libertador, cuyas estipulacio-nes se redujeron a doce clusulas, las siete primeras relativas a lasconcesiones de Espaa, a las obligaciones que contraera respectode la Repblica Dominicana; los otras cinco, a nuestros compro-misos con Espaa. La formal estructura de las clusulas son las

    siguientes:Obligatorias para Espaa.1. Promesa solemne de conservar y ayudar a conservar la in-dependencia de la Repblica, as como asegurar la integridadde su territorio.2. Mediacin de Espaa, con exclusin de cualquiera otrapotencia amiga, en las dificultades que puedan ocurrir entre

    la Repblica y otras naciones; esto es, que sea S. M. C. elnico rbitro en los asuntos internacionales de la Repblica.3. Intervencin y proteccin de Su Majestad Catlica en cual-quier eventualidad en que la independencia de la Repblica ola integridad de su territorio puedan estar amenazadas.4. Que S. M. C. d a la Repblica los medios necesariospara fortificar aquellos puntos martimos que ms excitan lacodicia, por ejemplo las bahas de Saman y Manzanillo, as

    como el armamento que pueda necesitarse para guarnecerlas plazas y puntos fortificados. Todo ello a ttulo de pagar laRepblica su costo en los trminos que se convenga.5. Real venia de S. M. C. para que de Cuba y Puerto Rico

    vayan sargentos y oficiales de su ejrcito que instruyan aldominicano.6. Consentimiento de S. M. C. para que los soldados, cabos

    y sargentos del ejrcito de Cuba y Puerto Rico, cumplido eltiempo de su servicio, puedan si quieren en vez de venir aEspaa, establecerse en la Repblica, enganchndose en elejrcito dominicano o ejerciendo las industrias que sepan o

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    dedicndose a la agricultura, en cuyo caso se les darn terre-nos en absoluta propiedad.7. Celebrar un convenio de inmigracin con la Repblica.

    Clusulas obligatorias para la Repblica Dominicana1. Promesa solemne a Su Majestad Catlica de no ajustartratados de alianza con ningn otro soberano o potencia.2. Hacer a Espaa todas aquellas concesiones que puedanservir de garanta material a los nuevos compromisos que

    se contraen entre S. M. C. y la Repblica, por ejemplo unastillero en Saman.3. Concesin por tiempo determinado a Espaa para queexplote las maderas que puedan necesitarse en el artillero deSaman.4. La Repblica se compromete a no arrendar puertos obahas, y no hacer concesiones temporales de terrenos, bos-ques, minas y vas fluviales a ningn otro gobierno, y fiada

    en la hidalgua y buena fe de su antigua metrpoli, aceptartodos los compromisos que S. M. C. tenga a bien proponer.5. Por ltimo, las sumas que hayan de abonarse por arma-mentos, construccin de fortificaciones o por cualquier otroconcepto, constituirn una deuda de la Repblica con Espa-a, deuda que no pagar intereses y que se amortizar en lostrminos que se convenga. Y para ello se tendr en cuenta,que aunque la Repblica no tiene ms que una deuda inte-

    rior de unos cuatrocientos mil pesos fuertes, su tesoro estactualmente exhausto por haber tenido que hacer frente auna multitud de compromisos contrados por las dos ltimasadministraciones.

    Pero el general D. Felipe Alfau no se content con solo laacogida favorable que en principio tuvo el proyecto de protec-torado, sino que dos das despus de la entrevista con el seorsecretario de la Legacin le envi un oficio al seor ministrode Estado pormenorizando ciertos detalles del proyecto y dela conferencia, pero haciendo hincapi en la necesidad de las

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    fortificaciones y de los medios de defensa a que se contrae el ar-tculo 4. Sabido es que en la conferencia del ministro de Estadocon el secretario no se lleg a ninguna afirmacin concreta ydefinitiva, dice la Gndara, y aunque nosotros sabemos queeste proyecto de protectorado no era sino un paso ms hacia la

    Anexin no hay duda de que la clusula 4 revesta una necesi-dad irrefragable para Santana que, ante todo, lo que quera ybuscaba con tanto empeo era conservar su mando de cualquiermodo y a cualquier precio; y tal vez concibi la idea peregrina

    de que bajo el protectorado de la monarqua espaola podradisfrutar del Poder absoluto, ad vitam incompatible, por esenciay por tradicin, con el rgimen democrtico, republicano, alter-nativo y responsable.

    Aunque ya hemos sealado algunos de los pasos que en buscadel protectorado o de la Anexin dieron los agentes de Santana enla Corte espaola, no es ocioso que pongamos en estas pginas losprrafos de la exposicin del general Felipe Alfau al ministro de

    Estado, que transcribimos de la ya citada obra de don Jos de laGndara.

    No es de ahora, Excmo. Sr., que el gobierno del seorgeneral D. Pedro Santana ha solicitado del de S. M. C.esa alianza ntima que a un tiempo garantizase a SantoDomingo su independencia y la integridad de su territo-rio y a Espaa la tranquila posesin de sus colonias en

    el Archipilago de Coln. Ya en 1846 (poco despus dehaber el pueblo dominicano sacudido el yugo de Hait leimpuso en su momento de fcil e inopinada sorpresa), en-

    vi a esta Corte una comisin con el objeto de solicitar elreconocimiento de la Repblica por su antigua Metrpoli,ofreciendo a esta cuantas ventajas desease. La referida co-misin permaneci en Madrid mientras el general Santanase mantuvo en el poder, esto es, hasta el ao 1848, pocaen que entr a ocupar la presidencia el seor general Jime-nes. Posteriormente, en el 1854, habiendo sido nombradootra vez presidente el seor general D. Pedro Santana,

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    comision al seor general D. Ramn Mella para obtenerdel gobierno de S. M. C. el protectorado de Espaa, y encaso de no conseguirlo, el reconocimiento de la Repblica

    y una alianza ntima.Nada se logr ni en una, ni en otra ocasin. Tal ha sidosiempre, sin embargo, el afn del seor general Santana poridentificar a Santo Domingo con su antigua madre patria, enla persuasin de que solo ntimamente unidas podan cadacual y juntos hacer frente a la invasin tenaz y formidable de

    la raza angloamericana que no desanimado por las anterioresnegativas, resolvi por tercera vez [...] etc.

    Esta tercera vez se refiere a la misin del seor Baralt de la cualya hemos hablado, que vino a ser sustituido por el propio generalD. Felipe Alfau.

    Acerca de este documento y de la insistencia del referido ge-neral de que el propsito del general Santana era identificar a

    Santo Domingo con su antigua madre patria para afrontar juntas elpeligro yankee, dice tajantemente el historiador Gndara: no eracierto que Santana hubiese perseguido con afn la unin de SantoDomingo a Espaa, para contrarrestar la ambicin de los yankees:lo que Santana haba perseguido fue la consolidacin de su autori-dad, y para lograrla, unas veces pidi proteccin a Espaa y otrasa la Unin Americana [...] No, no era cierto que para mantener laindependencia de Santo Domingo y buscar el cumplimiento de los

    fines que ese estado de cosas pudiera llevar en el golfo de Mxico,fuese preciso dar a Santana los medios de guerra que peda parabatir a sus adversarios.

    Pero la estipulacin del artculo 4 fue para el general FelipeAlfau el asunto bsico. En la serie de compromisos que celebr conel ministro de Estado, seor Caldern Collantes, la preferenciade los puntos martimos que ms excitaba la codicia y el sumi-nistro de el armamento que pueda necesitarse para guarnecer lasplazas y puntos fortificados constituyeron el tema primordial desus conversaciones; y el general Alfau, inquieto, esper siempre suaprobacin, y en su despacho del 19 de septiembre de 1859, a ms

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    de insistir en esos asuntos, solicit del gobierno de S. M. C. comonecesidades castrenses de la Repblica.

    Dos mil carabinas Mini con sus correspondientes baleros.Ciento cincuenta mil cpsulas correspondientes a estascarabinas.Dos mil correajes completos, con mochilas, de los que usanlos cazadores de Madrid.Doce piezas de campaa del ltimo modelo y de los calibres

    que hoy usa la artillera ligera de Espaa, con sus correspon-dientes cureas y utensilios.Doscientos sables de caballera de la fbrica de Toledo.

    Ms adelante veremos, en relacin con los datos de esta soli-citud tomados de historia de La Gndara, lo que se obtuvo segndocumento del Archivo de Indias de la Coleccin Herrera.

    En la nota del general Alfau se especific, adems, que el cos-

    to de esos artculos ser el de la fbrica y conforme a la factura,que el trasporte sea sufragado por la Repblica, que el gobiernode Espaa nombre dos oficiales ingenieros que intervengan en lafortificacin, a la mayor brevedad de Saman y Manzanillo; que laentrega de los efectos ser inmediata, que la Repblica pagarlos crditos correspondientes anualmente por dcimas partes; queel crdito de la fortificacin y artillamiento de Saman y Manza-nillo ser pagado del mismo modo; que el gobierno dominicano

    hipoteca al pago de las sumas que resulten de estos convenios losbienes nacionales, consistentes en fincas urbanas y rsticas y el d-cimo de los productos de las aduanas.

    Los trminos de la carta autgrafa que el general Santana dirigia S. M. C. el da 27 de abril de 1860 vinieron no solo a robustecerlas gestiones encomendadas al general Felipe Alfau sino tambina persuadir a la Corte que haba llegado el momento propicio deestrechar ntimamente los lazos que nos ligaban a Espaa.

    En los trminos de esa carta se presiente ya la entrega inminen-te; se hace manifiesta, en ellos, la resolucin categrica y terminan-te del general Santana. La Anexin ya no se pide, se impone casi;

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    si no ahora, tal vez nunca, es el sentido radical en que en esa cartainsina y aclama perentoriamente por la reincorporacin a Espaa.

    Le dijo a S. M. C. Da. Isabel II de Espaa, que despus de ha-ber luchado por implantar la paz tras incesantes discordias civiles,se ha preocupado por lo que le falta a su pueblo para ser feliz,la confianza en el provenir y un orden ms estable y duradero;que nuestro origen, nuestro idioma, nuestra religin, nuestrascostumbres y nuestras simpatas nos llevan a buscar y encontraresa estabilidad en la unin ms perfecta con la que fue nuestra

    madre; que nunca se presentar mejor oportunidad que la quenos ofrecen hoy las circunstancias; esto es la paz y el orden de quedisfrutaba el pas entonces; que luego podran venir las convulsio-nes polticas a que estn expuestas las nuevas repblicas.

    Seala y pone nfasis en que las circunstancias favorables po-dran desaparecer por las guerras civiles, por las luchas contra losinvasores haitianos y hasta por el aprovechamiento que podrahacer en tal ocasin la nacin poderosa que desde el norte no

    aparta su mirada de guila sobre este codiciado pas. Habla de suprestigio como garanta de la paz propicia para estrechar ahora loslazos que unen ambos pueblos; que si se pasaba esta oportunidadfueran adversas las circunstancias, nuestros males no seran me-nos para los espaoles que la tocan por sus extremos, se refiere aCuba y Puerto Rico; que l y la gran mayora de la nacin estamosdispuestos a aceptar la medida que sea conveniente para asegurar lafelicidad del Pueblo Dominicano y los intereses de Espaa en sus

    posesiones americanas; que se ha enviado a la Corte un Plenipoten-ciario para que expresa a S. M. C. los sentimientos, sus afectos conms fidelidad para inclinar Vuestro Real nimo, en favor de losque fueron vuestros hijos.13

    Despus de los frustrados sondeos y tentativas en pro del pro-tectorado o de la Anexin durante ms de diecisiete aos a partirdel venturoso ao de 1844, con el Conde de Miraflores como me-diador, cerca de ODonnell, para proseguir luego en 1847 con donBuenaventura Bez, don Pedro Bobea y don Juan Esteban Aybar

    1 El texto de esta carta en el anexo, Coleccin Herrera.

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    por ante el Conde de Alcoy, don Ramn Mella en 1854, por antedon ngel Caldern de la Barca; en 1855, con don Rafael MaraBaralt por ante don Claudio Antonio de Luzuriaga. Despus, re-petimos, de las frustradas misiones de esos cultos representantesdominicanos en la Corte de S. M. C. Da. Isabel II, de Espaa, en1859, consigue el general don Felipe Alfau entablar las conversa-ciones con el ministro don Saturnino Caldern Collante, ya referi-das, para echar las bases de la Anexin, con las concesiones alcan-zadas como ayuda, en primer trmino, de la dictadura del general

    Santana, y en segundo para la proteccin de nuestro pas contra lasamenazas que lo rodeaban. Pero, hemos visto que Santana con lacarta a S. M. C. dio un paso ms para acelerar el ritmo de los acon-tecimientos aprovechndose no solo de las propicias condicionesinternas, como eran el anhelo de paz estable de los dominicanos, elinters de sus ulicos y proslitos de mantenerse en el poder bajo sumando, el deseo de los ms, de labrar su destino con el trabajo, suscontratiempos, librarse todos de las invasiones haitianas y, favora-

    ble a estas circunstancias, el clima de hispanismo que haba creadola poltica de Segovia y la buena disposicin de la poltica ultrama-rina del partido Unin Liberal, entonces dominante en Espaa,propenso a las conquistas y auge del podero colonial del Reino.

    Pero no bastaban los reiterados encarecimientos del amor delos dominicanos a Espaa y a las cosas de Espaa, con la invocacincomo prenda no desestimable, de nuestro abolengo hispnico y dela identidad de nuestra lengua, de nuestra religin y de nuestras

    costumbres, era menester confirmar la certidumbre de esas pro-testas de simpata y de las halageas promesas contenidas en esosdocumentos, era necesario que antes de acceder al tan solicitadoprotectorado, preludio de la Anexin, alguien viniera a palpar loshechos, a la inteleccin de la verdad del caso dominicano quehaca ms de diecisiete aos rodaba por las cancilleras de Europa.

    Fue encargado de esa delicada misin el brigadier don JoaqunGutirrez de Rubalcava, quien en su viaje a Cuba a ocupar el destinode comandante general del apostadero de La Habana, deba tocaren Santo Domingo de Ozama, segn las instrucciones secretasque se le dieran, y el da 5 de julio de 1860 dio fondo en la rada de

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    esta, ciudad primada de Amrica, el Pizarro, buque de la marina deguerra de S. M. C. que conduca al ilustre viajero, prestante perso-naje que vendra a desempear papel de extraordinaria importanciaen la tragicomedia de la Anexin y en nuestra cruzada restauradora.

    Aunque la visita del insigne marino era oficiosa no obstante,tuvo el privilegio, en ausencia del jefe del Estado general Santa-na, de entrevistarse con el vicepresidente de la Repblica, seorgeneral don Antonio Abad Alfau, con los miembros del gabinete

    y se code en estrecha camaradera con otros altos dignatarios del

    gobierno y del clero.As, en el breve tiempo de que dispuso, pudo ver y or lo quenecesitaba saber para rendir su informe acerca del caso dominica-no que sin demora redact en La Habana y remiti al ministro de

    Marina con fecha 10 de julio de 1860.Este informe fue totalmente favorable a la Anexin; por eso, y

    para edificar al lector al respecto, transcribimos aqu los prrafosms expresivos de la opinin que entonces ganamos en el pensa-

    miento del distinguido visitante:

    Los dominicanos invocan repetidamente, que su emancipa-cin de la Metrpoli no fue obra del pas, sino de la audacia yambicin de unos pocos, la indiferencia de algunos y la igno-rancia del mayor nmero; que todos menos los primeros,

    vivan contentos y felices bajo el gobierno espaol; que lageneralidad de los dominicanos no abrig nunca odio a

    los espaoles, ni ha ofrecido el espectculo de los demsdisidentes que sacudieron nuestra dominacin por medios

    violentos, conservndonos el rencor hasta ahora; que nohabiendo aquella prevencin en Santo Domingo, antesbien enorgullecindose la mayor parte de sus habitantes enllamarse espaoles, incluso los hombres que han figurado ala cabeza de los diversos partidos que se han disputado elmando y, por ltimo, a que comparaban aquellos tiempos de

    prosperidad, riqueza, bienestar que disfrutaban, con la des-gracia, miseria y desventura que les rodea, no puede menosde palparse su sinceridad y buena fe al expresar la parte ms

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    noble y numerosa de la poblacin que desearan a todo tran-ce volver al dominio de los espaoles, o, cuando menos, el serprotegidos por su gobierno, en trminos de no ser la vezprimera que se ha deliberado por los que componen el de laRepblica, y, ltimamente, por el presidente Santana,sobrearbolar el pabelln espaol, y ponerse a disposicin de Espaa,an sin su anuencia. Hoy mismo esta es la idea culminanteque abrigan, que me ha sido explcitamente manifestada porel vicepresidente Abad Alfau y los ministros de que dejo

    hecho mencin, notndose su abatimento al expresarles quemi misin no era otra que entregar el pliego de que eraportador, enterarme de algunos particulares y dar cuenta algobierno de S. M. que no me haba facultado para otra clasede conferencias o estipulaciones.

    El general Gndara, que comenta peyorativamente este infor-me, dice sin rodeo ni reticencias que el brigadier se dej sorprender,

    que fue asediado y le hicieron respirar aquella atmsfera ficticia,que lo abrumaron con sus exclamaciones y encarecimientos [...]que Rubalcava tom la expresin de los sentimientos que manifes-taban los amigos del dictador por voto del pas y por opinin de lamayora de los ciudadanos y hasta reput de exagerado el referidoinforme no obstante haber tenido el respaldo de la autoridad nadamenos que don Francisco Serrano y Domnguez, gobernador ca-pitn general de la isla de Cuba, figura con la de don Leopoldo

    ODonnell de ms relieve del partido Unin Liberal, quien de suparte vino a mediar con discrecin, tacto y prudencia en las nego-ciaciones en pro de la Anexin, no sin expresar su leal parecer encuanto a los beneficios y las desventajas que reportaba a Espaa elprotectorado o la Anexin.

    Veremos ms adelante cmo se producen las ideas de Serranoen sus relaciones con la persona y el pensamiento de don PedroRicart y Torres cuando este lo visit en La Habana para impulsarlas negociaciones del protectorado.

    Pero antes hemos de comentar la memoria que rindi al refe-rido capitn general de Cuba, el jefe de su Estado mayor brigadier

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    D. Antonio Pelez de Campomanes acerca de la gestin que leencomend en la Repblica Dominicana.

    La nota que el capitn general de la Isla de Cuba pas el da 11de noviembre de 1860 al ministro de Estado, es una sistematizacin

    juiciosamente comentada del ideario de los informes que en rela-cin con nuestro pas y las propuestas anexionistas rindieron a sugobierno los brigadieres Rubalcava y Pelez, y el seor ministro deRelaciones Exteriores y de Hacienda, don Pedro Ricart y Torres.

    Lo primero que ocupa la atencin del capitn general goberna-

    dor de Cuba, en esta nota, es la gravedad que, a su juicio, reviste laproposicin del protectorado o de la Anexin que por su conductohizo al gobierno de S. M. la Reina el de la Repblica Dominicana.

    Se empe en hacer recordar al seor ministro de Estadolo que l le haba comunicado en cuanto a nuestros problemas,a nuestras simpatas por Espaa, sin perder de vista el singularinters con que el gobierno de S. M. ha mirado todo lo que serefera a la Repblica Dominicana, que pruebas de este inters

    son los auxilios que ha enviado al gobierno de la Repblica y losque se propone seguir proporcionando con el designio de ayudarlaa consolidar una nacionalidad por tan contrarios elementos com-batida; que no debe ocultarse al ilustre gobierno de la Reina elpeligro que sera para sus dos ricas colonias de las Antillas quenuestra isla fuese ocupada por el enemigo de la raza y del poder delgobierno, y se pregunta qu ejemplo para Cuba y Puerto Rico,el espectculo de una nacionalidad negra, establecida entre las dos

    islas y subyugadora de la raza blanca? Que si los norteamericanosse apoderan de nuestra isla quedarn expuestos a una vigilanciaconstante y obligados a estar siempre prestos a la defensa y queesa sesin determinara una competencia peligrosa para nuestraindustria y comercio.

    Estas y otras consideraciones para llegar a la siguiente conclu-sin: Santo Domingo yankee o haitiano es un dilema terrible,cualquiera de sus estremos no puede ser ms funesto.

    Hace notar que el 12 de julio le manifest al general Alfauque su pensamiento ha sido y ser siempre que se ayude a SantoDomingo, pero de una manera indirecta y aplazar para tiempos

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    mejores la realizacin de una unin que reclama el mutuo intersde los pases [...]. Pero hay dificultades que se mueven por s mis-mas, sin que haya fuerza humana que pueda evitarlo [...], que Detal naturaleza es el que nos suscita el gobierno de Santo Domingoal proponer al de S. M. la incorporacin de la Repblica en la mo-narqua Espaola o el protectorado, que le evite los peligros que laamenaza.

    Dice haberle significado al ministro Ricart en la primeraconferencia en La Habana, en que se habl de la incorporacin,

    que aunque le eran gratos los sentimientos del espaolismo delos dominicanos, careca de instrucciones de S. M. para un casode tal naturaleza y que lo sometera a quien tena facultades pararesolverlo, y, encareci al Sr. Ricart, quien, de otra parte, habaido adems con el propsito de contratar un emprstito, la mayordiscrecin en tan delicado asunto y que se valiese de su influjo paraevitar cualquier manifestacin inoportuna que es muy de temer,atendido el impaciente deseo de aquellas gentes de izar la bandera

    espaola segn general testimonio, pero le manifest al minis-tro Ricart que innegablemente a Espaa le convena la posesinde Santo Domingo para el aumento de su poder martimo y comocondicin indispensable de su prosperidad y engrandecimientofuturo. De otra parte, consider; como muy apreciables los datossobre la situacin y riqueza de nuestro pas suministrados por elseor brigadier Pelez. Hace resaltar el espaolismo de blancos ynegros de quien le habl Rubalcava, que ahora le confirma Pelez.

    En Santo Domingo dijo Pelez en su memoria: [...] la visita de unbuque, de una bandera, de un uniforme espaol es siempre pretex-to para proclamar a Espaa.

    En esta nota insisti Serrano en creer en la posibilidad de unaguerra con los EE. UU. de Amrica, en caso de que ocupemos aSanto Domingo, que a ella debe apercibirse el gobierno de S.

    M. si se decide a llevar a cabo la empresa, y agreg a continua-cin: hay un grave peligro en desaprovechar la ocasin que se nosofrece [...]. Por lo dems, Excmo. seor, tarde o temprano, hemosde correr a los azares de esta guerra por la misma fuerza de las co-sas [...]. Esta guerra ser inevitable desde el momento que Espaa

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    intente tomar en este continente, la poderosa iniciativa a que sinduda est llamada [] Y hace la rotunda declaracin siguiente:

    No vacilo sin embargo en manifestar a V. E. que creo llegadala hora de correr el riesgo de una empresa de la cual dependeque nuestra Espaa llegue a ser un poder en Amrica [...].La cuestin dominicana es, Exmo. seor, la ms vital quetiene la Espaa en estas regiones: ante ella todas las otrasdesaparecen [...]. La ha trado la marcha misma de los acon-

    tecimientos y la nueva posicin que Espaa ocupa desde lagloriosa campaa de frica.

    El ministro secretario de Estado en los Despachos de Hacien-da, Comercio y Relaciones Exteriores de la Repblica Dominicana,seor don Pedro Ricart Torres, puso en conocimiento al seor go-bernador y capitn general de la isla de Cuba, seor don Francis-co Serrano, que el seor presidente de la Repblica [] tena la

    conviccin que las condiciones en que se encuentra el pas no esposible evitar que marche de da en da hacia la ruina y vaya a caerpresa de una raza que ni hable nuestra lengua, ni profese religinalguna ni tolera en fin sobre suelo dominicano la existencia de loque llevara este nombre, que desea asegurar la felicidad de la Pa-tria, ponindola a la sombra protectora de otra nacin, cuyos usos,costumbres, lenguaje y religin son los nuestros y cree convenientepara el logro de este deseo proponer las bases en que semejante

    unin podra realizarse. Y agreg el seor Ricart:

    [...] que si se hiciese por Anexin, S. E. el presidente pedi-ra 1. Que se conserve la libertad individual sin que jamspueda establecerse la esclavitud en el territorio dominicano;2. Que la Repblica Dominicana sea considerada como unaprovincia de Espaa y disfrute como tal de los mismos de-rechos; 3. Que se utilicen los servicios del mayor nmeroposible de aquellos hombres que los han prestado a la Pa-tria desde 1844, especialmente en el ejrcito y que puedanprestarlo en lo sucesivo a S. M.; 4. Que como una de las

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    primeras medidas mande S. M. amortizar el papel actual-mente circulante en la Repblica; 5. Que reconozca como

    vlidos los actos de los gobiernos que se han sucedido en laRepblica Dominicana desde su nacimiento en 1844.Que si la poltica de Espaa prefiriese el Protectorado elpresidente pedira 1. Que S. M. garantizase el territorio dela Repblica, cuyos lmites son los que fija la constitucindel Estado, esto es, los reconocidos por el tratado definitivoentre Espaa y Francia, en Aranjuez el 3 de junio de 1777.

    2. Que as mismo garantice S. M. C. la independencia ysoberana de la nacin dominicana y le facilite armamentos,pertrechos, buques de guerra y tropas si las necesitase enel caso que la Repblica sea amenazada por una invasinhaitiana u otra, como igualmente interponer sus buenosoficios, autoridad e influencia en cualesquiera dificultadque pueda ocurrir entre el gobierno Dominicano y los deotras potencias. 3. Que S. M consienta que vengan de la

    Pennsula, Cuba o Puerto Rico, sargentos y oficiales delEjrcito como hasta ahora para la formacin e instruccindel dominicano. 4. Que S. M. consienta que se establez-ca una corriente de inmigracin de las Islas Canarias o deotros puntos de la Pennsula costeada por ella misma, re-conociendo la Repblica una deuda nacional por la suma aque ascienda esta operacin.Por nuestra parte nos obligamos a 1. Que la Repblica no

    celebrar tratados de alianza ni convenios especiales de gue-rra ofensiva sino de acuerdo con Espaa. 2. Que no celebra-r tratados con ninguna otra nacin contrarios a la poltica ya los intereses de Espaa. 3. Que del mismo modo no arren-dar puertos ni bahas ni har concesiones temporales deellos, ni de terreno, bosques, minas y vas fluviales a ningnotro gobierno. 4. Que los oficiales y sargentos instructoresa su llegada a la Repblica, si tal fuese el beneplcito de S.

    M. C., se les dar el grado de ascenso inmediato. 5. Quelos puertos y bosques de la Repblica se franquearn para elservicio de la Marina espaola.

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    Esas son las bases sometidas por mediacin del capitn generalSerrano a la Corte por el presidente Santana, pero el seor ministroRicart ha significado a continuacin de estas bases que el deseopreferente de S. E. el presidente, de su gobierno y de la mayora dela nacin dominicana, sera que el gobierno de S. M. C. admitiesela Anexin como medio ms til y provechoso para ambos pases.

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    SUMARIODespacho del 8 de diciembre de 1860, de ODonnell al generalSerrano. Datos importantes de la Coleccin Herrera acerca de undocumento incompleto recogido por el general Gndara. Misindel general Lavastida al Cibao. Texto de las instrucciones que llev.Los pronunciamientos de la Anexin. Carta de Serrano a Santana

    sobre la propuesta de Anexin. La proclamacin. Alocucin deSantana. Crnica de los actos de la Gaceta Oficial.

    El despacho del da 8 de diciembre de 1860 que en relacincon la propuesta del protectorado o Anexin dirigi el presidentedel Consejo de Ministros, Sr. don Leopoldo ODonnell al capitngeneral y gobernador de la isla de Cuba Sr. don Francisco Serrano

    y Domnguez y el oficio del Sr. don Pedro Ricart y Torres del 4 demarzo de 1861, son documentos claves en cuanto a que en ellosencontramos las razones que permiten explicarnos las causas de laextremada prisa como se produjo la Anexin y los procedimientosque se emplearon para cohonestar los designios de sus fautores ysacar libre de responsabilidades al Gobierno espaol e inmaculadoel nombre venerable de S. M. Da. Isabel II de Espaa ajena de losintrngulis y maniobras que se pusieron en prctica para lograrla

    con tan sorpresiva precipitacin, no obstante el parecer del ministrode Estado Espaol de que no eran propicias las circunstancias delmomento para que la Nacin espaola echara sobre sus hombros

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    la responsabilidad de aceptar la incorporacin a sus dominios delterritorio que hoy constituye la Repblica Dominicana; que laincorporacin inmediata no sera hoy ni prudente ni acertada; yentre otras consideraciones, opin que si se llevase a cabo sin com-plicaciones internas, todava habra que tener presente la influenciaque ejercera en las dems Repblicas hispanoamericanas y en lamisma isla de Santo Domingo; que a pesar de que el generalSantana y sus consejeros opinan que el pas entero es favorable a lareunin a Espaa, el gobierno de S. M. no se hallaba plenamente

    convencido de que al realizarse no surgirn dificultades internasque coloquen a Espaa en una situacin sumamente embarazosa[...] que si el partido opuesto a Santana levantase la voz contra lamedida que se propone, si no hubiese completa unanimidad nosolo se defraudaran las esperanzas del gobierno sino que se aplaza-ra indefinidamente la consecucin del objeto apetecido [...] que deacuerdo con el parecer del Consejo de Ministros V. E. manifiesteal gobierno de Santo Domingo la satisfaccin con que mira sus de-

    seos de volver a formar parte de la Monarqua; pero, que convieneaplazarla, sin embargo, en inters de tan noble empresa por el trmino, almenos de un ao, y que ha de hacer presente al Gobierno Domi-nicano en nombre de S. M. que el da que V. E. se convenza de quela incorporacin es una necesidad perentoria, que no admite dilacin, escondicin indispensable para llevarla a cabo, que el acto debe ser y parecercompletamente espontneo para dejar a salvo la responsabilidad moral de

    Espaa.

    Adems de las buenas disposiciones de prestar a Santana y alos gobiernos la ayuda que fuese necesaria, se autoriz al capitngeneral de Cuba la contratacin del emprstito gestionado por elseor Ricart. Pero el seor presidente de Consejo de Ministros ledijo que [...] si los haitianos intentaban atacar de nuevo, debadarle al gobierno los auxilios de armas y pertrechos que necesite,ayudndolo llegado el caso, con subsidio de medio milln de realese igual auxilio si una o ms partidas de filibusteros de Norteam-rica intentase apoderarse de cualquier punto de su territorio, que si lasatenciones que tiene que cubrir la marina lo permitiesen dispusieraun servicio de uno o ms buques para la vigilancia de varios de los

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    puertos de la isla y proteger los puntos, personas y propiedades delos sbditos de S. M.; que si fuese imposible aplazar la incorporacin yla no aceptacin de la oferta del general Santana diese lugar a que los EE.UU. les ofreciesen su apoyo y se apoderasen de algn punto importante dela Isla, como por ejemplo la baha de Saman, deber V. E. para evitarlo,usar de todos los medios que tiene a disposicin. Y agreg el presidentedel Consejo de Ministros: La Espaa no puede consentir jamsque los norteamericanos se apoderen de ninguna parte del territorio deSanto Domingo.

    El capitn general gobernador de Cuba no solo utiliz al seorRicart para informar a Santana de los trminos del documento deODonnell, sino que se lo comunic mediante despacho privado yen trminos muy afectuosos, y as qued enterado por dos vas, deque el gobierno de S. M. estaba inclinado a aceptar ms que el pro-tectorado, la Anexin misma, pero segn las condiciones sealadasen el oficio de ODonnell a Serrano, cuyas clusulas ms importanteshemos expuesto y comentado ya; pero nos permitimos la libertad

    de subrayar en la copia del documento de la Coleccin Herrera, lasdos clusulas que el historiador Gndara ech menos en la publi-cacin oficial del despacho que l ha trasladado a su historia con lassiguientes observaciones: [...] al publicar el despacho que acabamosde transcribir y comentar, se suprimieron dos clusulas importantescuyos trminos exactos sentimos que no nos sea posible copiar aqu.Por la primera de ellas, imperativa y categrica, mandaba al generalODonnell aplazar la Anexin lo menos por un ao, para que nues-

    tro gobierno tuviese tiempo de apercibirse y esperar prevenido laseventualidades internacionales que pudiera acarrear el suceso. Enla segunda se prevee la contingencia de que quisiera adelantrsenosuna nacin poderosa en el continente americano.

    Ambas clusulas, como ya hemos dicho, se encuentran en lapieza de la Coleccin Herrera. La nacin poderosa a que se refiereson los EE. UU. de Amrica y la contingencia que pudiera ade-lantarse al tratado de Anexin era la posible gestin de protecto-rado o la posesin de alguna parte del territorio dominicano por losnorteamericanos. En aquella poca esas clusulas fueron rigurosossecretos de Estado.

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    Esa contingencia casi bastaba para precipitar la Anexin, yocurri no obstante el plazo fijado por ODonnell y sin mucha de-mora a consecuencia de la alarma que produjo en los altos crculosde la poltica un incidente que poda influirsiniestramente en lamarcha de los asuntos, segn expresin textual del ministro Ricarten su carta al capitn general Serrano. En esta carta se alude a lallegada a Santo Domingo de un personaje M. P [...] acompaadodel general C. [...] y del Coronel F. que vinieron con la mi-sin de contratar un emprstito de $500,000 a inters mdico y a

    largo plazo; establecer una corriente de inmigracin para poblar labaha de Saman; obtener privilegios para la navegacin en los rosYuna y Yaque, establecer un astillero, explotar todas las minas de laRepblica [...] y por si fuera poco, uno de los emisarios le expresal ministro Ricart que hoy ms que nunca [...] estaba dispuesto supas a emprender negociaciones con Santo Domingo, cuya suertepoda ser la ms prspera si accedamos a sus deseos.

    Ese pas y esos nombres silenciados en la carta de Ricart, apa-

    recen con toda la sugestin de su amplio significado histrico en lacopia de uno de los documentos de la Coleccin Herrera, en el anexo.Ese pas era los EE. UU. de Amrica; esos misteriosos perso-

    najes son un tal Mister Patterson, el general William L. Cazneau,fundador de laAmrican West India Company, el de la misin secretade 1853, muy conocido de Santana, pionero del tratado domnico-americano que promovi la protesta de Lord Clarendon, minis-tro de S. M. la Reina Victoria; y Joseph W. Fabens, tesorero de la

    misma compaa y asociado a los Spafford en elAffaire Hartmont,ms tarde complicados ambos en las turbias negociaciones para la

    Anexin a los Estados Unidos, cuyo proyecto rechaz el Senadoamericano en poca del general Grant.

    Este fue el primer incidente propicio a la Anexin segn lascondiciones de ODonnell, el segundo lo constituyeron, entreotros episodios blicos de poca importancia, la Revolucin Rege-nadora comandada por Francisco del Rosario Snchez, Jos MaraCabral y Fernando Tabera.

    Este movimiento que vena a contrarrestar las negociacionesen pro de la Anexin, aunque socorrida por Geffrard y algunos

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    Ahora se propone el presidente-dictador circunstanciar la otraradical estipulacin del referido documentos de ODonnell; esto es,que el acto de la Anexin debe [...] ser y parecer completamenteespontneo, porque la unanimidad de miras debe ser el principalfundamento de la actitud de Espaa.

    Para dejar satisfecha esa condicin orden a su ministro deGuerra y Marina, seor don Miguel Lavastida, el da 2 de marzo,mediante el siguiente despacho:

    Seor ministro:Debiendo diputar una persona que merezca mi entera con-fianza para que pase a las provincias del Cibao a imponer alas autoridades y personas notables de aquellos lugares delresultado de las negociaciones se acaban de celebrar con elgobierno de S. M. C., conforme con los deseos que constan-temente han manifestado los dominicanos, he resuelto co-

    misionar a V. S. para que pase a desempaar esta importantemisin. Sin embargo de que V. S. est plenamente instruidode todo cuanto se ha practicado sobre el particular, debo noobstante sealarle con toda precisin los puntos a que debereferirse en el desempeo de este encargo. Diga V. S. confranqueza a todos esos patriotas lo que el gobierno ha hecho

    y lo que definitivamente se ha convenido: 1. Que en vistade las grandes dificultades que se han tocado siempre, y que

    hoy ms que nunca se oponen para la consolidacin del pas,contndose ya diez y siete aos de lucha, durante los cualesse han agitado revoluciones internas, cuyas dolorosas conse-cuencias se hacen sensibles cada da, el gobierno se ha vistoen el caso de ocurrir al de S. M. Catlica solicitando unaproteccin eficaz que asegure los derechos y garantas delpueblo dominicano.2. Que al dirigirse este gobierno al de S. M. C. impetrandoesta proteccin, se han tenido presentes las circunstancias denuestro origen, de nuestro idioma, de nuestros usos y cos-tumbres y de nuestra religin y tradiciones.

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    3. Que las sealadas simpatas que naturalmente en todostiempos ha tenido el pueblo dominicano por todo cuantodepende de la Espaa, y las que esta nacin ha manifestadoconstantemente de que ambas partes se entendiesen y lleva-sen a cabo una convencin que ntimamente las estrechase.4. Que atendiendo a todas estas razones, y con la seguridadde que los haitianos no desisten nunca de sus ideas de con-quista y exterminio, a pesar de los esfuerzos hechos por laspotencias mediadoras, el gobierno estableci sus proposicio-

    nes al Gabinete de Madrid, basadas de este modo: Proteccindirecta y eficaz a la Repblica Dominicana, o Anexin de laantigua parte espaola de la isla de Santo Domingo comouna provincia libre.5. Que el gobierno de S. M. C., despus de haber estudiado,meditado y aun consultado las conveniencias de estas propo-siciones, ha resuelto decidirse por la Anexin, en vista de lasdificultades que de ordinario ofrece un protectorado que no

    podra llevar el sello de la perpetuidad.6. Que resuelta y decidida como est la Anexin, por elacuerdo de ambos gobiernos, no resta ya otra cosa que hacerla solemne declaratoria.7. Que para que esta pueda llevarse a cabo con todo el ordenposible, y que la expresin del pueblo dominicano sea libre,se tienen ya dadas las rdenes correspondientes para que

    vengan las fuerzas de mar y tierra a proteger la espontnea

    manifestacin de los pueblos.8. Y ltimo. Que las bases de la Anexin son las mismas queconstan de la copia que por separado lleva V. S. para que laseleve al conocimiento de las autoridades y de las personasinfluyentes de aquellas provincias.Estas instrucciones, que deber V. S. hacerlas entender alos pueblos del Cibao, para que sepan cuanto se ha podidopracticar en favor del pueblo dominicano, revelan las bue-nas disposiciones que el gobierno de S. M. C. tiene por lohijos de Santo Domingo. Ni Mxico con sus siete millonesde habitantes y su opulencia; ni Cuba, esa rica y codiciada

  • 7/30/2019 Herrera, Cesar-anexion a Espaa -Restauracion

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    isla, han logrado elevarse al rango en que se coloca hoySanto Domingo. Yo me regocijo, me enorgullezco al vercoronada la obra de mis desvelos, de ver asegurada la li-bertad, los derechos y las garantas de mis compatriotas.Diga V. S. a los hijos del Cibao que les mando un abrazo

    y que los felicito por esa aurora de paz y de felicidad conque se asoma nuestro porvenir, asegurndoles que puedensiempre contar con el paternal afecto del caudillo de suslibertades.

    El seor ministro de Guerra y Marina cumpli a cabalidad ysatisfaccin del presidente Santana el cometido que lo llev a lasdiversas provincias del Cibao y, por su parte, este transmiti lasinstrucciones que deban seguirse rigurosamente para los pronun-ciamientos en pro de la Anexin a las diversas autoridades pro-

    vinciales, que lo hicieron, unos, festinadamente y otros despusdel 18 de marzo, como el de Hato Mayor, aquel da 15, al cual

    sucedieron los de Ban, Bayaguana y Monte Plata que tuvieronefecto el da 17. As es que la formal y solemne reincorporacinde la Repblica Dominicana en los dominios de S. M. C. doaIsabel II de Espaa, estaba hecha no sin que se produjeran algunasprotestas y resistencias contra las rdenes casi imperativas e in-eludibles; pero se hizo por mor de disciplina, o por instinto deconservacin, o por no perder con el d