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Elogio (filosófico) de la música

Antonio Sánchez Millán

La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo (Platón).

Entonces, (en el estado de pura contemplación de la belleza) lo mismo da contemplar la puesta de sol desde un calabozo que desde un palacio (Schopenhauer).

La música es un ejercicio metafísico oculto para aquel espíritu que no sabe que está filosofando (Schopenhauer).

Sin la música la vida sería un error (Nietzsche).

a filosofía de todos los tiempos ha buscado, y sigue buscando, la verdad, el bien y la belleza. Tres grandes búsquedas. Todas ellas son compatibles entre sí y se pueden perseguir sus objetos al unísono; pero, a veces, alguna de dichas búsquedas puede iluminar a las otras. Porque son parcelas de la búsqueda del sentido humano, de la plenitud de ser. Así fue durante mucho tiempo. Hasta que irrumpió la manera moderna de entender la relación entre el hombre y su mundo. La tecnociencia puso en peligro el valor de dos de estas búsquedas: el bien y la belleza. Porque el sentido fue casi por completo acaparado por la búsqueda de una verdad controlable y experimentable sin sujeto, que vive, siente y sufre. Sólo sujeta a medidas y a cantidades. Objetivable. ¿Qué sentido le cabría a la libertad o al arte, si no pueden convertirse, sin deformarse —sin dejar de ser lo que son—, en objetos cuantificables? ¿Qué valor podrían tener, entonces, valores como la paz o la justicia, la felicidad, la dignidad o la esperanza?

En una época en la que el conocimiento científico ya imperaba, y en la que la filosofía podía sucumbir a la tentación de reducir todo saber y toda acción a lo cognoscible, para poder entrar así en el “camino seguro de la ciencia”, el ilustrado Inmanuel Kant le plantea a la filosofía el reto de su existencia o su disolución científica. ¿Cómo conciliar la libertad humana con la ciencia mecanicista reinante en su época? ¿Qué queda de lo humano, si sólo es cuestión de tiempo que no se distingan mucho la naturaleza humana y la no humana, lo que tiene vida y la materia inorgánica, pues todo estaría regido por leyes universales y necesarias, que se cumplen siempre y para siempre? ¿Cómo puedo entenderme a mí mismo si lo que pienso y lo que hago no puedo decir que me tenga a mí como sujeto, si no soy yo el que vive o actúa? ¿Qué sentido tendría elegir o decidir, si sería mi sino elegir esto o aquello? Sobra la ética, sobra la política, sobra el arte, sobra el amor… Si dios no existe, no todo estaría permitido, pero, si cae la moral, ¿qué nos cabe esperar? ¿Cómo podríamos pensar y juzgar lo que nos está pasando hoy en día?

No, todo no ha sido hecho para convertirse en fenómeno objetivable. No todo se puede conocer como se conoce la velocidad de un móvil en función del tiempo y el espacio recorrido, lo mismo que conocemos la composición molecular del agua o lo que necesita una planta para poder sobrevivir. No se puede conocer, pero se puede pensar y tratar de dar sentido a lo que somos, a lo que hacemos y a lo que queremos ser. Y sin esto, el ser humano no puede vivir. Podrá sobrevivir como un organismo, pero no podrá vivir, pues no sólo de pan vive el hombre. A este nivel de realidad, más allá del ser fenoménico, lo llamó Kant noúmeno o “cosa en sí”, inteligible pero no

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demostrable empíricamente; lo que debe ser o lo que proyectamos ser, que nunca puede ser reducido ni agotado, como se agota un recurso. Las ciencias y sus expertos nos pueden informar de los hechos —datos a tener en cuenta—, pero la cuestión de qué vida o que mundo queremos vivir siempre sigue pendiente de un sujeto que —junto a otros— así lo decida, lo instaure, forjándolo desde la experiencia de lo dado, o simplemente, porque nos guste. ¿Acaso no podemos recrearnos simplemente en la contemplación estética de lo que nos está pasando alrededor de nuestra vida? Tampoco sin esto vivimos. Sobrevivir, quizás, pero sería una vida incompleta, pues le faltaría la vida del espíritu. No sabemos si somos también espíritu, mas no podemos vivir sin la conciencia de que vivimos. No queda mucho de lo más propiamente humano sin la autoconciencia. Y a ella contribuye, y no poco, la experiencia estética, que nos proporcionan las variedades de lo bello y que las artes nos ayudan a recrear. Cada una con sus materiales de este mundo: el color, la palabra, la textura, la forma, el tiempo y el espacio, el ritmo, el sonido y el silencio. Cada una abriéndonos mundos nuevos, otras posibilidades de vivir, desde lo más cotidiano a lo más sublime o divino.

La filosofía también nos lo ofrece, aunque de otro modo. No es fácil expresarlo mejor que María Zambrano; lo dice en su Filosofía y poesía: “El filósofo quiere lo uno, porque lo quiere todo, hemos dicho. Y el poeta no quiere propiamente todo, porque teme que en ese todo no esté en efecto cada una de las cosas y sus matices; el poeta quiere una, cada una de las cosas sin restricción, sin abstracción ni renuncia alguna. La cosa del poeta no es jamás la cosa conceptual del pensamiento, sino la cosa complejísima y real, la cosa fantasmagórica y soñada, la inventada, la que hubo y la que no habrá jamás. Quiere la realidad, pero la realidad poética no es sólo la que hay, la que es; sino la que no es; abarca el ser y el no ser en admirable justicia caritativa, pues todo, todo tiene derecho a ser hasta lo que no ha podido ser jamás. El poeta saca de la humillación del no ser a lo que en él gime, saca de la nada a la nada misma y le da nombre y rostro. El poeta no se afana para que de las cosas que hay, unas sean, y otras no lleguen a ese privilegio, sino que trabaja para que todo lo que hay y lo que no hay, llegue a ser. El poeta no teme a la nada”. Y lo que dice la filósofa veleña de la poesía valdría para cualquiera de las artes. El artista no teme a la nada, porque la nada en que está situado —tan cómodo que nada le falta— es la nada de los hechos, la nada científica, que es el todo de los sueños y de la realidad imaginada; real con la sola condición de que seamos —los que participamos de la vida— capaces de apreciarlo. Lo que no es todavía nos está preparando para que podamos ser, si nosotros queremos y nos merece la pena. Así que nuestro arte “saca a la nada de la nada misma y le da nombre y rostro”. A través de una obra de arte singular, material y circunstancial. Le sobran las palabras y faltan las palabras.

Está la mirada metafísica del filósofo y está la mirada del artista. Dos miradas; no nos perdamos ninguna. Y la del artista es más libre todavía. La lógica, el ser, el deber ser, lo mejor y lo correcto, lo justo y lo injusto, lo que es y lo que no es, son fronteras frágiles para la creación y la

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contemplación artísticas. Porque hay niveles de comprensión ulteriores, en donde la filosofía quizás se queda un poco corta a veces. Además el arte sabe jugar, un lujo que el filósofo no puede continuamente celebrar. Al arte le está permitido sorprenderse continuamente, bendecir lo que hay y redimir con constancia el azar necesario (ananké) que es la existencia. Maravillarse y maravillarse, sin afán teórico ni práctico. Tampoco tiene que correr el riesgo de creerse sus propias construcciones. El artista, frente al metafísico, sabe lo que está haciendo, que sus creaciones son creaciones y nunca lo olvida. Denuncia Friedrich Nietzsche que el metafísico sucumbe en ocasiones a la tentación, demasiado humana, de querer finalizar la búsqueda y descansar antes de tiempo.

Según Arthur Schopenhauer, su maestro en la voluntad de vivir, el arte llega más lejos. La contemplación estética emerge “cuando el hombre, elevándose sobre la manera ordinaria de considerar las cosas por la fuerza del entendimiento, no se limita ya a buscar las relaciones entre aquellas cuyo último resultado es siempre un nexo con su voluntad y está sometido a la configuración peculiar del principio de razón; es decir, cuando no investiga dónde, cuándo, el porqué y el para qué existen, sino únicamente lo que las cosas son”. El arte es capaz de parar la “rueda del tiempo”, todo lo demás desaparece, la multiplicidad espacio-temporal, y sólo queda lo esencial, lo que importa en el mundo. La obra de arte es un medio para facilitar esta comprensión inmediata. Y al alcance de todos, los que se hayan cultivado un poco a sí mismos. Añade Schopenhauer en el libro tercero de El mundo como voluntad y representación que “todo querer nace de una necesidad, por consiguiente, de una carencia y, por lo tanto, de un sufrimiento” y “ningún objeto de la voluntad puede dar lugar a una satisfacción duradera, sino que se parece a la limosna que se arroja al mendigo y que sólo sirve para prolongar sus tormentos”; “de este modo el sujeto de la voluntad está atado a la rueda de Ixión, está condenado a llenar el tonel de las Danaides, al suplicio de Tántalo”. Pero a veces nos es dada —y el arte nos acompaña— la conciencia contemplativa “de un modo desinteresado, sin subjetividad, de una manera puramente objetiva, entregándose a ellas plenamente, en cuantas son puras representaciones y no meros motivos; entonces la tranquilidad, buscada antes por el camino del querer y siempre huidiza, aparece por primera vez y nos colma de dicha. Surge entonces aquel estado libre de dolores que Epicuro encarecía como el supremo bien, como el estado de los dioses, pues en aquel instante nos vemos libres del ruin acoso de la voluntad, celebramos el sábado de la voluntad y la rueda de Ixión cesa de dar vueltas”. Fue suficiente que Orfeo entonara su música para que todos los tormentos de los condenados del Hades cesaran y se calmaran por primera y única vez.

Pues la música existe aparte de todas las demás artes y consigue llegar aún más lejos, más cerca de nosotros y el mundo, en realidad. No puede evitar Schopenhauer la emoción al referirse a la

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música. Le faltan las palabras. Y con más motivo a nosotros. Pues la música parece estar dirigida a la esencia interior, más íntima, del mundo y de nosotros mismos. La buena filosofía expresa la esencia del mundo en conceptos muy generales, pero si fuera posible “reducir a conceptos la esencia de la música, es decir, lo que ésta expresa, esto sería una suficiente explicación del mundo en conceptos, o cosa equivalente, es decir una verdadera filosofía”. La conciencia del límite no tiene límites, la conciencia del tiempo no es temporal, la conciencia de los objetos no puede ser objetivada, pero, si pudiéramos expresar en conceptos lo que nos dice la música, accederíamos a la voluntad misma que anima el mundo en cuando tal mundo. Y como no es posible en conceptos, nos bastan por ahora las hondas emociones a las que el lenguaje universal de la música nos conduce. “Veo yo —sincero Schopenhauer— en los tonos más bajos de la armonía, en el bajo fundamental, los grados inferiores de objetivación de la voluntad; a saber: la naturaleza inorgánica, la masa de los planetas (…). Las voces que están más cerca del bajo son los grados inferiores, los cuerpos aún inorgánicos, pero que ya se manifiestan de muchas maneras; las más altas me recuerdan las plantas y el mundo animal (…). Por último, en la melodía, en la voz cantante, la que dirige el conjunto, la que marcha libremente entregada a la inspiración de la fantasía, conservando siempre desde el principio al fin el hilo de un pensamiento único y significativo, yo veo el grado de objetivación de la voluntad, la vida reflexiva y los anhelos del hombre”.

La música no nos emancipa sólo de los quehaceres cotidianos y nos libera de los dolores que a veces conlleva la vida, nos emancipa para que vivamos mejor en adelante. Dosis transitorias que producen un efecto duradero. Situándonos fuera del tiempo, en ese instante en que vemos el mundo como objeto, siendo nosotros sujeto, sin las sujeciones diarias, el arte musical nos acompaña a las puertas de una percepción más pura, más universal, más profunda, que nos permite entender quiénes somos contemplando el mundo en la totalidad de la que forma parte la existencia humana. Así que necesitamos la mirada musical para apreciar mejor el mundo. ¿Cómo puedes vivir sin la música? Aunque sea de vez en cuando, y si es posible, de cuando en vez.

Primavera de 2013

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Matemáticas y música

José Luis Lastre

esde hace mucho tiempo siempre me repiten lo mismo, “la música y la matemática tiene mucha relación...” y rápidamente la gente hace alusión a Pitágoras, las relaciones interválicas, a las series de Fourier, a los armónicos, etc. La mayoría de las veces digo un chascarrillo y hago una broma con este asunto para cambiar de tema. Ya que pienso que es fácil charlar sobre esto pero difícil comprender la verdadera sustancia de la relación entre Matemáticas y Música.

Para empezar tengo que decir que es falso que las Matemáticas están muy relacionadas con la música, si fuera verdadero todo matemático sería músico con poco esfuerzo y viceversa, todo músico adoraría las matemáticas. La relación hay que buscarla a otro nivel cognitivo.

Las Matemáticas es un lenguaje que te ayuda a comprender el medio físico que nos rodea y a solucionar problemas de la vida cotidiana. La música como fenómeno físico, se explica en Física con un aparato matemático complicado, lejos de estar al alcance de cualquiera, y la Música es un lenguaje que permite interpretar un instrumento y comprender de que forma se tienen que ordenar los sonidos para que tengan sentido.

Ya hemos encontrado una similitud, y es la palabra lenguaje.

Otra coincidencia es la estructura mental de los matemáticos y músicos. Las matemáticas consigue estructurar la mente del matemático de forma similar como lo hace la música al Músico, con un ligero matiz, el músico se maneja en el plano espacio-tiempo, es decir tiene que poner en práctica ese diagrama cartesiano que el matemático representa en dos ejes cartesiano XY. Por lo

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tanto activa otro hemisferio de su cerebro para coordinar la ejecución práctica del instrumento que inexorablemente se ejecuta en el tiempo, y de forma única, con lo que tiene que buscar la perfección del momento.

Atendiendo a este punto de vista la música estaría en un plano superior de dificultad, en el sentido que lo que ocurra en un instante determinado de la ejecución instrumental, está cercano al malabarista que en un momento se la juega en la cuerda floja, y necesita un entrenamiento especial similar al de cualquier trabajo en el que sea importante el control del cuerpo.

Desde un punto de vista romántico, la Música la definían en el s. XIX como el lenguaje del corazón, Beethoven decía algo así como que se puede perdonar que un músico se equivoque en las notas que ejecute, lo que es inadmisible que toque una sola nota sin corazón, sin sentimiento. Aquí la música se vuelve a alejar de la Matemática, parece que los asuntos del corazón no puede comprender la razón. Esta era una de las razones por lo que los Griegos proponían a la Música como cercana a las esferas.

La ópera se considera el arte total, donde teatro, música y poesía suman sus fuerzas expresivas para impresionar al oyente. Y es entonces cuando se cierra el círculo y aparece otra vez la Matemáticas, el compositor cuando tiene que componer para una orquesta con un montón de instrumentos, que suene y a la vez que narre la expresividad de un texto y una situación, es lo más parecido a resolver un sistema de ecuaciones de 35 incognitas con 30 ecuaciones, que tampoco está al alcance de cualquier matemático, a la conclusión a que se llega rápidamente es que tiene infinitas soluciones.

Entonces el compositor debe elegir una de tantas soluciones, que le complazca a él (no siempre significa que complazca al público). Con lo que el músico que además comprende los gustos del momento, comprende cómo se mueven las masas,... que tiene un plus de psicólogo social es el que es capaz de acercarse a la “fama”.

Por último la formación del músico de hoy en día se tiene que completar con el uso de medios TIC para grabación, edición y difusión de su música. Con lo que además el músico debe de manejar la Informática para el tratamiento del sonido.

Con todo esto no me salen las cuentas... creo que me tengo que ir a estudiar un poco más.

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En la rayuela musical

Pablo Villar

Música, melancólico alimento para los que vivimos de amor ( Rayuela, cap. 46 )

En toda mi obra no he sido capaz de escribir ni una sola vez la palabra "concha", que por lo menos en dos ocasiones me hizo más falta que los cigarrillos.

Julio Cortázar

¿ ncontraría a la Maga?, ¿Alcanzaría el cielo?, ¿Rayuela o mandala? … Bienvenidos al universo Cortázar, al universo de los cronopios y las famas, de las ciudades de allá-Paris y de acá-Buenos Aires, de los collages y de los haikus, del espectáculo de la música interior y exterior.

Este año se cumplen las bodas de oro – si dice la canción que veinte años no es nada, cincuenta ya vienen a ser algo - de la publicación de una novela atravesada por la música de jazz, la chanson française, el tango porteño, la noche, la bebida, los debates y las “discadas” de jazz y más jazz. Así definiría Julio Cortázar a ‘El Club de la Serpiente’, un grupo de amigos, en algunos de los capítulos de Rayuela (1963), que fue escrita para sorprender, animando al lector a hacer su lectura de dos formas: la manera tradicional – orden cronológico –, o siguiendo la numeración que Cortázar indicaba al final del capítulo – como el popular juego infantil que da nombre a la obra.

A lo largo de la misma se ve reflejado su gusto y conocimiento de la música, los acordes, el ritmo, las cadencias, lo sones – sobre todo - del jazz, todas sus citas a Louis Armstrong y su estancia bonaerense, al genio artístico de Charlie Parker, la muerte y sentido musical de Bessie Smith, a Ellington, Monk, Rollins, Miles Davis, Coltrane, etcétera. En el capítulo 82 de Rayuela, una nota de Morelli –su álter ego literario en la novela– insiste en la omnipresencia del ritmo: el desencadenante de la escritura no es el pensamiento, ni lo son las ideas claras, sino una situación nebulosa y de penumbra que se convierte en escritura cuando entra en juego el ritmo, el swing, ese balanceo rítmico “en el que se va informando la materia confusa” y que lo ilumina todo: “No tengo ideas claras…hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de ese ritmo, escribo movido por él y no por eso que llaman el pensamiento”.

Se ha señalado que Cortázar establece como un doble paralelismo entre el proceso de la escritura y la música de jazz: por un lado, la improvisación, como componente esencial, proporciona un modelo de apertura a lo desconocido, de ruptura de los caminos trillados y repetidos, que se hace patente en su prosa, fundamentalmente en sus grandes novelas; por otro, el ritmo de swing, que juega con el tempo y crea esa sensación de tensión, será un referente para su escritura, en la que la necesaria economía de medios obliga a resolver los conflictos acumulados en el corto espacio del final del relato.

La música del jazz en Rayuela ha sido tratada ampliamente por la sesuda y especializada crítica ( recomendamos una recopilación literario-musical llamada Jazzuela, de Pilar Peyrats, con la que enlazamos a ritmo de swing), por lo que nosotros nos centraremos en la “música glíglica” cortazariana. Si acudimos a la wikipedia, vemos que “el glíglico es un lenguaje creado por Julio

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Cortázar y presente en su novela Rayuela, cuyo capítulo 68, que evoca una escena erótica, está completamente escrito en él. Se trata de un lenguaje musical que se interpreta como un juego, además de ser un lenguaje exclusivo, compartido por los enamorados, que los aísla del resto del mundo. Aunque a primera vista parece carecer de sentido, una lectura más detallada permite ver que en realidad es bastante comprensible. El glíglico tiene la misma sintaxis y morfología que el español, usando palabras normales con otras inventadas pero reconocibles como sustantivos o verbos, y puntuando correctamente las frases. Crea la ilusión de las palabras, mediante similitudes fonéticas o combinación de partes de palabras del español en una única palabra de este lenguaje. Podría decirse, que Cortázar emprende con esta invención, una genial estrategia para no caer en lugares comunes al describir por ejemplo un acto amoroso, pero también debemos decir, que la interpretación de la palabra dentro de este texto, estará necesariamente influenciada por el lector y sus vivencias. Por lo pronto, el mismo texto, tendrá tantas interpretación como lectores tenga, lo cual de por sí ya es una maravilla, pero por otra parte, es un recurso literario genial, y en el caso de Cortázar, empleado con una eficacia que deslumbra inmediatamente.

Por tanto, se llama "glíglico" (una especie de lunfardo inventado por la Maga y que podría proceder de la expresión italianizante “Glielo dico io”, que significa “se lo digo yo) a un lenguaje musical que pretende comunicar un significado por medio del sonido de sus sílabas y el ritmo de su prosa, sin prescindir totalmente de una estructura sintáctica lógica. Esto da la posibilidad de que cada lector le asigne sus propias significaciones: “Yo ya no podía aceptar el diccionario, ni aceptar la gramática. (…) El buen escritor es ese hombre que modifica parcialmente el lenguaje. (…) Los prosistas introducen toda clase de trasgresiones que hacen palidecer a los gramáticos y que luego son aceptadas y entran en los diccionarios”, explicaba Cortázar.

( Swing 1: I woke up this morning with an awful aching head / my new man had left me just a room and a empty bed. El blues de la cama vacía, grabado en 1928, fue prohibido por obsceno en Boston.

https://www.youtube.com/watch?v=fpnAn0PK5Fg

Cortázar no es el primero en generar una especie de lenguaje individual. A lo largo de la historia de la literatura se han escrito diversos textos compuestos por palabras que extraídas de su contexto resultan construcciones arbitrarias. Como antecedente de este lenguaje tenemos la figura retórica de la jitanjáfora, término propuesto por el escritor mexicano Alfonso Reyes en 1929, para designar palabras o frases sin significado pero con sonido melódico y rítmico –de allí lo de lenguaje musical–. La jitanjáfora es un recurso expresivo que surge en muchos casos espontáneamente; siempre se han utilizado palabras sin significado, pero con sentido e intención afectiva, como

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el "Arrorró, mi niño, arrorró mi sol...". En todos los campos tenemos muestras de este recurso: los magos suelen pronunciar su célebre"¡Abracadabra!". La canción "Supercalifragilisticoespialidoso..." de Mary Poppins o los Beatles cantando "Obla-dí, obla-dá...". Más cercana a las aliteraciones, Nicolás Guillén escribe Sóngoro cosongo donde indaga sobre ritmos afrocubanos, aunque es el poema Jabberwocky de Lewis Carrol, incluido en su obra Alicia en el país de las maravillas, el que más se acerca al capítulo 68 de Rayuela. Cortázar y Carrol son expertos en trasgredir y violar las formas normativas de ver las cosas. “Amalar un noema” y “un conejo que tiene prisa por llegar a tiempo” son hechos particulares que sólo pueden ocurrir en la cabeza de estos dos personajes y en la de todos aquellos lectores lo suficientemente valientes para arriesgarse a aceptar las consecuencias.

Estamos ante las puertas del lenguaje en estado puro, primigenio, original… Un gran poeta español actual, Luis García Montero, ha escrito que “si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma”. Y aquí va la quintaesencia del nuevo idioma, el erótico y sensual “glíglico”:

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosas convulcantes de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

¡Qué maravilla de ritmos, acordes, cadencias, tonos, timbres…! ¡Qué palabras tan sugerentes y eufemísticas para ejemplificar la cita segunda que encabeza este artículo! Después de leer este erótico capítulo 68, sólo queda ponernos a practicar el número siguiente con la Maga…

( Swing 2: See, see rider, see what you done done / you made me love you and now your man does come. Mira, mira jinetera, con evidente carga sexual, fue grabada por Ma Rainey para la Paramount )

https://www.youtube.com/watch?v=2SWBQf1SYzo

El sorprendente capítulo cortazariano ha sido analizado por M.ª Carmen Fonseca en un excelente trabajo al que remito a todo el que esté interesado en profundizar en el lenguaje glíglico o musical. Porque, más allá de la búsqueda del significado, lo que destaca en una primera lectura es el ritmo, la cadencia musical, el desarrollo armónico de un discurso narrativo cercano al lirismo. Casi

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un tercio de las palabras no tienen un significado real; sin embargo, el lector comprende el texto, un texto en el que, como ha calculado Fonseca, no se reconocen treinta de los treinta y siete sustantivos empleados, quince de las treinta y dos formas verbales ni seis de los once adjetivos. Por otro lado, el contexto ayuda a procesar el significado aunque no lleguemos a la precisión absoluta.

La frase inicial del capítulo 68 dice: "Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes." Una transcripción de lo que sugiere el texto podría ser… ¡ ni se os ocurra intentarlo!, ¡no racionalicéis el texto¡, dejad que fluyan las palabras, que sugieran, que os embriaguen. La disposición sintáctica completa el cuadro: no hay duda, estamos ante un intercambio sexual sin precedentes. Lo más que podemos hacer es jugar con el equívoco de alternar palabras puramente imaginarias con un esquema sintáctico habitual (sujeto-verbo-complementos), como señala Andrés Amorós: «Apenas él... a ella se le... y caían en... Cada vez que él procuraba... se enredaba en... y tenía que... sintiendo cómo poco a poco... se iban... hasta quedar tendidos como el... al que se le han dejado caer unas... Y sin embargo, era apenas el principio, porque en un momento dado ella se... consintiendo en que él aproximara suavemente sus... Apenas se... algo como un... los... de pronto era él... Se sentían... temblaba el... se vencían las... y todo se... en un profundo... que los... hasta el límite de las...»

( Swing 3: He can be ugly, he can be black / so long as he can eagle rock and ball the jack. Babby Doll, canción de la banda de Buddy Bolden que hace referencia a bailes eróticos de la época, en Nueva Orleáns.)

https://www.youtube.com/watch?v=rCSQvEcLCTU

Bueno, vayamos finalizando estas páginas con el desvelamiento del origen de este glíglico del capítulo 68: se trata del tango argentino y de su dialecto, el lunfardo porteño (la palabra “lunfardo” significa ladrón y se trata, por tanto, del dialecto de los “amantes de lo ajeno”). Todo comienza en el capítulo 20 (capítulo prescindible), cuando la Maga contesta a Horacio:

—El glíglico lo inventé yo —dijo resentida la Maga—. Vos soltás cualquier cosa y te lucís, pero no es el verdadero glíglico.

Si una mujer, la Maga, es la inventora del glíglico ( sugerente y sugestivo ), el lunfardo es un dialecto masculino, barriobajero (“malandreo” ). Glíglico y lunfardo, ying y yang, lector-macho y lector-hembra son parte de las claves existenciales de una novela fundamental que acaba de cumplir los cincuenta años.

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En resumen, en este excelente ejemplo del capítulo 68 lo importante es el crescendo rítmico, ese anhelante aumento de tensión sugestiva, ya que comienza con un tempo lento - como en el acto sexual -, con una enumeración trimembre, contenida, para irse duplicando, reduplicando y enfureciéndose –y sin embargo era apenas el principio -, e ir alcanzando el clímax final con ese “¡Evohé! ¡Evohé!”. Según la mitología romana, durante la guerra de los Gigantes o Titanes que tomaron el cielo por asalto, Júpiter gritaba ¡Evohé Bacche! (el latín evoe procede del griego euoi) para animar en la lucha a Baco, el único de sus hijos que había permanecido a su lado. “¡Evohé!” se volvió grito de las Bacantes y desde entonces, se dice, que los seguidores del culto dionisiaco utilizan esa palabra para evocar el espíritu de la alegría y la euforia pasional. Así que amigos/as, como diría la Maga a Horacio, a punto de cruzar los puentes parisinos, abrazados bajo la suave lluvia:

¡Evohé, evohé… y hasta el límite de las gunfias!

http://www.youtube.com/watch?v=qevRdIoXCsg

PD.: En el teatro Cervantes de Málaga, el domingo 5 de mayo tuvo lugar el estreno del espectáculo “En la rayuela”, donde basándose en la descripción que Cortázar realiza a través de su novela, se adentran en una propuesta musico-visual que recorre las melodías de El Club de la Serpiente ( músicas que el escritor escuchaba mientras escribía su Rayuela entre 1953 y 1963, fecha de su publicación. De Lester Young a Benny Carter pasando por Bessie Smith o Dizzy Gillespie; Oscar Peterson, Jelly Roll Morton o Coleman Hawkins... ), y con la participación vocal de la argentina Pia Tedesco. ¡Chapeau!

http://www.youtube.com/watch?v=izstIyLdZf8

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La música en el mitoMª Dolores Sánchez

La música era para los griegos un arte de origen divino. De esta concepción deriva no sólo el propio término “musiké” ( el arte de las Musas) sino también la invención de los instrumentos creados por los dioses y la confianza en el poder de la música para influir en el hombre. A la música se le atribuían cualidades mágicas, podía curar enfermedades y modificar conductas.

En la mitología griega las leyendas sobre la música y los dioses son abundantes. Algunas de éstas son:

APOLO Y MARSIAS.Atenea, diosa de la sabiduría y de las artes, era una virtuosa de la música. Un día se dispuso a tocar la flauta junto a un río y observó en él su reflejo. Al ver cómo sus mejillas se deformaban, arrojó el instrumento lejos de sí, amenazando con los castigos más terribles al que la recogiese.

El sátiro Marsias la encontró y aprendió a tocarla maravillosamente. Éste, ufano con su hallazgo y creyendo que la música de la flauta era la más bella del mundo, se atrevió a lanzar un insultante desafío a Apolo, dios de la música, de la poesía y de las artes adivinatorias. Este aceptó el reto, con la condición de que el vencedor tuviera plena libertad para tratar al vencido a su antojo. Marsias arrancó a su flauta sones maravillosos y Apolo con su lira entonaba preciosas melodías.

El jurado lo formaron las nueve Musas, que otorgaron la victoria a Apolo.

El sátiro recibió un cruel castigo: el dios lo ató al tronco de un abeto con las manos ligadas a la espalda y lo desolló vivo. Clavó su piel en el árbol y, a medida que su sangre fluía, iba naciendo el río que lleva el nombre de Marsias.

ORFEO Y EURÍDICE.Orfeo, cantor y músico, era hijo de Eagro, rey de Tracia. Tocaba

la flauta y la lira.

Sus melodías tenían el poder de mover rocas y árboles y amansar fieras. Todas las ninfas admiraban

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su talento, seguían sus pasos y deseaban tenerlo por esposo. Solamente Eurídice le pareció digna de su amor y contrajo matrimonio con ella.

Orfeo y Eurídice eran felices, hasta que un día Eurídice, intentando huir de Aristeo, fue mordida por una serpiente en el talón que le causó la muerte. Orfeo, inconsolable, decidió descender a los Infiernos y suplicar al dios de los muertos que le devolviera a su amada. Con los acentos de su lira y su voz encantó no solo a Caronte y a Cerbero, sino también a Hades y Perséfone, dioses del mundo subterráneo. Estos llamaron a Eurídice y le concedieron partir con Orfeo al reino de los vivos, pero con una condición: que Orfeo no volviera la cabeza para mirar a Eurídice hasta que ella hubiera rebasado los confines del reino de los muertos. Orfeo aceptó y emprendió el camino.

Cuando estaban a punto de ver la luz de los cielos, Orfeo, olvidando la promesa que había jurado cumplir y cediendo a la impaciencia de ver a su amada, se detuvo y miró hacia atrás. En ese mismo instante, Eurídice se desvaneció en la niebla del reino de los muertos, despidiéndose de él, sin que Orfeo pudiera oírla.

Anonadado por esta nueva desgracia, intentó regresar de nuevo a los Infiernos, pero el barquero Caronte permaneció inflexible y le impidió el acceso al mundo infernal. Desconsolado, Orfeo se retiró al monte Rodope hasta el fin de sus días.

PAN Y SIRINGA.Pan, nacido en Arcadia, era el dios de los campos y de los pastores. Vino al mundo con piernas, pies y cuernos de macho cabrío. Habitaba en los bosques, donde perseguía continuamente a las ninfas.

Siringa era una náyade que vivía en Arcadia. Era seguidora de la diosa Artemis, de ahí que

guardara celo con su virginidad Un día, Pan la encontró cuando bajaba del monte Liceo, se enamoró de ella y empezó a seguirla. Ella huyó y llegó al monte Ladón. Allí, acorralada, pidió ayuda a sus hermanas, quienes la convirtieron en caña.

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Pan, turbado, suspiró largo tiempo junto a la planta que, mecida por el viento, parecía exhalar voces plañideras.

Cortó el dios algunos de sus tallos e hizo con ellos siete tubos de desigual tamaño, pegándolos con cera y articulándolos paralelamente. De este modo fabricó un instrumento musical al que dio el nombre de siringa, en recuerdo de la ninfa.

LAS SIRENAS.Las sirenas son hijas de río Aqueloo y una Musa.

Son monstruos marinos con la mitad superior con forma de mujer y la mitad inferior con forma de ave. Poseían una maravillosa voz con la que osaron retar a las Musas. La competición fue vencida por las Musas que, como castigo por su osadía, arrancaron las plumas a sus rivales. Avergonzadas las sirenas se retiraron a las costas sicilianas. Con su música atraían a los navegantes que, aturdidos por la melodía, perdían el control del barco que se estrellaba contra los arrecifes. Entonces las sirenas devoraban a los imprudentes marineros.Según un oráculo, las sirenas perecerían cuando un barco pudiese pasar junto a éstas sin que ninguno de sus marineros se viera obligado a

precipitarse hacia ellas. Los Argonautas pasaron cerca de las sirenas, pero el músico Orfeo entonó tan bellas canciones que los marineros no se sintieron atraídos por el canto de las sirenas. Sólo Butes se arrojó al mar para ir a su encuentro, pero fue salvado por Afrodita.

Ulises provocó la llegada del día fatal. Todos los marineros se taparon los oídos con cera y él se hizo amarrar al mástil del barco, con la orden de que nadie lo desatara. Cuando comenzó a oír la voz de las sirenas, Ulises sintió un gran deseo de ir hacia ellas, pero sus compañeros se lo impidieron. Entonces las sirenas, despechadas por su fracaso, se precipitaron al mar y perecieron ahogadas.

Además de las expuestas, hay numerosas leyendas mitológicas en las que la música en sus diversas manifestaciones (canto, danza, ejecución instrumental) ocupa un lugar destacado.

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Así era entonces

Benito Arias

finales de los 70, para mí había dos habitaciones en la música: en la primera estaban The Beatles y grupos afines, en la otra Bob Dylan, Grateful Dead o Jimmy Hendrix. Yo entraba sólo en la segunda, creyendo que incluso dentro de la buena música hay clases y grados, y que no es lo mismo, nunca lo será, el Sgt. Pepper’s (aunque tiene sus momentos) que el excelso Blonde on Blonde. Siempre puedes imitar a Deep Purple o a Simon & Garfunkel, por ensayo y error van saliendo a la guitarra; pero ponte a descifrar el Highway 61 Revisited. Hasta Bruce Springsteen está empezando, aún no es el Boss, tiene mucho que demostrar todavía. No es una locura pensar que Blood on the Tracks sea el mejor álbum de la historia, es una suerte haberlo conseguido recién editado, oír la casette una vez tras otra, con las luces apagadas, descifrar las letras y preguntarse por el sentido de los herméticos versos. ¿No menciona acaso a Rimbaud y Verlaine? ¿No hay una referencia escondida a la Vita Nuova de Dante? Eso prueba que hablamos de gran poesía, no sólo de música. Desire, en comparación, es un paso atrás. Las revistas comparten este diagnóstico: Disco Express, en formato periódico, Vibraciones, y hasta Popular 1, la más comercial. La radio estrena los discos y nosotros los grabamos en cintas que acababan enrolladas en

los cabezales del reproductor. En la Laboral habrá pletinas y agujas de diamante, y algunos discos comprados en Ruiz Cueto con las pequeñas aportaciones de los internos de la residencia. Así empiezan las audiciones para cuatro gatos, preparadas a conciencia: Joan Baez, que al parecer sale en la portada del Freewheelin’, Jefferson Airplane y, por supuesto, Bob Dylan. Con todo respeto, obligo a escuchar Sad Eyed Lady of the Downlands, y me surge la duda si no será demasiado larga y cansina para los no convencidos. Ya es tarde. En la próxima habrá que hacer concesiones y dedicarse a Neil Young, a Yes o Led Zeppelin.

La profe de Música nos lleva a una sala insonorizada, a veces toca el piano para explicar la diferencia entre una negra y una corchea. Reparte instrumentos de percusión o pone en el tocadiscos la Pastoral de Beethoven y se queda en éxtasis. Ya se presiente que ahí hay algo, pero esa es música para estudiarla, no para vivirla. Acepta que le haga un trabajo sobre la música rock. Me siento en la biblioteca enmoquetada durante una tarde y una noche para escribir de corrido una larga panorámica en no menos de 50 folios a mano. No se cree que sea original, cree que la he copiado de algún sitio.

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Tengo en la cabeza todas las formaciones de todas las bandas, los álbumes por orden cronológico y los cortes, muchas veces ni siquiera los he escuchado nunca; pero he leído sobre ellos y puedo imaginármelos. A veces escucho canciones en la radio que me decepcionan porque no llegan al nivel del comentario en el Disco Express. ¿Dónde está el mérito de Pet Sounds? Es incomprensible. Una noche, con la radio muy baja para no despertar a nadie, un locutor eufórico pincha la canción más vital que ha dado la música en los últimos años, Sultans of Swing: los pies se me salen de las mantas y parecen independizarse del cuerpo.

Había por entonces muchos caminos posibles: el rock ácido y el underground, el rock sinfónico y el rock progresivo. Hay que esforzarse para disfrutar del Ege Bamyasi, pero Genesis o King Crimson tienen el balance adecuado entre calidad y ritmos pegadizos. Los que amaban a los Beatles se han pasado a Supertramp y Pink Floyd. Nunca llegaré a entender el prestigio de The Dark Side of the Moon. Todos los guitarristas aficionados tocan Wish You Where Here, hasta los que no saben nada de música. Si quieres saber cómo es alguien sólo tienes que preguntarle qué es lo que escucha. Por un disco se hacen amistades o enemigos, y si te graban una cinta quedas en deuda para siempre. Las letras de las canciones se copian a mano de las revistas o de las carátulas originales, y se memorizan sin darse uno cuenta. Son elogios velados de todo tipo de drogas, lamentos sobre amores desgraciados pero libres, cantos a la vida sin rumbo fijo. Dicen que están fuera de los estrechos márgenes de la sociedad, siempre visten vaqueros y camisetas. Esos músicos no envejecen, muchos mueren por sobredosis o acaban en la cárcel. Convocan a sus seguidores por millares, llenan los auditorios de todo el mundo; pero nunca llegan a la Costa del Sol. Aquí se organizan festivales en las plazas de toros y los seguimos por “carretera y manta”. Son como Woodstock en pequeño, y a menudo se alargan varios días. En ocasiones viene algún músico extranjero, como Ray Charles. Lo normal es un lote español que incluye a Miguel Ríos o Triana y, si hay suerte, a Gualberto o Toti Soler. Con un cigarrillo te quedas colocado, con un par de cervezas estás borracho, no hay dinero para más. La música construye un hueco en el que todo parece ser más puro y denso, la cabeza se calla por unos momentos y al fin comprendemos el mensaje. Desde el escenario, los pitagóricos hablan sin usar palabras y en la arena de la plaza se encienden las estrellas.

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I. “Ere” musicalGuillermo Méndez Zapata

Rabel.-¡Psseee! ¿Te has enterado que están a punto de aplicarnos un ERE?Dulcimer.-¡Quééé!... ¡¿A nosotros un expediente de regulación de empleo?!... ¿Cómo lo sabes?Rabel.-Se lo he oído a Baladiel.Dulcimer.-¿Estás seguro? Mira que Baladiel es muy dado a lo dramático. Rabel.-¡Que no, que no! Comentó que esta mañana vio llegar un señor muy bien trajeado y cara de pocos amigos con unos papeles en la mano y, aunque sólo pudo echar una mirada de soslayo, jura y perjura que, al principio del texto, en mayúscula y muy clarito aparecía ERE...Dulcimer.-¡¿Pero cómo nos van a hacer esto?! ¡Tantos esfuerzos, tanta dedicación! Siempre afinando y ensayando por mor de un trabajo bien hecho. Sin un mal día, sin una ausencia....Rabel.-No te engañes. Eso a nuestros superiores les importa una higa.Dulcimer.-¡Pero somos músicos profesionales! ¡Los mejores! Cuando la gente viene saben que nuestra música les abre un nuevo horizonte.Rabel.-¡Eso era antes! Cuando se valoraba lo importante. Recuerdo cómo el público se desplazaba desde lugares muy lejanos hasta aquí. Venía emocionado, casi cohibido. Con reverencial recogimiento se extasiaban al vernos en nuestro semicircular escenario iluminados por los postreros rayos del ocaso. Contenían el aliento esperando el ansiado momento, atentos a la gloriosa apertura. Incluso a veces, su tensión contenida estallaba, liberando un poderoso torrente de alaridos histéricos ¡Ésos sí eran fans!…Dulcimer.-Hemos perdido el juicio! ¡Al final, un mundo sin músical!Rabel.-… En cambio ahora, la mayoría del personal acude aquí sin el más mínimo interés. Con fingimiento y mendacidad tratan de aparentar una inexistente hambre cultural. Sus rostros aburridos y sus despreocupadas charlas son heraldos de su ignorancia… Además, no tiene por qué significar el triunfo del silencio. Hoy día una orquesta puede ser sustituida por ordenadores y sintetizadores…Dulcimer.-Pero no es lo mismo que el directo.Rabel.-¿Y quién va a notar la diferencia? En estos tiempos tan terribles donde cualquier “mindundi” que hace un clip musical de horroroso gusto recibe millones de visitas es muy difícil encontrar a un grupo de elegidos que puedan reconocer lo bueno. Entre siete mil millones de habitantes del planeta, expurgando tal vez podríamos salvar, siendo muy justos, unos ciento cuarenta y cuatro mil. Todo está adulterado. ¡Desengáñate! ¡Nos jubilan!Dulcimer.-¿Y a qué nos vamos a dedicar después de toda una vida en esto?Rabel.-No sé. Tal vez podamos elaborar bandas sonoras para algunos anuncios…

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(Apuntes de Arte:

Románico: la escultura aparece frecuentemente subordinada a la arquitectura… Suele concentrarse en lugares concretos como las portadas de las iglesias… Muy a menudo, en la portada Oeste, la del ocaso del sol, dedican el tímpano y arquivoltas a temas del juicio final, especialmente difundidos a partir de los comentarios que sobre el apocalipsis de San Juan hicieron obras como el códice del Beato de Liébana…… Entre los personajes representados destacaban los 24 ancianos, con instrumentos musicales pues se consideraba que a través de la música se entraba en contacto con Dios …)

Detalle de arquivoltas de Santo Domingo de Soria

II. Baladiel

Baladiel.- ¡Hola! Mi nombre es BaladielTodos.- ¡Hola Baladiel!Baladiel.-Mi historia es sencilla. Un observador agudo tildaría mi vida de obsesión y ambición. Otro que fuera más llano pondría el acento en ahínco y energía. La tónica general de mi existencia se vio marcada al oír por primera vez el vibrante sonido de un salterio. La percusión de sus cuerdas trenzó robustas raíces que arraigaron en mi cuerpo y su pulsión tejió un invisible lazo apéndice de mi alma.Todos.- ¡Qué maravilloso, Baladiel!Baladiel.-Mis días transcurrían felices dedicado por entero a aquella caja de resonancia. Todos me felicitaban por mi habilidad y destreza. Y sin saber cómo, la hidra de la soberbia depositó en el regalado nido de mi espíritu uno de sus traicioneros huevos. Conforme crecía, me hacía anhelar un mayor reconocimiento. Todos.- ¡Pobre Baladiel!Baladiel.-Pero un malhadado día mis ansias de prestigio vieron el momento de ser satisfechas. Llegaron a la aldea unos jinetes que al verme tocar con tanta maestría me dijeron si quería ir con ellos para actuar. Yo les pregunté si disponían de algún sello que me permitiera hacer grabaciones y darme a conocer. Todos.- ¡Muy prudente saber las condiciones de trabajo, Baladiel!Baladiel.- Me respondieron que por los sellos no me preocupara que disponían de siete y que en todos ellos se me abrirían las puertas.

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Todos.- ¡Qué ilusión te haría Baladiel!Baladiel.- Entonces inquirí si haríamos actuaciones en directo y, en caso afirmativo, si tendríamos un buen juego de luces y efectos especiales.Todos.- ¡Lógico Baladiel!Baladiel.-Me contestaron que estaba todo pensado, que tenían muy bien preparados unos trucos pirotécnicos en forma de rayos, círculos de fuego y unos ondulantes cristales que provocarían una apasionada emoción entre el público. Los gritos estaban garantizados.Todos.- ¡Qué buen espectáculo!Baladiel.-Y con esa información decidí venir con ellos y ¡Aquí me tenéis! ¡De blanco inmaculado! Un poco nervioso ante el inminente estreno.Todos.- ¡No te preocupes Baladiel! ¡Haremos un buen concierto! ¡Jamás nadie podrá hacer un recital mejor que el nuestro!Baladiel.- ¡Gracias colegas!Director.- ¡Toc, toc, toc! ¡Atención! ¡Preparados! Y uno, y dos,…

( pocalipsis de San Juan:

“ Alrededor del trono había veinticuatro tronos, sobre los que estaban sentados veinticuatro Ancianos vestidos de blanco y teniendo sobre sus cabezas coronas de oro… Del trono salían rayos, voces y truenos. Siete lámparas de fuego ardían delante del trono…Delante del trono había como un mar de vidrio, como de cristal…Vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado por siete sellos…Y los veinticuatro ancianos se prosternaron delante del Cordero, teniendo cada uno en la mano un arpa…Vi aparecer un caballo blanco. El jinete tenía un arco…Y salió otro caballo rojo; a su jinete le fue dado el poder…Y vi aparecer un caballo negro, cuyo jinete tenía en la mano… )

HolaBaladiel

Detalle de arquivoltas de Santo Domingo de Soria

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Yes, there are two paths you can go by, but in the long run

there's still time to change the road you're on.And it makes me wonder.

Stairway to Heaven - Led Zeppelin

I. And it makes me wonder

Christine Félix

os rayos de sol se filtran por el cristal, antes se han distribuido por los minúsculos surcos que el limpiaparabrisas ha ido rayando con el paso de los años. La lluvia erosiona, la luz lo hace visible y el ruido del motor sube o baja el tono según el leve movimiento del pie en el acelerador. La vista se centra en el horizonte, las montañas se suceden en tonos azules tirando a un gris parduzco, mientras, el olivar parece sacado de un recortable. Los gestos repetitivos se tornan una costumbre y el coche toma con suavidad las curvas agrandando con su cercanía los quitamiedos. ¿A quién se le ocurrió esa palabra compuesta tan visceral para designar un objeto de metal galvanizado? Ha perdido todo su valor, ha pasado a formar parte de la arqueología de carreteras y caminos, el objeto ya no sincroniza con su nombre. Voy contando los que han sido reparados recientemente, se reconocen con facilidad porque conservan un renovado brillo de cuchillas.

Hace calor en esta mañana de invierno, meto la quinta y el coche avanza sobre un asfalto de espejismo, en ese momento en el que la carretera parece irreal y vamos como flotando sobre el brillo de la superficie, pienso en una frase de mi profesor de autoescuela: “Pasión y voluntad es lo que hay que tener para llevar bien un vehículo”. Era un señor ya mayor, con ojos de tortuga y una barriga redonda capaz de deshilachar ojales de la camisa de una sola sentada; tantos años dando clases ante un parabrisas junto a desconocidos lo habían amoldado al asiento y desde allí, como si estuviera muy lejos y nunca te fuera a tocar, dirigía con órdenes tajantes pero sin levantar la voz. Parecía que en vez de ser un instructor fuera un señorito trasnochado, me sentía su chófer, de hecho me comportaba con la docilidad propia de un subordinado ante el miedo a convertir un mínimo error en una catástrofe. En los semáforos, sin nada qué decir y oyendo el motor a ralentí, lo miraba con el rabillo del ojo y me lo imaginaba de joven con pantalones acampanados, bajando de un seiscientos mientras se arreglaba el cuello vuelto con mirada de satisfacción. Se enfadaba mucho si se daba cuenta de que iba pensando en otras cosas pero a mí, tanta tensión con las manos agarrotadas al volante, tantas señales, ruidos, bujías, palancas y luces, me hacían pensar que era un milagro que aquel conjunto de latas ensambladas me obedeciera y se dejara llevar; combustión interna me decía yo, eso se llama combustión interna.

Me reacomodo en el asiento, la memoria no sólo archiva recuerdos banales sino que memoriza trayectos. A cien metros, a doscientos, dos kilómetros más allá... ¿Qué más da cuando una

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línea recta se curva y el valor de la distancia entre dos puntos carece de sentido?. Ahora viene una curva pronunciada, hay que reducir la velocidad y acelerar para salir de la misma. Yo, que siempre me he sentido segura noto la tensión en los hombros al oír la línea que delimita el paso al arcén raspando los neumáticos. Me estoy acercando demasiado. El ruido es un aviso de peligro. Ante el sonido áspero y bronco, como si fuera de baja frecuencia, el miedo actúa y un movimiento brusco se transmite de las manos al volante y del volante a las ruedas, es el instinto de protección sin mayores consecuencias: la imaginación busca registrar un mundo de posibilidades, tal vez un hipotético accidente, pero nada sobreviene cuando se produce ese rozamiento, el coche continúa avanzando con precisión, solo en el pensamiento ha ocurrido; no se puede estar divagando mientras se dirige un vehículo. Sonrío al contemplar la línea continua y pienso que por mirarla no retumba pero ahí está su rugosidad y en mi cabeza esa vibración amenazante se mantiene en el aire dilatándose en un zumbido de abejorro.

Él enciende la radio quizás para anular ese mismo sonido, va concentrado en la simultaneidad de mis gestos y la carretera.

-Tengo que hacer un largo viaje- le digo.

Los troncos de los olivos se suceden ordenadamente en hileras sobre una cuadrícula de tierra ocre. Óxido y verde invierno. Me mira aparentado no mostrar un interés desproporcionado ante una frase tan ambigua.

-¿Qué estás leyendo? - pregunta con suspicacia.

La pregunta es tan breve que parece incompleta así que subo el volumen de la radio sin responder, suenan los primeros acordes de Stairway to Heaven; a veces un gesto puede evitar un interrogatorio, pero él insiste:

-¿De viaje, a dónde?- No lo sé, no hay mapas, en la noche buscaré ojos de gato, biondas, reflectantes; temo

perderme, cualquier señal puede servir.

Guarda silencio pero en su respiración acompasada y en esa pequeña tos seca final oigo una partitura para instrumentos de percusión que me lo transmiten todo. Después de tantos años sigo preguntándome qué pensará verdaderamente. ¿En qué momento se tiene la certeza de penetrar en los pensamientos del otro?. El cuerpo no da concesiones al alma. Busco a ciegas tranquilizarlo y le comento a media voz:

-¿Quieres saber qué caminos recorreré?- No, sólo vuelve. No iré a buscarte.- Lo sé. Ya me encontraste una vez en el arcén, cerca de un cruce de caminos, apoyando la

cabeza en un quitamiedos como quien no quiere la cosa. Nunca intentaste domesticarme.Se ríe abiertamente para contestar:-Claro que lo intenté, solo una vez y no funcionó. No te conocía. Nadie te conoce- susurra

mientras me mira con ternura y acerca muy despacio su mano a mi muslo.-Yo tampoco- pienso arrastrando las palabras a la vez que esquivo un bache en el asfalto- yo

tampoco. A lo lejos, la luz es tan sólida marcando la carretera que parece romper las leyes de la física

para hacerla infinita y ante nuestro asombro, por el carril de la izquierda, un viejo seiscientos color crema nos adelanta a toda velocidad.

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II.- La iluminada.

n los primeros días de vida descubrieron que la niña tenía un don; allá donde estuviera, las luces se encendían como por arte de magia: bombillas, farolas, linternas, focos, hasta el fuego de las chimeneas se avivaba con su cercanía. A sus padres les fue imposible controlar esa luminiscencia, incluso en las horas de sueño, todo esfuerzo era en vano. Elvira, que así se llamaba, como desde el primer día había sido de esta suerte, no parecía estar molesta y creció sin darse cuenta de esa circunstancia insólita hasta que cumplió 16 años. Con la edad del amor y los bares, llegó su momento: la habían invitado a una fiesta a pesar de lo engorroso que resultaba bailar un lento con las luces encendidas.

Salió de casa vestida con tonos alegres, falda corta y jersey fino de canalé, el cabello largo y suelto, medias claras y zapatos de charol que le molestaban un poco en la zona del talón, justo donde el tendón de Aquiles es más vulnerable, pero no le dio importancia, eran nuevos. Iba por el camino contando los pasos y, cada diez, las farolas se encendían; contemplar sus andares desde lejos era como ver un caminito de luciérnagas al atardecer. A pesar de ser hija única, sus padres la dejaban salir sola, pues no era difícil en un pueblo tan pequeño averiguar por dónde había pasado. “¡Allí va Elvira!, tan linda, tan iluminada” decían todos. Se detuvo en un portal de la Calle Mayor, la música se filtraba por las paredes, el edificio entero vibraba perdiendo solidez y ganando ritmo. Un poco nerviosa, se aferró al pasamanos para no temblar y comenzó con decisión a subir los escalones que la separaban de la puerta: “1, 2, 3, 4 ,5 y 6, ya está” se dijo mientras tocaba el timbre y su corazón latía adelantándose al ritmo de las canciones. Al abrirse la puerta, la algazara la paralizó; entonces, como si de un escenario se tratase, Elvira permaneció inmóvil en el rellano enfocada por los halógenos del techo de plafón. Las risas y las voces alborotadas mezcladas con los taconeos y pasos de baile inundaron sus sentidos cuando la empujaron a pasar. En esa extraña polifonía que es la vida, esquivando brazos sudorosos y cubatas goteando, besos y frases sueltas que volaban a medio terminar, buscó despacio con el tacto el tejido de un sillón o una silla cómoda. Y así estuvo toda la noche, sentada frente a ese ruido jubiloso, con su sonrisa tan iluminada como el salón de aquella casa, porque la niña Elvira era ciega, ciega de nacimiento.

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El guateque

Tomás Cuesta

La aurora, de rosados dedos, los sorprendió aún en conversación. - Es fama que los atenienses inventaron la democracia, de la misma manera que es fama que en Tesalia se aprenden las mayores artes de la brujería. Pero no todos recuerdan que la ciudad de Tebas se construyó merced a la magia divina de la música.

El que así hablaba era Prístinos, el anfitrión. Tras una noche de discursos y relatos de juventud, sus fatigados compañeros le escuchaban con benevolencia. - El rey Anfión, iniciado por el propio dios Hermes en el arte de la lira, tenía suficiente con tañer las cuerdas del divino instrumento para que las pesadas piedras ocuparan su lugar en la muralla – continuó Prístinos.- ¡Por Zeus! Un nubio al que conocí una vez afirmaba que la música amansaba a los leones, pero ese prodigio de los muros tebanos va más allá.

El que interrumpía el discurso del anfitrión era Apolofobo, el de nocivo ímpetu. - No parece prudente dudar de aquello que procede de los dioses – retomó Prístinos su tema – y la música es junto al fuego el más preclaro don que los olímpicos han concedido a los mortales. El nubio del que hablas decía verdad, pues todos conocemos que mucho antes de intentar en vano rescatar a Eurídice del reino oscuro, Orfeo podía transformar en apocado cordero a la más sanguinaria fiera gracias a su música. - Si no te entiendo mal, querido Prístinos, lo que expones conduce a la conclusión de que en la música hallamos cualidades divinas.- Eso es correcto, Melias. De todos los dones concedidos por los cielos, la música es el que más feliz puede hacer a un hombre.

Habiendo hecho Prístinos aquí una pausa, Apolofobo refirió un sueño que acababa de tener un rato antes, en algún momento último de la madrugada en el que sus compañeros se habían entretenido con la perniciosa manía de declamar ditirambos en honor de los atletas más populares de la temporada. Apolofobo habló de esta manera:- Disculpad, amigos, si durante un instante he sido súbdito de Hipnos y no huésped de esta casa. Vuestras melifluas voces me habían llevado al lugar donde los párpados pesan y la respiración se pausa. En medio de mi sueño, una extraña agitación se ha apoderado de mí y no quiero dejar de contar lo que he visto, antes de que Mnemósime, tan inconstante, me confunda y lo emborrone todo. En mi sueño, he visto un mundo de hombres sin virtud y carros guiados sin caballos que rugían como Zeus tonante, y en cada carro iba montado un hombre vil o una mujer de muy poco ropaje. Los pobres miserables estaban apresados en aquellas cajas rodantes, y un dios tan juguetón como maligno les obligaba a escuchar una pestilente música que debía proceder de la fragua de Hefesto o el reino subterráneo de Hades.

- Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros – afirmó Melias -. ¿No habrás estado soñando con una de esas chácharas en que pasan sus tardes los hijos de Aristón y el resto de jovencitos que rodean a mi cuñado, el esposo de mi hermana Jantipa?

- Ahora que lo dices, Melias, pudiera ser. Porque justo antes de dormirme estaba acordándome de que uno de ellos me debe dinero. Pero permitidme, amigos, que cierre mi onírico episodio. Esos

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prisioneros, que en nada son como nosotros, parecían no sufrir por el tormento sino antes bien aceptar de buen grado aquel ruido como si fuera música. Tanto es así, que seguían con la cabeza el martilleo de la fragua e imitaban con sus voces los lamentos de las almas que han dejado atrás la laguna Estigia.

- En conclusión – propuso Melias –, lo que nos cuentas es que esos tristes hombres eran prisioneros y no lo sabían, que los agredían con falsa música y tampoco esto reconocían. Pero es preciso añadir algo más a la idea, ya que todos me miráis y me consta que no es porque esperéis de mí que escancie el vino, pues no queda ni gota. ¿No te parece, Apolofobo, que esos prisioneros de tu sueño no pensarán sino que somos nosotros los equivocados y que lo que tú llamas ruido es para ellos música, mientras que lo que nosotros llamamos música será para ellos peor que el peor de los ruidos?

- Pudiera ser que lo pensasen.- Y si alguien nos viera a estas horas, en las que el sueño ya tendría que habernos vencido de forma natural ¿no pensaría que somos esclavos y que algún ominoso ardid nos obliga a permanecer aquí, cansados, sudorosos ya, colmados de bostezos pero a la fuerza despiertos?- Son duras esas palabras, pero pudiera ser que alguien lo pensara.- Pues entonces, ¿cómo explicarías tu situación presente si alguien que te viera te tomara por un esclavo?- Por Zeus, le encomendaría que hablara contigo. Ya tú le convencerías de lo que fuera menester.- Si me permitís – interrumpió en ese momento Prístinos – hablar, os diré que no creo que nadie pueda confundir el ruido con la música, un griego con un bárbaro, a los libres con los esclavos. Y aunque lo hiciera, error suyo sería y la música seguiría siendo música, pues para eso están los dioses. ¿No habéis oído nunca las historias del de Samos, ese que nunca comía habas? Descubrió que lo mismo que los dioses han dado un lugar en la naturaleza para cada cosa, han escrito un número para cada nota musical. Que la cuerda de una lira que sea el doble de larga que otra suena más grave, siempre según una divina proporción. Que los planetas mismos son como notas que vibran en lo alto, a diferentes distancias unos de otros, como una sagrada sinfonía del tiempo.

En ese punto, todos los presentes aplaudieron y declararon que había hablado de manera tal que satisfaría a los dioses. Quiso reponer Prístinos que en realidad no había terminado su discurso, pero el rumor de la ciudad se iba extendiendo hasta su puerta. Era un nuevo día y el guateque, alargado en demasía, debía concluir.

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Música finita

Beta Alfa

eavy, los llantos de niños, por turnos.Metal, bocinas, frenazos, sirenas.

Blues, los desgarros de almas, de penas.Flamenco, quejidos, casi diurnos.

Disco, diversión de bailes nocturnos.Rap, rimas, versos de protestas llenas.

Rock, baterías, de guitarras plenas.Soul, de negro azabache, taciturnos.

Fados, fatales, de barrios, de tumbos.Ópera, magna, tenores, sopranos.

Copla, española, de perdidos rumbos.

Pop, acordes alegres de unas manos.Percusiones, corazones, retumbos.Silencio, música final de humanos.

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Sentirse “in black”Pablo Villar

e alza el alargado saxoal trino del aire, en la vieja cochera,cercana al mar coronado de sirenas.

Los acordes negros se elevanresaltando el roce de

los huracanes contra el metal,de los cálidos vientos del sur,

de los gritos que huelen a libertad,al igual que en el vientre de la noche

se ahogan los naufragios.

Vivir en negro es el jazz,arrojarse al fondo de una botella

de bourbon y murmurar,a la intemperie de la madrugada,

la melodía de un saxo queuna noche nos incendió de pánico.

Líder del caos, el sonido de la trompetase espeja en las coronas de nieve

y las devuelve espiritualmente negras.

Esponjados labios son los actoresde este vuelo de halcones,

de estas alamedas verdes por dondetransita el péndulo de la vida.

Y en la vieja cochera,se escucha aún la negra nota

que en la boca tiembla,la gota negra, de infinito negro,

porque al sacudir el saxocayó al suelo, dispersa, rota,una no blanca golondrina,mientras la hoz de la luna

cosechaba la alcohólica noche...

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Relación de ganadores/as del CERTAMEN LITERARIO “DÍA DEL LIBRO” 2013

POESIA

1º CICLO E.S.O.: La noche – Aitor García Casamayor ( 1º ESO B )

2º CICLO E.S.O.: Verdad incierta - Cecilia I. Gallardo Ortega ( 4º B )

BACHILLERATO Y CC.FF.: Extraño ser - Sara Heredia ( 1º Bachillerato A )

MICRORRELATOS

1º CICLO E.S.O.: La imaginación de Asha - Coraima Crespillo López ( 1º B )

2º CICLO E.S.O.: Un día…diferente - Laura Atencia González ( 4º C )

BACHILLERATO Y CC.FF.: Nacida para volar - Erik González Guerrero ( 2º C Bachillerato )

Accésit para: Máquina - Cecilia Ocón Casamayor ( 2º Bach. B )

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TEXTOS GANADORES CERTAMEN LITERARIO

POESÍA:

La noche

La noche está fría como el hielo,además de fría, está sola.No tengo la compañía que anhelo,Noche quieta y sola que me ahoga.

Me ahoga el recuerdo de no tenerte,así como esta noche muday de soledad inclemente,que poco a poco me tortura.

Me tortura porque al amanecerrecuerdo un no puede ser.

Aitor García Casamayor

Verdad incierta

En el laberinto de la hipocresía,un viejo sabio recitaba profecías.

No tenía miedo, pues ya poco le quedaba por vivir,en aquel mundo pintado con mariposas,que se había convertido, en un cuadro gris.

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¿Y qué iba a hacer?

Pobre, no sabía ya ni cómo andar,y no es de extrañar, estaba confuso,al parecer perdió la cabeza, de tanto uso.

Pues en el laberinto de la hipocresía,poca era la gente que comprendía,al viejo sabio de las profecías.

Celia I. Gallardo

Extraño ser

En un lugar apartado,un ser que debe ser librese encuentra encerrado.

Alguien libera con calmaa ese ser desconocidoque no tiene ni cuerpo, ni alma.

No sabe quién lo creópero algo es cierto,y es que ese ser entrócon la fuerza del vientoen su pequeño corazón.

El extraño ser se escapa,vuela libre por el cielo.Todos asombrados quedanpor su singular vuelo.

¿Quién sabe si es real o no?

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¿Quién sabe si se esfumará?Dicen: sólo Dios lo sabrá.

Ese extraño ser que vuela,deja tras de sí una estelaque también es invisible,es un hermoso sonidoque la gente nombró ese díacon el nombre, de melodía.

Sara Heredia

MICRORRELATO

La imaginación de Asha

Asha era una niña con mucha imaginación. Un día fue a coger unos calcetines y abrió el cajón, y cuando lo abrió sólo quedaba un calcetín sin pareja mientras todos tenían una. La niña cogió ese calcetín y fue en ese momento cuando le comenzó a hablar. La niña sorprendida, dijo:-¡No me lo puedo creer! – dijo la niña con asombro.-¡No puedo vivir así! – exclamó el calcetín con desesperación mientras se dirigía hacia el balón.-¡No, calcetín, no te vayas! – respondió la niña con pena.

El calcetín ya se marchaba cuando de repente la niña lo metió en el cajón, mientras ella intentaba buscar a la pareja. Al cabo de una hora seguía buscando pero no la encontraba por ninguna parte. Decidió abrir el cajón y dejar libre al calcetín, pero…¡Ya no estaba! Había desaparecido por arte de magia o quizá todo formaba parte de la imaginación de Asha.

Coraima Crespillo

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Un día…¿diferente?

Siete y media de la mañana, suena el despertador, agh, otro lunes aburrido de primavera. Me visto con lo primero que veo, voy al baño y me asomo al espejo, bah…no pienso peinarme, nadie se fijará en mi. Cojo la mochila y salgo de casa, ¡el autobús!,corro pero nada, me tocará ir andando. Llego al instituto, o como a mi me gusta llamarlo, la cárcel infernal. ¡Vaya nombre! Y luego me extraña que se metan conmigo, ay Sonia, tienes que madurar.

Sí, me llamo Sonia, tengo 16 años y mi infierno de vida se sitúa en Madrid. No tengo muchos amigos, pero ¿quién necesita amigos? La sociedad es un asco.

Historia a primera, miro a mi sitio… genial, hay alguien nuevo que me ha quitado el sitio, tengo que apuntarme a un gimnasio, nadie me respeta. Me pongo a su lado, me pregunta mi nombre y yo a él el suyo. Mario, un bonito nombre. Es muy guapo,me estoy fijando demasiado, debería aprender a disimular. Nos pasamos la clase hablando y riendo, me ha caído genial, quizá él tampoco tenga amigos. Nos vamos luego a comer y me cuenta cosas sobre él, no quiero contarle nada de mí, me avergüenza mi vida. Me regala un libro, Divergente, me encanta la lectura, creo que me cae aún mejor.

Tres de la tarde, llego a casa, mis padres discutiendo otra vez, son insoportables. Mi hermana de 5 años está jugando sola al parchís, yo creo que le están creando un trauma. Normal. Me encierro en mi habitación, Mario se me viene a la mente, creo que me estoy enamorando, suspiro y sonrío, qué tonta me siento. Empiezo a leer el libro y me quedo dormida. Son las 8, llego tarde. Llego ahogada, no estoy en forma, quizá debería hacer un poco de dieta, ¡no!, qué pereza.

Me siento con Mario, me paso toda la hora mirándole, cada día es más guapo. Toca el timbre, ¿qué debería hacer? Tengo 16 años y no sé de qué va esto. Me acerco a él y le beso sus labios, él se separa, algo va mal. “Tengo novia, chica”, ¿cómo no lo pensé? Soy tan tonta, en fin, al amor no existe.

Hora de ir a casa, salgo corriendo con las lágrimas por la mejilla. Llego, no saludo, subo a mi cuarto y reflexiono. Qué vergüenza, no pienso enamorarme nunca más, no pienso querer a nadie, no me merezco sufrir. ¿En qué estaría yo pensando? Todos los días son iguales, nada va a cambiar, me rindo. Voy hacia la cama y duermo. No me gusta esta vida, esperaré hasta otra experiencia, ¡bah!... Mejor lo olvido, buenas noches.

Laura Atencia, 4º ESO C

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Nacida para volar

Tras absorber el néctar del jazmín, la mariposa alzó el vuelo una vez más. Satisfecha y sin apetito, atravesó el cielo nocturno iluminada por el resplandor de la luna llena y guiada por las estrellas, aquellos astros que la habían estado observando aún cuando se encontraba en su crisálida, a salvo de cualquier peligro. Pero ya no era así. Había crecido, y el aleteo de sus alas era cada día más débil, aunque éstas seguían siendo tan bellas como la primera vez que las desplegó.

De repente, una gota le acertó de lleno, haciendo que perdiera el equilibrio, y en apenas un instante, dejó de ver las lejanas luces del cielo para descubrir, aterrorizada, cómo se acercaban inexorablemente las lágrimas que parecían brotar de entre los dedos de una chiquilla.

Sin embargo, la mariposa no sería la única víctima: la tristeza también acabaría por arrebatarle la vida a aquella niña, que terminó arrojándose a los brazos de la muerte en un intento desesperado por deshacerse de su incansable perseguidora.

Ella, al igual que las mariposas, había nacido para volar. Para ser libre…

Erik González

Accésit microrrelato:

Máquina

Un genio científico paseaba por un enorme y bello bosque, junto al cual había asentado su laboratorio y su propia casa. Primavera, día indeterminado (no es relevante), por la mañana. Temperatura agradable, sensación maravillosa. Se sentó a la sombra de un árbol mas no tardó en incorporarse al atisbar una figura extraña entre las hierbas. Ésta brillaba.

La observó de pie. Un robot tirado en el suelo en mitad del bosque. Y no era suyo. A él no se le ocurriría hacer un robot con forma de mujer sin una carcasa que simulase la piel humana que alcanzase la perfección. Pero la forma no estaba mal. No parecía piel pero tenía aspecto de estar terminada. Dio una orden con un silbido y aparecieron dos androides que se la llevaron. «Hay que investigar».

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El investigador, tras tenerla días en su laboratorio, no entendió nada. Se le hacía raro no saber resolver una incógnita. El robot, que presentaba una lisa superficie metálica y dos bultos en la espalda (imposibles de abrir para ver su interior), había dado signos de interacción pero no hablaba. Se movía con naturalidad, observaba, parecía entender las palabras, pero no hablaba nunca. Observaba mucho.

La mejor manera de entender semejante máquina era desmontarla, eso el inventor lo sabía bien. ¿Cómo si no habría aprendido a hacer la veintena de perfectos androides que tenía a su disposición? Abrió a la mujer de metal por todas partes, excepto los bultos de la espalda, y trató de averiguar cómo funcionaban sus circuitos. Sin éxito. «Hay que estudiarlo todo, esto no quedará así».

Pasaron días. El estudioso repasó todos sus libros de robótica. No dio resultado.Pasaron semanas. El inventor creó una máquina tratando de imitar el modelo encontrado. Para su asombro, la nueva máquina no funcionaba. No dio resultado.

Pasaron meses. El maestro llamó a sus colegas científicos. No los consideraba tan inteligentes como él, pero era su última opción. Lo ayudaron durante un año. No dio resultado.

Pasaron años. El demente se dio cuenta de que había perdido la cabeza, además de varios años de su vida, por investigar el funcionamiento de un robot desconocido que encontró en un bosque. ¡Cómo podía ser! Que un erudito como él no pudiera conseguir lo que se propusiese en el campo de la robótica.

Primavera, día indeterminado (no es relevante), noche cerrada. Temperatura agradable, sensación espantosa. El desesperado recapituló todas sus actuaciones desde que había encontrado a la mujer de metal. Nada había funcionado. Nada nuevo se le ocurría. Normalmente lo acompañaba algún androide ayudante, pero esa noche se encontraba solo, junto a aquella máquina. Echada su cabeza sobre la mesa de trabajo, rodeada con sus brazos, dijo con un hilo de voz:

—Llevo demasiado tiempo investigándote, pero me es imposible averiguar cómo funcionas. ¡A mí, gran sabio de la robótica...! Maldita máquina, mujer de metal... ¿Qué eres?

Oyó un zumbido intenso procedente de ésta. Extrañado, alzó la vista. Los bultos de la espalda se desplegaron y se convirtieron en dos enormes alas.

—Por fin lo preguntas, arrogante ser —dijo la mujer, con voz intimidante—. Pensaste que podrías entenderme, suponiendo que no soy más que una máquina creada por algún otro ser tan arrogante como tú.

El arrogante ser no cabía en sí de asombro.

—Yo soy un ángel, y mi investigación aquí ha terminado. Cecilia Ocón

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SINFONÍA FILOSÓFICA: Tres breves reseñas de alumnos

Allegro ma non troppo : ¿Lo que dice la ciencia es indiscutible?María Teresa Díaz Santamaría (1º BACH C)

Sin lugar a dudas, para nosotros la ciencia es un bien muy preciado. Sin ella no podríamos progresar. Por ejemplo, para mí, futuro es igual a calidad de vida porque la ciencia hará que nuestra vida, cada día, sea más cómoda y segura, ya que tendríamos más soluciones a enfermedades, podríamos descubrir nuevos misterios del universo, predecir catástrofes naturales, etc. Pero eso no quiere decir que la ciencia no tenga sus inconvenientes. ¿Quién sabe si algún día nos destruiremos a nosotros mismos por culpa de la ciencia?

En mi opinión, la ciencia no es indiscutible. Hay que tener en cuenta que los científicos, como seres humanos que son, se pueden equivocar al formular una teoría. Pero, como dice el dicho, rectificar es de sabios.

La ciencia tampoco es irrefutable. Los resultados de cualquier investigación se pueden mejorar. Si nos diésemos por satisfechos con la última novedad en un producto, no sabríamos nunca que puede existir uno mejor. Por ello, siempre debemos tener la iniciativa de estudiar o analizar los logros obtenidos por la ciencia en cualquier disciplina, para, en un futuro, y si es posible, intentar mejorarlos.

Por otra parte, los logros científicos, en sí, no son malos, lo perverso es el uso que se pueda hacer de ellos, al utilizarlos para un fin totalmente opuesto al que se había pensado. Muchos

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desastres provocados por el hombre han ocurrido tras estas acciones, por lo que hay que procurar que los avances de la ciencia no se conviertan en herramienta de destrucción.

Sin embargo, un mundo sin ciencia, no sería un mundo, porque no sabríamos que existiría, porque la ciencia es la sabiduría, el conocimiento de las cosas. No pensaríamos que hay algo más allá. Gracias a ella, sabemos que formamos parte de algo enorme y misterioso, el universo. Y aquí es donde entra la filosofía. La filosofía, por decirlo de alguna manera, nos aportó una de las cosas más interesantes de nuestro mundo, destapó la caja de la ciencia.

No debemos pensar que cualquier disciplina puede ser considerada como una ciencia. La astrología, por ejemplo, no se basa en teorías demostrables ni objetivas, sino en un conjunto de conocimientos que intentan relacionar las características de una persona con su signo zodiacal. Este ‘estudio de los astros’ podría considerarse una pseudociencia al no poderse verificar sus teorías porque son fruto, únicamente, del pensamiento y de las creencias de algunas personas sin utilizar el método hipotético-deductivo.

La filosofía, al igual que la ciencia, nos permite razonar, lógica y críticamente, para buscar la verdad. La diferencia está en que filosofía trata sobre conceptos abstractos y generales, los cuales la ciencia no podría explicar, porque se basa en datos empíricos no cuantificables. Por otro lado gracias a la ciencia, con su método de observación y experimentación se han producido avances muy útiles para nuestras vidas. Así, para mí, lo mejor sería que pudiéramos tener un término medio. De modo que deberíamos combinar ambos saberes para que existiera un equilibrio ideal.

Andante cantabile: ¿Cuál es el sentido de la vida?Elena Aragón Díaz (1º BACH. B)

Más que cuál es el sentido de la vida, quizás deberíamos empezar por preguntar qué es el sentido de la vida. El sentido de la vida sería nuestra meta, nuestro objetivo, lo que deseamos lograr. Personalmente creo que la vida podríamos decir que es un “juego” que consiste en perseguir, en buscar aquello que deseamos, aquello que nos hará felicites. Porque eso nos “indicará” el camino que debemos seguir y la vida es ese camino. Esto me da que pensar porque si la vida es ese camino, el objetivo, ¿sería algo inalcanzable? y, ¿si lo alcanzamos que pasará, vendrá otro objetivo nuevo?

Aunque todos tengamos un sentido de la vida particular, una meta diferente al fin y al cabo, nuestros objetivos coinciden en que nos pretenden hacer felices. Cuidado NO digo que sea nuestro objetivo el que nos haga felices, porque yo creo que ese objetivo es temporal, que cuando lo consigamos tendremos un nuevo objetivo porque como ya he dicho todo es una especie de “juego” y sin eso que buscamos nuestra vida ya no tendría sentido. Todo el camino que recorremos y recorreremos, ese camino que hacemos para alcanzar nuestra meta, nos hace felices porque poco a poco vamos consiguiendo lo que deseamos.

Aunque no siempre se puede conseguir. Como ya he dicho lo “bonito” lo que nos hace felices no es el mismo objetivo en sí, sino todo el camino que recorremos para conseguirlo, todas las personas que conocemos y que nos aportan algo. Me gusta pensar que todos aprendemos de todos, que nos enseñamos mutuamente. Sí, aunque no pretendamos enseñar ni aprender, lo hacemos de manera inconsciente, con nuestros actos. Alguien puede vernos y aprender, y aplicarlo a su vida. Me parece sorprendente y por eso creo que hay que tener especial cuidado con todo lo que se hace y dice, ya que no todo lo que se aprende de esta manera es positivo aunque eso depende de la persona que ha observado ese comportamiento y como lo aplique ella a su vida. Creo que se aprende más con

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los actos que de manera “teórica”, ya que de la primera manera cada uno le saca algo en particular, un valor, y de la otra te dan ya una opinión, un valor en concreto que sí, está muy bien, siempre que sea positivo.

Comparo la vida con un juego porque los juegos son divertidos, y creo que la vida tenemos que hacerla lo más divertida que podamos, porque lo divertido nos hace felices. Porque en los juegos hacen falta más de un jugador, al igual que en la vida no tenemos por qué recorrer el camino que elijamos solos, y a medida que lo recorremos se unirán personas al juego también saldrán otras…

¿Cuál es el sentido de mi vida? Pues la verdad es que he pensado sobre mi futuro, lo que me hará feliz, he pensado en cómo seré y estaré de mayor. Y solo he encontrado metas personales, no profesionales o académicas. Me cuesta pensar sobre mi futuro profesional, no lo tengo nada claro y tampoco me doy tiempo para pensar sobre él. Le doy más importancia a mi futuro personal, a mí enriquecimiento personal. No sé si eso es bueno o no, pero es así.

Presto con fuoco: ¿El genio nace o se hace?Antonio Fortes Hijano (1º BACH. B)

Pienso que el grado de inteligencia de una persona depende en mayor parte del ambiente en el que se eduque y del esfuerzo que haya puesto, aunque para ello también se necesita algo de talento, habilidad que se obtiene genéticamente. Estoy de acuerdo con una investigación realizada por la universidad de Cambridge, que pide olvidar la idea de que lo innato es lo que capacita a los grandes de la historia para los descubrimientos y las proezas: lo cierto es que una pizca de talento debe ser acompañada por el estudio en profundidad y la aplicación de lo aprendido. Por ejemplo a Thomas Alva Edison se le adjudica un 1% de inspiración (inteligencia heredada) y 99% de sudor, trabajo y fatiga (inteligencia aprendida).

Por otro lado, la suerte es un factor que influye que una persona tenga mayor o menor éxito en la vida indiferentemente del grado de inteligencia que se tenga porque si una persona es destinada a vivir en un mal ambiente y reúne las condiciones genéticas para triunfar en la vida, tendrá más dificultades para conseguir triunfar que una persona que se críe en un buen ambiente y posea cualidades.

El grado de inteligencia se puede medir con un test de inteligencia; sin embargo, dicho test es la suma de la inteligencia heredada y aprendida. Cabe destacar que con estos tests no se puede saber si una persona es más lista que otra, porque intervienen más factores que no se pueden medir de esa manera.

Por ejemplo, si a una persona le sale en dicho test que es inteligente no significa que vaya a triunfar en sus estudios, negocios o política, sino que influyen otro tipo de factores como las relaciones con los demás, si esa persona tiene la habilidad de no perder los nervios cuando habla en público, etc.

De modo que si, según los estudios, el genio en su mayor parte se hace, pienso que se debería de invertir más en educación en todos los países, y sobre todo en los países subdesarrollados puesto que lo verdaderamente importante es la inteligencia aprendida. Y si se le da un trato distinto a los países subdesarrollados no podemos saber si pueden triunfar en la vida. Quién sabe si una de estas personas puede ser la que encuentre la cura al sida por ejemplo. Todos debemos de ser juzgados de la misma forma.

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En conclusión, no todo el mundo puede ser un genio, esto depende de varios factores, y aunque la inteligencia aprendida predomina sobre la adquirida, se necesita una mezcla de las dos para ser un genio en alguna materia, cosa que no es nada fácil porque supone mucho esfuerzo. ‘’Más vale el que quiere que el que puede’’.

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SUMARIO:

Elogio (filosófico) de la música - Antonio Sánchez p.2

Matemáticas y música - José Luis Lastre p. 6

En la rayuela musical - Pablo Villar p. 8

La música en el mito - Mª Dolores Sánchez p. 13

Así era entonces - Benito Arias p. 16

“Ere” musical - Guillermo Méndez p. 18

And it makes me wonder - Christine Félix p. 21

El guateque - Tomás Cuesta p. 24

Música finita - Alfa Beta p. 26

Sentirse “in black” - Pablo Villar p. 27

Certamen literario “ Día del Libro” 2013 - Textos ganadores p. 28

Sinfonía filosófica: reseñas de alumnos/as p. 35

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