hace muchos años, un anciano del estado de nueva jersey de

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mayo - junio, 2020 volumen 34, número 3 H ace muchos años, un anciano del estado de Nueva Jersey de los Estados Unidos había pasado sus últimos años en extrema pobreza. (Sigue en la página 14)

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Page 1: Hace muchos años, un anciano del estado de Nueva Jersey de

mayo - junio, 2020 volumen 34, número 3

Hace muchos años, un anciano del estado de Nueva Jersey de los Estados Unidos había pasado sus últimos años en extrema pobreza.

(Sigue en la página 14)

Page 2: Hace muchos años, un anciano del estado de Nueva Jersey de

Diseño de la portada: Randall Nisly

Junta Directiva: Eugenio Heisey Duane Nisly Marcos Yoder Pablo Schrock Antonio Valverde Antonio Campos Jesús Villegas Sanford Yoder

Editor

Duane Nisly Circulación

Jimmy Ramírez

Este librito no es para la venta

LA ANTORCHA DE LA VERDAD se publica bimestralmente por Publicadora La Merced, ubicada en Santa Rita de Río Cuarto, Costa Rica.

PUBLICADORA LA MERCED trabaja sin fines lucrativos para extender el Evangelio, para propagar doctrina sana y bíblica de orientación anabaptista, y para presentar consejos para la vida cristiana práctica en América Latina.

Si desea hacer una donación, la puede hacer por medio de un cheque en dólares estadounidenses a nombre de Asociación Servicios Cristianos Menonitas, o por medio de una transferencia internacional: (Asociación Servicios Cristianos Menonitas, cuenta #15201347000014732 en dólares estadounidenses. SWIFT: BCRICRSJ y/o UNIVERSAL ID019339, Banco de Costa Rica. San José, Costa Rica, entre Av. central y segunda, calles cuatro y seis.)

CONTENIDO Un verdadero tesoro escondido . .portada Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3 Dios es...

El Dios inmutable . . . . . . . . . . . .4 El cristianismo en el mundo

evangélico (Parte # 1b) . . . . . . . .11

Sección para padres La pornografía, una peste negra . . .17

Hermosas historias de la Biblia El primer hogar . . . . . . . . . . . . . . . .18

Sección de cocina Granola casera . . . . . . . . . . . . . . . .24

Sección para jóvenes El camino que ella escogió Aprender a mirar a Dios (6a) . . . . .25

Sección para niños El muchacho que valía cien mil

dólares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30 Actividad para niños . . . . . . . . . . . .34 Sé firme . . . . . . . . . . . . . . . . .contraportada

Cualquier correspon-

dencia debe dirigirse a: La Antorcha de la

Verdad Apartado Postal #15 Pital de San Carlos Costa Rica, C. A.

Tel: (506) 2465-0017 Fax: (506) 2465-0018 [email protected]

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Estimado lector: El salmista David, en el Salmo 57:1-3 hace

una observación sumamente interesante. Es un pensamiento profundo y de mucho contenido. Primero le pide a Dios su misericordia. Testifica de que su confianza está puesta en Dios y que debajo de las alas de Dios encuentra su seguri-dad. Finalmente, concluye con este pensamiento: “Dios enviará su misericordia y su verdad”. ¿Qué significado tiene el hecho de que el sal-mista pide de Dios su misericordia y a la vez su verdad?

La misericordia y la verdad aparecen juntas repetidas veces en las Escrituras. Cuando la ver-dad proclama lo falto que soy y lo que merezco, la misericordia se acerca y dice: “Sí, es muy cierto, pero aquí estoy yo para ofrecer lo que la verdad por sí sola no puede.” La misericordia ofrece esperanza y todo lo necesario para ob-tener la paz con Dios.

Si examinamos estos dos atributos de Dios, entendemos mejor la importancia de ambos, y la interrelación entre sí. ¿Cómo sería encontrarnos ante la verdad de Dios sin el beneficio de su mi-sericordia? La verdad dice que estamos separa-dos de Dios, condenados a la muerte eterna, sin esperanza, sin fuerza, sin posibilidades. Es la con-dición de todo ser humano fuera de la provisión que Dios hace por medio de su misericordia. Cabe recordar que nadie es digno de la miseri-cordia de Dios. Todos merecemos la ira de Dios que se reveló por medio de su verdad.

La misericordia de Dios no pasa por alto la justicia y santidad de Dios para hacer caso omiso del pecado y la condenación. A la vez, su miseri-cordia y gracia nos dan la solución a nuestro pro-blema del pecado por medio de la obra de Jesucristo en la cruz que nos trae un cambio de corazón.

La misericordia de Dios es una manifesta-ción de su gloria y perfección. En Mateo 5:48 Jesús dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. El mismo pasaje en Lucas 6, usa la pa-labra “misericordiosos” en lugar de “perfectos”: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:36). Ser misericordioso es una manifestación de su perfección. La misericordia ofrece la ayuda que no merecemos y que no podemos conseguir de ninguna otra forma. Podemos concluir que Mateo y Lucas están diciendo lo mismo… “Sed, pues, vosotros perfectos [misericordiosos], como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto [misericordioso]”.

David probablemente escribió el Salmo 57 al huir para salvar su vida del rey Saúl. La verdad de-claraba a David inocente de los cargos que le im-putaba el rey. Sin embargo, David, como cualquier otro ser humano, sí era culpable ante la verdad de Dios. Habría sido un pecador separado de Dios si no hubiera sido por su misericordia. Por eso pidió que enviara tanto la verdad como la mise-ricordia.

Dios no está comprometido a concedernos su misericordia. Nadie es digno de ella. Pero no hay ninguna esperanza si no la recibimos. Todos carecemos de una defensa ante la verdad de Dios. Somos culpables y no tenemos otro recurso. Sin embargo, Dios ofrece su misericordia que se ma-nifestó por medio de la redención que Jesucristo efectuó en el sacrificio que hizo en la cruz. Esto nos permite ser beneficiarios de su misericordia para no quedar condenados por la verdad de Dios. Esta es la única esperanza que tenemos. “Desde los cielos” Dios envía su salvación a todo aquel que cree en él.

WâtÇx a|áÄçTomado de una meditación de Eugenio Heisey

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El Dios inmutable

Isaac se estremeció incontrola-blemente. Había llamado a su primogénito, Esaú, para darle

la bendición ancestral y el testa-mento de la primogenitura. Esaú había preparado la caza predilecta de su padre para la ocasión y ahora esperaba, inclinado ante él.

Esaú observa cómo se estre-mece su padre y duda a qué se

debe. Obviamente, ha ocurrido algo grave. Sucede que Jacob, el hermano menor de Esaú, se le había adelantado. Fingiendo ser el hermano mayor, Jacob había tomado por engaño la bendición. Y de acuerdo con la ética y los valores que regían en aquella época, sería imposible revocar lo que el padre había pronunciado.

Pablo Schrock

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Las palabras que articula el anciano padre enseguida caen en los oídos de Esaú como una bomba, como un amargo ultimá-tum. Dice: “¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije, y será bendito” (Génesis 27:33).

Quizá te preguntas por qué doy esta anécdota para introducir el tema de la inmutabilidad de Dios. Permíteme explicar. Anti -gua mente, la palabra “inmutable” se usaba como un término técni-co en la transcripción de testa-mentos. Significaba que, bajo ninguna circunstancia y sin nin-guna excepción podía revocarse o cambiarse lo pronunciado.

ASÍ ES DIOS... INMUTABLE ¿Sabes que hay cosas que Dios

no puede hacer? Aunque él sea todopoderoso, su carácter inmuta-ble no permite que él cambie. 2 Timoteo 2:13 dice: “Él no puede negarse a sí mismo”. Es decir, Dios no puede ser infiel. Él no puede mentir. Él nunca tiene la necesidad de cambiar su posición, ni modificar lo que ha pronuncia-do, ni revisar sus propósitos y

obras a causa de un error o alguna deficiencia. Tampoco tiene que ac -tualizar sus programas y leyes pa ra ajustarlos a las circunstancias e ideas cambiantes del hombre. El camino de Dios es perfecto (Salmo 18:30). Él nun ca cambia.

El mundo no entiende la inmutabilidad de Dios. Es un principio que no encaja en la cien-cia humana. No existe ninguna ley natural que pueda definirla, como tampoco ninguno de los otros atri-butos de Dios. Los científicos han descubierto los componentes de toda clase de materias, hasta lo más diminuto. Pero, ¿con qué fór-mula pueden definirse los compo-nentes de este glorioso carácter de Dios? Pues, consiste en una ley que se descubre y se explica sólo por medio de la fe. Me encantan las palabras de Hebreos 11:3. Dice así: “Por la fe entendemos…”

Analicemos unas características de la inmutabilidad de Dios. Des -pués, examinemos cuál debe ser nuestra respuesta.

SU EXISTENCIA ES INMUTABLE Nosotros, como seres huma-

nos, constantemente sufrimos cambios de variadas formas. En

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conformidad con la ley de la natu-raleza, nacemos, crecemos, nos reproducimos, y morimos. Tam -bién cambiamos en nuestra forma de ser. Cuando niños, hablamos, pensamos, y juzgamos como niño. Pero, conforme vamos creciendo, dejamos lo que era de niño y entramos en una etapa de madu-rez. Luego nos envejecemos y finalmente, morimos. Es decir, constantemente sufrimos cambios.

Pero Dios es inmutable en su existencia. Él es el mismo desde la eternidad hasta la eternidad. Nunca se envejece. Nunca fue menos de lo que es hoy y nunca será más, pues es infinito. Nunca crecerá en conocimiento y amor, porque él es enteramente perfec-to. “Para siempre es su miseri-cordia”, cantó el salmista, “y su verdad por todas las generacio-nes” (Salmo 100:5).

El salmista también testifica de que los cielos y la tierra “perece-rán, más tú [Dios] permanece-rás… tú eres el mismo” (Salmo 102:26-27). Dios para siempre es el mismo.

SUS PROMESAS SON INMUTABLES La Biblia da un ejemplo claro

de la inmutabilidad de las prome-sas de Dios. Es la promesa que Dios le dio a Abraham. El escritor de Hebreos resume esta promesa diciendo: “De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplica-ré grandemente” (Hebreos 6:14). Véase también Génesis 22:16-18. Esta promesa se cumplió en Jesús unos dos mil años más tarde.

Después, el escritor de He -breos confirma la inmutabilidad de lo pronunciado, diciendo: “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento, para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo” (Hebreos 6:17-18). Las dos cosas inmutables de que habla aquí son la promesa de Dios y el juramento de que no se retractaría de lo que había pronunciado.

A través de los años, desde Abraham hasta Jesús, Dios afirma vez tras vez que él no revocará su promesa. Aunque su pueblo Israel le fuera infiel, él permanecería fiel. En Jeremías 31:37, Dios reta a su pueblo que si alguno alcanzara a

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medir los cielos y explorar los fun-damentos de la tierra, sólo así pudieran decir que él sería capaz de revocar su promesa.

Así es Dios con sus promesas. “Porque yo Jehová no cambio”, dice él en Malaquías 3:6. En sus promesas no existe la posibilidad de que ayer eran “sí” y que maña-na serán “no”. “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén” (2 Corintios 1:20). Aun Balaam, el profeta caído y codicioso de la recompensa de la maldad, profirió: “Él [Dios] dijo, ¿y no hará?” (Números 23:19).

Dios nunca tendrá que revisar su agenda para ver si aún podrá cumplir lo que ha anunciado. La garantía de sus promesas tiene en todo el respaldo de su existencia. Es “un fortísimo consuelo” y una “segura y firme ancla del alma” (Hebreos 6:18-19).

SU PALABRA ES INMUTABLE “Tu palabra es verdad”, con-

cretó Jesús en su oración (Juan 17:17). ¿Qué quiso decir con esto? Primero, con decir “tu palabra”, vemos que es un men-saje que proviene de Dios. Es la expresión que procede no sólo de

la boca de Dios, sino de su cora-zón. Así que, si Dios es inmuta-ble, su Palabra también lo es.

Después, con decir “es ver-dad”, entendemos que lo que Dios dice es absoluto. El signifi-cado de su Palabra nunca cambia ni con el pasar de los años ni con el cambiar de los tiempos. Dios nunca tiene que actualizar los datos de la ciencia. Si la ciencia revela algo que no armoniza con la Palabra de Dios, ¿quién está en error: ¿la Palabra de Dios o la ciencia? Tampoco es necesario actualizar la interpretación de la Palabra de Dios para ajustarla a los cambios de los tiempos y de las reglas éticas de la nueva era.

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, dijo Jesús en Mateo 24:35. En el Salmo 119:89-90, David confie-sa: “Para siempre, oh Jehová, permanecerá tu palabra en los cielos. De generación en genera-ción es tu fidelidad”.

Esto me lleva a una amonesta-ción que nos da el escritor de Hebreos. Dice: “Acordaos de vues- tros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su

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conducta, e imitad su fe. Jesu -cristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:7-8).

Parece que esta epístola fue dirigida a creyentes de la segun-da generación de la iglesia. Tam -bién el contexto da a entender que los tiempos estaban cam-biando. Nue vos maestros con ideas ajenas a lo que habían ense-ñado los apóstoles estaban apare-ciendo en la iglesia. Algunos estaban reinterpretando las Es -crituras. Se veían indicios claros de apostasía.

El escritor de Hebreos se mues-tra preocupado por la iglesia. Él amonesta a los creyentes que se acuerden de la Palabra de Dios que habían enseñado los apóstoles, que consideren su conducta, y que imiten su fe. Finalmente, recalca la inmutabilidad de la doctrina que se les había enseñado cuando dice: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. Es decir, la verdad del Evangelio de Jesús tal y cómo la habían enseñado los após-toles nunca cambiará. Lo que sig-nificaba para ellos en su tiempo y lugar, ha significado para cada generación y lugar hasta el día de hoy.

SU LUZ ES INMUTABLE ¿Qué es la luz inmutable de

Dios? Observemos lo que dice el apóstol Santiago. “Amados her-manos míos, no erréis”; es decir, no se engañen ni anden vagando como si estuviesen sin norte y sin luz. Sigue diciendo: “Toda buena dádiva y todo don perfecto des-ciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudan-za, ni sombra de variación. Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus cria-turas” (Santiago 1:17-18).

Primero, vemos que Dios es “Padre de las luces”. Él es la fuente de iluminación, y el proge-nitor y la fuente de toda buena dádiva y don perfecto. A Dios le agrada dar cosas buenas a sus hijos (Mateo 7:11).

Dios es como el sol que nos alumbra cada día, dándonos vida y luz. Él nos da su Palabra que es viva y eficaz para que tengamos vida espiritual. De su buena voluntad nos da la oportunidad de ser hechos hijos suyos, las pri-micias de todo lo creado. Con razón los ángeles cantaron aquella noche en que nació Jesús:

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“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena volun-tad... !” (Lucas 2:14).

El apóstol sigue diciendo que en Dios “no hay mudanza, ni sombra de variación”. Podemos ejemplificar la sombra de varia-ción con un eclipse de la luna. Esto arroja una sombra extraña y pasajera sobre la luna y decimos que es un eclipse lunar. En un eclipse, la luz del sol se cambia en una sombra conforme cambian las circunstancias.

Santiago declara que en Dios no existen sombras pasajeras que encubren la luz verdadera, su buena voluntad. Él no es como el hombre que ama al que lo ama y que devuelve el golpe al que le da un golpe. Dios no hace acepción de personas haciendo el bien al bueno e ignorando las necesidades del malo. Él no promete una cosa y después hace otra. No es como el hombre para mentir, engañar, y hacer jugadas sucias. Jesús testifica de su Padre celestial diciendo que hace salir el sol y hace llover sobre malos y buenos por igual (Mateo 5:45-47). “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5). “Lámpara es a mis pies tu

palabra, y lumbrera a mi cami-no”, testifica David en Salmo 119:105. La luz de la buena voluntad de Dios es constante y confiable. Ninguna circunstancia adversa podrá ocultarla ni cam-biarla.

DIOS ES INMUTABLE En conclusión, ¿cuál será

nuestra respuesta a la inmutabili-dad de Dios? ¿Qué podemos aprender de ella?

Primero, seamos fieles en darle a Dios la gloria y las gracias debi-das a su eterno poder y deidad. Desde la antigüedad, el hombre ha desafiado la inmutabilidad de Dios. En lugar de glorificarlo como a Dios, y darle las gracias, ha cambiado su gloria incorruptible en imágenes, “dando culto a las criaturas antes que al Crea dor”. Lee detenidamente Roma nos 1:21-25. Este pasaje concluye diciendo que lo que el hombre en realidad ha hecho es cambiar la verdad por la mentira. Después explica cómo esta actitud de sober-bia conduce al hombre a hacer cambios perversos como las “pa -siones vergonzosas” de la homose-xualidad, entre muchas otras

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perversiones (Ro manos 1:26-31). Segundo, mantengamos fir-

mes la esperanza puesta delante de nosotros (Hebreos 6:18). Si Dios es fiel en cumplir sus pro-mesas, ¿quiénes somos nosotros para serle infieles? Dice el escritor de Hebreos: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:39).

Tercero, retengamos fielmente las reglas y la ética de lo que es bueno y malo en conformidad con la Palabra de Dios. El mundo no to ma en cuenta la santidad y la ley in mutable de Dios para dirigir su vida, sino que se basa en lo que la sociedad de hoy considera bueno y malo. Y esto constantemente está cambiando. El mundo ha desaca-tado la ley de Dios respecto al matrimonio, permitiendo el di -vorcio y las segundas nupcias (Mateo 19:4-6). Igualmente, ha logrado “superar” la vocación de la mujer como ayuda idónea del hombre y el lu gar de los hijos en el hogar. El hom bre, creyéndose sa -bio, ha lo grado quitar el enfoque de darle la gloria a Dios y concen-trarse en sí mismo, en la excelencia

y su éxito personal. Y gracias a la teología moderna y el énfasis en los derechos humanos, hasta se han “logrado” nuevas interpreta-ciones de las Escrituras para ajus-tarlas a las ideas cambiantes de la nueva era y los hallazgos más recientes de la ciencia. A todos estos cambios los llaman “progre-so”, pero en realidad es nada menos que una imitación del mal-vado Lucero que también preten-dió cambiar su posición, retando las leyes inmutables del Todo -poderoso. Y si quieres saber cuál fue el resultado, lee Isaías 14:12-15.

Cuarto, imitemos la benevo-lencia de Dios que sin acepción de personas ama al bueno y al malo y les hace el bien (Mateo 5:45, 48). Mantengamos una actitud de amor como una luz constante para con nuestros enemigos, porque así es Dios (Romanos 12:19-21).

Así que, ¿cuál será nuestra res-puesta a la inmutabilidad de Dios? ¿Nos alejaremos envaneci-dos en las sombras del desvarío o doblaremos las rodillas y el cora-zón en reverencia y obediencia a la verdad de Dios y su voluntad?

Dios nunca cambia.

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Quitemos la envoltura Está claro que Jesús tenía una

preocupación profunda por las per-sonas y sus necesidades. Mostró gran compasión por las necesidades físicas del hombre. Sin embargo, nunca fue transigente con la verdad ni trató de endulzar su mensaje para complacer a sus oyentes. Cuando llamaba a los hombres a unirse a su reino, les hablaba de las verdades difíciles desde un principio: “Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Estas palabras fuertes no eran para agradar a las multitudes.

Jesús vino para hacer la voluntad de su Padre, no para agradar a los hom-bres (Juan 4:34).

Cuando ofreces un cristianismo que ofrece programas y temas popula-res con el fin de complacer a la gente, tu evangelio ya no representa el men-saje de Jesús. El Evangelio de Jesús sí da respuestas a las relaciones proble-máticas. Es la cura para la obsesión por las riquezas. Es la fuente suprema de la felicidad. Sin embargo, nunca promete que esta vida terrenal será placentera para el que decide seguir a Jesús. Cuando estuvo aquí en la tierra, él enseñó todo lo contrario, y la igle-sia primitiva hizo lo mismo. Cuando

En la edición de la Antorcha de la Verdad anterior examinamos la primera parte del tema del cristianismo en el mundo evangélico. Vimos cómo el mundo cristiano ha intenta-do cambiar el Evangelio, poniéndole un “envase” atractivo para atraer al mundo. Pero en realidad, Jesús no presentó el Evangelio con un “envase” atractivo. ¿Cómo, pues, debemos presentar el Evangelio en el mundo de hoy? Veamos la segunda parte de este tema:

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El cristianismo en el mundo evangélico Parte # 1b

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las iglesias concentran sus esfuerzos en agradar a los que buscan y no en servir a Dios y divulgar su mensaje, terminan promoviendo al go ajeno a lo que enseñaron los apóstoles.

El verdadero Evangelio nunca ha sido un mensaje agradable a los incrédulos. Exige cambios drásticos. Yo tuve la dicha de criarme en una iglesia de posturas firmes. Los pasto-res enseñaban en contra de la falacia del cristianismo evangélico moder-no.1 Se me enseñó a “quitar la envol-tura” y mirar de cerca qué en reali-dad enseñó Jesús. Repetidas veces oía decir de los pastores que muchos cristianos nominales se verán sor-prendidos en el día del juicio. Confesar que creo en Dios no era suficiente. Yo creía firmemente que la gran parte del cristianismo a mi alrededor profesaba algo que en rea-lidad no vivía. Yo estaba agradecido de que perteneciera a una iglesia que procuraba vivir en obediencia. En nuestra iglesia, creíamos que la obe-diencia a los mandamientos de Jesús era necesaria. Mientras otras iglesias ponían pretextos, nosotros obedecí-amos. Yo estaba a gusto con eso. Y hasta el día de hoy, creo que, en gran medida estaba en lo correcto. Todavía creo firmemente que la igle-

sia de Cristo tiene el deber de ense-ñar y obedecer los mandamientos de Jesús, aun aquellos que la mayoría desprecia.

Pero había una falta en nuestra iglesia que yo ignoraba. Muchas de las iglesias modernas que yo menospre-ciaba imitaban a Jesús en un área muy importante, un aspecto que nosotros descuidábamos. A pesar de su desaca-to de la sana doctrina de Jesús, ellos sí tenían un compromiso con la condi-ción de los pobres y la salvación de los perdidos. Por lo me nos se preocupa-ban por los perdidos.

A medida que mi conocimiento crecía y se volvía más global, este hecho me comenzó a molestar. Leía informes de personas que divulgaban el Evangelio en países donde sufrían mucha oposición. Leía de pueblos que por primera vez habían oído el Evangelio y de iglesias nuevas com-puestas de creyentes de primera generación. Era obvio que Dios esta-ba obrando en el mundo. Sin embar-go, los “cristianos evangélicos mo -dernos” eran los que estaban llevan-do a cabo la obra. Esto me impactó. ¿Cómo podía ser?

Recuerdo una ocasión en que visité un comedor de beneficencia en un barrio pobre de una ciudad grande en los Estados Unidos. El edificio viejo albergaba una gran cantidad de indigentes, antisociales

1 Cuando en este libro hago referencia a los cristianos evangélicos modernos, me estoy refiriendo al cristia-nismo protestante nominal moderno.

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y peligrosos. De vez en cuando se armaban peleas por aquí y por allá. Sin embargo, también había presen-tes aquellos que estaban hastiados del pecado y que buscaban algo diferente. Un grupo de obreros cris-tianos muy dedicados, aunque carentes de la sana doctrina de Jesús, se esforzaba por atender a los necesitados.

Una vez más, observé una reali-dad perturbadora. Eran los “evangé-licos modernos” los que entraban en aquel ambiente peligroso, servían comidas y prestaban oído a los pro-blemas de los indigentes. Sí, algunos de los obreros probablemente esta-ban divorciados o casados por segun-da vez. Seguramente algunos apoya-ban el servicio militar y el uso del sis-tema judicial. Yo sabía que erraban en estos puntos y que probablemen-te hacían caso omiso de otras ense-ñanzas más de Jesús. Pero algo me inquietaba. Aunque erraban en cuanto a algunas doctrinas impor-tantes, se preocupaban por los perdi-dos y oprimidos. No solamente hablaban de buscar a las almas nece-sitadas, sino que salían al frente de la batalla y trabajaban de forma reden-tora con las clases bajas que la socie-dad normalmente evita.

Hay que reconocer que nadie es perfecto y como iglesia tenemos mucho campo para crecer y mejo-

rar. Cuando nos comparamos con los primeros creyentes en el libro de los Hechos, ¿cómo medimos noso-tros? ¿Nos faltan el dinamismo, la pasión, y el poder que ellos poseían? ¿Se nos dificulta lograr que nuestros vecinos asistan a los cultos? ¿Estamos impactando a la gente que nos rodea así como lo hicieron los primeros cristianos? Las iglesias que vemos en el libro de Hechos tenían la reputación de trastornar el mundo. Y quizá nosotros, a duras penas mantenemos unida la iglesia. ¿Cuál es el problema?

Se habla mucho sobre cómo debe funcionar la iglesia y cuáles deben ser los métodos. Aun se arman debates sobre diferentes formas de administración. Pero ¿qué tal los otros deberes fundamentales de la iglesia? Pensemos en la iglesia de manera realista. ¿Cuál es el propósi-to de Dios para la iglesia? Para empe-zar, ¿por qué estableció Dios la igle-sia? ¿Cuál fue su visión para la igle-sia? Hoy día, muchos siglos más tarde, ¿será que nos hemos desviado de la visión original para la iglesia?

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(continuará)—Gary Miller

Usado con permiso de: TGS Internacional

Berlin, Ohio, EE.UU. Derechos reservados

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La vida no había sido favorable para él, y por razones fuera de su control, se vio obligado a vivir con muy pocos recursos. Llegó el día en que sus recursos ya no le alcanzaban para siquiera subsistir. Así que, se vio obligado a mudarse a la casa de su hijo para sobrevivir las circunstancias.

Al hacer los preparativos para mudarse, el anciano recordó que hacía muchos años, había heredado de una tía la vieja Biblia ancestral de la familia. Nunca ni siquiera había abierto la Biblia. Ahora, al alis-tar las maletas, apareció la Biblia de nuevo. El anciano procedió a guardarla en la maleta cuando de pronto recordó que nunca había abierto el broche que servía de cerradura de la Biblia. Así que, decidió abrirlo para ver qué había adentro. Cuando abrió la tapa de la Biblia, para su gran sorpresa, aparecieron unos billetes de grandes sumas de dinero entre las páginas. Siguió pasando las páginas para ver si encon-traba más. Al fin cuando terminó de buscar, los billetes sumaban a

UN VERDADERO TESORO ESCONDIDO (Viene de la portada)

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más de $5.000 dólares estadounidenses que su tía le había dejado de herencia, escondidos en la Biblia.

Durante todos esos años de lucha económica y de vivir en la pobreza, ese gran tesoro se encontraba a la disposición de este ancia-no, pero no lo sabía. No fue sino hasta en los últimos años de su vida que al fin lo descubrió. Lo más lamentable es que muy poco pudo aprovechar de ese gran tesoro.

Hoy, millones de personas ignoran el tesoro más valioso de todo el mundo que tienen a su entera disposición. La gran mayoría no se ha beneficiado de este gran tesoro que Dios nos ha dado, el cual es su Palabra preciosa.

Antiguamente, durante los años de la Edad Media, aún no existían muchos ejemplares de la Biblia. Muchos anhelaban poder leerla por sí mismos, aunque fuera sólo una parte de sus sagradas letras. Un finque-ro hasta solía vender un cargamento de heno o algún otro producto por darse el lujo de leer la Biblia por unas pocas horas, o bien, copiar algunas de las páginas. En algunos casos, sólo se tenía acceso a unas cuantas hojas de las Sagradas Escrituras. Y, hoy día que abundan las Biblias; ¿cuántos en verdad se están beneficiando de este tesoro?

Dios ha dejado en su Palabra los ricos tesoros de sabiduría, gracia, y amor. Todo lo que necesitamos saber para agradarle a Dios, y todo lo que se requiere para prepararnos para la eternidad se encuentran escondidos dentro de las páginas doradas de este libro de tesoros. Cualquiera puede descubrir la sabiduría divina y el pleno conoci-miento de una vida santa y agradable a Dios en esas preciosas pági-nas. Igualmente, en sus páginas se encuentra la más alta aspiración que se puede adquirir. Allí se encuentran alimento para el alma y for-taleza para la mente y el corazón.

Jorge Mueller tenía un ministerio de orfanatos en Inglaterra en el siglo 19, y contribuyó decisivamente a la alimentación de miles de huérfanos. Se le conocía como un hombre de mucha fe y oración.

UN VERDADERO TESORO ESCONDIDO

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Dependía de la oración de fe para abastecerse del alimento que necesi-taba para los huér fanos. Se dice que este hombre de Dios leyó toda la Biblia más de cien veces. En sus últimos días de vida él dijo: “Una ten-tación muy co mún de parte de Satanás es de hacernos descuidar la lec-tura de la Biblia y perder el interés en ella. Más bien, para disfrutar de lleno la Biblia, es necesario perseverar en ella, porque solamente así se revelan las profundas bendiciones que se encuentran escondidas en sus páginas.”

El salmista declaró: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lum-brera a mi camino” (Salmo 119:105), y “La exposición de tus pala-bras alumbra; hace entender a los simples” (Salmo 119:130). También dijo: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11).

Podemos definir lo que dice el salmista de la siguiente manera: “Tus dichos (un excelente tesoro), he guardado (una excelente deci-sión), en mi corazón (un excelente sitio), para no pecar contra ti (un excelente propósito)”.

Entre más nos profundizamos en los tesoros de la Palabra de Dios, más razón tendremos para testificar junto con el salmista: “Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos” (Salmo 119:162).

El poeta cristiano de Inglaterra, John Milton, una vez dijo: “En toda la literatura secular, no se encuentra ningún tesoro literario que iguale a la Biblia”.

Sagrada Biblia, divino libro Tesoro precioso, tú eres mío, Mío, pues dices a dónde yo voy, Mío, pues dices lo que yo soy.

—Burton The Gospel for the Youth

Dr. W.S. Deal

UN VERDADERO TESORO ESCONDIDO

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Corría el año 1347 en el mes de octubre, y una flota de 12 embarca-ciones entró en el puerto italiano de Messina. La gente que esperaba estas embarcaciones se horrorizaron por lo que vieron. La mayoría

de los marineros de los barcos estaba muerta. Los pocos sobrevivientes esta-ban cubiertos de llagas que supuraban infección y sangre. Las autoridades de la ciudad, al darse cuenta del hecho, de inmediato mandaron que todas las embarcaciones evacuaran el puerto. Sin embargo, ya era demasiado tarde; la pandemia se había extendido en la ciudad.

Después de estas, muchas embarcaciones que atracaban en los puertos a lo largo de todo el continente europeo no sólo llevaban cargamentos de mercancías, sino también la temerosa “peste negra”, conocida también como la peste bubónica.

Con el paso del tiempo, la peste negra se propagó a través de todo Europa, causando la muerte de millones de personas. La pandemia atacó sin acepción de personas, a los jóvenes y ancianos, y a los ricos y pobres. Fue una de las peores pandemias de toda la historia humana. No se sabe cuántas personas fallecieron debido a la peste, pero se cree que quizá hasta la mitad o aun más de la población de Europa murió.

La pornografía, una peste negra

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(Continúa en la página 20)

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Dios hizo que Adán se durmiera profundamente. Mientras Adán dormía, Dios tomó de su costado una costilla y luego cerró la carne otra vez. De la costilla, Dios hizo una mujer.

Entonces Adán se despertó y vio a la mujer. Él se alegró mucho. ¡Ahora sí, ya tengo una compañera!, pensó Adán para sí.

“Tú eres precisamente la per-sona que me hacía falta. Te voy a llamar Eva”, le dijo Adán a su esposa.

“Tengan hijos”, les dijo Dios. “Gobiernen sobre los ani-males y sobre los peces. Y cui-den bien el huerto de Edén.”

Adán y Eva formaban el pri-mer hogar en todo el mundo. Estaban tranquilos y gozaban de muchas bendiciones. Pasaban el tiempo cuidando del huerto y comiendo las frutas de los árboles. Dios hablaba con ellos en su hogar en el huerto de Edén. ¡Cómo se alegraban cuando escuchaban la voz de Dios! Dios era su amigo y él los cuidaba. Adán y Eva tenían un hogar perfecto.

Fue así que Dios contempló toda su creación. Él vio que todo era muy bueno, y quedó satisfecho.

En el séptimo día, Dios descansó. Él bendijo ese día y lo hizo santo por-que había terminado de crear el mundo y todo lo que había en él.

Génesis 1:26–31; 2:1–25

Tomado y adaptado de Hermosas historias de la Biblia © 2008 Usado con permiso de Publicadora Lámpara y Luz, Farmington, NM

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Dios ya había creado el mundo. Lo había adornado con la luz del sol, la luna, las estrellas, y con muchas plantas. Ya el mundo estaba lleno de toda clase de aves y de animales. ¡Qué hermoso se veía el nuevo

mundo! Pero faltaba algo más. Entonces dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra

imagen.” Luego tomó Dios polvo de la tierra y le dio la forma de un hombre. Sopló

en la nariz del hombre el “aliento de vida”. En seguida, el hombre respiró y tuvo vida. ¡Era una creación perfecta y hermosa! Este primer hombre se llamaba Adán.

Dios hizo un huerto en un lugar llamado Edén. Nunca se ha visto un huerto igual. En ese huerto, Dios puso toda clase de árbol hermoso de las especies que él había creado. Puso muchos árboles frutales. En el huerto de Edén había dos árboles muy especiales. Uno era el árbol de vida y el otro era el árbol del conocimiento del bien y del mal. En Edén también nacía un río que regaba todo el huerto.

Dios tomó a Adán y lo puso en el huerto. Le dijo: “Adán, puedes comer el fruto de todos los árboles con la excepción de uno. No comas del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si lo haces, tú vas a morir.”

Hasta ese momento ningún animal tenía nombre. Entonces Dios trajo todos los animales ante Adán y le dijo: “Adán, yo quiero que les pongas nombre a todos los animales.”

Cuando pasó por delante de Adán un animal muy alto, Adán le puso “jirafa”.

Luego pasó un animal de pequeña estatura y con manchas negras en la piel y Adán le puso “leopardo”. Y así continuó Adán hasta que todos los animales tuvieran nombre.

En aquel tiempo todos los animales eran mansos. Adán no temía de algún animal feroz. Los animales tampoco le tenían miedo a Adán. Sin embargo, entre todos los animales y las aves, no se encontraba ninguna compañera para Adán. En todo el mundo, Adán era el único ser humano.

“No es bueno que Adán esté solo”, dijo Dios. “Le haré una compañera.”

EL PRIMER HOGAR HERMOSAS HISTORIAS DE LA BIBLIA

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Un italiano de aquella época escribió lo siguiente: “La ciudadanía no pudo ocuparse en nada más que cargar a los cadáveres a un sitio donde los enterraban… Cerca de las catedrales, cavaron hoyos profundos hasta casi llegar al nivel del agua. Así los que morían durante la noche, los envolvían rápidamente y los echaban en el hoyo. A la mañana siguiente cuando se habían acumulado más cadáveres, los cubrían con un poco de tierra y luego echaban más cadáveres encima. Luego echaban más tierra y seguían así hasta llenar el hoyo…” (History Today: The Black Death, the Greatest Catastrophe Ever).

La causa de la peste negra no se descubrió sino hasta finales del siglo 19. Resulta que los roedores, como las ratas, se infestaban de una bacteria que se llama Yersinia pestis. Luego las pulgas en las ratas, al chuparles la sangre, se infestaban de la bacteria y la transmitían a las personas. Y como aún no se habían descubierto los antibióticos para combatir la bacteria, la pandemia se propagaba libremente entre la población.

Una peste negra de hoy Hoy día existe otra peste que está destruyendo a millones de personas en

todo el mundo. Esta peste es perjuiciosa para la vida moral y espiritual de las personas. La pandemia ha destruido sin acepción a jóvenes, ancianos, pobres, y ricos; ha hecho caer hasta personas que se consideraban cristianos fuertes. Es la peste de la pornografía.

Existen muchas estadísticas alarmantes referentes a esta peste al igual que la peste negra de Europa. Unas encuestas que se hicieron en los Estados Unidos sobre los que ven pornografía dieron un resultado asombroso. Las encuestas revelaron que uno de cada tres hombres ve pornografía por lo menos una vez al mes. El estudio reveló que de las personas de las edades entre 13 a 24 años que no profesan la fe cristiana, el 72 por ciento ve por-nografía con mucha frecuencia. Esta cifra quizá es de esperar, ya que se trata de la población que no profesa el cristianismo.

Sin embargo, el estudio también reveló que entre los que se dicen ser cristianos, el 41 por ciento de los hombres entre las edades de 13 a 24 años ve pornografía frecuentemente. Además, el 23 por ciento de los hombres que se dicen ser cristianos de los 25 años en adelante, frecuentemente ve pornografía. Estas cifras alarmantes revelan la realidad de que aun muchos cristianos han caído victimas de esta peste desastrosa. Lo alarmante de este

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problema no consiste solamente en el hecho de que tantos cristianos ven pornografía, sino también en su actitud respecto a esta práctica. Las estadís-ticas dicen que de cada cinco personas que ven pornografía, sólo uno siente alguna culpa o pena. No es de sorprendernos de que el mundo no vaya a sentir mayor pena, ¿verdad? Pero, ¿qué tal el cristiano? Según las estadísticas, entre los que se dicen ser cristianos y ven pornografía, sólo uno de cada tres siente pena o culpa por lo que hace.

Estas estadísticas alarmantes deben sacudirnos el corazón. No es como la peste negra que destruía sólo la vida física. La pornografía ataca la vida espi-ritual de las personas y deja consecuencias que tendrán que sufrir por toda la eternidad.

La Palabra de Dios advierte fuertemente en contra de las prácticas de inmoralidad de esta índole. Del joven que es seducido por la mujer adúltera dice: “No sabe que es contra su vida” (Proverbios 7:23). El contexto de este pasaje bien se aplica a la pornografía. ¿Cuántos jóvenes se encuentran atra-pados en las garras mortales de este mal sin darse cuenta de que les costará la vida ahora, y después de la muerte, en la eternidad? ¿Cuántos llegarán al trono del juicio final para darse cuenta de la consecuencia mortal de este mal? El sabio de los Proverbios continúa diciendo: “Porque a muchos ha hecho caer heridos, y aun los más fuertes han sido muertos por ella. Camino al Seol es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte” (Proverbios 7:26-27).

Jesús, en el Sermón del Monte, también trata duramente este tema al hablar del adulterio. Él advierte en contra de tan sólo mirar a una mujer para codiciarla. Afirma que sería mejor sacar el ojo o cortar la mano y poder entrar en el cielo que estar físicamente sano y terminar en el infierno. Al tratar el tema de la codicia, Jesús se dirige a lo que más nos atrae con el fin de motivarnos a tomar decisiones sanas. “¿Quieres obtener la vida eterna? Pues, corta lo que te hace pecar.”

Probablemente, son pocas personas las que ignoran de que ver pornogra-fía sea pecado. Pero ¿cómo puede vencerse este hábito? ¿Será en realidad posible vencerlo? El apóstol Pedro dice: “Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder” (2 Pedro 1:3). Dios nos ha dado todo lo necesario para vencer lo malo. El apóstol Juan dice: “Porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). De hecho, una cosa es ofrecer estas promesas al que

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lucha, pero es otra cosa hacerlas una realidad en la vida. Probablemente, los cristianos que luchan con este problema conocen bien estos versículos. Pero, recordemos que la pornografía es una obra de la carne. Y las Escrituras dicen que “el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5:17).

Veamos a continuación unos consejos prácticos que nos pueden ayudar a vencer esta obra maligna de la carne.

Resistir hasta la sangre El escritor a los hebreos dice: “Porque aún no habéis resistido hasta la

sangre, combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12:4). Yo, hasta el día de hoy, no sé lo que es luchar contra el pecado al extremo que se haya derra-mado mi sangre. Sin embargo, este versículo muestra la intensidad con que debemos luchar contra el pecado. Dios espera que hagamos todo lo que está a nuestro alcance para combatir la tentación y vencerla. Esto implica una lucha larga y tenaz. Exige tiempos de ayunos y mucha oración, y una total transparencia respecto al problema. Al mismo tiempo, es necesario creer que Dios “no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).

Rendir cuentas Para vencer la peste negra de la pornografía es necesario ser transparente

con personas espirituales que te pueden ayudar. Establece un plan sistemáti-co con algún hermano de la iglesia para rendirle cuentas de tu vida. Para esto, es importante buscar a hermanos maduros en la fe que puedan darte consejos sabios y en conformidad con el Espíritu Santo. No les ocultes nada. Confiesa tu pecado cuando fallas y testifica de las veces en que vences la ten-tación. Ser transparente y específico en cuanto a tu problema exige mucha humildad, pero es un medio poderoso para ayudarte a progresar. Ser tardo y poco claro en cuanto a tus luchas, sólo te servirá de atraso para vencer.

Someterse a cuarentena Muchas ciudades de Europa fueron afectadas por la peste negra. Pero

había unas pocas que escaparon a la pandemia mortal. Las autoridades, como medida de prevención, sometieron a la ciudad entera a cuarentena. Mantenían un registro minucioso de todos los que entraban y salían de la ciudad. Exigían

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un pasaporte de salud para entrar en la ciudad. Establecían puestos de control en las puertas de la ciudad, en los puertos, y en los caminos. Por medio de un gran esfuerzo y medidas extremas lograron prevenir la pandemia.

Hoy, con la peste negra de la pornografía que nos amenaza, también se exigen grandes esfuerzos para librarnos de esta pandemia. Como cristianos, vivimos en el mundo, pero no somos del mundo. No podemos aislarnos completamente de toda la maldad de nuestro alrededor. Pero sí existen medidas que podemos tomar que nos pueden ayudar.

En el mundo de la medicina, los médicos recetan la amputación cuando al paciente le quedan solamente dos opciones: perder la vida, o perder el miembro del cuerpo. En el caso de la pornografía o cualquier otra obra de la carne, lo mismo puede llegar a ser necesario. Por ejemplo, si la tentación proviene de algún aparato electrónico, quizá te será necesario deshacerte de él, o integrar filtros apropiados para prevenir ser expuesto a esas tentaciones. A veces las medidas que se tienen que tomar salen costosas. Pero si te ayu-dan a librarte, vale la pena cualquier medida. No hay precio en este mundo que equivale a la salvación del alma.

Ayuno y oración Dios escucha la oración del que clama a él en toda sinceridad y también

nos manda hacer ayunos. Para algunos, el ayuno es una disciplina un tanto difícil físicamente, pero es un medio que Dios nos ha dado para hacerles frente a los impulsos de la carne y sujetarlos a la obediencia a él. La oración y el ayuno son elementos claves en lograr la victoria sobre el pecado.

Conclusión ¿Es posible librarnos de la peste negra de la pornografía? ¿Es posible vivir

una vida santa en esta época de tecnología avanzada en que el mal se encuen-tra tan fácil a nuestro alcance, a la punta de nuestros dedos? Sí, es posible ven-cer por la gracia de Dios. Al igual que en las ciudades de Europa que lograron prevenir la peste negra, el costo es alto. Pero, ¿cuál vale más, ¿vencer y pasar la eternidad con Cristo o ignorar el mal y perder el alma en la perdición eterna? Que Dios nos dé la fuerza para vencer la peste negra de la pornografía.

Shawn Miller The Calvary Messenger

Noviembre de 2019

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Gr[nol[ ][s_r[

Primero, derrita la mantequilla y añada el aceite, el agua, la sal, la vainilla, el azú-car, y la canela. Mezcle hasta disolver el azúcar. Luego mezcle el resto de los ingre-dientes y añada la mezcla de mantequilla. Extienda todo en bandejas en una capa del-gada. Hornee a una temperatura de 120º C y revuelva cada 20 minutos hasta que quede dorado y crujiente.

Esta receta hace una cantidad de más o menos tres kilos. Se debe guardar en un recipiente sellado. La granola se puede comer como cereal con leche, o si desea con yogurt o helados.

Ingredientes:

Preparacio´n:

14 tazas de avena 4 tazas de coco rayado 1 taza de harina 2 tazas de azúcar moreno 4 barras de mantequilla (o

margarina) 1/2 taza de aceite 1 1/2 taza de agua 2 cucharaditas de sal 1 1/2 cucharada de vainilla 1 cucharada de canela Ajonjolí (opcional) Linaza (opcional) Pasas (opcional) Almendras (opcional)

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Pasaron los meses. La primavera pasó y llegó el verano. Jacob y Sara no tuvieron ninguna cele-

bración para su primer aniversario. Jacob celebró a su propia manera, pero no era en conmemoración de la boda. De todos modos, a Sara no le hubiera interesado participar. Igualmente, el cumpleaños de Sara pasó desapercibido. Cada vez más, Jacob salía a su antojo, sintiéndose tan como en casa con sus compañeros de trabajo como con su propia esposa.

Pronto llegó otro día especial. Pero Jacob tampoco estuvo presente para compartir con su esposa esa ocasión singular. Los padres de Sara lle-garon por la tarde con unas cestas de verduras frescas de su huerto. Antes de volver, la mamá preguntó:

EL CAMINO QUE ELLA ESCOGIÓ

Aprender a mirar a Dios

Capítulo 6a

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—¿Jacob aún no ha llegado? Veo que la cena todavía está sobre la cocina.

Los ojos de Sara acusaban preocupación. Con voz temblorosa, respondió:

—No. Y si no vuelve antes de las nueve de la noche los sábados, lo más probable es que ya no llega hasta la mañana siguiente.

El padre, profundamente preocupado, miró a la madre. Ella, con una mirada ansiosa hacia su hija, respondió:

—Me quedaré para pasar la noche contigo. —El padre asintió con la cabeza y salió solo. De inmediato, la madre corrió fuera tras su esposo y le dijo:

—Sería bueno que mandes a Santiago para que tengamos a quién mandar a pedir ayuda si la necesitáramos. Él puede dormir en el sofá de la cocina. Yo dormiré con Sara.

Antes del amanecer, un bebé saludable de tres kilos y medio había naci-do. Con un sentimiento de gran preocupación, Sara contempló el regalo pequeño e inocente que había recibido de Dios. El llanto vigoroso de su bebé la llenó de una mezcla de gozo y tristeza mientras lo abrazaba cariño-samente.

¿Cómo puede ser que este niño precioso tenga que crecer con un padre alcohólico? lamentó. Pero a estas alturas, nada podía cambiar esa realidad. El padre de aquel niño inocente había pasado la noche en la montaña, en el campamento de los madereros, tomando, fumando, y jugando a los naipes. En lo que menos pensaba era en el nacimiento de su hijo.

Cuando volvió el domingo por la mañana, vio a su suegra en la coci-na. A Jacob le sorprendió y también le molestó. Sin proferir palabra, el joven padre se dirigió directamente al dormitorio. Bajo los efectos del alcohol, aún no comprendía por qué estaba la suegra en su casa. Entró en el dormitorio. Con una voz ronca, reclamó:

—Sara, ¿todavía no te has levantado? ¿No sabes que tu madre está aquí en la cocina?

Sara se despertó de un sueño profundo. —¡Oh, Jacob! ¿Ya llegaste? —Sonrió e hizo a un lado las cobijas para

descubrir el rostro tierno del pequeño bebé. Jacob se quedó boquiabierto, viendo al infante.

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Por supuesto, el bebé traía mucho gozo al hogar de Jacob y Sara. Junto con eso, trajo también nuevas responsabilidades. Sara cobró nuevas espe-ranzas cuando la siguiente semana, el comportamiento de Jacob fue más amable y considerado de lo que Sara jamás había disfrutado desde el día de su casamiento. Ahora Jacob será distinto. La llegada del bebé ha tocado su corazón como ninguna otra cosa lo había hecho. Sara sintió nuevos áni-mos. Puedo ver que está verdaderamente arrepentido de su conducta de los meses pasados. ¡Quizá ahora tendremos un hogar feliz y cristiano!

Los padres y hermanos de Sara llegaron varias veces durante las siguientes semanas para ver el progreso del nuevo bebé. Rut y Luisa no se cansaban de cuidar a su pequeño sobrino, jugando con él y tratando de sacarle una sonrisa. Hasta la familia de Jacob llegaba a verlo. Éste era su primer nieto. Sara se alegró de que la familia de Jacob se interesara tanto en venir a visitarlos. Pero no podía más que comparar la conducta mode-rada de su propia familia con la conducta escandalosa de los Bender.

Sin embargo, las esperanzas de Sara de que su esposo se reformara pronto se esfumaron en desilusión. Cuando el bebé Samuel cumplía un mes, Sara se sintió capaz de asistir a los cultos. Ansiosamente vistió a su pequeño hijo para salir, esperando que Jacob la acompañara. Pero él no tardó en dar a conocer sus intenciones y con voz áspera preguntó:

—¿No lo puedes dejar en casa tan siquiera un día de la semana para que yo disfrute un tiempo con él?

—Pero, Jacob, tú quieres que nuestro hijo tenga la oportunidad de llegar a ser cristiano, un hombre de Dios, ¿verdad?

—Él puede ser cristiano sin asistir a la iglesia, igual a su padre —re fun -fuñó Jacob—. Está bien, vete y llévatelo. Cuando esté más grande, él esco-gerá por sí mismo si se va contigo o se queda en casa conmigo.

La idea asestó un golpe y un profundo temor en el corazón de Sara. “Oh, Dios”, lloró con angustia, “ayúdame a implantar tu temor en este pequeño corazón”. La joven madre sabía que estaría luchando contra fuer-zas abrumadoras, fuerzas mucho más allá de su propia fuerza o sabiduría. Su única esperanza era encomendar a su hijo a Dios y confiar en él.

Sara sabía que las consecuencias dolorosas de su propia rebeldía y sus acciones precipitadas estaban resultando en una amarga cosecha. Sin embargo, determinó en su corazón hacer todo lo posible para que su hijo

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conociera al Señor y le sirviera, sin importar el costo. No puedo ceder bajo el peso de mis desilusiones. Tengo que ser fuerte y vivir mi vida sin reproche delante de mi hijo. Ella sabía que la tarea sería demasiado grande, y que no podía enfrentarla en su propia fuerza. Así que, acudió a Dios.

Después de abrigar bien al bebé para su primera salida, Sara caminó hasta la casa de sus padres y de allí fue con ellos al culto de la mañana. Sara sintió que todo el culto fue inspirador. ¡Qué grato es estar de nuevo con el pueblo de Dios después de haber faltado a los cultos por más de un mes!

La predicación de la Palabra de Dios le habló al corazón de un modo especial esa mañana. Aunque Sara sabía que Dios la había perdonado, de repente sintió el deber de confesar su rebeldía públicamente. Su mal ejemplo había sido una influencia penosa y había traído reproche al testi-monio de la iglesia en la comunidad.

Cuando el hermano Mast terminó la prédica, dio tiempo para cual-quiera que tuviera un testimonio o una confesión que compartir. Temblando y con su bebecito en los brazos, Sara se puso de pie y dijo:

—Les quiero pedir a todos los hermanos que oren por mí. He sido obstinada y rebelde, y he tomado mi propio camino. No escuché las advertencias de mis padres ni el consejo de los pastores. Yo creía que sabía lo que hacía, pero estaba equivocada. Estoy muy apenada y arrepen-tida. Espero que me puedan perdonar. Tengo la confianza que Dios me ha perdonado y me ha recibido otra vez como su hija. Pero la cosecha será de por vida, y necesito sus oraciones y ayuda. —Con el corazón quebrantado volvió a tomar su asiento. Las lágrimas le corrían por las mejillas.

Antes de cerrar el culto, el hermano Mast también se abrió delante de la congregación. Confesó su falta de diligencia en guardar a la iglesia y usar la disciplina y el cuidado apropiado para no permitir que el pecado entrara en la iglesia.

Después del culto, el hermano Mast y su esposa se reunieron con Sara y sus padres.

—Yo también soy responsable por la situación en que Sara se encuen-tra —reconoció el hermano Mast con pena—. No usé de suficiente cau-tela. Me dejé persuadir de recibir a Jacob como miembro sin que su

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sinceridad se hubiera probado por un tiempo adecuado. —Nosotros también sentimos un profundo remordimiento —dijo el

padre de Sara—. Lo siento, Sara. Debimos haber tomado una postura firme. Sencillamente no teníamos que permitirte empezar el noviazgo con Jacob. Era obvio que él tenía problemas espirituales, y en nuestro interior, escogimos negar lo que era evidente. Somos responsables porque no fuimos firmes. Y ahora tú tienes que recoger la cosecha.

El padre y la madre terminaron llorando. Luego, Sara respondió con sinceridad:

—Todos están perdonados. Sin embargo, al fin y al cabo, yo soy la culpable; no ustedes. Escogí mi propio camino, y tendré que andar en él. Ustedes me advirtieron. Ahora puedo darle a Dios las gracias por el per-dón. Creo que su gracia bastará para cada día. Pero oren por mi querido esposo. Dios puede salvarlo y liberarlo de su vida de pecado. No tenemos que darnos por vencidos.

(continuará en el siguiente número)—Mary Miller

Reimpreso y adaptado con permiso de: Rod and Staff Publishers, Inc. Crockett, Kentucky, EE.UU. Derechos reservados

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1. a. Porque el papá le daba lo que deseara. c. Porque tenía muchas cosas con que jugar.

2. a. le dio pena de que el papá oyera que él deseaba ser rico. b. creyó que sólo él y Amós estaban allí.

3. b. Le hizo reconocer el valor de lo que tenía. c. Le enseñó que gozaba de un cuerpo más valioso que los juguetes.

4. b. estar contentos con lo que tenemos. c. cuidarnos de desear muchas cosas.

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Benjamín arrancó distraído un puñado de hierba. Era un día caluroso de verano y él, junto con su amigo Amós, descan-saban a la sombra de un árbol de arce. Entonces Benjamín

se volvió hacia su amigo, Amós, y le preguntó: —¿Te diste cuenta de que le compraron un poni, uno de esos

caballos pequeños, a José Rodríguez? —No, no me di cuenta —respondió Amós—. Pero, no me

cuesta creerlo. —A mí tampoco. A José siempre le compran lo que pide. No

hay muchacho más dichoso que José. —Es cierto. El papá de José es rico, y por eso le compran lo

que quiera. —¡No es justo! —refunfuñó Benjamín—. La semana pasada le

compraron un arco con flechas de juguete. —Pero no es juguete —respondió Amós, haciendo un gesto de

tirar una flecha con un arco imaginario—. Es de verdad. Las fle-chas tienen punta de metal.

El muchacho que valía cien mil dólares

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—Antes de eso, le compraron un rifle de aire comprimido —continuó diciendo Benjamín—. Y ahora le compran un poni. Me imagino que le darían una caravana de camellos y un babuino manso si se le ocurriera pedirlos.

Los dos muchachos se rieron al imaginarse a José, vestido de jeque, pasando por los campos sobre un camello.

—No sé. Tal vez no le compren un zoológico —respondió Amós con una sonrisa—. Pero es un hecho, José es un muchacho muy dichoso.

—¡Ojalá yo fuera rico! —exclamó Benjamín de pronto—. Pero, lamentablemente, no se logra nada con desearlo.

De pronto, los muchachos se estremecieron. Alguien hablaba a sus espaldas.

—¿Qué fue lo que dijiste? —preguntó. Los muchachos se incorporaron, asustados. No habían visto que el papá de Benjamín se acercaba—. ¿Qué es lo que estabas deseando, Benjamín?

Benjamín agachó la cabeza. No había esperado que su papá lo oyera. Con mucha pena respondió:

—Yo dije que quisiera ser rico. —¿Rico? ¿Y qué te hace pensar que eres pobre? —preguntó el

papá. —Bueno, es que no tengo muchas cosas como las que tiene

José. Él tiene cañas de pescar, patines para patinar en el hielo, y ahora le compraron un poni. Es que…

—Ah bueno —le interrumpió el papá—. ¿Así es la cosa, hijo? ¿No tienes los juguetes que quisieras tener? Pero, vamos a ver. Creo que puedo hacerte ver que eres rico. Empecemos con las piernas. Dime, ¿en cuánto venderías las piernas?

—¿Las piernas? Papá, yo no quiero vender las piernas. No pudiera correr, ni saltar, ni jugar al béisbol, ni tampoco ayudarle con el trabajo.

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—Es cierto. Tienes razón. Pero imagínate, ¿si te dieran diez mil dólares por las piernas?

—No, Papá. ¡Jamás! —Bueno, entonces tal vez venderías los brazos. ¿Qué precio

pedirías por los brazos? —¡Ay, Papá, no! No vendo los brazos —exclamó Benjamín—.

¡Jamás! —¿No los venderías ni en diez mil dólares? —Por supuesto que no, Papá. Los necesito para subirme a los

árboles, para nadar … para muchas cosas. —Bueno, entonces, quizá venderías la voz en diez mil dólares

—propuso el papá. —No, Papá. La necesito para hablar con Amós y con usted y

con Mamá. También la necesito para cantar.

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—¿Qué tal, pues, el oído o el gusto? Me imagino que bien valen unos cinco mil dólares cada uno.

—No están a la venta —respondió Benjamín. —¿Qué tal la salud? ¿La venderías en diez mil? —¿Para estar enfermo todo el tiempo? ¡Jamás! Sería horrible

pasar todos los días en cama. El papá le miró a Benjamín a los ojos y agregó: —Última oferta, Benjamín. ¿Cincuenta mil por la vista? —No, Papá. No quiero quedar ciego. El papá sonrió y continuó: —Bueno, a ver … diez mil por las piernas, diez mil por los

brazos, diez mil por la voz, cinco mil por el oído y lo mismo por el gusto, diez mil por la salud, cincuenta mil por la vista… Todo suma cien mil dólares.

El papá hizo una pausa y puso la mano sobre el hombro de Benjamín y añadió:

—Dijiste que no tienes las cosas que tiene tu amigo, José. Pero tú vales por lo menos cien mil dólares. Además, Dios te bendijo con todo lo que necesitas para ser feliz y poder jugar contento.

Benjamín y Amós intercambiaron una sonrisa. El papá de Benjamín les dio unas palmaditas en la espalda y luego les dijo:

—Ahora, muchachos, corran a jugar. Salten, lancen la pelota, suban a los árboles, ríanse, y disfruten la risa de sus compañeros de clase. Usen sus ojos valiosísimos para observar la obra mara-villosa de Dios a su alrededor. Y cuando tengan hambre, vengan a la casa a almorzar. Muchachos, recuerden, ¡ustedes de verdad son muy ricos!

—De Thinking of Others —Traducido y usado con permiso

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1. ¿Por qué a Amós no le costó creer que José tuviera un poni? a. Porque el papá le daba lo que deseara. b. Porque la semana pasada le habían comprado un poni. c. Porque tenía muchas cosas con que jugar.

2. Benjamín agachó la cabeza cuando el papá le habló porque: a. le dio pena que el papá oyera que él deseaba ser rico. b. creyó que sólo él y Amós estaban allí. c. quiso pedirle una caravana de camellos al papá.

3. ¿Cómo hizo el papá para que Benjamín entendiera que era rico? a. Le hizo recordar todos los regalos que había recibido. b. Le hizo reconocer el valor de lo que tenía. c. Le enseñó que gozaba de un cuerpo más valioso que los juguetes.

4. El versículo de memoria nos dice que debemos: a. pedir cien mil dólares a Dios. b. estar contentos con lo que tenemos. c. cuidarnos de desear muchas cosas.

Subraya las dos respuestas correctas para cada oración.

(Las respuestas se encuentran en la página 29.)

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VERSÍCULO DE MEMORIA “Sean vuestras costumbres sin avaricia, con-

tentos con lo que tenéis ahora” (Hebreos 13:5).

¡GRATIS!Si desea recibir La Antorcha de la Verdad bimestralmente, pídala a esta dirección:

La Antorcha de la Verdad

Apartado #15, Pital de San Carlos, Costa Rica, C.A.

Si usted tiene alguna pregunta, o si necesita ayuda espiritual, estamos a sus órdenes. Puede consultar a una de estas direcciones:

Sustenta mis pasos en tus caminos, para

que mis pies no resbalen.Salmo 17:5

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El enemigo habla de la ley divina como irracional, Así atrae a muchos con mentiras a su mal;

Por donde no sospechan tienta a la humanidad, Con el que mayor te influencia, habla maldad.

El enemigo enreda y enseña a renegar, Te promete beneficios que no logras disfrutar;

Quiere que estés descontento con tu actual condición, Miente con prometerte mejorar tu situación.

Satanás a sí mismo con su orgullo se arruinó, Quería ser superior a Dios y no lo logró; Ahora odia a todos y nos desea arruinar,

Porque sabe que Dios nos ama y nos quiere salvar.

Por eso te tienta a ascender como si fueras Dios, Sus promesas son falsas, no escuches su voz;

Muchos se han perdido por sus engaños, Sé firme en Dios y huirá sin hacerte daño .

Katerine Cobas Ochoa

Sé firme