enciclopedia militar americana artigas el heroe de la... · manos uruguayos, argentinos, paraguayos...

E n c i c l o p e d i a M i l i t a r A m e r i c a n a

A R T I G A S

General EDGARDO UBALDO GENTA

ANAQUEL

Ensayo de Filosofía de la Historia delRío de la Plata en su hora fundamental.

Editora ínter - Americana Buenos Aires

ARTIGASEL HÉROE DE LA PLATANIA

Hecho el depósito que marca la ley 11.723Todos los derechos reservados

Copyright by EDITORA ÍNTER-AMERICANA. 1945

PRIMERA EDICIÓNPrinted in Argentine

P R Ó L O G O

LA obra del General Edgardo Ubaldo Genta, ARTIGASque formando parte integrante de la ENCICLOPE-

DIA MILITAR AMERICANA, ve la luz ahora, estoy se-guro que será recibida con verdadero júbilo por los lectoresamericanos y, especialmente, por uruguayos y argentinos.

Obra de gran aliento, -ceñida empero a los limites im-puestos por la naturaleza de la Enciclopedia, su autor, conmisticismo patriótico, exalta la personalidad del procer rio-platense, demostrando que junto a su pasión federalista en-cendíase su amor por la gran patria argentina. Recuerda alefecto que el historiador uruguayo E. Acevedo sentó que"ARTIGAS FUE UN ENEMIGO DE LA INDEPENDEN-CIA DE LOS ORIENTALES. LO QUE PROPUGNABAERA EL FEDERALISMO DE LAS PROVINCIAS DELRIO DE LA PLATA", señalando de paso la intriga del ÉmT

bajador Ponsomby.

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De ahí los anatemas que había de soportar el procer.¡ARGENTINO!, le gritan los ocultos enemigos uruguayos;¡ANARQUISTA!, los desembozados adversarios de estabanda.

Y es en base a argumentos tan decisivos que el brillan-te autor rechaza que la patria del General Artigas sea elUruguay. Para él es la Platania, los Estados Unidos del Ríode la Plata.

Esto lleva al eminente autor a proponer la revisión his-tórica, a fin de determinar quiénes son los responsables deque los estados hispano-amérkanos aparezcan dispersosfrente a la unidad política de la América Inglesa y de laAmérica Portuguesa, constituyendo aquéllos cincuenta esta-dos agrupados en una sola nación; y los otros veinte, tam-bién en una sola unidad política.

Es que, como lo afirma el General Genta, tanto losEstados Unidos de Norte América como los del Brasil, aho-garon en sangre toda tentativa de secesión, mientras nosotros,argentinos, la debamos mansamente producirse. O como afir-ma el autor, GANÁBAMOS LAS BATALLAS Y PERDÍA-MOS LAS LIDES DIPLOMÁTICAS.

Varones ilustres bregaron desde el primer momento porla unidad política continental como consecuencia de la uni-dad'racial de los nuevos estados, aunque intcialmente de ca-rácter regional, para darle forma integral finalmente. SanMartín, por la fundación del Imperio del Sol o Tahuantin-

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suyo con Chile, Perú y Ecuador, siendo del caso agregar quela entidad politica incluía a las Provincias Unidas del Río dela Plata, que no las suponía disgregadas, sino bien unidas,mostrando su aflicción ante el azote de la guerra civil; Ar-tigas, la Platania, enarbolando la enseña del federalismoque siguieron otros estados argentinos como Entre RÍOS, Co-rrientes, Santa Fe y hasta la misma Córdoba;, Bolívar, conla Gran Colombia, para finalmente proponer la constituciónde la Confederación latino-americana.

La maciza argumentación —que muestra la vastedad desu cultura, su gran erudición y su enorme conocimiento dela historia americana, especialmente argentina—, llevan alautor, decíamos, a propugnar la SANTA UNION de los her-manos uruguayos, argentinos, paraguayos —todos vincula-dos al gran Río— y HASTA bolivianos y brasileños y, agre-guemos por nuestra cuenta, chilenos, para fundar por el amor—es la expresión que en su noble exaltación emplea el au-tor—, lo que no se hizo o no se quiso hacer por la fuerza:LA PLATANIA, constituida por estados que gocen de igua-les privilegios y derechos, con sus ejércitos propios, en alian-za defensiva y ofensiva, olvidando las antiguas rencillas defamilia, que tal aparecen para el autor las guerras entrepueblos ibero-americanos, como efectivamente lo son.

Los nobles y altos pareceres del ilustre camarada uru-guayo hallan en mi espíritu eco propicio, afinidad comple-ta, ya que desde largos años aliéntalo, como que es un man-

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dato que nos viene del fondo de la Historia, ya que pro-

viene de nuestros Héroes. . . . .

LAPLATANIA, PUES, O LOS ESTADOS UNIDOSDEL RIO DE LA PLATA, comenzándose .así a dar reali-dad al sueño de San Martín, Artigas y Bolívar:

"ARTIGAS, EL APRECIABLE PAISANO, "PAISANOMIÓ", como le llamara afectuosamente el LIBERTADOR.

General NICOLÁS C. ACCAME. .

General de Brigada D. Edgardo Ubaldo Genta

Trátase de una personalidad de singular relieve. Desde su ini-ciación en la carrera de las armas destacóse. Tuvo así la honrade conducir la enseña patria en el Colegio Militar de Montevideo,del que egresara en 1916, perfeccionando posteriormente su pre-paración profesional en ejércitos europeos. Así, en 1922 cursabalos estudios superiores en la Escuela de Ingenieros de Versalles,cuyo alumnado provenía de la clásica Escuela Politécnica de París.Esto le permitió emprender con eficacia la organización e ins-trucción de entidades de su arma.

Fue subdirector de la escuela de aplicación, encarando mástarde la preparación de los oficiales de ingenieros. Jefe de bata-llón de comunicaciones, jefe del Estado Mayor de la 2a. RegiónMilitar, miembro de la comisión calificadora de servicios milita-res, culminó en la carrera al ser designado Inspector de Ingenie-ros, cargo en que le sorprendió el ascenso a General.

Ha sido profesor de institutos militares, director de la revistamilitar en sucesivos períodos; cursó estudios de arquitectura e in-tervino en la redacción de importantes reglamentos militares.

Esta nutrida foja de servicios, que habla bien claro de la per-sonalidad del General Edgardo Ubaldo Genta, no ha sido óbicepara que se dedicara afanosamente a cultivar las letras, historia

y filosofía, en que ha logrado fama y prestigio que franquearonlos límites de la patria. Escritor galano, purista; poeta inspirado,historiador versado, logró en estas disciplinas verdadera consagra-ción. Así el destacado académico colombiano Ortega Torres pudodecir del General Genta: "No hay en el presente otro poeta quepueda parangonársele, ni en la calidad ni en la cantidad de susobras."

Se explica pues las innúmeras comisiones en el extranjero quele confiara el gobierno, como también las altas distinciones deque le hicieran objeto los gobiernos de distintos países. Posee, en-tre otras, el título de "Hijo dilecto del Paraguay", miembro dehonor del instituto Mark Twein, socio de honor del Círculo Militarde Bolivia, etc. Le fue conferida la medalla "de oro en el concur-so del libro de Córdoba por sus epopeyas "La Platania" y "LaAmazona".

Tal es a grandes rasgos la personalidad del autor de estebello libro: ARTIGAS.

Dedicoa mi Madre.

E.U.G.

P R O E M I O

Hemos sido señalados para escribir sobre Artigas enuna hora fundamental del mundo, cuando los centros deirradiación política e ideológica auguran que las nacionesirán organizándose en sistemas de pueblos afínes y comple-mentarios por su situación, cultura y economía.

. Entre los países del Río de la Plata tal enlace, con res-peto.de la libertad de cada uno, significaría la consagra-ción definitiva, la apoteosis del campeón y el mártir del Fe-deralismo. .

Así como creyó Miguel Ángel que toda obra de Artepalpita, con la euritmia de sus formas completas, en la entra-ña del bloque, y que la misión del artista no és otra quedesnudarla del amorfo ropaje que.la protege y oculta, ocu-rre con las grandes figuras del pasado que, mientras lascubre un manto espeso de pasiones, intereses y prejuicios,su individualidad, su actitud y su vida reales permanecen a

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oscuras, aguardando que el cincel justiciero del futuro des-baste la caparazón deforme, y surja por fin a la luz la pro-porción, la estatura, el gesto y el énfasis verdaderos.

Del mismo modo, para que los rioplatenses vivamosla actual etapa admirativa por esa escultura casi desbroza-da de lo que un día fausto ha de ser el Artigas cabal, fuenecesario que talentosos e infatigables artistas de la Historialabrasen, con acerada pluma, un proceso de recreación ad-mirable, por lo justo y lo verdadero. Henoremos a talesmayores.

Fue por la sugestión creciente del procer, pronto redi-vivo, que brotaron nuestras exaltaciones literarias, iniciadascon los "Cantos a la Patria de Artigas", escritos en edadinfantil, en noches de guardia en la Escuela Militar. Desdeentonces no ha habido tribuna en los cuatro rumbos del Uru-guay, donde rio se haya levantado nuestra voz en el coro desu gloria. Nuestras campañas cívicas del "Artigas dé Bron-ce", destinadas á erigir su figura en el metal consagratoríosobre los plintos de nuestras ciudades y las de naciones her-manas, concitan, desde la infancia escolar a la ancianía ve-nerable, a uno de los movimientos populares más convin-centes del arraigo del héroe en el alma nacional y en la con-ciencia americana. Y desde el "Himno a Artigas" a la epo-peya "La Platania", nuestra loa sube sin cesar hacia el nim-bo de ideales de su frente. Frutos de" esa pasión por Artigasson la forma y el aliento de este libro; obra de ideas carga-

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das de emoción, pero sin intenciones ocultas, clara," recta yvibrante cual la espada que heredamos del glorioso Blanden-gue.

Siendo nosotros uruguayos, dedicamos este volumen anuestra madre argentina, para que se junten sobre sus pá-ginas los íntimos recuerdos, como se unieron ayer las me-morias y la sangre de las dos márgenes del Plata, dondeflota el espíritu de Artigas.

El lector verá que todo el ideario de nuestro Héroe pue-de reducirse a esto: la libertad y la unión entre los riopla-tenses, ya contra la dictadura de España, ya frente a la anar-quía de sus compatriotas, ora ante el imperialismo de Portu-gal.

Sus enemigos no fueron los pueblos, sino los regíme-nes imperantes* en ellos en los períodos de su evolución quenos vemos obligados a considerar, para comprender la ra-zón y el sentido de la epopeya artiguista. Por el contrario,ejemplarizados por aquellos errores, ansiamos, con nuestrafidelidad al pensamiento del procer, enlazar a los descen-dientes de tales pueblos en una armonía de naciones, en-trevista por la mirada de águila de quien sufrió por haberse1 fadelantado dos siglos al ritmo de la Historia.

E. U. G.

UNION. . . PERO NO UNA UNIONMEZQUINA... SINO AQUELLA QUEHACE EL INTERÉS MISMO, SIN PER-JUICIO DE LOS DERECHOS DE LOSPUEBLOS Y DE SU LIBRE Y ENTE-RO EJERCICIO.

fosé Artigas.

SEÑALAR LOS ERRORES DE LOSTIEMPOS Y DE LOS HOMBRES, JA-MAS HA SIDO CALUMNIAR NI IN-JURIAR.

Juan Carlos Gómez.

LA FIGURA DEL AUTOR DE LASINSTRUCCIONES DEL AÑO XIII HAIDO CRECIENDO HASTA AGIGAN-TARSE Y OCUPAR LA CUMBRE PO-LÍTICA DEL CONTINENTE.

Eduardo Acevedo.

NO ALTEREMOS LA VERDAD DEAYER PARA DESFIGURAR LA VER-DAD DE HOY.

Alberd't.

I — EL ESCENARIO, EL PROTAGONISTAY SU PUEBLO

Si la Filosofía de la Historia analiza la dirección y el rit-mo de la Libertad, cuya conquista es el fin de la sociedadhumana; si ella estudia las causas que aceleraron o retarda-ron su proceso, voluntaria o forzadamente, ninguna figurahistórica más propicia para iluminar el pasado y sugerir nor-mas para el futuro de los pueblos del Río de la Plata, que labella, clara y heroica de José Artigas.

ARTIGAS es uno de los más puros, cfarividentes y au-

ténticos héroes del Nuevo Mundo..

De él dijo el ilustre historiador Isidoro de María: "Fue

la primera y la más prominente figura histórica de nuestra

revolución. Su vida pública y aun su vida íntima, debe ser

objeto de interés para sus conciudadanos, de estudio para

el político y el filósofo, para el historiador y para el bió-


grafo, ora se le contemple en el pináculo de su grandeza, oraen el pedestal de la adversidad."

Es un astro que aparece, deslumhra en el cénit yse eclipsa, para reaparecer en cada gran hora de su pueblo,a la par de San Martín y de Bolívar. Es hermano del mismoWashington. Porque no puede importarle a la ética queel paradigma de los libertadores americanos haya tenidopara realizar su obra de justicia y libertad, un pueblo tanenorme como los Estados Unidos del Norte, mientras que eldestino de Artigas fue la causa de las Provincias Unidas delSur. Ni sí uno tuvo la dicha de recoger los frutos de susafanes en la unidad de una gran nación, en tanto el otro losvio agostarse y morir en la anarquía de unos estados des-unidos. En la balanza de la posteridad el mérito se jus-ltiprecia por la jerarquía del alma, la profundidad del pen-(samientOj el sentido de la acción, la magnitud del sacrifi-,ció. La calidad está sobre la cantidad. El Espíritu, sobre lamateria.

El RIO DE LA PLATA es una de las regiones másimportantes de América.

Se trata de un territorio fluvial de medio millón de le-guas cuadradas, que abraza cuanto es hoy la República delUruguay, se desborda de las provincias litorales argenti-nas y sus cabeceras se expanden, como rayos de un sol deríos, al estado brasileño de Río Grande, a Misiones, al

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Paraguay, hasta Bolivia, Córdoba y la Pampa. Fue un mun-do guaraní y luego español. Su importancia, desde todopunto de vista, dio motivo a rivalidades, conflictos y ba-tallas entre las más fuertes naciones de la época de la Con-quista y la Colonia en América: España y Portugal.

Cuando se afirmó la Independencia, dos ciudades: Bue-nos Aires y Montevideo, eran las dos puertas del Río. Ma-dre e hija. Unidas fueron tan poderosas que rechazaronvarias invasiones de Portugal, dos de Inglaterra y conquis-taron su libertad de España. Pero de la abuela española,junto con extraordinarias virtudes, aquéllas heredaron su fer-mento anárquico e individualista, de modo que ambos nú-cleos civilizadores separaron sus esfuerzos y grandiosas po-sibilidades, hasta enfrentarse en una política de lo circuns-tancial y transitorio, con olvido de lo esencial y permanen-te; santa unión en la libertad y la justicia; entidad natural-mente indivisible en lo étnico, en lo económico, en lo estra-tégico y en lo cultural.

Artigas es el profeta y el mártir de esa Unidad riopla-tense. Es el Federalismo hecho carne, pasión y sacrificio. Esel alma del Río. Todo su principismo se mueve entre estospuntos cardinales: libertad, unión, igualdad, cooperación.

Por eso Artigas es un héroe sin patria.En vano los uruguayos pretenden enceirarlo entre sus

fronteras, que borra su doctrina. La obra, la política, los


sentimientos y las ideas más fieles a la idiosincrasia de Ar-tigas, cruzan los ríos del Río y se difunden hacia los pue-blos sin excepción del antiguo Virreinato y las ProvinciasUnidas. Es lo mejor, lo característico de su genio, su per-sonalidad rediviva.

Para rehacer su imagen sin deformarla o reducirla, espreciso' ir á buscar inmensos jirones de su vida entre losarchivos, los museos, las bibliotecas, las tumbas de los pue-blos limítrofes con la República del Uruguay. Para que esaimagen palpite, tenga un alma, es preciso concitar los infi-nitos recuerdos y las leyendas del gauchaje, remover lascenizas de sus antiguos campamentos, atesorar los crecientesimpulsos fraternales que fulguran y se apagan, sin desapa-recer jamás, entre las capitales señeras de una y otra orilla.

Si se quiere torcer esa verdad, si se siente miedo de susproyecciones, si se pretende responder a conveniencias ajenasy sospechosas, no se escriba la historia de Artigas. Todo loque es grande sobrecoge más o menos, según nuestra verda-dera estatura. Artigas, desde el solio de su inmortalidad, noha de variar la magnitud y el fulgor de su bronce de acuer-do-con la calidad de sus espectadores. Aun oculto por la in-comprensión y la calumnia, se erguirá tarde o temprano so-bre el horizonte de nuestras pampas, como esos ombúes gi-gantes cuando la niebla se desvanece al levantarse el sol.

• Defender o atacar a Artigas significa tanto como deci-dirse a remover .el fondo del sistema federalista, del que fue

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precursor y paladín. A compulsar pasiones.^prejüieifaiis^lq-cales para juzgarlos ante los valores ontojpgi^ps ._que>¿lái>zan y armonizan. A derribar falsos apóstolé's paila erigir en-sus pedestales a otros auténticos héroes) desconocidos, lyeteii-'minarse, también, a revisar la obra de quienes mantuvieron l'a-unidad de las Américas Inglesa y Portugué^ aúri al prefcio.de la sangre; y la de quienes son responsSbfés?.$e~ laVéJIis^tencia de los estados dispersos de América EspanoIaTY*si des-pués de este proceso histórico, jurídico, filosófico, resolve-mos quedarnos con Artigas, ello nos impone una políticade tal magnitud y trascendencia que será forzoso proclamar-nos los soldados de una reconstrucción de la perdida uni-dad hispano-americana, jamás opuesta a la continental paraque sea artiguista, pero como condición previa y necesariade una América unida para la Humanidad.

También Bolívar soñó el enlace de los pueblos afinesen una Gran Colombia. Y Morazán se sacrificó por el inte-gral de los países centro-americanos. Y San Martín estuvoa un paso de rehacer el Imperio del Sol, o Tahuantinsuyo •—nombre indiano que significa "los estados unidos"— juntandocon espada libertadora los destinos de Cuyo, Chile, Perú yaun Ecuador, imaginando la égida de un Inca para esta ló-gica comunión de hermanos de los Andes.

Pero el paladín de las Provincias Unidas del Plata, dela argentinidad y la oríentalidad atadas por el fatalismo de


sus aguas, de nuestra "anima parens", de la Platania, en fin,es Artigas.

Cuando los adversarios del procer en la Banda Orien-tal llaman a éste, con despecho, el federalista argentino, tie-nen su parte de razón. Y sólo parte, porque su sistema nofue exclusivo para tal o cual pueblo, sino para todos los delVirreinato, siendo a su pesar que uno de ellos, apenas, hayaconservado sus principios genéricos. Pero sí, es verdad queArtigas es demasiado grande para caber en el estrecho te-rritorio a que quedó reducido el Uruguay. Es verdad que elartiguismo vive en la organización institucional del granpueblo argentino. Cierto es que palpita el nombre de suprimera victoria en las estrofas inmortales del himno argen-tino. No negamos que el símbolo excelso del Escudo argen-tino: las manos enlazadas sosteniendo el gorro frigio, es elaxioma de Artigas, su "unión" «en la "libertad". No es posibleocultar que es el nombre de su estirpe de bronce, el nom-bre de un Artigas, el grabado con signos indelebles en laPirámide de Mayo. Nadie desconoce el COJ:O de voces ar-gentinas, que día a día, desde todas las provincias fluvia-les, sostiene su defensa y entona su epinicio. Pero aun así,el espíritu de Artigas no ha encontrado la frontera de susmerecimientos.

El vocablo "argento" es sinónimo de "plata". Pero elmundo platense no es sólo el argentino. La parte no puedetener el privilegio de nombrar al todo. Entonces, para dar una

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idea clara de esa entidad telúrica y topográfica, étnica ehistórica, real e ideal, nos fue menester hallar una palabra másjusta, de sentido más amplio, más sugerente y evocadora:LA PLATANIA.

He ahí la verdadera Patria de Artigas. El la recorrióal paso de su caballo y en todas direcciones. La inflamócon su verbo encendido. La defendió con su espada liberta-dora. La organizó con su genio ínsuperado. La llenó con suinmenso prestigio. La santificó con sus nobles ejemplos. Yaunque sus formas perecederas desaparecieron del enorme es-cenario en 1820, no se crea que ha muerto su figura esencial.Ella palpita y crece desde una y otra banda de los ríos delRío. Es una suma interminable de recuerdos, de gestos vindi-cativos, de homenajes de la palabra y el bronce. Más queun signo de justicia, su gran sombra protectora ¿no es comoel prenuncio de .una .perennejvictoria,., en _la-.unidad _de_sushijos, hoy políticamente separados?

Porque Artigas es el numen de esa santa unión, herma-nos uruguayos, argentinos, paraguayos, y hasta bolivianos ybrasileños.

Brasileños, sí. A pesar de que Artigas fue un escudode la herencia hispánica platense contra los ataques del im-perialismo portugués ¿no es hermoso interpretar que el Gri-to de Ipiranga, en su entraña más honda, es como un "¡Vaderetro!" a la vetusta política lusitana, clamor verdaderamenteamericano y que halla su eco más reciente en la caracola


de mármol impoluto del Monumento al Barén de Río Bran-co? ¿No es un puente natural entre la Platanía y la Amazo-nia, entre los gauchos de aquí y los de allá, ese gran estadoplatense, uruguayo y brasileño, de Río Grande?

Bolivianos, también. Porque vino de la ciudad de laPlata, la clásica Chuquisaca, el renombre de nuestro Río.De su Universidad famosa bajó la chispa de Mayo en elpuño de hierro de Moreno, para encender al fin el corazónde Artigas. Y fue sobre la frente de plata del Cerro Potosídonde Alvear y Díaz Vélez, delegados del Río de la Plata,fueron a pedir la espada de Bolívar para leinvidicar a lacuna de Artigas, aherrojada con el último eslabón del impe-rialismo en América. ¿Y no selló ese acto memorable, tácitapero claramente, la justicia de la causa del máximo héroede la. platanidad, sobre el seno de argento de la naciente pa-tria Boliviana?

Paraguayos, especialmente. "Mar del Paraguay" se lla-mó la parte del Atlántico donde el Río desemboca. "Río dela Plata" se nombraban los cursos fluviales del Pilcomayoal Paraguay. El vocablo "Argentina" era, para quien loempleó inicialmente, el paraguayo Ruiz Díaz de Guzmán,toda la región desde el Chaco al Gran Estuario. BuenosAires y Asunción fueron los núcleos capitales y fundadoresde casi todos los pueblos de las costas rioplatensés. Y quienbeba las aguas del Plata ¿negará que se difunden en su ser

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las esencias más íntimas de la naturaleza y el alma de lamadre tierra guaraní?

¿Y qué decir, sobre todo, de la hermandad uruguayo-argentina, si cuatro siglos de historia común proclaman,por las bocas de sus grandes ríos, también comunes, quela identidad del pasado no es sino el prenuncio del mismoporvenir ?

Hubo un momento estelar para la Platania. Ella osten-taba cuantos atributos configuran una Nación: un terri-torio, una tradición, un jefe, un ideal, un estatuto, una ciu-dad capital, una bandera. Los historiadores llaman a eso "elapogeo de Artigas". No se puede hablar del Héroe sin evo-car esa nación. Y sólo evocarla. Por cuanto la menor ideaoscura, la más pequeña causa de conflicto es un torcedordespiadado que estruja las entrañas del paladín de la fra-ternidad entre los pueblos. Pero también es obra de arti-guismo toda lección víva de los errores que nos dividieronayer, para orientar la conducta que nos estrechará mañana.

Ensayemos, así, la filosofía de nuestra historia.Descorrer el telón de más de un siglo que oculta del

espectador actual la acción culminante de Artigas en el es-cenario magnífico de la Platania, será tanto como repre-sentar a sus ojos una tragedia griega. ¿Dónde está, decid,ese nuevo Esquilo, que anime con épica grandeza este in-menso drama, de una nación y un héroe redivivos?


La Platania se desarrolla como un abanico de ríos, cu-yo eje, perfectamente orientado, es el enorme Paraná.

Esa entidad geográfica fue descubierta, conquistada ycolonizada por España. Uno de sus procónsules ilustres, DonPedro de Mendoza, levantó la hoy ciudad de Buenos Aires,como baluarte de soberanía sobre la costa occidental delestuario, correspondiendo al subordinado, Capitán Juande Ayolas, erigir el asiento de Asunción, en el otro extremode la línea magnética platense. Estamos en 1536.

La orilla oriental no guardó menos testimonios del de-recho español. Veinte años antes la sangre de Juan Díazde Solís rubricó sus pergaminos de arena y granito. Guarni-ciones de Gaboto y Ortiz de Zarate se apostaron en la cos-ta. Hernandarias creó su codiciada riqueza ganadera.

Pero Portugal miraba hacía el Plata y era su ambiciónanexar al Brasil la Banda Oriental del Río. Varias campañas,cuidadosamente preparadas, lanzó en procura de un baluartefrente a Buenos Aires, en la región de San Gabriel, a ocholeguas apenas de la ciudadela hispana, engallada de justaindignación. En 1680 funda allí la Colonia del Sacramen-to. En 1723 está sobre el mejor puerto del Plata, en Monte-video, En 1735 se enseñorea en San Miguel, extremo de laregión lacustre sobre el Atlántico. En 1761 domina el cami-nó estratégico de la Angostura, de entrada a la boca delPlata» con su fortaleza Santa Teresa.

Toda esa invasión lusitana por tierra, con sus expedí-

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ciones navales combinadas; todo ese fortificar la costa deloriente del Río, promovieron fatalmente y en cada caso unareacción militar y otra reacción diplomática. La parte gue-rrera fue hazaña de los vecinos del Río, españoles y crio-llos. En las batallas, a pesar del denuedo del adversario,siempre lo vencimos. En las lides del derecho, a pesar denuestra justicia, ellos siempre resultaron triunfadores.

Las acometidas no fueron a veces de soldados. Para ma-yor desgracia, ocurrieron tremendas incursiones bárbaras, co-mo la inicial de los llamados "mamelucos", a principios delsiglo XVI, que, provenientes de San Pablo, arrasaron VillaRica y otros pueblos del Paraguay. Un siglo más tarde co-rresponderá al blandengue José Artigas defender la fronte-ra de Río Grande de poderosas bandas de asalto a las ha-ciendas del territorio del Plata.

Pero hay un aspecto fundamental en estas amargas evo-caciones. ¿De dónde salía toda esta fuerza de protección delRío? Dígase que eran hombres de Buenos Aires, Santa Fe,Corrientes, Paraná, Tucumán. Y aun las Misiones del Para-guay daban miles de soldados guaraníes, instruidos por losJesuítas, que blandían alternativamente la cruz y la espada.El Alto Perú era pródigo de su plata en apoyo de tan jus-tas empresas. Todo el mundo indo español y rioplatense seconcentraba y descendía a lo largo de los grandes cursospaternos, el Paraná y el Uruguay. Así era la Platania.

Tanto avanzaron los portugueses sobre el dominio es-

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pañol del Amazonas y el Plata, que el Brasil original de1494 había triplicado su territorio en 1751. Dos conductastraducen dos temperamentos. Mientras que Portugal tuvo unfin concreto y encauzó en su logro su extraordinaria habi-lidad diplomática, verdadero privilegio racial, la negligentep confiada España tomó conocimiento tardío, confuso e in-eficaz de la expansión a sus expensas. De aquel lado, go-bernadores y capitanes concurrían a los objetivos del plan. Deéste, hubo desinteligencia entre la metrópoli y la colonia.España estuvo siempre a la defensiva. Portugal, en el ata-que. Y tres fuerzas sumaron sin tregua sus eficaces vecto-res: la acción económica, el desplazamiento de su lengua yla invasión armada.

Al surgir Montevideo como avanzada de Buenos Airesen la soberanía platense sobre su banda oriental, ya saltóotro signo del carácter español, anárquico e individualista,a pesar de sus extraordinarias virtudes, o precisamente porellas. Pronto las dos ciudades, llaves del Río, sintieron ensu seno el germen de una rivalidad funesta, sin perjuicio deacudir juntas a los nobles llamados de la sangre y el des-tino.

Es así que, cuando las otras dos poderosas naciones queconquistaron América, Inglaterra y Portugal, invadieron enel Plata para arrebatárselo a España, sus márgenes se sal-varon por el milagro de la fraternidad. La dominación so-bre la una duró el tiempo exacto en que se demoró la otra

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en ofrecerle su comprensión y su fuerza. Con el progresode ambas, fue justo crear un Virreinato plácense, separándo-nos del andino y peruano. Es natural que el Río se aparte dela Montaña a medida que crece. Y en la hora de la Inde-pendencia todavía éramos las Provincias Unidas del Plata.La mitad de sus pueblos respondían a la influencia real deBuenos Aires. Pero los fluviales, los más argentinos en elsentido de "platanidad", miraban hacia Montevideo, por elinflujo del más notable de sus hijos: José Artigas.

En el reverso de la medalla, esa rivalidad es el "fa-tum" de la tragedia de Artigas y el fin de la Platania.Ella estimuló y —¡horror!— al decir de muchos, instigó lasinvasiones portuguesas a la Banda Oriental de 1811 y 1816.Fue así que cayó Artigas herido en el corazón por sus pro-pios hermanos, más que por el enemigo común de la épo-ca; pero en alto la bandera de sus famosos principios. Nues-tro héroe no podía escapar al destino de todos los liberta-dores de América. Y la Banda Oriental de la Platania, y sucapital Montevideo, pasaron a integrar el Brasil, con el su-gestivo nombre de Provincia Cisplatina. ¡Tanto por lo quedebió al "cisma" con Buenos Aires, como a la "plata" quesoldara a los dos pueblos!

Desaparecida la víctima expiatoria, prisionera del se-paratismo, la sangre se impuso y la reconquista vino en

1825. "El placer reúne, el dolor une". Los días de glorioso sa-crificio coronados en Sarandí y en Ituzaíngó, nos apretaron


de nuevo y la Platania pudo renacer. Pero llegó, con la paz,el momento de los tratados, y las hijas de España fuimos ven-cidas por una diplomacia más inteligente, que impuso la se-paración de las dos bandas del Río, como entidades políti-cas distintas.

Y véase lo extraordinario. Aun prisionero, aun vencido *Artigas entre las rejas de verdura de la selva guaraní, enmanos de Francia, que personificaba el individualismo es-pañol, el gran federalista seguía espiritualnente victorioso.Porque con su sola presencia en lares de Asunción se esta-ba creando, por él, el más apretado lazo que pudo'atar ados pueblos, a uno y otro extremo de la Platania. Pero vinola guerra al Paraguay; y aunque, ilusos, otros pueblos pla-tenses creyeron haberla ganado, en realidad despedazamosla unidad originaria, afrentamos el ideario de Artigas y cau-samos un tremendo dolor en la entraña eternamente vivade nuestra patria platense.

Sin embargo cada vez que una profunda conmociónsacude la libertad, hiere el sentimiento, tortura la carne deuna u otra banda del Río, que Buenos Aires y Montevideorepresentan con honor, se produce en la otra la resonanciacónsona, que en la física es ya vibración simultánea de cuer-das, ya explosión simpática de inflamables, lo que sólo ocu-rre con los cuerpos concertados o afines. Cifra y signo deuna resurrección, más o menos perdurable, del alma de laPatria de Artigas.

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En pocas palabras, José Artigas fue el brazo del corazónen la obra de la Independencia de la tutela de España y elpanegirista de las más avanzadas instituciones para los pue-blos del Plata.

Y he aquí que se impone una aclaración terminante: losamigos de Artigas, los que le dieron el bello título de Pro-tector, fueron pueblos, aquéllos, los más autóctonos de laplatanidad. Sus enemigos, en cambio, no fiieron otros pue-blos, sino simplemente algunos gobiernos. Era una cuestiónde principios, de regímenes, de ideología. No lo fue Espa-ña, ni Portugal, ni Brasil, ni Buenos Aires. Sus multitudesjamás sintieron el menor rencor, la más pequeña pasión devenganza por lo que Artigas era o representaba. Fueron losantagonismos institucionales, la inercia monárquica e impe-rialista de los dirigentes de más acá o de más allá. No seculpe a nadie. Se vive en el error porque no se comprendela verdad. En la infancia casi ignara y muchas veces bárba-ra en que apenas despertábamos, como de un letargo, aquel'Artigas, aquel titán republicano, democrático, federalista, ro-mántico, culto y puro como un mesías, debió parecer hastamonstruoso y perturbador a los ojos de materialistas y con-servadores. ¿No nos dañaría el mismo sol, si apareciese de sú-bito trizándonos las sombras de la noche?

¡Lo que son las leyes históricas! Toda indebida actitud

trae, en sí, el germen que habrá de combatirla. El sistema-


tico avance del portugués en el Plata fue el origen del arti-guismo, rodela de su contención en las bandas fluviales pa-cientes; como es artiguismo toda reacción fraternal contraaquella política, de parte de los más nobles descendientes, delos auténticos americanos del Brasil. Por cuanto no es ame-ricano el concepto de la frontera-ambición y de la frontera-prevención; y sí lo es el de la frontera-amor. Y de ahí, queAmérica palpite en la idea y en la actitud inmutables de Ar-tigas.

En 1726, al fundar Zabala el baluarte de Montevideo,entre los primeros pobladores voluntarios que llegan con elgobernador de Buenos Aires, figura un español, mitad sol-dado, mitad colono, pero dualidad sugestiva. Se llama donJuan Antonio Artigas. La etimología no podía serle más aus-piciosa. Artigas quiere decir, poco más o menos: iluminado.

Algo fúlgido debió brotar del pecho y la frente delhidalgo cuando un varón de la talla de don Bruno Mauriciode Zabala, lo nombró Alcalde del primer Cabildo y, des-pués, Capitán de los Coraceros que montaban la Guardia enla predestinada ciudadela. Los hijos de este Artigas eran to-dos bonaerenses. Y cuando llevaba ya ocho años de residen-cia y podía creerse concluida la noble misión genitora, su mu-jer patricia, doña Ignacia Xaviera Carrasco, le da el benjamín:Martín José, un oriental, que ha de merecer, a su tiempo, losmismos cargos y honores que su padre.

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De este criollo vino el procer máximo del Río de laPlata, el verdaderamente "iluminado", el genio de su estirpe.

Vale decir, qué una invasión portuguesa fue el origende la cuna del Héroe y trajo de la otra a esta orilla la si-miente de sus frutos inmortales. Ya veremos en qué circuns-tancias el mismo invasor determinará lo más épico de su ca-rrera gloriosa, en la que se confunden las hazañas de la epo-peya con los martirios de la tragedia.

Dice la correspondiente partida de bautismo de la igle-sia Matriz:

"El día 19 de-junio de 1764, nació José Gervasio, hijolegítimo de Don Martín P. Artigas y de Doña FrancistaAntonia Arnal, vecinos de esta ciudad de Montevideo; y yo,el doctor Pedro García, lo bauticé y puse crisma en la Igle-sia Parroquial de dicha ciudad, el 21 del expresado mes.Fue su padrino el doctor Nicolás Zamora."

José Artigas, como luce en todos los documentos con sufirma, se educó en el Convento de San Francisco, recibiendopor tanto la mayor ilustración y cultura que podía propor-cionar la ciudad colonial a sus hijos, para las familias socialy económicamente encumbradas.

Tales enseñanzas, sin lo libresco y excesivo de hoy, fa-vorecían el desarrollo de la personalidad, falla grave de laque ahora sufrimos. En una etapa de transición entre dosépocas, dos concepciones distintas de la vida, dos regíme-


nes esenciales y en pugna, contrastaban en las colonias deAmérica: el espíritu conservador y el fermento revoluciona-rio. Hasta en el ambiente familiar ello daba motivo al con-flicto creador. Era como una resonancia de la Declaraciónde la Independencia en los Estados Americanos del Norte,el 4 de julio de 1776, y la de los Derechos del Hombrey el Ciudadano, en la Convención Nacional Francesa de1793. Pero la más honda palpitación nos venía del propioseno de España, todavía señera en el mundo, como unainquietud de reforma en sus instituciones, con su proyec-ción natural hacia las colonias en América.

Ese eco tuvo acá dos clases de intérpretes. La de losespañoles liberales, unidos a los americanos educados enEspaña; y la totalmente criolla. Sus diferencias habrían demanifestarse en la misma Junta de Mayo y dar origen aluchas o enconos. Entre aquéllos primaría el atavismo, yacomo intención de no desligarse de la metrópoli, ora en elsueño de mantener en estas tierras su régimen monárquico.Era la libertad, no la independencia. Era un poder comer-ciar sin dictaduras, un derecho de aspirar a los cargos pú-blicos y otros privilegios del español, más una conquista debienes positivos que de aspiraciones idealistas.

Artigas, en cambio, fue el arquetipo del criollismo, delamericanismo de pura cepa. En él hallaron su asta dignatodos los lábaros espirituales, románticos y verdaderamen-te nuevos de un gran pueblo en su hora capital. El simbolizó,

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juntas, la, Libertad y la Independencia en el Río de laPlata.

Hubieron otros eminentes varones, pero nunca tan com-pletos como Artigas. Moreno centralizó y sostuvo con honory valor la idea de la independencia, pero no alcanzó a vis-lumbrar siquiera que la fuerza de la América hispana sólopodía lograrse por el mantenimiento de la unidad originariaen un orden federalista. Y justifica su oposición, en un no-table artículo de "La Gaceta". SÍ bien cegado por un ob-jeto radioso probó en Cabeza de Tigre, haciendo ajusticiara hombres como Liniers, que era pasible de exaltación inmi-sericorde. Hemos tomado al verbo de Mayo. Otros llegaránmucho más tarde y actuarán con menos apremio. Querránmantener para América los privilegios de ]n monarquía. Pe-ro sobre sus inmensas virtudes y pese a comprensibles y ex-cusables fallas que los hicieron incompletos, está el argumen-to esencial de nuestra filosofía platense: no fueron héroesdel Río de la Plata. Actuaron fuera de ese Río, cuya ma-dre es la Madre de la nacionalidad más honda y verdadera.Algunos fueron exponentes de vigorosa personalidad en unaspecto decisivo: el caudillo, el militar, el tribuno. Y ahíestán Güemes, Balcarce, los miembros de la Junta. Artigases todo eso a la vez. Los más se agitan apenas en unarebelión frente a España. Artigas es el intérprete de unaRevolución ante el mundo.

Viene de familia patricia. Es hijo de un criollo, sol-


dado y civilizador. Nació, creció, se educó y actuó siempre,absolutamente, sobre las márgenes de la Platania. Monte-video, Río Grande, Corrientes, Asunción: sus empresas abar-can los cuatro puntos cardinales de su Río. No quiso la vidaartificiosa de la Ciudad. Rehusó el gobierno y el fastigio.Amaba, sí, la Campaña, con el^ando^^l^j^rcitoj^la^Ji^bertad, la sencillez del gauchaje, la austetidad espartanade las costumbres. Bolívar y San Martín sintieron la pasiónde las montañas; fueron cóndores de los Andes. Artigasfue el águila de las pampas, y sus sitiales dilectos fueronlas más erguidas barrancas del Paraná y el Uruguay.

Llegó el 25 de Mayo de 1810.Todas las naciones, hoy políticamente separadas, pero

tributarias del Río, tienen ascendencia de Mayo. El Gritode Mayo es una gloria rioplatense. De la capital del Vi-rreinato del Río irradiaron los lampos de libertad hacia to-dos los horizontes de la cuenca. La idea de Moreno subiócon Balcarce hasta el Alto Perú y con Belgrano hasta elParaguay. Pero todo eso era la Banda Occidental de laspampas de agua y de limo. Faltaba asegurar la otra, laOriental, de pampas de granito, sólidamente aferrada por elvirrey Elío. En su investidura se centralizan ahora las potes-tades de la Metrópoli. Y era Montevideo, "la muy fiel yreconquistadora" cuando la invasión del inglés, su fortalezaimponente. Las guarniciones en Colonia, San José, Canelones

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y Maldonado, formaban como un arco sobre la cuerda delestuario. La flecha reaccionaria, en el puño del Cerro deMontevideo, apuntaba al corazón de Mayo. Se necesitabael hombre capaz de arrancar al tremendo español su armacada día1 más tensa. La Junta Revolucionaría no tenía peligromayor; en calidad, en fuerza y en cercanía, todo junto. Esehombre llegó como llovido del cielo. Era un oficial de im-portante jerarquía, integraba el cuadro de brillantes militaresen uno de los mejores regimientos de España en lares delRío. De la seguridad corría a la aventura; de una Banda sal-taba a la otra; del suelo de sus padres llegaba a aquél, elde sus hermanos. Ese soldado, ese lírico, ese patriota, eseoriental, era Artigas.

Pronto sus precursores, desde los gauchos de Asencioa los bisónos soldados de San José, quiebran el arco. Perola victoria de Artigas en Las Piedras, a las puertas de Mon-tevideo, partió la flecha iracunda y arrojó sus pedazos alRío.

Así, súbitamente, apareció Artigas en la escena delprocerato.

Hasta entonces su vida había transcurrido sin oportuni-dad para el despliegue de su genio. Sus primeros años, hastala juventud, los pasó bajo la égida de sus padres y preceptoresya en la "Azotea de los Artigas" en el Sauce, hoy monumen-to nacional y sitio de peregrinaciones patrióticas, ya en lasaulas de Montevideo, con la mocedad dorada de la época.


Su acendrada cultura quita valor a la opinión de alguien,que quiso ver en el ideario del procer la influencia de lossecretarios que tuvo el mérito de elegir. No. La exquisitaespiritualidad, el hondo pensamiento, el inflamado estilo, lasocrática conducta fueron atributos propios, fúlgidos e in-mutables en Artigas, cualquiera fuese el curso de su fortuna.De modo que, mientras sus colaboradores fueron distintosen el correr de los años y en el pasar de los acontecimientos,las ideas y las actitudes de Artigas se mantienen uniformes,inconmovibles, impolutas. Y su voz seguirá pregonando,con el énfasis original, romántico y tribunicio, que caracteri-za a todos los grandes varones de la Independencia Ameri-cana. Siempre alta vibrará esa voz, que cien pueblos es-cuchan, hasta que enmudece a la orilla del alto Paraná en1820.

Todavía seguirá vivo treinta años, siempre mudo hastala hora de morir, en 1850. Interpretaremos el sentido de suterrible silencio. ¿Silencio? No. Como esos ríos que desapa-recen, de golpe pero para correr torrenciales en el senode la tierra, y reaparecer más lejos, más impetuosos, mássonoros y cargados de potencias vivificadoras, también elacento de Artigas, depurado en los filtros naturales deltiempo y enriquecido aún con el espíritu más recóndito denuestro suelo, brota hoy como trompeta de plata, en unadiana de victoria que no se apagará ya nunca.

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Dígase bien claro que Artigas tuvo aficiones literarias,como lo aseguran sus mejores biógrafos. Eso es virtud denuestra raza, en la que el soldado no es el bárbaro agresor,sino el escudo de la cultura de un pueblo. En los orígenes he-lenos, Esquilo es al tiempo que padre de la Tragedia, elgladio de Maratón, Salamina y. Platea. Cuando el apogeode la latinidad, Marco Aurelio concilio la gravedad delmando con el ejercicio de la filosofía. En la vieja España,Garcilaso de la Vega creó, entre combate y combate, lanueva poética castellana; mientras que el Manco de Lepan-to fundaba, con su inmortal "Quijote" la arquitectura y elespíritu de nuestra lengua. Aquí, en América, Ercilla es-grimió la pluma de "La Araucania" con la misma noble ma-no que blandía la espada civilizadora. Y Bolívar primeroy Martí después, fueron tan poetas como libertadores.

Del mismo modo y heredero de tan brillante estirpe,Artigas vivió como lo quería su nombre, como un ilumina-do, en trance de inspiración perenne, y sus proyectos, suscartas, sus proclamas, traducen y armonizan el substratode sus lecturas selectas y el atuendo de su propio y fecun-dante lirismo.

En un momento cruel y materialista, descreído e intere-sado, es hasta difícil interpretar a estos seres de excepción,imaginativos y fervorosos, idealistas y creadores, de cuya ma-dera, de recio corazón y delicado perfume, se han talladoen los siglos, por el escoplo de la divinidad, los más be-


líos arquetipos humanos: héroes y mártires, artistas y pro-fetas.

Se cumplió así, con Artigas, esa relación perfecta delespíritu y la sustancia, del aroma y la flor. Si el alma eragrande, el continente era hermoso.

Las descripciones que de su figura nos hacen cronis-tas contemporáneos, americanos y viajero_s d: Europa, coin-ciden en asegurar de la belleza varonil de Artigas. Ni ma-gro, pequeño y cetrino como Bolívar; ni corpulento y re-posado como San Martín. Era el tipo ideal del caucásico;estatura mediana, cuerpo esbelto, porte gentil, actitudeselegantes y movimientos enérgicos y seguros. Lo notableera su cabeza, coronada de una cabellera nutrida, ondulada,color castaño, con reflejos de oro. Solamente las patillas limita-ban el despejo del ovalado rostro, en el que se destacabanla frente ancha, los dulces ojos azules, la curvada nariz, laboca sensual y el mentón voluntarioso. El sol y el pam-pero habían bronceado su tez. Las largas y abundosas cejas,separadas por dos arrugas verticales y sobre aquel pico yjunto a aquel azul, eran como las dos alas de un águilarevolando sin tregua; como si su mismo pensamiento cau-dal se hubiese objetivado en un símbolo elocuente de poten-cia, majestad y elevación.

De familia pudiente; vestía, de civil, el frac de la épo-ca y, de militar, levita color-azul. Así como Bolívar, sinser un llanero, llegó a hacerse adorar por los tremendos va-

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roñes de los Llanos de Venezuela, también Artigas, sin serun gaucho, fue el ídolo del gauchaje de las Pampas rio-platenses, como máximo exponente del criollismo america-no. Y para que eso fuese posible, en medio de tales hombresy frente a tal naturaleza, se necesitaba ser un exponentede templado carácter, temerario valor, adaptación al medio,amor a la libertad, únicos títulos reales entre las inmensasllanuras fluviales del Río de cien ríos.

"Hablaba quedo y pausado" •—afirma Larrañaga. Lasuerte de los intereses familiares puesta en sus manos, pri-mero, y la de su pueblo, después, le dio ese signo externo dela conciencia de su responsabilidad, que adelanta el gestocomo a centinela de la emoción y la idea. Con el crecer in-voluntario de su autoridad, se fue haciendo más reflexivo,más grave, más austero. Es privilegio de América. Todossus eminentes soldados culminaron como verdaderos após-toles.

Al cabo de sus estudios, aquel hijo y nieto de capitanessintió nítidamente vocación por las armas. Fue como unaadivinación de la gran hora que venía. Su poderoso instintose anticipaba al llamado de la acción. Más; urgido todavíapor esos deberes menudos que suelen mutilar las débilesinclinaciones, y que son, empero, acicate de las vocacionesprofundas, trocó las horas tranquilas de su educación enMontevideo, por las azarosas de la Campaña, para proveerde frutos la barraca de comercio paterna, ubicada a la


vera de los muelles. Para Cicerón, "es en la acción y sóloen la acción que la virtud se destaca".

Fue desde entonces, para Artigas, un ir y venir de acaballo sobre la dilatada desolación de las llanuras, hastalas más remotas zonas del Plata: las Misiones lindantescon el Paraguay, el Río Grande que penetra en el Brasil, lagrandiosa Mesopotamia Argentina. Y era el foco y el centrode sus afanes y sus caminos, ese Montevideo colonial ycada vez más crecido de individualidad y poder, el mejorpuerto de toda la Platania, rival ahora del mismo BuenosAires en el comercio de los productos rioplatenses. Perosi la Ciudad dividía, la Campaña enlazaba con los tientostrenzados de las huellas de las carretas, cargadas con lana,cuero, tasajo, yerba, tabaco, caña. Y se comprende de todoesto, que al hallarse Artigas en el cénit de su carrera military política, haya soñado ver a Montevideo como la verdaderacapital de los nuevos Estados Unidos del Río de la Plata.Por cuanto para él, era la Ciudad que unía, que acercaba a suseno a todas las provincias de la platanidad; algo así comosu propio peregrinar plasmando naturalmente en una concep-ción política: el federalismo.

¿Y qué otra cosa debe ser la capital en su esencia,si no foco de irradiación de la cultura y centro de conjunciónde la riqueza? Aquí había nacido y palpitaban todos los suyos:sus padres, su hogar. Sin embargo, allá estaban sus amigos,sus compañeros, todos los pueblos que conocía y amaba. De

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ese modo, entre tales vínculos, sobre el bloque de un tem-peramento tan singular, se iba conformando la fisonomíaprocera, a los golpes de un buril tan previsor como sabio.Es lo que llamamos Providencia.

Ese trabajo, que se dijera oscuro, vulgar, rutinario, decomunicación constante entre el culto ciudadano y los es-tancieros que dominaban con los bastiones de sus vivien-das los valles, arterias y venas del corazón platense; esecontinuo reconocer terrenos, vados y paisajes, asimilar lascostumbres e interpretar las aspiraciones; ese familiarizarsecon las ventajas o las dificultades de los ríos, las barrancasmás seguras de sus costas, los abrigos más ocultos en susmarañas, los recursos más pródigos de toda comarca, tuvonecesariamente gran trascendencia para Artigas. Si Monte-video lo forjó el hombre del pensamiento, la Platania lotempló como el hombre de la acción. La época lo hará elhombre de la libertad. He aquí la santa trinidad de sus des-tino.

San Martín quiso, supo y pudo formar lo que se lla-ma un Ejército. Complejo armónico, proporcionado, cabalde fuerzas morales, intelectuales y materiales, obedeciendo auna voluntad. Prodigio de ciencia, carácter, método paravolver homogéneo lo distinto, para poner orden en el caos,para encerrar lo multiforme en lo uniforme, para sustituirla individualidad de cada uno con la personalidad del todo.

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Milagro de la instrucción y de la disciplina. Creada esa ma-ravilla, es menester conducir el vector que señala su poten-cia, animarlo con la aceleracion.de un ideal, aplicarlo en elpunto decisivo, en el momento oportuno, desde una direc-ción conveniente. Organizado con ciencia, debe ser empleadocon arte. La destrucción del ejército enemigo es su exclusivafinalidad. En ello se juega el honor y la vida de la pa-tria.

La gloria de San Martín fue crear el famoso Ejércitode los Andes, atravesar con él la Cordillera, aplicarlo en lasvictorias inmortales de Chacabuco y Maipú, conquistar asíla libertad de Chile y remontarse, en vuelo condorino desus lábaros, hasta Perú y aun hasta el Ecuador, en un gran-dioso sueño emancipador para todos los pueblos hermanosdel Pacífico.

San' Martín, formado en el ejército español, fue elparadigma del soldado perfecto. Se hizo veterano en lascampañas de la metrópoli, cuando ella era la maestra delmundo. El personificó el método. Tuvo los medios. Tuvoel tiempo. Tuvo el espacio. Y tuvo el genio militar.

Artigas fue otra cosa y le correspondió otro mundo. .No primaba en él su condición militar, sino su genio po-lítico. Vistió el uniforme, pero no porque fuese medular-mente soldado, sino porque el empleo de la fuerza orga-nizada era el único medio de imponer el orden en aquella V

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Platania asolada por el indio bravo y el matrero; más tarde,para emanciparla toda unida de la injusta dictadura de Euro-pa. No tuvo la escuela de las armas. Falto de medios y detiempo, debió lanzarse de súbito a la acción, urgido porlos precursores de Mayo.

Sin mengua de la gloria ajena, su situación especialsirve para medir el drama de la propia. La disciplina y lainstrucción de los escuadrones de Blandengues, en cuyo re-gimiento se nutrió de nociones bélicas, no pudieron ser ex-tendidas a las masas de campesinos que se agruparon al-rededor de su bandera. Pelearon con él y por él los arque-tipos de la platanidad: el Gaucho y el Indio de las lla-nuras. Y a veces toda la gleba de sus pueblos en marchale siguió como a un profeta, en el pintoresca y conmovedordesorden que correspondió a la desesperación de la hora. Ylos acontecimientos aciagos le obligarán a la guerra de re-cursos, al batallar sin reposo con fuerzas heterogéneas e im-provisadas y contra ejércitos cada día más íérreos y nume-rosos. Y será en uno de esos instantes de decisión, que cla-mará una vez más su preferencia "por unos pocos hombres,para sujetarlos en los regimientos", y no esa bandada, tí-pica y caótica, de la Montonera. Pero acosado hasta el fin,por sus enemigos y los de su patria, no tendrá más espe-ranzas de resistirlos que penetrar en las selvas del Para-guay,-tal vez para forjar con indios guaraníes las últimas


armas de la Independencia. Pero los brazos de esa selva loaprisionarán para siempre.

Sea con piedra de los Andes o con limo del Plata, lodivino está en el pensamiento creador. El Paso de los Andesy el Éxodo del Pueblo Oriental son igualmente páginas deoro de la Epopeya de América. Con Bolívai, los tres Qui-jotes van a la jineta, delante del pueblo que les cupo ensuerte; y los tres, desde puntos distintos, se encontrarán anteel pórtico máximo del Panteón de los Héroes de América.

¿Cuál fue el soldado de Artigas?Aquel Gaucho. Aquel Indio.El Gaucho conoció a Artigas en los rodeos, en las ye-

rras, en las domas. Por las haciendas, por los saladeros.Se cruzó con él al paso de las tropas de vacunos, lanares yyeguadas. En las correrías a los bandoleros y contraban-distas sobre la frontera donde Artigas fue comandante que-rido y respetado, nunca temido, por todos los hombres debien. Es el Capitán del Orden y la Libertad. Sus manosmuy blancas estrechan las manos más oscuras, recibiendocon idéntica gratitud el mate más dulce de las paisanas yel más amargo de los graves varones melenudos. Hay gau-chos rubios, que heredaron del padre español el instintodel honor y del coraje. Hay gauchos negros, descendientesde los esclavos africanos y esclavos ellos mismos, leales, sim-

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pies, valientes y de corazón infantil. Hay gauchos mestizos,buenos y malos; pero todos son tremendamente corajudos,rebeldes. Artigas amó sus ranchos de terrón, cubiertos conla paja brava del Río y armados con el ramaje retorcidoy duro de los árboles de sus costas. Amó sus guitarras, suscanciones, sus creencias, sus costumbres y sus leyendas. Ypara conciliar en su propio continente la belleza del unifor-me del Blandengue con la pintoresca indumentaria del Gau-cho, el Soldado con el Montonero, en vez del capote pusosobre la casaca militar el poncho, el alquicel de los árabes;y en lugar del morrión, cubrió su cabeza con el sombrerode alas anchas, hermano del chambergo romántico de laalferecía castellana y cuyos barbijos afirmaban los gauchosentre los dientes, en el revolar de las galopadas sin freno.Y amó, en fin, el caballo criollo, que era la mitad inferiorde aquel centauro; pequeño, infatigable, sufrido, noble yfiel como el abuelo árabe o el padre andaluz, manchado detodos los colores como fulgente de todas las virtudes. Por-que Artigas vivió treinta años de a caballo.

El Indio supo que Artigas era misericordioso, que su-bía de su recto corazón una protesta viril contra el proce-der de conquistadores, mitayos, encomenderos y cuantos ex-plotaban, perseguían y martirizaban al dueño de América,desde hacía tres siglos, sin piedad y sin tregua. Que recha-zaba indignado el terrible dilema del aborigen: ser bes-tia de trabajo o vivir perseguido como fiera. Y en sus


bronceas entrañas debió despertar una resonancia descono-cida de ternura, aquel Tabaré real, de ojos azules, sangreespañola y espíritu americano, que los hacía respetar, quese acercaba de paso a sus tolderías, que escuchaba atentola voz profética de sus caciques, que aceptaba el trago dechicha de maíz en sus pobres cacharros de arcilla, que mi-raba con amor y dolor el desfile de guaraníes, charrúas yguaicurúes contra el espejo de las lagunas y el friso de lascuchillas pampeanas, lanza en mano, sobre sus potros sal-vajes, en un cuadro a la vez bárbaro y deslumbrador.

Llegará un día memorable, nunca suficientemente loa-do por las generaciones justicieras y reivindicadoras de Amé-rica, un día en que se esculpirá para su ejemplario estafrase de Artigas, una de las más sublimes del hijo del con-quistador sobre la tierra de sus hazañas: "Los indios tienenel principal, derecho". Porque nadie la dijo tan clara y fir-me esa inmensa verdad antes que él.

Pues bien: se fue estableciendo como una comuniónentre aquellos hombres, en aquel medio, en aquella hora.Una comunión entre el espíritu de Artigas y la carne de supueblo. La Platania entera lo fue acercando a su corazón, es-quivo y profundo. A su vez, Artigas fue adaptándose a lavida de la Campaña, adquiriendo las cualidades de su mo-rador, haciéndose apto para las enormes marchas de a ca-ballo, soportando con estoicismo las privaciones físicas ylos sufrimientos morales, resistiendo con igual indiferen-

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cía el fuego del sol y las gélidas rachas del pampero. Pero Llo más importante de todo: aprendió el sentido de la Li- \bertad que animaba instintivamente el alma del hombre Jtípico de las ilimitables llanuras rioplatenses, el gran soldá- \do en potencia, que pronto llevará a todos los rumbos, conel empuje de su naturaleza libertaría, los principios funda-mentales de la Revolución de Mayo, gloría máxima del Ríode la Plata.

Tal suerte de varón no aceptaba al Jefe, en el léxicode las armas. Cuando Napoleón, prototipo del organizadormilitar, invadió España, su pueblo tuvo la virtud de vencer-lo en la famosa guerra "a cuchillo". La' improvisación escaracterística de la raza, como lo es el arrebato pasional. Elconductor de las fuerzas populares tiene, allá y aquí, un nom-bre: el Caudillo. Ese guerrero del instante, difícil de suje-tar, con una intuición admirable de la dignidad humana,no se equivoca nunca en la elección tácita, espontánea ydefinitiva que hace de su Caudillo. Y a su vez el Caudillosabe, con pasmosa naturalidad, que lo es y que nació paraserlo.

En nuestros días el Presidente del H. Consejo de Edu-cación de Santa Fe se ha adelantado al proscenio fluvialpara proclamar que Artigas "es el fundador de nuestro fe-deralismo y el primer gran caudillo del Río de la Plata".

Al clarín de Mayo respondió el alarido de la Montone-


ra, en una empresa sin segundo, que luce un nombre lle-.no de sugestión: la patriada. Era el alzamiento del gau-chaje contra el gobierno español; no por lo que tuviese deespañol, sino por lo que tenía de gobierno. Los hombres delas llanuras platenses, que se jugaban la vida a cada ins-tante, entre sus potros cerriles y su toros salvajes, carnice-ros en su alimentación como los pumas y los jaguares delas marañas de sus riberas; los hombres cuyos largos y fi-losos facones saltaban de las vainas a las manos por unamirada algo fija, por el tono un poco alto de la voz, porla leve ironía en la sonrisa; los gauchos melenudos comoleones, férreos como el ñandubay, infatigables como el galo-pe del sol en las cuchillas; los varones que en ese instantetiraban el lazo sobre el testuz del bruto a la carrera, o des-cuereaban las res semiviva, o alzaban el adobe de sus ranchosen desafío al pampero, o recibían por turno la calabaza delmate amargo en la rueda patriarcal de los fogones, o ju-gaban al truco, o corrían la penca, o bailaban el gato, o es-cuchaban al payador; los hijos de la Platania, todos, al oír elclarín de Mayo, se detuvieron de súbito, como si los hubiesetocado el aliento de una Divinidad.

Para saber lo que costó la Patria, a los jóvenes que hoyla usufructúan pero que se resisten a servirla, hay que salira caballo, cruzar los campos más desolados, cansarse hastael martirio, sufrir la lluvia, el sol abrasador, el gélido pam-pero. Y todavía faltarán el hambre, la desnudez, el des-

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amparo. Y todavía faltará el enemigo, es dedAJ^guerra /la sangre, el peligro, la muerte.. . Recién eatwues fcfij3Minobles palabras cobrarán significación y beljsfef Li&min-justicia, Héroes. Patria. . .! ¡Recién se puede \vl8biar laqfix-.da de gratitud con el ayer y nuestro paso tcnd^fis^lmw^tfla dirección del porvenir! ^ C f f y fi«h

Separados por distancias de leguas, se sentían afádUS'empero por hilos invisibles y tenaces. Era como un fenóme-no singular de telepatía y sugestión colectiva. Era como unaverdad intuida simultáneamente por la gran familia de laspampas fluviales. La muchedumbre de los criollos, recobra-da su alma, se hizo multitud. Nacía la Patria.

Al unísono, desde el ejido de las ciudades y los pue-blos a los confines más remotos de la platamdad, los gau-chos de toda una entidad geográfica, o pago, se concitabanen silencio junto al fogón de las veladas. La noche se ibaen un preparar las armas y los aperos. A la hora precisa,entre la oscuridad de la madrugada, saltaban a caballo. ¡To-dos los varones!: los abuelos de barbas patriarcales, loshijos de largos cabellos sujetos a nudo de vincha, los nietosinfantiles, soltados prematuramente del regazo maternal.Y todos, también mudos y sombríos, rompían la marcha,al trote corto de los baguales. A la puerta de los ranchos,el sollozo de las chinas jóvenes se ahogaba en el seno delas viejas paisanas,, curtidas de sufrir. Apenas el grito de


los teros y chajaes apostados en sus nidos de las laderas,anunciaban el paso de las sombras...

¡Nación extraordinaria! En cada círculo de horizontehabía un gaucho más gaucho que, los otros, más valienteque las armas, más hábil que el más estudioso estratego.Todos lo sabían sin que nadie lo dijera. Y cuando los de-más se movían como al conjuro de una orden sobrenatural,él, sin saber por qué, pero seguro como ía1 misma fata-lidad, - empuñaba su lanza, montaba su potro1 y se planta-ba quieto en su propia cuchilla, donde estaba el centro delos rumbos. Y cuando el trompa del sol tocaba diana ensu círculo mágico, el flamante caudillo rompía a su vez lamarcha, sin volverse para saber, como sabía, que todo elgauchaje del pago avanzaba sobre su huelía; que ya no leabandonaría jamás, cualquiera fuese la fortuna de la empre-sa; que ya no obedecía a otra voz de mando que no fuese lasuya; que ya no podría interrogarle nunca por el norte nipor la causa. Pero todos, sin una excepción, intuían lo necesa-rio: un grito de libertad los llamaba, y los caudillos con-vergían hacia él, con la tácita consigna de la victoria o lamuerte.

¿Dónde estaba el centro de los centros?No era la Ciudad, como en las horas de la paz, en

los afanes del comercio. En aquel tiempo se pasaba casi sintransición del poblado al desierto, de la civilización a labarbarie. Pero lo terrible era el abismo espiritual entre el

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ciudadano y el campesino. Perdura todavía el desprecio conque mira éste los desplantes de aquél en cuanto lo sienteen sus manos. Para el ciudadano es quizá una reacción de sucultura. Pero para el gaucho es un problem t de su libertad.El gaucho sabe que la Ciudad es recinto, encierro, limita-ción, gobierno, leyes, convencionalismos, astucia y trampa.Y él es la negación de todo eso, es la Libertad hecha Hom-bre.

Ya podía Buenos Aires erguirse con su trompeta deMayo. Los ecos se apagarían en los límites de su fuerovernáculo. De ahí que los lúcidos talentos de la Junta pu-sieron tropas regulares a las órdenes de Belgrano y de Bal-caree. Pero al Caudillo de los caudillos, mr no tenían nadaque darle, fuera de la certeza de su ideal. Por eso el Cau-dillo fue a pararse solo, sobre uno de los grandes ríos delUruguay, en el mismo corazón de la Platania. Y esperó sugran hora.

Aquel Artigas era el hombre necesario, porque era elhombre extraordinario. Jano maravilloso, una cara mirabaa la Ciudad y la otra al Campo. Encarnaba la dualidad delJefe y del Caudillo.

Ved lo trascendental. El Jefe de los Blandengues ha deser el Caudillo de los Orientales del Río. H?cia él van con-vergiendo todos los contingentes. Y el 11 de abril de 1811el Héroe flamante de la Patria naciente, investido con losatributos de Mayo, daba en Mercedes su grito, el verdadero


grito, el único cargado de ese poder de sugestión que esprivilegio de los grandes libertadores, y a cuyo conjuro semovían y avanzaban las multitudes de los pueblos:

"Compatriotas —clamaba—, el triunfo es nuestro...¡Vencer o morir!"

II — APOGEO DE ARTIGAS Y CREACIÓN DE LAPLATANIA

Tres etapas ofrece la epopeya del Plata, que son los

actos del drama de Artigas.Lo primero fue la lucha por la independencia de Es-

paña, la que ciega de exasperación estimuló el avancedel portugués sobre la frontera del Uruguay, período quese coronó con la unidad de las provincias del Río, bajola égida de Artigas; y va desde la Revolución de Mayoa 1816.

Después vino la lucha de Artigas contra el despotismodel Gobierno de Buenos Aires; problema de familia queaprovechó de nuevo el portugués para lanzarse sobre elUruguay; aciagos acontecimientos que alcanzan hasta 1819-

Por último, viene la derrota de Artigas, el fin de laPlatania, la prisión definitiva del Héroe en el Paraguay,y el desgarramiento de la Provincia Oriental, anexada al Bra-


sil con el nombre de Provincia Cisplatina, por el año 1820.

Vendrá después la Reconquista de 1S25, rehecha lafraternidad de las Provincias del Plata. Pero Artigas noestará en el escenario. Serán sus tenientes con sus principioslos que obrarán por él. Pero es menester que transcurramás de un siglo para que sus pueblos lleguen a compren-der el sentido y la magnitud de su verdadera victoria.

Son, así, como los tres actos de una tragedia clásica:la creación de la Platania; las luchas por su libertad y uni-dad; por fin, la muerte de la gran nación platense, con laderrota física de su Héroe.

Buenos Aires dio, en 1810, el Grito de Mayo.

Montevideo se mantuvo todavía como baluarte de Es-

paña.

El Gobernador de esta plaza fuerte, don Francisco Ja-

vier de Elío, regresó de la Corte a principio de 1811, con el

título de Virrey del Río de la Plata. Orgulloso, autoritario

y opositor acérrimo del criollismo, se aprestó a batallar

contra la otra orilla, armado de las tres importantes fuer-

zas de que disponía: el ascendiente moral de "la muy fiel

y reconquistadora ciudad", título ganado por Montevideocon el heroísmo y la sangre de sus hijos para arrancar aBuenos Aires del invasor inglés; con las muchas y discipli-nadas, tropas que guarnecían los bastiones ceñudos, y por la

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ubicación de tal base de operaciones, próxima del foco re-volucionario y puerto de la escuadra en el cuello del Río.

Una vez más nos aleccionan nuestros padres. Una vezmás, militares y diplomáticos, deben reflexionar que unay otra orilla son entidades armónicas, complementarias yafines, y que perder o ganar una de las bandas significatanto como perder o ganar el Río. de la Plata. Que la com-prensión o la discrepancia entre los gobiernos o los pue-blos de una y otra orilla, no deben, ni pueden siquiera, fun-darse en lo circunstancial y transitorio, por más urgente yHasta grave que parezca, sino que ello es una imposición ala vez de la naturaleza y de la historia, y que desobedecerlassignifica tanto como comprometer la libertad y la vida.

Pues bien. Ahora, frente a un Buenos Aires independien-te, estaba un Montevideo reaccionario. Y es ante tan críticasituación que Artigas se presenta a la Junta de Mayo, leofrece su espada y su prestigio y la energiza con la solem-ne promesa de concentrar en un haz la Campaña orientaldel Plata e impulsarla como un ariete contta los muros dela fortaleza española.

En ese preciso momento, otro caudillo, don Venancio

Benavides, sueña con ser él, y nadie más, el Jefe de los

Orientales.

Es ésta una figura de bárbara grandeza. Un'gaucho cor-


pulento, de bellísima estampa, de coraje ilimitado, de re-nombre como jinete y baquiano. Está con él un riograndensellamado Pedro José Biera o Viera, Todo el paisanaje de ladilatada región del Río Uruguay, entre el Negro y el Pla-ta, con dos núcleos vitales: Mercedes y Soriano al norte yColonia del Sacramento al sur, sienten su influencia. Esedon Venancio, personaje tremendo y de leyenda, al decla-rar Elío la guerra a Buenos Aires, responde con una pro-clama de emancipación, algo así como un eco de Mayo.Es el 28 de febrero de 1811. Son apenas unos escuadro-nes de gauchos crudos, armados de trabucos, tercerolas ylanzas de tacuara. La Historia y el Arte han recogido esegesto, grabándolo con trazos indelebles, ya en sus páginasde bronce, ya en el lienzo famoso de un Herrera. Es el Gri-to de Asendo, la primicia de la Banda Oriental, su adhe-sión fervorosa y solidaria con los principios y los hombresde todos los ríos del Plata, en la gloriosa gesta de la eman-cipación. Hoy, a orillas del arroyo Asencio, la Repúblicadel Uruguay ostenta el primero de sus hitos fundamentales.Uno de sus más pequeños afluentes en la Platanidad guar-da una de sus más grandes leyendas: "Aquí nació la Pa-tria".

Pero lo que realmente allí había surgido a la luz erala orientdidad; es decir, el espíritu de independencia delos Orientales del Río. Cosa grande y sublime, pero no to-da la grandeza ni toda la sublimidad. Era lo que muchos

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llamaron y llaman aún la Patria chica. Porque la Patria

Grande nació con Artigas, creció y cayó con él.

Colonia del Sacramento, el clásico bastión de la nacio-nalidad platense, supo responder con nobleza al clamor delos hermanos. Es justo destacar, y no olvidar nunca, lavinculación notable que guardan Buenos Aires y la Colo-nia, nudo de sangre y de gloria. El emisario de la Junta fuerecibido aquí con júbilo por el partido criollo, a cuyo fren-te apareció el cura José María de la Peña, y hasta el co-mandante militar de la plaza, don Ramón del Pino.

Alarmado Elío por el partido español de Colonia, en-vió en naves armadas al famoso Regimiento de Blanden-gues, mandado por el Brigadier Muesas. El Ayudante Ma-yor de la bizarra tropa era nada menos que José Artigas.El ascendiente de la fuerza aguerrida se impuso a los va-cilantes como del Pino. Pero ya Artigas había tomado sudecisión y, quitándose de las órdenes de Muesas, acompa-ñado del cura de la Peña y otros criollos de ley, protegí*do por el más gallardo vastago de la familia de la Quinta-na, de abolengo patricio, cruzó el Río como Mar y fue aencender su alma en el verbo flamígero de Mariano Mo-reno.

Investido ahora con la autoridad de la Junta, Artigascruza el Río Uruguay por la Calera de las Huérfanas, enlos primeros días de abril de 1811.


En ese momento el caudillo don Venando Benavides,al frente de medio millar de gauchos, derrota a los espa-ñoles en San José, en el Colla y se apodera, al fin, de Co-lonia el 27 de mayo. Era tarde para su gloria. El día 18Artigas había ganado la batalla de Las Piedlas, conquistan-do las palmas de coronel argentino, afirmando su prestigiototal e indiscutible sobre la Campaña. Entonces, el orgullosodon Venancio, defraudado en sus sueños, herido en su va-nidad, abandona esta orilla donde nada puede hacer y bus-ca la influencia directa de Buenos Aires. Se cree que cuan-do la derrota de Cochabamba se pasó a los españoles, paramorir en la batalla de Salta, bajo el plomo de las carabinasamericanas. Y Artigas estaba ausente, vivía ignorante de to-do este drama. Su alma de titán miraba hacia los más lím-pidos y dilatados horizontes.

Porque ésa es la hora de los Artigas. Ellos dominan ycierran el arco en torno del Montevideo español. Hacia eleste opera don Manuel Francisco Artigas, hermano de Jo-sé, quien se apodera de Minas, San Carlos, Maldonado y lafortaleza Santa Teresa, en el extremo oceánico de la costadel Plata. En el centro está Manuel Artigas, primo herma-no del libertador y antiguo soldado de Belgrano, quien,con Benavides, derrota al español en San José y allí cae,herido de muerte. La Junta inscribirá su nombre en la Pi-rámide de Mayo. En el oeste está José Artigas.

Pero Buenos Aires, inexplicablemente, deja en blanco

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la autoridad de Artigas y lo pone como subalterno de Ron-deau, figura sin ascendiente en aquel escenario. La injus-ticia de ese Gobierno no cesará ya nunca.

Pero saben los hombres de mando que el cargo noes por sí solo la autoridad. Tampoco José Artigas tiene lossentimientos de Venancio Benavídés. Siempre subordinaráal deber la pasión. Siempre destacará el interés permanentede su pueblo a la mezquindad de cada circunstancia.

Es así que con su exclusivo prestigio Artigas se plan-ta en una posición central, en Canelones, y magnetiza yatrae a todas las fuerzas diseminadas de americanos. Elmismo Rondeau se desprende de parte de sus tropas parareforzar al hombre llamado del destino. A su vez, Elío,organiza un destacamento con los mejores soldados de Mon-tevideo, pone a su frente al capitán de fragata don JoséPosadas y, con su ojo de lince, le señala la misión prin-cipal, aquella que se destaca como la única digna de sustemores: destruir a Artigas. Va a darse la primera gran ba-talla de la Revolución de Mayo.

La expectativa es muy justificada. La campaña del Al-to Perú había ahogado su principismo en la sangre de losmártires de Córdoba, comprometido el éxito en Desagua-dero, y si venció en Suípacha fue para ajusticiar a los jefesadversarios. El Alto Perú será subyugado a su hora por la

magnanimidad de un Bolívar, en contraste con ese proceder.La otra expedición, la del Paraguay, se replegó vencida por


el despertar del sentimiento regíonalista. Allá fue el odio;aquí la anarquía.

La tercera empresa, la más grande, la más pura, lamás gloriosa, será de Artigas. Sólo costó a la Junta unpuñado de pesos y otro de soldados. Ella se hizo con elesfuerzo de la otra Banda, con los recursos y la sangre delos Orientales, sin una mancha para los principios de laRevolución, sin que su vencedor mostrase una sombra deresentimiento con el Gobierno que lo había desairado,ni un adarme de venganza hacia el hispano, a pesar de lashorcas levantadas en Montevideo para castigo de los pa-triotas.

Es la mañana del 18 de mayo de 1811. Cosa extraor-dinaria. Va a cumplirse el primer año de la Revolución.Es el mes de la.gloria. En ese mismo día, Buenos Aires seenteraba del manifiesto confirmatorio de la caída del Go-bierno de la Madre Patria en manos de Bonaparte y, portanto, se imponía de la necesidad de establecer la autori-

. dad que centralizase la dirección de las Provincias del Río.Ya el 4 de marzo de 1811, en el momento en que el ca-dáver de Moreno, desde la cubierta de la fragata "La Fa-ma", caía hacia el lecho del Plata, en las aguas del estua-rio, Artigas se aprestaba a sostener su Grito de Mayo en lagarganta del más bello de los afluentes. Moreno ha muer-to de mal del alma. Los del partido de Saavedra son ahora

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dueños de la situación. En el seno de la Revolución está elgermen de la anarquía. Los dos bandos, los federales y losunitarios inician su encono y su lucha. Artigas, hombreeminente de Mayo, será mañana el paladín excelso del ré-gimen federal. Por eso y a su turno, caerá como Moreno,desde el ápice de la fama, para hundirse en las selvas delParaguay. Ahora, si se apaga un hachón, es porque la ma-no providente ya está encendiendo con el postrer fulgor laantorcha que iluminará la nueva etapa del progreso.'La Li-bertad no se detiene con la caída de sus mártires.

Allá va el Capitán Posadas. Montevideo lo vio partircon la esperanza nacida de su imponente arreo. Artigasestá cerca. Son mil españoles frente a mil americanos. Elprimero ha hecho pie en ventajosas alturas, el otro mueveunos pocos escuadrones, ocultando el resto en la contrapen-diente. Los europeos se dejaron atraer por esa mano, y alabandonar su guardia dominante, vieron recién las falangesde la otra mano dispuestas a cerrarse sobre ellos para el gol-pe mortal. Pero un repliegue en tiempo los colocó en cua-dro sobre otra loma próxima al pueblo de Las Piedras. Ahífue a buscarlos Artigas con sus infantes. A pesar del fuegode la fusilería y el cañón que los castiga, los patriotas al-canzan las líneas adversarias, las enfrentan y rompen contal valor, que Posadas mira hacia Montevideo e inicia surepliegue. Pero el previsor Artigas le había cortado la re-tirada con los escuadrones de su hermano Manuel Francisco.


La batalla se inició poco antes del mediodía y eran las cua-tro de la tarde cuando se rindió el Ibero. El magnánimovencedor recibió la espada del vencido de manos de un sa-cerdote, respetó la vida de sus prisioneros, evitó inútil de-rramamiento de sangre en la culminación de la lucha, con-soló en la desgracia a los enemigos que habían puesto in-fame precio a su cabeza y escribió a la Junta que lo habíaempequeñecido y que él en cambio magnificaba con su vic-toria: "Son los momentos en que me considero elevado porla fortuna al grado de felicidad más alto, ti las armas demi mando han podido contribuir a perfeccionar la grandeobra de libertad de mi amada patria";

Así salvó Artigas la causa de la Revolución de Mayoen la hora más tremenda de su destino.

De inmediato se adelantó con banderas desplegadas aponer sitio a Montevideo, fruto de sus sacrificios, derechode su capacidad, premio de su victoria. ¡Pero no! Para laJunta, Artigas debía sembrar, y Rondeau, recoger. Cuandoéste vio rendido a Posadas y desmoralizada la plaza, bienpudo decir candorosamente, señalando los muros del re-cinto: "Ahí están los laureles que han de coronar nuestrasfrentes."

Pero si Buenos Aires era ingrata, la Campaña era justa.El renombre del Héroe corría por los ríos y las llanuras dela Platania y su triunfo renovaba la fuerza y el. prestigiode la Revolución, y se conmovían, ahora, hasta el ceñudo

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Paraguay y la orgullosa Ciudad de los Virreyes. Tanto relie-ve fue cobrando el perfil del Vencedor de Las Piedras, j p een el ejemplar del 21 de enero de 1812, afirma eLeronista ¿e^"El Censor" de Buenos Aires: "He visto un ejército - dccinccr-mil hombres cantar el Himno de Artigas cormágrimásj^e/enÁtusiasmo." Decían las estrofas marciales: { , í [í M ».

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"¡Bravos Orientaleshimnos entonad,que Artigas va al templode la Libertad!"

Y llegará el día en que los argentinos consagrarán esagloria en su bella canción nacional, hermanada a otras gran-des suyas:

"Ambas Piedras, Salta y Tucumán".

Desde la cumbre del Cerrito, Artigas domina la ciuda-

dela de los últimos españoles en el Plata. Era su deseo más

fervoroso evitar las calamidades entre padres e hijos. Por

eso exigió la entrega de la Ciudad con las más nobles pa-

labras que salieron de labios de un vencedor. Le decía a

Elío: "—Reine paz, señor, la paz que deseo. Que nuestras

bayonetas no vuelvan a teñirse con la sangre de nuestros


hermanos, y que esos vecinos cuya felicidad anhelo, disfru-ten de la bella unión que debe ligarnos."

Paz, libertad, unión. Esas serán constantemente sus mi-ras. Pero sus adversarios no podrán comprender tanta gran-deza de alma; no hablarán jamás con su lenguaje. Fue asíque Elío buscó ganar tiempo, contestando con engaños. Enraptos de desesperación el último Virrey de] Plata se ven-gará de las familias de los patriotas en Montevideo, expul-sándolas a "la tierra de nadie", cruzada de peligros. Entreellas está la de Artigas. En un gesto vesánico, sabedor de lasinjusticias al Héroe, espera atraérselo ofreciéndole dinero,la más alta graduación militar y el comando de toda laCampaña... Y he aquí la respuesta de Artigas: "—El insultoque se le hace a mi persona y a los honrosos sentimientosque respiro, es tan indigno del carácter suyo como de micontestación en la causa que sigo; y si algún día los ameri-canos del sur nos vimos reducidos al abatimiento, hoy esta-mos resueltos a hacer valer los derechos que los tiranos nostenían usurpados." Y termina: —"Así, desprecie usted Javil idea que ha concebido, seguro de que el premio jamásserá suficiente para doblar mi constancia."

¡Oh ingratitud! ¿Y cuál era en ese momento la con-ducta del gobierno de Buenos Aires? ¿Acaso Artigas des-preciaba dádivas y honores porque fuesen mezquinos allado de las recompensas de la Junta, de la que había pro-bado ser el máximo defensor?— ¡No! Artigas obedecía a

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la pureza de sus inspiraciones, al arrebato cíe su genio. Encambio, los demás se agitaban entre el torbellino de laspasiones. Cuando ya caía Montevideo, como resultante cla-ra de la lealtad, la constancia, la energía de Artigas, laJunta acepta que el Teniente Coronel Rondeau imponga aaquél su irresolución temperamental, prolongando estéril-mente la cosecha de sus frutos, pero que el procer ansiabapara los silos morales de la Junta y la suerte de la Revo-lución. He aquí sus amargas y justas reflexiones: "—Nosvimos empeñados en un sitio de cerca de cinco meses, enque mil y mil accidentes privaron de que se coronasen nues-tros triunfos... ya porque el General en Jefe creía se pre-sentaban dificultades invencibles... ya, finalmente, porquellegó una fuerza extranjera a llamar nuestra atención."

¿Una fuerza extranjera? Para Artigas los españoles noeran extranjeros. ¿Cuál era, entonces, esa fuerza, cuya re-pentina, imprevista llegada obliga a levantar el sitio del pa-triota e impide, más que la ineptitud de Rondeau, que Ar-tigas ofrende a la Junta la máxima presea, con el baluartede la orientalidad del Río? Sí, ¿cuál es esa fuerza extran-jera, es decir, no americana en el sentido continental quetodos los proceres de la época daban al vocablo PATRIA?

¡Era la eterna invasión del portugués, que avanzaba dennuevo desde el Brasil, a arrebatarnos mucho más que losfrutos de la victoria sobre el español; a quitarnos la propiaIndependencia!


Locura de España fue, en perjuicio de su hijo. Y,cuando éste llegue a conjurarla, vendrá otra invasión toda-vía; locura de Buenos Aires, en perjuicio del hermano.Pero, en el fondo, no serán ni España ni Buenos Aires losculpables, sino la pasión de sus gobiernos, la ceguera desus hombres dirigentes con olvido de los más trascenden-tales intereses de sus pueblos. La falta de habilidad política,el descuido de la estrategia diplomática, ha sido grave errorde nuestros padres, y ha conducido, en el norte y en el sur,a una reducción continua y alarmante del territorio y lasoberanía de los países de América Española.

La Platania va a ser herida, una y otra vez, en el co-razón de Artigas. Y un día se alzará cicatrizada y pode-rosa. Pero otro día caerá para morir.

Dueño de Montevideo, desde Asunción al Plata el Je-fe de los Orientales hubiese sido el hombre más pode-roso de la Revolución de Mayo. Verdad que era el poderen manos de la virtud. Porque ese mismo Paraguay que fuehostil a Belgrano no lo será con Artigas. En diciembre de1811 podía decirle a la Junta asunceña: "—Los vecinosorientales se consideran unos con los paraguayos en todassus relaciones." Y esa idea primicial generará la postrera,la de buscar en el seno del guaraní, diez años más tarde,las antorchas no agotadas para mantener encendida la li-bertad sobre las riberas de los grandes ríos.

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Las circunstancias daban cierta lógica a la desdichade los Orientales. Napoleón había invadido España y Por-tugal. Los príncipes de este último país, don Juan de Bra-ganza y Carlota de Borbón, huyeron al Brasil, desde dondeCarlota, de la sangre de los reyes de España, intrigaba paraentronizarse sobre el Virreinato del Plata. El BrigadierElío, sintiéndose impotente para dominar la Revolución,aceptó al fin el apoyo de las tropas lusitanas que reiterada-mente le fuera ofrecido. El Capitán General Diego de Sou-za cruzó el Yaguarón a mediados de 1811, avanzo con unejército poderoso por el clásico camino de invasión de laAngostura, tomando sucesivamente Meló, Santa Teresa,Maldonado y amenazando hacia Montevideo.

El Gobierno de Buenos Aires se mantiene indeciso. Pro-mete a los Orientales un refuerzo de mil cuatrocientos sol-dados, que no envía. En su seno hay imperialistas, seduci-dos por la princesa Carlota. Envian una embajada de paz,pero sin éxito. El tiempo que se le obliga a perder desesperaahora a Artigas. La Campaña se va oponiendo al invasorcon una guerra de recursos y su consigna es "Morir con ho-nor o vivir libres". Los oficiales sitiadores, aunque padecien-dos miserias, rehusan los sueldos que les envía la Junta y,admirada la Junta, proclama al ejército oriental "beneméritode la Patria en grado heroico". Los opresores portuguesesvan a unirse a los españoles. El momento es terrible.

¿Cómo conjura el peligro el gobierno porteño? Pe modo

7 4 . E D G A R D O U. G E N T A

tan simple como suicida. Abandona a los Orientales a susola fuerza. El vencedor de Las Piedras se indigna de unacapitulación "sin la anuencia de los Orientales, cuya suerteera lo que iba a decidirse." El doctor Julián Pérez fue co-misionado por Buenos Aires para pactar. Artigas imponea Rondeau una entrevista con Pérez y ella se realiza en el Mi-guelete, en presencia de todos los jefes criollos. Ahí el hé-roe de la Platanidad expresa su resolución irrevocable deresistir a un tiempo a españoles y a portugueses, aun solo,"con palos, con los dientes y con las uñas." Pero nada pudoimpedir el entendimiento entre el Gobierno de Buenos Airesy Elío, sobre la base del retiro de las fuerzas de aquél de laBanda Oriental y de que no reconocería jamás otra autoridadque la del Virrey, ni otro soberano que Fernando Vil. La Re-volución acababa de ser herida de muerte.

En tanto, el portugués devastaba la Campaña. Susactos de vandalismo aterrorizaban a los pueblos. Artigas haquedado sin más recursos que la arrasada Banda Oriental.Su riqueza ganadera es llevada en masa a Río Grande. Na-da más elocuente que sus propias palabras para comprenderesta circunstancia terrible:

"Pueblos enteros —afirma— habían de ser entregadosal saco horrorosamente; pero sobre todo la numerosa y be-lla población de extramuros de Montevideo se vio comple-tamente saqueada y destruida. Las puertas mismas y ventanas,las rejas todas fueron arrancadas... los portugueses conver-

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tían en páramos los abundantes campos por donde pasaban;y por todas partes se veían tristes señales de desolación. Lospropietarios habían de mirar el exterminio infructuoso desus caros bienes cuando servían a la patria como soldados.. .Los Orientales habían jurado en lo hondo de su corazón unodio irreconciliable, un odio eterno a toda clase de tiraníay que afrontarían la muerte antes de degradarse del tí-tulo de ciudadano, que habían sellado con su sangre."

¿Qué le queda por hacer a Artigas, en situación tan des-esperada, frente a dos poderosos enemigos, abandonado desu hermano, con un pueblo martirizado, yacente y mori-bundo?

El dolor es la piedra de toque de las almas grandes.La calidad y la fuerza heroica de su genio van a culminaren uno de los acontecimientos más extraordinarios de lahistoria de América y del mundo:. el _Exodo del PuebloOriental.

Artigas, prefiriendo "la expatriación a la servidumbre"rompe a marchar. ¿A dónde va? A lo largo de los ríospaternos. Espera que sus manes le serán propicios. Ya separará sobre una de sus seguras barrancas y, una vez allí,concitando todas las fuerzas que le sea posible reunir, vol-verá contra el enemigo de la patria. Su idea es simple, clara,lógica. Y pone al trote su caballo criollo.

¡Oh, milagro! ¡Oh, portento! La nueva corre con larapidez del relámpago, Por todos los caminos y a c


traviesa las familias ciudadanas y las familias gauchas seadelantan penosamente al paso del célebre caudillo. A caba-llo, en carretas, a pie. La patria entera se levanta de susruinas y forma el cortejo sufriente y esperanzado de suhéroe. Es el David del despotismo. Es el Mesías de la liber-tad. Y los enfermos, los lisiados, los viejos, las mujeres, losniños, todos los Orientales, formando una nación errante, emi-gran tras la figura señera del predestinado como Protector delos Libres del Sur. Y hasta los indios, los indomables Cha-rrúas, forman la retaguardia de aquellos diez y seis milOrientales sin hogar y sin fortuna. Artigas se conmueve has-ta el fondo del alma. Su palabra es más digna que todaotra para describir y justipreciar el prodigio: "Ellos lo hanresuelto. Cada día veo con más admiración sus rasgos sin-gulares de heroicidad y constancia; unos quemando sus casasy los muebles que no podían conducir, otro;; caminando le-guas a píe por falta de auxilios, o por habec consumido suscabalgaduras en el servicio; mujeres ancianas, viejos decré-ritos, párvulos inocentes acompañan esta marcha, manifes-tando todos la mayor energía y resignación en medio de to-das las privaciones."

Tres meses duró este peregrinar de un pueblo a lo lar-go de su río, del que le dio nombre a su pueblo. Durantela marcha, la voz del indeclinable principista no cesaba deíesonar. Decía: "Yo llegaré muy en breve a mi destino coneste pueblo de héroes". Y volviendo la cabeza hacia los Orien-

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tales, les repetía: "No quiero que persona alguna vengaforzada; todos voluntariamente deben empeñarse en su li-bertad". Y a los que avanzaron a la vanguardia les señalasu etapa definitiva, el extremo desesperado pero sublime:"En tanto en algún punto de América respiren las almaslibres, desde allí esperarán el triunfo de la justicia". Y mirahacia el Paraguay, proponiendo a su Junta "un plan com-binado de operaciones". Y el Paraguay, ceñudo con los por-teños, responde que "los ilustres, invencibles guerreros dela Banda Oriental, levantarán un padrón sobre el firmamentoque haga inmortal la memoria de ambos ejércitos".

Es decir, es poco menos que un hecho la alianza del

Paraguay y la Banda Oriental, ante la primera invasión

portuguesa después de la Revolución de Mayo. ¿Por qué

no habría de serlo en 1820, cuando el héroe, derrotado por

la segunda invasión, se dirigió también al Paraguay?

Pero en esta última circunstancia desventurada, pro-

cederá así por tener contra él, como el peor adversario, a su

hermano argentino. Actualmente, sin perjuicio de concertar

un entendimiento con el postrer baluarte de la platanidad,

solicita a la otra banda del Río, un lugar de reposo, donde

detener a su pueblo, desgraciado pero libre. Y ésta resuelve,

por fin, "para proveer a su alivio y al premio de su heroico

y distinguido patriotismo", señalarle la región de Yapeyú.

Y es así, por ocurrencia del destino, cómo la tierra que fue


cuna de San Martín será señalada para abrir su seno de amorpara el reposo del pueblo de Artigas.

En tanto, el Gobierno de Buenos Aires, ahora de acuer-do con los españoles sobre lo que debió mantenerse comopleito de familia, impetra a sus mayores el abandono de laBanda Oriental en manos de los portugueses, quienes "connotable transgresión de los tratados", según protesta Artigas,siguen ocupando y saqueando el territorio de los Orientales.Se calcula en un millón de caballos y dos millones de vacu-nos los arriados a Río Grande, a donde también fuerontrasladados los saladeros principales del Uruguay. Por esose cantaba en los campamentos, al son de las guitarras na-tivas:

"En Oriente se pierden los laurosque la, patria nos hizo ganar."

Ese último campamento era el del arroyo Ayuí, sobrela margen derecha del Uruguay. Con Artigas estaban Riveray Lavalleja, los grandes tenientes, llamados a brillantes des-tinos. A falta de armas, las masas de varones se adiestrabancon palos en las diarias evoluciones para mantener la ins-trucción y la disciplina. En previsión de más graves sucesos,el Gobierno de Buenos Aires, aunque siempre receloso delprestigio de aquel noble titán de las libertades platenses, lo

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nombró General en Jefe del Ejército Patriota de la BandaOriental, después de los informes favorables sobre sus in-maculadas intenciones expresados por su agente don Nico-lás de Vedia; mientras que "La Gaceta", el órgano oficialde prensa desde los días de Moreno, estampaba en signoslapidarios su juicio sobre las tropas "del valiente Artigas;de ese ejército más glorioso, que el de los atenienses bajolas órdenes del bravo Temístocles, cuando Atenas fue des-graciadamente ocupada por las armas de los persas".

Por fin la corte portuguesa del Brasil, con la interven-

ción del ministro inglés en Río de Janeiro, firmó el cese de

las hostilidades entre Portugal y las Provincias Unidas.

Los lusitanos abandonaron de nuevo la codiciada Banda

Oriental, a la espera de otro momento más propicio, que fue

cuando la desinteligencia entre ambos pueblos ribereños del

Plata se hizo más honda. Y provocando esa funesta polí-

tica fratricida, hizo someter la autoridad de Artigas, a pe-

sar de aquel nombramiento de primaz, a las órdenes del Ge-

neral Sarratea, enemigo del héroe y cuyos actos tendieron,

sin ningún pudor, a desmoralizar el ejército, minando el pres-

tigio de su jefe natural y supremo. "Yo me escandalizo •—

dice éste —cuando examino este cúmulo de intrigas que ha-

ce tan poco honor a la verdad y forma un premio indigno

de mi moderación excesiva." Y coronaba su pensamiento con

estas palabras trascendentales: "En la constancia del Pueblo


Oriental sobre las márgenes del Uruguay, se garantieronlos proyectos de toda la América libre".

Entre tanto Rondeau, vanguardia de Sarratea, sitia alejército español de Vigodet, encerrado en Montevideo. Enel último día de diciembre de 1812, las fuerzas de la plazairrumpen en el campo de los patriotas. En el camino, cho-can con una compañía de negros mandada por el capitánAntonio Videla, también de color. —"Grita: viva el Rey", leimpetran en tanto le apoyan la punta del ac*ro en el pecho."¡Viva la Patria!", exclama el héroe, y cae mortalmente heri-do.. En el Cerrito se desarrolla la batalla, y el triunfo coro-na a los americanos. Artigas llega con cinco mil hombresal Paso de la Arena, pocos días después de esta victoria, po-niendo como condición de fraternidad de aimas, el regresode Sarratea a Buenos Aires, medida anhelada por los máscalificados jefes sitiadores, y al fin satisfecha. El 26 de fe-brero de 1813 es saludada la incorporación de Artigas, en-tre los vítores y las dianas. Toda la Campaña de la BandaOriental está otra vez a las órdenes del ilustre Caudillo.

"La libertad de América forma mi sistema y, plantear-lo, mi único anhelo" •—escribe en febrero de 1813. Pero Ar-tigas no se conforma sólo con la libertad. Quiere tambiénla democracia. Y convoca el primer congreso nacional, quese realiza en Peñarol, el 4 de abril, designándose cinco di-putados ante la Asamblea Constituyente en Buenos Aires,

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después de aprobarse, con unánime entusiasmo, los puntosde vista del gran revolucionario. La conducta de Artigas enesa ocasión, sus magnas idealidades, conforman uno delos acontecimientos más grandiosos en la historia institucio-nal de América.

Reunidos los representantes del pueblo, Artigas dijo ensu discurso inaugural:

"Ciudadanos: el resultado de la campaña pasada mepuso al frente de vosotros por el voto sagrado de vuestravoluntad general. Hemos corrido diez y siete meses cubier-tos de la gloria y la miseria y tengo la honra de volver ahablaros en la segunda vez que hacéis uso de vuestra sobe-ranía. En ese período yo creo que el resultado correspondea vuestros grandes designios. El formará la admiración delas edades. Los portugueses no son los señores de nuestroterritorio. De nada habrían servido nuestros trabajos si, conser marcados con energía y constancia, no tuviesen por guíalos principios inviolables del sistema que hizo su objeto.MI AUTORIDAD EMANA DE VOSOTROS Y ELLA CE-SA POR VUESTRA PRESENCIA SOBERANA. Vosotrosestáis en el pleno goce de vuestros derechos; ved ahí el fru-to de mis ansias y desvelos; ved ahí también todo el pre-mio de mi afán. Ahora en vosotros está el conservarlo".

Nunca héroe alguno dijo más con menos palabras. Nun-ca la conducta del soldado frente al derecho, fue señaladacon más claridad y belleza. Nunca hallarán los estadistas de

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nuestro Continente, ejemplo más digno de sus mejores inten-ciones, para labrar la felicidad de sus pueblos.

Así obraba Artigas en 1813. Sin embargo en 1812, enel banquete a San Martín, descripto por Calvo en los AnalesHistóricos de la Revolución de América Latina, se brindóde acuerdo con el pensamiento del famoso guerrero, por lamonarquía constitucional. Después, en mayo 16 de 1815, enel Memorial dirigido al ex Rey de España, Carlos IV, vie-jo y caduco, y a su hijo el Príncipe Francisco, por los Dipu-tados del Gobierno Provisional del Río de la Plata, guar-dado en los Archivos de la Nación Argentina, se clama:—"Imploran de Vuestra Majestad, como su Soberano, lesotorgue el objeto de su ardiente súplica"; mientras estampa elimplorado: —"Las Provincias del Río de la Plata han sidolas primeras que postradas a mis Reales Pies, protestan queno han reconocido, ni pueden reconocer, otro soberano le-gítimo que yo". Y, por último, he aquí la clave del proyec-to de Constitución Monárquica para aquella hora confusa:—"La nueva monarquía de América del Sud tendrá por de-nominación el Reino Unido del Río de la Plata, Perú y Chi-l e . . . su pabellón será blanco y azul celeste."

Vale decir, que en el Sur de América, desde el Pacífi-co al Atlántico, con el respaldo de hombres eminentes, co-mo San Martín, Belgrano y Rivadavia, se sostenía que el so-berano debía ser un Rey. Para Artigas, el soberano es elpueblo, del que proviene su autoridad y ante cuyo represen-

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tante la declina. Ni siquiera tres años más tarde, en el Con-greso de Tucumán, el Gobierno del Río de la Plata rompecon la monarquía, a la manera artiguista.

En aquella hora, en el caos de la América Austral, lospueblos vacilan entre dos polos ideológicos: la República yla Monarquía, el Federalismo y el Unitarismo, entre Artigasy los demás.

Las cláusulas que aceptaron con entusiasmo los diputa-dos de la Provincia o Banda Oriental ante la AsambleaConstituyente del Río de la Plata, conocidas y admiradascon el nombre de Instrucciones del Año XIII, contienen elideario de Artigas y se condensan en los siguientes concep-tos esenciales:

La independencia absoluta de la metrópoli.La confederación de todas las Provincias del Ríode la Plata.La libertad civil y religiosa en todos los pueblosde la Nación.Armonizado con el Gobierno general, cada Provin-cia tendría el suyo propio.El Gobierno se subdividiría en los tres poderes clá-sicos: legislativo, ejecutivo y judicial, independien-tes en sus facultades.El Gobierno supremo sólo entendería en los nego-cios de interés general, mientras que cada gobier-


no provincial se consagraría a sus deberes parti-* culares.

La Banda Oriental mantendría su soberanía, liber-tad e independencia; y tendría su ejército propio.El despotismo militar sería aniquilado contrabas constitucionales que asegurasen la inviolablesoberanía de los pueblos.La capital de la Nación no sería Buenos Aires.

En pocas palabras, formarían los pueblos de la pla-tanidad una gran nación que hoy podría llamarse con acier-to los Estados Unidos del Río de la Plata. O, en un solo vo-cablo: Plaiania. Y este inmenso estado, erigido en SudAmérica como una magnífica pirámide de felicidad y cul-tura, se fundaría sobre estas piedras angulares: LIBERTAD,FRATERNIDAD, DEMOCRACIA.

Pero el Gobierno de Buenos Aires no quiere despojar-se de su predominio a que aspira sobre el resto de la her-mandad platense. Lo subleva la condición de quitar a BuenosAires el privilegio de Capital. Su centralismo repudia la auto-nomía que se reclama para las provincias hermanas. Y losdiputados de la Banda Oriental son RECHAZADOS.

Esta desinteligencia, esta animosidad contra Artigas, tie-ne sus efectos naturales. Por una parte, separa a los hom-bres de las dos Bandas. Por la otra, consolida la posición delenemigo común: los españoles de Montevideo, los portugue-ses del Brasil. Por intrigas se combate al piócer de esta orí-

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lia con los proceres de la otra. Artigas, despojado oficial-mente de su autoridad, se ve obligado a levantar otra vezel sitio de la Ciudad que fue su cuna.

Muchos años después, desde su confinamiento en elParaguay, dirigiéndose al General argentino don José Ma-ría Paz, Artigas explicará en insuperable síntesis todo esteproceso: "—Yo no hice otra cosa que responder con la gue-rra a los manejos tenebrosos del Directorio y a la guerraque él me hacía por considerarme enemigo del centralismo,el cual sólo distaba un paso entonces del realismo (Monar-quía). Tomando por modelo a los Estados Unidos, yo que-ría la autonomía de las Provincias, dándole a cada estadosu gobierno propio, su constitución, su bandera y el derechode elegir a sus representantes, sus jueces y sus gobernadoresentre los ciudadanos naturales de cada Estado. Esto era loque yo había pretendido para mi Provincia y para las queme habían proclamado su protector." .

Al fin cae Montevideo y cesa el podcc español, perono la anarquía entre hermanos. El Director Posadas ponea precio la cabeza de Artigas y se le declara enemigo de laPatria... Pero las Provincias han quedado subyugadas porla grandeza del pensamiento del paladín de sus libertades.Sólo en Artigas confía el Paraguay, y es éste uno de los re-proches de Buenos Aires. Desde Asunción dicen al procerdel Río: "—Si desde un principio se hubiesen respetado su-


ficientemente los derechos sagrados de los pueblos... n oocurrirían tales disceptaciones domésticas, no se verían lospueblos precisados a su vez a un nuevo particular esfuerzo pa-ra redimirse del despotismo de los pretendidos libertado-res." Este es el clima que impera y propicia la separacióndel Paraguay y el Uruguay de la Argentina. Es decir: de laArgentina, no. De la dictadura del Gobierno de Buenos Ai-res. Y tan es así, que son varías las Provincias Argentinasque levantan la frente para mirar hacia el titán que dice:"•—Ese extremo de servilismo a que se quiere conducirnos,ultraja a la justicia."

Estamos en 1814. Artigas crece y crece en influencia mo-ral a lo largo de los ríos del Plata. Corrientes, Entre Ríos,Santa Fe, las Misiones, Córdoba, todo el Litoral, la famosaMesopotamia Argentina, lo aclaman como su Protector. Des-de Asunción a Montevideo, él es el nexo de las inteligencias,el verbo de la libertad, el lábaro jamás abatido de los prin-cipios esenciales de Mayo. Es la Revolución hecha Hombre.

Es tal el prestigio de Artigas, tanta la esperanza de suescudo para la ventura de toda la platanidad, que el Direc-tor Posadas, alarmado, envía al Caudillo dos emisarios depaz, la que se concierta en su campamento de Belén, en abrilde 1814, con el carácter de una "liga ofensiva y defensiva",que Artigas suscribe como "Jefe de los Orientales y Protec-tor de Entre Ríos". Pero Posadas desautoriza a sus propios

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delegados. Díaz Vélez, el Gobernador de Entre Ríos —el mis-mo que un día irá con Alvear hasta Potosí para solicitar deBolívar el concurso de su espada para liberar la patria deArtigas del dominio portugués, favorecido por la rivalidad conBuenos Aires—, dice a Posadas que la opinión de aquellossus delegados, "realza mucho el poder de Artigas y que ja-más será vencido". Al cabo, con la mediación de Alvear, acuyo jefe se rindió Montevideo, se declara públicamente aArtigas "buen servidor de la Patria", reponiéndosele en sugrado de Coronel de Blandengues, "con todos los honores yprerrogativas", confiriéndosele el empleo de Comandante Ge-neral de la Campaña Oriental, con un sueldo de cuatro milpesos anuales. Pero Artigas, al igual que los más grandesprohombres de América en situación semejante, sólo aspiraa la paz de los pueblos, a la aceptación de sus ideales por lapública felicidad, y no a su victoria personal. Y rehusa ho-nor, grado, retribución y cuanta tentadora ofrenda se le hace,afirmando que sus propósitos son "el retiro a su casa", des-'pues de tanta lucha y sacrificio. Pero aquella bondad de Bue-nos Aires es una celada. Se lanza sorpresivamente sobre laCampaña Oriental a Alvear y a Dorrego, para arrebatarlade Artigas por la violencia. Al mismo tiempo se envían de-legados a Europa para restablecer el absolutismo monárqui-co, otro modo tremendo de combatir a Artigas en el campodel ideal. Todos los que militan en las filas del héroe de-ben ser pasados por las armas y sus bienes, confiscados. Es-


tas son las órdenes que recibe el Coronel Soler, sustituto deAlvear y jefe de Dorrego. Pero Rivera, teniente de Artigas,los derrota completamente en Guayabos, en enero de 1815.Material y espiritualmente, Artigas se sobreponía a los des-manes, las intrigas y las injusticias de sus enemigos políti-cos, más crueles y tenaces que los mismos adversarios de lalibertad rioplatense.

Es éste un momento sagrado. Va a nacer una estrella.De la nebulosa anárquica, personalista, desorientada, saldráuna nueva y poderosa nación, que fulgurará con luz propia ypotente, durante un lapso muy breve, ¡ay!, pero el necesariopara hacer patente, a los ojos de América, la experiencia másclara y bella de los principios de Mayo.

Esa nación es la Liga Federal, el mundo unido de lospueblos del Plata, el sueño de Artigas hecho realidad.

El eminente patriota don Miguel Barreiro administrabala Banda Oriental desde Montevideo. Artigas se plantó enel centro de la Platania, en Purificación, sobre la barranca delbrazo del gran Río paterno.

Ahí lo ve el historiador inglés Robertson, para descri-birlo luego como "Protector de la mitad del nuevo mundo",dictando a dos secretarios, junto a su estado mayor, mien-tras cada media hora llegaban y partían correos hacia todaslas direcciones, pero viviendo, no obstante su poder, la vidamás pura, más simple, más austera.

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En Buenos Aires cae derrotado el Gobierno de Alvearpor los partidarios de las ideas liberales de Artigas. La Asam-blea Constituyente, que rechazara sus diputados, ha muerto.Su Cabildo, máxima autoridad popular, proclama entoncesal héroe "ilustre y benemérito Jefe". Córdoba le ofrenda unaespada de honor, en cuya hoja graba esta leyenda definitiva:"A su Protector, el inmortal General don José Artigas".

Belgrano ha sido derrotado en Vilcapujio y Ayohuma.Rondeau, en Sipe Sipe. Si la Revolución de Mayo fue gloriade Buenos Aires, del Río de la Plata, la nación Argentina,para hallar su héroe máximo ¿tendrá que mirar hacia los An-des? Cuando San Martín, también celado por Alvear, era só-lo una esperanza para la libertad americana, Artigas fulgíasobre la hermandad platense con el título excelso de PRO-TECTOR DE LOS PUEBLOS LIBRES.

Como signo indubitable de que el célebre Caudillo erala figura máxima de aquel mundo y de aquella hora, que ellasimbolizaba el principio jamás abatido mientras él lo pudie-se tutelar, de republicanismo democrático, de fraternidad ycultura; como testimonio de que él concentraba los fulgoresde la Revolución, el 25 de mayo de 1816, Montevideo, el'ba-luarte artiguista, celebraba por primera vez y con inmensapompa el aniversario fundamental, la razón de ser denuestras nacionalidades. Porque Artigas nació políticamentede aquel^Grito libertador de Buenos Aires.

Así como los astros se inflaman cuando van a


morir, nunca el genio, la grandeza del alma de Artigas, bri-lló más que en ese mismo año, cuando la magnitud' de suprestigio y de su obra estaban fatalmente llamados a pro-vocar la reacción imperialista y anárquica a la vez, que seagazapaba para saltar sobre el tiran de los libres y los puros,sobre el azote de los tiranos y los perversos. Ese año se fun-dan bibliotecas, se desarrollan las industrias madres, se fo-menta la marina, se organiza la administración y se cimen-tan las instituciones nuevas en todas las Provincias de laPlatania.

Sí. La Platania fue entonces una realidad política, sien-do eternamente una realidad geográfica. Los Gobernadoresde sus Provincias regulaban su acción por las inspiracionespaternales del numen de aquel dilatado mundo de aguas yllanuras. Es la Orientalidad, para individualizar lo que nopertenece al mundo de las sierras, al antiguo Imperio de losIncas, que tiene su nombre, su personalidad y su sino. En lacorrespondencia de Artigas del 18 de setiembre de 1815, alreferirse a esa gran nación que él tutela como Protector desus libertades, la llama Confederación Oriental; y pone sufrontera transitoria y genérica en el Río Paraná, diciendo ensu carta del 29 de octubre, del Archivo de Corrientes, que esegran curso separa a "las Provincias hermanas, de aquellasque habían rehusado nuestra fraternidad", que él anhela másamplía, porque la misma América es la verdadera patria delos Americanos, al decir de todos nuestros libertadores,

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empezando por Bolívar. Y repetirá que ese conjunto es Orien-tal del Paraná el 28 de noviembre. Y el 29 de junio escribe:"Acompaño a V. S. la proclama relativa a las últimas noticiashabidas de Río de Janeiro, que todas son contestes en queen el presente mes salía una expedición de cuatro mil hom-bres con dirección a ocupar la Banda Oriental del Paraná?'.Y, "gloria a los libres de oriente", "Bravos orientales" si-guen siendo sus expresiones del 9 de enero de 1818, llaman-do conciudadanos a los hijos de todas las Provincias del RíoParaná.

A su vez las Provincias, hoy argentinas, le respondíancon el mismo fervor. En su proclama del 22 de junio de 1818,las autoridades de Corrientes dicen: "El excmo. Cabildo Go-bernador Intendente de esta Provincia a sus conciudadanos,habitantes de la Banda Oriental: El Gobierno de Montevi-deo, empeñado en sostener nuestra libertad e independen-cia . . . "

Y Artigas es el ejemplo de la abnegación más absoluta,del mayor desinterés en el ejercicio de su apostolado tutelar.Por eso impetra el 4 de abril de 1816: "—Mis soldados yoficiales, haciendo una campaña activa, se contentan con laración y el vestuario". "La guarnición de Montevideo noestá tan bien dotada como el piquete de Corrientes". "Es

•preciso que V. S. convenza a sus conciudadanos que los car-gos que da la patria a sus hijos son de honoi y empeño porla felicidad pública. Esto dicta un sistema federal, a diferen-


cia del antiguo que sólo cedía en utilidad y honra de losprivados. Por lo que, el que no se conforme a esta liberali-dad de sentimientos, será reputado por egoísta y enemigo dela felicidad común."

La influencia de Artigas llega hasta los Andes. Desarro?lia al Cabildo de San Juan su notable pensamiento: "Lospueblos revestidos de dignidad y reasumiendo en sí sus de-rechos, se hallan en oportunidad de expresar sus votos, fi-jar sus pactos y decidir de los intereses de la Nación." "To-dos debemos conformarnos a este principio, que será elemen-tal y el precursor de la libertad de América." Y, refiriéndo-se a la Liga de Provincias, que preside, aclara su firme po-sición: "Yo, a su frente, continuaré la marcha de nuestrosesfuerzos, hasta haber garantido los intereses de las Provin-cias, y que los pueblos respiren de su pasada opresión".¡Y esto decía hace más de cien años!

Su ministerio alcanzábalo todo: "Yo deseo que los in-dios —dice— se gobiernen por sí, para que cuiden sus in-tereses, como nosotros cuidamos de los nuestros." E insiste:"Es preciso que a los indios se les trate con más considera-ción". Al conocer el triunfo de San Martín en Chile, así es-cribe a Corrientes: •—•"Yo celebraría que ese triunfo sirviesede ejemplo para dirigir con eficacia nuestros empeños contralos que hoy intentan nuestra subyugación y en el Oriente se«hiciesen igualmente respetables las armas de la Patria, y serepitiesen las glorias que supieron adquirir por sus ener-

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gías y virtudes". Y proclama sus sentimientos: "Mirar porlos infelices y no desampararlos". "Es tiempo de probar lahonradez y que los americanos florezcan en virtudes". "Quese respeten los derechos privados y que no se moleste ni per-siga a nadie"- "Los pueblos son libres de decidir su suerte"."Yo me glorio de ser humano, pero no injusto; y si mi modera-ción ha de servir de estímulo a las pasiones, contendré a loshombres en el límite de su deber". "Me sacrifico hasta verreinante la justicia". "Adorador eterno de la soberanía delos pueblos, sólo me he valido de la obediencia con que mehan honrado, para ordenarles que sean libres". "En el caminodel honor, del que jamás me he separado, me hallé alfrente de los sagrados derechos de mi patria, que he defen-dido y defenderé hasta donde el soplo de mi vida me ani-mé". "Los magistrados deben ser ejemplos de virtud". "Se osacerca y alumbra ya la luz de la libertad; sacudid ese yugoque oprimía vuestros pueblos; descansad en el seno de misarmas, seguros de mi protección; yo vengo a ampararos, por-que sois mis semejantes y mis hermanos." "Todo tirano tiem-bla y enmudece al marchar majestuoso de los hombres li-bres . . . "

Así habla Artigas a sus pueblos, en esa hora en queplasma la gran nación, en la que se reconstruye la entidadque sus mayores llamaron las Provincias Septentrionales delRío de la Plata, obedeciendo a un imperativo de la natura-leza. Se necesitaría un inmenso volumen para encerrar su


pensamiento. Todo en él es nobleza, desinterés, patriotismo,amor, justicia, humanidad, cultura. Ningún procer americanose ha expresado con palabras más bellas y apostólicas.

Sin proponérselo nadie, por imperativo de las leyes ex-trahumanas, de la naturaleza y el espíritu, ha surgido del caosde la Revolución la Patria telúrica del Río, donde palpitabael aliento de una vieja estirpe americana, la del Guaraní-charrúa. Sus fuentes esenciales estaban en • Asunción y susfines, en el estuario del Plata. De la gran madre surgieronlas grandes hijas: Buenos Aires y Montevideo. Si la vesaníaanárquica separaba a las primeras del triángulo fundamentalde la tierra, la sangre y el alma, Montevideo se volvía, de re-pente y por mandato de la historia, su núcleo conservador,el polo de la realidad indestructible. Lo que respetó Españacomo Provincias Septentrionales del Río, sería guardado porsus hijos más fieles como Liga Federal. Córdoba, Entre Ríos,Corrientes, las Misiones, la Banda Oriental hasta el límitede Río Grande: es todo un mundo poderoso, extenso, de-cisivo, que nace del inmenso curso de agua, uno de los tita-nes del planeta, que crece con sus afluentes, que se ensalzapor ellos, que palpita con el ritmo de sus ondas. Y ese mag-nífico todo, plasma ahora y por fin en una entidad política,homologa, cónsona, reflejo de la otra, más profunda, más sa-grada.

Es lo que el follaje a la raíz. Tal esta hora de primave-

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ra, este retoñar de las savias indias y españolas unidas enun tronco criollo, colmado de flores que se entreabren en lapromesa de los más nobles frutos...

Es la Platania. Nada falta para su consagración uni-versal. Tiene, sobre la unidad material, una tradición de glo-rias que culminan en. Las Piedras. Tiene una unidad princi-pista, que arranca de la Revolución de Mayo y se corona de-mocráticamente en las famosas Instrucciones del Año XIII.Tiene la unidad del Gobierno de las Provincias, bajo laégida patriarcal de su numen. Tiene la unidad de los sím-bolos nacionales; el Escudo, en el que resalta su lema: "Conlibertad ni ofendo ni temo"; la Bandera, distinta del lábarode Belgrano por su diagonal de sangre que proclama el pre-cio de aquella libertad; y el Himno, en el que se exalta lafigura moral del Héroe.

Es el apogeo de la Platanidad.Es la Patria de Artigas.

III — LA TRAGEDIA CON EL HERMANO Y EL

ENEMIGO

¿La Patria de Artigas?

¿Acaso una nación separada de Buenos Aires, del Para-

guay, las dos provincias hermanas, podía ser la Patria de

Artigas ?

No, nunca.

Así como los cimientos de Buenos Aires son las piedras

de la Colonia, la sangre de Montevideo está en las familias

de Buenos Aires. Ni material ni moralmente pueden desvin-

cularse las orillas platenses. Toda lucha entre ellas es un fra-

tricidio. Siempre las unió el Amor y la Muerte, los dos bra-

zos de la Eternidad. Anteayer formaron con sus pechos un

solo escudo contra los arrestos imperialistas de Portugal y de

Inglaterra; ayer blandieron el mismo gladio contra la dicta-

dura de España. ¿Por qué han de separarse ahora?


El 5 de agosto de 1815, Artigas pinta el drama de fa-milia con estas breves, precisas y lapidarias frases: "La nin-guna coherencia de ideas con el Gobierno de Buenos Aires,la poca firmeza de sus resoluciones, la falta de fe públicaen todas sus negociaciones políticas, me aseguran de la impo-sibilidad de ajustar con aquel gobierno la fraternidad desea-ble."

El más grande hijo de la Revolución de Mayo, el másconsecuente de sus ideales de libertad, de justicia, de igual-dad, no puede pensar de Buenos Aires, sino como del her-mano. Es su gobierno el adversario, y no su pueblo. Y suamargura es esa falta de fraternidad, ese crimen de la san-gre. Para que la Patria sea real, completa, dichosa, fuerte,indestructible, será preciso el afecto del hermano mayor, tanluego Buenos Aires. Pero su Gobierno no lo quiere, no loquerrá jamás.

¿Jamás? Tampoco. No lo querrá sólo mientras Artigasaliente. Por ser el inspirador de los diputados de las Provin-cias confederadas, el Gobierno centralista de Buenos Aireslos rechazará, como en el año XIII, o los verá ausentes sinninguna pena, como en el año XVI. Mientras Artigas seael Protector de los Libres, ese Gobierno lo combatirá de fren-te y por la intriga. Pero bastará que Artigas caiga de su pe-destal de plata, aunque al precio terrible de la derrota desus pueblos y de la invasión extranjera, para que esos mismoshombres de la otra orilla, aceptando de buen o mal talante

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la incontenible reacción del verdadero pueblo de Buenos Ai-res, de sus verdaderos intérpretes, corra a dar a los hijos¡-deArtigas los medios de su emancipación y aun su generosa san-gre, derramada con la del hermano en el abiazo de Ituzaingó.

Toda esta verdad significa que la gran Patria de Ar-tigas no era otra que la gran Patria de Mayo, la hermandaddel viejo Virreinato del Río, la fraternidad de las nacientesProvincias Unidas del Plata, hasta el Paraguay y el Alto Pe-rú, hacia donde volaron, con sus ejércitos, los mensajes dela libertad y de la unión.

Pero la rivalidad fue consecuencia lógica, aunque sui-

cida, de la disparidad en los ideales.

Así como cayó Moreno por la contrarrevolución del

saavedrísmo —"expresión de todos los intereses afectados por

el desarrollo de la Revolución"—, tendrá que caer Artigas,

su continuador en el principismo irreductible. El partido cen-

tralista y monárquico de Buenos Aires le hará una guerra

sin cuartel, hasta abatir al gigante del sistema federalista y

republicano. Por haber sido Artigas el derrotado, las antiguas

Provincias no son hoy los Estados Unidos del Río de la Pla-

ta. De haber triunfado Artigas, el inmenso patrimonio del

Virreinato, partido a los cuatro rumbos cardinales en cua-

tro pueblos separados y alguna vez enemigos, prolongarían

hoy aquella fraternidad inaugural, en una entidad armóni-

ca de naciones independientes y soberanas, pero fieramente


uñidas en la defensa común, en la economía racional, en lapolítica concurrente.

La tumba de Moreno estuvo a diez brazas bajo el Rio,por la culpa de haber levantado a mil codos los ideales de suépoca. El sepulcro moral dé Artigas estará treinta años enla selva, por el delito de no haberlos hecho descender y, porel contrario, de haberlos hecho avanzar, remontándose siem-pre, doscientos años en los pasos de la Historia.

Pero aquella Liga Federal era el bello prenuncio de laPatria de Artigas. SÍ al decir del doctor Ravi^nani, "los idea-les políticos de San Martín y Artigas, entre los años 1813 y1815 no fueron divergentes; coincidieron ea lo esencial conrespecto a la marcha de la Revolución" y que "sólo por lamaniobra anarquizante del rechazo de la representación orien-tal pudo impedirse el triunfo de la tendencia constructiva",ello confirma la disparidad ideológica, más acentuada conun Artigas republicano'que con un San Martín monárquico,aunque ambos igualmente puros, desinteresados y dispues-tos al sacrificio por la felicidad de la Patria. Y, creada ladesinteligencia, San Martín se va a los Andes, a donde lollamaba la gloria. Pero Artigas queda, hasta hacerse "el pri-mer actor" del escenario autóctono y fundamental: el Ríode la Plata y sus Provincias Unidas.

Helo ahí. Por mucho tiempo "será invencible y con-tribuirá a la. caída del Directorio, y San Martín, apoyado

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por el pueblo de Cuyo, se colocará frente a la autoridad ge-neral residente en Buenos Aires, desvinculándose de la su-bordinación que había tenido hasta entonces". Pero, entre SanMartín y sus enemigos internos mediaba un espacio enorme.Para nuestra desgracia, Artigas y Buenos Aires estaban fren-te a frente.

Hay provincias dilatadas, como Corrientes, que desde1810 a 1820 palpitan mirando en la dirección de Artigas. Suteniente Méndez derrota al gobernador Domínguez, instru-mento de Buenos Aires. En Santa Fe, el Coronel Díaz Vélezes vencido por el partido de Candíotí. Córdoba proclama aArtigas "Protector de su libertad" y graba en una espadade honor esta frase imborrable: "Córdoba en sus primerosensayos a su Protector, el inmortal don José Artigas". En-tre Ríos se mantiene fiel a sus sublimes inspiraciones. Todoel litoral del Río, con excepción de Buenos Aires, vive, crece,es feliz con Artigas y por Artigas. La justicia es su norma in-flexible. La libertad es su fin. El bien, la solidaridad, la pazson los anhelos inmediatos, en aquellas horas difíciles, en-tre el oculto rencor de los privilegios excluidos y las am-biciones nacientes en los antiguos despojados. ¡Pero él estáahí, a la vera de su Río!

Alvear es ahora el jefe supremo en Buenos Aires. Alar-mado por el prestigio del Protector de las Provincias delPlata, lanza contra él las tropas del Coronel Aívaréz Tho-mas. Pero éstas, al influjo del ideal, artiguista, se vuelven


contra el mismo Alvear, increpándolo de "las medidas to-madas para abrir una nueva guerra contra nuestros hermanosde la Banda Oriental." Artigas declara a los que combatenla oligarquía porteña y buscan su apoyo: "Mi moderaciónen todos los pasos está de manifiesto, y sería menos liberalen mis ideas si un solo acto designase que las armas de mimando son contra el Pueblo de Buenos Aires."

No. Ese pueblo es hermano del suyo; es tanto como elsuyo propio. Y la caída de Alvear entraña la ascensión deArtigas, para el sentido positivista de sus contemporáneos.Estos ignoran que su posición moral es independiente y loserá siempre, de su buena o mala fortuna. Por eso, cuandoAlvarez Thomas le manda a Artigas, engrillados, al coro desus públicos enemigos, para congraciarse con el ilustre y po-deroso Héroe, éste los consuela, los liberta y responde: "Ar-tigas no es verdugo".

Entonces el nuevo gobierno reinvindira al procer. Loproclama ahora "ilustre y benemérito". El municipio bo-'naerense ordena "la más pública y solemne satisfacción dela violencia con que fue estrechado por las fuerzas y ame-nazas del tirano". San Martín, desde los Andes, envía notade congratulación por esta derrota de los que anarquizaban alos pueblos del Río y la unidad clásica volvió a reinar entrelas grandes riberas del Protector de los Libres.

En este momento extraordinario, en mitad del año 1815,Artigas establece las bases de-la confederacióíi del Plata, con-

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cretando en una-fórmula admirable sus ideas de 1813: unaalianza ofensiva y defensiva, sobre la base de una perfectaigualdad de deberes y derechos de las Provincias del RJo,pero renunciando cada una, solemnemente, al proyecto desubyugar a otra.

He aquí la formidable iniciativa. Si algún bendito díala unidad de América, soñada por dos o tres ilustres proce-res de la era emancipadora, llega a ser tangible, tal sistemano puede ser otro que el de Artigas: la unidad por la fra-ternidad. Y Bolívar va a sostener el mismo anhelo, pero en1824. Y en la hora en que San Martín sueña con recrear algoasí como un Imperio de los Andes, Artigas ya ha creado lagran Confederación Democrática del Río de la Plata.

Pero, el empecinado centralismo de Buenos Aires, quequiso y querrá siempre primar sobre el derecho de sus her-manos, rechaza esta sabía, esta profética, esta maravillosapanacea política. Y propone otra, por boca de los delegadosde su gobierno: La independencia de la Banda Oriental delParaná, pero dejando sueltas, a su propia suerte, a las Pro-vincias Occidentales: Córdoba y Santa Fe. Y, he aquí lo ex-traordinario, lo que no han comprendido historiadores y bió-grafos del Héroe, aun muchos uruguayos de hoy: ARTIGASNO QUIERE LA DESUNIÓN DE LA BANDA ORIEN-TAL; Artigas no admite el abandono de ninguna Provin-cia. No ya con las más cercanas, sino que mantiene y estre-cha día a día sus relaciones con el esquivo Paraguay, razona-


blemente hosco ante Buenos Aires. Artigas no trocará su ver-

dad, a ningún precio, en ningún momento. Tiene esa fe, esa

resolución inquebrantable de quien es dueño de la verdad e

intérprete del destino.

EL no es él, sino su PUEBLO. Procede en sentido opues-

to al de sus adversarios. Cada vez que se enfrenta a un

gran problema, consulta a sus hermanos, convoca una junta,

llama a un congreso. Es lo que hace, ante el nuevo subterfu-

gio del centralismo. Pero esta representación libre y genuina

de las Provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y la Ban-

da Oriental fue arrestada .en Buenos Aires. Con el rechazo de

sus proposiciones, se enviaron tropas del General Viamonte

contra las de Artigas, quien, vencedor y siempre magnánimo,

las puso en libertad. Y otra vez el auténtuo patriciado de

Buenos Aires derroca al intransigente gobierno y erige al Ge-

neral Balcarce en el máximo sitial.

Es la gran hora del Congreso de Tucumán.

"La determinación de instalar en Tucumán el Congre-so —dice el general argentino don Francisco Medina— obe-deció, entre otras causas, a las derivaciones de la victoriafederal de Artigas en 1815, lograda sobre las tendencias máso menos unitarias de los dirigentes porteños."

En otras palabras: Artigas determina el Congreso deTucumán. Sus ideas son el eje de giro de la nueva patriaArgentina. Es la figura más grande y principista, no sólo

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de las bandas oriental y argentina, sino de toda la AméricaAustral.

Balcarce participa de la inquietud igualitaria, delideal artiguista de los pueblos. De haberse sostenido, otromuy distinto y más- grandioso sería hoy ese mundo del Ríode la Plata. Pero el célebre Congreso proclama Director Su-premo a Pueyrredón, de clara ideología monárquica, comoRivadavia, Sarratea y Belgrano. Aquello era la guerra civil.

¿Qué hace Artigas? Habla para la Historia. En un for-midable alegato, dice a Pueyrredón:

"Contrariando esos gobiernos (los de Buenos Aires)el deseo unánime de esta Provincia, que no ha omitidosacrificio ni fatiga para coadyuvar a las ideas sagradas de li-bertad, de constituirse legalmente y de representarse por símisma, dándose la organización local que mejor convenía asus intereses y respondía a sus necesidades (Principio de in-dependencia) SIN POR ESTO ROMPER, DE NINGÚNMODO, LOS VÍNCULOS DE UNION Y FRATERNI-DAD, que tan necesarios son para el imperio de la libertadde los pueblos contra el poder de los tiranos". (Principio dela unidad).

¡La Unidad en la Independencia! ¡El Federalismo! To-dos pueden cambiar a su alrededor. Bajan y suben los gobier-nos. Frente a él, vacilan los espíritus entre la monarquía y larepública, entre lo europeo y lo americano, entre la unidad yla anarquía. Pero Artigas no arriará nunca su pendón prin-

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cipista. Lo sostendrá hasta la hora de morir, "hasta donde elsoplo de su vida lo anime..."

En este momento, Artigas era el vencedor. Había im-puesto los principios de Mayo contra la dictadura maternalde España. Había sostenido la unidad platense contra la dic-tadura fraternal de Buenos Aires. Aquello no era más queun drama de familia. Y la razón y la fuerza estuvieron con él.La Liga Federal va a imponerse definitivamente. DesdeAsunción a Montevideo es la victoria de la platanidad.

Pero el enemigo exterior acecha esa crisis de una mismasangre. El Portugués vigila la discordia. El imperialista euro-peo exilado en solares de América, sueña con la oportunidadde avanzarse, por centésima vez, contra ese Río de la Plataque fue la magna codicia de su historia.

Ya lo aseguró Lívio: "cuanto mayor es la gloria, mayores la envidia."

¡Horror! Se habla de inteligencia entre el delegado delgobierno de Buenos Aires en Río de Janeiro, don ManuelJosé García, y la corte del Brasil. Pretenden justificarse lasinfames maniobras acusando de anarquistas a los hombres de-mócratas y federales de Artigas. Un crimen de lesa patria seha de consumar. Caín prepara el futuro de su conciencia. Vaa lanzar sobre la Liga Federal, fatigada de victorias, la fuer-za que será destructora de la más grande y gloriosa nación,en el instante en que se yergue tranquila sobre sus pampas

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de aguas y riberas, orlada con los más nobles atributos: lalibertad, la igualdad y la fraternidad de las Provincias Uni-das del Río de la Plata.

Mientras el Congreso de Tucumán deliberaba, susmejores anhelos eran vulnerados por el avance de aquelejército y aquella escuadra destinados a aprisionar a sus her-manos ausentes. Iba allá a proclamarse la libertad de un todo,cuando aquí estaba decretándose la esclavitud de la partemejor. La mano que saludaba feliz parecía ignorar la suertede la izquierda, acechada por el cepo. A lo largo de las cos-tas platenses, las sombras de los españoles, los indios y loscriollos. muertos sosteniendo los lábaros del derecho de laestirpe contra las murallas de su clásico dominio, miraríancon estupor el espectáculo desconcertante de la indiferenciaculpable de los tirios, ante el apresto desesperado de los tro-yanos de América Austral. Y también esos otros, de los díasde las invasiones inglesas, cuando Montevideo y Buenos Ai-res se confundían en un frente común, en las lides del honor,del deber y de la gloria. Y hasta el espectro sin reposo de Ma-riano Moreno, vigilante sobre la puerta blanca y azul de nues-tro Río paterno, sentiría pasar, desgarradoras, las quillas silen-tes de las naves portuguesas, por las aguas bautimales, que fue-ron de Solís y de Mendoza...

Los ingleses se alarmaron. España clamó ante Francia,Rusia, Austria y Prusia. Pero la diplomacia portuguesa, unade las más sagaces armas que conoció el planeta, desorientó

enciclopedia militar americana artigas el heroe de la... · manos uruguayos, argentinos, paraguayos...

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