hernÁn cortÉ ys las mujeres: vida y...

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HERNÁN CORTÉS Y LAS MUJERES: VIDA Y POESÍA Á mi hija Marina Elizabeth Nadie ignora que Hernán Cortés fue tan emprendedor y tan afortunado en las lides amorosas como en las militares. Acudiendo a las fuentes históricas de los siglos xvi y XVII , trataré de precisar aquí lo que se sabe de las mujeres que entraron en su azarosa vida y del trato que tuvo con ellas, y procuraré aclarar ciertos detalles biográficos que muchas veces han dado pie a ásperas censuras mo- rales. Me propongo asimismo estudiar un tema más novedoso y virgen: la proyección literaria de este aspecto de la vida de Cor- tés en la poesía española del Siglo de Oro. Fue Cortés, según Gomara, "muy dado a mujeres, y diose siem- pre" 1 * Y en efecto, este historiador se complace, a través de su obra, en narrar los muchos lances de amor cuyo protagonista fue nuestro héroe, tanto en España como en las Indias (uno de ellos, el movido episodio del escalamiento de tapias ajenas, que retardó la salida del joven Hernando para el Nuevo Mundo). También Bernal Díaz atestigua este rasgo, y no sin cierto resen- timiento en una ocasión, cuando cuenta cómo, tras una batalla, Cortés y sus capitanes "habían ya escondido y tomado las mejores indias, que no apareció allí ninguna buena, y al tiempo de repartir dábannos las viejas y ruines", de manera que "sobre esto hubo muy grandes murmuraciones" contra él 2 . Después de la conquista, según los que declararon en el "juicio de residencia" de Cortés, hubo en su casa, constantemente, gran número de mujeres, así indias como españolas 3 . Los testimonios 1 FRANCISCO LÓPEZ DE GOMARA, Historia de la conquista de México, ed. J. Ramírez Cabanas, México, 1943, t. 2, p. 298. Esta edición reproduce la pri- mera, de 1552. Es significativo que las palabras citadas hayan sido suprimidas en las ediciones posteriores, a partir de la de 1554. 2 BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, ed. de París, 1936-37, cap. 135 (t. 2, pp. 240-241). 3 Sumario de la residencia tomada a D. Fernando Cortés, gobernador y capitán general de la Nueva España, y a otros gobernantes y oficiales de la misma (1529) , ed. paleográfica de I. López Rayón, en los Documentos para la historia de México, México, 1852, t. 1, pp. 62-63, 98-99, 123, 159, 202-203,

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H E R N Á N CORTÉS Y LAS MUJERES: VIDA Y POESÍA

Á mi hija Marina Elizabeth

Nadie ignora que H e r n á n Cor tés fue tan emprendedor y tan afortunado en las lides amorosas como en las militares. Acudiendo a las fuentes históricas de los siglos x v i y X V I I , t r a t a r é de precisar a q u í lo que se sabe de las mujeres que entraron en su azarosa vida y del trato que tuvo con ellas, y p rocu ra ré aclarar ciertos detalles biográficos que muchas veces han dado pie a ásperas censuras mo­rales. M e propongo asimismo estudiar u n tema más novedoso y virgen: la proyección l i teraria de este aspecto de la v ida de Cor­tés en la poesía española del Siglo de Oro.

Fue Cortés , según Gomara, "muy dado a mujeres, y diose siem­pre"1* Y en efecto, este historiador se complace, a través de su obra, en narrar los muchos lances de amor cuyo protagonista fue nuestro héroe , tanto en España como en las Indias (uno de ellos, el movido episodio del escalamiento de tapias ajenas, que r e t a r d ó l a salida del joven Hernando para el Nuevo M u n d o ) .

T a m b i é n Bernal Díaz atestigua este rasgo, y no sin cierto resen­timiento en una ocasión, cuando cuenta cómo, tras una batalla, Cor tés y sus capitanes " h a b í a n ya escondido y tomado las mejores indias, que no aparec ió allí n inguna buena, y al t iempo de repartir d á b a n n o s las viejas y ruines", de manera que "sobre esto hubo muy grandes murmuraciones" contra é l 2 .

Después de la conquista, según los que declararon en el " ju ic io de residencia" de Cor tés , hubo en su casa, constantemente, gran n ú m e r o de mujeres, así indias como españolas 3 . Los testimonios

1 FRANCISCO L Ó P E Z DE G O M A R A , Historia de la conquista de México, ed. J . Ramírez Cabanas, México, 1 9 4 3 , t. 2 , p. 2 9 8 . Esta edición reproduce la pri­mera, de 1 5 5 2 . Es significativo que las palabras citadas hayan sido suprimidas en las ediciones posteriores, a partir de la de 1 5 5 4 .

2 B E R N A L D Í A Z D E L C A S T I L L O , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, ed. de París, 1 9 3 6 - 3 7 , cap. 1 3 5 (t. 2 , pp. 2 4 0 - 2 4 1 ) .

3 Sumario de la residencia tomada a D. Fernando Cortés, gobernador y capitán general de la Nueva España, y a otros gobernantes y oficiales de la misma ( 1 5 2 9 ) , ed. paleográfica de I. López Rayón, en los Documentos para la historia de México, México, 1 8 5 2 , t. 1, pp. 6 2 - 6 3 , 9 8 - 9 9 , 1 2 3 , 1 5 9 , 2 0 2 - 2 0 3 ,

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4 i 8 WINSTON A . REYNOLDS N R F H , XVIII

son sin duda exagerados: además de basarse en hablillas, casi todos los testigos estaban descontentos de Cor tés o incluso t en ían alguna querella personal contra él, y esta predispos ic ión era justamente lo que los llevaba a declarar ante los jueces. L a historiadora mexicana Eu la l i a G u z m á n , e m p e ñ a d a como está en pintar a H e r n á n Cor tés como el mayor b r i b ó n del mundo, acepta sin embargo esos dudosos testimonios como verdad inconcusa, y habla de l a ' l u j u r i a sin esc rúpu los" del conquistador, que " b u r l ó mujeres a pasto" 4. E n todo caso, cabr ía replicar que Cor tés no t en í a votos de castidad, y que en la España de la época estaba perfectamente reconocida y aceptada la ins t i tuc ión de la b a r r a g a n í a 5 .

Recordemos, por ú l t i m o , que Cor tés dejó una estela de hijos naturales, y que mos t ró por ellos verdadero amor y gran sentido de responsabilidad 6 .

C o n los éxitos amorosos tiene que ver el aspecto físico del hom­bre. Por desgracia, no sabemos con seguridad absoluta cómo era H e r n á n Cortés . N o se ha demostrado, hasta l a fecha, la autentici­dad de ninguna de las treinta y tres representaciones (retratos y medallones) que se conservan, por mucho que los diversos comen­taristas iconográficos se esfuercen en hacer triunfar sus respectivas teor ías 7 .

263-264, 337, 383-384, 415; t. 2, pp. 39, 70, 101-102, 117, 134, i5 8 > ^-^l' 216

(contestaciones a la pregunta 39). L a crítica principal de la mayoría de estos testigos es que a menudo las mujeres tenían parentesco entre sí hasta el cuarto grado. Según un testigo (t. 1, p. 159) , Cortés tenía relaciones carnales nada menos que con cuarenta indias a la vez.

4 E U L A L I A G U Z M Á N , "Pró logo" a su ed. de las Relaciones de Hernán Cortés a Carlos V sobre la invasión de Anáhuac: aclaraciones y rectificaciones, México, 1958, t. 1, pp. c-ci.

5 S. DE M A D A R I A G A , Hernán Cortés, Buenos Aires, 1941, pp. 210-211. 6 Además de recordarlos generosamente en su testamento, obtuvo una

bula extraordinaria (Roma, 16 ele abril de 1529) que hacía legítimos a Mar t ín Cortés (hijo de doña Mar ina) , a Luis Altamirano (nacido en México de madre española, Antonia Hermosilla) y a Catalina (hija de una india cubana). E n un documento fechado en Colima a 9 de enero de 1535 menciona Cortés a esos tres y a otras dos hijas naturales, Mar ía y Leonor, a propósito de la herencia de sus bienes (cit. por A . L Ó P E Z DE M E N E S E S , RIM, 9, 1948, p. 4 8 2 ) .

E l conquistador hizo los arreglos necesarios para el matrimonio de Leonor (cf. infra, nota 43) y para el de otras hijas. Cf. las palabras de un orgulloso descendiente de Cortés, F E D E R I C O G Ó M E Z DE O R O Z C O , Doña Marina, la dama de la conquista, México, 1942, p. 137: "quien haya estudiado el carácter de Cortés, sabe que una de sus más gratas satisfacciones fue la de sentirse padre . . . Por eso nunca rehusó reconocer y recoger a los hijos numerosos que su azarosa vida le deparó a lo largo de la ruta de sus andanzas".

7 Ci taré algunos: M A N U E L R O M E R O D E T E R R E R O S , Los retratos de Hernán Cortés. Estudio iconográfico, México, 1944; M A N U E L T O U S S A I N T , ' T I criterio artístico de H e r n á n Cortés", EA, 1 (1948) , 70-78; J E A N M . B A B E L O N , " U n retrato verdadero de H e r n á n Cortés", Memorias de la Acad. Méx. de la Híst.,

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N . R F H , X V I I I H E R N Á N CORTÉS Y LAS M U J E R E S 4 1 9

Pero si los dos óleos que se conservan en el Hospi ta l de Jesús de la ciudad de México no son, evidentemente, verdaderos retratos, sino figuraciones idealizadas del prototipo 'anciano noble' , con ma­yor convicción a ú n hemos de rechazar la represen tac ión ideada por Diego Rivera en uno de sus murales del Palacio Nacional de México , de acuerdo con una fuente indigenista, l a l lamada Tradi­ción de Ixcateopan (apud E U L A L I A G U Z M Á N , " P r ó l o g o " cit., p. x x x v i i i ) , según la cual Cor tés "era feo, bajo, desfigurado, apestoso, u n pedazo de hombre". N o sé hasta q u é punto pueda decirse que esta absurda versión sea la "of ic ia l" en México (día tras día, mi l la ­res de inocentes turistas, de pie ante la genial caricatura que apa­rece en ese mural , oyen decir a los guías que Cor tés fue tal como lo p i n t ó Diego Rivera , por más que a menudo surja de entre los espectadores alguna voz, sobre todo femenina, que pregunta c ó m o es que u n monstruo tan deforme y horripilante pudo merecer los favores de n inguna mujer ) . Pero d o ñ a Eula l i a G u z m á n , que ocupa en el Museo Naciona l u n puesto oficial , el de his tor iógrafa, sostiene la veracidad de la Tradición de Ixcateopan y aprueba el "retrato" de Rivera , igual que las imágenes no menos desfavorables de Cor­tés que figuran en el Lienzo de Tlaxcala y en el Códice florentino. Su apasionada "conc lus ión d iagnós t ica" (ibid., pp. lxxx i i -xc iv) , es que Cor tés sufrió u n enanismo desfigurante, causado por sífilis congén i t a del sistema óseo, y se e m p e ñ a largamente en demostrarlo con los datos que le ofrecen los supuestos huesos de Cor tés . Hay, desgraciadamente, otros mexicanos "revolucionarios" que empobre­cen su criterio al perpetuar tales disparates 8. Y el Méx ico revolu­cionario —o, para decirlo con mayor precisión, el sector de él repre­sentado ahora por d o ñ a Eulalia—, al vi l if icar a Cor tés en su ansiosa b ú s q u e d a de una ident i f icación con el pasado ind ígena , ha impues­to, como es b ien sabido, una especie de anatema contra l a exhibi­ción púb l i ca de cuadros o estatuas que puedan tender a glorificar al conquistador 9 .

1 3 ( 1 9 5 4 ) , 1 7 3 - 1 7 8 ; C A R M E L O S Á E N Z DE S A N T A M A R Í A , "Iconografía cortesiana. (Hacia la identificación de su verdadero retrato)", RIM, 1 8 ( 1 9 5 8 ) , 5 4 1 - 5 6 0 .

E l "Inventario de los bienes de D . Mar t ín Cortés", publ. en los Documentos inéditos relativos a Hernán Cortés y su familia, México, 1 9 3 5 , p. 4 2 3 , menciona " E l retrato del Marqués don Hernando Cortés", del cual dice el editor, Rafael López, que era "probablemente el primero y más autént ico" (p. ix).

8 Véanse, como ejemplo, las palabras del general R U B É N G A R C Í A , " L a esplendorosa belleza de la emperatriz Tecuichpo, sus célebres amores con prín­cipes mexicanos y magnates españoles", en el Magazín Dominical de los Pe­riódicos Lozano, 2 7 de nov. de 1 9 5 5 , p. 9 : " . . . pe ro llegó el diablo en forma de enano patizambo, pues como se sabe, H e r n á n Cortés padecía «enanismo sifilítico» y era cascorvo".

9 Por ejemplo, T O R I B I O E S Q U I V E L O BREGÓN , en la In t roducción de su libro Hernán Cortés y el derecho internacional en el siglo xvi, México, 1 9 3 0 , pp.

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¿Qué dicen de H e r n á n Cor tés los españoles que lo conocieron personalmente? Era , dice Gomara al f inal de su historia (t. 2, p. 298), "de buena estatura, rehecho y de gran pecho; el color ceni­ciento, la barba clara, el cabello largo. T e n í a gran fuerza, mucho á n i m o , destreza en las armas". Y Bernal Díaz (cap. 204: t. 4, pp. 159-160) : "fue de buena estatura y cuerpo, y bien proporcionado y membrudo, y l a color de la cara tiraba algo a cenicienta, e no muy alegre; y si tuviera el rostro más largo, mejor le pareciera; los ojos en el mirar amorosos, y por otra graves; las barbas t en ía algo prie­tas y pocas y rasas, y el cabello que en aquel tiempo se usaba era de la misma manera que las barbas, y t en í a el pecho alto y la es­palda de buena manera, y era cenceño y de poca barriga y algo estevado, y las piernas y muslos bien sacados". N i enano, n i cascorvo, n i deforme. Cervantes de Salazar agrega que Cor tés era "de buen rostro" 1 0 . Los tres cronistas citados son los ún icos que nos han dejado u n retrato vivo, basado en su conocimiento directo. Se ve que sus descripciones no se refieren a los años juveniles n i anteriores a la conquista, cuando el conquistador deb ió de ser a ú n mejor parecido.

Evidentemente, Cor tés era más bien guapo que feo, y ejercía una poderosa a t racción masculina sobre las mujeres.

Examinemos ya a esas mujeres que d e s e m p e ñ a r o n u n papel en la v ida de nuestro personaje.

Pocos años después de su venida de España , el joven Cortés , siendo u n hacendado rico en Cuba , tuvo u n enredo amoroso que fue la causa de que el gobernador Velázquez lo hiciera víc t ima de fuertes persecuciones. Pondera Gomara (t. 1, p. 47) la escasez de mujeres españolas en la isla, y la natural popular idad de que allí gozaron unas hermanas Juá rez , pobres pero "bonicas". U n a de ellas, Catalina, atrajo las miradas de Cor tés , qu ien la festejó y la ganó para sí. Más tarde se que jó ella formalmente —no sabr íamos decir si con just if icación o no— de que Cor tés le h a b í a dado su palabra de casamiento y se negaba a cumpl í r se la . A la sazón andaba el gobernador Velázquez tras una de las hermanas de Catalina, y decid ió por lo tanto tomar cartas en el asunto. A ñ a d e Gomara que esa hermana ten ía " r u i n fama", y que Velázquez era "demasiado mujer i l " . Como dice Pereyra, "parece que toda la razón estaba de parte del que rechazaba la demanda [o sea C o r t é s ] , pues Velázquez no t en ía autoridad para formularla, ya que la r u i n fama de su fa­vorita, y su propia conducta, lo incapacitaban como censor de cos-

7-55, describe con indignación su lucha inúti l para que el gobierno le diera permiso de colgar un retrato de Cortés en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la que él era presidente.

1 0 FRANCISCO C E R V A N T E S DE S A L A Z A R , Crónica de la Nueva España, M a ­drid, 1 9 1 4 , p. 9 9 .

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tumbres y defensor de doncellas e n g a ñ a d a s " 1 1 . Cuenta Bernal Díaz (cap. 19: t. 1, p. 77): "sobre este casamiento de Cor tés le sucedie­

ron muchas pesadumbres y prisiones; porque Diego Velázquez fa­voreció las partes d'ella, como más largo c o n t a r á n otros". A l final, Cor tés op tó por casarse con Catalina, y así volvió a disfrutar del favor del gobernador, detalle importante para que a la larga se le diera el mando de la exped ic ión a México . Bernal Díaz (cap. 20: t. 1, p. 79) nos dice que el propio Velázquez a p a d r i n ó la boda.

U n a ñ o después de la conquista, l legó inesperadamente Catal i­na J u á r e z a México , a c o m p a ñ a d a de su hermano y de otros parien­tes, para reunirse con su ya famoso marido. A q u í se calla Gomara, pero Berna l Díaz (cap. 160: t. 3, p. 160) nos informa lacónica­mente: "cuando Cor tés lo supo, dijeron que le h a b í a pesado mu­cho de su venida, puesto que [ = 'aunque'] no lo demos t ró y les m a n d ó salir a recebir; y en todos los pueblos les hac í an mucha honra, hasta que llegaron a México, y en aquella c iudad hubo regocijos y juego de cañas; y dende a obra de tres meses que hubieron llegado o ímos decir que esta señora m u r i ó de asma".

Las circunstancias de la muerte de Catal ina —unidas a las noticias que se t e n í a n sobre su índo le celosa y oportunista— dieron origen a la sospecha de que él la hab ía estrangulado. Según u n testimonio del ju ic io de residencia, Catal ina provocó una escena violenta en una fiesta que dio Cor tés aquella noche t r ág ica 1 2 , a l acusar públ ica­mente a Francisco de Solís de ocupar a los indios de ella en ciertos trabajos sin su permiso; Solís le dijo que era Cor tés qu ien así los ocupaba, y Catalina, enojada, le contes tó : " Y o vos prometo que antes de muchos días h a r é yo de manera que no tenga nadie que entender con lo m í o " , a lo cual rep l icó Cor tés : " C o n lo vuestro, señora, yo no quiero nada de lo vuestro". L a amenaza de Catalina pudiera ser una velada a lus ión a las otras mujeres que hab í a en la vida de su marido, y la respuesta de él una franca expres ión de su desprecio.

Pocas horas después de la fiesta, de repente fue despertada la casa por las voces del d u e ñ o , que gritaba que su mujer parecía estar muerta en la cama (y, según el rumor que en seguida comenzó a

1 1 C A R L O S P E R E Y R A , Hernán Cortés, Buenos Aires, 1 9 5 3 , p. 3 2 . Según G O N Z A L O DE ILLESCAS , en un pasaje de su Historia pontifical reprod. en apén­dice a la crónica de Argensola, ed. Ramírez Cabanas, p. 2 7 3 (cf. infra, nota 2 7 ) , y P R U D E N C I O DE S A N D O V A L , Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V, BAE, t. 8 0 , p. 1 6 4 , Cortés no tenía intenciones de casarse con Cata­lina, sino que sólo quería tenerla de amiga.

1 2 Sumario cit., t. 2 , pp. 3 6 4 - 3 6 6 , pormenores dados por el testigo Isidro Moreno. Otro testigo, la criada Ana Rodríguez (ibid., p. 3 5 3 ) , ya había comen­tado que Catalina era celosa, "por que el dicho D . Fernando festejaba damas e mugeres que estaban en estas partes".

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correr, con la garganta l lena de cardenales, y las cuentas de u n co­l la r esparcidas por el suelo) . Otro hecho con t r ibuyó a excitar l a fantasía popular en torno a l a escena nocturna: a la criada Violante R o d r í g u e z se le ocur r ió comentar que d o ñ a Catal ina h a b í a muerto "como la mujer del conde A l a r eos" 1 3.

E l cronista Suárez de Peralta, sobrino, por cierto, de Catal ina Juá rez , declara que esta señora m u r i ó después de u n agudo dolor de vientre y a consecuencia de u n ataque de "mal de madre" —del cual dice que fallecieron en México otras hermanas de Catalina—, y afirma que las acusaciones criminales son "maldad g rand í s ima le­vantada de malos hombres, los cuales creo y tengo por muy cierto lo han pagado o pagan en el otro m u n d o " 1 4 . E l proceso formal por uxor ic id io que se l evan tó a Cor tés t e r m i n ó con una sentencia abso­lutoria , pero a ú n hoy se sigue discutiendo el asunto 1 5 .

E n la proyección l i teraria de la vida del conquistador, la ú n i c a vers ión que toca el tema de la muerte de Catalina es l a a n ó n i m a Comedia de los pleytos de Hernando Cortés de Monroy (ms. 18.085 de la B . N . M . , del siglo x v n ) , la cual evita cuidadosamente toda compl icac ión. E n la jornada I, el conquistador, antes l iber t ino y ahora trágico, le cuenta a Carlos V :

Cáseme con vna dama, de mocedades cansado, honrada y pobre, qu'el noble no busca más aparato. Mur ió estando en la conquista, mi ausencia triste llorando; qu'el que mujer vuena pierde, pierde su gloria y descanso.

Nos informa Gomara (t. 2, pp. 187-188) que tan pronto como se supo en España la noticia de que Cor tés h a b í a enviudado, muchos

1 3 Sumario, t. 2, p. 3 6 2 . E n el conocido romance, el conde, después de asesinar a la condesa, "levantóse dando voces / a la gente que tenía. / —¡Soco­rred, mis caballeros, / que la condesa se fina!"

1 4 J U A N SUÁREZ DE P E R A L T A , Tratado del descubrimiento de las Indias. (Noticias históricas de Nueva España), México, 1 9 4 9 , pp. 7 6 - 7 7 .

1 5 Véase el "Proceso criminal de María de Marcayda [madre de Catalina] contra D . Fernando Cortés", en el Sumario cit., t. 2 , pp. 3 3 3 - 3 7 5 . Hay más testimonios sobre el asunto en otras secciones del Sumario, v.gr. t. 1, pp. 1 5 9 -1 6 1 , y t. 2, pp. 2 5 1 - 2 5 2 . —Para la discusión entre los historiadores modernos, cf. FRANCISCO F E R N Á N D E Z D E L C A S T I L L O , Doña Catalina Xuárez Marcayda, pri­mera esposa de Hernán Cortés, y su familia, México, 1 9 2 0 ; Á N G E L DE A L T O -LAGUIRRE , "Prueba histórica de la inocencia de H e r n á n Cortés en la muerte de su esposa", BAH, 7 6 ( 1 9 2 0 ) , 1 0 5 - 1 1 0 ; Z E L I A N U T T A L L , "Algunos datos sobre H e r n á n Cortés y su primera esposa doña Catalina Xuárez", Memoria y Revista de la Sociedad Científica "Antonio Álzate", México, 3 9 ( 1 9 2 1 ) , 125-135: A L ­

FONSO T O R O , Un crimen de Hernán Cortés: la muerte de doña Catalina Xuárez

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N R F H , X V I I I H E R N Á N CORTÉS Y LAS M U J E R E S 4 2 3

quis ieron conseguirlo para esposo de alguna hija o parienta, pues l a fama y la riqueza del conquistador hac ían de él u n excelente par­t ido. D o n Alvaro de Zúñiga , duque de Béjar, ac tuó "con mucho calor" en favor de su sobrina Juana de Zúñiga , hija del conde de Agu i l a r , y pronto se l legó a u n acuerdo a través de los poderes que llevaba don M a r t í n Cortés , padre de nuestro hé roe . Según el mismo Gomara, Juana era hermosa y su famil ia gozaba de gran inf luencia ante el emperador. Agrega Bernal Díaz (caps. 170 y 171: t. 3, pp. 258 y 264) que, a resultas del contrato de matr imonio, el duque de Béjar defendió con eficacia los intereses de Cor tés en l a corte, aunque más adelante (cap. 195: t. 4, p. 107) expresa la opi­n i ó n personal de que hubiera sido más ventajoso para su cap i t án casarse con la c u ñ a d a del comendador mayor de León , que era otra de las interesadas. E n todo caso, a l volver triunfante a España en 1528, Cor tés ya se daba por casado de nuevo.

Cla ro que los matrimonios de conveniencia, arreglados de ante­mano sin que a veces se conocieran los novios, eran la regla de en­tonces, pero el gusto popular exigía que el hé roe conquistara l a voluntad de la dama en forma r o m á n t i c a . Dos comedias del siglo x v n pretenden satisfacer ese gusto. A l levantarse el te lón en El valeroso español y primero de su casa, de Gaspar de Ávila (BAE, t. 63), d o ñ a Juana lamenta la decisión de su abuelo, el duque, de l levarla a l a corte para casarla. L a escena transcurre en Sanlúcar , donde ella vive feliz desde el fallecimiento de su madre. Muje r de carácter volun­tarioso, sueña con u n soldado fuerte, y no con u n cortesano cual­quiera (p. 563):

Tengo un alma belicosa, y no soy para casada; y una vez determinada, Leonor, a tomar estado, antes quisiera un soldado valiente por su persona, que la más digna corona que a humanas sienes se ha dado.

E n ese preciso momento llega el fuerte y bizarro Cortés . A d o ñ a Juana le basta contemplarlo para rendirle al punto el alma (p. 568).

Mar cay da (estudio histórico y médico-legal) [ 1 * ed., 1 9 2 2 ] , 2'- ed., 1 9 4 7 . Este ú l t imo presenta "pruebas objetivas y científicas" de que Cortés asesinó a su mujer, si bien suaviza su juicio con la consideración de que ello no era en la época tan reprobable moralmente como lo sería hoy. P E R E Y R A , op. cit., p. 2 3 3 , sostiene que la acusación de uxoricidio es calumniosa y absurda: "el imagi­nario crimen sólo podría explicarse como un arrebato pasional, incompren­sible en un hombre como Cortés, todo reflexión cuando se veía contrariado y hasta ultrajado, o como un siniestro cálculo, que hubiera tenido m i l medios de ejecutar sin que recayese sobre él sospecha alguna".

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Apenas a Cortés v i , cuando en el alma sentí, asida a mi inclinación, una blanda sujeción a que no me defendí; y yo tan sin mí quedé que aun de mí misma no sé.

U n intercambio de regalos —un "gracioso" por una india— da oca­sión para que los enamorados se vean. A l acercarse la cita, se asombra Montejo, c o m p a ñ e r o de Cortés (p. 569): "¿De una mujer / t iembla el que ha vencido ya / de todo el mundo el poder?" Y el indomable capi tán , que es t a m b i é n enamorado discreto, le responde:

Sí, que en esta guerra está la valentía en temer, y en un triunfo voluntario, será favor conocido, que exceda de lo ordinario, darse un hombre por vencido cuando es mujer el contrario.

E l acto II muestra a u n Cor tés que desesperadamente hace frente a los enemigos envidiosos de la corte, mientras d o ñ a Juana intercede por él. Y en el acto III , d o ñ a Juana sorprende a todos al descubrir abiertamente su pasión: "Deciros quisiera ahora / m i fe, m i amor, m i lea l tad , /mi resuelta voluntad" (p. 576). E n verdad, la respuesta de Cor tés es bastante t ibia. (Hay que reconocer que Gaspar de Ávila parece haberse interesado más por la figura voluntariosa de la dama que por la del conquistador). A l final, Carlos V bendice la u n i ó n , tras preguntar a Juana si quiere casarse con Cor tés (a éste no se lo pregunta).

A l g o más femenina se nos muestra Juana en la Comedia de los pleytos. Antes hemos visto cómo deplora Cor tés , en esta obra anó­nima, la muerte de su amada Catalina. Carlos V colma de favores al afligido, cuando de pronto i r rumpe en la escena la desconocida doña Juana, que, más atribulada a ú n , viene l lorando a su padre, muerto en servicio del rey, en guerra contra el turco. " ¿Adonde me e de amparar?" —exclama—; "¿qu ién en el suelo español / remedio me p o d r á dar?" (jornada I). E l emperador socorre a la acongojada doncella, nueva X i m e n a , p o n i é n d o l a bajo el amparo de Cortés . Éste se muestra entonces alegre, como u n nuevo C i d mozo, e inmedia­tamente el Emperador manda que el arzobispo los case. L a jornada II muestra a Cor tés en la cárcel, cargado de cadenas, y a Juana que se pasea por el escenario, l lena de angustia: "bengo buscando a m i esposo, / qu'es el pastor de m i alma". Cuando se r e ú n e n los dos, él

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le dice a Juana que su presencia ha aliviado el r igor de la cárcel, "que no ay cosa más lijera / que las prisiones de amor".

Es probable que La conquista ele Cortés o El Marqués del Valle, comedia perdida de Lope de Vega, haya tenido como tema central la conquista del amor de Juana por H e r n á n C o r t é s 1 0 .

Los poemas épicos de Lasso, publicados en fechas anteriores a las obras teatrales que hemos recordado 1 7 , y cuya o r i en tac ión gené­rica es bien distinta de la de las comedias, mencionan brevemente a Juana. E n la Mexicana (fol. 112), el r ío Tabasco le vaticina a Cor­tés, en sueños, que será ella su esposa. L a misma pred icc ión se pone en el Cortés valeroso (fol. 168) en boca de la ninfa Calianera:

Casarás con la bella doña luana de (Júñiga, donzella virtuosa, discreta, afable, jouen y locana, dispuesta, graue, y en estremo hermosa.

Entre las amantes de Cortés , ninguna, por supuesto, más famosa que doña Mar ina , la M a l i n c h e 1 8 . Fue una de las veinte mujeres que los caciques dieron al cap i tán español en Tabasco, en 1519, y él se la asignó a su amigo Portocarrero. E n Chalchiucuecan, cerca de lo que hoy es Veracruz, se descubr ió que M a r i n a era, en el grupo español , la ún ica persona que sabía n á h u a t l . De allí en adelante se con­vi r t ió en la leal i n t é r p r e t e de Cortés , a través de J e r ó n i m o de Agu i l a r : ella t r aduc ía del n á h u a t l al maya, y él del maya al español , hasta que, con el tiempo, a p r e n d i ó ella misma el español .

Tres meses después de dis t r ibuir a las veinte indias entre sus hombres, Cor tés despachó a Portocarrero a España como embajador ante Carlos V . N o falta hoy quien crea que lo hizo con el intento calculado de quedarse con d o ñ a Mar ina , cuando en realidad eligió sin duda a Portocarrero por las influencias que ten ía en España . E n todo caso, ausente Portocarrero, Cor tés se q u e d ó en efecto con

1 0 Véase W I L L I A M L . F I C H T E R , "Lope de Vega's La conquista de Cortés and El Marqués del Valle", HR, 3 ( 1 9 3 5 ) , 1 6 3 - 1 6 5 , sobre la cuestión de si se trata de una sola comedia con dos títulos, y M A R C O S A . M O R Í N I G O , América en el teatro de Lope de Vega, Buenos Aires, 1 9 4 6 , pp. 2 3 0 - 2 3 1 , sobre la proba­bilidad de que la "conquista" haya sido la de Juana y no la de México.

1 7 G A B R I E L [ L O B O ] LASSO DE L A V E G A , Cortés valeroso y Mexicana, Ma­

drid, 1 5 8 8 ; Mexicana, Madr id , 1 5 9 4 . 1 8 Malinche es corrupción hispanizada del nombre indio Malintzin (el

sufijo reverencial -tzin equivale a doña). Véanse, entre otros, los siguientes estudios: J O A Q U Í N G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , "Doña Marina" , en sus Obras, t. 4 , México, 1 8 9 7 , pp. 1 3 - 1 5 ; H U B E R T H . B A N C R O F T , History of México, San Fran­cisco, Calif., 1 8 8 3 - 8 8 , t. 1, pp. 1 1 0 - 1 2 0 ; P E R E Y R A , p. 8 3 ; C. SECO , "Doña Mar ina a través de los cronistas", RIM, 9 ( 1 9 4 8 ) , p. 4 9 8 , nota 5 ; y sobre todo G U S T A V O

A . R O D R Í G U E Z , Doña Marina, México, 1 9 3 5 , pp. 3 - 5 .

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ella. Esto ocur r ió en j u l i o de 1519. Así, pues, d o ñ a M a r i n a sirvió de continuo hasta que en 1524 Cor tés se la en t r egó como esposa a l soldado Juan Ja rami l lo 1 9 , con el cual pasó el resto de su vida, res­petada y rica, en la capital de la Nueva E s p a ñ a 2 0 .

L a cuest ión del lugar de nacimiento de esta mujer, y de las circunstancias que la llevaron a conocer los idiomas n á h u a t l y maya, ha recibido diversas explicaciones. Según Gomara (t. 1, p. 105), M a r i n a "dijo que era de hacia Xal isco, de u n lugar dicho V i l u t a , h i ja de ricos padres, y parientes del señor de aquella tierra; y que siendo muchacha l a h a b í a n hurtado ciertos mercaderes en tiempo de guerra, y t r a ído a vender a la feria de Xicalanco, que es un gran pueblo sobre Coazacualco, no muy aparte de Tabasco". Otros his­toriadores que afirman que d o ñ a M a r i n a era natural de Jalisco ( región donde en efecto se hablaba el n á h u a t l ) son Las Casas,

Landa , Herrera y Torquemada 2 1 . Oviedo y M u ñ o z Camargo acep­tan que fue hurtada por mercaderes del sur, pero no que su lugar de origen fuera Jal isco 2 2 . L a vers ión que da Bernal Díaz (cap. 37: t. 1, p. 132) es algo distinta:

. . . su padre y su madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Painala, y tenía otros pueblos sujetos a él, obra de ocho leguas de la vi l la de Guacaiuco, y mur ió el padre quedando muy niña, y la madre se casó con otro cacique mancebo y hobieron un hijo, y, según pareció, quer ían bien al hijo que habían habido; acordaron entre el padre y la madre de dalle el cargo después de sus días, y porque en ello no hubiese estorbo, dieron de noche la niña a unos indios de Xicalango, por que no fuese vista, y echaron

1 9 Existe una "Relación que dio el capitán Juan Jaramillo de la jornada que hizo a la tierra nueva [el norte de México], de la cual fue general Francisco Vázquez de Coronado" ( 1 5 4 2 ) , publ. en la Colección de varios documentos para la historia de la Florida, Londres-Madrid, 1 8 5 7 , t. 1, pp. 1 5 4 - 1 6 3 .

2 0 N o están de acuerdo los historiadores en cuanto al año de su muerte. Se había venido creyendo que aún vivía en 1 5 5 0 ( B A N C R O F T , t. 1, p. 1 2 0 , nota 6 ) , o al menos en 1 5 4 7 ( G . A . R O D R Í G U E Z , p. 4 2 ) , pero G Ó M E Z DE O R O Z C O ,

Doña Marina, p. 1 9 0 , nota 9 , ofrece argumentos convincentes para probar que mur ió en 1 5 3 1 (su principal argumento es que Juan Jaramillo volvió a casarse en 1 5 3 2 ) . H E N R Y R . W A G N E R , The rise of Fernando Cortés, Los Angeles, 1 9 4 4 ,

cap. 5 "Doña Marina" , pp. 6 8 - 7 9 , ofrece abundantes referencias históricas y dice que probablemente ya había muerto en 1 5 2 9 .

2 1 B A R T O L O M É DE LAS C A S A S , Historia 'de las Indias, México, 1 9 5 1 , t. 3 , p. 2 4 4 ; D I E G O DE L A N D A , Relación de las cosas de Yucatán [ 1 5 6 6 ] , ed. H . Pérez Martínez, México, 1 9 3 8 , p. 6 7 ; A N T O N I O DE H E R R E R A Y T O R D E S I L L A S , Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del Mar Océa­no, Madr id , 1 9 3 4 - 5 5 , t. 4 , p. 3 7 7 ; J U A N DE T O R Q U E M A D A , Monarquía indiana, México, 1 9 4 3 , t. 1, p. 3 8 8 .

2 2 G O N Z A L O F E R N Á N D E Z DE O V I E D O , Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano, Madr id , 1 8 5 1 - 5 5 , t. 3 , p. 2 5 9 ; D I E G O M U Ñ O Z

C A M A R G O , Historia de Tlaxcala, ed. A . Chavero, México, 1 8 9 2 , p. 1 7 9 .

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fama que se había muerto, y en aquella sazón mur ió una hija de una india esclava suya, y publicaron que era la heredera, por manera que los de Xicalango la dieron a los de Tabasco, y los de Tabasco a C o r t é s . . .

Los historiadores de hoy aceptan, en general, l a vers ión de Bernal D í a z 2 3 . Parece, pues, que d o ñ a M a r i n a nació en a lgún lugar de lengua n á h u a t l hacia el sur, y no en Jalisco, puesto que Bernal Díaz relata cómo, después de la conquista, él conoció personalmente a su madre y a su medio hermano en la provincia de Coatzacoalcos 2 4, y que la madre le aseguró que de allí eran (cap. 37: t. 1, p. 133).

Cervantes de Salazar (p. 136) prefiere una variante dudosa: que el padre de d o ñ a M a r i n a era el cacique de Tot iquipaque , que la madre era una de sus esclavas, y que allí fue robada l a muchacha. Sea cual sea la verdad ú l t ima , el hecho es que las mocedades de d o ñ a M a r i n a fueron tan llamativamente novelescas, que se identificaron fác i lmente con las fantasías absorbidas por la conciencia española a t ravés de los libros de caba l le r í as 2 5 .

Otros autores agregan detalles nacidos de la ignorancia o de la pura y simple imag inac ión . Supone D u r a n que antes de l a llegada de Cor tés ya sabía d o ñ a M a r i n a el español y el n á h u a t l , y que hab í a servido de i n t é r p r e t e a la exped ic ión de Gri ja lva el a ñ o anterior 2 6 . Según Argensola, c re ían los mexicanos que ella hablaba n á h u a t l por revelac ión d iv ina de los españoles, a quienes ellos consideraban dioses 2 7. Y Suárez de Peralta (p. 39) cuenta que d o ñ a M a r i n a se

2 3 Cf. W I L L I A M H . PRESCOTT, History of the conquest of México, Phila-delphia, 1 8 7 3 , t. 1, pp. 2 9 2 - 2 9 3 ; G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , pp. 5 - 1 0 ; B A N C R O F T , t. 1,

pp. 1 1 8 - 1 1 9 ; P E R E Y R A , p. 8 3 ; G Ó M E Z DE O R O Z C O , pp. 9 ss.; G . A . R O D R Í G U E Z ,

pp. 1 1 - 1 5 . D I E G O L Ó P E Z G O G O L L U D O , Historia de Yucatán, Campeche, 1 9 5 4 - 5 5 »

t. 1, p. 1 2 4 , acepta la versión de Bernal Díaz y agrega que la "esclavitud pe­nosa" de doña Mar ina fue permitida por la Div ina Providencia, justamente por el bien que iba a reportar su preparación lingüística.

2 4 Cf. G . A . R O D R Í G U E Z , p. 1 5 , donde se concluye, tras una larga argumen­tación, que doña Mar ina nació en el pueblo de Oluta, en el actual municipio de Coatzacoalcos (Estado de Veracruz).

2 5 L E O N A R D O O L S C H K I , Storia letteraria delle scoperte geografiche, Firenze, 1 9 3 7 , cap. 3 , hace algunos luminosos comentarios sobre cómo el recuerdo de los libros de caballerías llevó a Bernal Díaz y a otros cronistas a engrandecer el papel de doña Mar ina como heroína de la conquista. (Cit. por S T E P H E N G I L M A N , "Bernal Díaz del Castillo and Amadís de Garda", HDA, t. 2 , p. 1 1 4 , nota 2 6 ) .

2 6 D I E G O D U R A N , Historia de las Indias de Nueva España y islas de tierra firme [ 1 5 8 1 ] , México, 1 9 5 1 , t. 2 , p. 1 8 .

2 7 B A R T O L O M É L E O N A R D O DE A R G E N S O L A , Conquista de México (Primera parte de los Anales de Aragón), ed. J . Ramírez Cabanas, México, 1 9 4 0 , p. 1 1 9 . C E R V A N T E S DE S A L A Z A R , p. 1 3 6 , dice que si doña Mar ina no traicionó a los españoles, fue por una i luminación de Dios, idea acogida con entusiasmo por C. S E C O , art. cit., p. 5 0 3 : " ¡Alumbrada por Dios! ¿No será, en efecto, éste el

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encontraba por casualidad en el sur cuando llegó Cortés , porque a c o m p a ñ a b a a u n cap i tán azteca mandado por Moctezuma para castigar a un cacique de al l í ; cumplida ya la mis ión (con el envío de la cabeza del cacique al emperador), d o ñ a M a r i n a h a b í a consen­tido en guiar a los españoles en su viaje a T e n o c h t i t l á n 2 8 . L a M a -l inche fue una leal servidora de Moctezuma, pero t a m b i é n afirma Suárez de Peralta que tuvo seis hijos de Cor tés , lo cual es sencilla­mente imposible 2 9 .

Algunos autores de la época creyeron mejor e l iminar toda tacha moral de su retrato del caudillo. Así, M u ñ o z Camargo dice que d o ñ a M a r i n a y J e r ó n i m o de Agu i l a r se conocieron y se casaron aun antes de que Cor tés pisara las costas mexicanas 3 0 . Illescas e Ix t l i l -xóchi t l no llegan a tanto, pero afirman que se casaron poco des­p u é s 3 1 . Este imaginario suceso se dramatiza r o m á n t i c a m e n t e en la comedia La conquista de México, de Fernando de Zarate 3 2 . Sus tiernos votos de matr imonio son bendecidos por Cor tés al d ía si­guiente del descubrimiento y del bautismo de ella. L a u n i ó n de

secreto... ? L a luz divina ha llegado ya al fondo de su alma, ingenua y pri­mitiva", etc., etc.

2 8 H I L D E K R Ü G E R , Malinche; or, farewell to myths, New York, 1948, pp. 22-23, cita ciertas declaraciones del juicio de residencia de Cortés en las cuales se afirma que doña Marina ya era madre de una hija cuando conoció al con­quistador, y que éste tuvo relaciones con dicha hija. G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , p. 12, nota 1, acepta lo de la hija pero no lo de las relaciones entre ella y Cortés. Como ejemplo de más fantasía moderna, véase J . Luis T R E N T I , Graneles mu­jeres de América, Buenos Aires, 1945, p. 19, el cual niega la existencia misma de doña Marina (cit. por D A L M I R O DE L A V A L G O M A Y D Í A Z - V A R E L A , Ascendien­tes y descendientes de Hernán Cortés, Madr id , 1951, p. 50, nota 8 5 ) .

2 9 E n efecto, no estuvieron juntos sino dos años durante la conquista (de julio ele 1519 a agosto de 1521), y sólo intermitentemente durante los tres años siguientes (hasta octubre de 1524, cuando doña Mar ina se casó con Jarami-11o). Mar t ín Cortés, el único hijo conocido, declaró en 1566 tener 4.0 años, lo cual haría fechar su nacimiento en 1526. M A N U E L O R O Z C O Y B E R R A , Noticia histórica de la conjuración del Marqués del Valle (años 1565-1568), Puebla, 1 ^ 5 3 i p. 24, nota 1, hace ver que seguramente Mar t ín se quitaba años, y por consideraciones de lógica sitúa su nacimiento en 1522 o 1523. E n esa obra muestra Orozco y Berra la fuerte lealtad de Mar t ín y de otro hijo natural del conquistador, Luis Cortés (nacido ele Antonia Hermosilla) para con el Mart ín Cortés legítimo, hijo de doña Juana y segundo Marqués del Valle durante los años difíciles de la supuesta conjuración.

3 0 M U Ñ O Z C A M A R G O , p. 180. Refiriéndose a esta y a otras afirmaciones pa­recidas, dice G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , p. 12, nota 2, que es difícil explicar "de dónde sacó Muñoz Camargo tal máqu ina de disparates".

3 1 ILLESCAS , p. 283; F E R N A N D O DE A L V A I X T L I L X Ó C H I T L , Décima tercia rela­ción de la venida de los españoles y principio de la ley evangélica [ca. 1608], México, 1938. S A N D O V A L , p. 169, juiciosamente omite lo que aquí dice Illescas, pese a su costumbre de copiarlo en todo.

3 2 Parte treinta: Comedias escogidas de los mejores ingenios de España, Sevilla, s. a., pp. 13-14.

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A g u i l a r y d o ñ a M a r i n a era lógica y conveniente, por cierto, pero la falsificación his tór ica es tanto más difícil de sostener cuanto que, según nos hacen saber Cervantes de Salazar (pp. 117-118) y Herrera (t. 4, pp. 322 y 325-326), Agu i l a r hab í a hecho voto de no casarse nunca, por ser clér igo de ó rdenes menores. E n el poema Mexicana, de Lasso, Agu i l a r refiere (fol. 30) que ha mantenido una absoluta castidad a pesar de las muchas tentaciones que se le ofrecieron du­rante los años que vivió entre los indios.

Son sobre todos los poemas épicos los que callan la re lac ión de amantes que tuvieron d o ñ a M a r i n a y Cor tés : la presentan a ella como su leal i n t é rp re t e , y nada más, aunque la pintan como mujer extraordinaria para ser india . Lasso, en la Mexicana (fol. 137), sigue de cerca a Gomara por lo que respecta a su origen, y la presenta en estos t é rminos :

Era donzella apuesta, graue, hermosa; nació en Biluta, de Xalixco aldea, y en vna alteración escandalosa fue hurtada de cierta gente rea. Era de sangre clara, generosa, dada a Cortés por alta y gran pressea33.

M u ñ o z Camargo la declara "hermosa como una diosa", y Solís, mu­chos años después , la concibe "de buen talle y más que ordinar ia hermosura" 3 4 . E l poema El peregrino indiano, de Saavedra Guz-m á n 3 5 , se toma algunas libertades con la re lac ión de Gomara:

porque siendo muy niña fue robada de vn Indio de la tierra Potonchana, y que era de nación Cacica honrada: y a ella y a otra más pequeña hermana criauan, y era gente allá estimada.

U n símil expresa la reacción de Cor tés al descubrir c ó m o M a r i n a le puede servir de i n t é r p r e t e : i r radia a legr ía como el luminoso sol cuando sale de de t rás de una nube que lo h a b í a ocultado (ihid.).

T a m b i é n truecan algunos el motivo de la verdadera re lac ión entre Cor tés y d o ñ a Mar ina , al narrar el descubrimento de la trai-

3 3 E n el Cortés valeroso, fol. 9 7 , lo único que dice Lasso es que la "india cautiva" resolvió el problema de la comunicación con Teudi l l i , en la costa.

3 4 A N T O N I O DE SOLÍS Y R I V A D E N E Y R A , Historia de la conquista de México, en BAE, t. 2 8 , p. 2 3 0 . A l parecer, la belleza de doña Marina aumenta con el correr de los años. B A N C R O F T , t. 1, p. 1 1 7 , declara que jóvenes y viejos que­daban arrobados por su hermosura, tal como ocurría a quienes veían a Helena de Troya. G Ó M E Z DE O R O Z C O , p. 2 2 , concluye que todos los hombres se hacían "esclavos de sus encantos".

3 5 A N T O N I O DE SAAVEDRA G U Z M Á N , El peregrino indiano, Madr id , 1 5 9 9 [re­impresión facsímil de México, 1 8 8 0 - 8 1 ] , p. 1 9 1 .

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c ión de Cholu la . Cuenta Bernal Díaz (cap. 33: t. 1, pp. 295-296) que Cor tés logró extraer confesiones a algunos sacerdotes indios —al estilo de la época, se entiende—, confesiones que se confirmaron cuando una vieja de Cho lu l a inv i tó secretamente a d o ñ a M a r i n a a salvarse de la planeada matanza de los teules españoles , con objeto de que se casara con u n hijo suyo que era cacique. D o ñ a M a r i n a se lo par t ic ipó en seguida muy lealmente a Cor tés . A d e m á s de todo esto, Gomara (t. 1, p. 190) h ab í a mencionado que la amante ind ia de Pedro de A l varado le h a b í a revelado la con ju rac ión de Cholu la aun antes de que los españoles salieran de Tlaxca la . E n los poemas —el Cortés valeroso (canto X I I ) y la Mexicana (canto X X ) de Lasso, y El peregrino indiano (canto X ) de Saavedra— se combinan estos incidentes históricos de una manera novelesca en la que n i siquiera se menciona el papel de d o ñ a M a r i n a . Y en La conquista de México de Zarate (pp. 18-20), " M a r i a n a " se entera de la cons­p i rac ión de Cho lu l a estando ella en l a costa, y se l o cuenta a su marido Agui la r , quien en el acto se lo advierte a Cor tés por una carta (en la que los indios ven tan sólo unas hormigas negras y mágicas sobre el papel).

U n a sola composic ión en verso une r o m á n t i c a m e n t e a Cortés y d o ñ a Mar ina , pero manteniendo puro y sin mancha su amor a pesar de los ardientes deseos mutuos. Cortés triunfante en Tlascala, de A g u s t í n Cordero 3 6 , es obra concebida dentro de los cánones de la comedia del siglo x v u . E n una escena exótica, situada en u n templo de los infieles, u n sacerdote levanta ya el cuchi l lo de obsidiana para abrirle el pecho a Mar ina , cuando i r rumpe en el templo Cortés , que mata al sacerdote y salva a la infeliz, l i b r á n d o l a de sus ataduras. E l l a se pone de pie y, de pronto, los dos se reconocen (p. 30):

Cortés—Mas ¡qué miro! Marina— Agradecida. . .

Pero ¡qué veo! Cortés— ¿No es ésta . . .

Marina—¿No es éste . . . Cortés— la noble india

Marina—el brioso joven . . . , Cortés— que bella . . . ,

Marina—que clemente . . . , Cortés— allá en Tabasco . . .

Marina—^llá- en mi infelice tierra . . .

3 6 Cádiz, 1 7 8 0 . Hay un ejemplar de esta edición en el British Museum. E n la B i b l . Munic ipa l de Madr id he visto tres copias mss., retocadas, y las tres con fecha 1 7 6 8 . Los comentarios de los censores dan a entender que hubo ediciones anteriores. Es probable, pero no seguro, que la comedia sea del siglo xvu (no se sabe nada acerca de Cordero). E l dar un papel principal y romántico a doña Marina, frente a Cortés, fue una innovación muy significativa.

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E l l a explica que tuvo que hu i r de su tierra t a b a s q u e ñ a a causa de los insultos que se le hac ían por haber servido de medianera entre su gente y los españoles. E l conquistador l a consuela caballerosa­mente (p. 32):

India hermosa, ya segura estás: no habrá quien se atreva, en mi compañía servida, a maltratar tu belleza.

Poco después, ambos encuentran difícil resistir a l a mutua incl ina­ción, pero heroicamente lo consiguen (p. 37):

Cor tés— Injusta, aleve pasión, ¡apártate de Marina!

Malina— Aunque es Cortés quien te inclina, ¡resístete, corazón!

Cortés— ¡Logre el triunfo mi entereza! Marina— ¡Logre el lauro mi despecho! Los dos— ¡ Muera afición en mi pecho! Marina— ¡ Qué gallardía!

Cortés— i Q u é belleza!

Se descubre providencialmente que d o ñ a M a r i n a es hija de T e u -t e m ó n , cacique de Tabasco, y las ú l t imas palabras de Cor tés en la comedia indican que ella está ya definitivamente l ibre de su pas ión y que será la i n t é r p r e t e respetada por la tropa de conquistadores: " M a r i n a i rá respetada / entre aparatos marciales, / dando al Exér-cito lustre" (p. 47).

L a tendencia a alterar de una u otra manera la verdadera rela­ción entre Cor tés y la Mal inche creaba u n hé roe más perfecto y amable para los lectores de poemas y para el p ú b l i c o de comedias. Hasta cierto punto, se trata de u n artificio l i terario consciente, pero t a m b i é n refleja l a adhes ión de todos a Gomara —fuente de los ver­sificadores de la conquista en los siglos x v i y xvn— porque, en rigor, Gomara no presenta a M a r i n a como la amante de Cortés , aunque en una ocasión se refiere de paso a "sus hi jos" 3 7 .

Por otra parte, el papel realmente d r a m á t i c o que ella tuvo en la conquista de Méx ico la ha convertido en una de las amantes más famosas de la h is tor ia 3 8 . Qu ié ra se o no, los mexicanos a ú n se dan

3 7 G O M A R A , t. 2, p. 1 3 3 . Y a hemos dicho que Mar t ín fue su ún ico hijo reconocido y probablemente el único que tuvieron.

3 8 Además de las obras arriba citadas cuyo tema central es doña Marina , y prescindiendo de los centenares que la tratan marginalmente al referir la conquista de México, cabe mencionar los estudios siguientes: F E D E R I C O F E R ­NÁNDEZ DE C A S T I L L E J O , El amor en la conquista: Malintzin, Buenos Aires, 1 9 4 3 ; F E L I P E G O N Z Á L E Z R U I Z , Doña Marina (la india que amó a Hernán Cortés), Madrid , 1 9 4 4 (romántica teorización de que doña Mar ina fue el único amor

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4 3 2 WINSTON A . REYNOLDS N R F H , X V I I I

cuenta, dolorosamente, de su presencia viva en ellos. Cor tés será o no el "padre de la nacionalidad mexicana", según los diversos puntos de vista; paralelamente, la Mal inche será l a querida madre legen­daria o el odiado s ímbolo de la t ra ic ión que popularmente ha lle­gado a cuajar en el t é r m i n o malinchismo^.

Las letras han concedido una buena medida de inmortal idad a otra amante de Cor tés : la princesa Isabel, hija de Moctezuma 4 0 . E l emperador azteca le dio al conquistador dos o tres hijas, para su "p ro tecc ión í n t i m a " 4 1 . U n a de ellas m u r i ó en la Noche Triste. Otra, bautizada Isabel —pero a veces l lamada Inés—, vivió para dejar u n linaje ilustre en el México colonial , a t ravés de una h i ja 4 2 . Pérez de Vil lagrá, en su Historia de la Nueva México, hace menc ión de esa hija de Isabel y H e r n á n Cor tés :

verdadero de Cortés, "su Dulcinea") ; D I C K T H O M P S O N , Doña Marina, Madr id , 1 9 5 3 (cit. por J . A L C I N A F R A N C H Y J . P A L O P M A R T Í N E Z , América en la época 'de Carlos V, Madrid , 1 9 5 8 , p. 6 6 ) . Otros libros hay que tienden más hacia el género de novela histórica: I R E N E O P A Z , Doria Marina, México, 1883, 2 ts.; H A N I E L L O N G , Malinche (Doña Marina), Santa Fe, N . M . , 1 9 3 9 ; E L I Z A B E T H R A C H E L ( C A N N O N ) P O R T E R , Cortés the conqueror, his romance with Donna Marina, Philadelphia, 1 9 4 4 ; A L E X A N D E R B A R O N [pseudónimo de Alec Bernstein], The golden princess, New York, 1 9 5 4 .

3 9 Entre los que afirman, de una u otra manera, el papel de Cortés como "padre de la nacionalidad", cabe mencionar los siguientes: P E R E Y R A , p. 2 8 5 ; JOSÉ V A S C O N C E L O S , Hernán Cortés, creador de la nacionalidad, México, 1 9 4 1 ; E S Q U I V E L O BREGÓN , pp. 5 8 y 1 5 5 ; JOSÉ* E L G U E R O , España en los destinos de México, Madrid , 1 9 4 2 , p. 8 7 ; y A L F O N S O T R U E B A , Hernán Cortés, México, 1 9 5 4 , p. 4 7 . — Sobre el papel de la Malinche dice B A N C R O F T , t. 1, p. 1 2 0 , nota 6, citando el Anáhuac de Rodríguez, p. 4 6 1 : " . . .impressing her memory upon the hearts of the grateful people, over whose welfare she even now watches. Invoked by them, her spirit is frequently encountered in its twilight flights on errands of mercy and consolation, issuing from the ancient groves of Chapultepec, where centres the recollection of Aztec glories. Ballads still perpetuate her virtues, and many a nature's monument bears proudly the beloved name of Malintzin. Tra­dition also transforms her into a naiad who daily rises from the pool of Chapul­tepec, singing divinely". —En cambio, el célebre patriota IGNACIO R A M Í R E Z , en un discurso conmemorativo de la independencia mexicana, pronunciado en 1886 y recogido en sus Discursos y artículos, México, 1 9 1 7 , p. 5 , habla indignada­mente de cómo sobrevino la perdición de México a causa de "la barragana de Cortés" (cit. por G . A . R O D R Í G U E Z , p. 5 7 ) . E U L A L I A G U Z M Á N , "Pról ." cit., pp. x x i y cxxv, dice que la única herencia de doña Mar ina es el odioso malin-chismo, el complejo de inferioridad racial de México.

4 0 Es la heroína de dos novelas históricas modernas, por lo menos: H E N R Y R I D E R H A G G A R D , Montezuma's daughter, New York, 1 8 9 3 (reimpresa en 1920), y SARA G A R C Í A IGLESIAS, Isabel Moctezuma, la última princesa azteca, México,

!946. 4 1 B A N C R O F T , t. 1, p. 3 1 2 , nota 6 , que cita el juicio de residencia y un

pasaje de Bernal Díaz. 4 2 Cf. G Ó M E Z DE O R O Z C O , p. 1 8 7 , nota 1. L a hija se l lamó doña Leonor

Cortés Moctezuma.

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N R F H , X V I I I HERNÁN CORTES Y LAS M U J E R E S 433

En cuia hija de unas tres Infantas, que el postrero de todos ellos tuvo, tuvo otra aquel Marqués noble del Va l l e 4 3 .

(Se dice que la hermosa Isabel, l lamada al parecer Tecuichpo antes de su bautismo, hab ía estado casada brevemente con los sucesores de Moctezuma, es decir, con C u i t l á h u a c y C u a u h t é m o c , y que des­pués de la conquista lo estuvo con cuatro o cinco e s p a ñ o l e s ) 4 4 .

Se sublima el punto de vista indio en u n poema n á h u a t l muy interesante, el Canto tlaxcalteca acerca de la Conquista, conservado, según se dice, por t rad ic ión ora l 4 5 . E l a n ó n i m o poeta azteca evoca u n episodio que transcurre en Coyoacán, nueve días después de la ca ída de T e n o c h t i t l á n . Mientras habla con su amigo Tlacotz in , lamentando la trágica suerte de su imperio, C u a u h t é m o c ve de pronto que Isabel está sentada junto a Cor tés y comprende que ello simboliza la r end i c ión total de su pueblo al conquistador:

Le responde el rey Cuahtemoctzin: O h hermano mío, hemos sido presos, hemos sido engrillados. ¿Quién eres tú la que estás sentada junto al Capitán General?

4 3 G A S P A R P É R E Z DE V I L L A G R Á , Historia de la Nueva México, México, 1 9 0 0 , p. 2 7 . Agrega Villagrá que Cortés casó más tarde a Leonor con Juan de Tolosa ("a quien este Marqués quiso por yerno, / dándole por esposa regalada / a

su querida hija y cara prenda"). Pero G Ó M E Z D E O R O Z C O , p. 1 8 7 , nota 1, dice de ella: " . . .casada con el conquistador vizcaíno Joanes de Tolosa contra el parecer de Cortés".

4 4 Cf. G O M A R A , t. 2, pp. 2 2 1 - 2 2 2 ; P R E S C O T T , t. 2 , p. 3 3 9 , nota 3 6 , y pp. 1 9 2 -

1 9 3 ; y R U B É N G A R C Í A , " L a esplendorosa belleza de la emperatriz T e c u i c h p o . . . " (véase supra, nota 8 ) . E l general García hace la acusación absurda de que Cortés violó a Tecuichpo, y añade que los mexicanos recordarán siempre a esa princesa por su belleza legendaria y sus amores turbulentos, que la ponen en la misma línea que la Güera Rodríguez y la actriz cinematográfica María Félix. Cuando Cortés murió , Isabel estaba casada con el conquistador Juan Cano. FRANCISCO D E L P A S O Y T R O N C O S O , Epistolario de Nueva España, 1505-1818, México, 1 9 3 9 - 4 2 , publica una "Carta al rey, de Juan Cano, pidiendo que se restituyan a su mujer doña Isabel de Montezuma los bienes que le pertenecían, o se les dieren otros en recompensa (México, i Q de diciembre de 1 5 4 7 ) " (t. 5 , pp. 6 2 - 6 3 ) y una "Petición presentada por Juan Cano en el Consejo de las Indias sobre que se restituyeran a su mujer los bienes que fueron de su padre" (t. 1 5 , pp. 1 3 7 - 1 3 9 ) . E l estudio más completo que existe sobre Isabel, basado sobre todo en las peticiones que ella y sus distintos maridos hicieron a la corona, es el de A M A D A L Ó P E Z DE M E N E S E S , "Tecuichpochtzin, hija de Motee-zuma ( ¿ 1 5 1 0 - 1 5 5 0 ? ) " , RIM, 9 ( 1 9 4 8 ) , 4 7 1 - 4 9 8 . Según esta historiadora, es poco probable que doña Isabel haya tenido que ver con Cuit láhuac, mientras que su relación con Cuauhtémoc es indudable (p. 4 7 2 ) ; y dice que, después de la muerte de doña Catalina Juárez, Cortés instaló a Isabel, que acababa de en­viudar, en su casa, donde "sin prejuicios raciales, había tenido un verdadero desfile de indias" (p. 4 7 5 ) .

4 3 Poesía indígena de la altiplanicie, ed. y trad. de Ángel María Garibay K. , México, 1 9 5 2 , " In t roducc ión" del editor, pp. vi i -xxi .

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4 M WINSTON A . REYNOLDS N R F H , X V I I I

A h , eres t ú ciertamente, oh Isabel i ta, oh sobrinita mía: ¡en verdad son entregados los príncipes!

Por cierto serás esclava en lugar cerrado, se harán joyeles, se tejerán plumas en Coyoacan. Oh hermano mío, hemos sido presos, hemos sido engrillados. ¿Quién eres t ú la que estás sentada junto al Capitán General? Ah , eres t ú ciertamente, oh Isabelita, oh sobrinita mía: en verdad son entregados los príncipes. ¡En verdad son entregados ios príncipes! 4 6

U n a angustia amarga a c o m p a ñ a esta acusación de t ra ic ión, en una voz más personal que la que hemos encontrado en el sentimiento adverso a doña Mar ina . Porque ésta es la sobrina de C u a u h t é m o c , si no su mujer, y ella ocupa voluntariamente u n puesto de honor al lado del enemigo triunfante. Y a no hay esperanza. Isabelita, aunque agasajada, será esclava del conquistador. E l futuro de la raza está ya escrito. E l ú l t i m o monarca azteca habla con una tristeza pro­funda, realzada por el pleonasmo y la re i te rac ión característ icos del lenguaje poét ico n á h u a t l , que requiere la convergencia de muchos sonido e imágenes para fijar y aclarar u n concepto 4 7 . E l mexicano de hoy sigue vertiendo lágr imas desesperadas, expres ión subcons­ciente de la "d iv ina" h u m i l l a c i ó n de sus antepasados. Pero presiente t a m b i é n una angustiada satisfacción, puesto que t a m b i é n es des­cendiente del conquistador español . L a sumis ión de Isabel y de d o ñ a Mar ina integra y enfoca l a ú l t i m a d imens ión de la conquista.

Si se exceptúa el episodio de Cor tés e Isabel, concebido al cabo desde u n punto de vista no "ortodoxo", los poetas y dramaturgos del Siglo de Oro, tanto en M é x i c o como en España, alteraron los hechos libremente para moldear l a figura del conquistador de acuer­do con los ideales morales reinantes y las exigencias del géne ro en que escribían. E n el teatro fue, lóg icamente , u n ga lán noble y enamorado que ambicionaba sólo ganar la mano de Juana (El va­leroso español y l a Comedia de los pleytos), o que virtuosamente d o m e ñ ó su pas ión secreta por M a r i n a (Cortés triunfante en Tlas-cala) , o bien, como leal cap i tán , sacrificó ese amor para que su c o m p a ñ e r o Agu i l a r pudiera casarse con d o ñ a M a r i n a (Conquista de México).

Los poemas épicos lo presentaron, sencillamente, por encima de las pasiones mundanas, como el h é r o e ideal que ejercía u n dominio

4 6 Ibid., p. 6 2 . U n a nota de la p. 1 9 0 nos hace saber que "Isabelita" tra­duce el Ixapeltzin del texto náhua t l . Con variantes de estilo, véase otra tra­ducción de Garibay en Visión de los vencidos: Relaciones indígenas de la conquista, ed. M . León-Portil la, México, 1 9 5 9 , p. 1 9 6 .

4 7 Véase JOSÉ L Ó P E Z P O R T I L L O Y W E B E R , " L O sobrenatural y la conquista de México", Rev. de Estudios Históricos, 2^ serie, núm. 1 ( 1 9 5 5 ) , p. 1 1 del apéndice "Cuadernos".

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N R F H , XVIÍI K E R N Á N CORTÉS Y LAS M U J E R E S 4 3 5

completo sobre sus instintos 4 8 . Después de todo, l a castidad era uno de los preceptos fundamentales del código de v i r tud caballeresca 4 9. Pero se ha sostenido tradicionalmente que un guerrero, para salir con bien, no debe mezclar el amor con la guerra 5 0 . Así, en la Geru-salemme liberata de Tasso la encantadora A r m i d a arrastra a su pe rd i c ión a miles de héroes (canto IV) , pero no al incomparable Godofredo, quien se salva gracias a su celestial escudo de altos pro­pósi tos (canto V ) . E l hecho es que por la mayor ía de los grandes poemas épicos transitan sirenas tentadoras, pero están singularmente ausentes en los poemas cortesianos. Los españoles glorificaron al C i d Campeador por su castidad 5 1 , pero no hubo Helenas n i Didos que lo tentaran. Cuando se menciona a d o ñ a M a r i n a en los poemas, el la no es más que la respetuosa i n t é r p r e t e que colabora en la ha­zaña trascendental de la conquista, en contraste con los numerosos lances amorosos de los indios nobles y los capitanes españoles.

Nadie quizá fue tan extremado al hablar de la castidad de Cor tés como T i r so de M o l i n a en su comedia Todo es dar en una cosa. Cuando el enamorado Gonzalo Pizarro le pondera sus sentimientos a su joven amigo Cortés , éste le confiesa que no ha tenido n i expe­r iencia n i in terés en el amor (NBAE, t. 4, p. 535) :

. . .Nunca de amor supe: gran cosa debe de ser, pues tanto os desasosiega [. . .] ¡Qué poco al amor me inclino!

Vicente Palatino de Curzo l a 5 2 , hacia 1559, ya hab í a definido así a Cor té s : "Más casto que Esc ip ión Afr icano" —frase en verdad so­nora, pero no precisamente apegada a la verdad histórica.

W X N S T O N A . R E Y N O L D S

University of California, Santa Barbara.

4 8 Cf. E R N S T R O B E R T C U R T I U S , Literatura europea y Edad Media latina, México, 1 9 5 5 , t. 1, p. 2 4 2 .

4 9 Cf. C A R L O S C L A V E R Í A , "Notas sobre la caracterización de la personalidad en Generaciones y semblanzas", AUM, 1 0 ( 1 9 5 1 - 5 2 ) , p. 5 0 2 y nota 6 1 bis, si bien este autor observa que muchos de los nobles elogiados en la obra de Pérez de Guzmán no se caracterizan precisamente por su castidad.

5 0 Cf. D A N I E L D E V O T O , " E l mal cazador", HDA, t. 1, pp. 4 8 1 - 4 9 1 . 5 1 A M É R I C O CASTRO, La realidad histórica de España, México, 1 9 5 4 , p. 3 0 8 . 5 2 Tratado del derecho y justicia de la guerra que tienen los reyes de

España contra las naciones de la India occidental, en el Cuerpo de documentos del siglo xvi sobre los derechos de España en las Indias y las Filipinas, ed. Lewis Hanke, México, 1 9 4 3 , p. 1 8 .