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Bienaventurados
los que padecen
hambre y sed de justicia
porque ellos sern colmados
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Prefacio
Apenas para explicar. Explicar qu. Como si alguien pu-
diera dar cuenta de lo insensato, de la razn de la sinrazn. De lo
que la fina percepcin de los finos romanos definiera con pince-
ladas lapidarias. Homo homini lupo. Porque de eso se trata. Eso y
bastante ms, claro. Porque en este mundo en el universo to-
do, hasta la violencia, tiene matices. Es decir claroscuros, acentos,
contrastes, inflexiones, variancias.
Algunos escpticos arriesgaron en todo mbito y cual-
quier poca que la Creacin es en su totalidad violenta porque
violento es su Creador. Ese pantocrator irascible a quien, a falta de
cdigos ms refinados, me he dirigido en algn poema, abrumadopor la aplastante verdad de saberme tercer eslabn de una rama
familiar que hubo de atravesar como pudo los sinsabores de la
Guerra de Cuba, la Primera Guerra Mundial, la Primera Repblica,
la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, una salvaje Guerra
Fra, la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam y casi una Guerra
de las Galaxias.
En este entorno, la segunda mitad del siglo pasado marc a
Latinoamrica con todos los estigmas generadores de violencia: la
miseria, la explotacin, la inequidad y sus contracaras, las dictadu-
ras, la represin, las listas negras, los alzamientos populares y el
crimen poltico.
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Las hiptesis y las construcciones dialcticas quedan por
cuenta de socilogos, politlogos y psiquiatras. Cabe a la literatura
avanzar hacia la posible comprensin de estos fenmenos a travsde la ficcin, la cual pareciera tantas veces irona constituirse
en una senda vlida, si no hacia la verdad al menos hacia un mode-
lo legible y por lo tanto inteligible.
Escribir desde lo ficcional historias de violencia es un mo-
do acaso fariseo de meterse en el pantano sin embarrarse los zapa-
tos. El lector ejercer la ponderacin y el veto eventualmente el
voto para dilucidar el grado de inocencia o de cinismo y en todo
caso de credibilidad de estos textos.Noms har la salvedad de que la literatura no reconoce
otro compromiso de verdad sino con la literatura misma. Aceptada
esta premisa, cualquier intento de asimilar estos cuentos (as se
ofrezcan como crnica o relato) a episodios o situaciones histricas
verdicas, supone el riesgo de caer en simplificaciones temera-
rias. Y en el mejor de los casos, estrecha la mira hacia lo puntual,
en tanto la literatura de ficcin nos abre un campo infinitamente di-verso y polismico en el cual caminar, bucear o volar segn el pro-
pio deseo y la personal circunstancia de cada cual.
Porque si alguna belleza puede atribuirse a esto que llama-
mos narrativa de ficcin, reside en el descubrimiento de que esta-
mos metidos en un universo de hologramas y ectoplasma en el que
todo puede ser y nada es al fin lo que parece.
GE / Ricardo Rojas, febrero 2015
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Abel ya no se afeita
Esto se acaba ya mismo. Lo piensa. Hace cunto que lo
piensa. Tanto pero tanto que ya ni se acuerda desde cundo ni por
qu. Mal. Peor, cada vez peor, cada ao, cada semana, cada minu-
to. En el odio tambin puede haber ese delivery del ya. De lo inme-
diato, de lo instantneo. A l, al ladrn. Que sepan, que se enteren.
Que le quiten hasta el saludo. Que todos comprendan al fin y se
den cuenta y se haga justicia. Unos tanto y otros tan poco. Mierdade mundo, mierda de sociedad. Dnde la new agey el hombre nue-
vo. l dijo ser el hombre nuevo. Deca. A cada rato lo deca. En la
cara me lo deca mirndome con sorna. Mientras se acostaba con
mi mujer. Nuevo dnde cundo para qu. No hay nada nuevo, qu
va a haber. Cuando Abel creci un cachito Adn ya fue cornudo.
Ella dice que me quiere. A l le vende el mismo verso. Que no hay
nada malo porque no es lo mismo. Incluso me quera un cacho ms
a m. Antes claro. Hace ya tanto. l saba bien cmo vena la ma-
no. Yo en babia. Fue siempre el mejor, el preferido. Todo le sala
bien de movida. Hasta la primera vez. Yo en cambio. Para qu a-
cordarme. Mechones de pelo en la palma de las manos y esas man-
chas amarillas en los ojos. Ana Mara me gustaba. Me volvan loco
sus ojazos y las venas que le bajaban por el cuello y la mano que se
me iba detrs de la mirada. Dejame no seas malo. A ninguna mujer
le gusta que la besen as. l se la llev un da a su departamento yella ah s que se dej mirar y acariciar y l hizo lo que quiso. Yo
boludo como siempre. Esa misma noche le pregunto con cara deborrego qu sents por m. Se le adivinaba la burla en los ojazos.
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l siempre anda cerca cuando no debe. Cuando quiero es-
tar solo. Esos das que hasta el aliento te jode. Que no te bancs ni
el calor de la almohada. Y l ah con su mirada sobradora. Otra quete larg en banda seguro. Campaneando canchero cmo el rubor
me sube hasta la raz del pelo. Vos les das verso y las minas no
quieren verso. Quieren que vayas a los bifes. Nunca dice mirame a
m, pero no hace falta que lo diga. l se larga sin mirar siquiera si
hay agua en la pileta. Yo la pienso y la pienso. Y cuando termino
de pensarla me encuentro solo como siempre. Pensando cuando la
vuelva a ver le digo. Segu pensando boludo. Me dice con una son-
risita ganadora. No sabs cmo se revuelca en cuanto la aprets uncachito. Eso me acaba de decir. Arrimndome la cara tocndonos
casi las narices y pechando con ese aire de pesado.
Nunca imagin que fuera verdad lo del cntaro en la fuen-
te. Ni le di tiempo para que lo pensara. Abri grandotes los ojos y
alcanc a disfrutar viendo cmo el alma se le escapaba por la boca
en un quejido mudo. Qued hecho un ovillo. En un charco de san-
gre multiplicada por las astillas del espejo.!
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Acti labores iucundi1
Enrique Daz Snchez, in memoriam
Cuatro das apenas han de trascurrir. Noventa y seis casi
unas cien en realidad horas exactas en su conteo y atroces en el
torbellino de flashes y recuerdos. O de premoniciones y destellos.
Pues al momento de recibir en la espalda la perdigonada de las
nueve milmetros le alcanza la lucidez para preguntarse si esos lti-
mos cuatro das no han sido realidad sino sueo premonitorio.La familia Falconid es integrada por tres subfamilias: la
de los halcones del bosque, la de los chimangos y caranchos y la de
los halcones y cerncalos. Los halcones del bosque son naturales de
las Amricas. Los encontramos desde el sur de los Estados Unidos
hasta la cuenca amaznica, pero se ausentan de las Antillas. Estas
aves habitan en las selvas y zonas de alta vegetacin. Se alimentan
de pequeos animales que ellos atrapan. Los halcones del bosque
tienen un aspecto similar entre ellos, se asemejan a un gaviln de
cola larga. El aspecto de estas falcnidas no es muy similar, existen
diferencias pronunciadas entre ellas. Aunque en general se aseme-
jan ms en apariencia y hbitos a los buitres americanos de peque-
a talla que a los otros halcones. Son aves oportunistas, muchas de
ellas alimentndose de carroa.
Sentado en la primera fila de sillas del Cine y Teatro Santa
Rita de una oscura ciudad de provincia en compaa del Negro Gu-tirrez y el Chueco Garrucha, Marcial Arvalo se desespera al mis-
mo tiempo con la humareda que le quema los pulmones hincndole
1 La tarea realizada es agradable.
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astillas de vidrio en la garganta y los nervios que hasta los docu-
mentalistas veteranos enfrentan al acercarse el momento de cada
estreno. Porque la premirees mucho ms un signo de interroga-cin que una ratificacin de algo. Y porque ya de nada vale pensar
repito una toma o desecho un par de secuencias porque ya nada
puede repetirse y uno se encuentra fuera del alcance de la moviola
o la isla de edicin y es como si cobrara un nuevo sentido actual y
terrorfico la sentencia ritual de los guardianes del sello de los an-
tiguos reyes que gobernaban el valle. As ocurri. As fue filmado.
As ha sido editado. As ha de proyectarse.
A su alrededor los fumadores alternan furiosas bocanadasde tabaco negro con fragmentarias discusiones acerca de la cues-
tin del agua y los embargos. De entre el casi centenar y medio de
activistas presentes, en su mayora riojanos, cada cual tiene su pro-
pia visin no solo de la cuestin del acufero sino de la mucho ms
antigua y profunda en todo el sentido del trmino de la histo-
ria de los yacimientos y las vetas de mineral. Y quien no lleva en el
lomo alguna marca de las cachiporras y las balas de goma de lapolica provincial puede mostrar sin darle demasiada importancia
cualquiera de esos rastros que ms de una vez han acabado en ma-
nos de los mdicos de la morgue judicial, en un territorio en el que
la justicia suele estar en mano de personeros y fantoches de los a-
pellidos del poder o de opacos testaferros que se ocupan con pro-
lija sumisin de tapar como hacen los gatos bien educados con
sus excrementos las huellas de la desmesura y la exaccin que
toda la poblacin comenta pero pocos se atreven a enfrentar con ladenuncia franca.
La condicin feudal de la provincia descansa sobre un pu-
ado de prcticas que no por viejas dejan de resultar de provecho a
la hora de abandonar los discursos encendidos de promesas y met-
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foras rebuscadas y pasar a la mucho ms atractiva pgina de las uti-
lidades, los balances y las dobles contabilidades. Cambian nombres
y circunstancias pero el fondo de la cuestin es siempre el abigeo yel expolio disfrazados de mil modos pero sostenidos en todo caso
por idnticos recursos y salvo excepciones por los mismos apodos
y las mismas maas. Comisarios que deben su nombramiento al
juez que debe su placetal senador que debe la fortuna gastada en
su campaa al gerente del banco que debe su cargo al bufete de
abogados de la capital que deben sus abultadas cuentas de gastos y
sus fines de semana dispendiosos a oscuros accionistas que le de-
ben impuestos millonarios a un pas que le debe sujecin al mism-simo demonio.
Mala compaa hacen la fiebre y la memoria, peor an
cuando la fiebre no sobreviene a una comilona bien regada sino al
trajn de semanas devorando anotaciones, llamadas y reuniones a
deshora, secuencias tijereteadas y recompuestas. Y la memoria se
empea en no querer olvidar sabiendo como sabe que una buena
memoria de nada vale si no sirve para olvidar lo que resulta dainorecordar y as merodean por su cabeza susurros que no provienen
de boca humana y un murmullo como el silbido ralentado de las
aguas del dique al despearse por la ladera del cerro en busca del
cauce seco del ro Chaarmuyo cuando las aguas del deshielo supe-
ran los niveles de la reserva. No incurras en pecado de soberbia
hijo mo y ten presente que la realidad es lo que es y no lo que t
quisieras y solo en la mente del Seor anida la verdadera y nica
realidad sin que est admitido que entidad humana alguna descorrasus espesos velos y aunque repites como una criatura malcriada
que la verdad los har libres yo te digo que esas pueriles inquietu-
des te amarran a la dominacin de los demonios oscureciendo la
consciencia divina que habla dentro de tu corazn.
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As haba terminado casi de mala manera su conversa-
cin con el obispo capitalino, quien los recibiera en una reunin in-
formal para tratar la cuestin de los embargos, a Csar lo que es deCsar les haba dicho a modo de despedida en la puerta de su des-
pacho parroquial.
Marcial Arvalo, sumido en la humareda de las discusio-
nes y la espera un tanto cargada de nervios, revive con ojos entre-
cerrados los episodios de su trabajo que empezando en un viejo ex-
pediente de arrendamiento de campos y contratas de suministro de
carne para los comedores escolares de toda la provincia, va pasan-
do por captulos si bien inicuos al parecer desligados de la cues-tin, como una licitacin dudosa y la adjudicacin ya ni siquiera
dudosa de una obra de cloacas y provisin de agua nunca concluida
y un manejo por lo menos delicado de documentos y contradocu-
mentos en la gestin de los crditos agrarios que empez con los
embargos y est a punto de explotar con el remate de cientos de
miles de hectreas de buenas tierras que formalmente han dejado
ya de pertenecer a unos miles de chacareros para pasar a manos demedia docena de aventajados compradores en el momento de las
ejecuciones o durante las etapas previas. Negocio que a su vez cul-
mina con un generoso plan de salvataje puesto en marcha a ltimo
momento por una llamada telefnica perentoria al director del ban-
co hipotecario, destinado a garantizar la vivienda y el silencio de
los damnificados y de paso asegurar un pequeo dividendo adicio-
nal a la cementera y una constructora casualmente ligadas ambas a
los cabos maestros del problema.Fragmentos de los cincuenta y dos minutos del documental
pasan una y otra vez por la cabeza afiebrada de Marcial en cuanto
se encienden las luces y consigue escapar a los aplausos y los abra-
zos de sus compaeros y simpatizantes y de los admiradores oca-
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sionales. Los encargados de la seguridad del acto han realizado su
trabajo a consciencia, aunque puede observar algunos rostros extra-
os de mirada buitrera que dejan afilados mensajes al cruzarse conla suya. Seguramente pura imaginacin producto del agotamiento,
una semana de trabajar da y noche en la edicin del material lo ha
dejado palmado, como un motor pasado de revoluciones. Y queda
nada ms el enorme cansancio y la necesidad de dormir dos das
seguidos.
Tratando de ser objetivo, reflexiona que ms que cansancio
es el estrs generado por la expectativa acerca de los resultados. El
cmo lo tomara su pblico, la multitud de compaeros de militan-cia que lo han visto durante los meses pasados correr de una ciudad
a otra, de una chacra a otra, con su vieja cmara casi obsoleta siem-
pre en bandolera. A fuerza de presencia ha logrado ganarse el dere-
cho de ir adelante en las marchas y participar de los piquetes.
Nunca se le ocurri taparse la cara, para qu. No es un ban-
dido sino un documentalista que tuvo en sus aos jvenes el privi-
legio de trabajar junto a Fernando Birri y mamar algo de su incon-mensurable experiencia y saber. La cara que se la tapen ellos, los
otros. Los que s tienen de qu avergonzarse.
La ubicacin de los halcones y cerncalos es global, solo se
ausentan de Antrtida y algunas islas ocenicas. Excelentes en el
vuelo, algunos de los miembros de este grupo son considerados las
aves ms rpidas en el aire. Se asemejan a las guilas y milanos
pequeos pero se pueden diferenciar con facilidad una vez que re-
montan vuelo. Los halcones tienen las alas ms puntiagudas. En lasguilas y parientes las plumas primarias al borde del ala se presen-
tan separadas, dando la impresin de dedos. En los halcones, o no
se distinguen tales plumas, o no son lo suficiente definidas para dar
la impresin de dedos.
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A lo largo de esas casi cien horas escudria de continuo en
la memoria, fijando su atencin en la secuencia de los tres minutos
finales. Al principio le parece que esos tres minutos ya estaban a-notados al margen en el primer guion del documental, aunque no
recuerda haberlos escrito. Y menos filmado, puesto que el persona-
je en foco es l mismo, cumpliendo su habitual trote maanero al
costado de la ruta que pasa por Pituil y sigue hacia el dique, dejan-
do atrs Chaarmuyo. La cmara lo sigue un rato largo tomndolo
de espaldas. Y registrando las tres sombras que trotan a su mismo
ritmo, unos cuarenta metros por detrs. Definitivamente l no ha
pensado ni filmado esa secuencia, que adems no tiene nada quever con el film y en cambio tiene que ver piensa con algunos
llamados extraos a deshora sin otra respuesta ms que un jadeo de
animal exhausto. Y aquella esquela desprolija armada con pegotes
de diarios y revistas pasada no hace muchos dias por debajo de su
puerta. Dejate de joder con esa camarita de mierda.
Todo el territorio de la provincia yace boca arriba esperan-
do un agua que no ha de caer a tiempo para evitar el descalabro dela sed y las plagas, curioso destino para unas tierras que portan en
sus entraas un acufero ubrrimo y a lomo de sus montaas tanta
nieve como para colmar cien diques en un da. Yacen las espaldas
campesinas sobre los terrones resecos de alimento y ya ni lgrimas
resbalan de esos ojos igual resecos por la sequa y la desesperanza,
aguardando noms los guadaazos de la huesuda, casi ya sin fuer-
zas para espantar la bandada de cuervos y aves carroeras que re-
volotea sin apuro prestos los picos para el prximo festn. Queda-rn blanqueando al sol los dientes rotos y los hmeros quebrados y
al momento de la rebatia acabarn a la grea los cuervos con los
cuervos y las hienas con las hienas porque cualquiera sabe que no
hay peor astilla que la del mismo palo.
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La proyeccin y el debate consecuente terminan el martes
de madrugada, alrededor de las tres y media. Varios compaeros lo
acompaan hasta su casa, reiterndose los abrazos y las muestrasde simpata y aprobacin. Si alguno de sus acompaantes fij su
atencin en esos minutos finales, se guard muy bien de hacer co-
mentarios, por lo cual se acuesta casi convencido de que el sub-
consciente le ha jugado una mala pasada.
Desde las hondonadas de la historia estelas y pergaminos
cuentan la prieta tanto que ampulosa trayectoria del poder y la me-
moria de aquellos reyes que yacen en el valle un puado apenas
de calcios y fosfatos ejemplifica las circunstancias y los modosen que los menos han cabalgado a lomo de los ms fundando di-
nastas y elevando al cielo capitolios y obeliscos en su honra sobre
la mera sangre de esclavos albailes y parias panaderos herreros
tejedores y flautistas.
El jueves despierta fresco como un recin nacido y como
suele ocurrir en tales circunstancias, recuerda haber soado pero le
resulta imposible recuperar una sola imagen. Aunque algo le soplaal odo que la eventual pesadilla habr estado vinculada con la ob-
sesiva e imaginaria secuencia del final. Mientras se da una du-
cha rpida decide dejar a un lado la cmara y la cuestin de las eje-
cuciones hasta el lunes, sabiendo que la semana ha de ser crucial y
necesita arrancar con la mente despejada. Intuye que el avispero
debe estar revuelto y tanto los medios amigos del gobierno como
los de la oposicin habrn sentado posiciones acerca del documen-
tal, que desde el mismo martes debe estar circulando por toda laprovincia con la docena de copias que ha alcanzado a entregar.
Jueves, viernes y sbado se le van en un suspiro, prepa-
rando esbozos del prximo guion con largos intervalos de Mozart y
alguna lectura ligera pero no es hombre de estarse mucho tiempo
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encerrado. El domingo a las siete de la maana sale trotando por la
ruta con intencin de llegar hasta el Club Nutico y de Pesca ca-
si junto al mirador del dique y emprender el regreso al mismoritmo. El relente del Famatina le da de frente en la cara y el leve
silbo de esa brisa en los odos lo asla por completo del entorno, es-
timulando al mismo tiempo pulso y respiracin, ajeno por comple-
to a la aparicin de las tres sombras que se le acercan corriendo en
silencio por detrs.
El bandidaje gira sin apurar sus energas, en el sentido ho-
rario para las cuencas exprimidas que agonizan en los secanos y en
sentido contrario para el solazo que apantalla sus llamaradas des-cargando chispazos vengativos sobre la tierra malherida, mucho
ms por los picotazos y el hedor de las plumas y mucho menos por
ese divino fuego antes vida y ahora apenas un rostro malhumorado
de dioses vengativos y pequeos. La asamblea de cuervos debate
en pleno vuelo acerca de los castigos y las culpas, sabedora de que
al ejercicio de los picos y las garras le incumbe solo el deshacer fi-
bra a fibra las hilachas del desgraciado que se atreve a levantar suvista al cielo porque de fabricar las culpas ya se ocuparn en su
momento los tinterillos y las togas y las pelucas paniaguadas. El
cuervo viejo patrn de la bandada (hasta ahorita) descabeza un sue-
o placentero en pleno vuelo para abrir los ojos al finalizar el con-
cierto de graznidos e improperios, justo a tiempo para guiar sin
ms vueltas la sentencia. Tres cuervos penitenciarios se desplo-
man en picada.
Las tres armas disparan al unsono, aunque es probable queMarcial, habituado a reconocer con fina sensibilidad los elementos
de cualquier acorde tmbrico, alcance a sonreir al darse cuenta de
que aquellos tres minutos finales de su documental son en verdad
una visin proftica. !
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Ms me hubiera valido
Vale ms no pensar y no saber / vale ms en un torpe desenfreno /hundirse en el abismo del beber / el alcohol es el mejor veneno /el mejor exceptuando a la mujer.
Joaqun Castellanos;El borracho.
Me amaba no me amaba la amaba o solo fue el or-
gullo de macho puesto en evidencia qu digo evidencia, vamos,
en ridculo. En el ms abyecto ridculo. Pas porque tena que pa-sar, joder. Pero es que no tena por qu pasar. Debimos haber de-
jado el pueblo en el primer momento. Antes de las miraditas y las
sonrisas. Antes de esa picazn que me acosaba al andar por la calle
y ver el corro de comadres meneando la cabeza al saludarme de le-
jos. O soportar a los chavales balndome en la cara como si fuera
un chivo y haciendo cuernos. Me cago en sus pueteras abuelas.
Porque son las arpas ms viejas, las que tejen a comps de su ma-
ledicencia y sus bajas murmuraciones. Chambricas, un to huevosque pasas por todo, eso eres. Se lo adivinaba en las caras. Un gili-
pollas que acepta que otro le revuelva las sbanas mientras la yugade sol a sol. Hombre, as cualquiera encuentra caliente el nido. Es
cuanto hay que ver, el tup de la zorra y la cara del calzonudo.
Todo eso, claro. Y mucho ms que no quiero darme a ima-
ginar. Quin podra, coo. Pngase Su Seora por un momento en
mi lugar. No que me contenga ni que me los sostenga ni que me
ayude usa a sobrellevarlos. Nada ms que crea en mi palabra. Que
no fue por ignorancia ni por sospechas. Ms me hubiera valido y
mejor me hubiera ido, ya lo creo. Pero no, Seor Juez. A cara lim-
pia lo confieso y lo firmo. Fue porque saba. !
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En la orilla
!
Premio Internacional Horacio Quiroga / SADE Delta Bonaerense 2005.
Es casi la misma orilla. Al menos los mismos trboles y las
mismas (parecidas) casuarinas. Sabe del matorral de tacuara que
aparecer unos cincuenta metros adelante, casi frente a la casa del
maestro. Hasta el mismo aire hmedo, un tanto ms calmo esta
vez. Nadie ha acertado a completar aquella historia del maestro. Un
rumor de amores contrariados. La visin fugaz de unas trenzas ru-
bias y unos ojos zarcos, detrs de la ventana que se abre entre los
ciruelos. El mnimo ladrido de un cuzco que disfruta arrinconando
gallaretas contra la paja brava al borde del zanjn.
Poca cosa, como la aburrida biografa de esa legin extran-
jera de exleadores, exmarineros, exnutrieros, ex cualquier nada
puestos a salvo de toda curiosidad a la sombra predispuesta de li-
moneros y sauces. No tiene consciencia de haber caminado tanto,pero el instinto le indica que ha dejado atrs Isla Agradable, donde
seguro habr intercambiado algn chisme y un par de tintos con el
gordo, quien no escatima matizar la reparacin del muelle o la cor-
tada de lea con alguna historia risuea de mirones escondidos en-
tre los ligustros o seoras que remojan su desnudez en el agua de
las madrugadas.
Con el gordo han sido vecinos desde poco despus de ocu-
par La Cautiva hasta algo antes de que un verano lo perdiera para
siempre entre las tentaciones nocturnas de los Bajos del Temor.
Todo est casi igual, casi todo. Las mismas anguilas remoloneando
en las caletas a la espera de mojarras desprevenidas. Las mismas
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chicharras afinando los mismos violines al ardor de la siesta entre
las ramas de los mismos eucaliptus. Los mismos cangrejos haraga-
neando al sol entre las mismas piedras. Un par de veces intenta en-focar la canon hacia un carpintero abrazado al tronco de una de las
casuarinas que dan sombra al muelle, o un martn pescador que vi-
gila el agua desde la otra orilla. Pero abriga la sospecha de que es
intil, que todo resultar en una confusin griscea igual a la de los
dos rollos de semana santa. Entonces haba salido del paso pensan-
do que era pelcula vieja. Ahora ser difcil repetir la excusa.
Su memoria tampoco responde, salvo en destellos o reta-
zos de algo as como el recuerdo de algn sueo en el que se mez-clan vestigios de una realidad lejana con resabios de una borrache-
ra interminable. Imgenes se amontonan sobre otras imgenes, sin
orden ni concierto. Una tararira pudrindose debajo de la casa de
Maclean. Botija enredado a mordiscos con una comadreja. Un atar-
decer de sbado caluroso remando en silencio bajo los rosales que
techan el Mburucuy. El chinchorro dado vuelta con los chicos en
el Arroyn. Una culebra zigzagueando contra la creciente, a pasosdel albardn. El chillido de los murcilagos en la quietud del ano-
checer. Una boga asndose al calor de unas brasas de chaar. Es
casi la misma orilla.
Camina y camina, sin saber hacia dnde. Hacia adelante.
Atrs lo siguen los disparos y los obuses de las fragatas inglesas.
Ganso Verde debe estar a un par de millas a su izquierda. Y por el
camino que lleva, si se puede llamar camino a la huella pedregosa
anegada cada medio kilmetro, tiene no menos de dos jornadas pa-ra llegar a Puerto Argentino. Las tripas le duelen de vaciedad y la
herida en la cabeza vuelve a sangrar, por debajo del precario ven-
daje.
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Sus ltimos compaeros quedaron atrs, Moreira sin pier-
nas y Surez con un bayonetazo en la cadera. En bandolera lleva
apenas un par de cargadores, pero las municiones no se comen.En algn rincn de su memoria asoman unos versos que un
poeta ciego an no ha escrito y refieren la oscura muerte de un sol-
dado oscuro en una playa oscura. Es como si aquel ro de Herclito
hubiera empezado a fluir en sentido inverso y entonces se siente
caminando penosamente hacia su propio nacimiento. Todo se a-
montona en su cabeza afiebrada por la infeccin y el hambre. Aun-
que mucho ms que el hambre es la sed la que cierra torniquetes de
alambre en su garganta que ya ni puede enunciar sonidos, apenasun ronquido lastimero, marcando el ritmo doloroso de los borce-
gues hacia ninguna parte.
Los disparos suenan cada vez ms lejos y estallan en su ca-
beza cada vez ms cerca. Las fragatas colgaron en el cielo nocturno
un sol artificial. Que nadie se detenga. Que nadie descanse. Que
nadie duerma. Nadie se rinde, carajo. Tambin ignora, porque por
lo menos la ignorancia es piadosa, que nunca llegarn las cartas nilos chocolates. Mejor tampoco fasos, no sea que les pase como Sin
novedad en el frente. Agchense, carajo. Corran, carajo. Disparen,
carajo. Caven, carajo.
La casa del maestro no puede estar a ms de veinte metros.
Solo que la espesura del ligustro y los sauces no la dejan ver toda-
va. Los ruidos de la noche se cierran sobre su cabeza, arrullndolo
en un tutti de lechuzones y grillos y ladridos. Ahora se arrastra,
porque las piernas le pesan como bolsas de arena y entre tanta aguasiente el ardor de la sed en la garganta donde una brasa despelleja y
quema.
Sobre su cabeza algunas constelaciones extraamente han
cambiado de lugar. Frente a la casa del maestro, duda entre intentar
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la subida para procurar algn alimento o bajar al arroyo para cal-
mar el ardor de la garganta. En definitiva, con el resto de aliento, se
deja resbalar por el albardn y se hunde lentamente en el agua, eseagua clida y acogedora, casi como una placenta llena de protec-
cin y amor. !
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No escaparn!
El casero est encajado justo entre la mina La Casualidad,
el volcn Antofalla y el cerro Cndor. Seis mil metros largos sobre
el nivel del mar. Lo de casero es un modo de decir. Apenas un
campamento. Restos en verdad de un campamento, abandonado
all por el 45 cuando el azufre estaba dejando de ser negocio.
El Rengo tiene buena memoria. Y se hace cargo de la para-
doja. Puta si parece joda reniega entre pitada y pitada el 17 deoctubre nos fuimos al humo contra ellos y ahora esta hija de puta
nos echa los perros encima, treinta aos despus.
Y s Rengo lo rejonea el Indio al viejo Dumas se le
cay una sota al hacer las cuentas. Pero saben que ms all del mal
humor del Rengo, las chuscadas eruditas del Indio y la bala de fal
que le gan un rin a Merengue, es cuestin de tiempo. Hasta que
se acabe la galleta y unas municiones roosas que sostienen la es-peranza de bajar algn guanaco, a riesgo de que el eco de los dis-
paros llegue rebotando hasta el hocico de los perros.
La jaura se haba metido en el monte tucumano cazando
chalchaleros y uturuncos bajo el ladrido de las charreteras y las bo-
tas. Los indicios apuntaban para Intihuasi. Van para la cordillera
seguro, pero ya no les queda resto. Mtanle bala sin asco y me los
entierran ah noms en medio del salar. !
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Con el correr de las horas, las calles adyacentes se con-
vierten en un hervidero de gente, algunos por curiosear pero la ma-
yora familiares de los estudiantes atrincherados. Hay un ir y venirde mantas, viandas y paquetes con provisiones. Ante la posibilidad
de que la polica corte el suministro de agua y electricidad, el pasa-
manos incluye bidones, faroles y linternas.
Las cuatro manzanas que rodean Qumica sirven de aguan-
tadero a los que preparan comida, acondicionan ropa sobre todo
de abrigo para la noche y bultos con alimentos. Previendo que al
fin la polica logre despejar la zona y se haga necesario arrojar la
ayuda de vereda a vereda o de ventana a ventana. Pero por ahora laidea es conservar el control de las calles alrededor de la manzana.
Aunque ya se conoce el final de la historia. Cuando la infantera no
logra disuadir, mandan los caballos.
Qu distinto verlos pacer tranquilos, sin montura ni arreos,
en el campo que da al brazo del Colastin asomando por debajo del
terrapln, del otro lado del Parque Sur. Hasta hace pocos aos uno
de sus descansos predilectos era ir a mojarrear a ese arroyito y ad-mirar los reflejos dorados de la tropilla policial retozando al sol.
El caballo sin su jinete es un animal manso, piensa aoran-
do aquellas escenas de Carmen Heras y de Za expuestas en el Club
Universitario cuando la visita de Nicols Guilln. Pero encabes-
trado y montado por los tapes morochazos es un bicho de temer.
Al escuadrn van a parar, sobre todo a partir del Plan Co-
nintes, chaqueos y correntinos grandotes que encuentran en el ser-
vicio una oportunidad de reemplazar por un sable cojudo de caba-llera el hacha con la que acostumbraban a voltear quebracho y el
machete de abrir picadas all en sus montes del norte.
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En las largas horas de espera, otras escenas acarician su
memoria. Las rabonas en el Parque Independencia, las caminatas
por el puerto. Las discutidas partidas de bolitas en las veredas an-chas de avenida Francia. El canje de bolones, procurando aquellos
que tenan adentro unas hlices de hilos de color y te hipnotizaban
al girar. Las cotizadas municiones grandes de los cartuchos de ca-
za. Las esferas de acero de los rulemanes. Mam le traa bolsas de
bolitas de vidrio cuando iba al centro. Y uno de los Fernndez le
regal un da una de acero del grosor de un dedo, ideal para el
tinke. Los ms avispados de la barra ya conocan su potencia mor-
tfera y en cuanto le tocaba el turno alguno gritaba sin tinke! Perocasi siempre los madrugaba antes de medir la distancia tinke a bo-
lear, mano en alto! Eran disparos terribles, la mano a una palma del
suelo y el tinkazo que mandaba la bolita como una bala contra la
pirmide enemiga. O el tinke suavecito hacia arriba para hacerla
caer en una parbola perfecta dentro del hoyo.
Cuando lo tapa la sombra del caballo se da cuenta de que
el cosaco le gan de mano. Alcanza a desparramar el puado debolitas frente a las patas del centauro, pero el planazo ya no lo para
nadie. Despus el silencio del atardecer, tres cuerpos cados en me-
dio de la calle y alguna bolita rodando an entre la sangre. !
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Trelew 22 de agosto
Dios no juega a los dados
Albert Einstein
Consume sin disimulo su rencor al amparo de la oscuridad.
Que ahora no le complace y ni siquiera le es necesaria. Al menos
como lo fuera en aquel momento.
Ha aprendido que tener o no tener a mano lo que se nece-sita es cuestin de suerte. Pero que nadie est privado de procurarlo
y tomarlo como sea y a riesgo de saltar desde lo alto de un risco
aunque la taba le caiga en contra y la aventura acabe en un hospital
con la osamenta desbaratada o algo peor an.
Claro que entonces no haba para l nada peor que no in-
tentarlo, no jugarse como ha de jugarse un hombre cuando se cua-
dra y el destino pega el trompetazo. Es la tuya, vamos. Haba queestar ah y en su pellejo y sostener sin rubor la mirada de aquellos
hijos de puta.
Ahora le toca ser el ocupante de esa celda sin luz y casi sin
aire. Afuera un aerosol deja su rbrica indigesta. Nunca ms. !
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De cucarachas y de hormigas
El lamo o Muret / Gallpoli y Nagasakiluctuosamente ratifican que en su esenciala historia es un quejido atroz
un llanto insoportable.
GE; Solo un quejido atroz
Ellas llegan al caer la oscuridad. Imposible resistir el aco-
so. Las hormigas no duermen. nfimas usinas de cido frmico mo-
vilizndose sobre seis patitas acompasadas. Hexpodos u octpo-dos? Las cucarachas caminan sobre ocho. Los octpatos primordia-
les de Cortzar. Salvo las rengas claro. To Ricardo se caga de risa
cuando le dicen que pare con el tetra. Todava puedo hacer el ocho
desafa. Ests en pedo Ricardo, eso es el cuatro tu media neurona
ya ve doble.La cucaracha la cucaracha fue a parar al hospi-
tal. l prefiere las hormigas toda la vida. Despus del tinto se en-
tiende. Pero siempre termina apostando por la cigarra porque la ci-
garra tiene ese no s qu viste. Las callecitas y el loco que te mira.Y s claro que se vuelve loco por puntear una milonga. Milonga de
Hormiga Negra. Letra y msica and a saber de quin.Ms oscura
que mulata / en noche de invierno fiero / negra muy negra se abre /
la puerta del hormiguero. No tienes odo ni para el Arroz con le-
che, Ricardito. Brota el vozarrn de abuela Eustasia desde la pe-
numbra de su cocina. Nunca un aplauso ni el menor estmulo. A-
prende de tu hermano, hijito. Ese no necesita que le anden atrs. Nies de llevarle flores a la maestra. Pues que no se las llevo a la ma-
estra son para mi hermano y para los soldados que mueren en Viet-
nam. Dnde est tu hermano, Ricardo. Recuerda haber ledo esa
pregunta en un DArtagnano en Aventuras. Tal vez haya sido en
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Sargento Kirk. Vuelve a la realidad querido. T leas Rojinegroy
Tit-bitsy cuando lo de Vietnam no hubieras servido ni para cami-
llero. Entonces en aquel libro de tapas negras que el cura Santore leva entregando a cada uno de los chicos a medida que meten las ra-
ciones en la mochila y se ajustan los borcegues. No te pongas pe-
sado Ricardo. Todos saben que el pibe est all y los fusiles estro-
peados y las espoletas pinchadas y los chocolates y las donaciones
que se robaron. Pero eso ya qued atrs.
Todo va quedando atrs. Bueno todo todo no. Por la noche
vuelven los ayes de los heridos la tos de los moribundos y el sil-
bido de los obuses y la trayectoria tartamuda de las balas trazado-ras. Los miembros arrancados quedan atrs. Las trincheras voladas
por las bombas tambin. Y el olor. Ese tufo penetrante que te hace
vomitar incluso la cucaracha que ests tratando de masticar porque
el hambre te duele hasta en las uas de los pies. No claro hombre
ya contaste tantas veces que las uas duelen por el fro y por la
falta de vitamina C. Caminar en direccin contraria al enemigo.
Esa es toda la historia. La historia de la guerra claro. Cmo quecul guerra. Esta. La nica que hubo y todos saben que va a ser la
ltima. Despus de esta se acabaron los prncipes y las princesas y
ya nadie se va a atrever a pensar en otra. La cuestin es salir de
ac. Seguir caminando hacia nuestras posiciones. Arrastrarse sobre
los pedazos que te quedan enteros para alejarse del frente El fren-
te? El nico frente es el que tienes all lejos, hijo. Si salvas el pe-
llejo ya te vas a enterar quin gan aunque todos hayan perdido.
Sin novedad en el frente. Dura pero bien sincera qu quieres. Y sino lo salvas te vas a morir contento como aquel sargento que se
muri hace muchos aos del otro lado del mar debajo de un caba-
llo. S claro, seguramente tambin tena hijos y una mujer. Tus hi-
jos o tus nietos a lo mejor alguna vez van a cruzar el mar tambin.
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Cuando el mundo recupere la paz cualquiera se va a atre-
ver a cruzar. Hormiguitas navegando por un charco sobre una hoja
de paraso. Una hojita de paraso te das cuenta del sentido ale-grico?
Pobre viejo querido salvarse de la artillera prusiana de los
gases venenosos y de la retirada a travs de las Ardenas buscando
seales de la retaguardia para tropezar nada ms con cuerpos muti-
lados en un regreso largo que lo lleva al pueblito perdido en medio
del Pirineo francs para morir en brazos de su mujer y de sus hijos
preguntndose por la razn de la sinrazn y por la inicua diferencia
entre el color de la sangre y el de una bandera cada en medio delbarro que ni siquiera sirve de mortaja a los pedazos sin nombre dis-
putados a dentelladas por los perros cimarrones y los lobos. Un re-
greso largo y el olvido y esa otra cosa difcil de expresar que al
principio son los aplausos y las guirnaldas para al final las caras
que se dan vuelta porque el desfile de cuerpos hinchados semides-
cuartizados medio momias medio hato de rezagos anatmicos y ca-
ras enjutas rastrilladas por la decepcin inducen a los psame-dios-mo y esos ejercicios de autoflagelacin colectiva que van derivan-
do sin darnos cuenta hacia la reticencia y el disimulo para terminar
en el asco o an peor en indiferencia. Algn ngel debe apiadarse
de tanto sufrimiento insensato porque al menos muere convencido
de que la primera ha sido tambin la ltima.
Mi abuelo tiene el consuelo de recoger el ltimo suspiro de
su padre all en lo alto de la montaa asediado por los ayes y los
lutos pero persuadido tambin l de que su padre tiene razn y alprecio de la propia vida han acabado para siempre con los rugidos
del can y el silbido de las balas y la explosin de la metralla.
Joven an para darse cuenta de que empieza a vivir su propia
muerte y en apenas veinte aos le tocar morir a orillas del Jarama
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con la carga de sus desesperanzas sin piernas y ya sin ganas ni de
preguntar por quin doblan las campanas. Conservo de l apenas
aquel abrazo de despedida en un puerto del cantbrico y unos me-ses ms tarde ya en Buenos Aires la hoja garabateada bajo la arti-
llera franquista y las bombas alemanas. Cuando seas mayorcito
entenders Ricardito de mi alma tanta desesperacin y mi tristeza
bajo este infierno tan lejos de vosotros. To Ricardo crece junto a
mi abuela enjugando sus lgrimas y escuchando retazos de una his-
toria de mentiras y traicin y privaciones y desencuentros que al
cabo habr de ser tambin la de su sobrino y al fin acaso la tuya.
Porque la maldad no repara en latitudes ni fronteras como no seanlas que demarcan aquel pas maravilloso y feliz de nuestros sueos
de infancia tan queridos tan lejanos. Tan cercanamente inalcanza-
bles de la hormiguita viajera y la cucaracha la cucaracha y las lec-
ciones de profundo contenido de la cigarra y la hormiga iluminadas
por el espritu pedagogo y preceptivo de Esopo y de Iriarte de
Flix Samaniego
Eso fuimos y eso somos me parece cucarachas y hormi-guitas de la guerra hurfanos sin profesin y sin espacios con nues-
tras mutilaciones a cuestas y las lceras del odio anidadas en la
mirada y en el profundo vaco de unas almas vagabundas desnudas
de fe y nostlgicas de unos sueos hechos hilachas. Pobres flecos
pobres hebras pobres cucarachitas aplastadas al pasar por un par de
botas esparciendo desorden en el desorden y despus el olvido.
Quin se acuerda acaso de los fusilados entre los basurales
o de aquella base en medio de la estepa en medio de la noche enmedio de la saa de unos marineros azuzados por las arengas de un
ministro. Tiren a matar y limpien antes que aparezca la prensa fir-
mado un almirante al comandante de la base del otro almirante. El
segundo de espaldas ante la cuarta puerta del tercer corredor es mi
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viejo. As de espaldas lo matan le tira por la espalda aquel Sosa que
despus nadie sabe. Total son cucarachas pero no se olviden de
limpiar. Total es sangre de gauchos que no tiene ningn precio.Hi-jo de puta el que mata a un hombre / Facundo hombre macho /
bien te la dieron en Barranca Yaco. Despus la estepa y las pala-
bras en el aire del ministro el presidente dio la orden. Limpien dice
por si aparecen las hormigas. Esa noche bailan las cigarras en la
negrura alta de la estepa quin dira. Mueren las cucarachas y enlo-
quecen de impotencia las hormigas mientras bailan las cigarras.La
cucaracha la cucaracha / ya no puede caminar la cucaracha
la cucaracha / que se vaya al hospital / a que le pongan a que le
pongan / una pata artificial
El padre Santore reparte las bendiciones y las hostias cor-
pus domine nostrum jesu christi custodiat animam tuam in vitam
ternam amny le brilla la mirada siempre pienso si le brilla por-
que de verdad cree o si sabe y entretanto repite todo esto de la
magnfica humildad de las hormigas porque claro las hormigas y
nosotros los cristianos y en especial los que fuimos elegidos paraofrendar la vida y otra vez se queda callado los prpados cerrados
clavados en el fondo del cliz. Quin sabe si en su historia no hay
tambin un abuelo que no regres del frente all en Alsacia o un
padre con las piernas trituradas por un tanque tratando de defender
una frontera indefendible por la cual no tendran que haber pasado
las panteras pero pasaron. O masticando su rabia y una hostia antes
de comenzar el bombardeo de Montecassino. Espectros que tam-
bin murieron en un anonimato inicuo para vivir en la gloria.En abril los das ya son cortos y las noches tan largas. El
aire azul congela los litros del grillo y el vibrato de la chicharra y
un sol negro se instala sobre el horizonte recostado sobre un mar de
ceniza que se abre una y otra vez al paso de las ballenas o de un
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narval para cerrarse luego sobre la estela plomiza que marca el re-
corrido de unos peces oscuros mitad congorocho mitad viejas del
agua. El cielo austral es un teln de terciopelo oscuro muy oscurode tanto en tanto iluminado por la traza de un cencuate o el tartajeo
de un dragn rampante que cierra y abre sus fauces en el ejercicio
de un apetito interminable y un malhumor que hinca con fervor sus
dientes y los colmillos raudos en el fondo de unas heridas insopor-
tables y las quijadas sibilantes babeando sangre y bilis sobre la es-
puma atormentada que arrima sus oleadas insidiosas dejando sobre
la arena basltica de la playa un tejido funerario de algas putrefac-
tas y espinazos de pescado. El horizonte apenas un teln de jarciasy neblina cuando se disipa el humo acre de las bombas y los gritos
de agona.
Yo aqu calentito en la noche larga de provincia ignorando
an cualquier idea de noche o de provincia porque nada ms el ca-
lorcito y las palpitaciones de este vientre que suea y tararea can-
ciones de cuna nada ms esperando una noticia nada ms arrullan-
do su espera nada ms rezando en voz baja o para adentro a la vir-gencita de las piedras y a todos los santitos que tanto se preocupan
por la suerte de los desvalidos y los pobres sobre todo ese que le
dicen seor de los milagros ayer estuvimos en su fiesta y haba
risas y muchas lgrimas de las muchachas nada ms pidiendo entre
suspiros que los dejen volver pero no entiendo ni de suspiros ni de
lgrimas y en este calorcito me quedo dormido y un desconocido
se me acerca mientras duermo y deja un beso chiquitito en mi
frente y se despide en puntas de pie con una sonrisa que casi melastima.
Marchar cavar explorar esconder respirar y rezar Mar-
char cavar explorar esconder respirar y rezar Marchar cavar ex-
plorar esconder respirar y rezar Marchar cavar explorar esconder
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respirar y rezar Marchar cavar explorar esconder respirar y rezar
Marchar cavar explorar esconder respirar y rezar Las noches
largas dan tiempo para todo. Para pensar y para tiritar. Para soar ypara recordar. Para pedir y para sollozar. Para adentro porque el
sargento dice. Pienso mucho en todo porque cada pensamiento es
como el eslabn de una cadena inacabable de asociaciones y dolo-
res. Sobre todo dolores. Los dolores que quedan son las libertades
que faltan. Ni la pequea miserable libertad de correr all donde
est naciendo un hijo de los tantos que no alcanzarn a conocer a
sus padres. La familia pierde un hijo la patria pierde un soldado. Es
todo o sea nada. Como dice Borges despus algn papel sin impor-tancia. Las hormigas instaladas por debajo de la piel caminando
entre los huesos adentro de los huesos. La mdula invadida de hor-
migas que caminan y caminan y te van devorando el carac. Ojal
furamos cucarachas por lo menos tienen el consuelo de que des-
pus del gran final ellas van a sobrevivir. El futuro de la vida sobre
la tierra depende de las cucarachas as que ojo con pisarlas entien-
den? S. S qu tagarnas s mi teniente primero. Ms fuerte msfuerte digo carajo ustedes no son ms que hormigas manga de ma-
ricones. Hormiguitas coloradas pendejos de mierda que no sirven
ni para empuar un fusil como los hombres qu los vamos a parar a
los ingleses si ustedes todava se mean en la cama.
La arena hierve y el mar borbotea su rabia descargando es-
pumarajos violentos sobre la playa. Arriba sobrevuelan los helicp-
teros y unas liblulas acorazadas y la msica de Wagner acallando
la explosin de los misiles y las bombas y el clamor de los heridos.Cabalgata de las walkiriasclaro Wagner claro Francis Ford quin
podra resistirse quin se atreve a ignorar tanta satnica belleza
donde solo vive y reina la muerte y un velo atroz cubre como un
sudario pegajoso el maremagnum de miembros desgajados y cr-
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neos desorbitados entre fmures y omplatos partidos. Silbido rojo
tartajeo violeta explosin ndigo esquirlas verde tableteo magenta
dolor gris vmito naranja balas trazadoras azul beluga tostado esta-llido de tmpanos negro silencio negro negro negro negro
Vuelven todas las noches en silencio porque ya no quedan
preguntas. Mi padre quiere hablar de aquella noche cuando Sosa le
tira por la espalda pero no salen las palabras nada ms la bocanada
oscura y el silencio entre los disparos y los ayes. Muertos todos
muertos y me miran y de entre los muertos el abuelo que se alza
sobre sus piernas rotas para decirme nada ms que no importa que
ya no duele y al fin sabe esta noche de llanto y desamparo porquin doblan las campanas por encima del Ebro ms all de los
puentes del Jarama. El bisabuelo lo alza y se despiden en silencio
aunque leo en su mirada lo que le duele descubrir que aquella la
primera solo ha sido la ltima para l y unos ilusos devoradores de
utopas. Todos nacemos ya con nuestra propia guerra adentro. En
junio ya casi ni se ve el sol. Ellas llegan al cerrarse la oscuridad.
Imposible resistir el acoso.Pasaron muchos atardeceres y lo negro se ha ido haciendo
carne en nuestra carne. Se nos han instalado adentro de la mdula y
ahora empiezan a devorarnos el alma. Al final nada ms unos nom-
bres y unas fechas escritas sobre las piedras.Es tan breve el amor y tan largo el olvido !
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Nadie te paga para pensar
Mariano Ferreyra in memoriam
La mano vena algo pesada. Nada del otro mundo, no vaya
a creer. Pesada es un modo de decir, porque a m no me asustan
sombras ni bultos que se menean. Es que se haban juntado cosas,
vio. Los muchachos aoran aquellos tiempos en que el sindicato
roncaba y ramos una potencia. Bah, el viejo sabe contarlo cada
vez que el tetra lo tumba arriba de la mesa. Hasta Pern lo pensabados veces antes de torearnos. Los ingleses? Bueno, era otra cosa.
Andbamos mansitos bah, cuenta el viejo, vio porque los mis-
ters tenan otra poltica. Bastaba mirarlo torcido al capataz y ah
noms te liquidaban la quincena y ni tiempo para despedirte de la
cuadrilla te daban. A vos nadie te paga para pensar, negro motoso
te escupan en la cara inteligentes somos nosotros, ac hace
falta gente que cumpla y obedezca. Y tenas que juntarte las pilchas
y ahuecar el ala silbando bajito. Armaban su propia vigilancia y siera necesario contaban con las comisaras y hasta alguna vez nos
echaron encima las tropas del ejrcito. Qu puede saber un zumbo
de bielas y calderas. Antes de las elctricas, me entiende. Pern nos
cag. El viejo no se bancaba ninguna contra. Y medimos mal las
fuerzas. Quin iba a imaginarse que el viejo zorro hablaba en serio
cuando prometi cortar los males de raz. El justicialismo no es ni
capitalista ni socialista.Cuando se convenci de que los maquinistas somos de fie-
rro, nos hizo la cruz. Ningn anarquista me va a torcer el brazo, re-
zongaba para l entre medio de sus lameculos. Se termina el ferro-
carril y se acab la fraternidad. Estos piojosos van a ir a vender
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man adentro del zoolgico. Y entonces empez la historia de las
rutas y los camiones qu se piensa? Yo hered las pelotas y el mal
humor del viejo, qu quiere que le diga. l no se hubiera quedadoen el molde con que nadie le parara una formacin. En treinta y
ocho aos nunca entr a un andn cinco minutos atrasado. Era ca-
paz de ponerse a palear el carbn, as era el viejo. Y no le tena
ningn respeto a los manmetros, no se crea. Noms escupa contra
el chapn del hogar y ya saba si el vapor estaba a punto. Pero no
lo hubiera permitido, seguro que no. Por eso me saqu, sabe. Los vi
ah adelante mo abrazados en medio de las vas y gritando cosas.
Y el maquinista meta chifle sin que nadie le diera bola. Debera ha-berles pasado por encima con la locomotora. Muerto el perro se
acab la rabia. Me acord en ese momento, se lo juro. El viejo lo
saba repetir antes de apoyar la cabeza sobre la mesa.
Justo en ese momento vi aquel punto. Con la camisa abier-
ta flameando una bandera. Y sent el calor del fierro quemndome
la piel en la cintura. !