emociones traumáticas
TRANSCRIPT
TRASTORNO DE ESTRÉS POST TRAUMATICO
Alguna vez en la vida y en cualquier momento de nuestra existencia, todos
los seres humanos, sin distinción de edad, sexo, raza o condición social, nos
enfrentamos a situaciones traumáticas, conflictos y enfermedades que amenazan
nuestra propia vida, la de nuestros seres queridos y del entorno donde vivimos; sin
embargo, el principio básico de todo ser vivo es la “vida misma” y por ninguna
razón podemos renunciar a ella. Todos los seres vivos del universo se rigen por
una ley de la naturaleza “sobrevivir”, esta ley permite preservar la vida del
individuo y de la especie a la cual pertenece.
La vivencia inesperada de un acontecimiento altamente traumático que
toma al individuo por sorpresa y muchas veces en soledad, ocasiona una
alteración emocional, llamada por la psiquiatría moderna “Trastorno de estrés post
traumático”.
Ante este peligro inesperado que amenaza nuestra existencia, nuestra
reacción inmediata es miedo. El miedo es una reacción normal y propia de los
seres vivos cuando percibimos situaciones de amenaza a nuestra integridad física
o psíquica ó, cuando vemos en peligro nuestro entorno familiar, social y medio
ambiente en el cual vivimos. Es una emoción no placentera, de aparición brusca e
involuntaria.
El miedo es un mecanismo de defensa ante el peligro, es una forma de reaccionar
ante la amenaza y tiene como finalidad preparar al organismo para luchar o
correr. La reacción de miedo produce síntomas y signos, internos y externos
similares en toda la raza humana y, tal vez, en todos los animales; sin embargo,
las causas que lo ocasionan son múltiples y, a veces diferentes, tanto en el
individuo mismo como en el grupo al cual pertenece.
El miedo es una reacción instintiva con el cual nacemos pero vamos adquiriendo
nuevos miedos durante el transcurso de la vida, diferentes en intensidad de
acuerdo a las experiencias traumáticas vividas, del agente que nos amenaza y de
la capacidad personal que tengamos para afrontarlos. Estos miedos adquiridos
pueden desencadenarse ante un peligro real o ante situaciones irreales e
inexistentes que solo viven en el pensamiento de quien lo siente
Cuando estamos sometidos a un asalto, un secuestro, un terremoto,
inundaciones o enfermedades; que amenazan nuestra existencia o a los seres
queridos, la respuesta es la misma en todas las personas. Absolutamente todos
sentimos miedos, tal vez, algunos lo sientan con mayor intensidad que otros, ó
quizás, otros actúen ante el peligro de diferente maneras, pero las
manifestaciones psíquicas y orgánicas son iguales para todas las personas ante la
situación de amenaza.
Hay múltiples causas que constituyen una amenaza y todas ellas, de una forma u
otra, generan un impacto emocional en la persona que las vive. Las guerras, los
terremotos, inundaciones, secuestros, accidentes, atraco, violación, prisión, actos
quirúrgicos, muerte de un ser querido, divorcio, abandono, maltrato físico, despido
laboral y jubilación; son unos de los tantos acontecimientos estresantes que
pueden presentarse inesperadamente y dejar huellas, muchas veces, imborrables
en la psique del ser humano, o bien, pueden ocasionan alteraciones irreversibles
en órganos y tejidos.
Estos acontecimientos estresantes inesperados golpean en forma brutal la
psique de la persona cuando se expone a un hecho de esta naturaleza. Ningún
ser humano está exento de sufrirlo. Puede aparecer tanto en niños como en
adultos de ambos sexos. Hoy en día se ha demostrado que puede producirse en
la vida intrauterina cuando el embarazo es no deseado o la madre ha vivido la
experiencia traumática durante la gestación. En los niños y adultos mayores,
muchas veces, es de mayor gravedad la vivencia del trauma y las consecuencias
que de ello se genera, debido a su grado de indefensión o los escasos recursos de
afrontamiento ante el impacto emocional.
La situación estresante vivida y sus secuelas, “el trastorno de estrés post
traumático” resultante, ocasiona en la persona alteraciones a nivel del área
psíquica y orgánica, cuyas consecuencias pueden manifestarse inmediatamente
de sucederse los hechos, o bien, presentarse, a los días, meses o años de la
vivencia traumática.
En la psique, la persona sufre manifestaciones de confusión, intranquilidad,
irritabilidad, pensamientos que se repiten día y noche relacionados con el hecho
vivido. Aparición súbita de sentimientos de ira, tristeza o miedo. Aislamiento social,
Indiferencia emocional hacia familiares y amigos. Torpeza o poca motivación a
realizar labores de rutina. Falta de interés por el trabajo o conflictos frecuentes con
sus superiores o compañeros de labores. Carencia de energía para enfrentar
pequeñas dificultades. Apatía, aislamiento, falta de concentración y perdida de
memoria para eventos recientes. Evita momentos que le recuerden lo ya vivido.
Presenta frecuentes crisis de pánico, miedo a la soledad, miedo a morir o a
volverse loco. Su sentimiento de indefensión le crea necesidad de compañía.
Puede haber sentimientos de culpa, de inutilidad que llevan a la depresión.
A nivel orgánico, la persona presenta alteraciones funcionales que van
desde una simple taquicardia, molestias estomacales, adormecimientos y frialdad
en diferentes regiones del cuerpo. Cansancio al menor esfuerzo, frecuentes ganas
de orinar, temblores, agitación, disminución del interés sexual, perdida o aumento
de peso, sofocos, dolores musculares, óseos y articulares. Aumento persistente
del colesterol, triglicéridos y azúcar sanguíneo. Tensión alta, disminución del
sistema inmunológico que lo hace más vulnerable a enfermedades infecciosas y
proliferación de células malignas; O bien, daño celular, a veces irreversibles, en
órganos y tejidos que van desde una simple parálisis muscular hasta una lesión
tumoral.
Otras características que se presentan en el estrés post traumático es: aumento el
consumo de alcohol, cigarrillos y otras drogas. Automedicación para sedar sus
emociones y olvidar el trauma. Puede presentarse pobre control sobre sus
impulsos y un alto riesgo de abandonar el deseo de vivir.
Mientras el individuo está viviendo los acontecimientos estresantes, su
organismo, involuntariamente, se prepara psíquica y orgánicamente para
defenderse. En esta fase de alerta del conflicto, se producen cambios fisiológicos
necesarios para afrontar la emergencia. Una vez superada la crisis, la mayoría de
las personas puede iniciar un período de recuperación y restablecimiento del
equilibrio u homeostasis física y psíquica alterada. Sin embargo, otras personas,
se mantienen monitoreando los acontecimientos sucedidos y mantienen
pensamientos recurrentes sobre los hechos vividos que mantienen a su
organismo en estado de alerta permanente, que de continuar por mucho tiempo,
agotaría las reservas del individuo para afrontar la crisis, con la consiguiente
claudicación y daño irreparable de su estructura física y psíquica.
Este shock emocional es percibido por el paciente como el más grave
acontecimiento que haya experimentado en su vida, El tipo de amenaza a su
integridad física y a su entorno, la forma dramática como ha sufrido el conflicto, y
los mecanismos que utiliza para afrontarlos es lo que determina la magnitud del
daño funcional u orgánico que puede sufrir el sujeto.
Toda persona que haya vivido una situación traumática de fuerte intensidad,
tales como: muerte de un ser querido, separación, quiebra económica, jubilación
obligatoria, pérdida del empleo y del hogar, violación, agresión, injusticia, prisión;
debe mantenerse alerta y vigilante ante los cambios de carácter y síntomas
orgánicos que se presenten inmediatamente o las semanas, meses o al año de
haber sufrido el shock emocional.
No todas las personas que sufren estas emociones traumáticas necesitan
tratamiento, muchas de ellas se recuperan con la ayuda familiar, de amigos y del
sacerdote, sin embargo, algunos requieren la ayuda del psicólogo o del psiquiatra
para recobrar la salud emocional y orgánica. Es recomendable que la persona
impactada tome conciencia y pueda hablar de lo sucedido, que se desahogue
emocionalmente y llore ante el recuerdo del trauma vivido. Es necesario mantener
una vigilancia durante dos o tres meses a las personas que han sido expuestas a
una vivencia traumática.
El shock post traumático puede pasar desapercibido sin manifestar
síntomas y permanecer en forma silenciosa en el organismo, originado daño
psíquico o físico sin que la persona se percate de ello. Otras veces, las
manifestaciones son tan floridas que terminan con su vida.
La persona debe mantenerse vigilante ante cualquier cambio psíquico o
físico que presente y que tenga como antecedente la vivencia de acontecimiento
estresante.
Si usted presenta pensamientos recurrentes con relación a un hecho, que
se repiten de día y durante el sueño en forma de pesadillas. Si presenta aparición
súbita de pensamientos cargados de tristeza, pánico o agresión sin causa
aparente. Si nota aislamiento social, indiferencia emocional hacia familiares y
amigos, torpeza o poca motivación a realizar labores de rutina. Si carece de
interés por el trabajo o tiene poca energía para enfrentar pequeñas dificultades.
Siente aburrimiento y apatía hacia el medio ambiente. Se irrita fácilmente,
Tiene dificultad de concentración y pérdida de memoria ante eventos recientes.
Evita momentos que le recuerden lo ya vivido. Presenta frecuentes crisis de
pánico, miedo a la soledad, miedo a morir o a volverse loco. Tendencia estar
acompañado siempre; entonces, usted esta viviendo un Síndrome de estrés post
traumático”
Si en lo físico, presenta: cansancio ante el menor esfuerzo, sensación de ahogo,
mareos, desmayos, palpitaciones, sudación, temblores, agitación, nausea,
molestias estomacales, adormecimientos y hormigueos en diferentes regiones del
cuerpo. Palidez y frialdad de la piel, sofocos, frecuente ganas de orinar,
disminución del interés sexual, pérdida o aumento de peso, persistente dolor
muscular, óseo o en articulaciones. Aumento sanguíneo de los niveles de azúcar,
colesterol y triglicéridos. Vulnerabilidad a la hipertensión, trombosis, infarto o
hemorragias cerebrales, trastornos hormonales, infecciones, accidentes o
enfermedades recurrentes; usted está sufriendo de un Trastorno de estrés post
traumático”
Mientras la persona está bajo el efecto del shock post traumático, vive un estado
de confusión mental e inestabilidad emocional transitoria sin entender lo que le
sucede. En el organismo se están originando cambios hormonales, neuroquímicos
que tienen repercusiones físicas en órganos y tejidos sin que el individuo se
percate de ello. En caso de aparecer síntomas aparentes, la persona puede
achacarlos a otras causas, sin darse cuenta, del verdadero agente causal de su
enfermedad. Durante esta etapa de inestabilidad psíquica y emocional la persona
esta predispuesta a enfermedades o accidentes que agravan su recuperación.
Muchos de estos pacientes son recibidos en clínicas, hospitales o
consultorios médicos donde los examinan a la moda con los instrumentos de
moda. Investigan la enfermedad y no al enfermo. Alivian al dolor sin escuchar al
doliente, investigan en las afueras del enfermo y no en el mundo interno del
paciente. Desnudan el cuerpo creyendo encontrar el síntoma sobre la piel, pero no
descubren el alma donde están las verdaderas razones y emociones de su
enfermedad.
SINDROME GENERAL DE ADAPTACIÓN
Durante el trastorno de estrés post traumático, el organismo activa
automáticamente un estado de sobrevivencia que pone en funcionamiento el
sistema nervioso y hormonal, al cual Hans Selye, un científico, austrohúngaro -
Canadiense, descubrió y lo denominó “Síndrome General de Adaptación” (SGA)
durante el cual el individuo se prepara para luchar o correr, y recuperar el
equilibrio perdido.
La primera fase de este síndrome, es la “fase de Alarma”, que se sucede
inmediatamente del impacto emocional recibido, donde el organismo se coloca en
alerta máxima y reacciona con cambios en el sistema nervioso y hormonal con la
finalidad de mantener la sobrevivencia del individuo y prepararlo para luchar o
correr.
La activación de este sistema neurohormonal presente en esta fase del proceso,
vierte en la sangre unas sustancias llamadas catecolamina (adrenalina y
Noradrenalina) con la finalidad de afrontar la situación presente y facilitar la
respuesta de lucha o fuga.
En la fase de Alarma, las catecolamina colocan al sujeto en guardia
permanente, se incrementa el estado de vigilia, no duerme, o se despierta a las
pocas horas, se siente inquieto, angustiado, muchas veces irritable y presenta
baja tolerancia a los estímulos externos.
Las catecolamina disminuye el riego sanguíneo en piel y vísceras, con la finalidad
de llevar mayor cantidad de sangre y oxígeno al cerebro y los músculos. Las
pupilas se agrandan para ampliar el campo visual. Se produce aumento de la
sudación en la frente, axilas, manos y pies para disminuir el exceso de calor por el
mayor consumo de energía por el estado de emergencia corporal.
Las consecuencias del incremento de las catecolamina se materializan en:
aumento de la tensión arterial, aumento de la frecuencia cardíaca, disminución en
la producción de insulina por el páncreas, el hígado moviliza sus reservas de
azúcar y los vierte en la sangre con el consiguiente incremento de la glucosa
sanguínea.
La digestión se paraliza, cesa el apetito. La saliva y jugo gástrico disminuye. La
boca se reseca. Los intestinos se inmovilizan y se distiende el abdomen por gases
represados.
La respiración es rápida y superficial para llevar lo antes posible y eficazmente
mayor cantidad de oxígeno a los órganos vitales.
Los depósitos de grasa se degradan para generar mayor cantidad de calorías
necesarias para afrontar la emergencia. Se incrementa los triglicéridos y colesterol
en sangre para aportarlos a la mayor producción hormonal en caso de prolongarse
el estado de alerta.
El sujeto, física y mentalmente está en pie de lucha. No hay tiempo que perder,
hay que sobrevivir.
Superada la crisis, se activa el mecanismo homeostático para recuperar el
equilibrio o normalidad de las alteraciones provocadas por la situación traumática
vivida. Las catecolamina disminuyen y el organismo recobra su equilibrio
fisiológico. Las escenas vividas quedan grabadas, algunas son recordadas y otras
olvidadas. Pero siempre algunos detalles quedan por mucho tiempo, o tal vez,
toda la vida, vivos en nuestro mundo subconsciente.
Pasado el tiempo, cualquier situación que nos recuerde la experiencia
vivida, la duda, los pensamientos sobre futuros inciertos, nuestros sueños y la
vigilia aprensiva, la infelicidad y la desesperanza; pueden desencadenar
nuevamente la crisis de angustia y podemos sentir todos los síntomas como la
primera vez: tristeza, llanto, rabia, ganas de huir, palpitaciones cardíacas,
dificultad respiratoria, frialdad de manos y pies, sudoración, mareos, visión
borrosa; muchas veces, nauseas o malestar estomacal, diarreas y orinas muy
frecuentes..
Si el organismo no supera el estado de alerta y el shock persiste, se inicia
una “fase de resistencia” con la activación hormonal que busca mantener el
equilibrio y la sobrevivencia.
La cortisona, es una hormona producida en la glándula suprarrenal, que
tienen como acción mantener el sistema defensivo de lucha o fuga el mayor
tiempo posible pero con efectos muy negativos sobre la psique, la calcificación
ósea y el sistema inmunológico. La persistencia de niveles altos de cortisona en
sangre ocasiona: incremento de la ansiedad, hostilidad y depresión. Igualmente,
se produce disminución de la calcificación ósea con riesgo de fracturas e inhibición
del sistema inmunológico con mayor incidencia de enfermedades infecciosas y
tumorales.
Si el organismo no recupera su equilibrio a pesar de los incrementos
hormonales de cortisona, entonces, irremediablemente se sucede la “fase de
agotamiento” ocasionado graves daños a los órganos y tejidos que ponen en
peligro la sobrevivencia del individuo.
El shock emocional post traumático puede superarse espontáneamente si los
acontecimientos estresantes desaparecen, o bien, pueden mantenerse durante
mucho tiempo, aún ante la ausencia de las causas que lo provocaron. O también,
pueden reactivarse ante la aparición de un nuevo estímulo estresante y/o
pensamientos recurrentes sobre los sucesos acontecidos. Otras veces, el trauma
emocional amerita ayuda profesional que le haga recuperar la salud pérdida.
Tras la crisis sufrida, algunas personas llevan una vida normal sin secuelas
psíquicas u orgánicas, con algunos miedos que los hechos se repitan. Otras, por
el contrario quedan con lesiones permanentes en su psique, o lo mas grave, daño
en órganos y tejidos, a veces, irreversibles y que pudiesen ser fatal para el
individuo.
Entre las alteraciones psíquicas más frecuentes que se presentan como
consecuencias del Trastorno de estrés post traumático, esta: La angustia, la
depresión, fobias, crisis de pánico, alteraciones de la personalidad, trastornos
psicóticos, etc.
ANGUSTIA .
La liberación de catecolamina que se sucede en la primera fase del
Síndrome General de Adaptación (SGA) como consecuencia de la vivencia de un
acontecimiento estresante se manifiesta con los síntomas típicos de una crisis de
angustia, debido a que estos neurotransmisores tienen como función colocar al
individuo en estado de alerta, elevando la tensión arterial, la frecuencia cardíaca y
mantener el estado de vigilia.
La angustia es miedo real o irreal, pero miedo al fin. Es un fenómeno normal,
presente en todos los seres humanos ante una situación de amenaza pero es
dañino cuando compromete el bienestar general o la eficacia personal.
La angustia está presente ante situaciones que amenazan nuestra existencia y de
las cosas más preciadas que tenemos, pero también, está presente cuando
nuestros sueños y pensamientos dan vida a conflictos del pasado o del porvenir.
La angustia produce cambios funcionales en nuestro organismo que se
manifiestan como síntomas que, de persistir por mucho tiempo lesionarían
nuestros órganos y tejidos, pudiendo llegar hasta la muerte.
La angustia es la primera expresión del shock post traumático. El tipo y la
intensidad del fenómeno estresante, la percepción que tiene el sujeto de la
situación que está viviendo, las experiencias pasadas relacionadas con el hecho
actual y los mecanismos que tiene para afrontarlo van a determinar el grado de
angustia o miedo que lo invade y las consecuencias que de ella se derivan.
Posteriormente, la angustia puede presentarse ante un estímulo que
recuerde los hechos sucedidos o en ausencia de él. Un pensamiento o imagen
que recuerde el drama anterior pueden desencadenar la liberación de
catecolamina y con ello desencadenar una crisis de angustia. No existe momento
en el día o durante el sueño que este exento de la aparición repentina de una
crisis emocional sin causa aparente.
La angustia se manifiesta con síntomas cardiovasculares como: tensión alta,
palpitaciones y sacudidas del corazón, sensación de ahogo, opresión o malestar
torácico.
Síntomas digestivos como: nauseas, molestias abdominales, distensión
abdominal, gases intestinales, diarrea o estreñimiento.
Síntomas respiratorios: dificultad para respirar, sensación de ahogo
A nivel psíquico se manifiesta por: intranquilidad, irritabilidad, ganas de salir
corriendo, cansancio ante el menor esfuerzo. Sensación de irrealidad o de estar
separado de uno mismo. Miedo a perder el control o volverse loco, miedo a morir
Sensación de entumecimiento u hormigueo en algunas regiones del cuerpo,
escalofríos o sofocaciones
La angustia se presenta en cualquier persona, en todas las edades, sexo o
condición social. Puede presentarse abiertamente con toda su sintomatología o
estar enmascarada por algún mecanismo de defensa que utilice el individuo,
voluntaria o involuntariamente para ocultar sus crisis.
Las crisis de angustia pueden generar fobias, que es una manera de
desplazar el miedo original hacia un objeto, situación o actividad específica,
debido al cual el individuo lleva una vida limitada. La ansiedad que se sufre suele
ser desproporcionada con las situaciones reales, y las víctimas son conscientes de
que su miedo es irracional.
DEPRESIÓN
Si persisten las causas originales que ocasionaron el trastorno de estrés post
traumático, o bien, la persona lo revive tal cual como sucedieron los hechos. O por
el contrario la persona no supera el impacto emocional y mantiene el estado de
alerta permanente, entonces, hay un agotamiento de las catecolamina segregadas
y se produce la liberación de cortisona, una hormona que compensa el déficit
para mantener la defensa del organismo por un tiempo prolongado, pero con todos
los riesgos que derivan del incremento de esta hormona, entre ellos, la depresión
psíquica, descalcificación ósea con mayor riesgo a las fracturas, la disminución
del sistema inmunológico que conlleva a mayor riesgo de enfermedades
infecciosas y tumorales.
La depresión consiste en una reducción o disminución de la cantidad de
actividad. Al estar deprimido disminuye la actividad corporal y se incrementa la
actividad mental. El deprimido pasa la mayor parte del tiempo sentado, con la
mirada fija en la distancia y con sensación de cansancio y somnolencia, con poco
interés al mundo exterior, existe un sensación de anestesia o inexistencia de los
órganos sensoriales del cuerpo. Hay poca respuesta a la influencia social, tiende
al aislamiento.
La inactividad de la depresión penetra profundamente la personalidad del
individuo, existe apatía, pereza, Nada interesa, es imposible hacer las cosas que
antes gustaba hacer. No hay avance más allá de las primeras páginas de un libro.
La música no tiene sentido ni interés. Solo, le interesa su mundo interior y las
vivencias pasadas. Esta ausente del presente y bloquea el futuro.
Vive de los recuerdos de lo que fue, de sus logros. La mayor parte del tiempo
está triste y abatido. El llanto es frecuente sin razón alguna, parece que no hay
final para las dificultades.
Luego, aparece la angustia, siente que algo anda mal en su organismo. Hay
preocupación por la poca capacidad para vivir la vida y se llena de sentimiento de
fracaso, lo cual deja la sensación de falta de propósito en la vida. Puede llegarse
al extremo de ver la vida como un valle de lágrimas que merece el esfuerzo
abandonarla.
En la depresión hay una visión fatalista de la vida, no hay salida, solo hay
dificultades, dolor y tristeza. El deprimido no tiene una visión real y objetiva del
mundo exterior, solo tiene una visión subjetiva según el análisis emocional de su
mundo interior.
El deprimido debe buscar actividad física para incrementar las catecolamina
circulante en sangre, hay que salir, ver el mundo exterior tal cual como es y no
como lo siente con la finalidad de estimular la producción de endorfinas cerebrales
que son estimulantes del sistema nervioso. No hay que leer, ni sentarse, ni
sentarse, ni hacer filosofía sobre la vida, ni ver la televisión.
Hay que correr, jugar, trabajar en el jardín, limpiar el sótano, pulir el automóvil,
mover los muebles. Tener una actividad diferente a las usuales. La depresión
invita a la inactividad. El deprimido debe realizar actividad en compañía de otras
personas, porque la depresión tiende al aislamiento.
La depresión es la fase de agotamiento del Síndrome General de Adaptación, el
organismo no logró regresar a la normalidad, agotó sus reservas de lucha o fuga y
claudicó. La persona necesita tomar conciencia de los cambios neuroquímicos
que están sucediendo en su organismo y las consecuencias que de ello se deriva.
La actividad física es de vital importancia para normalizar y lograr el equilibrio
perdido.