guia sexto martes

3
GUIA ACTIVIDADES SEXTO AÑO Leen el siguiente texto y respondan las preguntas en su cuaderno. Momo Michael Ende Fuera, en el extremo sur de esa gran ciudad, allí donde comienzan los primeros campos, y las chozas y chabolas son cada vez más miserables, quedan, ocultas en un pinar, las ruinas de un pequeño anfiteatro. Ni siquiera en los viejos tiempos fue uno de los suntuosos; ya por aquel entonces era, digamos, un teatro para gente humilde. En nuestros días, es decir, en la época en que se inició la historia de Momo, las ruinas estaban casi olvidadas. Solo unos pocos catedráticos de arqueología sabían que existían, pero no se ocupaban de ellas porque ya no había nada que investigar. Tampoco era un monumento que se pudiera comparar con los otros que había en la gran ciudad. De modo que sólo de vez en cuando se perdían por allí unos turistas, saltaban por las filas de asientos, cubiertas de hierbas, hacían ruido, hacían alguna foto y se iban de nuevo. Entonces volvía el silencio al círculo de piedra y las cigarras cantaban la siguiente estrofa de su interminable canción que, por lo demás, no se diferenciaba en nada de las estrofas anteriores. En realidad, sólo la gente de los alrededores conocía el curioso edificio redondo. Apacentaban en él sus cabras, los niños usaban la plaza redonda para jugar a la pelota y a veces se encontraban ahí, de noche, algunas parejitas. Pero un día corrió la voz entre la gente de que últimamente vivía alguien en las ruinas. Se trataba, al parecer, de una niña. No lo podían decir exactamente, porque iba vestida de un modo muy curioso. Parecía que se llamaba Momo o algo así. El aspecto externo de Momo ciertamente era un tanto desusado y acaso podía asustar algo a la gente que da mucha importancia al aseo y el orden. Era pequeña y bastante flaca, de modo que ni con la mejor voluntad se podía decir si tenía ocho años sólo o ya tenía doce. Tenía el pelo muy ensortijado, negro como la pez, y con todo el aspecto de no haberse enfrentado jamás a un peine o unas tijeras. Tenía unos ojos muy grandes, muy hermosos y también negros como la pez y unos pies del mismo color, pues casi siempre iba descalza. Sólo en invierno llevaba zapatos de vez en cuando, pero solían ser diferentes, descabalados, y además le quedaban demasiado grandes. Eso era porque Momo no poseía nada más que lo que encontraba por ahí o lo que le regalaban. Su falda estaba hecha de muchos remiendos de diferentes colores y le llegaba hasta los tobillos. Encima llevaba un chaquetón de hombre, viejo, demasiado grande, cuyas mangas se arremangaba alrededor de la muñeca. Momo no quería cortarlas porque recordaba, previsoramente, que todavía tenía que crecer. Y quién sabe si alguna vez volvería a encontrar un chaquetón tan grande, tan práctico y con tantos bolsillos. Debajo del escenario de las ruinas, cubierto de hierba, había unas cámaras medio derruidas, a las que se podía llegar por un agujero en la pared. Allí se había instalado Momo como en su casa. Una tarde llegaron unos cuantos hombres y mujeres de los alrededores que trataron de interrogarla.

Upload: claudiga

Post on 07-Nov-2015

215 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Lenguaje

TRANSCRIPT

GUIA ACTIVIDADES SEXTO AO Leen el siguiente texto y respondan las preguntas en su cuaderno. Momo

Michael Ende

Fuera, en el extremo sur de esa gran ciudad, all donde comienzan los primeros campos, y las chozas y chabolas son cada vez ms miserables, quedan, ocultas en un pinar, las ruinas de un pequeo anfiteatro. Ni siquiera en los viejos tiempos fue uno de los suntuosos; ya por aquel entonces era, digamos, un teatro para gente humilde. En nuestros das, es decir, en la poca en que se inici la historia de Momo, las ruinas estaban casi olvidadas. Solo unos pocos catedrticos de arqueologa saban que existan, pero no se ocupaban de ellas porque ya no haba nada que investigar.

Tampoco era un monumento que se pudiera comparar con los otros que haba en la gran ciudad. De modo que slo de vez en cuando se perdan por all unos turistas, saltaban por las filas de asientos, cubiertas de hierbas, hacan ruido, hacan alguna foto y se iban de nuevo. Entonces volva el silencio al crculo de piedra y las cigarras cantaban la siguiente estrofa de su interminable cancin que, por lo dems, no se diferenciaba en nada de las estrofas anteriores.

En realidad, slo la gente de los alrededores conoca el curioso edificio redondo. Apacentaban en l sus cabras, los nios usaban la plaza redonda para jugar a la pelota y a veces se encontraban ah, de noche, algunas parejitas.

Pero un da corri la voz entre la gente de que ltimamente viva alguien en las ruinas. Se trataba, al parecer, de una nia. No lo podan decir exactamente, porque iba vestida de un modo muy curioso. Pareca que se llamaba Momo o algo as.

El aspecto externo de Momo ciertamente era un tanto desusado y acaso poda asustar algo a la gente que da mucha importancia al aseo y el orden. Era pequea y bastante flaca, de modo que ni con la mejor voluntad se poda decir si tena ocho aos slo o ya tena doce. Tena el pelo muy ensortijado, negro como la pez, y con todo el aspecto de no haberse enfrentado jams a un peine o unas tijeras. Tena unos ojos muy grandes, muy hermosos y tambin negros como la pez y unos pies del mismo color, pues casi siempre iba descalza. Slo en invierno llevaba zapatos de vez en cuando, pero solan ser diferentes, descabalados, y adems le quedaban demasiado grandes. Eso era porque Momo no posea nada ms que lo que encontraba por ah o lo que le regalaban. Su falda estaba hecha de muchos remiendos de diferentes colores y le llegaba hasta los tobillos. Encima llevaba un chaquetn de hombre, viejo, demasiado grande, cuyas mangas se arremangaba alrededor de la mueca. Momo no quera cortarlas porque recordaba, previsoramente, que todava tena que crecer. Y quin sabe si alguna vez volvera a encontrar un chaquetn tan grande, tan prctico y con tantos bolsillos.

Debajo del escenario de las ruinas, cubierto de hierba, haba unas cmaras medio derruidas, a las que se poda llegar por un agujero en la pared. All se haba instalado Momo como en su casa. Una tarde llegaron unos cuantos hombres y mujeres de los alrededores que trataron de interrogarla.

Momo los miraba asustada, porque tema que la echaran.

Pero pronto se dio cuenta de que eran gente amable. Ellos tambin eran pobres y conocan la vida.

Y bien dijo uno de los hombres, parece que te gusta esto.

S contest Momo. Y quieres quedarte aqu?

S, s puedo.

Pero, no te espera nadie?

No.

Quiero decir, no tienes que volver a casa?

sta es mi casa. De dnde vienes, pequea?

Momo hizo con la mano un movimiento indefinido, sealando algn lugar cualquiera a lo lejos.

Y quines son tus padres? sigui preguntando el hombre.

La nia lo mir perpleja, tambin a los dems, y se encogi un poco de hombros. La gente se mir y suspir.

No tengas miedo sigui el hombre. No queremos echarte. Queremos ayudarte.

Momo asinti muda, no del todo convencida.

Dices que te llamas Momo, no es as?

S.

Es un nombre bonito, pero no lo he odo nunca. Quin te ha llamado as?

Yo dijo Momo. T misma te has llamado as?

S. Y cundo naciste?

Momo pens un rato y dijo, por fin:

Por lo que puedo recordar, siempre he existido. Es que no tienes ninguna ta, ningn to, ninguna abuela, ni familia con quien puedas ir?

Momo mir al hombre y call un rato. Al fin murmur:

sta es mi casa.

Bien, bien dijo el hombre. Pero todava eres una nia. Cuntos aos tienes?

Cien dijo Momo, como dudosa.

La gente se ri, pues lo consideraba un chiste.

Bueno, en serio, cuntos aos tienes?

Cientodos contest Momo, un poco ms dudosa todava.

La gente tard un poco en darse cuenta de que la nia slo conoca un par de nmeros que haba odo por ah, pero que no significaban nada, porque nadie le haba enseado a contar.

Escucha dijo el hombre, despus de haber consultado con los dems. Te parece bien que le digamos a la polica que ests aqu? Entonces te llevaran a un hospicio, donde tendras comida y una cama y donde podras aprender a contar y a leer y a escribir y muchas cosas ms. Qu te parece, eh?

No murmur. No quiero ir all. Ya estuve all una vez. Tambin haba otros nios. Haba rejas en las ventanas.

Haba azotes cada da, y muy injustos. Entonces, de noche, escal la pared y me fui. No quiero volver all.

Lo entiendo dijo un hombre viejo, y asinti. Y los dems tambin lo entendan y asintieron.

Est bien dijo una mujer. Pero todava eres muy pequea. Alguien ha de cuidar de ti.

Yo contest Momo aliviada.

Ya sabes hacerlo? pregunt la mujer. Momo call un rato y dijo en voz baja:

No necesito mucho.

La gente volvi a intercambiar miradas, a suspirar y a asentir.

Sabes, Momo volvi a tomar la palabra el hombre que haba hablado primero, creemos que quiz podras quedarte con alguno de nosotros. Es verdad que todos tenemos poco sitio, y la mayor parte ya tenemos un montn de nios que alimentar, pero por eso creemos que uno ms no importa. Qu te parece eso, eh?

Gracias dijo Momo, y sonri por primera vez. Muchas gracias. Pero, por qu no me dejis vivir aqu?

La gente estuvo discutiendo mucho rato, y al final estuvo de acuerdo. Porque aqu, pensaban, Momo poda vivir igual de bien que con cualquiera de ellos, y todos juntos cuidaran de ella, porque de todos modos sera mucho ms fcil hacerlo todos juntos que uno solo.

Empezaron en seguida, limpiaron y arreglaron la cmara medio derruida en la que viva Momo todo lo bien que pudieron. Uno de ellos, que era albail, construy incluso un pequeo hogar.

Tambin encontraron un tubo de chimenea oxidado. Un viejo carpintero construy con unas cajas una mesa y dos sillas. Por fin, las mujeres trajeron una vieja cama de hierro fuera de uso, con adornos de madera, un colchn que slo estaba un poco roto y dos mantas. La cueva de piedra debajo del escenario se haba convertido en una acogedora habitacin. El albail, que tena aptitudes artsticas, pint un bonito cuadro de flores en la pared. Incluso pint el marco y el clavo del que colgaba el cuadro.

Entonces vinieron los nios y los mayores y trajeron la comida que les sobraba, uno un pedacito de queso, el otro un pedazo de pan, el tercero un poco de fruta y as los dems.

Y como eran muchos nios, se reuni esa noche en el anfiteatro un nutrido grupo e hicieron una pequea fiesta en honor de la instalacin de Momo. Fue una fiesta muy divertida, como slo saben celebrarlas la gente modesta.

As comenz la amistad entre la pequea Momo y la gente de los alrededores.

Ende, M. (2004). Momo. Madrid: Alfaguara.

Preguntas para trabajar el texto.

1. Nombra al protagonista y a los personajes secundarios de este fragmento.

2. Cul es el hecho que da comienzo a la accin?

3. Segn el narrador, a qu tipo de gente asustara Momo con su aspecto y por qu?

4. Cmo era Momo fsicamente? Descrbela.

5. Por qu Momo se asust cuando llegaron los hombres y las mujeres a interrogarla?

6. Por qu Momo dice que tiene cien aos?

7. Qu caractersticas sicolgicas puedes inferir de Momo? Enumera y explica al menos dos.

8. En qu lugar transcurre la accin del relato?

9. Cul es la intencin de la gente que interroga a Momo? Justifica con citas del texto.

10. Describe el lugar donde vive Momo antes y despus de la intervencin de los habitantes del pueblo.