el valor del tiempo

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El Valor Del Tiempo La historia comienza con un chico, Hugo, era un huérfano de 14 años, pero desde muy pequeño fue adoptado por Antonio, un anciano historiador un tanto extraño. Los padres de Hugo murieron en el incendio que quemó su casa, justo cuando Hugo estaba en la guardería; al menos, eso le dijeron. Antonio tenía 89 años, pero aun así era muy listo y espabilado. Se llevaba bien con Hugo, aunque no solían hablar mucho, de hecho, Antonio pasaba las tardes encerrado en su despacho, consultando un extraño libro negro, del que nunca hablaba. Un día, el 26 de Septiembre de 2011, Antonio murió por causas naturales y cuando Hugo recibió la noticia se encerró en su habitación durante horas, mientras lloraba. 1

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El Valor del Tiempo

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El Valor Del Tiempo

La historia comienza con un chico, Hugo, era un huérfano de 14 años, pero desde muy pequeño fue adoptado por Antonio, un anciano historiador un tanto extraño.

Los padres de Hugo murieron en el incendio que quemó su casa, justo cuando Hugo estaba en la guardería; al menos, eso le dijeron.

Antonio tenía 89 años, pero aun así era muy listo y espabilado. Se llevaba bien con Hugo, aunque no solían hablar mucho, de hecho, Antonio pasaba las tardes encerrado en su despacho, consultando un extraño libro negro, del que nunca hablaba.

Un día, el 26 de Septiembre de 2011, Antonio murió por causas naturales y cuando Hugo recibió la noticia se encerró en su habitación durante horas, mientras lloraba.

Después de tres horas, llamó a la puerta el criado de Antonio, Fred, y este le dijo a Hugo:

-Hugo, sé que no quieres hablar con nadie, pero escúchame, tu abuelo te dejó

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escrito en su testamento que tú heredarías todas sus pertenencias, y en especial cita un extraño libro negro.

Al escuchar eso último, Hugo se salió enseguida de la habitación secándose las lágrimas, y acudió rápidamente al despacho de Antonio para buscar el libro.

Justo cuando Hugo tocó la tapa negra del libro, este se abrió con violencia, proyectando una extraña luz roja.

Cuando lo abrió observó en la primera página del libro que ponía: “El valor del tiempo”.

Hugo era tremendamente curioso y no podía pensar en otra cosa que no fuese en leer ese libro.

Cuando pasó la pagina se observó que ponía: “Introducción”, y a continuación se podía leer: “Tienes en tus manos algo más que un simple libro, pues aquí puedes dar respuesta a muchas preguntas pero para ello, debes prestar atención y tener conocimientos sobre la Historia de la Humanidad “.

Hugo estaba cada vez más impaciente por leer aquel libro, pero justo antes de

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pasar a la siguiente página, un trozo de papel cayó al suelo.

En aquel pequeño trozo de papel había algo escrito:

“Hola, Hugo, soy yo, Antonio, quizás cuando leas esto yo ya no esté aquí, pero debes prestar atención, cada capítulo de este libro trata sobre un momento de la Historia, y , aunque parezca increíble, revivirás esos

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momentos históricos como si fuesen un sueño, pero créeme, no es un sueño. Te quiero decir que al leer este libro, retrocedes en el tiempo. Pero lo más importante de todo es que cuando estés en esa especie de sueño, debes que la Historia no cambie, ya que si haces un pequeño cambio en el pasado, el futuro

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dejará de existir tal y como lo conocemos, sé que es difícil de entender, pero al final del libro comprenderás que ha valido la pena, créeme. “

Cuando Hugo lo repitió tres o cuatro veces lo comprendió, y se dispuso a leer ese extraño libro, ya que parecía que era lo que quería Antonio.

Decidió pasar la página y se podía leer en rojo: “Alejandro, el Grande”. Y a continuación también en rojo: “Corría el año 334 a. C. y Alejandro estaba discutiendo con sus consejeros sobre su siguiente campaña militar”. Cuando

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Hugo terminó de leer, sin darse cuenta se encontraba a unos diez hombres discutiendo, llevaban puestas armaduras y lucían grandes espadas. Le costó hacerse a la idea de que estaba frente Alejandro Magno, y que él era uno de sus consejeros.

Llevaban casi 30 minutos hablando, aunque Hugo no abrió apenas la boca, mientras pensaba en lo que escribió su abuelo, que no cambiase la Historia. Y de repente, un anciano que estaba a su lado dijo:-“Alejandro, ¿por qué no invades la Península Ibérica? Dicen que tiene abundantes recursos y no es difícil conquistarla.” Alejandro pensaba mientras miraba un mapa del Mediterráneo y decidía a cuál de sus consejeros hacer caso; en ese instante, Hugo pensó que la Historia sería distinta y dijo en voz alta: “¿Y por qué no invades Persia?”. Los consejeros de Alejandro se echaron a reír diciendo: “Muchacho, ¿estás loco? ¡El Imperio Persa es invencible!” Justo al escuchar esto, Alejandro se levantó del asiento y dijo: “¡No es verdad!” y cuando el silencio enfrió la sala añadió: “Invadiré Persia”.

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En ese instante reinó el caos por el disgusto de los consejeros, excepto en Hugo, que pensaba que había hecho que la Historia no cambiase. Y Alejandro se le acercó diciendo: “Seguiré tu consejo, muchacho”; y a continuación le entregó un trozo de piedra en la que ponía escrito “DIA”, y debajo una casilla en blanco.

Sin darse cuenta, Hugo había vuelto al despacho de Antonio y, sin prestar mucha atención a la piedra que le había entregado Alejandro, observó a su alrededor y se relajó pues nada del pasado había cambiado el presente.

Sin pensárselo dos veces, Hugo continuó la lectura.

En la siguiente página estaba escrito en rojo algo: “Julio César” y a continuación también en rojo: “Corría el año 44 a. C. y Julio César era el dictador de Roma y el hombre más poderoso sobre el mundo, amado por unos, aunque también odiado por otros que organizaban complots para acabar con su poder.”

Al leer esto, Hugo se dio cuenta de que vestía una túnica blanca y unas sandalias y se encontraba en una especie de

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museo, todo blanco con estatuas y figuras de mármol.

Y justo enfrente se encontraba de espaldas un anciano consultando unos papiros y Hugo notó que algo le pesaba en la mano… Era una espada, al ver esto, Hugo lo comprendió todo, se encontraba en el Foro Romano y enfrente de él estaba César. Hugo lo entendió y sabía que tenía que asesinarlo si quería que todo siguiese igual en el futuro. Así que con la mano temblorosa asestó varias puñaladas y algo que calló de la mano de César rodó hasta sus pies, era otra piedra, pero en esta ponía “MES”.

Hugo volvió a reaparecer en el despacho de Antonio y esta vez prestó más atención a las dos piedras, e igual que antes, miró a su alrededor y nada había cambiado. Se sintió un poco mal por haber tenido que asesinar a Julio César, ya que era uno de los personajes históricos que admiraba pero le consolaba saber que nada había cambiado.

Así que continuó pasando páginas hasta llegar a otro título en el que había escrito en rojo: “Jesús de Nazaret”, al leer esto, Hugo sufrió un escalofrío y continuó:

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”Corría el año 33 y Jesús y sus apóstoles se reunieron para cenar.”

De repente Hugo se encontró en una mesa junto a unos hombres vestidos con túnicas de diversos colores, y justo en medio se encontraba Jesús diciendo:

“Esta noche uno de vosotros me traicionará”; y todos los hombres se miraron extrañados, y añadió mirando a Hugo: “Lo que tengas que hacer, hazlo ya”.

Hugo no se lo podía creer, él era Judas y tenía que traicionar a Jesús. Para que todo fuese idéntico, Hugo hizo lo que escuchó en clase de religión, se levantó le dio un beso y se fue de aquel lugar hacia un puesto de guardia romano, donde dijo a un soldado: “Ahí está el hombre al que buscan”; y el soldado le entregó una bolsa con un puñado de monedas de oro, y otra vez la condenada piedra, pero en esta estaba escrito algo distinto, “AÑO”, y sin darse cuenta volvió al despacho de su abuelo.

Esta vez se sentía peor, pero el mismo consuelo de antes le hacía cambiar de estado de ánimo, nada había cambiado.

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La siguiente página tenía un titulo familiar: “John F. Kennedy.” Hugo sabía quién era, lo que hizo y cómo murió, y se temía que tendría que intervenir con o contra él.

A continuación se podía leer en rojo: “Corría el 22 de Noviembre de 1963 y Kennedy desfilaba por las calles de Dallas en un coche descapotable saludando a la gente.”

Casi sin darse cuenta, Hugo se encontraba en una especie de elevación del terreno con un rifle en la mano y la mirilla puesta apuntando hacia el coche presidencial con Kennedy al descubierto, Hugo no necesitaba más pistas, tenía que asesinar al presidente de los Estados Unidos para preservar el futuro.

Esta era la prueba más dura que había encontrado en aquel libro, ya que para Hugo, Kennedy fue un héroe.

Sin parar de secarse las lágrimas, Hugo apuntó con la mirilla en la cabeza del presidente, y el pulso se le aceleraba, hasta que por fin llegó al punto en el que el gatillo se activaba y la bala perforó la cabeza del presidente.

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En ese momento el caos y la confusión reinaba y Hugo no paraba de llorar involuntariamente y sin darse cuenta el rifle se transformó en otra maldita piedra, con la diferencia de que esta llevaba escrito “LUGAR”.

Hugo apareció en el despacho de su abuelo, pero esta vez no prestó mucha atención a su alrededor y se limitó a secarse las lágrimas de los ojos y otra vez, volvió a consolarse pensando que había hecho lo que se debía hacer.

Ya harto de tanto episodio histórico, Hugo pasó a la última página del libro, en la cual se había escrito: “Instrucciones del tiempo”. Y debajo una especie de rompecabezas con distintos dibujos de piezas que se unían para formar una especie de tabla.

Hugo construyó el rompecabezas, uniendo las piedras de sus distintas aventuras según las instrucciones del manual, hasta que al final unió la última pieza, al hacer esto, una luz roja se proyectó por todo el despacho.

El aspecto final era una especie de tabla con estas palabras: DÍA, MES, AÑO y

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LUGAR, y justo debajo de cada palabra una casilla en blanco.

Hugo revisó las explicaciones del manual y llegó a la conclusión de que era un reloj para viajar en el tiempo, esto le produjo un escalofrío y un pensamiento: “El libro es peligroso y esta tabla más aún”.

Pero decidió utilizarla, al menos, una vez.

En su mente, solo una fecha, 3 de Enero de 1996, el día que murieron sus padres. Colocó cada dato en la casilla correspondiente escribiéndolo con un Boli rojo y en la casilla de “LUGAR” escribió la dirección de su antigua casa.

Después de poco más de 3 segundos, Hugo apareció justo enfrente de la que se suponía que era su casa, ya que Hugo nunca había sido consciente de haber vivido ahí.

Poco después apareció una pareja que se disponía a abrir la puerta de su casa, sus padres.

Hugo no podía dejar que le reconocieran pues se formaría un caos así que se escondió detrás de un árbol.

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Y se puso a pensar en cómo distraer a sus padres para que no entrasen en casa y se produjese el accidente que los mataría, y llegó a un absurdo pero original plan.

Hugo corrió hasta su madre y le robó el bolso, y se puso a correr como un loco por la calle, y como Hugo había planeado, su padre le perseguía intentando recuperar el bolso.

Y justo cuando estaba a pocos metros de Hugo, su padre se paró en seco debido a una potente explosión en su casa. Hugo con una sonrisa en la cara se dirigió hacia un árbol para esconderse, lo había conseguido, había salvado la vida a sus padres y por fin disfrutará de una vida con padres en el futuro.

Pero poco, muy poco le duró la alegría, pues cayó en la cuenta de que la tabla no estaba, no había pasado al pasado junto a él.

Hugo, con el pulso a mil, reconoció su destino, debía morir, para que él mismo de esa época crezca con sus padres y tengan su propia historia.

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Cabizbajo, Hugo se dirigió hacia la barandilla de un puente en la que se sentó.

Alzó la mirada hacia sus dos padres abrazados, aturdidos aún por la explosión, luego miró al horizonte y por último se precipitó sobre el caudaloso río donde las piedras estaban afiladas como cuchillas. Y murió sabiendo, mejor que nadie, cuál es El Valor Del Tiempo.

Ventura Bea La Cruz, 3º Eso A.

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