el río de vida
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El Río de vidaTRANSCRIPT
El Río de vida. Ezequiel 47.1-12
Mientras leo nuevamente este pasaje (47.6), el Espíritu Santo me detuvo en el mismo
versículo donde detuvo a Ezequiel. Y Él me hizo la misma pregunta: “Raúl, ¿puedes
entender que ésta es una gran profecía, directa del trono del Padre? ¿Puedes comprender
como describo a la iglesia en estos últimos días? ¿Estás comprendiendo el significado del
río creciente?”
Más precisamente, ¿qué es lo que el Señor revela en esta visión profética? Y lo que logro
comprender es que VIENE UN DERRAMAMIENTO CRECIENTE DEL ESPÍRITU
SANTO. Esto concuerda lo que le fue mostrado a Ezequiel: En los últimos días, la iglesia
de Jesucristo será más gloriosa, mas victoriosa, que en toda su historia. El verdadero cuerpo
del Señor no se debilitará ni se dispersará. No menguará en números, o disminuirá en poder
o autoridad espiritual. No, su iglesia se inflamará en una llama de poder y gloria. Y gozará
de la más plena revelación de Jesús jamás vista.
Ezequiel escribe, “…y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del a
Mar Grande.” (Ezequiel 47.10). ¿Puedes entender lo que se dice aquí? Viene un cuerpo de
creyentes que nadará en las aguas crecientes de la presencia del Señor. Y su presencia entre
su pueblo se incrementará hasta el final.
«Amados, somos el nuevo mover de Dios. Lo que Él está haciendo en estos últimos días
comenzará aquí mismo, en nuestro medio. Y fluirá desde este cuerpo. Así que más vale que
vengas y te unas a este cuerpo, porque nosotros tenemos la visión de Dios para esta
generación. Somos el mismo centro de lo nuevo que Dios está haciendo en la tierra en este
tiempo. Y su red sale directamente de nosotros. Esto, por cierto, no es arrogancia sin
fundamento porque lo que el Espíritu nos está revelando, también lo está haciendo en otros
lugares donde ha encontrado hijos dispuestos a sumergirse en el río de la vida. El mismo
Espíritu nos unirá en su tiempo para que se cumplan sus propósitos».
Pero el Señor no necesariamente quiere que volvamos a las formas y prácticas de la iglesia
primitiva. La verdad es que Él ha planeado algo mucho mejor para su pueblo en estos
últimos días. ¿Por qué tenemos que volver a las gotas de agua que tomó lugar en la iglesia
primitiva, cuando él nos ha dado hoy “aguas para nadar”? (estas frases se escribe con
humildad).
Esto es exactamente lo que Dios nos está mostrando en la visión de las aguas
crecientes: “…y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió
otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo
pasar por las aguas hasta los lomos” (Ezequiel 47.3-4).
Ezequiel está hablando aquí de un aumento sin igual de la presencia del Espíritu Santo. En
los días que vendrán en VAM veremos un aumento de la presencia de Dios en medio
nuestro y seremos sorprendidos en gran manera porque aún los incrédulos más duros serán
alcanzados por su Espíritu. Comenzaremos a ver a nuestros niños pequeños profetizando,
los jóvenes ministrarán con un poder nunca antes visto y recibirán palabras directamente
reveladas por el Señor. Los adultos no se sentirán subestimados porque el mismo Espíritu
les consolará y se unirán al fluir de su presencia con gran gozo porque igualmente recibirán
más del Señor como nunca antes.
Por lo tanto, conociendo que desde nuestras vidas —templos del Espíritu Santo— fluirá
abundancia de aguas salutíferas para sanidad de las naciones, sigamos unánimes orando a
Dios con todo clamor y súplica para que comience a manifestarse el fuego de su presencia
en Nonguén, Concepción y hasta lo último de la tierra.
El mismo manantial y fuente de origen de este río que vio Ezequiel en su visión lo
encontramos en la Cruz. Vemos una imagen literal de esto en el siguiente versículo: “Pero
uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”
(Juan 19.34). Esta pequeña cantidad de agua fue lo que Ezequiel vio mientras la visión se
abría ante él. Cuando él miraba la casa de Dios, el vio una pequeña cantidad de agua que
salió “de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; … las aguas descendían de debajo
hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar…y vi que las aguas salían del lado
derecho.” (Ezequiel 47.1-2).
Este creciente flujo de agua es la imagen de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo fue dado
a los discípulos. Junto con este don del Espíritu, a los seguidores de Cristo les fue dada la
promesa que él sería un río de vida fluyendo dentro de ellos. Y ese río fluiría por todo el
mundo.
Jesús dijo: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él…” (Juan 7.38-39).
Déjanos preguntarte: ¿estás comprendiendo esto? Si este río de agua viva representa la
actividad del Espíritu Santo, entonces Pentecostés, con toda su gloria y manifestación de la
presencia de Dios, fue tan solo el comienzo del fluir. El fluir de agua de la casa de Dios
crecería más y más. Se extendería en anchura, profundidad, volumen, poder y gloria
restauradora. La historia de la iglesia demuestra esto.
En el Pentecostés —el principio de “los últimos días” profetizados— Pedro anuncia que
esta agua estaba fluyendo, como el Señor había prometido. En ese tiempo, Pedro y los otros
120 discípulos tenían esta agua sólo hasta sus tobillos. Pero aumentó esa cantidad en los
años que le siguieron.
Ezequiel testifica, “…, y me hizo pasar por las aguas…” (Ezequiel 47.3). Y el Señor seguía
instando al profeta a seguir adelante, más profundo y más lejos dentro del agua. Después de
otros 1.000 codos, el agua llegaba a sus rodillas. Y seguía subiendo.
¿Puedes ver lo que estaba sucediendo aquí? Ezequiel estaba caminando en el futuro, hasta
nuestros tiempos. Los cristianos de hoy en día viven en los últimos 1.000 codos del río en
esta visión. Estamos en la última medida de agua. Y Ezequiel dice que cuando él salió al
borde de esta medida, el agua estaba muy profunda para él, demasiado abrumante. “…Yo
no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino
a nado” (47.5). Él nos está diciendo en esencia, “El agua estaba sobre mi cabeza.”
Amado y amada, quizás has experimentado la presencia de Jesús en abundancia. Puedes
estar entusiasmado por tu presente revelación y conocimiento de Él. Sin embargo,
queremos decirte que no has visto nada en comparación al incremento que viene para los
justos. Cristo va abrir nuestros ojos y maravillosamente aparecerá en nuestro medio. Él se
revelará a sí mismo a nosotros, derramando sobre nosotros tanto de su vida como podamos
soportar sin estar aún en cuerpos glorificados. Por todo esto, sigue buscando intensamente
el rostro de Cristo y no sientas satisfacción por lo que has recibido hasta aquí.
El tiempo está llegando cuando un número sin precedentes será vivificado de la muerte
espiritual. “…Y vivirá TODO lo que entrare en este río” (Ezequiel 47.9).Cuando Ezequiel
volvió a la ribera, quedo atónito. Mientras él miraba atrás, él vio, “muchos árboles” a
ambos lados del río. Estos árboles recibieron vida del fluir de las aguas. Echaron hojas que
no se marchitaban y su fruto traía una maravillosa sanidad. Vida florecía por todas partes en
estos bosques de árboles frutales.
Quizá te preguntes, ¿no será que estamos siendo demasiado positivos? Mas, te decimos aún
en medio de toda la muerte y destrucción que vemos, escuchamos la profecía del Señor
tronando en nuestras almas: «Mi río va a crecer. Y todo vivirá por donde fluya mi río».
Sólo unos pocos años atrás, la iglesia en China parecía como si estuviera muriendo. El
enemigo había llevado a los creyentes a esconderse aún en cavernas bajo tierra, y por años
no había información de ese país mencionando el mover de Dios. Los cristianos del
Occidente no tenían idea si la iglesia en China había sobrevivido. Pero, gracias a Dios, el
río no pudo ser detenido. Estaba creciendo todo el tiempo que nosotros los occidentales nos
preguntábamos acerca del destino de nuestros hermanos y hermanas chinos. Hoy, sabemos
que 178 millones de cristianos allí están nadando en el río de vida de Dios. Como el Señor
ha declarado, “Todo vivirá donde fluya mi río”.
Después del 27 de febrero de 2010, la desolación y el espanto invadió nuestras ciudades por
los efectos visibles del mega terremoto y por el comportamiento de la ciudadanía que en un
masivo ataque de las tinieblas desbordaron el orden, el respeto y la cordura saqueando,
quemando y destruyendo lo que se encontraba a su paso, peor que en un estado de guerra.
Pero las fuerzas de las tinieblas no prevalecieron pues el Espíritu Santo ha cavado un pozo
profundo de agua fluyendo desde aquí, y el río está subiendo cada vez más alto. Jesús está
revelando su santidad de un extremo al otro de esta nación.
La capital de Chile no puede sacar el río de Dios de su territorio. Santiago y Valparaíso no
pueden detener sus olas crecientes. Los homosexuales radicales no pueden sacarla de las
ciudades. Quienes están a favor del aborto no pueden detener su fluir en los corazones de
angustiadas mujeres embarazadas. El Congreso no puede retrasar su crecimiento. Los
sacerdotes católicos y rabinos no pueden sacar el río de sus parroquias y sinagogas. El río
está subiendo, subiendo, y dondequiera que fluye todo revive.
Déjanos preguntarte: ¿Y tu hogar? ¿Reside la confusión en tu familia? ¿Estás mirando
como la muerte está arrasando con tus seres queridos? ¿Parece que no hay esperanza?
Aférrate a esta promesa de nuestro bendito Señor: “…y recibirán sanidad; y vivirá todo lo
que entrare en este río” (Ezequiel 47.9).
No sabemos cómo el Señor hará todo esto. Pero si Él dice que el río crecerá y traerá
sanidad y vida a todo lo que toque, yo le creo. Después de todo, de la noche a la mañana
Dios hizo caer “la cortina de hierro” y el sistema que la sostenía. ¿No puede Él hacer esto
también?
Amados, hasta aquí has podido experimentar la abundancia de Dios. Puedes estar satisfecho
con lo recibido. Sin embargo, queremos decirte que Dios también está llamando a recibir
esta bendición a tus padres, hermanos y amigos pues desea alcanzarlos con las aguas de su
río. Cristo anhela tocarlos con sus aguas para que reciban sanidad y vida. Por lo tanto, no
frenes el fluir de las aguas salutíferas de Dios que están en ti y en el cuerpo de Cristo
pues, “el agua que le daré brotará dentro de él como un manantial que da vida eterna”
(Juan 4.14).
No te conformes con refrescarte los pies en la rivera y sumérgete en el río, pues Dios tiene
preparado algo mayor para tu vida.
En medio de todo este torrente de sanidad y avivamiento, algunos quedaran fuera. Aquellos
que quedarán fuera de este maravilloso río de avivamiento “quedarán para salinas”. “Sus
pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas.” (Ezequiel 47.11). Ezequiel
esta describiendo pantanos, llenos de suciedad y cenagosos. Mientras el río fluye con
abundancia de vida, estos pantanos y lagunas no son sanados. Con el tiempo, el río no les
afectará, y quedarán tan secos que se volverán sal.
En el Antiguo Testamento, la sal es un símbolo de rebelión, esterilidad o aridez. Los
pantanos de sal que Ezequiel describe aquí representan a aquellos del pueblo de Dios que
sienten profundamente pero no cambian. Tales personas pueden llorar por su pecado y
muerte, pero ellos no obedecen a la Palabra de Dios para guiar su vida. Ellos pueden hacer
promesas y tomar resoluciones para cambiar, pero no son constantes. Isaías hace eco de
esto cuando escribe, “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse
quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo.” (Isaías 57.20).
No te equivoques. Estas personas profesan abiertamente ser cristianos y han sido inundados
con reprensiones santas. El Espíritu Santo ha medido la profundidad de sus almas y los ha
llamado. Pero ellos permanecen igual, no cambian. Ellos han estado en su río de vida, pero
ellos no le han permitido que toque la profundidad de su ser. Deciden continuar como
están. Como resultado, la vida de Jesús no fluye de ellos. En vez de eso, de su vientre fluye
un manantial continuo de chisme, adulaciones falsas, mentiras y distorsiones. Tales
personas no son dadores de vida. Al contrario, todo a su alrededor está tocado por
contienda y amargura. Están sumidos en lástima de sí mismos. Ellos se quejan
continuamente y cuestionan la obra de Dios en los demás. Ellos profesan vida, pero están
en el sucio pantano. Son farsantes espirituales, propagando muerte a todos a su alrededor.
En palabras de Pedro, se han convertido en “pozos sin agua” (2 Pedro 2:17).Y, según
Ezequiel, una sentencia de muerte ha sido declarada sobre ellos, pues “quedarán para
salinas.” Esto es una maldición de esterilidad, relegándolos a una vida sin fruto, a ser
totalmente inútiles. Aun así, permanecen firmes en su rebelión, llenos de orgullo
destructivo.
Ezequiel quizás no podía creer al ser testigo de estos lugares de muerte. Él veía vida
brotando por todos lados dondequiera que fluía el río, pero esos lugares de muerte
permanecían estériles y blancos por la sequedad.
Para nosotros, sus pastores, la parte más triste de esta tragedia es que la mayoría de estos
pozos secos una vez fueron fuentes de aguas vivientes. En un tiempo de sus vidas brotaba
sanidad y bendición. Pero ahora vomitan amargura, odio y muerte.
Amado, te insto, si estás atado en amargura tenaz mientras el río fluye a tu alrededor, no te
permitas continuar. Pide que Dios llene tu vientre con agua viviente. No te das cuenta, pero
una inundación de revelación de nuestro Señor está en camino. Y no se detendrá para servir
a cualquier carnalidad.
¡Qué tremenda visión es la que nos entregó Dios a través del profeta Ezequiel! Teniendo
presente que las aguas de la profecía de Ezequiel representan la presencia y actividad del
Espíritu Santo, como sus pastores les decimos que falta poco para que se manifieste la
unanimidad de Dios en VAM y, como iglesia completamente unida e inseparable como
cuerpo de Cristo que decide unir el fluir individual del agua del Espíritu presente en cada
uno, unánimes juntos generemos una gran fuente de aguas que salten con fuerza estrepitosa
(de modo que nada las pueda contener ni detener) que comenzarán a inundar todo a su paso
trayendo sanidad y vida eterna, pues «por donde vaya este río, todo ser viviente que en él se
mueva vivirá. Habrá peces (*) en abundancia porque el agua de este río transformará el agua
salada en agua dulce, y todo lo que se mueva en sus aguas vivirá». La abundancia del
torrente de Dios continuará fluyendo por los pasajes, calles y poblaciones de Nonguén (y
más allá, ¡las ciudades de Chile!), y en su paso irá tocando a todo tipo de personas, y a
quienes alcancen estas aguas, recibirán vida eterna y restauración (volverán a su diseño
original).
No puedes quedar fuera. Viene un tiempo de sanidad y avivamiento, ¡Viene un río de vida!
Por lo tanto, si alguno estuviera atado en amargura de la que no pudiera soltarse mientras el
río fluye a su alrededor, le animamos con amor a que se detenga y le pida a Dios que llene
su vientre con agua viviente. Quizás no se ha dado cuenta, pero una inundación de
revelación de nuestro Señor está en camino y Él necesita a todos sus hijos alineados. Y les
advertimos que este río no se detendrá.