haga una lista

12
Haga una lista | 1 Cuando el cabo de la Guardia Civil palpó los bolsillos de Andrés V.T., por si acaso, halló en la camisa un mechero del Partido Popular en las últimas y un papel doblado en dos, arrugado y grasiento, con un lejano olor a empanada de congrio. No tuvo valor suficiente para abrirlo y se lo entregó a la juez de guardia, que estaba a su lado. Esta, después de darle lectura, agilizó el levantamiento del cadáver. Aquel trozo de papel contenía una lista redactada a bolígrafo, en una columna, con proliferación de infinitivos en muy mala letra. Solo aplicando cierto esfuerzo deductivo podía leerse: “Injertar castaño. Dar de comer a gallinas. Recoger huevos. Pagar fontanero. Ir a putas. Cerrar bombona. Perro. Matarme”. La investigación posterior corroboró que, en efecto, antes de suicidarse con sulfato de amonio para fertilizar las vides, Andrés (63 años, soltero, sin familia directa) había llevado a cabo todos los propósitos que recogía la lista, incluyendo una estancia de media hora con una de las chicas de El Francés y el ahorcamiento de su setter inglés. Sobre cada tarea, por así decir, la víctima había trazado sucesivamente una

Upload: others

Post on 02-Aug-2022

3 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Haga una lista

Haga una lista

| 1

Cuando el cabo de la Guardia Civil palpó los bolsillos de Andrés V.T., por si acaso, halló en lacamisa un mechero del Partido Popular en las últimas y un papel doblado en dos, arrugado ygrasiento, con un lejano olor a empanada de congrio. No tuvo valor suficiente para abrirlo y se loentregó a la juez de guardia, que estaba a su lado. Esta, después de darle lectura, agilizó ellevantamiento del cadáver. Aquel trozo de papel contenía una lista redactada a bolígrafo, en unacolumna, con proliferación de infinitivos en muy mala letra. Solo aplicando cierto esfuerzodeductivo podía leerse: “Injertar castaño. Dar de comer a gallinas. Recoger huevos. Pagarfontanero. Ir a putas. Cerrar bombona. Perro. Matarme”. La investigación posterior corroboróque, en efecto, antes de suicidarse con sulfato de amonio para fertilizar las vides, Andrés (63 años,soltero, sin familia directa) había llevado a cabo todos los propósitos que recogía la lista,incluyendo una estancia de media hora con una de las chicas de El Francés y el ahorcamiento desu setter inglés. Sobre cada tarea, por así decir, la víctima había trazado sucesivamente una

Page 2: Haga una lista

Haga una lista

| 2

tachadura, a modo de “resuelto”.

Esto sucedió hace catorce años en una localidad del interior de Ourense, en la frontera conPortugal. Es una historia más sobre la vida y la muerte del hombre solo, pero también un capítuloen la prolífica historia de las listas. Está entre las atroces, imposibles de olvidar. Y nos revela queni en las peores circunstancias las personas dejamos de elaborar listas. Es una maniobra primaria.Naces, creces, follas —a poca suerte que tengas—, haces listas, mueres. En el fondo, la vida sonunos pocos verbos separados por comas y, muchas veces, mala letra. Es decir, la vida es una lista.

Naturalmente, no todo son verbos. También están los sustantivos: “Whisky, champán, coñac,vermouth, vino tinto…” anotó en una hoja arrancada de un cuaderno Franz Kline pensando en lafiesta de fin de año de 1960. En la Escuela de Nueva York habían aprendido a beber según ciertaidea de la mezcla, pero también del orden. Incluso de los puntos suspensivos. A todos esosrequisitos dan satisfacción las listas. De esa lista en concreto, se derivó otra en forma de facturaque se encuentra entre las más célebres de la historia del arte, emitida en John Heller’s LiquorStore por un valor total de 274,51 dólares. Todo en bebida. Una barbaridad para la época. PeroKline, uno de los miembros más destacados del expresionismo abstracto norteamericano, queríadespedir 1960 como se merecía. A su casa del 242 Oeste de la Calle 14 de Nueva York acudieronamigos como Williem de Kooning, Robert Motherwell o Adolph Gottlieb. Gente del artecontemporáneo y de la botella, en este orden o en otro. La factura, depositada en los archivos dela Smithsonian Institution, formó el año pasado parte de la exposición “Listas: quehaceres,inventarios ilustrados, pensamientos y otras enumeraciones artísticas”, organizada por la MorganLibrary de Nueva York, donde se verificó que hacemos listas continuamente, siempre, de cualquiercosa. Los artistas más que nadie, empujados por la acumulación de impresiones e ideas.

La lista es el detalle acariciado, suficientemente importante, específico y hermoso como para nodesear perderlo de vista y dejarlo por escrito, en columnas, o separado por comas. La gente adorahacer listas. Pero sobre todo, la gente necesita hacerlas. Cualquier manual de autoayuda,encaminado a auparte al éxito, o a salvarte del suicidio, parte de una regla primaria: “Haga unalista”. Todo mejorará a continuación. La enumeración tiene que ver con el orden, es decir, tieneque ver con el sistema defensivo del que nos dotamos para neutralizar el avance del caos.También tiene que ver con la ansiedad, el miedo, incluso con la sed, como en el caso de la Escuela

Page 3: Haga una lista

Haga una lista

| 3

de Nueva York. Cuando todo a su alrededor se desmoronaba, Francis Scott Fitzgerald tambiénelaboraba listas. “Hacía listas, hacía listas y las rompía, cientos de listas: de jefes de caballería,jugadores de football y ciudades, de canciones populares y lanzadores de béisbol, de momentosfelices, hobbies, casas donde había vivido y de los trajes y pares de zapatos que había tenidodespués de dejar el ejército […]. Y listas de mujeres que me habían gustado, y de las veces que mehabía dejado despreciar por sujetos que no eran mejores que yo en carácter ni en capacidad… Yentonces, repentina, sorprendentemente, me sentía mejor”, escribe en Crack-up.

Si amas las listas, perfecto, pero si no, a poco que estés en contra de ellas, que las odies porqueaborreces el orden, no tendrás más remedio que hacer una cada cierto tiempo. Para seguir vivo, opara no volverte loco, o simplemente para tener qué comer al día siguiente. Es inevitable. ¿Noquieres listas? En ese caso las necesitarás más que nunca. Después de todo, la lista te resguardade lo numeroso y desconocido, a veces hostil. Porque a nada se teme tanto como a lo que se puedeenumerar. La lista es tu abrigo contra lo otro en el instante de arreciar en manada. La listatambién es la autobiografía de su autor en cada momento. En sus años de aprendizaje, Miles Davissometió su carrera a una lista que siempre llevaba consigo en la cartera. Era una lista breve,monocorde, incluso pobre, casi un principio moral, que le había dictado su primer maestro demúsica, y que Miles procuró seguir durante un tiempo: “Toca sin utilizar el vibrato. ¡Envejecerás,y entonces sí podrás permitirte tremolar!”.

Francisco Casavella mantenía la teoría de que cuando alguien se hunde en los abismos de ladepresión, hace listas. “En el masivo vecindario del depresivo, escondido en su cueva inmaculada,el neurótico odia los flecos y los filos, busca la limpieza del redondeo, siente un turbadorentusiasmo por el sistema decimal. ¿A qué lleva todo esto? A que hacer listas de diez es síntomade neurosis y depresión. Las listas de los diez más vendidos, de los diez mejor vestidos o de lo quesea, son muestras de neurosis y depresión colectiva”.

Es una teoría avalada por las decenas de decálogos, más inútiles y redichos cuanto másintelectuales son sus redactores. No pocos han entrado al trapo de elaborar la milagrosa lista deléxito para llegar a ser algo en la vida, además de un fracasado. Hace algunos años The Guardianencargó a una treintena de escritores que elaborasen su lista con diez consejos para individuoscon aspiraciones literarias. El que más y el que menos se tomó en serio la tarea, que es lo peor

Page 4: Haga una lista

Haga una lista

| 4

que puede hacerse en circunstancias así. Me temo que solo Helen Simpson y Philip Pullmanestuvieron a la altura del encargo: “Lo más parecido que he tenido a una norma es un post-it en lapared delante de la mesa que dice ‘Faire et se taire’ (Flaubert), y que traduzco como ‘Calla y sigueadelante’”, propuso Simpson. Pullman reaccionó con menos swing si cabe a la propuesta del diariobritánico: “Mi norma principal es decir no a cosas como esta, que tienden a alejarme de mitrabajo”.

Existe cierta reiteración en caer en los números redondos a la hora de hacer listas de pacotilla,destinadas no tanto a hacer recordar a su autor las cosas que importan, o a las que convienetemer, como a recordárselo a los demás. Aunque hay más variantes. En otras circunstancias,Simone Ortega creyó que el miedo a morirse de hambre, o lo que fuese, se conjuraba con una listade 1.080 recetas de cocina. Peter Boxall, por su parte, elaboró el listado de los 1.001 libros quehay que leer antes de morir, como si no hubiese también un listado de los 1.001 discos que hayque escuchar, recopilados por Robert Dimery, otro de las 1.001 películas que conviene noperderse también antes de palmar, a cargo de Steve Jay Schneider.

Hay mucho vicio

Page 5: Haga una lista

Haga una lista

| 5

Las listas, como la forma de tristeza de laque hablaba Flaubert, también tienen algo devicio. Te envuelven y te arrojan a una espiralde la que no se sale si no es cayendo en otraslistas y otras espirales. Las clasificacionesdifícilmente perduran, apenas imponen ciertoorden sobre la cosas, este orden prescribe.Bob Fleming es el ejemplo perfecto. Elprotagonista de Alta fidelidad, la novela deNick Hornby que llevó al cine StephenFrears, es un entusiasta incondicional, si noun paranoico, de las listas. Huye de cualquiermoderación. Ni siquiera se atiene a aquelcomedimiento que promovía Mark Twaincuando aseguraba fumar moderadamente:“solo un puro a la vez”. Propietario de unatienda de discos en Londres, Bob se pasa losdías haciendo listas de todo lo que le gusta ylo que aborrece. Su paroxismo es absoluto,atroz y bello. Aquí va un breve recuento: sulista de las cinco rupturas amorosas másmemorables. De las personas a las que había visto besarse antes de 1972. Cantantes preferidos.Canciones preferidas. Cinco mejores libros de todos los tiempos. Cinco mejores películas enversión original subtitulada. Cinco mejores películas americanas. Cosas que de niño te hacíanolvidar dónde estabas, qué hora era, con quién estabas. Cinco episodios preferidos de Cheers.Cinco grupos o músicos que habría que matar a tiros cuando llegue la revolución musical.Películas reservadas para ocasiones deprimentes. Cinco mujeres que no viven en tu barrio, almenos según tienes entendido, aunque serían bienvenidas si quisiesen mudarse. Música quequieres que pongan en tu funeral. Etcétera.

Cada uno de nosotros elaboramos las listas a nuestra manera. No hay un estilo. El estilo es notener estilo definido. En la exposición de la Morgan Library se incluyó la lista del equipaje de

Page 6: Haga una lista

Haga una lista

| 6

Adolf Konrad, que ilustró con pequeños dibujos todo lo que deseaba llevarse en la maleta para elviaje que realizó de Roma a Egipto en 1963. Entonces, Konrad dibujó su ropa interior, suscalcetines, su chaqueta y su gabardina, el cepillo de dientes, un peine, lápices, bolígrafos, plumas,una cámara fotográfica, gafas de sol, libretas, pinturas, etcétera. En una línea parecida, la artistaJanice Lowry elaboraba diarios ilustrados con sus quehaceres domésticos, como pagar las facturaso los días de sus citas médicas. Estos listados incluían asimismo sus sueños y pensamientosintercalados con sellos y pegatinas.

El arte está lleno de listas, en su mayoría gratuitas, simplemente anecdóticas, como la de Klane ylas botellas que proporcionaron calor a la fría Nochevieja de 1960. De vez en cuando, ciertamente,una lista cambia el curso de los acontecimientos. En 1912, , uno de los organizadores del ArmoryShow, solicitó a Pablo Picasso una lista de artistas con los que provocar al espectador de NuevaYork en la edición del año siguiente. El genio malagueño detalló a lápiz los nombres de Juan Gris,Fernand Léger, Marcel Duchamp, Robert Delaunay, Roger de la Fresnaye o Jean Metzinger. Enaquel momento eran apenas conocidos, pero su modernidad escandalizó a los norteamericanos yla exposición los catapultó al éxito. Todo, porque en el momento idóneo, Picasso los anotó en unalista en la que no prescindió de los errores ortográficos, consustanciales a los trocitos de papel.

Nuestra vida se organiza entorno a listas. La existencia doméstica, la competición deportiva, elsistema judicial, el consumo, la acción policial, patatín y patatán. Ni el crimen organizado viveajeno a ellas. En 2007, cuando la policía detuvo a Salvatore Lo Piccolo, jefe de la mafia de NuevaYork, después de veinticinco prófugo, encontró una listado en su bolsillo con algunas cosas que laCosa Nostra veía con malos ojos, como robar a otros miembros de la organización, acostarse conlas mujeres que tuvieran marido, tener vínculos con la policía o ser impuntuales. Laimpuntualidad, sin que sirva de eximente cuando eres mafioso, también exasperaba a tipos comoEmil Cioran, amigo de enumerar todo aquello que aborrecía. “Habría que introducir la pena demuerte para la gente impuntual”, escribió en sus Cuadernos. “Por llegar a la hora yo sería capazde cometer un crimen”.

En literatura, las listas no poseen menos peso que en el arte o el hampa. Algunas veces los autoreshan hecho de ellas su voz, su estilo, elaborando incluso un mundo propio, lleno de significados.Las enumeraciones tiene un renovador absoluto, un padre verdadero, y se llama George Perec.

Page 7: Haga una lista

Haga una lista

| 7

Podríamos citar Las cosas o La vida, instrucciones de uso, para basta referirse a Tentativa deagotar un lugar parisino porque en verdad fue un proyecto de elaboración de la lista completa,perfecta, sin etcéteras. La redactó en octubre de 1974, después de instalarse durante tres díasseguidos en un café de la plaza de Saint-Sulpice de París. En ese tiempo, se ocupó de loinsignificante, de “lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes”.Exceptuadas algunas notas de humor, Tentativa de agotar un lugar parisino es una larga lista denombres, objetos y situaciones que acaba por convertirse en un ensayo sobre la percepción. En elfondo, Perec era ese fulano que deambulaba por París buscando las “hierbas perdidas de laciudad” —listas de la compra, sillas, cafés, refranes, facturas, cartas, canciones, etcétera—, de lasque florecieron las novelas más inauditas de su generación.

La acumulación en apariencia fría y distante de objetos, o hechos, o sueños, acaba formandonovelas. Incluso cuando solo es la lista de la compra, o de gustos personales, como cuando RolandBarthes escribe: “Me gusta la lechuga, la canela, el queso, la pasta de almendras, las rosas, lalavanda, el champán, las posiciones ligeras en política, Glenn Gould, la cerveza muy fría, lastostadas, los habanos, Haendel, pasear con mesura, las cerezas, los colores, los relojes, lasestilográficas, la sal, las novelas realistas, el piano, el café, Pollock, Twombly, toda la músicaromántica, Sartre, Bretch, Verne, Fourier, Einstein, los trenes, caminar con sandalias por la tardelos caminos del suroeste, los hermanos Marx […] No me gustan los ciclistas, los perros falderos,las mujeres con pantalones largos, los geranios, las fresas, el clavicordio, Miró, las tautologías, losdibujos animados, Arthur Rubinstein, los mediodías, Satie, Bartók, Vivaldi, llamar por teléfono, loscoros infantiles, los conciertos de Chopin, lo políticosexual, las iniciativas, la fidelidad, las escenas,la espontaneidad, encontrarse con gente que no conoce…”. La vida, al fin y al cabo, es inventario,y la literatura recopilación en detalle del repertorio humano. “En toda enumeración hay dostentaciones contradictorias: la primera consiste en el afán de incluirlo todo; la segunda, en el deolvidar algo; la primera querría cerrar definitivamente la cuestión; la segunda, dejarla abierta. Laenumeración me parece, antes de todo pensamiento, la marca misma de esta necesidad denombrar y de reunir sin la cual el mundo (la vida) carecería de referencias para nosotros […]. Hayalgo de exultante y de aterrador a la vez en la idea de que nada en el mundo sea tan único comopara no poder entrar en una lista”, señalaba Perec en Pensar / Clasificar.

La lista como recurso literario ha conocido buenos momentos en todas sus etapas históricas, antes

Page 8: Haga una lista

Haga una lista

| 8

de alcanzar cierta perfección con Perec. Si nos limitamos al siglo XX tampoco al hablar de listaspodemos dejar de citar a James Joyce. En su Ulises, en el penúltimo capítulo, hallamos un ejemplosoberbio cuando detalla una prolija lista de los utensilios que pueden encontrarse en el cajón de lacocina de Leopold Bloom. El mismo espíritu detallista invade el capítulo de Finnegans Wake dondese insertan centenares de nombres de ríos de distintos países.

Dickens, Whitman, Proust, Rabelais, Benjamin, Sontang, Pynchon… son solo algunos de losautores que sometieron sus libros a la profusión de las listas. Y qué no decir de Italo Calvino.Constituye otro referente en el vasto mundo de la enumeración. Ahí está Si una noche de inviernoun viajero, y el listado de los libros que atacan al Lector cuando entrar en una librería: LibrosLeídos Hace Tanto Tiempo Que Sería Hora De Releerlos, Libros Que Has Fingido Siempre HaberLeído Mientras Que Ya Sería Hora De Que Te Decidieses A Leerlos De Veras, Libros Que No HasLeído, Libros Ya Leídos Sin Necesidad Siquiera De Abrirlos Pues Pertenecen A La Categoría de LoYa Leído Antes Aún De Haber Sido Escrito, Libros Que Te Inspiran Una Curiosidad Repentina,Frenética Y No Claramente Justificable, Libros Demasiado Caros Que Podrías Esperar AComprarlos Cuando Los Revendan A Mitad De Precio, Etcétera.

El vértigo de las listas

Page 9: Haga una lista

Haga una lista

| 9

Hace algunos años, Umberto Eco recibió unencargo del Museo del Louvre para montaruna exposición sobre lo que mejor lepareciese, sin concretar, y al semiólogoitaliano le pareció que había que montar laexposición El vértigo de las listas sin másdilaciones. De ahí salió, más tarde, una de laspublicaciones más completas sobre el tema.“La lista —sostiene— es el origen de lacultura. Es parte de la historia del arte y laliteratura. ¿Para qué queremos la cultura?Para hacer más comprensible el infinito.También se quiere crear un orden —nosiempre, pero a menudo—. ¿Y cómo, en tantoseres humanos, nos enfrentamos a lo infinito?¿Cómo se puede intentar comprender loincomprensible? A través de las listas, através de catálogos, a través de coleccionesen los museos y a través de enciclopedias ydiccionarios”.

Pocos han pensando e indagado las listas con tanta exhaustividad como Eco, a quien a menudo legusta desandar sus investigaciones hasta la antigua Grecia. En la Ilíada de Homero, de hecho, sehallan algunos de los inventarios más célebres de la literatura. Un de ellos es la enumeración delas naves griegas que combaten contra los troyanos. Esa lista se desarrolla en el canto II, yaunque no se menciona toda la flota, se sugiere la indescriptible superioridad numérica con la que

Page 10: Haga una lista

Haga una lista

| 10

los griegos cercaron Troya. Existe una estética de lo infinito en esta lista, y en todas las listas engeneral. Hay cierto encanto en enumerar, subrayaba Eco en una entrevista a Der Spiegel, comocuando el libretista de Mozart, Lorenzo da Ponte, sostiene que fueron 2.063 las mujeres con lasque se acostó Don Giovanni: “Madamina, il catalogo è questo /Delle belle che amò il padron mio;/un catalogo egli è che ho fatt’io;/ Osservate, leggete con me. / In Italia seicento e quaranta; /InAlemagna duecento e trentuna;/ Cento in Francia, in Turchia novantuna; /Ma in Ispagna son giàmille e tre“.

La obsesión por las listas es una tónica efervescente a lo largo de la historia. El individuo necesitasu orden para avanzar. A toda costa. Tal vez de esa desesperación por la colocación en el tiempo yel espacio de los objetos y los hechos, y la armonía con su entorno, a través de la enumeración,emergió un día el orden alfabético, fuente a su vez de nuevos avances. Y calamidades. Juan CarlosOnetti contaba la historia de una muchacha de trece años que se presentó un día en su casaproponiéndose para ordenar su biblioteca. La joven alegó que sabía leer y escribir, y le recitó alescritor el abecedario de carrerilla. Este juzgó que eso era un mérito suficiente para confiarle latarea. Cuando la muchacha acabó el trabajo, Juan Carlos Onetti examinó aterrorizado el resultado:la letra J agrupaba a Joyce, Jiménez, Le Carré, Valera, Cocteau, Rulfo, Swift, Cortázar, Steinbeck yBorges, entre otros muchos.

El orden alfabético, inofensivo y suave, también puede ser criminal. Hay que tener nerviostemplados para soportarlo. Perec creía que “el desorden de una biblioteca no es grave en símismo; está en la categoría del ‘¿en qué cajón habré puesto los calcetines?’. Siempre creemos quesabremos por instinto dónde pusimos tal o cual libro, y aunque no lo sepamos, nunca será difícilrecorrer de prisa todos los estantes. A esta apología del desorden simpático se opone la mezquinatentación de la burocracia individual: cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. Entre estasdos tensiones, una que privilegia la espontaneidad, la sencillez anarquizante, y otra que exalta lasvirtudes de la tabula rasa, la frialdad eficaz del ordenamiento, siempre se termina por tratar deordenar los libros”. Alberto Manguel relata en Una historia de la lectura, el caso extremo de unvisir de Persia que en el siglo X viajaba con su colección de 117.000 volúmenes, que erantransportados por 400 camellos adiestrados para errar por el desierto en un estricto ordenalfabético.

Page 11: Haga una lista

Haga una lista

| 11

La tentación de las listas cautivó a creadores y estudiosos de la cultura tan heterodoxos comoBorges. Conocido es aquel domingo de 1956, en el que Adolfo Bioy Casares fue a buscarlo a sucasa. Allí descubrió una reunión de mujeres hablando del plexus y a Borges recordando unaplegaria de Cansino Assens que pedía a Dios que moderase el excesivo esplendor del mundo, paraque él pudiese tolerarlo (“¡Oh, Señor, que no haya tanta belleza en el mundo!”). Bioy Casaresrelata en sus diarios cómo a continuación él propone “hacer listas de personajes verosímiles” de lahistoria de la literatura. Les salen don Quijote, Hamlet, el rey Lear, Babitt, Watson, aunque noSherlock Holmes, Martín Fierro, Grandet y Eugénie, la mujer que hay en El crimen del PadreAmaro…

Borges cultivaba el gusto por las listas extemporáneas y caóticas, que corría paralelo a su apreciopor el infinito. A la postre, compartían habitación. Tal vez nadie elaborase una lista si pudieseabarcar dentro de la cabeza todo su envergadura. Asumimos nuestra derrota ante ese reto cuandonos rendimos y escribimos una parte. La lista amortigua el fracaso ante el olvido inevitable.Siempre será así y por eso las listas nunca se agotarán. Se abandonan, se rompen, se arrojan a labasura, se olvidan, se exponen, se renuevan. Se amparan, a final de párrafo, en el “etcétera”,como solución para gestionar su tendencia al infinito.

Borges fue más lejos que nadie en el intento de resumir ese infinito. Inventó el aleph. En un puntode la escalera que conduce al sótano de la casa de Beatriz Viterbo, “donde están, sin confundirse,todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”, metió el autor argentino la listaperfecta, la lista total, la lista de todas las listas. Justo ahí, con millones de actos y objetosocupando el mismo punto sin superposición y sin transparencia. En su afán por la enumeración,hasta Borges decía que había dos Borges. El Borges de la fama y el Borges “al que le suceden lascosas”. Bastan dos elementos, cuando no uno, para formar una lista. “Tiene usted que escribir máslibros, don Juan”, le dijo en una ocasión a Rulfo un admirador. “¿Más libros? Si ya tengo dos”,subrayó el escritor mexicano, al que esa cifra le resultaba una enormidad insuperable.

Aplicando cierto reduccionismo, todo es susceptible de quedar sometido a una lista, y una lista, aun solo elemento. La literatura, en cierto modo, es una lista de autores y su lista de temas con sulista de historias, y estas, esclavas de un principio sagrado o lista de un único componente. Lo dejómuy claro Jim Thompson: “Hay 32 maneras de escribir una historia y yo las he usado todas, pero

Page 12: Haga una lista

Haga una lista

| 12

solo hay una trama: las cosas no son como parecen”.