espaÑa, aparta de mi este calizpoema número trece- un afán de romper con los prejuicios...
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Los Cuadernos de Literatura
ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ María Soledad Riesco Delgado
«En la imagen de un Cristo próximo a la muerte, lo que realmente preocupa a Vallejo no es la conformidad angustiada del que tiene que apurar el cáliz de la amargura, imagen religiosa de conformismo tradicional, destinada a minar las fuerzas de rebeldía del hombre oprimido, sino la voluntad de luchar y apartar los fracasos de sí, incluso cuando uno se entrega por necesidad y sin conformidad a la muerte, para salvación propia y de las demás personas del pueblo, signo material y objetivo de la lucha rebelde contra la enajenación material y personal de la humanidad».
(De Rafael Bosch
en «Aproximaciones a César Vallejo»)
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España, aparta de mí este cáliz es un breve libro de poemas integrado por quince composiciones en verso cuya extensión oscila desde los 14 versos del
poema XI hasta los 176 del «Himno a los voluntarios de la República».
Parece que Vallejo tenía inicialmente una disposición distinta de lo que hoy es el libro. En la primitiva versión los títulos de los poemas eran: «Himno a los voluntarios de la República», « Batallas» (I, II, III, IV, V, VI, VII), «Imagen española de la muerte», «Cortejo tras la toma de Bilbao», «Pequeño responso a un héroe de la República», «Después de la batalla de Madrid», «Masa», «Himno fúnebre a los escombros de Durango» y «España, aparta de mí este cáliz».
La nueva reordenación dejó los poemas tal como los conocemos hoy. Y de entrada señalamos que los poemas de este libro no están sometidos a ninguna de las normas métricas tradicionales ya que los versos no tienen rima, no poseen una medida concreta y no forman grupos estróficos definidos, sino todo lo contrario: se trata de versos libres, con una longitud en consonancia con el interés concreto del poeta, por lo que es muy frecuente el encabalgamiento y el agrupamiento se hace atendiendo preferentemente a razones emocionales o a lo que se entiende que es un final previsible o deseado. El poema número trece, no obstante, está sometido a un ritmo uniforme, carece de encabalgamientos y lo forman diez tercetos con rima asonante en los versos impares y con un esquema de pausas versales señaladas mediante la puntuación, coma o punto, que coinciden con las morfosintácticas. Tanta regularidad u ortodoxia métrica sugiere -precisamente en el poema número trece- un afán de romper con los prejuicios burgueses. Vallejo, que no es, ni mucho menos, un poeta conservador, ahora lo parece. Adopta esta actitud en el poema número trece tal vez por ser el número considerado tradicionalmente como de mal agüero.
El resto de procedimientos y recursos formales pueden concretarse en la utilización de un lenguaje usual u ordinario en el que destaca la presencia de adjetivos insólitos que dan al grupo, sustantivo/adjetivo, un matiz sinestésico, violento, chocante y de corte surrealista. Si a esto añadimos la acumulación aparentemente inconexa de palabras, formando secuencias no lógicas, sino montones reiterativos, anafóricos, obsesivos, tendremos la descripción de unos poemas difíciles y críticos en una lectura rápida o poco atenta.
Alcanzan enorme valor expresivo las reiteraciones de las categorías gramaticales que tradicionalmente tienen menos entidad o menos valor descriptivo en la frase: adverbios, preposiciones, interjecciones, e incluso conjunciones.
«Hombre de Extremadura, oigo bajo tu pie el humo del lobo, el humo de la especie, el humo del niño,
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el humo solitario de los trigos, el humo de Ginebra, el humo de Roma, el humo de Berlín y el de París y el humo de tu apéndice penoso y el humo que, al fin, sale del futuro. ¡Oh vida! ¡Oh tierra! ¡Oh España! ¡Onzas de sangre, metros de sangre, líquidos de sangre, sangre a caballo, a pie, mural, sin diámetro, sangre de cuatro en cuatro, sangre de agua y sangre muerta de la sangre viva!
Si de un planteamiento global, como hemos hecho, pasamos a hablar de los poemas de España, aparta de mí este cáliz podríamos concretar su alcance y significación en una serie de datos fácilmente verificables.
Primero. No es, en Vallejo, fundamental la preocupación por el porvenir político, social o económico de España, sino el alcance simbólico de la situación dramática española, en cuanto que perdida España se pierde el mundo, se pierde el hombre.
Segundo. Sólo desde una visión poética cristiana, pero a través de la revolución y de principios marxistas el hombre alcanzará el paraíso de la justicia y la libertad.
Tercero. De la tradición bíblica aprovecha dos pasajes del Antiguo Testamento y otros dos del Nuevo. Es el profeta Isaías en el capítulo 53 quien le proporciona la idea del siervo redentor, humillado y explotado y el mismo Isaías en los capítulos 54, 55, 62 y 65 habla de la nueva Jerusalén, de la felicidad y resurrección que será el estado al que aspira César Vallejo después de haber hecho la revolución, la de España en nuestro caso.
Las ideas que toma del Nuevo Testamento se refieren a la Trinidad y a la Redención de Cristo que él traduce como «España», «el proletariado», y «el socialismo comunista», la primera; y la redención que personifica y protagoniza el Proletariado, la segunda.
Si combinamos la tradición poética tomada del Nuevo Testamento con su opción política y la aplicamos al caso español nos encontramos con el siguiente esquema conceptual:
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1.-Visión nostálgica del pasado de España como una madre que alienta el hogar.
2.-Visión desolada del presente del hombre proletario o redentor.
3 .-Visión del destino del hombre y del mundo en el futuro como un lugar nuevo, el paraíso comunista.
El eje sobre el que bascula el cambio se sitúa en el «Cristo» o «Proletariado» que realiza la revolución redentora.
Una vez que se ha realizado el ciclo anterior acude el poeta a los pasajes del Antiguo Testamento, que hemos señalado, y de la mano del profeta Isaías hace que se cumplan en el proletariado-redentor -identificado como el Siervo de Dios- las profecías anunciadas, mientras que la nueva Jerusalén es el símbolo del mundo nuevo al que se llega tras la liberación del hombre por el socialismo marxista.
Los puntos de contacto de este mundo poético-conceptual de César Vallejo con la visión de España en León Felipe se podrían concretar en los siguientes:
1.-La Biblia. 2.-Los profetas bíblicos. 3.-Cristo. 4.-Don Quijote. 5.-La desolación si se pierde la guerra. 6.-España como espacio de muerte. Por lo que respecta a la presencia de todos estos
puntos en León Felipe no queremos insistir porque, tras la exposición que hemos hecho, nos parece una cuestión de evidencia. También hemos hablado ya de los dos primeros en España, aparta de mí este cáliz como soportes de una ideología, pero no hemos señalado su eficacia formal en algún pasaje concreto, así en el «Himno a los voluntarios de la República» el profeta Isaías le presta su voz para cantar en un mundo en el que los hombres vencerán sus limitaciones: los mudos hablarán, los cojos andarán, los ciegos verán ...
«¡Entrelazándose hablarán los mudos, los tullidos [andarán!
¡Verán, ya de regreso, los ciegos
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y palpitando escucharán los sordos!»
Y triunfará la sabiduría en el mundo, el amor, la solidaridad, la justicia y hasta desaparecerán las imperfecciones de la naturaleza y las causas de aflicción del hombre:
«¡ Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios!
¡Serán dados los besos que no pudisteis dar! ¡Sólo la muerte morirá! ¡La hormiga traerá pedacitos de pan al elefante encadenado a su
brutal delicadeza; volverán los niños abortados a nacer perfectos, espaciales y trabajarán todos los hombres, engendrarán todos los hombres, comprenderán todos los hombres!»
Roberto Paoli habla de «cósmicas urgencias de justicia humana» fundamentada en una «Profecía y Mesianismo» y dice que «no es poesía como acción, sino como vaticinio y violencia». Y añade: «Los elementos bélicos o, también, épico-líricos, a diferencia de Alberti «Capital de la Gloria», «Cantata de los héroes» o de Hernández « Viento del pueblo» o de Neruda «España en el corazón» -ha de observarse bien- son secundarios en Vallejo. Más cerca del afán escriturístico de LeónFelipe, pero con menos ego, con menos Whitman-aunque Whitman es el primer poeta moderno deuna tal nebulosa-, Vallejo sugiere el recuerdo dedos momentos fácilmente discernibles de la profecía de Isaías: aquellos en que se profetizan respectivamente la pasión de Cristo y la nueva Jerusalén». (De Aproximaciones a César Vallejo, II, N.Y. Las Américas, 1971, p. 349).
Si de la Biblia y los profetas pasamos a Cristo ydon Quijote tenemos que insistir que su presencia es, por lo que se refiere a Cristo, más evidente en César Vallejo, no así don Quijote al que León Felipe dedica un libro entero y otros muchos poemas.
César Vallejo emplea constantemente la imagen de Cristo como símbolo de amor fraternal, como modelo que el hombre debe imitar y a la vez como paralelo entre el bolchevique ruso y el miliciano español, prototipos de hombres que van a redimir
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a la humanidad, lo mismo que, en otro plano, hizo Cristo.
Si en León Felipe don Quijote encarnaba la justicia, en Vallejo Cervantes y su gran personaje encarnan la generosidad y el sacrificio humano; por eso leemos en el «Himno a los voluntarios de la República» lo siguiente:
«El mundo exclama: «¡ Cosas de españoles!» Y es verdad. Consideremos, durante una balanza, a quema ropa, a Calderón, dormido sobre la cola de un anfibio muerto o a Cervantes, diciendo: «Mi reino es de estemundo, perotambién del otro»: ¡punta y filo en dos papeles!».
El análisis y la integración en un todo conceptual de la presencia de la Biblia, de los profetas, de Cristo y de don Quijote, tal como hemos visto hasta aquí, provocan un comentario, muy acertado, a Francisco Martínez, en el que dice:
«Por eso, si del siervo de Yaveh dice la Biblia que no tenía «presencia ni aspecto», del vallejiano hay que decir que tiene tantos aspectos como seres empeñados en la gran cruzada, que deben ser todos los «españoles», todos los seres del mundo, porque la «hispanidad» es la sangre redentora del mundo entero. El redentor vallejiano es el voluntario de España, miliciano «de huesos fidedignos» que se sacrifica; es el proletario «que muere de universo»; es el campesino «caído con su verde follaje por el hombre»; es el obrero, «salvador y redentor nuestro»; es el voluntario italiano, soviético, del norte, del sur, del oriente ... , es el extremeño que conoce el secreto del cereal; es Pedro Rojas, «padre y hombre, marido y hombre, ferroviario y hombre; son los mendigos que «atacan a gemidos»; es el guerrero, el camarada «herido mortalmente de vida»; es Ramón Collar, «yuntero y soldado»; es el héroe desconocido «sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino». La vocación redentora es una vocación universal; el no cumplirla es abdicar de la condición de hombre. ( ... )
El fruto primero y principal de la muerte del redentor será el nacimiento de la hermandad universal, ya que sólo ella vencerá a la muerte. «Masa» da de la muerte individual una imagen provisional y dinámica, como de algo no acabado que exige algo para quedar completado: «pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo». Lo que la muerte está exigiendo para completarse es la resurrección y ésta es obra de la Masa, fuera de la que el individuo no tiene sentido ni vida:
«Entonces todos los hombres de la tierra le rodearon; les miró el cadáver triste, emocio
[nado; incorporose lentamente, abrazó el primer hombre, echose a andar».
A pesar de todo, la muerte será siempre un mal para el que tiene que sufrirla; si el «redentor» la sufre por todos los demás (por eso es muerte redentora), todos deben sentirse responsables de su muerte; pero esa responsabilidad entraña la vivencia de un sentimiento de culpabilidad precisamente ante él. De ahí la plegaria: «¡Obrero, salvador, redentor nuestro, perdónanos, hermano, nuestras deudas!»
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Así se llega a la divinización del redentor. Si tenemos en cuenta que España también está divinizada, entendemos que ambos elementos son elevados a la misma consistencia esencial, en semejanza con esa trinidad celeste en la que las tres personas, siendo distintas, tienen una misma naturaleza». (De César Vallejo, León, Publicaciones del Colegio Universitario de León, 1976, págs. 212-214.).
Finalmente la España de desolación y de muerte, tan presente en León Felipe, tiene su
paralelo en César Vallejo en una corriente de pesimismo burgués que se advierte en algunos poemas al considerar que la lucha, que el resultado final de la lucha, va a ser adverso. Si España cae, el mundo va a quedar terriblemente afectado. El último poema del libro, el titulado «España, aparta de mí este cáliz» es un buen ejemplo de esta última visión de España, no sólo de la pesimista, sino de la superadora mediante el vencimiento de la muerte por la redención.
Una vez puestos de relieve los elementos comunes en los poemas de España o sobre España de León Felipe y de César Vallejo nos queda pendiente delimitar el concepto de España en Vallejo para que éste adquiera su propia dimensión, su relieve auténtico y personal frente al ya descrito de León Felipe.
Para César Vallejo España es un hogar materno de cuyos muros penden retratos de Calderón, Cervantes, Goya, Quevedo, Cajal, Teresa y Lina Odena. En este hogar materno hay amor y una forma de ser específica: «cosas de españoles». En el hogar, el miliciano, hijo de España, se sacrifica por los demás, por los que necesitan «su lucha protectora, oponiendo su vida concreta de español identificado con su pueblo («distribuyendo españas») al fiero acometimiento del enemigo ( «a los toros») y mostrando fuerte resistencia («toros») otorgada a los débiles que la necesitan («a las palomas»). (De Rafael Bosch: «Sentido esistencial del hombre en guerra en Vallejo» en César Vallejo, N. Y., Las Américas, 1971, pág. 343.).
Pero este hogar materno ha sido brutalmente destruido y por doquier -Santander, Madrid, Gi-
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jón- hay muerte, humo y sangre de los hijos de España.
«Lo han matado, obligándole a morir a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquel que nació muy niñín, mirando al cielo, y que luego creció, se puso rojo ... »
(De III).
Ante esta circunstancia el poeta terne por sí mismo, por España y por la supervivencia univer-
sal si el Padre, una de las tres personas de la Trinidad, desata sus iras.
Dice Francisco Martínez en el libro citado más arriba que «es precisamente aquí donde un intenso sincretismo religioso-místico convierte a España en la imagen pansirnbólica que abarcará todos los aspectos de la vida y del ser y la modelará corno la auténtica «irnago rnundi». La llamada a la cruzada es total para que el indulto pueda ser total y la salvación total»:
«¡Voluntarios, por la vida, por los buenos, matad a la muerte, matad a los malos! ¡Hacedlo por la libertad de todos!»
e(De «Himno a los voluntarios de la República».)
BIBLIOGRAFIA
Se recomienda consultar la que figura en Angel Flores: Aproximaciones a César Vallejo, II, N. Y., Las Américas, 1971. (Hay trece páginas que contienen, ordenados alfabéticamente, estudios y artículos acerca de Vallejo y su obra.)
Más sucinta, y dentro de lo que se puede considerar una selección interesante, está la citada por Francisco Martínez: César Vallejo. Acercamiento al hombre y al poeta, León, Publicaciones del Colegio Universitario de León, 1976.
* Para nuestras citas textuales hemos utilizado la ediciónde Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz de la editorial Losada de Buenos Aires.