ficciorama n56

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©FICCIORAMA 2015 Rotulación © Juan David Pinzon 2015

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Quinquesimo sexta edición del fanzine de producción quirográfica, reproducción mecánica y distribución repentina mensual. Este mes con un pequeño homenaje a la saga Mad Max del australiano George Miller

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©FICCIORAMA 2015

Rotula

ción ©

Juan

David

Pinzon

2015

DIRIGE, EDITA, RE-

BUSCA Y REPRODUCE

FICCIORANA a.k.a

Boris Greiff

ROTULACIóN

Juan David Pinzon

https://instagram.

com/losealltheti-

me/

COLABORAN

textos:

EL CAMINO DE LA

FURIA

Por: DIEGO GUERRA

PARA SABER MÁS:

Ficciorama25.blogspot

@ficciorama

Ficciorama Fanzine Fanpage

[email protected]

1979 1982 1985 2015

Quien hubiese imaginado que un desconocido aus-traliano, que había salido de una riña puñetera para acompañar a ese actor al casting, un tal Mel Gibson,

fuese digno de encarnarte. George Miller, otro australiano de esos que produce, escribe y dirige, soñó un guerrero del asfalto, un cazafortunas de alto octanaje, con un vehiculo de persecución modificado que siempre es robado al iniciar cada película, en verdad ¿por qué tu vehiculo tiene que sufrir los improperios de esa patología moderna del robo? Bueno, que diablos, estamos en un mundo post-apocalíptico: el petróleo escasea, la energía nuclear hace lo suyo, los prados han mudado y se han convertido en desiertos y dunas, no que decir del calor, mas abrasivo e inclemente que antes.

Tu leyenda crece con el paso del tiempo, ha sido contada por varias voces: la del salvaje niño con el bumerang, la de Gyro Captain, la de imperator furiosa y la reina del Thunderdome. Cada uno de su version, su testimonio, que de alguna forma prueba tu existencia. Te has enfrentado a Nightrider, Humun-gous, al maestro golpeador y a Inmortan Joe; a cada uno le has dado su merecido, pero no es por un código moral, lo haces por que te da mas gasolina para proseguir tu marcha, tu infinita marcha en busca de redención.

Max, alguna vez fuiste parte de un sistema, representaste una institución, eras la ley. No puedo culparte, te arrebataron lo que querías: tu esposa y tu hijo; ante eso es natural pero no justific-able tu acción. Cuando el mundo colapso, las viejas reglas y có-digos quedaron en el pasado, ahora solo hay una regla: vencer o morir. Max eres el vestigio de un mundo en pena, un mundo que requería un cambio, pero no el que le dieron; vives una distopia de diesel y mucho punk de escaparate.

Revivirás en los miles de recuerdos que tienen los espectadores de tus andanzas, tus millas recorridas y tu pastor ganadero aus-traliano que te cedió sus raciones de comida.

Un símbolo cinematográfico de los tiempos del dieselpunk y las distopías ecologistas. Un avatar de aquellos años ochenta que vuelven a ver la luz cuando tus contemporáneos han alcanzado la mayoría de edad, ergo su poder adquisitivo pide a gritos tu presencia para mantener su nostalgia a flote. No siendo mas mi buen guerrero de la carretera, una vez el interceptor Rocka-tansky, te dejo, guarda o tira esta carta, quémala en una bomba molotov o límpiate el trasero, es tan solo un montón de palabras, pero es mi mas sentido homenaje a tu recuerdo. Gracias por salvar mi infancia.

Ficciorama / Nov, 2015

EDITOTIAL 56MIRATE MAX, QUE DESASTRE

Esto debe leerse con la canción: Max, estás hecho un desstre / siniestro total

En 1979, un médico de guardia de Sidney que abandonó su trabajo para dedicarse al cine adquiriría fama mundial al dirigir una película de acción espectacular en la que un policía de carretera sucumbía a la venganza contra una pandilla de dementes que habían asesinado primero a su compañero y luego a su esposa y su hijo. Mad Max, de George Miller, se alejaba de los tópicos comunes de las películas de venganza más famosas como Death Wish (Vengador anónimo, 1974) o Last House on the left (1972), de Wes Craven, en parte porque mostraba cómo el oficial Max Rockatansky se convertía en el “Loco Max” al tomar la justicia por su mano y convertirse en un ejecutor tan desquiciado como los asesinos que sin ninguna justificación le habían destruído su vida, pero también porque la película tenía un extraño tono apocalíptico. Al comienzo un brevísimo texto nos aclaraba que la historia ocurría en un futuro muy cercano (como la reciente y también australiana,

y magnífica, “The Rover“), y esto servía como licencia para llevar la violencia al extremo, los policías operaban desde un precinto casi en ruinas y se ataviaban con unos uniformes muy poco marciales con pantalones y chaquetas de cuero negro, las pandillas por su lado, simbolizaban la mayor degradación a la cual habían llegado los movimientos rebeldes de los 60’s. Fue una película muy independiente, hecha con muy poco dinero, que se convirtió en un éxito en el mundo entero, dos años después, George Miller retomaría el personaje y el apocalipsis, y haría una de las secuelas más extrañas que se han hecho, ya que en Mad Max 2 The Road Warrior, el escenario futurista se apoderaba de la historia, la civilización tal y como la conocemos, había sucumbido del todo, improvisadas tribus se disputaban el control de la gasolina, que se había convertido en el bien más preciado, y el renegado Max ayudaba a los creadores de una refinería

El estreno de Mad Max Fury Road supone el regreso del director George Miller al universo que creó hace más de 3 décadas, sorprende encontrar que des-pués de tanto tiempo, el desierto, las hordas salvajes y el loco Max aun estén ahí, pero sorprende aun más que un director que ya no es joven haya podido ejecutar una obra con tanta energía, dando una lección de que pueden hacerse películas de alto presupuesto sin ceder un milímetro, porque aparte de todo, al igual que las otras entregas de las serie, Mad Max sigue siendo cine de autor

EL CAMINO DE LA

FURIA

POR: DIEGO GUERRA / 68REVOLUCIONES.COM

casera a huir a través del desierto de unas hordas salvajes de punks sanguinarios y crueles. En la primera historia habíamos visto a un héroe convertirse en antihéroe, en ésta, Max se convertía en el guerrero de la carretera, un personaje que se convertía en héroe sin quererlo, que cubría con una coraza de cinismo sus buenos sentimientos. Había algo en la secuela que era extraño, aparte de que superaba a la original al contar una historia mucho más espectacular, que además tenía implicaciones más profundas al satirizar las crisis económicas y sociales de los 80’s, no podía decirse que era un secuela en el sentido más convencional del término, esta anticivilización que se nos presentaba no había tenido tiempo suficiente para aparecer y que el Max Rockatansky de la primera película aun fuera joven, de hecho las referencias que hacían los personajes al mundo anterior eran tan escasas como para pensar en que habían pasado varias décadas, y el actor que hacía de Max, Mel Gibson solo se veía dos años más viejo que en la primera parte. En la tercera entrega, Beyond Thunderdome, defintivamente parecían haber ocurrido muchos años, y ya el fin del mundo no había ocurrido por una crisis económica, se hablaba específicamente de una guerra nuclear, y podíamos ver oscuras imágenes del teatro de la opera de sidney destruido por la radiación. Max encontraba una antagonista a su nivel en Aunty Entity, interpretada por la cantante Tina Turner, y ayudaba a un grupo de niños que, por primera vez en la saga, representaban alguna esperanza por el futuro. La trilogia de Mad Max no era lineal, ni edificante, como la de Star Wars, cada episodio no terminaba exactamente donde terminaba en el anterior, parecía más bien que el autor se acercaba una y otra vez al mismo tema y al mismo personaje, cambiando elementos a su antojo. Es especialmente llamativo que las tres películas fueron extremadamente comerciales, si bien mostraban un futuro desesperanzador. Y George Miller nos daría 30 años para reflexionar acerca de todo esto, para ver como el mundo cambió, o no cambió tanto.

La trilogía de Mad Max es una piedra angular de la ciencia ficción, ha sido imitada en películas de todos los presupuestos y formatos, ha sido referencia para videojuegos y otros elementos de la cultura popular, parodiada varias veces en Los Simpsons y en South Park. Asimismo, es una influencia notable en muchos cómics que se han enfocado en las temáticas

apocalípticas (es un asunto que ya hemos analizado acá), resulta curioso que al retomar Miller el tema 30 años después, lo primero que nos llame la atención de Mad Max Fury Road es que esté influenciada por esos cómics. El desierto de esta nueva película nos hace pensar en las llanuras desoladas dibujadas por Moebius, o en la película animada Heavy Metal. La teatralidad de los vestuarios, y de esas delirantes caravanas que llevan músicos para animar a la batalla, o esa represa subterránea manejada por niños mutantes, nos remiten inmediatamente a dibujos de Geoff Darrow, de Otomo, de Adamov o de Schuiten Peeters, los miembros amputados, la fuerza simbólica de elementos arquetípicos muy fuertes como la leche materna o imágenes tan surreales como la sangre transfundida utilizada como energizante nos remiten al Jodorowsky de Aleph Thau y del Incal. Y claro que el resultado es impresionante. En Mad Max Fury Road encontramos a Max Rockatansky interpretado por un actor excepcional, Tom Hardy (The Drop, Lawless), que construye un personaje más oscuro, más depresivo que el de Mel Gibson. Este nuevo Max vive atormentado por su pasado, padece estrés post traumático, su hija muerta lo atormenta (fiel a su propia incoherencia, Miller ha convertido el hijo de las primeras películas en hija). Y este cambio de género seguramente no sea casual.

Un chico y su perro es una de las historias más celebradas del escritor Harlan Ellison, que había ganado el premio Nebula el año de su publicación (1969) y en 1975 estrenado película, distinguida, asimismo, con el Hugo a la mejor representación dramática de Ciencia Ficción.

Triste, desoladora, brutal a ratos, el cuento de Ellison sobre un adolescente (Vic) y su perro mutante capaz de comunicarse telepáticamente (Blood), transeúntes de un mundo que se ha ido al carajo tras una guerra mundial de cinco días, saca lo mejor del escritor, su facilidad para describir situaciones chocantes, violentas, radicales, donde las elecciones siempre son desagradables y definitivas, con los personajes al filo de la navaja, pero también los puntos fuertes de Corben, su perspicacia para lo extraño, su soterrado humor, su expresividad en figuras y rostros, su peculiar feísmo y, siempre, su precisión expositiva, sin caer jamás en la esclavitud cinematográfica. El dibujante, talento inquieto, ha probado (y dominado) varias técnicas. Aquí, sin embargo, ahuyenta cualquier experimentación y ofrece una narrativa robusta cimentada en una estudiada geometría de la página. Cada plancha busca una distribución

UN CHICO Y SU PERRO (A BOY AND HIS DOG)

LA INSPIRACIÓN PARA CREAR MAD MAX

más o menos convencional de paneles. Tenemos el clásico 3×3, el 4×2, el 3×2 o equivalentes. La gracia estriba en que no se circunscribe a un solo modelo de retícula. Cada hoja es -digámoslo así- un ejemplo probado de eficacia. Y, sin embargo, cada una es distinta de la anterior, tan sabiamente elegida que ninguna rechina. Cualquiera habría podido ser el molde de una historia menos ambiciosa, más tradicional en su representación o, simplemente, más despreocupada de los efectos rítmicos. Pero Corben concentra aquí su genio, desnudado de recursos más altisonantes, para que la trama discurra ágilmente por los terrenos sórdidos planteados.

ElLocoPensante