hay una cosa real educacion

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Hay una cosa real: La educación cambió. Lo que no cambió fueron los profesores, la academia. A lo largo y ancho del mundo son muchos los “pensadores” que cuestionan el modo industrial de la educación, la educación lineal; aquella que sigue apegada a los libros, a la tiza, al tablero. La de aquellos profesores que “poseen” la verdad” y desconoce que ya hay otras verdades, que hay otras maneras de ver las cosas. Recientemente, en un colegio de Estados Unidos, el rector decidió cambiar los libros por I-pads con el fin de “aprovechar” la manera pluralista de ver las cosas de los estudiantes. No es que no quieran leer, es que ellos leen de forma multidimensional: pueden leer un libro, escuchar un audio, mirar un video; además de escribir un ensayo… y ¡hablar por teléfono! ¡Sin perder el hilo! Basta hacer un ensayo con el mando del televisor. En manos de un adulto sirve para mirar las noticias y después mirar otro programa. Un muchacho de 15 años puede ver cinco programas diferentes, a todos les sigue la secuencia y de todos aprende. Sir Ken Robinson propone en algunas de sus conferencias (“cómo la educación mata la creatividad”, “por una revolución educativa”, “cambiando paradigmas en la educación”) el cambio en el pensamiento de los docentes de hoy, para estar acordes con las necesidades de los estudiantes de hoy. Esto no quiere decir que los mayores debemos retirarnos, al contrario, se trata de seguir estudiando; pero ya no lo que sabemos, más bien el cómo enseñarlo para que tenga validez en los muchachos. Se escucha por los pasillos de las universidades que los estudiantes “no están en nada” porque no leen, porque no “piensan”, porque no les interesa lo que se les enseña. Cada día son ellos los que proponen; a veces con su desidia, lo que quieren que se les enseñe.

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Essay about education

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Page 1: Hay Una Cosa Real Educacion

Hay una cosa real: La educación cambió. Lo que no cambió fueron los profesores, la academia. A lo largo y ancho del mundo son muchos los “pensadores” que cuestionan el modo industrial de la educación, la educación lineal; aquella que sigue apegada a los libros, a la tiza, al tablero. La de aquellos profesores que “poseen” la verdad” y desconoce que ya hay otras verdades, que hay otras maneras de ver las cosas.

Recientemente, en un colegio de Estados Unidos, el rector decidió cambiar los libros por I-pads con el fin de “aprovechar” la manera pluralista de ver las cosas de los estudiantes. No es que no quieran leer, es que ellos leen de forma multidimensional: pueden leer un libro, escuchar un audio, mirar un video; además de escribir un ensayo… y ¡hablar por teléfono! ¡Sin perder el hilo! Basta hacer un ensayo con el mando del televisor. En manos de un adulto sirve para mirar las noticias y después mirar otro programa. Un muchacho de 15 años puede ver cinco programas diferentes, a todos les sigue la secuencia y de todos aprende.

Sir Ken Robinson propone en algunas de sus conferencias (“cómo la educación mata la creatividad”, “por una revolución educativa”, “cambiando paradigmas en la educación”) el cambio en el pensamiento de los docentes de hoy, para estar acordes con las necesidades de los estudiantes de hoy. Esto no quiere decir que los mayores debemos retirarnos, al contrario, se trata de seguir estudiando; pero ya no lo que sabemos, más bien el cómo enseñarlo para que tenga validez en los muchachos.

Se escucha por los pasillos de las universidades que los estudiantes “no están en nada” porque no leen, porque no “piensan”, porque no les interesa lo que se les enseña. Cada día son ellos los que proponen; a veces con su desidia, lo que quieren que se les enseñe.

Cuando esos nuevos pensadores de la educación dicen que debemos cambiar el modelo industrial del conocimiento, es porque se puede pensar en otras formas de aprendizaje: Jaime Garzón lo decía, de manera jocosa: “el conocimiento lo teníamos… hasta que llegaron los profesores”. Esto me lleva a pensar que está llegando la hora de cambiar los currículos, las metodologías, las didácticas por otras nuevas que permitan a los estudiantes expresarse sin tener que hablar de “jaulas” de clase, de libros de texto. Pienso que hasta la cultura de la fotocopia debiera desaparecer por algo más práctico, toda vez que tanto los computadores portátiles (eso que ya van de cuesta bajo) y los “smartphones) se han convertido en herramientas para todo uso; basta mirar cómo los centros comerciales, las universidades, hasta algunas poblaciones han entrado en la “era” del wi-fi (¡nternet gratis para todos!). Sin embargo, las universidades continúan con el propósito de la educación “industrial”: bastantes técnicos, tecnólogos y profesionales educados con el mismo método... todos con un solo objetivo: enseñar para el trabajo. El problema es que trabajo ya no lo hay. Entonces, ¿para qué enseñar?

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Si nos fijamos bien en las maneras como un estudiante resuelve sus problemas nos damos cuenta que utiliza todas las ayudas posibles: la más recurrida es la de Internet; aunque no se puede obviar el celular. Actualmente la herramienta más utilizada… y no sólo para hablar. Hoy, la academia debe prohibir su uso porque ahora se utiliza para fotografía exámenes (esto lo llaman los estudiantes, colaboración)… Entonces: ¿por qué no cambiar los exámenes? Si cambiáramos la forma de evaluar, quizás por una forma menos tensionante y más práctica, entonces el celular se convertiría en la herramienta que se necesita (si tiene video, grabador de voz, cámara de fotografía… y hasta editor de powerpoint)… Entonces… ¿Por qué no volverlo herramienta de enseñanza?

Hasta ahora sólo he escuchado quejas de los problemas que trae consigo Facebook, Twitter y demás redes sociales; aparte de los chats y otros elementos que se me escapan y que hacen parte de ese complejo mundo de Internet que no sólo se puede utilizar para hablar “bobadas (como decimos los docentes); sino para otras muchas más cosas que, buen dirigidas, pueden convertir esas “redes sociales” en redes académicas en las que ya no se comparten fotos y chismes sino información, investigaciones y nuevos conocimientos.

Ahora hay docentes que invitan a sus alumnos a darle un giro a sus redes sociales: “bueno usémoslas no sólo para el chisme, sigamos paso a paso una clase, una noticia, un movimiento político”. Ya es necesario tener un blog en nuestras cuentas, para colocar documentos, clases, pensamientos, ideas y demás, para que los estudiantes entren, consigan sus documentos sin tener que ir a una fotocopiadora. Esto para entrar en una cultura que se asoma cada día más: “cero papel”.

Entramos, pues, en una era de grandes cambios, donde los estudiantes se pueden convertir en nuestros profesores para aquellas cosas que ya no queremos o podemos aprender. Mientras, para hacer una apología o lo ancestral, los viejos eran los encargados de dictar lecciones de vida, los jóvenes nos deberán dictar lecciones de supervivencia en un mundo globalizante y sin entrañas que requiere otras visiones para “salir adelante”.

¿Y del Inglés, qué?

“Que es el idioma del futuro”, “que es el lenguaje universal del comercio”, “que se necesita, que es una herramienta del conocimiento”… bueno, hay tantas razones como personas… y todos tienen razón: hay que aprender otro idioma; aunque sea Inglés. La cosa es cómo enseñarlo si todos saben que es necesario; pero nadie quiere aprenderlos o quienes lo enseñan están atascados entre las metodologías clásicas y las carencias de las instituciones. Que se necesitan salones equipados, grupos pequeños; pero nadie parece hacer caso de esas “necesidades”; por el contrario, si asumimos las directrices del

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Ministerio de Educación: “Cobertura” nos damos cuenta que la orden es “de a sesenta o setenta alumnos por clase”.