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Dos de las más conocidas fábulas de Tomás de Iriarte.

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FBULA XXVIILa mona

Aunque se vista de sedala mona, mona se queda.El refrn lo dice as;yo tambin lo dir aqu,5 y con eso lo vernen fbula y en refrn.Un traje de colorines,como el de los matachines,cierta mona se visti;10 aunque ms bien creo yoque su amo la vestira,porque difcil seraque tela y sastre encontrase.El refrn lo dice: pase.15 Vindose ya tan galana,salt por una ventanaal tejado de un vecino,y de all tom el caminopara volverse a Tetun.20 Esto no dice el refrn,pero lo dice una historiade que apenas hay memoria,por ser el autor muy raro(y poner el hecho en claro25 no le habr costado poco).l no supo, ni tampocohe podido saber yo,si la mona se embarc,o si rode tal vez30 por el istmo de Suez:lo que averiguado estes que por fin lleg all.Viose la seora maen la amable compaa35 de tanta mona desnuda;y cada cual la saludacomo a un alto personaje,admirndose del traje,y suponiendo sera40 mucha la sabidura,ingenio y tino mentaldel petimetre animal.Opinan luego al instante,Ynemine discrepante,45 que a la nueva compaerala direccin se confierade cierta gran correra,con que buscar se debaen aquel pas tan vasto50 la provisin para el gastode toda la mona tropa.(Lo que es tener buena ropa!)La directora, marchandocon las huestes de su mando,55 perdi, no slo el camino,sino, lo que es ms, el tino;y sus necias compaerasatravesaron laderas,bosques, valles, cerros, llanos,60 desiertos, ros, pantanos;y al cabo de la jornadaninguna dio palotada;y eso que en toda su vidahicieron otra salida65 en que fuese el capitnms tieso ni ms galn. Por poco no queda monaa vida con la intentona;y vieron por experiencia70 que la ropa no da ciencia.Pero, sin ir a Tetun,tambin ac se hallarnmonos que, aunque se vistan de estudiantes,se han de quedar lo mismo que eran antes.

Para la composicin de sus Fbulas literarias, publicadas por primera vez en Madrid en 1782 (ao de la muerte de Jos Cadalso y una fecha muy prxima a la revolucin que pondra Europa patas arriba), Toms de Iriarte bebi tanto de las fuentes clsicas ms consagradas (Esopo, Fedro y los preceptos de Horacio contenidos en su Epistula ad Pisones) como de su propia inventiva y del acerbo popular de la Espaa de su poca (as nos lo recuerda el conocido refrn que abre esta fbula). El gnero contaba con una ilustre tradicin dentro de la literatura europea: adems de los autores grecolatinos anteriormente citados, Iriarte debi de conocer las composiciones de La Fontaine y Samaniego (cuyas Fbulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Vascongado haban sido publicas apenas un ao antes), as como los clebres Les contes de ma mre l'Oye de Charles Perrault. Iriarte aprovech toda esta tradicin, aplicando el precepto potico ilustrado por excelencia, el utile dulci horaciano, el til divertimento, para aunar en sus composiciones poticas lo ameno y lo didctico. Por ello, el ttulo de Fbulas literarias puede llevar a engao: no se trata de simples cuentecillos protagonizados por animales, fruto de la creacin literaria de un autor determinado, sino que son agudas crticas revestidas de fbula que tienen como eje temtico el mundo de la literatura en tiempos de su autor, y que trataban temas de rigurosa actualidad para sus primeros lectores, como la polmica sobre el gusto teatral del vulgo (atrado siempre por espectculos vacos de contenido pero arropados por un gran aparto escenogrfico) o las modas, usos y costumbres de los literatos de medio pelo.Precisamente contra estos ltimos escribi Iriarte la primera fbula que nos ocupa: contra los escritores que, mediante una pose fingida de afectada erudicin y una vestimenta que la reforzaba, daban la impresin de ser grandes eminencias cuando en realidad tenan el ingenio de un simio. Y es que lo que caracteriza los cuentecillos de Iriarte es el achacar acertadamente a cada animal un vicio caracterstico de los malos literatos del momento. En efecto, ngel L. Prieto, en su edicin de las Fbulas1ngel L. Prieto (ed.), Toms de Iriarte, Fbulas literarias, Madrid, Ctedra, 2011, p. 71.

, hace una oportuna clasificacin de todas ellas, encuadrando la de la Mona del refrn entre las que exponen defectos en que suelen incurrir individualmente los escritores, tanto debido a causas literarias [] como a motivos humanos en general. Para emprenderla contra estos poetastros, Iriarte nos cuenta la historia de una mona a quien su caprichoso dueo encarga un vestido. Vindose tan galana, la mona abandona a su amo y vuelve a su pas de origen, Tetun. Ah, todas las dems monas (desnudas, naturalmente) quedan deslumbradas por la vestimenta de su compaera, tomndola por toda una eminencia. Elegida capitana de todas las dems por unanimidad, nuestra mona encabeza una expedicin interminable en busca de oro con el que pagar la confeccin de iguales trajes para sus nuevas amigas; pero debido a su torpeza, la misin resulta un desastre y mueren casi todos los animales, de modo que las supervivientes se convencen de que la ropa no da ciencia. El autor ultima la fbula con la consabida moraleja, en la que aclara que no hace falta irse hasta Tetun para encontrar simios semejantes.Adems de la evidente crtica literaria, la fabulita refleja tambin un elemento clave en la vida cortesana del XVIII: la importancia del vestir y de las modas. Pocas pocas le han dado tanta importancia a la vestimenta como el s. XVIII. Si siempre se ha dicho que el Barroco es el siglo de la apariencia en el que se conceba el mundo como un gran teatro, el Rococ mantuvo esta premisa en las modas que se fueron sucediendo. Es ms, el oficio de modisto tal y como lo conocemos hoy en da (es decir, no como mero sastre, sino como un diseador y creador de prestigio), naci precisamente en este siglo. Seguir una moda determinada, era seal de nobleza, de buen gusto, de refinamiento y, en ltima instancia, de poder. Tanta fue la obsesin por la moda en el continente que incluso nos permitimos tomar prestado un galicismo para crear una palabra que designara a quienes no pensaban ms que en la ropa: el petimetre (palabra, por cierto, con la que Iriarte califica a la mona protagonista en el verso 42). En lo que respecta a cuestiones formales, Iriarte escribe sus fbulas utilizando metros diversos pero muy sencillos, as como una versificacin llana sin grandes alardes estilsticos. En este caso utiliza pareados octoslabos de rima consonante. Para garantizar la comprensin y claridad de la narracin, el poeta no incluye figuras retricas (si acaso, merezca la pena llamar la atencin sobre las oraciones parentticas de los vv. 24-25 y 52, as como de la asndeton de los vv. 58-60). Ms interesantes son , en cambio, los leves rasgos de oralidad con los que el autor salpica su fbula con cierto sabor popular (amn del refrn que sirve de inspiracin a toda la trama). As, de los vv. 1 a 6 el autor presenta su tema a un imaginario auditorio (vase el tratamiento de respeto de 3. persona del plural en el v. 5) como si lo estuviera recitando en voz alta. En el verso 10, aparece dando su opinin sobre la credibilidad de un dato de la fbula (el origen del traje de la mona) lo que no deja de ser un recurso cmico muy acertado, ya que finge tomarse en serio una historia que es un verdadero disparate. Vuelve a aparecer este yo del narrador-opinante en los vv. 27-28, dando cuenta de que no ha podido contrastar debidamente la informacin sobre el viaje de la mona a Tetun; de hecho, unos versos antes, Iriarte menciona a un autor muy raro que dej escrita la historia de esta mona, en un juego de cuento dentro de cuento que recuerda el truco cervantino de Cide Hamete Benengeli.En conclusin: Iriarte consigue con esta fbula aunar el respeto a un gnero de larga tradicin con la innovacin creadora, propiciada por su humor, su capacidad narrativa, su respeto hacia lo popular y, sobre todo, su sentido crtico.

FBULA XXVIIIEl asno y su amo

Siempre acostumbra hacer el vulgo neciode lo bueno y lo malo igual aprecio:yo le doy lo peor, que es lo que alaba.De este modo sus yerros disculpaba5 un escritor de farsas indecentes;y un taimado poeta que lo oa,le respondi en los trminos siguientes:Al humilde jumentosu dueo daba paja, y le deca:10 toma, pues que con eso ests contento.Djolo tantas veces, que ya un dase enfad el asno, y replic: yo tomolo que me quieres dar; pero, hombre injusto,piensas que slo de la paja gusto?15 Dame grano, y vers si me lo como.Sepa quien para el pblico trabaja,que tal vez a la plebe culpa en vano;pues si en dndole paja, come paja,siempre que la dan grano, come grano.

En esta ocasin, Iriarte carga las tintas para hablar de un problema que supuso un autntico quebradero de cabeza para la lite ilustrada de la Espaa del XVIII: los gustos teatrales del vulgo. Hay que aclarar que, en lo que a potica teatral se refiere, el siglo de las luces supuso una vuelta a los consagrados preceptos clsicos de Aristteles y Horacio. Tanto la comedia como la tragedia deban cumplir rigurosamente con las unidades de tiempo, lugar y accin para ser consideradas legtimas obras de arte segn el rasero teatral ilustrado. Este tipo de obras, no obstante, iban en contra del gusto del pblico espaol de la poca, aficionado a un gnero posterior a Caldern normalmente denominado comedias de magia: obras en verso en las que lo que realmente importaba no era el texto, sino la puesta en escena, espectacular y llena de efectos visuales que sorprendan a la audiencia. Un flagrante atentado contra el utile dulci postulado por los ilustrados. As, Iriarte ataca en su fbula de El asno y su amo a los autores de este tipo de teatro, que normalmente excusaban su culpa diciendo que le daban al pblico lo que quera, como hace el escritor de farsas indecentes que abre el poema. Su iracundo interlocutor le responde con la fbula que nos ocupa: un amo da siempre paja a su burro, seguro de con con eso el animal tiene bastante y ste, harto ya de alimentarse tan pobremente, le pide que le d grano. Concluye Iriarte con una moraleja optimista: el pblico gustar de las comedias escritas conforme a las reglas del arte si los buenos autores se las dan. Quiz sea una conclusin un tanto ingenia, si tenemos en cuenta que el teatro ilustrado nunca arraig en nuestros escenarios hasta el siglo siguiente, en el que se reponan con xito las comedias de Leandro Fernndez de Moratn.La fbula ofrece en su sencillez (apenas veinte versos endecaslabos rimados en cuartetos consonantes) un inteligente juego de polifona muy bien trado, ya que en un texto tan breve, Iriarte da voz a cinco personajes, cuyas intervenciones determinan la estructura del poema:

De los vv. 1 al 3, tenemos la abrupta aseveracin de ese escritor de farsas indecentes que se excusa de su mal hacer. Seguidamente (vv. 5-7), aparece el autor-narrador para aclararnos quin est hablando y quin le va a responder (un tahimado poeta). En el verso 8, que rompe con la unidad mtrica (es un octoslabo suelto) interviene este segundo personaje para contarnos la fbula, en la que tomarn la voz el amo (v. 10) y el asno (v. 12-14).A partir del 12, vuelve a hablar el narrador para concluir con la moraleja.

Se produce, pues, una acertada identificacin entre el humilde jumento y el vulgo iletrado, espectador sin criterio, as como del amo con el escritorzuelo y de la paja y el grano con el mal teatro y el buen teatro respectivamente. El gran acierto de Iriarte en este caso est en su asombrosa capacidad de condensacin. El tema de la renovacin de los teatros espaoles durante la Ilustracin hizo correr ros de tinta, mientras que don Toms ofrece una solucin (un tanto utpica, todo hay que decirlo) en menos de veinte versos. Lo til y lo ameno irreprochablemente aplicados.