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58 C uentan los que le conocieron que el Che Guevara era un negado para la música.Y eso que le encantaba. De pequeño, en la escuela, le sacaban cada dos por tres de la fila porque desafinaba al cantar. En las fiestas pedía a sus amigos que le dijeran qué ritmo estaba sonando, y es que era capaz de bailar un tango cuando lo que tocaban era una samba, como aparece en la película Diarios de una motocicleta. E incluso tenía dificul- tades para distinguir el himno del 26 de julio, un canto de rebeldía cubana, de La Internacional, la canción más famosa del movimiento obrero. La torpeza del Che no era más que una manifestación de su amusia o sordera musical, un deterioro de la capa- cidad para discriminar las características básicas de las notas y los matices mu- sicales. Algo que padece de nacimiento un 4% de la población, incluso músicos profesionales. Aunque las auditivas son algunas de las más frecuentes, el abanico de agnosias es de lo más amplio. Desde personas que no reconocen voces hasta las que no saben clasificar colores. ESTE BRAZO NO ES MÍO NO DISTINGUEN LAS VOCES, NO RECONOCEN LA CARA DE SUS ALLEGADOS NI LA SUYA PROPIA, NO VEN PARTES DE SU CUERPO, NO ENTIENDEN LA MÚSICA LOS CASOS DE AGNOSIA SON MÁS FRECUENTES DE LO QUE PENSAMOS. LA MAYORÍA NO SE DIAGNOSTICAN TEXTO ANABEL HERRERA ILUSTRACIONES 28LIVEPROJECT REPORTAJE FONO- AGNOSIA El fonoagnósi- co pierde la capacidad para reconocer las voces familiares, pero no el sonido ambiente. El ló- bulo temporal es el que interviene en las percepcio- nes auditivas. JOAQUIM JORDÀ (1935-2006) El director de cine catalán Joaquim Jordà padeció alexia y agnosia visual a raíz de un infarto cerebral en los 90. Jordà consagró su filmografía a desenmarañar la mente, con Monas como Becky, De niños o Más allá del espejo. 058-061 RD26 Agnosia.indd 58 11/04/12 15:15

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Cuentan los que le conocieron que el Che Guevara era un negado para la música. Y eso que le encantaba. De pequeño, en la escuela, le sacaban cada dos por tres de la fila porque desafinaba al

cantar. En las fiestas pedía a sus amigos que le dijeran qué ritmo estaba sonando, y es que era capaz de bailar un tango cuando lo que tocaban era una samba, como aparece en la película Diarios de una motocicleta. E incluso tenía dificul-tades para distinguir el himno del 26 de julio, un canto de rebeldía cubana, de La Internacional, la canción más famosa del movimiento obrero.

La torpeza del Che no era más que una manifestación de su amusia o sordera musical, un deterioro de la capa-cidad para discriminar las características básicas de las notas y los matices mu-sicales. Algo que padece de nacimiento un 4% de la población, incluso músicos profesionales. Aunque las auditivas son algunas de las más frecuentes, el abanico de agnosias es de lo más amplio. Desde personas que no reconocen voces hasta las que no saben clasificar colores.

EstE brazo no Es mío

No distiNgueN las voces, No recoNoceN la cara de sus allegados Ni la suya propia,

No veN partes de su cuerpo, No eNtieNdeN la música� los casos de agNosia soN más

frecueNtes de lo que peNsamos. la mayoría No se diagNosticaN

TexTo ANABEL HERRERAilusTraciones 28LivEpRojEct

reportaje

fono- agnosiaEl fonoagnósi-

co pierde la capacidad para reconocer las

voces familiares, pero no el sonido ambiente. El ló-

bulo temporal es el que interviene en las percepcio-

nes auditivas.

JoaQUiMJordà(1935-2006) El director de cine catalán Joaquim Jordà padeció alexia y agnosia visual a raíz de un infarto cerebral en los 90. Jordà consagró su filmografía a desenmarañar la mente, con Monas como Becky, De niños o Más allá del espejo.

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‘El hombrE quE Confundió a su mujEr Con un sombrEro’Es el título de un célebre libro de Oliver Sacks, en el que el científico narra 20 historiales médicos de pacientes aquejados de inauditos trastornos neurológicos. Uno de los más conocidos es el del Sr. P., un maestro y músico con excelentes habilidades musicales y de razonamiento, pero que confundía objetos y partes del cuerpo con algo o alguien más. La primera vez que se citaron en su consulta, el neurólogo inglés hizo que se quitara un zapato para poder realizar una prueba de reflejos de la planta del pie. Al acabar, el Sr. P. no se pudo poner el zapato porque pensaba que era su pie, y que su pie era su zapato. Más curioso fue cuando, al salir de la consulta, puso la mano en la cabeza de su esposa y trató de levan-tarla pensando que era un sombrero. Era un claro caso de agnosia visual.

La agnosia, según el doctor Jordi Peña-Casanova, jefe de la sección de Neurología de la Conducta del Hospital del Mar, en Barcelona, “es un problema del reconocimiento de los objetos que previamente se conocían a través de una vía perceptiva, como la vista, el oído o el tacto”. No se debe a una alteración del lenguaje, la percepción o el intelecto, sino a una lesión del cerebro a causa de un traumatismo craneoencefálico, un accidente cardiovascular (ictus) o desór-denes neurológicos diversos, por ejem-plo, aunque a veces es de nacimiento.

El primero en describirla fue Hermann Munk, en 1881. El fisiólogo alemán llevó a cabo una serie de expe-rimentos con perros a los que practicó escisiones en los lóbulos occipitales

del cerebro, que es donde se reciben e interpretan los estímulos visuales. El resultado fue que los animales evitaban obstáculos situados en su camino; sin embargo, no reaccionaban ante objetos que previamente les habían asustado

o atacado. Munk acuñó el término seelenblindheit (ceguera de la mente) para referirse a la pérdida de imágenes de experiencias visuales conocidas con anterioridad.

Unos años más tarde, el neurólogo alemán Heinrich Lissauer distinguió, basándose en criterios clínicos, dos ni-veles del reconocimiento: el aperceptivo

y el asociativo. El primero tiene que ver con cómo percibimos un objeto, y el segundo, con cómo lo asociamos a un significado. Un paciente con un defecto aperceptivo es incapaz de copiar un dibujo o de emparejar formas u objetos

asoMato- agnosiaLa incapacidad para reconocer

partes del cuerpo se debe a una

lesión en el lóbulo parietal,

donde se reciben e interpretan los

estímulos táctiles como la tempera-

tura y el dolor.

EL cHE ERA iNcApAz dE distiNguiR cANcioNEs. pAdEcíA AmusiA o soRdERA musicAL, uNo dE Los múLtipLEs tipos dE AgNosiA

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similares. En cambio, un paciente con un defecto asociativo sí puede hacerlo, pero es incapaz de atribuirle un signifi-cado o una identidad.

El bigotE dE J.M. ÍñigoA pesar de que el modelo de Lissauer es muy útil a la hora de entender las agnosias, no puede explicar por sí mismo el fenómeno. Ni tampoco cómo nuestro cerebro integra la información que recibe a través de los sentidos. Una de las capacidades perceptivas más importantes del ser humano es la de identificar un objeto independientemente de cómo esté orientado, sea cual sea la distancia a la que se encuentre o bajo qué condiciones de luz se presenta.

Pongamos un ejemplo. Un niño de-lante de un teléfono móvil por primera vez manipula el aparato sin entender su significado, sin saber para qué sirve. Sólo después de acumular experiencia es capaz de asociar el nombre, el color, el tacto, la acción… a un mismo objeto: el teléfono móvil. “Lo interesante en el

reconocimiento es cómo el cerebro hace la síntesis de todo lo que está viendo, tocando y sintiendo en una unidad global de la conciencia. Los agnósicos tienen la percepción, pero les falta un elemento de funcionamiento, ya que son incapaces de extraer el significado de lo que ven”, afirma Peña-Casanova.

Esta alteración no abarca solo los objetos, sino también las caras (pro-sopagnosia). El jefe de Neurología del Hospital del Mar explica el caso de un paciente que no reconocía a nadie (ni siquiera a sí mismo) en una foto familiar de una boda; sin embargo, identificó al periodista José María Íñigo en una imagen gracias a un rasgo típico: su bigote. O el de una señora muy devota

que aseguraba haber rezado mucho a las vírgenes y por eso le habían puesto el brazo de Santa Teresa de Jesús. Se trata de una asomatoagnosia o incapacidad para reconocer partes del propio cuerpo, aunque si refiere a los dedos de la mano, se habla de agnosia digital.

Los acromatoagnósicos no identifican, clasifican ni ordenan los colores. Más curiosa es la agnosia visuoespacial. “Una persona con una lesión cerebral que no tiene consciencia de que existe el espa-cio izquierdo, por ejemplo, se comería todo lo que hay a la derecha del plato y no a la izquierda”. Peña-Casanova pide a estos pacientes que imaginen que suben por las Ramblas de Barcelona y describan los edificios. Sólo enumeran

acroMato- agnosiaEl lóbulo occipital se encarga de los estímulos visua-les: discrimina las formas, los colores y los

símbolos lingüís-ticos. Es el que tiene afectado

toda persona que no identifica los

colores.

Existen ciertos casos clínicos de agnosias mixtas,

en las que se encuentran invo-

lucrados varios canales sensoria-

les. Abarcan las agnosias auditivo-visuales o simbóli-

cas -incapacidad para reconocer

palabras o símbo-los musicales- y las agnosias so-

mestéticovisuales -incapacidad para

reconocer como propios segmen-

tos del cuerpo.

LA ALtERAcióN No ABARcAsoLo A oBjEtos: uN pAciENtE No REcoNocíA A NAdiE, Ni siquiERA A sí mismo, EN uNA foto fAmiLiAR

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los de la derecha. En cambio, si hacen el recorrido contrario, es decir, si bajan, siguen viendo solo los de la derecha (que antes estaban a la izquierda y no existían). Los agnósicos topográficos no reconocen los alrededores, mientras que los simultagnósicos no perciben el campo visual como un todo.

¿Quién llaMa?Las agnosias visuales son las más frecuentes, seguidas de las auditivas. Además de la sordera musical, como la del Che, existe la sordera para las palabras. La padecen quienes no pueden comprender o repetir el lenguaje hablado y en cambio no tienen problemas para leer y escribir. Otros no reconocen los sonidos ambientales.

La señora K.H., por ejemplo, nunca ha podido reconocer las voces, ni siquiera la de su hija. Por eso intenta no coger el teléfono fuera de las horas pactadas, e incluso utiliza un nombre distinto en su trabajo y con su familia para diferenciar el tipo de llamada. La resonancia magnética no revela daños

en la zona del cerebro relacionada con la audición. En 2008, investigadores de la University College London (UCL) lo describieron como el primer caso congénito conocido de fonoagnosia, una incapacidad para reconocer voces que afecta al 1 o 2% de la población. Pero tiene suerte, dentro de lo que cabe: ella al menos podría reconocer el estado de ánimo de quien le habla, a diferencia de otros fonoagnósicos.

Seguro que muchos conocemos a alguien que se desorienta por completo cuando les indicamos la izquierda y la derecha (agnosia izquierda-derecha). Gente incapacitada para reconocer el ta-maño y la forma de un objeto (amorfog-nosia) o para discriminar su densidad, peso o temperatura (ahilognosia). Más raro sería que supiéramos de alguien que no sabe si el objeto está en movi-miento (agnosia para el movimiento).

También existen las agnosias táctiles, olfativas y gustativas, pero se dan pocos casos. Aunque los manuales médicos no suelen dar cifras, se sospecha que hay muchísimos más casos de agnosia

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de los que se conocen. El problema es que a veces el médico no los diagnos-tica porque nunca antes los ha visto. También ocurre con frecuencia que el afectado niega su déficit o que tiene una enfermedad (anosognosia) o no le da importancia. “Tengo pacientes que niegan que están ciegos (agnosia de la ceguera) o que tengan alguna parte del cuerpo paralizada (agnosia de la hemiplejia)”, explica el neurólogo Peña-Casanova. “La agnosia de la amnesia se puede dar en pacientes con Alzheimer: olvidan que han hecho algo y echan la culpa a los demás”, añade.

Por el momento, los intentos de rehabilitación para paliar el déficit cognitivo de estas personas son muy limitados. A lo sumo, se les enseña a reconocer los objetos o las personas presentando la información de otra manera o potenciando otras facultades. Un prosopagnósico, por ejemplo, po-dría llegar a reconocer a sus allegados si se fija en un rasgo físico característi-co como en la altura, una cicatriz o la forma de caminar.

Fue el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, quien introdujo por primera vez, en 1891, el término agnosia, del griego a –privación, ausen-cia- y gnosis –conocimiento para reemplazar otros previos como ceguera de la mente, asimbolia o impercepción. Curiosamente, él padeció, como el Che, amusia.

prosop- agnosiaRelacionada con el lóbulo

occipital, es la incapacidad para

reconocer las caras, incluso la propia, aunque los afectados pueden llegar a conseguirlo

fijándose en otros rasgos físicos.

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