el mundo maravilloso de adam smith

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  • 7/22/2019 El Mundo Maravilloso de Adam Smith

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    III

    EL MUNDO MARAVILLOSO DE ADAMSMITH

    , Quien en el ao 1760 hubiese viajado por Inglaterra habraodo hablar, con toda probabilidad, de cierto doctor Smith,dela Universidad de Glasgow. Si ho famoso, el doctor Smith era,desde luego; hombre muy conocido. Voltaire haba odo hablarde l; David Hume era ntimo amigo suyo; ciertos estudiososhaban venido desde la propia Rusia para escuchar sus leccio-nes, dificultosas, pero entusiastas. Del doctor Smith se sabaque, adems de sus dotes de profesor, posea una personalidadnada corriente. De todos eran conocidas sus distracciones

    y ensimismamientos; en cierta ocasin, paseando con unamigo, iba tan absorto en la discusin que sostenan, que cayen un pozo de una tenera; cuntase tambin que otra vez seprepar por s mismo una esplndida bebida de pan y mante-quilla, asegurando luego que jams haba bebido una taza de ttan malo. Pero sus rarezas, que eran muchas, no perjudicaron

    en nada a. su capacidad intelectual. El doctor Smith puedefigurar entre los ms grandes filsofos de su poca.En Glasgow, el doctor Smith dio lecciones sobre problemas

    de filosofa moral, asignatura que entonces abarcaba un campo

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    impulsos del hombre hacia el orden y la armona, hasta susactividades, algo menos ordenadas y armoniosas, en la msspera tarea de ganarse la subsistencia.

    La teologa natural -es decir, la bsqueda de un designio en laconfusin del cosmos- ha sido objeto, desde los tiempos ms

    remotos, del impulso racionalizador del hombre; nuestrohipottico viajero se habra sentido muy a sus anchas oyendoexplicar al doctor Smith las leyes naturales que se ocultandebajo del aparente caos del universo. Pero quiz le habraparecido al viajero que el doctor Smith estiraba, en verdad, lafilosofa ms all de sus lmites convenientes cuando llegaba a la

    otra extremidad del espectro; es decir, a la bsqueda de un gransistema arquitectnico por debajo de la barahnda de la vidacotidiana.

    Porque si el escenario social de la Inglaterra de la ltima partedel siglo XVIII sugera alguna idea, esta no era, ni muchsimomenos, la de un orden racional ni la de un designio moral. Encuanto se apartaba la vista de las vidas elegantes de las clasesacomodadas, la socied~d se presentaba a s misma como unalucha brutal por la existencia en su forma ms ruin. Lo nicoque se vea fuera de los salones de Londres o de las agradablesy ricas fincas de los condados era rapacidad, crueldad y degra-dacin, mezcladas con las ms irracionales y desconcertantescostumbres y tradiciones de pocas muy remotas y de tiempos

    ya anacrnicos. Ms bien que a una mquina cuidadosamenteconstruida y en la que cada pieza contribuyera armoniosamen-te al conjunto, el cuerpo social se pareca a una de las extraasmquinas de vapor de James Watts: negras, ruidosas, inefica-ces, peligrosas. Cun extrao, pues, resultaba que el doctorSmith afirmase que vea orden, designio y finalidad en todo

    aquello!Supongamos, por ejemplo, que nuestro visitante hubiese idoa ver las minas de Cornwall. Habra observado entonces cmolos mineros bajaban por los negros pozos y : , una vez en el

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    empleabtn en fumar una pipa. Invertase medio da completoen los descansos y otro medio en arrancar el mineral de losfilones. Pero si nuestro visitante hubiese ido hacia el Norte y sehubiese animado a bajar alos pozos de Durham o de Northum-berland, habra visto un espectculo completamente distinto.

    All trabajaban juntos hombres y mujeres, desnudos hasta lacintura y reducidos, a veces, de pura fatiga, a un estado debestias jadeantes. Las costumbres ms selvticas y brutales eranall cosa corriente; cuando la apetencia sexual se despertaba, erasatisfecha en alguna galera abandonada; se haca trabajar hasta'el abuso a nios de siete a diez aos, que no vean la luz del dadurante los meses invernales, y se les pagaba un msero jornal

    para que ayudasen a arrastrar las tinas de carbn; mujeresgrvidas tiraban, como caballos, de' los carros de carbn,e incluso daban a luz en las negras y sucias cavernas.

    Pero no era solamente en las minas donde la vida sepresentaba llena de feroz, colorido tradicional. El viajeroobservador habra visto tambin en la superficie de la 'tierraespectculos que no sugeran mucho ms que los anteriores enorden, armona y en designio. Cuadrillas de pobres peonesagrcolas merodeaban por todo el pas en busca de trabajo;compaas de antiguos britnicos -que eran como se llama-ban a s mismos - descendan de las tierras altas de Gales a lastierras bajas en la poca de la cosecha; a veces contaban para

    , toda la compaa con un caballo sin brida ni silla; otras veces

    marchaban todos ellos a pie. No era raro que slo uno de ellossupies~ hablar ingls, y ese serva de intrprete entre la cuadrillay los terratenientes, de quienes solicitaban permiso para ayudara los trabajadores de la finca en la recolecci~. No hemos desorprendernos de que los jornales fuesen tan escasos como seispeniques por da. . ..

    'Por ltimo" si nuestro visitante se hubiese detenido en una

    ciudad manufacturera, habra presenciado otras escenas nomenos llamativas, pero que tampoco indicaban la 'existencia deun orden a unos ojos no adiestrados en descubrirlo. Quiz sehubiese maravillado a la vista de la fbrica construida el ao

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    seis pisos, en los cuales haba mquinas que Daniel Defoe nosasegura que tenan 26.586 ruedas con 97.746 movimientos,que producan 73.726 yardas de hilo de seda en cada vueltahidrulica, que giraba tres veces por minuto. No eran menos

    dignos de observarse los nios que cuidaban de las mquinas demanera permanente, en jornadas de doce o catorce horas;cocan sus comidas encima de las negras y sucias calderas y sealojaban en barracas donde, segn frase comn, las camassiempre estaban calientes.

    Este mundo debi de parecer extrao, cruel y hasta fortuito

    a los ojos del siglo XVIII, no menos que a los nuestros.Por todo ello resulta an ms extraordinario el encontrarnos

    con que poda responder a un esquema de filosofa moral que lamente del doctor Smith haba entrevisto; que este hombredocto afirmase haber encontrado, en lo ms hondo del mundo,los perfiles clarsimos de grandes, leyes encaminadas a una

    finalidad, y que, segn esas leyes, la lucha, aparentemente ciega,por la vida poda encajar dentro de un conjunto que lo abarcabatodo y tena sentido.

    Qu clase de hombre era este filsofo tan corts?En 1 0 nico que soy un hombre distinguido es en mis

    libros, fueron las palabras con qe Adam Smith se defini a smismo, mostrndole orgulloso a un amigo su tan queridabiblioteca. No era, ni mucho menos, un hombre fsicamentehermoso. Un retrato de medalln nos lo muestra de perfil, conel labio inferior abultado hacia arriba, cual si saliera al encuen-tro de su gruesa nariz aguilea y sus grandes ojos saltones

    asomndose entre unos prpados prominentes. Smith se vioafligido durante toda su vida de una dolencia nerviosa: letemblaba la cabeza y hablaba de una manera extraa, como

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    hebilla, sombrero de fieltro de Casco bajo y anchas alas; y unbastn - paseando por las calles empedradas; con la mirada,perdida en la lejaria y moviendo los labios como si discurrieseen silencio. Cada dos o tres pasos vacilaba cual si fueraa cambiar de direccin o a volverse atrs; un amigo suyodescribi su manera de caminar calificndola de vermicular.

    Er'an corrientes las ancdotas que se contaban de sus distrac-ciones. En cierta ocasin baj a su jardn sin ms ropa que unabata, cay en el ensimismamiento, y en esa forma recorri,paseando, una distancia de quince millas antes de recobrar laconciencia. Otra vez, paseando en Edimburgo con un amigoilustre, un soldado de la guardia lo salud adoptando la actitud

    de presentar armas con su alabarda. Smith, al que haban hechosemejante honor incontables veces, qued ahora como hipnoti-zado por elsaludo del soldado. yentonces le contest adoptan-do idntica actitud con su bastO:j pero el asombro del acompa-ante fue an mayor cuando vio a Smith seguir tras el soldado,t.narcando su mismo paso y repitiendo con el bastn losmovimientos que, aqul haca con la alabarda. En el momento

    de romperse el embrujo, Smith se hallaba en lo alto de un largotram de escalera, con el bastn en posicin de firme. Sin lamenor idea de que hubiese hecho nada que no fuese normal,Adam Smith empu de nuevo su bastn y reanud el dilogocon su amigo en el mismo punto en que lo haba interrumpido.

    Este ensimismado profesor naci en ao 1723 en el pueblo deKirkcaldy, condado de Fife, en Escocia. Kirkcaldy se enorgu-lleca de contar con una poblacin de 1.500 habitantes. En lapoca del nacimiento de Smith an haba vecinos en el puebloque empleaban clavos como moneda. Cuando Smith tena slocuatro aos le ocurri un curioso incidente: fue secuestradopor una cuadrilla de gitanos que pasaba por all. GraCias a losesfuerzos de un to suyo' (el padre haba muerto antes del

    nacimiento de Adam) se logr seguirles la pista y perseguirlos j'entonces los gitanos abandonaron al nio a la vera del camino.A este respecto dice uno de sus bigrafos que Adam, Smithhubiese hecho, probablemente, un pobre papel como gitano.

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    Su vocacin era, sin duda alguna la enseanza;'a los diecisieteaos march a Oxford con una beca, haciendo el viaje a caballo,y all permaneci seis aos. Pero no era entonces Oxford unaciudad del saber, como lo ha sido luego con el transcurso ,deltiempo. Haca ya mucho que la mayora de los' profesorespblicos haban renunciado incluso a mantener la ficcin de

    que enseaban. Un extranjero que viaj por Inglaterra en esapoca nos relata un debate pblico que se celebr en Oxford elao 1788 y que lo de j atnito. Los cuatro estudiantes quedeban tomar parte en tal debate se pasaron el tiempo en el msabsoluto silencio, absorto cada cual en la lectura de una novelaque por aquel entonces era muy popular. Como all el ensear

    era la excepcin y no la regla, Adam Smith pas los aos de su. estancia en Oxford sin maestro y sin lecciones, entregado ~ laslecturas que mejor le parecan. Ms an: estuvo a punto de serexpulsado de la Universidad por habrsele encontrado en sushabitaciones 'un ejemplar, del libro de David Hume tituladoA Treatise Human Nature ..., pues las obras de Hume no

    '. eran lettura apropiada ni siquiera para un aspirante a fil-

    . sofo. 'En 1751 :- Smith tena entonces veintiocho aos - le fue

    ofrecida la ctedra de Lgica en la Universidad de Glasgow,y poco despus la de filosofa moral. Glasgow -y en esto sediferenciaba de Oxferd -'- era un centro de estudios serio y seenorgulleca de toda una galaxia de hombres de talento. Sin

    embargo, distaba mucho del concepto moderno de Universi-dad. El grupo de estirados profesores no lleg a apreciar deltodo cierta despreocupacin y entusiasmo que haba en lamanera de ser de Adam Smith. Fue acusado de que, a veces,durante los servicios religiosos -sin duda en algullo de susensimismamientos- se sonrea, de que era gran

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    abri nuevos caminos en Glasgow negndose a dar a susaJumnos las lecciones en latn.

    Pero a pesar de las inevitables rivalidades acadmicas, AdamSmith fue feliz en Glasgow. Por las tardes jugaba al whist(juegode naipes tpico de los ingleses), aunque sus ensimismamientos

    hacan de l un compaero poco de fiarj acuda a las reunionesde las sociedades doctas y viva sosegadamente y sin agobios.Sus alumnos le queran, sus lecciones gozaban de mucha fama-hasta elpropio Bswell acuda a escucharlo-y sus.extraas'maneras de caminar y de hablar llegaron a recibir el homenajede, ser imitadas. Incluso en los escaparates de las librerasllegaron a aparecer pequeos bustos suyos.

    , Su prestigio no provena nicamente de lo excntrico de su'personalidad. En el ao 1759 public un libro que caussensacin inmediata. Se titulaba The Theory o/ M oral Senti-

    , ments, que, como una catapulta, lanz el nombre de AdamSmith a la primera fila de l~s filsofos ingleses. The Thepry eraun estudio acerca del origen de la' aprobacin y la censura

    moral. Cmo es que el hombre, un ser que se gua por elpropio inters, llega a formar juicios morales en los que su 'egosmo se mantiene al margen, o es transmutado a una esferasuperior? Smith sostena que la respuesta est en que elhombrepuede colocarse en la posicin de una tercera persona, de unobservador imparcial y, de este modo, juzgar con simpata lasrazones morales del caso (prescindiendo de las egostas).

    El libro y los problemas que en el mismo planteaba desperta-ron un inters inmediato. Das Adam Smith Problem lleg a ser,en Alemania el tema favorito de discusin, y lo que fue msimportante an, desde nuestro punto de vista, es que la obraresult del agrado de Charles Townshe'nd, hombre destacadoe intrigante.

    Es Townshend una de esas personalidades maravillosa,5 enque, al parecer, fue prdigo el siglo XVIII. Hombre de ingenioy hasta docto, Townshend, segn palabras de Horace Walpole,era un hombre dotado de los mayores talentos, y habra sido la

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    broma, que a Townshend le dola un costado, pero que senegaba a decir cul era. U na prueba de la falta de sentido comnde Townshend la tenemos en que siendo ministro de Haciendacontribuy a precipitar la Revolucin norteamericana, negan-do primero a los habitantes de las colonias el derecho a elegir

    sus propios jueces e imponiendo desp'us fuertes derechos al t, que se importaba en Amrica.

    Sin embargo, Townshend, a pesar de su miopa poltica"eraun since~o estudioso de la filosofa y de la poltica, y, como tal,un admirador de Adam Smith. Lo ms importante de todo esque ocupaba una posicin que le permiti hacerle a Smitllunofrecimiento excepcional. Townshend haba realiza en elao 1754 una boda brillante y lucrativa casndo e '.con lacondesa de Dalkeith, viuda del duque de Buccleuch y un buenda tuvo necesidad de buscar preceptor para el hijo de esta. Laeducacin de los jvenes de las clases ms elevada consista,ante todo, en una gran giraj es decir, una estancia n Europa,para adquirir de ese modo el refinamiento y el brillo tan

    vivamente elogiados por lord Chesterfield. Pens Townshendque el doctor Adam Smith sera un acompaante ideal para el

    joven duque, y le ofreci trescientas libras anuales de sueldo,ms, los gastos y una pensin vitalicia de trescientas librasanuales. El ofrecimiento constitua algo demasiado tentadorpara ser rechazado. Adam Smith reuna, cuanto ms, ciento

    setenta libras por sus honorarios de profesor, que en aquelentonces se cobraban directamente a los estudiantes, Es dignodenotar con satisfaccin que, al suspend~r sus lecciones, Smithquiso reembolsar a sus alumnos una parte de las cuotas que lehaban pagado, pero estos se negaron a aceptar esta devolucin,diciendo que se consideraban ya suficientemente recompen-sados.

    El preceptor y su alteza, el joven duque, salieron rumboa Francia el ao 1764. Permanecieron dieciocho meses enTolosa, ciudad en la que, a causa del execrable francs queSmith hablaba y de las gentes cargantes con quienes alternaban

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    -donde Ada~ Smith ~onoci y reverenci a Voltaire y rechazlas atenciones de una marquesa enamoradiza -, y desde allpasaron a Ginebra y, por ltimo, a Pars. Para hacer msllevadero el aburrimiento de las provincias empez AdamSmith a trabajar en un tratado de economa poltica, tema sobre

    el cual haba dado lecciones en Glasgow y entablado debate enel curso de muchas veladas en la Select Society, de Edimburgo,adems de haberlo discutido en forma larga y tendida con suamigo David Hume. El libro en cuestin habra de titularse Lariqueza de ,las naciones; pero fue preciso que transcurrierantodava doce aos antes que estuviese terminado.

    En Pars ya le fue mejor. Aunque segua hablando psima-mente el francs, pudo ya mantener largas conversaciones conel ms destacado de los filsofos economistas que habaentonces en Francia: monsieur Quesnay, mdico de la corte deLuis XV y mdico personal de madame Pompadour. Quesnayhaba propugnado una escuela de ecop.oma, la de los fisicra-tas, y. era autor de un mapa de la economa llamado tableauconomique. Ese tableau O cuadro era una autntica interpreta-cin.de la materia vista por un mdico; y en contraposicin a las

    , ideas corrientes en aquel entonces, segn las cuales la riquezaconsista en los metales slidos, oro y plata, Quesnaymantenaque la riqueza naca de la produccin y que flua a travs de todala nacin; pasando de mano en mano, llenando sucesivamente

    el cuerpo social, lo mismo que la circulacin de la sangre. Eltablea u produjo una gran impresin, hasta el punto de queMirabeau, el viejo, afirm que se, trataba de un invento quemereca ser equiparado al de la escritura y al de la moneda. Lomalo de la fisiocracia era que para ella slo las clases campesinaseran productoras de riqueza autntica, en tanto que las clases

    manufacturera y mercantil no hacan otra cosa que manipularcon ella de una manera estriL Por esta razn el sistema deQuesnay apenas tuvo utilidad en una poltica prctica. Es ciertoque l defendi la poltica del laissez fq ire que constituy en

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    industriales ascendan a una posicin de superioridad conrelacin a las clases de productores campesinos.

    A Adam Smith no le fue simptica esta filosofa. Aceptgozoso y reconoci la idea de la circulacin de la riqueza,peroen cuanto al concepto de que la industria era una actividad

    estril y yerma, a aqul le pareci una forma muy extraa deconstruir el mundo. No haba nacido l, a fin de,cuentas, y sehaba criado en Kirkcaldy y en Glasgow, donde era posible verpor todas partes cmo se creaba riqueza en las fbricas y en lostalleres de los artesanos? Adam Smith sinti, sin embargo, unagran admiracin por Quesriay, a pesar de rechazar la orienta-

    cin agrcola, que en los fisicratas constitua un culto (losseguidores de Quesnay eran, por encima de todo, unos adula.."dores). De no haber fallecido Quesnay antes de la aparicin deLa riqueza de las naciones, Adam Smith le habra dedicado la~bra.

    'El ao 1766 se dio sbitamente por terminado el viaje cuandoel hermano menor del duque, que se haba reunido con ellos,fue asesinado en las calles de Pars. Aqul regres a suspropiedades de Dalkeith, y Smith march primero a Londresy luego a Kirkcaldy. En este lugar permaneci casi diez aos,a pesar de los ruegos de Hume, mientras iba tomando forma sugran libro. La mayor parte de ste lo fue dictando en pie, junto su chimenea, y frotando la cabeza contra la pared en un

    movimiento nervioso, hasta' que la grasa de sus cabellosacab imprimiendo una mancha oscura en el revestimiento'demadera. De cuando en cuando iba a visitar a su antiguo alumnoen sus posesiones de Dalkeith, y muy de tarde en tarde visitaba .Londres para cambiar impresiones con los literatos del da.Uno de ellos era el doctor Samuel Johnson, a cuyo selecto club

    perteneca Smith, aunque las circunstancias en que ste y elvenerable lexicgrafo se conocieron no fueron nada amables.Nos refiere sir Walter Scott que en la primera ocasin queJ ohnson trat a Smith lo atac por una afirmacin cualquiera

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    usted qu le contest? yo le contest: Usted es un hijo de ,.As es, cuenta Scott, como se conocieron estos 'dos grandesmoralistas, y ese fue, tal cual, el dilogo clsico de los ,OSgrandes maestros de filosofa.

    Tambin trat Smith a un norteameriCano simptico e intdi-gente, un cierto Benjamn Franklin, que le proporcion unverdadero tesoro de datos acerca de las colonias norteamerica-nas y del que obtuvo la comprensin profunda del papel quealgn da stas podran representar. Se debe,sin' duda, a lanfluencia del trato con Franklin, el que Adam Smith escribie:se

    ms adelante, refirindose a las colonias, que stas constitulanuna nacin que es muy probable llegue a ser una d~i,asmayores y de las ms formidables del mundo. '

    La riqueza de las naciones se public en el ao 1766. AdamSmith fue nombrado dos aos ms tarde comisario de Aduanasen Edimburgo, sinecura que le vala seiscientas libras anuales.Adam Smith vivi en paz y tranquilidad su vida de soltern, encompaa de su madre, que alcanz a vivir hasta los noventaaosjfue, distrado hasta el fin, un hombre sereno, satisfecho.

    Y el libro?Se ha dicho de ste que es el producto no slo de una gran

    nteligencia, sino tambin de toda u~a poca, Sin embargo, noconstituye, en el sentido estricto de la palabra, un librooriginal. Anteriores a Smith hubona larga lista de observa-dores que estudiaron la interpretacin del mundo segn aquel:Locke, Stewart, Law, Mandeville, Petty, Cantillon, sin men-cionar nuevamente a Quesnay y a Hume. Smith tom algo detodos ellos j en su obra cita por su nombre a ms de un centenarde autores. Pero, mientras los dems pescaban aqu y all,Smith lanz su red en todo su alcance; donde otros habanenfocado este o el otro problema, Smith ilumin todo el

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    colonias norteamericanas (es evidente que Smith crey que laguerra revolu(:ionaria habra ya acabado cuando su libr viesela luz pblica), como malbaratan su vida en Oxford losestudiantes y las estadsticas de la pesca de arenques d~sde elao 1771.

    Basta echar una ojeada al ndice compilado para una edicinposterior para darse ya cuenta de la magnitud que alcanzan lasreferencias y los pensamieqtos de Smith. He aqu algunasreferencia's de la letra A del original ingls:

    Abases, la opulencia del imperio sarraceno bajo ...

    Abisinia, la sal como dinero .Abrah'i(!l, pesaba dos sic/os (moneda hebrea que se empleabatambin como unidad de peso) .

    .Actores, pblicos pagados por el desprecio que acompaa, a suprofesin.'

    frica, donde un rey poderoso vive peor que un campesinoeuropeo.

    Alehouses (cerveceras), el nmero de eHas no es la causa determi-nante del alcoholismo.

    Ambassadors (embajadores), la razn primaria de 'su nombra-miento.

    Amricaf~stados Unidos~cin de este nombre vieneu'na pagma entera 9Zefe~;n~i~~~)-- ,

    Aprendizaje, 'explica.-lanaturaleza ... de esta atadura de servidumbre.

    'rabes, su forma de sostener la guerra.Army (ejrcito), no le ofrece segurdades a un soberano contra un

    clero descontento. . ,

    El ndice, impreso en letra menuda, abarca setenta y trespginas, y antes del ,final ha tocado ya todos los temas:

    Riqueza, el principal disfrute de la misma consiste en exhibir~laj Pobreza, a veces impulsa a la nacin a costumbres inhuma-nas; Estmago, el deseo de alimentarse est limitado por escasacapacidad del- j Carnicero, oficio brutal y odioso. Una vez

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    onderacin de una inteligencia enciclopdica, pero no con la 'precisin de una inteligencia ordenada. Aquella era una poca

    n que los autores no se detenan a esclarecer sus ideas condemasiados distingos y peros, y eran tambin unos tiempos enque un hombre de la estatura intelectual de Smith era capaz de

    abarcar virtualmente el gran conjunto del saber contempor-neo. Por eso el libro no esquiva nada, no empequeece nada, noeme a nada. Qu libro exasperante! Una y otra vez se niega

    a plasmar en una frase concisa la conclusin a que ha llegadoaboriosamente en cincuenta pginas. El razonamiento est tanleno de detalles y de observaciones, que uno seVe de continuo

    obligado a desconchar lo decorativo para llegar hasta el arma-zn de acero que hay debajo de aqul y ql.Je mantiene todounido. Cuando trata de la plata, Adam Smith da ,un rdeo desetenta y cinco pginas para escribir una disgresin del tema;cuando trata de la religin, divaga todo un captulo sobre lasociologa de la moral. Pero, a pesar de toda su pesadez, el texto

    est salpicado de vivas percepciones, de observaciones, defrases bien talladas, que infunden vida a esta extraordinariaconferencia. Fue Adam Smith quien llam por vez primeraa Inglaterra nacin de tenderos; fue Smith quien escribi: Elfilsofo no es por naturaleza tan diferente en talento y disposi-ciones de un mozo de cuerda, como lo es un mastn de un

    galgo. yhablando de la Compaa de las Indias Orientales,que por aquel entonces estaba saqueando el Oriente, escribiGobierno por dems extrao es ste, en el que todos losmiembros de la Administracin pblica estn ansiando salir delpas ... lo ms pronto que pueden, y a los que les es totalmenteindiferente que se lo trague un terremoto en cuanto ellos se

    marchen, llevndose toda su fortuna.La riqueza de las naciones no es, en modo alguno, un libro detexto. Adam Smith escribe para su poca, no para los alumnosde su clase; expone una doctrina que ha de tener importancia

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    Por ltimo. La riqueza de las naciones es un libro revolucio-nario. Adam Smith, desde luego, habra estado muy lejos defavorecer un levantamiento que dsorganizase las clases noblesy elevase a la cspide al pueblo pobre. A pesar de lo cual, elalcance de La riqueza de las naciones es revolucionario. No es

    Smith, segn generalmente se cree, un apologista de la burgue-.sa emprendedora y prometedoraj tendremos oca$in de vercmo admiraba la obra de sta, pero recelaba sus mviles ..y tambin cmo se' preocupaba de las necesidades de la gran'masa de trabajadores. Pero la finalidad que l persigue no esabogar por los intereses de una u otra cIase. Lo que le preocupa

    es fomentar la riqueza de toda la nacin. y para Adam Sinith,riqueza son los bienes que todos los elementos de la sociedadconsumenj subrayemos el todos, porque se trata de una filoso-fa de la riqueza que es democrtica, y, por consiguiente,radical. Se acabaron las ideas del oro, de los tesoros, de loscaudales del reyj se acabaron las prerrogativas de los mercade-res, de los granjeros o de los gremios de trabajadores. Nosencontramos en un mundo modenlo, dentro, del cual la co-rriente de los bienes y de los servicios consumidos por todosconstituye el objetivo supremo de la vida econmica.

    Y qu decir de las lecciones del libro ?Dos grandes problemas absorben la atencin de Adam

    Smith. Le interesa, en primer lugar, poner al descubierto elmecanismo que da consistencia a la sociedad. Cmo es posibleque una comunidad en la que cada cual persigue activamente supropio inters no se desconjunte por el simple efecto de lafuerza centrfuga? Qu es lo que gua a cada una de lasempresas individuales, de manera que todas ellas se acomo-

    den a las necesidades del grupo? No existiendo una autori-dad central que planee, ni la influencia estabilizadora de latradicin de otras pocas, cmo se las arregla la sociedad

    i li l i

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    pasiones de los hombres hacia lo que es ms coilvenientea losintereses de toda la sociedad.

    Pero las investigaciones de Adam Smith no se reduciran a lasleyes del mercado. Hay otra cuestin que le interesa: haciadnde va la sociedad? Las leyes del mercado se parecen a lasleyes que explican por qu razn se mantiene en posicin rectauna peonza que gira; mas queda por contestar otra pregunta: lade si la peonza se mover a lo largo de la mesa, por efecto de supropio girar sobre s misma;

    Smith y los grandes economistas que le siguieron no conci-benla s0ci~dad como una realizacin esttica de la hqmanidad,

    que de generacin en generacin seguir reproducindose pors misma, idntica y sin posibilidad de cambio. Ven, por elcontrario, a la sociedad como un organismo cuya vida tiene unahistoria. Descubrir la forma de las cosas que han de venir, aislarlas fuerzas que impelen a la sociedad a lo largo de su camino ... ,he ah la gran finalidad de la ciencia econmica.

    Perol hasta despus que hayamos seguido a Adam Smith ensu tarea de descubrir las leyes del mercado, no podremos pasara este problemil de mayor amplitud y ms fascinador. Porquelas mismas leyes del mercado sern una parte integrante de esasotras leyes ms amplias que hacen que la sociedad prospereo decaiga. El mecanismo mediante el cual el individuo despreo-

    cupado se mantiene en lnea con todos los dems, ejerceinfluencias sobre el mecanismo mediante el cual la propiasociedad cambia a lo largo de los aos.

    Empezaremos, pues, por echar una ojeada al mecanismo delmercado. ,No es una materia que excite la imaginacin ni acelereel pulso. 'Sin embargo, a pesar de su sequedad, nos toca tan de

    cerca, que merece por ello que la examinemos con miradarespetuosa. Las leyes del mercado 'son esenciales para compren-der el mundo de Adam Smith; estas mismas leyes las encontra-remos en la base de ese otro mundo tan distinto el de Carlos

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    Las leyes del mercado que fija Adam Smith son fundamental-mente sencillas. Ellas nos ensean que las consecuencias dedeterminada conducta en un deterininado marco social sernciertos resultados perfectamente definidos y previsibles. Con-cretamente, nos hacen ver cmo la fuerza del inters individual,

    dentro de un marco de sujetos que tambin actan por suinters individual, traer como resultado la competencia j y nos

    . hacen ver, adems, de qu manera la competencia traer comoresultado el que la sociedad se vea provista de los bienes questa necesita, en llscantidades que necesita y a los precios que lamisma est dispuesta apagar : Veamos cmo se produce todoesto.

    Se produce, en pri~er lugar, porque el inters propio actacomo fuerza impulsora que lleva a los hombres hacia cualquieraclase de trabajo por el que la sociedad est dispuesta a pagar.No esperamos obtener nuestra comida de la benevolencia delcarnicero, del cervecero o del panadero -dice Adam Smith-,sino del cuidado que ellos tienen de su propio inters. Norecurrimos a su humanidad, sino a su egosmo, y jams le,shablamQs de nuestras necesidades, sino de las ventajas que ellossacarn.

    Pero el egosmo no ocupa sino la mitad del cuadro. Aqul

    empuja a los hombres a la accin. Algo hay, sin embargo, queevita que los individuos, hambrientos de ganancias, exijan a lasociedad un rescate exorbitantej una comunidad movida exclu-sivamente por el egosmo sera una comunidad de implacableslogreros. El mecanismo regulador que lo evita es la competen-cia, benfica cqnsecuencia social de los intereses e,n pugna de

    todos los miembros de la sociedad. Todo' individuo, lanzadoa buscar lo. que s le conyiene a l, sin preocuparse de lo queello cueste a la so . dad, se ve enfrentado con un rebao deindividuos que actan ca viles semejantes al suyo y que se

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    carga un precio excesivo por sus mercancas, o si se niegaa pagar lo que otros pagan a sus obreros, se encontrar sincompradores, por una parte, y sin trabajadores, por la otra. De .modo que -muy por el estilo que ocurre en The Theory o[Moral Sentiments- los mviles egostas de los hombres,

    transformados por la accin mutua entre ellos mismos, produ-cen el resultado ms, inesperado: la armona social.

    Veamos, por ejemplo, el problema de los precios altos.Supongamos que tenemos un centenar de fabricantes de guan-tes. El inters propio har que cada cual trate de elevar el preciode sus productos por ncima de lo que exige su coste de

    produccin, para obtener de ese modo un beneficio extra. Perono podr lograrlo, porque si eleva el precio sus competidores 'harn acto de presencia y lo desalojarn del mercado, vendien-do por debajo de sus precios. Para poder imponer un precioindebidamente alto, tendran que confabularse todos los quefabrican'guantes y presentar un frente unido y firme. Pero para

    romper esa confabulacin bastara'que surgiese otro fabricanteindependiente emprendedor, procedente de otro campo, porejemplo, de la fabricacin de calzado, dispuesto a trasladar sucapital a la fbrica de guantes, donde pqdrahacerse con elmercado rebajando el precio' de los guantes con relacin alexigido por aqullos .

    . Mas las leyes del mercado no se limitan a imponer a lasmercancas un precio de competencia. Hacen tambin que losproductores tengan en cuenta las cantidades que la sociedadpide de los productos que esta precisa. Supongamos que losconsumidores necesitan ms guantes de los que se producen, y,en cambio, menos zapatos. Entonces el pJ.blico se lanzar a larebatia en los comercios de guantes y no acudir a los decalzado. La consecuencia de ello ser que los precios de losguantes tendern a subir; en vista-de que los consumidores

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    presencia el inters ,de cada cual y restablecer el equilibrio.A medida que las fbricas de calzado reducen su produccin irquedando sip trabajo un cierto nmero de obreros, y stos s~pasarn a la industria guantera, en la que el negocio esfloreciente. El resultado es bien claro: aumentar la produccin

    de guantes y disminuir la de calzado.Eso es precisamente lo que la sociedad se propona en primer

    lugar. Los precios de los guant~s irn cayendo de nuevo hastacolocarse en 'lnea, conforme vayaq llegando al mercado ma-yores re~esas con las quehacer frente a la demanda. Y,como lacantidad de calzado que se produce es menor, no tardar en

    desaparecer el excedente que antes haba, y los'precios subirnhasta alcanzar la normalidad. La sociedad, valindose delmecanismo de mercado, habr cambiado la distribucin de suselementos de produccin para que puedan satisfacer sus deseos.Sin embargo, nadie h~ dictado un decreto, yno ha habido unaautoridad planeadora ,que fijase las cifras de produccin. El

    inters individual y la competencia, actuando mutuamente, hanllevado a cabo la transicin. 'y todava queda una realizacin ms. De la misma manera

    que el mercado regula tanto los precios como las cantidades de ,las mercancas, de acuerdo con el rbitro inapelable, que es lademanda del pblico, regula tambin los ingresos de quienes

    cooperan en la produccin de las mercancas y servicios. Si enun ramo de los negocios se consiguen beneficios desproporcio-nadamente grandes, harn irrupcin en el mismo otros hom-bres de negocios, hasta que la competencia haya rebajado talesexcesos. Si en, un ramo de la industria se pagan salariossuperiores a lo normal, habr una irrupcin de trabajadores

    hacia ese trabajo ms ventajoso, y acabar producindose unasituacin en la que esa industria no pagar sino salariosequivalentes a los que p'agan otras por la mano de obra de una

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    ra, del inters individual, y con la competencia como mecallis-,mo regulador. En primer lugar, nos ha explicado de qu manerase evita que los precios de una mercanca sobrepaseri de unamanera arbitraria a los costes autnticos 'de produccin. Ensegundo lugar, nos ha hecho ver de qu manera la socied.adinduce a los productores de mercancas a que le suministrencuanto ella quiere. En tercer lugar, nos ha'mostrado cmo losprecios altos son una enfermedad que se cura pors misma, porque son causa de que aumente la producCin del rain o comer- .cial que los tiene. Y, por ltimo, nos ha dado una explicacin de

    la similaridad bsica de ingresos que existen en cada nivel de losgrandes estratos productores de la nacin. En una palabra, haencontrado en el sistema del mercado un sistema autorregula-dor que cuida de que la sociedad se vea provista de una man.eraordenada.

    Fijmonos en lo relativo al autorregulador. La magnfica

    consecuencia que se saca de ello es que el mercado es su propioguardin. Si la produccin, los precios q determinadas clases deremuneracin, se apartan de los niyeles' que socialmente lescorresponden, entonces entran en juego fuerzas que los vuel-ven al redil. Sguese de ello una curiosa paradoja: el mercado,que constituye el punto culminante de la libertad econmica

    individual, es el ms riguroso distribuidor de tareas que existe.Se puede apelar contra las rdenas de una junta planeadorao conseguir que un ministro nos dispense de una orden suya;pero no hay apelacin ni dispensa para hurtarse a las presionesannimas del mecanismo del mercado. Por eso la libertadeconmica e.s ms ilusoria de lo que a primera vista parece.

    Cada cual puede hacer lo que mejor le plazca en el mercadojpero, en el caso de que un sujeto sienta el deseo de ir contra lasdecisiones de aqul, el precio de su ave.ni:ura individual ser la

    i i

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    oponan a las presiones de la competencia, cuando stasactuaban en: el sentido de una baja en los salarios. y semanifestaban ya otros sntomas ms inquietantes. La fbrica delos hermanos Lombe no era slo una simple maravilla deingeniera y un motivo de asombro para el visitante: era

    anuncio de la llegada de la industria en gran escala y la aparicinde patronos que seran factores nicos e inmensamente podero-sos en el m,ercado. Los nio~ que trabajaban en las fbricas

    . algodoneras no podan, desde luego, ser considerados comofactores del mercado que reuniesen una potencia igual a la delos patronos que les daban cama y comida, y que los explota-

    han. Sin embargo, a pesar de todos esos presagios ominosos, laInglaterra del siglo XVII se acercaba mucho -aunque, no seconformase totalmente- al modelo que Adam Smith tena en lamente. Exista la competencia en los negocios; las fbricas eran,por trmino medio, pequeas; los precios suban y bajaban alcomps deJa marea de la demanda, y traan consigo cambios,

    tanto en la produccin como en la mano de obra. El mundo deA.dam Smith ha sido calificado de mundo de competenciaIltOlllizada; era un mundo en el que ninguna de las piezas delmecanismo productor, trabajador o capitalista, alcanzaba unvolumen suficiente para alterar las presiones de la competencia.Un mundo en el que cada agente de la produccin tena que

    afanars~ buscando su propio inters dentro de una inmensalucha general. '

    y en la actualidad? Funciona todava ese, mecanismo del~rcado? "

    ~una pregunta a la que pueda' darse respuestasencilla. Desde el siglo xvmla naturaleza del mercado ha venido

    sufriendo cambios enormes. No vivimos ya en un mundo decompetencia atomizada y en el que alguien pueda permitirse elnadar contra la, corriente. El actual mecanismo del mercado se

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    indicadores en materia de precio, y concentrarse en lo queconviene a~su propio inter's, a la larga, ms bien que en losafanes cotidi~nos de comprar y vender. "

    Agrguese a esto que la intervencin, cada vez mayor, delgobierno ha venido a alterar el alcance del mecanismo del

    mercado. El gobierno, actuando como un seor medieval, noreconoce a nadie por amo suyo en el mercado. La mayora delas veces es l quien establece el mercado y no quien se sometea l. Es evidente que todos estos factores han destruido lafuncin primaria, la de gua, que desempeaba el mercado; msadelante nos ocuparemos de lo'que los economistas contempo':rneos tienen que decir sobre ese problema. Con todo yeso,a pesar de las nuevas condiciones en que se mueve la industriadel siglo xx, los grandes principios del propio inters y de lacompetencia -aunque muy diluidos y con muchas barreras~siguen p~oporcionando normas bsicas de conducta que ningu-

    Qa organizacin econmica. puede dejar por completo decumplir. No vivimos ya en el claro mundo de Adam Smith;pero si buscamos 'debajo de la superficie, todava podremoshallar ,en nuestro mundo las leyes del mercado.

    No obstante, las leyes del mercado son tan slo una descrip-

    cin de la manera de conducirse que da cohesin a la sociedad.As, pues, tiene que haber algo ms que la haga moverse. A losnoventa aos de publicada la obra La riqueza de las naciones,Carlos Marx vendra a lanzar el ominoso anuncio de que habadescubierto ciertas leyes motrices,} que explicaban cmo elcapitalismo caminaba lenta, involuntaria, pero inevitablemen-

    e, hacia su propia destruccin. Pero La riqueza de las nacionesya tna sus propias leyes motrices. Sin embargo, c~ntrari-mente al pronstico marxista, el mundo de Adam Smith tena

    h d l t l t i

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    lameante ... ; todo elvalle est trastornado ... Es posible que sirRichard Arkwright haya proporcionado a su familia y al pasmucha riqueza j pero yo, en mi condicin de turista, odio sus

    mpresas, porque se han mido en todos los valles pastoriles

    han destruido el curso y la hermosura de la Naturaleza.'jOh, y qu cueva perruna es Manchester!, exclam sir Johnal llegar a, esta ciudad. '

    En verdad, gran parte de Inglaterra era una cueva perruna. Sehubiera dicho que los ttes siglos de disturbios que haban dadoel ser, a viva fuerza, a los tres factores, tierra, trabajo y capital,

    haban sido solamente una preparacin para transformacionestodava mayores. Los agentes de la produccin recientementeiberados empezaron a combinarse de una forma nueva y fea: la

    fbrica. y la fbrica trajo problemas nuevos. Veinte aos antesde realizar sir John su gira, Richard Arkwrigh~, que habareunido un pequeo capital comprando y vendiendo cabello de

    mujer para fabricar pelucas, invent (o rob) la mquina dehilar continua y mltiple. Pero, u,na vez construida la mquina,no le result empresa fcil encontrar personal que la hiciesefuncionar. Los obreros de la localidad no podan seguir lavelocidad regular del procedimiento ... j el trabajo a jornalsegua siendo mal mirado, y no fueron pocos los capitalistas

    que vieron destruidas por el fuego sus fbricas recin leva~ta-das, nicamente por ciega malevolencia. Arkwright se vioobligado a recurrir a nios, porque tienen gran agilidad en susdeditos. Adems,como los nios no estaban acostumbradostodava a la vid~independiente del ,campo o de 'los oficios, seadaptaban mejor a la disciplina de la fbrica. Esa iniciativa fue'recibida elogiosamente, cual si se tratara de un gesto filan-trpico. Acaso el trabajo de los nifios no redundara en aliviode la situacin de los pobres que no rendan provecho?

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    Se trataba de proyectos en su mayora temerarios. Todos sequejaban de la invencible pereza del hombre, y esa queja estabamezclada de conste,rnacin al ver cmo las clases inferiorespretendan copiar a las clases ricas ... Los obreros tomabannada menos que t! Los plebeyos preferan, por lo visto, el pande trigo a su tradicional hogaza de cehteno o cebada! Adndevamos a parar as?, se preguntaban los pensadores de aquelentonces. No eran, acaso, las necesidades dt;l pobre -lascuales sera prudente aliviar, pero insensato curar, segn frasede un folleto contemporneo- esenciales para el bienestar del

    Estado? Qu le ocurrira a la sociedad si se permita que seborrasen las gradaciones indispensables en ella?Pero, si con la palabra consternacin se describe la actitud de

    aquellos tiempos, ante la gran masa amorfa de la Inglaterratrabajadora, aqulla no sirve en modo alguno para describir lafilosofa de Adam' Smith. Ninguna sociedad puede vivir

    floreciente y feliz si la parte que es con mucho la ms numerosade sus miembros vive pobre y miserable, haba dicho l. Y noslo tuvo la temeridad de hacer esta afirmacin tan radical, sinoque adems pas luego a demostrar que, de hecho, la sociedadprogresa constantemente; qe se vea empujada, quisiera o no,hacia una finalidad definida. No se mova porque ste 6 aqullo

    quisieran, o porque el Parlamento votase leyes, o porqueInglaterra ganase una batalla. Se mova porque bajo la sup'erfi-cie' de las cosas exista una dinmica oculta que mova elconjunto social a modo de una enorme mquina.

    Un hecho destacado llam la atencin de Adam Smith alcontemplar la escena britnica. Ese hecho era el enorme

    aumento de productividad que resultaba de la divisin pinu-ciosa y de la especializacin del trabajo. He aqu lo que vioSmith, al entrar en una fbrica de alfileres: '

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    fbrica de esta clase que slo empleaba diez hombres y en laque, por tanto, algunos llevaban a cabo dos y tres operacionesdiferentes. Con todo eso, y aunque erah gente muy pobrey que, por esa causa, estaba malamente provista de la maquina-ria precisa, lograban, cuando ponan empeo, fabricar, entre

    todos, alrededor de doce libras de alfileres por da. En cada libraentran ms de 4.000 alfileres de tamao intermedio. Porconsiguiente, aquellas diez personas eran capaces de fabricarms de 48.000 diariamente ... Pues bien: si todos ellos hubiesenlabQrado separadamente y con independencia ... , a buen seguroque no habra fabricado cada uno veinte alfileres por da,y quiz ni siquiera uno solo ...

    No har falta alguna destacar que los mtodos de produccinactuales son infinitamente ms complejos que los del siglo XVIII.Le bast a Smith ver,una minscula fbrica de diez obreros paraimpresionarse y escribir un comentario sobre ella. Qu co-mentarios no le habra inspirado una fbrica de diez milobreros? po la grancualidid de la divisin del trabajo no es sucomplejidad, sino ms bien el que simplifica la mayor parte deaqul. Sus ventajas radican en la capacidad para aumentar lo queSmith llama "la opulencia universal, que se extiende hasta lasfilas ms humildes del pueblo,>. Mirada desde nuestro moderno

    y ventajoso punto de vista, esa opulencia universal del sigloXVIII senos antoja una existencia miserable. Pero si contempla-mos el problema dndole suficiente perspectiva histrica, sicomparamos la vida del trabajador en la Inglaterra del siglo XVIIcon la que le precedi ~n uno o dos siglos, resulta evidente queesa vida, por muy msera que fuese, constitua un progreso

    enorme. Adam Smith lo aclara con gran ~iveza: '

    Fijmonos en el bienestar del artesano ms vulgar o del penmanual en un pas civilizado y prspero y nos daremos cuenta

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    hilandero, el tejedor, el batanero, el.adobador y muchos otrosms, necesitan aport'ar sus distintos oficios para completar laconfeccin de un artculo tan sencillo como ste. Y cuntoscomerciantes y transportistas fue preciso, adems, emplear...,y qu cantidad de gentes, del comercio y de la navegacin

    especialmente; cuntos constructores de barcos, marineros,fabricantes de velas, fabricantes de cuerdas ... ?

    Si furamos a examinar de la misma manera las prendas todasde su vestimenta o de su mobiliario, la tosca camisa de lienzoque llevaba pega-da a su piel, los zapatos conque enfunda suspies, la cama en que descansa ... , el hornillo en que cocina susalimentos, los carbories de que se sirve para ello, arrancados delas entraas de la tierra y transportados hasta su casa salvando,tal vez, largas distancias por tierra y por mar, y todos los demstiles de su cocina, toda la vajilla de su mesa, los cuchillosy tenedores, los platos de barro o de peltre en los que se sirveny cortan la~ cosas de comer"los distintos operarios que hanintervenid.o ~n la fabricacin de su pan y de su cerveza, y laventana encristalada que deja pasar al interior el calor y la luze impide el paso al viento y a la lluvia, con todos los conoci-mientos y habilidad manual que han hecho falta para llevara cabo ese bello y feliz dispositivo ... ; si examinamos, digo,

    todas estas cosas ... , comprenderemos que ni siquiera la msinsignificante persona de un pas civilizado podra, sin la ayuday cooperacin de muchos millares de personas, disponer de loque necesita, incluso dentro del nivel de comodidades corrien-tes, nivel que a nosotros, muy equivocadamente, se nos antojafcil y sencillo. Desde luego, si las comparamos con el lujo ms

    extravagante de los grandes, las comodidades de que esa clase denombre disfruta tienen que parecernos, por fuerza, extremada-mente sencillas y fciles; sin embargo, bien pudiera resultarcierta la afirmacin de que las comodidades de que est rodeado

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    creadoras del hombre, situndolas dentro de un medio que loestimula, lo obliga, incluso,a inventar, a innovar, a ex:pansio-narse, a correr riesgos. Pero detrs de la actividad inquieta delmercado existen otras presiones ms fundamentales~ En reali-dad, Smith ve leyes de evolucin muy profundas que impulsan

    al 'sistema de una' espiral ascendente de productividad.La primera de estas leyes es la ley de acumulacin.Recordemos que Adam Smith vivi en una poca en que el

    nuevo capitalista industrial poda realizar, y realizaba, unafortuna con sus inversiones. Richard Arkwright, aprendiz debarbero cuando muchacho, muri el ao 1792, dejando bienes

    por valor de medio milln de libras. Samuel Walker, que pusoen mar,cha. una herrera en una vieja, tienda de clavos enRotherham, dej en aquel miSIpO lugar unas fundiciones deacero valuadas en 200.000 libras. Josiah Wedgwood, que ibay vena pOr su fbrica de porcelana con su pata de palo,gritando, siempre que observaba alguna negligencia en el

    trabajo: Jos. Wedgwood no pasa por esto, dej una Jortunade 240.000 libras y muchas propiedades agrcolas. La revolu-cin industrial, en sus primeras etapas, proporcionaba unaverdadera arrebatia de riquezas a quien era lo bastante rpido,lo bastante agudo y lo bastante diestro para navegar e l favor desu cornente.

    El objetivo de la gran mayora de los nacientes capitalistasera, ante todo, sobre todo y siempre, acumular ganancias. Enlos comienzos del siglo XIX se recaudaron en la cudad deManchester 2.500 libras para fundar escuelas dominicales. Lasuma total cOn que contribuyeron a tan noble propsito lashilanderas de algodn -que eran las que mayor nmero de

    obreros tenan en el distrito- no pas de 90 libras. La jovenaristocracia industrial tena otras cosas ms tiles en queinvertir su dinero que el contribuir a obras de caridad impro-ductivas: tena que acumular riqueza y Adam Smith suscriba

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    si dijramos, consagrado 'al sostenimiento de la industria.Mas Adam Smith no defenda la acumulacin por el simple

    hecho de acumular. El era, a fin de cuentas, un filsofo/y experimentaba el desdn del filsofo hacia la vanidad de lasriquezas. Pero Smith vea en la acumulacin de capital un

    beneficio inmenso para la sociedad. El Capital - si era emplea-do en maquinaria - proporcionaba aquella maravillosa divisindel trabajo que multiplicaba la energa productiva del hombre.Por eso, la acumulacin se convierte en otra de las espadas dedoble filq de Adam Smith: es una vez ms 'e l afn de lucropersonal, que redunda en la prosperidad de la comunidad.A Smith no le preocupa el problema con que tendrn queenfrentarse los economistas del siglo xx, o sea: sabrn lasacumulaciones privadas hallar el camino de vuelta y-proporcio-nar ,ms empleo? Para Adam Smith el mundo es capaz de unprogreso indefinido, y los nicos lmites del mercado son los desu alcance geogrfico. AcumUlad, y el mundo se beneficiar,dice Smith. Desde luego, en la atmsfera vigorosa de su tiempono se adverta ningn sntoma de falta de, inclinacin paraacumular, por-parte de aquellos que se hallaban en situacin dehacerlo.

    Pero -y aqu est la dificultad- la acumulacin habrallevado muy pronto a una situacin en la que sera imposibleseguir acumulando. Porque acumular equivala a una mayorcantidad de maquinaria, y una mayor cantidad de maquinariaequivala a una demanda mayor de trabaja,dores. yesta ltimaconducira, m~ pronto o ms tarde, a salarios cada vezmayores, con lo que llegara un momento en que desaparece-ran los beneficios, fuente de toda acumulacin. Hay algunamanera de saltar esta valla? '

    Puede salvarse mediante la segunda gran ley del sistema: laley de la poblacin.

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    arece. En la poca de Adam Smith la mortalidad infantil, entreas clases ms bajas de la sociedad, era tan grande que hoy'roduce estupor. El propio Adam Smith dice: No es infre-uente, en las tierras altas de Escocia, el que a una madre que haenido veinte hijos slo le queden dos con vida. En muchos

    ugares de Inglaterra la mitad de los nios fallecan antes dumplir los cuatro aos, y casi en todas partt:s la mitad de los

    nios no sobrevivan a los nueve o dieZ aos. La insuficientealimentacin, las malas condiciones de vida, el fro y lasenfermedades se cobraban un tributo horrendo entre las clasesms pobres. Por esa razn, aunque los salarios ms elevadoshubiesen afectado muy poco a la cifra de nacimientos, cabaesperar que ejerciesen una gran influencia en el nmero denios que llegaran con vida a la edad de trabajar.

    De modo, pues, que el primer efecto de la acumulacin seraelevar los salarios de las clases ,trabajadoras, trayendo de ese

    modo un aumento en el nmero de trabajadores. Y entoncesentra en juego el mecanismo del mercado otra vez. De la mismamanera que los precios altos traern como consecuencia unaproduccin mayor de guantes, y sta, a su vez, abaratar susprecios, tambin los salarios altos proporcionarn un nmeromayor de obreros, y el aumento en el nmero de stos ejercer

    un notable descenso en el nivel de sus salarios. La poblacin, lomismo que la produccin de guantes, es una enfermedad que secura a s misma por lo que a los salarios se refiere.

    Esto equivala a decir que la acumulacin poda seguiradelante sin tropiezo. El alza de salarios que aqulla trae comoconsecuencia y que amenaza con hacer improductivas las

    nuevas acumulaciones, se ve corregida por el aumento de lapoblacin. La acumulacin conduce a su propio aniquilamien:"to, pero el remedio llega en el instante preciso. El obstculo de

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    Fijmonos ahora en que Adam Smth ha construido para lasociedad una inmensa cadena sin fin. La sociedad se ve lanzadaen una marcha ascendent.e; con la misma regularidad e inevita-bilidad que una serie de proposiciones matemticas enlazadasentre s. Desde cualquier punto de arranque el mecanismo del

    mercado procede por tanteos, primero a igualar los beneficiosdel trabajo y del capital en todos sus distintos empleos; cuida,luego, de que las mercancas que tienen demanda sean produci-das en cantidades convenientes, y asegura~ por ltimo, de quelos precios de esos artculos bajen constantemente, en virtud dela competencia, hacia sus costes de produccin. Pero, aparte de

    esto, la sociedad es dinmica. Desde su mismo punto dearranque tendr lugar una acumulacin de riqueza,' y esaacumulacin traer mayores facilidades para la producci6ny una mayor divisin del trabajo. Hasta ah todo va bien. Perola acumulacin traer tambin, como consecuencia, e l aumentode los salarios, a medida que los capitalistas busquen obreros

    para hacer funcionar las nuevas fbricas. Yconforme suben lossalarios, las nuevas acumulaciones se hacen improductivas. Eisistema parece que va a iniciar un descensq. Pero los trabajado-res habrn empleado ya sus salarios ms elevados en .criar a sushijos al ser la mortalidad menor. La consecuencia ser unaabundancia mayor de mano de obra. Al crecer la poblacin, la

    competencia que se establecer entre los obreros volvera presionar hacia abajo los salarios. Se reanudar entonces laacumulacin y empezar una nueva espiral en elasc~nso de lasociedad. '

    No es un ciclo econmico lo que Adam Smith nos descr,ibe.Es un proceso .a largo plazo, una evolucin secular. y ese

    proceso es de una certeza asombrosa. Todo est inexorable""mente 'determinado por el eslabn anterior, a condicin de quenadie trate de perturbar el mecanismo del mercado. Se ha,montado una maquinaria inmensa de efecto~ recprocos y den-

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    cosas en constante mejoramiento. Sin duda alguna la devacinen la cifra de pob1acin trabajadora forzar siempre los salarioshacia abajo, en direccin al nivel de pura subsistencia. Pero-decir en direccin a no es lo mismo q~e decir hasta; mientrasprosiga el proceso acumulativo -ySmith no ve razn alguna

    para que se deten'g:~, la sociedad tendr una oportunidadvirtualmente ilimitada de mejorar sus condiciones de vida.Sniith no quiso dar a entender con ello que este mundo nuestroes e l mejor de todos los mundos posibles. Haba ledo elCandide, de V~ltaire, y l no era un doctor Pangloss. Pero noexista razn para que e l mundo no' se moviese hacia el

    mejoramiento y el progreso. Ms an: era inevitable el progre-so, a condicin de que dejara al mecanismo del mercadofuncionar por s mismo, junto con las grand~s leyes de la.sociedad. .

    A la larga, mucho ms all del horizonte, poda vislumbrarseexactamente el destino final de la sociedad. Para cuando se

    llegase' a l ya habra subido considerablemente el nivel natu-ral de los salarios ... , porque Smith daba por supuesto que lossalarios bsicos de subsistencia constituan un fenmeno socio-lgico y no una feroz realidad animal. Tambin el terratenientehabra salido ,beneficiado, porque la poblacin sera numerosay presionara sobre lo que, despus de todo, constituye un

    fondo de tierra fijo y otorgado por Dios. Slo al capitalista leesperaba un porvenir difcil; como las riquezas se habranmultiplicado hasta casi ms all de todo clculo, el capitalistarecibira el salario de la gerencia por l ejercida, pero todaganancia se reducira a eso; vendra a ser una persona quetendr~a que trabajar de firme, muy bien remunerada por su

    trabajo, pero no sera, desde luego, esplndidamente rico. Serael suyo un eJ:(trao paraso de mucho trabajo, mucha riqueautntica y pocos ocios. '

    Pero e l camino hacia ese punto final de descanso de la

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    Aunque resulte bastante extrao, lo cierto es que el libro noencontr aceptacin de inmediato. Charles James Fox, que erael hombre ms poderoso del Parlamento, lo ridiculiz, y trans-currieron 'ocho aos antes que alguien citase el libro en losComunes. Cuando lleg la hora de reconocer sus mritos, ese

    reconocimiento advino de donde menos se esperaba. Losincipientes capitalistas -y no perdamos de vista que esta claseruda y advenediza de trepadores no se senta embarazada poras ideas del siglo xx sobre la igualdad y justicia econmica~

    descubrieron en el libro de Smith la justificacin tericaperfecta de su oposicin a la legislacin sobre fbricas. El hecho

    de 'que Smith haba escrito sobre la rapacidad ruin, el espritumonopolista de los mercaderes y de los fabricantes, y quehaba dicho tambin que ni unos ni otros son, ni deben ser, los,que gobiernen al gnero hurriano, se dio por ignorado entera-mente, para propiciar la gran tesis que Smith haba sacado desus investigaciones: dejad solo al mercado.

    Lo que Smith haba querido decir con ello era una cosa, y loque, sus proponentes le hacan decir era otra. Cual ya hemosexplicado, Smith no era el abogado de ninguna clase social, sinoun esclavo de su sistema. Todo su sistema econmico brotabade su fe indudable en la capacidad del mercado para conducir al

    sistema hasta el punto de su mayor rendimiento. El mercadoesa maravillosa mquina social- cuidara de las necesidadesde la sociedad, a condicin de que se le dejase solo, en paz, paraque las leyes de la evolucin pudieran conducir a la sociedadhacia su recompensa prometida. Smith no estaba ni en contradel trabajo ni en contra del c~pitalj si alguna preferencia tena,

    era en favor del consumidor. El consumo constituye lafinalidad y eldesignio nicos de toda la produccin, escribi,y luego pas a censurar los sistemas que colocaban el inters del

    d t i d l i t d l bli id

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    Para Adam Smith cuanto menos intervenga el gobierno tanooYmejor: los gobiernos son derrochadores, irresponsables e im-productivos. 'Sin embargo, Adam Smith no es necesariamenteopuesto -como sus admiradores pstumos se empearon enque fuese- a toda accin del gobierno que tenga como,

    finalidad promover el bienestar general. Previene, por ejemplo.,contra los efectos embrutecedores de la produccin en masa,que arrebata a los hombres sus facultades creadoras naturales,,as como' profetiza una decadencia 'en las fuertes virtudes' deltrabajador, a menos que el gobierno tome algunas medidaspara impedirlo. De igual manera se manifiesta partidario de la

    instruccin pblica para elevar a los ciudadanos por encima delnivel de simples dientes de engrane de una inmensa mquina.,

    Lo que Smith combate es el entremetimiento del gobierno enel mecanismo del mercado. Se opone a las' restricciones a laimportacin y a las primas a la exportacin; a las leyes delgobierno destinadas a proteger a la industria contra la compe-

    tencia, y' a que el gobierno realice gastos i~productivos.Obsrvese que estas actividades del gobierno tienen siempremuy en cuenta el inters de la clase mercantil. Smith no seencar nunca con el problema -que tantas angustias intelec-tualeshaba de ocasionar a las generaciones futuras- de si elgobierno fortalece o debilita el mecanismo del mercado, cuan-

    do dicta leyes de bienestar social. En los tiempos de Smithapenas si haba legislacin de esa clase, excepto el socorro a lospobres ...; el gobierno era impdico aliado de las clases gober-nantes, y el gran forcejeo dentro del mismo gobierno estribabaen si habran de ser los terratenientes o los industriales los que

    . obtuviesen mayores beneficios. La cuestin de si la clase

    trabajadora debera tener voz en la direccin de los asuntoseconmicos no caba en la cabeza de ninguna persona respe-,tableo . ,

    El gran enemigo del sistema de Adam Smith no era tanto el

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    que tales manejos acarrean no radica en que,sean moralmentecensurables en s mismos-en realidad, son nicamente laconsecuencia inevitable. del egosmo humano-, sino en quedificultan el funcionamiento fluido del mercado. lndudable-mente, Smith est en lo cierto. Si se confa en que el funciona-miento del mercado ha de producir la mayor cantidad posiblede mercancas a los precios ms bajos, todo aquello que seentremeta en el funcionamiento del mercado redundar forzo-samente en una baja del bienestar social. Si, cual ocurra entiempos de Smith, ningn maestro sombrerero de Inglaterrapoda tener asu servicio ms de dos aprendices, o ningnmaestro cuchillero de Sheffield poda tener ms de uno,resultaba imposible que el sistema de mercado produjese suplena capacidad de beneficios. Si, conforme suceda en tiemposde Smith, los pobres se vieran obligados a residir en sus p~opiosayuntainientos o parroquias, y se les impidiese buscar trabajoen los lugares donde ste poda encontrarse, el mercado se veraimposibilitado de atraer la mano de obra hacia el lugar en questa era necesaria. Si, como ocurra en tiempos de $mith, seotorgasen a grandes compaas los monopolios del comercioexterior, sera imposible que llegasen al pblico los beneficiostotales de los artculos extranjeros ms baratos.

    Por esa razn, afirmaba Smith, deben desaparecer todos esosimpedimentos; es preciso dejar al mercado en libertad deencontrar sus propios niveles naturales de precios, slarios,beneficios y produccin; todo cuanto interfiera esa marcha delmercado lo har nicamente a expensas de la riqueza autnticade la nacin. Ah~ra bien: como todos los actos del gobierno-incluso leyes como la que obligaba al enjalbegado de lasfbricas o la que impeda que los nios fuesen atados a lasmquinas- podan ser interpretados como estorbos a la libreactividad del mercado, La riqueza de las naciones fue amplia-

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    mente hoy -con una alegre de~,preocupacin por la autnticafilosofa de Smith- se considerl a ste como un economistaconservador, cuando en realidad era ms declaradamente hostila los mviles de los hombres de negocios que la mayora de loseconomistas del New Deal.

    Todo el mundo maravilloso de Adam Smith es, en ciertosentido, un testimonio de la creencia del siglo XVIII en el triunfo'inevitable de la razn y del orden sobre la arbitrariedad y elcaos. ,No os 'esfoq:is por hacer el bien~ viene a decir Smith.Dejad que ese bien surja como consecuencia o producto delegosmo. Cun propio de nuestro filsofo era poner toda esa fe

    en una inmensa maquinaria social y racionalizar los instintosegostas, cOllvirtindolos en virtudes sociales! Smith no sequeda' nUnca a mitad de camino en su confianza en lasrepercusiones de sus creencias filosficas. Insiste en que los

    jueces deberan ser pagados por los litigantes, ms bien que porel Estado, porque de esa manera su propio inters los llevara

    a despachar expeditivamente los pleitos que se les sometan . Adam Smith ve muy escaso porvenir para las organizaciones denegocios que entonces empezaban: a surgir con el nombre decorporaciones o sociedades annimas, porque le parece muypoco probable que unos organismos impersonales sean capacesde aportar el inters propio necesario en las empresas complica~das y difciles. Adam Smith defiende las ms grandes causashumanitarias, tales como la abolicin de la esclavitud, sin salirsede su propio terreno, y viene a decirnos quees preferible abolirla esclavitud, ya que, en fin de cuentas, esta medida resultarms barata. '

    La totalidad del complejo mundo irracional queda reducidaa ulla especie de esquema racional en el que las panculashumanas se encuentran finamente magnetizadas dentro de unapolarid:}d simple hacia el beneficio y alejadas de toda prdida.El gran sistema no funciona por el hecho de que el hombre lo

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    equivocadas tentativas suyas de escapar a la servidumbre delmecanismo del mercado. ,

    A pesar de su ~aborcillo a SIglo XVIII, de su fe en la razn, en elderecho nat.ural y en la cadena mecnica de las accionesy reacciones humanas, el mundo, de AClam Smith no est

    desprovisto de sus ms cordiales valores. No se olvide que elgran benefactor del sistema era el consumidor, no el productor.Por primera vez en la filosofa de la vida cotidiana, el consumi-dor es quien manda.'

    Qu es'lo que ha sobrevivido de todo esto?

    No ha sido, desd luego, el gran esquema de la evoluciri.ste ha,bremos de verlo profundamente alterado por los gran-des economistas que vendrn ms tarde. Pero no consideremosel mundo de Adam Smith como un simple intento primitivo dellegar a frmulas que se encontraban ms all de su alcance.Adam Smith fue eleconomista del capitalismo preindus~rial;

    aqul no alcanz a conocer una poca en que el sistema delmercado se vera amenazado por empresas enormes, o sus leyesde la acumulacin y de la poblacin trastornadas por aconteci-mientosde ndole sociolgica. Esto vendra a ocurrir cincuentaaos ms tarde. Tampoco cuando Smith viva, y, cuando'escribi, haba tomado forma identificable un fenmeno quepodra llamarse ciclo de los negocios. El mundo sobre el queAdam Smith escribi era un mundo cuya realidad estabapresente, y la sistematizacin que Adam Smith llev a cabo,aunque. fuese mecnica, nos suministra una explicacin delmismo, tan buena como otra cualquiera.

    Sin embargo, algo debi de faltaren la concepcin de Smith.Aunque l previ una evolucin de la sociedad, no barruntuna revolucin: la revolucin industrial. Smith no acert a veren el feo sistema de la fbrica, en la reciente organizacin

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    dad, es decir, que habra mayor nmero de personas, d e bienes,de riqueza; pero que, por lo que respecta a calidad, seguirainmutable. Los principios dinmicos de Adam Smith corres-ponden a una sociedad esttica que crece, pero que nunca llegaa la madurez.

    No obstante, aunque el sistema de evolucin h~ sido descar-tado, subsiste siempre, como una gran realizacin, el inmensopanorama del mercado. Claro est qut! Adam Smith no fue eldescubridor del mercado, pues ya otros haban sealado conanterioridad a l que la mutua accih del propio inters y de lacompetencia provean a las necesidades de la sociedad. Pero

    Smith fue el primero en comprender, en toda su plenitud, lafilosofa del func~onamiento exigido por semejante concepto;fue el primero en formular e l esquema completo de una maneraamplia y sistemtica. Adam Smith fue e l hombre que hizo queInglaterra primero, y despus todo el mundo occidental,comprendiesen de qu manera e l mercado mantena ensambla-

    da a la sociedad; comO tambin fue el primero en levantar unedificio de orden social sobre la base de esa concepcin suya.Vendrn ms tarde otros economistas que bordarn la descrip-cin del mercado hecha por Smith y que investigarn ansiosa-mente los defectos que con posterioridad irn apareciendo. Sin

    embargo, nadie lograr dotara

    este aspecto del mundo de unavida y de una riqueza mayores que las que le dio Smith.Slo admiracin podemos sentir ante lo enciclopdico del

    empeo, y de los conocimientos de Smith. Un libro tanvoluminoso, tan completo, tan seguro, tan custico y profun-do, slo pudo ser escrito en el siglo XVIII. Smith se adelant en

    ciento cincuenta aos a Veblen cuando escribi: El mximodisfrute de las riquezas consiste para la mayora de los ricos enexhibirlas, y esta exhibicin no e'snunca tan completa a sus ojos

    d lt i t bj t i f dibl d

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    en .tiempo de guerra, y de sostener en tiempo de paz a una parte .cualquiera de sus organismos civiles o militares; deber tratar,en tal caso, de adaptar sus futuros propsitos y proyectos a laautntica mediocridad de su propia situacin.

    Quiz no existi jams un economista que abarcase su poca

    tan ampliamente como Adam Smith la suya. Desde luego, nohubo jams ninguno tan sereno, tan desprovisto de terquedad,tan penetrantemente crtico, sin r,encor, y tan optimista sin caeren la utopa. Como es natural; particip de las creencias d sutiempo; mejor dicho, contribuy a forjarlas. Fue la suya unapoca de humanismo y de razn, y si bien es verdad que ambas

    cualidades podan tergiversarse para las finalidades ms cruelesy violentas, lo cierto es que Adam Smith no fue nuncapatriotero, apologista ni hombre de componendas. En su obraThe Theory 01 M oral Sentiments dej escrito: Qu finalidadtiene todo el trabajo y el ajetreo de este mundo? Qu finali-dad tienen ia avaricia, la ambicin, la persecucin, de la

    riquez;1 del poder y de la preeminencia? La riqueza de lasnaciones nos da la respuesta a eso, dicindonos que la justifica-cin final de la ruda pugna y forcejeo en busca de la riqueza y dela gloria est en el bienestar del hombre corriente.

    Hacia el final de su existencia, Adam Smith se vio colmado detoda clase de honores y de respetos. Burke viaj hasta Edim-

    burgo para conocerlo person~lmente; su antigua Universidadde Glasgow lo nombr su rector; vio traducida La riqueza delas naciones al dans, francs, alemn, italia~o y espaol.nicamente Oxford no se dio por enterado de nada, y jams sedign otorgarle ningn ttulo honorfico. En cierta ocasin,Pitt, el joven, entonces primer ministro de la Corona, celebr

    una reunin junto con Addington, Wilberforce y Grenville, a laque haba sido invitado Adam Smith. Cuando el ancianofilsofo entr en la sala, todos se levantaron, y l les dijo:Caballeros, sintense ustedes, a lQ que Pitt replic: N o;

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    la Revolucin francesa y con 'las repercusiones que sta pu-diera tener en el pas britnico. Fue sepultado en el cemente-rio de Canongate, bajo una sencilla losa funeraria que anunciaque all yace Adam Smith, autor de La. riqueza de las'naciones.Difcil habra resultado ~maginarun monumento ms duradero ..

    APNDICE

    1. R~suMEN

    Adam Smith escribi La riqueza de las naciones en los aoSlinmediatamente anteriores' a la Revolucin norteamericana..tFue, en parte, un ataque a la filosofa mercantilista en laque seapoyaba la poltica britnica en las 'colonias; y, en parte, la

    articulacin del mecanismo, an mal comprendido, de unanueva sociedad.

    , Smith, que era escocs, ocupaba la ctedra de Filosofa Moralen la Universidad de Glasgow y, estando en ejercicio de lamisma, public La teora de los sentimientos morales. Esta,obra, que apareci en 1759, consideraba cmo el hombre puede?'elevarse por encima de su propio inters al formular; juiciosmorales y cmo su egosmo puede ser transmutado a una esfera'superior. sta fue una idea que desarroll ms tarde en L tlJriqueza de las naciones. El libro dio a Smith oC,asin de viajarpor el continente, donde mantuvo contacto con Quesnay, elpensador econmico ms destacado de Francia. En oposicina la teora ortodoxa de su poca, Quesnay mantena la idea d ique la riqueza de una nacin proceda de su capacidad paraproducir, y no de la cantidad de oro y plata que poseyera..:!

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    cambio. Smith disenta de los fisicr;ltas en la importanciaqu.Qstos atribuan a las clases agricultoras como fuente de toda lariqueza real, pero comparta con ellos su actitud crtica hacia lassociedades que concedan una importancia primordial al privi-legio y no a la productividad.

    Adam Smith se senta preocupado por dos grandes proble-mas: cmo se mantiene ensamblada una sociedad y hacia d)nd'va la sociedad. La respuesta al primer interrogante est en lasleyes del mercado y en la interaccin del inters individual y ItlJ

    competencia. He aqu cmo funciona el mercado: Supongamosque tenemos cierto nmero de fabricantes de gua~tes. Cada

    fabricante tratar de cargar por sus guantes un precio tanelevado como pueda, pero si alguno de ellos eleva sus preciospor encima de lo que exige su coste de produccin, entrarn enel negocio de guantes otros fabricantes, quienes tratarn deabrirse paso en el mismo vendiendo a un precio ms bajo, lo queforzar a los dems a bajar sus precios o a quedarse sin vender

    sus ,guantes. . . ;1 ,

    De esta manera se realizan a la vez dos cosas: primera, el. fabricante se ve obligado, por las fuerzas d la competencia,

    a vender sus mercancas a un precio prximo al coste d~,

    produccin (si carga un precio excesivo por sus mercadas, habrotros que irrumpan guStosos en el negocio); segunda,se v~obligado a ser lo ms eficiente posible, para mantener sus costes\

    bajos y permanecer en condiciones competitivas. En este sent~do, el mercado es un distribuidor de tareas tan severo comocualquier conjunto de leyes o reglamentos que la sociedadpueda imponer, a condicin de que -yesto es importante- e!.Jmercado sea competitivo.