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EVIDENCIA 

E INVESTIGACIÓN

HACIA LA RECONSTRUCCIÓN 

EN EPISTEMOLOGÍA

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SUSAN HAACK

EVIDENCIA

E INVESTIGACIÓN

HACIA LA RECONSTRUCCIÓNEN EPISTEMOLOGÍA

TRADUCCIÓN DEM.a ÁNGELES MARTÍNEZ GARCÍA

i— 

i Poulii

Universidad Católica üel Peni

H l l U . l O T l ' C A C E N T R A L 1

C O M P R A

tecnosI *

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Título original:

 Evidence and Inquiry. 

Towards Reconstruction  

in Epistemology

Diseño de colección:

Joaquín Gallego

Impresión de cubierta:

Gráficas M olina

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está

 protegido por la Ley, qué” establece penas de prisión y/o mul-

tas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y

 perjuicios, para íjúiépés reprodujeren, plagiaren, distribuyeren

o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra litera-

ria, artística o científica, o su transformación, interpretación o

ejecución artística fijad a err cualquier tipo de soporte o comuni-

cada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

© Su s a n  Ha a c k  , 1993

© EDITORIAL TE CN OS ,S.A., 1997

Juan Ignacio Lúea de Tena, 15 28027 M adridISBN: 8430929754

Depósito Legal: M 9 8 3 4 1 9 9 7

Printed in Spain.  Impreso en España po r Rigorma

Polígono Industrial Alparrache . Naval cam ero (Madrid).

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 A H.B.

Recordemos con cuánta frecuencia cometemos la lo-cura de ir de un extremo erróneo al opuesto.

Th o m a s  R e íd , Essays on the Itellectual Powers, VI, 4.

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INDICEPREFACIO ........................................................................................................Pág.  11

INTRODUCCIÓN .................................................................................................... 13

1. FUNDACIONALISMO FRENTE A COHERENTISMO: UNA DICO-TOMÍA RECHAZADA .................................................................................. 25

2. DEBILITAMIENTO DEL FUNDACIONALISMO.................................... 55

3. DESCOMPOSICIÓN DEL COHERENTISMO .........................................  78

4. ARTICULACIÓN DEL FUNDHERENTISMO ............................................. 105

5. LA EVIDENCIA DE LOS SENTIDOS: REFUTACIONES Y CONJE-TURAS ................................................................................................................ 134

6. NATURALISMO: ACLARACIÓN DE SU AM BIGÜE DA D .......................  164

7. LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO .............................................. 191

8. DERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO ..........................  216

9. PRAGMATISMO VULGAR: UNA PERSPECTIVA NADA EDIFICANTE 250

10. RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO ............................................... 278

UlDUOGRAFÍA .................................................................................................................. 305

In d i c e  a n a l í t i c o ........................................................................................................... 314

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II

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PRÓLOGO

Este libro ha tardado muchos años en escribirse. Se empezóhace aproximadamente una década, en la Universidad de Warwick, y se terminó en la Universidad de Miami.

Algunas partes esenciales de la versión final del libro se Com- pletaron con la ayuda de los premios Max Orovitz de la Universi-dad de Miami para los veranos de 1991 y 1992.

El libro menciona, comenta, revisa de forma sustancial y, enalgunos casos rechaza, obras publicadas con anterioridad. El capí-tulo 1 presenta, y básicamente revisa, la obra «Theories of Knowledge: an Analytic Framework», Proceedings o f theAristotelian So- ciety,  19821983. El capítulo 2 cita, y esencialmente revisa, ciertomaterial de «C. I. Lewis», en  American Philosophy,  ed. MarcusSinger, 1985. El capítulo 4 es un comentario sobre la obra «Dou

 bleAspect Foundherentism: a New Theory of Empirical Justifi

cation», presentada en los encuentros de la American PhilosophicalAssociation de diciembre de 1991 y publicada en Philosophy and  Phenomenological Research, 1993. El capítulo 5 trata de dos obras:«Epistemology With a Knowing Subject»,  Review o f Metaphysics, 1979, y «What is “the Problem of the Empirical Basis”, and DoesJohnny Wideawake Solve It?», British Journal for the Philosophy o f Science,  1991. El capítulo 6 aborda «The Relevance of Psycohology to Epistemology»,  Metaphilosophy,  1975, y va má allá de

«The Two Faces of Quine’s Naturalism», Synthese, 1993. Los capí-tulos 8 y 9 se aprovechan, en cierta medida, de «Recent Obituariesof Epistemology», American Philosophical Quarterly, 1990. El ca- pítulo 10 mejora considerablemente, espero, «Rebuilding the ShipWhile Sailing on the Water», en Perspectives on Quine, eds. Barretty Gibson, 1990.

Me gustaría expresar mi agradecimiento a las numerosas per-sonas que me han ayudado, de distintas maneras y en diferentes

fases. En primer lugar, por animarme a escribir un libro sobreepistemología, a Nicholas Rescher. Por leer y comentar con cuida-do e inteligencia largas partes del manuscrito, a Mark Migotti. Porsu amable correspondencia, a W. P. Alston, Donald Campbell,

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John C'lendinnen, Luciano Floridi, Pcter Haré, Dirk Koppelberg,[lerny Kyburg, Rita Nolan, Hilary Putnam, Sidney Ratner, RalphSleeper, Ernest Sosa y Andrew Swann; y también a David Stove, por su aportación del espléndido diálogo que abre el capítulo 9.Por sus provechosas conversaciones, a A. PhillipsGriffiths y aDavid Miller de Warwick; y, en Miami, a Leonard Carrier, Edward Erwin, Alan Goldman, Harvey Siegel y Risto Hilpinen, yademás a Howard Pospese] por su paciencia para enseñarme eltratamiento de textos. Por sus útiles comentarios y críticas a lasaudiencias que escucharon, a lo largo de los años, diferentes ver-siones de diversas partes de esta obra, y a las generaciones de es-tudiantes que aprendieron epistemología conmigo. A Adrián Larner, por una broma que hizo a mi costa con buena intención («La profesora Haack, exponente de la Escuela Tipográfica Neologistade Filosofía») calificación que he aceptado por considerarla unadescripción muy acertada de mi misma. A Lucia Palmer, por elastuto comentario sobre mi estilo de filosofar, el cual me impulsóa adaptar un título de Dewey para el subtítulo de mi obra. A Lissette Castillo, por transformar mis toscos apuntes en una obra dearte. A Mark Stricker, Kurt Erhard y Joanne Waugh, por ayudar-me con la lectura de las pruebas, notas a pie de página y referen-cias. A Alison Truefitt por su inteligente correción de estilo.

Y, sobre todo, a Howard Burdick, por todo.

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INTRODUCCIÓN

Este libro tiene el propósito de contribuir a la epistemologíadel conocimiento empírico.

Existen hoy fuertes tendencias en filosofía claramente hostilesa los planteamientos tradicionales de la epistemología, plantea-mientos que algunas voces clamorosas (desde los entusiastas de

los últimos avances de 1.a ciencia de la cognición o de la neurofisi o logia, pasando por los neopragmatistas radicales de estilo pro- pio. hasta los seguidores de las últimas modas de París) podríanhacemos creer que son ilegítimos, básicamente erróneos. No es-toy de acuerdo. Espero que el subtítulo de este libro haya dejadoya clara mi posición: lo que necesita la epistemología no es un de

rribo, sino una reconstrucción.Los problemas de la tradición epistemológica, tal y como de-

fenderé más adelante, son legítimos; enormemente difíciles, pero,en principio, no insolubles. Por tanto, los problemas que voy aabordar son bastante conocidos; más concretamente: ¿qué puedeconsiderarse como evidencia válida, fuerte y de apoyo para unacreencia? (el «proyecto de explicación» de los criterios de eviden-cia o de justificación, lo llamaré yo); ¿y qué relación existe entreuna creencia que cuente con un buen apoyo de una evidencia váli-da, y la probabilidad de que ésta sea verdadera? (el «proyecto de

ratificación»). Pero las respuestas que voy a ofrecer no son cono-cidas. Alejándonos de algunas dicotomías falsas que han inspira-do a trabajos recientes, en mi opinión, es posible evitar las dificul-tades tan conocidas a las que se enfrentan el fúndacionalismo, elcohcrentismo, el fiabilismo, el racionalismo crítico, etc., dificul-tades que han fomentado la idea de que algo debe de estar mal enel planteamiento global del proyecto epistemológico.

Voy a ofrecer una nueva explicación de la justificación epistémica, una teoría cuya estructura no es ni fundacionalista ni coherentista, sino «fúndherentista», como yo la llamaré, permitiendotnnto el apoyo mutuo omnipresente entre creencias como la con-tribución de la experiencia a la justificación empírica; ni pura-mente causal, ni puramente lógica en su contenido, sino una teo

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ría de doble aspecto, parcialmente causal y parcialmente evaluativa; y basada esencialmente en un carácter gradual,/que no tomacomo explicandum «A tiene justificación para creér que p si...»,sino «A tiene mayor/menor justificación para creer que p depen-diendo de...». Y ofreceré una nueva aproximación al proyecto deratificación, aproximación que no tendrá un carácter ni puramentea priori ni puramente empírico, sino muy modestamente natura-lista, permitiendo la relevancia de la contribución tanto de lasconsideraciones empíricas sobre las capacidades y limitacionescognoscitivas de los seres humanos, como de las consideraciones

de carácter deductivo lógico.Más adelante me basaré bastante en la analogía de un cruci-grama que, en mi opinión, representa mejor la verdadera estructu-ra de las relaciones de apoyo basado en la evidencia que el mode-lo de prueba matemática tan firmemente arraigado en la tradiciónfimdacionalista. Esta analogía, si no me equivoco, aclara cómo es

 posible que exista un apoyo mutuo entre creencias sin que se pro-duzca un círculo vicioso. Pero también presagia cierta dificultad

sobre la organización del libro. No soy capaz de proceder de unmodo simple y lineal, sino que me veo obligada a avanzar y retro-ceder, tejiendo y entrelazando las hebras que conectan entre sí miargumentación.

Es más, dado que estoy tratando de trascender a las falsas di-cotomías en las que se han basado gran parte de los últimos estu-dios, no se me presenta la opción de organizar lo que tengo quedecir de una manera elegante y con líneas simples como las de,

 por ejemplo, The Structure o f Empirical Knowledge  de BonJours, que se basa en las dicotomías gemelas del fundacionalismo frente al coherentismo y del externalismo frente al internalismo, la primera de las cuales no es exhaustiva y la segunda de lascuales no es lo bastante sólida como para soportar un gran peso.

 Ni tampoco, debido a las complejas interconexiones entre lasdicotomías rechazadas, tengo la opción de estructurar lo que voya decir explicando primero las razones y las consecuencias de recha-zar una dicotomía, luego las razones y las consecuencias derechazar la siguiente, etc.

La fantasía de presentar mi teoría con un estilo eficaz, con te-mas diferentes pero relacionados entre sí expresándolos simultá-neamente con voces diferentes, resulta atractiva, pero, por supues-to, irrealizable. En lugar de ello, y al no tener otra opción que la

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INTRODUCCIÓN 15

ilc escribir un libro con el estilo lineal de los libros, no me quedamás remedio, tampoco, que reconocer la inevitabilidad de antici-

 paciones bastante frecuentes de temas que sólo posteriormente se-

rán tratados de manera adecuada, y apartarme de pasos argumenta-d o s para volver a temas ya presentados a fin de revelar su rela-ción con las ideas presentadas. Para no poner a prueba la pacienciadel lector más de lo inevitable, ofrezco aquí un bosquejo del cami-no serpenteante que voy a seguir.

Comienzo (en el capítulo 1) centrándome en la conocida rivali-dad entre el fimdacionalismo y el coherentismo, dando cuenta, deuna manera lo más precisa posible, de las distintas versiones de ca-da estilo de teoría, y de una manera lo más incisiva posible de lasteorías utilizadas por cada una de las partes contra la otra. De he-cho, a mi entender, ambas partes plantean buenos argumentos crílicos; ninguno de los dos tipos de teoría servirá. Pero no agotan to-das las posibilidades; falta por explorar una tercera posibilidad, ellundherentismo, y ésta puede resistirse a los argumentos más po-derosos de los coherentistas contra el fundacionalismo y viceversa.

Con el fin de disminuir de algún modo el carácter abstracto deeste primer paso, presento después estudios de casos reales de de-

terminados programas fundacionalistas y coherentistas. En primerlugar (capítulo 2) presento una crítica de la teoría fundacionalistade C. I. Lewis, crítica que comienza demostrando que los argu-mentos de Lewis en realidad prueban, no la validez del fundacionulismo, sino el papel indispensable de la experiencia en la justi-ficación empírica; y que a continuación muestra cómo la propia

 Ncmiconsciencia que de ello tiene Lewis le impulsa a realizar mo-dificaciones que le alejan del fundacionalismo en dirección al

lundherentismo.A continuación (capítulo 3) hay una crítica de la teoría de lacoherencia de BonJour, crítica que comienza mostrando que el planteamiento de BonJour tropieza con el conocido inconvenientede que la coherencia dentro de un conjunto de creencias es insufi-ciente para garantizar cualquier conexión con el mundo; y que acontinuación demuestra cómo la semiconsciencia de BonJour deeste hecho le lleva a una ambigüedad la cual, resuelta de la única

manera que promete un éxito en el proyecto de ratificación, tam- bién le aleja del coherentismo en dirección al fimdherentismo. Aesto le sigue una crítica de la defensa del coherentismo por partede Davidson; no, claro está, con el propósito de que el libro sea

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más completo, pues una visión muy extensa es obviamente impo-sible, sino más bien para mostrar cómo el supuesto de que la justi-ficación debe ser una noción o bien puramente lógica o bien pura-mente causal contribuye a crear la ilusión de que el fundacionalismo y el coherentismo agotan todas las posibilidades.

És el momento entonces de presentar mi estilo intermedio deteoría (capítulo 4). Aquí se plantearán conjuntamente varios te-mas clave: el carácter gradual de la justificación; la distinción en-tre los sentidos de estado y de contenido de la palabra «creencia»y la necesidad de un concepto de evidencia con dos aspectos; Jaestructura fundherentista de la teoría y la analogía del crucigramaque la conforma. Así comienza mi contribución positiva al pro-yecto de explicación.

Debido a que una parte significativa del razonamiento contraestas teorías tradicionalmente rivales es su incapacidad de expli-car adecuadamente la importancia de la experiencia para la justi-ficación empírica (el coherentismo no puede permitir que se adju-dique un papel a la experiencia, y el fundacionalismo sólo un papelforzado y artificial), la explicación fundherentista de la evidenciade los sentidos requiere una articulación especialmente cuidado-sa. De ello nos ocupamos en el capitulo 5, haciendo resaltar un es-tudio de «epistemología popperiana sin un sujeto conocedor», yuno de sus principales puntos flacos: el «problema de la base em-

 pírica». Mi tesis, según la cual este problema no sólo no queda re-suelto por Popper, sino que no puede resolverse dentro de un mar-co popperiano, queda reforzada por un análisis del fracaso del re-ciente intento de rescate por parte de Watkíns. La diagnosis yresolución del callejón sin salida popperiano es posible dentro delfimdherentismo porque éste transciende las dicotomías de Popperreferentes a las aproximaciones causales frente a las lógicas y delas inductivas contra las deductivas, y porque su concepción de la

 percepción es más realista, y más sensata que la teoría basada endatos de los sentidos a la cual recurre Watkins.

Mi teoría de la percepción (esencialmente peirceana) está res- paldada, por una parte, por la hipótesis de que las dicotomías co-nocidas de las teorías directas de la percepción frente a las indi-rectas, de las concepciones realistas frente a las irrealistas, son de-masiado toscas, y de que la verdad se encuentra en medio de loshabituales rivales; y, por otra parte, por su consonancia con ciertateorización psicológica plausible. La versión de Watkins, por el

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de las ciencias de la cognición parece encontrar su entorno másreceptivo en el contexto de una concepción fiabilista de la justifi-cación. Por ello en el capítulo 7 aprovecho la oportunidad para ex-

 plicar por qué las ventajas del fiabilismo sobre mi fundherentismoevidencialista son más aparentes que reales, antes de argumentarque incluso si el fiabilismo fuese correcto, sería un error imaginar

 —como Afirma Alvin Goldman— que corresponde a la psicolo-gía el aportar una teoría esencial de la justificación, el actuar co-mo juez entre el fundacionalismo y el coherentismo, el determinarsi existe un conocimiento a priori, etc.

El lector atento deducirá por el tono en el que hablo de Gold-

man que yo sospecho que sus esperanzas de lograr una estrechacooperación de la epistemología con el campo más prestigioso dela psicología cognoscitiva están motivadas no tanto por argumen-tos válidos como por una disposición intelectual. Esta disposiciónencuentra una expresión mucho más radical, realmente extraña,en la obra de algunos revolucionarios recientes, quienes, afirman-do que ellos representan la culminación de la nueva tradición dela epistemología naturalista, aseguran que los últimos estudios de

las ciencias de la cognición han demostrado que los planteamien-tos tradicionales de la epistemología son totalmente erróneos. De-teniéndome brevemente para desenmarañar estos argumentos delos naturalistas cientificistas revolucionarios separándolos de suretórica, yo sostengo (capítulo 8) que ni los trabajos de la psicolo-gía cognoscitiva y de la inteligencia artificial a los que aludeStich, ni los estudios de la neurofisiología conexionista a los queapelan los Churchland, sugieren, como afirman ellos, que la genteno tiene creencias. No es la ciencia, sino las preconcepciones dela filosofía de la mente, de las que depende la tesis de la no creen-cia; y esas preconcepciones (la insistencia de Paul Churchland enque los estados intencionales son reales sólo si «se pueden reducirfácilmente» a estados físicos, y la insistencia de Stich en que sonreales sólo si son «deseables por sí mismos») son, en mi opinión,falsas. Después de aprovechar la oportunidad de explicar mi hipó-tesis de creencia basada en la mediación del signo y de demostrarsu consonancia con una concepción de los seres humanos comoorganismos físicos en un entorno físico, completo el razonamien-to contra el cientificismo revolucionario demostrando que la posi-ción de Stich y de Churchland no sólo está erróneamente motiva-da, sino que es contraproducente.

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INTRODUCCIÓN 19

Sin embargo, la tarea de defender la legitimidad de la episte-mología no está aún completa. Desde la época de la obra Philo- sophy and the Mirror o f Nature, Rorty ha sostenido que los pro-

yectos epistemológicos tradicionales están mal concebidos y quesimplemente deberían abandonarse; y ahora Stich ha cambiado sudevoción hacia el naturalismo cientista revolucionario por un pragmatismo vulgar. La intención del capítulo 9 es demostrar queninguno de los dos tiene argumentos válidos contra la epistemolo-gía; y que, puesto que la filosofía «edificante» de Rorty encubreun cinismo que destruiría no sólo la epistemología, sino toda for-ma de investigación, mientras que la epistemología postanalítica

liberada de Stich al final consiste en una búsqueda de técnicasmás eficaces de autoengaño, la pobreza de las utopías postepiste-mológicas de estos revolucionarios indica precisamente lo indis-

 pensable que es en realidad la epistemología. La crítica de Rortyofrece una oportunidad de análisis crítico del contextualismo, re-lativismo, tribalismo y convencionalismo en la epistemología, ytambién permite una clasificación de concepciones de la verdad(irrealista, pragmatista, mínimamente realista, tuertamente realis-

ta y trascendentalista). La crítica de Stich proporciona la oportuni-dad de investigar las conexiones internas entre los conceptos decreencia, justificación, investigación y verdad, así como de expli-car por qué es valiosa la verdad. Finalmente se argumenta explíci-tamente el desafío implícito en mi referencia a estos escritorescuando les llamo «pragmatistas vulgares», a saber, que no estaría

 justificada su pretensión de ser descendientes filosóficos del prag-matismo clásico.

Los intentos de los pragmatistas vulgares de destruir el pro-yecto de ratificación fracasan; tiene sentido (con el debido respetoa Rorty) preguntar si estos o aquellos criterios de justificación sonindicativos de la verdad, y es indicativo de la verdad (con el debi-do respeto a Stich) preguntar qué necesitan ser los criterios de jus-tificación para que sean válidos. Lo que me queda por hacer, portanto, es ofrecer toda la tranquilidad que pueda de que los crite-rios fundherentistas sí son  indicativos de la verdad (capítulo 10).De manera preliminar, distingo mi iniciativa, que se centra en cri-

terios de evidencia o justificación, del intento de marcar unas pautas de conducta de investigación; y afirmo que, mientras queun tipo de pluralismo bien pudiera ser plausible con respecto alsegundo, la tesis que está de moda según la cual diferentes cultu

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ras o comunidades tienen patrones de evidencia muy distintos es,como mínimo, una exageración, y posiblemente del todo falsa.Kilo concuerda con el hecho de que mi ratificación de los criteriosfundherentistas dependa parcialmente de presupuestos empíricossobre las capacidades cognoscitivas de los seres humanos, es de-cir, de todos los seres humanos normales. Éste es el componente a  posteriari de mi argumento ratificatorio, la parte que se centra enla hipótesis fundherentista de la evidencia basada en la experien-cia. Sin embargo, la otra parte, la que se centra en la caracteriza-ción fundherentista del apoyo evidencial, será, más bien, de carác-ter lógico y deductivo.

El intento de Descartes de probar que aquello que se percibede una manera clara y bien diferenciada es verdad, es un intentoratificatorio clásico. Yo no aspiro a tanto, sino que trato sólo deexplicar las razones que me llevan a pensar que, si es posible paranosotros cualquier indicación de la verdad, la satisfacción de loscriterios fundherentistas es una indicación de la veracidad de unacreencia. Si estoy en lo cierto, esta tarea más modesta puede lo-grarse sin sacrificar el realismo con respecto a la verdad, y sin caer

en un circulo vicioso.En general, espero, no hay necesidad de dar una explicación so-

 bre mi elección de los temas. Hay, sin embargo, unos cuantos asun-tos que he dejado descuidados y debo explicar por qué. Estosasuntos son: la cuestión del análisis del conocimiento, la relacióndel conocimiento con la creencia verdadera justificada, y la reso-lución de las «paradojas de Gettier». Estos problemas relaciona-dos entre sí no serán apenas tratados, ni se les adjudicará la posi-

ción primordial de la que disfrutan en algunas obras contemporá-neas. En parte, ello se debe a que yo tengo relativamente poco quedecir sobre ellos; y en parte, también, a que lo poco que tengo quedecir es, en cierto modo, negativo: yo presumo que las «parado-

 jas» del tipo de la de Gettier surgen debido a una unión indebidaentre el concepto de conocimiento, el cual, aunque vago y cam- biante, es ciertamente categórico, y el concepto de justificación,el cual es básicamente gradual. Si esto es así, no puede llevarse a

cabo un análisis del conocimiento satisfactorio desde el punto devista intuitivo, ni puede trazarse una línea separatoria clara entrelos casos en los que un sujeto sabe y los casos en los que no sabe;ni puede haber un punto de equilibrio ideal que impida que tenga-mos un conocimiento fortuito sin evitar que tengamos un conocí

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miento total. Y para mí, en cualquier caso, la pregunta «¿qué seconsidera como mejor o peor evidencia para creer algo?» parecemás profunda y más importante que la pregunta «suponiendo que

lo que uno cree sea verdad, ¿hasta qué punto tiene que ser válidala evidencia que tiene uno antes de que éste la considere conoci-miento? ’. (Sospecho, en realidad, que parte de la explicación de laactual desilusión con respecto a la epistemología es simplementeun aburrimiento con respecto al problema de Gettier.)

He centrado el libro en cuestiones epistemológicas importan-tes e interesantes (o en las que yo considero como tales). He adop-tado una estructura en consonancia con el modelo de prueba basa-

da en la evidencia sugerido por la analogía del crucigrama, la cuales un tema recurrente. Me hubiese gustado también haber escritoesta obra en un tono apropiado para el talante marcadamente fali-

 ble de mi posición; pero el hacerlo hubiera ido tan en contra de lasconvenciones de los escritos filosóficos contemporáneos, que hu-

 biese corrido el riesgo de hablar demasiado tímidamente como para ser escuchada. Por ello algunas veces parece que tengo másconfianza en mí misma de la que en realidad siento.

Un aspecto de mi presentación irritará inevitablemente a algu-nos lectores, y quizás alejará del todo a otros. Pero no pido discul- pas por mi lealtad a la Escuela Tipográfica Neologista de Filoso-fía. Debido a que muchas de las dicotomías conocidas y categorizaciones de este campo han impedido el progreso, me he vistoobligada a idear una nueva maraña de distinciones y clasificacio-nes con las que trabajar; y mis neologismos e innovaciones tipo-gráficas son la mejor manera que he podido encontrar de mante-

ner estas distinciones y clasificaciones no estandarizadas ante lamente del lector y la mía propia. Siento haber sacrificado la ele1

1 El punto de partida de este conjunto de temas es Ge ttier en «Is JustifiedTrue Belief Knowledge?», aunque el tema principal lo adelantó Russell en«Knowledge, Error and Probable Opinión»; Shope, en The Analysis ofKnowing, hace un estudio exhaustivo de cómo está la situación en 1983. Mi actitud ante es-tos temas tiene algo en co m ún con una idea expresada por Ayer, antes de la publi-

cación del artículo de Gettier, en The Problem o f Knowledge, p. 34: «El problema principal es establecer y evaluar las bases sobre las cuale s [ ...] se hacen deman-das al conocimiento [...]. Tiene relativamente poca importancia la cuestión dequé títulos se ponen», y algo en com ún con la conclusión, aunque menos con losargumentos, que se encuentran en la obra de Kirkham, «¿Does the Gettier Pro-

 blem Rest o n a Mistake?».

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INTRODUCCIÓN 23

gía está mal concebida no lo considerarán lo bastante radical. Yquienes sean más naturalistas o más cientificistas que yo pensaránque hace poca referencia a las ciencias de la cognición, mientras

que aquellos que sean menos naturalistas que yo opinarán que ha-ce demasiada.Pero espero que habrá algunos que estén de acuerdo conmigo

en que las preguntas de la epistemología son preguntas válidas ydifíciles que no han sido respondidas satisfactoriamente por lasteorías epistemológicas conocidas (fiindacionalismo, etc.) y queno pueden ser respondidas sólo por la ciencia; y que, por tanto,comprenderán mi concepción de lo que es necesario hacer. Y

aquellos que compartan mi respeto por la obra epistemológica delos pragmatistas clásicos, especialmente de Peirce (del cual no só-lo adquirí mi inclinación por los neologismos, sino que tambiénaprendí mucho de la esencia epistemológica), y también de Jamesy, en menor medida, de Dewy (que me prestó «Towards Reconstruction...»)3considerarán apropiadas algunas de mis respuestasy, espero, compartirán mi rechazo a la caricatura vulgar del prag-matismo que está ahora de moda.

En el mejor de los casos, claro está, tengo la esperanza de ha- ber solucionado algunos de tos problemas epistemológicos. Perosoy consciente de que existen lagunas en mis argumentos, de quehay imprecisiones en mis categorías y distinciones, de que algu-nos asuntos se pasan de largo. Por ello, recordando una observa-ción de Peirce según la cual «al tomar al asalto la plaza fuerte dela verdad uno se monta sobre los hombros de otro que ha fracasa-do para la percepción ordinaria, pero que en realidad ha tenido

éxito en virtud de su fracaso»4, espero, al menos, haber avanzadoen el planteamiento de manera que sirva para ayudar a otros a so-lucionar esos problemas.

’ Dewey, Reconstruction in Philosophy.

* Peirce, Collected Papers, 7.51.

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r i

1. FUNDACIONALISMO FRENTE A COHERENTISMO:

UNA DICOTOMÍA RECHAZADA

Uno parece obligado a elegir entre la imagen de un

elefante que descansa sob re una tortuga (¿qué sostiene a

la tortuga?) y la imagen de u na gran serpiente del jcono

cimientó hegeliana con la cola dentro de la boca (¿cjóndecomienza?). Ningu na de las dos cosas me basta. ¡

\Se l l a r s , «Empiricism and the Philosophy o f Mind»

Hubo un tiempo —en realidad no hace mucho— en que no se ponía en duda la legitimidad de la epistemología; la importancia para la epistemología de conceptos tales como evidencia, razones,

garantía o justificación se daba por supuesta, y la cuestión de losméritos relativos de las teorías fimdacionalistas y coherentistas dela justificación se consideraba un asunto importante. Ahora, sinembargo, parece que reina el desencanto. Quienes están más de-sencantados insisten en que los problemas de la epistemología es-tán mal concebidos y que deberían abandonarse del todo, o bienque deberían sustituirse por cuestiones científiconaturales sobrela cognición humana. Los que se sienten en cierta manera desen-

cantados aunque siguen dispuestos a comprometerse con la epis-temología, desean que los conceptos de evidencia o justificacióndejen de ser el centro de atención y que ésta se desplace a otrosmás nuevos: la virtud epistémica, quizás o la información. Inclusoaquellos que todavía reconocen que los conceptos de evidencia y

 justificación son demasiado importantes como para ignorarlos, sesienten en su mayoría lo bastante desencantados como para deseardesviar la atención de los asuntos del fundacionalismo frente alcoherentismo para centrarla en otra dimensión más nueva: deon

Sellars, «Em piricism and the Philosophy o f Mind», p. 170,

[25]

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26 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

tologismo frente a consecuencialismo, quizás, o explicacionismofrente a fiabilismo. El ambiente está cargado de desencanto, hastael punto de que se han agotado las provisiones epistemológicas y

de que debemos buscar campos nuevos.Yo no estoy de acuerdo.Una explicación completa del desencanto que está actualmen-

te de moda sería sin duda bastante compleja, y requeriría la re-ferencia a factores externos a los argumentos filosóficos, y no só-lo a estos argumentos mismos. No considero que sea indebidamen-te escéptico especular que parte de la explicación de la necesidadde alejarse de asuntos epistemológicos conocidos hacia cuestio-nes que se puedan resolver mediante la psicología cognoscitiva ola neurofisiología o la inteligencia artificial, por ejemplo, se en-cuentra en el prestigio del que disfrutan ahora dichas disciplinas.Pero parte de la explicación, la parte que a mí me concierne aquí,yace en una convicción muy generalizada de que los asuntos epis-temológicos conocidos han resultado ser irremediablemente re-calcitrantes y, más en concreto, de que ni el fundacionalismo ni el

coherentismo son suficientes.Yo estoy de acuerdo en que ni el fundacionalismo ni el cohe-rentismo son suficientes. Sin embargo, resulta obvio que de ellono se sigue ninguna conclusión radical sobre la autenticidad delconcepto de justificación, y mucho menos sobre la legitimidad dela epistemología, a menos qüe el fundacionalismo y el coherentis-mo agoten todas las opciones. Pero, como más tarde explicaré, es-to no es así; y, como aclararé también, existe una teoría interme-

dia que puede superar las dificultades presentadas por estos cono-cidos rivales.

Por tanto, mis primeros pasos «hacia la reconstrucción en epis-temología» se encaminarán hacia los antiguos y conocidos debatesentre el fundacionalismo y el coherentismo como punto de partida.

Para evitar falsas especulaciones, debo decir ahora mismo queno puedo ofrecer ni una arremetida en picado ni una eliminacióncompleta. Lo primero requeriría caracterizaciones muy precisasdel fundacionalismo y del coherentismo y argumentos aplastantesy arrolladores contra ambos rivales, cosas que no estoy en posiciónde ofrecer. Lo segundo requeriría un examen exhaustivo de todaslas variantes del fundacionalismo y del coherentismo, lo cual estátambién fuera de mi alcance (y de la tolerancia del lector). Lo queyo ofrezco es un compromiso, una mezcolanza de las dos estrate1

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FUNCIONALISMO FRENTE A COHERENTISMO 29

este intento. El problema principal es que existe una gran variedady una considerable vaguedad en el uso de los términos «fundacionalismo» y «coherentismo» en literatura. Para protegerme a mí

misma, dentro de lo posible, de la acusación de que mi caracteri-zación apoya mi tesis de que el fundacionalismo y el coherentis-mo no agotan todas las opciones simplemente como una cuestiónde estipulación verbal, sólo puedo hacer lo posible por asegurar-me de que mis caracterizaciones estén de acuerdo con otros inten-tos de ir más allá de las definiciones bastante casuales que algu-nas veces se plantean, y de que éstas concedan la categoría defundacionalistas a aquellas teorías que son generalmente y sin

ninguna duda clasificadas como fundacionalistas, y como coherentistas a aquellas teorías que son generalmente y sin ningunaduda clasificadas como coherentistas2.

Una complicación menos importante es que los términos «fundacionalismo» y «coherentismo» tienen otros usos además de suempleo en el contexto de las teorías de la justificación. Algunasveces se utilizan para hacer referencia a teorías del conocimientomás que de la justificación específicamente, pero esto no es un

 problema importante para el presente proyecto. Tampoco lo esel hecho de que «coherentismo» tenga un uso distinto como tér-mino para cierto estilo de teoría de la verdad. Potencialmente, laambigüedad más confusa es que, además de referirse a cierto esti-lo de teoría de la justificación, y a un estilo correspondiente de teo-ría del conocimiento, el «fundacionalismo» tiene también dosusos metaepistemológicos: para referirse a la idea de que las pau-tas epistémicas tienen una base o fundamento objetivo; y para re-

ferirse a la idea de que la epistemología es una disciplina a priori cuya meta es legitimar o fundamentar nuestro supuesto conoci-miento empírico3. Más tarde (capítulo 9), será necesario, introdu-cir variantes tipográficas (« F u n d a c i o n a l i s m o » , « fundacionalismo») para señalar estos otros usos.

2 Véanse, por ejemplo, Com man, «Foundational versus NonfoundationalTheories o f Empirical Justification»; A. H. Goldman,  Empirical Knowledge, capí-

tulo 7; Lehrer, Knowledge, capítulos 48; Pollock, «A Plethora of Epistemological

Theories» y Contemporary Theories o f Knowledge, capítulos 2 y 3.

3 Cfr. Alston, «Two Types o f Foundationalism» y «LevelConfusions in Epis

temology».

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30 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Pero aquí y a lo largo de todo el libro, el «fundacionalismo» sereferirá a las teorías de la justificación que requieren una distin-ción, dentro de las creencias justificadas, entre las que son básicas

y las que son derivadas, y a una concepción de justificación comounidireccional, es decir, que requiere creencias básicas para apo-yar a las derivadas, y nunca al contrario. Esto, aunque muy ele-mental, es suficiente para captar algo de la fuerza metafórica deltérmino «fundacionalismo»; las creencias básicas constituyen elfundamento sobre el cual descansa toda la estructura superior dela creencia justificada. Debo decir que una teoría se califica comofundacionalista si se suscribe a estas tesis:

(FDl) Algunas creencias justificadas son básicas; una creencia bási-ca está justificada independientemente del apoyo de cualquier otracreencia;

 y

(FD2) Todas las demás creencias justificadas son derivadas; una creen-cia derivada está justificada a través del apoyo, directo o indirecto, de

una o varias creencias básicas.

(FDl) tiene por objeto representar la mínima pretensión sobrelos requisitos necesarios para que una creencia sea calificada co-mo básica. Es una demanda relativa a cómo se justifican las creencias básicas (y cómo no se justifican).  Muchos fimdacionalistashan afirmado también que las creencias básicas son privilegiadasen otros aspectos: en que son ciertas, incorregibles, infalibles... es

decir, que es imposible que sean defendidas falsamente4. El «fun-dacionalismo infalibilista» se referirá a aquellas teorías que ponenesta condición adicional. (Mas las teorías que postulan creenciasciertas o infalibles, pero que no consideran que tales creencias seannecesarias para la justificación de todas las demás creencias, o norequieren que tales creencias sean justificadas independientemen-te del apoyo de otras creencias, no se calificarán como fundacionalistas.)

(FDl) admite muchas y diversas variaciones. Un tipo de varia-ción se refiere al carácter material de las creencias consideradas

4 Cfr. Alston, «Varieties o f Privileged Access» y «SelfWarrant: a NeglectedForm o f Privileged Access».

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FUNCIONALISMO FRENTE A COHERENTISMO 31

 básicas. Es fundamental hacer una distinción entre aquellas teoríasl'undamentalistas que consideran empíricas a las creencias bási-cas, y aquellas otras que las consideran no empíricas. Yo distingo

entre:

(FD1NE) Algunas creencias son básicas; una creencia básica está jus ti-

ficada independientemente del apoyo de cualquier otra creencia; las

creencias básicas tienen un carácter no empírico.

Los defensores de (FD1NE) generalmente piensan simplementeen verdades lógicas o matemáticas, a menudo consideradas como«autoevidentes», como básicas.

(FD 1E) Algunas c reencias son básicas; una c reencia bás ica está ju sti fi-

cada independientemente del apoyo de alguna otra creencia; las creen-

cias básicas tienen un carácter «empírico».

«Empírico», aquí, debe entenderse como un equivalente apro-ximado a «basado en hechos», no como algo necesariamente res-tringido a creencias sobre el mundo externo. De hecho, un estilo

de fundacionalismo empírico considera básicas las creencias so- bre los propios estados conscientes actuales del sujeto, otro estiloconsidera básicas las creencias simples sobre el mundo externo, yun tercero, permite ambas cosas.

Yo reduciré mi explicación, de aquí en adelante, al ñindacionalismo empírico, dejando a un lado al fundacionalismo no empí-rico (y a la posible variante que permite tanto la creencia básicaempírica como la no empírica).

Un tipo distinto de variación se opone a ésta. Se refiere a laexplicación dada a la afirmación de que una creencia básica está«justificada, pero no por el apoyo de ninguna otra creencia». Pa-rece que hay tres tipos de hipótesis muy diferentes: según la ver-sión experiencialista del fundacionalismo empírico, las creencias

 básicas están justificadas, no por el apoyo de otras creencias, sino por el apoyo de la experiencia del sujeto (sensorial y/o introspecti-va); según la versión extrínseca del fundacionalismo empírico, las

creencias básicas están justificadas debido a la existencia de unaconexión causal o semejante a la ley entre el hecho de que el suje-to tenga la creencia y el estado de las cuestiones que la hacen ver-dadera; y según la versión intrínseca o autojustificativa del fiindacionalismo empírico, las creencias básicas están justificadas debi

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32 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

do a su carácter intrínseco, y su contenido es la garantía de su jus-tificación. De este modo:

(F D 1Epxp) Algunas c reencias justificada s son básicas; un a creencia bá-sica está justificada, no por el apoyo de cualquier otra creencia, sino por la experiencia del sujeto

representa la primera de ellas, mientras que

(FD1eext) Algunas creencias justifica das son básicas; una creencia b á-sica está justificad a, no por el apoyo de alguna otra creencia, sino debi-do a una conexión causal o sem ejante a la ley entre la creencia del su-

 je to y el estado de las cuestiones que la hacen verdadera

representa la segunda, y:

(FD1eaj) Algunas creencias justificadas son básicas; una creen cia bási-ca está justificad a, no p or el apoyo de alguna o tra creencia, sino en vir-tud de su contenido, de su carácter intrínsecamente autojustificante

representa la tercera.El estilo autojustificante de la explicación de la justifica-

ción de las creencias básicas resulta también, naturalmente,atractivo para aquellos fundacionalistas no empíricos que expli-carían la justificación de las creencias lógicas básicas como re-sultado de su carácter o contenido intrínseco (o más probable-mente, de su falta de contenido). Pero esto no tiene por qué sertratado aquí.

El fundacionalismo empírico experiencialista puede limitarsea confiar en la experiencia introspectiva del sujeto, o puede limi-tarse a confiar en su experiencia sensorial, o bien puede permitirambas cosas; dependiendo de cuál permita, es probable que clasi-fique como básicas teorías referentes a los propios estados cons-cientes actuales del sujeto, o bien simples creencias perceptivas, oambas. El fundacionalismo extrínseco y el fundacionalismo auto

 justificatorio, asimismo, son contrarios a las subcategorías del

fundacionalismo empírico con respecto a los tipos de creenciasque aceptan como básicas.Debo explicar ahora cuál es la principal razón de que yo utili-

ce la expresión «fundacionalismo empírico» en lugar de «funda-cionalismo a posteriori». Una razón, por supuesto, es que «a pos-

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FUNCIONALISMO FRENTE A COHERENTISMO 33

tenori» frente a na priori» no se presta a abreviaturas adecuadas.I’cro ia razón esencial es que, a diferencia de la versión experien-cia lista, ni el fundacionalismo extrínseco ni el autojustificatorio

otorgan un papel justificatorio a la experiencia del sujeto. Estoconduce a otro punto importante: que mientras que el firndacionalismo experiencialista relaciona la justificación con la experienciadel sujeto, y el fundacionalismo extrínseco conecta la justifica-ción con los estados de las cuestiones del mundo, el fundaciona-lismo autojustificatorio convierte a la justificación en un asuntoúnicamente de creencias: su carácter intrínseco en lo que respectati la base, y sus relaciones de apoyo en lo que respecta a la estruc-

tura superior.(FD1E) admite también una variación con respecto a la fuerzade la afirmación referente a la justificación de las creencias bási-cas. La versión más poderosa afirma que las creencias básicas es-tán. simplemente justificadas, independientemente del apoyo dealguna otra creencia; las versiones más débiles, sostienen que es-tán justificadas prima facie   pero de un modo revocable, o hastacierto punto pero no totalmente, con independencia de alguna otra

creencia. Como pudiera parecer, las versiones más débiles quizárequieran, aunque no lo necesiten, un conocimiento de los gradosde justificación. Yo distingo entre:

(FD1f) Algunas creencias justificadas son básicas; una creencia básica

está jus tificad a (de un modo decisivo, concluyente y total) indepen-

dientemente del apoyo de alguna otra creencia

y:

(FD1d) Algunas creencias jus tificad as so n básicas; una creencia bá si-

ca está justificada  prim a facie   pero es revocable/hasta cierto punto

aunque no completamente, con independencia del apoyo de algunaotra creencia.

«El fundacionalismo fuerte» se referirá al primer estilo, y los«fundacionalismos» débiles al segundo.

(FD2) admite también variaciones. Según la versión pura, las

creencias derivadas están siempre enteramente  justificadas gra-cias al apoyo de creencias básicas; según la versión impura, lascreencias derivadas están siempre justificadas al menos en parte gracias al apoyo de creencias básicas, pero se admite la posibili

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34 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

dad de que puedan obtener parte de su justificación gracias alapoyo mutuo entre ellas mismas. Yo distingo entre:

(FD2P) Todas las dem ás creencias justificadas son derivadas; una cre-encia derivada está enteramente justificada a través del apoyo, directoo indirecto, de una o varias creencias básicas

 y :

(FD2P) Todas las demás creencias jus tificadas son derivadas; una creen-cia derivada está justificad a al menos en parte a través del apoyo, direc-to o indirecto, de una o varias creencias básicas.

El «fundacionalismo puro» se referirá a la primera variante, yel «fundacionalismo impuro» a la segunda.

Como variante del fimdacionalismo débil, el fundacionalismoimpuro se dedica, al menos implícitamente, a reconocer los gra-dos de justificación.

Las distinciones que hemos hecho hasta ahora permiten unagran variedad de cambios. Por ejemplo, la pareja de distinciones

fuerte/débil, puro/impuro nos da la siguiente clasificación cuá-druple: fundacionalismo fuerte y puro; fundacionalismo débil y puro; fundacionalismo fuerte e impuro y, por último, fundaciona-lismo débil e impuro.

Las tesis características de las teorías coherentistas de la justi-ficación defienden que esta última es exclusivamente una cues-tión de relaciones entre creencias, y que es la coherencia de lascreencias dentro de un conjunto lo que justifica las creencias indi-

viduales. Yo diré que una teoría se califica de coherentista si sesuscribe a la siguiente tesis:

(CH) U na creencia está justificada si pertenece a un conjunto coheren-

te de creencias.

Como es natural, existe la posibilidad de variaciones en lo querespecta a qué conjunto de creencias es considerado importante, yen cuanto al contenido exacto de los requisitos necesarios paraque ese conjunto sea coherente. Por lo general se admite que esnecesario un acuerdo; la mayoría requiere también amplitud; unaexplicación más reciente que está de moda es la «coherencia ex plicatoria». Pero la distinción más importante en lo que ahora nos

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ocupa se encuentra entre las formas igualitarias e intransigentestic coherentismo, las cuales insisten en que todas las creencias deim conjunto coherente corren parejas con respecto a su justifica-

ción, y las formas igualitarias moderadas que no opinan lo mis-mo. La versión intransigente rechaza toda posibilidad de quecualquier creencia pueda tener un status  inicial distinguido, inde- pendientemente de sus relaciones con otras creencias, y de quecualquier creencia pueda estar más íntimamente encajada en unconjunto de creencias que otros miembros del conjunto. La ver-sión moderada presenta dos estilos. Uno es el resultado de permi-tir la primera posibilidad, según la cual algunas creencias pueden

tener un status distinguido inicialmente, con independencia de susrelaciones con otras creencias, de modo que las relaciones de apo-yo mutuo deben ser valoradas, y las interconexiones con creenciasdistinguidas inicialmente cuenten más que otras interconexiones,lil otro estilo de coherentismo moderado es el resultado de permi-tir la segunda posibilidad, según la cual, aunque ninguna creenciacuente con una distinción inicial, algunas pueden estar más afian-zadas en un conjunto coherente de creencias que otras. En conse-

cuencia, yo caracterizo el «coherentismo intransigente» de la si-guiente manera:

(CH 1) Una creencia está justific ada si pertenece a un conjunto coheren-

te de creencias, y ninguna creencia tiene un status  epistémico distin-

guido ni un lugar distinguido dentro de un conjunto coherente.

El «coherentismo moderado» se referirá a cualquier teoría que

icepte la primera parte de (CH1) y niegue la segunda. El coherentlsmo moderado valorado dirá lo siguiente:

(CHMV) Una creencia está jus tific ad a si pertenece a un con junto coh e-

rente de creencias, algunas de las cuales tienen un status inicial distin-

guido, de modo que la justificación dependa de un apoyo mutuo valo-rado;

y el «coherentismo moderado con gradodeafianzamiento»HCreferirá a:

(CH mg) Una creencia está justif icad a si pertenece a un conjun to co he-

rente de creencias, algunas de las cuales se distinguen por estar más

firmem ente afianzadas en un conjunto coherente que otras.

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36 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

El coherentismo moderado, a diferencia del intransigente, su-giere un reconocimiento implícito de la posibilidad de los gradosde justificación.

Con las diversas depuraciones, requisitos y modificacionesmencionadas, las teorías rivales se han acercado en cierta medida.El coherentismo valorado y el fundacionalismo autojustificatoriodébil —especialmente el fiindacionalismo autojustificatorio, débile impuro— se parecen bastante entre sí. El fundacionalismo auto-

 justificatorio hace que la justificación se derive de las relacionesentre creencias, al igual que hace el coherentismo en todas sus for-mas; el coherentismo valorado permite que algunas creencias ten-

gan una distinción epistémica que no dependa de sus relacionescon otras creencias, como hace el fundacionalismo en todas susformas. Pero las teorías siguen siendo distintas. El coherentismovalorado permite el apoyo mutuo omnipresente; incluso el funda-cionalismo autojustificatorio débil e impuro insiste en la unidireccionalidad, negando que una creencia básica pueda recibir una jus-tificación que proceda del apoyo de una creencia no básica.

De ahora en adelante, no será muy complicado exponer la te-sis principal de esta sección, a saber, que el fundacionalismo y elcoherentismo no agotan todas las posibilidades5. Sin embargo, esnecesario, a modo de examen preliminar, dejar bien claro que mitesis concierne al fundacionalismo y al coherentismo como teo-rías rivales de la justificación empírica. La idea de que, por ejem- plo, alguna forma de coherentismo pudiera ser correcta como ex- plicación de una justificación a priori, y alguna forma de funda-cionalismo de tipo empírico sea correcta como explicación de una

 justificación empírica, no es lo que nos preocupa en este momen-to. La cuestión es que el fundacionalismo y el coherentismo, con-siderados como teorías de justificación empírica, no agotan todaslas posibilidades; existe un espacio lógico entre ellos. En síntesis,el asunto es éste: el fundacionalismo requiere unidireccionalidad,y el coherentismo no; el coherentismo requiere que la justifica-ción sea exclusivamente una cuestión de relaciones entre creen

5 Mi tesis de que el fundacionalismo y el coherentismo no agotan todas lasopciones no es nueva (aunque la teoría intermedia que yo propongo sí lo es).Véanse, por ejemplo, Annis, «A Contextualist Theory of Epistemic Justificatión»; K omblith, «Beyond Foundationalism and the C oherence Theory»; Sosa,«The R aft and the Pyramid».

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FUNCIONALISMO FRENTE A COHERENTISMO 37

L'ins, y el fundacionaLismo no. (Las cuestiones no son perfecta-mente simétricas, puesto que el fundacionalismo sólo permite, pe-ni no requiere la entrada de la no creencia; pero esta asimetría no

nIcela al asunto.) Por tanto: una teoría que permita la entrada a lano creencia no puede ser coherentista; una teoría que no requieraimidircccionalidad no puede ser fiindacionalista. Una teoría comoIn que yo defiendo, que admite la importancia de la experiencia

 pitra ja justificación, pero no requiere ningún tipo de creencia pri-vilegiada justificada exclusivamente por la experiencia sin apoyotic otras creencias, no es ni fundacionalista ni coherentista, sinoalgo intermedio entre estos rivales tradicionales.

El fundherentismo puede caracterizarse de una forma aproxi-mada de la siguiente manera:

(FHl) La experiencia del sujeto es importante para la justificación de

sus creencias empíricas, pero no es necesario que exista una clase privi-

legiada de creencias empíricas justificadas exclusivamente por el apoyo

de la experiencia, independientemente del apoyo de otra creencias;

 y:

(FH2) L a justificación no es exclusivamente unidireccional, sino que

incluye relaciones om nipresentes de apoyo mutuo.

Esta es sólo una primera aproximación muy imprecisa; la tareade elaborar los detalles y de hacerla más precisa se abordará en elcapítulo 4. Pero incluso desde esta caracterización tan esquemáti-ca se verá que, puesto que la experiencia del sujeto va a tener cier-

to importancia, la explicación tendrá un carácter personal más queimpersonal, y que, como se considerará que las creencias están justificadas en parte por la experiencia y en parte por otras creen-cias, la explicación será gradual más que categórica; en resumen,el explicandum elegido será el siguiente: «Está más o menos justi-ficado que A crea p dependiendo de...»

El fundherentismo no es, por supuesto, la única «tercera alter-nativa» de la teoría de la justificación que puede sugerirse; el con

textualismo es una tercera posibilidad más conocida. El rasgo ca-racterístico de las teorías contextualistas es que éstas definen la jus-tificación en términos de conformidad con los criterios de algunascomunidades epistémicas. No es raro que algunas teorías contex-tualistas, una vez que sobrepasan esta tesis tan general, tengan una

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estructura unidireccional de dos niveles que recuerda al fundacionalismo, pero existe entre ellas una diferencia importante: un con-textualista puede postular creencias «básicas» según las cuales to-

das las creencias justificadas deben ser apoyadas, pero éstas seránelaboradas, no como creencias justificadas independientemente delapoyo de otras creencias, sino como creencias que, en la comunidadepistémica en cuestión, no tienen necesidad de justificación.

Algunas veces parece que el contextualismo no se plantea real-mente la misma cuestión que las teorías tradicionalmente rivales,sensación que en ocasiones se expresa en la idea de que los contex-tualistas se centran, no en la explicación de «A tiene una justifica-

ción para creer que p», sino en la explicación de «A puede justificarsu creencia de p (a los miembros de C)» o, diciéndolo más cruda-mente, parece que han confundido a las dos. La diagnosis de confu-sión de las explicando no carece de mérito, a mi modo de ver, y hayciertamente algo en el contextualismo que lo aparta no sólo del fündacionalismo y del coherentismo sino también del fundherentismo:enseguida conduce a la tesis de que las pautas epistémicas no sonobjetivas sino convencionales. Y esto significa que el contextualis-

mo es, de forma encubierta, antiepistemológico; destruiría la legiti-midad del proyecto de ratificación. Ésta es la primera clave de porqué se ha pensado —en mi opinión, por supuesto, equivocadamen-te— que, si ni el fundacionalismo ni el coherentismo son suficien-tes, todo el planteamiento epistemológico se ve amenazado, i

Que el contextualismo tenga consecuencias radicales no quie-re decir que esté equivocado. Yo pienso que sí   está equivocado,

 pero no daré una explicación más detallada hasta el capítulo 9. De

momento, dado que el propósito del presente capítulo es haceruna defensa prima facie  del fundherentismo, el aspecto que debosubrayar es que las dificultades que me propongo identificar en elfundacionalismo y en el coherentismo son de tal naturaleza queseñalan hacia el fimdherentismo y no hacia el contextualismo co-mo vía más prometedora para una adecuada resolución.II

II Nuestro objetivo, pues, es hacer una defensa prima facie   del

fundherentismo. La estrategia será examinar las teorías más signi-ficativas del debate entre el fundacionalismo y coherentismo con

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ol propósito de mostrar cómo éstas empujan hacia la zona inter-media del fimdherentismo.

La mayoría de las teorías a considerar, aunque no todas, son

 bastante conocidas; pero tendré que llevar a cabo cierta recons-trucción racional para hacer ver los aspectos más poderosos de es-tas conocidas teorías. A pesar de ello, sólo puedo tratar de haceruna defensa prima facie, porque las teorías que se van a analizarson, incluso en sus versiones reconstruidas racionalmente, rara-mente irrefutables; y sería injusto ocultar el hecho de que algunasveces es cuestión de juicio el decidir si una dificultad, afrontada

 por un estilo de teoría considerada insuperable por los defensores

de otro estilo de teoría, debe considerarse un obstáculo decisivo o bien un obstáculo desafiante, pero superable.Mi metateoría comienza con una consideración de la teoría 

del retroceso infinito,  la cual parece haber demostrado a menudoque debe aceptarse alguna forma de fundacionalismo. La teoríadice más o menos lo siguiente: es imposible que una creencia de- ba ser justificada con el apoyo de otra creencia, que otra creenciatenga que ser justificada por otra creencia, etc., pues a menos que

este retroceso de razones de una creencia llegue a un final, la pri-mera creencia no estaría justificada; por consiguiente, debe haber,como afirma el fundacionalismo, creencias básicas que están jus-tificadas con independencia del apoyo de otras creencias, y quesirven como justificación final de todas las demás creencias justi-ficadas. Dicho de otro modo, debe haber creencias básicas en elsentido fiindacionalista, porque no puede haber un retroceso infi-nito de razones. Supongamos que esté admitido que una personano pueda tener una justificación para creer algo si la cadena de ra-zones de esa creencia nunca llegase a un final. El planteamientosigue sin ser concluyente tal y como está planteado, pues requierela suposición de que las razones de una creencia forman una cade-na la cual o bien termina con una creencia básica, o bien no termi-na; y obviamente, estas no son las únicas opciones. Quizá la cade-na de razones llegue a un final con una creencia que no está justi-ficada; quizá la cadena termine con la misma creencia con la queempieza, siendo la creencia inicial apoyada por otras creenciasque, a su vez, apoyan...

Por supuesto, el fiindacionalista no consideraría estas opcio-nes más aceptables que el retroceso infinito. Por ello puede elabo-rarse una versión más sólida de esta teoría; a la cual, sin embargo,

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ya no parece apropiado llamar «teoría del retroceso infinito», puesto que un retroceso infinito es sólo una de las diferentes posi- bilidades que considera inaceptables. A esta teoría reconstruida la

denominaremos teoría de las alternativas no tolerables. Sería delsiguiente modo:

Supongamos que A cree que p. ¿Tiene A una justificación para creerque p? Bien, supongamos que cree que p basándose en su creencia deque q. Entonces no tiene una justificación para creer que p a menos quetenga una justificac ión para creer que q.

Supongamos que cree que q basándose en su creencia de que r. En-tonces no tiene una justificac ión pa ra creer que q, y por ende no tieneuna justificació n para creer que p a menos que tenga una justificación

 para creer que r.Supongam os que cree que r basándose en su creencia de que s. En-

tonces no tiene una justificación para creer que r, y por tanto no tieneuna justificació n para creer que q, y en consecuencia no tiene una jus-tificación para creer que p, a menos q u e...

Ahora, o bien I) esta serie continúa interminablemente; o bien 2)termina con u na creencia no justificada ; o bien 3) da vueltas en formacircular; o bien 4) llega al final con una creencia que está justificada,

 pero no por el apoyo de ninguna otra creencia.En el caso 1,°, si la cadena de razones no tiene fin, A no tiene una

 justi ficació n para creer que p.En el caso 2.°, si la cadena de razones termina con una creencia que

no está justificada, A no tiene una justificac ión para creer que p.En el caso 3.°, si la cadena gira en forma de círculo, de modo que la

creencia de p dependa de la creencia de q, que la creencia de q depen-da de la creencia de r . .. y la creencia de z dependa de la creencia de p,A no tiene una justificación para creer que p.

En el caso 4.°, sin embargo, si la cadena termina con una creenciaque está justificada, pero no por el apoyo de otras creencias, A tieneuna justificación para creer que p.

En consecuencia, puesto que el caso 4.° es precisamente lo que afi r-ma el fundacionalismo, sólo si el fundacionalismo es verdadero tendrácualquier persona justificación para una creencia. (El fundacionalismoes la única alternativa tolerable; la única no escéptica.)

Esta teoría sigue sin ser concluyente, aunque quizá ya no deuna manera tan obvia. Admito, una vez más, que una persona notendría una justificación para creer algo si la cadena de razones deesa creencia no llegara a un fin; admito también que no tendría

 justificación para creer algo si la cadena de razones de esa creen-cia llegara a un fin con una creencia no justificada. Incluso admi-to que si la cadena de creencias girase en forma de círculo, de mo

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ilo que las demás creencias apoyaran a la creencia inicial siendoellas mismas también finalmente apoyadas por esa misma creen-cia, la persona en cuestión no tendría una justificación para la

creencia inicial. Lo que yo niego es que tenga que haber una ca-dena de razones.Una clave importante para entender lo que ha fallado es la si-

guiente: los fundacionalistas sugieren que «girar en forma de círcu-lo» es la imagen de justificación que debe ofrecer un coherentista, yque esto resulta obviamente insatisfactorio. Los coherentistas estándispuestos a responder argumentando —aunque realmente ellos in-sisten en la omnipresencia de las relaciones de apoyo mutuo entrecreencias— que existe toda la diferencia del mundo entre apoyo

mutuo legítimo y un círculo vicioso de razones. Y en esto, creo yo,los coherentistas tienen razón, aunque pocas veces o ninguna con-siguen especificar lo que significa «toda la diferencia del mundo».

Volviendo a repetir, existe una falsa suposición integrada en lateoría de las alternativas no tolerables, pero integrada hasta el extre-mo de que resulta casi invisible: que las razones de una creencia de-

 ben formar una cadena, es decir, una serie, de modo que la creenciade p esté apoyada por la creencia de q, y ésta apoyada por la creen-

cia de r, etc. Si las razones de una creencia tienen que formar unacudena, una serie, entonces el apoyo mutuo ciertamente tiene queformar un círculo, como en la figura 1.1; y es realmente imposibleaceptar que este tipo de círculo de razones pueda ser justificador.

Fi g u r a   1.1

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Pero la analogía de la cadena es errónea incluso desde el pro- pio enfoque fundacionalista. La imagen apropiada para la estruc-tura que conciben los fiindacionalistas no sería una cadena, sino

una pirámide o un árbol invertido, de la siguiente manera: Lacreencia de p se basa en las creencias q, r y s; la creencia de q se basa en las creencias t y u; la creencia de r se basa en la creenciade v, etc.6, como en la figura 1.2; Y no está claro desde un puntode vista intuitivo por qué no pudiera ser que A tenga una justifi-cación para creer que p incluso si parte de la justificación de A

 para creer que p es la creencia de z, y parte de la justificación deA para creer que z es la creencia de p, como indica la figura 1.3.

Parece plausible el suponer que el grado de justificación de A pa-ra tener una creencia depende (por lo menos) de lo mucho quesus razones apoyen a esa creencia, y de lo justificado que esté,independientemente de la creencia, el que crea esas razones. Sies así, puede tener una justificación, no por completo sino hastacualquier grado que se desee excepto ese, en presencia de talescircuitos de justificación.

F ig u r a   1.2

6 Cfr. Sosa, «The Raft and the Pyramid».

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Fi g u r a   1.3

De hecho, la forma impura de fundacionalismo admite la posi- bilidad de que existan tales circuitos de razones; aunque, según elfundacionalismo impuro, toda justificación se fúndamenta al me-nos en parte en el apoyo de las creencias básicas, el apoyo mutuoentre creencias derivadas puede contribuir a su justificación. Por

tanto, incluso algunos fúndacionalistas admiten —al igual quesostienen los coherentistas y los fúndherentistas— que puede ha-

 ber apoyo mutuo legítimo, y que la interpenetración de creenciasno supone necesariamente una circularidad viciosa.

Otras teorías fúndacionalistas contra el coherentismo son, ami parecer, más demoledoras. Yo analizo en primer lugar la teo-ría de que la firmeza (que según los coherentistas es una condi-ción necesaria para la coherencia) es un requisito para la justifi-

cación demasiado severo. El aspecto principal de esta objeción —a la que yo llamaré la objeción del demasiado pedir  — es bas-tante simple. El coherentismo parece suponer que un sujeto quetiene creencias poco firmes y en consecuencia un conjunto deciencias incoherentes, no tiene justificación para ninguna de sus

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consideradas concluyentes. Por supuesto, los fundacionalistas notienen que decir que si las razones que tiene una persona para creer¡ligo son poco firmes, y por tanto concluyentes, esa persona tiene

lina justificación para esa creencia; todo lo contrario, cabría espe-rto que dijesen que el sujeto no tiene justificación para esa creen-cia, puesto que no la tiene para creer las razones de esa creencia.Aun así, la idea de que las razones que carecen de firmeza son eo ipso concluyentes seguramente va en contra de la intuición, y de- bería evitarse dentro de lo posible.

Pero volvamos al tema principal que nos ocupa, que ahora secentra en las objeciones al coherentismo; incluso si fuese posi- ble una forma restringida de coherentismo que operase en térmi-

nos de grupos de creencias mutuamente relevantes, quedaríantodavía otras objeciones fundacionalistas. La objeción del de-masiado pedir sostiene que la firmeza es un requisito demasiadosevero para la justificación; la siguiente objeción que me dis-

 pongo a considerar, a la que llamaré la objeción del cuento de hadas firme,  sostiene que es demasiado débil. El coherentismono puede ser correcto, según esta teoría, porque la firmeza de unconjunto de creencias es claramente insuficiente para garantizar

la verdad o para ser una indicación de ella. Podría pensarse queesto es injusto, puesto que los coherentistas generalmente exi-gen algo más que la simple firmeza de un conjunto de creenciascoherentes. Pero, pensándolo un poco, está claro que el añadirun requisito de amplitud no mejora las cosas, y que, en cualquiercuso, el hecho de que un conjunto de creencias sea firme y nu-meroso no es más garantía o indicación de su veracidad que elhecho de que sea, simplemente, firme. Una vez más, sin embar-go, al igual que sucedía con la acusación de que la concepción

ilc apoyo mutuo de los coherentistas es una cuestión de «girar enI orina de círculo», éstos probablemente contestarían que lo queellos realmente se proponen no es tan simple; quizás insistiríancu que la «amplitud» no significa «numeroso», sino «que cubreuna importante variedad de temas», o quizás afirmarían que lacoherencia explicatoria, de todos modos, es una concepción más Nofisticada que no se derrumba ante una simple objeción de estamanera. El objetor fundacionalista, por otro lado, probablemen

ir se mostrará escéptico en cuanto a que la elaboración del con-cepto de coherencia solucione el problema. ¿Nos encontramos,entonces, en un punto muerto?

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Yo creo que no; pues lo que puede haber tras la convicción delos fundacionalistas de que nada parecido a la coherencia, pormuy sofisticada que sea la elaboración de este concepto, puede

garantizar la necesaria conexión entre la justificación y la verdad probable, es un argumento más avanzado, y esta vez, a mi parecer, bastante persuasivo. El problema fundamental del coherentismo,según esta teoría, yace precisamente en el hecho de que éste tratade que la justificación dependa exclusivamente de las relacionesentre creencias. Este punto lo expresa vagamente, pero de formamuy intensa C. I. Lewis cuando protesta diciendo que la afirma-ción de los coherentistas, según la cual las creencias empíricas

 pueden justificarse solamente con las relaciones de apoyo mutuo,es tan absurda como sugerir que dos marineros borrachos puedenapoyarse el uno al otro espalda con espalda, ¡cuando ninguno delos dos se tiene en pie!

Para conferir la mayor fuerza posible a esta objeción al cohe-rentismo, lo mejor es (aunque yo la seguiré llamando teoría de los marineros borrachos) exponerla literalmente. La objeción funda-mental es esta: dado que el coherentismo no permite la aportación

de la no creencia —no otorga ningún papel a la experiencia o almundo—, no puede ser satisfactorio; a menos que se reconozcaque la justificación de una creencia empírica requiere tal aporta-ción, no podría suponerse que la justificación de una creencia

 pueda ser una indicación de su veracidad, de su correcta represen-tación de cómo es el mundo.

En último término, creo yo, esta teoría es realmente fatal parael coherentismo. Una teoría basada exclusivamente en las relacio-

nes entre las creencias de un sujeto se enfrenta a una dificultad in-superable relativa a la conexión entre los conceptos de justifica-ción y verdad. ¿Cómo podría ser una garantía o indicación de laverdad el hecho de que un conjunto de creencias sea coherente,sea cual sea el grado o el sentido sofisticado de la palabra «cohe-rente»?

Pues bien, los coherentistas, por supuesto, creen que sí podría. Al menos a primera vista, su estrategia más prometedora es, aun-que reconocen que la objeción puede ser fatal para un coherentis-mo intransigente, el afirmar que una forma valorada y moderada puede evitarlo. Pues la distinción inicial acordada por este estilode coherentismo en cuanto a una subclase de creencias, y la valo-ración de las relaciones de apoyo mutuo, tienen el propósito preci

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sámente de hacer plausible que la justificación es indicativa de laverdad. Pero la apariencia de que esta respuesta resuelve el pro- blema parece ser una mera  apariencia. Los objetores se darán

cuenta de que el coherentismo valorado se propone distinguir en-tre los mismos tipos de creencias que el fundacionalismo conside-ra básicas, y no dejará de plantear estas preguntas: ¿de dónde ocómo obtienen su distinción epistémica las creencias distinguidasinicialmente? Si los coherentistas no ofrecen una respuesta, seránvulnerables a la objeción de que sus distinciones iniciales entrecreencias, y su valoración de las relaciones de apoyo, son arbitra-rios; pero si responden, de modo suficientemente plausible, que

ellos distinguen entre creencias perceptivas simples, digamos, de- bido a su cercanía a la experiencia del sujeto, entonces, mientrasque responden a la objeción de que no se ha permitido ningún lu-gar para la aportación procedente del mundo, es inevitable la ob-

 jeción de que ellos han sacrificado ocultamente el carácter coherentista de su teoría. De hecho, el «coherentismo» moderado valo-rado, cuando se combina con este tipo de análisis a sus valoracionesepistémicas iniciales, comienza a no distinguirse apenas del fiind

herentismo.Por supuesto, incluso si esto es suficiente para desacreditar larespuesta coherentista valorada a la teoría de los marineros borra-chos, no lo es para demostrar que no hay una respuesta plausibleque esté al alcance de los coherentistas. Espero que las teorías delcapítulo 3, contra las defensas ofrecidas por BonJour y Davidson,vayan encaminadas a compensar esta deficiencia. Pero, de mo-mento, quiero señalar que si la teoría de los marineros borrachos

es un buen argumento contra el coherentismo, tal como yo pienso,es también un buen argumento contra el fundacionalismo autojustificatorio; pues esta forma de fundacionalismo, al igual que suce-de con el coherentismo, hace de la justificación exclusivamenteuna cuestión de relaciones entre creencias. Una manera de expli-carlo podría ser el decir que el fundacionalismo autojustificatorio,como el coherentismo valorado, está obligado a razonar la idea deque algunas creencias se distinguen epistémicamente en virtud desu carácter intrínseco, de su contenido. Quizás, en el caso de algu-nas creencias no empíricas, esto no sea del todo implausible (loque hace que la creencia de que «los huevos son huevos» sea autojustificante, podría decirse, es precisamente su falta obvia decontenido); una explicación de «autoevidente», después de todo,

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es «que no puede aceptar que su verdad sea una indicación de suincapacidad de comprenderla». Pero en el caso de las creenciasempíricas este recurso no está a su alcance. Las creencias básicas

del fiindacionalismo empírico autojustificatorio tendrán que teneralgo de contenido. Y no está claro de qué manera el fundacionalismo autojustificatorio está más preparado que el coherentismovalorado para evitar el dilema de que, si la elección de creenciasdistinguidas inicialmente no es arbitraria, debe estar motivada deforma encubierta por una supuesta conexión con la experiencia oel mundo.

Las versiones extrínseca y experiencialista del coherentismo,

sin embargo, no son, como sucede con las versiones autojustificatorias, susceptibles de efectos secundarios (¿resaca?) de la teo-ría de los marineros borrachos. Pero tropiezan con otras objecio-nes. El planteamiento exacto de la teoría más importante contra elfiindacionalismo extrínseco —yo la denominaré objeción eviden- cialista — dependerá de la formulación exacta que ofrezcan losfundacionalistas extrínsecos referente a la conexión entre la creen-cia del sujeto y el estado de las cuestiones que la hacen verdadera;

 pero el principal ataque se centra en que el fiindacionalismo ex-trínseco viola la intuición de que lo que justifica una creencia de-

 bería ser algo de lo que —tal como sugiere la etimología de la pa-labra «evidencia»— el sujeto es consciente. En la versión másfuerte, la objeción evidencialista sostiene que el fiindacionalismoextrínseco viola la intuición de dos maneras, siendo demasiadodébil y a la vez demasiado fuerte, permitiendo que una creencia

 básica se justifique si existe una conexión apropiada entre el esta-do de creencia y el estado de las cuestiones que hacen verdadera a

esta creencia, incluso cuando el sujeto no tiene ninguna evidenciaen favor de esa creencia o tiene una evidencia contra ella, y ne-gando esto si no existe tal conexión, incluso cuando el sujeto tieneuna evidencia clara en favor de la creencia. Debo decir, que a losfundacionalistas experiencialistas les resulta imposible utilizar es-ta objeción, pues implícitamente repudian la unidireccionalidaden la cual, como fundacionalistas, ellos insisten. Aunque sería ne-cesario un desarrollo más amplio para demostrar que ninguna fór-

mula extrínseca revisada la evitaría, yo opino que la objeción evi-dencialista es muy perjudicial para el fiindacionalismo extrínseco.Esto nos conduce a una teoría coherentista conocida la cual, si

funcionase, descartaría tanto el fiindacionalismo experiencialista

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como el extrínseco. Para simplificar las cosas, y dado que yo consi-dero que la objeción evidencialista ya impide el fiindacionalismo ex-trínseco, expongo esta teoría tal y como afecta al fiindacionalismo

experiencialista. El fiindacionalismo experiencialista afirma que lascreencias básicas están justificadas por la experiencia del sujeto. Pe-ro, mientras pueden existir relaciones causales, no puede haber re-laciones lógicas entre las experiencias de una persona y sus creen-cias. Por tanto, puesto que la justificación es una cuestión lógica,debe ser exclusivamente una cuestión de relaciones entre creencias.

La primera premisa de la teoría es verdadera. El hecho de queA vea un perro puede hacerle creer  que hay un perro presente, pe-

ro no puede implicar o confirmar la proposición de que hay un perro presente. Pero la teoría de que esto demuestra que las expe-riencias del sujeto son irrelevantes para la justificación de suscreencias —la irrelevancia de la teoría de la causalidad  — no esconcluyente, porque requiere la premisa posterior según la cual la

 justificación es exclusivamente una cuestión lógica, lo cual es fal-so. ¿Qué justifica a A para creer que hay un perro presente?, elhecho de que vea al perro, es una respuesta natural. Lo que esta

teoría demuestra realmente no es que la experiencia es irrelevante para la justificación, sino que tenemos una necesidad de explicarde qué modo es relevante, y las relaciones entre los aspectos cau-sales y lógicos del concepto de justificación. Y existe ya una claveen lo referente a cómo podría desarrollarse tal explicación en la

 premisa de los coherentistas según la cual sólo pueden existir re-laciones causales, y no lógicas, entre las experiencias de un sujetoy sus creencias. Pues en esta premisa el término «creencia» es

ambiguo (tal como hizo ver mi elaboración de la teoría): puedehaber relaciones causales entre un estado de creencia, el hecho de que alguien crea algo, y las experiencias de esa persona; puedenexistir relaciones lógicas entre el contenido de una creencia, una 

 proposición, lo que alguien cree, y otros contenidos de creencias,otras proposiciones. Esto sugiere que habrá que analizar la distin-ción entre estados de creencia y contenidos de creencia si se deseaexplicar adecuadamente cómo el hecho de que ciertas creencias

de una persona contribuyesen causalmente a su creencia de algo, pudo hacer más o menos probable que lo que creía fuese verda-dero.

Lo máximo que admiten los experiencialistas como respuestaa la irrelevancia de la teoría de la causalidad es que sólo una ex

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 plicación que combine los elementos causales y lógicos puede ad-mitir la importancia de la experiencia para la justificación. Digo«lo máximo» porque ya hemos encontrado, en la breve exposición

del emparejamiento erróneo entre la consecuencia deductiva y elcarácter concluyente cuando existe falta de firmeza, una razón pa-ra dudar de si «lógico» es la palabra adecuada para el componenteevaluativo y nocausal del concepto de justificación; y más ade-lante, cuando hable del emparejamiento erróneo entre la llamada«lógica inductiva», y el apoyo de la evidencia, nos encontraremoscon otra razón. La respuesta apropiada a la irrelevancia de la teo-ría de la causalidad es, por tanto, el insistir en el carácter de «do- ble aspecto» o «contenido de estado» del concepto de justifica-ción; reconociendo, claro está, que una explicación adecuada decómo la experiencia es relevante para la justificación requeriráuna demostración de cómo se interrelacionan estos dos aspectos.El fundacionalismo experiencialista generalmente deja todo estoimplícito; pero no se ve fatalmente dañado por la irrelevancia dela teoría de la causalidad.

El fundherentismo, tal como se caracterizó en la sección I, esexperiencialista; por ello requerirá también una aproximación dedoble aspecto y contenido de estado; cuando llegue el momentode exponer esta teoría en detalle (capítulo 4), seré lo más explícita

 posible.Una segunda teoría influyente contra el fundacionalismo seña-

la que requiere que las creencias básicas sean seguras (que puedanser plausiblemente justificadas con independencia del apoyo de

otras creencias) y ricas (que sean plausiblemente capaces de apo-yar a un cuerpo sustancial de otras creencias); y afirma que nin-guna creencia puede cumplir ambos requisitos. Pues, según estateoría, estos dos requisitos compiten entre sí; el primero puedecumplirse sólo desmontando el contenido de las creencias bási-cas, y el segundo sólo reforzándolo.

Esta teoría me parece muy persuasiva con respecto a una claserestringida de teorías fundacionalistas, a saber, aquellas que sos-

tienen que las creencias básicas tienen que ser ciertas o infalibles,y que no pueden ser falsas. Pero el infalibilismo no es esencial pa-ra el fundacionalismo, de modo que la pregunta que nos interesaes qué tipo de fuerza tiene este argumento contra otras formas.Una respuesta inicial razonable sería que mientras que es plausi-

 ble la sugerencia de que el requisito de seguridad es apto para

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competir con el de riqueza (plausibilidad vividamente ilustrada por la historia de los programas fúndacionalistas, que ciertamentehun mostrado una clara tendencia a alternar entre insistir en la se-

guridad a expensas del contenido, e insistir en el contenido a ex- pensas de la seguridad), no está demostrado que esta tensión seairresoluble. Una reflexión más profunda sugiere que esta teoría

ia teoría de los giros y rodeos■— es más plausible cuanto másInertemente privilegiadas sean las creencias básicas requeridas, ycuanto mayor sea la responsabilidad de apoyo de todas las demáscreencias justificadas que tengan que asumir. Esto significa quech probable que esta teoría sea menos eficaz contra el fundaciona-lismo débil que contra el fuerte (dado que el primero no requiere

que las creencias básicas estén absolutamente justificadas conIndependencia del apoyo de otras creencias), y menos eficaz conirn el fundacionalismo impuro que contra el puro (puesto que el primero no requiere que las creencias básicas realicen todo el tra- bajo de dar apoyo a la estructura superior de las creencias deriva-das); menos eficaz será, por tanto, contra el fundacionalismo im- puro débil. De hecho, yo tengo una confianza razonable en queotila teoría sea bastante /«eficaz contra el fundacionalismo impuro

débil; y, por supuesto, confío plenamente en que no  tenga fuerzacontra el fimdherentismo, el cual no requiere ninguna clase privi-legiada de creencias básicas.

Queda por explicar qué es lo que me hace pensar que el fundliorentismo es más plausible incluso que las formas más modestasde fundacionalismo que parecen capaces de aguantar la teoría delos giros y rodeos. Aquí yo confío en una pareja de teorías entrela-zadas que, a mi entender, no han sido previamente expuestas en eldebate entre fundacionalismo y coherentismo. La primera señala

una laguna del fundacionalismo débil que no puede llenarse si no»c abandona el carácter unidireccional de la justificación; la se-gunda señala la falta de un análisis convincente para debilitar launidireccionalidad, como lo hace el fundacionalismo impuro, sinabandonarla del todo. Yo las llamaré teorías fluctuantes.

Según el fundacionalismo débil, una creencia básica está justiI Icada prima facie  pero de un modo revocable, o hasta cierto pun-to pero no totalmente, con independencia de otra creencia. Esto

 parece, a primera vista, una explicación sensata del siguiente tipode situación bastante común: supongamos que A cree que hay un perro presente, y que lo cree debido a su actual experiencia senso

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rial (ve lo que parece ser un perro); entonces A tiene una justifica-ción prima facie,  o bastante considerable, para creer que hay un

 perro delante de él; mas la justificación no es irrevocable, no es

total, porque las apariencias podrían ser engañosas. Pero, anali-zándolo con más atención, se plantea una pregunta difícil: ¿Notendría A una mayor  justificación, o una justificación más segura,

 para creer que hay un perro delante de él si también creyese justi-ficadamente que sus ojos funcionan normalmente, que no se halla

 bajo la influencia de una sugestión posthipnótica, o que no existen perros de juguete que parezcan vivos a su alrededor, etc.? Segura-mente así sería. Pero los fundacionalistas débiles no pueden per-mitir esto, pues según su versión las creencias básicas obtienen su

 justificación exclusivamente con independencia del apoyo de otrascreencias; el admitir que obtienen algo de justificación a partir dela experiencia y algo a partir del apoyo de otras creencias violaríael carácter unidireccional de la justificación, en el cual, como fundamentalistas. ellos insisten. Y si se admitiese esta posibilidad, elfundacionalismo experiencialista débil, se transformaría en una

forma de fundherentismo.El problema del fundacionalismo impuro es, más bien, que ca-rece de un análisis convincente. A diferencia de los fundacionalistas puros, que insisten en que la justificación siempre va desde lascreencias básicas a las derivadas, los fundacionalistas impurosmantienen la unidireccionalidad sólo en forma de la tesis negativade que la justificación nunca va desde las creencias derivadas alas básicas. Pero ¿por qué, entonces, siguen insistiendo en que de-

 be haber una clase privilegiada y diferenciada de creencias bási-cas que obtengan su justificación enteramente sin el apoyo de nin-guna otra creencia, y que deben contribuir a la justificación de to-das las demás creencias? Quizá la respuesta sea ésta: porque debehaber un sumimistro aparte de las creencias del sujeto. Pero esto,aunque sea cierto, es obviamente insuficiente para demostrar quedebe haber una clase privilegiada de creencias básicas la cual ob-tenga toda su justificación a partir de este suministro. Y sin esta

suposición, para la cual no se ha aportado ninguna razón, el fúndácionalismo experiencialista impuro se transformaría en una for-ma de fundherentismo.

La teoría del retroceso infinito del fundacionalismo no es con-cluyente, ni tampoco lo es su variante más poderosa, la teoría de

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las alternativas no tolerables. La teoría del demasiado pedir perju-dica seriamente a las formas holísticas usuales de coherentismo,aunque esto posiblemente podría evitarse con una retirada a una

versión cuasiholística restringida; también sugiere cuestiones difí-ciles sobre la propia actitud de los fimdacionalistas ante la falta defirmeza. La teoría de los marineros borrachos, sin embargo, esdecisiva contra el coherentismo; y el intento de evitarlo alejándo-se de una forma intransigente e igualitaria hacia una variante va-lorada moderada significa, de la única manera en que tiene espe-ranza de éxito, la adopción de una forma disfrazada de fimdherentismo. Por tanto el coherentismo no es suficiente.

La teoría de los marineros borrachos resulta tan dañina para

el fundacionalismo autojustificatorio como lo es para el cohe-rentismo. Y la objeción evidencialista es fatal para el fundadonalismo extrínseco. Pero la irrelevancia del argumento de la cau-salidad no es fatal para el fundacionalismo experiencialista, sinoque sólo señala la necesidad de una aproximación de doble as- pecto, y de contenido de estado. La teoría de los giros y rodeoslogra su cometido contra el fundacionalismo infalibilista y pro-

 bablemente contra el fundacionalismo fuerte y puro. Las formas

impuras y débiles probablemente lo sobreviven. Pero éstas su-cumben ante las teorías fluctuantes. De modo que el fundaciona-lismo no es suficiente.

Por tanto, ni el fundacionalismo ni el coherentismo son su-ficientes.

Dado que el fundherentismo reconoce la importancia de la ad-misión de la no creencia para la justificación, éste sobrevive a lateoría decisiva contra el coherentismo, la de los marineros borra-chos. Permanece ileso ante la objeción evidencialista al fimdacio

nalismo extrínseco y, al igual que el fundacionalismo experiencialista, puede sobrevivir a la teoría de la irrelevancia de la causali-dad adoptando una aproximación de doble aspecto. Puesto que norequiere una clase privilegiada de creencias básicas, no se veamenazado por la teoría de los giros y rodeos. Y su superioridadincluso ante las formas débil e impura del fundacionalismo ex-

 periencialista se demuestra por su capacidad, y su incapacidad, deacomodarse a las teorías fluctuantes. En consecuencia, el fundhe-

rentismo parece ser capaz de sobrevivir tanto a las teorías más po-derosas contra el fundacionalismo como a las teorías más podero-sas contra el coherentismo.

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54 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Esto constituye mi defensa  prima facie   del ñmdherentismo.Espero, desde luego, que esta defensa prima facie  pueda llegar aser incluso más convincente al ir avanzando la teoría, primero pormedio de un estudio crítico minucioso de teorías específicas ftm-dacionalistas y coherentistas, y luego por medio de una defensa ydesarrollo detallados de la alternativa fundherentista.

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2. DEBILITAMIENTO DEL FUNDACIONALISMO

[...] el negar que existan certezas empíricas no implicaque la experiencia sea pura ficción, es decir, que carezcade contenido, o incluso que no exista un elemento dado[...]. El que tengamos un conocimiento probable no im-

 plica una cer teza sino sólo una cred ibilidad inicial.

G o o d m a n , «Sense and Certainty»

El presente capítulo es un estudio de la teoría fundacionalista presentada por C. I. Lewis en An Analysis o f Knowledge and Va- luation*i2. Nuestro objetivo es en parte, claro está, demostrar queesta teoría fracasa; pero también, y más importante, poner de ma-nifiesto las contradicciones y ambigüedades que existen en la hi-

 pótesis de Lewis, las cuales, en mi opinión, pueden resolversesimplemente desplazándose —tal y como el mismo Lewis algu-nas veces parece algo tentado a hacer— en dirección al fundherentismo.

La característica más notable de la teoría de Lewis, y en la queél ha puesto un mayor énfasis, es su carácter infalibilista. No es deextrañar, por tanto, que críticos anteriores —Goodman, Reichen

 bach, Firth y otros3— concentraran sus ataques principalmente eneste aspecto. Y aunque sus argumentos no sean, a mi modo de ver,

| impecables, su conclusión de que el infalibilismo de Lewis es in-defendible, es bastante acertada. Pero mi objetivo no es el infali

' 1 Goodman, «Sense and Certainty», pp. 162163.i 2 Todas las referencias de páginas que aparecen en el texto de este capítulo

aluden a este libro de Lewis.3 Goodman, «Sense and Certa in ty»; Reichenbach, «Are Phenomenal Reports

Absolutely Certain?»; Firth, «Coherence, Certainty and Epistemic Priority»,i «The Anatomy of Certainty» y «Lewis on the Given»; Qu inton, «The Founda

tions of Knowledge» y The Nature ofThings,  pp. 155 ss.; Pastin, «C. I. Lewis’sRadical Foundationalism» y Modest Foundationalism and SelfWarrant»; BonJour, The Structure o f Empirical Knowledge, capítulo 4.

[55]

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56 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Mismo, sino el fundacionalismo. Sin embargo, presentaré algu-nas críticas al infalibilismo de Lewis por cuenta propia, pues elmismo Lewis insiste en que, en lo que respecta a las creenciasfundacionales, no puede hacerse una distinción entre su inmuni-dad al error y su inmunidad a la injustificación; por ello es nece-sario analizar sus razones para el infalibilismo, ya que éstas son,desde su punto de vista, también las razones para adoptar un fun-dacionalismo fuerte.

Pero esta posición no está muy clara, pues existen profundascontradicciones en la obra de Lewis. Sorprende encontrar, por

ejemplo, junto al infalibilismo de Lewis, la atinada observaciónde que «no hay un solo significado útil de la palabra “conoci-miento” que concuerde plenamente con el significado habitual deese término» (p. 29), de que la justificación («credibilidad» o «pro- babilidad» según la terminología preferida por Lewis) tiene grados,y de que no tiene sentido el insistir en que sólo la creencia plena-mente justificada cuenta como conocimiento. Pero, a pesar de to-do, no resulta extraño ver que, según avanza el libro, parecen pro-

ducirse cambios significativos en la teoría que se presenta.AI principio, no parece haber ninguna duda de que lo que se

 propone es una teoría fundacionalista fuerte. Las percepcionesque tiene una persona de aquello que se le da en la experiencia in-mediata son. según Lewis, ciertas en el sentido no sólo de que soninmunes al error sino también en el sentido de que son inmunes ala injustificación, y cualquier otra creencia empírica justificadaque tenga esa persona está justificada, al menos en parte, por elapoyo de aquellas. Más adelante en el libro, sin embargo, Lewis parece cambiar de táctica. Sólo la experiencia presente de la per-sona se encuentra al alcance de ésta en el momento presente deuna formadirecta y peculiar que, según Lewis, garantiza la justi-ficación total de las «percepciones de lo que se le da»; pero la ma-yoría de las creencias empíricas de la persona podrían justificarsehasta un nivel suficiente como para constituir conocimiento sólo

mediante la referencia a experiencias pasadas, y éstas se encuen-tran a su alcance sólo a través del medio falible de la memoria. Eneste punto, parece que Lewis se desplaza hacia un fundacionalis-mo débil en el cual la base incluye, además de las percepciones dela experiencia sensorial presente de la persona, que siguen estan-do sin justificar plenamente, las percepciones, por medio de lamemoria, de experiencias pasadas que no se consideran más que

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inicialmente creíbles. Y a continuación, Lewis parece dar un pasoadelante en una dirección más radical: la evidencia de las circuns-tancias en las cuales la memoria es fiable se considera importante

 para la credibilidad de dichas creencias de la memoria; y parece,al menos por un momento, como si Lewis abandonase el carácterunidireccional de la justificación.

A lo largo del libro, incluso antes de que el análisis del papelde la memoria parezca ocasionar un desplazamiento desde el fundacionalismo fiierte al débil así como indicios de un desplaza-miento que va más allá del fundacionalismo, la teoría propuestaes impura. Lewis admite que el apoyo mutuo entre creencias deri-

vadas es legítimo, y puede elevar el grado de justificación que és-tas adquieren con el apoyo de las creencias básicas. El término, preferido de Lewis para estas relaciones de apoyo mutuo es «con-gruencia»: una elección significativa que indica la diferencia quequiere resaltar entre su hipótesis, según la cual, aunque la con-gruencia puede aumentar la credibilidad de las creencias, no puedeConferirles credibilidad en primera instancia, y el coherentismo.

Y en todo el libro, incluso después de que el papel de la me-

moria parezca traer consigo un desplazamiento desde el fiindacionalismo fuerte al débil, y quizás incluso más allá del íundacionalismo, Lewis defiende tres tesis clave:

1) que las percepciones que tiene una persona de aquelloque se le da en la experiencia inmediata son ciertas;

2) que a menos que hubiese tales percepciones de la expe-riencia que fuesen absolutamente ciertas, ninguna creencia empí-

rica estaría justificada en grado alguno;3) que la justificación de todas las creencias empíricas (jus-tificadas) de una persona depende en último término, al menos enfiarte, del apoyo de estas percepciones ciertas de la experiencia.

(Más adelante será necesaria una aclaración de la ambigüedad,fiero de momento deberá entenderse la palabra «cierto» con lossignificados de «inmune al error» e «inmune a la injustificación».)

Un punto clave de mi teoría será que las razones que arguyeLewis para las tesis 1,2 y 3 no son concluyentes, y que, de hecho,liis tres son falsas. Pero en cada uno de los casos es posible re

construir,  a partir del argumento poco sólido de Lewis para sudrástica conclusión, un argumento firme para una conclusión más

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58 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

débil (podría decirse que Lewis sucumbe a la «falacia de la exage-ración»). Mi diagnóstico será, dicho claramente, que las teorías deLewis corren parejas a la cuestión del status epistémico y al papelde las creencias de un sujeto sobre sus experiencias, diagnóstico

 para el cual, en mi opinión, la evidencia textual no aporta menosque su poder explicativo. Las tres tesis de Lewis son falsas, peroestas son verdaderas:

1*) que un sujeto tiene varias experiencias sensoriales, in-trospectivas y de la memoria;

2*) que a menos que el sujeto tenga tales experiencias, nin-guna de las creencias empíricas de éste se justificaría en grado al-guno;

3*) que la justificación de todas las creencias empíricas(justificadas) del sujeto depende en último término, al menos en

 parte, de estas experiencias.

Mi segundo tema clave a tratar será que los cambios de posi-ción de Lewis —desde el fundacionalismo fuerte al débil, sus pa-sos vacilantes en dirección al fundherentismo— revelan precisa-mente que los argumentos sólidos que están a su alcance, aquellosque apoyan las tres tesis verdaderas pero no las tres falsas, no so-lamente no demuestran nada en favor del fundacionalismo, sinoque de hecho están elaborados de tal manera que contribuyen más

 plausiblemente en favor del fundherentismo.

La estrategia más simple parece ser el considerar una por unalas tres tesis clave de Lewis, y desarrollar mis observaciones en eltranscurso de estos análisis. En cualquier caso, eso es lo que me

 propongo hacer.I

I

«Las percepciones del sujeto de aquello que le es dado en laexperiencia inmediata son ciertas.» Esta tesis de Lewis está col-mada de ambigüedades: tanto en lo que se refiere a cuáles se su-

 pone que son «las percepciones de lo dado», como en lo que se re-fiere al significado de «ciertas». Mi diagnóstico será que estasambigüedades se entrecruzan en la teoría de Lewis de tal modoque ocultan el hecho de que, en cualquier sentido en que esta tesis

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DEBILITAMIENTO DEL FUNDACIONALISMO 59

 pílala ser interesante desde el punto de vista epistemológico, éstach incierta.

Las ambigüedades importantes, en resumen, son las siguientes:Tal y como ya he mencionado anteriormente, según Lewis las cues-tiones referentes a la veracidad de una creencia y a su justificación,aunque en la mayoría de los casos son bien distintas, no se distin-guen en el caso de las percepciones de la experiencia (p. 254).«Cierto», en este contexto, significa tanto «inmune al error» co-mo «inmune a la injustificación». Yo señalaré esta distinción ha-

 blando de «certezaV» («V» por «verdadera») y «certezaJ» («J» por «justificada»). Existe también otra ambigüedad —y ésta re-mita más consecuente— en el uso que Lewis hace del término

acierto», a la que yo me referiré hablando de certezaV o J «tri•Vial» frente a certeza V o J «sustancial». Una «percepción de lodado» sería sustancialmente ciertaV si no pudiese ser falsa por  estar garantizada su veracidad,  y sustancialmente ciertaJ si no 

 pudiese estar injustificada por estar garantizada su justificación;loria triviahnente ciertaV si no pudiera ser falsa, pero tampoco Verdadera, y sería trivialmente ciertaJ si no pudiese estar injusti

 ficada, pero tampoco pudiera justificarse4. Y, por último, las

«percepciones de Lewis de lo dado» se refieren algunas veces alos juicios sobre las experiencias sensoriales inmediatas, y otrasvedes a las experiencias mismas.< El problema de la argumentación de Lewis con respecto a su

 primera tesis es, en resumidas cuentas, lo siguiente: la hipótesis deque los juicios sobre la experiencia sensorial inmediata del sujetoion sustancialmente ciertos V y/o ciertos J resulta interesante desdeel punto de vista epistemológico, pero es falsa; la hipótesis de que

las experiencias sensoriales del sujeto son trivialmente ciertasV yciertasJ es verdadera, pero carece de interés epistemológico.Por su puesto, las equivocaciones que yo analizo no aparecen

en la superficie de los argumentos de Lewis; por ello debe hacerse plausible el hecho de que éstas operan, sin ser vistas, por debajode la superficie.

El identificar lo que quiere decir Lewis cuando habla de «per-cepciones de aquello que es dado en la experiencia» no se hace

4 Estas ideas se anticiparon con Firth, en «Coherence, Certainty and Episte

mic Priority», p. 551.

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60 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

más fácil por el hecho de que, aunque él aporta ejemplos de sus planteamientos con el fin de representarlos, se empeña en insistirno sólo en que tales percepciones raramente, o nunca, se formulan

de una manera explícita (p. 182), sino también que cualquier for-mulación lingüística probablemente resulte inadecuada (p. 172).De todos modos, los ejemplos de Lewis sobre los «planteamien-tos expresivos» que mejor representan las percepciones de lo da-do en la experiencia son de este tipo: «ahora veo lo que pareceuna hoja de papel blanca», «ahora veo lo que parece un tramo deescaleras de granito», «ahora veo lo que parece el pomo de una

 puerta». Todas están expresadas en primera persona, en tiempo presente, modo indicativo, y su contenido se limita a cómo apare-cen las cosas, más que a cómo son realmente. Pero está claro queno son las informaciones  de las percepciones de lo dado lo queLewis considera cierto; él reconoce que tales informaciones po-drían no ser sinceras o ser erróneas desde el punto de vista verbal.Pero no está tan claro si lo que considera verdadero son los juicios sobre aquello que es dado en la experiencia (por ejemplo, mi jui-cio de que ahora veo lo que parece el pomo de una puerta) o bienla experiencia misma (por ejemplo, el hecho de que yo sea cons-ciente de estar viendo lo que parece el pomo de una puerta). Fra-ses como «presentaciones de sentido», «hallazgos directos de sen-tido» (p. 171), «contenidos de experiencia [...] presentados inme-diatamente» (p. 179), «hechos de la experiencia [...] percibidos»(p. 182), podrían entenderse de una u otra manera.

Y la comprensión de lo que Lewis quiere decir con el término

«cierto» no se ve facilitada por el hecho de que él utiliza los tér-minos «falible», «incorregible» e «indudable» de manera apa-rentemente intercambiable, cuando tienen significados claramen-te distintos («incorregible» sugiere inmunidad a la corrección,«indudable» inmunidad a la duda, «cierto» e «infalible», inmuni-dad al error). Está bastante claro, sin embargo, que la principal

 preocupación de Lewis se centra en la inmunidad al error, que élconsidera equivalente, en el caso de las percepciones de lo dado

aunque no de forma generalizada, a la inmunidad a la injustifica-ción.De momento, vamos a limitar nuestra atención a la certezaV

El que las experiencias sensoriales de una persona sean trivial-mente ciertasV casi no hace falta decirlo, pues las experienciasson sucesos, y por tanto son incapaces de poseer valor verdadero,

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v |>nr tanto, en concreto, son incapaces de poseer falsedad. (Unaoh |ic rienda, como afirma Goodman, no puede ser más falsa quemi Meritorio.) Pero esta tesis casi trivial carece de interés episte-mológico. La tesis que debe defender Lewis no es ésta, sino la ge-mí i mi mente sustancial según la cual los juicios de una persona so- htv su experiencia sensorial inmediata son sustancialmente ciertos~V. Parece, sin embargo, que la confianza de Lewis en que estalt*nis infalibilista sustancial sea verdadera puede derivarse en partelamió sugiere Goodman)5de su incapacidad para distinguirla delu tesis casi trivial.

1Quizá debido a su convencimiento de que ha de haber algunas creencias sustancialmente ciertasV si todas  las creencias tienen

que justificarse, Lewis ofrece muy poco a modo de argumento es- pecifico referente a que los juicios sobre aquello que es dado auna persona en la experiencia inmediata son sustancialmente cier-tosV Y lo poco que ofrece se enfrenta cara a cara con la hipótesisque tiende más bien a apoyar a la tesis trivial. A continuación pre Nentamos lo que parece ser lo más parecido a un razonamiento enfavor de la tesis infalibilista sustancial:

Elimínese, en aquello que decimos que vemos, oímos, o aprende-

mos de la experiencia directa, todo lo que nos imaginemos que pudiese ser erróneo;  lo que queda es el contenido dado de la experiencia queinduce a esta creencia [pp. 182183].

Sólo un párrafo después, Lewis parece retroceder a la tesistrivial:

Percepciones de lo dado que [ ...] según formulan las proposicionesexpresivas no son juicios , y no están sujetas a ningún e rror posible. La

 proposición  de dicha percepción es verdadera o falsa [...] [p. 183, cur-siva mía].

Elimínese, de la teoría de Lewis en favor de la tesis infalibilis-ta sustancial, el apoyo ilusorio que pueda prestar la confusión conla tesis infalibilista trivial; lo que queda es el argumento de quelos juicios sobre la experiencia sensorial inmediata de la personatienen garantizada su veracidad debido a que están tan caracteri-zados que excluyen toda posibilidad de error. Y este argumento no

5 Goodm an, «Sense and Certainty», pp. 161162.

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es convincente. En realidad, es potencialmente muy confuso; puesuno no puede suponer seriamente que Lewis piense que las per-cepciones en cuestión carecen de contenido. El juicio de que yo

vea lo que parece una hoja de papel amarillo no está vacío; cierta-mente, no es menos sólido que el juicio de que yo vea una hoja de papel amarillo. (No es más difícil imaginar una situación en laque lo primero sea falso y lo segundo verdadero que imaginar unasituación en el que lo primero sea verdadero y lo segundo falso.)Lo que está en juego no debe ser la certeza tipo  sino la certeza prueba6. Lo principal debe referirse a los juicios particulares so- bre cómo aparecen sensorialmente las cosas ante el sujeto en elmomento de hacer el juicio; y la hipótesis debe ser que, puestoque la caracterización del contenido del juicio en cuestión lo limi-ta a cómo aparecen actualmente las cosas ante el sujeto, dicho jui-cio, que no implica elemento alguno de interpretación, no puedeimplicar elemento alguno de mala interpretación de la experien-cia que representa. (O, dicho de otro modo, que si un juicioprue-

 ba concierne sólo a lo que es dado sensorialmente al sujeto en el

momento de su elaboración de dicho juicio, y no a cómo se toma,no existe posibilidad de error.) Pero esto no resulta muy conclu-yente al faltar un argumento que demuestre que si existen juiciosque simplemente informan de la experiencia inmediata de la per-sona y que no implican elementos de interpretación.

F i g u r a  2.1

6 Sellars, «Em piricism and the Philosophy of Mind», p. 165.

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Si esto es así, el único argumento de Lewis en favor de la tesisIttliilibilista sustancial está equivocado. Pero, por supuesto, estono demuestra por sí mismo que la tesis infalibilista sustancial sealithu, Sin embargo, yo pienso que lo es. Los juicios sobre cómoIun  cosas le parecen al sujeto en el momento presente desde el

 pimío de vista sensorial, en las raras ocasiones que realmente selineen, son sin duda generalmente verdaderos; pero no son, creoyo, invariablemente o necesariamente así. Pensemos en una prueÜ que realiza un oftalmólogo en la cual se presenta al paciente unAbanico de líneas de igual grosor, como las de la figura 2.1, y se le pregunta si le parece que todas las líneas tienen el mismo grosor,u bien si las de la izquierda, centro o derecha parecen más grue-

sas. La cuestión no es si el paciente se inclina a pensar que algu-nas de las líneas son  más gruesas; él puede ser muy consciente,como lo era yo cuando me sometí a esta prueba, de que son todasdel mismo grosor. La cuestión se centra estrictamente en las apa-riencias, en si alguna de las Líneas parece más gruesa. (El propósilo de la prueba es detectar el astigmatismo; si no hay astigmatisttio, las líneas parecerán, como en realidad son, de igual grosor;

 pero si existe astigmatismo, algunás líneas parecerán mas gruesas

que otras.) Ahora bien, es habitual que los pacientes duden, que¿o estén seguros de cuáles parecen más gruesas, si es que algunak) parece. Y forma parte de la rutina el que se les formule la pre-gunta más de una vez (mirando a través de las mismas lentes) pata permitir la posibilidad de errores.  Se sabe que existe, porejemplo, la posibilidad de que se produzcan ilusiones, de que el

 juicio del paciente según el cual las líneas parecen tener ahora elmismo grosor puede estar influido por su esperanza de que esto8éa, en definitiva, lo correcto. Algunas veces, mirando el mismo

diagrama con las mismas lentes, el paciente dará primero una res- puesta, y poco después otra. Se sabe que puede cambiar el aspec-to de las líneas, incluso en un espacio de tiempo muy breve, debi-do a un ajuste muscular anormal; pero, si éste es el caso, otras

 pruebas deberían confirmarlo7.

7 Los oftalmólogos distinguen entre las pruebas de visión «objetivas», en lasque los ojos del paciente son examinados directamente, y las pruebas «subjeti-

vas», en las que se pide al paciente que cuen te cómo le parece a él que son las co-sas. Las p ruebas objetivas se utilizan para co m probar los resultados de las subje-tivas, y viceversa. Las pruebas subjetivas se repiten de u na m anera norm alizada, a

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64 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

De lo que Lewis dice en respuesta a Goodman, puede supo-nerse que su reacción a este ejemplo sería señalar que todo lo quese ha dicho es compatible con el hecho de que si el paciente ofre-

ce distintas respuestas (por supuesto, sinceras y sin ninguna con-fusión verbal) por breve que sea el intervalo de tiempo, entoncesel aspecto de las líneas para él debe haber cambiado durante eseintervalo8. Y realmente así es. Pero ésta no es una respuesta deci-siva; pues es también compatible con todo lo que se ha dicho re-ferente a que uno de los juicios del paciente puede ser erróneo. Ylo que afirma Lewis es que es inconcebible el error, lo cual, a mi

modo de ver, se hace muy implausible con este ejemplo.Si la identificación de Lewis de la certezaV y de la certezaJen el caso de las percepciones de lo dado es correcta, la hipótesisde que las percepciones de lo dado no son ciertasV es, asimismo,una hipótesis de que no son ciertasJ. Pero dado que esta identifi-cación es cuestionable (el hecho de que si un juicio es ciertoVtambién es ciertoJ, parece plausible; pero lo que importa aquí esla implicación recíproca) será mejor analizar cómo puede modifi-

carse la hipótesis para echar abajo la afirmación de la certezaJdirectamente. Supongamos, entonces, que el paciente del oftal-mólogo cree justificadamente que él es más sugestionable de lonormal — ha visto recientemente los resultados de las pruebas

 psicológicas que ha realizado, por ejemplo— y supongamos queel oftalmólogo, que está deseando terminar con el examen, no hatenido mucho cuidado en la manera de formular sus preguntas.«Así es que todas parecen tener el mismo grosor, ¿verdad?», pre-gunta éste, y el paciente, como es de esperar, está de acuerdo conaquél. El paciente tiene cierta justificación para este juicio; peroseguramente, a la vista de la evidencia, ha sido influido por la«pregunta del oftalmólogo que esperaba una respuesta afirmati-va» y que no ha sido completa9.

fin de da r cabida a la posibilidad de que lo que dice el paciente sea erróneo.Véase Asher, Experiments in Seeing,  capítulo 10.Tanto Reichenbach com o Goodman llaman la atención sobre el punto de que

las creencias fenomenales deben ser coherentes con otras creencias. Véanse G o-odman, «Sense and Certainty», p. 163, Reichenbach, «Are Phenomenal ReportsAbsolutely Certain?», p. 155.

8 Lewis, «The Given Elem ent in Em pirical Knowledge», p. 173.9 Cfr. Reichenbach, «Are Phenom enal Reports Absolutely Certain?», p. 156.

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La conclusión a la que deseo llegar es que la tesis n.° 1 es falsaen todos los sentidos que puedan resultar interesantes desde el punto de vista epistemológico. Pero quizás un defensor de Lewis

argüiría que ello es prematuro, que esta conclusión podría evitarsemi se tomara más en serio la primera hipótesis de Lewis. Si el jui-cio de lo que yo ahora veo y que me parece una serie de líneas deIgual grosor no es sustancialmente cierto, podría decir el defen

 Nor, entonces lo único que demuestra es que no se trata, en el sen-tido que pretendemos, de una «percepción de lo que es dado en laexperiencia inmediata». Como respuesta yo ampliaría mi observa-ción anterior, diciendo que el intento de Lewis de defender que las

 percepciones de lo que es dado en la experiencia inmediata son

 Nustancialmente ciertas simplemente en virtud del modo en que secaracterizan dichas percepciones, fracasa por falta de un argu-mento según el cual, una vez «eliminado» todo lo que pueda serfalso, queda todo aquello capaz de ser verdadero. Mi ejemplo encontra puede excluirse por no considerarse realmente un ejemplo, pero sólo en el caso de que el proceso de «eliminación» sea tanradical como para dejar a un lado las «percepciones de la expe-riencia» que se refieren a las experiencias mismas y no a los jui-

cios sobre la experiencia del sujeto; y entonces la única certezaque está garantizada es la trivial, no la sustancial.

Y esto sugiere la posterior conclusión de que la explicaciónsin éxito de Lewis en favor de la tesis n.° 1 se reconstruye de for-ma más plausible señalando, simplemente, que sí tenemos expe-riencias, y que no depende de nosotros qué experiencias tenemos.El mismo Lewis llega casi a reconocer esto cuando escribe, justoantes de presentar la hipótesis infalibilista que hemos estado con-siderando, que «[la] cuestión es simplemente que sí existe la ex-

 periencia, cuyo contenido no nos inventamos» (p. 182). La tesisn.° 1no queda establecida por la hipótesis de Lewis, y es falsa; la1*, sin embargo, es una conclusión plausible de sus premisas, y esverdadera.II

II

«A menos que hubiese percepciones de la experiencia absolu-tamente ciertas, ninguna creencia empírica estaría justificada engrado alguno.» La primera pregunta que se plantea es la siguiente:

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66 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

¿en qué sentido debe entenderse la palabra «cierto» aquí? La res puesta, a mi entender, es que se trata de la certeza-J sustancial;que la tesis de Lewis es que, a menos que algunas creencias empíricas estén totalmente justificadas con independencia del apoyode otras creencias, ninguna creencia empírica está justificada engrado alguno.

Mientras que Lewis es muy poco explícito en lo referente a latesis n.° 1, presenta varios argumentos muy elaborados para su segunda tesis. Pero todos estos complicados argumentos son conclusiones erróneas; de hecho todas fracasan por la misma razón;

confunden dos sentidos de «absolutamente justificado», a saber,«justificado, y no relativo a ninguna otra creencia», y «justificado por completo, no parcialmente».

En realidad, el mismo Lewis raramente utiliza la palabra «juslificación», prefiriendo la de «autorización», o más a menudo «eredibilidad», y con más frecuencia aún «probabilidad». Sus preferencias tienen cierto significado, pues indican su conocimiento de la

intuición de que la justificación tiene grados (lo cual, claro está, yocomparto). Pero, aunque reconozca esta intuición, Lewis no sieni pre mantiene el carácter gradual de la justificación al ir avanzandosu explicación; y parece que ello se debe, en parte, a su vulnerabilidad a la confusión de las dos maneras en que puede «justificarsecompletamente» una creencia y que yo considero fundamental paraentender el fracaso de sus argumentos para la tesis n.° 2.

Si lo que va a confirmar la creencia objetiva y por tanto a demostrar su probab ilidad, fuese en sí mismo una creencia objetiva y por lanto no m ás que probab le, la creencia objetiva a confirm ar sólo probablemente se convertiría en probable. Por tanto, a menos que distingamosla creencia de la verdad objetiva en la que la experiencia pueda hace i se

 probable , de aquellas presentacio nes de la experiencia que proporeionan su autorización , cualquier mención de la evidencia en una proposlción referente a la realidad objetiva, y cualquier corroboración de lnmisma que pueda mencionarse, se involucrará en un retroceso infinilo

de lo meramente probable, o bien girará en forma de círculo, y la píohab ilidad no logrará ser genuina. Si algo va a ser probable, entonces algo debe ser cierto. L os datos que eventualmen te apoyan a una probabilidad genuina, deben ser ciertos. Nosotros [...] tenemos tales certezasabsolutas, en los datos sensoriales que inician las creencias [p. 186|,

Las creencias «objetivas» son creencias relativas al mundoexterior, a cómo son las cosas (a diferencia de los juicios «ex

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DEBILITAMIENTO DEL FUNDACIONALISMO 67

 piesivos», que sólo se refieren a cómo le parecen al sujeto que•uiii las cosas).

Ésta es la variante de Lewis a la hipótesis de las alternativas

no tolerables. Lo que se dice es que una creencia objetiva puede»'il ir justificada hasta cierto grado, relativo a otras creencias quelii apoyan, pero que no puede justificarse en grado alguno, de forthii fiorelativa, a menos que, en último término, la serie de creeni lus llegue a un final con alguna creencia o creencias que estén tolKluiente justificadas con independencia del apoyo de otras creeni Iiin.  Para nuestro objetivo presente no es necesario tener eni'liema ni mi crítica de la presuposición de que las razones de una11 concia deben constituir una serie, una cadena, ni mi crítica de la|« ('suposición de que la coherencia es una cuestión de creencias»i|tie giran en forma de círculo». La versión de Lewis de esta hi

 jn'ilesis es vulnerable a una objeción menos sutil. Incluso supo-niendo (como hipótesis) que eliminásemos una explicación coheielitista, el razonamiento seguiría llegando a una conclusión errónea.Supongamos que la creencia de A de que p tiene una justificaciónluíNln cierto grado relativa a q, y q, relativa a que r, etc. La creencialid A de que p no puede justificarse en grado alguno, de forma nore

lutiva, a menos que al final la cadena termine con una creencia ot ieencias que esté o estén justificadas hasta cierto grado con inde pendencia de otras creencias. Pero no es necesario que la creenciai «creencias básicas finalmente lleguen a estar completamente jus(llitadas con independencia de cualquier otra creencia.

La misma crítica se aplica al siguiente pasaje:

Las bases aproximadas de lo probable o creíble no necesariam entetienen que ser ciertas; será suficiente con que sean en sí mismas genui

namente creíbles. Si «P» es creíble sobre la base de «Q», entonces lacredibilidad de «Q» asegura una credibilidad de un grado men or que si«Q» fuese cierto. Pero si la credibilidad de «P» se fundamenta en lacredibilidad de «Q» y la de «Q» en la de «R», etc.; y si en este retroce-so no llegamos a basarnos en nada que sea cierto, entonces, ¿cómo

 pueden se r genuinas las credibilidades mencionadas, si cada una a suvez depende de una base, y no se da una base última? [...] ¿No es ne-cesario, entonces, que haya unos datos finales [... ] que sean ciertos ensí mismos? [p. 333].

Si la creencia (volviendo de nuevo a la imagen de la «cadena» atiu ii lo de hipótesis) de que p tiene una justificación hasta cierto gra-tín i dativa a la creencia de que q, y la creencia de que q tiene una

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6X EVIDENCIA E INVESTIGACION

 justificación hasta cierto grado relativa a la creencia de que r, lacreencia de que p sólo estará justificada, simpliciter, hasta cualquiergrado, si al final de la cadena se llega a alguna creencia que esté jus-

tificada hasta cierto grado con independencia de otras creencias. Pe-ro, una vez más, no se sigue que esta base última tenga que estar to-tal y plenamente justificada con independencia de otras creencias.

Lo más importante de esto es que sólo unas páginas antes el mis-mo Lewis había señalado el punto clave que derriba su argumento:

[...] el hecho de que la base de una creencia, «P», sea otra creencia

empírica, «Q», que sea menos que cierta, no invalida en sí mismo la

 ju stificación de «P», Lo que se busca no es la certeza, sino sólo la cre-dibilidad genu ina de «Q»; y, si puede asegurarse dicha credib ilidad ge

nuina de [...] «Q», entonces la relación de «P» con «Q» asegurará una

credibilidad de «P», incluso si la diferencia de credibilidad de «Q» con

respecto a la certeza se refleja en una credibilidad correspondiente-

mente inferior que por tanto se asegura a «Q» [p. 328].

Pero entonces, si Lewis se da cuenta de que las bases de unacreencia no tienen que ser ciertas, sino sólo «creíbles», para trans-

mitir cierto grado de credibilidad a la creencia objeto, ¿por qué pierde de vista la cuestión principal e insiste en que «si algo va aser probable, algo debe ser cierto»? Quizás esté influido por loque podría llamarse la hipótesis de la «dilución de probabilida-des». Esta hipótesis no parece exponerse de una manera explícitaen la obra An A nalysis o f Knowledge and Vahtation, pero sí entraen juego en la discusión entre Lewis y Reichenbach, quien sostie-ne que esta hipótesis fracasa. He aquí el comentario de Lewis:

[...] se plantea entonces [...] la dificultad [de que] una propos i-

ción justificada como probable debe tener una base; si la base es sólo

 probable, entonces debe haber una base para ésta; etc. Y para evaluar la

 probabilidad de la proposición original, su probabilidad relativa a su base

debe multiplicarse por la probabilidad de su propia base, la cual a su vez

debe multiplicarse por la probabilidad de su propia base, etc. Reichen-

 bach niega que la serie regresiva de valores de probabilidad que surge de

este modo deba aproximarse a cero, y que la probabilidad de que la

 proposición original sea tal se reduzca a nada [...] . Yo no creo que [es-

to] sirva para su propósito [...]. La suposición de que la probabilidadde algo dependa siempre de otra cosa que sólo es probable en si mis-

ma, es rotundam ente incom patible con la asignación justifica ble de

cualquier probabilidad sea cual sea

10 Lewis. «The Given Element in Empirical Knowledge», pp. 172173.

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DEBILITAMIENTO DEL FUNDACIONALISMO 69

 No es necesario elaborar un razonamiento complicado en lateoría de las probabilidades para ver que la hipótesis de la «dilu-ción» no puede salvar la tesis de Lewis. Supongamos que está ga-

rantizado que, si p tiene una justificación hasta el grado n (<1) re-lativa a q, y q tiene una justificación hasta el grado m (<1) relativaa r, etc., entonces, si esto continuase indefinidamente, la multipli-cación de grados de justificación menores que 1 convergiría haciael 0. Pero de ello sólo se sigue que o bien  debe haber eventual-mente alguna creencia total y completamente justificada en estaserie (alguna probabilidad de 1, en la terminología menos claracon la que Lewis y Reichenbach se expresan en su debate) o bien 

la serie debe llegar a un final. Esto no significa que tengan queocurrir ambas cosas, que la serie tenga que llegar a un final con una creencia plenamente justificada.

Otro motivo que explicaría por qué Lewis no logra apreciar laequivocación puede hallarse en el hecho de que él relaciona muyestrechamente su razonamiento inconcluso con una hipótesis me-

 jor que, sin embargo, tiene una conclusión menos sólida. La posi-ción de Reichenbach, según él, le sorprende porque presupone deforma falsa que «si existen suficientes probabilidades que se apo-

yen mutuamente, es posible hacer que todas ellas se levanten» ".En An Analysis o f Knowledge and Valuation Lewis ya había expli-cado con todo detalle que la coherencia entre las creencias de una persona nunca podría, por sí misma, constituir una garantía, ni si-quiera una indicación, de su verdad; que debe haber alguna parti-cipación de la no creencia (pp. 339340). Y en determinado mo-mento sugiere que, cuando se califica a una creencia de «empíri-ca», parte de lo que se quiere decir es que su justificación

depende de la experiencia*l2. Yo considero que este último punto esmuy interesante, pero pienso que hay que resistirse a él; aunqueciertamente parte del significado habitual de la palabra «empíri-co» es que una creencia empírica depende de la experiencia, debe

 permitirse a un coherentista o incluso a un fundacionalista de tipono experiencialista, la posibilidad de modificar el significadousual del término «empírico» a fin de separar la expresión «con-cerniente a cómo son las cosas en el mundo» de «dependiente de

" Ibídem , p. 173.

12 Ibídem , p. 168.

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la experiencia». Sin embargo, incluso sin el significado verbalque Lewis le confiere, su versión de la hipótesis de los marineros

 borrachos tiene cierto peso. Pero su conclusión debería ser, noque tiene que haber creencias justificadas total y completamentecon independencia de otra creencia, sino que debe haber cierta

 participación de la no creencia para la justificación empírica. Noes difícil entender cómo Lewis podría haberse visto tentado, espe-cialmente dado que escribe sobre el suministro necesario de nocreencia como «datos de sentido dados», a pensar que esto apoyasu tesis de que la justificación empírica requiere certezaJ sustan-

cial en la base. Pero no es así.Esta vez no hay necesidad de más hipótesis, al margen de lasconsideraciones que demuestran que las razones de Lewis para latesis n.° 2 no son concluyentes, para afirmar que la tesis n.° 2 esfalsa. Pues, si mi crítica de las razones de Lewis es correcta, estáya establecido que una creencia objetiva podría estar justificadahasta cierto grado a condición solamente de que la cadena de ra-zones llegue a un final con alguna creencia o creencias justifica-

das hasta cierto grado independientemente de otras creencias; deahí que la certeza no sea necesaria en la base.

Tampoco hay necesidad de un mayor análisis para comprenderque el razonamiento de Lewis en favor de su tesis n.° 2 es un argu-mento mejor para la tesis más débil que yo he denominado 2*:que a menos que el sujeto tenga experiencias (las experienciassensoriales e introspectivas mencionadas en la tesis 1*) este suje-

to no podría tener justificación, en grado alguno, para ninguna delas creencias empíricas. Confío en que quede claro cómo mi estra-tegia con respecto a la tesis n.° 2 de Lewis corre pareja con mi es-trategia con respecto a su tesis n.° 1; en cada caso él ofrece lo queen efecto es un argumento plausible para una posición experiencialista, argumento que sin embargo, sin duda debido a que da porsupuesto el carácter exhaustivo de la dicotomía del fundacional i smo y el coherentismo, considera equivocadamente como un razo-

namiento en favor del fundacionalismo. Y la explicación de Lewisgeneralmente indica que —tal como sugiere mi interpretaciónlas percepciones de lo dado que según él constituyen los funda-mentos del conocimiento empírico están justificadas por las expe-riencias a las que representan.

Sólo hay un pasaje que resulta difícil de acomodar a esta Ínter pretación; se trata de un pasaje en el cual Lewis se refiere a estas

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 jiorccpc iones de la experiencia como «autojustificativas o autoevlilcntcs» (p. 28). Pero no sólo es un pasaje aislado y raro; es tam-

 bién vulnerable a un argumento que el mismo Lewis expone en sui oplica a Reichenbach y Goodman, argumento referente a una di-lle» liad a la que se enfrenta un coherentismo valorado moderadoi|iie es también claramente una dificultad para el fundacionalismoModificatorio:

 No veo que haya esperanza pa ra [...] una teoría de la coherenciaque repudie datos de la experiencia [...], o no la hay a menos que seañada un postulado al efecto de que algunas proposiciones sintéticasson probables apriori ; [...] por ejemplo, que toda creencia basada enla percepc ión tenga cierta probabilidad simplem ente por ser una creen-cia basad a en la perce pc ión l3.

Al igual que Lewis, yo considero esta idea bastante inaceptable.

I I I

«La justificación de todas las creencias empíricas (justificaitus) del sujeto depende en último término, al menos en parte, del

Bpoyo de percepciones absolutamente ciertas de la experiencia.»I,cwis defiende esta tesis a comienzos del capítulo VII, «Las ba-nca del conocimiento empírico»:

 Nuestro conocim iento empírico se desa rrolla co mo una estructurade enorme complejidad, la mayoría de cuyas partes están establecidasgracias al apoyo mutuo, pero fundamentándose todas, en el fondo, enhallazgos directos de sentido [p. 171],

También la defiende casi al final de su análisis del conoci-miento:

[...] las primeras piedras que deben sostener todo la edificación [delconocim iento empírico] siguen siendo aquellas verdades que son reve-ladas en la experiencia dada [p. 353],

Sin embargo, en medio de las citas anteriores, cuando habla deIn memoria, parece rechazar esta tesis:11

11 Ibídem, p. 173.

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[...] es imposible cualquier solución que implique la sugerencia de

que un a creencia está jus tificada com o probable sobre la base de ante-

cedentes que son o b ien ciertos, o al m enos probables, y que éstos a su

vez tienen sus [. ..] bases anteriores [... ] hasta que llegamos a unas ba-ses definitivas y suficientes que están contenidas exclusivamente en

una evidencia em pírica directa, pasando esta solución por un retroce-

so lineal finito qu e termin a en datos dad os que son totalmente ciertos

[pp. 337338].

Podría pensarse que hay una explicación muy simple: que elúltimo pasaje citado no es más que un simple recordatorio de que

la explicación ofrecida no es puramente lineal, sino que suponeun elemento de apoyo mutuo en la congruencia de las creenciasobjetivas; pero hay algo más que esto, tal y como puede versecuando Lewis continua diciendo:

Lo que [...] hace que esto sea imposible [...] es el hecho de que la

«experiencia» considerada como el fundamento esencial de toda nues-

tra estructura piramidal de creencias empíricas no se produzca princi

 pálm ente en la experiencia sensorial, en el m omento en que recurrimos

a ella, sino en la experiencia pasada, que está a nuestro alcance sólocuando la recordamos [...]. De ahí que no pueda ponerse término a

ningún regreso de este tipo en las certezas empíricas [p. 338],

Es importante comprender por qué Lewis no tiene la posibi-lidad de solucionar el problema de la memoria pegándose a su fundacionalismo fuerte e incluyendo, entre las supuestas percepcionesciertas de la experiencia que constituyen las bases, percepciones

de la experiencia «memorística» tal como podrían estar represen-tadas por declaraciones expresivas del tipo «Ahora me parece re-cordar haber visto lo que parecía el pomo de una puerta». Lewis

 podría sostener que tales percepciones de la experiencia memorís-tica son ciertas; en cualquier caso su tesis no sería menos plausi-

 ble (ni tampoco más) que la afirmación de que las percepcionesde la experiencia sensorial son ciertas; pero el problema es que laexplicación de Lewis niega que tales percepciones de la experiencia memorística sirvan como base para el resto de las creenciasempíricas del sujeto.

Para comprender por qué, es necesario analizar la explicaciónde Lewis del «significado sensorial» de los juicios objetivos. Se-gún la versión de Lewis sobre la máxima pragmática, el significa-do sensorial de un juicio objetivo viene dado por un conjunto infi-nito de «juicios concluyentes», juicios con la estructura «Si A

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li icrla acción por parte del sujeto) entonces E (cierto resultado delu experiencia)». El significado sensorial de un juicio objetivo co-mo el de «Hay un pomo de una puerta delante de mí», por ejem-

 plo, viene dado a través de su relación de probabilidades mutuascon un conjunto de juicios del tipo «Si yo mirase directamente hat'lu delante, vería lo que parece el pomo de una puerta», «Si alarliase mi mano directamente hacia delante, tocaría lo que parece el

 pomo de una puerta», etc. Se dice que los juicios objetivos son«no concluyentes» porque no pueden verificarse de forma defini-tiva; los «juicios concluyentes» se denominan así porque, segúnI ewis, sí pueden. El problema para Lewis es entonces que las per-cepciones de aquello que es dado en la experiencia inmediata enInn que, según él había insistido hasta ahora, debían basarse en úl-timo término todas las creencias empíricas justificadas del sujeto,mu percepciones de la experiencia actual del sujeto, la experien-cia del momento en que se efectúa el juicio ; pero que, sin la ayudailc los juicios sobre la experiencia pasada del sujeto, tales juiciosii'rlim. como reconoce Lewis, claramente inadecuados para apoyili' cualquier cosa que el sujeto generalmente considera comocreencias empíricas justificadas. Y los juicios —éste es el punto

chive en este argumento— referentes a la experiencia pasada del«nieto que se requieren deben ser del tipo «Yo miré directamenteImciít delante y vi lo que parecía el pomo de una puerta». Dichoilc otro modo, lo que se requiere no son las percepciones presentes i/f la experiencia memorística,  sino los juicios de la experiencia wnsorial del pasado del sujeto  (p. 264). Y Lewis reconoce que,

 puesto que éstos dependen de la memoria, no son ciertos (p. 334).I monees, en efecto, Lewis se ve forzado a pasar del fimdaciona

ll«mo fuerte al débil debido a la presión de algo parecido a la teoilu de los giros y rodeos: las percepciones de la experiencia pre«unte del sujeto son ciertas, o así lo cree Lewis, pero resultan in«til icientes para construir la base, y aunque la adición de juiciosmentor ísticos sobre la experiencia pasada podría proporcionarmui base suficiente, ello sería a costa de sacrificar la certeza.

La explicación de Lewis sobre los juicios concluyentes es muy problemática: si la acción hipotética a la que hemos hecho re-tinencia anteriormente en una oración condicional («Si A entont'i'K E») se especifica en términos objetivos («Si yo hiciese A»), elluido de ninguna manera puede calificarse de expresivo, mientrasi|m' si la acción se especifica en términos genuinamente expresi

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vos («Si a mí me pareciese que yo hiciera A»), la versión de l.cwis de la máxima pragmática le comprometería con el fenomena-lismo, del cual reniega expresamente; y en cualquier caso seguiría

siendo difícil entender cómo toda la oración condicional podríaverificarse de un modo decisivo mediante «hallazgos directos ticsentido», dada la insistencia de Lewis en que «Si..., entonces....»se construya en subjuntivo. Al mismo tiempo, Lewis ha olvidadouna importante asimetría, pues parece claro que un ejemplo únicoy desfavorable podría falsificar  un juicio concluyente. Pero no mevoy a extender en estas críticas14.

Lo importante para nosotros es que el mismo Lewis se ve fi-nalmente forzado a admitir que la tesis n.° 3 no es verdadera, yque la justificación de la mayoría de las creencias empíricas nodepende en último término, ni siquiera en parte, del apoyo de per-cepciones supuestamente ciertas de aquello que le es dado al suje-to en el momento presente a través de la experiencia; depende, enla mayoría de los casos, de recuerdos que pueden ser falibles deaquello que le fue dado previamente al sujeto en la experiencia.

La veracidad de la tesis n.° 3, en suma, no se demuestra con nin-guno de los argumentos que aporta Lewis; y de hecho se demues-tra que es falsa mediante su tesis sobre la memoria.

Es más, otro argumento de Lewis señala de forma inconfundi- ble la conclusión de que la tesis verdadera es la 3* y no la 3. La reac-ción inicial de Lewis ante el problema de la memoria parece ser elretroceder a un fimdacionalismo impuro débil en el cual las creen-cias básicas incluyen, además de las percepciones de la experiencia

 presente del sujeto, consideradas como plenamente justificadas poila experiencia sensorial presente del sujeto, los juicios sobre la ex-

 periencia pasada, que se consideran justificados prima facie  me-diante la experiencia memorística presente. Pero Lewis reconocetambién la fiierza de otro argumento, el cual, si se mantuviese eslereconocimiento, le expulsaría por completo del fimdacionalismoempujándolo hacia el fundherentismo. Pues él admite lo siguiente:

Además de los datos presentes de los recuerdos, es necesaria uimgeneralización a fin de que cuand o se aporten tales datos de la memoría, las experiencias aparentemente recordadas, con cierto grado <le precis ión, sean aceptadas como reales [p. 336].

Se exponen con más detalle en Haack, «C. I. Lewis», pp. 2 30 ss.

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l'.Ntc argumento posterior es en efecto (aunque Lewis no lo deiiinniiie así) una versión de la hipótesis fluctuante contra el fundadi mnl ¡sillo débil. La credibilidad de los juicios de la experienciaiiflftiidii, y esto sí lo admite Lewis, depende en parte del apoyo de

U» generalizaciones sobre la fiabilidad de la memoria. Pero obVI ii mente esta última de ninguna manera puede considerarse básitn, |nulificada sólo por la experiencia; y por tanto el carácter uniitl uve innal de las relaciones de apoyo se ve fatalmente amenazailn |*i >r esta concesión.

l’Nimportante subrayar aquí que el razonamiento de LewisHiiiim el coherentismo no dice que el apoyo mutuo sea ilegítimo,iliin que, sin el suministro que aporta la experiencia, sólo puede

mu neniar la credibilidad, pero no conferirla.Lewis titubea en su giro hacia el fundherentismo; menos devulnlc páginas después de admitir la importancia de las generab-an'iones de la fiabilidad de la memoria para la justificación de|ii li ios memorísticos particulares —páginas que están dedicadas aillin disertación sobre la congruencia, a cómo las relaciones deiipoyo mutuo pueden aumentar la credibilidad de las creencias nolirtmcus por encima de la credibilidad inicial que les confirió elHpuyo de las creencias básicas—, Lewis repite que «las primeras|i mil ras que sostienen toda la edificación [del conocimiento empí-nen | siguen siendo aquellas verdades que fueran reveladas en la»H|H.TÍencÍa dada» (p. 353). Quizás esto no sea extraño, pues su«mocimiento vacilante de la teoría fluctuante es devastador parainiln la imagen fimdacionalista. Si la justificación de las creencias«nipíricas se deriva en parte de la experiencia memorística prewmle del sujeto y en parte de sus creencias relativas a la fiabilidadilc ln memoria, la justificación está sometida a fluctuaciones; y la

miidusión más sólidamente garantizada no es la n.° 3, sino la 3*:i|nc la justificación de las creencias empíricas del sujeto dependemi úllimo término, al menos en parte, de la experiencia memorísHni y sensorial.

Los argumentos de Lewis no logran afianzar sus tesis firndai'linudistas fuertes: 1) que las percepciones del sujeto de aquelloque le es dado en la experiencia inmediata son ciertas; 2) que, a

iiu'nos que existiesen percepciones de la experiencia absolutaHHMllc ciertas, ninguna creencia empírica estaría justificada enguillo alguno, y 3) que la justificación de todas las creencias em

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 píricas del sujeto depende en último término, al menos en parle,del apoyo de estas percepciones ciertas de la experiencia. Peroaclarando diversas confusiones (entre las creencias de un sujetosobre sus experiencias, y las experiencias mismas; entre la certezasustancial y trivial; entre la justificación no relativa y la completa;entre la percepción presente de la experiencia memorística y el

 juicio presente de las percepciones del pasado), los argumentos deLewis son una buena defensa de las siguientes tesis: 1*) que lossujetos conocedores tienen experiencias (sensoriales, memorísticas); 2*) que, a menos que tengan tales experiencias, ninguna do

sus creencias empíricas estaría justificada en grado alguno, y 3*)que la justificación de todas las creencias empíricas justificadasde un sujeto depende en último término, al menos en parte, de di-chas experiencias. A diferencia de las tesis 13, las l*3* no tien-den claramente hacia el fundacionalismo; constituyen, de hecho,la esencia del experiencialismo. Tendrían cabida tanto en una teo-ría fundherentista como en una fundacionalista.

De hecho, el que puedan acoplarse mejor  a una teoría fundhe-

rentista que a una fundacionalista se indica —de forma indirecta,quizá, pero inconfundible— en los argumentos que conducen aLewis primero a desplazarse hacia un fundacionalismo débil y lue-go, aunque con paso vacilante, le llevan a reconocer que la justifi-cación sufre, después de todo, fluctuaciones. El papel de la expe-riencia en la justificación no es, como sostiene el fundacionalismoexperiencialista, el único medio de soporte para algunos tipos de

creencias privilegiadas, que a su vez prestan apoyo al resto no pr¡

■ M i l

Fi g u r a  2.2

(La parte negra representa la justificación por la experiencia, mientras que tu blanca representa la justi fic ació n mediante el apoyo de otras creencias. N o se Imrepresentado ningún cuadrado completamente blanco, ya que ninguna crecneinempírica puede justificarse con independencia de la experiencia. El cuadradocompletamente negro está encerrado en corchetes, puesto que el fúndherentismono requiere creen cias justificad as sola y exclusivamente por la experiencia.)

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^tli'Rlaüo; se trata más bien, como afirma el fimdherentismo, den|inHiir una parte a la justificación de todas las creencias empíricasIntiil leudas, todas las cuales pueden también, en distintas medidas,

|ihl)t icnrse parcialmente por el apoyo de otras creencias. La idea,h i  resumidas cuentas, se muestra gráficamente en la figura 2.2.tpitg, anterior).

• '.I objetivo de este capítulo, tal y como dije al principio, no eratí'ln demostrar que la teoría fundacionalista de Lewis es errónea,»niu hacer ver que fracasa en aspectos que nos señalan en direc►it'in flmdherentista. Si, como espero, se ha alcanzado este objeti-vo, 1* siguiente tarea será la de exponer un argumento paralelo enh ultra del coherentismo. Pero, puesto que ningún coherentistaolHvii un blanco tan apropiado como lo ha hecho Lewis al desplafuiHi! desde el fundacionalismo fuerte al débil, esta vez abordaréno tino, sino dos análisis minuciosos.

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3. DESCOMPOSICIÓN DEL COHERENTISMÍ)

El conocimiento empírico —si es que existe tal aisa— se distingue po r tener como factor esencial [. .. | algo que se revela en la experiencia [...]• Existe sin dudacierta relación de hechos lógica [...] a la que podría datse apropiadamente el nombre de «coherencia» [...]. Pa oninguna relación lógica puede nunca, por si misma, sa

suficiente como para establecer la verdad, ni tan siquia ala credibilidad, de ningún juicio sintético.

Lewi s , «The Given Elem ent in Empirical Knowledge»

A Lewis no le falta razón cuando sostiene que el no poder per-mitir la relevancia de la experiencia para la justificación es unadificultad insuperable para el coherentismo. (Esta cita, dicho sea

de paso, también parece hacer hincapié en uno de los temas princi- pales del capítulo anterior: que lo que en realidad defiende Lewises el experiencialismo, y no el fiindacionalismo.) Pero los coherentistas, como es natural, arguyen que esta dificultad es superable. El

 presente capítulo es un análisis de dos intentos de superarla: el deBonJour en The Structrure o f Empirical Knowledge12, y el de Davidson en «A Coherence Theory of Truth and Knowledge»3. Nues-tro objetivo es en parte, claro está, demostrar que estos intentos

fracasan; pero también, y no menos importante, demostrar que elmodo en que fracasan no fuerza el regreso hacia una posición fundacionalista sino, más bien, aumenta el interés por un desplaza-miento en dirección hacia el fundherentismo.

Con BonJour, mi explicación es relativamente directa. Él in-tenta acomodar la aportación de la experiencia dentro de un mar-co coherentista por medio de la imposición de un requerimiento

adicional, el «Requisito de Observación», en la justificación. Pero

1 Lewis, «The Given Elem ent in Empirical Knowledge», pp. 168169.2 Todas las referencias de páginas que aparecen en el texto de la sección 1 de

este capitulo aluden a este libro.3 Todas las referencias de páginas que aparecen en el texto de la sección II de

este capítulo a luden a este artículo.

[78]

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extemalismo— proporcionan entre ellas una categorización tulecuada de las alternativas disponibles. Ya he demostrado que la primera de estas dicotomías no es exhaustiva; y que la segunda, a mimodo de ver, no es lo suficientemente sólida como para soporiaiun gran peso4. Por tanto, como es natural, yo creo que la estratogia de BonJour no es la adecuada. Por supuesto BonJour podría, a

 pesar de ello, tener una teoría acertada que ofrecer. De hecho, como luego explicaré, no la tiene; al final su teoría sucumbe ante lahipótesis de los marineros borrachos. Pero sólo al final: BonJoures consciente de esta objeción potencial y realiza una sofisticada

maniobra para evitarla; maniobra que, sin embargo, fracasa, y Iracasa quizá de tal manera que refleja las insuficiencias del mapa deBonJour relativo al espacio lógico de las posibles teorías de la justificación.

El coherentismo de BonJour es un coherentismo moderado yde afianzamiento gradual, que se articula por medio de una distinción entre el nivel local y el global de la justificación. A nivel local, donde lo principal es la justificación de una sola creencia

dentro del contexto de un sistema cognoscitivo cuya justificaciónse considera garantizada, BonJour admite que las relaciones deapoyo parecen lineales. Pero a nivel global, donde la cuestión se extiende a la justificación de todo el sistema, éstas parecen ser esencialmente holísticas. Incluso la justificación de una sola creenciarequiere finalmente el apoyo de conexiones locales y lineales conotras creencias dentro de un sistema general que está justificado,desde el punto de vista holístico, por medio de su coherencia. I .acoherencia, tal como la concibe BonJour, presenta grados; y de»

 pende, no sólo de la firmeza lógica del sistema cognoscitivo, sinotambién de su grado de firmeza probabilística, de la omnipresencia y fuerza de sus conexiones deductivas internas, de su grado delibertad con respecto a las anomalías no explicadas, etc.

La teoría de BonJour es intemalista no sólo en el sentido deque hace de la justificación exclusivamente una cuestión de rel;i

ciones entre las creencias de un sujeto (en este sentido, cualquin

4 Alston plantea dudas sobre la dicotomía internalismo/externalismo, m«Internalism and Ex tem alism in Epistemology» y en « An Intem alist Extei nalism»; y, aunque no estoy segura de que haya llegado al fondo del asunto, estoyconvencida de que tiene razón en cuanto a la cuestión de si existe una dicolomía simp le aquí.

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,r ‘Min de la coherencia es intemalista), sino también en el sentidoMU® requiere que la justificación de una creencia se base en

('Mininas, como dice BonJour, «poseídas por» el sujeto mismos.

I requisito hace que BonJour introduzca un principio que él■I- nomina «Presunción dóxica» y que describe como una presu-»“^|i jón según la cual un sujeto no tiene ninguna creencia justifi-1Htlti en absoluto: que un creyente «debe [...] tener un control■nlm'iitdo de todo su sistema de creencias» (p. 102). Esto resultaMilu muy vago, pero afortunadamente esta vaguedad no será un'«iHtfáculo para mi crítica.

BonJour reconoce la fuerza que tiene la intuición de que una'atMUada explicación de la justificación de las creencias empíri-

*mi debe permitir un papel a la experiencia («observación» es laI'hI libra que él emplea; quizá no sea la elección más apropiada,f*'i 0 no pasará nada porque utilicemos su terminología en las lí-M'iin siguientes). BonJour también reconoce que existe una razón.... . sospechar que una teoría de la coherencia, que por definición"" ilienc que toda justificación es deductiva, una cuestión de rela-■mu ís  entre creencias, puede ser en principio incapaz de cumplir ■iie requisito. Pero él piensa que esta aparente dificultad puede■mi I Mirarse.

Existen dos sentidos, sugiere él, en los que puede decirse que«mu creencia es «no-deductiva»: con respecto a su origen  y con ^ \j treta a su justificación. Sí hay, admite BonJour, creencias que♦tallen un origen no deductivo, por ejemplo, aquellas creenciaslint* el sujeto tiene en principio no como consecuencia de una de-iliii'i'ión a partir de otras creencias suyas, sino como consecuenciait In observación o introspección. Pero no existen, insiste él, creen-. 1““ que sean no-deductivas con respecto a la justificación, es de-

■li. creencias justificadas por otra cosa que no sea sus relacionestk'tluctivas con otras creencias del sujeto. Esto podría producirnostil cierta incomodidad razonable; ¿no es la deducción, después delinio, lina vía para llegar a una creencia? BonJour no es tan claroi unió cabría esperar en este punto, pero su posición parece serifiH* lo que importa en lo referente a la justificación no es aquellotjnt’ inspiró originalmente la creencia, sino lo que la sostiene en eltttmnento en cuestión. También subraya que no es necesario que el

BonJour, «Ex temalist Theories ofE m pirical R nowledge», p. 55.

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»f La suficiencia de semejante justificación local depende a sude la justificabilidad de las premisas. La 20 y 30, en opi-

nión de BonJour, al ser más o menos creencias empíricas directas,

Starán justificadas de una manera que, según la teoría de Bonlir se considera habitual, es decir, siendo adecuadamente inclui

01* en un conjunto de creencias lo bastante coherentes. La 10,•uniere él, es en realidad una conjunción de tres afirmaciones: a)que el sujeto tiene la creencia en cuestión; tí) que ésta es de tipok{ c) que es cognoscitivamente espontánea. La subpremisa a), setíiin BonJour, está justificada gracias a la Presunción dóxica; la«tibprcmisa tí)  está justificada en parte —en lo que respecta al• otile nido de la creencia— nuevamente a través de la Presunción

ilóxica, y en parte —en lo que se refiere a la etiología— mediantelu Introspección; y la subpremisa c) está también justificada por lalltli’oHpección.

Esto significa que (a la manera sorprendentemente internalislii) la justificación de las creencias observacionales siempre de[U'mlc en parte de la justificación de las creencias introspectivas.A nivel local, la justificación de una creencia introspectiva, porejemplo el que yo crea que hay un libro rojo en el escritorio situa-

do delante de mí, podría desarrollarse, según BonJour, de la siKuiente manera (véanse, pp. 133 ss.):

1 I Tengo una creencia cognoscitivamente espontánea de ti- pil K’ según la cual yo creo que hay un libro rojo en el escritorio•Ituado delante de mí;

31 Las creencias cognoscitivamente espontáneas de tipo K’*>n generalmente verdaderas;

Por tanto:

41 [probablemente] creo que hay un libro en el escritorio simudo delante de mí.

(En opinión de BonJour no es necesario un paso análogo al 20 porque la fiabilidad de la introspección, a diferencia de la obser-vación, no es normalmente sensible a la obtención de condiciones

en un momento dado.)Se supone que la suficiencia de esta justificación local depen-de, una vez más, de la justificabilidad de las premisas. La 31, se

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gún BonJour, es una afirmación empírica más o menos directa, y por tanto está justificada de la misma manera que la 3 0; y la 11,sugiere él, puede justificarse de la misma manera que la 10.

BonJour se da cuenta de que esta explicación de cómo es posible  que la observación juegue un papel todavía no prueba que luaportación de la observación sea necesaria  para la justificaciónde las creencias empíricas. Y es aquí donde hace aparición su «re-quisito de la observación». Su planteamiento de este requisito,que él describe como un «metaprincipio regulador» y que segúnadmite es «obviamente bastante vago», dice así:

. A fin de que las creencias de un sistema cognoscitivo sean candidatas a la justificación empírica con iguales posibilidades, dicho sistemadebe contener leyes que atribuyan un elevado grado de fiabilidad a unadiversidad razonable de creencias cognoscitivamente espontáneas (¡ncluyendo [...] aquellos tipos de creencias introspectivas que son ñecosarias para el reconocimiento de otras creencias cognoscitivamente es

 po ntá neas) [p. 141].

El Requisito de Observación es crucial para lo que BonJourdenomina la «metajustificación» fen mi terminología, la «ratifi-cación») de su teoría de la justificación; es decir, su razonamientode que sus criterios de justificación son indicativos de la verdad.Dado que BonJour acepta una teoría de la verdad basada en la co-rrespondencia, la tesis a la que apunta su metajustificación es lasiguiente:

[Un] sistema de creencias que a)  sigue siendo coherente (y estable)a largo plazo y b)  que continúa cumpliendo el Requisito de Observa-ción tiene probabilidades, hasta un grado proporcional a este grado decoherencia (y estabilidad) y a la longitud del plazo, de correspondacon preci sión a la realidad independiente [p. 171].

El papel del Requisito de Observación en esta metajustifica-ción, para BonJour, es el de «garantizar que el sistema de creen-cias reciba una aportación continua  de la observación», lo cual«proporciona la razón básica para pensar que un sistema de creen-cias tiene probabilidades de ser verdadero» (p. 170); pues la me-

 jor explicación de la coherencia continuada y de la estabilidad deun sistema de creencias ante la aportación continua de la observa-ción, dice él, es que las creencias en cuestión se correspondan, almenos de un modo aproximado, a la realidad.

MI objetivo no es este argumento metajustificativo como talMu ii ii [uc tengo mis dudas sobre si éste resistiría un minucioso exaliu u critico), sino la afirmación de que el Requisito de Observa->lim gurantiza que un sistema que lo cumpla reciba una apor-tilló» continua de la observación, de lo cual depende el argumentn mclnjustificativo.

SI analizamos de nuevo la declaración de BonJour referente al(ri’ijiiisito de Observación, se revela una ambigüedad entre lo quevu denominaré una interpretación dóxica y una interpretación exl't'Hvncialista. En la dóxica, el Requisito de Observación exigeque el sujeto crea tener  creencias cognoscitivamente espontáneas,

v í|lic el sujeto crea que las creencias cognoscitivamente espontáMitiis Non generalmente fiables. En una interpretación experienciallvlu, exige que el sujeto tenga  creencias cognoscitivamente esIun i Irineas, y que crea que las creencias cognoscitivamente esponMMcus son generalmente fiables. (En cualquier caso, se suponeque, puesto que el Requisito de Observación se denomina de esten ii ulo, las «creencias cognoscitivamente espontáneas» menciona-das incluyen creencias provocadas por la experiencia sensorial delni 11esto.) La afirmación de BonJour es ambigua y puede interpreliuse de dos maneras: cuando dice que un sistema de creencias«debe contener leyes que atribuyan [...] fiabilidad a [...] creeni’Iiin cognoscitivamente espontáneas» (p. 141), BonJour podría es(tu o no estar diciendo que el sistema debe en realidad contenerucencias cognoscitivamente espontáneas. ¿Cuál de las dos Ínter-in daciones pretendía en realidad BonJour? Yo no creo que existaHtmrespuesta concreta. No se trata sólo de que BonJour se haya

«pr esado de un modo algo ambiguo; la ambigüedad, presumible-mente inconsciente, esconde una seria dificultad en su teoría.

Existen otras muchas evidencias textuales que apoyan estediagnóstico de equivocación. Cuando presenta su explicación dela justificación deductiva de las creencias que no son deductivasdi origen, BonJour se expresa como si las creencias del sujeto re-lativas al origen de sus creencias fuesen verdaderas,  pero inmeillulamente a continuación comenta, entre paréntesis, que lo hacei>nr conveniencias de la explicación:

(Será conveniente ignorar el caso en el que la creencia en cues-tión no es en primer lugar una creencia cognoscitivamente espontá-nea [. . .] . Tampoco me molestaré en distinguir entre los hechos rea-les de cada situación y [...] la concepción [del sujeto] de los mis

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i dos , sino que simplemente supondré que lo segundo concuerda conlo primero [...] . E l adm itir la posib ilidad contraria com plicaría nota

 blcmcnte la explicació n, pero no afectaría sig nif ic ativam ente al te

ira principal.) [p. 119].

En la página que sigue a la declaración inicial derRequisito deObservación, BonJour nos dice que este requisito «garantiza deun modo eficaz que un sistema cognoscitivo que lo cumpla recibauna aportación al menos aparente del mundo» (p. 142). Pero alllegar al capítulo siguiente al que introduce el Requisito de Obser-vación, en el cual él lo presenta como un elemento esencial de sumetajustificación, la expresión «al menos aparente» ha sido con-venientemente eliminada, y nos encontramos con que BonJourafirma que «el Requisito de Observación [...] garantiza que elsistema de creencias reciba una continua aportación de la obser-vación» (P 170).

 No se necesita un argumento muy complicado para consolidarmi afirmación de que en la versión dóxica el Requisito de Obser-

vación (o así llamado, pues este término comienza a parecer ten-dencioso) no garantiza la aportación de la observación (ni puntualni «continua»). Quizá podría sugerirse que si se cumple el Requi-sito de Observación dóxica y  el sujeto tiene justificación para al-gunas creencias que son observacionales en origen, entonces elsujeto no sólo debe creer, sino creer con justificación, que poseecreencias que son observacionales en origen. Esto es cierto; perosigue siendo claramente insuficiente para garantizar la aportacióndel mundo. Posiblemente BonJour está en el fondo influido por el

 pensamiento aparentemente tranquilizador de que su metajustifi-cación demuestra que si el sujeto cree con justificación que poseecreencias que son observacionales en origen, probablemente ten-ga creencias que son observacionales en origen. Pero por supuestoello no mejora las cosas; pues la metajustificación de BonJour de-

 pende de la suposición de que la aportación del mundo está garan-

tizada si se cumple el Requisito de Observación, por lo que este pensamiento aparentemente tranquilizador en realidad no propor-ciona tranquilidad alguna.

La parte más complicada de este razonamiento es el demostrarde qué modo, en su interpretación experiencialista, el Requisitode Observación altera radicalmente el carácter de la teoría deBonJour. Lo mejor será comenzar presentando dos breves bosque

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|i*wde las explicaciones de justificación que resultan de las dos inti'i prefaciones:

l'nmera interpretación (dóxica):A tiene una justificación para creer que p si:(nivel local) 1(1) p se incluye apropiadamente en un

conjunto de creencias de A;(nivel global) 1(11) el conjunto de creencias de A es co-

herente yl(III) (R.O. dóxica) incluye creencias de

tal manera que ciertas creencias delconjunto sean cognoscitivamente es-

 pontáneas.

Segunda interpretación (experiencialista):A tiene una justificación para creer que p si:

(nivel local) 2(1) p se incluye apropiadamente en unconjunto de creencias de A;

(nivel global) 2(11) el conjunto de creencias de A es co-herente y

2(111) (R.O. experiencialista) incluye creen-cias cognoscitivamente espontáneas.

La primera interpretación produce lo que BonJour pretendeOfrecer: un coherentismo (fuertemente) intemalista, que, sin em- bargo, no garantiza la aportación de la experiencia. La segundainterpretación produce algo que sí garantiza la aportación de laexperiencia, pero que no es ya el tipo de teoría que pretendía ofre-cer BonJour; no es ya, en concreto, una teoría coherentista.

La cláusula l(III) es puramente dóxica, expresada únicamenteen términos de relaciones entre las creencias del sujeto, y por tantoen total consonancia con el coherentismo. La cláusula 2(111), sinembargo, no es puramente dóxica, no se expresa exclusivamenteen términos de relaciones entre las creencias del sujeto, y por tantono es compatible con el coherentismo. Lo que ésta dice es que el re-quisito de que algunas creencias de un sistema sean observaciona-les en origen es una condición necesaria para que cualquier creen-

cia del sistema esté justificada. (Quiero decir, de paso, que esto secontradice bastante con la insistencia de BonJour en la distinción delas cuestiones del origen y las cuestiones de la justificación.)

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HH I Vil)I.\CTA BINVESTIGACIÓN

Sin rinkiigo, pese a que en la segunda interpretación la explicai ii >i i de BonJoui no podría calificarse de coherentista, tampoco sei .ililVaiia de lundacionalista. Supongo que no sólo es necesarioque el sistema incluya algunas creencias cognitivamente espontá-neas, sino concretamente que las creencias que el sujeto cree que son cognoscitivamente espontáneas sean cognoscitivamente es

 pontáneas. (A menos que se asuma esto, es difícil dar sentido al-guno a la segunda explicación.) Entonces tendríamos, en efecto,dos clases de creencias: aquellas cuya justificación depende deque sean observacionales en origen, y aquellas cuya justificación

no depende de ello. Pero esta distinción no se correspondería conla distinción que hacen los ñmdacionalistas entre creencias bási-cas y derivadas, pues las creencias básicas deben justificarse conindependencia del apoyo de otras creencias, mientras que en estaversión reconstruida de la teoría de BonJour, las creencias cog-noscitivamente espontáneas dependerían para su justificación delapoyo de otras creencias además de su origen observacional.

Puede apreciarse, en suma, un desplazamiento hacia el fundhe

rentismo. No se trata de que la teoría reconstruida sobre la inter- pretación experiencialista del «Requisito de Observación» de Bon-Jour sea exactamente igual a la teoría fundherentista que yo pre-sentaré; es distinta a ella, concretamente, en cuanto a que requiereuna clara distinción entre creencias observacionales y creenciasque son deductivas en su origen. Pero la versión reconstruida de lateoría de BonJour, que no es coherentista ni fundacionalista, y que

 permite tanto un papel a la experiencia como un apoyo mutuo om-

nipresente, seguramente muestra una tendencia fundherentista. II

II

Aunque Davidson titula su influyente artículo «A CoherenceTheory of Truth and Knowledge» («Una teoría de la verdad y del

conocimiento basada en la coherencia»), no defiende una teoríade la verdad basada en la coherencia; afirma, como hace BonJour,que «la coherencia [entre creencias] proporciona una correspon-dencia [con los hechos]» (p. 120). Pero, a diferencia de BonJour,Davidson trata de establecer esta relación no por medio de unaelaboración de los criterios de justificación, sino por medio deuna exploración de los criterios para la atribución de creencias; su

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Mhiilegia positiva se centra en la tesis de que «la creencia es pornaturaleza verídica» (p. 128), y que, por tanto, «la pregunta “¿Có-mo sabe uno que sus creencias son generalmente verdaderas?” se

responde a sí misma, simplemente porque las creencias son pornnluralcza generalmente verdaderas» (p. 133).

lisio podría llevarnos de un modo razonable a preguntamosqué hay de coherentista, si es que hay algo, en la posición de Davidson. Menos de lo que parece (tal como admite Davidson, cua-tro años después, en sus «Pensamientos posteriores» sobre este ar-ticulo)6; pero más de lo que hasta aquí se puede apreciar. Davidn iiii está trabajando con un concepto muy débil según el cual unateoría se considera coherentista a condición solamente de que traten la justificación como una relación exclusivamente entre creen-cias. (Desde mi punto de vista esto es necesario pero no suficien-te.) Y la estrategia negativa del artículo de Davidson se centra enla tesis de que la idea de que una creencia pueda estar justificadacon independencia de otras creencias se basa en una confusión de

 justificación con causalidad, de modo que no existe ninguna alter-

nativa a una explicación de la coherencia. Las estrategias positivay negativa se unen cuando Davidson concluye que, dado que lascreencias son en su mayoría verdaderas, existe una presunción enfavor de la veracidad de una creencia que es coherente con uncuerpo sustancial de otras creencias.

La primera parte de mi crítica consistirá en demostrar que laestrategia positiva de Davidson fracasa; la segunda, en sugerir có-mo puede evitarse su estrategia negativa. Debido a que el razona-

miento positivo de Davidson se desarrolla dentro de la teoría de lainterpretación, la primera parte de mi argumentación se situaráigualmente dentro de la filosofía del lenguaje; sólo cuando llegue-mos a la segunda parte aparecerán elementos específicamenteepistemológicos. Y sólo entonces se hará visible la tendencia ha-cia una teoría de doble aspecto, y finalmente hacia el fundherentismo.

Tanto en la parte positiva como en la negativa de su artículo,

Davidson adopta la táctica de contrastar lo que él considera lasventajas de su aproximación con lo que considera las desventajasde la aproximación de Quine. Yo también adoptaré la táctica de

6 Davidson, «Afterthoughts», p. 134.

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contrastar la aproximación de Davidson con la de Quine, peromás a menudo con el propósito de señalar alguna ventaja del aná-lisis de Quine sobre el de Davidson.

«Las creencias son por naturaleza generalmente verdaderas.»La reacción natural, seguramente, es pensar que esto suena dema-siado bien como para ser cierto. Si esta reacción es correcta, tal  y

como yo creo, entonces el razonamiento positivo de Davidson de- be tener fallos, y esto es lo que voy a tratar de demostrar.

La clave de la estrategia positiva de Davidson es que plantea unrazonamiento de manera que éste es consecuencia de una correctateoría de atribución de creencias —de interpretación radical, segúnla terminología de Davidson— según la cual un intérprete debe in-terpretar el discurso de los hablantes originales de manera que lesatribuye creencias que son, en general, verdaderas. Este argumentose centra en la interpretación que hace Davidson del principio decaridad; pero esta interpretación, en mi opinión, hace que el princi-

 pio de caridad sea demasiado fuerte para ser plausible o realista.En su interpretación más modesta, el principio de caridad está

concebido como una máxima heurística según la cual un traductorno tiene otra opción que la de proceder sobre la base de una pre-sunción anulable de acuerdo entre él y los autores. Davidson, sinembargo, transforma esto en algo mucho más ambicioso, de talmanera que «un intérprete debe interpretar de modo que haga queel hablante original o agente tenga una información bastante correcta  sobre el mundo» (p. 133). Sean cuales fueren los méritosdel principio de maximización del acuerdo, el principio de maxi

mización de la verdad no puede defenderse; pero es este último elque exige la teoría de la interpretación de Davidson, y del que de- pende su razonamiento epistemológico.

Davidson dice de sí mismo que «amplía» el principio de cari-dad de Quine; afirma esto en parte, aparentemente, porque él apli-ca este principio en lo que se refiere a la interpretación de loscuantificadores además de a las conjunciones de oraciones, y en

 parte porque, como él rechaza la distinción entre las creencias teó-

ricas y las observacionales, no le queda más remedio que aplicareste principio de manera equitativa (p. 130) 1. Pero esta explica7

7 No voy a hablar aquí de las opiniones de Q uine sobre la distinción entre oraciones de observación y oraciones teóricas, aunque considero que es algo menos

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i ii'in del asunto es bastante engañosa. La diferencia no radica (omi radica simplemente) en el campo de aplicación que cada uno

iilribuye a ese principio, sino en la interpretación que le dan. Seríai mis exacto decir que el carácter de la teoría de la interpretaciónilc Davidson le obliga a construir el principio de caridad como alyu que requiere la maximización de la verdad, mientras que eli'i instruirlo como algo que requiere la maximización del acuerdoPNlaria en consonancia con la teoría de Quine sobre la traducción.

Debo apresurarme a decir, sin embargo, que ni los explícitos

comentarios de Quine sobre su modo de entender el principio deraridad, ni los de Davidson, aclaran en absoluto esta significativadiferencia. Quine, ciertamente, podría dar la impresión de que a élle preocupa la verdad más que el acuerdo. Cuando habla sobre lat inducción de conjunciones de oraciones y su rechazo de la ideatic que pueda haber personas prelógicas, Quine observa que «lasiil'irmaciones que a primera vista sorprenden por su falsedad proImblemente se deben a diferencias ocultas del lenguaje», y co-

menta que «lo que nos dice el sentido común es que la necedad denuestro interlocutor, a partir de cierto límite, es menos probableHile una mala traducción»8. Posteriormente, en Palabra y objeto Quine observa que algo del mismo tipo se puede aplicar a la hipó-les is analítica, comentando que «cuanto más absurdas o extrañas«an las creencias atribuidas a las personas, más desconfianza seilebe tener de las traducciones; el mito de las personas prelógicas

señala sólo el punto extremo»9.Y Davidson va de un lado a otro explicando la caridad en tér-minos de verdad y en términos de acuerdo. En «A CoherenceTheory of Truth and Knowledge» inicialmente afirma que el prin-cipio de caridad «lleva al intérprete a traducir o interpretar de talmanera que aplica algunos de sus propios criterios de verdad a losmodelos de frases que el hablante original sostiene que son verda-

deras»; sin embargo, en la página siguiente, escribe que el intér

ilirccta que lo que cree Davidson; cfr. Quine y Ullian, The Web o f Belief,  p. 17:«Un vestigio de falibilidad sí hay [en las oraciones de observación]. Normalmen-te la observación es el remolcador que tira del barco de la teoría; pero en casosextremos la teoría tira con tan ta fuerza que la observación cede».

* Quine, Word and Object, p. 59. En una no ta a pie de página atribuye la ex-

 presión «princip io de caridad» a Wilson, «Substances Without Substraía».’ Quine, Word and Object, p. 69.

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INVIDENCIA E INVESTIGACION9.?

 prole está «para interpretar lo que el hablante original dice comoverdadero siempre que pueda»; pero más adelante en la misma

 página, dice que si este método es correcto, «la mayoría de las fra-ses que el hablante original sostiene que son verdaderas [...] son verdaderas, al menos en opinión del intérprete» (pp. 129130).

Estos pasajes podrían dar la impresión de que Davidson sim- plemente no distingue entre las dos versiones del principio de ca-ridad, sino que frases como «verdad, en opinión del intérprete» lehan llevado a colocarlas juntas. Pero esto sería simplificar dema-

siado las cosas; pues tanto en su artículo «A Coherence Theory ofTruth and Knowlwdge», como de forma más explícita en un ar-tículo anterior titulado «The Method of Truth in Metaphysics»(«El método de la verdad en metafísica»), Davidson sí reconoceesta distinción. Sus observaciones sobre las relaciones entre lasdos versiones de este principio apenas mejoran la situación. En«The Method of Truth», después de argumentar durante bastantetiempo que «Yo puedo interpretar tus palabras correctamente sólointerpretándolas de tal manera que nos pongamos básicamente deacuerdo», y reconociendo que esto «deja abierta la cuestión de silo que se acuerda es verdad», Davidson recalca que esta últimaobservación «se aleja de la cuestión principal», puesto que aun-que «la afirmación básica es que se necesita una gran comunidadde creencias para proporcionar una base a la comunicación [...] laafirmación por extensión [es] [...] que el error objetivo puede

 producirse solamente en un marco de creencias principalmenteverdaderas». El único argumento que ofrece la «afirmación porextensión» es que

[...] el error total acerca del mundo es [...] ininteligible, pues el supo-

ner que es inteligible es suponer que podría haber [un intérprete om-

nisciente] que interpretara correctamen te que alguien está equivocado

en su totalidad, y esto [ ... ] [es] im posib le10.

La «hipótesis del intérprete omnisciente» mencionada aquí seanaliza minuciosamente en «A Coherence Theory of Truth andKnowledge»:

[...] imaginemos por un mom ento a un intérprete que es omnisciente

en lo que se refiere al mundo, y a lo que haría que un hablante original

10 Davidson, «The Method o f Truth in Metaphysics», p. 201.

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aprobara cualquier frase de su (potencialmente ilimitado) repertorio.El intérprete omnisciente, utilizando el mismo método que el intérpre-te falible, considera al hablante falible básicam ente coheren te y correc-to. Según sus propios criterios, claro está, pero dado que éstos son obje-tivamente correctos, el hablante falible es considerado como básica-mente correcto y coherente según criterios objetivos. También podemos[...] dejar que el intérprete omnisciente centre su atención en el intér-

 prete falib le del hab lante falib le. Resulta que el intérpre te falible puedeestar equivocado con respecto a algunas cosas, pero no en términos g e-nerales; y por tanto, no puede compartir el error universal con el agen-te a quien él está interpretando. Una vez que estamos de acuerdo en elmétodo general de interpretación que yo he esbozado, se hace imposi- ble sostener de fo rm a correcta que cu alquiera podría es tar equivocado

la mayoría de las veces en cuanto a cómo son las cosas [p. 131].

Este razonamiento es tan confuso que resulta más claro saberque falla en algún sitio que saber dónde falla. Lo más importantedel argumento parece que comprende desde «imaginemos por unmomento...» hasta «... según criterios objetivos». El problema co-mienza ya desde el principio, cuando se nos invita a imaginar a unintérprete omnisciente que procede en consonancia con el princi-

 pio de maximización del acuerdo. Lo que tenemos que suponer,entiendo yo, es que hay un intérprete omnisciente que, además de tener creencias verdaderas sobre el mundo, también interpreta a los hablantes originales correctamente, y que lo hace conforme al 

 principio de maximización del acuerdo. De esta suposición no sesigue que las creencias de la gente sean en su mayoría verdaderas.El intérprete omnisciente atribuye a los hablantes originales creen-cias que en su mayoría concuerdan con las suyas; como sus creencias

son todas verdaderas, atribuirá a los hablantes creencias que sonen su mayoría verdaderas; y, puesto que sus atribuciones son todascorrectas, las creencias del hablante original son  en su mayoríaverdaderas. Pero esto no demuestra que las creencias de la genteson en su mayoría verdaderas; sólo que si hay un intérprete omnisciente, las creencias de la gente son en su mayoría verdaderas.Para demostrar que las creencias de la gente son en su mayoríaverdaderas, Davidson necesitaría un argumento de que hay un in-

térprete omnisciente. Por supuesto, no tiene tal argumento; la ob-servación que hace en «The Method of Truth» de que «no tienenada de absurdo la idea de un intérprete omnisciente»11, aunque

Ibidem, p. 201.

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Tp*l es verdadero en la lengua del hablante original si ysólo si p

donde la expresión en sem ¡corchetes de la izquierda indica una fra-se en la lengua del hablante, y la expresión de la derecha es unatraducción de esa frase a la lengua del intérprete El traductor ra-dical de Quine, en cambio, pretende, también sujeto a ciertas limi-taciones empíricas, poner en correlación cada frase de la lenguadel hablante original con una frase suya, de la manera siguiente:

Tp*T está en correlación c o n Tpl

donde la expresión en semicorchetes de la izquierda correspondea una frase en la lengua del hablante original, y la expresión en se-micorchetes de la derecha corresponde a una frase en la lenguadel traductor, Según esto, las limitaciones empíricas que imponeQuine serían:

El hablante original aprobaría Tp*l si y sólo si un hablante demi lengua aprobase Ip l

de manera que lo que importa es que exista un acuerdo entre el traductor y el hablante original en cuanto a las circunstancias 

 percibidas. Pero según la teoría de Davidson de la interpretaciónradical la frase de la derecha es utilizada, no mencionada, y estoexcluye toda limitación empírica del tipo de las de Quine. Encambio, dada la importancia que concede a las frasesV, las limi-taciones empíricas que impone Davidson tienen que ser:

el hablante original considera que Tp*l es verdadera si p,

de modo que lo que importa es que el hablante original esté en lo cierto. No se trata sólo de que, como dice Davidson, su intérprete«admita el hecho de que los hablantes de una lengua consideran auna frase verdadera como una evidencia prima facie  de que la fra-se es verdadera en esas circunstancias» 1314, lo que ahora nos impor

13 Davidson, «Radical Interpre taro n» , p. 135.14 Davidson, «B elief and the B asis of Meaning», p. 152.

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96 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

ta es que el intérprete de Davidsort pretende traducir frases conside-radas verdaderas por los hablantes de una lengua mediante frases

queson

 verdaderas en esas circunstancias. La teoría de Davidson,repito, le obliga a construir la caridad de tal manera que requiere unintérprete que haga que las creencias de los hablantes originales se-an en su mayoría verdaderas: mientras que la teoría de Quine empu-

 ja a éste a interpretar el principio de caridad de manera que requiereun traductor que haga que las creencias de los hablantes originalesconcuerden en su mayoría con las suyas.

Evidentemente el mismo Davidson no aprecia esto plenamen

te, pues en «On the Very Idea of a Conceptual Scheme» dice:

[...] la caridad no es una opción, sino la condición de tener una tconu[de interpretación] con la que trabajar [...]. Hasta que no logremos estabiecer una correlación sistemática de frases consideradas verdaderacon frases consideradas verdaderas, no se puede cometer errores. 1¡icaridad se nos impone [...]. Si queremos comprender a los demás, de

 bemos consid erar que tienen razón en la mayoría de los casos1!.

Aquí se muestra el conocido desplazamiento desde la caruLiilcomo maximización del acuerdo en la segunda frase hacia la caí idad como maximización de la verdad en la tercera. Pero lo que nmí me interesa recalcar ahora es que Davidson se equivoca al piesentar a su intérprete como alguien que busca «una correlación defrases consideradas verdaderas con frases consideradas verdadoras». A diferencia de la teoría de Quine, la de Davidson no preten

de poner en correlación las frases expresadas en la lengua del h;i blante con las frases expresadas en la lengua del intérprete, nicombinar condiciones de asentimiento con condiciones de asenlimiento; pretende combinar condiciones de asentimiento con condiciones de verdad   hallando equivalencias al estilo de Tarski enlas que, si la frase expresada de la parte de la izquierda es cottsiderada verdadera por el hablante, la frase empleada de la dercclm

es verdadera.El mismo Davidson sugiere que la diferencia clave entre su icoría de la interpretación radical y la teoría de Quine de la tratlucción radical está en que, mientras que Quine caracteriza las coiuliciones de asentimiento/disentimiento en términos de estímulos, el

Davidson, «On the Very Idea of a Conceptual Scheme», p. 19.

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se centra, más bien, en los objetos físicos y en los sucesos que provocan las creencias (pp. 132133). Esto es muy confuso. No setrata de que el traductor de Quine pretenda establecer una correla-ción entre frases de la lengua del hablante original y frases de su propia lengua combinando condiciones de asentimiento/disenti

, miento expresadas en términos de estímulos, ni de que el intérprei te de Davidson haga lo mismo pero con condiciones de asentiP miento/disentimiento caracterizadas en términos de objetos físi-

cos y sucesos; pues el intérprete de Davidson no está, repito,estableciendo una correlación de frases expresadas, sino que in-tenta combinar condiciones de asentimiento con condiciones deverdad. Incluso si la teoría de Quine fuese modificada a fin de ca-

racterizar las condiciones de asentimiento/disentimiento en térmi-nos de objetos físicos en lugar de estímulos, seguiría sin requeriri)uc un traductor atribuyese creencias en su mayoría verdaderas alos hablantes originales, sino sólo que maximizase un acuerdo en-tre él y ellos.

La diferencia clave entre la teoría de Davidson y la de Quine, por el contrario, es precisamente que Davidson está comprometi-do con el principio sólido de caridad, con la maximización de la

verdad, mientras que Quine sólo lo está con el principio débil deIh caridad, con la maximización del acuerdo.En realidad podría ponerse en duda si, incluso garantizándose

ul principio de maximización de la verdad, se seguiría la optimistaconclusión epistemológica de Davidson. Podría cuestionarse el pliso de «un intérprete no tiene otra opción que proceder supo-niendo que las creencias de los hablantes originales son en su ma-yoría ciertas» a «las creencias de la gente deben ser  en su mayoríaciertas». Comparemos esta situación con otras posibles máximas

ile la traducción. Quizá, por ejemplo, es cierto que un traductor nolenga otra opción que proceder sobre la base de que los hablantesno le están mintiendol6. Está claro, si pensamos un poco, que de«le principio no se sigue que sea imposible que los hablantesmientan sistemáticamente al intérprete, sólo que, si lo hacen, qui

lf Sin embargo , Tumbull dice que uno de los obstáculos que encontró en suyillldio de los Ik fue que sus informadores consideraban una especie de juego el piiomirle constantemente; «pero los antropó logos — continúa diciendo— tienenn* formas de sonsacar la verdad a sus informadores reticentes» (The Mountain tVupte,  p. 35).

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EVIDENCIA E INVESTIGACION< ) K

z:is a él le parezca imposible traducir sus palabras. En «On theVery Idea of a Conceptual Scheme» Davidson afirma que lo quees intraducibie a nuestra lengua no puede ser una lengua. Peroaunque existe quizás un sentido profundo, «intraducibie en princi-

 pio», en el que esto podría justificarse, seguramente no es plausi- ble el suponer que simplemente porque seamos incapaces, en la práctica, de traducir lo que dicen ciertas personas o criaturas (si, por ejemplo, éstas desconfían demasiado de los antropólogos, ode los humanos, como para decirles la verdad), de ello se siga queno tiene un lenguaje.

Existe también una notable diferencia entre una presunción deverdad y el requisito de que el intérprete atribuya al hablante creen-cias que son en su mayoría verdaderas. El mismo Davidson admi-te que las dificultades de las creencias individualizadoras impidenque pueda darse un significado claro a la idea de que la mayoríade las creencias de una persona deben ser ciertas. Pero incluso almargen de estas dificultades, está claro que de la presunción deque una F sea una G no se sigue que la mayoría de las «Fs» sean«Gs»; de la presunción legal de que un acusado es inocente hastaque se demuestre lo contrario, por ejemplo, no se sigue que la ma-yoría de los acusados sean inocentes.

Pero lo que yo quiero subrayar es, simplemente, lo implausibledel principio sólido de la caridad. Un principio modesto que presu-ma de forma revocable un acuerdo entre el traductor y el hablanteoriginal, sí tiene cierta pretensión de plausibilidad como máxima

de la práctica de la traducción. Pero sea cual fuere la pretensión de plausibilidad de este modesto principio, obviamente, no se extiendeal principio mucho más ambicioso según el cual un intérprete debeatribuir a los hablantes originales creencias que en su mayoría sonverdaderas17. El principio de caridad, construido de esta manera tanexigente, es demasiado duro para ser realista; ningún intérprete or-dinario falible podría ajustarse a él, pues lleva al intérprete a inter-

 pretar a los hablantes como si considerasen verdadera a l"p*l sólo por si acaso, de hecho, p. Un intérprete falible y con limitaciones

17 Cfr. Burdick, «On Davidson and In terpretation», sección 5, para un análisis

más incisivo y amplio de los problemas relacionados con las constricciones empí-

ricas de Davidson. (McGinn, en «Charity, Interpretation and Belief», y Verma

zen, en «The Intelligibility of Massive Error», también critican el principio de ca-

ridad de Davidson, aunque, a mi modo de ver, con menos acierto.)

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que intentase cumplir lo mejor posible este principio, no podría ha-cer nada mejor que interpretar al hablante como si considerase ver-dadera a Ip* 1por si acaso, a su manera de ver (la del intérprete), p.(Sin duda Davidson se mueve entre la versión del principio orienta-

da al acuerdo y la orientada a la verdad.) Pero, por supuesto, si re-sulta que un intérprete falible y con limitaciones se equivoca acercade si p, no habrá cumplido con el principio de caridad orientado a laverdad. Para interpretar de manera correcta, según los criterios deDavidson, un intérprete tendría que ser virtualmente omnisciente.(Sin duda Davidson no se da cuenta de que su hipótesis del «intér- prete omnisciente» es una petición de principio.

Davidson afirma que Quine y Dummett, al «tratar de hacer

accesible el significado», han «hecho inaccesible la verdad»(p. 126). Es tentador responder que, aunque esto sea así, al tratardemasiado estrictamente a la verdad y al significado, Davidson noha hecho accesible a la verdad, sino inaccesible al significado.También comenta Davidson a propósito de Quine y Dummett que«existen puntos de vista comunes en el lenguaje que favorecenuna mala epistemología» (p. 126). Resulta irónico, entonces, queul final la optimista conclusión epistemológica de Davidson, a sa- ber, que «las creencias son por naturaleza generalmente verdade-

ras» depende de una teoría de la interpretación que es inaceptable.Incluso si la conclusión optimista de Davidson fuese cierta (yaunque mi razonamiento, espero, ha demostrado que esta conclu-sión no queda probada con la hipótesis de Davidson, tampoco hademostrado que sea falsa) no favorecería por sí misma al coherentismo por encima de otras teorías de la justificación; aunque supe-raría una importante objeción al coherentismo: la hipótesis de losmarineros borrachos. Para llegar a una conclusión coherentista, esnecesaria también la estrategia negativa de Davidson.

La clave de esta estrategia negativa es una hipótesis según lacual la idea de que la justificación podría no depender de una re-lación exclusivamente entre creencias se basaría en una confu-sión, una confusión entre justificación y causalidad. Esta es laversión de Davidson de lo que yo denominé en el capítulo 1 «lahipótesis de la irrelevancia de la causalidad»; y, como sugerí en-tonces y explicaré detalladamente aquí, se basa en una suposiciónfalsa: que la justificación es una noción puramente lógica.

Será conveniente, de manera preliminar, señalar que la estrate-gia negativa de Davidson se sitúa al fondo de una clasificación de

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100 EVIDENCIA E INVESTIGACION

teorías que en cierta manera se opone a la que yo estoy utilizandoy a la mayoria de las clasificaciones conocidas. Según Davidson.«lo que distingue a una teoría de la coherencia es simplemente su pretensión de que nada puede contar como razón de una creenciaexcepto otra creencia» (p. 123). Tal como parece ser conscienteDavidson, según esta definición se calificarían como coherentistas no sólo las teorías que ordinariamente se han clasificado comotales, sino también las que yo he llamado teorías fundacionalistnsautojustificativas (según las cuales las creencias básicas se justil ican a sí mismas), además de las versiones contextualistas. En otras

 palabras, como reconoce en «Pensamientos posteriores», Davulson en realidad hace una distinción entre teorías que son pura-mente dóxicas y teorías que no lo son. El coherentismo (según elsentido que yo le doy), el íundacionalismo autojustificativo y elcontextualismo son, repito, puramente dóxicos, por tanto coherentistas en el sentido de Davidson; el íundacionalismo extrínseco, elíundacionalismo experiencialista y el fundherentismo no lo son.

Las teorías que no  son puramente dóxicas (que presumible-mente representan a la «epistemología mala» que en opinión diDavidson se ve favorecida por puntos de vista equivocados dellenguaje) no requieren que la justificación sea una relación exclusivamente entre creencias: «los intentos que merecen considera-ción» —observa Davidson— «tratan de basar la creencia de una

manera u otra en el testimonio de los sentidos» (p. 124). A David-son le gusta describir estas teorías como si tuviesen que recurrir aalgún tipo de «confrontación» (p. 120) entre nuestras creencias yel mundo, y por tanto como si requiriesen que «nos quitásemos la piel» (p. 125); Hemos de decir, también de manera preliminar,que estas metáforas son muy perjudiciales, pues, claro está, no podemos «confrontar una creencia con la experiencia» de maneraliteral, ni tampoco «quitarnos la piel». Pero esta retórica, aunquees muy hábil, no es un argumento válido contra una aproximación

a la justificación que no sea puramente dóxica (de ahora en ade-lante, para abreviar, «nodóxica»).

La defensa de Davidson depende, más bien, del razonamientode que esta aproximación representa un intento fallido de «convertir una causa en una razón». Este razonamiento dice así:

la relación entre una sensación y una creencia no puede ser lógiia,

 puesto que las sensaciones no son creencias ni otras actitudes propos i

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DESCOMPOSICIÓN DEL COHERENTISMO   101

dónales. ¿Cómo es entonces esta relación? La respuesta es, creo yo,obvia; esta relación es causal. Las sensaciones pueden causar  algunascreencias, y es este  sentido la base o fundamento de dichas creencias.Pero la explicación causal de una creencia no demuestra cómo o por

qué se justifica esa creencia [p. 125].

En opinión de Davidson esto demuestra que la justificaciónitcbe ser puramente dóxica. Quine, sugiere él, al hacer afirmacio-nes como «[...] nuestra única fuente de información proviene delImpacto de los rayos de luz y de las moléculas en nuestras super-ficies sensoriales»l8, revela que se ha convertido en víctima precimimente del mismo tipo de confusión entre justificación y causa-

lidad que, según esta hipótesis, invalida inevitablemente las teoríasno dóxicas.Debo decir primero que el negar que las experiencias de un

nijcto puedan contar como razones para sus creencias no signifi*Meo ipso negar que puedan contar como evidencia de sus creen-cias —el lenguaje es, después de todo, «la evidencia de los senti-dos» ni tampoco supone, en sí mismo, el negar que la experien-cia sea relevante para la justificación. Y el suponer que toda la^videncia de una creencia debe estar formada por razones de esacreencia sería, por supuesto, una petición del mismo principio quei'Nlíimos analizando.

Esto abre camino al asunto que yo quiero destacar: que la hil'úiesis de Davidson nos lleva simplemente a una conclusión erró-nea, pues diría lo siguiente: sólo pueden establecerse relaciones*misales, y no lógicas, entre las creencias y las experiencias; pormillo, la experiencia es irrelevante para la justificación. Esta con-clusión no tiene sentido sin la premisa adicional de que la justifi-

cación es una cuestión puramente lógica. Y no está nada claro querulo sea cierto. Puede que lo parezca, si se da por sentado que laliiHliftcación debe ser o bien un concepto puramente lógico o bien luí concepto puramente causal; pero ¿por qué dar esto por sentadu’í*Ciertamente es posible, y parece plausible a primera vista,soNlener que el concepto de justificación, aunque no es puramente■‘misal, tampoco es puramente lógico. Ésta, en realidad, es la imaí*fii sugerida por lo que a mí me parece una intuición muy firme:

i|iic el hecho de que alguien tenga justificación para una creencia,

11 Quine, «The Nature K nowledge» , p. 68.

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102 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

o el grado de justificación, dependen tanto de lo que él crea comode por qué  lo crea.

Más aún, es plausible elaborar lo que dice Quine sobre la «evi-

dencia sensorial», etc., como una indicación de que él está traba- jando, de una forma implícita, basándose en la suposición de quela justificación es ese concepto de dos caras, de doble aspecto,que sugiere esta intuición19. La acusación de que él confunde jus-tificación con causalidad, es, cuanto menos, prematura.

Por tanto, el razonamiento de Davidson no demuestra que unaexplicación no dóxica se base necesariamente en una confusión.Lo que sí hace, creo yo, es revelar de forma muy clara que una teo-ría que no sea puramente dóxica —incluyendo el fúndherentismoademás del fundacionalismo experiencialista— tendrá que ser unateoría con un doble aspecto, y habrá de establecer las relacionesentre los aspectos lógicos y causales del concepto de justifica-ción. (En realidad, por razones que sólo se analizarán por completoen el capítulo 5, yo pienso que el término «lógico» no es el ideal; esmejor el término «evaluativo». Pero esta cuestión no debe dete-

nemos ahora.)Aunque parezca irónico, el mismo Davidson reconoce algo delcarácter de doble aspecto que tiene el concepto de justificación. Yaanteriormente, en «A Coherence Theory» admite que una teoría dela coherencia que se base simplemente en términos de conjuntos defrases no sería plausible (en efecto, debido a la objeción del cuentode hadas firme). Esta teoría, dice él, no explicaría la justificaciónen términos de coherencia de conjuntos de frases, simpliciter,  si-

no en términos de coherencia de conjuntos de creencias.  Sinembargo, en el transcurso del mismo párrafo —aparentemente sindarse cuenta del cambio— aporta dos versiones bastante distintasde lo que son las creencias: primero dice que son, «frases conside-radas verdaderas por alguien»; y después, «estados de personas[...] que son causados, y causan, sucesos dentro y fuera de loscuerpos de sus anfitriones» (p. 121). Por tanto, en un principioDavidson está hablando de contenidos de creencias (que son sus-

ceptibles de evaluación, como por ejemplo, aquellas que son co-herentes o incoherentes entre sí); y después, de epiados de creen

19 No es que la posic ión de Quine en estos temas esté del todo clara; cfr. capí-tulo 6 más adelante.

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DESCOMPOSICIÓN DEL COHERENTISMO 103

i 'Iiin (que pueden estar relacionados entre sí y con otros estados o«nccsos desde el punto de vista causal, como sucede por ejemploron las experiencias sensoriales)20. Pero si sólo los contenidos de

creencias, y no los estados de creencias, pueden ser coherentes ono Ncrlo, y si los contenidos de creencias son simplemente frases,¿por qué Davidson considera esta versión mejor que la de la coheiencía de las frases? Yo supongo que esto se debe a que el tipo deIrases de las que estamos hablando se ve limitado por el requisitoile que tienen que ser conjuntos de frases consideradas verdaderas

 por algún sujeto, es decir, deben ser los contenidos de los estados de creencias de algún sujeto. Pero por lo general, no se suele darel caso de que una teoría de la coherencia sea más plausible coni aspecto a conjuntos de frases más reducidos que con respecto aconjuntos más amplios (de hecho, la popularidad de la «ampli-tud» como componente de la coherencia sugiere, en todo caso, locontrario). Entonces, ¿cómo cree Davidson que esto mejora la si-tuación? La respuesta más obvia parece ser la siguiente: algunostic los estados de creencias de una persona son motivados, al me-nos en parte, por sus experiencias, por sus interacciones sensoria-les con el mundo; por tanto, los conjuntos de frases que son los

contenidos de tales estados son una elección mejor que los con-tinuos de frases, simpliciter,  porque este anclaje es, por decirlotisi, interno. Pero si esto es lo que Davidson está pensando —y yoCreo que, en alguna medida de forma consciente, así es— está re-conociendo de forma implícita que la justificación no es despuésde todo puramente lógica, y que una explicación satisfactoria dela justificación tendría que tener un elemento causal además delevaluativo.

El hecho de que en el artículo de Davidson pueda encontrarseun reconocimiento implícito del carácter de doble aspecto delConcepto de justificación a pesar de que oficialmente defienda lairrelevancia de la causalidad indica algo de la fuerza del empujehacia el experiencialismo. Yo he dicho, sin embargo, que tambiénse advierte un empuje, de forma más concreta, hacia el fúndherentismo; y esto requiere avanzar un paso más. Este paso sería elsiguiente: el experiencialismo fúndacionalista requiere una distin-

ción entre las creencias justificadas por la experiencia del sujeto y

20 Mi agradecimiento a No rman A rmstrong por llamar mi atención en esto.

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104 E V I D E N C I A E I N V E S T IG A C I Ó N

las creencias justificadas por el apoyo de sus otras creencias; peroello es imposible si, como hacemos Davidson y yo, se rechaza elque exista una clara distinción entre creencias puramente basadas

en la percepción y otras creencias empíricas.

La estrategia de BonJour para salvar al coherentismo de la hi- pótesis de los marineros borrachos imponiendo el «Requisito deObservación» fracasa porque, en la única interpretación que real-mente garantiza la aportación de la experiencia, ha sacrificado elcarácter coherentista de la teoría en favor de un tipo de protofundherentismo. La estrategia de Davidson de salvar al coheren-

tismo de la hipótesis de los marineros borrachos estableciendoque «las creencias son por naturaleza generalmente verdaderas»fracasa porque requiere como premisa una versión del principiode caridad que es demasiado exigente para ser aceptable. Y el de-sarrollo que hace Davidson de la hipótesis de la irrelevancia de lacausalidad en contra de las teorías experiencialistas no sólo fraca-sa, sino que lo hace de tal manera que señala la necesidad de unateoría de doble aspecto; teoría que, al no haber una clara distin-

ción entre las creencias teóricas y las observacionales, tendría uncarácter fundherentista.

Los estudios presentados en este capítulo y en el anteriorapuntan, en suma, en la misma dirección que los argumentos decarácter general presentados en el capítulo 1. La tarea que deboabordar ahora es la de analizar en detalle el tipo de teoría a la queseñalan hasta ahora estos argumentos: el fundherentismo de dobleaspecto.

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4. ARTICULACIÓN DEL FUNDHERENTISMO

La única evidencia en la que una persona se ha teni-do que basar, en último término, para llegar a elaborar suimagen del mundo es la estimulación de sus receptores

sensoriales.

Qu i n e , «Epistemology Naturalized»

[...] puede haber un refuerzo mutuo entre una explica-ción y loque ésta explica. No sólo una supuesta verdadgana credibilidad si podemos pensar en algo que la ex-

 plique, sino que también a la inversa: una explicacióngana credibilidad si da cuenta de algo que suponemosverdadero.

Qu i n e  y Ul l ia n , The Web o f Belief1.

El objetivo aquí es encontrar una explicación de la justifica-ción epistémica que se ajuste al desiderátum que ha surgido a par-tir de los razonamientos de los capítulos anteriores: el admitir larelevancia de la experiencia para la justificación empírica (lo cualrequerirá un análisis de la interacción de los aspectos causales ycvaluativos); y el admitir el apoyo mutuo omnipresente entre creen-cias (lo que requerirá una explicación de la diferencia entre apoyolegítimo y circularidad censurable),

i El explicandum es el siguiente: A tiene una justificación ma, yor/menor, en el momento m, para creer que p, dependiendo de...Este tipo de explicandum indica ya algunas presuposiciones esen-ciales: que se trata de una locución personalizada, no de tipo im-

 personal, como, por ejemplo, «la creencia de que p está justifica-da», la cual es primitiva; que la justificación tiene grados; que elhecho de que una persona tenga una justificación o el grado de lamisma pueden variar en función del momento. La razón funda-mental de estas suposiciones se aclarará al ir avanzando el análisis.12

1 Quine, «Epistemology Naturalized», p. 75.

2 Quine y Ullian, The Web o f Belief, p. 79.

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106 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

Mi manera de proceder podría denominarse «método de aproximación sucesiva». Comienzo con una formulación que parecemuy plausible desde un punto de vista intuitivo, pero que tambiénresulta (como era de esperar) muy vaga, e intento articular gradualmente y de manera más precisa lo que se halla implícito en l;ivaga fórmula inicial. La aproximación inicial, muy imprecisa, esla siguiente: A tiene una justificación mayor/menor, en el momento m, para creer que p, dependiendo de lo válida que sea su evi-dencia. Yo me inclino a considerar esta formulación inicial comocasi trivial (en realidad, me inclino a pensar en «justificación» co

mo una expresión que en realidad utilizan los epistemólogos paralo que en el habla común se expresaría más a menudo con voca blos menos técnicos como «razones poderosas o flojas», «defensadébil o aplastante», «evidencia válida o poco convincente», etc.)Sin embargo, en el contexto del debate actual de la epistemología,debe admitirse que incluso esta fórmula aparentemente inocua noestá por entero exenta de presuposiciones; es, en concreto, una in-dicación de la preferencia por una aproximación evidencialisla

antes que una aproximación extrínseca3. De momento, no voy a presentar las razones fundamentales de esta preferencia por enci-ma de su plausibilidad intuitiva. Más adelante, sin embargo, eslaconsideración  prima facie   será reforzada mediante argumentoscontra las teorías extrínsecas (capítulo 7).

Las sucesivas elaboraciones de la fórmula inicial dependeránde una articulación de las relaciones entre los aspectos causales yevaluativos del concepto de justificación. En esta articulación se*III

3 Después de acuñar el término «evidencialista» para describir mi aproximación, supe que era muy corriente en literatura. El sentido que le atribuyen Eldmany Conee, en «Evidentialism», en donde la expresión se refiere a teorías que explican la justificación en términos de evidencia del sujeto, que debe de ser algo de locual el sujeto es consciente, y contrasta con el «fiabilismo», se acerca mucho ami concepción. Mi versión es también evidencialista en el sentido utilizado poi

los defensores de la «Epistemología reformada», pues yo sólo requeriré (secciónIII más adelante) que A tiene justificación para creer que p si tiene evidencia válida con respecto a p; mientras que algunos epistemólogos reformados sostienenque la creencia en Dios está justificada en ausencia de evidencia. Véase Plantinga, «Reason and Belief in God».

La distinción de las teorías evidencialistas frente a las extrínsecas es la analogía más cercana, según mi terminología, a la dicotomía rechazada de intemalismofrente a externalismo.

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A R T IC U L A C IÓ N D E L F U N D H E R E N T I SM O 107

til fundamental la distinción entre los sentidos de estado y de con-tenido de la palabra «creencia», entre el hecho de que un sujetocica algo y lo que cree: distinción que a partir de ahora se expre

mníi como «creenciaE» frente a «creenciaC»4(de aquí en ade-lante, si hablo de «creencias», simpliciter, la ambigüedad será in-tencionada). Hasta qué punto A tenga una justificación para creerque p depende, según la primera aproximación, de lo válida queten su evidencia. La elaboración de esta primera aproximación re-tí Herirá tres fases. La primera fase, redactada en términos de rela-ciones causales entre las creenciasE de A y otros estados de A,incluyendo los de percepción, será un intento de caracterizar «laovidenciaE de A con respecto a p». La segunda fase intermediaaeró una maniobra para llegar, sobre la base de la caracterizacióni0e «la evidenciaE de A con respecto a p» (formada por ciertosfltados de A) a una caracterización de «la evidenciaC de A conrespecto a p» (formada por ciertas oraciones o proposiciones). Latercera fase, evaluativa, completará la explicación de «A tiene unalustificación mayor/menor para creer que p» determinando «loválida que es la evidenciaC de A con respecto a p».

Lo que ofrecemos será como mucho el bosquejo de una teoría,

 bosquejo además bastante irregular en cuanto a los detalles. La ra-nún de ello, claro está, es que al menos de momento, esto es todolo que puedo hacer. Con la esperanza de que yo, u otra persona,

 podamos con el tiempo mejorar la articulación de esta teoría, tra-taré de identificar dónde se encuentran las dificultades principa-les, y de discernir cuáles de ellas son propias de una aproximaciónlundherentista y cuáles son compartidas por otras teorías de lalustificación más conocidas; aunque no voy a aclarar ninguna de

estas dificultades, ni siquiera cuando los problemas parezcan algo propio de mi aproximación, adoptaré la actitud de que aquellosque suijan sólo debido a que mi explicación es en algunos aspec-tos más detallada que sus rivales, sean considerados más comodesafíos que como razones para abandonar el barco. También tra-taré de ser lo más clara posible en cuanto a qué partes de la for

 j 4 M i prim er y to rpe in te nto de articular esta dis tinció n lo hice en «Episte ílology With  a Knowing Subject». Es oportuna la descripción de creencia por 

(irte de Dewey como «El señor que mira a ambos lados» («Beliefs and Exisinces», p. 169).

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IOS E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I O N

mulación ofrecida aquí son capaces de sostenerse por sí mismas,y pueden utilizarse, por tanto, incluso si fallan otras partes.

I

Hasta qué punto una persona tiene justificación para creer al-go depende no sólo de lo que  cree, sino también de por qué   locree; y el «por qué lo cree» no es simplemente cuestión de quéotras cosas cree, o de qué otras cosas cree y percibe, observa en sí

misma o recuerda, sino de qué es aquello de lo que depende, ensus creenciasE y experiencias, el hecho de tener la creenciaE enconcreto. (Imaginemos a dos personas que creen que una acusadaes inocente, una porque la vio a cien kilómetros de distancia a lahora del crimen, y la otra porque cree que tiene cara de ser honra-da. La primera persona tiene una justificación mayor que la se-gunda.) Supongamos, entonces, que A cree que p; el grado de jus-tificación de A para creer que p depende en cierta medida de quees lo que le hace tener esa creenciaE.

Como primer paso para analizar la expresión «depende en cierta medida de qué es lo que le hace tener esa creenciaE», esnecesario distinguir las causas iniciales de la creenciaE que tieneA de que p —sea lo que fuere aquello que le llevó a creer que poriginalmente— y las causas operativas en el momento en cuestión, es decir, en el momento en el que su grado de justificación

está en juego. Estas causas pueden ser las mismas, pero puedenser distintas, y cuando son distintas, la justificación depende delas causas operativas en un momento dado. (Supongamos que ini-cialmente, en el momento m i, A llega a creer que la acusada esinocente por la única razón de que, en su opinión, tiene cara de serhonrada; pero que posteriormente, en un momento m2, A se ente-ra de que tiene una coartada perfecta, y es esto lo que, en ese mo-mento, le hace seguir creyendo que ella es inocente. Su justifica-

ción es mayor en m2 que en mi.) Es por ello por lo que el expli- candum incluye la condición «en m»; a partir de ahora esto debeentenderse así aunque no se especifique.

En un segundo paso, es necesario reconocer que lo que haceque alguien crea algo, en un momento dado, es a menudo unacuestión de equilibrio entre fuerzas: algunos factores hacen que seincline a creer que p, y otros que se incline a creer lo contrario.

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ARTICULACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 109

 pesando más lo primero que lo segundo. (Supongamos que el pro-fesor Smith cree que Tom Grabit ha robado un libro, y que su créen-laiaE está apoyada porque recuerda haber visto a Grabit marchar-

se de la biblioteca a escondidas con una expresión de culpa y un bulto sospechoso bajo su jersey, que esto pesa más que su deseotle no pensar mal de sus estudiantes y que su creencia de que es

 posible, por lo que él sabe, que Grabit tenga un gemelo idéntico«largo de manos».) Por ello, al considerar qué determina que Atenga tal y tal creenciaE, en el momento m, es necesario distin-guir las causas de apoyo de las de disuasión. Ambas, sin embargo,«un importantes para evaluar el grado de justificación.

El tercer paso consiste en distinguir aquellos factores de apoyoo de disuasión que son estados de la persona afectada de aquellost|lie no lo son. (Por ejemplo, la creenciaE de A de que hay un pe-rro en la habitación podría estar en parte apoyada por el hecho deque se encuentre en cierto estado perceptivo, y que ese estado, amu vez, esté causado por el hecho de que haya un perro en la habi-tación.) Sólo las causas de la creenciaE de A que sean estados deAfigurarán en la caracterización de su evidenciaE.

«El nexo causal, en m, de la creenciaE que tiene A de que p»w* referirá a aquellos estados de A que sean operativos en m, yasea apoyando o disuadiendo, en el vector de fuerzas que resultande la creencia de A de que p. La palabra «nexo» intenta sugeriruna maraña de creenciasE relacionadas entre sí, con la experiencin de percepción el sujeto, con sus deseos y temores, etc. El nexocausal de una creenciaE es incluir los estados que directamenteupeyan o impiden esa creenciaE, los estados que apoyan o impi-den esos estados, etc. La idea es que nuestros criterios de justifi-cación no son ni simplemente atomísticos ni holísticos de una for-ma inadecuada: se centran en aquellos elementos de toda la consIclación de estados de A en m que tienen una relación causal, detipoyo o de disuasión, con la creenciaE en cuestión.

Pero incluso antes de que sea posible ofrecer una explicacióninicial de la «evidencia de A con respecto a p» es necesario esta-

 blecer una distinción entre los componentes basados en la eviden-cia y los que no están basados en la evidencia dentro del nexo

causal de una creenciaE. Los estados de las creencias, los estadosconceptuales, los estados introspectivos y las huellas de la memo-ria se considerarán probatorios; otros estados, tales como los deICos y temores del sujeto, el que éste se encuentre bajo los efectos

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del alcohol o del pánico, etc., no se considerarán como tales. El he-cho de que tales estados contribuyan a apoyar o impedir la creenciaE que tiene A de que p puede tener relación con la probabili-dad de que p sea verdad. (Por ejemplo, alguien que tiene un miedoterrible de que p pueda llegar a ser el caso, podría exagerar nota-

 blemente la importancia de su evidencia de que p sea el caso; aesto podríamos llamarlo «pensamiento temeroso»; alguien que seencuentre bajo los efectos de LSD está sujeto a un extremo desor-den de sus sentidos; etc.) Sin embargo, tales componentes del ne-xo causal de la creenciaE que tiene A de que p no cuentan como

 parte de la evidencia de A, porque son considerados como factores que afectan a la reacción de una persona ante su evidencia o al juicio de la misma, y no como parte de su evidencia en sí mismosEl hecho de que tales estados no evidencíales pertenezcan al nexocausal de una creenciaE podría explicar en parte por qué el sujeto cree algo a pesar de la poca solidez de su evidencia; pero noformará parte del cálculo del grado de su justificación.

Ya tenemos todo lo necesario para una concepción preliminar

de la «evidencia de A», llamada, en una extensión obvia de la dis-tinción entre estado y contenido, «la evidenciaE que tiene A conrespecto a p»5. «Las razonesE que tiene A para creer que p» sereferirán a aquellas creenciasE que apoyan la creenciaE que tie-ne A de que p; «la actual evidenciaE sensorial de A para creerque p» se referirá a los estados de percepción que apoyan la creenciaE que tiene A de que p; «la evidencia sensorial del pasado quetiene A para creer que p» se referirá a las huellas de percepción

que apoyan la creenciaE que tiene A de que p; «la evidencia1sensorial que tiene A para creer que p» se referirá a la evidenciaE sensorial pasada y presente que tiene A para creer que p»;

5 Debo hacer dos advertencias aquí. La primera es que las creenciasE que pertenecen al nexo causa l de la creenciaE que tiene A de que p , deberían excluiise de la evidenciaE que tiene A, no en virtud de que refuercen o impidan algunn

creenciaE que refuerce o impida la creenciaE de que p, sino en virtud de sus ivliiciones causales con algún estado de no creencia en el nexo causal de la creencia Ique tiene A de que p. L a segunda advertencia es que quizá sea necesario exclimlos estados basado s en la evidencia que se relacionan causalmente co n la creenciaE que tiene A de que p, pero de m ane ra equivocada. («L as cadenas causa leude desvío» son una posibilidad lógica muy apreciada po r los filósofos, pero <asualmente lo bastante descuidada en nuestro esquema conceptual preanalilimCfr. el análisis de la eviencia testimonial al final de esta sección.)

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ARTICULACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 111

«la evidenciaE introspectiva actual que tiene A para creer queP» a los estados introspectivos que apoyan la creenciaE que tieneA de que p; «la evidenciaE introspectiva pasada que tiene A paracreer que p» a las huellas introspectivas que apoyan la creenciaEque tiene A de que p; «la evidenciaE introspectiva que tiene A

 para creer que p» a la evidenciaE introspectiva pasada y presenteque tiene A para creer que p; «la evidenciaE basada en la expei ¡encia que tiene A para creer que p» a la evidenciaE introspec-tiva y sensorial que tiene A para creer que p; y «la evidenciaEque tiene A para creer que p» a las razonesE y a la evidenciaE quetiene A basada en la experiencia para creer que p. «La evidenciaEque tiene A para no creer que p» se caracterizará como «la eviden-

ciaE que tiene A para creer que p», pero con «impedir» en lugarile «apoyar»; y la evidenciaE que tiene A con respecto a p» se relerirá a la evidenciaE que tiene A para creer que p y a la eviden-cia E que tiene A para no creer que p. «La evidenciaE directa deA con respecto a p» se referirá a aquellos estados basados en laevidencia que directamente apoyan o impiden su creenciaE deque p; «la evidenciaE indirectal que tiene A con respecto a p» sereferirá a aquellos estados que directamente apoyen o impidan suevidenciaE directa con respecto a p, etc.

Las razonesE que tiene A con respecto a p son en sí mismascreenciasE de A, con respecto a las cuales A puede tener una evidcnciaE adicional (que formará parte de su evidenciaE con res- pecto a p). Pero la evidenciaE que tiene A basada en la experien-cia con respecto a p está formada por estados de no creencia de A, y no es este el tipo de cosas con respecto a las cuales A tiene, onecesita, evidencia. La evidenciaE basada en la experiencia evi-dentemente apoya/impide creenciasE, pero no viceversa. La evi

dcnciaE que tiene A basada en la experiencia, es podríamos de-cir, su evidenciaE definitiva. (Ésta es la importante verdad que ellinidacionalismo experiencialista trata de ajustar, pero lo hace deun modo forzado y antinatural.)I n noción preanalítica de «la evidencia de los sentidos» no es unamoría inocente. Los seres humanos, según una imagen de sentidocomún, perciben las cosas y los sucesos del mundo que les rodea;uno interactúa, por medio de sus sentidos, con las cosas de su altodedor; estas interacciones son a lo que se refiere la «experiencia

sensorial». Nuestros sentidos son, en términos generales, capacestic detectar lo que sucede a nuestro alrededor; pero en circunstan

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112 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

cias desfavorables puede que no veamos u oigamos claramente, y puede que no percibamos bien, y en circunstancias extremada-mente desfavorables en las que los sentidos sufren grandes irregu-laridades podemos incluso «percibir» algo que no está ahí.

La frase anterior con la palabra entrecomillada indica que unaconcepción de sentido común daría por sentado que los estados de percepción de un sujeto son el resultado de sus interacciones sen-soriales con cosas que le rodean, pero que en circunstancias extra-ordinarias el sujeto pude hallarse en un estado que él no puededistinguir de los estados que resultan de sus interacciones senso-

riales con el mundo, y queno

  es, sin embargo, resultado de talesinteracciones, sino producto de cierto desorden en él. Nuestra in-tención es representar tanto los aspectos positivos como los nega-tivos de esta imagen. A partir de ahora, la expresión «estado de percepción» se interpretará de una forma algo vaga para incluirestados que desde el punto de vista fenómeno)ógico son indistin-guibles de los estados de percepción en un sentido más estricto.Sin embargo, cuando lleguemos a la transición de la fase causal

de la explicación a la fase evaluativa, nos centraremos en la supo-sición de sentido común de que los estados de percepción son porlo general el resultado de las interacciones sensoriales del sujetocon las cosas y sucesos del mundo.

«La evidenciaE introspectiva» ha sido considerada como untipo de evidenciaE basada en la experiencia creyendo que formatambién parte de la imagen de sentido común que subyace ennuestra concepción preanalítica de justificación según la cual un

ser humano tiene cierta conciencia de (algunos de) sus propios es-tados y procesos mentales, además de sus sentidos para explorarlas cosas y los sucesos del mundo. Pero aquí no se dirá nada acercade la introspección aparte de la observación de que la evidenciaEsensorial y la evidenciaE introspectiva son consideradas diferen-tes a fin de evitar cualquier confusión entre ambas, cualquier eli-sión de la percepción en la conciencia introspectiva de los estadosmentales del sujeto. Semejante elisión iría en contra de la presun-ción de sentido común de que lo que percibimos son las cosas quenos rodean, presunción que, por el contrario, quiero preservar.

Así como el papel que representan los estados de percepciónreconoce la relevancia de la experiencia sensorial presente para la

 justificación, el papel que representan las huellas [introspectivas]de percepción reconoce el papel de la memoria, en el sentido re

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ARTICULACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 113

 presentado por la locución «A recuerda haber visto/oído/etc.».Una vez más la terminologia será utilizada con cierta imprecisióndeliberada. La expresión «huellas [introspectivas] de percepcio-

nes» podrá incluir posiblemente estados que el sujeto no puededistinguir de aquellos estados que son las huellas presentes de eslados [introspectivos] de percepción del pasado.

La distinción entre estado de percepción y huella de percep-ción, o entre evidenciaE sensorial del presente y del pasado, esmuy difícil, probablemente más difícil que las ideas preanaliticasque representa. La percepción no es instantánea, sino un proceso

 progresivo. Pero el grado de justificación puede cambiar durante

el transcurso de este proceso, cuando, por ejemplo, uno mira me- jor una cosa («Me pareció que había alguien en la puerta princi- pal, basta que me acerqué más y vi que se trataba sólo de la som- bra de un arbusto»). Para mitigar de algún modo la dificultad dela distinción entre evidencias presente/pasado, el «estado de per-cepción» debería construirse no como algo instantáneo, sino co-mo algo que tuviese cierta duración no específica y manipulable.

La evidenciaE sensorial de! pasado representa una de las ma-neras en que la memoria se ajusta a la imagen. La memoria tam-

 bién surge de una segunda manera: decir que «A recuerda que p»es decir que anteriormente llegó a creer que p y ahora sigue cre-yéndolo, que no lo ha olvidado (y, por supuesto, que p es verdad).Id grado de justificación de A en relación con una creenciaE tan«persistente» dependerá, como sucede con todas las creencias, delo válida que sea su evidencia —su evidencia en el momento encuestión—. (Esto no significa necesariamente que tenga que de-cirse que yo no tengo justificación, por ejemplo, para creer que el

nombre de mi profesora de inglés del colegio era «Miss Wright»;esta creencia persistente cuenta ahora con el apoyo de la eviden-ciaE del pasado basada en la experiencia, según la cual he visto yoído este nombre utilizado por mí y por otros, etc.)

Las creenciasE de una persona suelen mantenerse, total o par-cialmente, gracias al hecho de ver u oír, o bien al recuerdo de habervisto u oído, lo que otra persona dice o escribe. Esta evidencia testi-monial, como podría llamarse en una extensión obvia del sentido

habitual, se introduce en la imagen por medio del papel representa-do por la evidenciaE sensorial de A; igual que sucede cuando lacreenciaE que tiene A de que p se ve apoyada por el hecho de querecuerde haber oído a B decir que p, y sus creenciasE de que B es

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114 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

tá bien informado y de que B no tiene ningún motivo grave para en-gañar u ocultar nada con respecto a este asunto. (Se supone que si Ano comprende la lengua de B, si tiene la creenciaE de que p, el liecho de que oiga a B decir Tp 1 no formará parte de su nexo causal.)

II

La evidenciaE de A con respecto a p consiste en un conjunlumanipulado de estados de A. Pero en la fase evaluativa de la expli

cación, «evidencia» tendrá que significar «evidenciaC», puesson las oraciones o proposiciones, y no los estados de una peí sona, las que pueden apoyarse o destruirse mutuamente, condiciomiisu probabilidad o disconformidad, ser consecuentes o inconse-cuentes entre sí, y ser coherentes o no serlo como explicación. I’oitanto, es necesario un puente desde la evidenciaE a la C. «Las tuzonesC de A para creer que p» se referirán a la creencia que liciu

A de las creenciasG que constituyen las razonesE de A para erenque p; «la evidenciaC que tiene A basada en la experiencia pamcreer que p» se referirá a oraciones y proposiciones de maiteuique A se encuentre en cierto estado o estados —el estado (o oslados) que constituye(n) la evidenciaE que tiene A basada en la ex periencia para creer que p—; «la evidenciaC que tiene A pamcreer que p» se referirá a las razonesC de A para creer que p y ala evidenciaC que tiene A basada en la experiencia para creer que

 p; «La evidenciaC de A para no creer que p» se caracterizará nimo «la evidenciaC de A para creer que p», pero poniendo «pamno» en lugar de «para»; y «la evidenciaC de A con respecto a pnse referirá a la evidenciaC de A para creer que p y a la evidencia»C de A para no creer que p. La evidenciaC directa, indirecta 1, ut«directa2, etc., de A con respecto a p se distingue de forma paralólaa las distinciones correspondientes de la evidenciaE de A.

Esto ha sido expresado con deliberada imprecisión en tciiukjnos de «oraciones o proposiciones». La principal ventaja de exiadeliberada imprecisión es que, debido a la falta de criterios chimade identidad para las proposiciones, se aplazan temporalmciiliciertas preguntas referentes, por ejemplo, a qué tipos de caraclcil»zaciones de los estados de percepción (etc.) podrían ser apmpu».dos aquí. Nuestras formas habituales de describir «la evidencia illlos sentidos» presenta algunas claves. ¿Qué es lo que justifica qui

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ARTICULACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 115

vo crea que hay un pájaro carpintero en el roble? Una respuestanntural sería: «mi visión del mismo, el hecho de que yo puedavr rio», respuesta a la que, sin embargo, con frecuencia se añadiiln, por ejemplo: «pero sólo lo he visto un momento», o «pero esirt a contraluz», o «pero está demasiado oscuro para distinguirlolluramente», etc.; y posiblemente corregiríamos diciendo: «Bue-no, parecía que había un pájaro allí». Sería deseable unir «la evi-dencia sensorial de A» aunque fuese de manera poco firme con"Hilé aspecto tiene (etc.) para A»; y al mismo tiempo respetar ladistinción de sentido común de circunstancias más o menos favontlilcs: una mirada detenida es mejor evidencia que una mirada rá- pida o un simple vistazo, el ver algo por completo y con buena luzit mejor evidencia que verlo parcialmente escondido y en la pe-numbra, etc. Por estas razones (y por otras) yo me inclino por las*miictcrizaciones de este tipo: «A se halla en la clase de estado de|incepción en el que se encontraría un sujeto normal, en circuns-tancias normales, cuando ve a un conejo a un metro de distancia ymki  buena luz», o bien «en la clase de estado de percepción en

i|iie Se encontraría un sujeto normal, en circunstancias normales,rimndu viese por un momento a un conejo moviéndose rápida-mente en la penumbra», etc. A esto se debe el que, pese a haberse|*ii milido que «el estado de percepción» incluya estados que no»*mdistinguibles desde el punto de vista fenomenológico de losf'litdos que resultan de las interacciones sensoriales del sujetot'iitl el mundo, se mantenga la presuposición de que la percepción♦huímil es el resultado de tales interacciones.

l ixiste otra importante asimetría, esta vez en lo que se refiere|l llt evidenciaC, entre las razones de A y su evidencia basada enln experiencia. Las razonesC de A con respecto a p están for-ondas por proposiciones que pueden ser verdaderas o falsa. Su(rvltlcnciaC basada en la experiencia, sin embargo, estará for-mada por oraciones o proposiciones todas ellas verdaderas. No«t» tinta de restablecer ningún tipo de infalibilismo con respectoI *i fétidas  introspectivas o basadas en la percepción; se trata

•linplcmente de que las proposiciones en cuestión planteen queA w  hulla en tal y tal estado de percepción (etc.), y son todas*w linderas porque, ex hypothesi, A se halla en ese estado de perífpriún (etc.). Esta característica garantiza lo que podría denoRHtlillxe el «asentamiento basado en la experiencia» de las creenHnx empíricas justificadas.

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116 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

El grado de justificación que tiene alguien para creer algo de

 pende entonces, según la segunda aproximación, de lo válida que

sea su evidencia-C. El problema que nos queda es el de explicar esta«validez». Antes de ponemos a ello, sin embargo, por si acaso alguien sospecha, impresionado por el hecho de que la segunda api i >ximación se exprese enteramente en términos de evidencia-C, qu e el

aspecto causal de esta teoría sea después de todo superfluo, debemosvolver a recalcar que la caracterización de «la evidencia-C de A conrespecto a p» depende de la caracterización de «la evidencia-E de Acon respecto a p», cosa que aportó la parte causal de la teoría. One

oraciones o proposiciones constituyen la evidencia-C de A con res pecto a p depende de los estados que destaquen en el vector de fncizas que mantienen la creencia-E que tiene A de que p.

III

Que la justificación presenta grados lo atestiguan numerosas

locuciones conocidas: «tiene cierta  justificación para pcnsaique...»; «tendría una justificación mayor  para pensar que... si...»,«su evidencia es bastante sólida/floja/algo parcial/unilatcral»,«sus motivos son razonables/bastante razonables/determinanlcs».«su evidencia da una apariencia de verdad/da cierta credibiliilaila...»: el Thesaurus  de Reget tiene una sección entera titulad»«Grados de evidencia». La explicación que estamos elaborando

aquí trata de respetar el carácter gradual de la justificación; perono intenta ofrecer nada que se parezca a una escala numérica dogrados de justificación, ni siquiera algo tan ambicioso como erilerios en un orden lineal, sino sólo decir qué factores aumentan yqué factores disminuyen el grado de justificación que tiene alguien para creer algo.

El ejemplo que presentamos no se basa, como podría hacerloun ejemplo fundacionalista, en cómo el sujeto determina la solí

dez o no solidez de una prueba matemática; se trata más bien docómo el sujeto determina lo razonable o no razonable de las pala bras que se escriben en un crucigrama6. Este ejemplo está iná*

6 Según Mintz, «Gentlepeople: Sharpen Your Pencils», p. 15, el crucigiam«nació en 1913 con el nombre de “palabras cruzadas”» (mi agradecimicnio nRalph Sleeper por centrar mi atención en este artículo).

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ARTICULACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 117

«IMci tu a una explicación basada en la gradación. Pero el motivo(Hliioipal es que el ejemplo del crucigrama permite el apoyo mu-llí» Omnipresente, en lugar de favorecer una concepción básica

Mlcnle unidireccional como sucedería con el ejemplo de una pruehn ii ni t emética. Las definiciones son las analogías de la evidenciaillil su jeto basada en la experiencia; las palabras que están ya esW'IIiin. los términos análogos a sus razones. Las definiciones noilr penden de las entradas, sino que estas últimas, en un grado varia-

 ble. dependen unas de otras; son las analogías de las asimetrías yamencionadas entre evidencia y razones basadas en la experiencia.

I Insta qué punto es razonable la confianza que tiene el sujetom que cierta palabra sea correcta en un crucigrama depende de lo•lililíente: de cuánto apoyo reciba esta palabra de las definicionesV*lc otras palabras con las que se cruce y que ya han sido anotaitii*, de lo razonable, con independencia de la palabra en cuestión,tpic «ea la confianza del sujeto en que las otras palabras ya escriIrti» lean correctas; y de cuántas de las palabras que se cruzan haniniii ya escritas. De forma análoga, hasta qué punto es válida la

IvnloneiaC de A con respecto a p dependería de lo siguiente:11 ile lo favorable que sea la evidenciaC de A con respecto a p;i\   ile lo seguras que sean las razonesC directas de A con respec

lu a p, independientemente de la creencia-C de quep;.1) de lo que abarque la evidenciaC de A con respecto a p.

I íebo decir que, aunque la segunda cláusula menciona explíci

lumcule sólo las razonesC directas de A con respecto a p, su aplim  i‘*ii nos lleva progresivamente hacia fuera, hasta la estimación(tu lu «videnciaC indirectal, indirecta2, etc., de A con respecto a(I l *i les al tomar en consideración lo independientemente seguras

Km’ Hcan las razonesC directas de A, será necesario considerar lofi n que su evidenciaC indirectal las apoya, y lo independiente

Htamic seguras que son sus razonesC indirectas 1, etc.I ,ii evidenciaC puede ser favorable o desfavorable con respec

1« imulogía de la evidencia basada en claves o en experiencia sugerida aquí

Ei iMw favorecer una imagen demasiado simple en la cual la creencia empíricaMH’mi  pequeña porc ión simple y bien diferenciada de evidencia directa basada( l« rxpcriencia, peligro que creo ha ber evitado en lo que viene a continuación.!l iiiiindccimiento a John C lendinnen po r su ayuda en este punto.)

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118 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

to a la creenciaC, siendo concluyente en un extremo, e impi-diendo la verdad de la proposición en cuestión en el otro. La evi

dencia C puede ser favorable pero no concluyente, es decir, datapoyo en mayor o menor grado; o desfavorable pero no fatal, esdecir, destructiva en mayor o menor grado. Podría decirse que enel límite superior la evidencia E se asegura de que p, y en el li-mite inferior E se asegura de que no p; y que E proporciona unmayor apoyo cuanto más plausible haga que p, y es más destructiva cuanto más plausible haga que no p. Pero esto, aun siendocierto, no nos sirve de gran ayuda, puesto que «E se asegura tic

que p», «E hace que sea plausible que p», etc., no son más quevariantes verbales a las locuciones que necesitan explicación,Podríamos decir, para ayudar un poco más, que si E es concluyente no deja sitio para otras alternativas a p, y si es favorable

 pero no concluyente, prestará más apoyo cuanto menos espaciodeje a las alternativas a p. No puedo evitar llamar a esto «elPrincipio de Petrocelli».

Con respecto a los casos extremos, sugiero la siguiente caraeterización bastante directa: E es concluyente con respecto a p encaso de que su extrapolación de p (el resultado de añadirle p) seacoherente, y su no extrapolación de p sea incoherente; E es destructiva con respecto a p en caso de que la no extrapolación de psea coherente, y su extrapolación de p sea coherente.

La caracterización de los grados de apoyo inferiores a lo concluyente presenta más dificultades. El Principio de Petrocelli

ofrece algunas claves, pero no las suficientes, creo yo, para deleiminar una solución única. Nos lleva, en cualquier caso, a exaniinar el éxito de p con relación a sus competidores. Por tanto, he aquí una primera tentativa: Una proposición C [p] es competidorade p si 1) dado E, excluye a p, y 2) la extrapolación C[p] de E seintegra desde el punto de vista explicativo mejor que E. Una c;iracterización fuerte de apoyo podría ser como sigue: E apoya encierta medida a p sólo en caso de que la adición de p a aquella me

 jore su integración explicativa más que la adición de cualquieiotro competidor. Una caracterización débil sería de este tipo: Iapoya en cierta medida a p sólo en el caso de que la adición de p aaquella mejore su integración explicativa; E apoya más a p cuantomás mejore la adición de p a aquélla su integración explicativa en comparación con sus competidores. La analogía del crucigramanos empuja en cierta manera hacia la caracterización débil, por la

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 A R T I C U L A C I Ó N D E L F U N D H E R E N T I S M O 119

l ililí yo, por tanto, tiendo a inclinarme, aunque no por un margenmuy amplio.

Anteriormente había preferido la conjetura de que E apoya a p

«ilo en caso de que su extrapolación de p se integre mejor desdei'l punto de vista explicativo que la no extrapolación de p, y cuan10 más la apoye mejor se integra su extrapolación de p en compaItit'ión con la no extrapolación de p. Pero ahora ya no creo que esIn pueda ser correcto; el problema es que, si p es potencialmenteexplicativa de E o de algún componente de E, no cabe esperar queno p sea un potencial explanans rival. (Por esta razón, la conjeturaIii m poco estaba bien motivada mediante la analogía del crucigra-ma.) Esta caracterización ahora rechazada del apoyo fue impulsa-da en parte por su isomorfismo con la caracterización del caráctermncluyente. Con cualquiera de estas caracterizaciones sobre lamesa, en mi opinión, puede sostenerse al menos una analogía deexlruclura: el carácter concluyente es una cuestión de superioridadile p sobre su negación  con respecto a su coherencia con E; elapoyo es una cuestión de superioridad de p sobre sus competido- mv con respecto a la integración explicativa de E.

La caracterización propuesta no es equivalente a versionesmás conocidas que recurren a la implicación deductiva y al apoyoinductivo de p por parte de E; y en lo que difiere de ellas presentat irrias ventajas. Aunque, si E es concluyente con respecto a p, deiliiclivamente la implica, lo contrario no es siempre verdadero. SiI es en sí misma incoherente, E deductivamente implica a p, perorilo no la califica como concluyente con respecto a p. Si E es in-

ri ilierente, no sólo es incoherente su no extrapolación de p, sinoi|iic también lo es su extrapolación de p. Este resultado, de que la0 ideneia incoherente con respecto a p es, como yo defenderé, in-diferente, es seguramente más plausible que la línea fundaciona1hitasegún la cual es concluyente; y esto se logra sin sucumbir ani* la tesis coherentista excesivamente firme según la cual si existecualquier incoherencia en el conjunto de creencias de A, ésta nollene justificación para ninguna de sus creencias.

La intuición de que existe una evidencia favorable pero nonincluyente es mucho más fuerte que la intuición de que existenuil «implicación inductiva» o una «lógica inductiva», si es que se«dmite que la «lógica inductiva» indica relaciones susceptibles demuí caracterización puramente sintáctica. Mi aproximación a «E■t|Hiya (de forma favorable pero no concluyente) a p» tiene, desde

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120 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

este punto de vista, al menos la ventaja negativa de no requerirque se recurra a una «lógica inductiva» que en el mejor de los ca-

sos tiende a la paradoja, y quizá en el peor tiende a la mítica78.Puede que también tenga una ventaja positiva. Al menos, al recu-rrir a la noción de la integración explicativa en la explicación del apo-yo, el fundherentismo toma prestado algo de la apelación intuitiva dela noción de conclusión a la mejor explicación (en el lado fundacionalista) y de coherencia explicativa (en el lado coherentista). Al igual queestas nociones más conocidas, aquella debe construirse como no de-mandante con respecto a la verdad; es decir, que no requiere la verdad

ni del expUccmtia ni del explicando. La noción de conclusión a la me- jor explicación tiene un carácter tanto unidireccional como optimiza- dor; la noción de la coherencia explicativa no tiene ninguna de estascaracterísticas3. Por tanto, el intento de explicación propuesto aquí seacerca más a la última, a la noción coherentista, puesto que, en primerlugar, la integración explicativa es considerada como una propiedad

 poseída en grados diversos por conjuntos de proposiciones; y, en se-gundo lugar, porque, debido a mi ligera preferencia por la caracteriza-ción débil del apoyo, la extrapolación de p con respecto a E no tieneque integrarse mejor desde un punto de vista explicativo que todas lasextrapolaciones C[p] para que se considere que E apoya a p.

Lo favorable que sea E con respecto a p no es suficiente en símismo para determinar al grado de justificación. Si la evidenciaCdirecta de A con respecto a p incluye otras creencias suyas, su gradode justificación para creer que p dependerá también del grado de

 justificación que tiene para creer esas razonesC. La posibilidad dedependencia mutua no se excluye; podría ser que las razonesC de Acon respecto a p incluyesen alguna creenciaC, por ejemplo la creenciaC de que z, una de las razonesC de A con respecto a cuál es lacreenciaC de que p. Lo principal de la calificación «independiente-mente de la creenciaC de que p» de la segunda cláusula es evitar el

 peligro de circularidad que de otro modo se presentaría.

7 És t a e s l a r azón p o r l a que en l uga r de dec ir , com o h i ce en « R ebu i l d i ng thcSh i p W hi le Sa i li ng on t he W ate r» , que l a conc epc i ón de ju s t i f icac i ón e s en pa r te

causa l y en pa r t e l óg i ca , p re f i e ro ahora dec i r que e s en pa r t e causa l y en pa r t e

eva lua t iva . Cfr . capí tu lo 5 , secc ión I I I , en l a ( fa l sa) d ico tomía de induct iv i smo

f ren te a deduc t i v ism o .8 M i ag radec i m i en t o a C hr i s top he r Peacocke po r p re sen t a r l a cues t i ón de la

re l ac i ón de m i ve r s i ón con l a idea d e i n fe renc i a a l a m e j o r exp li cac ión .

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 A R T I C U L A C I Ó N D E L F U N D H E R E N T I S M O 123

(ilinación de A, independientemente de la creenciaC de que p,i mutilo cree sus razonesC con respecto a p. Por tanto, puesto queU «justificación» se produce en el lado derecho, ¿no será la expli

MUtóii imposible de eliminar? No, pero la explicación es algoh implicada y, de nuevo, más fácil de entender en el caso del crui l«ritma. Al tratar de descifrar hasta qué punto es razonable lami t lianza que tenemos en cierta palabra, se acaba llegando a un(mulo en el que lo principal no es el apoyo que una palabra tiene4**otras, sino el apoyo de su definición. De forma análoga, al evaluw hasta qué punto A tiene justificación, con independencia delit creenciaC de que p, para creer sus razonesC con respecto a

«mi creencia, se acaba llegando a un punto donde lo principal nov» ti apoyo que cierta creencia tiene de otras creenciasC, sino eltiii^yo de la evidenciaC basada en la experiencia. Y la cuestión deInjustificación no se plantea con respecto a la evidenciaC basadann In experiencia9. Pero ¿no significa esto que la explicación estáincurriendo en una especie de fundacionalismo? No. Lo que sig-uí(lea es que la «justificación» al final desaparece del explicans  \  Hundo se llega a la cuestión de en qué medida alguna creencia (o

t mciicias) es (o son) apoyada(s) por la evidenciaC basada en la*1  (tenencia; esto no requiere que ninguna creencia sea justificada*h  Ilusivamente por la evidenciaC basada en la experiencia, ni a  fttrtiori, que todas las demás creencias justificadas se justifiquen

Cu el apoyo de tales creencias. (Recuérdese la interpretacióniiilherentista según la cual «la evidencia definitiva para las creen

empíricas es la experiencia».)Ilxiste una asimetría que debemos mencionar entre el papel de

h* i tizonesC de A para creer que p y el papel de las razonesC de A  puní no creer que p. A tiene más [menos] justificación para creerttar p cuanto más [menos] justificación tenga para creer, indepenl l l r lilemente de la creenciaC de que  p , sus razonesC para creerijur p; Pero cuanta menos [más] justificación tenga para creer que(i, ituis | menos] justificación tiene, independientemente de la creenVhi i ’ de que p, para creer sus razonesC en contra de la creencia de|p»< p,

SI grado de apoyo y el grado de seguridad independiente, junH"* liguen siendo insuficientes para determinar el grado de justi

Ml agradecimiento a Andrew Swann por animarm e a dejar esto más claro.

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124 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

ficación; queda la dimensión de amplitud. La condición de am plitud es la analogía más cercana, según mi versión, del requeri-miento más conocido de la evidencia total en las induccionesPero a diferencia de este requerimiento, y al igual que la condición de amplitud impuesta por algunos coherentistas, no es unfactor que determine el grado de apoyo de la evidencia, sino uncriterio aparte que participa en la determinación del grado do

 justificación.La amplitud promete ser aún más difícil de desentrañar que el

apoyo y la seguridad independiente; la analogía del crucigrama no

nos servirá de mucho aquí, y la caracterización de «la evidenciade A» no puede ser fácilmente extrapolada a la «evidencia», siw  pliciter.  Quizás, afortunadamente, el papel de la cláusula de laamplitud se vea más claramente desde una perspectiva negativa,cuando juzgamos que alguien no tiene justificación o tiene muy

 poca para una creencia debido a que no puede explicar alguna evidencia importante. Debemos decir que «no puede explicar algunaevidencia importante» incluye el no poder mirar mejor, compro

 bar qué aspecto tiene algo desde detrás, etc.; por tanto, la condición de amplitud debe construirse de forma que incluya la evidencia basada en la experiencia.

Incluso a modo de avance de mi posterior análisis, está bástanleclaro que la dimensión de amplitud no tiene muchas probabilidadesde seguir un orden lineal. Y existe otra complicación debido a que Inrelevancia de la evidencia es en sí misma una cuestión de grados: noestá concretado cómo evaluar el no tener en cuenta mucha evidencia poco relevante en relación a no tener en cuenta sólo un po-co de evidencia muy relevantel0. La relevancia de la evidencia si1considera una cuestión objetiva. Qué evidencia le parece a A que es relevante depende de varias creencias de fondo, las cuales piieden ser verdaderas o falsas. Sin embargo, qué evidencia es  rele-vante sólo coincide con qué evidencia le parece a A que es re levan lesi las creencias de fondo que tiene A son verdaderas.

Ahora puede verse que la falta de coherencia en el conjunto decreencias del sujeto tiene un precio, aunque sea un precio mcnoi

10 Esta manera poco precisa de decir «un montón» y «sólo un poco» de odencia hará que surjan sospechas de que un problema de relatividad del lcn¡.'im|p puede impedir que demos más explicaciones aquí.

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ARTICULACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 125

(¡uc el que exige el coherentismo. La falta de coherencia en la evidnieiaC de uno con respecto a alguna creencia tiene la conse-cuencia de que el sujeto no tiene justificación para esa creencia.I'iira evitar esto, un sujeto cuyas creencias son poco coherentesli'tidrá que mantener apartadas entre sí las partes incompatibles de•Ul conjunto de creencias; y esto puede lograrse sólo a costa de no

 poder tener en cuenta algunas veces la evidencia relevante, que en<(1misma disminuye el grado de justificación de las creencias a lasque afecta.

«A tiene una mayor justificación para creer que p cuanto mavi ir sea el apoyo de su evidenciaC directa con respecto a p, cuan-to más [menos] independientemente seguras sean sus razonesC

directas para [para no] creer que p, y cuanto más amplia sea suevidenciaC con respecto a p.» Esto es algo más concreto que losilus primeros intentos, pero sigue sin resolver la cuestión de cuáI p* son las condiciones mínimas para que A tenga justificación dei tuilquier grado para creer que p.

Una condición necesaria es, simplemente que exista la evideni UiC de A con respecto a p; si su creencia fuese el resultado de unuulpe en la cabeza, por ejemplo, o de una de esas píldoras que aIhh filósofos les gusta imaginar, no tendría ninguna justificación.I n más, puesto que estamos hablando de la justificación de lasucencias empíricas, es necesario que la evidenciaC de A incluyavierta evidenciaC basada en la experiencia. (Ésta es mi analogíadel Requerimiento de Observación de BonJour. Pero téngase enmenta que mientras su requisito quedaba fuera de lugar en la teoitit coherentista de BonJour, el mío encuentra justamente su lugar   pii mi fundherentismo experiencialísta.) Otra condición necesariaVil ha sido sugerida cuando hablamos del apoyo: la evidenciaC de

 \  debe ser favorable con respecto a p. Presumiblemente, se nece«Mii también un nivel mínimo de amplitud; resulta tentador sugerirtfiie la evidenciaC de A debe incluir al menos toda la evidencia|v levante que posee A, pero esto desgraciadamente es demasiado

Cilir, Suponiendo que A tenga otras creencias, puede que parte deovidencia relevante que posee A no le parezca relevante; o, peor

Him. esta sugerencia tendría la indeseable consecuencia de que,ilohjniés de todo, cualquier incoherencia en el conjunto de créen-t e de A excluye su justificación para cualquier creencia. Final-mente, en lo que respecta a la cuestión de los niveles mínimos de»*'(¡lindad independiente, la sugerencia obvia es que A debe tener 

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ARTICULACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 127

Íh» (i luponiendo que esas creencias y experiencias sean su evi-ene ln c o n respecto a p, en el sentido explicado antes,

i' Y li hablamos del grado de justificación que tiene un grupo|«'iNonas, no un individuo, para creer que p? (Me refiero, por

ton opio, a esos casos en que un grupo de científicos elaboran unkitiiMnc sobre un trabajo que es conjunto en el sentido de que dis

 jllilON miembros del grupo han realizado partes diferentes pero rei#i‘lniiiidns del mismo, con un conocimiento más o menos com

g‘in del trabajo de los demás11.) Sería factible dar sentido a estortii’ii/.!tndo por el grado de justificación que tendría un sujetomiélico, cuya evidencia incluyese toda la evidencia de cadamlibro del grupo, para creer que p, y luego descartando esto

Anillante algún índice del grado medio de justificación que tuvie£11  los miembros del grupo para creer que otros miembros sonfliibltís. Si el resultado de unir la evidencia de varios miembrosifol prupo fuese incoherente, ello tendría como consecuencia elIpa1oí grupo, qua grupo, no tuviese justificación de ningún gradoItetH creer que p, incluso si algunos o todos sus miembros sí la tuWt'itcn. Esta consecuencia parece correcta.

l n cuanto a la locución impersonal «la creencia de que p tiene'%fiti (iistificación mayor/menor», aunque no me atrevería a asegufdt que no se le puede dar sentido alguno, tengo que decir que yollt» puedo ofrecer ninguna explicación. El problema quizá radiqueAUpnrle en que la locución fúnciona de forma diferente según lostMilextos; en algunos de ellos, quizás, puede significar «alguien♦U'iw*o tendría una justificación mayor/menor para creer que p»,

Siu esto no parece plausible como explicación total. El principalHlilculo, claro está es que como la justificación empírica depen-

dí en último término de la experiencia, y como quienes tienen ex

Iíflrmcia son las personas, una locución impersonal está en prinIpl» fuera de lugar.

He posible adaptar la explicación sugerida a fin de encajar laW pu de que la creencia, al igual que la justificación, presenta gra(K (No es obligatoria una concepción de la creencia basada en| < n d o , s ,  puesto que existe la alternativa de permitir grados deAproximación a la creencia construida de forma categórica; perof ñ u n » manera bastante útil de reconocer que el hecho de que una

11 Cfr. Hardwig, «Epistemic Dependence».

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128 EVIDENCIA E INVESTIGACION

 persona acepte una proposición como verdadera puede ser más omenos total.) El principio básico de adaptación es simple: que elgrado de justificación es inversamente proporcional al grado de

creencia; es decir, que suponiendo que la evidencia de A fueseconstante, cuanto menos firmemente crea A que p, más justificación tiene para esta (débil) creencia. Este principio es la analogíamás cercana, a mi modo de ver, al requerimiento de Hume de queuno adecúe sus creencias a la fuerza de su evidencia12. Podría parecer, sin embargo, que la cosa se complica en lo que respecta a lasrazones de A con respecto a una creencia: ¿Cómo encaja la posibilidad de que A crea sus razones de una forma no total? Resulta, sinembargo, que uno puede dejar que el grado de justificación quetiene A para creer que p dependa, ínter alia, del grado de justificación que tendría para creer totalmente sus razones con respecto a

 p (incluso si, de hecho, sólo las cree parcialmente). Si A cree deforma no total sus razones para creer que p, o bien esto se reflejará en una disminución de su grado de creencia de que p, o bien nose reflejará. En caso de que así sea, la relación inversa entre el

grado de creencia y el grado de justificación que hemos sugeridoaumentará su grado de justificación en relación a su creencia(propiamente débil) de que p. En caso contrario, disminuirá dgrado de justificación que tiene con relación a su creencia (impro-

 piamente fuerte) de que p. Y esto —más la cláusula asimétricausual mutatis muíandis para sus razones en contra de la creenciude que p— parece ser todo lo que se necesita.

Permítanme finalizar esta sección viendo como se compaginn

mi explicación con la paradoja de la lotería: un desafío para cualquier teoría de justificación, desafío para el cual quizás fuese ventajosa una explicación basada en grados.

Supongamos que A cree que el número 1 no ganará el piemió, y que su evidencia [E] es que existen un millón de nú meros, que sólo uno de ellos ganará el premio, que la posibilidad deque lo gane el número 1 es de 1/1 millón, que la posibilidad deque el número 2 lo gane es de 1/1 millón, etc. Supongamos tam

12 «Un hombre sabio, por tanto, acomoda su creencia a la evidencia», Em/iwConcerning Human Understanding,  sección X, 87, p. 110. Obsérvese que mianalogía de esta máxima, a diferencia de la versión de Hume, no sugiere que Licreencia, o el grado de creencia, sean algo voluntario.

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 A R T I C U L A C I Ó N D E L F U N D H E R E N T I S M O   129

liten que su evidencia es amplia, y sus razones perfectamente sefpit'its. E proporciona un gran apoyo pero no es concluyente conumpecto a la creencia de que el número 1 no sea premiado. El

Inicho de que no sea concluyente se sigue de la explicación da-do, Habría que elaborar más la explicación del apoyo para esta- blecer de manera concluyente que su apoyo es muy grande, peroello sigue precisamente la misma línea que el Principio de Petrou'lli. que pretende ser una guía para una articulación más com- pleta. Por tanto, A tiene un elevado grado de justificación, perono tiene una justificación c o mpl e t a , para creer que el número 1no será el premiado. El mismo argumento se aplica si supone-

mos que A cree que el número 2 no será premiado, y que su evi-dencia es, de nuevo E; ... y lo mismo para la creencia de que elnumero 3 no será premiado... y para la creencia de que el núme-ro 1.000.000 no será premiado.

Ahora supongamos que A cree que ni el número 1 ni el 2 serán pie miados. Si su evidencia es, una vez más, E, entonces ésta es denuevo no concluyente; sigue siendo muy influyente, pero menosInfluyente que lo es respecto a «el número 1 no será premiado» o

respecto a «el número 2 no será premiado». Por tanto, su justificanon no sería c o mpl e t a , sino sólo de un grado elevado aunquemenor que el grado de justificación que tendría para creer que elnumero 1 no será premiado o para creer que no lo será el número,.i . o para creer que no lo será ninguno. Si ahora suponemos que Atil ce que ninguno de los números 1, 2 y 3. será premiado, de nuevoImitándose en la evidencia E, el mismo argumento demuestra quele lid ría justificación para creer esto, pero en menor grado que la

 panificación que tendría para creer que ni el número 1 ni el dosw*r4n premiados.

Al irse añadiendo más elementos, el grado de justificación deA disminuiría; tendría una justificación menor para creer que ninimni) de los números comprendidos entre 1y 100 serán premiados,Vmenor aún para creer que ninguno de los números comprendidoscuite 1 y 1.000 serán premiados, etc. Llegará un momento en que1 dejará de dar su apoyo y se convertirá en destructiva; A no ten-

dí tn justificación para creer que ninguno de los números compren-didos entre 1 y 500.001 serán premiados.

Supongamos ahora que A cree que ningún número será pre-miado. Si su evidencia es E, ésta no sólo no es concluyente, no só-lo no presta su apoyo, sino que es destructiva, pues la conclusión

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ventar una excusa para no presentarse. Y, si cualquiera de estas lagunas en la evidenciaC de A resultase de otro modo, uno  de losdos compañeros no asistiría.

A pesar de la complejidad del argumento, éste dista de scicompleto. Me he servido de toda una serie de conceptos, algunosde los cuales se han quedado sin explicar, y ninguno de los cualesse ha explicado de forma totalmente satisfactoria. No podemosapelar como excusa al hecho de que la concepción preanalítica dela justificación es vaga en sí misma; pues una de las finalidades

de la explicación es aumentar la precisión. Tampoco nos sirve deexcusa el hecho de que ninguna explicación debe terminar en alguna parte; pues los conceptos en los que me estoy basando sonapenas transparentes como para ser los primeros candidatos pameste status. Pero para suavizar la cosa de algún modo, puede decirse que ciertos parientes cercanos de algunos de los conceptosque se han necesitado (la integración explicativa, la amplitud) sonya de uso corriente en la literatura, y que los fimdherentistas son

libres de tomar prestados los mejores intentos de otros pensadoresrivales para sus explicaciones.

Las sucesivas aproximaciones por medio de las cuales se Imintentado una explicación significan que sería posible seguirmealgunos pasos sin seguirme todo el camino. Esto es alentador,

 puesto que los pasos sucesivos se van haciendo más inciertos tilser más específicos. También sería posible tomar prestada la apro-

ximación de doble aspecto sin aprobar la estructura fundhercutiS'ta ofrecida; adaptar el ejemplo del crucigrama de estructura déapoyo basado en la evidencia sin adoptar la aproximación de do-

 ble aspecto; o bien seguirme en lo que respecta a la aproximaciónde doble aspecto y al ejemplo del crucigrama sin aceptar mi expli-cación del apoyo en términos de integración explicativa; etc.

Pero yo espero que mi explicación, aunque sea imperfecta, i re- presente al menos aproximadamente al tipo de teoría que, coma

dije en los capítulos 1,2 y 3, se requiere para superar las dificulto*des que plantean, por un lado, el fimdherentismo y, por otro, el niherentismo. Sin embargo, todavía queda un largo camino por iccorrer.

Dado que mi motivación más importante para buscar una «leí*cera alternativa» fue, desde el principio, que una explicación cmfherentista no puede admitir la relevancia de la experiencia para Iti

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A R T I C U LA C I Ó N D E L F U N D H E R E N T I S M O 133

Justificación, mientras que una explicación fundacionalista puededimitirla sólo de forma forzada y antinatural, será ciertamente ne-cesario decir algo más acerca del papel de la experiencia en la ex- plicación fundherentista. No sólo será conveniente, sino también,VNpcro, clarificador, combinar esta tarea con una crítica de la teollü popperiana sobre la «epistemología sin un sujeto conocedor»,Iti cual pone de relieve de modo especial el problema del papel detu experiencia.

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5. LA EVIDENCIA DE LOS SENTIDOS: REFUTACIONES Y CONJETURAS

Es el mundo externo lo que observamos dira'inmMH'te [...]•

[El juicio perceptivo] no es otra cosa que el caso iwtextremo del Juicio abductivo.

Pe ir c e , Collected Pa/x ■/*'

Este capítulo tiene como meta el contribuir al desarrollo v » I»motivación del fundherentismo de doble aspecto centrándose inrt»detenidamente en la cuestión del papel de la experiencia en la |m

tificación. Hasta ahora la defensa del fundherentismo se ha lu-i lmutilizando al fundacionalismo y al coherentismo como conlniMMahora, sin embargo, para evitar el peligro de que pueda pensituíque, trabajando con este conjunto de parámetros tan restnnpulnhe evitado la falsa dicotomía del fundacionalismo frente al cuín*rentismo sólo para caer en la falsa tricotomía del fundacionaliMWfrente al coherentismo frente al fundherentismo, aprovecho I*oportunidad para desarrollar la versión fundherentista en conloote con la versión radical defendida por Popper de «epistemolo(i!ísin un sujeto conocedor».

La tesis clave de este capítulo será, desde un punto de visia ungativo, que la «epistemología sin un sujeto conocedor» de 1’o |i|iimes indefendible, porque lo que él llama «el problema del IíiiiiU 

mentó empírico» no sólo no queda resuelto por él, sino c|iic cu principio no puede resolverse dentro de las constricciones puppn

rianas de estricto deductivismo y antipsicologismo sin comprimí!sos; y, desde un punto de vista positivo, que la versión funclhcnmtista no sólo resuelve el problema, sino que además propoivunmel pilar teórico para explicar cómo deberían modificarse las cumtricciones popperianas, y cómo deben responderse los argumeiiiiH 

 para dichas constricciones.

Peirce, CollectedPapers, 8.144 y 5.185.

[134]

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L A E V I D E N C I A D E L O S S E N T I D O S 135

1Jim vez dicho esto de forma breve y clara, la meta parece bas-kHrt> umplc; pero la estrategia habrá de ser algo complicada. Estotv iHii! en primer lugar a que es necesario dar un rodeo para echarm

 Mniii/o a un libro reciente en el que Watkins pretende ofrecerHHii Mil lición al problema del fundamento empírico dentro de lasKWi'ilili'c iones popperianas; pues si Watkins logra su propósito, por

mi diagnóstico y crítica de lo que yo considero como elKMlllblc callejón sin salida popperiano debe estar equivocado. Pe-un lólo resulta que —en la única interpretación en la que la ver-

tióu de Watkins pretende ser más plausible que la de Popper—H|injlti llega a un acuerdo a escondidas con las constricciones pop-

E

Hhiiiis,  sino también resulta que esa interpretación difiere sólo

Hmi mente de un estilo conocido de fundacionalismo infalibilista.luden resulta fructuoso. La teoría de Watkins es vulnerable a las pHim idus objeciones al fundacionalismo infalibilista; también de-

Cttide de una concepción de la percepción como datos sensoriales

Que como objetos externos y sucesos la cual proporciona el jflwlinste necesario para el desarrollo y defensa de una teoría de laPU i’peión más realista incluida en el fundherentismo.'   Vesto nos lleva a otra complicación, por suerte también firuc-üwii, Watkins defiende su versión de la percepción recurriendo a \  (isu nlogia; pero no sólo la obra a la que recurre es insuficientektu demostrar sus afirmaciones, sino que además, dentro delHlleJtto del proyecto de Watkins —el conocido proyecto poppe-Mm de demostrar la racionalidad de la ciencia— es bastante in-

Ktti '•do que Watkins apele a la psicología. La conclusión no esIhh apelaciones a la psicología sean irrelevantes o ilegítimas;

I minino las haré como forma indirecta de apoyo a la concepción#n Ihcrcn tista de la evidencia de los sentidos. Se trata más bien

I tille su legitimidad depende de una postura metaepistemológicanliilile ajena a los popperianos, postura moderadamente natura-Con la cual, tal como yo sugiero, el fundherentismo guarda

|n especial afinidad.

I

l ’oino orientación inicial debemos esbozar algunos antece-

tliles. A primera vista podría parecer que el proyecto de Popper esi illíerente del mío que resulta contumaz elegirlo para realizar un

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136 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

análisis comparativo. La actitud de Popper con respecto a la coi i imJte epistemológica a la que pertenece esta obra es francamente <| pm|  

 preciativa («filosofías de las creencias»), Pero la apariencia siipci 11»cial de simple divergencia de intereses es bastante engañosa; esln ill«vergencia es menor de lo que parece y mucho menos simple.

La atención de Popper no se centra, como la mía, en el coiun limiento empírico en general, sino concretamente en el conocmneiililcientífico. A él le preocupa el problema de demarcar lo que Mciencia y lo que no lo es, problema que a mí no me interesa (v na

 por accidente, como se verá a su debido tiempo). Pero el coi inri*

miento científico, podríamos suponer, forma parte del coma I*miento empírico. ¿No es esto suficiente para demostrar que c\ist| |una extensa zona en la que se solapan? En realidad, no; esto siga#siendo demasiado simple.

Lo más característico de la filosofía de la ciencia de Poppei #ique es «falsabilista», es decir, sostiene que las teorías cienlílu iiinunca pueden verificarse, confirmarse ni justificarse, sino sóliicontradecirse, refutarse o, en el mejor de los casos, corroboran#,esto es, pueden ponerse a prueba, pero no verificarse; y que es, e!|un sentido característico popperiano, «objetivista», es decir, i|ii(se ocupa sólo de los contenidos objetivos de las teorías, etc., y disus relaciones lógicas. Los científicos ni creen  ni deberían eieifsus teorías; lo importante no son las creencias de los cientiTu ni

 —eso es un asunto subjetivo—, sino las teorías abstractas, Ihi  proposiciones, los problemas. A eso es a lo que se refiere el «em

nocimiento científico objetivo», como lo llama Popper2.Desde el punto de vista de la corriente epistemológica, de lia*cho, Popper podría calificarse como un escéptico de café: en cntiliquier sentido en que se justifique la creencia verdadera, ésta es n#»cesaría para el conocimiento, pero en cualquier caso, él niega i|iiitengamos conocimiento. El «conocimiento científico objetivo», ui|el sentido que él le da, nunca está justificado, no debería creerse, y

 puede no ser verdadero. Sería verdadero decir que a Popper no lfinteresa el concepto de creencia justificada; pero resulta más clatlflficador, a fin de ubicar sus proyectos relativos a aproximaciones tila epistemología más tradicionales, decir que no le interesa es!#concepto porque piensa que no existen creencias justificadas.

Popper , «Ep is tem ology W i thou t a R no w ing Sub jec t» , pp . 108 ss .

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LA EVIDENCIA DE LOS SENTIDOS 137

'o’iln verdadero decir que Popper niega que tengamos conociUtifiHo, en el sentido habitual; pero para localizar el punto de in

«ión de nuestros proyectos en el que mi crítica obtendrá sude upoyo, será más instructivo decir que él niega que poda-

ron tlner conocimiento, en el sentido usual de la palabra, mienlltfn icilienc que, a pesar de todo, la ciencia es una iniciativa raHmiid, no porque los científicos tengan justificación para creer

mi norias, sino porque las teorías genuinamente científicas estántHlHir a la crítica racional. El primer paso de la epistemología

consiste en demarcar lo que es ciencia y lo que no lo

« \ gu proyecto fundamental es demostrar que la ciencia, aunqueun sentido negativo, es racional. Este proyecto depende deId t!>mostración de que es posible, no ya demostrar que una teoríarli iiilflcu verdadera sea verdadera, sino demostrar que una teoríaU h i I i I icti falsa es falsa; y esto depende de la solución del «probleMMili’l fundamento empírico», a saber, del problema del papel deIh i spcriencia en la falsabilidad.

1 imndo afirmo, desde un punto de vista epistemológico, que

fHip|U'r no tiene, ni puede tener una solución verosímil para el

Ei tli leí na del fundamento empírico, y cuando defiendo la suI tni i dad de la versión fundherentista de la evidencia de los senÍon,  lo que intento, por supuesto es avanzar un paso más en la

(Mt’iiNUdel fundherentismo. Al mismo tiempo, desde el punto deUnía metaepistémico, trato, en primer lugar, de hacer hincapié enU bierza de la defensa de una epistemología con un sujeto cono

mW, y, en segundo lugar, de esbozar las primeras etapas de unafUtii la en favor de un reconocimiento de la importancia que para laWtmU'inología tiene la contribución de las ciencias de la cognilMi. de un naturalismo moderado; y, de paso, trato de articular miU*!*1opción gradualista de la relación entre filosofía y ciencia.

I I

I 1título de la sección quinta de La lógica de la investigación ttt ntificii \   titulada «La experiencia como método», sugiere que

Todas las referencias de páginas que aparecen en el texto de la sección II dem*>- t itpltulo aluden a este libro.

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138 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Popper cree que la sensibilidad a la experiencia es característnude la ciencia empírica. Cuando pregunta: «¿Cómo se distingue elsistema que representa a nuestro mundo de experiencia?» y ivs

 ponde: «por el hecho de que ha sido sometido a [...] pruebas y Iiin ha superado», podría uno suponer que él piensa que las tcoiúncientíficas son puestas a prueba frente a la experiencia. Sin cm bargo, las secciones 2530 dejan claro que no es ésta su opiniónlas teorías científicas deben ponerse a prueba, no frente a la expe-riencia, sino frente a los «enunciados básicos», enunciados singlolares que informan sobre un suceso observable en un lugar y mo

mentó específicos. Y —lo más importante— aunque Popper ca-racteriza los enunciados básicos como observacionales en cuanina su contenido, y a pesar de que admite que la decisión de Ion 

científicos de aceptar un enunciado básico puede originarse cansalmente por su experiencia, insiste de forma categórica en ipi^los enunciados básicos no pueden justificarse por la experiem in ni tener el apoyo de ésta:

[...] la decisión d e aceptar un enunciad o básico [...] está causalim ni»relacionada con nuestras experiencias [...]. Pero nosotros no traiammde justif ic ar   los enunciados b ásicos m ediante estas experiencias I <t«experiencias pueden motivar una decisión, y po r tanto una aceptar iilllo rechazo de un enunciado, pero un enunciado básico no puede ser /io tificado por ellas, no más que po r un golpe en la mesa [p. 105].

Aunque no pueden distinguirse claramente en el texto, recoiiN*

truyéndolo de una manera racional se pueden identificar dos m*gumentos aquí, señalando ambos hacia la tesis asombrosamcnlinegativa de que la experiencia no puede justificar la aceptación dilos enunciados básicos.

La primera se desarrolla de la siguiente manera: Los entinan*dos básicos están impregnados de teoría. El contenido tic unenunciado como «Aquí hay un vaso de agua» va más allá de lo ummediatamente observable; pues el uso de términos de carácter ye:neral como «vaso» y «agua» implica que el recipiente y la susliiii^cia contenida se comportarían de una manera o de otra en csúis oaquellas circunstancias hipotéticas. Por tanto, los enunciados lid*sicos podrían estar justificados por la experiencia sólo si algún llg

 po de inferencia ampliativa, desde el carácter observable y pn?*sente de algo hasta su comportamiento hipotético futuro, piulien#apoyarlos. Pero la inducción es injustificable; sólo los argumento*

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LA EVIDENCIA DE LOS SENTIDOS 139

itnlui’ljvos son válidos en todos los sentidos; sólo la evidenciadesde el punto de vista deductivo implica un enunciado puede

Por tanto, los enunciados básicos no pueden justificarse

t»« Iti experiencia (pp. 9495). Puesto que la principal premisa esi(l!e no existe evidencia de apoyo que no sea, por decirlo así,(incluyente desde el punto de vista deductivo», yo me voy a re

(i4ii i esto como «la hipótesis antiinductivista».I a segunda hipótesis es una versión de la ya conocida irrele

í mii1la del argumento de causalidad. Puede haber relaciones cau•rtli't entre las experiencias de una persona y su aceptación o ret luí/o de un enunciado básico. El hecho de que A vea un cisne ne(tfo, por ejemplo, puede ser causa de que rechace el enunciado

«linios los cisnes son blancos». Pero no puede haber relacionesk>*iais entre las experiencias y los enunciados. «Aquí hay un cish*  negro» lógicamente implica que «Hay al menos un cisne ne

Cin» y es lógicamente incompatible con «Todos los cisnes son(nucos»; pero no tiene sentido decir que el hecho de que A vea

ttfi ni une negro implica que «Hay al menos un cisne negro» o queM Incompatible con «Todos los cisnes son blancos». Y la justifil'tt lón no es una noción causal o psicológica, sino lógica. Por tanI* los enunciados básicos no pueden justificarse mediante la ex

 pn leticia (pp. 9394). En el presente contexto basaré este arguHUMilo en un tema popperiano fundamental refiriéndome a él•'tuno la «hipótesis antipsicologista».

Ambos argumentos son válidos.Su conclusión, sin embargo, es simplemente increíble: la acep-

tación por parte de los científicos de un enunciado básico comouta aguja del dial señala al siete» desde ningún punto de vistatiptaiemológico relevante es apoyada o justificada por el hecho de

filos vean la aguja del dial señalando al siete; las experiencias

C'ti eplivas de los científicos son, de hecho, completamente irre- vwtes  para los asuntos epistemológicos. Esto ya es bastante

lltiilo. Pero recordemos que se dice que una teoría científica esita»hilada» o «desmentida» si es incompatible con un enunciadoM«lcn aceptado. Como la aceptación de un enunciado básico destt** ningún  punto de vista epistemológico relevante es apoyada o(Wnllficada por la experiencia de los científicos, no hay razón para tu¡ >inier que los enunciados básicos aceptados sean verdaderos, 

tai tu consecuencia, que una teoría «refutada» o «desmentida» (t»HlON términos ahora parecen tendenciosos) sea falsa.  Después

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140 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

de todo, la ciencia no está controlada por la experiencia, ni siquie-ra negativamente.

Y lo que Popper tiene que ofrecer como alternativa a la idea deque los enunciados básicos están apoyados por la experiencia sir-ve más bien para acentuar nuestra incredulidad que para mitigar-la. La aceptación y el rechazo de los enunciados básicos, según él,es una cuestión de «decisión» o «convenio» por parte de la comu-nidad científica; incluso afirma que su punto de vista presentaafinidades con el convencionalismo adoptado por Poincaré, sóloque se centra no en el aspecto teórico sino en el observacional; en

el cual, añadiría yo, es obviamente mucho menos plausible. Escierto que Popper insiste en que la aceptación/rechazo de losenunciados básicos (aunque es siempre una cuestión de que la de-cisión sea provocada pero nunca justificada por la experiencia) nues arbitraria. La aceptación o rechazo de un enunciado básico, di-ce él, es conjetural y revisable; si existe un desacuerdo sobre si unenunciado básico debería o no ser aceptado, puede ponerse a prueba frente a otros enunciados básicos, fundamentando el pro-ceso, temporal y provisionalmente, en enunciados básicos que se 

 pueden someter a prueba fácilmente (pp. 104, 108111). Pero «quese pueden someter a prueba» resulta en sí mismo tendencioso eneste contexto; y la explicación de Popper no ofrece ninguna tran-quilidad de que la ciencia se apoye, en algún momento, en algunaotra cosa además de en las decisiones injustificadas e injustifica- bles, sino que sólo pospone el momento en el que se llega a las

decisiones injustificadas e injustificables.Yo no soy la primera en reprender a Popper sobre este punió.Quinton sostiene, como yo, que el convencionalismo de Poppeisobre los enunciados básicos destruye toda su teoría del conoci-miento em p íricoY Ayer alega, como lo he hecho yo, que la ver-sión de Popper es increíble, e insiste, al igual que yo, en que laaceptación de los enunciados básicos seguramente puede justifi-carse, si bien no de un modo total o incorregible, por la experien-

cia*. La respuesta de Popper a Ayer no es nada convincente, pemsí muy reveladora. Se presenta a sí mismo como defensor, smcompromiso, de la versión que ofrecía en La lógica de la investí45

4 Quinton, «T he Foundations of Knowledge», sección XI.5 Ayer, «Truth, Verification and Verisimilitude».

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LA EVIDENCIA DE LOS SENTIDOS 141

'¡gañón científica. Insiste en que Ayer no ha comprendido su posi-ción, y recalca que él siempre negó que la decisión de aceptar orechazar un enunciado básico sea «arbitraria o inmotivada». Perodespués admite que «nuestras experiencias no son sólo motivos

'fiara aceptar o rechazar los enunciados observacionales, sino queincluso pueden describirse como razones no concluyentes», y am

'plía esto explicando que «son razones debido al carácter generali'tnente fiable de nuestras observaciones», pero que «no son con-cluyentes debido a nuestra falibilidad»6. Pero no dice esto para•defender, sino para abandonar, la posición radical adoptada en La lógica de la investigación científica; Popper admite que, despuésde todo, las experiencias pueden constituir razones, y no sólo cau-cas, para la aceptación o rechazo de los enunciados básicos, y que puede haber razones que no lleguen a conclusiones deductivas.Popper disimula —lográndolo quizá para sí mismo más que para

d lector— lo radical que resulta su admisión, utilizando el término¿«motivado» de un modo variable: si «motivado» significa «provo-cado causalmente» y se contrasta con «justificado», entonces se-ría cierto que él nunca ha sugerido que la decisión de aceptar/rechazar un enunciado básico sea inmotivada, pero la reiteración deeste punto no respondería a la objeción de Ayer; por otro lado, si

se utiliza como equivalente de «justificado» o «apoyado por razo-nes», constituye una capitulación a la objeción, y no es una defen-sa de la posición inicial de Popper, sino que es del todo incoheren-te con ella. Ayer claramente gana este asalto.

Pero no puede quedarse ahí la cosa. La posición radical inicialde Popper contaba con el apoyo de dos poderosas hipótesis, peroAyer no ofrece respuesta a ellas, ni tampoco lo hace el mismol*ópper, aunque al menos él admite a medias que la conclusión ala que llegan es falsa. Estas hipótesis son válidas; por tanto, pues-

to que su conclusión es falsa, deben de tener al menos una premiku falsa cada una. Tendría que estar claro, por lo visto en capítulosanteriores, cuáles son, a mi modo de ver, estas premisas.

Las premisas de la hipótesis antipsicologista son que puedenexistir sólo relaciones causales, y no lógicas, entre la experienciaile un sujeto y su aceptación o rechazo de un enunciado básico, y

* Popper, «The Verification o f Basic Statements» y «Subjective Experienceiiml Linguistic Formulation»; la cita es de la p. 1114 de este último.

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142 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

que sólo las relaciones lógicas son relevantes para la racionalidadde la aceptación/rechazo de los enunciados. La primera es vertíadera; la segunda, falsa. Las premisas de La hipótesis antiinduelivista son que los enunciados básicos están cargados de teoría,  y que no existen relaciones de apoyo aumentativas ni deductivas. I .a

 primera es verdadera; la segunda, falsa.Ahora se ve, dicho sea de paso, por qué Popper no distingue

claramente entre estas dos hipótesis, sino que las trata como si es-tuviesen entrelazadas, considerando al psícologismo y al inducirvismo como dos caras de una misma moneda (verificacionista): l;i

suposición antipsicologista que sostiene que sólo las relacioneslógicas son relevantes desde el punto de vista epistemológico, y lasuposición antiinductivista que sostiene que sólo las relaciones ló-gicas son deductivas; juntas, por tanto, implican que sólo las reíaciones de lógica deductiva son relevantes desde el punto de vistaepistemológico.

Las suposiciones en las que se basan estas dos hipótesis tienen profundas raíces en la filosofía de Popper. El hecho de que, dado

que la inducción es injustificable, e] método científico debe lenuun carácter exclusivamente deductivo, es la idea fundamental quesubyace en la falsabilidad de Popper. El que las cuestiones de ln

 justificación tengan un carácter lógico más que causal es la iduifundamental que subyace en la importancia que concede Popper tila distinción entre descubrimiento y justificación, en su relegación de todas las cuestiones del descubrimiento a la esfera de lasociología o la psicología, en su denigración de conceptos y tenían

 psicológicos tachándolos de «subjetivos», y, finalmente, en su de-fensa de una «epistemología sin un sujeto conocedor» que sólo .seocupa del mundo 3, de proposiciones y sus relaciones lógicas; inel uso resalta el carácter peculiar de la devoción de Popper a muíepistemología evolutiva expresada, no en términos de la evoluciónde los seres humanos y de sus capacidades cognoscitivas, sino di1la evolución de las teorías y de las situaciones problemáticas

Si este diagnóstico es correcto, no puede haber una solución :d«problema del fundamento empírico» dentro de las constricciones popperianas de antiinductivismo y antipsicologisjno; ni tampoco7

7 Popper, «Epistem ology Without a Knowing Subject», pp. 119 ss., y « ()n llieTheory o f the Objective M ind», sección 4.

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L A E V I D E N C I A D E L O S S E N T I D O S 143

him  salida, dentro de estas constricciones, del profundo escepti-cismo al cual conduce, mediante la conclusión de que la ciencia ni

Hilera negativamente está controlada por la experiencia, y de

Uno no puede demostrarse más el hecho de que las teorías científii un sean falsas que el hecho de que sean verdaderas. Este profun-do fracaso refuerza mi convicción, en primer lugar, de que la noi imi de creencia justificada, después de todo, no es imposible deiwliinir y, en segundo lugar, de que las mejores perspectivas de‘'Aplicación de esta noción se hallan en la articulación de unafinitemología experiencialista en la cual el ser humano representami papel fundamental.

Mi diagnóstico parece amenazado, sin embargo, por un libro|utpperiano optimista, Science and Scepticism8, de Watkins, que

 pii'icnde ofrecer una explicación de cuándo, y por qué, es racional■ii rptur un enunciado básico que evite el escepticismo y al mismoun upo se ajuste a las constricciones popperianas. Valdrá la pena♦loloriemos para mostrar cómo y por qué fracasa.

III

Watkins interpreta la posición de Popper con relación al pro- blema del fundamento empírico del mismo modo que yo, y pienm, como yo, que es bastante insatisfactoria. Como respuesta a la4 igcrcncia de Popper de que el proceso de establecer enunciados(«lnicos controvertidos se maneje quedándose uno, provisional

Mun le. con enunciados básicos que sean fácilmente sometibles a pincha, comenta que cuando los científicos llegan a algún enun'líalo básico que es especialmente fácil de someter a prueba, se-

guramente deberían, antes de aceptarlo, «hacer un último esfuer-zo y someterlo realmente a prueba» (p. 53). Así es.

Id intento de Watkins de hacerlo mejor supone la introduccióntic otra clase de enunciados, más básicos que los «enunciados báutoiw» de Popper. Los enunciados de «nivel 1» de Watkins se ca-

tar (erizan como «enunciados singulares sobre cosas y sucesos obvaliles» (por ejemplo, «Hoy hay luna nueva»; éstos se corres

*Todas las referencias de páginas que aparecen en el texto del resto de este m|itlulo aluden a este libro.

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144 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

 ponden con los enunciados básicos de Popper. Los enunciados do«nivel 0» de Watkins se caracterizan como «informes perceptivosen primera persona, de tipo aquí y ahora» (por ejemplo, «En micampo visual hay ahora una luna creciente plateada sobre un Ion

do azul oscuro»). Los enunciados de nivel 0, según Watkins, sonciertos; el sujeto puede saber de forma infalible que son verdadcros. Los enunciados de nivel 0 no pueden implicar deductivamenloa los enunciados de nivel 1. Sin embargo, los enunciados de nivel I

 pueden constituir, junto con otras hipótesis, como, por ejemplo, Insrelacionadas con las condiciones de percepción, explicaciones i li-la verdad de los enunciados de nivel 0. La percepción, como dieoWatkins, «se convierte de forma espontánea en juicios percepuvos»; esto supone, sugiere él, una buena cantidad de interprclación, de proceso, pero de un proceso del cual el sujeto normalmente no es consciente. Un sujeto hipotético que fuese totalmcnleconsciente de este proceso mental que por lo general pasa dcsa

 percibido, como por ejemplo Johnny Wideawake*, atravesaría un proceso de razonamiento como éste: «En mi campo visual hnvahora una luna creciente plateada sobre un fondo azul o s c i i h »

¿Qué explicación hay para esto? Ah, puede que haya luna nucviiesta noche.» La aceptación por parte de Johnny Wideawake de este enunciado de nivel 1, según Watkins, estaría justificada desdiel punto de vista racional. Y puesto que los mortales normalesatraviesan de modo ¿«consciente el proceso mental por el quoJohnny Wideawake, ex hypothesi, pasa conscientemente, la aceptación de los enunciados de nivel 1 por parte de aquellos puede

 justificarse de modo cuasirracional (pp. 7980 y 254262).

La primera parte de mi crítica se refiere a que la versión deWatkins no tiene probabilidades de éxito a menos que se intcrpivte que compromete las constricciones popperianas de antipsicolugismo y antiinductivismo.

Que la versión de Watkins, después de todo, concede un papelimportante al sujeto conocedor es algo tan claro que no necesitaexplicación. Lo que sí hay que hacer es aclarar hasta dónde 1Icjjh el psicologismo; pues existe una notable ambigüedad en la dicoiu

mía del psicologismo frente al antipsicologismo. En un extremotenemos: *

* Juanita Despierto. (N. de la T.)

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LA EVIDENCIA DE LOS SENTIDOS 145

el psicologismo puro, según el cual la justificación o la acep-tabilidad racional es un concepto totalmente psicológico;

i un el otro tenemos:

el antipsicologismo extremo, según el cual los factores psico-lógicos son totalmente irrelevantes para los asuntos de la

1aceptabilidad racional o basada en la justificación.

Mu existe también una posición intermedia:

«el [antijpsicologismo moderado», según el cual los factores

 psicológicos no acaban con los asuntos de la aceptabilidad ra-cional o basada en la justificación, pero son muy relevantes para ellos.

La versión de Watkins no tiene posibilidades de superar a la defttpper a menos que se interprete que admite como mínimo la po•li'ión intermedia, es decir, que ya no sería antipsicologista en unWhtiilo estricto. Tiene dos componentes: cómo los enunciados dettbrl 0 llegan a ser verdaderos, y cómo las relaciones con losi'iuindados de nivel 0 pueden hacer que los enunciados de nivel 1l»1mi lien aceptables desde un punto de vista racional. Explicare-mos esto.

Los enunciados de nivel 0 no son tautologías vacías; la afirttiiición de que son verdaderos alcanza su máxima plausibilidad siH’ interpreta como: algunos juicios de nivel 0, los que se hacen encliconstancias apropiadas, son verdaderos; pues tales juicios sonti ¡la luiente seguros desde un punto de vista epistémico cuandocuentan con el apoyo total de la experiencia perceptiva que losIflnvoca. Pero este tipo de explicación es asequible sólo sobre la ba-le tic que lo que hace que el sujeto acepte un enunciado de nivel 0

mi experiencia sensorial— es relevante para la justificación; porÍHiilo. es incompatible con el antipsicologismo extremo.

Si Watkins parece alegremente inconsciente de esto, existe,cipo yo, una explicación plausible. En primer lugar, su estrategiai‘i muiste en utilizar el término «psicologismo» para referirse al he

i Im de «considerar relevantes los factores psicológicos cuando no íuaun»,y,  por tanto, en considerar insignificante el peligro de queiWpueda ser culpable de psicologismo. En segundo lugar, pasa de

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146 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

describir los enunciados de nivel 0  como «informes perccplivos», a referirse a los enunciados del nivel 1 como «juicios peíceptivos»; y de construir «percepciones» como los explanaiuhi de los cuales los «juicios perceptivos» son explicaciones potenciales, a construir los juicios sobre la experiencia del sujeto como los explanando de los cuales los juicios sobre los objetos lisicos son explicaciones potenciales (pp. 79, 258259). Si se reconociese claramente la triple distinción entre las experiencimi

 perceptivas del sujeto, los enunciados sobre las experiencias peíceptivas del sujeto y los enunciados sobre las características olí

servables de los objetos físicos, la elección entre una explicación que admite y otra que no admite la relevancia de la ex perienda para la justificación de los enunciados de nivel 0 hahrintenido que hacerse sin lugar a dudas; Watkins consigue evilarlneludiendo esta distinción.

Como se supone que la aceptación de un enunciado de nivel Iestá justificada de un modo cuasirracional si es provocada por mi

 proceso mental inconsciente análogo al proceso consciente deJohnny Wideawake, está claro que el segundo componente de lilversión de Watkins, al igual que el primero, no tiene posibilidad^»de funcionar dentro de la constricción popperiana de antipsicoln*gismo extremo.

La hipótesis de que el mejor modo de interpretar a Watkins e»como alguien que también pone en peligro la constricción poppo*riana de antiinductivismo es simple con respecto al primer com-

 ponente de su versión: si la explicación de la certeza de los emill*ciados de nivel 0 debe apelar a las experiencias del sujeto, pucslilque no puede haber relaciones lógicas entre experiencias y cmiN*ciados, se sigue que la explicación de la certeza de los enunciado!de nivel 0 no puede ser puramente lógica y, por tanto, a Jortiorl, no puede ser puramente deductiva.

La hipótesis con respecto al segundo componente está mAl

enredada, porque revela una notable ambigüedad en la diento*mía del inductivismo frente al deductivismo. La tesis que Wat*kins explícitamente denomina «deductivismo» dice así: sóltílas derivaciones deductivas son válidas. Pero tanjbién conlni *IAel deductivismo y el inductivismo, como si fuesen tesis ineom* patibles; y defiende la idea de que las experiencias de un su|!*to podrían constituir razones no concluyentes para accplufenunciados básicos a fin de llegar a una capitulación al iiulutl*

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L A E V ID E N C I A D E L O S S E N T ID O S 147

livittmo9. Pero «las experiencias pueden constituir razones noi i incluyentes para aceptar enunciados básicos» no es incompalllile con «sólo las derivaciones deductivas son válidas» (aun-

que SÍ lo es con «sólo las derivaciones deductivas son válidas,t nú lo las derivaciones válidas pueden constituir razones para•n ir piar enunciados»). Por tanto, es necesario distinguir entre:

ileductivismo extremo (o «antiinductivismo extremo»), segúnel cual sólo las derivaciones deductivas son válidas, y sólo lasderivaciones válidas pueden constituir razones para aceptarenunciados;

mductivismo puro, según el cual tanto las derivaciones induc-tivas como las deductivas son en cierto sentido válidas, y pue-den constituir razones para aceptar enunciados;

*tnm posición intermedia:

«evidencialismo de apoyo», según el cual sólo las derivacio-

nes deductivas son válidas, pero las derivaciones válidas noson las únicas razones para aceptar un enunciado.

1.a versión de Watkins para la aceptabilidad cuasirracional deenunciados de nivel 1 no tiene ninguna oportunidad de funcio-

na i (i menos que se interprete que admite como mínimo la posii tún intermedia, es decir, que ya no sería antiinductivista en el«'miido estricto popperiano.

A modo de preámbulo es necesario decir algo acerca de lo queifUliTOdecir Watkins cuando habla de la «aceptabilidad [cuasijraHurinl» de un enunciado. Esta locución refleja una aversión típiMiiiunio popperiana a hablar de «justificación» o «creencia».Unibicn se enlaza con la versión de Watkins del objetivo de laHi iu ia, que según él posee un componente orientado a la explicai ti+n y orientado a la verdad, este último construido de forma pre

Wiitkins prefiere el término (pp. 249 y 254) «cuasiinductivo», debido a que•i 4tl (¡lienta de que las inferencias implicadas no necesariamente tienen las for

liiihi tu a Intente llamadas «inductivas»; en este punto Watkins sigue a Ayer enítt.: Viub lt’iii o fK n o w le d g e , p. 80.

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148 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

meditadamente modesta: la ciencia aspira a la verdad, pero no a Idverdad «probada», sino sólo a la verdad «posible». Por lanío,cuando Watkins habla de que es racional «aceptar» algún enunciado quiere decir «aceptarlo como verdad posible». Esto a su wt  conecta con su metodología fasifabilista, en la cual «verdad posi- ble» se explica del siguiente modo:

El sistema de hipótesis cien tíficas adoptado por una persona | . | nialgún momento debería ser posiblemente verdadero para ella, en el m iiII do de que, a pesar de todos sus esfuerzos, no ha hallado ninguna mrulurencia en él o entre él y la evidencia que tiene a su alcance [pp. 155 I a,|

Vale la pena señalar la importancia del sujeto conocedoi eneste pasaje; también la forma en que se evaden los grandes pin blemas relacionados con la conexión entre la corroboración v l¡iverosimilitud cuando, en efecto, para Watkins el objetivo di lnciencia es encontrar hipótesis bien corroboradas. Pero lo que almra nos importa es la cuestión de la compatibilidad de la versión ilt

Watkins con el deductivismo extremo.Aunque sea discutible, incluso la versión de Watkins de Ionfundamentos de la aceptabilidad de un enunciado de nivel 2 (unugeneralización empírica) requiere cierto compromiso del dedueliflvismo extremo. Lo que se supone que convierte en racional laaceptación de un enunciado de nivel 2 no es que se pueda dciiwifdeductivamente de algún enunciado en sí mismo aceptable desdiun punto de vista racional, sino que, junto con suposiciones auxli|liares, implica deductivamente las negaciones de ciertos enum'liiíldos de nivel 1, y que estas consecuencias han sido puestas a pme?

 ba sin que se haya encontrado ningún ejemplo que las desmicultiEl esquema es el siguiente: [E2& A] h noE;; E no ha sido conslijderado aceptable desde el punto de vista racional; por tanto, l;, 0%racionalmente aceptable. Entonces no es el enunciado de nivel 1en sí mismo, sino el enunciado de que el enunciado de nivel.’ luí  

sido sometido a prueba pero no ha sido desmentido, lo que es Jr  ductivamente derivable de enunciados aceptables desde un piinlt) de vista racional.  |

La versión de Watkins de la aceptabilidad racional de enuiudos de nivel 1 es todavía más claramente incompatible con el dpiductivismo extremo. Lo que se supone que hace racional la aa |i(tación de un enunciado de nivel 1 es que la veracidad del enuiu in*'

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LA EVIDENCIA DE LOS SENTIDOS 149

iln de nivel 1, junto con suposiciones auxiliares, explicaría la vertlml de algún enunciado de nivel 0, y que el enunciado de nivel 0i*i ciertamente verdadero. Watkins recalca (p. 225) que la conjun-ción del enunciado de nivel 1 y las hipótesis auxiliares debe im-

 plica r deductivamente al enunciado de nivel 0; pero ello no signiMui que lo que hace que sea racional aceptar un enunciado de ni-vel 1sea que éste es deductivamente derivable de algún enunciadoiltf nivel 0 que es ciertamente verdadero, sino que un enunciado denivel 0 que es deductivamente derivable del enunciado de nivel 1  \ de las hipótesis auxiliares es ciertamente verdadero. El esquemai*it d siguiente: [E1& A] l Eo; Eo es ciertamente verdadero; pormillo, E( es racionalmente aceptable. Esto de ninguna manera

IHicde encajar con el deductivismo extremo.Watkins tiene que admitir que es racional aceptar un enuncia-do como verdad posible si ese enunciado forma parte de una posiHe explicación de algo que se sabe verdadero. A pesar de toda sutBücmiidad verbal para transmutar «razones no concluyentes paraconsiderar que un enunciado es verdadero» en «fundamentos parala aceptabilidad racional de la aceptación de un enunciado comomtrdud posible», esto en realidad no evita el escepticismo (comom Hiiunciaba) mientras se siga estando dentro de los confines del

ilmluclivismo estricto.  En realidad   representa un cambio haciaimn posición intermedia que reconoce, como razones de apoyo|wu no concluyentes, lo que filósofos menos inhibidos por escrú-

 pulos popperianos han llamado «inferencia a la mejor explica-ción».

I!n resumidas cuentas: a menos que se interprete que la veriliin de Watkins pone en peligro el antipsicologismo y el antiinilm'livismo popperiano, no tiene más probabilidades de éxito con

M*ipecto al problema de los fundamentos empíricos que la propiawi dión de Popper. Esto confirma el diagnóstico del callejón sintulIda popperiano del que hablamos en la sección II.

Pero incluso en su interpretación más prometedora y menos jnippcriana, la versión de Watkins se enfrenta a muchas objecio*t«, Estas objeciones son conocidas, pues en esta interpretación laMíhíóii de Watkins es en aspectos importantes virtualmente idénliui a un conocido estilo infalibilista de fundacionalismo expe*h'iiüialista. El vocabulario es diferente, pero los temas fundamen

lnk’Hson los mismos: la certeza de los enunciados de nivel 0 esImuí lula a la supuesta infalibilidad de las creencias básicas; la de

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 pendencia de la aceptabilidad racional de enunciados de nivel su- perior en sus relaciones con enunciados de nivel inferior y en últi-

mo término con enunciados de nivel 0 es paralela a la dependen-cia última que tienen las creencias derivadas del apoyo de las creen-cias básicas. La diferencia de vocabulario, la insistencia de hablarde la aceptabilidad racional de los enunciados más que de la justi-ficación de las creencias, parece cada vez menos importantecuando uno reflexiona sobre el hecho de que la teoría popperianade Watkins realmente es una epistemología fúndacionalista, experiencialista de tipo infalibilista «con un sujeto conocedor».

 No es necesario recapitular las objeciones al fúndacionalismoinfalibilista analizadas en capítulos anteriores. Será más producti-vo concentrarse en un grupo de asuntos relacionados más adecua-dos para una comprensión de la evidencia de los sentidos. Estosasuntos pueden introducirse preguntando cómo, exactamente, sehan de identificar los enunciados de nivel 0 de Watkins. Un pasa-

 je, en el que Watkins alude a la observación de Descartes según la

cual «es al menos bastante cierto que me parece que veo luz,  queoigo ruido [...]» (p. 259), sugiere al momento que lo especial delos enunciados de nivel 0 puede ser su carácter prudente y prote-gido («Me parece») y al mismo tiempo que eso podría ser lo queles confiere su carácter casi trivial desde el punto de vista grama-tical («Veo luz, oigo ruido»). Pero los ejemplos de Watkins («la lunacreciente plateada», p. 78, y la «forma blanca luminosa», p. 258),favorecen una tercera interpretación: que los enunciados de nivel

0 describen la disposición de manchas de color en el campo visualdel sujeto (y, presumiblemente, el orden de los sonidos escucha-dos, y cualquier cosa análoga para otros sentidos). Y esto indicauna concepción de la percepción según la cual lo que nosotros ve-mos son formas de manchas de colores (etc.), para explicar lo quesegún nuestras conjeturas (en el caso de Wideawake, consciente-mente, pero, en un caso normal, inconscientemente) es la presen-

cia de objetos físicos y de sucesos.Esta concepción no es plausible desde un punto de vista intui-tivo. Es muy dudoso, por no decir otra cosa, que los sujetos, ex •ceptuando muy raras ocasiones, tengan creencias sobre la disposi-ción de las manchas de color en sus campos visuales. El ejemplode Watkins está muy hábilmente elegido, pero es difícil de extra-

 polar. Justo antes de escribir este párrafo estaba yo mirando por laventana de mi estudio y veía el jardín delantero, la veija, la callo

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vismo extremo y de antipsicologismo extremo. Esto no es uim propuesta radical, pues dichas restricciones son totalmente contrarias a la intuición.

La premisa crucial de la hipótesis antipsicologista de Poppoies que los factores psicológicos son completamente irrelevanlo

 para las cuestiones de la justificación. Pero dos personas podríancreer la misma cosa, y una de ellas podría tener justificación pañicreerla y la otra no, o bien una tener un elevado grado de justificación y la otra un grado muy modesto. Supongamos que A (un pacíente) y B (su médico) creen ambos que los síntomas de A son

 psicosomáticos, y no indicativos de una enfermedad grave del corazón; y supongamos además que la creencia de A es resultado drun pensamiento ilusorio (él exagera la importancia del hecho deque en un 10 por 100 de los casos, según ha oído decir, tales sínto-mas no son graves), mientras que la creencia de B está apoyada

 por un estudio de los resultados de numerosas pruebas fiables nlas que se ha sometido A. De seguro, uno no se inclinaría claramente a decir que A no tiene justificación para su creencia, y queB sí la tiene; por tanto, esa es la razón por la que el sujeto cree quelo que hace es relevante desde un punto de vista epistémico.

La premisa crucial de la hipótesis antiinductivista de Poppcr esque la evidencia puede apoyar una creencia sólo como consecuciicía de que la implique deductivamente. Pero la evidencia de A pucde apoyar la creencia de que p mejor que la evidencia de B, inclusoaunque ni la evidencia de A ni la de B implique deductivamente p.

Supongamos que A (un turista de vacaciones en África) y B (unzoólogo) creen ambos que el conejo roca es el pariente más cercano sobreviviente del elefante; y supongamos que la evidencia de Aes que un compañero turista le dijo que había leído esto en algúnsitio, mientras que la de B es que los conejos roca y los defamentienen ambos tal y tal estructura esquelética, sistema digestivo,etc., y que estas y aquellas especies intermedias entre el conejo ro-ca y el elefante se hallaban en tales y tales lugares, pero que ahoraestán extinguidas debido a estos y aquellos levantamientos gcológicos y cambios climáticos, etc. Uno se inclinaría claramente a decir, claro está, que la evidencia de B aporta un apoyo mucho mayoique la de A; por tanto, esa evidencia puede ser de gran apoyo sinser concluyente desde el punto de vista deductivo.

Ahora puede verse cómo mi versión se acomoda a estas intui-ciones, y derriba las constricciones popperianas: la caractcrizn

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■‘li'tii de la evidenciaE de A con respecto a p como un subnexo dellitMtn causal de la creenciaE, y la caracterización de la evidenciaC•ti A con respecto a p por referencia a su evidenciaE, admite la

«••luvuncia de las causas que mantienen su creenciaE, y las subca1*norias de la evidencia sensorial S y C admiten, específicamente,tu iclevancia de su experiencia sensorial; en cambio la noción de•«poyo, explicada en términos de integración explicativa de p relaIIvn a sus competidores, admite el apoyo evidencial de refuerzo

 pt'iu no concluyente.f Una segunda moraleja de la sección anterior es que una ver

"HlB plausible de la evidencia de los sentidos no debería requerir

iti ti fundacionalismo infalibilista ni el sensacionalismo atomísti•o. ti cual recurre Watkins en su intento de evitar el callejón sindiluía popperiano. Está ya bastante claro, quizás incluso clarísiwii, que la versión que se ofrece aquí no es infalibilista ni fimda• lona lista. Se ve también, aunque sólo a un nivel muy elemental,<|iil * la versión de percepción que presuponemos aquí es muy disIIntu de la de Watkins.

Para la concepción de sentido común que he tratado de elabo

i ai vn mi explicación, es fundamental la idea de que los sentidosmedios por los cuales percibimos cosas y sucesos que nos ro-

dean y , (perdón por el juego de palabras) su reflejo exacto, de quetu percepción es cuestión de interactuar, por medio de los senti-da*, con esas cosas y sucesos. Podría describirse esto como un ti-

 po ‘le realismo epistemológico. Sin embargo, no es nada inocente, pncN reconoce que no podemos percibir siempre de forma clara,tille algunas veces percibimos erróneamente, que nuestros sentiiIiih pueden ser engañados por insectos y aves que estén bien ca-ntil liúdos, por magos e ilusionistas, por artistas y psicólogos, y•pie en condiciones de alteraciones graves las personas incluso(Hieden «percibir» algo que no está ahí (oír voces, ver ratas de co-mí rosa, etc.); también que podemos, si estamos distraídos o nert (unos, no ver lo que tenemos delante, que podemos no reconocer,>• identificar erróneamente, lo que vemos, oímos, etc., que puede•|iii le necesite un aprendizaje para hacer ciertas clases de discri-

minaciones perceptivas (identificar un vino o un perfume con los*i,|on vendados, por ejemplo, o bien dar sentido a lo que uno ve enima fotografía de rayos X o en un espejo retrovisor).

Mi imagen también reconoce un modelo de percepción connwiieia de fondo, en el sentido de que nuestras creencias sobre

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t

lo que vemos, oímos, etc., están afectadas no sólo por aquello i|Mlvemos y oímos, sino también por creencias ya afianzadas noW  

cómo son las cosas. Mientras espero a una amiga que va a vcnli I buscarme al aeropuerto, una brevísima visión de pelo rojo es 'mil*ciente para hacerme creer que es ella la que está entre la muliilillde la puerta; cuando te veo ir al grifo, llenar un vaso y beber, iludími creencia de que es agua y no ginebra o vodka, lo que salelos grifos en las casas de la gente, creo que lo que estás behleiidles un vaso de agua. Incluso reconoce que en algunas circuie.lnH*

cias uno puede inferir lo que tiene ante sí por las manchas de <lor que ve («mira, allí, esa mancha marrón bajo el árbol; debe d|ser el gato»).

En lo que he dicho hasta el momento hay un punto que debeiilaclararse lo más posible, pues a menudo, quizá generalmente, «ioculta en discusiones de teorías de la percepción «realistas» liettite a «antirrealistas» o bien «directas» frente a «indirectas» I |iversión que yo ofrezco presenta una percepción de las cosas v dvlos sucesos que nos rodean, no de datos sensoriales, manchas di)color, o cosas por el estilo. Pero al mismo tiempo admite la inlíh

 penetración omnipresente de las creencias de fondo en nucsiniflcreencias sobre lo que vemos, oímos, etc. Es decir, combina Ifique podría describirse como elementos realistas con elemcnlM'antirrealistas, o elementos directos con elementos indirectos Itl pero haber disipado ya la idea de que hay algo incoherente en pero, por si acaso no es así, permítanme hacer otro intento: el i|i»nuestras creencias, incluso aquellas que se refieren a cosas v ««cesos «observables» que nos rodean, dependan en parte de nlrticreencias no implica que deben ser inferencias, conscientes o Irt*conscientes, de los juicios relativos a la disposición de las nmtt*chas de color, sonidos, etc.

Mi postura no es nueva. Como ya es sabido, Peirce consiileiii

los juicios perceptivos como abducciones semejantes (como hipótesis potencialmente explicativas); lo que no todo el mundo miiIh es que también sostiene que la percepción es directa, en el seniiiMde que sus objetos son objetos y sucesos que nos rodean"1. l:u miversión la cara realista de la imagen de sentido común está ivpn10

10 Véase especialmente «Perception and Telepathy», de Peirce, Collecin pers, 7. 59 ss.

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viese a un perro por completo y con buena luz. La evidencia! ■sensorial de A, en tal caso, es este estado perceptivo, y su evidcn

ciaC sensorial, la proposición de que él se halla en este estado. Vesta evidenciaC presta un gran apoyo a la creenciaC en cuestión; pues el que haya un perro en la habitación delante de él es una buena explicación del hecho de que se encuentre en ese estado perceptivo. O bien, para acercarse algo más a las definiciones dctcapítulo 4, la extrapolación de p de su evidenciaC con respecto ¡i

 p (él se halla en el tipo estado perceptivo en el que se encontrariaun observador normal cuando viese a un perro por completo y

con buena luz, y hubiese un perro en la habitación delante de él)está mejor integrada desde un punto de vista explicativo que suscompetidores (él se halla en el tipo de estado perceptivo en el quese encontraría un observador normal cuando viese a un perro poicompleto y con buena luz, pero no hubiese un perro en la habita'ción). Su justificación sería aún mejor si, por ejemplo, su evidcii'ciaC incluyese también la creenciaC de que no hay imágenestrompe l'oeil de perros, ni perros de juguete que parezcan de ver-dad en las cercanías, de que no se encuentra bajo la influencia desugestión posthipnótica, etc., y si estas creencias fuesen razona

 blemente seguras independientemente de la creencia de que hayun perro delante de él. Y seguramente su justificación sería menorsi, por ejemplo, su evidenciaC también incluyese la creenciaide que los psicólogos locales han estado recientemente haciendoexperimentos con hologramas de compañeros (que, según creen

ellos, no sospechaban nada), y esta creencia fuese razonablementesegura independientemente de la creencia de que hay un perro de-lante de él. O de nuevo, supongamos que A cree que un perro está

 pasando furtivamente al fondo de la calle, y que esta creenciahsuya está apoyada por el hecho de que se halle en cierto estarlo

 perceptivo: el tipo de estado en el que se encontraría un observador normal cuando viese durante un momento a un perro pcquefluy oscuro moviéndose rápidamente a una distancia de noventa me-

tros y al anochecer. La evidenciaE sensorial de A, en tal caso, o*este estado perceptivo, y su evidenciaC sensorial, la proposiciónde que él se halla en este estado perceptivo. El apoyo de esta evidenciaC es bastante menor con respecto a la creencia en cues-tión; la extrapolación de p de su evidenciaC sensorial en este enso no está mucho mejor integrada desde un punto de vista expli-cativo que sus competidores. El hecho de que se encuentre en c\e

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estado perceptivo podría explicarse casi igual de bien por el hechode que no hubiese ningún animal en la calle, sólo una bolsa de papelvolando al viento, o un gato grande que pasase furtivamente, etc.

A la vista de la preocupación popperiana por la objetividad (y,

 podríamos añadir, por la falta de sutileza en la concepción poppei iuna de lo que es objetividad) quizá valga la pena recalcar que laiiproximación ofrecida aquí —aunque resalta la importancia delKiijeto conocedor, y de la locución personalizada «A tiene una jus-tificación mayor/menor»— evita la necesidad de considerar a lascreencias relativas, al contenido del campo visual del sujeto, etc.,más básicas, y desde el punto de vista epistemológico más imporimiles, que las creencias relativas a cosas y sucesos del mundo cir-

cundante. Sin embargo, puede acoplar fácilmente el hecho de queHttneraluiente consideramos que muchas de las creencias de una persona sobre las cosas y sucesos que la rodean —cosas y sucesosque percibe, y que otros pueden percibir también— están completamente justificadas por la evidencia de sus sentidos.V

V

La hipótesis de la sección IV comenzó con la suposición deque nuestros criterios para valorar si alguien tiene justificación, o bbnUi qué punto la tiene, para creer algo presupone ciertas afirmaciones sobre las capacidades cognoscitivas y las limitaciones humanas. Por tanto, ¿no es apropiado preguntar si la teoría (o protofcfnría) de la percepción presupuesta en mi explicación de aquellos«rllcrios cuenta con el apoyo de la psicología? Y en concreto, da-llo que parte de lo que está enjuego entre Watkins y yo es cuál esHtils plausible, su concepción de la percepción o la mía, ¿no debe-

ríamos buscar una respuesta en la psicología?lista cuestiones son mucho más engañosas de lo que parece a

 puñera vista; pero lo primero es lo primero. Watkins menciona laWhmde varios psicólogos y filósofos de la psicología como apoyolltf su versión; por tanto, lo primero es valorar los méritos de su(Videncia. Es un trabajo muy amplio; pero no es éste el principal problema, pues, aunque es selectivo, no apoya claramente la tesisI lu que se refiere Watkins. Esa tesis, conviene recordar, es que

luidos de nivel 1, juicios referentes a las cosas y sucesos «ob-lan1vitbles» son (con bastante frecuencia) elaborados por el proce

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so inconsciente de concebir una hipótesis potencialmente explu rt*tiva de un juicio de nivel 0, por ejemplo, un juicio sobre la dispo»

sición de manchas de color en el campo visual del sujeto, que otten sí mismo verdadero —presumiblemente, en virtud de que ie presenta sólo lo que está al alcance del sujeto en la experiencia

Watkins primero cita a un filósofo de la psicología, Wilkcn,que describe los movimientos de exploración del ojo. Continúa ci-tando a N. F. Dixon al efecto de que la percepción supone un proceso del cual el sujeto es inconsciente. Luego observa que la pared de una habitación normal parecerá, como en efecto es, redan

guiar, pero si uno mira la esquina donde se une con el techo,«observará» (aquí cita a Moritz Schlick) «tres ángulos, cada unode ellos mayor que un ángulo recto»; que vemos las cosas «consus verdaderos colores, compensando los efectos distorsionadoi csde las gafas de sol, las sombras oscuras, etc.»; que si a pacientes aquienes se les ha practicado una comisurotomía se les muestra nndibujo de una cara completa, pero de tal forma que sólo la mitad

del dibujo pueda ser transmitida a la corteza visual primaria, ellosdirán que ven una cara completa; que existen ilusiones visuales(la máscara invertida de Gregory, las figuras «imposibles» elePenroses) que persisten incluso cuando somos del todo conscien-tes de que lo que estamos viendo no está ahí; y (para poner unejemplo de percepción no visual) que la conversación en un cóctelsuena como un «zumbido colectivo», hasta que alguien mencionanuestro nombre. También se apela a la autoridad, cuando Richard

Gregory es citado por explicar nuestra percepción de las figurasambiguas como «un proceso de prueba de hipótesis» (pp. 25 ss.)

¿Qué demuestra todo esto? Que la percepción es activa, en elsentido de que implica movimientos de los ojos, etc.; que el sujeto

 puede no ser consciente de parte de la actividad implicada; peroesto no se discute. Que lo que uno nota está afectado por lo quemás sobresale; pero esto no se discute. Que lo que dice un sujeto

sobre el color o la forma de algo no se corresponderá necesaria-mente con la descripción correcta de una fotografía del objeto to-mada desde la perspectiva del sujeto; pero esto no se discute. Quecuando a un sujeto se le muestra una imagen en forpia de rompe-cabezas —juego diseñado precisamente para suministrar una in

Esta cita, que está en la pág ina 257, es de Gregory, Eye andBrain, p. 222.

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liinunción demasiado escasa como para determinar qué represen-ta i'su imagen, o para suministrar demasiada información comolima que sea una imagen de cualquier objeto real— el sujeto dirá

i|m* thora ve la imagen de una joven, ahora la imagen de una antTnnn, etc.; pero esto no se discute.

Volvemos a decir que lo que importa no  es que las creenciasdd lujeto sobre las cosas y sucesos que le rodean puedan justifivtirse en virtud de que expliquen potencialmente «lo que el sujetotr, oye, etc.» —en esto coincidimos Watkins y yo—, sino que «loque el sujeto ve, oye, etc.» debe construirse en referencia a las dis- posiciones de manchas de color en su campo visual, el orden y eltono de los sonidos, etc., y que todos los juicios racionalmentenceptables deben elaborarse consciente o inconscientemente co-mo potencialmente explicativos de los juicios sobre tales dispositliones, etc.

Los aspectos realistas de la imagen de percepción la cual, siestoy en lo cierto, está implícita en nuestra concepción preanalítieii de la evidencia de los sentidos, y que por tanto yo he tratado deConstruir en mi explicación, están muy en consonancia con la teo-ría de la «percepción directa» básica para la «psicología ecológi-ca» de J. J. Gibson y sus seguidores12. Fundamental en la aproxi-mación de Gibson es la idea de que los sentidos de los seres hu-manos y de otros animales deben concebirse como «sistemas

 perceptivos», es decir, como sistemas para la detección de infor-mación proporcionada por las cosas y sucesos de su entorno. Des-de esta perspectiva, el estudio de la percepción en su hábitat natu-

ral —animales activos y exploradores o personas que viven por elmundo, buscando alimento, cobijo, pareja— se espera que sea

12 Véanse Gibson, The Senses Considered as Perceptual Systems; The Ecolo- gi ta l Approach to Visual Perception; y «New Reasons for Realism». Cfr. tambiénKelley, The evidence o f the Senses.

, Churchland, en «Explanation: a PDP App roach», p. 228, observa, como yo,que — aunque algunos autores han supuesto lo contrario— no ex iste un conflicto

entre la concepción de Peirce en lo que se refiere a los juicios basados en la per-cepción como un tipo de abducción, y la aproximación ecológica de Gibson. (Sinembargo, C hurchland no afirm a que, como dejan claro los pasajes que abren estecapítulo, Peirce sostenga, al igual que Gibson, que la percepción se centra en lascosas que nos rodean.)

Debo decir que el aspecto realista de mi versión de la evidencia de los senti-dos me pone no sólo del lado de Peirce y Gibson, sino tamb ién de Davidson.

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más revelador que los estudios de laboratorio en los cuales los su jetos echan un vistazo a un rompecabezas y a artefactos truculcntos de forma controlada, estática y artificialmente restringida; lateoría de la percepción normal y con éxito es considerada básica,no como algo que se idee tras un modelo sugerido por el estudiode la percepción errónea; la percepción de objetos naturales y desucesos parece más importante que la percepción de imágenes, ya fortiori  de imágenes deliberadamente engañosas. Las elaboraciones ofrecidas sobre cómo los sentidos detectan la información

 proporcionada por los objetos en el entorno (una cuestión, según

Gibson, de «detectar constantes significativas en el flujo de eslímulos»), los ingeniosos estudios empíricos sobre cómo funcionaesta detección, y cómo no funciona, en las distintas clases de percepción errónea; y el afianzamiento de la teoría de Gibson sobrela percepción en una concepción completamente evolutiva de laaptitud de los sistemas perceptivos de los organismos para hacafrente a su nicho ambiental, todo ello habla elocuentemente a snfavor.

Pero no se trata simplemente de que yo afirme, en contra deWatkins, que su versión de la percepción está reñida con el senlido común y con la mejor obra psicológica, mientras que la míaconcuerda con ambas. En primer lugar, yo me preocupo de soste-ner no sólo 1) que la percepción se refiere a las cosas y sucesosque nos rodean, sino 2) que nuestras creencias sobre las cosas ysucesos que nos rodean están justificadas, ínter alia, hasta el punto de que explican nuestras experiencias sensoriales; y, mientrasla obra de Gibson apoya el primer punto, es neutral con respectoal segundo. En realidad, el mismo Gibson —muy preocupado poiargumentar en contra del «sensacionalismo», es decir, contra laidea de que los objetos de la percepción son datos sensorialesalgunas veces favorece la falsa dicotomía que es parte de lo queyo trato de evitar.

Por otra parte, no se da el caso de que el asunto entre Watkins

y yo pueda o deba simplemente dejarse en manos de la psicología.La cuestión de cuáles son los objetos de percepción es sintética,empírica; pero desde luego no es el tipo de cuestión de la que mifilósofo pueda simplemente no hacerse responsable. No podríaestablecerse de forma decisiva mediante ningún experimento imaginable (razón por la cual es tan importante la diferencia entre laobra psicológica que cita Watkins y la conclusión que saca de es

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111); se trata más bien del tipo de cuestión en la que la actitud deUno hacia ella determina qué experimentos parecen más significalivos. Gibson no se engaña en esto; no sólo reconoce la influencia

ilc Thomas Reid, filósofo del sentido común por excelencia, sinolumbién tiende a echar la culpa de la aproximación sensacionalistan obras filosóficas como Nueva teoría de la visión, de Berkeley13.lis decir, que reconoce que el asunto yace en el territorio fronteri-zo entre filosofía y psicología.

Y hay mucho más en juego aquí que cuál de las dos imáge-nes, la de Watkins o la mía, está más apoyada por una obra psi-cológica más plausible. El fondo de la cuestión es que Watkinsno tiene por qué apelar a la psicología en absoluto. ¿Por qué?Porque su proyecto presupone una clara demarcación entre filo

r no fía y ciencias naturales, incluida la psicología, e impone un[ ordenamiento metaepistemológico según el cual le corresponde

I n la teoría filosófica del conocimiento el legitimar las ciencias;Wesde la perspectiva metaepistemológica de Watkins, está literalI y metafóricamente fuera de lugar el que la teoría filosófica deliiconocimiento dependa de suposiciones tomadas de las cienciasnaturales; pues la legitimidad de las ciencias se deriva de la teo-

ría filosófica del conocimiento.i Watkins se queda con lo peor de las dos partes. Al volver a cot locar en una posición central al sujeto conocedor, se comprometeu aceptar la relevancia de la psicología; al conservar la concepción

 popperiana de la relación entre la epistemología y las ciencias, secompromete a negar la legitimidad del uso del material psicológi-co cuya relevancia defiende.

Al igual que Watkins, yo estoy comprometido a admitir la

relevancia (debería decir, la relevancia contributiva) de la psi-cología. A diferencia de Watkins, por suerte, puedo también rerconocer la legitimidad del uso de la evidencia relevante de la psicología. Pues, en lugar de insistir en una demarcación clara,yo sostengo que la filosofía difiere de las ciencias naturalesmás bien en su grado de abstracción y generalidad. Y, en lugarde considerar a la epistemología como más importante que lasciencias epistémicamente, yo considero a la epistemología y a

las ciencias como partes de una trama completa de creencias

Gibson, The Senses Considered as Perceptual Systems, p. 1.

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que se apoyan mutuamente en mayor o menor medida. Los crinterios fundherentistas de la justificación, tal y como yo veo *1asunto, se aplican tanto a la justificación de las creencias cplitemológicas del sujeto como a la justificación de otras croen*cias; por ello resulta agradable descubrir que las suposiciont»»sobre la percepción presupuestas en mi teoría epistemológir#están también afianzadas en una teoría psicológica plausiltl#que está en consonancia con una aproximación evolutiva. IImk I# un punto que depende de la plausibilidad de la teoría y de la m«timidad del afianzamiento, esto presta apoyo a esas suposicio-

nes y a mi teoría epistemológica.

Mirando hacia atrás, podríamos resumir la hipótesis de la si-guiente manera: el llamado «problema del fundamento empírinm(digo «llamado» porque el término «fundamento» es tendencioso)es totalmente imposible de solucionar dentro de una epistemolo.gía popperiana sin un sujeto conocedor. Ni tampoco se solución#con la epistemología pseudopopperiana disimuladamente fumín,

cionalista con un sujeto conocedor. Y Watkins pierde no sólo I#hipótesis epistemológica, sino también la metaepistemológica; soversión del papel de la experiencia no es plausible, y su apelacióna la psicología en apoyo de esta versión es ilegítima desde su pon*

 pectiva metaepistemológica.Pero la hipótesis metaepistemológica ha plantado toda un#

nueva serie de preguntas. Con el sujeto conocedor ocupando un#

 posición central, se considera que la epistemología depende, on parte, de presuposiciones sobre las capacidades cognoscitivas y II6mitaciones humanas. En otras palabras, se ha dado el primer punohacia una modesta clase de naturalismo metaepistemológico. Poroel camino que queda por delante no es fácil ni directo: será noce*sario aclarar bastante más lo que significa concretamente naluiiMlismo en mestaepistemología, lo cerca que puede encontrarse delfundherentismo, qué aproximación a la cuestión del status epislé*

mico de la ciencia sugiere, etc.Es probable, en este momento, que a algunos lectores empiecea parecerles que la teoría ofrecida aquí es poco más que una el#*

 boración de la «epistemología [naturalista] con un sujeto conocí»*dor» de Quine. Tal como trataban de indicar las citas que abrían sicapítulo 4, mi versión es, realmente, en parte un desarrollo de ni*gunos temas aprendidos de Quine. Pero sólo de algunos; pues el

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L A E V I D E N C I A D E L O S S E N T I D O S 163

miluralismo de Quine es profundamente equívoco, mientras queH mío, espero, no lo es. Es una suerte, entonces, que el deseo de

mis opiniones en relación a las de Quine coincida con la ne-

H'iildad de explorar algunas de las ambigüedades de la «epistemo-loulii naturalizada». Esta es la tarea que me propongo abordar at"Ml limación.

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6. NATURALISMO: 

ACLARACIÓN DE SU AMBIGÜEDAD

 No existe ninguna marca extrem adamente sutil drl

conocimiento, que esté al alcance del filósofo, la cual 

 pueda proporcionarnos un punto de vista desde el qmcriticar la totalidad del conocimiento de la vida cotidiana

Lo más que puede hacerse es examinar y pu rificar núes

tro conocimiento común mediante un escrutinio interno

R u s s e l l , Nuestro conocimiento del mundo externo  .

Entre las concepciones notablemente distintas (y en algunoscasos incompatibles) que se engloban dentro de la expresión

atractivamente ambigua de «epistemología naturalista» están lassiguientes:

1) Una extensión del término «epistemología» para hacer re-ferencia no sólo a la teoría filosófica del conocimiento, sino tam-

 bién a los estudios científiconaturales de la cognición.2) La propuesta de que la epistemología se reconstruya como

el componente filosófico de un proyecto en conjunción con las cien-cias de la cognición, en el cual las cuestiones sobre el conocimientohumano abordadas por la filosofía se amplíen para incluir nuevasáreas de problemas sugeridos por un trabajo científiconatural.

3) La tesis de que los problemas tradicionales de la episte-mología pueden resolverse a posteriori,  dentro de la trama decreencia empírica.

3’) La tesis de que los resultados de las ciencias de la cogni-

ción pueden ser relevantes para los problemas de la epistemologíatradicional, y pueden utilizarse legítimamente en su resolución;

[a) —todos los problemas tradicionalesb) —algunos de los problemas tradicionales]4) La tesis de que los problemas tradicionales de la episte

1 Russell, Our Knowledge o f External World, p. 71.

[164].

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n a t u r a l i s m o : a c l a r a c i ó n   d e   s u  a m b ig ü e d a d   165

Biología pueden resolverse mediante las ciencias naturales de la 

munición;

[o) — todos los problemas tradicionales 

b)  — algunos de los problemas tradicionales]

5) La tesis de que los problemas tradicionales de la episte

mología son ilegítimos o están concebidos erróneamente, y debe

rían abandonarse, para sustituirse por cuestiones científico-natu

rales sobre la cognición humana;

[a)  — todos los problemas tradicionales 

b) — algunos de los problemas tradicionales]

Estas con cep cione s han sido ordenadas desd e la m enos radical 

a l a más radical.Puesto que tanto la 1.a como la 2.a suponen una extensión del  

nica rice de la « epistem ología », pueden clasificarse com o formas 

tic naturalismo expansionista. Puesto que tanto la 3.a como la 4.a 

udmiten la legitimidad de los problemas epistemológicos tradicio

nales, pero proponen abordarlos de una forma nueva «naturalista», 

mientras que la 5 .a nieg a su legitim idad y propon e sustituirlas por 

proyectos m ás «naturalistas», podrían cla sificar se la 3.a y la 4.a co

mo reformistas y la 5.a com o naturalismo re volucionario. C om o, 

por otra parte, tanto la 4.a com o la 5.a hacen de la ep istem olog ía  

una iniciativa propia de las ciencias naturales, mientras que la 3.a 

no lo ha ce, podrían clasific arse la 4.a y la 5.a com o naturalismo 

científico y la 3.a com o naturalismo aposteriorista. E l com prom iso 

obvio es ca lificar a la 3.a de «naturalismo aposteriorista reform is

ta»; a la 4 .a de «naturalismo cien tífico reform ista»; y a la 5.a de 

«naturalismo científico revolucionario». También se necesita una 

calificac ión para distinguir la ve rsión a) de la tí) de las posturas 3.a, 

4.a y 5.a; llamaré a la primera «restringida» y a la segunda «amplia». A partir de ahora algunas v ec es cambiaré el orden de m is ca

lificativos, hablando de «naturalismo reformista científico», por  

ejemplo, cuando contraste esta posición con el naturalismo refor

mista, aposteriorista, pero de «naturalismo científico reformista»  

cuando lo contraste co n el naturalismo cien tífico revolucionario.

Menciono al naturalismo expansionista sólo para dejarlo, de 

m om ento, a un la d o 2; m i atención se centrará en las posic ion es

2 Volveré a ello, muy brevemente, en el capítulo 7, sección II.

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r n a t u r a l i s m o : a c l a r a c i ó n  d e   s u  a m b ig ü e d a d   167

El propósito del presente capítulo es doble: primero, diagnos-is m y explicar las ambigüedades y cambios en la concepción dellililíiralismo de Quine; y segundo, eligiendo algunas claves deltliibiijo de diagnóstico, poner en su sitio un argumento más contraInri clases más ambiciosas de naturalismo, concretamente contra lasiluii formas (reformista y revolucionaria) de cientificismo amplio.

Quine caracteriza al naturalismo de la siguiente manera:

[...] naturalismo: abandono del objetivo de una primera filosofía [...].

El filósofo naturalista comienza su razonamiento dentro de la teoría

del mundo heredada como algo que funciona bien. Provisionalmente

cree todo lo relacionado con ella, pero cree tam bién que algunas partes

no iden tificadas están equivocadas. Trata de mejorar, clarificar y com -

 prender el sistem a desde dentro. Es el marinero atareado que va a la

deriva en el barco de Neurath.

También caracteriza al naturalismo de la siguiente manera:

[El naturalismo] considera a la ciencia de la naturaleza como una

investigación de la realidad, falible y corregible pero que no responde aningún tribunal supracientífico, y que no necesita ninguna justifica-

ción aparte de la observación y del método hipotéticodeductivo. El

naturalismo tiene dos fuentes, ambas negativas. Una de ellas es la de-

sesperación por ser capaz de definir los términos teóricos de carácter

general en términos de fenómenos [...]. La otra [...] es el realismo no

regenerado, el vigoroso estado mental del científico de la naturaleza

que nunca ha sentido otras inquietudes a parte de las incertidumbres

negociables propias de la ciencia [...].

El naturalismo no repudia la epistemología, sino que la incluye en

la psicología empírica. La ciencia misma nos dice que nuestra infor-mación acerca del mundo se limita a lo que sucede en la superficie, y

además la cuestión epistemológica es a su vez una cuestión que está

dentro de la ciencia: la cuestión de cómo los animales humanos hemos

 podido arreglárnoslas para llegar a la ciencia a part ir de una info rm a-

ción tan limitada. Nuestro epistemólogo científico lleva a cabo esta in-

vestigación y llega a una explicación que tiene mucho que ver con el

aprendizaje del lenguaje y con la neurología de la percepción [...] . La

evolución y la selección natural sin duda figu rarán en esta explicación,

y él se sentirá libre para acudir a la física si ve una m anera de hacerlo.

La imagen presentada en la primera de estas citas es una apro-ximación que considera a la epistemología no como una discipli

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fumino «ciencia» de modo ambiguo, algunas veces en su sentidoMtIUial, para referirse a aquellas disciplinas que generalmente se.ulthcim como ciencias, otras veces en un sentido más amplio,

iMut referirse a nuestro supuesto conocimiento empírico, en téri o uto# generales. Este gradualismo le impide que conceda muchaimportancia a la distinción entre los usos más amplios y más res-cindidos. Pero esta ambigüedad esconde la distinción entre el naimnlismo aposteriorista y el científico, entre la idea de que la*pislcmología forma parte de toda nuestra trama de creencia emiiliicu («parte de la ciencia» en el sentido amplio) y la idea de quelii epistemología es algo intrínseco de las ciencias («parte de lai leticia» en el sentido restringido). Ello explica cómo Quine pasa,

uparentemente sin ninguna timidez, del aposteriorismo al cientilirismo. Sin embargo, debido a que los problemas tradicionales dela epistemología no se prestan fácil o claramente a una resoluciónilontro de las ciencias psicológica o biológica de la cognición, Qui-ne se encuentra entonces, con su mentalidad científica, presionado pura cambiar y restringir las cuestiones que a él le preocupan; has-ta tal punto que se rompe la continuidad con las cuestiones conoci-das de la epistemología, y Quine se ve tentado a poner en duda la

legitimidad de los antiguos proyectos. Esto explica cómo Quine plisa, aparentemente sin ningún reparo, de una posición reformistan una posición revolucionaria. Analizaré por turno los elementosde este diagnóstico.

Quine rechaza lo a priori (expresamente, claro está, repudia loanalítico, pero puesto que comparte con los positivistas con quie-nes discute en «Dos dogmas» la suposición de que sólo las verda-des analíticas podrían ser conocidas a priori, esto también consti-tuye, en efecto, un rechazo de lo a priori). El gradualismo es la te-sis que defiende que la filosofía es una especie de investigacióna posteriori, que se encuentra junto a la investigación empírica engeneral; puesto que las ciencias naturales constituyen una parte

 principal e impresionante de tal investigación, el gradualismo po-ne de relieve las semejanzas en cuanto a la finalidad y el métodoentre la filosofía y las ciencias naturales. De este modo impulsa aQuine a utilizar la palabra «ciencia» como una forma convenientede referirse a nuestro conocimiento supuesto del mundo, en térmi-

nos bastante generales. (También le impulsa el hecho de que, co-mo nos recuerda Quine, la palabra «ciencia» tiene su origen en la palabra latina para designar al conocimiento.)

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170 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Conviene que introduzcamos aquí una convención tipográfica para señalar la distinción de los dos sentidos de la palabra «cien-

cia»: «ciencia» para el uso más restringido, que se refiere a lasdisciplinas normalmente llamadas «ciencias», y « c i e n c i a »  para eluso más amplio, que se refiere a nuestras creencias empíricas engeneral, y por tanto incluyen el sentido común, la historia, etc., y,según Quine, las matemáticas, el sentido común y la filosofía ade-más de la ciencia. En términos de esta convención el naturalismoaposteriorista se convierte en la tesis de que la epistemología for-ma parte de la c i e n c i a , es decir, parte integrante de la trama de

creencia empírica; el naturalismo científico se convierte en la te-sis de que la epistemología forma parte de la ciencia, es decir, esalgo intrínseco de las ciencias. La ambigua utilización por partede Quine de la palabra «ciencia» hace que sea demasiado fácil co-locarlas juntas (y la equivalencia de «epistemología forma parte dela c i e n c i a » y «epistemología es una continuación de la ciencia»favorece aún más esta elisión).

La evidencia textual de este diagnóstico de lo que yo llamaré«primer desplazamiento de Quine» (desde lo aposteriorista a locientífico) no es difícil de encontrar. Algunas veces la imagen que

 presenta Quine es gradualista, reformista y aposteriorista sin am- bigüedades:

Corresponde a los científicos, en el sentido más amplio, el conjetu-rar cuidadosamente cómo es la realidad; y lo que hay, lo que es real,

forma parte de ese asunto. La cuestión de cómo sabemos qué hay foima parte simplemente del asunto [...] de la evidencia de la verdad so- bre el mundo. Al últim o árbitro se le denomina método científico, poimuy amorfo que sea [ ...] una cuestión de ser guiado por estímulos sen-soriales, un gusto por la simplicidad en cierto sentido, y un gusto porlas cosas antig uas5.

La expresión de Quine «corresponde a los científicos, en elsentido más amplio» indica que la «ciencia» se refiere a la « c i e n -

c i a » . Lo que se está diciendo es que lo que hay, y cómo sabemoslo que hay, son cuestiones que pertenecen a la c i e n c i a , cuestionesque no transcienden la trama de creencia empírica. Y en este con-texto, especialmente con la indicación suministrada por la palabra«denominado», puede entenderse que el «método científico» se

5 Quine, World and Object, p. 22.

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refiere a nuestros criterios de evidencia empírica, en términos ge-nerales, más que a un método de investigación que se suponga pe-culiar de la ciencia.

Pero en muchos pasajes la ambigüedad de la palabra «ciencia»conduce a una interpolación del naturalismo aposteriorista con elcientífico. Uno de estos pasajes, irónicamente, es este de la res- puesta de Quine a Putnam en el volumen HahnSchilpp; la ironíaestá en que se supone que Quine está respondiendo aquí a la acu-sación de Putnam de «cientificismo»6:

Me gustaría aclarar lo que Putnam y otros han llamado mi cienti-

ficismo . Yo adm ito el naturalismo e incluso me enorgullezco de él. Es-

to significa desterrar el sueño de una primera filosofía y buscar a la fi-

losofía más com o una parte del sistema del m undo que tiene uno, juntoal resto de la ciencia. ¿Y por qué, de todas las ciencias naturales, yo si-

go haciendo hincapié en la física? Simplemente porque corresponde a

la física, y a ningun a otra ram a de la ciencia,

decir [...] qué repertorio mínimo de estados sería suficiente para

 ju sti fic ar el que dijésemos que no se pro duce ningún cambio sin un

cambio de po sición o de e stad o7.

Aquí, al principio podría pensarse que la expresión «Yo admi-to el naturalismo» conlleva la implicación conocida de que Quine

está desaprobando lo que Putnam llama «cientificismo». Sin em- bargo, no sólo Quine no dice esto explícitamente, sino que descri- be esta expresión como «clarificadora» de lo que Putnam llama sucientificismo. «Desterrar el sueño de una primera filosofía y bus-car la filosofía más como parte del sistema del mundo de uno»Suena a naturalismo aposteriorista reformista; y «junto al resto dela ciencia» podría leerse, en consonancia con esto, como «junto alresto de la c i e n c i a ». Pero en la siguiente frase, Quine pasa a ha-

 blar de las «ciencias naturales», es decir, de laciencia,

 y por lafrase que viene a continuación de ésta él está pensando en la físi-ca. Por mucho que Quine presente este párrafo como clarificadorde su postura, es paradigmático de su ambivalencia.

Entre los otros pasajes donde los cambios y deformaciones enel uso de la palabra «ciencia» por parte de Quine se hacen mani

‘ Putnam, «Meaning Holism», p. 425.

7 Quine, «Reply to Putnam», pp. 430431; en el pasaje más sangrado Quineestá citando un fragmento de su «Facts o f the M atter».

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172 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

fiestos, y donde se ve claramente que dichos cambios y deform;iciones están favoreciendo y al mismo tiempo ocultando un pasn

del naturalismo aposteriorista al científico, son significativos estos, en los que Quine habla del escepticismo:

La duda impulsa la teoría del conocimiento, sí; pero el conocinmiito, a su vez, es lo que sugirió la duda. El escepticism o es un vástagu il-la ciencia [ . . .] . Las ilusiones son ilusiones sólo en relación a una ai i |>tación previa de cuerpos genu inos con los cuales contrastarlas [ . | I n postulación de los cuerpos es ya ciencia física rudim en taria.

[...] Ciencia física rudimentaria, es decir, un sentido común sulm1

los cuerpos, es necesario como trampolín para el escepticismo [. |Dudas escépticas son dudas escépticas. Por tanto, la mejor ni.iin m 

de considerar a la epistemología es como una iniciativa dentro dr ticiencia de la naturaleza*.

La palabra «conocimiento» de la primera frase es susinimlii por la palabra «ciencia» en la segunda; por eso la clemencia Itaruque uno lea «ciencia» como « c i e n c i a ». Pero casi inmediaíamcnlt1

este impulso clemente se ve frustrado por la insistencia de (.itnitu ,de calificar «la postulación de los cuerpos», «e! sentido comitn 1sobre los cuerpos» como «ciencia física rudimentaria». La pimiu '  lación de los cuerpos, claro está, es innegablemente parte dil l« ic i e n c i a ; pero como Quine se esfuerza por describirla como «iii ' iúrcia física rudimentaria» uno comienza a sospechar que csla pnw

 poniendo que forma parte de la ciencia. Por tanto, no resulta sof*

 préndente ver que la última frase —«La Epistemología es | ,1una iniciativa dentro de la ciencia de la naturaleza»— dcmmiillser leída como cientificista más que aposteriorista, como deleiwi!ra de que la epistemología forma parte de la ciencia, y no simpl#mente de la c i e n c i a .

Compárese con:

[.. .] el epistemólogo se enfrenta a un desafío a la ciencia de la miiui:

leza que surge desde dentro de la cienc ia de la naturaleza [.. | I Iguo escepticismo, en su forma más primitiva, desafiaba de la inMmanera a la ciencia desde dentro. Los escépticos citaban ilusnun”*¡

nocidas para demostrar la falibilidad de los sentidos; pero osla i uiit^ción de ilusión se basaba en la ciencia de la naturaleza, pucsin i|iifilusión consistía simplemente en una desv iación de la realidad a nllf i ,

Quine, «The Nature o f Na tural Knowledge», pp. 6768.

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ca extema [...]. Nuestro epistemólogo liberado termina como psicólo-go empírico, investigando científicamente la adquisición de la ciencia por parte del hombre9.

El tono cien tificista de este pasaje es inconfu ndible, pero se ve  duramente, también, que Quine está otra vez deformando la no-  

i'ión de ciencia. No haré ningún comentario sobre la «realidad  

científica externa», aunque ciertamente es una frase que vale la 

pi'iui notar. Ni tampoco discutiré demasiado si es verdad que el 

iiuliguo escepticismo desafió a la c i e n c i a   desde dentro, aunque 

t oittidero importante que el antiguo esce ptic ism o s e basase, n o en  

uit contraste entre ilusión y realidad, sino más bien en conflictos  

Wiireapariencias. L o qu e yo quiero resaltar aquí es que la hipóte-  

mi» de Qu ine requiere de nue vo un pas o d esd e e l «an tiguo e s

cepticismo [ . . . ] desafió a la c i e n c i a   desde dentro» a «el anti

guo escepticismo [. . . ] desafió a la ciencia  desde dentro», lo  

«mil es doblemente dudoso puesto que podríamos preguntamos  

I ti m ueblem ente si ex istía la ciencia en la época del antiguo escep - 

Mr linio. S ólo pasando de la interpretación amp lia de la «cien cia»  

i I» restringida puede Quine llegar a su con clusió n sorprendente

mente empírica: «nuestro epistemólogo liberado termina como  

I iiii'úlog o em pírico, investigando científicam ente la adqu isición  | P Iti cienc ia por parte del hom bre», es decir, investigando cienti- 

ytawirWe la adquisición de la ciencia por parte del hombre.

, ‘ I n el pasaje que acab am os de me ncionar, Q uine se encierra en 

'•I Hiiliguo escepticismo; no se menciona el escepticismo hiperbó-  

I p u cartesiano. Cuando habla del esc ep ticism o cartesiano, no s da- 

r llm n lenta de las presion es que o bligan a Quine a realizar un se-  

|fW ii|i> desplazamiento, desde el naturalismo reformista al revolucio- 

I   m   N ii  En este pasaje, Quine parece casi afirmar que el escepticismo, 

f l p mi ftit mti cartesiana generalizada, es incoherente:

I

I La hipótesis trascendental, o lo que pretende ser primera filosollu. tiende generalmente a aceptar más bien este status de epistemo-logía inmanente en la medida en que yo logre darle un sentido. Louue se desvanece es la cuestión trascendental de la realidad del mun

; “

*JhIii*. The Roots o f Reference, pp, 23.

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174 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Pero inmediatamente da un paso atrás:

El escepticismo radical se deriva del tipo de confusión al que li#

aludido, pero no es incoherente con respecto a sí mismol0.

La aprec iación de la tensión que se advierte cuando Quine luí  ta de sugerir que el an tiguo esce pticism o es algo intrínseco de In

ciencia  conduce naturalmente al segundo componente de mi con  jetu ra de dia gnóstico. D ebem os admitir que exis te cierta vague dad en relación a lo que significaría buscar continuas versiones  replanteadas pero reconocibles de proyectos epistemológicos cu nocidos, y lo que significaría buscar proyec tos complétame! i le nuevos. Sin embargo, está claro que cuando Quine afirma que la epistemología forma parte de la ciencia,  se ve obligado a volver ii caracterizar los p roblem as de la ep istem ología d e manera tan radi cal co m o para romper la continuidad. A esto es a lo que yo llama ré «segun do cam bio de Quine», desde el naturalismo reformista al revolucionario.

Este segun do cam bio n o resulta sorprendente. A la vista del mismo, después de todo, es bastante implausible suponer que los proyectos tradicionales de epistemología podrían realizarse con éxito por parte de la ciencia.  La filosofía es continuación de la ciencia, estoy d e acuerdo; pero esto no sig n ifica que no exista una diferencia de grado  entre filosofía y ciencia.  Y — com o revelaba la h ipóte sis del últim o cap ítulo— cabe esperar razonablemenlc que los tipos de suposiciones sobre las capacidades cognoscitivas  y lim itaciones hum anas a las que la epistem ología puede necesita! recurrir serán de la clase de generalidad y abstracción característi eos del lado fi losófico más que del científico  de la serie continua de la c i e n c i a . Y, por tanto, es de esperar que el co m prom iso con la afirmación de que la epistemología forma parte de la ciencia  le obligaría radicalmente a uno a conceptualizar de nuevo los pro

yectos de epistemología, pues no existe una perspectiva seria de 

resolución acertada de proyectos conocidos dentro de la ciencia.Esto se confirma con lo que Quine tiene que decir explícita

mente sobre su actitud ante los antiguos proyectos, que es sor

prendentemente equívoca. El comentario de su segunda cita revo-

10 Quine, «Things and Their Place in Theories», p. 22.

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luí lunaria que aparece al principio de esta sección de que «el na- 

hinilisino no repudia la epistemología, sino que la incluye en la  

|m leu logia em pírica», es característico. En «E pistem olog y Natu-  

nillzed» Q uine habla de la «epistem ología, o algo parecido» com o  

illgo que «encuentra su lugar como un capítulo de la psicología» n; 

i‘h «Things and Their Place in Theories», habla de «la ep istem olo

gía , para m í, o lo que m ás se acerca a ella» co m o a lgo que estudia  

■ nómo nosotros los a nimales podem os haber inventado [. . .] la 

ciencia»111213; en TheRoots ofReference,  tras admitir que sus proyec

til son «un grito lejano [. . .] de la antigua epistemología», Quine  

llega a observar que no se trata de «un cambio gratuito de tema, 

«mu de una persistencia ilustrada más bien en el problema episte

mológico original» B, sugiriendo al mismo tiempo que no hay un  i mnbio de tema, y que sí lo hay, pero que no es gratuito.

Y la ambivalencia de Q uine entre un naturalismo reformista y 

lili naturalismo revolucionario corre parejo, a lo largo de su obra, 

i on lo que tiene que d ecir sobre lo que según él so n las tareas de 

In epistem ología : con una mentalidad reform ista, está sugiriendo  

lina nueva aproximación (a posteriori) a problemas conocidos; 

t on una mentalidad revolucionaria, un abandono de los viejos pro

blemas en favor de otros nuevos que, a diferencia de los viejos,  

parezcan suscep tibles de una so lució n científico-natural.

En la primera edición de The Web o f Belief, por ejemplo, Qui

ne parece subscribirse a la con cep ción tradicional de la distinción 

entre los problemas característicos de la psicología y los proyec

tos típicos de la epistemología:

La historia de los orígenes e intensidad de nuestras creencias, lahistoria de lo que sucede en nuestra cabeza, es muy distinta de la histo-ria que se persigue en la búsqueda de la evidencia. Allí donde somos

racionales en nuestras creencias las historias pueden corresponderse;en los demás casos difieren. La primera historia le corresponde contar-la a la psicología. Por otro lado, lo que ahora nos preocupa son las ba-ses, las razones, las relaciones evidenciales que se mantienen entre lascreencias [ ,..]14.

11 Quine, «Epistemology Naturalized», p. 82.12 Quine, «Things and Their Place in Theories», p. 21.

13 Quine, The Roots o f Reference, p. 3.14 Quine y Ullian, The Web of Belief   1.a ed., p. 7.

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Esto sugiere una imagen conocida según la cual, mientras cu rresponde a la ps icolo gía el decirnos cuál es la evidencia que lian- un sujeto para una creencia, es tarea específica de la epistemolu  gia el analizar el concepto de evidencia y proporcionar criterios para medir su valor. Pero este pasaje se omite en la segunda cdi ción de The ÍVeh ofBe¡ief\   y en «Epistemology Naturalized» ve mos que Quine se empeña en insistir en que ¡a investigación del concepto de evidencia es un asunto propio de la psicología:

La epistemología [...] encuentra su lugar como un capítulo de l.i psicología [...]. Estudia un fenómeno natural, a saber, un sujeto hum.ino físico. A este sujeto humano se le proporciona cierto suminisimcontrolado experimentalmente —ciertos modelos de irradiación nifrecuencias diversas, por ejemplo— y a su debido tiempo el sujeto cutrega como producto una descripción del mundo externo tridimensional y de su historia. La relación entre lo poco que se suministra y l;i

 producción torrencial es una relación que nos vemos empujados a estudiar por las mismas razones que han empujado siempre a la epislcmología, a saber, a fin de ver cómo la evidencia se relaciona con la teoría, y de qué manera nuestra teoría sobre la naturaleza transciendecualquier evidencia disponiblel6.

Podría parecer que Quine espera que la psicología sea capa/  de resolver los problemas de la epistemología porque, en su epis

temología «ilustrada», el carácter normativo de la noción de evi

dencia ha sido eliminado. Otro pasaje sugiere incluso con más  fuerza una po sición «d escrip tiva»l7:

Sea cual sen la evidencia que hay para la ciencia se trata de una evideneia sensorial Pero ¿por qué toda esta reconstrucción creativa[de Camap], toda esta simulación? La estimulación de los receptoressensoriales es toda la evidencia que uno lia necesitado, para llegar a suimagen del mundo. ¿Porqué no ver simplemente cómo se desarrolla re-almente esta construcción? ¿Por qué no contentarse con la psicología?".*18

I! 1978. Mi agradecimiento a Dirk. Koppelberg por llamar mi atención en esto." Quine, «Epistemology Naturalized», pp. 8283.” El naturalismo de Quine es interpretado como descriptivista por Siegel, en

«Justirication, Discovery and the Natural iza ti on of Epistemology»; por Goldman,en la introdución a Epistemology and Cogniiiott, y por Kim, en «What is “Natu-ralized Epistemology'1?».

18 Quine, «Epistesmology Naturalized», p. 75.

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n a t u r a l i s m o : a c l a r a c i ó n   d e   s u  a m b ig ü e d a d   177

Sin embargo, aunque Quine algunas veces da la impresión de 

tfolur inclinando la epistemología hacia la psicología haciéndola  

[iu ruínente descriptiva, segú n Putnam , Q uine ins iste en que él nun-  

ni quiso eliminar la normatival9. Y esto merece tomarse en serio,  

i ti vista del h echo de que en «E pistem ology N aturalized», a pesar 

i!i*l tono descriptivo de los pasajes que acabamos de citar, Quine  

ni-  esfuerza en disociarse del «nihilismo epistemológico» que él 

atribuye a Kuhn, Polany i y H an so n20. Qu ine tien e una mejor inter

pretación, no negando su carácter normativo, sino cambiando y  

reduciendo el ámbito de los objetivos epistemológicos. La confir

mación más clara se encuentra en la respuesta de Quine a White  

en el volumen Hahn-Schilpp:

Una palabra, ahora, sobre el status, según mi opinión, de los valo-res epistémicos. La naturalización de la epistemología no se deshacede la normativa y se contenta con la descripción indiscriminada de pro-cesos en desarrollo. A mi modo de ver, la epistemología normativa esuna rama de la ingeniería. Es la tecnología de la búsqueda de la verdad,o, en términos epistémicos más cautelosos, de la predicción. Comocualquier tecnología, hace libre uso de todos los descubrimientos cien-tíficos que sirvan a su propósito. Recurre a las matemáticas para des- preciar la falacia del jugador. Recurre a la psicología experimental pa-ra poner al descubierto ilusiones perceptivas, y a la psicología cognos-citiva para despreciar las ilusiones. Recurre a la neurología y a lafísica, en términos generales, para dejar a un lado el testimonio defuentes ocultas o parapsicológicas. No se trata aquí del valor máximo,como en las moralejas; es una cuestión de eficacia para un fin, verdado predicción ulteriores. La normativa aquí, como en otros aspectos dela ingeniería, se hace descriptiva cuando se ha expresado el parámetrofinal21.

No voy a comentar el modo en que Quine se empeña en suge

rir que necesitábamos que la psicología cognoscitiva nos dijese  que las ilusiones no tienden a conducir a la verdad, ni me voy a 

detener para preguntar a qué rama de la ciencia  se supone que le

19 Putnam, «Why Reason Can’t be Naturalized», p. 19.20 Quine, «Epistemology Naturalized», pp. 8788.21 Quine, «Reply to White», pp. 664665. Para aquellos lectores a quienes les

resulte desconcertante la expresión «despreciar» (scout ), he aquí la definición del

Oxford English Dictionary: «scout,  v. t. rechazar (una proposición o idea) condesprecio o ridículo [cfr. antiguo noruegoskúta una mofa, suizo skiujta disparar, prob, galés, d i s pa r a r  ].»

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corresponde decirnos si la predicción acertada indica la verdad de una teoría, y en caso afirmativo, por qué esto es así. Lo que a mi me preocupa es señalar, primero, que Quine ya no habla en térmi nos de valoración de la evidencia, sino de fiabilidad de procesos  de form ación de creencias; y, en segundo lugar, qu e su atención se centra en qué procesos tienen garantía de que conduzcan a la vei dad por parte de la ciencia  misma. Estos dos puntos están clara mente conectados; pero voy a comentarlos primeramente por so parado.

Tradicionalmente, la epistem ología se ha ocu pa do de los crile 

ríos de valoración de la evidencia; tradicionalmente, también, so ha dado por sentado que la evidencia que tiene un sujeto en favoi de una creencia debe construirse como algo accesible al sujeto: o bien como algo que está formado (en las imágenes coherentistas) enteramente por otras creencias suyas, o bien co m o algo que in cluy e (en las im ágen es fimdacionalista y fund herentista) sus expe riencias sensoriales y quizás introspectivas también. Podemos en contrar en los escritos de Quine una serie de sugerencias importan 

tes, aunque a menudo bastante enigmáticas sobre la construcción apropiada de la noción de evidencia. Primero: Quine habla de «evidencia sensorial», de «la información transmitida por núes tros sentidos», de las «irritaciones superficiales» que hacen que un sujeto asienta a esta o aqu ella fras e2223. Segundo: Quine hace hincapié en la «interanimación de frases» y sostiene que «puede  haber un refuerzo mutuo entre una explicación y lo que explica»  Lo primero indica una simpatía con la idea, característica del fun- dac ionalism o experiencialista y del fundh erentismo , de que la evi dencia que tiene un sujeto en favor de una creencia no puede ser exclusivamente una cuestión de otras creencias, sino que debe in

cluir evidencia basada en la experiencia. La segunda indica una simpatía con la idea, característica del cohe ren tism o y del fundhe- rentismo, de que las relaciones de apoyo evid en cial se deben con

cebir en términos de refuerzo mutuo más que c o m o exclusiva

mente unidireccionales. Esto insinúa una teoría de la evidencia cuyo carácter no es ni fimdacionalista ni coherentista, sino que

22 Quine, Word and Object, p. 22; Ontological Relativity, pp. 75, 82-83; «TIk -

 Nature of Natural Knowledge», p. 68.23 Quine, Word ando Object, pp. 9 ss.; Quine y Ullian, The Web o f Belief  p. 79.

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cia. Los dos temas de los que voy a hablar son (en esta sección) el 

.problema de la inducción y (en la siguiente) el problema del status epistém ico de la ciencia.

En la obra de Quine el problema de la inducción es el princi

pal centro de los asp ectos evolu tivos de su epistem ología. Pero va

le la pena recalcar, a modo de introducción, las ambigüedades de 

«epistemología evolutiva», expresión que ha resultado no menos 

seductora que «epistemología naturalizada». Algunos de quienes  

■ apelan a la evolu ción en ep istem olog ía quizá estén sólo h aciendo 

una analogía, mientras que otros están haciendo una aplicación li- 

’teral de la teoría. (Por ello , sólo esto s últim os se ca lifica n co m o 

naturalistas epistemológicos.) Incluso dentro del segundo grupo 

existen sorprendentes diferencias; las más notables, y las m ás per

tinentes en este libro, son el contraste entre Popper, que escribe  

'sobre la evolución de entidades del mundo-3, problemas, teorías,  

etc., y que considera que la teoría darviniana favorece su aproxi

mación falsabilista, estrictamente deductivista, y Quine, que apli

ca la teoría de la evolución a un nivel más conocido, a las capaci

dades cognoscitivas humanas, y que afirma que ésta ofrece cierta 

modesta tranquilidad sobre la inducción. (Una complicación adi

cional es que desde el punto de vista de Popper, la teoría de la  

evolución no cuenta com o teoría científica.) El hecho de que Q ui

ne y Popper tengan opiniones tan radicalmente opuestas sobre la 

importancia de la evolución en la inducción es una advertencia  

útil de que las cosas no son aquí tan simples como puede parecer.

Pero nuestro propósito ahora no es, afortunadamente, desarro

llar una explicación de conjunto del papel que debería desempeñar la teoría de la evolución en la epistemología, si es que debería  

desempeñar alguno, sino explicar que existen cuestiones episte

m ológicas sobre la indu cción que a) son legítim as, y b) no pueden  

■ resolverse mediante la ciencia-,  no pueden, concretamente, resol

verse recurriendo a la teoría de la evo lución. Y para hacer esto, se

gún parece, sólo se necesita echar un vistazo de cerca a los argu

mentos de Quine.

r La propia descripción que hace Quine del papel de la evolución en su epistemología es ambivalente, ambicioso por un lado y

 

modesto por otro. La teoría de la evolución, afirma él, puede re

solver la única parte del «problema perenne d e la ind ucción» que 

tiene sentido, lo cual suena como un papel grande e importante  

para la evolución; pero también dice que el proyecto conocido de

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 justificar la inducción está m al interpretado, lo cual suena como si no quedase m uch o del problem a perenne para que la evolución lo r eso lviese . Por tanto:

Por qué se debería confiar en la inducción [...] es el problema l'ilnsófico perenne de la inducción.

Una parte del problema de la inducción, la parte que pregunta p<nqué ha de haber regularidades en la naturaleza, puede, creo yo, descaítarse [...]. Lo que tiene un sentido claro es esta otra parte del problemade la inducción: [...] ¿Por qué nuestro espaciamiento subjetivo innatode cualidades ha de tener un punto de apoyo especial en la naturaleza yun derecho de retención del futuro? Hay cierto estímulo en Darwin Si

el espaciamiento innato de cualidades de las personas es una carao lerística relacionada con los genes, entonces el espaciamiento que liacontribuido a las inducciones con más éxito habrá tendido a predominar a través de la selección natural. Las criaturas cuyas induccionesson habitualmente erróneas tienen una patética pero loable tendencia amorir antes de reproducir su especie2829.

Pero:

Estos pensamientos no tienen la intención de justificar la inducción[...]. Lo que aporta la selección natural [...] es una razón por la cualfunciona la inducción, admitiendo que lo haga”.

La descripción de Q uine de su ep istem ología evolutiva, enton

ces, aunque manifieste la ahora conocida ambigüedad entre una aproximación reformista y una revolucionaria, es completamente  cientificista. Pero, cuando observamos los detalles de las hipóte

sis de «Natural Kinds», resulta que la descripción de Quine del papel que desempeña la evolución en la epistemología es muy  confusa.

Lo que en realidad se ofrece en «Natural K inds» e s una hipó

tesis de dos fases. En la primera fase, Quine afirma que sólo las  inducciones que implican predicados de tipo natural o predicados  lógicamente equivalentes son correctos o fiables. En la segunda, 

afirma que la teoría de la ev olución, al apoyar la esperanza de que nuestros espaciamientos innatos de cualidades se correspondan al menos de forma aproximada a las especies naturales reales, expli-

28 Quine, «Natural Kinds», p. 126.29 Quine, The Roots o f Reference, pp. 19-20.

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ciamientos innatos de cualidades (o bien cualquier otra inloimu^  ción suministrada por la ciencia) podría responder. |

Esto no significa que la respuesta de Quine a la pregunla nuí *

bre el «glauco» sea correcta. De hecho, yo creo que no lo 1% «[Un] predicado proyectable es un predicado que es verdadmi  con respecto a todas las cosas de una especie y sólo con rcspn . to a e ll a s » 30, dice Q uine. Pero la idea de que las co sas venían constituyen una especie natural, mientras que las cosas veul# claras no, es del todo implausible; ninguna  sirve. El mismo Qnl* ne parece parcialmente consciente de esto, pues escribe que «lnn 

cosas verdes, o al menos las esmeraldas verdes,  son una espm  cié» (cursiva m ía )31, po nien do en paralelo la afirm ación plausb ble de que las esm eraldas con stituyen una esp ec ie co n la afín mu ción implausible de que las cosas verdes sí la constituyen.

Detrás del fracaso de la respuesta de Quine ante la paratlo|ti del color glauco está su asimilación de las nociones de la especie  natural y de la sem ejanza. Se trata de no cio nes distintas: dos cahn líos, por ejemp lo, son c osa s de la m ism a esp ecie natural (y no Ion 

describiríamos com o similares en virtud de que am bos sean calía líos); pero dos cosas casi cuadradas, aunque sean, en lo que res pecta a su forma, sim ilares, no por ello se consideran de la misma especie natural. Una especie natural se construye mejor como un nexo de semejanzas, un grupo de similitudes que se mantienen  unidas de un m odo legítim o.

 Existe  una relación entre inducción y especies naturales. Mi hi

pótesis se deriva de Pierce, quien sosten ía que la realidad de «las co sas generales» (refiriéndose, más o menos, a «especies/leyes») es una condición necesaria para la posibilidad del método científico: para la explicación, predicción e inducción. La idea es que si existen especies naturales, existen grupos de similitudes que se mantienen  unidas de un modo legítimo; por tanto, el hech o de que cosas obser vadas de una especie hayan tenido cierta característica es una razón para esperar que otras cosas no observadas de la misma esp ecie ten

gan también esa característica, pues ésta puede ser una de las propie dades del nexo enlazado por las leyes de la naturaleza32.

30 Quine, «Natural Kinds», p. 116.31 Ibídem, p. 116.32 Peirce, CollectedPapers,  1.15 ss., 6.619 ss,, 8.7 ss. Véase también Haack,

«“Extreme Scholastic Realism”, its Relevance to Philosophy of Science Today»

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Si esta línea de pensamiento es correcta, la realidad de las  

t' ipeeies y leyes es una condición necesaria de inducciones  

ti» brindas. E sto, por sup ue sto, no es s u fic ien te. Sa be m os qu e no  

imiiis las inferencias de c aso s observad os a caso s no observad os  t 1 < ■ m iembros de la m ism a esp ecie natural conducirán a con clu-  

•tuites verdaderas. No suponemos que los miembros de una es-  

pindó sean distintos en todos  los aspectos; sabemos, por ejem

plo, que mientras que los cardenales (machos) son rojos, y los  

41 rendajos azules son az ules, los cisn es p ueden ser blancos o 

negros, y los caballos, los perros, los seres humanos, etc. , pue

den ser de diversos colores.

¿Qué ocurre, entonces, con la paradoja del color glauco? Po

lilla ser un error plantear la pregunta (c om o hac e Q uine, s iguiendo a Goodman) de la siguiente manera: ¿Qué hace que  

ii verde» sea un p redicado proyectable y «g lauc o» un predicado  

no proyectable? Pues no suponemos que todas  las inducciones  

que impliquen predicados de colores conocidos sean fiables (in

cluso cuando el predicado en el antecedente de la premisa y de  

la conclusión sea, tal como se requiere, un predicado de especie  

natural). Una mejor manera de plantear la pregunta sería: ¿Qué  

hoce que estemos tan seguros de que las inducciones que impli

can «glauco» no  sean correctas? He aquí una sugerencia. Una  

Cosa es glauca si o bien es examinada antes del año 2001, y es  

verde, o bien no e s ex am inada antes del año 2 00 1, y e s a z u l33. 

¿Por qué tenemos tanta confianza en que la verdad de «todas las  

Esm eraldas observadas hasta ahora han sido de co lor glauco » no  

ofrece apoyo a «todas las esmeraldas son de color glauco»?  

tíien, para que la conclusión fuese verdadera tendría que suce

der que todas las esm eraldas no exam inadas antes del 2001 fue

sen azules. La indu cción del «glau co» n o predice ningún cambio  de color en ninguna esmeralda a comienzos del 2001. Pero re

quiere que el color de las esmeraldas varíe sistemáticamente de

pendiendo de cuándo se examinen. Ahora bien, tenemos razones 

para pensar que en algun os c aso s el co lor es una de las prop ieda

des de un grupo que constituye una especie natural; tenemos ra-

(cuando escribí este artículo, sin embargo, yo estaba en cierta manera dispuesta a

asimilar los conceptos de clase natural y similaridad, disposición de la que me cu-ré gracias a David Savan).

33 Goodman, «The New Riddle o f Induction», p. 74.

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III

| Otra pregunta de este tipo es si la ciencia posee un status  epis- 

limico especial, y si así es, por qué. El naturalismo cientificista  revolucionario amplio tiene que negar que ésta sea una pregunta  

lOgit ima, mientras al mism o tiem po alega que lo s proyectos ep is

tem ológico s son sustituidos .por proyectos científicos; el naturalis

mo cientificista reformista amplio, reconociendo su legitimidad,

Iicae que insistir en que se trata de una cuestión que puede ser re

dicha por la ciencia  misma. Ninguna de las dos actitudes es en  

Hbs o luto plausible.

Recordemos que Quine está deseando disociarse del sociolo-  

((Ismo escéptico de cierta filosofía reciente de la ciencia, el «nihilismo epistem ológico» , com o lo llama él, de Kuhn, Polanyi y Han- 

son34. Hay dos tem as claros en la obra a la que a lude Quine: la a fir

mación so cioló gica segú n la cual qué teoría científica o paradigma 

es aceptada o rechazada es una cuestión de política además de, o  

puede que en vez de, el peso de la evidencia; y la afirmación epis

temológica de que es ilegítim a la noción com pleta de evidencia in

dependiente de la teoría o del paradigma sobre cuya base podría  

decidirse que esta o aquella teoría o paradigma es epistémicamente mejor. (Si la tesis e pistem ológica fu ese verdadera, la versión pod e

rosa de la afirm ación so cio lóg ica se seguiría de forma m ás o m e

nos tautológica; pero la afirmación sociológica no tiende a impli

car a la epistem ológica.) Aun que Q uine no las d istingue de manera 

explícita, aparentemente rechaza ambas: él piensa que sí  hay algo 

especial desde el punto de vista epistémico en lo referente a la 

ciencia, y que tiene algo que ver con su dependencia de la observa

ción. Lo importante de todo esto para lo que ahora nos concierne, 

por supuesto, es que por ello Quine en primer lugar recon oce la le

gitimidad de la cuestión sobre el status epistém ico de la ciencia  (lo 

cual, qua  naturalista cientificista revolucionario amplio, no podría 

hacer), y en segundo lugar, sugiere una respuesta a esta cuestión  

cuyo carácter es filos óf ico más que científico  (lo cual, qua natura

lista cientificista reformista amplio, no podría hacer). Dicho de  

otro modo, Quine ha reconocido de forma implícita lo que yo dije  

de form a ex plícita en e l párrafo anterior.

34 Quine, «Epistemology Naturalized», p. 87-88.

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La cuestión del status  epistémico de la ciencia  parece i l,l i l i -

mente legítimo, y la actitud cientificista revolucionaria ainplm. 

que de alguna manera es mal interpretada, parece claramenic me plausible. Incluso aquellos a quienes Quine llama «nihilistas epm|  

temológicos» aceptan su legitimidad; su radicalismo no conscii#  

en repudiar la cuestión, sino en responderla negativamente.

La actitud cientificista reformista amplia, según la cual la pin? 

gunta puede responderse mediante la ciencia misma, no es mnim imp lausible. Lo importante no es que no haya sitio para la invcsiigación, dentro de la ciencia, de la fiabilidad o no fiabilidad tic es 

ta o aquella técnica estadística o experimental, etc.; se trata niin 

bien de que es implausible suponer que el hecho de que el cxiinprofético sea una indicación de la verdad, o de que las creenciasapoyadas principalmente por los deseos o temores del sujeto liendan a no ser verdaderas, o de que la percepción se refiera a cosan 

y sucesos que nos rodean más que a sentidos de los cuales inlenmos o construimos cosas y sucesos... , tiene que determinarse c\  

elusivamente por la ciencia o exclusivamente dentro de ella.Sin embargo, desde la perspectiva de mi naturalismo aposle 

riorista reformista, es posible imaginar los comienzos de una res 

puesta bastante plausible a nuestra pregunta. ¿Posee la ciencia  tm 

status  epistémico especial? Pensando en esta pregunta desde ln 

perspectiva del sentido común, no contaminada por ninguna leo 

ría epistemológica, yo me inclinaría a responder «sí y no». «Sí»,  

porque la ciencia  ha logrado éxitos espectaculares, ha propueslo  

profundas hipótesis explicativas amplias y detalladas las cuales 

están afianzadas por la observación y que se entrelazan de manera 

sorprendente; «no», porque aunque en virtud de estos éxitos, la 

ciencia  en su totalidad ha adquirido cierta autoridad epistémica a 

los ojos del público profano, no existe razón para pensar que eslá 

en pose sión de un mé todo especial de investigación que no esté al 

alcance de historiadores o detectives o del resto de nosotros, m 

que sea inmune a los caprichos de la m oda, a la po lítica y a la pro paganda, a la parcialidad y a la búsqueda de poder a la que toda  

actividad cog no scitiva hum ana es pro pen sa35. (Esto adm ite algo 

de la visión sociológica de los kuhnianos, aunque se resiste a su 

escepticismo epistemológico.)

35 Para más información, véase Haack, «Science “From a Feminist Perspeitive”», sección I.

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¿Puede esta respuesta de sentido común recibir algún apuntalamiento teórico plausible? Yo creo que sí. La ciencia,  en mi opinión, ha hecho muy bien, en general, en satisfacer los criterios por

 

lo* cuales juzgam os la ju stifica ción de las creencias em píricas, en 

ln« cuales son fundam entales la integración exp licativa y el a fian- 

«4iiliento mediante la experiencia. Estos criterios no son algo in- 

li linc eo de la ciencia  ni se limitan a ella; son los criterios que utilizan ios para valorar la evide nc ia de las creencias em píricas de calla día además de la teorización científica.  Ni tampoco se limitan  

a las culturas científicas: los p ueb los prim itivos que atribuían los  

i (tyosy los truenos a la ira de los dioses, como los cientificistas  lo 

ull ibuyen a descargas eléctricas de la atmósfera y a la repentina  

t'Hpunsión del aire en su camino, buscan historias explicativas pata acomodar su experiencia. Pero la ciencia  ha tenido un notable  

Ósito según e stos criterios.Lo que quiero decir quizás esté más claro volviendo a la ana

logía del crucigrama. Los éxitos teóricos de la ciencia  son como  

los grandes pasos que da uno para completar algunas de las largas  

piilabras centrales de un crucigram a, d espués de lo cua l el rellenar 

otras palabras pu ede resultar bastante m ás fácil. O bien, para utilizar un vocabulario literal más propio del fundherentismo: una de  

llis cosas que es especial de la ciencia  desde el punto de vista 

epistémico es su importante contribución a la integración explicativa de nuestra trama de cree ncia empírica.

Al mismo tiempo, ha resultado bien en lo que respecta al  afianzamiento de la experiencia. Dos características de la investi-

Í[ación científica  han contribuido a su éxito en este resultado: el  

ngenio experimental y la investigación cooperativa, los cuales  

han permitido que la ciencia  aumente considerablemente su al

cance y variedad de la experiencia disponible para afianzar su teorización explicativa.

Podríamos decirlo de esta manera: la ciencia  tiene una posición epistémica distinguida, pero no privilegiada. Según nuestros

»[criterios de evidencia empírica ha sido, en general, una tentativa 

Icognoscitiva con éxito. Pero es falible, revisable, incompleta e imperfecta; y al juzgar dónde ha tenido éxito y dónde ha fallado, en  

U qué áreas y en qué m om ento s es epistém icam ente mejor o peor, 

recurrimos a criterios que no son intrínsecos de la ciencia  ni sími l plemente determinado s por ella.

Espero que esto no sólo demuestre que el cientificismo am-

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190 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

plio, ya sea revolucionario o reformista, es ind efend ible, sino tum 

bién que constituya un argumento significativo a favor del natura 

lismo aposteriorista.

Los temas principales de este capítulo han sido los siguientes 

que la «ep istem ología naturalista» es amb igua en mú ltiples aspee 

tos; que Q uine se muestra am bivalente entre las variedades del na 

turalismo aposteriorista y cientificista, y entre la reformista y la 

revolucionaria; y que las formas amplias de cien tificism o, ya sean 

revolucionarias o reform istas, son insostenibles.

Sin embargo, esto no equivale todavía a una crítica global ni 

del cientificismo reformista ni del revolucionario, puesto que no 

daña en sí mismo al cientificismo restringido. El siguiente paso,  

por tanto, será una crítica del cie ntific ism o reform ista restringido. 

Tal com o dije en la sec ción I, cuando Qu ine realiza su primer des

plazamiento (desde el naturalismo aposteriorista al naturalismo  

cien tificista) pasa de sugerir una versión nueva — fimdherentis- 

ta— de la evidencia, a centrarse en el aspecto de con du cción a la verdad de los procesos de formación de creencias; es decir, se  

mueve en dirección al fiabilismo. Sin embargo, él no afirma en  

ningún m om ento que una versión d el carácter de con du cción a la 

verdad de los proce sos de form ación de creencias constituiría una explicación  de la jus tificación o de la evidencia. En cam bio Alvin 

G oldman, sí lo hace; é l parece ser, por tanto, un m od elo m ejor de 

cientificismo reformista del que debemos disponer a continuación. Por tanto, oportunamente, la necesidad de explicar por qué  

yo considero indefendible al naturalismo científico reformista 

coincide con el deseo de responder una pregunta que bien pudie

ra, a estas alturas, estar preocupando al lector atento: ¿por qué, 

dada la dispon ibilidad de una alternativa aparentemente m ás sim

ple la cual, com o es de desear, se ajusta tanto a los aspectos causa

les co m o a los evaluativos de la no ción de justificación , em pleo  

yo todo el com plicado sistema de evidencia-E frente a evidencia-C,  

etc.? ¿Por qué no, en suma, contentarse con el fiabilismo? Estos  

dos temas cruzados son el objetivo del próximo capítulo.

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7. LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO

Deberíamos estar todos de acuerdo en que una perso-

na sólo puede creer razonablemente cuando tiene evi-

dencia de las proposiciones creídas.

P r ic e , B elie f.

La teoría ofrecida en esta obra tiene un carácter evidenciaiista,

en el sentido de que la versión de justificación propuesta es expre-sada en términos de la evidencia de un sujeto en favor de una creen-cia. Pero, mientras la fórmula inicial —«hasta qué punto tiene A

 justificación para creer que p depende de lo válida que sea su evi-dencia»— es tanto simple como plausible desde el punto de vistaintuitivo, la explicación final es innegablemente compleja, y, aun-que sigue siendo plausible, ya no lo es apenas «desde el punto devista intuitivo». Sería comprensible, por tanto, el que algunos lec-

tores sospechasen que resultaría más sencillo y mejor optar poruna teoría fiabilista de algún tipo. El fiabilismo, después de todo, podría alegarse, admite que el concepto de justificación tenga uncarácter parcialmente causal, puede reconocer que la justificaciónse presente en grados, no necesita tener una estructura ni fundacionalista ni coherentista, reconoce la relevancia de la psicología para la epistemología, y parece mucho más claro y menos compli-cado que la teoría que yo propongo. Por tanto, la primera secciónde este capítulo es mi respuesta a la pregunta: ¿por qué no conten-

tarse con el fiabilismo?Mi respuesta podría resumirse, simple y llanamente, de la si-

guiente manera. En primer lugar una versión fiabilista de la justi-ficación es simplemente incorrecta. La justificación es una cues-tión del afianzamiento basado en la experiencia y de la integración explicativa  de la evidencia  de un sujeto con respecto a unacreencia; una explicación en términos del carácter condúceme a la verdad   de  procesos de formación de creencias  simplemente1

1 Price, Belief, p. 92.

[191]

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192 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

emplea conceptos indebidos, y por consiguiente produce consrcuencias contraintuitivas. En segundo lugar, la apariencia de i|iiruna teoría fiabilista es más simple es una ilusión que pronto se disipa cuando uno considera lo que se requiere para articularlo nmdetalle; la distinción entre los sentidos de estado y los sentidos d>contenido de la palabra «creencia», por ejemplo, está implícita enla idea del carácter conducente a la verdad de un proceso de loimación de creencias. En tercer lugar, la aparente afinidad del Im

 bilismo con una concepción de la justificación basada en gradosresulta que desaparece en cuanto la teoría se articula con la ninin

ciosidad suficiente como para acoplar el papel de la evidem iiidestructiva. En cuarto lugar, aunque una explicación fiabilisiii.qua  fiabilista, no necesite tener una estructura fundacionalisla nicoherentista, esto no significa que el fiabilismo constituya muiversión de la estructura de justificación que se encuadre dentro drninguna de estas categorías, ni siquiera que ofrezca ninguna claw

 para su construcción. Las supuestas ventajas del fiabilismo son

más aparentes que reales.

Para demostrar esto, sin embargo, debemos superar ciertas dificultades. Un problema inicial es que el término «fiabilismo»refiere a una serie de teorías diferentes, no todas las cuales sonclaramente rivales de la teoría ofrecida aquí. Se inspira, painuser, en una afirmación de Ramsey, que dice: «grosso modo,  idgrado razonable de creencia = la proporción de casos en los i|in>el hábito conduce a la verdad»2: afirmación que debe entendeiviteniendo en cuenta la simpatía de Ramsey por la versión de l’cnu>

de la creencia como un hábito de acción, y su proposición de i uracterizar los grados de creencia en términos de disposiciones napostar, y la cual quizás sólo intenta aplicarse a creencias de i tirácter general; y de la cual el mismo Ramsey dice que no es posl ble precisar. Armstrong, reconociendo a Ramsey y a alguno*otros, utiliza el término «teoría de la fiabilidad» para la versiónofrecida en Belief, Truth andKnowledge, donde el fiabilismo vione a caracterizar el componente básico o no-inferencial de una tro

ría fundacionalista del conocimiento. El «fiabilismo» se re l u í oen primer lugar a una teoría de la justificación en «What is Justlfied Belief?» de Alvin Goldman, donde caracteriza un estilo i lo

2 Ramsey, The Fundations o f Mathematics, p. 199.

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LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO 193

lim dadon alism o en el que la jus tificación tanto de las creencias 

l'iisicas co m o de las derivadas se exp lica en térm inos de fiabilidad  

ilo procesos de form ación de creencias. Sin embargo, en e l m o

mento de  Epistemology and Cognition  de Goldman, aunque el 

id'inbilismo» todavía se refiere a una teoría de la ju stifica ción , ya 

no se refiere a un estilo de fun dacionalismo e spe cíficam ente , sino  

i|iie se dice que es algo neutro entre el fu ndac ionalism o y el coh e- 

leillismo; y «fiable» viene a significar, no que «da resultados ver

daderos con m ás frecu encia que lo contrario», sino que «da resul- 

Itldos verdaderos con más frecuencia que lo contrario en los mun

dos normales», calificación que, sin embargo, Goldman retira en  mu artículo posterior.

Un crítico que sostiene que el fiabilismo es (o era en 1986) «la 

epistemología reinante en la pasada década» también describe a 

<luid man com o su principal exp onente « cono cido por su d efensa  

«mil y elocu en te» de la aproxim ación fiab ilista 3. El eleg ir a Gold- 

imin como mi objetivo tiene, espero, la virtud de prevenir cual

quier acusación de que yo esté criticando la caricatura de una teo-  

i !u, o a un hombre d e paja en lugar de a un op onente real. Y existen  

niras dos razones para esta e lección: en primer lugar, que G oldm an  

iimcibe el fiabilismo específicamente como una explicación de la 

 justificación, e in clu so, en el m om ento de  Epistemology and Cog- Ultion, com o una teoría de la justifica ción que se eleva por encima 

ili: la dicotomía del fundacionalismo y del coherentismo; y, en se-

t

limilü lugar, que el fiabilismo de Goldman está estrechamente re-  

udonado con su defensa de una con cep ción fuerte de la relevancia tic la psicología cognoscitiva para las cuestiones epistemológicas.  

Ihr tanto, la aproximación de Goldman parece ser claramente tan- 

lit a) un rival del fundherentismo de doble aspecto como teoría de  

Ui justificac ión , com o b) un rival del naturalismo reformista apos- 

tCfiorista com o una versión de la relación de la ciencia de la cog ni

ción con la epistemología; concretamente, parece representar una 

l'itrnia restringida del naturalismo reformista cientificista con la Diluí, en el capítulo 6, he contrastado m i posición.

Por tanto, la sección I será una crítica del fiabilismo de Gold

man, y la sección I I será una crítica de su naturalismo reformista  

t’knlificista.

I.ycan, en la sobrecubierta de Epistemology and Cognition.

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194 EVIDENCIA E INVESTIGACION

I

Entonces, ¿por qué no contentarnos con el fiabilismo? Porque,como explicación de la justificación, el fiabilismo está equivocado en dos aspectos fundamentales. Primero: al explicar la justilicación en términos de proporciones de verdad, el fiabilismo te

 presenta erróneamente la relación entre justificación y vculail Nuestros criterios de justificación son, en realidad, lo que homo  tros consideramos  indicaciones de la verdad, o probablementeverdad, de una creencia. El fiabilismo, sin embargo, identifica Ion

criterios de justificación con cualquier cosa que sea de hecho mdicativa de la verdad, independientemente de si nosotros la coir.ideramos o no como tal. Adaptando cierta terminología de Doimclian, podríamos decir que el fiabilismo hace que la relación culo»la justificación y la verdad sea atributiva, cuando en realidad enreferencial45. El efecto es trivializar la cuestión de si nuestros ci iterios de justificación realmente son indicativos de la verdad: la so-lución del problema de la ratificación está ya trivialmente conte-nida en la respuesta fiabilista al problema de la explicación . Se-gundo: al explicar la justificación en términos de procesos por Ioncuales un sujeto ha llegado a una creencia, el fiabilismo evito lu

 perspectiva del sujeto. Nuestros criterios de justificación se m i-tran, en realidad, en las causas de una creencia: en la evidencia| l |del sujeto. Sin embargo, el fiabilismo explica la justificación olítérminos de procesos de formación de creencias. Pero mientras la

evidenciaE de un sujeto consta —como sugiere la etimología <1#la palabra «evidencia»— de estados de los cuales el sujeto o»consciente, el proceso por el cual se formó la creencia es algo ti*lo que el sujeto puede ser bastante inconsciente. Evitando la totminología de «intemalismo» frente a «extemalismo», diré que i’lfiabilismo hace de la justificación una noción extrínseca, cuandoen realidad es evidencial. En resumen: la afirmación «una creen-cia está justificada si se ha llegado a ella mediante un proceso I oí-

 ble» es errónea tanto por centrarse en los procesos de formaciónde creencias (en su carácter extrínseco), como por apelar a pm

 porciones de verdad (en su carácter referencialista).

4 Donnellan, «Reference and D efinite Descriptions».5 De este punto se habla con más detalle en el capítulo 10, sección II

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LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO   195

Sería conveniente, si fuese posible, organizar este capítulo deturma clara siguiendo la misma línea de los párrafos anteriores;l't’io esto lo impide el hecho de que Goldman no ha presentadoumi, sino tres teorías fiabilistas bastante diferentes (aparentemen

U»l. Por tanto tendré que demostrar que ninguna de estas tres teoMiih constituye una versión aceptable de la justificación. El precio«i términos de complejidad no es insignificante, pero las ventajasItt compensan, pues pronto veremos que Goldman ha sentido lanuces i dad de pasar de una primera forma de fiabilismo a una settiiiKlti y luego a una tercera en un intento de evitar justo las difi-cultades esbozadas anteriormente; por eso una crítica sistemáticaile cada una de sus tres teorías por turno nos hará llegar a la

i oticlusión difícil de eludir de que dichas objeciones son insu- perables.Existe otra complicación, afortunadamente también potencial

i ucnte fructuosa. Lo que se defenderá en esta sección no será,simplemente, que ninguna de las tres teorías de Goldman funcio-na; será, más bien, que en sus dos primeros intentos de articularimn versión fiabilista de la justificación Goldman hace modifica-ciones con el propósito de evitar objeciones anticipadas que efec-tivamente, aunque de forma encubierta, sacrifican el carácter fia

Ialista de la explicación; mientras que en el tercer intento ofreceni m versión que tiene más derecho de ser genuinamente fiabilista,

 pero que sigue siendo, en mi opinión, vulnerable a las objeciones•pie previamente trató de evitar. Si mi estrategia argumentativaf u n c i o n a , tendrá la ventaja de mostrar la fuerza de la atracción hai iii  el evidencialismo y el referencialismo, además de revelar ladebilidad del fiabilismo; pero tiene la desventaja de que requiereilerla caracterización de lo que se va a considerar como una teoría

liunuinamente fiabilista. Espero poder eliminar cualquier sospei Im de que la caracterización en que me baso sea perjudicial para«»l fiabilismo al utilizar la propia de Goldman: una teoría fiabilistadebe ser expresada en términos de proporciones de verdad de 

 procesos de formación de creencias6.La explicación de la justificación ofrecida en «What is Justi

lii’d Belief?» se basa en una distinción entre procesos indepen

" (ioldman, «What is Justified Belief», p. 10;  Epistemology and Cognition,  pp 103 ss.

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196 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

dientes de creencias (es decir, procesos, tales como la infercnu.i,que no requieren una aportación de creencias) y procesos dcpendientes de creencias (es decir, procesos tales como la inferencia,

que sí requieren una aportación de creencias). Un proceso incoi idicionalmente fiable es un proceso independiente de creenciauque generalmente produce creencias verdaderas como resultado,un proceso fiable condicionalmente es un proceso dependiente decreencias que generalmente produce creencias verdaderas comoresultado cuando se le aporta creencias verdaderas. Goldman o liece la siguiente definición recursiva:

A) Si la creencia de S en p en un momento t es el resultado(«inmediato») de un proceso independiente de creencias que es (incondicionalmente) fiable, entonces la creencia de S en p en un mumentó t está justificada.

B) Si la creencia de S en p en un momento t es el resultado(«inmediato») de un proceso dependiente de creencias que es (almenos) condicionalmente fiable, y si las creencias (si las hay) enlas que opera este proceso para producir la creencia de S en p en

un momento t están en sí mismas justificadas, entonces la creen-cia de S en p en un momento t está justificada.

(De lo contrario, la creencia de S en p en un momento t no es-tá justificada7.)

Esta teoría tiene una estructura fundacionalista, con creenciasa las que se llega mediante procesos incondicionalmente fiablesconsiderados como básicos, y creencias a las que se llega a partirde creencias básicas mediante procesos condicionalmente fiablesconsiderados como derivados.

Hasta ahora todo está claro. Sin embargo, casi inmediatamente,Goldman hace dos calificaciones. Le preocupa el hecho de que sealógicamente posible el que haya un espíritu benévolo que organicelas cosas de tal modo que las creencias formadas por las ilusionessean habitualmente verdaderas. Expresa cierta incertidumbre acer-

ca de si la reacción apropiada es admitir que, en semejante mundo posible, las creencias formadas por ilusiones estarían justificadas,o bien modificar la versión de forma que requiera que los procesos

7 Goldman, «What is Justified Belief?», pp. 1314.

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LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO 197

Idc formación de creencias sean fiables en nuestro mundo, o en un«entorno no manipulado». Sin embargo, su conclusión final esC|Uc7 dado el objetivo de explicar nuestra concepción preanalítica

de la justificación, lo que realmente nos enseñan estas reflexionesüs que «lo que importa, entonces es lo que nosotros creemos sobrelas ilusiones, no lo que es verdad [...] sobre las ilusiones». Por ex-traño que parezca, él dice que no está seguro de «cómo expresareste punto en el formato corriente del análisis conceptual»891011; pareceextraño, porque la manera de hacerlo, seguramente, es sustituir lareferencia a procesos que son  fiables por la referencia a procesosque nosotros creemos que son fiables.

Goldman considera entonces otra posible objeción a esta ver1 sión, según la cual dice ahora: «una creencia está justificada en, caso de que esté causada por un proceso que de hecho es fiable, o 

 por un proceso que generalmente creemos que es fiable»9(cursivamía). Lo que se objeta es que incluso si una creencia de S fuesecausada por un proceso semejante, S no tendría justificación enesa creencia si no tiene razón para creer o, peor aún, si tiene razón

 para creer que fue causada por un proceso no  fiable. Esta vezGoldman propone añadir otra condición necesaria para la justifi-

cación, a saber:

De este modo, este requerimiento adicional sigue todavía ex- presándose en términos fiabilistas; pero Goldman admite que es

«en cierto modo [...] vago», y a continuación observa que «pareceimplausible decir que todos los procesos “disponibles” deberíanutilizarse, al menos si incluimos tales procesos como recolectoresde nueva evidencia», y que «deberíamos tener presente aquí pro-cesos adicionales tales como acordarse de evidencia adquirida

 previamente, evaluar las implicaciones de esa evidencia, etc.» n.

8 Ibídem, pp. 1618.9 Ibídem, p. 18.10 Ibídem , p. 20.11 Ibídem , p. 20.

no existe ningún proceso fiable o condicionalmente fiable al alcancede S que, de haber sido utilizado por S además del proceso realmenteutilizado, hubiese dado como resu ltado la no creencia de S que p en unmom ento t'°.

i

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198 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

 No requiere mucho esfuerzo demostrar que las dos concesiones de Goldman efectivamente suprimen el carácter ostensible

mente fiabilista de la explicación que se ofrece. El resultado es algo así: S tiene justificación en la creencia de p si ha llegado a esacreencia mediante un proceso que nosotros consideramos fiable(sea o no fiable) a menos que su evidencia indique lo contrario. I .oque se presentó originalmente como una versión de la justificaciónsolamente en términos de carácter conducente a la verdad  de pro cesos de formación de creencias se transmuta en una versión quedepende de qué procesos de formación de creencias creemos  naso tros que conducen a la verdad, y de si el sujeto tiene evidencia dis

 ponible que indique que a su creencia no se llegó de esta manera.El problema no es sólo que las modificaciones de Goldman

efectivamente suprimen el carácter fiabilista de su teoría; es tam bién que articular la segunda modificación requeriría una explica-ción de la noción de evidencia y de criterios para la estimación desu valor. Pero, si tuviésemos eso, seguramente sería en sí mismo

una teoría de la justificación, y no necesitaría servir como apéndi-ce de una explicación fiabilista.

Aunque Goldman presenta su versión categóricamente («S tie-ne justificación si...», afirma al principio del artículo que la justifi-cación en realidad se da en grados, y que sería fácil modificar suversión a fin de acomodar este carácter gradual, siguiendo la líneade «S tiene tal y tal grado de justificación si llegó a su creencia me-

diante un proceso fiable hasta ese grado»12. Vale la pena comentarque la segunda modificación de Goldman a su primera versiónefectivamente excluye esta maniobra, y pone en duda, como poco,la capacidad de su teoría para reconocer los grados de justificación.

A su debido tiempo, aparentemente, el mismo Goldman llegaa la conclusión de que la teoría ofrecida en «What is Justified Belief?» no sirve; pues en Epistemology and Cognition  ofrece una

nueva versión que según él puede evitar las dificultades con lasque se encontraban anteriores versiones fiabilistas.

12 Ibídem, p. 10; cfr. Epistemology and Cognition, p. 104. Debo d ecir tambiénque en la p. 9 de «What is Justified Belief?» Goldman admite la relevancia parala justificación de los estados que sostienen causalmente a las creencias (además

de la relevancia de los procesos que causalmente las originan); esta idea se va ale- jando de su teoría según avanza el artículo.

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LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO 199

La principal tarea de la teoría filosófica de la justificación, seHÚn Epistemology and Cognition,  es proporcionar «criterios decorrección para un sistema de reglasJ», donde las reglasJ son«reglas permisivas para formación de creencias justificadas». En-

tre posibles criterios de este tipo Goldman distingue los deontolóIticos, que son categóricos, y los consecuencialistas, que son con-dicionales, caracterizando la corrección de un sistema de reglas

 por vía de su carácter conducente a algún fin o valor. Entre losCriterios consecuencialistas distingue el «explicacionismo» (en elque el fin o la meta es su carácter explicativo), el «pragmatismo»(en el que la meta está relacionada con la acción) y el fiabilismo(en el que el fin es una proporción de verdad). También distingue,dentro de la categoría fiabilista, el fiabilismo dependiente de re-cursos (en el que la proporción de verdad requerida guarda rela-ción con los recursos asequibles) y el fiabilismo independiente derecursos, en el que esto no es asíl3.■• Goldman indica que sus simpatías concuerdan con el siguiente«esquema de criterios» independiente de recursos (llamado así

 porque no especifica una proporción de verdad definida):

Un sistema R de reglasJ es correcto si y sólo si:

R permite ciertos procesos psicológicos (básicos), y la in-mediatez de estos procesos tendría como resultado una pro- porción de verdad de creencias que se encuentra con ciertoumbral específico elevado (mayor del 50 por 100) '4.

La referencia a «procesos básicos» en esta fórmula es una in-dicación de que en la época de Epistemology and Cognition Gold-man aspira sólo a lo que él denomina «epistemología primaria»,que es individual más que social y que se centra en procesos cog-

noscitivos innatos más que en métodos cognoscitivos aprendidosl5.De este modo, claro está, esto —aunque tenga una estructuramenos detallada aún que el fiabilismo fimdacionalista de «Whatis Justified Belief?»— parece vulnerable a los mismos tipos deobjeciones anticipadas en ese artículo anterior. Una vez más, de

15 Goldm an, Epistemology and Cognition, capítulos 4 y 5.14 Ibídem , p. 106.

15 Ibídem , p. 92.

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200 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

hecho, Goldman propone modificaciones para evitar estas ol>|cciones, ahora ya no anticipadas sino articuladas por sus críticas.

Una de esas objeciones (que existe todo un tipo de casos culos que el juicio intuitivo dice que la creencia del sujeto no esiíi justificada, a pesar de que éste haya llegado a su creencia mediante a un proceso fiable, porque no tiene razón para creer que el píoceso no fuese fiable, o no tiene razón para creer que lo fuese) curecalcada por BonJour, el cual, como era de esperar, insiste en queel fiabilismo está equivocado porque no logra ver a la justificación desde la perspectiva del sujeto. Entre los ejemplos en contra

que propone BonJour está el caso de Maud, la cual llega a unacreencia por medio de sus poderes clarividentes perfectamentefiables, y que se empeña en creer que tiene tales poderes inclusoaunque tenga una clara evidencia de que ningún poder de ese tipoes posible; y el caso de Norman, quien llega a una creencia poimedio de sus poderes clarividentes completamente fiables, perono tiene evidencia ni a favor ni en contra de la posibilidad de queexistan tales poderes, ni de que él los posea16. El fiabilismo implica que Maud y Norman tienen una justificación para sus creencias, pero el veredicto correcto es que no la tienen.

Goldman no discute la buena fe de los ejemplos en contra deBonJour; en realidad él mismo presenta un caso del mismo tipo,el caso de Millicent, la cual llega a una creencia por medio de sus

 poderes visuales perfectamente fiables, pero también cree, con loda la razón, que sus órganos visuales no funcionan bien17. Milli-

cent, admite Goldman, no tiene justificación para su creencia. Portanto, él sugiere que el hecho de que lo permita un sistema correc-to de reglasJ, aunque es necesario, no es suficiente para la justifi-cación. Se requiere también otra condición necesaria:

La creencia de S de que p en t está justificada si y sólo si:a)  la creencia de S en t de que p es permitida por un siste-

ma correcto de reglasJ yb) este permiso no es eliminado por el estado cognosciti-

vo de S en t 18.

16 Goldman se refiere a BonJour, en «Extemalist Theories o f Empirical Justification»; véase también BonJour, The Structure o f Empirical Knowledge, capítulo 3.

17 Goldman,  Epistemology and Cognition  pp. 53 ss.18 Ibídem , p. 63.

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LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO   201

En un principio, Goldman sugiere que la justificación de S pa-ñi creer que p es eliminada si S cree, justificadamente o no, que eli leer que p no está permitido por un sistema correcto de reglasJ.I'iii'u acoplar a Millicent, que no necesita un concepto de sistemacorrecto de reglasJ, modifica esto de la siguiente manera; la justi-ficación de S para creer que p es eliminada si S cree, justificada-mente o no, cierta q de tal modo que si q fuese verdadera la creen-cia de que p no sería permitida por un sistema correcto de reglasJ.Ypara acoplar a Maud y a Norman, que no creen en esa q, vuelveHhacer otra modificación: la justificación de S para creer que p esdiminada si o bien S cree, justificadamente o no, cierta q de talmodo que si ésta fuese verdadera, la creencia de que p no estaría

 permitida por un sistema correcto de reglasJ, o bien existe ciertaq de tal modo que si ésta fuese verdadera, la creencia de que p noestaría permitida por un sistema correcto de reglasJ, y S tendría justificación para creer que q 19.

La cláusula no eliminadora depende ahora de la interpretacióndo «S tendría justificación para creer que q», o bien, como diceGoldman, de la justificación ex ante. Todo lo que ofrece como ex- plicación de esta idea es lo siguiente:

Una teoría de justificación ex ante  puede construirse, creo yo, demodo muy parecido a mi versión de justificación ex post,  aunque no

analizaré todos los detalles. Una diferencia es que puede que nosotros

necesitemos sistemas correctos de reglas para poner de relieve reglas de

obligatoriedad además de reglas de permiso. De este modo, podríamos

suponer que un sistema correcto de reglas requeriría que M aud utiliza-

se ciertos procesos de razonamiento, procesos que la conducirían desde

la evidencia científica que posee a la creencia en la proposición de que

ella no tiene ningún pod er clarividente fiable.

Y en cuanto a Norman:

[...] debería  razonar de esta manera: «Si yo tuviese un poder clarivi-

dente, seguramente encontraría alguna  evidencia de que esto es así

[...]. Puesto que carezco de tales señales, aparentemente no poseo pro-

cesos clarividentes fiables.» Dado que N orm an debería razonar de este

modo, él tiene una justificación ex ante para creer que no posee proce-

sos clarividentes fiab les. Esto elimina su creenc ia [ .. .] 20.

19 Ibídem , pp. 111 ss.; paráfras is mía.

20 Ibídem , p. 112.

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202 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Goldman confía en que «la cláusula no eliminadora [...| siaplique a los casos de BonJour». Pero, incluso suponiendo que esto fuese así, esto no deja a Goldman fuera de toda sospecha a un*nos que la cláusula no eliminadora, y concretamente la versión di»la justificación ex ante, pueda explicarse en términos fiabilisuisLa afirmación de Goldman «no analizaré todos los detalles» noresulta alentadora. No es posible adaptar de forma clara la versiónde la justificación ex post ; en primer lugar, esta versión se re fien*al proceso por el cual el sujeto ha llegado a la creencia en cuestión, mientras que una versión de la justificación ex ante no puedereferirse al proceso por el cual el sujeto ha llegado a la creencia encuestión, puesto que se aplica precisamente donde el sujeto no Ili-gó a la creencia, pero tendría justificación de haber llegado. Pre-sumiblemente, la ruta que Goldman propondría tomar sería relérirse a procesos fiables que sean asequibles a S, aunque no ulilizados por S; pero esto (como había dicho francamente en «Wluilis Justified Belief?») es una idea bastante problemática. Otro pro

 blema es que las razones para añadir la cláusula no eliminadora n

la versión de justificación ex post  afectan igualmente a la versiónde justificación ex ante,  pero que esta última versión no puedoacoplar semejante cláusula sin entrar en un círculo vicioso.

 No debería pasar desapercibido que la descripción que haceGoldman de los casos de BonJour, y su discurso informal de In

 justificación ex ante,  son expresados en términos de las razones del sujeto para dudar de la fiabilidad del proceso de adquisiciónde creencias, y del hecho de que el sujeto no tenga en cuenta esto 

evidencia.  Pero no se ofrece ninguna explicación de las razonende la evidencia. Como antes, resulta difícil eliminar la sospedmde que la respuesta de Goldman a la objeción evidencialista le de

 ja con una versión que ya no es fiabilista, y que en realidad ya noes en absoluto una teoría.

Se plantean dos líneas de defensa. Una posibilidad sería queGoldman dijese que, incluso si resultase que la cláusula no eliiiunadora no pudiese expresarse en términos fiabilistas, al menui

una condición necesaria de justificación sería que el sujeto húbo-se llegado a su creencia por medio de un proceso fiable. Esta res puesta se basa en el hecho de que los ejemplos en contra de BouJour (y los de Goldman del mismo estilo) se refieren a casos culos que se intuye que el sujeto no tiene justificación aunque huyo llegado a su creencia mediante un proceso fiable; hecho que se re

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204 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

lación entre la corrección de un sistema de reglasJ y la con finción de reglas que constituyen el sistema, aparte de la simple oh«servación de que «la reglas son interdependientes con résped o m

sus propiedades epistémicamente relevantes epistémico», exccphirecalcar que la referencia a sistemas de reglas le capacitarán de idguna manera —no dice cómo— para evitar la paradoja de la lularía21. La justificación tiene, en realidad, como ya he comentadoampliamente, un carácter cuasiholístico; lo que yo afirmo no e*que Goldman esté equivocado en esto, sino que a menos qupofrezca, y hasta que ofrezca, alguna articulación minuciosa de Id

relación entre la fiabilidad global y la local, su conocimiento doeste punto es puramente pro forma. Esta «segunda línea de detensa» demuestra, como mucho, no que la teoría de la justificaciónde Goldman sea correcta, sino que evita las objeciones de RonJour sólo porque en realidad no es en absoluto una teoría esencial

En «What is Justified Belief?» Goldman ha anticipado la oh jeción de que, al ligar la justificación directamente a proporcione*de verdad, el fiabilismo no produciría consecuencias contrarias a

la intuición bajo la hipótesis de un espíritu benévolo que hace quese llegue a las creencias mediante ilusiones, por ejemplo, que sehacen realidad22. En Epistemology and Cognition  responde a laobjeción articulada por Cohén23, de que el fiabilismo produceconsecuencias contraintuitivas bajo la hipótesis de un espíritu ma-ligno que hace que nuestras creencias sean en conjunto falsas. Siexiste tal espíritu maligno, el fiabilismo supone que no tenemoscreencias justificadas. Pero el veredicto de la intuición es que, si

existiese un espíritu maligno, tendríamos a pesar de todo creencías justificadas, pero que nuestros criterios de justificación ha

 brían resultado no ser—como nosotros esperamos y creemos queson— indicativos de la verdad.

Una vez más, como sucede con BonJour, Goldman admite lafuerza de la objeción; una vez más, modifica la teoría para evitarla. El truco es leer «tendría como resultado una proporción de verdad que se encuentra con cierto umbral específico elevado», nocomo «tendría como resultado en el mundo real una proporción

21 Ibídem, p. 115.22 Goldman, «What is justified Belief?», p. 16.23 Goldman se refiere a Cohén, «Justification and Truth»; véase también

Foley, «What’s Wrong Whith Reliabilism?».

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LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO 205r ild creencias que se encuentra con cierto [...] umbral elevado», si-tio como «tendría como resultado en los mundos normales  una

 jimporción de verdad que se encuentra cierto [...] umbral eleva

ilnt*. Un mundo normal, dice Goldman, es un mundo «coherentemu nuestras creencias generales sobre el mundo real»24(«genera-la s» porque él quiere considerar normales a mundos con indivi-duos y sucesos diferentes a los del mundo real); también nos dicei|!ic las creencias que definen los mundos normales no  incluiránninguna que concierna a las regularidades sobre nuestros procemin cognoscitivos25.

¿Responde esta modificación a la objeción? La hipótesis que

(ioldman tiene pensada es, presumiblemente, que en la teoría reviíada, si existiese un espíritu maligno, el mundo real no sería unmundo normal, pero aquellas de nuestras creencias a las que sehubiese llegado mediante procesos que fuesen fiables en un mun-do normal estarían a pesar de todo justificadas. (Y, en lo que res- pecta al problema del espíritu benévolo, que si existiese tal espírilu. el mundo real no sería un mundo normal, pero aquellas denuestras creencias a las que se hubiese llegado mediante procesosune no fuesen fiables en un mundo normal, no estarían justifica-das,) Esto posee una plausibilidad superficial; pero lo importantees que la frase «si existiese un espíritu maligno, nosotros debería-mos tener justificación para aquellas creencias a las que se hubie-se llegado mediante procesos que fuesen fiables en mundos nor-males» no es más que una estructura de palabras vacía. Aquellascreencias nuestras con respecto a las cuales se caracteriza lo «nor-mal» no incluirán, dice específicamente Goldman, ninguna creen-cia sobre cuáles son nuestros procesos cognoscitivos, ni sobre

Cuáles son fiables. Por tanto, la calificación «en mundos norma-les» no supone una restricción de los procesos que son fiables: los

1procesos fiables podrían incluir el radar, la clarividencia, los sue I (los o presagios, o bien podrían limitarse a la percepción sensorial

sin impedimentos, a la introspección, a la memoria sin distorsio-nes, a la inferencia válida; de hecho podrían ser cualquier cosa. Eldecir que tendríamos justificación para aquellas creencias a lasque llegamos mediante procesos que serían fiables en mundos

24 Goldman,  Epistemology and Cognition,  p. 107.1 25 Ibídem , p. 108.

, I

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206 E V I D E N C I A e   i n v e s t i g a c i ó n

normales no hace ninguna discriminación en absoluto entre Ih«creencias.

A diferencia de la maniobra aludida en «What ¡s Justificó Hü lief?», el desplazamiento hacia «procesos los cuales nos o! ros m .mos que son  fiables», Gol<jman piensa que la calificación ilelmundo normal responde a la objeción y al mismo tiempo siguísiendo «objetivista», es deci^ q u e todavía considera a la justó u ución como una cuestión de hecho más que como una cuestión ih:opinión:í. Esto es una equivocación doble. Al igual que la anlei mimodificación, la cláusula de ¡os mundos normales requiere  mm

referencia a nuestras creencias (un mundo normal es un mundo«coherente con nuestras creencias generales sobre el mundo real» i.y, a diferencia de la anterior modificación, la cual aportaba  mmrespuesta a la objeción. aunque no una reSpUesta fiabilista. la calificación de los mundos normales no aporta ninguna respuesta enabsoluto.

 No es una gran sorpresa descubrir que, un par de años después

de la publicación de  ̂Epistemology and Cognition, Goldman hallegado a la conclusión de que debería abandonar la maniobra drlos mundos normales. Yo estoy de acuerdo; fue, como ya he dicho,un fracaso total.

Pero el abandonarla deja a Goldman con el mismo viejo pro blema con el que se había encontrado desde «What is JustificóBelief?», de qué hacer con 10 qUe podría denominarse, para abreviar, «la objeción referencia¡S£a>>i gjn embargo, en el momento

de su tercera obra importante, «Strong and Weak Justification», loque parecían en Epistemology an(¡ Cognition poco más que un de-sacierto en su clasificación de las objeciones a las que, en su opi-nión, debía responder el fiabi}jsrri0 se |ia convertido en un obstáculoimportante. Las dos principq[es [meas de objeción son: que es unerror explicar la justificación en términos de proporciones de ver-dad (objeción referencialistq^ y que es un error explicar la justifi-

cación haciendo referencia q procesos de formación de creencias(objeción evidencialista). Atabas objeciones indican que una ver-sión fiabilista simple es tania demasiado fuerte como demasiado débil; Ambas expresan, desp>u¿s de todo, que el fiabilfsmo utilizaconceptos indebidos en la explicación. En Epistemology and Cog-

26 Ibídem, p. 109.

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L A E V I D E N C I A C O N T R A E L F IA B I L IS M O 207

 Hition, sin embargo, según Goldman la objeción evidencialista de-dil que el fiabilismo es demasiado débil (porque los ejemplos dePimJour resultan ser de casos en los que el proceso es fiable peroU  evidencia del sujeto indica lo contrario, no viceversa) y la obje-ción referencialista decía que el fiabilismo es demasiado fuerte(porque sus críticas casualmente habían recalcado que el fiabilisii lo tiene consecuencias contraintuitivas en la hipótesis de un espíiil11 maligno, y no en la de un espíritu benévolo).

En «Strong and Weak Justification», entonces, nos encontra-mos con que Goldman abandona la maniobra de los mundos nor-males, que él ha construido (equivocadamente) como una formailc salvar la objeción de que el fiabilismo es demasiado fuerte, ar-

gumentando que hay en realidad dos conceptos de justificación,uno más débil y otro más fuerte, y que el fiabilismo es decir, elJt'iubilismo del mundo real— es un análisis correcto del segundo.

Esto no puede ser correcto: la objeción referencialista sale a lalUperficie (como bien sabía Goldman en 1978) en forma del pro- blema sobre el espíritu benévolo y también en forma del problemadel espíritu maligno.  No  se trata simplemente de que la versiónfiabilista sea demasiado fuerte; por tanto la última maniobra de

Goldman no puede lograr su cometido.Pero bien podría ampliarse esta hipótesis bastante esquemáti-ca con otra, que funcionaría incluso si yo estuviese equivocado enmi crítica de la clasificación que hace Goldman de las objecionesal fiabilismo. Goldman ahora sostiene que existe tanto un concep-to fuerte de justificación, que requiere que se haya llegado a lacreencia mediante un proceso fiable, como un concepto débil, querequiere sólo que el sujeto no sea culpable o censurable por tenerla creencia. Un «conocedor ignorante» que tiene la mala suerte de

vivir en una comunidad precientífica en la que los presagios y losoráculos se toman en serio y nunca se ha oído hablar del métodoexperimental, según Goldman, bien podría tener justificación pa-ra sus creencias en el sentido más débil, no censurable, aunquesus creencias no estén justificadas en el sentido fuerte. Se sugiereque si hubiese un espíritu maligno nos encontraríamos en una po-sición análoga a la de este conocedor ignorante; y, por tanto, ten-dríamos justificación para el sentido débil, pero no para el fuerte.Esta vez, entonces, la estrategia de Goldman no consiste en pre-sentar una nueva modificación para evitar las consecuencias nodeseadas del fiabilismo simple, sino en tratar de explicar del todo

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208 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

la intuición de que las consecuencias no son deseadas: es correeincon respecto al concepto más débil de justificación la intuición deque sí tendríamos justificación para nuestras creencias incluso en

el caso de que, debido a las maquinaciones de un espíritu maligno, los procesos por los cuales se llegó a ellas no fuesen fiables, pero esto no afecta a la corrección del fiabilismo como explicación del concepto más fuerte.

Yo no creo que haya dos conceptos de justificación; pero ;nlmito que podríamos sentirnos divididos, como dice Goldman, entre el veredicto de que el conocedor ignorante tiene justificación para sus creencias y el veredicto de que no tiene tal justificación 

Pero esto es insuficiente para poder decir que Goldman tenga quedemostrar, a saber, que el veredicto de que el conocedor ignórameno tiene justificación se basa en el hecho de que no se haya llegado a sus creencias mediante métodos fiables, y de que esto puedeextrapolarse para que nos afecte a nosotros en la hipótesis del es

 píritu maligno. En lugar de ello, a mi parecer, la apelación intuiliva del veredicto referente a que el conocedor ignorante no tiene

 justificación se basa en el hecho (suponemos) de que sus creencias no satisfacen nuestros criterios de evidencia, no respondan alo que nosotros consideramos indicaciones de verdad; y, si esto esasí, apoyaría el veredicto contrario en el caso del espíritu malig-no. Dicho de otro modo, la hipótesis que ofrece Goldman encuanto a por qué el carácter atributivo del fiabilismo sólo parececontraintuitivo —que nos hemos olvidado de la distinción entrela justificación fuerte y la débil— es bastante inadecuada para lie

gar a la conclusión de que el fiabilismo es una versión corréeladel concepto más fuerte.Vuelvo a decir que mi tesis no es sólo que ninguna de las ver-

siones fiabilistas de la justificación que ofrece Goldman es defendible; es también que los desplazamientos y cambios de posiciónde Goldman tienen el efecto de apoyar con mucha fuerza la conclusión de que ninguna  explicación fiabilista es defendible. Sinembargo, queda por explorar una última línea de defensa. Golil

man deja claro que él ofrece sus análisis fiabilistas como explicaciones de nuestro concepto preteórico de justificación21; y mi ra*

i

 p. 109.

Goldm an, «W hat is Jus tified Belief?», p. 1;  Epistemology and CognUion.

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L A E V I D E N C I A C O N T R A E L F IA B I L IS M O 209

reinamiento ha defendido que, construido de este modo,  el fiabillstno está equivocado. Pero podría sugerirse que una versión fia

I lii lista no debería construirse de esta manera, sino que debería

reconocerse abiertamente que no es una explicación de nuestraconcepción preteórica, sino una alternativa propuesta a esta con-cepción, una revisión de la misma. Pero esta sugerencia es inmoti

| vada. Sólo si tuviésemos alguna razón para creer que la concepl'toión preanalítica fuese en cierta manera incoherente, o que no estuI viese relacionada apropiadamente con el objetivo de la investigación,habría un fundamento convincente para tal proposición de revilión. Yo no creo que tengamos tales fundamentos; más bien píen-

lo que (aunque no hubiese garantía previa de que esto resultaseser así) nuestros criterios ordinarios de evidencia, razones, garanI   tías, etc., resisten bastante bien un escrutinio metaepistemológico,I y no necesitan sustitución.

II

Ya en la época de «What is Justified Belief?» Goldman preco-nizaba las ventajas de un estrecho acercamiento de la epistemolo-gía y la psicología. El proyecto interdisciplinario que Goldmandenomina «epistémica» fue descrito entonces, sin embargo, entérminos bastante modestos. Goldman observa, por ejemplo, quelos psicólogos han hecho distinciones (por ejemplo, entre la creen-cia ocurrente y la dispuesta) que podrían emplear los epistemólogos provechosamente, y que los psicólogos se han interesado en

1 características de los procesos de formación de creencias tales co

I mo el poder y la velocidad, en los cuales podrían fijarse los epistemólogos para su beneficio; esto suena como una forma de natu-ralismo expansionista inofensiva pero aburrida. Su más ambiciosa

I sugerencia, en ese momento, es que al decirnos qué procesos cog-noscitivos son posibles para los conocedores humanos, la psicolo

| gía podría aportar, con el principio de que «debería» implica«puede», ciertas restricciones al proyecto epistemológico aportan-do reglas para la conducta de la investigación; lo cual equivale a

un tipo limitado de naturalismo reformista aposteriorista28.

“ Véase Goldman, «Epistemics: the Regulative Theory o f Cognition».

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210 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Sin embargo, en la época de  Epistemology and Cognition. Goldman está defendiendo algunas cosas mucho más asombrosasLa división de trabajo ideada ahora entre el análisis filosófico y la

 psicología empírica asigna al primero sólo la tarea de suminishaiuna versión esquemática como la de «esquema de criterio» deGoldman para la corrección de las reglasJ; según Goldman, corresponde a la psicología el suministrar una teoría esencial de la

 justificación, el actuar como juez entre el fimdacionalismo y elcoherentismo, el determinar si existe algo como el conocimienina priori, etc. Es una afirmación atrevida del naturalismo reformis

ta cientificista29. Nos damos cuenta, sin embargo, de que buena parte de lo q u e

dice Goldman sobre el trabajo psicológico específico y minuciosodel que habla en la segunda parte de Epistemología and Cognition es muy modesto en comparación con el audaz cientificismo de la

 primera parte: los psicólogos han pulido los conceptos de creenciay memoria de manera que podrían resultar útiles para el epistemúlogo; la psicología ha descubierto cosas interesantes sobre las cii

cunstancias en las cuales las personas son capaces de cometer cicitos tipos de errores lógicos o estadísticos; la ciencia de la cognición

 puede descubrir nuevos problemas para la epistemología, etc.Más aún, aunque tanto el análisis que hace Goldman de la jus-

tificación como su estilo de naturalismo cambian con el tiempo,no cambian de forma paralela; no parece que haya una relaciónlógica entre el desplazamiento desde las primeras afirmaciones,

que eran más bien débiles, sobre la relevancia de la psicología ;ilas posteriores afirmaciones, mucho más fuertes, y los cambios enla versión de Goldman de la justificación en el mismo período; y.curiosamente, no se indica ningún cambio de su naturalismocuando decide abandonar su expresión «en los mundos norma *les». Dicho de otro modo, existen motivos para sospechar queGoldman no es consciente, o no es del todo consciente, de su pasode una concepción muy modesta del papel epistemológico de la

 psicología a una concepción muy ambiciosa; y, por tanto, haytambién motivos para preguntarse por la legitimidad de la motiva-ción de su posterior cientificismo.

29 Goldman, Epistemology and Cognition, pp. 194 ss.50 Ibidem, pp. 182, 184, 278 ss., 305 ss.

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LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO 211

Mi lucha no va dirigida al primer naturalismo expansionista ytposteriorista de Goldman, sino a sus posteriores aspiraciones a unnaturalismo que, como el mío, es reformista, pero también, a dife-

rencia del mío, es cientificista. El propio razonamiento de Gold-man para este cientificismo reformista depende de su fiabilismo; por tanto una estrategia a mi alcance sería, simplemente, basarmeen los argumentos ya expuestos antes de que el fiabilismo es inde-fendible. Pero resultará más ilustrativo, y también más seguro, eltomarnos la molestia de argumentar, además, que incluso si fuese correcta una versión fiabilista de la justificación,  la esperanza deGoldman de ceder a la psicología cuestiones epistemológicas esen-

ciales para que ésta actúe como juez no sería realista. Por tanto, to-maré este camino más abrupto, pero también más remunerador.

El primer paso es investigar si, suponiendo que la versión es-quemática de la justificación ofrecida en la primera parte, la filo-sófica, de Epistemology and Cognition fuese aceptable, la afirma-ción de Goldman de que la psicología cognoscitiva puede aportarla teoría esencial sería defendible. Podría parecer que la confianzade Goldman en que la psicología aporte la esencia de una teoríade la justificación responde a la objeción planteada en la primerasección de este capítulo, de que el análisis filosófico que él pro- pone en Epistemology and Cognition no es realmente una teoría.Pero esto no es así. Goldman afirma que su versión de la correc-ción de un sistema de reglasJ es sólo esquemática, porque no es- pecifica una proporción de verdad mínima que deba lograrse me-diante un proceso permitido; sin embargo, en ningún sitio afirmaque la psicología cognoscitiva pueda o deba especificar una pro-

 porción apropiada. Yo me he quejado de que la teoría de Goldmancarece de esencia por otras razones más importantes: que la cláu-sula no destructiva no significa más que «amenos que la eviden-cia del sujeto indique lo contrario»; que no se ofrece ninguna ex- plicación de la interdependencia de las reglasJ, ni, por tanto, delo que podría significar que un sistema de reglas fuese fiable; yque el requisito de que los procesos de formación de creencias sean

fiables en mundos normales hace que la explicación resulte vacía.Pero Goldman no dice en ningún sitio que la psicología pueda odeba llenar estas lagunas tampoco; de hecho la cláusula no des-tructiva, la referencia a sistemas de reglas, y la calificación demundos normales brillan todas por su ausencia en la segunda par-te de Epistemology and Cognition.

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212 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Entonces, ¿cuál es  la esencia epistemológica que según ( ¡<>Mman debería suministrar la psicología? La hipótesis que él tiene citmente debe ser, supongo yo, algo como esto: el análisis filoso I n'onos dice que una creencia está justificada si se llegó a ella mediante un proceso fiable. Más concretamente, puede decirnos si luí

 procesos fiables para la formación de creencias empíricas suponen todos sólo otras creencias como aportación inicial, o bien algunos de ellos incluyen una aportación de no creencias, y, por Innto, si es correcto el fúndacionalismo o el coherentismo31. (CioUIman opera con una definición según la cual cualquier teoría que

requiera una aportación de la experiencia para la justificación dela creencia empírica se considera fúndacionalista; como quedaclaro en el capítulo 1, esta concepción es defectuosa, pero no esnecesario que nos detengamos en esto ahora.) Y la investigación

 psicológica puede decirnos si existen procesos de formación decreencias incondicionalmente fiables que no requieran una apoitación de la experiencia, y, por tanto, si existe un conocimientoa priori32. Yo denominaré a éstos, conjuntamente, «hipótesis cien

tificista».Si es ésta la hipótesis que Goldman tiene en mente, se vieneabajo por otros temas de  Epistemology and Cognition. El primei

 problema es el siguiente. Según Epistemology and Cognition  lasreglasJ correctas deberían permitir sólo procesos que sean ase-quibles en mundos normales, y los mundos normales se caractei izan como aquellos que se ajustan a ciertas creencias generalesnuestras, las cuales, sin embargo, no incluyen creencias sobre qué  

 procesos cognoscitivos son fiables. Ninguna versión de la investi-gación psicológica de la fiabilidad de los procesos cognoscitivosdel mundo real podría decimos qué procesos serían fiables en losmundos normales. (No es casual que la calificación «en mundosnormales» se mencione por última vez en la página 113 y que noaparezca en la segunda parte, la psicológica, de Epistemology and  Cognition.)

Por supuesto, Goldman ha rechazado el requisito de los «mun-dos normales», y la objeción que acabamos de mencionar no afec-taría a la teoría fiabilista del mundo real del concepto fuerte de

31 Ibídem , pp. 194 ss.32 Ibídem, pp. 299 ss.

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LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO   213rlanificación que aparece en «Strong and Weak Justification». Pe-ni esto no resuelve enteramente el problema, puesto que esa teoríaen, si la hipótesis de la sección I era correcta, vulnerable a la obje-

ción referencialista con la cual Goldman ha estado luchando, sinóx ito, desde «What is Justified Belief?».En cualquier caso, se plantea un segundo problema a partir de

utro tema de Epistemology and Cognition, un tema que Goldmanno ha rechazado. Goldman distingue entre epistemología primaria(que se centra en el sujeto individual y se ocupa de los procesosCognoscitivos innatos) y epistemología secundaria (que se ocupade métodos cognoscitivos aprendidos y tiene en cuenta aspectosnocíales del conocimiento)33. Pero, en opinión de Goldman, el po-der justificar la aceptación de este o aquel descubrimiento cientí-f i c o sobre la fiabilidad de estos o aquellos procesos cognoscitivosdepende de la fiabilidad de los métodos empleados en esta o

IAquella investigación científica. Ésta es una cuestión de consideI r a b i e importancia, dado que debemos elegir entre descubrimientos rivales, o «descubrimientos», ofrecidos por defensores de me-todologías rivales. Y las cuestiones de la fiabilidad de los métodoslólo puede zanjarlas la epistemología secundaria. Dicho de otro

modo, la hipótesis cientificista viola el ordenamiento epistemoló-gico de Goldman.

Todo esto, sin embargo, demuestra como mucho que la utili-zación que hace Goldman de la hipótesis cientificista es proble

, mática dados otros aspectos de su teoría; no demuestra que la hi- pótesis cientificista fracase en sí misma y por sí misma. Existe,sin embargo, otra objeción que no se basa en la incompatibilidad

1de la hipótesis cientificista con otros detalles de la teoría de Gold

i man. La conclusión que se discute, recordemos, es que la investi1 gación por parte de los psicólogos o de los cientificistas cognosci-tivos pueda ser suficiente por sí misma para resolver, por ejemplo,la cuestión del coherentismo frente al experiencialismo, demos

1 trando si existen procesos fiables para la formación de creenciasi empíricas que impliquen sólo otras creencias como aportación

33 Ibídem, pp. 1,45. No voy a hablar directamente de esta distinción de Gold-man; pero mis argumentos pa ra una d istinción diferente, aunq ue relacionada conésta, entre el proyecto de aportar criterios de justificac ión y el proyecto de aportarreglas para la condución d e la investigación (capítulo 10, sección I), guardan rela-ción con esto.

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214 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

inicial. Cierto es que la investigación psicológica puede décimo*, por ejemplo, si las creencias de fondo de un sujeto tienen prohuhilidades de conducirle a percibir erróneamente y en qué circim*tandas puede suceder esto. Pero tal investigación por suplíoslo

 presupone la fiabilidad  de la percepción en algunas circunstancia*(de otro modo los psicólogos no tendrían manera de estar seguiosde cuáles son percepciones erróneas). También es verdad que los

 psicólogos algunas veces señalan que este o aquel tipo de resulindo experimental apoya, digamos, una concepción de la percepcióncomo algo que siempre se deduce (Gregory, por ejemplo, inlei

 preta de esta manera los datos sobre las percepciones erróneas delas imágenes de los puzzles). Pero las hipótesis sobre qué coneepción de la percepción es correcta, y qué datos experimentales sonmás significativos a la hora de decidir qué concepción de la peícepción es correcta, son en sí mismos de una índole típicamcuiefilosófica. La palabra «psicológica», tiene aquí un sentido amplio y restringido paralelo al sentido amplio y restringido de la palabra«ciencia» en la obra de Quine: «las cuestiones  p s i c o l ó g i c a s » son

cuestiones sobre procesos cognoscitivos, capacidades y limitadones humanas; las «cuestiones psicológicas» son cuestiones denlmde la esfera de la ciencia de la psicología. El aspecto que no me»ciona la hipótesis cientificista es que algunas cuestiones  p s ic o i  ó

g i c a s   son también filosóficas. Éste no es un aspecto meramenU’verbal; pues depende de la tesis de la continuidad de la ciencia yla filosofía.

 No cabe duda de que esta respuesta a la hipótesis cientificisln

no impresionaría a Goldman, quien, pienso yo, rechaza la tesis dela continuidad. Por lo que yo he leído, Goldman distingue entre lascuestiones filosóficas y las psicológicas considerando que las primeras tienen un carácter conceptual y evaluativo y las segundas uncarácter empírico y descriptivo, y esto no permitiría de ningún mo-do que las cuestiones fuesen tanto filosóficas como  p s i c o l ó g ic a s  

Diré algo más en defensa de la tesis de la continuidad en el capítulo 10. Por ahora, sin embargo, concluiré diciendo que, en estesupuesto, incluso si el fiabilismo fuese correcto, el naturalismoreformista cientificista fracasaría.34

34 En cualquier caso, ésta es la impresión que yo saco, aunque no tan clanimente como me gustaría, de la introducción de  Epistemology and Cognition.

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LA EVIDENCIA CONTRA EL FIABILISMO 215

I Lo que ha defendido este capítulo ha sido, en primer lugar,I t|iic una explicación fiabilista del concepto de justificación epistéB tilica no es defendible; en segundo lugar, que incluso una versión

I reformista cientificista restringida de la relación de la epistemoloIj.glu con las ciencias de la cognición no es defendible tampoco, yt i lo sería defendible ni siquiera si el fiabilismo fuese correcto.I Como quizás haya deducido el lector por el tono de mi críticaI del cientificismo de Goldman, yo sospecho que su aspiración aI encontrar un nuevo proyecto interdisciplinario en el cual la psicoI logia aporte el material y la filosofía le de forma, puesto que care| Ce de una motivación convincente, puede explicarse en parte por

F la esperanza de que la epistemología pueda llegar a compartir al| go del prestigio y del entusiasmo intelectual del que disfrutan losI campos en auge de la Inteligencia Artificial y de la psicología1 Cognoscitiva. Existe cierta evidencia que confirma esta sospechaI en la observación bastante franca que hace Goldman, casi al finalf de «Epistemics: the Regulative Theory of Cognition», de que «unP regreso a [las concepciones psicológicas de la epistemología] es

especialmente oportuno ahora, cuando la psicología cognoscitivaf tiene un renovado prestigio y promete aumentar nuestra compren-

sión de los procesos cognoscitivos fundamentales»35. (Resistiré latentación de introducir el término «naturalismo oportuno», aun-que acude de forma casi  irresistible a mi mente cuando leo estecomentario.)

Existe una ironía, entonces, en el hecho de que otros escritoresrecientes, no menos encantados que Goldman por el prestigio ylas promesas de la ciencia de la cognición, hayan argumentado noque ésta puede resolver asuntos epistemológicos relevantes, sino

que ha destruido la legitimidad misma de las cuestiones epistemo-lógicas. La próxima tarea, entonces, consiste en demostrar que es-ta revolucionaria línea cientificista no es más defendible que elcientificismo reformista de Goldman.33

33 Goldman, «Epistemics: the Regulative Theory o f Cognition», p. 523.

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8. DERRIBO DEL CIENTIFICISMO 

REVOLUCIONARIO

 Nosotros [ ...] tenemos a favor de la atr ibución lileml

de creencia [ ...] tanto la cienc ia disponible como la c\ i

dencia de nuestra experiencia diaria [...]. Nadie lo (Iik Iii 

seriamente (a diferencia de filosóficam ente) [...].

Fodo r , Representations'.

El objetivo de este capítulo es defender la legitimidad de los proyectos epistemológicos en los que yo estoy comprometido cucontra de las teorías —y la retórica— de los naturalistas cienlificistas revolucionarios, Stich y los Churchland, que afirman que

los avances de las ciencias de la cognición demuestran que estos proyectos están mal concebidos.La epistemología, según señalan estos revolucionarios, se ha

 preocupado principalmente de cuestiones relacionadas con la va-loración de la evidencia en favor de las creencias, de la justifica-ción y de los procesos para la formación de éstas. Pero los avan-ces de las ciencias de la cognición indican ahora, según ellos, queno pueden existir las creencias. Y si esto es así, como dice Stich,

la pregunta «¿qué creencias deberíamos mantener?» está tan malconcebida y es tan supersticiosa como la pregunta «¿qué divinida-des deberíamos propiciar?»12.

Lo que nos interesa aquí son las consecuencias de la «tesisde la no creencia» concretamente para la epistemología. Pero, por supuesto, la tesis de la no creencia, si fuese verdadera, ame-nazaría también la legitimidad de otras disciplinas y prácticas:si no existen las creencias, entonces las explicaciones históri-cas, económicas y sociológicas, gran parte de la narrativa lite-raria (si no toda), y la mayor parte del mecanismo de la ley ten

1 Fodor,  Representations,  p. 121.

2 Stich, From Folk Psychology to Cognitive Science: the Case Agains Be- l ie f    p. 2.

[216]

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DERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO 217

til Jim que ser considerados, al igual que la epistemología, como«leras supersticiones.

Algunos epistemólogos, especialmente los de ideología pop

 periana, podrían inclinarse a rebatir la suposición de que la legiti-midad de la epistemología depende de la autenticidad las creen-cias. Pero yo no tengo acceso a esa vía; yo debo abordar directa-mente los argumentos de los revolucionarios.

Sin embargo, de manera preliminar, diré que tanto Stich comoPaul Churchland muestran cierta ambivalencia sobre qué   es loq u e están defendiendo. Algunas veces uno tiene la impresión deq u e están comprometidos con la tesis verdadera de la no creencia,de que no existen las creencias; más frecuentemente, sólo llegan a

U tesis vacilante de que probablemente no existen las creencias; yalgunas veces se paran en seco en la tesis de que es posible que no existan las creencias.  En cierto momento Stich escribe que elConcepto de creencia «no debería desempeñar un papel significa-tivo en una ciencia que se propone explicar la cognición y el com- portamiento humano» y que «a pesar de las apariencias [...] no desempeña un papel en las mejores [...] teorías defendidas por lasciencias contemporáneas de la cognición», pero, sólo unas cuan-

tas páginas después, dice que es «demasiado pronto para decir» siexisten las creencias, y luego, unas líneas más adelante, que hayalgo «más que una mera posibilidad lógica» de que no existan3.Que la gente cree cosas es una declaración empírica. Lo impor-tante es si se han dado buenas razones para pensar que esta tesisque se reconoce contingente sea, de hecho, falsa.

Un segundo comentario preliminar es que lo importante es sise han ofrecido buenas razones al menos para la tesis vacilante de

la no creencia; pues Stich y los Churchland se basan algunas ve-ces menos en la argumentación que en la retórica, es decir, en elefecto seductor del prestigio y del entusiasmo intelectual de lasciencias de la cognición. La primera sección de este capítulo, portanto, tendrá que dedicarse a desenmarañar la retórica de los revo-lucionarios separándola de sus razones.

Dejando la retórica a un lado, lo que se ofrece es, por una par-te, la evidencia que, según dicen, demuestra que las ciencias de la 'cognición pueden proporcionar explicaciones de acción sin postu j *s

3 Ibídem, pp. 510.

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lar creencias, deseos, etc.; y, por otra parte, argumentos que en principio supuestamente demuestran que esto no es casual, puestoque la autenticidad ontológica de los estados intencionales os, en

el mejor de los casos, dudosa.El objetivo de la segunda sección de este capítulo será demos

trar que el trabajo científico  que supuestamente proporciona e\ plicaciones de acción sin postular creencias, etc., o bien a)  pro1 porciona explicaciones de acción, pero al contrario de lo que sedice, sí postula creencias, o bien tí) no postula creencias sino que,al contrario de lo que se dice, no proporciona explicaciones de aición. Las apelaciones de Stich al trabajo de la psicología cognos

citiva y a la Inteligencia Artificial de cómputo tiende a encuadra'se en la primera categoría, las apelaciones de Churchland al traba

 jo de la neurofisiología y la Inteligencia Artificial conexión i sin,en la segunda.

El objetivo de la sección III será abordar los «argumentos en principio» contra las creencias. Parte de esta tarea puede lograrseoponiendo a Churchland y a Stich. Churchland sostiene que la*creencias son míticas porque no son «fácilmente reducibles» a estados neurofisiológicos; Stich dice que las creencias son mítica* porque su contenido, su referencia a cosas y sucesos del mundo,viola el «principio de autonomía», al cual supuestamente se ajastan las explicaciones psicológicas. Pero Stich se da cuenta de q u e

la demanda por parte de Churchland de una reducción fácil es e\cesiva, y Churchland reconoce, al menos de un modo implícilo,que las relaciones entre los organismos y su entorno pueden de-sempeñar un papel legítimo en la ciencia. El profundizar más, sinembargo, requiere una teoría al efecto de que ambos «argumentosen principio» se basan en un malentendido de qué es lo que se i equiere para que la capacidad de los seres humanos de acción intencional y de investigación sea reconocida como parte del mundo natural, del mundo físico; y sugiere además el pensamiento doque la tesis de Churchland y de Stich de que no existen las creencias se basa, en el fondo, en concepciones erróneas sobre lo q u e

son las creencias.Todo esto puede demostrar, como mucho, que los argumentosde los revolucionarios fracasan, y que incluso la tesis vacilante dola no creencia no queda probada. En la cuarta sección, sin embaígo, señalaré que la tesis de la no creencia deja a los revolucionarios sin una explicación inteligible de la aserción; en ausencia do

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rDERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO 219

In cual sus argumentos no solamente no son concluyentes, sinoque son contraproducentes.

I

El revolucionario artículo de Patricia Churchland, «Epistemology in the Age of Neuroscience», no contiene, que yo sepa, nin-guna teoría de que los proyectos epistemológicos conocidos sean(legítimos o estén erróneamente concebidos; pero su retórica esImportante. El mensaje es que la epistemología está atrasada; está•iendo desbancada por los avances de la neurociencia. Ella se ex-

 presa en estos términos: «Nos encontramos en medio de un cam- bio de paradigma.» Pronto se ve la importancia del vocabulariokuhniano: Churchland admite que el antiguo paradigma episte-mológico «no ha sido refutado decisivamente», concesión bien

 pensada para dar la impresión, sin discusión, de que el antiguo pa-radigma, si no ha sido decisivamente  refutado, al menos se en-frenta a anomalías que amenazan seriamente su legitimidad; almismo tiempo, el hecho de que en la imagen kuhniana los cam-

 bios de paradigma se consideren más una cuestión de transforma■ uión que de un argumento racional o de peso de la evidencia ope-

ra de forma subrepticia para hacer que parezca legítimo el que nonc offecezca argumento alguno de por qué el antiguo paradigma

■ ostá erróneamente concebido. Es imposible evitar la sospecha de' que Churchland está pidiendo con insistencia una transformación

n I nuevo paradigma neurocientífico simplemente sobre la base de que eso es lo que se avecina  (¡un naturalismo realmente oportu

i nista!). Pero no debería permitirse que el vertiginoso panoramaque ella defiende de una epistemología revolucionada por infor-mática barata disimule el hecho de que ella no ha dado razones

 pura suponer que esta revolución sea necesaria4.El título de Stich, From Folk Psychology to Cognitive Science,

Ies una pequeña obra maestra de la sugerencia. «Folk psychology»(«psicología tradicional») suena como si tuviese que ser algo tos-co, primitivo, atrasado; «cognitive Science» («ciencia congniti

' P. Smith Churchland, «Epistemology in the Age o f Neuroscience», pp. 544J45, 546, 547.

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220 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

va»), que se beneficia de las connotaciones favorables de «scicnce» y de «cognitive», suena como si tuviese que ser algo so f i si icndo, riguroso y actualizado.

Esta retórica consigue insinuarse a sí misma como incluulndentro de la primera de las hipótesis de Stich contra la «psicologíatradicional». «Por muy maravillosas e imaginativas que hayan m do la teorización tradicional y la especulación —afirma Stichéstas han resultado ser escandalosamente falsas en todas las osla-ras en las que ahora tenemos una ciencia razonablemente so lisiocada»5. Ésta no es meramente (como él «admite») una inducción

 bastante débil, es decir, una buena hipótesis que, sin embargo, si»lo débilmente probabiliza su conclusión; es una mala hipólcsi»que no aporta ninguna clase de apoyo a su conclusión. El erroi liotal es la astucia del uso que hace Stich del término «tradicional»Stich habla casualmente, aunque apenas idiomáticamente, de «¡ictronomía tradicional» de «física tradicional», etc., dando la mu

 presión de que cualquier grupo de ideas antiguas pero ahora dcsiucreditadas debe considerarse como una teoría tradicional. Si el ¡uk

 jetivo «tradicional» se aplica a una teoría o grupo de ideas oh virtud del hecho de que antes eran ampliamente aceptadas poi 0I público profano pero que están ahora desacreditadas, sin embaí*go, no se ha dado ninguna razón para suponer que la idea de quilas acciones de una persona puedan explicarse por referencia a mu creencias y deseos sea una teoría tradicional, y la inducción no o»factible. Si, por otra parte, el adjetivo «tradicional» se emplea <)•una manera neutral, simplemente para referirse a ideas o tcoilM

que han sido aceptadas por el público profano durante mi10liatiempo, no se ha aportado ninguna razón para suponer que las leotrías tradicionales hayan resultado invariablemente falsas, y muivez más la hipótesis no es factible. Lo que Stich está sugirii miiu 

 por supuesto, es que la psicología tradicional tiene las mismas pmsibilidades ante la ciencia de la cognición que, por ejemplo, la iiih tigua astronomía babilónica ante la astronomía moderna, pero mi hipótesis no pretende demostrar esto.

Paul Churchland observa que el modelo de deseo de crcem im psicológicas tradicionales de la explicación de acción es cmplil*co; luego dice que, debido a la falibilidad de la introspección, def 

5 Stich, From Folk Psychology to Cognitive Science,  pp. 229230.

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DERRIBODEL CIENTIFICISMOREVOLUCIONARIO   221

 be considerarse que éste tiene un carácter teórico; por tanto, quei*n un competidor de otras teorías c ien tíficas d e la m ism a esfera; y  

ií   continuación d ice que, en com paración con esta s teorías  cientí1icas, es considerado como un programa de investigación degeneUllivo que debería ser abandonado6.

Pero la falibilidad de la introspección no significa que los esUulos mentales tales como las creencias y deseos sean entidadesl céricas, del mismo modo que la falibilidad de la percepción nollgnifica que los objetos físicos tales como las rocas y los mue- bles sean entidades teóricas. Y el carácter empírico y sintético deI» proposición de que las personas tienen creencias y deseos nodignifica que sea una proposición  c ien tífica   más que filosófica,

«ipecto que Churchland, a pesar de su ostensible compromiso conItt tesis de la continuidad de la filosofía y la  c ien cia \  omite siste-máticamente. Realiza un verdadero esfuerzo para llegar a unauinclusión mediante una retórica hábil, jugando con la palabraultoría». Churchland está sacando provecho del hecho de que en*1 discurso casual la palabra «teoría» a menudo conlleva la connoliuíión de «hecho meramente hipotético, no un hecho conocido». V la destreza de las palabras  ca s i  engaña a la mente cuando

t hurchiand pasa de «no conocido infaliblemente para la intros- pección» a «teoría», a «programa de investigación» y luego, tan pM>nto como ha elevado el modelo de deseo de creencias al s ta tus  

tic «programa de investigación», inmediatamente lo degrada conlil acusación de «degenerativo». Esto me parece lo mismo que lla-mar a la postulación de rocas, muebles, etc., un «programa dege-nerativo de investigación» sobre la base de que, primero, se haftiltntenido durante muchos siglos sin grandes modificaciones y,•egtindo, que es simple, basto, y está manipulado en relación con

I» mitología de la física moderna. Ciertamente, Churchland obserwi tumbién que las explicaciones psicológicas tradicionales están«ululadas», pero esta afirmación depende de acentuar el aisla-miento de tales explicaciones separándolas de la física, de la neufcmtencia, etc., mientras se ignora su profundo arraigo en la eco-nomía, sociología, historia, criminología, etc. Desprovista de sus

P. M. Churchland, Scientific Realism and the Plasticity o f Mind,  secciones

11 16; «Eliminative M aterialism and the Propositional Attitudes», sección II.

I*. M. Curchland, «The Continu ity o f Philosophy and the Sciences».

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222 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

motores retóricos, la hipótesis de Churchland no es más factibleque la de Stich.

Por tanto dejaré a un lado estas maniobras retóricas más o ñu-

ños transparentes orientadas a desacreditar a la «psicología tnulicional», y volveré a la evidencia específica ofrecida.

II

A primera vista, es sorprendente que se diga que la ciencia dela cognición supone una amenaza a la autenticidad de las creen

cias. Una característica chocante de la psicología cognoscitiva, encontraste con la aproximación behaviorista a la que hace muchotiempo que ha desplazado, después de todo, es que no tiene esc ni pulos en proponer mecanismos mentales, estados y procesos intemos. De hecho, Stich no afirma, ni tampoco es cierto, que todoel trabajo de la ciencia de la cognición, o la mayoría, o ni siquieragran parte de éste, rechace las creencias. Pero parte de este traba

 jo, dice él, indica que hay una posibilidad importante de que sim

 plemente no existan las creencias. Aunque la evidencia que ofreceestá presumiblemente seleccionada como la mejor que ha podidoencontrar para su tesis, no resulta nada convincente.

Stich menciona primero la obra de Nisbett y Wilson sobre elfenómeno llamado «atribución»8. La idea central de la teoría de laatribución, tal como la presenta Stich, es que la gente algunas ve-ces explica su propio comportamiento recurriendo a teorías bastante vulgares, y que esta misma atribución de causas tiene efec-tos behaviorísticos; experimentos típicos en este campo conducena que un sujeto realice una inferencia errónea sobre la causa decierto comportamiento suyo, y a que luego se comporte como siesta inferencia errónea fuese correcta. Stich habla de un experi-mento en el que a dos grupos de pacientes con insomnio se les administró píldoras placebo; a un grupo se le dijo que las píldoras

8 Stich, From Folk Psychology to Cognitive Science,  pp. 230237; Nisbell yWilson, «Telling More Than We Can Know: Verbal Reports on Mental Processes»,Wilson, «Strangers to Ourselves: the Origins and Accuracy of Beliefs AbouiO ne ’s Own M ental States». El lector notará que existen algunos puntos de contacto entre mi crítica y la de Horgan y Woodward en «Folk Psychology is Herc loStay».

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D E R R I B O D E L C I E N T I F IC I S M O R E V O L U C I O N A R I O 223

 producirían una aceleración del ritmo cardíaco, respiración irre-gular, etc., es decir, los síntomas del insomnio, y al otro que pro-ducirían respiración regular, disminuirían el ritmo cardíaco, etc.

.La teoría de la atribución predice que el primer grupo tardaría me-nos en dormirse, puesto que los pacientes atribuirían cualquierfintomas de falta de sueño al hecho de haber ingerido las píldoras,mientras que el segundo grupo tardaría más en dormirse, puestotjue los pacientes deducirían que, puesto que sus síntomas de faltade sueño persistían a pesar de haberse tomado las píldoras quetendrían que relajarles, sus pensamientos debían de estar especial-mente revueltos. Ambas predicciones, según se cuenta, se cum- plieron. Sin embargo, al preguntar a los sujetos cuál pensaban que<era la causa de que hubiesen tardado más o menos en dormirse, Nisbett y Wilson hallaron que ninguno ofrecía lo que la teoría dela atribución supone que es una explicación correcta; los sujetosdel estimulante contestaron en general que les resultó más fácilconciliar el sueño unos días más tarde. Para explicar la discrepan-cia entre las explicaciones verbales de los sujetos sobre sus proce-sos mentales y las verdaderas explicaciones a sus respuestas enforma de hipótesis, Wilson propone un modelo que él describe co-

mo defensor de dos sistemas cognoscitivos relativamente inde- pendientes: uno, más bien inconsciente, para trasmitir el compor-tamiento no verbal, y el otro, más bien consciente, para explicar yverbalizar lo que ocurre en el sistema inconsciente.

Stich afirma que, puesto que se supone que las creencias de-sempeñan un papel en la explicación tanto del comportamientoverbal como del no verbal, ninguno de los sistemas de Wilson

 puede considerarse como un sistema de creencias. Pero esta inter-

 pretación es interesada. Si la verdadera explicación del tiempo¿jue tardaron los sujetos en conciliar el sueño es lo que dice la teo-ría de la atribución, existe una discrepancia entre la verdaderaexplicación y la explicación dada por los sujetos mismos. Pero laexplicación obvia de esta discrepancia es que la conciencia de las

 personas de sus propios estados mentales es imperfecta y suscep-tible de ser influida, como claramente sucede con sus juicios ba-sados en la percepción, por sus expectativas e ideas preconcebi-

das; explicación que no supone ninguna amenaza para las creencias.Y ésta es la explicación que proponen los mismos Nisbett yWilson: «Se ha analizado una evidencia que sugiere que  puede haber poco o ningún acceso introspectivo directo a procesos cog-

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224 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

noscitivos de orden superior .» El artículo siguiente de Wilson sugiriendo un modelo de «dos sistemas» se ocupa también claramciite de los límites de la introspección. El «segundo sistema» de Wilson, el que «transmite los informes y las explicaciones verba le vresulta que consiste, concretamente, en aquellos mecanismos puilos cuales las personas llegan a dar cuenta de sus propios esladoi v

 procesos mentales, y no, como sugiere Stich, un sistema respoiisn ble de todo tipo de comportamiento verbal. Cualquier duda sola#el status de la sugerencia por parte de Stich con relación a que Wilson está elaborando la hipótesis de que no existen las creencias se

guramente se disipará del todo con la descripción que hace Wilsondel modelo de los dos sistemas: «[...] se ofrecerá un modelo pnmexplicar el origen de las creencias sobre los estados mentales» ", u

 bien con el subtítulo de su artículo: «los orígenes y la precisión dplas creencias sobre nuestros propios estados mentales».

Esto está bien, pues según la interpretación de Stich, la por-ción de Wilson sería contraproducente. La discrepancia de <|u#explicación se requiere se produce entre las explicaciones de lo»

 propios sujetos sobre el tiempo que tardaron en dormirse, y la vci :dadera explicación en forma de hipótesis. Y la verdadera explicóción en forma de hipótesis se refiere en sí misma a las civenehU  del sujeto',  los sujetos del estimulante tardan menos tiempo «fldormirse porque ellos creen  que sus síntomas de falta de siiefl#son causados por las píldoras, mientras que los sujetos del litm*quilizante tardan más en dormirse porque creen  que sus pcmihJ

mientos deben de estar especialmente revueltos.Paul Churchland también hace referencia a esta obra de NI»*

 bett y Wilson, pero interpreta, correctamente, que indica la loll* bilidad de la introspección910. Pero luego pasa de hablar de la lalí» bilidad de la introspección al status  teórico de la explicación d#ldeseo de creencias; y luego dice que la psicología tradicional #iuna teoría falsa y su ontología meramente mítica. Por tanto, mil*versa el trabajo de Nisbett y Wilson en apoyo de una conclusión

que es totalmente contraria a lo que presupone ese trabajoEl otro trabajo al cual recurre Stich se encuentra en la Ilililí»

9 Nisbet t  y Wilson, «Telling More Than We Can Know», p. 231; W   iU ii A í  

«Strangers to Ourselves», pág, 16. Cursiva mía.10 P. M. Churchland,  Matter and Consciousness, p. 79.

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gencia Artificial, donde algunos que antes habían tratado de ela- borar varios procesos cognoscitivos humanos mediante operacio-nes en unidades sentencíales o subsentenciales habían comenzadofecientemente (en la época de la obra de Stich) a apartarse de estetipo de aproximación. Stich afirma que este cambio sugiere la fal

1(edad de la suposición de que el proceso cognoscitivo es «modu-lar», siendo modular un sistema, como lo define Stich, «hasta el

 punto de que existe cierta parte del sistema más o menos aislableque representa (o representaría) el papel principal en una historiacausal típica que condujese a la elocución de una oración» Aun-que esta caracterización hace de la modularidad una cuestión degrados, mientras presumiblemente es o bien verdadero o bien fai-

no que las personas tengan creencias, y aunque define la modularldad en términos sólo de comportamiento verbal, mientras que se

 Nupone que las creencias desempeñan un papel también en la ex- plicación del comportamiento no verbal, Stich supone que el fra-caso de la modularidad demostraría que no existen las creencias.Pero tiene poco sentido dar vueltas a las deficiencias de la hipóte-sis en este nivel abstracto, puesto que un análisis más detenido delt rti bajo en el que se basa Stich —dos artículos de Minsky y algu-

nas breves declaraciones de Winograd— deja bien claro que ésteno demuestra que las creencias sean míticas.Stich se refiere al artículo «Frames» («Entramados») de Minsky,

que según él pide un cambio de los modelos que representan el co-nocimiento como grupos de componentes sentencíales, y al ar-ticulo titulado «KLines» («LíneasK»), que viola la modularidadile forma dramática. Yo sólo voy a hablar del artículo titulado!<lrames», porque, aunque es verdad que «KLines» sustituye unmodelo sentencial por «grandes tramas de estructura», se ofrece

cotilo modelo sólo para la memoria infantil, y avisa explícitamen-te de que la memoria de los adultos puede ser muy diferente12.11***

11 Stich, From Folk Psychology to Cognitive Science, p. 238.

11 Minsky, «KLines: a Theory o f Memory»; la cita es de la p. 100. En la p. 88

Mlliwky advierte: «La idea propuesta aquí — una primitiva estructura de “represen

wi'km de dispos ición”— probablemente sólo serviría para una memo ria disposi-

ción» I bastan te infantil; la teoría presente no apoya demasiado los tipos más co-

ime Idos de construccion es cognoscitivas que con ocemos com o adu ltos [...]. Dud o

iiiip  la memoria humana tenga la misma estructura, uniforme y sin variaciones,

iliiíimic todo su desarrollo.»

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226 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

Minsky ofrece sólo un bosquejo muy impreciso de lo que »tsupone que son los entramados (¿soy yo la única lectora cuyo ut=razón se estremece cuando le dicen que son como paradigma»

kuhnianos?). Los entramados son descritos como «estructuras dfdatos que representan una situación estereotipada, como cncontrarse en cierto tipo de sala de estar, o asistir a la fiesta de cumpleaños de un niño» y se dice que han «cogido» para sí varios lipónde información, por ejemplo, «sobre cómo utilizar el entramado»o «sobre lo que uno puede esperar que ocurra a continuación»Sin embargo, está claro que Minsky intenta que sus modelos de cutramados sean diferentes de lo que él denomina modelos de «logís-

tica», es decir, modelos basados en la lógica formal y deductiva, yque su principal objeción a los modelos logísticos es que carecende un elemento de procedimiento; especifican cadenas de oracio-nes y reglas permisivas de inferencia, pero no ofrecen una guía lelativa a cuándo y qué reglas deben utilizarse o cómo están interconectados los elementos independientes de información13. Se suponeque los entramados son mejores porque conectan elementos de información. Por tanto, los componentes no están aislados, puesto que

se van a conectar. Pero los componentes son aislables,  pucslnque existen partes identificables de un entramado que podríanconstruirse de forma plausible como creencias; el entramado de«la fiesta de cumpleaños del niño», por ejemplo, se construye deforma plausible como algo compuesto, entre otras cosas, de lascreencias de que la gente debe llevar ropa de fiesta, que los invitados han de traer regalos, etc. Esto difícilmente amenaza la legilimidad de las creencias.

Por lo que parece, en un principio Winograd defendía los modelos «declarativos» por encima de los de «procedimiento», pero lúego se dio cuenta de las ventajas de estos últimos. La palabra «decla-rativo» equivale aquí aproximadamente a la palabra «logística» deMinsky, y ya está claro que el descontento con este tipo de aproximación no supone una amenaza a la autenticidad de la creencia. Sinembargo, Winograd ofrece también un par de ejemplos introduci-dos mediante una alusión favorable a un comentario de Maturana,15

15 Minsky, «FrameSystem Theory», «A Framework for Representing Know

ledge». Para la caracterización de los entramados, la alusión a Kuhn y el contras

te con los modelos logísticos, véase el segundo a rtículo men cionado, pp. 9697 y

123128.

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D E R R I B O D E L C I E N T IF IC I S M O R E V O L U C I O N A R I O 227rKcgún el cual «muchos fenómenos que para un observador puedendescribirse en términos de una representación» pueden en realidadentenderse como «la actividad de un sistema determinado por una

estructura sin mecanismos correspondientes a una representa-ción» 14. Estos ejemplos de Winograd no concuerdan con la defini-ción de modularidad de Stich, pues no tratan de «la historia causalque conduce a la elocución de un oración». Pero sí tienen algo quever con la tesis de Stich; pues se trata de casos en los que lo que pa-rece un comportamiento dirigido a un fin resulta supuestamente ex-

 plicable sin la postulación de nada parecido a un fin o deseo.Stich parece invitarnos a llegar a la conclusión de que todo  lo

que parece un comportamiento dirigido a un fin podría ser expli-cable de esta manera.El primer ejemplo de Winograd es un caso bastante claro en el

cual lo que inicialmente podría parecer un comportamiento dirigi-do a un fin es descrito de forma plausible como realmente reflexi-vo. Podríamos vemos tentados a pensar que un bebé de pecho tie-ne una «representación» de la anatomía principal, pero, según su-giere él, una explicación mejor es que tiene el reflejo de volver la

cabeza en respuesta a un contacto en la mejilla, y un reflejo desuccionar cuando toca algo con la boca; explicación que no pideuna atribución de creencias o deseos al bebé1S. No hay razón pararebatir la descripción que hace Winograd de este caso; pero tam-

 poco hay razón para suponer que, por sí misma, demuestre en mo-do alguno que las actividades de los adultos —que yo vaya al fri-gorífico para beber un vaso de leche, por ejemplo— no estén al-gunas veces dirigidas a un fin. La respuesta del bebé es simple e

inflexible de la forma característica de los reflejos, no es una res- puesta a circunstancias de la forma característica de lo que consi-deramos un comportamiento dirigido a un fin; el bebé de pechoreaccionaría del mismo modo si algo le tocase la mejilla que si al-go le tocase la boca16.

14 Winograd, «Frame Representations and the DeclarativeProcedural Contro

versy», «What Does It M ean to Unde rstand Language?». El análisis de Maturana

está en las pp. 284 ss. de este último; por desgracia, la referencia de Winograd ala cita de M aturana parece equivocada, y no he podido localizar la fuente.

15 Winograd, «What D oes It M ean to Understand Language?», p. 249.

16 Cfr. Wooldridge, The Machinery o f the Bmin,  citada por D ennett en Brain- storms,  pp. 6566, sobre el comportamiento, o «comportamiento», de la avispa

sphex.

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228 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

Pero parece que lo que Stich quiere decir debe de ser precisamente que las acciones de los adultos, o más bien las «acciones»,

 pueden resultar ser más parecidas a las respuestas de los bebés

que lo que nos damos cuenta. (Sin duda ésta es la razón por la c|iierecurre al artículo «KLines» de Minsky aunque éste sólo trate dela memoria infantil. Pero esta apelación incurre claramente en unn

 petición de principio.) Paul Churchland declara explícitamente lnque está implícito en la estrategia argumentativa de Stich: las acti-vidades de los bebés, dice, tienen una continuidad reconocible enla de los niños y los adultos; por tanto, la psicología tradicional, ln

cual atribuye creencias y deseos a los niños y a los adultos penino a los bebés, hace una distinción allí donde no existe una di lerencia real '7.

Esto deja claro que Stich está empleando el otro ejemplo deWinograd para sugerir que la flexibilidad y la capacidad de res

 puesta a las circunstancias características de lo que consideramosuna acción genuinamente intencional puede, después de todo, te-ner explicación sin hacer referencia a creencias o deseos. Podría

mos vemos tentados a decir de un programa de ordenador, diceWinograd, que tiene la finalidad de reducir al mínimo el númerode tareas en la cola de espera; pero es improbable que tenga unaestructura de finalidad en la memoria, es más probable que «hayadocenas o incluso cientos de lugares por todo el código donde sollevan a cabo acciones específicas, cuyo efecto neto está siendodescrito»1718. Presumiblemente lo que esto implica es que, del mis-

mo modo que en el primer caso es falso que el bebé tenga una re- presentación de la anatomía principal, aquí es también falso queel ordenador tenga el objetivo de reducir al mínimo la tarea de lncola. Y Stich quiere que nosotros lleguemos a la conclusión ticque el comportamiento humano adulto, o «comportamiento», :iligual que las respuestas del bebé y que el patrón de reducción dela cola en el ordenador, puede tener explicación sin hacer referen-cia a las creencias o deseos del agente.

Pensemos en lo que se requeriría de un agente humano a quienaplicaríamos esta caracterización sin ningún género de dudas: élquiere reducir al mínimo la tarea de la cola. Tiende, en términos

17 P. M. Churchland, Scientific Realism and the Plasticity o fMind,  p. 134.18 Winograd, «W hat Does It Mean to Understand Language?», p. 250.

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D E R R I B O D E L C I E N T IF IC I S M O R E V O L U C I O N A R I O 229

generales, a actuar de manera que se reduzca la tarea de la cola;responde con irritación a sucesos que ponen trabas a sus intentosile reducir esta tarea; expresa contrariedad cuando pierde una

oportunidad de reducirla; cuando se le pregunta qué es lo que estátralando de hacer, contesta que quiere reducir al mínimo la tareade la cola. Ahora, imaginemos un ordenador que simula todo estecomportamiento (en la pantalla se lee « ¡m e c a c h i s !» y un brazorobot golpea al operador en la nariz si éste teclea una nueva tarea¡listo cuando el ordenador ha procesado la última de la cola; enrespuesta a la orden « l i s t a   d e   p r i o r id a d e s   d e l   p r o g r a m a » apa-rece en la pantalla «1. r e d u c i r    a l   m í n i m o   l a   c o l a   d e   t a r e a s , 

2...», etc.) Yo me inclino a decir que el ordenador sí «tiene comoobjetivo el reducir al mínimo la cola de tareas»; siento aquí la ne-cesidad de utilizar comillas, pero me sucede esto cuando aplicocualquier  predicado mental a un ordenador. Ahora imaginemos encambio un ordenador como el que se bosqueja en las afirmacio-nes de Winograd: las prioridades del programa no incluyen « r e -

d u c i r    a l   m í n i m o   l a   c o l a   d e  t a r e a s », sino más bien una serie decaracterizaciones más específicas, por ejemplo, « r e d u c i r    a l   m í -

n i m o   e l  TIEMPO DE CAUDAL DE TAREAS», «ELIMINAR ESPECIFICACIO- NES DE TAREAS MAL DELETREADAS», «CANCELAR LA ORDEN 27 Y SI-

GUIENTES», o cosas por el estilo. ¿Qué diríamos de un agente hu-mano cuyo comportamiento fuese de este tipo?; probablemente,que no tendría como objetivo la reducción al mínimo de la cola detareas, sino que el reducir la cola sería la consecuencia no inten-cionada o no prevista de cosas que trataría de hacer. Por tanto, elSegundo caso de Winograd no demuestra en absoluto que los

agentes humanos no tengan creencias o deseos, y el primero nodemuestra esto a menos que supongamos que el comportamientohumano adulo es igual que las respuestas reflejas de los bebés.

Pero la suposición de que todo comportamiento humano adul-to está, al igual que esas respuestas, «determinado por una estruc-tura» es completamente inverosímil. En cierto aspecto importan-te, después de todo, los bebés son distintos  a los niños y a losndultos: no saben hablar. Puesto que los niños aprenden a hablar

ile forma gradual, en cierto sentido existe una continuidad; peronuestra voluntad de atribuir creencias a un niño pequeño corre pa-reja con la adquisición gradual del lenguaje por parte del niño.

¿Me convierte esto en una naturalista cartesiana? Sí y no. Sí,en el sentido de que yo considero que la capacidad de los seres

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1

230 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

humanos para el lenguaje constituye una aumento enormemenlcimportante de nuestras capacidades cognoscitivas, sin las cualesen realidad no habría lugar para los proyectos conocidos de l:i

epistemología. (Aunque yo añadiría, como Hobbes, que la capacidad para el lenguaje que hace posible que los hombres, a di lerencia de las bestias, utilicen el raciocinio, también les capadla,a diferencia de lo que sucede con las bestias, para «multiplicaiuna mentira por otra» 19.) No, en el sentido de que yo no esloynegando por ello que existan coincidencias entre los humanos yotros animales, ni que estas coincidencias tengan un interésepistemológico.

Ciertamente, aunque yo soy una naturalista más cartesiana quePaul Churchland, quien sostiene que, «cuando consideramos la 

gran variedad de criaturas de este planeta que son activas desde el punto de vista cognoscitivo: la babosa marina y los pulpos, los 

murciélagos, los delfines y los seres humanos», y tenemos cucuenta «la incesante reconfiguración de la cual se ocupan sus cerebros o ganglios principales», debemos reconocer en primer lu

gar que la verdad no es el fin primario de esta actividad cognoscitiva, y entonces llegamos a la conclusión de que quizás la verdaddebería dejar de ser un objetivo primario de la ciencia, y de quehablar de verdad quizás no tenga sentido20.

Churchland escribe que «es improbable que la neurocienciaencuentre “oraciones en la cabeza”, o cualquier otra cosa que res-

 ponda a la estructura de las creencias y deseos individuales», y «ala vista de esto», dice, él está «dispuesto a inferir que la psicología

tradicional es falsa, y que su ontología es quimérica. Las creencias y los deseos concuerdan con el flogisto, con las esencias ca-lóricas y alquímicas» y «nosotros por tanto necesitamos toda unanueva cinemática y dinámica con la cual acaparar la actividadcognoscitiva humana». Una década antes, continúa Churchland,aunque él ya estaba dispuesto a llegar a esta conclusión, no podíaimaginar claramente cómo podría ser una alternativa sistemática ala psicología tradicional; pero ahora existe una alternativa:

19 T. Hobbes,  Human Nature,  en Woodridge,  Hobbes Selections,  p. 23. (I.o

que digo aquí sobre el papel del lenguaje pretende ser neutral con respeto a l;i

cuestión de si los animales no humanos son capaces de utilizar un lenguaje.)

20 P. M. Churchland, «The Ontological S tatus o f Observab les», pp. 150151

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DERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO 231

La microestructura del cerebro y los éxitos recientes de la Inteli-

gencia Artificial conexionista sugieren ambos que nuestra principal

forma de representación es el vector de activación de alta dimensión, y

que nuestra forma principal de cóm puto es la transformación de vector

a vector, efectuada por una m atriz de sinapsis valoradas de form as di-ferentes. En lugar de actitudes preposicionales y de inferencias de una

a otra, por tanto, podem os imaginar personas como sedes de actitudes

vectoriales y varias transformaciones no lineales de un vector a o tro !l.

Pero ¿qué tipo de fenómeno es éste que se explica por loséxitos de la Inteligencia Artificial a los que se refiere Churchland? No se trata de casos de lo que normalmente se considerauna acción dirigida a un fin (como, por ejemplo, el que yo coci-

ne algo siguiendo una receta, que llame a las tiendas de alimen-tación de las Páginas Amarillas, y que consulte un mapa para lo-calizar la tienda que vende hojas de curry...)  sino, por un lado,de las capacidades cognoscitivas preproposicionales, como elreconocer el sonido de la vocal «a» y, por otro lado, de las capa-cidades motoras y de coordinación como atrapar una pelota2122.

 No hay ninguna razón para negar que existen importantes capa-cidades cognoscitivas que sean preproposicionales, en el sentido

tanto de que son condiciones necesarias para que una criatura posea un conocimiento preposicional, como de que pueden sercompartidas por humanos adultos y por bebés, por animales deorden superior y, quizás, en formas primitivas, por babosas ma-rinas y lombrices de tierra. Ni tampoco hay razón alguna paranegar que haya muchas cosas que puedan hacer las personas sinque puedan articular el modo de hacerlas; montar en bicicleta oreconocer una cara, por ejemplo. La obra a la que se refiere

Churchland ha mejorado significativamente nuestra compren-sión del proceso cognoscitivo preproposicional y del control delas habilidades motoras. Pero está claro que su éxito para esti-mular, por ejemplo, la capacidad de un hablante para reconocerel sonido de la vocal «a», o para preparar a un ordenador de mo-do que distinga entre una roca y una mina en el fondo del mar,no significa que la neurociencia conexionista tienda a apoyar laidea de que no existen las creencias, o que las valoraciones de la

21 P. M. Churchland, «Folk Psychology and the Explana tion o f Behavior»,

 pp. 125127; La cita ofrecida es de la p. 127.

22 P. M. Churchland, «On the Nature ofT heo ries» , pp. 163 ss.

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232 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

evidencia no son más que supersticiones, o que la verdad no senun objetivo de la investigación.

Aunque resulte tentador reaccionar impulsivamente ante la m

decorosa precipitación de Churchland desde los trabajos no pm posicionales de los ganglios de la babosa marina a su pragmatismo vulgar sobre el objetivo de la investigación, reconozco *.|ucquizás sería deseable que los epistemólogos prestasen más alención que la que en general han prestado a lo preproposicional, alsaber cómo, y al conocimiento tácito. (Digo «que la que en gene ral han prestado» en reconocimiento a las importantes contribuí-¡ones hechas a estos temas por Michael Polanyi23, cuyo trabajo, sinembargo, nunca menciona Churchland.) Pero no es exagerado liegar a la conclusión de que el trabajo al que se refiere Churchlandno ofrece ningún apoyo ni siquiera para la tesis vacilante de la nocreencia.

 No he podido hallar evidencia de que ninguna obra reciente dela neurociencia conexionista ofrezca apoyo alguno a esta tesis. I ■nWet Mind: The New Cognitive Neuroscience,  publicada en l‘W ,

Kosslyn y Koenig hablan de avances en la comprensión de las estructuras cerebrales que sirven de base a la percepción, a la memoría, a la producción del habla, a la escritura, al control de Ion

 

movimientos, etc. Dado que en el índice aparecen varias entradiiNcomo «Subsistema de programación de acción», pero ninguna eomo «creencia» o «deseo», podría damos la impresión de queChurchland quizás tenga razón después de todo, hasta que nos dnmos cuenta de que en «Acción, guía de» el índice de pronto le di

ce al lector: «véase Movimiento». El capítulo 7, titulado «Movímiento», trata sobre lo que se conoce acerca de las estructuras cerebrales que controlan los músculos y coordinan sus movimienloNen relación con los objetos percibidos. Aunque algunas v c c c n  

Kosslyn y Koenig utilizan las palabras «acción» y «movimiento»de manera intercambiable, captan la distinción que los filoso Ion 

hacen entre ambas; en el último capítulo, titulado «Materias gi lses», y que está dedicado a aquellos temas sobre el funcionamicn

to de la mente con respecto a los cuales la neurociencia cognoscitiva no tiene, hasta ahora, mucho que ofrecer, el primer tema quese menciona es «la procedencia última de la toma de decisioncN

" Polanyi, Personal Knowledge y, especia lmente, The Tacit Dimensión

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D E R R I B O D E L C I E N T I F IC I S M O R E V O L U C I O N A R I O 233

en el cerebro». «Debe de haber un “subsistema de decisiones”»,observan Kosslyn y Koenig, pero hasta ahora la neurociencia no puede decirnos gran cosa de ello. Tampoco, según observan en el

mismo capítulo, la neurociencia conexionista puede de momentodecirnos mucho sobre el razonamiento. Y ellos abordan el proble-ma de comprender el «subsistema de decisiones» del cerebro enatoro i nos de seleccionar un objetivo e idear una forma de lograrlo24. 

 No sé de qué modo podría interpretarse esto como contrario a laautenticidad de las creencias.

III

He insistido en los detalles del trabajo científico que se suponeque apoya la tesis de la no creencia a fin de dejar bien claro queno es en la ciencia, sino en las preconcepciones de la filosofía dela mente, en lo que realmente se basa esta tesis. Es importante noengañamos pensando que estas preconcepciones tienen la autori-dad de ciencia.

Yo creo que las personas tienen creencias, objetivos, esperan-

zas, temores, etc., y que las actitudes preposicionales de los agen-tes contribuyen a explicar sus acciones. No creo que exista el al-ma, la sustancia inmaterial; ni tampoco veo en qué sentido el su-

 poner que exista facilitaría la comprensión de cómo las creenciasy deseos de una persona explican sus acciones. Las personas sonorganismos físicos en un entorno físico, organismos físicos capa-ces de pensar, de llevar a cabo acciones intencionales, de investi-gar. Sin embargo, no supongo, como hace Churchland, que pueda

ser cierto que las personas sean organismos físicos capaces de pensar, de llevar a cabo acciones intencionales y de investigar só-lo si los estados intencionales pudiesen «reducirse fácilmente» aestados neurofisiológicos, ni, como dice Stich, sólo si pudiesenIdentificarse con estados del cerebro «descriptibles de forma au-tónoma».

Aunque Churchland y Stich creen ambos que existen buenos«argumentos en principio» contra una ontología de los estados in-tencionales, los argumentos en los que ellos están pensando son

Kosslyn y Koenig, Wet Mind,  pp. 401 ss.

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234 E V I D E N C I A E I N V E S T I G A C I Ó N

 bastante diferentes. En lugar de llamarles «antirrealistas» en lnque se refiere a los estados intencionales, como hace Fodor \ vn

les llamaré «ateos», porque esto me permitirá, por analogía mil«ateo católico» frente a «ateo protestante», clasificar a Chmvliland como un ateo reduccionista fácil y a Stich como un ateo limcionalista, y a aquellos que creen en las creencias como «creyen-tes». (Sería posible acomodar las diferencias observadas en lasección anterior ampliando esta clasificación a «ateo conexión i si areduccionista fácil» frente a «ateo computacionalista funcionalista», pero esto sería demasiado pesado incluso para mí.)

Como indica el título de uno de los artículos de Churchland,«Eliminative Materialism and the Propositional Attitudes» («Mnterialismo eliminativo y las actitudes preposicionales»), él es unmaterialista filosófico de los más agresivos: desde la premisa deque la neurociencia tiene pocas probabilidades de encontrar «oíaciones en la cabeza» vía una «reducción fácil» de los estados y leyes intencionales a estados y leyes neurofisiológicos, él está dis

 puesto a inferir que no existen estados intencionales. La reacciónapropiada es admitir que no es probable que una reducción fácilde este tipo se vaya a producir, pero negarse a llegar a la conclusión atea; los requisitos de Churchland para la autenticidad de losestados intencionales son demasiado exigentes.

Ésta es también la reacción de los funcionalistas, según loscuales, aunque cada creencia de que p, deseo de que q, etc., tengacierta realización física, diferentes creencias de que p, deseos de

que q, etc., pueden tener diferentes realizaciones físicas, pucsloque los estados intencionales van a ser individualizados y clasil'icados fimcionalmente, de manera que diferentes historias físicas puedan corresponderse con las mismas explicaciones funcionales

Stich está de acuerdo, hasta cierto punto. «Aquellos de nosotros que se toman en serio las ciencias especiales —escribe— hanllegado a esperar que los esquemas clasificatorios invocados cuesas ciencias vayan en contra de la pauta clasificatoria impuesta

 por la física»2526. Pero mientras que los creyentes funcionalistas, como Fodor, ven esto como una forma de reconciliar la psicologíaintencional con el fisicalismo, Stich sostiene que los estados indi

25 Fodor, «Fodor’s Guide to M ental Representation».26 Stich, From Folk Psychology to Cognitive Science,  p. 164.

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236 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

venderlo (el de Stich). Stich propone, por tanto, modificar la h¡ pótesis admitiendo que los duplicados moleculares no satisfacentodas las descripciones de comportamiento iguales, y refugiándnse en la premisa de que los duplicados moleculares satisfacen lodas las descripciones de comportamiento iguales y autónomas  \

Pero con esta modificación, incluso si Stich ha logrado hacaque su premisa sea verdadera, ciertamente ha invalidado su hipótesis. De las afirmaciones «la psicología explica el compoilamiento» y «los duplicados moleculares tendrían los mismos com portamientos descriptibles de forma autónoma», no se sigue, claro

está, que sólo los estados compartidos por duplicados molecularessean relevantes para la psicología. Si Stich piensa que sí, debe deser porque está dando por hecho que es apropiado el requerir de la

 psicología sólo que explique él comportamiento descriptible deforma autónoma; pero éste, por supuesto, es el asunto que estamosdiscutiendo.

Por tanto el principio de autonomía de Stich no queda probado. Para ver que además es falso, sólo tenemos que analizar im

 poco más detenidamente el ejemplo de Stich. Supongamos, esen be Stich, que él ha sido raptado y su duplicado ha sido colocadoen el mundo en su lugar. Ofrecemos al duplicado 1.000 dolaron por el coche viejo, y él «accede a la venta con la misma satislácción sincera que demostraría yo... firma los documentos adecúados igual que lo haría yo... y las firmas convencerían a un gratólogo». Sin embargo «mi réplica no le vende a usted el viejo cu-che» 2829. Pero, por la misma razón que el duplicado molecular di'

Stich no podría vender el coche, no podría acceder a la venia ofirmar documentos tampoco. Podría decir al posible comprador«¡Trato hecho!», y escribir «Stephen P. Stich» en los documento*,

 pero lo que estaría haciendo es pretender acceder a la venta y /til sificar la firma de Stich. Hay en juego dos sentidos de la expí osión «descripción no autónoma»; a)  la descripción que se api iona un sujeto en virtud de ser esa persona en concreto, y b)  la doncripción que se aplica a un sujeto en virtud de sus relaciones conlas cosas y sucesos de su entorno. Lo que Stich tiene que demo»trar, en apoyo de su «teoría sintáctica de la mente», es que no do

28 Ibídem, p. 166.29 Ibídem, p. 166.

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DERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO 237

hería esperarse que la psicología explique el comportamiento condescripciones no autónomas en el sentido amplio, el b); lo máxi-mo que demuestran sus ejemplos es que no debería esperarse que

la psicología explique el comportamiento con descripciones noautónomas en el sentido estricto, el a). (Y esto quizá no sea másque un ejemplo de la presunción de que las explicaciones científicas deberían tener un carácter general y no restringido a cosas o personas individuales.) Cuando observamos que incluso las ora-ciones «dice al probable comprador», «¡Trato hecho!» y «escribe“Stiphen P. Stich” en los documentos» son descripciones no autó-nomas en el sentido amplio, nos damos cuenta de que el principio

lie Stich es totalmente implausible. Nuestras acciones son interacciones con las cosas, las perso-nas, etc., de nuestro entorno; y la referencia de las creencias a ta-les cosas, personas, etc., lejos de incapacitarlas para desempeñarun papel en la explicación de la acción, es precisamente necesaria 

 para que desempeñen este papel. ¿De qué modo podría mi creen-cia de que el hielo es lo bastante grueso como para soportar mi peso contribuir a la explicación de que yo me ponga a caminar através del lago, a menos que ésta se refiriese al hielo del lago?

Este último párrafo indica que, aunque yo rechace el ateísmoluncionalista de Stich, tampoco me uno a la suerte (lo siento, nolie podido resistirme) del funcionalismo de Fodor, pues mi insis-tencia en que la relevancia explicativa de lo que trata una creenciaestá en contra del «solipsismo metodológico» de Fodor, así comodel principio de autonomía de Stich. De hecho, aunque yo estoytic acuerdo con Fodor en que la explicación psicológica requierecalados intencionales, y en que esto es compatible con una con-cepción de las personas como organismos físicos aunque no es probable que se produzca una simple reducción de estados y leyesIntencionales a estados y leyes físicas, en otros puntos estoy endesacuerdo en todos los aspectos.

¿Cómo determinamos, por ejemplo, que yo creo que el hieloes lo bastante grueso como para soportar mi peso? Tenemos en(‘lienta mi comportamiento, el verbal y el no verbal: mi buena dis- posición para asentir o afirmar que «el hielo es lo bastante grueso

como para soportar mi peso», o palabras semejantes; el que yo me ponga a caminar a través del lago; el que anime a otros a atrave-sarlo en lugar de que den un rodeo más largo; mi susto o sorpresasi, cuando camino, el hielo se rompe bajo mis pies, etc. Nosotros

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238 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

 juzgamos la sinceridad de mi comportamiento verbal por mi com portamiento no verbal; por mucha firmeza con la que diga que elhielo es lo bastante grueso, si animo a mi enemigo a que cruce pe

ro no pongo yo mismo un pie en el hielo, los demás dudarán conrazón de que yo crea lo que digo. Aunque nosotros atribuimos Liscreencias a criterios de comportamiento, sin embargo, reconocemos que las personas pueden tener creencias que no se manifiestan en lo que hacen o dicen, ya sea debido a que no se produce Inocasión, o bien porque existe una razón para la inhibición —poiejemplo, que esté escuchando el jefe o el Inquisidor—.

Una versión que ajustaría estas observaciones con bastante

holgura es la caracterización de las creencias que hace Price como«disposiciones multiformes», complejos de disposiciones al com portamiento verbal y no verbal: asentir o afirmar ciertas oradones, como dice Price hábilmente, en un «discurso no estudiado»,comportarse de esta o aquella manera, sentir sorpresa o susto siocurre tal o cual cosa, etc.30.

Esto sugiere una resolución de la ambivalencia que sentimossobre si atribuir creencias a los animales, por un lado, y a los or-

denadores, por otro; puesto que en cada caso están presentes algu-nos cabos de la disposición multiforme, pero no todos, la respues-ta evidente es ésta: tienen algo parecido a creencias, pero no creen-cias en su sentido pleno. También se sugiere una forma plausiblede admitir grados de creencia según los grados de fuerza de lasdisposiciones relevantes.

Podría pensarse que el construir una creencia como un com- plejo de disposiciones incluyendo las disposiciones a actuar de

determinadas maneras está reñido con el hecho de que explique-mos las acciones de las personas haciendo referencia a sus creen-cias31. (Pensemos en la táctica habitual de las historias de detecti-ves, donde el policía atrapa a un sospecho haciéndole creer que la

 prueba que le acusa se encuentra en tal sitio, y entonces le siguecuando va a esconderla o a destruirla.) Seguramente la objeciónsería: «él 0 porque creyó que p» es más informativo que «él 0

 porque tenía una disposición a 0». No está claro, sin embargo,

que la objeción sobreviva a una reflexión añadida so|?re las expli

30 Price,  Belief, pp. 267 ss.31 Cfr. Fodor,  Representations,  p. 5.

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DERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO 239

caciones acerca de la disposición. Cierto es que no es probableque digamos «el vaso se rompió porque era frágil», sino «el vasose rompió porque a él se le cayó»; pero la razón puede ser que no-

sotros consideramos la fragilidad del cristal como una condición básica permanente, y escogemos como explicación la característi-ca que ha cambiado en la situación. Bien podríamos decir: «serompió la cadera porque sus huesos se habían hecho frágiles»,cuando la fragilidad es el factor nuevo; como la creencia del sos-

 pechoso lo es en el ejemplo anterior.Esta aproximación está en cierto modo en la mente de Bain y

Peirce32, pero mucho menos en la de Watson o Skinner. La dispo-

sición de una persona para tales patrones de comportamiento ver- bal y de otro tipo tiene algo que ver con el estado de su cerebro(como la fragilidad lo tiene con la configuración microestructuraldel cristal); algo que ver, en otras palabras, con los contenidos dela caja negra en la cual Watson o Skinner nos prohibirían mirar.

Algo, sin embargo, que no es descriptible de forma autónoma, si-no que es triádico de manera inherente. Lo que he dicho hasta el mo-mento ha sido dando por supuesto un punto esencial acerca de una

conexión entre las disposiciones al comportamiento verbal y las dis- posiciones al comportamiento no verbal característico de la creencia:que, en casos normales, el sujeto está dispuesto a asentir a oracionesque representan de tal y tal manera algún lugar o suceso, etc., con res-

 pecto a los cuales él está dispuesto a actuar de una u otra manera. Micreencia de que el hielo es lo bastante grueso como para soportar mi

 peso supone una disposición a asentir a las oraciones que representan al hielo del lago como algo lo bastante grueso como para soportar mi

 peso, y una disposición a caminar por el hielo si quiero llegar al otrolado del lago33. La figura 8 intenta dejar esto más claro.

La acción intencional es la acción guiada por las representa-ciones por parte del agente de las cosas y sucesos del mundo. Yome he centrado en las oraciones del lenguaje del agente. Pero el

32 Bain, The Emotions and the Will,  pp. 505535; Peirce, Collected Papers, 

5.12. Cfr. Haack, «Descartes, Peirce and the Cognitive Community», sección I.

33 Estoy, por supuesto, facilitándom e las cosas al elegir un ejemplo de creen-

cia con un carácter muy práctico; las creencias matemáticas o metafísicas no se

ajustarían a esta imagen tan claramente. Pero yo creo que la atribución a creen-

cias muy teóricas es secundaría, que podem os atribuir tales creencias sólo contra

un fondo de a tribuciones de creencias de un modo m ás parecido al de mi ejemplo.

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  o

  r  a  c   i  o  n  e  s ,  o  r  a  c   i   ó  n

  e   j .  :  a  s  e  n   t   i  r  a  «   E   l   h   i  e   l  o

  a  s  e  n   t   i  m   i  e  n   t  o  a   /

   f  r  a  g  m  e  n   t  o  s

  e  s   l  o   b  a  s   t  a  n   t  e  g  r  u  e  s  o

  a   f   i  r  m  a  c   i   ó  n   d  e

   (  y  o   t  r  o  s  s   i  g  n  o  s

  c  o  m  o  p  a  r  a  s  o  p  o  r   t  a  r  m   i

  p  e  s  o  »

240 EVIDENCIA E INVESTIGACION

OEd

1)-a 

ao -►

  c  o  n  r  e  s  p  e  c   t  o

  c  o  s  a  s ,  s  u  c  e  s  o  s ,  e   t  c .

  e   j .  :  c  a  m   i  n  a  r

  a

  s  o   b  r  e  e   l   h   i  e   l  o

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DERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO 241

hecho de dibujar un mapa, y el dar direcciones de manera verbal,68 una indicación de la creencia de que así es como se llega a unlitio; por tanto, las «representaciones» deberían incluir no sólounidades de lenguaje, sino cualquier signo no natural. No deberían

Incluir, sin embargo, oraciones en el «lenguaje del pensamiento»C o m o indica la hipótesis de Fodor. Lo que importa es precisamenteq u e las creenciasE son disposiciones complejas que incluyen dis-

 posiciones a responder a/a utilizar oraciones en un lenguaje públi-c o , u otros signos no naturales; son las disposiciones, y no las ora-ciones, las que están en la cabeza.

Hasta ahora el término «creencia» ha sido utilizado, en esteCapítulo, con una deliberada ambigüedad; pues los escritores delos que he estado hablando no respetan la distinción de creenciasE

frente a creenciasC (lo cual explica en parte la búsqueda infruc-tuosa de «oraciones en la cabeza»), Pero la versión de las creenciascomo disposiciones multiformes tiene el propósito de ser, claroestá, una explicación de los estados de creencias, de creenciasE.Las cuestiones sobre cómo identificar la creenciaC relevante se

 pospondrán hasta después de una breve exploración de algunas delas consecuencias de la aproximación a las creenciasE sugerida.

Una disposición a asentir a una oración depende de las capaci-dades de reconocimiento y de respuesta: de reconocer las palabras,de comprender las oraciones compuestas por palabras conocidas.Esto concuerda con la capacidad que tienen los usuarios del lengua-

 je para reconocer y expresar oraciones que nunca habían oído antes.Incluso sugiere, aunque sólo de un modo vago, cómo las capacida-des preposicionales podrían depender de capacidades preproposicionales; de este modo, se combina la tesis de que la acción inten-cional es privilegio de criaturas que utilizan signos con alusiones alas continuidades a través de los adultos humanos, de los bebés hu-manos. .. hasta llegar a la amiga de Churchland, la babosa marina.(Esta idea también se les ha ocurrido a otros autores mucho más fa-mosos que yo con relación a la literatura científica  relevante; así,Goschke y Koppelberg afirman: «las características específicas dela cognición humana bien pueden ser el resultado de la interaccióníntima entre operaciones conexionistas sensibles al contexto y la ca-

 pacidad de utilizar sistemas de símbolos externos»34.)

34 Goschke y Koppelberg, «Connectionist Representation, Semantic Compo

sitionality, and the Inestability o f Concep t Structure», p. 268.

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242 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

Ahora puedo explicar por qué mi actitud ante las dicotomíasconocidas del computacionalismo frente al conexionismo, del ivduccionismo frente al funcionalismo, es más bien como la del irlandés a quien se le pregunta una dirección: «Yo no saldría desdoaquí». Yo estoy de acuerdo con los funcionalistas en que podemosesperar que haya diferentes explicaciones físicas que se corres-

 pondan con la misma explicación intencional (aunque mis razones se basan menos en la posibilidad lógica de que haya agentesintencionales en Marte a base de silicio que en el hecho empíricode la existencia de diferentes lenguajes humanos). Coincido con

los reduccionistas, sin embargo, en que esto, por sí mismo, ni res- ponde ni convierte en ilegítima la cuestión de cuáles son las reali-zaciones neurofisiológicas de los estados intencionales. Yo debe-ría sentirme tan molesta como Churchland por el aparente carác-ter evasivo del funcionalismo si creyese, como le sucede a é l ",que el problema no es que haya demasiados candidatos para la rea-lización neurofisiológica de la creencia de que p, sino que no hayninguno. Pero yo pienso que Churchland cree que no hay candida-

tos porque él busca algo inadecuado: «oraciones en la cabeza» enlugar de (ínter alia) disposiciones para responder de esta o aque-lla forma a las palabras, frases y oraciones en el lenguaje del suje-to. Y si admitimos esto, y —como nos veríamos obligados a ha-cer— reconocemos la implausibilidad del principio de autonomíao del solipsismo metodológico, entonces el conexionismo frenteal computacionalismo, al igual que el reduccionismo frente alfuncionalismo, ya no parecen una dicotomía exclusiva.

Esto me plantea el problema de cómo llamar a mi aproximación(¿«neobehaviorismo modesto»?, ¿«reduccionismo barroco»?3536...).He escogido «mediación del signo» o versión «MS».

La versión MS tiene el mérito de realizar una conexión internaentre los conceptos de creencia y de verdad: creer que p es, ínter  alia, estar dispuesto a asentir, por ejemplo, al reconocimiento dela verdad de oraciones al efecto de que p. Esto concuerda con eltruismo de que el creer que p es aceptar que p es verdadero; al

35 P. M. Churchland, «Eliminative M aterialism and the Prop ositional A lti-tudes», pp. 1217.

36 Cfr. Horgan, «From Cognitive Science to Folk Psychology: Computation,Mental R epresentation and Belief» para una distinción de la reducción «tratable»frente a la «no tratable».

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DERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO 243

igual que sucede en la definición de OED  de «creencia» como«aceptación de la veracidad [...] de oraciones, etc.». El aceptarque p es verdadero requiere algo más que una disposición al asen-timiento verbal; pero no hay que temer que la sinceridad puedaexplicarse sólo como el requisito de que el sujeto realmente crea 

 p. El asentimiento es sincero si va acompañado de una disposi-ción a actuar en la proposición concerniente.

La versión MS sugiere dar un nuevo giro a la sugerencia cono-cida de que las atribuciones de acción intencional implican unamínima racionalidad por parte del agente. El término «racional»tiene al menos dos sentidos importantes: capaz de razonar («r a  

c i o n a l », en contraste con «aracional» o «no racional») y que uti-

liza su capacidad apropiadamente o bien {«racional», en contrastecon «irracional»). «Racional», a su vez, tiene una interpretaciónfuerte y otra débil: en conformidad con los objetivos y las creen-cias del agente («racionalidad débil»), y en conformidad con losobjetivos razonables y con las creencias justificadas del agente(«racionalidad fuerte»). La versión MS implica que las creenciasson privilegio de criaturas capaces de emplear signos no natura-les, y por tanto requiere r a c io n a l id a d. No   todas las actividadesde una criatura r a c i o n a l  son intencionales, por supuesto, pero laversión MS implica que cualquier acción que se pueda explicarhaciendo referencia a las creencias y deseos del agente es débilmente racional. Ello no implica, sin embargo, que la acción intencional deba ser fuertemente racional, pues las creencias en las que se basa pueden ser bastante injustificadas, y los objetivos que la guían bastante distintos de los intereses reales del agente.

La versión MS concuerda con la idea plausible de que la capa-cidad de razonamiento, de deliberación, de acción intencional y

de investigación crece al ir creciendo el perfeccionamiento dellenguaje; y que mejora con la riqueza, o se reprime con la pobre-za, de los recursos lingüísticos del sujeto. El lenguaje periodísticoes un lenguaje deliberadamente empobrecido para que los pensa-mientos incorrectos desde el punto de vista político no sean mera-mente inexpresables, sino también impensables; y así impedir unaacción políticamente incorrecta37.)

La versión MS, del modo en que la he presentado, tiene como

57 Orwell, N in eteen E ig hty -F our, Apéndice.

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244 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

consecuencia no sólo el hecho de que el pensamiento se prodmvcon signos, sino que es apropiado hablar de pensamiento en imn lengua. Esto será discutible, pero yo lo acepto. La introspecciónhabla a su favor; y lo mismo sucede con afirmaciones tan cornilnes como «Sólo estaba pensando en voz alta», «Sé hablar francés,

 pero sigo pensando en inglés»', y lo mismo con novelistas que escriben sin reparo líneas de este tipo: «Cinco autores. Aunque enun hombre con educación, Douglas pensaba con la jerga de la po licía»n;  e incluso, en momentos de descuido, Fodor, que al describir a un agente que reflexiona sobre una partida de ajedrez, escribe: «cuando, sin embargo, había considerado durante un rainqué peón mover, comenzó a parecerle todo aburrido y desesperante, y pensó: “¡Bah, qué aburrimiento! ” y decidió abandonar»

Quedan una serie de asuntos enredados relacionados con laatribución de contenido  de creencias, los cuales hemos evadidohasta ahora hablando vagamente de que una persona esté dispuesta a asentir a oraciones «al efecto de que» p. En los casos mássimples, cierta oración, con respecto a la cual la disposición a

asentir por parte de un sujeto es un componente de la creenciaFen cuestión, identificará adecuadamente la creenciaC. Pero, alatribuirle a usted la creencia de que p, yo estoy representando su creencia en mi lenguaje; y por tanto, puesto que incluso utilizandoun lenguaje cada vez, probablemente no haya dos hablantes queutilicen las palabras exactamente de la misma manera, la atribución de las creencias tiene que ajustarse a las variaciones lingüís-ticas. Por tanto, con cierta frecuencia, la atribución de una creen

ciaC requerirá prestar atención a ejemplos esenciales del uso dellenguaje por parte de un sujeto, así como a su comportamiento noverbal. Y algunas veces este ajuste exigirá una complicada perí-frasis: «Él cree que tiene artritis en el muslo; bueno, él lo llama“artritis”, y  por eso le pidió al doctor que le recetara c u r a r t r i t i s   , 

 pero está claro que no se da cuenta de que esta palabra en realidadse refiere sólo a la inflamación de las articulaciones»383940. (En algu-nos caso, como sucede con la señora T., de Stich, quien, según

dice, asentiría a que «McKinley fue asesinado» pero no a que

38 Daley, A Faint Coid Fear, p. 6.39 Fodor, Representations, p. 6.90 Véase Burge, «Individualism and the Mental».

I

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DERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO 245

«McKinley está muerto», ni tampoco a «yo no estoy muerta», nose podrá decir, en todo caso, que el sujeto cree. En estos casos tan

 peculiares uno no sabe si atribuir creencia alguna; pero no sería

razonable considerar que esto constituye la base para dudar enatribuir creencias a sujetos normales41.)Estos problemas se plantearán en la mente de cualquier cre-

yente, pero hay otro especialmente grave para mí. Puesto que yohe sostenido que el hecho de que las creencias se refieren a cosasy sucesos del mundo es fundamental para comprender cómo éstascontribuyen a explicar la acción, tengo la necesidad de una expli-cación de las creenciasC como de re («relaciónales» en el sentido

en el que Quine utiliza este término, no en el sentido totalmenteopuesto en el que lo utiliza Fodor). Ello plantea el problema decómo reconciliar el carácter aparentemente no extensional de lasatribuciones de las creencias con una concepción de re. Quizá sea

 posible lograr esto utilizando la atractiva construcción de creen-cias de Burdick como pares ordenados en los que el primer miem-

 bro es un objeto ordinario extensional y el segundo un predicadoque representa el «modo de presentación» relevante. Mi creenciade que el hielo es lo bastante grueso como para soportar mi peso,

 por ejemplo, podría construirse como el que yo considerase ver-dadero «lo bastante grueso como para soportar mi peso» de <elhielo del Lago Tal y Tal, «el hielo del lago junto al cual me encuentro»>; la historia MS, por supuesto, es mi explicación de«considerar verdadero»42.

Esta ha sido, obviamente la muestra más simple de una des-cripción; pero, afortunadamente, no es necesaria una explicacióncompleta de la tesis de esta sección, que consiste en que no queda

 probado que el reconocer que las personas son organismos físicosen un entorno físico nos obligue a negar que éstas tengan creen-cias, o que sus creencias contribuyan a la explicación de sus ac-ciones intencionales; tesis demostrada, espero, por las partes más

 prosaicas de esta sección sin la ayuda de su segunda parte, muy

41 Stich, From Folk Psychology to Cognitive Science, pp. 54 ss.

42 Burdick, «A Logical Form for the Propositional Attitudes». Esto no necesa-riamente m e plantea el problema de que ahora las creenciasC no son rep resenta-

 bles sentencialm ente, com o requiere la versión de la valoración de la ev idenciaC

dada en el capítulo 4, puesto que se puede utilizar la técnica de Burkick para re-

 pre sentar lo que se mantiene como verdadero de form a sentencial.

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246 EV I D EN C I A E I N V ES TI G A C I Ó N

especulativa. Quizás, ciertamente, no fuese estrictamente i ic o o h h  

ria una argumentación tan complicada; pues no sería irrazoniililt»afirmar que el hecho de que alguna postura teórica de la filosoliii

de la mente tenga como consecuencia el que las personas no iongan creencias es siempre un motivo mejor para rechazar esa pontura de la filosofía de la mente que para aceptar la consecuoiu mde que las personas no tienen creencias.

En relación con esta última idea debemos decir que ni Sticli niChurchland pueden sostener realmente su defensa de esta eonsocuencia, aunque lo intenten.

I V 

La puesta en práctica de Stich y Churchland está sorpivndentemente reñida (quizá Stich preferiría decir «escandalosa nu-nte» reñida) con su doctrina oficial. A continuación, con letras cucursiva puestas por mí, hay algunas frases tomadas de las páginas166-167 de la obra de Stich From Folk Psychology to Cognitiw Science:

Pienso que hay una importante parte de verdad  en la h ipótesis de l>isustitución.

Pienso que lo que hay que hacer en respuesta a esta objeción es mim itir la cuestión.

 No deberíamos esperar   que una teoría psicológica... explique Hcom portam iento bajo todas [¡sic!] las descripciones.

Preguntemos si hay alguna razón para pensar  que las descripi in

nes autónom as de com portam iento incluyen todas aquellas que un psicólogo consideraría útiles. Cuando se piensa en esta cuestión ayuda rlreflexionar sobre la analogía entre organism os y robots industriales

Para no complicar demasiado la cosa, permítanme observnivarias cosas sobre Stich y Churchland: emiten muchas oraciones, mientras sostienen que el uso del lenguaje es periférico oepifenoménico; expresan, y en muchos casos reconocen abici

tamente, sus creencias, mientras insisten en que no hay o no puede haber creencias; valoran este o aquel avance de la psicologia cognoscitiva o de la neurociencia considerándolo progrosivo o bien apoyado por la evidencia, y deploran la psicologíatradicional a la que consideran un «programa degenerativo do

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DERRIBO DEL CIENTIFICISMO REVOLUCIONARIO 247

Investigación», una teoría falsa cuya ontología es mítica, mien-tras sostienen que las valoraciones epistémicas son meramentelUpersticiosas y que la verdad no es un objetivo de la investiga-

ción. En lo que se refiere a este último punto, no puedo resistir-me a la tentación de presentar sólo un par de citas más (de nue

I Va, cursiva mía):

St i c h  : Existe una fuerte presunción, al menos por mi parte, de que

los cientificistas por lo general tienen buenas razones  para construir

sus teorías como lo hace n43.

C h u r c h l a n d   :  Las ciencias empíricas [...] han proporcionado un

incesante caudal de evidencia relevante para la toma de  [ . . .] una elec

ción racional [entre teorías alternativas de la m en te]44.La constelación de movimientos, afirmaciones y defensas caracte-

rística del funcionalismo constituye un agravio contra la razón y la verdad  [...]. La estratagem a funcionalista es una cortina de humo para

la preservación del error y la confusión*5.

Churchland, que de alguna manera parece más consciente dela tirantez que Stich, se deja llevar por la fantasía de que en el fu-turo «las bibliotecas se llenarán no de libros, sino de largas graba-ciones de actividad neural ejemplar, [...] no [...] de oraciones nide hipótesis»46. Pero él nos ofrece libros, libros formados por ora-ciones y (al menos ocasionalmente) por hipótesis.

El problema no es simplemente que Stich y Churchland ten-gan escasez, en la práctica, de los altos niveles que predican (oque tengan en abundancia los niveles bajos de los que hablan). Setrata de que, si en realidad no existen las creencias, es un misteriolo que ocurre cuando la gente emite oraciones, como innegable-mente hacen ellos de vez en cuando. Si no existen las creencias,

 parece que no hay ninguna diferencia entre el hecho de que una persona afirme que p y que un loro emita l~p"l. (Y en concreto, pa-rece que no existe diferencia entre el hecho de que Churchland oStich afirmen que no existen las creencias, y que un loro diga «noexisten las creencias».)

43 Stich, From Folk Psycology to Cognitive Science,  p. 192.

44 P. M. Churchland, Matter and Consciousness,  p. 1.

45 P. M. Churchland, «E lim inative M aterialism and the Propositional Atti

tudes», pp. 1314.

46  Ibídem, p. 21.

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248 E V I D E N C I A E I N V E S TI G A C IÓ N

Churchland anticipa este tipo de objeción, y responde que in-curre en una petición de principio47. Tiene razón hasta aquí: él

 problema se plantea en términos que presuponen relaciones cuité

los conceptos de aserción y creencia que él debe repudiar. Pero surepuesta no soluciona el problema, que consiste en que no se olié*ce ninguna explicación alternativa  de la aserción; lo cual os loque crea el misterio del que yo me quejo. La pregunta que hay quéhacer es «¿qué es aserción, si no es una manifestación de croencia?». La respuesta «Otra cosa» no es adecuada4849.

Tras observar que la tesis de la no creencia, «si fuese verdadera, no podría ni tomarse en serio ni aceptarse» y «debe ser al mismo tiempo increíble e indudable», Heil sugiere que admitamos lu

 posibilidad de que los abolicionistas, como él los llama, pudieran,a pesar de toda la inestabilidad conceptual de sus tesis, estar de mostrando  algo que no puede decirse*9. En el caso de Heil oslo

 podría ser un recurso teórico para dar una oportunidad a la útilcrítica del abolicionismo que presenta luego. En cuanto a mí, dos

 pués de reiterar que la tesis de la no creencia, suponiendo que son

verdadera, es totalmente increíble, sólo diré que me parece queStich y Churchland tiran piedras contra su propio tejado.

Siento decir que me da la impresión de que Stich y Churchland, al insistir en los méritos de su extraña tesis, revelan un entu-siasmo por la revolución para su propio beneficio. Obtengo estaimpresión no sólo de la debilidad de la evidencia que presentan,y del conflicto entre su doctrina y su puesta en práctica, sino tam-

 bién por su tono de ambiciosa ansia de pastos más verdes que losviejos campos epistemológicos ya muy machacados. Que esta

47 P. M. C hurchland,  Matter and Consciousness, p. 48, y «Eliminative Matcrialism and the Propositional Attitudes», p. 2122; él se refiere a P. Smith Churcliland, «Is Determinsm SelfRefuting?» como fuente para su respuesta a esta obje-ción.

48 Verdaderamente, en la p. 18 de «Eliminatie Materialism and the Proposi-tional Attitudes», Churchland nos dice que una oración declarativa a la cual asentiríaun hablante es «una proyección unidimensional de un sólido de cuatro o cinco di-mensiones que es un elemento en su verdadero estado cinemático». Hasta donde

 puedo comprender esto (que es bastan te limitado), yo creo que dice que el asentiia una oración (y, supongo yo, la aserción de una oración) sí  expresa un estado in-terno, sólo que no de un modo total o perfecto.

49 Heil, «Intentionality Speaks for Itself», p. 346.

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D E R R I B O D E L C I E N T I F I C I S M O R E V O L U C I O N A R I O 249

impresión no está del todo fuera de lugar lo confirma el hecho deque más recientemente, en The Fragmentation ofReason, aunqueSlich ya no defiende la tesis de la no creencia, continúa librando

una batalla contra la epistemología, sólo que ahora con un talanteque podría describirse como más bien relativista que cientificisla. Churchland, como hemos visto, pasa rápidamente desde la ba- bosa marina al pragmatismo vulgar; Stich ahora nos lleva allí di-rectamente.

Stich no es ni mucho menos el primer pragmatista vulgar, cla-ro está; en nuestra época, este dudoso honor le corresponde a Ri-chard Rorty. Por eso, cuando me centre en esta otra tendencia re-volucionaria —que sería, si tuviese éxito, no menos perjudicial♦que el cientificismo revolucionario para el proyecto que yo de-fiendo— me ocuparé en primer lugar de Rorty.

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9. PRAGMATISMO VULGAR:

UNA PERSPECTIVA NADA EDIFICANTE

E l l a : Por última vez, ¿me quieres o no?

É l : ¡NO!E l l a : N o   te andes con rodeos, quiero una respuesta

directa.

Ja n e   R u s s e l l   y Fr e d   As t a i r e ,  manteniendo

una conversación1.

El objetivo principal del presente capítulo es Richard Rorty, puesto que la publicación de Philosophy and the Mirror ofNatuir  es probablemente la crítica más influyente del proyecto epistemológico en la filosofía contemporánea de habla inglesa. El objetivo

secundario es Stich, quien últimamente ha cambiado su lealtad pasándola del campo cientificista al «pragmatista».

Existen notables diferencias entre las teorías de Rorty y las deStich, así como de las conclusiones a las que llegan. Pero al me-nos tienen en común lo siguiente: ambos repudian la idea de quelos criterios de justificación deban juzgarse por su carácter indi-cativo de verdad. Rorty piensa que esta idea no tiene sentido;Stich que es intolerante y de miras estrechas.

Al referirme a Rorty y a Stich como «pragmatistas vulgares»lo hago con un desafío implícito a su afirmación de que ellos sondescendientes filosóficos de los pragmatistas clásicos, desafíoque se planteará de forma explícita en los párrafos siguientes deeste capítulo. Pero los principales objetivos aquí son epistemoló-gicos más que históricos. Lo más importante es que ni Rorty niStich tienen buenos argumentos para demostrar que los proyectos*2

' Mi agradecimien to a David Stove por aportar este diálogo.

2 Todas las referencias de páginas que aparecen en el texto de la seción I de

este capítulo aluden a este libro de Rorty. Rorty, claro está, no es de ningún modo

el primero en afirm ar que la epistemología está erróneam ente concebida; cfr., por

ejemplo, Leonard, «The Im possibility o f a “T heory o f Knowledge” ».

[250]

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PRAGMATISMO VULGAR! UNA PERSPECTIVA NADA EDIFICANTE 251

epistemológicos conocidos estén mal concebidos. Un tema demenor importancia será que ni Rorty ni Stich comprenden que elcreer que p es aceptar a p como verdadero; el resultado de ello es

que la filosofía «edificante» en la que Rorty desea que los exepistemólogos concentren sus energías esconde un cinismo quedestruiría no sólo la epistemología, no sólo la filosofía «sistemáti-ca», sino la investigación en general; y que la epistemología pos-tanalítica liberada que pretende Stich al final consiste en una bús-queda de técnicas más eficaces de autoengaño. Como dice el títu-lo de este capítulo: una perspectiva nada edificante.

Sin embargo, revelando la pobreza de las utopías postepiste-mológicas revolucionarias, espero poder comenzar a explicar porqué, a mi modo de ver, la epistemología es indispensable, y a es-

 bozar algunos rasgos del problema de la ratificación, de la rela-ción entre justificación y verdad.

I

Rorty quiere, según dice, sustituir  confronta ció n   por  conversa

 ción. 

Esto suena como una petición de alto el fuego y sentarse a ne-gociar. Pero significa algo más parecido a lo siguiente: deberíamosabandonar la concepción de la filosofía como algo centrado en laepistemología, como algo que busca los «fundamentos» del conoci-miento en «representaciones privilegiadas», y aceptar que para la

 justificación de las creencias no hay nada más que un convenio lo-cal y estrecho de miras, nuestra costumbre de objetar, responder yadmitir. Esto lleva a la vista el sello característico de la actitud de

Rorty: o esto o nada; o bien 

aceptamos esta composición particular,cierta concepción del papel de la filosofía dentro de la cultura, del

 papel de la epistemología dentro de la filosofía, del papel de los«fundamentos» dentro de la estructura el conocimiento, este «con-senso neokantiano»,  o bien tiram os todo p o r la borda y

 

hacemosque «mantener una conversación» sea nuestra máxima aspiración.

Según Rorty, la idea de que existe la disciplina llamada episte-mología, como teoría del conocimiento claramente filosófica que

estudia los fundamentos de la ciencia, y a fo r t io r i 

la idea de que lafilosofía se centra en la epistemología, es bastante reciente. Sólose planteaba en el contexto de una distinción percibida entre laciencia y la filosofía, idea que está implícita en la obra de Desear

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252 EVIDENCIA E INVESTIGACION

tes y Hobbes, que sólo parece verse con claridad a partir de K;miLocke, que aprendió de Descartes a mirar hacia el interior, co iu i

 bió la teoría del conocimiento como la ciencia de la mente; Impi

la revolución copérnica de Kant convirtió a esta «ciencia de l.imente» en algo claramente filosófico elevándola a la categoría  ,i 

 priori  (pp. 131164).La teoría filosófica del conocimiento se ha desarrollado, ade

más, bajo la influencia de una serie de metáforas perceptivas uoculares, una analogía del conocimiento con la visión, la cual pn> picia una confusión del conocimiento de que p con el conocímiento de x, de la justificación con la causalidad, y de la cual e .

 producto la idea de «fundamentos» del conocimiento. Esta concepción de la epistemología y su papel en la filosofía, y este con

 junto de metáforas, son «opcionales» (pp. 146, 159, 162163).El hecho de que este «fundacionalismo» está básicamente mal

concebido ha sido revelado, dice Rorty, cuando la tradición epistemológica se ha convertido en una filosofía analítica, por la com binación de los argumentos críticos de Quine y Sellar. Entre ellos,la crítica que hace Sellar de la noción de lo dado, y la que bao

Quine de la noción de lo analítico (y por tanto, como consecucncia, de lo a priori)  se combinan para destruir toda la concepciónde la epistemología como fundacional. La crítica de Sellar pone aldescubierto la confusión entre justificación y causalidad; la deQuine revela la inutilidad de la búsqueda de los fundamentos deun carácter a priori (pp. 169 ss.).

 Ni Quine ni Sellars, piensa Rorty, aprecian totalmente el im pacto revolucionario de su trabajo combinado, pero él está convencido de que éste llega a la inevitable conclusión de que la justificación no es más que una cuestión de costumbre social. El de-cir que A sabe que p es decir «algo sobre la manera en queinteractúan los seres humanos» (p. 175). Para que una creencia es-té justificada tiene que poder defenderse contra «objeciones conversacionales». «Comprendemos el conocimiento cuando com prendemos la justificación social de la creencia —escribe Rorty ,

y así no tenemos necesidad de considerarla como exactitud de u presentación» (p. 170).La última cláusula es una indicación de lo radical que es la po

sición de Rorty. Los distintos criterios de las diferentes épocas,culturas o comunidades que él sostiene, son «inconmesurables»;no puede esperarse que haya ningún acuerdo sobre qué pautas de

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PRAGMATISMO VULGAR: UNA PERSPECTIVA NADA EDIFICANTE 253

defensa de las creencias son las correctas. Ni tampoco tiene senti-do pretender ratificar estos o aquellos criterios de justificación ar-gumentando que las creencias que los satisfacen tienen probabili-dades de ser verdaderas; pues esto requiere la idea de la verdadcomo correspondencia, como imagen fidedigna —otro legado delu metáfora ocular, y en el fondo ininteligible—. La justificaciónno es sólo una cuestión social, sino también algo totalmente con-vencional: no tiene sentido suponer que nuestra costumbre de cri-ticar y defender las creencias podría basarse en algo externo a di-chas costumbres (p. 178).

Rorty insiste (no como los cientificistas revolucionarios de losque hablamos en el capítulo 8, quienes pretendían la sustitución

de la epistemología por algún tema sucesor científiconatural) enel rechazo de la idea de que el abandono de la epistemología dejacierto vacío que hay que llenar. Aun así, él piensa que sigue ha-

 biendo un papel para los ex epistemólogos; pero va a ser un papel«hermenéutico» más que epistemológico, «edificante» más quesistemático, más bien poético que filosófico en el sentido tradi-cional, una cuestión de «mantener la conversación», de buscar unnuevo vocabulario en lugar de persistir en un intento inútil de

conmesurar discursos inconmesurables (pp. 315 ss.).¡Bueno, ciertamente no nos gustaría perder el tiempo hacien-

do tal cosa\  Pero mientras que el reflexionar sobre la inutilidad detratar de conmesurar discursos inmensurables quizás haya con-vencido a alguien para abandonar la epistemología, a mí me hacesospechar que lo tautológico se está convirtiendo en tendencioso:

 por ejemplo, el que juzguemos según determinados criterios, seha convertido en «no tiene sentido preguntar cuáles podrían ser

las bases de nuestros criterios»; o bien: el que no podamos descri- bir nada excepto con el lenguaje, se ha convertido en «no hay na-da fuera del lenguaje que haga posible el que nuestras descripcio-nes representen con precisión o sin ella».

Pero dejemos esto. La cuestión que nos interesa es la siguien-te: ¿Aporta Rorty alguna teoría que demuestre que no tiene senti-do suponer que los criterios de la justificación necesiten o puedantener una base objetiva?

Por suerte, no es necesario profundizar minuciosamente en lasafirmaciones de Rorty acerca de la historia de la epistemología.(Es una suerte porque existen importantes dificultades para deter-minar cuál es la versión histórica de Rorty. ¿Se supone que el pro

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254 E V I D E N C I A E I N V E S T IG A C I Ó N

yecto que él rechaza ha comenzado con Descartes?, ¿con Lockc?,¿con Kant? ¿Acaso oculta la importancia del proyecto de Descar-tes de los entonces recién descubiertos escritos de los antiguos es-

cépticos porque el reconocer su importancia podría hacer que per-cibiésemos la idea discutida como algo mucho más antiguo, mu-cho menos «reciente» que lo que quería que pensásemos? etc.) Lacuestión en la que quiero insistir es simple: es, por supuesto, cier-to que lo que nosotros ahora percibimos como los problemas y proyectos de la epistemología han evolucionado durante un proce-so histórico largo y complicado, proceso que ha incluido cambios

acumulados y solapados unos con otros así como un refinamientoen la manera de conceptualizar y abordar los problemas; pero estoni mucho menos demuestra que la «epistemología» sea sólo untérmino para denominar a un grupo de pseudoproblemas. Es, se-guramente, un hecho conocido gracias a la historia de las cienciasy también gracias a la historia de la filosofía que el volver a for-mular los problemas, el depulartos y el volverlos a enfocar es unamanera de hacer progresos. Yo incluso diría que una disciplina en

la que los problemas han dejado de evolucionar estaría muerta.Tampoco es necesario detenemos en consideraciones minucio-sas sobre las afirmaciones de Rorty acerca de la influencia de lasmetáforas oculares. (Esto es doblemente afortunado, porque existenimportantes dificultades aquí, tanto para reconciliar la insistenciade Rorty en la importancia de un estilo de metáfora que sea al me-nos tan predominante en Platón como en Descartes, Locke o Kantcon su afirmación de que la idea discutida de la teoría filosófica del

conocimiento es algo reciente, como para reconciliarla con la teoríadecididamente no cognicionista de la metáfora que él defiende enotros sitios.) Pues, una vez más, el aspecto en el que yo quiero insis-tir es simple. Yo no niego la importancia epistemológica de las me-táforas, ¿cómo podría hacerlo, dado mi interés en sustituir el mode-lo de prueba matemática por una analogía con un crucigrama pararepresentar mejor la estructura de la justificación? Pero está por de-mostrar que las metáforas oculares hayan conducido a una preocu- pación por problemas que, privados de sus acrecentamientos meta-fóricos, se considerarían como mal concebidos3.

! Véase Rorty, «Unfamiliar No ises», y cfr. Haack, «Surprising Noises: Ro rtyand Hesse on M etaphor» y «Dry Truth and R eal Knowledge: Epistemologies ofMetaphors and M etaphors o f Epistemology».

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P RAGMAT IS MO VUL GA R: UN A P E RS P E CT IVA NADA E DIF ICANT E 255

Las hipótesis consideradas hasta el momento equivalen a pocomás que a una inferencia de «opcional» a «mal concebido», ob-viamente una conclusión errónea.

La atención debe centrarse en las argumentaciones de Rortysegún las cuales el «fundacionalismo» no es simplemente algoopcional, sino que está mal concebido. Sin embargo, es imposiblevalorar estos argumentos sin aclarar la ambigüedad de «fúndacionalismo» y de «epistemología como fundacional». Algunas vecesRorty emplea estas expresiones para referirse a versiones experiencialistas del estilo de la teoría de la justificación caracterizadacomo «fundacionalista» en el capítulo 1; otras veces para referirsea la idea de que la epistemología es una iniciativa  a p r io r i  cuyo

objetivo es legitimar la pretensión de que la ciencia (es decir, la c ien cia) nos proporcione conocimiento; otras veces para referirsea lo que podría denominarse de manera menos confusa «objetivis-mo epistémico», la tesis de que los criterios de justificación re-quieren bases objetivas. Las distinciones necesarias pueden ex-

 presarse de la siguiente manera:

 — fundacionalismo (experiencialista): teoría de la justifica-

ción que distingue por un lado las creencias básicas, que se supo-ne que se justifican, independientemente del apoyo de otras creen-cias, por la experiencia, y por otro las creencias derivadas, que sesupone que se justifican por el apoyo de creencias básicas (es de-cir, que postula las creencias básicas justificadas por la experien-cia como los fundamentos del conocimiento);

—  fu n d ac io n a lism o : concepción de la epistemología comouna disciplina a p r io ri:  de la explicación de los criterios de justifi-cación como una iniciativa analítica, de su ratificación como algoque requiere una prueba  a p r io r i  de su carácter indicativo de ver-dad (es decir, que considera a la epistemología  a p r io r i como la

 c ien cia  de base);h * * —   f u n d a c i o n a l i s m o :  t e s i s s e g ú n l a c u a l l o s c r i t e r i o s d e j u s t i -

f i c a c i ó n n o s o n p u r a m e n t e c o n v e n c i o n a l e s s i n o q u e t i e n e n n e c e s i -

d a d d e u n a b a s e o b j e t i v a , s i e n d o s a t i s f a c t o r i o s s ó l o s i s o n i n d i c a t i -

v o s d e v e r d a d ( e s d e c i r , q u e c o n s i d e r a q u e l o s c r i t e r i o s d e j u s t i f i -

c a c i ó n s e f u n d a m e n t a n e n s u r e l a c i ó n c o n l a v e r d a d ) .

El f u n d a c i o n a l i s m o  no implica fu n dacionalism o , ni el fu n d a

 cion alis m o   implica fundacionalismo. Puede suceder que aunque

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256 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

l o s c r i t e r i o s d e j u s t i f i c a c i ó n n e c e s i t e n r a t i f i c a c i ó n ( c o m o kosIhmií  e l f u n d a c i o n a l i s m o   ) ,   l a r a t i f i c a c i ó n n o s e l o g r e  a p r io r i  ( m i n n

s o s t i e n e e l fu n dacion alism o)  s i n o d e n t r o d e l c o n o c i m i e n t o e m p í -

r i c o o c o n a y u d a d e é s t e . O b i e n p u e d e o c u r r i r q u e l a m a n c i n i|p 

r a t i f i c a r l o s c r i t e r i o s d e j u s t i f i c a c i ó n s e a ( c o m o s o s t i e n e e l  f m i i i i i  

 c ionalism o) a p r io r i,  p e r o q u e l o s c r i t e r i o s c o r r e c t o s n o s e a n l i n t

d a c i o n a l i s t a s , s in o c o h e r e n t i s t a s o f u n d h e r e n t i s t a s .

La alegación de que se confunde justificación con causalidad,como la apelación a la crítica de Sellar de lo dado, es importan!»

 para el fundacionalismo; la apelación a la crítica de Quine del »d

racter analizable, lo es para el fu ndacionalism o', 

y solamente Ion afirmaciones de Rorty sobre lo ininteligible de la verdadcomo ip flejo son importantes para el f u n d a c i o n a l i s m o   . Por tanto, comentaré sólo brevemente las primeras dos vías de la hipótesis, puestoque está claro que la legitimidad de la epistemología depende delf u n d a c i o n a l i s m o   , y no del fu n d a cio n a lism o  ni del fundación»lismo.

La crítica de Sellar de la idea de lo dado perjudica al estilo

fundacionalista experiencialista de la teoría de la justificación,aunque más a las versiones fuertes que a las débiles4. Y Rorty tiene razón, el fundacionalismo experiencialista no es defendible, nisiquiera en sus versiones más débiles. La alegación de que se confunde justificación con causalidad, sin embargo, sí puede responderse; de hecho, ha sido respondida con mi versión (capítulo 4) dela interacción de los aspectos causales y evaluativos de la justilicación. Esto es importante porque, al igual que el fundación»lismo experiencialista, el fundherentismo insiste en la relevancia dela experiencia del sujeto para la justificación de sus creencias cm

 píricas, y por tanto reconoce un elemento causal.Esta última observación plantea otro problema: que el finid»

cionalismo experiencialista fracase no es motivo suficiente pm»obligarnos a aceptar algo como la alternativa conversacionalisl»de Rorty. Podría optarse, como Davidson (quien está de acuerdo

con Rorty en que el fundacionalismo experiencialista se basa enuna confiisión entre justificación y causalidad) por alguna formnde coherentismo; o como yo (en contra de Rorty y Davidson eneste tema) por el fundherentismo.

4 Véase Sellars, «E mpiricism and the Philolophy o f Mind».

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PRAGMATISMO VULGAR: UNA PERSPECTIVA NADA EDIFICANTE 257

Rorty tiene razón, también, al pensar que el fundacionalismo no puede defenderse. Pero la apelación a la crítica de Quine de loiimilítico no es ni necesaria ni suficiente para demostrar esto5. No

es suficiente porque incluso si no existen las verdades analíticasesto significa que no existe el conocimiento a priori sólo en el su- puesto de que solamente las verdades analíticas puedan conocersea priori; y lo que es más importante, no es necesaria porque, dadoi|lle la ratificación de los criterios de la justificación empíricarequerirá supuestos sintéticos (supuestos referentes a las capa-cidades cognoscitivas humanas), sólo del rechazo de lo sintéticou priori se seguiría que el fundacionalismo es falso.

Rorty tiene también razón al criticar el intento de Quine de

Convertir la epistemología en psicología. Dada la importancia queél atribuye al hecho de que la distinción entre ciencia y filosofíaes relativamente reciente, parece probable que tenga en mente al-gún otro razonamiento como este: una vez abandonada la idea deque la filosofía se ocupe de la esfera de lo a priori, y la ciencia delo a posteriori, la idea de una teoría claramente filosófica sobre elconocimiento parece insostenible. Pero si esto es lo que está pen-sando, se olvida de un detalle importante, algo en lo que yo he es-

tado insistiendo desde el capítulo 6, y que he señalado con la dis-tinción entre ciencia!c i e n c i a : el abandono de la idea de que la fi-losofía se distingue por su carácter a priori  favorece una imagende la filosofía como algo relacionado con la ciencia,  como parte

| de la c i e n c i a ; pero esto no nos obliga a negar que exista una dife-rencia de grado entre ciencia y filosofía. Por tanto, esto de ningúnmodo significa que todas las cuestiones legítimas sobre el conoci-miento deban encontrar respuesta en la ciencia-, ni, en consecuen-cia, que (como quizá piense Rorty) cualquier cuestión sobre el cono-

cimiento que no encuentre respuesta en la ciencia no sea legítima.Por tanto, todo el peso del ataque de Rorty en contra de la

epistemología, volvemos a repetir, se apoya en el rechazo del f u n - 

DACIo n a l is m o , lo cual depende de consideraciones sobre la ver-dad. Y aquí encontramos menos razonamientos que afirmaciones.(También esto forma parte de la estrategia: aunque la sección 5del capítulo VI de Philolophy and the Mirror o f Nature  se titula«Truth Without Mirrors», y la sección 6 «Truth, Goodness and 

s Véase Qu ine, «Two Dogmas o f Empiricism».

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Relativism», no aparece la palabra «verdad » como entrada en ti índice. Rorty, creo yo,  nos está haciendo ver la importancia i|iitconcede a este concepto.)

Un pasaje clave es éste, de una de las secciones que prcsenlnnúmeros de teléfono no incluidos en la guía:

Existen dos sentidos dis tintos para cada uno de los térm ino1. ..wtdad», «real» y «representac ión correc ta de la realidad», y [ | ln miyoría de las confusiones de la epistemología proceden de las ilml.n 111

tre ellas [...]. Pensemos en el uso común de «verdad» para ilriiimn«lo que se puede defender en contra de todos» [...]. Es [esie| Mimilncom ún y trasnochado de «verdad» al que se refieren Tarski y I ).n nlmm

[...] los escépticos y Putnam [...] se pasan al sentido específkaim nlr«filosófico» de [...] «verdad», el cual, como las Ideas de la Ra/on l'iira, [está] pensado precisamente para representar a lo no condicimiiiilii[...] [p. 308].

Esto es un dualismo asombrosamente indefendible (especialmente viniendo de un filósofo a quien le gusta ponerse al lado i | p 

Dewey). Parece como si nos diesen a elegir entre identificai lit

verdad con lo que es defendible en contra de las objeciones nmversacionales, y considerarla; bueno, algo más, algo no especillcado pero insinuado en la alusión a Kant y a la distinción que lin-ce Putnam entre el realismo metafísico frente al interno; algo, entodo caso, bastante pretencioso, algo a lo que se aspira a pesar de,o incluso a causa de, su inaccesibilidad.

Para enfrentarme a esta falsa dicotomía necesito, en primer lugar, una clasificación más discriminatoria y menos confiisa de Ion

conceptos de verdad. En el extremo fuertemente irrealista, teñemos I) la identificación propuesta por Rorty de «verdad» con «loque se puede defender en contra de todos». Entre esta concepciónirrealista y cualquier cosa que pudiese llamarse apropiadamenle«realista» está II) la concepción de Peirce de verdad como la Icoría ideal hipotética, la «opinión última» que sobreviviría a lodiievidencia basada en la experiencia y a un examen lógico completo. Si el realismo con respecto a la verdad es considerado, como

 parece apropiado aquí, como algo que requiere una concepciónque es noepistémica, es decir, que admite que incluso una tcorluideal hipotética pueda ser falsa o incompleta, entonces la calcgoría realista incluiría III) la teoría de la redundancia de Ramsey, según la cual «es verdad que p» es sólo una forma complicada de

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PRAGMATISMOVULGAR: UNA PERSPECTIVANADA EDIFICANTE 259

ittft’ir que p; IV) la teoría semántica de Tarski, que hace de la ver-dad una relación entre fórmulas relacionadas y secuencias infiniIttNde objetos; V) las teorías de la correspondencia Atomista Ló-

gica de Wittgenstein y Russell, para quienes la verdad equivale atm isomorfismo estructural de proposición al hecho, y la teoría deId correspondencia de Austin, que considera a la verdad como unai dación de convenciones que unen enunciados con estados denmintos; y VI) una concepción de verdad como algo que copia oiclleja las cosasensímismas. Algunas veces me referiré a la op-iló» I) como «irrealista»; a la II) como «pragmatista»; a la III) y aIii IV) como «mínimamente realistas»; a la V) como «fuertementerealista»; y a la VI) como «enormemente trascendental».

Aun siendo muy simple, esta clasificación nos permite libe-ramos de la trampa en la que quiere hacernos caer Rorty. Él espe-ra que elijamos la primera opción por ser obviamente más acepta-

 ble que la segunda. Pero, vuelvo a decir, esta dicotomía es falsa:lotalmente falsa, de hecho. No se trata sólo de una maniobra parahacernos elegir entre dos extremos (el irrealista frente al enor-memente trascendental), sino también que la maniobra consisteen parte en una reclasificación tendenciosa de las posiciones in-

termedias. Podemos, y eso es lo que seguramente deberíamos ha-cer, negamos a elegir cualquiera de las opciones que nos ofreceKorty. No puede decirse demasiado abiertamente que no  existeningún sentido de «verdad», ya sea de uso común o de otro tipo,c» el que ésta significa «lo que puede defenderse en contra de to-llos»; ni tampoco Tarski o Davidson6piensan que lo haya. El re-chazar la opción irrealista no nos obliga a aceptar la enormementetrascendental. Podemos optar, en cambio, por un pragmatismo

 peirceano, por un realismo mínimo o por uno más fuerte.Tampoco debemos permitir que la dicotomía totalmente falsade Rorty oculte el hecho de que confía en que nos disguste la op

6 En c u a lqu i r c a so , t odo lo que a pa r e c e e n la ob r a de Da v idson a n te r io r a

1987 se opon e f ue r t e m e n te a s e m e ja n te ide a. Q u iz á s e n «A f te rthough t s» , Da v id

lon pa rece a lgo ines tab le , desc r ib iénd ose a s í m ismo en la p . 134 c o m o u n « p r a g -

m a t i s t a » a c e r c a de l a ve r da d . En e l m om e n to de sus  Dewey Lectures  d e 1990,«The S t r uc tu re a nd C o n te n t o f T r u th» , s in e m ba r go , a unque ha r e c ha z a do l a ide a

de que la teor ía de Tarsk i sea un a teor ía de la cor respon cen c ia , e s tá c la ro una vezm á s que de n ingú n m o do s im pa t i z a c on e l «p r a gm a t ism o» e n e l s e n t ido vu lga r deRor ty . (Sobre Tarsk i y la cor respondenc ia , d icho sea de paso , c f r . Haack , «I s I tT r u e W h a t T h e y S a y A b o u t T ar sk i? » y « “ R e a l is m ” » . )

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PRAGMATISMOVULGAR: UNAPERSPECTIVANADA EDIFICANTE 2 61

lis sobre los criterios de justificación; contrasta con el objetivismo epistémico, es decir, con el f u nd a c i o n a l ismo . Su  tesis característica es que las pautas epistémicas son enteramente convencionales, que no tiene sentido preguntar qué criterios de justificación 

(los de esta o aquella comunidad epistémica) son correctos, cuáles ion realmente indicativos de la probable verdad de una creencia.< Aunque los contextualistas algunas veces hacen observacio-nes acerca de la estructura de la justificación las cuales tienencierto aire fundacionalista («las creencias contextualmente bási-cas son aquellas que no tienen necesidad de justificación dentrode una comunidad epistémica; todas las demás creencias justifi-cadas lo están por referencia a estas creencias contextualmente

 básicas») el contextualismo se distingue del fundacionalismo, pues I) insiste en el apéndice «en la comunidad epistémica a laque pertenece A», y II) no postula que las creencias estén justifi-cadas con independencia del apoyo de otras creencias. Y aunquelos contextualistas sostienen, como los coherentistas, que la justi-ficación es una cuestión de relaciones entre creencias, el contex-tualismo se distingue también del coherentismo, pues I) insiste enel apéndice «en la comunidad epistémica a la que pertenece A», yII) no establece que las relaciones de coherencia sean suficientes

 para la justificación.Por tanto, el contextualismo ha sido algunas veces aceptado

como una tercera alternativa a las teorías tradicionalmente rivales,y algunos lectores quizá se hayan estado preguntando por qué nola he tenido más en cuenta antes de proponer mi «tercera alternati-va». Ahora puedo aclarar la razón. El contextualismo puede pare-cer una opción inofensiva, e incluso atractiva, con respecto al pro-

 blema de la explicación, pero conduce a una actitud radical, de

hecho revolucionaria, hacia el proyecto de ratificación; hacia elconvencionalismo, el segundo elemento del conversacionalismode Rorty.

El contextualismo carece de sentido a menos que a) diferentescomunidades epistémicas tengan distintas pautas epistémicos y b)no exista una comunidad epistémica distinguida, C*, de modo quelas pautas de C* sean indicativas de la verdad, mientras que los deotras comunidades no lo sean. Pues si a) fuese falso, la tesis con-textualista característica no serviría; y si b) fuese falso, el status 

de las pautas epistémicas de C* sería tan distinguido en relación alas pautas de otras comunidades que nos obligaría a admitir que

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 para que A tuviese real y verdaderamente  justificación, tendí lnque acoplarse a las pautas de C*. Rorty es un poco tímido cu loque respecta a qué significa exactamente la «inconmesurabilidad"

a la que se refiere (aunque se preocupa bastante de distinguirla til-la tesis de la diversidad de significados con la que se asocia en laobra de Kuhn); pero la interpretación más probable parece sci lnsiguiente: que no existe tribunal de apelación más elevado cu c|que se pueda llegar a un acuerdo entre las diferentes pautas epislcmicos de las distintas comunidades, es decir, que se trata de muimezcla de las tesis a) y b).

Puesto que el contextualismo contrasta con el fundacionalisinn

(además de contrastar con el coherentismo y con el fundhercnlismo) y el convencionalismo con el f u nd a c io n a l ismo , es todavíamenos sorprendente que Rorty qua  conversacionalista, no logredistinguir entre fundacionalismo y f u nd a c io n a l ismo . Pero ¿no sugiere esto que Rorty tiene respuesta a una de las hipótesis empicadaanteriormente, según la cual una refutación del fundacionalismo esirrelevante para la posición del f u nd a c io n a l ismo ?  No ,  porque,aunque el contextualismo en realidad proporciona una fuerte molívación para el convencionalismo, la falsedad del fundacionalismono proporciona una fuerte motivación para el contextualismo; lasopciones del coherentismo y del fiindherentismo se mantienen.

Rorty quizá no aprecia esto porque (naturalmente, no tiene cucuenta la opción fundherentista, y) muestra una tendencia ocasional a describir su posición como «coherentista» (p. 178). Pero lohace por la única razón de que su posición se opone al «fundadonalismo», mezclando así su uso indiscriminado de «fundacionalismo» con un uso igualmente indiscriminado de «coherentismo».

El conversacionalismo, según la presente interpretación (= contextualismo + convencionalismo), es una concepción bastante com-

 pacta, puesto que el contextualismo, como hemos visto, proporcio-na una fuerte motivación para el convencionalismo. Sin embargo,es al mismo tiempo relativista y cínica.

Es relativista, porque el contextualismo hace que la justifica-

ción dependa de la comunidad epistémica a la cual pertenece elsujeto, y, puesto que el convencionalismo excluye la posibilidadde que exista una concepción más noble de la justificación realmenteindicativade la verdad* (justificación según las pautas deC*), debe considerar por igual a la pautas epistémicas de todas ycada una de las comunidades epistémicas.

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Y es cínica porque si realmente creyésemos que los criteriosd e  justificación son puramente convencionales, totalmente des- provistos de una base objetiva, entonces, aunque pudiese uno

adaptarse a las costumbres justificadoras de su comunidad epistémica, se vería obligado a adoptar una actitud de cinismo haciaellas, a pensar en la justificación siempre entre comillas ocultas ytemerosas. El problema no es que, en general, no podamos dedi-carnos a una práctica que consideramos totalmente convencional.Se trata de que, en concreto, no podamos dedicarnos de lleno ycon coherencia —sin cinismos— a una costumbre de justificación de creencias  que consideramos totalmente convencional.Pues creer que p es aceptar p como verdadero. (Esto, para repetiruno de los puntos de la hipótesis del capítulo 8, no es una afirma-ción sofisticada sobre la verdad sino un truismo sobre la creen-cia.) Y, puesto que el creer que p es aceptar a p como verdadero, para una persona que niegue que incluso tiene sentido suponerque exista una conexión entre el hecho de que una creencia se jus-tifique de acuerdo a nuestras costumbres y el hecho de que seaverdadera, es imposible entender por qué el que una creencia esté

 justificada, de acuerdo a estas costumbres, tenga que influir en siuno debe mantenerla o no.

De vez en cuando, sin embargo, Rorty protesta contra las acu-saciones —las cuales, como se podrá deducir, yo no soy la prime-ra en hacer— de que es «relativista» o «cínico». Sus declaracio-nes para defenderse se parecen bastante a las protestas de Berkeley cuando dice que él no está negando la realidad de los objetosfísicos. («Yo no soy relativista, creo en la objetividad», deben us-tedes comprender que la objetividad es una cuestión de acuerdo

social, no de correspondencia con una supuesta «realidad».) Perola auténtica razón por la que él cree poder librarse de la acusaciónde relativismo se encuentra en otra parte. Incluso en su obra Mi- rror, existe evidencia en contra, y también a favor, de la interpre-tación del conversacionalismo de Rorty como una combinacióndel convencionalismo con el contextualismo. Algunas veces, almenos, Rorty suena menos contextualista que, como yo lo llama-ré, tribalista; por ejemplo: «La aproximación a la epistemología

QuineSellars [es decir, la aproximación de Rorty] [...] dice quela verdad y el conocimiento sólo pueden juzgarse según las pautasde investigación de nuestros días» (p. 178). Esto no sugiere uncontextualismo, sino un tribalismo: «A tiene justificación para

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creer que p si A satisface los criterios de nuestra comunidad epistémica». Y en el momento de Objectivity, Relativism and Trulh (1991) el compromiso de Rorty con el tribalismo («solidaridad»),más que con el relativismo, parece claro.

Esto permite a Rorty responder a la crítica de que es relativista, pero no le deja libre; al contrario, revela la magnitud de sus dificul-tades. El tribalismo es totalmente arbitrario y carece de fundamentoa menos que uno piense que los criterios de su comunidad epistémica son mejores que los de otras comunidades; es decir, que va en contra  del convencionalismo, con el cual Rorty, sin embargo estaclaramente comprometido. Por tanto, el conversacionalismo es (se-

gún la primera interpretación, = contextualismo + convencionalis-mo) tanto relativista como cínico, o bien (según la segunda inter- pretación, = tribalismo + convencionalismo), ya no es relativista, pero sigue siendo cínico, y además es incoherente.

Esto empieza a explicar por qué el modus operandi de Rorty parece extraño, y por qué las versiones de la filosofía postepiste-mológica que él imagina son tan asombrosas.

 Nosotros tenemos («como una cuestión de práctica social»,

diría Rorty) criterios para lo que se consideran buenas razones,evidencias poco firmes, conclusiones precipitadas, etc. Y Rortyaparentemente aspira a ajustarse a estos criterios cuando trata de

 persuadirnos de que dichos criterios carecen por completo de una base objetiva, de que son totalmente convencionales. Sin embar-go, si él realmente cree que tales criterios son totalmente conven-cionales, no puede comprometerse de lleno con este proyecto;más bien debe de estar tolerando esos criterios sólo como una tác-

tica para convencer a otros menos informados que él jugando consus propias reglas. Debe de ser un cínico.En la introducción a Philosophy and the Mirror ofNature, sin

duda como un golpe con derecho preferente en contra de la acusa-ción de cinismo, Rorty dice al lector que más que atacar concep-ciones más tradicionales lo que hará será sugerir una visión alter-nativa de cómo podría ser una filosofía mejor. Pero, de hecho,gran parte del libró se basa en razonamientos contra el «fúndacio

nalismo» (aunque, como ya he dicho, es difícil encontrar hipóte-sis, en oposición a la retórica, contra el f u n d a c io n a l ismo ). EnContingency, Irony and Solidarity,  Rorty emplea una estrategiadefensiva: describe a aquellos que, como él mismo, han compren-dido la «contingencia» del lenguaje, la convencionalidad de la

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266 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

 por qué, si los problemas de la epistemología están realmente nuil planteados, hemos de esperar que haya trabajo aguardando convenientemente a los ex epistemólogos.) El filósofo edificante, dice,comparará y contrastará los discursos inconmesurables que, comoepistemólogo, esperaba equivocadamente conmesurar (p. 343);¿qué significa esto, se pregunta uno, sino que se va a convertir ensociólogo del conocimiento? Dice que este filósofo estudiará dis-cursos «anormales» (p. 320); ¿qué puede ser un discurso anor-mal?, nos preguntamos. Si se produce un intento de conversaciónentre participantes desde discursos inconmesurables, ¿qué con-clusión más reveladora podría esperar alcanzar el ex epistemólogoque la de que existe un desacuerdo irresoluble? Y dice que éste«mantendrá la conversación» de la cultura occidental (pp. 37737X)

 pero, se pregunta uno, si los diversos discursos que constituyen lacultura occidental son realmente inconmesurables, ¿qué otra cosa

 podría ser esto más que una participación en lo que él ya sabe quedebe ser inevitablemente una incomprensión mutua?

 No podría haber un trabajo intelectual honesto en la utopía 

 postepistemológica de Rorty. A menos que exista algo parecido aevidencia mejor y evidencia peor para aceptar esta o aquella pro- posición como verdadera —es decir, evidencia objetivamente me- jor o peor— no puede existir una investigación real de ningún ti- po: ni epistemológica..., ni científica, forense, histórica o matemá-tica. Puesto que ni siquiera el mismo Rorty acepta esta conclusión,y puesto que su razonamiento para abandonar la epistemología se basa, en el fondo, nada más que en una dicotomía claramente fal-

sa de realismo extremo frente a irrealismo extremo sobre la ver-dad, la legitimidad de la epistemología parece bastante asegurada.

II

O parecía bastante asegurada; pero ahora, con The Fragmen- tation o f Reason9, tenemos que enfrentamos a la nueva crítica deStich.

Stich no niega que tenga sentido preguntar si estas o aquellas pautas epistémicas son indicativas de la verdad, sólo insiste en

9 Todas las referencias de páginas que aparecen en la sección II de este capí-tulo aluden a este libro de Stich.

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ilc perder de vista la conexión entre justificación y evidencia, yquien suponga que la justificación debe estar ligada a la verdad bien sea de forma tan directa como pretende el fiabilismo, o biennada en absoluto, corre el riesgo de elegir esta última opción poila única razón de que la primera es implausible.

Stich se presenta a sí mismo aportando argumentos en contrade la «epistemología analítica», con lo que se refiere a «cualquiei

 proyecto epistemológico que suponga que una elección entre re-glas competidoras de justificación o criterios competidores de co-rrección [obsérvese el uso de la terminología de Goldman] se ba-sa en análisis conceptuales o lingüísticos» (p. 91). Stich calificaesto de limitado, de chauvinista: las pautas epistémicas, dice él, seadquieren culturalmente y varían de una cultura a otra, y lo mis-mo sucede con los conceptos epistémicos evaluativos afianzadosen el pensamiento y el lenguaje cotidianos. Y «a menos que unose incline hacia el chauvinismo o la xenofobia en cuestiones epis-témicas, es difícil comprender por qué debería preocupamos elque un proceso cognoscitivo [...] concuerde con el conjunto denociones evaluativas que prevalecen en la sociedad en la que auno le ha tocado nacer» (p. 94). A diferencia de Rorty, a Stich más

 bien le disgusta el tribalismo en lugar de atraerle.Pero ¿qué sucedería si pudiese demostrarse que el cumpli-

miento de estos o aquellos criterios epistémicos es una indicaciónde que la creencia de uno es verdadera? Esto, según Stich, siguesiendo estrecho de miras; supone que el tener creencias verdade-ras es algo que se debe valorar. Y esto, dice él, es «para la mayoríade la gente [...] algo realmente muy dudoso» (p. 98). De hecho,según Stich la verdad no es una propiedad valiosa ni intrínseca niinstrumentalmente que tenga que tener una creencia.

Una creencia, según la versión de 1990 de Stich, es un estadodel cerebro convertido por una función de interpretación en una

 proposición que tiene un valor de verdad, y que es verdadera sóloen el caso de que la proposición en que se ha convertido sea ver-dadera. Stich propone una «explicación causal/fúncional de nues-tra función de interpretación de sentido común», es decir, de lafunción que convierte los estados cerebrales en proposiciones.Luego señala que existen muchas alternativas posibles a esta fun-ción. La función «estándar», continúa Stich, convierte la creenciaque él expresaría como «no hay agua en el Sol» en la proposiciónde que no hay H20 en el Sol, pero una función alternativa podría

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convertirla en la proposición de que no hay H?0 o XYZ en el Sol.Él dice que la función estándar y las alternativas posibles produ-

cen diferentes nociones de referencia (referencia, r e f e r e n c ia *, r e f e r e nc ia **, etc., y de verdad (verdad, v e r d a d *, v e r d a d**, etc.). La verdad, concluye, es sólo uno de los muchos valores po-sibles de tipo verdad que podría tener una creencia (pp. 110 ss.).

Una vez que se comprende esto, piensa Stich, se llegará a du-dar de que la verdad sea intrínsecamente valiosa, al darse unocuenta de que la valoración de la verdad por su propio bien es «al-go profundamente conservador» (p. 118).

Y, continúa, uno se dará cuenta también de que no es menoscuestionable el hecho de si la verdad es instrumentalmente valio-sa. Pensemos, por ejemplo, en el pobre Harry: él creía que su vue-lo salía a las 7.45 horas y su creencia era verdadera; por desgra-cia, el avión se estrelló, y Harry murió. Una función de interpreta-ción alternativa convertirá la creencia que Harry expresaría como«mi avión sale a las 7.45» en la proposición de que el avión de

Harry sale a las 8.45, haciendo así la creencia de Harry v e r d a d e - r a **** (aunque no, por supuesto, verdadera). Harry habría salidomejor librado con su creencia v e r da de r a **** que con la verda-dera que tenía. Y este tipo de razonamiento, continúa Stich, se ex-tiende a montones de otros objetivos que la gente considera valio-sos. Por tanto, «las creencias verdaderas no son siempre lo mejor enla búsqueda de felicidad, de placer o de satisfacción de deseos [...][o] de la paz, del poder o del amor». Por tanto, «el valor instrumen-

tal de las creencias verdaderas no está nada claro» (pp. 123, 124).Insistiendo, en consecuencia, en que salgamos del viejo molde

orientado a la verdad conservador y limitador, Stich ofrece unaversión «pragmática» de la valoración cognoscitiva. Los procesoscognoscitivos deben valorarse como herramientas para el logro detodo aquello que el sujeto realmente valora. La fórmula sería algo parecido a esto: P es un buen proceso cognoscitivo, para A, si P

 produce creencias que conducen a cualquier cosa que A valora.Esta versión es, como observa Stich, tanto relativista como plura-lista: «en general no tendrá sentido preguntar si un sistema esmejor que otro [punto] [...]. Bien puede ocurrir que un siste-ma sea mejor para una persona o grupo, mientras que otro sistema seamejor para otra persona o grupo» (pp. 135136).

Se plantea la pregunta de si, en el sentido relevante, las pautasepistémicas son en realidad locales, de miras estrechas, variables

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en función de la cultura. Sí, existen culturas científicas y precientíficas, existen culturas en las que la autoridad de un texto sagradoes respetada y culturas donde no lo es; y sí puede existir, inclusodentro de una cultura, una gran variedad de teorías de la evidencia o de la justificación declaradas. Pero yo no estoy segura di-que haya, o haya habido, una cultura en la cual el ajuste de una

 proposición en una red explicativa de proposiciones afianzadas enel juicio y la introspección (es decir, la integración explicativa y elafianzamiento basado en la experiencia) no constituya una base

 para considerarla verdadera. Y yo digo que la evidencia que o li e

ce Stich sobre la diversidad cultural es sorprendentemente flojaél se refiere a una obra que, según él, declara —en contra de lastraducciones habituales del inglés al yoruba— que el yoruba nodistingue entre el conocimiento y las creencias verdaderas como liacemos nosotros, sino entre creencias de primera y segunda mano'Aunque resulte interesante, suponiendo que sea verdadero, qui-los hablantes de yoruba estén equipados con algo parecido a ladistinción que hizo Russell en 1912 de conocimiento frente a opi

nión probable esto no es concluyente, para decirlo de mana asuave, con respecto a la afirmación de que nuestras pautas epislémicas son simplemente idiosincrásicas y de miras estrechas.

Sería imprudente, sin embargo, insistir mucho en este punióaquí, puesto que la relevancia de la diversidad cultural para la te-sis principal de Stich es secundaria. En primer lugar, él tiene cmdado de proteger sus apuestas, como, por ejemplo, cuando dice:

«otras lenguas y otras culturas ciertamente podrían evocar, y pro bablemente evoquen,  concepciones de valoración cognoscitivaque son notablemente diferentes de las nuestras» (p. 94, cursivamía). Pero, lo que es más importante, el que nuestras pautas epistémicas sean, o puedan ser, culturalmente locales, consta como premisa sólo en una fase de suavizamiento de la hipótesis deStich, fase de una importancia relativamente menor. La fase principal reconoce la posibilidad de que nuestras pautas (locales o no)

 puedan ser indicativas de la verdad de una manera demostrable, ysostiene que, incluso así, una preferencia por dichas pautas sería«chauvinista», dependiendo de una preferencia «profundamente

Hallen y Sodipo, Knowledge, Belie f and Witchcraft. Russell, «Knowledge, Erro r and Probable Opinión».

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PRAGMATISMOVULGAR: UNAPERSPECTIVANADAEDIFICANTE 271

conservadora» de la verdad sobre la v e r d a d*,  la v e r d a d**,  la v e r d a d***, etc.

Pero se comprende por qué Stich pensó que quizás el lector

 pudiera necesitar un suavizamiento antes de la fase principal de lahipótesis, porque lo que él ofrece a continuación es bastante pococonvincente. Lo que tendría que hacer es demostrar que la verdades valiosa sólo si lo es intrínseca o instrumentalmente, y que no loes en ningún caso; lo que ofrece, es poco más que una mera aser-ción de que «no está claro» que la verdad sea una de las dos cosas.Stich admite que sus razonamientos no son «demoledores» (p. 120).Esta estrategia es desalentadora y conocida ya por su trabajo ante-rior: insinúa que tiene argumentos para una tesis asombrosa, ofre-

ce consideraciones que de ningún modo lo demuestra, desarma allector admitiendo que sus argumentos no son concluyentes, y lue-go, insistiendo en que es posible que su asombrosa tesis sea ver-dadera, arroja la carga de la prueba a la oposición.

Para recapitular: todo lo que ofrece Stich a fin de convencer-nos de que la verdad no es intrínsecamente valiosa es la observa-ción de que la verdad es sólo una de las muchas propiedades se-mánticas que podría tener una creencia (verdad, v e r d a d*, v e r  

da d**, etc.), la que casualmente ha resultado elegida por nuestracultura. Francamente, no tengo ni idea de lo que podría significarel que otra cultura eligiese, por ejemplo, v e r d a d*, en lugar deverdad; y protestaría ante la sugerencia de que v e r d a d*, v e r  

d a d**, etc. sean valores de verdad14.  Pero en cualquier caso, elque la verdad sea una de las muchas propiedades semánticas delas creencias simplemente no tiene nada que ver con el hecho de sies o no intrínsecamente valiosa. Y todo lo que ofrece Stich paraconvencemos de que la verdad no es instrumentalmente valiosa esla observación de que en algunas circunstancias, las de Harry porejemplo, una creencia verdadera puede conducir a la muerte delsujeto, mientras que una creencia v e r d a d e r a**** habría salvadosu vida. Esto demuestra —cosa que no niego— que una creenciaverdadera aislada puede no ser óptimamente valiosa desde el pun-to de vista instrumental. Pero esto simplemente no tiene relacióncon el hecho de si la verdad es o no instrumentalmente valiosa.

14 Como hace G oldman en «S tephen p. Stich: The Fraementation o f Reason»,  pp . 190191.

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Esto hace ver, espero, que Stich no tiene buenos argumcuio, para demostrar por qué los proyectos epistemológicos conoeidir.están mal concebidos debido a su orientación hacia la verdad. ILsulta tentador dejar la cosa aquí, diciendo de paso, quizá, que luque Stich se propone hacer no es demostrar que la aceptación desu asombrosa tesis conduciría a cualquier cosa que valore el leítor, ni demostrar que es v e r d a d e r a *, v e r d a d e r a **... o  lo quesea, sino dar razones para considerarla verdadera. Pero, como mi cede a menudo, las cosas se ven mejor desde una perspectiva masalta; o quizá debería decir, se sale ganando con el ejercicio de lie

var al hombro, durante un rato, la carga de la prueba que Siieharroja a aquellos de nosotros que valoramos la verdad.La primera parte de mi hipótesis consistirá en que la verdad a,

epistémicamente valiosa, en el sentido siguiente: que cada uno delos conceptos de investigación, justificación y creencia está inieinamente relacionado con el concepto de verdad.

Hablo de investigación de la manera característica de los filosofos, en el sentido más general: investigación de cómo son la,

cosas, digamos. ¿Cuál es el objetivo de la investigación, según este planteamiento tan amplio? Algo como esto: obtener la mayoicantidad posible de verdad interesante e importante acerca delmundo. Pero la sugerencia de unicidad es engañosa, puesto que«el» objetivo se descompone en dos elementos: verdad, por una parte, e interés o importancia, por la otra. Obviamente, existe unacontradicción potencial entre estos dos componentes, puesto quees mucho más fácil obtener verdades si a uno no le importa quelas verdades a las que llega son triviales. Existen numerosas verdades que no son importantes ni interesantes.

Pero la verdad es, si no el objetivo, sí un aspecto del objetivo de la investigación. Si uno no trata de averiguar cómo son las ensas, de llegar a la verdad, no está realmente investigando. (Existe,sin embargo, un montón de pseudoinvestigación a nuestro alre-dedor; esta es la razón por la que, cuando el gobierno establea

una investigación oficial sobre uno u otro asunto, algunos de nosotros lo ponemos entre comillas.)Debido a que la investigación tiene este doble objetivo, la va

loración del éxito de una persona en la investigación presenta dosdimensiones, que grosso modo, podrían ser la de profundidad y lade seguridad, estando la primera orientada al interés y la segunda a la verdad. (Paralelamente, la valoración de una persona qua  m

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vestigador tiene dos dimensiones, que podrían ser la de creativi-dad y la de cuidado.)

Cuando nos centramos en cuestiones relativas a la justifica-ción, sin embargo, uno se limita ipso facto  a la segunda de estasdos dimensiones. La indicación de verdad es la virtud característi-ca de los criterios de justificación. (Goldman tiene bastante razóncuando insiste en que existe una relación entre justificación y ver-dad, punto en el que Stich no está de acuerdo con él; en lo que seequivoca es en hacer de esta relación algo demasiado directo, atri- butivo en lugar de referencial.)

Y creer que p es aceptar que p es verdadero.El hecho de que la verdad es epistémicamente valiosa es ente-

ramente compatible con el hecho de que en ciertas circunstanciasuno puede salir mejor librado no investigando, o teniendo una creen-cia injustificada, o teniendo una creencia falsa; y con el hecho deque algunas verdades son triviales, aburridas o irrelevantes.

Stich, sin duda, consideraría todo esto simplemente como unaelaboración extraña de mi «profundo conservadurismo». «Por tan-to —podría decir—, los conceptos en los que se ha centrado tradi-cionalmente la epistemología están internamente relacionados

con el concepto de verdad, pero ¿por qué, sino por una tendenciahacia la orientación a la verdad heredada culturalmente, nos íba-mos a interesar por ellos?»

Parte de la respuesta es que la verdad sí  es instrumentalmentevaliosa. El conocimiento de cómo son las cosas nos permite llegara finales deseados y a evitar finales no deseados. No siempre esasí, claro está; pero, cuando (como en el caso de Harry) una creen-cia verdadera nos hace un peor servicio que el que nos hubierahecho una creencia falsa, creencias verdaderas más completas po-drían habernos hecho un servicio mejor (si Harry hubiese creído,como así era, que su avión debía partir a las 7.45, y que se estre-llaría, no sólo habría salvado su vida, sino también la de otras per-sonas).

La otra parte es difícil de exponer. La mejor manera de hacer-lo que yo encuentro es ésta: las creencias son lo que tenemos; portanto, puesto que los conceptos de creencia y verdad están rela-cionados internamente, no es una tendencia cultural el valorar la

verdad. En comparación con otros animales, los seres humanos noson especialmente veloces o fuertes; lo que tenemos es una capa-cidad para comprender las cosas. Esta capacidad es muy imper

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fecta, y no es una bendición sin tacha, pero ¿quién podría dudaiseriamente de que tiene un valor instrumental para nosotros? Sinembargo, la cuestión ahora es que el hecho de que seamos animales que tienen creencias y actúan intencionadamente es lo que liace que el valor epistémico de la verdad sea algo mucho más profundo que un rasgo cultural.

Que esto es correcto lo confirma la reflexión sobre lo que liaría la epistemología postrevolucionaria de Stich. Su tarea, se nos dice, es mejorar nuestro proceso cognoscitivo; el objetivo, las creencias, sean verdaderas o falsas, de modo que su aceptación eomu

verdaderas conduciría a lo que el sujeto valora. Que deben de seicreencias lo que se produce está claro en el caso de Harry; lo que

le beneficiaría más sería su aceptación como verdadera, es decn.creer, una proposición que no es verdadera sino v e r d a d e r a *** + 

« v e r d a d e r o * * * * » es por supuesto un truco tipográfico enoimemente engañoso, como se aprecia cuando se traduce la últimacláusula a nuestro idioma: Harry saldría más beneficiado creyóndo una proposición distinta que no es verdadera que con su croen

cia que le conduce a algo que valora.Tampoco podría haber mucho trabajo intelectual honesto en la epistemología postrevolucionaria de Stich. La tarea explicativaes trivial: «un buen proceso cognoscitivo es aquel que producecreencias de tal manera que el hecho de que el sujeto las tenga leconduzca a lo que él valora» es todo lo que hay al respecto, listafalta de contenido, dicho sea de paso, era de esperar; es fiel relio

 jo del carácter insustancial de la explicación fiabilista de Gold-

man. ¿Y qué hay de la tarea reguladora, de la «mejora de nuestro proceso cognoscitivo» que Stich aspira acometer? La «mejora»,como sabemos, va a consistir en que nosotros aceptemos comoverdaderas proposiciones, sean verdaderas o falsas, de maneraque el que las creamos nos resulte ventajoso. ¿Cómo se logra osto? Si no se logra mediante magia (aunque las referencias de Stiolia un genio servicial sugieren que quizás esté esperando una ayudamágica)1S, de qué otra manera mejor que mediante técnicas uno eficaces de autoengañol

Puesto que Stich podría responder que esto es moralizar douna manera profundamente conservadora, yo diría mejor que,

Stich, «The Fragm entation o f Reason: a Prec is ofTwo Chapters», p. 17(>

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aunque el autoengaño es, en mi opinión, siempre un defecto epistémico, no siempre o necesariamente es un defecto moral. Los es-crúpulos morales que siente uno con razón ante la idea de ayudar

a un receptor de objetos robados a creer que las mercancías asom- brosamente baratas que compra no son, después de todo, robadas;su creencia que le conduce a algo que valora, a saber, estar del la-do de la ley, no se extienden a la idea de ayudar a una víctima delcáncer a creer que se va a recuperar, a su creencia que le conducea algo que él valora, a saber, el sobrevivir.

Stich podría replicar que esto responde al peso de la moraliza-ción, pero no al peso del conservadurismo profundo. («¿Por quéhabría de importarme que el autoengaño sea un defecto epistémi- 

co?; eso es simplemente un rasgo cultural.») Aunque resulta muytentador responder que esto revela que la «epistemología postre-volucionaria de Stich ya no sería una epistemología reconocible,es más importante subrayar que sugiere también la comprensiónde que la epistemología postrevolucionaria de Stich, o la «episte-mología» no podría sustituir a los proyectos más tradicionales.

¿Por qué no? Porque cualquier especificación no trivial de loque constituiría «mejora cognoscitiva» (en el sentido peculiar de

Stich) requeriría un conocimiento detallado de las circunstanciasen las que las creencias verdaderas conducirán a lo que el sujetovalora, y de las circunstancias en que las creencias falsas harán lomismo. Este «conocimiento detallado» tendría que ser justo eso,conocimiento detallado; las creencias falsas que condujesen a al-go que Stich valora no servirían. Y, por tanto, las cuestiones epis-temológicas conocidas orientadas a la verdad seguirían surgiendo.

Es una curiosa ironía que este último punto fuese expuesto,hace casi un siglo, por C. S. Peirce, el fundador del pragmatismo.El contexto es una revisión del libro de Pearson The Grammar of  Science-, Peirce pone objeciones a la tesis de Pearson según la cualel objetivo de la ciencia es patrocinar los intereses de la sociedad:

Debo confesar que yo pertenezco a la clase de picaros que intentan,

con ayuda de Dios, mirar a la verdad a la cara, tanto si el hacerlo con-

duce a los intereses de la sociedad como si no. Es más, si alguna vez

tuviese que afrontar el problema excesivamente difícil de «cuál es el

verdadero interés de la sociedad» sentiría la necesidad de una gran

ayuda por parte de la ciencia de la legítima inferencia [...]“.

Peirce, CollectedPapers, 8.143.

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Por tanto, tras haber llevado hasta el momento la carga cpisiemológica, espero que se me permita dejarla a un lado el tiempo suficiente como para hacer algunos breves comentarios históricos.

El pasaje que acabamos de citar es totalmente característico dePeirce, quien insiste en la importancia de lo que él denomina «laactitud científica», de «un anhelo de saber cómo [son] las cosasen realidad», «un gran deseo de saber la verdad»; y en que la vadad «es a s í   [...] aunque tú o yo o cualquiera piense que no lo es»1Esto difícilmente podría eliminarse de lo que Rorty o Stich liaman «pragmatismo».

Aun así, las tendencias filosóficas conocidas como «pragma

tismo» son enormemente diversas; y sería estúpido negar q u eexisten algunos elementos en algunos autores pragmatistas q u e

aparentemente sugieren lo que yo he denominado «pragmatismosvulgares» de Rorty y de Stich. Por ejemplo, en la insistencia deJames en que los filósofos deben prestar más atención a las verda-des concretas y refrenar su obsesión por la Verdad abstracta1S, uno

 podría ver cierta semejanza con la impaciencia de Rorty con res pecto a cualquier cosa que supuestamente prepare la base de lo

que es defendible en el momento presente. Pero ello sería olvidarque James sostiene que la noción de verdad concreta depende dela noción de la Verdad abstracta, y que no puede mantenerse sola.De nuevo, en la defensa que hace James de la «voluntad de creer»,de la propiedad de creer sin evidencia si la creencia le capacitará auno para vivir su vida mejor, podría verse cierta semejanza con laidentificación que hace Stich de «creencia justificada» y «creen-cia que conduce a lo que uno valora». Pero esto sería olvidar que

James también dice, no sólo que esta doctrina se aplica sólo a pro- posiciones, por ejemplo de carácter religioso, en principio incapa-ces de asentarse mediante la evidencia, sino también que se dis-tingue del pragmatismo y que es independiente de éste '9. También171819

17 Ibídem, 1.34, 1.235,2.135.18 James, Pragmatism, pp. 107 ss.; The Meaning ofTruth , pp. 3,143. Cfr. Haack,

«Can Jam es’s Theory ofT ruth Be M ade More Satisfactory?».19 James, The Will to Believe, p. 11: «nuestra natura leza pasional [...] debe ele-

gir una opción entre proposiciones, siempre que sea una opción genuina que no pueda, por su natura leza, decidirse sobre una base inte lectua l». Véase también lacarta de James a Kallen en Perry, The Thought and Character ofWillian James,

 p. 249.

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PRAGMATISMO VULGAR: UNA PERSPECTIVA NADA EDIFICANTE 277

sería olvidar que, cuando dice que «la verdad es sólo lo bueno enforma de creencia», James está subrayando —exagerando— elvalor instrumental de las creencias verdaderas. James solía que-

 jarse de los críticos que «interpretan de la manera más tonta posi- ble» sus palabras2021; ahora, por lo que parece, los «amigos» del pragmatismo están haciendo lo mismo2'.

Por esta razón he elegido algunas astutas palabras de James para comenzar el capítulo siguiente y para presentar mi plantea-miento del problema de la ratificación.

20 J ames , Pragmatism,  p. 11 2.

21 Cf . H aack , « Prag m a t is m » , p a ra u n an á l is i s m ás m i n u c i o s o d e la s ep i s t em o -

l o g ía s d e l p r ag m a t is m o , y « P h i lo s o p h y / p h i lo s o p h y , an U n t en ab l e D u a l i sm » s i s e

d es ea u n a c r í t ic a d e t a ll ad a d e l a i n t e rp re t ac ió n q u e h a ce R o r t y d e Pe i r ce .

E n e l tex to m e h e l im i tad o a h ab l a r d e Jam es , a q u i en t an t o R o r t y co m o S t ich ,

c r eo , i n t e rp re t an mu y i n ad ecu ad amen t e . L o s e ru d i t o s q u i zá s o b s e rv en q u e , au n -

q u e l a ú n i ca c i ta q u e h ace S t ich d e J am es ( The Fragmentation o f Reason,  p . 160,

c i t ando e l Pragmatism d e J ames , p . 4 2 ) e s tá cu i d ad o s a y t en d en c i o s am en t e ed i t a-

d a en u n i n t en to d e q u e p a rezca q u e J am es d i ce l o q u e S i t ch a s eg u ra q u e d i ce , in -

c l u s o l a v e r s i ó n ex p u rg ad a d e j a c l a ro e l co m p ro m i s o d e J am es co n e l v a l o r i n s tru -

menta l de l a verdad .

U n a cu es t i ó n m ás d i f íc i l, q u e m e fu e p re s en t ad a p o r S i d n ey Ra t n e r , es l o mu -

ch o q u e s e p a rece l a p o s t u ra an t i ep i s tém i ca d e Ro r t y a l a c r ít ic a q u e h a ce D ew ey ,

en The Quest for Certainty,  sobre l a « teor ía de l con ocim ien to de l espec tado r» .

P o r a h o ra , s ó lo d i ré q u e D e w e y m e p a r e c e b a s ta n t e a m b i g u o , p e r o q u e u n a m a n e -

ra ( au n q u e n o l a ú n i ca ) d e l ee r l e e s co mo s i p r e t en d i e r a u n a ep i s t emo l o g í a más

n a t u ra li s ta , y q u e s eg ú n e s t a i n t e rp re t ac i ó n , p o r s u p u es t o , s e d i f e ren c i a m u ch o d e

Rorty .

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 279

conducción de la investigación de forma similar a como los crite-rios para juzgar si una comida es nutritiva difieren de las instruc-ciones para cocinar o planificar un menú. La diferencia es en par-te una cuestión de estadoactual frente a valoracióndelproceso(punto conocido desde el capítulo 7); pero es también en parteuna cuestión de que las inquietudes sobre la justificación se cen-tran, concretamente, en una dimensión del objetivo de la investi-gación (punto que no se analizó hasta el capítulo 9). Esto no pre-tende sugerir que los dos tipos de proyectos epistemológicos quese distinguen aquí no estén relacionados; después de todo, el pa-

 pel del concepto de integración explicativa en la explicación delapoyo es una indicación de que su poder explicativo puede contri-

 buir a la seguridad de una creencia. Sólo queremos insistir en que,aunque están relacionados, son distintos. Pero es la diferencia delos dos proyectos lo que hay que subrayar aquí, porque a menudose les ha puesto juntos.

En parte debido a la tensión potencial entre los dos aspectosdel objetivo de la investigación, resulta dudosa la posibilidad deaportar reglas —en lugar de directrices, cuya aplicación requiereel juicio o discernimiento— para la conducción de la investiga-ción. Esto quizás explique por qué los intentos de proporcionar

dichas reglas muestran una clara tendencia a oscilar entre lo mani-fiestamente inaceptable y lo obviamente discrecional; por ejem- plo, entre: hacer una conjetura, someterla a prueba de la maneramás rigurosa posible y luego abandonarla tan pronto como se en-cuentre un caso en contra, y: no agarrarse a una teoría demasiadotiempo, ni hacer modificaciones excesivamente barrocas paraevadir la evidencia contraria, pero no abandonar una teoría condemasiada facilidad a la vista de dificultades (es decir, entre unametodología falsificacionista «ingenua» y otra «sofisticada»). El

 proyecto de «conducción de la investigación» probablemente serámás resistente a la precisión que el proyecto de «criterios de justi-ficación», si, como yo he sugerido, no se puede eliminar el ele-mento de discernimiento. Por otra parte, probablemente estarámás abierto a consideraciones relacionadas con las interaccionesentre investigaciones, tanto dentro de las generaciones como entreellas2. Y conceptos tales como el carácter epistémico o la virtud

2 Por tanto, mi manera de hacer la distinción entre los aspectos individuales ysociales de la epistemología es bastante diferente de la de Goldman.

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280 EVIDENCIA E INVESTIGACION

epistémica parecen tener su hábitat natural en el proyecto de l:i«conducción de la investigación», puesto que se centran en luque es tener el buen juicio requerido por las directrices para cm

 prender una investigación; esto a su vez confirma lo que hasla elmomento yo he dado por sentado: que las esperanzas de explica ila justificación en términos de tales conceptos, o de sustituirla

 por tales conceptos, no son realistas 3. Más importante para miestro propósito presente es quizá que el proyecto de «conduceionde la investigación» probablemente esté más abierto al pluralismo, pues bien puede suceder que haya formas distintas e igual

mente buenas de efectuar una investigación —en realidad,bien

 puede ocurrir que lo mejor sea que distintas investigaciones seefectúen de maneras diferentes— , mientras que el pluralismocon respecto a los criterios de justificación, como explicaré des

 pués, no es plausible. (Las reflexiones de este párrafo se resumenen la figura 10.1).

O b j e t iv o   d e   l a   in v e s t ig a c i ó n : v e r d a d e s   e s e n c i a l e s , s ig n if ic a t iv a s

Proyecto de idear directrices para la conducción de la investigación:

 — c e n tra d a s en a m b o s a sp e c to s del

ob je t ivo y debido a l a t ens ión po-

tenc ia l en t re sus dos a spec tos :

• m ás ab ie r to a l p lura l ism o

• m ás reac io a la prec is ión• di rec t r ices , no reglas

• r equie re d i sce rn im iento , buen

c a r á c t e r e p i s té m i c o

• imp ortancia de la dime nsión so-

cial

Proyectos de explicación/ratificación de los criterios de justificación:

 — o rien tado s a la verdad , e s decir , cen

trados en la seguridad, probabil idad

indicac ión de la verdad; por lanío,

«lo que necesitan los cri terios di

 ju s tif ic a c ió n p a ra se r vá lido s es qm

sean indica t ivos de la verdad»

tVisión de S. H.

F i g u r a   10.1

La tarea presente, la ratificación del fundherentismo, le enrresponde de lleno (como este libro en general) al proyecto de los

«criterios de justificación».

3 C fr. m i r e v i si ón de C ode ,  Epistemic Responsibility.

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 281

El intento por parte de Descartes de probar que lo que él perci- be de forma clara y bien determinada es verdadero es un esfuerzoratificatorio clásico. Pero mi aproximación al tema de la ratifica-

ción distará mucho de ser cartesiano. De ningún modo intentará probar ni garantizar la verdad, sino sólo aportar razones para pen-sar que, si es posible para nosotros cualquier indicación de la ver-dad, los criterios fundherentistas son indicativos de la verdad; ra-zones que, además, no son concluyentes, ni de gran magnitud ni,

 puesto que dependen de nuestras teorías sobre el mundo y sobrenosotros, son del todo seguras. Mi aproximación será naturalista,en el sentido que vimos en los capítulos 5 y 6; dependerá en partede la posible defensa de tas presuposiciones sobre las capacidadescognoscitivas humanas introducidas en nuestros criterios de evi-dencia.

Como indica la última frase, mi opinión es que el carácter in-dicativo de la verdad de los criterios fundherentistas se basa en

 parte en hechos relacionados con las capacidades humanas. Estoconcuerda —aunque no las requiere del todo— con las dudas ex-

 presadas en el capítulo 9 sobre un estilo de pluralismo cognosciti-vo dependiente de las modas, con la tesis de que las diversas cul-

turas de comunidades episíémicas tienen pautas de evidencia muydistintas. Por tanto yo comienzo con un análisis de ¡o que yo quie-ro decir ai hablar de «nuestras» valoraciones de la evidencia, de«nuestras» pautas de justificación, y de mis razones para sospe-char que la supuesta divergencia de tales pautas es al menos exa-gerada, quizás ilusoria. Una de las razones por las que el pluralis-mo con respecto a las pautas de evidencia ha adquirido (creo yo)una inmerecida popularidad puede ser la confusión con el plura-

lismo en lo referente a los procedimientos de investigación. Otra,sugiero yo, es la confusión con una proposición diferente, más de-fendible, sobre los criterios de evidencia, a la cual yo llamaré«perspectivismo». Mi crítica de! pluralismo con respecto a los cri-terios de justificación no sólo arrojará algo de luz, retrospectiva-mente, a las tribulaciones del contextualismo y el tribalismo, sinoque también, centrándonos más en el tema del presente capítulo,reforzará los argumentos ratifictorios propiamente dichos, quecomienzan en la sección II. Pues si este tipo de pluralismo es, co-

mo yo sospecho, falso, las ideas sobre la naturaleza humana a lasque apelan mis argumentos ratificatorios estarán mucho más se-guras.

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282 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

I

Al articular la teoría fiindherentista de la justificación, din

que yo trataba de hacer que fuese explícito lo que está implininen nuestras valoraciones de sentido común con respecto a Uevidencia como evidencia buena, mala, fuerte o floja. Me nio»,tré deliberadamente reticente a analizar a quién de «nosotn...

se refiere la expresión «nuestras valoraciones de sentido mmún», y evité a propósito la frase tan utilizada por contextúale,tas y tribalistas «nuestras costumbres epistémicas». Ahora pin-

dó ser algo más abierta.Parece que se ha llegado a dar por sentado que las pautas o idenciales de las diferentes épocas, culturas o comunidades sonnotablemente distintas; y, según esto, parece que, cuando me ivfiero a «nuestras valoraciones de sentido común», debo refei imna los criterios de algún grupo concreto al que yo pertenezco. I nesto se basa Stich para asumir que los «epistemólogos analistas»deben de estar favoreciendo las pautas de su comunidad epistémi

ca porque se trata de la comunidad en la cual casualmente han nacido. Stich me empuja a decir algo como esto: yo no acepto estas  pautas de justificación porque sean las pautas de la comunidad ala cual casualmente pertenezco, yo las llamo «nuestras» pautas enlugar de «suyas» porque las acepto. Pero incluso esto sería m u c h o

decir; porque, como expliqué en el capítulo 9, no estoy convencída de esta supuesta diversidad. Es, como mínimo, una exageración y, quizás, incluso una ilusión.

Supongamos que usted y yo nos estamos preparando para elexamen de conducir de Florida. Usted piensa que la penalización

 por conducir bajo los efectos del alcohol es la retirada del permisode conducir durante seis meses, y yo creo que es durante un añoMiramos en el código de circulación para comprobarlo. O bienusted mira el suyo y yo el mío, y ambos dicen cosas distintas, demodo que miramos qué edición es la más reciente. Aquí estamos

en desacuerdo con respecto a si p, pero coincidimos en lo quecontaría como evidencia a favor o en contra de p. Ahora suponga*mos que usted y yo estamos en un comité de nombramientos. Usted cree que cierto candidato debería descartarse debido a que suescritura manual indica que no es una persona de fiar; yo piensoque la grafología es una tontería y me burlo de su «evidencia».Quizás usted menciona la obra Chamcter as Indicated by Harul-

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 283

:writing4-, yo señalo que ésta se basa en un reducido número de ca-nos, que carece de base teórica, etc. Aquí no sólo discrepamos enii p, sino que también, podríamos decir, en «lo que cuenta comouna razón» para dudar de la honestidad del candidato. Pero yo nocreo que nadie se inclinaría a pensar que este tipo de desacuerdocomún sugiere que usted y yo tengamos «pautas de evidencia dis-tintas» en ningún sentido profundo o interesante. Simplemente noestamos de acuerdo en lo que respecta a qué evidencia es relevan-te porque discrepamos en algunas creencias de fondo.

Supongamos que usted y yo estamos haciendo el mismo cruci-grama, y que hemos decidido diferentes soluciones para cierta en-trada. Desde ese momento discreparemos acerca de qué evidencia

es relevante para otras entradas que se cruzan; yo creo, dada mi Nolución a la 7 horizontal, que la cuatro vertical debe terminar en«E», y usted, dada la suya, que debe terminar en «S», por ejem-

 plo. Cuantas más entradas hayamos rellenado de manera diferen-te, y cuanto más largas y centrales sean, más profundas seránnuestras diferencias, y más difíciles de resolver. Sin embargo, am-

 bos estamos tratando de ajustar las entradas a las definiciones, y aotras entradas.

Mi opinión es que los desacuerdos muy profundos que han fa-vorecido la idea de que las pautas de evidencia dependen de lasculturas —o bien, en la forma intracientífica de la tesis de la va-riabilidad, dependen de los paradigmas— pueden explicarse deforma similar; es decir, que están situados en una compleja mara-ña de otros desacuerdos relativos a las creencias de fondo, y no enuna divergencia profunda de las pautas de evidencia.

Existe una ambigüedad relevante en la expresión «lo quecuenta como evidencia». En un sentido, hay una gran divergenciaen «lo que cuenta como evidencia»; en lo que uno considera evi-dencia relevante, lo cual depende de otras creencias que tieneuno. En otro sentido, quizás, después de todo, no hay una gran di-vergencia en «lo que cuenta como evidencia»; al valorar la seguri-dad de una creencia, los pueblos precientíficos así como los cientí-ficos, y los conversos al nuevo paradigma así como los defensoresdel antiguo, quizás estén evaluando su ajuste con su experiencia y

4 Character as Indicated by Handwriting, de Rosa Baughm, «autora de “TheHandbook [síc] of Palmistry”, “Chirogomancy”, y artículos sobre «fisiogonía».

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284 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

con sus otras creencias. (Esto no significa negar que otros fadores, no evidencíales, puedan tener importancia a la hora de dcinminar qué creencia o paradigma se acepta.) Si pensamos cu I»d  

criterios de justificación con un grado adecuado de generalidad,en los principios estructurales más que en el contenido material,en las constricciones del afianzamiento basado en la experiencia ven la integración explicativa más que en juicios específicos de relevancia, quizás exista, después de todo, similitud en lugar de divergencia5.

Puede que algunos piensen que esto es demasiado suave paiarepresentar adecuadamente la diferencia entre culturas «cient i 11

cas» y «precientíficas». Pero quizás esta insatisfacción camba'con la sugerencia de que lo que distingue las culturas científicas

 podría considerarse mejor, no como una cuestión de pautas distintas de evidencia, en el sentido que le estamos dando, sino comouna cuestión de mejor disposición para someter las creencias acrítica, un mayor conocimiento de las alternativas y, por ende, unaapertura más amplia a las cuestiones de la justificación. Quizás enlas culturas precientíficas cerradas, a las personas no les preocupedemasiado lo segura que es esta o aquella creencia; esto no signi-fica que la cuestión de la justificación no tenga sentido para ellos,sino sólo que tal vez no sea muy destacada para ellos6. (En esto sehalla implícito el pensamiento de que la distinción entre «científi-co» y «precientífico» no es tan clara como algunas veces se da

 por hecho.)El perspectivismo es la tesis según la cual los juicios de la jus-

tificación son perspectivistas de una manera inherente, en el sen-tido de que toda evidencia que un individuo considera relevante para el grado de justificación de una creencia inevitablemente de- pende de otras creencias que tiene el individuo; por tanto, puestoque las personas difieren en cuanto a sus creencias de fondo, dife-rirán en sus juicios de lo justificada que está tal o cual creencia, ycuanto más radicalmente lo hagan, más radicalmente diferirán suscreencias de fondo.

5 M i a r ti c u la c i ó n a q u í s e d e sa r ro l ló g r a c i a s a la c o r r e sp o n d e n c i a c o n H i la r y

Pu tnam, qu ien es t á más d i spues ta que yo a l p lu ra l i smo en es t a cues t ión .6 A l p e n s a r e n e s to s t em a s h e e n c o n t ra d o m u y r e v e la d o r a H o r to n , e n « A f ri -

c a n T r a d it io n a l Th o u g h t a n d W e s te r n S c i en c e » , y a W i re d u , e n « H o w N o t to Co m - p a re A frica n T h o u g h t W it h W estern T ho u g t» .

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 285

En lugar del pluralismo de los criterios de justificación que seesconde tanto detrás del contextualismo como del tribalismo, yosugiero una subyacente comunidad de criterios de evidencia dis-frazada, pero no eliminada, por el carácter perspectivista de lasvaloraciones específicas de la justificación. Y cuando ofrezco lateoría fundherentista como explicación de lo que está implícito en«nuestras valoraciones de evidencia», espero haber captado las si-militudes subyacentes.

 No es absolutamente esencial para lograr el cometido de estecapítulo que la teoría fundherentista represente, como yo quizásinmodestamente espero, algo común a diferentes culturas y comu-nidades; pero, si así es, esto apoyaría mi tesis de que toda la segu-ridad que podamos tener del carácter indicativo de verdad de loscriterios fúndherentistas se basa en parte en hechos relacionadoscon los seres humanos, es decir, con todos los humanos normales.

Una inesperada fuente que confirma mi aspiración aparece enuna hipótesis presentada por Annis, hipótesis que pretende de-mostrar que el contextualismo no necesita conducir al rechazo delobjetivismo, al convencionalismo. «El hecho de que la justifica-ción depende de las normas y de costumbres sociales de un grupo

 —según Annis— no significa que éstas no puedan criticarse nique la justificación sea de algún modo subjetiva». La hipótesisdefiende, primero, que las costumbres y normas relevantes sonepistémicas, de manera que sus objetivos son «la verdad y la evi-tación del error»; luego, que éstas pueden criticarse si no logranestos objetivos. Annis se refiere a los Kpelle, quien, según él, de-

 penden de la autoridad de los ancianos más que nosotros; peroello, continúa diciendo, «podría criticarse si ellos hallasen que

conduce a demasiadas creencias perceptivas falsas»7. Esta hipóte-sis ciertamente no demuestra lo que pretende Annis. Si él dijesesólo que algunas normas aceptadas por un grupo pueden criticar-se sobre la base de otras normas aceptadas por el grupo, por ejem-

 plo la autoridad de los ancianos sobre la base de la conformidadcon la percepción, o bien la conformidad con la percepción sobrela base de la autoridad de los ancianos, esto sería compatible consu contextualismo, pero no se reconciliaría con el objetivismo. Si,

 por otra parte, Annis está diciendo que existen criterios indepen

7 A n n i s , «A C o n t ex t u a l i st T h eo ry o f E p i s t em i c J u s ti f ica t i o n » , p. 2 1 6.

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286 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

dientes de las comunidades, concretamente, la conformidad conlo que se percibe, por la cual el juzgar si las normas y costumbresepistémicas de cierta comunidad están logrando su cometido con

respecto a «la verdad y la evitación del error», esto ciertamenteconstituiría un compromiso con el objetivismo, pero destruiría alcontextualismo. Mirando hacia atrás, veo que el fracaso de estahipótesis confirma algo que dije en el capítulo 9, a saber, que elcontextualismo conduce al convencionalismo. Pero, lo que es másimportante, mirando hacia adelante, me sorprende el hecho deque incluso un contextualista como Annis apele a la percepción como base para criticar las «costumbres y normas epistémicas»

Esto refuerza la idea que he venido desarrollando aquí, de que l:i preocupación por el afianzamiento basado en la experiencia (y,también debería decir, por la integración explicativa) no es miii

 peculiaridad local de «nuestros» criterios de evidencia, en ningúnsentido estrecho de miras «nuestro».

De hecho, yo simpatizo mucho con algo parecido a la idea queexpresa Peirce cuando dice que los juicios perceptivos son invo-luntarios, aunque no infalibles8. Yo preferiría expresarlo, evitando

la terminología de «juicio perceptivo», de la siguiente manera:aunque pronto aprendemos que no siempre podemos confiar ennuestros sentidos, el confiar en ellos prima facie  es algo natural

 para nosotros. (Esto inevitablemente recuerda una observación deAlexander Bain la cual yo, al igual que Peirce, considero impor-tante: que la cognición humana es una cuestión de «credulidad in-nata suavizada por las comprobaciones»9.)

Para dejar más clara la importancia de estas ideas para la rati-ficación del fundherentismo, debo pedir al lector que me acompa-ñe en cierta maniobra bastante compleja.

II

La «prueba» de Descartes de que lo que él percibe de formaclara y bien determinada es verdadero, es, en mi opinión, un es-fuerzo ratificatorio clásico; pero debería estar ya claro que lo que

8 Peirce, CollectedPapers, 5.115 ss.9 Bain, The Emotions and the Witt, pp. 511 ss.

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 287

yo me propongo es algo mucho menos ambicioso. No pretendodemostrar que todo o la mayor parte de nuestro supuesto conoci-miento sea ciertamente conocimiento, ni ofrecer una prueba del

carácter indicativo de la verdad de los criterios fundherentistas.Mi objetivo se estableció en términos de «dejar lo más claro posi- ble que los criterios fundherentistas son indicativos de la verdad», porque pienso que existen límites, no sólo a lo que yo puedo ha-cer, sino a lo que puede hacerse en esta dirección. (Esto indica el

 particular giro nocartesiano que me gustaría dar a la cita de Ja-mes que abre este capítulo.)

Todas estas rectificaciones indican también que yo considerodifícil el problema de la ratificación. Una afirmación apenas dis-cutible, podría pensarse, pero que (esto es interesante) un fiabilista tendría que negar. Si una explicación fiabilista es correcta, el

 problema de la ratificación es trivial. Pues el fiabilismo explica«A tiene justificación para creer que p» de esta manera: «A llegóa la creencia de que p mediante un proceso fiable [proceso que

 produce resultados verdaderos en más de un 50 por 100 de los ca-sos]»; a esto se sigue inmediatamente que una creencia que está

 justificada es probablemente [más probablemente que no] verda-dera. A primera vista, podría parecer una notable ventaja del fia-

 bilismo el que se enfrente de golpe con un problema anteriormen-te intratable. En un segundo momento, uno se da cuenta de quedespués de todo no se trata de un logro tan impresionante. En pri-mer lugar, los problemas referentes a cómo individualizar los pro-cesos de formación de creencias que siempre han acuciado a los fia

 bilistas están ahora comenzando a pisarles los talones de nuevo10. Ensegundo lugar, empieza a estar claro que la trivialización del pro-

 blema de la ratificación es la cara de una moneda cuya otra caraes el fracaso del fiabilismo a la hora de aportar una versión esen-cial de justificación, sólo la fórmula puramente esquemática delcarácter conducente a la verdad.

Podría pensarse que lo que acabo de decir es un arma de doblefilo. En el capítulo 7, yo me manifesté en contra del carácter atri-

 butivo del fiabilismo, de la forma en que éste conecta la justifica-ción con cualquier cosa que de hecho sea conducente a la verdad,

en lugar de hacerlo con lo que nosotros consideramos que es con

10 Problemas bien analizados por Feldman en «R eliability and Justification».

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288 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

ducente a la verdad (o, más bien, lo que nosotros consideramosindicativo  de la verdad, pero esta no es la cuestión aquí). Ahora 

 bien, un fiabilista de índole revisionista —un fiabilista que no 

afirma, como hace Goldman, que el fiabilismo representa los en terios de justificación que en realidad tenemos, sino que desea sustituir  nuestros criterios de justificación por pautas fiabilistas podría argüir que la sustitución que propone tiene la gran ventajade que hace encajar la cuestión de la ratificación dentro de lacuestión de la explicación; seguramente, debería esperarse unanotable economía. Yo pienso que esta ventaja es ilusoria; pues, adiferencia de los criterios evidencialistas de justificación que real

mente tenemos, el criterio fiabilista no es el tipo de cosa que  p o

dríamos utilizar para evaluar la justificación de una persona; todolo que podemos hacer es trabajar sobre la base de lo que consideramos que es indicativo de la verdad, es decir, emplear los crite-rios de evidencia que quiere sustituir el fiabilista revisionista.

Hay aquí otro aspecto más general, además del punto concretosobre el fiabilismo. En general, el problema de demostrar que elcumplimiento de estos o aquellos criterios de justificación se rela-ciona adecuadamente con la veracidad de las creencias justifica-das es un problema real, y tremendo, a menos que hayamos opta-do por una caracterización de los criterios de justificación, o deverdad, o de la relación deseada entre ellos, que esté pensada pre-cisamente para garantizar este resultado. Los intentos de ratificarlos criterios coherentistas de justificación apoyándose en una teo-ría de la verdad basada en la coherencia provoca el mismo tipo de

insatisfacción que la trivialización del proyecto de ratificaciónque resulta de una explicación fiabilista. Es también el mismo ti- po de insatisfacción que sintieron muchos lectores cuando Strawson se propuso acabar con el problema de la inducción diciendoque el ajustarse a patrones inductivos forma «parte de lo que que-remos decir con la palabra “racional”» ".

En realidad, no estoy convencida de que forme  «parte de loque queremos decir con la palabra “racional”» el que ajustarse a

 patrones inductivos sea racional; y de todos modos ni el término«inducción» ni el término «racional» ocupan un lugar destacadoen mi vocabulario epistemológico. Pero existe un tipó de verdades

Strawson, Introduction to Logical Theory, pp. 233 ss.

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 289

epistemológicas triviales que merece mención en este contexto.Como indica la costumbre de Lewis de utilizar las palabras «posi-

 ble» o «probable» de manera intercambiable con «creíble» o «jus-

tificado», «posible» y expresiones parecidas tienen usos específi-camente epistémicos. La expresión «qué posibilidades tiene E dehacer que p» puede significar «qué grado de apoyo tiene E conrespecto a p»; y «qué posibilidades hay de que p» puede significaralgo parecido a «qué grado de justificación tendría alguien paracreer que p con la mejor evidencia disponible en el momento pre-sente». (Parece posible, dicho sea de paso, que parte de la plausi

 bilidad superficial del fiabilismo se derive de una confusión deltérmino epistémico «posible» con una concepción frecuentista.)Por tanto, asumiendo estos usos epistémicos, fórmulas tales como«la evidencia de apoyo con respecto a p es evidencia que hace po-sible que p», y «cuanto mayor fuese la justificación de alguien pa-ra creer que p con la mejor evidencia disponible, más posible seríaque p», son trivialmente verdaderas. La respuesta natural a la afir-mación de Strawson es la siguiente: puede que esto sea así, pero¿por qué hemos de preocupamos de ser racionales en ese sentido?,y las verdades verbales mencionadas en este párrafo son igualmen-

te incapaces de aportar la certidumbre que estamos buscando. Plan-tean la siguiente pregunta: ¿por qué, dada nuestra preocupación porla veracidad de nuestras creencias, hemos de preocupamos por la

 probabilidad, en este sentido epistémico, de lo que creemos?Desde mi perspectiva, el problema de la ratificación es impor-

tante: los criterios fundherentistas de la justificación no están tancaracterizados como para garantizar su carácter indicativo de ver-dad, y tampoco confiaré en una versión de la verdad que lo garan-

tice. Yo estoy buscando una ratificación que sea específica delfundherentismo, es decir, que dé cuenta de sus detalles como no podría hacerlo ninguna apelación a tautologías al efecto de que lascreencias justificadas sean probablemente verdaderas.

Permítanme ilustrar lo que quiero decir con la expresión «darcuenta de los detalles» preguntando qué se necesitaría para ratifi-car criterios que fuesen, no fundherentistas, sino fundacionalistas.Yo pienso concretamente en un fundacionalismo infalibilista se-

gún el cual A tiene justificación para creer que p si o bien estacreencia tiene una garantía infalible de ser verdadera gracias a suexperiencia presente, o bien se deriva, directa o indirectamente,de alguna(s) creencia(s) que está(n) así garantizadas. El demostrar 

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290 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

que el hecho de que una creencia esté justificada por estos crite-rios es una indicación de que es verdadera exigiría un razona-miento, en primer lugar, de que la experiencia garantiza la veraci-

dad de las creencias que se supone que es básica; y, en segundolugar, de que las creencias apoyadas inductivamente por creenciasverdaderas son probablemente verdaderas, y que las creencias im- plicadas deductivamente por creencias verdaderas son verdaderas.Lo primero sería necesario para aportar seguridad con respecto ala entrada, y lo segundo para aportar seguridad con respecto a latransmisión.

Este modelo resulta instructivo, porque lo que se requerirá pa-

ra la ratificación de los criterios íundherentistas diferirá del mis-mo modo que el fundherentismo difiere del fundacionalismo infalibilista. Una manera inicial y simplificada de contemplarlo seríaconsiderar que los criterios íundherentistas sostienen, en efecto,que A tiene más justificación para creer que p cuanto más afian-zada esté su creencia en la experiencia y cuanto más apoyo tengade otras creencias al ser integrada en una historia explicativa cu-yos componentes están también afianzados en la experiencia y

apoyados por otras creencias, etc. El demostrar que el grado hastael cual una creencia está justificada según estos criterios es unaindicación de que su verdad requeriría algo que se fundamente enel afianzamiento basado en la experiencia y en la integración deapoyo/explicación —las analogías de los íundherentistas de losaspectos de entrada y transmisión distinguidos en el párrafo ante-rior— y muestra cómo son indicativos de la verdad.

Esto hace ver por qué yo no espero que el proyecto de ratifica-ción pueda acometerse de una forma totalmente a priori-,  pues,aunque cabe esperar que la parte del argumento que se refiere a laintegración de apoyo y explicativa tenga al menos un carácter cuasilógico, la parte relativa al afianzamiento basado en la experien-cia sería empírica por naturaleza.

Esta última observación pretende ser neutral con respecto a lacuestión de si existe algún conocimiento a priori; a esto tengo quedecir sinceramente que en el momento presente no tengo respues-ta que ofrecer. Esto requeriría una teoría de lo a priori, y —aquítomo prestada una frase encantadoramente irónica de Fodor— me

 parece que se me ha extraviado la mía. (Quizá valga la pena decir,sin embargo, que un conocimiento a priori  presumiblemente re-queriría creencias verdaderas cuya justificación no necesita el

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RATIFICACION DEL FUNDHERENTISMO 291

apoyo de la experiencia, es decir, que lo que se pide es, concreta-mente, una teoría de una justificación a priori.) Mi intención, sinembargo, no es ser neutral con respecto a la cuestión de si existeun conocimiento a priori  de cuestiones empíricas; yo supongoque no lo hay. En realidad, no se requiere nada tan firme; pues eltipo de proposición que según se ha sugerido recientemente tieneel status mixto de contingente a priori, de modo que «la barra co-rriente de un metro tiene un metro de largo», no es en absoluto eltipo de cosa a la que los argumentos ratificatorios tengan posible-mente necesidad de apelar. Pero en todo caso, yo estoy convenci-da de que el supuesto status mixto de tales proposiciones es pro-

 bablemente una ilusión

El lector atento se dará cuenta de que esto significa que no puedo atribuir el motivo de mi compromiso a la tesis de la conti-nuidad de la filosofía y la ciencia señalando argumentaciones pa-ra repudiar lo a priori. La imagen que me atrae es, más bien, laque reconoce que tanto la filosofía como la ciencia incluyen loselementos analíticos y los sintéticos. Es bastante común oír decirque algunos principios básicos de la física, por ejemplo, se hanconvertido en tautologías al hacerse definitorios de conceptos teó-

ricos clave. Yo confieso que a mí me convencen, de hecho, ejem- plos menos rebuscados, tales como esta simple verdad médica: latensión diastólica es más baja que la sistólica121314. De cualquier ma-nera yo creo que la filosofía depende, al igual que la ciencia, de laexperiencia; se diferencian de ésta en el grado de lo indirecto deesta dependencia, y en el tipo de experiencia de la que depende:en que requiere una atención especial a rasgos de la experienciatan ubicuos que casi pasan desapercibidos, en lugar de requerir es-

fuerzos y aparatos especiales que nos permitan experimentar lo queno está al alcance de la observación cotidiana sin ayuda. (Esta con-cepción se acerca bastante más a la de Peirce que a la de Quine1J.)

De modo que ahí va. ¿Qué seguridad se puede dar en relaciónal carácter indicativo de la verdad de los criterios fúndherentistas?Hay dos formas bastantes distintas de abordar esto: tratando de re

12 Kripke,  Naming and Necessity;  cfr. A. Casullo, «Kripke on the A Prioryand the Necessary», y M.J. Frapolli, «Identity, Necessity and A Prioricity: The

Fallacy o f Equivocation».

13 Rosen field, The Complete Medical Exam , p. 140.

14 Peirce, Collected Papers, 6.2.

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29 2 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

lacionar la justificación c o m p l e t a  con una indicación decisiva do

la verdad de la creencia en cuestión, o bien, tratandq de relaciomiigrados menores de justificación con grados de carácter indicativo

de la verdad. Parece apropiado denominar a la primera forma «estrategia desde arriba», y a la segunda «estrategia desde abajo»Puesto que no puedo llevar a cabo ninguna de ellas de mananenteramente satisfactoria, la prudencia exige que intente ambas.

Los convencionalistas niegan que la cuestión de la ratificacióntenga sentido. Los escépticos admiten que lo tenga, pero piensanque sólo se soluciona de una manera negativa, es decir, que no  es

 posible relacionar el cumplimiento de nuestros criterios de justifi

cación con el carácter indicativo de la verdad. En efecto, la pai te«desde abajo» de lo que viene a continuación será mi respuesta(bastante indirecta) a los estilos de escepticismo precartesianos, esdecir, no totalmente globales, y la parte «desde arriba» será mi res-

 puesta (algo menos indirecta) al escepticismo global cartesiano.Según los criterios fimdherentistas, la evidencia definitiva con

respecto a las creencias empíricas es la evidencia basada en la ex- periencia, sensorial e introspectiva. Por tanto, el carácter indicati-vo de verdad de los criterios fimdherentistas requiere que se dé elcaso de que nuestros sentidos nos proporcionen información so-

 bre las cosas y sucesos que nos rodean y que la introspección nos proporcione información sobre nuestras actividades mentales. No precisa que los sentidos o la introspección sean fuentes infalibles de información, pero sí que sean fuentes de información.

Ésta es la razón por la que me preocupé, hacia el final del ca-

 pítulo 5, no sólo de componer la imagen de los seres humanos co-mo organismos equipados con órganos sensoriales que detectaninformación aportada por las cosas que les rodean (lo cual es, ami entender, la imagen de sentido común, y la imagen que presu-

 pone nuestra concepción de evidencia), sino también de señalarcómo esta imagen está afianzada en una teorización psicológica

 plausible que es en sí misma congruente con la teorización bioló-gica plausible (con una aproximación evolutiva).

Como siempre, estoy centrando mis argumentos en la percep-ción, y dejando la introspección a la zaga. 15

15 Tomo prestada la terminología que emplea Quine en «On the Reasons forthe Indeterminacy o f Translation».

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO   29.1

De manera adicional, el razonamiento que presentamos aquírequerirá la proposición añadida de que la evidencia basada en laexperiencia, sensorial e introspectiva, es la única evidencia defi-

nitiva que tenemos con respecto a las creencias empíricas; de queno tenemos poderes de clarividencia, telepatía o percepción extralensorial. Éstas, no menos que las tesis de que los sentidos del in-dividuo son fuentes de información sobre el mundo, y que la in-trospección es fuente de información sobre las actividades menta-les del individuo, son tesis empíricas; son tesis para la cuales lasinvestigaciones científicas de fenómenos (supuestamente) «para-normales» tienen una gran relevancia contribuyente.

Podría preguntarse si se debe interpretar que mis razonamien-tos demandan también que no tengamos experiencias religiosas,en el sentido, no de estar profundamente impresionados por el mi-lagro y la complejidad del universo, sino en el de encontramos enuna especie de interacción directa con una deidad. Esta cuestiónrevela una interesante falta de claridad en cuanto a lo que signifi-ca la palabra «empírico» en «creencias empíricas»; si uno la en-tiende como algo «relacionado con el mundo natural», la cuestiónde la experiencia religiosa puede quizás dejarse a un lado por no

ser relevante, mientras que, si se entiende como algo «no pura-mente lógico, relacionado con el modo en que son las cosas even-tualmente», la cuestión no puede evitarse. Puesto que la tarea pre-sente es ya enorme, tomaré el camino más fácil, y analizaré eltérmino «empírico» con la suficiente minuciosidad como paramantener a raya a la experiencia religiosai6.

La analogía del crucigrama no sirve de gran ayuda en el pro-yecto de ratificación, puesto que no existe una posibilidad análo-

ga de comprobar mi solución con la publicada en el periódico deldía siguiente. Pero sí ayuda el pensar acerca de la justificación

16 Esta maniobra, sin lugar a dudas, será considerada como profundamente in-satisfactoria por los defensores calvinistas de «Reformed Epistemology», cuyaactitud, me atrevo a decir, será como la que expresa esta cita de Marsden, «TheCollapse o f Am erican Evangelical Academia», p. 257: «El pecado crea una anor-malidad muy generalizada. La confianza en Dios qué debería ser un acto espontá-neo que nos proporcionase los principios intuitivos básicos del conocimiento nose encuentra en la mayoría de la gente. Los cristianos no deberían avergonzarsede decir francamente que este es el problema. Si uno confía en Dios, verá ciertaevidencia de manera distinta a como lo hace una persona que básicam ente niega aDios.»

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EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN2lM

c o mpl e t a  en la analogía de haber completado todas las entradasque se cruzan con la entrada en cuestión, y que ésta, y todas lasentradas que se cruzan, se ajustan perfectamente a sus definicio-

nes, y a las entradas que se cruzan con ellas, etc. Para que alguientenga una justificación c o mpl e t a   para creer que p, su evidenciaCcon respecto a p debe ser concluyente y de gran amplitud, y susrazonesC deben estar también c o mpl e t ame nt e   justificadas. Di-cho de otro modo, que la creencia tendría que estar óptimamenteapoyada por la experiencia y por todas las demás proposicionesrelevantes, y éstas a su vez óptimamente apoyadas por la expe-riencia y por todas las demás proposiciones relevantes, etc. En

realidad nadie posee tal cosa, por supuesto, pero podemos imagi-nar una teoría hipotética ideal, una teoría que esté afianzada almáximo en la experiencia e integrada de manera explicativa; y lascreenciasC en las que alguien tiene una justificación c o mpl e t a  

 pertenecerían a esta teoría hipotética ideal. (La apropiación de lacalificación «ideal» se basa en la suposición de que la experienciaes, y es toda, la evidencia empírica definitiva que está a nuestroalcance.)

Esto sugiere una posible estrategia «desde arriba»: basarse enalgo como la definición que ofrece Peirce de verdad como la opi-nión definitiva, la teoría hipotética ideal capaz de sobrevivir a to-da la evidencia basada en la experiencia y a un examen lógicocompleto17. Esta estrategia tiene su mérito; pero también merececonsideración otra ligeramente menos indirecta y algo tranquili-zadora, la cual no depende de que aceptemos esta definición de laverdad.

La estrategia alternativa (que sigue teniendo, pienso yo, un ca-rácter peirceano) es la siguiente: o bien existe una teoría ideal úni-ca, o bien no existe. Y, si existe, o bien es adecuada para identifi-car esa teoría con la verdad, o no lo es. Si existe una teoría idealúnica, y esa teoría es la verdad, entonces la justificación c ompl e  

t a  es una indicación decisiva de la veracidad de una creencia. Sino existe una teoría ideal única, o si existe, pero podría ser falsa,entonces ni siquiera la justificación c o mpl e t a   garantizaría queuna creencia sea verdadera. Sin embargo, es la mejor a lo que po-demos aspirar; si la justificación c o mpl e t a  no es suficiente, nada

Peirce, CollectedPapers,  5 .565.

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RATIFICACIÓNDEL FUNDHERENTISMO 295

lo es. En otras palabras, a menos que la justificación c o mpl e t a  sea indicativa de la verdad, la investigación sería vana. Yo no diríaque «todos los hombres deseen saber por naturaleza», en el senti-

do que pretendía Aristóteles; pero una disposición a investigar, ahacerse preguntas, a tratar de comprender las cosas , forma partede nuestro modo de ser, aunque no, para mucha gente, una parte primordial. Y, si vamos a investigar, sólo podemos hacerlo con laesperanza de que hacer lo posible sea suficiente.

Si comparamos estas dos estrategias, veremos que nos enfren-tamos a una elección entre un estilo fuerte de argumento ratifica-torio que se hace posible gracias al realismo comprometedor en la

explicación de verdad, y un estilo más débil de argumento ratifi-catorio compatible con una visión realista de la verdad.Las palabras son distintas, pero la situación del problema es la

misma que había en nuestra respuesta al escepticismo cartesiano,a la hipótesis del Demonio. Se supone que el Demonio es capazde hacer que nos parezca exactamente como si p, cuando de he-cho nop; y es esencial para la estrategia argumentativa de Des-cartes que este hipotético engaño sea totalmente indetectable para 

nosotros. Una posible respuesta, la que hace de manera explícitaO. K. Bouwsma, y de manera implícita Peirce '8, es la de sostenerque la hipótesis del Demonio es en el fondo ininteligible; que enrealidad no tiene sentido suponer que las cosas puedan parecernos, por muy profundamente que las verifiquemos, en todos losaspectos posibles como si p, y aún así ser p falsa; sólo pensamosque tiene sentido porque imaginamos engaños no tan grandes, en-gaños que podríamos detectar. Otra posible respuesta es admitir

que la hipótesis tiene sentido, pero señalar que, puesto que el en-gaño hipotético sería absolutamente indetectable, es para nosotrosdel todo inútil desde el punto de vista epistémico. Se trata de un

 peligro posible solamente desde la lógica contra el cual, ex hy-  pothesi, no podemos tomar precauciones.

Uno se pregunta si se podría de algún modo partir la diferen-cia entre estas dos aproximaciones. Después de todo, podríamosdecir, la idea que motiva el carácter pragmatista de la versión dePeirce sobre la verdad —según la cual no tiene sentido suponer 1)que una preposición que pertenece a la teoría hipotética ideal no18

18 B ouw sm a , «D e sc a r t e s ’ Ev i l G e n ius» ; H a a c k , «D e sc a r t e s , Pe i rc e a nd t he

C o g n i ti v e C o m m u n i ty » .

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296 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

deba ser verdadera, o 2) que debería haber verdades que no for-men parte de la teoría hipotética ideal— tiene dos componentes,el primero orientado al error y el segundo a la ignorancia. Y si, co-

mo puede suceder, uno considera el primero más apremiante queel segundo, podríamos preguntamos si sería posible trabajar conla noción de que la teoría hipotética ideal podría no ser falsa, sinoque no fuese toda la verdad. Esta línea de pensamiento es intere-sante; pero no está claro para mí si finalmente puede funcionar,

 porque, como deja claro la condición de gran amplitud, los aspec-tos de nuestra falibilidad orientados al error y a la ignorancia,aunque distinguibles, son fuertemente interdependientes. Lo que

uno no sabe, simplemente disminuye la seguridad de lo que hace.La hipótesis más sólida disponible parece ser la segunda aproxi-mación «desde arriba», más realista pero menos tranquilizadora.

Pero rara vez, si acaso, tenemos una justificación completa pa-ra alguna de nuestras creencias, por tanto, la aproximación «desdeabajo», centrada en grados menores de justificación, también de-

 be ser explicada. No estoy tratando de probar que, si un sujeto tie-ne justificación hasta un grado n para alguna creencia, en un n porciento de los casos las creencias del sujeto serán verdaderas. Más

 bien quiero tratar de responder a la siguiente pregunta: ¿por qué,si lo que nos importa es si nuestras creencias son verdaderas, he-mos de preferir tener creencias que estén más justificadas en lu-gar de menos justificadas? Esto no presupone que todo lo que nosimporta sea la seguridad; también nos importa el interés, la im-

 portancia y el contenido sustancial. Sólo presupone que lo quenos preocupa de la justificación está ligado al deseo de seguridadmás que al deseo de sustancia.

En el fondo, la idea es la misma que utilicé en la hipótesis des-de arriba: que todo lo que tenemos para comprender cómo son lascosas es nuestra experiencia y las historias explicativas que con-cebimos para explicarla. Pero ahora los detalles estructurales de lacaracterización del apoyo destacarán, pues, mientras que la justi-ficación c o m p l e t a  necesita una evidencia concluyente y de gran

amplitud, los grados menores no, de modo que la atención se des- plaza a los grados de amplitud y de apoyo. Hasta qué punto tieneA justificación para creer que p, según esta explicación, dependedel grado de apoyo de su evidencia C con respecto a p, de lo am- plia que sea, y de lo independientemente seguras que sean sus razonesC. La tercera cláusula, la seguridad independiente, no nece

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 297

sita analizarse aquí; como se refiere al grado de justificación quetiene A para creer sus razonesC con respecto a p, depende delapoyo y la amplitud de su evidenciaC con respecto a dichas razo-

nes; y de la seguridad independiente de sus razones con respecto asus razones, pero esta referencia a la seguridad independiente de-saparecerá eventualmente cuando lleguemos a la evidenciaC ba-sada en la experiencia. La idea, por tanto, es ésta: imaginemosque E* es toda la evidencia relevante con respecto a p. Entonces,el grado de amplitud de E es una medida de lo cercana que está aE*. Y el Principio de Petrocelli, que guía la caracterización delapoyo, nos dice que el grado de apoyo de E con respecto a p de-

 pende del escaso espacio que deje E para los competidores de p.Por tanto, cuanta más justificación tenga A para creer que p, más cercana está su evidencia a toda la evidencia relevante, y (si esque mi explicación se ha ajustado, como pretendía, a lo que se ex-

 presa de forma metafórica en el Principio de Petrocelli) menos es pacio deja su evidencia para los rivales de p. Y, siendo así, el gra-do de justificación, según los criterios fúndherentistas explicadosen el capítulo 4, parece ser una indicación de la verdad tan buena

como la mejor.Los lectores que recuerden que lo que sustituye a la «hipótesisinductiva» en mi explicación es la «evidencia de apoyo» no nece-sitarán que se les diga que el razonamiento que acabamos de pre-sentar es lo que sustituye a «la justificación de la inducción» enmi ratificación. (En realidad, el proyecto más conocido deberíamás bien denominarse «mefajustificación de la inducción», queincidentalmente deja claro que cuando un popperiano dice «la in-ducción es injustificable» debe sospecharse que está elidiendo«no puede demostrarse que la inducción sea conducente a la ver-dad» para decir «puede demostrarse que la inducción no es con-ducente a la verdad».)

Mi nueva conceptualización, espero, ha desplazado la aten-ción a un problema más tratable. Por un lado, ha dejado claro quela parte del argumento ratificatorio que se centra en el apoyo tieneun carácter cuasideductivo. Digo sólo «cuasi» porque he tenidoque añadirlo debido a la vaguedad de la caracterización del apoyoque se ha hecho hasta ahora; si yo fuese capaz de aportar una ex-

 plicación precisa de las ideas de apoyo y de integración explicati-va, debería ser posible hacer que esta parte del argumento ratifica-torio fuese más rigurosa. Puede que algunos piensen que esta con

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298 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

lesión es peligrosa, y que digan que hemos sabido desde Humeque una [meta]justificación deductiva de la inducción no funcio-naría. Yo admito, por supuesto, que no hay manera de demostrar que

una hipótesis inductiva sea deductivamente válida, ni de demos-trar, esto nos interesa más, que la evidencia de apoyoperonoconcluyente sea concluyente; pero esto no significa que los razo-namientos de carácter deductivo no puedan demostrar que el apo-yo de E con respecto a p es, dando por supuesta la veracidad de Ii,una indicación de la veracidad de p. (En el capítulo 4 dije que lanoción de apoyo no parece ser lógica, en el sentido de «caracteri-zable desde el punto de vista sintáctico». Esto es bastante compa-

tible con la cuestión presente, a saber, que los metaargumentos so- bre el carácter indicativo de la verdad de la evidencia de apoyo sí parecen tener un carácter deductivo lógico.) Pero, podría objetar-se, si mi razonamiento tiene un carácter deductivo, o lo tendría si

 pudiese ser lo bastante riguroso, ¿no significa esto que es trivial,no informativo? Yo no lo creo; los razonamientos deductivos cier-tamente pueden, con el debido respeto a Wittgenstein, ser infor-mativos, es decir, informativos sobre las complejidades ocultas denuestros conceptos, pero que se pueden descubrir. Ésta es, cierta-mente, la razón por la que es difícil lograr que este razonamientosea más riguroso de lo que yo he conseguido hasta ahora, porque

 precisaría un análisis más profundo del apoyo y de la integraciónexplicativa del que yo puedo hacer en este momento.

Al igual que la hipótesis desde arriba, la hipótesis desde abajose basa (ínter alia)  en dos proposiciones sobre las capacidadescognoscitivas humanas: 1) que la experiencia (sensorial e intros-

 pectiva) es una fuente de información empírica, y 2) que es la

fuente última de tal información que está a nuestro alcance. Hastaahora he otorgado más o menos el mismo tratamiento a estas pro-

 posiciones. Pero no creo realmente que sean exactamente igualesni en su seguridad independiente ni en el alcance de las hipótesis.Sin la primera, no habría manera de imaginar ningún tipo de razo-namiento ratificatorio para los criterios fimdherentistas, pues di-chos criterios tienen un carácter esencialmente experiencialista.Sin la segunda, aunque las hipótesis que yo he presentado no po-

drían quedar sin modificar, seguiría siendo posible idear razona-mientos que sostuviesen que la satisfacción de los criterios fundherentistas es, si no necesariamente la mejor  indicación de la ver-dad, al menos una  indicación (si es que hay alguna indicación a

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 299

nuestro alcance). Afortunadamente, la primera proposición no essólo más esencial, sino también más segura, que la segunda. No

es difícil imaginar cómo podríamos llegar a tener razones para pensar (aunque yo creo que, tal como están las cosas, esto no sería posible) que existe, después de todo, la telepatía, o que los sueños predicen el futuro. Ni tampoco es difícil imaginar de qué modo podríamos llegar a tener razones para pensar que los sentidos sonmenos fiables que lo que suponemos ahora; pero requiere unenorme esfuerzo imaginativo, para decirlo suavemente, el cons-truir un argumento en el que nos viéramos forzados a llegar a la

conclusión de que nuestros sentidos no son en absoluto un mediode detectar información sobre las cosas que nos rodean. El esfuer-zo imaginativo de Quine en esta dirección resulta instructivo:

La exp eriencia podría todavía dar un giro que jus tificaría las dudas[de los escépticos] sobre los objetos externos. Nuestro éxito en prede-cir las observaciones podría venirse abajo de pronto, y como conse-cuencia podríamos empezar de alguna manera a tener éxito al basarnuestras predicciones en sueños y ensoñaciones l9.

Lo que a mí me interesa de esto, en el contexto presente, esque la descripción de Quine sobre la posibilidad de que comien-cen a tener más éxito nuestras predicciones basadas en sueños yensoñaciones tiene que entenderse como referencia a las predic-ciones sobre lo que será observado; por tanto, que su intento deimaginar cómo podríamos tener otra evidencia definitiva ademásde la sensorial funciona mucho mejor que su intento de imaginarcómo podría dejarse a un lado de una vez por todas la evidenciasensorial.

Aquí es donde las ideas ofrecidas en la sección I, que sosteníanque el afianzamiento basado en la experiencia no es una peculiari-dad local o estrecha de miras, sino común a diferentes épocas yculturas, y que forma parte de la naturaleza humana el confiar,

 prima facie, en la información aportada por nuestros sentidos, en-

cajan con los argumentos ratificatorios. No, no me he olvidado de que existen notorias dificultadescon respecto al proyecto ratificatorio de Descartes, las cuales, ca-

 bría esperar, se plantearían con cualquier  intento de ratificación

19 Quine, « Things and Their Place in Theories», p. 22.

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300 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

de los criterios de justificación. Probablemente estas notorias dificultades hayan llevado a algunos lectores a pensar durante algúntiempo que nos estábamos precipitando. Antes de que explique

cómo logro escapar a la dificultad más notoria, quiero decir algosobre un problema menos conocido, pero molesto, que surge en el

 proyecto de Descartes.La «prueba» de Descartes, si funcionase, iría demasiado lejos,

 pues deja en el aire la siguiente pregunta embarazosa: dado quenuestras facultades fueron creadas por un Dios omnipotente y queno engaña, ¿cómo es posible que alguna vez cometamos errores?Y su respuesta, a saber, que la razón humana es limitada pero lavoluntad ilimitada, y que el error surge cuando la voluntad nosimpulsa más allá de los límites de las capacidades de nuestro ra-zonamiento, plantea otra pregunta embarazosa: ¿Por qué no noscreó Dios con poderes ilimitados de razonamiento, o con una me-

 jor armonía entre la razón y la voluntad? Y su respuesta de que los propósitos de Dios están por encima de la comprensión humana,es totalmente insatisfactoria20. Yo no me enfrento a nada análogo a

este problema, porque yo no sostengo que las personas tengan, ex-ceptuando muy raras ocasiones, si acaso, una justificación c o m -

 p l e t a   para creer algo, ni que la justificación completa sea una ga-rantía de la verdad.

Pero algunos podrían sospechar que, si el razonamiento deDescartes se excede, el mío se queda corto. He creído que debíadistinguir la cuestión en la cual se centra este capítulo, es decir,«¿son nuestros criterios de justificación indicativos de la verdad?»

de la cuestión «¿son nuestras creencias en su mayoría verdade-ras?». La observación de que la gente tiene muchas creencias paralas que no tienen, o no tienen mucha, justificación, con la cual lasegunda cuestión se dejó de lado, da a entender, aunque no lo digade una manera explícita, que la gente tiene también creencias paralas cuales si tienen justificación. Y ciertamente es una cuestión le-gítima el plantearse qué razones existen incluso para este gradode optimismo. En este tema podría ser factible recurrir a conside-

raciones evolutivas. Tal como dije en el capítulo 9, comparadoscon otros animales, los seres humanos no son especialmente fuer-tes o veloces; su fortaleza radica más bien en su mayor capacidad

“ Descartes, Medication IV.

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RATIFICACIÓN DEL FUNDI lERENTISMO 'O I

cognoscitiva, en su habilidad para representar el mundo para símismos y por tanto para hacer predicciones y manipularlo. A dife-rencia de las apelaciones de Descartes a un creador divino, esta lí-

nea de pensamiento no tiende a sugerir que nuestras capacidadescognoscitivas tengan que ser perfectas; sólo que hemos de teneruna aptitud mínima al menos en lo que respecta a las cuestionesmás vinculadas a las condiciones de supervivencia. Yo me inclinoa pensar que las consideraciones evolutivas podrían ofrecer ciertaseguridad moderada, por ejemplo, en cuanto a que nuestra dispo-sición innata a clasificar ciertas cosas como pertenecientes a unaclase, en general elige más o menos clases reales, lo cual apoyaría

la idea de que poseemos cierta aptitud explicativa mínima, sobrela cual, revisando y corrigiendo nuestras creencias a la vista deotras experiencias, podemos construir; sobre la cual, en realidad,hemos construido la c i e n c i a   .

La referencia a la evolución en este último párrafo, dicho seade paso, constituye una segunda razón de por qué mi epistemolo-gía, aunque sólo sea en el sentido menos exigente, es evolutiva,siendo la primera razón que la congruencia de una aproximaciónecológica gibsoniana a la percepción conforme con un enfoque basado en la capacidad de adaptación de los organismos a sus en-tornos, se mencionó (capítulo 5, sección V) diciendo que contri- buía a su plausibilidad y por tanto, incluso de forma más indirec-ta, a la plausibilidad del concepto de percepción dentro del fundherentismo.

Volviendo ahora al tema que nos ocupa, permítanme repetirque mis opiniones son mucho menos pretenciosas que las de Des-cartes; yo sólo he aspirado a aportar razones para pensar que, si al-guna indicación de la verdad está a nuestro alcance, el cumpli-miento de los criterios fundherentistas de justificación es la mejorindicación de la verdad que podemos tener. Incluso esta notabledisminución del nivel de aspiraciones, sin embargo, no constituirá

 por sí sola una respuesta a la dificultad más notoria con respecto al proyecto de Descartes: el circulo vicioso en el que por lo generalse supone que se metió Descartes. ¿No constituyen mis argumen-tos ratificatorios, por muy protegidos que estén, por muy modestas

que sean sus aspiraciones, obligatoriamente un círculo vicioso? Yono lo creo.

En primer lugar: yo no he presentado una hipótesis con la con-clusión de que los criterios fundherentistas sean indicativos de la

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302 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

verdad, siendo una de sus premisas que los criterios fundherentis-  tas son indicativos de la verdad.

En segund o lugar: ni tam poco (com o aq uellos que esperan una metajustificación inductiva de la inducción) he empleado un mé

todo determinado de inferencia o de formación de creencias para llegar a la conclusión de que ese m ismo m étodo es un buen mé to

do conducente a la verdad.

Yo he aportado razones para pensar que, si es posible una indi

cación de verdad para nosotros, el cumplimiento de los criterios  íundherentistas es la mejor indicación de la verdad que podem os te

ner. Si continúa habiendo sospechas de que existe algo peligrosamente independiente, tal vez sea un legado del fundacionalismo, el cual impone un ordenamiento epistemológico que yo no respeto, o del fundacionalismo, que impone un ordenaniento metaepistemoló-  gico que yo no respeto. Pero ya he dicho que ni el fundacionalismo  ni el fundacionalismo, y, por tanto, ninguno de los dos tipos de prio

ridad ep istem ológica , cuentan con un buen apoyo.

Probablemente esto no sea suficiente para eliminar todos los  

recelos. «Sí, pero ¿cómo sabe  usted que los sentidos son una  fuente de información sobre las cos as de nuestro entorno, y que la introspección es una fuente de información sobre nuestras activi

dades mentales?», podrían preguntarme, haciendo eco al conoci

do desafío a Descartes, a saber, «¿cómo sabe usted que D ios e xis

te y que no es un em bustero?» . La pregunta se planteará, sin duda, con un tono que sugiere que la única respuesta que puedo dar es ésta: «porque mi evidencia satisface los criterios fundherentistas», haciéndome eco de la respuesta anticipada de Descartes, «porque  yo lo percibo de forma clara y bien determinada como verdade

ro». Dejaré a un lado la cuestión de si Descartes tiene algún recur

so contra este d esa fío 21, y m e concentraré en m i propia defensa.  Para sim plificar las cosa s, llamarem os «R » a todas las razones di

rectas que he presentado en mi argumento ratificatorio. La pre

gunta prevista, «Sí, pero ¿cómo sabe usted que R?», es retórica, un desafío m ás que una sim ple solicitud de información, y puede  tomarse de dos maneras: 1) como un desafío al hecho de que  aporte m is razones para creer que R, o bien 2 ) co m o un des afío al

21 Pero véase Van Cleve, «Founda tionalism, Epistemic Principies, and theCartesian Circle», si se desea un ilustrativo tratamiento de este tema.

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RATIFICACIÓN DEL FUNDHERENTISMO 303

hecho de que demuestre que mis razones para creer que R son lo  bastante buenas como para que mi creencia constituya conoci

miento. N o pu edo enfrentarme al segun do d esafío sin articular 

m is pautas de eviden cia y demostrar que m i evidencia co n respe cto a R las sa tisface, y, al m en os de palabra aunque no .de una m a

nera tan obvia, sin ofrecer una seguridad de que mis niveles de  evidencia son indicativos de la verdad; y, siendo así, no puedo ha

cerlo, en el contexto presente, sin entrar en un círculo vicioso. Pe

ro sí puedo enfrentarme al primer desafío simplemente aportando  mis razones para creer que R. Y esto es suficiente. Mis razones  son buenas si son seguras de una manera independiente y apoyan  genuinamente a R; y tengo justificación para creer estas razones,  y, por tanto, para creer que R, si mi evidencia para creerlas es una  buena ev idencia. Y, si tengo ju stific ac ión para creer que R, enton

ces (suponiendo que R sea verdadero, y todo lo que se necesite  para evitar las paradojas de Gettier) yo sé que R. Y si esto es así y  si R (y las razones indirectas de las que depende) son buenas ra

zones para creer que los criterios fundherentistas son indicativos  de la verdad, yo sé eso, también. Incluso si no puedo saber que  tengo justificación para mi conclusión débilmente ratificatoria, puedo tener ju stifica ció n para ella a pesar de todo; e inc luso si no puedo saber que lo sé, pue do saberlo a pesar de tod o 22.

A mi m odo de ver, por supuesto, la justifica ción n o es categó

rica, sino que presenta grados; por tanto, para evitar cualquier m a

lentendido, quizás deba repetir que yo no afirmo que las conside

raciones que he ofrecido para la ratificación de los criterios fund

herentistas se acerquen siquiera a ser concluyentes, globales o seguras de una manera c o m p l e t a m e n t e   independiente. Si tengo 

 ju stificación para creer que, suponiendo que sea posib le el que tengamos una indicación de la verdad, los criterios fundherentis

tas son la mejor indicación de la verdad que podemos tener, ésta  es sólo en un grado relativamente modesto. Pero ¿acaso no es esto  bastante mejor que nada?

La epistemología, como yo la concibo, y su metateoría, son  partes integrantes de todo un entramado de teorías sobre el mundo

22 Cfr. la distinción que hace Peirce entre conoc imiento «perfecto» y «segu-ro», CollectedPapers,  4.623.

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304 EVIDENCIA E INVESTIGACIÓN

y sobre nosotros mismos, que no apuntalan a otras partes, sinoque se entremezclan con ellas. Las pautas de evidencia no deponden irremediablemente de la cultura, aunque los juicios de jusliü

cación son siempre perspectivistas. Y no podemos tener pruebasde que nuestros criterios de justificación garanticen la verdad, pe-ro sí razones para pensar que, si alguna indicación de la verdadestá a nuestro alcance, estos criterios son indicativos de la verdad;razones no menos falibles que aquellas partes de nuestras teoríassobre el mundo y sobre nosotros con las cuales se entrelazan, perotampoco más falibles.

El antiguo fundacionalismo aspiraba a una certeza imposible

 para las falibles investigaciones humanas; pero el nuevo conven-cionalismo y el nuevo tribalismo se rinden ante una «desespera-ción facticia»23. Aunque debemos contentamos con una certidum-

 bre menor que la que esperaba encontrar Descartes, no hay porqué abandonar la búsqueda o la esperanza de la verdad misma.

Cuando la historia epistemológica de Descartes terminaba conla frase «y vivieron felices...», sabíamos que esto era demasiado

 bueno para ser verdad. Quizás sea apropiado terminar mi historia,

siendo como es una combinación de un falibilismo omnipresentey un moderado optimismo sobre nuestra condición epistémica,con la frase «y vivieron con esperanza...».

ti

111

11 «1..] la filosof ía que está ahora de moda abraza y apoya ciertos dogmas cu-yo propós ito [...] es convencer a los hombres de que no puede esperarse nada difí-

cil [...] del arte o del esfuerzo humano [...] que tienda [...] a una .desesperacióndeliberada y facticia, la cual corte el vigor y el estímulo de la industria Y lo-do con el fin de que su arte sea perfecto, y por la miserable vanagloria de hacerque crea que lo que no se ha descubierto y comprendido aún nunca podrá descu-

 brirse ni comprenderse de aquí en adelante.» Bacon , The New Organon,  Libro primero, afor ismo LXXXVIII.

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ÍNDICE ANALÍTICO

Los asteriscos (*) junto a números de página indican que la definición de untérmino se encuentra en el texto.

Los nombres entre corchetes después de las entradas indican que el autor esresponsable de la terminología correspondiente, o que se discute el empleo de suterminología.

Las referencias a la «aproxim ación cartesiana», a la «posición kuhniana» , etc.están ordenadas alfabéticam ente en Descartes, Kuhn, etc.

abducción, 134,154. — véanse también  inferencia a la mejor

explicación; juicio basado en la per-cepción.

acción, descripciones autónomas fren-te a descripciones no autónomas,233, 236, 239.

acción, explicación de, 21649, pássimfrente a movimiento, 23233.

aceptabilidad racional de las proposi-ciones (Popper, Watkins), 141, 144,147149,151.

actitud científica (Peirce), 276.actitudes prepos icionales, 79, 234.

 —véanse también,  acción, explicaciónde; Bain, A.; Burdick, H.; creencia;Churchland, P. M.; Fodor, J.; Peirce,C. S.; Price, H. H.; oraciones en lacabeza; Stich. S.

almas, 233.alternativas no tolerables, teoría de las

(fiindacionalismo),40*43, 52, 53, 67.

alquimia, 230.Alston, W. P., 11 ,29 , 30.amplitud, 34 ,45 , 103.

 — de la ev iden ciaC , 117, 124125*,132,218,296.

analítico, carácter, 289, 291. — crítica de Quine sobre el, 169,252,257.

Annis, D., 36, 2856.antiinductivista, hipótesis, 1389*,

140157, pássim.

antipsicologismo, véase  psicologismofrente a antipsicologismo.

antipsicologista, hipótesis, 139*157, pássim.

 — véanse también  irrelevancia del ar-gumento de causalidad; psicologis-mo, un conocimiento a priori,  69,210,212, 256, 257, 258, 290.

 — contingen te, 291.

 — rechazo de Quine al, 168. — sintético , 69, 257.apoyo de la evidencia, 20, 50, 117*

119, 123,129133, pássim, 139, 149,152,153,156,279,289,296,297.

 — y apoyo inductivo , 118120, 186,298.

 —véanse también  evidencia favorable;carácter concluyente; evidencia; inte-gración explicativa; Petrochelli, prin-cipio de.

apoyo inductivo, véase apoyo de la evi-dencia.

apoyo mutuo (entre crencias), 13, 14,34 , 56 , 71 , 75 , 79 , 88 , 105 , 117 , 120 ,178.

 —véanse también  analogía del cruci-grama; círculo; congruencia,

apriorismo, tradicionalista, 14, 160168,181,290,291.

 —véanse también fiindacionalismo',  na-

turalismo; Quine; ratificación,aproximación ca tegórica a la justifica -

ción véase justificac ión , grados de.

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I ■i huy Iticiii". Irtidencias en filosofía notablemei.ii i1'nía uníales <lc la epistemología, proyectos que un ;■■ ■■:

¿i <le los entusiastas (le los últimos avances de la cienciaiii-iiinlisiologla, pasando por los supuestos neopragmah

.1  los seguidores de las últimas modas de París, nos hahi’-niuc* son ilegítimos, que están radicalmente mal concebidos.

S  iis iiii  I laack sostiene que lo que la epistemología necesii i .

11 iho. sino una /('construcción. Los problemas de la tradición e¡ i ■■son enormemente difíciles pero, en principio, tienen una soluc—  por superar algunas dicotomías falsas en las que se ha basado la - i >del trabajo filosófico reciente.

I laack desarrolla una nueva teoría, esencialmente gradual, de i.io de la justificación, tratando a ésta, desde el principio, como una cui igrados; es una teoría de doble aspecto, ni puramente causal ni pura, ngica, que, como el fundacionalismo pero a diferencia del coherentism,de admitir la relevancia de la experiencia para la justificación empíri; i i

como el coherentismo y a diferencia del fundacionalismo experienciali:. ■ »;■requiere ni creencias privilegiadas que estén justificadas exclusivameii, i ula experiencia, ni una noción básicamente unidireccional de apoyo ev idi ■.11

La versión fundherentista de Haack concuerda con un estilo discri; - dnaturalismo, el cual reconoce que, puesto que nuestros criterios de evidise basan en presuposiciones empíricas, las ciencias de la cognición tienen ium relevancia contributiva para las cuestiones epistemológicas, aunque no pi;.den, por sí mismas, responderlas.

Además de exponer los criterios fundherentistas y de defender su carácr •

indicativo de verdad, Haack presenta estudios críticos detallados del fum :cionalismo de Lewis, del coherentismo de Davidson y BonJour, la «episnmología sin un sujeto conocedor» de Popper, el naturalismo de Quine, el fi.

 bilismo de Goldman y los últimos obituarios de Rorty, Stich y los Churchlarucon respecto a la epistemología.

Un tema secundario recurrente es que el fundherentismo de doble aspeeto moderadamente naturalista propuesto en este libro, más que el «pragmatismo vulgar» antiepistemológico de Rorty o de Stich, continúa la tradición epistémica de los pragmatistas clásicos.

Susan Haack, profesora de Filosofía en la Universidad de Miami, es autera de Deviant Logic y de Philosophy ofLogics, así como de diversos trabajesobre filosofía de la lógica, filosofía del lenguaje, epistemología metafísica

 pragmatismo.

IM P O R T A D O P O R :

LA FAwiliAdistr ibuidor a de LIBROS 8a  

R.U.C. 20100365966Av Rapiifallca de Chile N° 661

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ISBN 84 - 309 2975 - 4

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