hegel, "el juego del amor consigo mismo"

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Universidad Autónoma Metropolitana UEA: Historia de la Filosofia VIII (Hegel) Imparte: Dr. Sergio Pérez Cortés Alumno: Fernando Daniel Ramírez González Reporte de lectura #2: El desarrollo de la conciencia hacia la ciencia 1 ¿Qué nos es permitido entender de la expresión “el juego del amor consigo mismo”? Si desglosamos la expresión en dos partes, veremos cómo la primera (“el juego del amor”) es una bella metáfora que Hegel utiliza sólo para explicar lo verdaderamente relevante, a saber, su complemento: el “consigo mismo” ¿Qué es lo que le confiere a dicho complemento su carácter significativo? Pues bien, ese “consigo mismo” no es otra cosa que la totalidad escindiéndose y transformándose a si misma. Pero vayamos más atrás, a manera de que el lector pueda comprender esto que acabamos de esbozar y que parece oscuro a primera vista. Al inicio del apartado II, 2 nuestro autor revela uno de los principios 3 cruciales de su pensamiento: “todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese como sustancia, sino también como sujeto” 4 Nuestra mente indagadora nos podria llevar a plantearnos el siguiente cuestionamiento: ¿si la sustancia (tal como la entiende Spinoza, por ejemplo) es causa de si, es lo incondicionado, aquello que no requiere de otro para ser, entonces por qué no conformarnos con ella para aprehender la verdad? La respuesta a esta pregunta es, a nuestro parecer, una de las claves para entender el distanciamiento de Hegel con prácticamente todas las filosofias anteriores a él. Si la ambición metafisica por antonomasia habia sido la de aferrarse al “ser en si”, Hegel descubre (¡y vaya que se trata de un descubrimiento de vital importancia!) que aquella pretensión nunca se verá en la necesidad de ser impulsada hacia un ser 1 Segundo apartado del Prólogo a la Fenomenología del Espíritu, G. W. F. Hegel, Fondo de Cultura Económica, México, 2010, trad. Wenceslao Roces. *Se analizará especificamente el siguiente pasaje (correspondiente a la pp. 14 de la edición previamente citada): “La vida de Dios y el conocimiento divino pueden, pues, expresarse tal vez como un juego del amor consigo mismo; y esta idea desciende al plano de lo edificante e incluso de lo insulso si faltan en ella la seriedad, el dolor, la paciencia y el trabajo de lo negativo. En si aquella vida es, indudablemente, la igualdad no empañada y la unidad consigo misma que no se ve seriamente impulsada hacia un ser otro y la enajenación ni tampoco hacia la superación de ésta. Pero este en si es la universalidad abstracta, en la que se prescinde de su naturaleza de ser para si y, con ello, del automovimiento de la forma en general. Precisamente por expresarse la forma como igual a la esencia constituye una equivocación creer que el conocimiento puede contentarse con el en si o la esencia y prescindir de la forma, que el principio absoluto o la intuición absoluta hacen que resulten superfluos la ejecución de aquél o el desarrollo de ésta. Cabalmente porque la forma es tan esencial para la esencia como ésta lo es para si misma, no se la puede concebir y expresar simplemente como esencia, es decir, como sustancia inmediata o como la pura autointuición de lo divino, sino también y en la misma medida en cuanto forma desarrollada; es asi y solamente asi como se la concibe y expresa en cuanto algo real”. 2 Pp. 15 3 Aunque en el la filosofia hegeliana no se puede hablar propiamente de “principios” o premisas, utilizamos el término sólo con fines didácticos. 4 Ibid.

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análisis del prólogo a la fenomenología del espíritu

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Page 1: Hegel, "El Juego Del Amor Consigo Mismo"

Universidad Autónoma Metropolitana

UEA: Historia de la Filosofia VIII (Hegel)

Imparte: Dr. Sergio Pérez Cortés

Alumno: Fernando Daniel Ramírez González

Reporte de lectura #2: “El desarrollo de la conciencia hacia la ciencia1”

¿Qué nos es permitido entender de la expresión “el juego del amor consigo mismo”? Si desglosamos

la expresión en dos partes, veremos cómo la primera (“el juego del amor”) es una bella metáfora que

Hegel utiliza sólo para explicar lo verdaderamente relevante, a saber, su complemento: el “consigo

mismo” ¿Qué es lo que le confiere a dicho complemento su carácter significativo? Pues bien, ese

“consigo mismo” no es otra cosa que la totalidad escindiéndose y transformándose a si misma. Pero

vayamos más atrás, a manera de que el lector pueda comprender esto que acabamos de esbozar y que

parece oscuro a primera vista.

Al inicio del apartado II,2 nuestro autor revela uno de los principios3 cruciales de su pensamiento:

“todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese como sustancia, sino también como

sujeto”4 Nuestra mente indagadora nos podria llevar a plantearnos el siguiente cuestionamiento: ¿si la

sustancia (tal como la entiende Spinoza, por ejemplo) es causa de si, es lo incondicionado, aquello que

no requiere de otro para ser, entonces por qué no conformarnos con ella para aprehender la verdad? La

respuesta a esta pregunta es, a nuestro parecer, una de las claves para entender el distanciamiento de

Hegel con prácticamente todas las filosofias anteriores a él. Si la ambición metafisica por antonomasia

habia sido la de aferrarse al “ser en si”, Hegel descubre (¡y vaya que se trata de un descubrimiento de

vital importancia!) que aquella pretensión nunca se verá en la necesidad de ser impulsada hacia un ser

1 Segundo apartado del Prólogo a la Fenomenología del Espíritu, G. W. F. Hegel, Fondo de Cultura Económica, México, 2010, trad. Wenceslao Roces. *Se analizará especificamente el siguiente pasaje (correspondiente a la pp. 14 de la edición previamente citada): “La vida de Dios y el conocimiento divino pueden, pues, expresarse tal vez como un juego del amor consigo mismo; y esta idea desciende al plano de lo edificante e incluso de lo insulso si faltan en ella la seriedad, el dolor, la paciencia y el trabajo de lo negativo. En si aquella vida es, indudablemente, la igualdad no empañada y la unidad consigo misma que no se ve seriamente impulsada hacia un ser otro y la enajenación ni tampoco hacia la superación de ésta. Pero este en si es la universalidad abstracta, en la que se prescinde de su naturaleza de ser para si y, con ello, del automovimiento de la forma en general. Precisamente por expresarse la forma como igual a la esencia constituye una equivocación creer que el conocimiento puede contentarse con el en si o la esencia y prescindir de la forma, que el principio absoluto o la intuición absoluta hacen que resulten superfluos la ejecución de aquél o el desarrollo de ésta. Cabalmente porque la forma es tan esencial para la esencia como ésta lo es para si misma, no se la puede concebir y expresar simplemente como esencia, es decir, como sustancia inmediata o como la pura autointuición de lo divino, sino también y en la misma medida en cuanto forma desarrollada; es asi y solamente asi como se la concibey expresa en cuanto algo real”.

2 Pp. 153 Aunque en el la filosofia hegeliana no se puede hablar propiamente de “principios” o premisas, utilizamos el término

sólo con fines didácticos. 4 Ibid.

Page 2: Hegel, "El Juego Del Amor Consigo Mismo"

otro, hacia un ser para sí que lo niegue -al ser en sí-, lo transforme y lo supere. Lo “en si” se nos

presenta5, pues, como universalidad abstracta carente de movimiento y autodeterminación, como una

pura esencia que si se llegase a mover, seria, en el mejor de los casos -y siguiendo a Spinoza- sólo por

ser causa de si, pero no por llevar intrinsecamente el embrión de su propia superación (o escisión).

De tal manera, vemos cómo la categoria de sustancia cobra nueva vida en la Historia de la Filosofia.

Más aun, ello -la sustancia- que le da sentido al “todo” es también sujeto, es decir, movimiento. Sólo

asi podemos comprender lo que nuestro autor quiere decir cuando habla de totalidad. Ahora bien, el

espíritu como totalidad se escinde a si mismo para presentarse como particularidad, en la forma de

otro. El todo (espiritu) se niega, se transforma, se enfrenta con el otro y lo subsume, lo hace experiencia

de si, para finalmente retornar a si mismo pero modificado por la experiencia de la mediación. El ser

(lo inmediato, lo “en si”) se mediatiza a través de lo otro -lo “para si”-, obteniendo una determinación

adicional: en eso consiste el movimiento incesante del espiritu, en eso consiste el juego del amor

consigo mismo.

Tal y como lo hemos hecho notar, la distinción del en sí y para sí en la obra de Hegel es decisiva.

Asi resulta más claro comprender por qué el autor asume como errónea la pretensión de equiparar la

esencia con la forma, o en su defecto -y peor aun-, prescindir olimpicamente de la forma para quedarse

únicamente con el en sí o la esencia. Veámoslo más claramente. ¿Qué seria del conocimiento de la

cosa sin el proceso (o forma) que la hizo adquirir sus propias determinaciones, que la hizo ser lo que

es? Una filosofia empirista, por ejemplo, se limita a tomar lo evidente, lo dado, cuando de lo que se

trata -a juicio de nuestro autor- es de preguntarse cómo se ha formado esa cosa, cómo ha devenido en lo

que es. Casi al final de la cita Hegel afirma categóricamente: “Cabalmente porque la forma es tan

esencial para la esencia como ésta lo es para si misma, no se la puede concebir simplemente como

esencia”. Desde luego que no. Si la sustancia fuera la esencia -la universalidad abstracta-, sin más,

seria imposible comprender el desarrollo, el itinerario de la cosa en su devenir; el espiritu careceria de

historia y la verdad estaria sesgada. Pero esto no es asi, “lo verdadero es el todo”, la unidad orgánica de

lo que es en sí completándose mediante su despliegue.

De este breve análisis podemos concluir que el pensar filosóficamente presupone la totalidad como

única via por medio de la cual las cosas se tornan inteligibles. El juego del amor consigo mismo es el

juego que esa totalidad está practicando consigo misma para hacerse manifiesta en lo que es. Sin la

categoria de totalidad, la acción de la conciencia individual careceria completamente de sentido.

5 En la filosofia pre-hegeliana.