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MEK EL GRAN RELATO WOLDER
EL GRAN RELATO WOLDER
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Santiago Martínez
EL GRAN RELATO WOLDER
En el blog de MEK y Mi Experiencia Ereader celebrábamos un año en el mes de
Noviembre de 2011. Un año plagado de noticias y nuevos modelos que no han hecho
más que engrandecer este nuevo abanico tecnológico-cultural que no para de crecer
día a día, los ebooks y los ereaders.
Pues bien, queríamos celebrar este año junto a los usuarios y visitantes del blog y junto a la inestimable ayuda de Wolder Electronics, empresa referente y comercializadora de ereaders y ebooks, nos unimos para traer un concurso literario, pero muy diferente a los habituales en otras webs.
Quizás a muchos os faltase tiempo o en cambio no os veáis capacitados para realizar un relato largo para alguno de esos concursos literarios que abundan en la red, pero y si nos uniéramos todos los usuarios del blog, y si creáramos todos uno en conjunto, uno grande. Esa fue la idea para crear todos juntos un gran relato, y aquí tenéis el resultado de ello, El Gran Relato WOLDER.
EL GRAN RELATO WOLDER
Las sombras son un reflejo tenebroso de nuestro ser. Con
sólo un pequeño destello de luz se nos muestra como de
oscuras pueden ser nuestras almas. Pero de nosotros
depende que esa oscuridad se manifieste en nuestros actos.
I
La niña temblaba, pero no temblaba del frío propiamente, pues las temperaturas
no eran realmente bajas e incluso para alguno, aún siendo una noche cerrada,
podrían considerarse calurosas. Temblaba por miedo, por pánico, por terror...
Las Sombras, era el nombre como ella los conocía, la seguían de cerca, podía
sentir como el pelo de su nuca se erizaba como señal del peligro inminente.
Necesitaba un poco más de tiempo, debía despistarlos unos pocos segundos.
Mientras corría por los callejones nocturnos y silenciosos, cerraba con fuerza su
mano derecha guardando entre sus dedos un objeto. Un objeto que aún
encerrado en su mano conseguía dejar escapar un brillo iridiscente, como el arco
iris, que ella temía que fuera visto por las Sombras.
Dobló rápidamente en la siguiente calle y entró por ella. Era un callejón. Pocos
metros más allá no tenía salida. Pero la pequeña no se asustó por ello, todo lo
contrario, pensó que esa era su oportunidad. Abrió la mano que tanto apretaba y
el hacerlo le costó una barbaridad después de haberla tenido cerrada con tanta
fuerza.
Y con sus temblorosos dedos cogió el objeto que mostraba una luz tan hermosa.
El objeto no era otro que una especie de tiza, pero una tiza especial, una tiza de
de colores brillantes, que se movían armoniosamente sobre su superficie.
Un gruñido, eran ellos, estaban cerca.
Cogió la tiza y empezó a dibujar una puerta en la pared del callejón sin salida.
Ya fuese por el miedo, o por sus dedos temblorosos, la tiza se partió y un trozo
rodó bajo sus pies, pero aunque su primera intención hubiese sido buscar el
trozo caído por el suelo, no tenía mucho tiempo para entretenerse. Las Sombras
ya estaban allí.
Terminó de dibujar la puerta como pudo con el trozo restante de tiza de su mano.
Y cuando ya escuchaba pasos a sus espaldas, una especia de puerta mágica se
materializó delante de ella. Sin perder más tiempo la cruzó. La cruzó hacia un
lugar desconocido.
La puerta mágica se cerró pocos segundos después, y casi sintió como las
Sombras chocaban contra ella.
En el otro lado, los tres seres se acercaron maldiciendo entre sí. La muchacha,
una simple niña de 9 ó 10 años se les había escapado, nuevamente. Pero esta vez
habían estado muy cerca y eso los enfurecía todavía más.
Eran tres sombras oscuras, aunque propiamente no fuesen espectros o fantasmas,
o al menos no lo pareciesen, pues era una gran capucha negra la que ocultaba
todo su cuerpo, el cual tenía manos, pies y cabeza del tamaño de un adulto
normal.
Estaban todavía maldiciendo cuando una pareció sonreír maliciosamente. Algo
brillaba detrás de unos cubos de basura. El trozo de tiza partido relucía y
reclamaba un nuevo dueño.
Sin dudarlo, tomaron la tiza y dibujaron una puerta. Las Sombras entraron a
través de ella.
Cual fue su sorpresa, al ver a la muchacha contemplando el vacío con cara de
felicidad. No alcanzaban a comprender que la tenía obnubilada, allí solo se
encontraba un enorme baldío y frío mundo. Lo que ellos llamaban la NADA y
que conectaba entre sí todos los mundos.
En aquel preciso momento, ella despertó de sus fantasías y vio a sus
perseguidores. Sin dudarlo, se aferró a la extraña gema que su madre le había
dado al despedirse y dijo desesperadamente.
- ¡Que la luz que contienes me proteja!
Eran las palabras que Alicia, su madre, le repitió como las que debía pronunciar
si un peligro la alcanzaba.
Durante un par de segundos infinitos, nada sucedió mientras aquellos que la
perseguían comenzaban a avanzar hacia ella en ese nuevo entorno tan
radicalmente distinto al que había al otro lado de la puerta recién cruzada.
Entonces, un brevísimo destello, un segundo algo más largo e intenso, y por
último, una cegadora luz que emanaba de aquella gema que la niña sujetaba
entre sus aún temblorosos dedos.
La luz empujaba de algún modo a aquellos seres, y parecía solidificarse como
formando un muro tras el cual los tres encapuchados se apretujaban tapándose
los ojos.
Pero esto no hacía más que alargar lo inevitable. Ella estaba protegida, pero las
horribles criaturas seguirían frente a ella amenazándola.
De repente, de la nada apareció una extraña criatura, como un relámpago azuzó
a las Sombras para expulsarlas del lugar. Una vez hecho esto, se encaró a la
pequeña, y cruzó la barrera de luz que la rodeaba.
- Si él consigue atravesarla. - pensó para sus adentros la pequeña.- No debe ser
una mala persona. Y se acerco a él para agradecerle el impresionante rescate.
La criatura debía medir unos dos metros, tenía el cuerpo de una persona,
cubierto por pelo de animal, de su espalda brotaban dos enormes alas, y en vez
de pies tenía pezuñas.
Le quitó la tiza mágica de las manos y dibujo una puerta mágica a otro lugar
mientras la Sombras empezaban a incorporarse. Agarró de la mano a la niña y
cruzó rápidamente la puerta a otro nuevo mundo.
La pequeña se fijó en el nuevo lugar donde ahora se encontraba, y no pudo más
que sorprenderse.
A su alrededor se podía contemplar una pradera, un riachuelo, y un frondoso
bosque de pinos. Si no fuese por que se encontraba en peligro, hubiese sido el
lugar ideal en que le hubiese gustado vivir con sus padres.
Sus padres. Una enorme pesadumbre se cernió sobre ella, ya no volvería a
verlos. Sabía que al cruzar la puerta posiblemente ya no volvería a verlos.
El hombre-bestia se agachó a su lado y le ofreció una cantimplora de agua.
-¡Rápido, bebe! - le urgió el ser.- Llevas el olor de otro mundo impregnado, un
rastro así los mantendrá siempre tras de ti.
No estaba en absoluto contento, más bien parecía contener a duras penas la rabia
en su interior. El líquido era transparente y fresco, pero despedía una tenue
luminosidad y una suave fragancia, y al tragarlo resultó ser tibio, o al menos
transmitir una cierta calidez en su interior.
-¡Usar la tiza así! ¡Que terrible temeridad! Si acaso hubieran pensado en desistir
de perseguirte en algún momento, eso ya no es posible.
> ¿Es que tus padres no te enseñaron a usar ninguna otra arma? - refunfuñó
mostrando sus grandes colmillos inferiores.
La pequeña bajó la cabeza y estuvo a punto de ponerse a llorar.
- Debería comerte y acabar con el peligro que has traído.- dijo aunque sin sonar
convincente ni siquiera para él mismo.
La niña no pudo prestar atención a las últimas palabras del extraño ser pues
sentía como el líquido ingerido se distribuía por su cuerpo. Quedó pensativa
mientras el líquido terminaba de hacer su efecto.
Había usado la gema mágica ya una vez, pero nunca con el propósito de llamar a
nadie. Y ahora un enorme hombre-bestia la había salvado de aquellos malignos
seres.
Por desgracia, un trozo de la tiza se había roto y ahora las Sombras lo poseían,
por lo que también ellos habían podido viajar a la NADA que unía todos los
mundos. Y aunque había sido salvado por aquel extraño ser, en algún momento
las Sombras cruzarían a este lugar. Nunca estaría a salvo.
- Ejem, ejem.- carraspeó el hombre-bestia para llamar la atención de la
muchacha.
- Debemos marcharnos ya, aquí no estamos seguros y tenemos muchas cosas
que hacer todavía.
Si. Debían marcharse, eso lo sabía. Pero algo en su interior le decía que no
serían solo unos pasos. Si se introducía en aquel mundo todo cambiaría.
El extraño ser la miraba serio y expectante. Un brillo de anhelo cruzó por su
mirada.
- Debes elegir. Acompañarme o no hacerlo.
- Si.- dijo ella.
Y lo hizo. Eligió el nuevo camino que se le abría. Aún había esperanza.
II
- ¿Dónde iremos exactamente? - le preguntó la muchacha a su acompañante.
- ¡¿A dónde va ser?! – dijo irritado el hombre-bestia que apresuraba el paso.- A
ver al Gran Sabio.
- ¿El Gran Sabio?
- ¡Pues claro! Espera... ¿¡no sabes quién es!? - se extrañó el ser.- ¿Pero no te han
explicado nada de nada?
- No hubo tiempo, todo fue muy rápido...- la niña agachó la cabeza y empezó a
sentirse triste al recordar como había comenzado todo... el principio.
- No puede ser.- movió la cabeza negativamente el hombre-bestia.- Llevas la
Gema y la tiza, y apenas sabes nada de su poder ni nada sobre como usarlas.
> ¡Pero que temeridad!
- ¿Y el Gran Sabio me ayudará?
- Él lo sabe todo, y te explicará como usar la Gema y como vencer a... a esos. -
puaghhh escupió al suelo al pensar en las Sombras.
- Vale. Gracias... ehm... Pero por cierto, ¿cómo te llamas? - preguntó la niña sin
saber si sería una pregunta molesta.
- ¿Yo?- dijo el hombre-bestia. Hinchó sus pulmones como enorgulleciéndose de
lo que iba a decir.- Mi nombre es...
> Un momento, se me olvidaba que si pronunciara mi nombre real... Digamos
que no podrías escucharlo sin sufrir daño. Quizá podría traducirse por algo
relacionado con Caballero del cielo, de la luz y la oscuridad. Demasiado largo en
tu idioma. Pero puedes llamarme Bestia si quieres, o inventar otro nombre si te
apetece.
- Por ahora te llamaré así, si te parece bien, Bestia.
- El Gran Sabio tiene mucho que contarte, parece que no conoces ni por qué
estás aquí, ni las armas que tienes en ti. Volaremos hasta su refugio sin más
tardar.
-¿¡Volaremos!?
- ¡Pues claro! ¿Para qué crees que tengo estas dos grandes alas en mi espalda?
No esperarías que fueran un adorno, ¿verdad? - replicó Bestia girándose para
mostrárselas a la niña.
- ¡Pero yo nunca he volado! ¡Me caeré! - dijo asustada la niña.
- Bueno podría darte a beber otro brebaje para hacerte crecer tus propias alas,
pero tardarían meses en desarrollarse y más tiempo que supieras usarlas. No hay
otra opción.
Bestia se agachó y a regañadientes la chica se posó sobre su espalda mientras el
desplegaba sus enormes alas.
- ¡Vámonos! - gritó Bestia alzando el vuelo y casi sin dar tiempo a la niña a
colocarse.
- Sujétate fuerte. No tenemos tiempo que perder y nos queda aún una jornada de
viaje.
------------------
Ya estaba casi atardeciendo cuando llegaron a la casa del Gran Sabio. La
pequeña, cansada por tan largo viaje, se despertó poco a poco como presintiendo
el final del trayecto.
- Ya estamos.- dijo Bestia.
La niña se frotó lo ojos somnolientos y se fijó en la gran casa sobre la colina de
cuya chimenea ya empezaba a salir humo.
- Debemos bajar aquí. - dijo Bestia planeando hasta posarse en el suelo, no sin
que la niña tuviera que agarrarse, pues no fue brusco pero tampoco suave el
aterrizaje.
- ¡Pero la casa está sobre la colina! ¡Está lejos aún! - dijo la niña caminando
- No podemos llegar directamente hasta allí. Hay una barrera mágica que lo
impide - golpeó Bestia con la garra un muro invisible.
> Tendremos que esperar que el Gran Sabio nos permita entrar. Además a nadie
le haría gracia que nos plantáramos en su casa sin avisar.
La pequeñaa se quedó pensativa, apretó con fuerza la gema entre sus manos y
corrió hacia la barrera mágica con decisión.
- ¡No!- gritó Bestia que intentó correr y cogerla para que no se golpeara, pero
para sorpresa suya y disgusto también, pero ella pasó sin ninguna oposición la
barrera mágica y él en cambio se golpeó la cabeza y cayó aturdido hacia atrás.
- ¡Increíble! -dijo el hombre-bestia levantándose del suelo.
- Anda ven. - le ofreció la mano la niña a través de la barrera. Bestia la cogió y
temeroso cruzó la barrera mágica hacia el interior.
Sin mediar más palabras, ambos se encaminaron hacia la casa de la colina. El
Gran Sabio seguro que ya les había percibido y les estaría esperando.
En eso no se equivocaban. El Gran Sabio llevaba mucho tiempo esperando.
Cuando el contacto entre ambos mundos se cerró, quedó atrapado en uno de los
lados sin saber si el portal volvería a abrirse algún día. Décadas esperando una
llave o una señal. Pero jamás pudo imaginar que lo que el guardián traería con
él, sería una niña de 10 años.
Los años y la experiencia adquirida, le habían enseñado a no fijarse expectativas
respecto a la magia, puesto que ésta tiende a manifestarse como menos es de
esperar... Pero... ¡una niña tan pequeña! Muy a su pesar no pudo evitar
sorprenderse, ante la imagen de la pequeña que aparecía en su mente. Al volver
en si mismo, optó por indagar en la mente de la niña y mientras escrutaba sus
inocentes pensamientos, Helena, como pudo descubrir que se llamaba, llegaba a
su puerta.
El Guardián entró a la cabaña sin llamar. La niña se quedó en la puerta sin saber
que hacer.
- Vamos pasa.
Lentamente se asomó sin atreverse todavía a entrar. En el interior el ambiente
era cálido y oscuro. Tardó unos segundos en acostumbrar la vista y cuando lo
hicieron sus ojos se abrieron de golpe. Una enorme sala ocupaba toda la cabaña,
mucho más grande que cualquier casa que hubiera conocido. Su lógica infantil le
decía que era imposible, pero a pesar de eso sintió más asombro y curiosidad
que miedo.
En un lado de la gran sala, casi oculto entre enormes estanterías repletas de
libros, había una pequeña mesa y un viejo sillón. No reparó en él hasta que el
Gran Sabio le habló por primera vez.
- Hola Helena, has tardado en llegar, y muchos han sido los peligros que has
tenido que pasar. - le dijo el Anciano, a la vez que le ofrecía su mano para
sentarla en el sillón.-
> ¿Quieres algo de beber, pequeña?
- Un chocolate caliente, por favor. - respondió ella rápidamente, el viaje había
abierto su apetito.
Bestia se apresuro a la cocina, mientras el anciano miraba los rasgos de la dulce
muchacha.
- Tienes la misma cara, y ojos que tu madre,... y la misma educación. Poca gente
a día de hoy pide las cosas por favor. - dijo el Gran Sabio mientras se volvía a
sentar en su gran butaca.
Alarmada por el recuerdo cercano de sus padres, Helena pregunto:
- ¿Conocías a mis padres?
- Solo a tu madre. Era una bella muchacha cuando la conocí en... otros tiempos.
Y su gesto se tornó sombrío. Una sombra cruzó por sus ojos y por un instante
Helena sintió miedo. Pero el Gran Sabio habló en seguida.
- Tu madre fue muchas cosas, Helena. Aún lo sigue siendo, no temas por ella.
Coge esa silla y acércate.
Mientras el Gran Sabio se levantaba con esfuerzo y se dirigía hacia un armario
situado detrás de ellos, Helena lo miró con disimulo.
Era un anciano alto, parecía muy viejo y sin embargo mantenía negro el pelo que
le caía largo hasta los hombros. No tenía barba y permanecía encorvado
mientras se movía.
- Enséñame lo que ocultas entre las manos Helena.
La niña le miró temerosa, reacia a mostrárselo, pues lo que guardaba con tanto
ahínco era su bien más preciado, la gema que su madre le había dado. Pero claro
la gema le había traído hasta aquí y además Bestia que parecía conocer y
respetar desde hace mucho tiempo al Gran Sabio la había salvado de las
Sombras. Así que se decidió a mostrarla.
- Esta gema me la dio mi madre.
El viejo sonrió melancólicamente y observó con detenimiento la piedra que
brillaba multicolor entre las manos de la niña.
- Guárdala bien muchacha pues la Gema es un bien muy preciado y lo único que
puede salvarte la vida. A ti y a todos.
La niña miró inquieta al Gran Sabio, pero al ver llegar a Bestia con el chocolate
caliente se tranquilizó. Bestia le ofreció la taza y ella empezó a beber con ganas.
El Gran Sabio suspiró, calló unos segundos y finalmente comenzó a hablar.
- Debo contarte una historia. Debo contarte el principio de todo. Y quizás
entiendas mejor todo lo que está pasando.
Bestia y Helena escuchaban atentos a lo que el Gran Sabio pensaba contarles.
- Aunque todos me conozcan como el Gran Sabio, mi nombre es Adrián
Magnus. Ni tu madre pertenece al mundo del que vienes ni yo a éste, donde fui
acogido por el pueblo de Bestia.
> Ambos pertenecíamos a otro mundo. Un mundo donde la magia y la alquimia
convivían con nosotros. Pero no todos tenían la magia en ellos o no era lo
suficiente fuerte.
>Por lo que satisfacer las demandas del pueblo era muchas veces algo difícil o
imposible. Por lo que El Gran Consejo de Magos, del que yo era líder, decidió
unir toda su magia para crear junto a la alquimia una Gema con el poder de
conceder los deseos buenos de la gente.
- ¿Esta es la Gema? dijo Helena mirando sorprendida la brillante piedra.
El Gran Sabio asintió y siguió con su gran relato.
- La gente comenzó a pedir deseos y deseos pero fue tarde cuando nos dimos
cuenta de cada deseo tenía su coste. Un alto coste. Cada vez que se pedía algo
una Sombra nueva aparecía en nuestro mundo.
> Todo es equilibrio, el bien y el mal, la luz y la noche... Y las Sombras eran el
equilibrio a nuestros buenos deseos.
> Cuando nos dimos cuenta era demasiado tarde. Las Sombras nos atacaron y
acabaron con nuestro mundo. Fue una lucha sin cuartel. Sólo quedamos tres
grandes magos además de tu madre. Y dos Sombras que escaparon.
- ¿Dos Sombras? ¡A mí me perseguían tres!
- ¿Pediste más deseos con la Gema? - el Gran Sabio pareció sobresaltarse con
sus palabras y casi se levantó del sillón.
- ¡Sólo uno! - replicó la niña - Hay una Gran Pandemia en mi mundo, mucha
gente muere y yo... yo deseé que mi padre, que es médico, encontrara la cura.
Yo... lo siento.
Al anciano le costó tranquilizarse. Bestia le ayudó a acomodarse nuevamente en
el sillón.
- No tienes culpa. Eres muy joven y no sabías nada de esto.- suspiró el mago
resignado.- Pero fue una imprudencia que no debes cometer si puedes evitarlo.
La niña asintió lentamente y esperó que el Gran sabio continuara su relato.
- Los tres grandes magos que quedamos decidimos que la Gema era demasiado
peligrosa y que debía ocultarse junto a nuestros tres objetos mágicos más
preciados.
> "La Esfera protectora" fue guardada por mí y es la que protege esta
casa. Pudiste pasarla sin mi permiso porque portabas la Gema.
> "La Dibujante de mundos" que se llevó Alicia, tu madre. Y que permite
dibujar puertas a otros mundos, gracias a la cual pudimos escapar a otros
mundos distintos para no ser encontrados.
- ¿Te refieres a la tiza? - preguntó Helena mostrándoles el objeto al Gran Sabio,
con el cuál había podido dibujar la puerta, tal y como le enseñó su madre a
hacer.
El Gran Sabio cogió la tiza y la miró con una sonrisa en sus labios hasta que sus
ojos se abrieron como platos al percatarse de que estaba partida.
- Está... está... partida - dijo el Gran Sabio mirando a la niña.
- Mi madre también empezó a enfermar por la Gran Pandemia y la tiza empezó a
agrietarse - dijo Helena con los ojos llorosos.
> Y luego yo deseé aquello... y las Sombras... ¡todo fue muy rápido!
¡Perdóneme!
La niña tenía mucha tristeza y pena acumuladas y no pudo aguantar más por lo
que rompió a llorar. Bestia intentó consolarla.
- ¿Dónde está el trozo que falta? - preguntó poco después el Gran Sabio al ver a
la niña más tranquila.
- Se me cayó, allí en mi mundo.
- Las Sombras consiguieron seguirla a la NADA. Supongo que ellos la tienen
Gran Sabio - dijo Bestia.
El Gran Sabio miró al techo, cerró los ojos y se tomó unos segundos para hablar.
- Entonces... vendrán a por nosotros.
III
El silencio se había adueñado de la sala y sólo era roto por los sollozos que aún
emitía la pequeña Helena tras varios minutos llorando desconsoladamente.
- Pero niña mía, no llores, lo de las Sombras es un problema. Pero todos los
problemas tienen solución. - dijo el Gran Sabio limpiando los lagrimones de
Helena. - En otras ocasiones las Sombras han entrado, y otras tantas veces las
hemos derrotado.
Detrás de esta simpatía y amabilidad, el Gran Sabio escondía una profunda pena
y tristeza. Si bien era cierto que en otras ocasiones las Sombras habían atacado a
su mundo y habían sido derrotadas. Pero las continuas disputas habían
repercutido en el hábitat del mundo de los magos, hasta convertirlo en un baldío.
Mirando seriamente a Bestia, el Gran Sabio le instó a iniciar una búsqueda:
- Debes partir inmediatamente a buscar a los otros dos.
- ¿Los otros dos? - dijo Helena mientras se secaba las lágrimas con el puño de la
camisa.
- Pequeña, todavía tengo mucho que enseñarte, y poco tiempo que ofrecerte.
Partirás con Bestia a la ciudad de La Soledad, en donde encontrareis a los otros
dos magos. - dijo el Gran Sabio con una leve sonrisa.
> No creerías que yo solo podía con esta carga ja, ja, ja.
- Pero Señor, el camino es corto pero peligroso, y más si esas Sombras están
sueltas. - dijo inquisitivamente Bestia.
- Mientras la niña lleve la Gema, ambos estaréis protegidos. Si se quedase
conmigo, entonces sí correría peligro, que puedo hacer yo solo frente a tres
Sombras a la vez que cuido a una niña.
El Gran Sabio se detuvo un momento y dijo:
- Además Bestia, contigo aprenderá muchas más cosas que la magia. Pero
llévate mi colgante mágico, la “Esfera protectora”, para que te ayude en tu
camino.
- ¡Pero Gran Sabio! La barrera es lo que protege tu casa - dijo Bestia.
- Pero vuestro camino es largo y la necesitareis más que yo. Soy viejo y poco me
queda ya en este mundo, en cambio a vosotros os queda mucho por delante. Os
será más útil.
El viejo mago se descolgó un colgante del cuello en cuyo centro había una
piedra del mismo aspecto que la piedra mágica de la muchacha.
- Póntelo muchacha.
Las tres Sombras se encontraban en la NADA. El lugar vacío que conecta los
distintos mundos.
Podríamos decir que no estaban de pie porque no había suelo. Podríamos decir
que no era de día ni de noche porque allí no hay ni luz ni oscuridad, podríamos
decir que llevaban en ese lugar horas, años o milenios porque allí no transcurre
el tiempo. En resumidas cuentas, en la NADA no hay nada.
Las tres estaba en silencio, parecían concentradas, muy concentradas buscando
algo o a alguien. Finalmente el silencio se rompió con una sonrisa maliciosa que
los tres seres hicieron a la vez.
Una de ellas, cogió el trozo de tiza y dibujo una puerta hacia algún mundo donde
habían encontrado lo que buscaban.
A través de la puerta recién abierta fueron divisándose montañas, el cielo, nubes,
árboles.
- Los tenemos.
Y las Sombras cruzaron la puerta.
IV
Escucharon golpes en la barrera de magia que había alrededor de la casa del
viejo Sabio. Las Sombras habían llegado e intentaban entrar de alguna manera.
-En cuanto nos vayamos alejando la barrera irá alejándose viejo Sabio - dijo
triste Bestia.
-Por eso debéis iros ya. Yo los entetendré lo suficiente para que os alejéis y no
os cojan.
- Yo no quiero irme, quiero ayudar - dijo Helena.
El viejo negó con la cabeza e hizo un gesto al hombre-bestia. El alto ser asintió y
cogió en brazos a la niña que empezó a patalear. Bestia salió corriendo en
dirección contraria a las Sombras mientras el viejo Sabio salía caminando
lentamente a su encuentro con los malvados seres.
Cuando ya llevaban un buen tramo recorrido, Bestia paro y soltó a Helena en el
suelo. La niña aun estaba quejosa y seguramente molesta.
- ¿Por qué no luchaste? ¿No es el Gran Sabio tu amigo?
- ¡Claro que si! Como osas dudarlo. Un buen amigo. Pero eres importante quizás
la única oportunidad para todos los mundos.
> Debemos llegar al mundo del Yermo y de ahí ir a la Ciudad de la Soledad para
encontrar a los otros dos magos.
- Lo siento, no quise comportarme así. Sé que te importaba y sé que era
peligroso pero ya estaba harta de esos espectros y que nos persiguieran.
Bestia le enjugo las lágrimas y le paso la mano por el pelo para tranquilizar a la
niña.
- Debes aprender que no siempre hacemos lo que deseamos si no lo que
debemos hacer. Venga, dibuja la puerta pensando al lugar que tenemos que ir.
No dejemos que el sacrificio del Gran Sabio sea en vano.
La niña dibujo la puerta al otro mundo y mientras ambos la cruzaban Bestia
miro hacia la casa de su viejo amigo y dos grandes lágrimas surcaron su cara.
V
El Gran Sabio salió lentamente de la casa mirando hacia el fondo, donde tres
espectrales figuras esperaban maliciosamente. Ya se habían percatado de que la
barrera mágica que protegía la casa iba poco a poco alejándose y pronto el
anciano estaría a su alcance.
El mago se preparó acumulando toda la energía que podía y justo cuando sintió
que la barrera mágica desaparecía totalmente, lanzó potentísimas llamaradas de
fuego con sus manos hacia las Sombras. Éstas no esperaban el ataque repentino
y pudieron esquivarlo a duras penas.
El mago maldijo en voz baja. Se notaba que los años le habían pasado factura,
pues en otro tiempo ese ataque hubiese sido mortal, pero había fallado y ahora
había perdido el factor sorpresa.
Siguió lanzando llamaradas a diestro y siniestro, y las Sombras corrían de un
lado a otro evitando los impetuosos ataques, hasta que una de las Sombras lanzó
oleadas de viento con sus manos que frenaron el ataque. De todos modos el
anciano era aún poderoso y la Sombra estaba rechazando las llamas a duras
penas y en pocos segundos cedería su defensa.
Pero todavía quedaban dos Sombras, y éstas aprovecharon la coyuntura que su
hermana les hacía aún. Una introdujo con violencia sus brazos en la tierra
alargándolos en dirección al mago. Los brazos aparecieron bajo el Gran Sabio,
sorprendiéndolo y atrapando sus manos bajo ellos dejándolo totalmente
indefenso.
La tercera Sombra aprovechó para colocarse tras el anciano y posar sus manos
sobre la cabeza del mago que intentó zafarse sin éxito.
- Ahora extraeré de tu mente todo lo que necesitamos saber.
Los ojos del anciano tornaron a blancos como si en un coma hubiese entrado y la
Sombra comenzó a conocer todos los detalles sobre la niña, el hombre-bestia
que la acompañaba y su nuevo destino.
Finalmente soltó la cabeza del mago y con una mano le atravesó el corazón.
- Ahora cogeré también tu poder. - dijo riendo la Sombra mientras extraía la
habilidad mágica del mago.
La Sombra que tenía atrapada al viejo con sus manos lo soltó y el viejo mago
cayó sin vida al suelo.
- Ahora iremos a por los otros dos. - río con verdadera malicia la Sombra que
acaba de matar al anciano mientras se miraba ambas manos de las cuales ahora
surgían llamaradas de fuego.
VI
Helena y Bestia ascendían una ladera en silencio. Bestia aún sentía en su interior
la pérdida de su amigo, y Helena, triste por la pérdida de una persona que
parecía haber conocido a su madre.
Después de varias horas, Bestia sintió que era hora de cortar ese silencio.
- Pequeña, creo que estamos suficientemente lejos. Descansemos ahora, que
empieza a oscurecer. Pero en cuanto despunte el sol, partiremos.
Sin quererlo, se mostraba huraño con la niña. En su interior, la culpaba del
sacrificio que había hecho el Gran Sabio; pero se decía a si mismo que eso era
algo que el mago había hecho voluntariamente, y que el único culpable de tal
decisión era él.
Acomodó a la niña, y le dejó dormir.
Helena, ante la imposibilidad de dormir, le pregunto a Bestia:
- ¿Tú conocías a mi madre?
- Es mejor que duermas, mañana nos espera un largo camino.- respondió
secamente Bestia.
- No puedo dormir.
- Uhm, la conocí. - dijo a la vez que cogía una rama y la rompía. - Era alumna
del Gran Sabio, pero no le des vueltas a cosas del pasado, ahora debes
preocuparte de tu futuro.
- ¿Por qué nadie quiere decirme nada? - dijo sollozando Helena. - Yo no he
hecho nada malo, solo hice lo que mi madre me dijo, y a nadie parece gustarle.
Bestia vio en ella la misma tristeza que a él le afligía, le tomo en brazos y le
dijo:
- Por desgracia, has sido obligada a tomar decisiones, algo que sólo los adultos
deben hacer. Los críos deberíais disfrutar del tiempo y aprender, a ser adultos
siempre hay tiempo.
Tomando de nuevo la rama, Bestia le dijo:
-Fíjate en esta rama. Si la rompo no puedo unirla de nuevo. Con las decisiones
pasa lo mismo Helena, cuando tomas una no hay marcha atrás, por eso solo los
adultos deberían tomar decisiones tan drásticas como las que has vivido esta
noche.
> Abandonar a tus padres, el tomar la piedra mágica, escapar a la muerte o dejar
que un amigo de su vida por ti. Son decisiones difíciles de tomar.
Helena se abrazo a Bestia, y mientras se le cerraban los ojos, decía con un
último suspiro:
- Gracias Bestia, buenas noches.
Bestia la miró fijamente mientras recordaba su infancia. En esa época el único
que le mostró y transmitió amor fue el Gran Sabio. Aquellas muestras de cariño,
no eran aceptadas en el espartano entrenamiento en que eran educados en su
raza.
En su interior vio, que había perdido a su amigo, pero a cambio había ganado a
una pequeña que reflejaba el mismo espíritu que él. Mientras la colocaba sobre
el saco de dormir, dijo con una débil voz:
- Se nota que es su nieta.
------------------
Al fondo, el sol empezaba a despuntar, pero Bestia decidió dejarla dormir un
poco más, había sido un día largo para todos. Pasado ese rato prudencial, la
aupó, y continuaron su camino hacia la ciudad que parecía divisarse a lo lejos.
Helena se había quedado dormida aupada sobre Bestia y no se percató de la
ciudad que se alzaba en la letanía. Bestia si se fijó en ella, toda de color marrón,
con bloques de pocos pisos, todos del mismo tamaño, que iban aumentando
progresivamente mientras más al centro de la ciudad se encontraran.
Había un bloque en el centro de la ciudad con forma más cuadrada, como una
torre que sobresalía en altura con respecto a los demás y parecía tratarse de
algún lugar importante.
La Ciudad de la Soledad era una enorme ciudad y por tanto debía de tratarse de
un lugar grande y lleno de personas que seguramente estarían riendo, hablando,
jugando, gritando...
En cambio desde los 200 metros que quedaban para llegar a su puerta principal,
Bestia no percibió ningún sonido. Y era curioso porque se veían montones de
niños moviéndose de un lado para otro.
No, no eran niños o al menos no lo parecían, sino que la raza de aquel mundo
medía 1 metro escaso de altura. Todos llevaban capuchas grises que cubrían casi
todo su cuerpo dejando a relucir sólo la cara verde, con grandes ojos negros.
Parecían hablar sólo con gestos y no mediante la voz. Cualquiera los confundiría
más con fantasmas deambulando que con seres vivos. De repente las criaturas
con grandes ojos negros se quedaron curiosas observando al extraño y alto ser
que se les acercaba y movía la mano de lado a lado.
Bestia, rompió el silencio:
- Venimos buscando a dos magos.
De repente los seres empezaron a lanzar piedras y otros objetos. Bestia
reaccionó rápidamente, moviéndose y apartando a manotazos los objetos que le
lanzaban cerca.
- ¿Pero estáis locos? Maldita sea, ¿por qué nos atacáis?
Los seres parecían enfurecerse más aún cuando oían que nuestro protagonista
gritaba. Helena, sujeta a la espalda de Bestia se despertó sobresaltada y cuando
vio lo que estaba pasando, se agarró con más fuerza a Bestia y empezó a temer
por sus vidas.
La situación empezó a sobrepasarla y gritó enfurecida con todas sus fuerzas.
- ¡Parad!
Y de repente su colgante, el que le había dado el Gran Sabio, brilló con fuerza y
creó una esfera de protección que los envolvió a los dos.
En lo alto de la torre central, dos presencias sintieron con fuerza la magia
utilizada. Tenían visita.
VII
La guardia de la ciudad rodeó a la chica y al hombre-bestia. El capitán de la
guardia, un humano, se acercó y dijo:
- Vais a ser escoltados ante los magos, deponed cualquier arma que portéis.
Los condujo a través de las intrincadas callejuelas hacia el colosal edificio
central. Por el camino veían como todos los ciudadanos les miraban con cierto
miedo y recelo, a la vez que todavía portaban piedras en sus manos.
Una vez dentro, la guardia se retiró, y el capitán les invitó a entrar por una gran
puerta que había al fondo de un pasillo, escasamente adornado.
A medida que iban andando, Helena apretaba asustada la mano de Bestia, pero
una voz en su cabeza le hizo calmarse.
- Tranquila pequeña no te haremos ningún mal.
Al abrir la puerta sus bocas se abrieron de repente. Toda la luz y color que
faltaban en aquel mundo se encontraban allí. Era una biblioteca rebosante de
estanterías y balcones. Había libros de todos los tamaños y colores. Todos ellos
irradiaban una luz extraña, como nunca la habían visto.
En el centro de la sala había una pequeña mesa, y dos orondos y diminutos
viejos, que estaban sentados en una mesa con dos grandes libros abiertos.
- Acercaos, no os haremos daño, somos los magos del conocimiento y de la
magia.
Helena se escondió tras Bestia, ella esperaba a dos grandes y fuertes magos.
- Ja ja ja ja. Asustadiza, como su madre. No te preocupes pequeña Helena,
acércate.
- ¿Por qué todos creéis conocer a mi madre? Ella nunca estuvo aquí, era una
bibliotecaria sin más, prestaba libros, los cuidaba...
Una lágrima resbaló por su mejilla.
- Tu madre como bien dices, era bibliotecaria - dijo el otro - Pero su labor era
recopilar libros para esta biblioteca.
- ¿Es esta la Biblioteca de la Luz? - preguntó titubeando Helena.
- Entonces si nos conoces.- repuso el anciano que tenía una corta barba.
- Mi madre siempre me contaba cuentos para dormir, y algunos hablaban de la
Biblioteca de la Luz. No me la imaginaba así. - añadió mientras levantaba la
vista a la gran claraboya que arrojaba su brillante luz sobre toda la sala.- Ella
nunca se incluía en los cuentos que contaba.
La niña se fue acercando al centro de la estancia, perdiendo el recelo inicial, y
sin dejar de mirar alrededor a todos aquellos extraños volúmenes. Entre los
libros que reposaban en la mesa central, la niña reconoció uno.
- ¡Es "La Historia Interminable"! ¡Es uno de mis libros favoritos! Pero... este
libro no es mágico, lo conozco de sobra y nunca había brillado así.
- Creo que tendrás que revisar algunas de tus ideas sobre la magia, pequeña.
No todos los mundos son igual de sensibles a la magia, no todo es visible en
cualquiera de ellos. En realidad estoy bastante seguro de que algo en tu
interior te estará diciendo ahora mismo que de alguna forma si sabías que
este libro contenía cierta magia, quizá no del tipo que esperabas.
Bestia se mantuvo al margen, no dejaba de estar impresionado de encontrarse en
aquel lugar, rodeado de todos esos libros de quien sabe que extraños mundos.
Tras varios segundos volvió en sí y miró a los dos ancianos.
- ¿Por qué nos atacó la gente cuando llegamos a la ciudad?
Uno de los ancianos se puso serio.
- Seguidme a la ventana, ahora mismo sabréis el motivo.
Helena dejo el libro de "La Historia Interminable" que estaba hojeando y siguió
a Bestia y a los dos ancianos hacia el gran ventanal de la Biblioteca.
A lo lejos, en el erial que rodeaba a la ciudad una gran masa parecía recorrer las
arenas y se dirigía lentamente hacia la ciudad. Los diminutos seres se iban
guareciendo en sus casas y corrían despavoridos.
- Helena, quizás necesitaremos tu ayuda. Parece uno de los grandes. - dijo uno
de los ancianos.
- Cierra los ojos y toca el colgante que llevas al cuello. Siéntelo, escúchalo,
háblale con tu mente.- dijo el otro anciano.
- Lo siento. Parece vivo.- dijo Helena sorprendida mientras apretaba con una
mano el colgante que le había dado el Gran Anciano.
- Bien. Ahora empieza a crear una barrera mágica a tú alrededor y haz que
crezca todo lo que puedas.
Una barrera mágica como la que usaba el Gran Anciano fue saliendo de ella y
envolviéndoles primero a Bestia y los dos magos y luego a la Biblioteca. La
barrera fue creciendo hacia los edificios colindantes pero de repente se paró.
- Puede ser algo difícil Helena, pero tú eres especial. Si tú no puedes nadie
podrá. Piensa que aquí hay mucha gente que depende de ti.
Helena no sabía muy bien a que peligro se enfrentaban ahora pero tenía que
ayudar. Apretó sus ojos concentrándose y la barrera comenzó a crecer
nuevamente hasta envolver poco a poco toda la ciudad.
Justo a tiempo. De repente un gigantesco gusano emergió de las arenas cercanas
e intentó avanzar contra la ciudad con furia pero chocaba y chocaba contra la
barrera en todas sus arremetidas.
Los ancianos sonrieron y Bestia suspiró relajándose. Esa niña era increíble, lo
había conseguido.
- Pocus, es tu turno.- le dijo uno de los anciano a su hermano gemelo, el otro
anciano.
- De acuerdo Hocus. En un santiamén estoy aquí.- dijo el otro.
El guardia humano que había acompañado a Bestia y a Helena a la Torre
Central, le cedió sus dos grandes espadas al anciano llamado Pocus. Y éste en un
abrir y cerrar de ojos desapareció corriendo a una velocidad endiablada, la cual
apenas pudo seguir con sus ojos Bestia y sorprendente con algo más de nitidez si
pudo Helena.
Estaban volviendo la cabeza hacia el gran ventanal mientras veías como una
estela recorría la ciudad hacia el Gran Gusano que no paraba de atacar la barrera
mágica creada por la niña sin conseguir penetrar.
- Ese es el poder mágico de Pocus, la híper-velocidad. Y el mío es la
telequinesis.
> Me pregunto cuál será el tuyo pequeña. -dijo sonriente Hocus.
- ¿Yo? ¡¿Tengo un poder?!
- Claro pequeña. Todos los magos tenemos una habilidad propia. Luego
poseemos unas habilidades rudimentarias y básicas mágicas pero que en la
mayoría de los casos no sobresalen y que debemos de complementar mediante el
uso de objetos mágicos, como tu tiza mágica o tu colgante protector.
- ¿Y cuál es mi poder señor?- preguntó Helena intrigada.
- Oh, llámame Hocus por favor. Pues nadie sabe cuál es hasta que de repente la
desarrolla y bueno según el potencial de cada uno, es más potente o menos.
> Cuando Pocus era joven quizás ni lo hubieseis visto ni irse.
- Yo casi no lo pude ver. - replicó Bestia sorprendido.
La niña quedó pensativa mientras volvía nuevamente su vista hacia las afueras
de La Ciudad de la Soledad donde vio como Pocus llegaba hacia el Gran Gusano
y blandiendo las dos espadas se lanzaba contra el gusano dando golpes a un lado
y otro, hiriéndolo una y otra vez hasta que finalmente el gusano, tras varios
minutos se retiró hacia las grandes dunas de arena desapareciendo.
Un minuto después Hocus estaba nuevamente a su lado.
- Uff. Éste era grande y realmente duro.- suspiró cansado Pocus, la edad se le
notaba.
- ¿Qué era esa cosa? - inquirió Bestia nuevamente esperando respuestas.
- Sentaos. Tomemos una bebida refrescante y os contaremos relajadamente.- dijo
Pocus.
Pasaron a otra habitación donde uno de esos seres verdes encapuchado les
ofreció unos extraños vasos con líquido azul que estaban realmente deliciosos.
Uno de los ancianos empezó a hablar:
- Este mundo se conoce como El Yermo, y esta ciudad es La Ciudad de la
Soledad. El 90% de este planeta es un árido desierto donde existen temibles y
enormes criaturas, los Gusanos.
- Los Verdini, son la raza autóctona de este planeta y viven en tres grandes
ciudades comunicadas por caminos más o menos transitables. Esta es la más
importante de ellas, diríamos que la capital. - continuó el otro anciano.
- Parece ser que estos seres son atraídos por el sonido. No me preguntes cómo ni
por qué pero a veces, si algún gusano está cerca de la ciudad, pues se mueven
por todo el planeta, y oye sonidos, viene atraído a la fuente e intenta destruirla.-
replicó el primero.
- ¿Pero ahora estamos hablando? - reaccionó Helena.
- Bah, no te preocupes, esta torre es mágica y mantiene el sonido dentro.-
contestó Hocus.
- Ya entiendo.- contestó pensativo Bestia.- Los Verdini nos atacaron porque yo
estaba hablando. Les grité saludándolos y preguntándoles y ellos reaccionaron
asustados.
- Sí, ellos sólo se comunican con gestos y si os fijáis bien también veréis
cambios leves en el color de su piel cuando expresan alguna emoción. Yo creo
que hace milenios que olvidaron lo que era hablar.
- ¡Qué triste!- dijo Helena agachando la cabeza.
- Debes comprender pequeña, que a veces las cosas son difíciles y duras pero
por ello no hay nunca que rendirse. Los Verdini aceptaron su situación y se
adaptaron a esta vida, y a su manera son felices. - habló uno de los ancianos.
- Bueno, ¿y por qué vinisteis aquí, a este mundo tan desolado?- preguntó Bestia.
- Que mejor sitio que este mundo para esconder la Biblioteca de la Luz.
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- Bueno pequeña, ahora debemos centrarnos en ti y el motivo de tu viaje a
nuestro mundo.
- Escapábamos de las Sombras.
- ¡Las Sombras! ¿Pero cómo es posible?
El hombre-bestia y la niña les explicaron a los viejos magos todo lo que les
había ocurrido durante esos días. Los magos asentían y de vez en cuando
preguntaban para conocer mas detalles o comprender todo lo que había pasado,
pues se trataba de un tema serio e importante tanto para su mundo como para los
otros.
- Bien Helena, debemos actuar rápido. Vamos a entrenarte para que uses
adecuadamente tus habilidades mágicas dormidas y sepas usar mejor los objetos
mágicos que portas.
- Os llevaremos a ambos a una sala mágica donde en un día transcurren doce
meses. Eso nos dará tiempo antes que aparezcan las Sombras.
- ¿Yo también?
Si Bestia, tu entrenaras también para saber los puntos débiles de eso seres
además de perfeccionar tus técnicas de lucha con nuestro capitán de la guardia,
Gandulfo.
Bestia miro al serio guardia de las dos espadas y luego a Helena. Ambos
asintieron.
- De acuerdo, lo haremos. ¡Empecemos ya!
Bestia parecía muy animado, pero claro, él pertenecía a una raza guerrera por lo
que el pensar en un duro entrenamiento le emocionaba.
En cambio las palabras de Helena no fueron tan efusivas. ¡Un año entero! ¡Qué
barbaridad! ¿A quién se le habría ocurrido tal cosa? Ella echaba mucho de
menos a sus padres y pensar que iba a estar tanto tiempo fuera la asustaba y la
ponía muy triste.
El único consuelo que tenía era pensar que para sus padres sólo habría pasado un
día y que durante todo ese año, ella podría aprender lo básico para defender a
aquellos que tanto quería y al resto de seres vivos de las malignas intenciones de
las Sombras, que sólo buscaban el poder y la destrucción de todo aquello que
fuese ajeno a sus deseos.
Helena cogió la mano a Bestia y lo acompañó por un largo pasillo tras los dos
ancianos y el capitán de la guardia.
La habitación del Tiempo, que es como los dos ancianos la llamaban, tenía dos
grandes puertas labradas en oro con imágenes que representaban la vida
cotidiana de magos en las distintas épocas del año.
El espacio, que engañaba por el tamaño exterior de la habitación, era inmenso.
Era como un mundo en sí. Había distintas casas, árboles, huertos, animales... Era
muy hermoso.
Helena quedó perpleja al verlo y uno de los ancianos se volvió sonriente para
hacerle un comentario.
- Esto es una pequeña muestra de lo que queda de nuestro mundo, y lo tenemos
aquí guardado como el más preciado de los tesoros. Bienvenida a Edén. - dijo
Pocus.
Helena se quedó triste al pensar que eso era sólo lo que quedaba del mundo de
los magos. Y se prometió que si estaba en su mano, haría todo lo posible para
derrotar a las Sombras.
- Aquí aprenderás a desarrollar tus poderes curativos y a usar plantas
medicinales para complementarlos. Aprenderás pociones y a realizar ciertas
técnicas mágicas. E incluso quizás descubramos tu poder oculto.- intervino
Hocus.
- ¡Yo haré todo lo que pueda!- dijo valientemente Helena.
- Lo daremos todo.- confirmó Bestia.
VIII
Ya había pasado unos cuantos meses en el nuevo mundo cuando tras una clase
realmente difícil el grupo descansaba bajo los árboles.
- Realmente eres la mejor alumna que hemos tenido nunca.- dijo Pocus.
- Yo diría que pronto superará a Alicia, su madre.- confirmó Hocus.
Helena no pudo reprimir un sobresalto al oír el nombre de su madre. En todos
estas horas/meses se había acordado mucho de sus padres y sobre todo de su
madre. Había tanto que desconocía.
Su semblante se puso serio para la edad que realmente tenía. Esta vez no quiso
perder la oportunidad y pregunto sobre ella.
- Quiero que me habléis de mi madre. Y quiero que sea ahora. Quiero escuchar
su historia y no aceptaré un no ni un después como respuesta.- dijo Helena
apretando los puños.
Todos se sorprendieron del arrebato de la niña pero no pudieron más que
comprender lo que ella estaba pasando.
- Contádmelo por favor.- dijo Helena de nuevo.
- Bueno como ya sabes... Alicia, tu madre, era una gran maga y también era la
encargada de recopilar los libros que se encuentran en la Biblioteca de la Luz,
debido a la gran sensibilidad que poseía para detectar la magia oculta en los
libros.
> Ella nació y se crió en el mundo de los magos al igual que nosotros y el Gran
Sabio Adrián. Tras la destrucción de nuestro mundo, cuando optamos por
separarnos tu madre viajó hasta la Tierra, portando con ella a la “Dibujante de
mundos” con la que tú has venido.
> En la Tierra, Alicia se enamoró de tu padre y fue entonces cuando optó por
llevar una vida completamente alejada de la magia. Al nacer tú, intentó afirmar
su decisión de mantener una vida humana y por ello no te habló nunca de tu
verdadera identidad... Pero la magia está en ti, como lo está en ella, y era
inevitable que la acabaras desarrollando...
> Por eso encontraste la piedra, a pesar de sus esfuerzos por ocultártela, y por
esta razón tu deseo de que tu padre encontrara la cura se hizo realidad en un
mundo sin magia.
> Respecto a tus padres, no debes preocuparte más allá de lo necesario, Alicia es
fuerte y superará la enfermedad... además con tu deseo creaste una Sombra más,
que no debería existir, pero también llevaste a tu padre hacia la cura.
> Tu madre sabia que la Sombra que creaste te encontraría y atraería a las otras
dos, por ello opto por entregarte a la “Dibujante de mundos” junto con la Gema.
Lo más probable es que tengamos noticias de ella en cuanto recupere las fuerzas
necesarias... y entonces podrás preguntarle...
- Hay algo más que debes saber Helena.
Bestia tenía la cabeza gacha mirando al suelo, sus manos entrecruzadas parecían
nerviosas. Los viejos magos se sobresaltaron y como gemelos que ambos eran
sus expresiones de sorpresa fueron idénticas al darse cuenta de lo que el hombre-
bestia intentaba decirle a la pequeña.
- No tuviste mucho tiempo de conocerle pero sé que el Gran Anciano, aunque
pudo disfrutar sólo un día de tu compañía, eso le hizo sentirse muy feliz. Yo lo
conocía bien y lo noté.
- La verdad es que aunque su presencia me imponía, me hacia sentir diferente,
incluso querida. No sé cómo explicarlo.
- Te hizo sentir así por un motivo simple. Tu sin saberlo lo sentías en tu interior.
Adrián Magnus, el Gran Anciano es... era tu abuelo.
Lo primero que Helena sintió fue un shock, quedó perpleja y se quedó mirando a
Bestia, el cuál mantenía la cabeza baja, pero en su corazón todo pareció tomar
sentido instantáneamente mientras por su mente pasaban flashes del día que
había pasado con el mago. Apretó por instinto el colgante que le había dado el
Gran Anciano y lloró desconsoladamente.
Bestia y los dos viejos magos se acercaron a ella y la arroparon con sus gestos.
Ahora más que nunca Helena tenía una cuenta pendiente con las Sombras. Esos
viles seres debían pagar por todo el mal causado.
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Lo que ninguno de ellos sabía, ni siquiera podía imaginar era que en ese mismo
instante, en un lugar lejano palpitaba la esencia del mismo Adrián Magnus.
Ni la pequeña Helena, ni Bestia ni aún aquellos sabios hermanos sabían que
aquel hombre por el que se lamentaban se escondía, reducido a una tenue
esencia. Ni siquiera había podido conservar un cuerpo que pudiera llamarse
como tal, pero su ardid, su sacrificio, les había dado tiempo a su nieta y al
guardián que la acompañaba.
Ahora se encontraba reducido a una esencia que latía dentro de un objeto de
apariencia común, en la propia casa donde las Sombras habían pensado que
luchaban contra él y lo derrotaban.
Adrián Magnus sonreía para sus adentros (todo lo que se puede sonreír sin un
cuerpo definido). No es que las Sombras hubieran sido negligentes, y desde
luego habían luchado con poder, aunque al estilo traicionero de aquel Mal con
mayúsculas que representaban. Cualquiera podría haber sido engañado por ese
otro yo en el que Adrián volcó toda su esencia, corporal y mágica. Una réplica
con su cuerpo, con casi toda su capacidad de luchar con hechizos.
El Gran Anciano sabía que aquellas Sombras intentarían absorber lo que él
sabía, por eso su doppelgänger contaba con una serie de conocimientos falsos
que alejarían al menos temporalmente a esos temibles perseguidores. No podía
arriesgarse a ser atrapado, ni a sucumbir tan pronto sin ayudar a Helena en
momentos más cruciales.
¿Cómo podría hacerlo sin cuerpo y atrapado en aquel objeto? Era un pequeño
obstáculo, efectivamente, pero... ya pensaría en algo cuando fuera recobrando la
esencia perdida.
-¡Sigue adelante, Helena, no pierdas la fuerza!-pensó.
IX
Los meses fueron pasando y el coraje de Helena aumentó hasta extremos dignos
del mejor de los magos, haciendo honor a su propio linaje. Casi había
transcurrido un año, pero ella ya sabía no sólo defenderse de todo tipo de
ataques fueran mágicos o no, sino que también se había convertido en una
poderosa maga.
Aprendió a canalizar el dolor y la furia para convertirla en fuego que desprendía
con sus manos de forma efectiva y mortal, esa era su habilidad mágica, como la
que había tenido su abuelo.
Pero lo más sorprendente de ella fue su actitud para con los libros mágicos.
Mientras que su madre tenía el don de encontrarlos y Helena tenía el don de
asimilar tras una simple lectura todo el conocimiento que en ellos se hallasen….
Los absorbía sin siquiera darse cuenta; como consecuencia en su entrenamiento
realizaba hechizos que surgían en su pensamiento sin que nunca antes los
hubiese realizado...
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Las Sombras se encontraban paradas en el árido desierto, llevaban horas
inmóviles sin poder captar nada.
Al estar rota la "Dibujante de mundos" era normal que la puerta a otro mundo no
se abriera exactamente dónde deseaban. Ni incluso Helena había conseguido
llegar muy cerca de La Ciudad de la Soledad cuando atravesaron la puerta hacia
el mundo de El Yermo.
Pero el no detectar la magia de Helena, la cuál se encontraba en La Sala del
Tiempo junto a Bestia, Hocus, Pocus y Gandulfo, hacía que las Sombras
empezarán a pensar que habían perdido a su presa.
- ¡Maldita sea! Nos has traído a ningún sitio.- empezó a gritar malhumorada una
de ellas.
- ¡Sí!- gritó otra.- Si no sabes usar la tiza mágica, no la uses. No encontramos ni
rastro de su magia.
- ¡Callad!
- A mí no me digas lo que tengo que hacer. ¡Es toda tu culpa!
- ¡He dicho que os calléis!- gritó nuevamente la tercera Sombra.- Algo viene...
- ¿Qué algo viene? Estamos pérdidas por tu culpa. Aquí no hay nada.
> Además, tu no eres quién nos dirige, todas somos iguales.- empezó a alzar la
voz irritada la segunda Sombra mientras mostraba ambas manos donde dos
torbellinos de aire empezaban a formarse.
- Espera, espera... - dijo la primera Sombra que parecía haber percibido también
algo.
Y de repente vieron acercarse en la lejanía cuatro o cinco enormes criaturas con
forma de gusano, que se alzaron desde las profundidades de la arena, dispuestas
a atacarles.
------------------
Aún quedaban dos semanas para que terminara el año en Edén. Helena estaba
descansando apoyada sobre la gran cúpula que protegía lo que quedaba del
mundo de los magos.
En el exterior de esa cúpula se encontraba un mundo árido con nubes de aspecto
tóxico y sin un ápice de vida. Se volvió y miró de nuevo al verdor que llenaba lo
que quedaba de ese mundo.
Una inmensa catarata, un pequeño bosque, algunos extraños anímales, una
pequeña montaña y unas cuantas casas de piedra rodeadas de una granja y los
huertos. Pensar que aquella área de pocos kilómetros era solo un vestigio de un
pasado bello y glorioso la hizo ponerse muy triste.
- Como desearía que Edén recuperará todo su esplendor.
Las palabras de Helena brotaron del corazón, pero no se dio cuenta hasta
segundos más tarde de haberlas pronunciado, que llevaba la Gema de los deseos
encima suya y que ella había formulado uno.
La cúpula empezó a resquebrajarse, primero con pequeñas grietas y luego por
toda su superficie.
La niña quedó maravillada al ver como de repente el verdor iba extendiéndose a
través de la superficie árida llenándola de árboles, plantas e incluso aparecían
otros extraños animales. Minutos después el deseo de Helena se había cumplido
y Edén había recuperado la vida y el esplendor perdido.
Bestia, Gandulfo, los dos magos y alguno de los habitantes de las casa habían
salido al exterior al escuchar el estruendo de la cúpula al romperse. Helena se
acercó a ellos cabizbaja. La niña vio como Hocus la miraba y que de los ojos del
mago caían dos enormes lágrimas de gratitud.
- Lo siento, lo siento mucho. Pedí un deseo.- dijo Helena sabedora de lo que eso
significaba.
- No te preocupes pequeña. Has devuelto la vida y la alegría a este mundo.-
confirmó Pocus.- te debemos una enorme gratitud hija de Alicia, nieta de
Adrián.
- Pero... pero... aparecerá una nueva Sombra.- dijo resignada la pequeña.
- Nos ocuparemos de ella como lo haremos de las otras tres.- dijo alzando el
puño Bestia.
------------------
En el Mundo de El Yermo, una nueva Sombra se fue materializando ante la
sorpresa de sus hermanas.
Las tres Sombras habían conseguido dominar a las enormes criaturas que les
habían atacado e incluso montaban algunas de ellas.
- Hermanas.- habló la cuarta Sombra.- Sé dónde está la pequeña y sus amigos.
Todas sonrieron maliciosamente a la vez. La cuarta Sombra montó sobre uno de
los gusanos aún sin jinete y dirigió el paso en dirección a La Ciudad de la
Soledad.
X
Mientras tanto, el tiempo en el exterior pasaba, y los habitantes de la ciudad,
habían conseguido formar una resistencia efectiva contra las Sombras. Además
de la inestimable ayuda de la prodigiosa barrera mágica que Helena había creado
al dejar el colgante en la ciudad, todo consistía en mantener luz encendida, y
alegría en los corazones.
La luminosidad que había en el gran palacio se contagiaba al resto de la ciudad,
hasta el punto que en algunos huertos comenzaban a brotar frutos de los árboles
y hierba en los jardines. Y así pasó toda la noche.
La hora anunciada se acercaba, estaba a punto de cumplirse un día en el exterior,
aunque para los extraños extranjeros hubiese pasado ya un año, y las profecías
de una joven que traería la luz de nuevo parecía que se iban a cumplir.
No eran los únicos expectantes por este hecho, al otro lado del yermo las
Sombras se habían hecho fuertes, y cada hora pasada, viendo la luz y la alegría
que se irradiaba desde la ciudad, se habían enfurecido más aún. Ahora estaban
listas para atacar, y acabar con la luz de una vez por todas.
Llegó el momento, se abrieron las puertas del palacio y ante ellos apareció la
joven, tan menuda como hacía un año, los dos magos, y a su lado el capitán de la
guardia y Bestia uniformados con brillantes corazas y armas.
Los magos se adelantaron, y exclamaron:
- La hora ha llegado, vayamos todos al Templo de la Luz. Hoy de una vez por
todas, traeremos la paz a este lugar.
Los habitantes hicieron un pasillo a la comitiva hasta el templo, y a medida que
iban subiendo, Helena contemplaba el horizonte, todavía oscuro, y una extraña
niebla. Agudizó la vista, y vio que aquello no era niebla, era el polvo levantado
por un enorme ejército sombrío.
En otra ocasión se hubiese asustado, pero en el tiempo que estuvo en la sala del
tiempo, aprendió no solo magia y conocimientos, sino a tener valor y entender
que las decisiones adultas marcan el tránsito a un mundo de responsabilidades.
Siguió subiendo y en lo alto de una torre, estaba un pedestal, ante ella tenía todo
el yermo a su vista. Los dos magos se acercaron y dijeron:
- Adelante Helena, ha llegado la hora para la que has estado entrenando tan
duramente.
Helena recibió de las manos de un Verdini el colgante que había dejado como
protección de la ciudad en su ausencia. Ahora era ella quien controlaba la
barrera mágica que por ahora mantenía fuera a las Sombras y su sombrío
ejército.
- Quizás lo mejor sea que Gandulfo y su guardia escolten a los habitantes de la
ciudad a través de la Puerta del Tiempo a Edén.- habló Helena.- Debemos
mantenerlos a salvo de cualquier contratiempo.
Gandulfo agachó la cabeza como respeto hacia Helena, hizo un par de señas
a su guardia y marchó rápidamente descendiendo por las escaleras.
- Hocus y yo nos ocuparemos de la Sombras y vosotros de los Gusanos.
Debéis intentar derrotarlos o hacer que los Gusanos se marchen. – dijo
Pocus.- Tu barrera mágica ha aguantado bien pero no sabemos por cuanto
podrá resistir más sus ataques si se les añaden las Sombras.
- Además, si luchas contra ellas de principio, serás un objetivo principal de
ellas y mientras haya Verdini aún en la ciudad debes mantener la barrera en
todo su esplendor.- sentenció Hocus.- Luego te unirás a nosotros.
- ¡Pero Bestia y yo queremos luchar contra las Sombras! Para eso hemos
estado un año entero entrenando, para este momento y este día.- exclamó
Helena mientras Bestia asentía sus palabras.
- Helena.- Pocus le puso una mano sobre el hombro.- Si nosotros fallamos,
vosotros seréis la única esperanza.
------------------
Mientras llegaban al borde de la barrera mágica, el grupo veía aún muchos
Verdini dirigirse rápidamente hacía el Templo de la Luz. Helena se sorprendía
de cómo aún con el peligro acechándoles, cuando lo veían pasar se inclinaban
ante ellos con respeto y devoción, y la miraban con sus ojos brillantes y llenos
de esperanza.
Desde tan cerca Helena sentía con mayor intensidad los golpes constantes de la
barrera mágica que parecía resistir los envites de los Gusanos gigantes que la
golpeaban con una fuerza demoledora mientras las Sombras esperaban desde
cierta distancia, expectantes.
Hocus, Pocus y Bestia, agarrados a Helena, salieron a través de la barrera
mágica. Los Gusanos parecieron percatarse de su presencia y dejaron de golpear
la barrera para dirigirse a ellos como berserkers enloquecidos con la única
intención de matarles.
Pocus esquivó con su híper-velocidad la primera embestida de uno de ellos
mientras que Hocus usó su telequinesis para frenar al que le atacaba a él, pero
rápidamente tuvo que esquivar una llamarada de fuego lanzada por una de las
Sombras que se acercaba a la contienda.
La tercera Sombra, la cual acababa de atacarles, portaba con ella el trozo de la
tiza mágica roto que Helena había perdido en su mundo, cuando huyó, en lo que
parecía ahora que había pasado hace una eternidad. Sin pensarlo, la pequeña
concentró su mente y con un movimiento de la mano le quitó el trozo del
cinturón de la Sombra, que sin saber exactamente que había pasado no se
percató de como el trozo se posaba en las manos de Helena formándose
nuevamente en todo su esplendor la “Dibujante de mundos”. Helena acababa de
usar la telequinesis.
Hocus la miró muy sorprendido, pues él si la había visto. ¿Pero no había
desarrollando Helena la habilidad del fuego como la de su abuelo durante su año
en Edén? ¿Cómo es que también había podido usar la telequinesis como él?
¿Tenía por tanto más de un poder mágico esa chiquilla? Hocus no pudo poner en
orden las preguntas que se le agolpaban en la cabeza pues las otras Sombras no
tardaron en unirse al grupo de la que atacaba a los hermanos.
Una de ellas, la segunda, refrenó los movimientos de Pocus con sus torbellinos
de viento que hacían que no se pudiera moverse con tanta velocidad. Y tanto
Hocus como Pocus empezaron a moverse de un lado para otro atacando y
esquivando la muerte oscura que se cernía sobre ellos.
Helena y Bestia decidieron seguir las indicaciones de los dos ancianos y alejar
como pudieran a los Grandes Gusanos de allí. Mientras menos contrincantes
juntos, más posibilidades de vencerles. Los Gusanos parecieron también
encontrar más interesantes a sus nuevas presas y los siguieron para atacarles.
Helena parecía moverse como una experta maga a pesar de su joven edad y sin
pensarlo dos veces alzó la “Dibujante de mundos” y empezó a dibujar pequeñas
puertas mágicas que no sólo se abrían cerca de ellos sino también alrededor de
sus enemigos.
- ¡Entra por las puertas Bestia y atácalos por sorpresa! – exclamó Helena.
- Pero si dibujas puertas sin pensar en un mundo en concreto, ¿no iré a parar a
la NADA?
- No. Con la “Dibujante de mundos” completa puedo crear puertas dentro de
un mismo mundo.- dijo Helena sin entender realmente como sabía eso.
- Confío en ti pequeña.- asintió Bestia alzando sus espadas gemelas y entrando
por la puerta mágica más cercana.
De repente Bestia apareció por una de las puertas mágicas sobre dos Gusanos y
planeando con sus alas los atacó sorpresivamente con fuertes tajos de espada.
Helena en cambio usó una llamarada de fuego de su mano para hacer retroceder
a otro de ellos.
Un cuarto Gusano salió de la tierra y se alzó en toda su plenitud dejándose caer
con todo su peso e inercia sobre Helena, pero ésta reaccionó instintivamente.
Con su mano frenó algo la velocidad del gigante mediante la telequinesis y con
la otra mano dibujo una enorme puerta por la que, el sorprendido ser, entró sin
poder evitarlo, para caer desde cierta altura unos treinta metros más atrás
golpeando así al quinto Gusano.
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En otro lugar, en una casita sobre una colina, un hombre anciano recuperaba por
fin todo su cuerpo y esencia. Se quedó pensativo mientras miraba el anillo que
poseía en su mano izquierda. El anillo poseía en su centro una pequeña joya de
color iridiscente, del mismo material que la Gran Gema, la Dibujante de mundos
o la Esfera protectora, y que le otorgaba un interesante poder. Con él, el mago
podía crear dobles o ilusiones, y gracias a ello había creado exitosamente un
doppelgänger suyo para despistar a las Sombras como así había conseguido.
El Gran Anciano suspiró, el problema estaba en que las Sombras habían ido tras
Helena, su nieta, y tras Bestia, su guardián y amigo. Concentró todo su poder
telepático, algo innato de los magos, e intentó comunicarse con la pequeña.
- Helena, Helena… Helena.- la llamó múltiples veces hasta que cansado se
sentó en su gran sillón.
Suspiró nuevamente. Sabía que era algo imposible, que nada podía atravesar la
NADA si no era con el poder de la Dibujante de mundos. El Gran Anciano
decaído, se llevó las manos a la cabeza. En su mente, Adrián Magnus sentía que
el peligro se cernía irremediablemente sobre ellos y él, encerrado en este mundo,
no tenía forma de ayudarles.
Lo que no sabía el Gran Anciano era que su nieta estaba defendiéndose bien
contra los Grandes Gusanos formando una envidiable pareja con su amigo
Bestia, pero que el peligro estaba en otra batalla que se estaba desarrollando en
aquel momento entre sus dos antiguos camaradas, Hocus y Pocus, contra cuatro
terribles Sombras hambrientas de poder.
La tercera Sombra cuyo poder consistía en leer la mente de los demás al tocarles
y el de controlar el fuego a voluntad, tras obtenerlo del doppelgänger del Gran
Anciano, había cogido por sorpresa a Hocus, y con una enorme bola de fuego lo
había lanzado varios metros hacia atrás. Quiso el destino que estuviera cerca de
la barrera mágica que protegía La Ciudad de la Soledad y golpeó
contundentemente contra ella, cayendo al suelo malherido e inconsciente.
Su hermano Pocus, vio como su hermano caía y se desplazó a toda velocidad a
su lado para auxiliarlo. Uso sus poderes de curación para sanar las quemaduras
de su hermano gemelo, pero no pudo hacerle recuperar totalmente la
consciencia.
Por desgracia, con este noble acto Pocus había dejado de prestar su atención a
sus enemigos y eso, en una batalla a muerte como ésta, contra unos seres hechos
de puro odio, podía costarles la vida.
La primera Sombra, cuya habilidad principal consistía en poder elongar su
cuerpo a su deseo, no perdió la oportunidad y abrazó con sus brazos al indefenso
Pocus, que sin poder oponer resistencia quedó totalmente atrapado.
La cuarta Sombra, la más joven de todas, se acercó al desesperado Pocus que
intentaba liberarse de su prisión sin éxito. La Sombra rió con efusividad antes de
hablar.
- Cogeré tu poder, viejo. Siéntete orgulloso de ello, pues me ayudará a
aniquilar a los habitantes de esta decrépita ciudad.
El viejo mago, viendo que su fin estaba cerca usó los dones telepáticos para
comunicarse con Helena, que se encontraba algo lejos de ellos.
- Helena, Helena. Hocus ha caído y yo estoy atrapado. Ven, necesitamos
desesperadamente tu ayuda.
Pocus cayó en un estado de semiinconsciencia por el fuerte abrazo que le ejercía
la Sombra. Varios cientos de metros de allí, Bestia acababa de doblegar al
tercero de los Grandes Gusanos cuando se volvió para enfrentarse a los dos
restantes, pero para su sorpresa, ambos se alejaban dirección a las grandes dunas
de arena.
- ¡Cobardes! – dijo el hombre-bestia mientras se giraba hacia Helena
sonriendo de manera exultante.- ¿Has visto como huyen?
Helena estaba callada con los ojos cerrados. Acababa de recibir el mensaje
telepático de Pocus y se giró sorprendida buscando a sus dos amigos caídos. Los
vio. Pero también vio como una de las Sombras se acercaba a los magos.
- ¡Rápido Bestia! ¡Están en peligro! ¡Hay que salvarlos!
Ambos iniciaron la carrera de manera desenfrenada en pos de ayudar a los dos
viejos magos. La mente de Helena empezó a buscar algo, por un momento le
pareció oír otra voz que la llamaba desde otro lugar, pero era tan débil y lejana
que pronto Helena dejó de prestarle atención y se centró nuevamente en lo que
buscaba. Su mente funcionaba de manera intuitiva y rápida, ansiaba encontrar
algo en las Sombras, ¿pero qué?
Helena no se daba cuenta pero estaba usando la habilidad mágica de su madre
Alicia, que en otros tiempos había trabajado en la Biblioteca de la Luz y cuyo
poder consistía en encontrar cosas. Y así lo había usado Alicia para visitar otros
mundos y localizar libros que guardarán o poseyeran conocimientos y restos de
magia y traerlos a la Gran Biblioteca.
Abrió los ojos fuertemente y lo vio, vio lo que buscaba, el punto débil de los
espectrales seres. Un objeto redondo con luz maligna que palpitaba en el centro
de aquel cuerpo que formaba cada una de las Sombras. Era una especie de gema
negra iridiscente, que curiosamente guardaba semejanza con la Gran Gema, pero
era algo lógico, las Sombras habían sido creadas a partir de los deseos que se
habían formulado con dicho objeto mágico.
La pequeña que hasta ahora no había parado de correr miró a Bestia que había
alzado el vuelo y pronto pasaría por su lado.
- Debes apuntar al centro de su cuerpo. Justo por encima del abdomen.- le
gritó.
- ¿Qué? ¿A qué te refieres pequeña?
Helena no le dio tiempo a más. Levantó su mano izquierda y dibujó una puerta
mágica justo delante de Bestia, que sorprendido, la atravesó sin poder evitarlo.
Bestia apareció justo detrás de la cuarta Sombra que estaba a punto de atravesar
con su mano el cuerpo de Pocus.
Tanto la primera como la cuarta Sombra quedaron muy sorprendidos y fueron
unos segundos en los que ni ellas, ni Bestia supieron como reaccionar. Pero de
repente el hombre-bestia entendió el mensaje de la pequeña y empuñando una de
sus espadas atravesó el cuerpo de la cuarta Sombra justo por donde Helena le
había indicado.
- Iluso, pensabas derro... Tú no… yo soy…
Sin saber muy bien lo que le pasaba, el espectro se fue volatilizando trozo a
trozo hasta que sólo quedó un humo negro que finalmente se disipó en el aire.
Bestia no dejó tiempo a actuar a la atónita primera Sombra y con su otra espada
hizo un corte limpio de uno de los brazos que aprisionaban al inconsciente
Pocus.
La Sombra aulló del dolor mientras su brazo caía a la arena seguido del cuerpo
del viejo mago. La segunda y tercera Sombra, hasta entonces quietas, se
enfurecieron al unísono y atacaron a Bestia. Éste esquivó la primera bola de
fuego con un salto hacía un lado. La segunda Sombra usó su habilidad para
controlar el viento para lanzarlo por los aires pero Bestia se alzó con sus
enormes alas para no perder el control, pero una bola de fuego le impactó por
detrás. Aturdido momentáneamente no pudo evitar que un tornado creado por la
segunda Sombra le envolviera.
La otra Sombra no perdió el tiempo y lanzó llamaradas de fuego que se unieron
al tornado que rodeaba a Bestia, que indefenso y mareado, notaba como la
temperatura a su alrededor empezaba a alcanzar niveles para nada
recomendables.
El calor empezó a ser ya sofocante y el sudor se manifestaba copiosamente por
su piel. Estaba a punto de perder la consciencia y aunque movía las alas para
intentar alejar el fuego y el calor de sí, poco más podría aguantar. Helena llegó
justo a tiempo para salvarle la vida, pues consiguió, mediante la telequinesis,
sacar a su amigo del tornado. Bestia cayó al suelo y se volvió a levantar
pesadamente.
- Lo… lo siento, pe... pequeña.- consiguió decir antes de caerse nuevamente
desmayado.
Las dos Sombras satisfechas se volvieron hacia Helena. Y ésta sintió como todo
el peso del mundo se le echaba sobre sus hombros. Estaba sola.
XI
- Helena por favor escúchame. ¡Tienes que oírme!
El Gran Anciano deambulaba nervioso por el salón de su casa. Se había sentado
y levantado ya varias veces y no sabía que hacer para apaciguar sus funestos
pensamientos. A cada minuto que pasaba temía más y más por la vida de los
suyos y se lamentaba enormemente por haber metido en esto a su nieta. Helena
era tan joven, tenía tanto que vivir tanto todavía.
Intento comunicarse por enésima vez. Sabía que estaba allí, la había sentido
unos segundos pero la conexión se había roto sin que ella se hubiese percatado
de su insistente llamada.
- Por favor chiquilla, aguanta. Eres nuestra única esperanza.
Helena salió despedida varios metros deslizándose por la arena. Intentó
levantarse pero una de las Sombras ya estaba allí esperándola y con un puntapié
certero la golpeó y la hizo rodar varios metros más. Intentó levantarse del suelo.
Se llevó una de las manos al abdomen mientras terminaba de alzarse lentamente.
Con un rápido gesto movió su mano y la Sombra salió despedida hacia atrás.
De repente un puño impactó en su cara tirándola nuevamente al suelo. La
primera Sombra volvió a encoger su brazo el cual acababa de usar alargándolo
para golpear a la pequeña.
La pequeña se volvió a levantar del suelo a duras penas. Sólo tenía 11 años pero
se había comportado como una verdadera adulta sin huir ante la adversidad y se
había enfrentado a las tres Sombras restantes con todo el coraje y valentía que a
muchos otro les hubiese faltado ante una situación similar. Una pequeña sonrisa
surcó sus labios y de repente un hilillo de sangre salió de su boca perdiéndose
hacia su mentón. Lo sabía, iba a morir.
Justo cuando iba a cerrar los ojos y resignarse a su suerte oyó una voz que la
llamaba en la letanía. Al principio ésta parecía débil pero concentrándose en ella
pareció oír su nombre. La voz se fue haciendo fuerte y empezó a serle conocida,
pero no podía ser, era imposible.
- ¿¡Abuelo!? – consiguió balbucear.
- Ja, ja, ja. – rió una de las Sombras.- Ya hasta delira.
El Gran Anciano se sorprendió, lo había conseguido, había conectado con su
nieta, la cual se encontraba en otro mundo. Esa muchacha era especial, muy
especial, y se dio cuenta que necesitaba urgentemente su ayuda. No quiso perder
más tiempo y volvió a hablarle.
- Pequeña, debes usar la Dibujante de mundos. Debes abrir una puerta a mi
mundo para que pueda ir en vuestra ayuda.
- ¿Pero no habías muerto abuelo?- preguntó aún confusa la pequeña.
- Usé un doppelgänger, una especie de clon, que creé con mi anillo mágico.-
respondió Adrián Magnus.- ¡Pero apresúrate, no hay tiempo que perder!
Helena sacó fuerzas de flaqueza, se enderezó y con pulso firme dibujó una
puerta mágica mediante la tiza. Las Sombras se sobresaltaron.
- ¡No escaparás! - dijo la primera Sombra justo cuando el brazo que había sido
cortado por Bestia con anterioridad salía de la arena y se elongaba
atrapándola y haciéndola caer al suelo.
Pero las Sombras se habían equivocado, Helena no pretendía escapar sino traer a
alguien a este mundo. El Gran Anciano cruzó la puerta.
- ¿Tu? ¡Estabas muerto! ¡Yo te maté! – gruñó la tercera Sombra airada.
- Pues te equivocaste. – dijo el Gran Anciano que se lanzó al combate
lanzando llamaradas de fuego de sus manos.
Las Sombras se apresuraron a responder al nuevo visitante y no prestaron
atención a un segundo individuo que cruzaba la puerta mágica. Otro Gran
Anciano pasaba a través de ella. Miró hacia Helena pero no se detuvo. Fue tras
las Sombras para sorprenderlas.
Los espectros se encontraban enfrascados en la batalla y no percibieron como el
segundo mago se acercaba por detrás de una de ellas. Antes de que pudiera
reaccionar, introdujo su dedo índice a través de la espalda de la primera Sombra.
Ya era tarde para cuando quiso separarse, el segundo Gran Anciano atravesó con
fuego el interior del maligno ser y su oscura gema se rompió. La Sombra se
diluyó poco a poco ante los atónitos ojos de sus dos hermanas. Y Helena quedó
liberada del cautiverio del brazo elástico perteneciente a la Sombra.
Cuando parecía que la puerta al otro mundo se cerraba finalmente, un nuevo
Adrián Magnus salió por ella. Éste se arrodilló al lado de su nieta. Le posó
suavemente su mano sobre la mejilla y empezó a leer su mente para saber todo
lo que había ocurrido.
- No tenías que haber padecido todo esto. Nunca una niña tendría que haber
tenido que arreglar lo que los mayores estropearon.
- Abue… abuelo.- dijo Helena al abrir lentamente los ojos.
- Aquí estoy pequeña. Estás a salvo.- y mientras sus dos clones se enfrentaban
a las dos Sombras restantes, el Gran Anciano comenzó a usar su poder
sanador con su malherida nieta.
Poco después Helena se sintió completamente restablecida. Y se levantó del
suelo. Su abuelo aún arrodillado tuvo que asirse al brazo de la pequeña para
poder levantarse.
- ¿Estás bien abuelo? – preguntó preocupada la niña.
- Sí, sí… pero algo débil. Cedí casi todo mi poder a mis dos doppelgängers y
además tus heridas eran graves.
- Lo siento tanto abuelo.
- ¡Pero qué dices chiquilla! Sin ti esto hubiese acabado mal hace tiempo.
- Pero estás débil y ya no puedes luchar.
- No, hija mía. En este estado no y no es lo mismo curar las heridas que
reponer la energía mágica que acabo de gastar. Pero tú si puedes vencerles.
- ¿Yo abuelo? Si no pude hacer casi nada.
- ¿Aún no te has dado cuenta? Eres especial pequeña. Mucho. En ti reside un
poder mágico que los demás nunca podremos llegar a alcanzar.
- ¿El fuego? Pero sí tú también tienes ese poder mágico.
- Ese es sólo uno de los que posees. Haz memoria, Helena. Has usado el
fuego, que pensaste que era tu habilidad mágica, pero también la telequinesis
de Hocus o el poder de encontrar cosas como Alicia, tu madre.
La niña se quedó pensativa reflexionando las palabras del Gran Anciano. No se
había dado cuenta pero tenía razón. Ahora le venía a la mente como había usado
la telequinesis para arrebatar el trozo partido de la tiza mágica a la tercera
Sombra o la habilidad de su madre para encontrar el punto débil de las Sombras.
- No lo entiendo abuelo. ¿Cómo es eso posible?
- Porque tu verdadera habilidad no es el fuego ni ninguna de las otras. Con tu
verdadera habilidad adquieres el poder de los demás magos y los asimilas a
ti misma, como si de una esponja se tratase.
Helena se quedó mirando unos segundos a los ojos de su abuelo. Luego bajo la
vista hacía su mano derecha y pensó en moverla rápidamente. La mano se movió
con una velocidad antinatural, tal y como hacía Pocus. Helena se quedó con los
ojos abiertos en par en par, atónita por el descubrimiento.
- Muy bien. Por fin lo has comprendido pequeña. Ahora debes darte prisa, mis
clones no aguantarán mucho más y todos juntos podéis vencer a esas
Sombras.
- Gracias abuelo.- dijo sonriendo Helena.- Gracias.
Adrián Magnus vio como su nieta se movía a una velocidad endiablada y en un
abrir y cerrar de ojos estaba junto al cuerpo de Bestia y empezaba a sanarlo.
Poco después Hocus y Pocus ya estaban también levantándose del suelo gracias
a Helena.
La pequeña se sintió fatigada por el esfuerzo mágico pero sonriente y feliz. Se
unió a Hocus, Pocus y Bestia más los ya débiles clones de Magnus y juntos
derrotaron a las malvadas Sombras que no pudieron reaccionar ante el ataque en
conjunto de todos ellos. Ambas se desvanecieron trozo a trozo hasta que no
quedó nada de ellas. Un eufórico grito improvisado surgió de sus gargantas.
Helena tuvo que sentarse en la arena exhausta tras comprobar que por fin todo
había acabado. Habían vencido.
XII
Las celebraciones en La Ciudad de la Soledad duraron días. Los Verdinis se
veían muy animados y mostraban su felicidad por doquier. Comitivas de las
otras dos grandes ciudades, Silencio y Sosiego, habían llegado y entre todos
habían decidido trasladarse a Nuevo Edén y ayudar a los viejos magos a
recuperar el esplendor de aquel otrora glorioso mundo.
La profecía se había cumplido y para muchos de ellos un nuevo futuro se les
abría paso. La gran mayoría de Verdinis habían decidió vivir en el nuevo mundo
donde no tendrían que temer por los Grandes Gusanos ni por la escasez de
recursos de su árido planeta.
La Gran Gema fue sellada en un cofre mágico, enterrada en lo más profundo del
Templo de la Luz y custodiada por Gandulfo y Bestia hasta que junto a La
Biblioteca pudiera ser trasladada a Nuevo Edén.
Por su parte, Helena se había comprometido con los grandes magos en usar su
habilidad de encontrar aquello que buscaba, para localizar en otros mundos a
individuos con potencial mágico, además de recopilar todos aquellos libros y
objetos que pudieran ayudarles en su ardua tarea de reconstruir la Escuela de
Magia en el mundo de Nuevo Edén.
Esa tarea tendría que esperar un poco, estaba ansiosa por volver a casa y ver
como se encontraban sus padres. En su mundo, una Gran Pandemia estaba
diezmando a pasos agigantados a la población mundial y su madre también
había caído enferma. La herencia mágica de Alicia, su madre, había conseguido
retardar el funesto destino que le esperaba y Helena había formulado el deseo,
mediante la Gran Gema, sin saber muy bien lo que esto implicaba, que su padre,
uno de los médicos investigadores, encontrara la cura.
Pero Helena había tenido que huir de su mundo escapando de las temibles
Sombras y no sabía que podía haber pasado tras su marcha. Todo eso le
preocupaba en demasía y estaba nerviosa. Sólo esperaba que su padre hubiese
encontrado la cura a tiempo.
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Helena iba corriendo por las calles, no podía esperar a que los otros le
alcanzasen. Tanto era el afán por llegar a su casa, que tenía que ir esquivando
todo tipo de objetos, e incluso casi fue atropellada por un vehículo. Tuvo que
calmarse después del suceso, pues vaya final tendría después de todo lo que le
había ocurrido en su sorprendente periplo, si hubiese sido golpeada por el coche.
Ya más tranquila se fijó en la gente. No veía ni miedo ni preocupación, no había
el terror que había dejado en sus caras cuando tuvo que dejar su mundo. La
gente sonreía, se saludaba, se daba las manos y hablaba despreocupada. Todos
parecían felices y llenos de vida. La cura parecía haber llegado.
Finalmente se detuvo en la puerta de su casa, una construcción victoriana de dos
plantas pintada de un bonito color crema. Dudó unos segundos, pero armada de
valor golpeó la puerta varias veces. Iba a golpear nuevamente cuando oyó pasos
cercanos a la puerta. Su madre, que parecía totalmente recuperada, era quien
abría la puerta. Se quedó sorprendida al ver a su hija allí.
- ¡Mi niña, mi niña! – gritó abalanzándose a Helena mientras la abrazaba con
fuerza.
- No me aprietes tanto, mamá.- dijo sonriente la pequeña.
- ¡He temido tanto por ti, tantos días sin saber nada! – la madre había
empezado a llorar desconsoladamente.
- Que estoy bien mamá. No llores, por favor.- dijo ella sin poder contener
también las lágrimas.
- ¿Qué pasa? – una voz masculina sonó al fondo del pasillo y se fue acercando
a la puerta.
- Hola papá.- dijo Helena enjugándose las lágrimas de los ojos.
- ¡Helena, cariño! – el padre también se abalanzó sobre la dos mujeres y las
abrazó. Todos volvieron a llorar de alegría.
Una sombra se fue acercando a la puerta. Alicia tuvo que taparse un poco los
ojos a modo de visera para poder ver a contraluz quien se acercaba. Finalmente
el sol le dejó ver a un hombre mayor con traje de ejecutivo gris acompañado de
un enorme perro a su lado. La madre de Alicia se fijó finalmente en la cara del
visitante.
- ¿Pa... padre? - consiguió decir mientras Adrián Magnus se quitaba el
sombrero y sonreía levemente.
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Estaban sentados ya en el salón de la casa tomando un té que acaba de preparar
Alicia. El gran perro se sentó junto a Magnus y pareció sonreír a Helena. La
pequeña se quedó estupefacta y se quedó mirando al can que le devolvía la
mirada de forma cálida. Se dio cuenta de que el gran perro tenía dos enormes
manchas negras en el pelaje del lomo que se asemejaban a la forma de unas alas.
Entonces Helena miró sorprendida a su abuelo que con un pequeño gesto le
mostró el anillo brillante de su mano. El perro no era otro que Bestia que gracias
al poder mágico de “El Ilusionante”, el cual podía crear dobles e ilusiones, hacía
que pareciera tener la forma de aquel gran animal.
El marido de Alicia no era un mago y desconocía todo el pasado de su mujer y
su herencia mágica. Adrián le contó la inverosímil historia de que Helena había
ido a buscarle, y eso eran los motivos de que hubiera desaparecido hacía algo
más de tres semanas. Les dijo que había quedado conmovido por aquella
maravillosa niña y que por ese motivo había decidido salir de su ermitaño retiro
de tantos años.
El padre de Helena estaba confuso y reaccionó airado cuando Magnus les
comentó que deseaba que su nieta pasara un tiempo con él, en una escuela
especial donde sería educada con los mejores profesores que podían existir no
este mundo sino en todo el universo. Algo que le pareció exagerado al padre de
la pequeña.
Pero las reticencias iniciales fueron desapareciendo poco a poco cuando Alicia
empezó a convencer a su marido sobre las buenas intenciones del anciano. Ella
conocía ya la historia completa y real de todo lo sucedido pues, mediante la
telepatía innata de los magos, su padre se lo había transmitido mientras Alicia
preparaba en la cocina el té que ahora tomaban.
También decidieron no contarle nada al padre sobre la cura pues realmente él era
quién la había descubierto, aunque para ello hubiese necesitado un poquito de
magia para ayudarle en el hallazgo.
- Entonces papá, ¿descubriste la cura? – comentó Helena feliz de que todo
hubiese sucedido tal y como lo había deseado.
- Oh, ¡sí cariño! – se animó el padre.- La verdad es que estábamos cansados y
apunto de tirar la toalla en el laboratorio pero la Gran Pandemia había
llegado a unos niveles que sino encontrábamos la cura pronto… bueno…
La pequeña le miraba con ojos felices y orgullosos. El padre la miró y se quedó
callado unos segundos. Se dio cuenta que no quería profundizar mucho en el
tema para no asustar a su pequeña pues sólo se trataba de una niña de 10 años
que no sabía mucho sobre la maldad y crudeza del mundo. Si finalmente no
hubiese encontrado la cura, su mundo, tal y como lo conocían quizás hubiese
dejado de existir en unas cuantas semanas y eso era algo que realmente no
deseaba contar a su recién aparecida hija.
- Bueno… sí, pues eso, sí… la encontré.- terminó de decir el padre de Helena.
- Claro, cielo.- dijo Alicia posando una mano sobre el brazo de su marido.- Y
sabes qué, le han puesto a la cura el nombre de nuestra familia.
- ¡¿Sí?! – dijo Helena sorprendida.
- Sí, la han llamado la Cura Wolder.
Helena Wolder se levantó de su asiento y abrazó a sus padres. Adrián Magnus
sonrió y se quedó felizmente embargado al verlos tan contentos. Realmente todo
lo que había vivido aquella familia había sido un gran relato, El Gran Relato
Wolder.
¿FIN?
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