el informador 190 / febrero de 2012

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ARZOBISPO DE MEDELL Í N. FRANQUICIA POSTAL. DECRETO No. 27-58 1955 Arquidi ó cesis de Medell í n Febrero 2012 1.550 ejemplares Edici ó n 190 ISSN 1909-9584 “¿SIGUE SIENDO EL MILAGRO UN MEDIO VÁLIDO PARA PREDICAR A JESÚS HOY?”

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El Informador 190 / Febrero de 2012

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ARZOBISPO DE MEDELLÍN. FRANQUICIA POSTAL. DECRETO No. 27-58 1955

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“¿SIGUE SIENDO EL MILAGRO UN MEDIO VÁLIDO PARA PREDICAR A JESÚS HOY?”

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CONTENIDO

LA MISIÓN DE LAS PARROQUIAS HOYEDITORIALPor: Monseñor Ricardo Tobón Restrepo

LA NOTICIA DEL DOMINGOPor: Pablo Andrés Palacio Montoya. Pbro.

PASTORAL SOCIAL: SER Y QUEHACER EN LA VIDA ECLESIALPor: Luis Fdo Arroyave Gutiérrez. Pbro.

LA MISIÓN CONTINENTAL TIENE NOMBRE: “RESPONSABILIDAD PARROQUIAL”Por: Gloria Patricia Arango Varela.

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HOMILÍA DE MONS.RICARDO TOBÓN RESTREPO,EN LA ORDENACIÓN DE PRESBÍTEROS

31Por: John Freddy Tamayo Cruz Pbro.

¿SIGUE SIENDO EL MILAGRO UN MEDIO VÁLIDO PARA PREDICAR A JESÚS HOY?

Por: Juan Carlos Isaza Velásquez Pbro.

“LA CASA DE DIOS ENTRE LAS CASAS DE LOS HOMBRES”36

DECRETOS Y NOMBRAMIENTOS41

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TRATAMIENTO PASTORAL DE LAS PERSONAS CON SUPUESTA POSESIÓN DIABÓLICA Por: Carlos Arboleda Mora Pbro.

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Por: + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

LA MISIÓN DE LAS PARROQUIAS HOY

“Es necesario, en primer lugar, implementar procesos de fe, que no sean algo ocasional en la vida de la parroquia, sino itinerarios permanentes para iniciar y acompañar las personas en su vida, para ayudarles a salvar su vida, encontrando en Cristo la libertad y la felicidad. ”

De la diócesis a las parroquias

Continuando la reflexión que estamos haciendo so-bre las parroquias, es bueno tener presente que

al hablar de la crisis de la parroquia, se puede identi-ficar a la ligera la crisis de un modelo con la crisis de la institución. En efecto, desde el comienzo, cuando los primeros obispos fueron también los primeros pá-rrocos, hasta hoy, las parroquias han debido recorrer un largo camino y ensayar diversos rostros. A través de diferentes normativas, a partir del año 398, se pasa de una realidad indefinida a una organización rígida que imita de alguna manera el imperio reformado por Dioclesiano. Las exigencias pastorales, que se expe-rimentaron a partir del siglo XIII, llevaron a construir la fisonomía, todavía en parte prevalente, que les da el Concilio de Trento estableciendo una legislación que hace equilibrio entre territorialidad y funcionalidad pastoral. Hoy, de nuevo, las parroquias deben adap-tarse para responder a las necesidades y esperanzas actuales. Esta es una tarea ardua porque exige la reno-vación global de sus funciones, de sus estructuras y, en último análisis, de su misma concepción. Para llegar a las características que debe te-ner y a las tareas que debe cumplir la parroquia, a fin de responder a su misión en el momento presente, es preciso recordar, una vez más, que la parroquia encuentra su identidad eclesial no en sí misma, sino en referencia a la Iglesia particular de la cual es una articulación. La misión atañe, ante todo, a la Iglesia diocesana en su globalidad. De ella, en efecto, sobre el fundamento de la sucesión apostólica, nace la cer-teza de la fe que se vive, la garantía de tener la Pala-bra de Dios y los Sacramentos, la autenticidad de la

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comunión y el mandato de anunciar el Evangelio. Esto aparece muy claramente en los Hechos de los Após-toles cuando se constituyen las primeras comunida-des cristianas (cf He 14,23). De hecho, al comienzo, la Iglesia se edificó en torno a la cátedra del obispo; luego, cuando se difundió el cristianismo en las ciuda-des y aldeas, aquellas porciones del pueblo de Dios fueron confiadas a los presbíteros. La Iglesia se hizo así cercana a las casas de la gente, sin sufrir detri-mento la unidad de la diócesis en torno al obispo y al único presbiterio que se conforma con él. La parroquia es, por tanto, una opción pas-toral; no es una pura circunscripción administrativa o una repartición meramente funcional de la diócesis; ella es la forma histórica privilegiada de la localización de la Iglesia particular. La Iglesia puede tener otras formas para atender a las exigencias de la evangeliza-ción, pero la parroquia, como dice Juan Pablo II, “es el núcleo fundamental en la vida cotidiana de la diócesis” (PG, 45). Más que de “parroquia” debemos hablar de “parroquias”; la parroquia, efectivamente, no es una realidad por sí misma y es imposible pensarla si no es en la comunión de la Iglesia particular. De ahí que una línea fundamental para su renovación y para en-tender su misión es la referencia al obispo y la profun-da vinculación a la diócesis. Esto muestra también la importancia de la integración de cada parroquia en el proyecto diocesano de pastoral. A la base está la con-ciencia que el párroco y todos los sacerdotes deben tener de ser parte del único presbiterio de la diócesis y por consiguiente sentirse responsables con el obis-po de toda la Iglesia particular, evitando autonomías y protagonismos sin sentido. La misma perspectiva, de efectiva comunión, la deben tener las personas con-sagradas y los laicos.

Opción por parroquias evangelizadoras

La parroquia, que ha nacido como forma concreta de la comunidad para ayudar a crecer en la fe y en el amor cristianos, está llamada a infundir el Evange-lio en el corazón de la existencia humana. Ella es la figura más conocida de la Iglesia por su cercanía a todos, por su capacidad de acogida a todos. Ella ha conducido hacia la “vida nueva” que ha traído Cris-to y ha hecho posible el sentido de pertenencia a la Iglesia. La parroquia ha ido logrando, a veces con dificultad, responder a las transformaciones sociales

y a las diversas sensibilidades religiosas. De alguna manera, ha vivido la búsqueda misionera y la alegría pastoral que enseña la parábola de la oveja perdida (cf Lc 15,4-7) y la realidad que describe el Concilio Vaticano II cuando afirma que la “Iglesia camina junto con toda la humanidad” (GS 40). También hoy, para que la parroquia no sea sólo un “centro de servicios” para la administración de los sacramentos o la gestión de la necesidad de lo sagrado, es preciso situarla en un horizonte más claramente misionero. La mejor perspectiva es dar a las parroquias aquella figura eclesial del cenáculo, donde Cristo, ofreciéndose por todos mediante la Eucaristía y dán-donos el don vivificante del Espíritu, revela el misterio de comunión y de misión que es la Iglesia para impul-sar en el mundo la aventura de la evangelización y de la vida nueva que nace del amor. Las parroquias, en el momento actual, tienen un papel fundamental para el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Por esto se señala que el obispo debe tener especial cuidado, como pri-mer responsable, de estas comunidades “eminentes entre todas las que están presentes en una diócesis” (PG, 45). En verdad, no se ve otra forma concreta para remplazarla en la tarea de transmitir el Evangelio dentro de las formas de la vida cotidiana y de ser expresión de la cercanía de Dios que ha puesto su tienda entre noso-tros (cf Jn 1,14). El diseño de su carácter misionero para los nuevos tiempos exige un cuidadoso discernimiento, que tenga en cuenta los logros del pasado y las posibili-dades del presente. No se trata de un sistema alternativo a la pas-toral ordinaria, sino de llevar la vida de las parroquias a que tenga la novedad que el Espíritu pide hoy, para que pueda ser la presencia de la Iglesia en cada lugar, el hogar que escucha y acoge a todos, el espacio don-de se encuentra y se vive la vida de Cristo. Esto exige que las parroquias señalen procesos con verdadera sabiduría pastoral, que renueven con audacia estruc-turas y organismos y que, particularmente, lleven a los fieles a un permanente compromiso dentro de una gran generosidad apostólica. Hasta ahora la parro-quia ha acogido a creyentes, a quienes la familia y la misma sociedad les ha comunicado la fe, para darles la catequesis y los sacramentos. En este momento, estamos frente a un problema nuevo: comunicar la fe a quienes no la han recibido en su hogar, a quienes van de paso y son como extranjeros en nuestra casa, a quienes no son creyentes y se acercan en un de-

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terminado momento, a quienes están lejos y debemos buscar. Hoy el gran desafío es engendrar de nuevo a la fe, es dar la vida cristiana a todos.

La tarea prioritaria de las parroquias: for-mar cristianos

Las parroquias están llamadas actualmente a dar a todos los que se acercan la presencia del Señor re-sucitado y la vida nueva del Evangelio. No se puede suponer que quienes llegan ya conocen a Jesucristo, viven el Evangelio, adoran al Padre en espíritu y en verdad, tienen una experiencia de Iglesia. Este es el primer cambio institucional de la parroquia, exigido por el tiempo en que vivimos. De nada aprovecha conti-nuar ofreciendo servicios religiosos y sacramentos si no son para cada persona eventos de salvación, que le permitan realizar plenamente su vida familiar, afectiva, laboral, social en compañía de Jesucristo. Por tanto, es necesario, en primer lugar, implementar procesos de fe, que no sean algo ocasional en la vida de la parro-quia, sino itinerarios permanentes para iniciar y acom-pañar las personas en su vida, para ayudarles a salvar su vida, encontrando en Cristo la libertad y la felicidad. En el momento en el que una persona pide el bautis-mo, la confirmación, el matrimonio debe comenzar un proceso formativo que le permita vivir progresivamente la alegría de la salvación que entraña ese sacramento. No basta un cursillo breve, vivido y sufrido como un requisito, sino que se requiere una compañía para que los que son iniciados en la vida cristiana vi-van la gracia recibida o para que los novios aprendan a ser discípulos de Jesús en pareja o para que los es-posos superen las dificultades en el camino del amor y se dispongan a ser padres cristianos que conducen sus hijos en la fe o para que los adultos se sientan cada vez más fortalecidos en el seguimiento de Cris-to y se integren gozosamente en la comunidad parro-quial. Quien encontraba a Cristo, cuando él estaba en su vida terrena, volvía a casa cambiado, alabando a Dios y, a veces, con el propósito de seguirlo de tiempo completo. Hoy podríamos tener la misma experiencia si la Iglesia ofreciera adecuados itinerarios de inicia-ción y formación cristiana, a través de diversas etapas, en una perspectiva catecumenal. Sabemos que nadie nace cristiano; la Iglesia, si quiere tener parroquias vivas, debe empeñarse seriamente en engendrar sus hijos y a enseñarles a vivir en comunidad.

Las parroquias hoy, por tanto, exigen una renovación radical de la pastoral ordinaria en la di-rección del primer anuncio, de la evangelización in-tegral, del despertar de la identidad cristiana, de la formación de comunidad. No podemos ilusionarnos con el éxito de ciertas actividades y experiencias co-munitarias más sicológicas o sociológicas que de fe; es necesario ir a la esencialidad de la misión eclesial; quien llega a la parroquia debe encontrar a Cristo sin demasiadas vueltas. La Iglesia, y por consiguiente las parroquias, existen para Cristo; para nadie más. Él es su proyecto pastoral, que debe integrar todas las dimensiones de la vida, todas las actividades y todos los momentos. Si la gente no percibe inmediatamente que la parroquia está al servicio de poner en contac-to con Cristo, nuestra fatiga es más o menos inútil. Si las parroquias son negocios de lo sagrado, si son sólo centros de asistencia social, si son oficinas para ofrecer diversos tipos de ayuda, es preciso refundar la institución parroquial y hacerla misionera. La parroquia tradicional no parece ya au-tosuficiente. No basta el concepto de territorialidad, pues no se es parte de la parroquia automáticamen-te porque se habita allí; se pertenece porque se ha hecho una opción de fe, libre y consciente, para ser un miembro comprometido en una comunidad. No se cuentan los fieles enumerando los habitantes del te-rritorio, sino contando aquellos que están adheridos como verdaderos miembros al cuerpo de Cristo. De otra parte, está llegando a su fin el tiempo de la pa-rroquia confiada sólo a los presbíteros. Hoy las parro-quias florecen si hay corresponsabilidad entre obispo, presbíteros y laicos; el Espíritu Santo ha sido infundi-do sobre todos (Jl 3,1-2). La formación e integración de los laicos es urgente, sabiendo que ellos no están para suplir a los clérigos sino para aportar los múlti-ples dones propios que han recibido. No hay evange-lización sin evangelizadores calificados, no hay dis-cípulos sin misioneros. Las parroquias existen para formar cristianos y para acompañarlos. Ha llegado para todos nosotros la hora de la conversión pastoral, de la unidad eclesial y del compromiso apostólico.

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Homilía de Mons.Ricardo Tobón Restrepo,En la Ordenación de Presbíteros

“La vida del sacerdote tiene que ser una ofrenda de amor en el seguimiento de Cristo. Él está llamado a dar su vida de un modo particular porque Jesús lo ha hecho su amigo y no sólo un siervo que cumple unos ritos. Lo ha hecho amigo para que a través de sus palabras, de sus manos, de su corazón, pase el amor con que él se entrega eternamente”.

Num 3,5-9; Heb 5,1-10; Lc 22,14-20.24-30

Saludo muy cordialmente a S.E. Mons. Marc Stenger, Obispo de Trois, a los sacerdotes y laicos que con él

han venido para hacernos sentir la fuerza y la alegría de la fraternidad que une a nuestras Iglesias; en nombre de toda la Arquidiócesis de Medellín les expreso la más cor-dial acogida y el sincero agradecimiento por su presencia en esta hora en que agrademos los nuevos presbíteros que nos da el Señor. Saludo con profundo afecto a los Se-ñores Obispos presentes, a los Vicarios y a todos los Sa-cerdotes de la Arquidiócesis, mientras les pido que viva-mos juntos el gozo de estas ordenaciones que rememora y actualiza la gracia que nos ha hecho dispensadores de los misterios de Dios. Mi saludo fraterno para el Padre Pro-vincial y demás Sacerdotes Palotinos que han sentido que la universalidad del apostolado y de la eclesialidad de su carisma religioso les pedía que la ordenación de su primer sacerdote colombiano tuviera como contexto la comunión y la fraternidad de esta solemne celebración diocesana. Quiero dirigirme de modo especial a los forma-dores de los seminarios; en nombre de la Iglesia les agra-dezco sus esfuerzos y desvelos para llegar a esta fecunda cosecha sacerdotal. Acojo con gozo y gratitud a los pa-dres, familiares y amigos de los diáconos que van a ser ordenados, en ellos y ustedes nos dan lo más querido de su corazón, en ellos ustedes subirán cada día al altar del Señor. Saludo a los seminaristas y a los jóvenes aquí pre-sentes y les pido que abran bien los ojos para ver en esta mañana feliz las maravillas que hace Dios. Los saludo a todos Uds. queridos hermanos y hermanos aquí reunidos, que con su oración, su amor, sus ofrendas han ayudado a que llegara este día. A los que ordenaré presbíteros no tengo que saludarlos; ellos saben cómo están profunda-mente unidos a mí en este misterio que nos llena el alma.

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Los invito a detenernos en una fugaz meditación sobre el sacerdocio de Cristo. Hay una primera y funda-mental participación en el sacerdocio de Cristo por el sa-cramento del Bautismo. El Concilio Vaticano II enseña: “Los bautizados por la regeneración y unción del Espíritu Santo son consagrados como casa espiritual y sacerdo-cio santo, para que por medio de sus obras cristianas, ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien el poder de Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (LG, 10). Nuestra condición de bautizados nos consagra para entregar al Padre la ofrenda de nuestra vida, dada la particular vinculación que tenemos con Cristo. Con él, nosotros somos responsables delante del Padre de toda la humanidad. Ser ofrendas vivas, santas, agradables a Dios, como pide el apóstol Pedro (cf 1 Pe 3,15), tiene una fecundidad divina y eterna para todos los hombres de la tierra porque es expresión del amor de Cristo, que nos ha tomado con él. Existe también una segunda forma de participar en el sacerdocio de Cristo. Por el sacramento del Orden se consagra un bautizado a fin de que pueda transformar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor. El que recibe el sacramento del Orden, por recibirlo, no es más que los otros, no es más santo que los demás cristianos, aunque tiene una mayor exigencia de santidad; él simple-mente, por pura gracia, es escogido por Cristo que lo une de una manera particular a su misterio, para que sea su representante en la ofrenda del sacrificio eucarístico. De hecho, sin el sacerdocio ministerial no hay Eucaristía. Es esto lo que hacía temblar a San Agustín quien, maravilla-do por el don de Dios, se preguntaba por qué Dios les da a unos pobres hombres el poder de consagrar el Cuerpo de Cristo. El presbítero no es más inteligente, ni más fuer-te, ni más santo, pero es el hombre que Dios nos da para tener la Eucaristía, es aquel de quien Jesús se sirve para hacerse presente. El Concilio Vaticano II nos dice: “Aquel que recibe el sacerdocio ministerial goza de un poder sa-grado para formar y conducir el pueblo sacerdotal y para realizar, en la persona de Cristo, el sacrificio eucarístico y ofrecerlo a Dios en nombre del todo el pueblo” (LG, 10). El sacerdote a pesar de sus pobrezas, no obstante sus miserias, es quien Jesús ha escogido para ser ministro de este misterio. Es la Eucaristía la que nos da el sentido del sacerdocio ministerial. El sacerdocio es un poder para servir, para dar la vida. El que celebra la Eucaristía no puede quedarse sin entregar su vida.

El sacrificio de la Cruz, bajo una forma sacra-mental, se actualiza en el misterio de la Eucaristía. El sacrificio de la Cruz es eterno y, por lo mismo, actual. Leemos en la carta a los Hebreos: “Es por un Espíritu eterno que Jesús se ha ofrecido él mismo al Padre” (Heb 9,14). La realización del sacrificio en el Calvario ha tenido lugar una vez por todas. Pero el amor por el cual Cristo se entrega al Padre, porque es el amor del Hijo, es un amor para siempre, y la Eucaristía es su signo sacramental. Temporalmente, la Eucaristía es anterior a la Cruz. Jesús la ha instituido antes de su muerte para que los apóstoles la vivan como una ofrenda de amor. La Eucaristía no es simplemente un acto litúrgico, sino el sacrificio que Cristo hace de sí mismo entregando su cuerpo, derramando su sangre por amor. Y porque este sacrificio es eterno, Jesús pide a sus apóstoles que bajo el signo del pan y del vino hagan su memoria. El acto propio del sacerdote es consagrar la Eucaristía para ofrecer al Padre sacra-mentalmente el cuerpo y la sangre de Cristo. Pero el sacerdote no puede hacer este gesto sin ofrecerse con Cristo al Padre. “Hagan esto en memoria mía”. Es en la acción de consagrar la Eucaristía cuando opera el sacramento del Orden para hacer lo que Cristo ha hecho. El sacerdote, al comulgar, es el primer fiel, el primero que profesa la fe en las palabras de Jesús, el primero que se deja transformar en ofrenda por el misterio eucarístico. Ofrecerse es una obra exigente que realiza el artista del amor que es el Espíritu Santo. El Espíritu nos lleva a ser ofrenda viviente, substan-cial. Así el amor divino se realiza y se encarna en la ofrenda de nuestra vida, de nuestro cuerpo, de nuestro tiempo, de nuestra energía. Gracias al pan y al vino, el amor divino que es todo interior no pierde su realismo. Hacer la memoria, en la intención de Jesús, no es un simple recuerdo. Es en la fe, la experiencia divina de la realidad de la presencia actual de Cristo en su amor entregado por el Padre y por nosotros; es el culmen de la entrega de la vida en el amor. La Eucaristía es la ofrenda con Cristo de nuestra vida, tal como el amor divino la reclama. En el momento en que Jesús es entregado, aparentemente no hace nada, como el cordero llevado al matadero que describió Isaías. Pero fue allí cuando tomó el pan. Desde dentro de lo que padece, brota la iniciativa de ofrecerse él mismo por amor. La cruz es sufrimiento, pero es sobre todo amor. La Eucaristía es la fuente viva del amor; cuando nosotros no podamos más, cuando

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seamos entregados por nuestros hermanos, rechazados a causa de su egoísmo, de sus celos, de su soberbia, entremos en este gesto de Jesús por nosotros. El toma el pan, da gracias, lo parte y dice: “Este es mi cuerpo en-tregado por Ustedes”. Ahí está el realismo de este don. En la entrega él se ofrece todo entero en el amor para darnos su corazón traspasado, fuente viva de todo amor, más fuerte que todas las muertes. Y la Iglesia guarda en su tradición lo que Jesús ha instituido y que se transmite a través de las generaciones por la sucesión apostólica. Los Apóstoles han ordenado a sus sucesores y les han transmitido el poder de ordenar. Esto es lo que vivimos en una ordenación sacerdotal: la transmisión del poder dado por Jesús a los que son ordenados. El poder del amor, para renovar desde dentro todas las cosas aun en medio del dolor y del fracaso. Después de este misterio, si seguimos el Evan-gelio de Juan, Jesús nos da el mandamiento nuevo del amor, nos anuncia el envío del Espíritu Santo, se define como la vid en la que podemos tener vida y fruto y ale-gría. Luego dice a los Apóstoles: “Ustedes son mis ami-gos si hacen lo que yo les mando. Yo no los llamo más siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor, yo los llamo amigos porque todo lo que he oído a mi Padre, yo se los he dado a conocer” (Jn 15,14-15). Este paso de servidor a amigo es el que acontece en la elección al sa-cerdocio ministerial. Dando el poder de realizar la ofrenda que él hace de sí mismo en el sacrificio eucarístico, Jesús invita a sus Apóstoles a entrar en el secreto mismo de su amor. El es el Hijo muy amado del Padre y él elige a sus Apóstoles con el mismo amor con que él fue amado por el Padre. Luego, revela hasta dónde llega este amor: “Ninguno tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). De la misma manera que Je-sús ha entrado en el amor del Padre, entregándose, de la misma manera los Apóstoles responden a una elección de amor dando la vida en el amor. Realizando los gestos de Cristo, entrando en su última intención, se es verda-deramente su amigo. Por eso, el sacerdote es invitado, en primer lugar, a dejarse transformar por el corazón de Cristo para que su vida se conforme con el misterio que celebra: la ofrenda que Cristo hace en el amor del Padre. Esto hacía decir al santo Cura de Ars: “El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”. Por eso, el sacramento del Orden imprime un carácter indeleble, una marca en el alma que vincula a Cristo de manera indefectible. Un sacerdote aunque deje

el ministerio no puede suprimir esta predilección de amor, no puede borrar esta elección particular que le ha hecho Cristo. Un sacerdote no puede no ser sacerdote. Puede no ejercer pero la elección de Cristo, el carácter sacerdo-tal siempre le marcará el ser. Habiendo sido llamado a hacer la memoria del Señor, el gesto personal por el que Cristo se ofrece en el amor, el sacerdote está marcado para comprender que su vida es una sacrificio de amor por sus hermanos. Es por esto por lo que el sacerdocio implica un llamamiento específico de Dios, una elección de Dios. No es alguien que se inventa a sí mismo por-que quiere cumplir unas funciones. Es uno que Cristo ha escogido y marcado en su alma y en toda su persona, diciéndole: Yo te he escogido como amigo y yo te invito de una manera particular a ser el primero en el amor, a dar tu vida por los hermanos. Por esto el sacerdote, como harán ahora los nuevos presbíteros, se compromete a vivir en la oración, en la obediencia, en el celibato, en la caridad apostólica. No se trata de una disciplina moral, es la vida en espíritu de amor, es la ofrenda gozosa de la existencia que se hace en la Eucaristía y que marca la inteligencia, el cora-zón, la persona toda. La vida del sacerdote tiene que ser una ofrenda de amor en el seguimiento de Cristo. Él está llamado a dar su vida de un modo particular porque Je-sús lo ha hecho su amigo y no sólo un siervo que cumple unos ritos. Lo ha hecho amigo para que a través de sus palabras, de sus manos, de su corazón, pase el amor con que él se entrega eternamente. Queridos diáconos vean cómo el realismo del sacerdocio viene del realismo de la Eucaristía. Ustedes quedan consagrados para la entrega, para la ofrenda, para el amor. Esto es preciso expresarlo en el acompa-ñamiento fiel de las personas que el Señor les confía, en el servicio a todos y especialmente a los más pobres, en la fidelidad a la Iglesia dentro de la cual son ordenados, en la más completa disponibilidad misionera. Entonces serán los amigos de Cristo. Le pido a la Santísima Virgen, en cuyas santas entrañas fue consagrado para el amor el Sumo y eterno Sacerdote, que los acompañe a lo largo de su ministerio con su ejemplo de fe y de humildad y que los proteja con su intercesión poderosa y materna para que sean siempre los amigos de Cristo, los que aman hasta el extremo, los sacerdotes consagrados y marca-dos para la eternidad.

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LA NOTICIA DEL DOMINGO

Por: Pablo Andrés Palacio Montoya, Pbro.

“Concluimos en esta entrega la primera parte del Tiempo Ordina-rio: en el quinto Domingo Jesús, solidario en el dolor, iluminará el gran problema del sufrimiento, tema que se prolonga en los si-guientes, a propósito de la cura-ción del leproso y del paralítico.

Por otra parte, comenzamos el Tiempo de Cuaresma con los comentarios propios del Miérco-les de Ceniza y teniendo como referente a Jesús, fiel al Padre en medio de las tentaciones, tema fundamental en el primer Domin-go de estos días penitenciales”.

1 Este aspecto será abordado nuevamente en el comentario al Salmo del Domingo VII.

DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO

Job 7, 1 – 4. 6 – 7

El problema del sufrimiento ha inquietado siem-pre al ser humano, quien ha intentado encontrar

alguna respuesta a tan difícil situación. En Israel, por ejemplo, se pensaba que el dolor estaba unido al pecado, de modo que quien se veía afectado por alguna enfermedad o dificultad, estaría pagando sus propias faltas o las de sus antecesores1 ; pero esta doctrina, como vimos hace algunos Domin-gos, fue cuestionada por Ezequiel (18,2) y por Je-remías (31,29), los cuales aclararon que cada uno sufre por sus propios pecados. Buena respuesta, ciertamente; pero quedaba aún una gran inquietud: ¿qué pasa, entonces, con aquel que se ve afectado aún siendo justo y bueno? Tal es el caso de Job, personaje que había procurado agradar a Dios, y que a pesar de todo no sólo había perdido sus bie-nes, sino que padecía la enfermedad más terrible para un hebreo: la lepra. A un autor del siglo V a.C. se le ocurrió escribir esta obra para cuestionar la explicación simple y radical según la cual dolor y pecado están inevitablemente unidos. En primer lugar aparecen en escena tres amigos del enfermo, quienes tratan de convencerlo, según la doctrina tradicional, de que él debe haber cometido alguna falta grave; pero Job no se resigna a aceptar semejante respuesta y se atreve incluso a desafiar a Dios, renegando de su santidad! Llega entonces otro amigo, Elihú, el cual plantea “la peda-

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2 La segunda parte la comentamos en la Solemnidad de Corpus Christi el año pasado.3 GIANFRANCO RAVASI hace un interesantísimo comentario al respecto en su monumental obra “Il Libro dei Salmi: Commento e Attualizzazione” 9 Vol III (101 – 150) Bologna, Edizione Dehoniane 2002, p. 951 – 952. Recuerda, al respecto, cómo el pensamiento bíblico es completamente hostil a este tipo de idolatría: Cf. Jer 8,2; Dt 4,19; 2 Re 23, 4 – 5; Sab 13, 1 – 5 y todo el capítulo 47 de Isaías.4 El mismo RAVASI afirma en su obra “Una Comunidad lee los Salmos”, Bogotá, San Pablo 2011,p. 552: “Aquel Dios que se detiene ante un pájaro hambriento se llena de superioridad severa respecto de las caballerías y de los ejércitos de este mundo que se atreven a desafiarlo”.

gogía del sufrimiento”, realidad que ayuda a crecer y a madurar. Es entonces cuando aparece quien todos esperaban: Dios; sin embargo, su presencia no se da para explicar por qué sufre el justo, sino para afirmar su trascendencia y ratificar que a Él no se pueden pedir explicaciones. Finalmente, todo termina bien, con alegría y felicidad para Job. La obra no alcanzó a aclarar por qué sufre el jus-to: el problema quedó en suspenso; simplemente pudo, vagamente, plantear la presencia de Dios en medio del dolor. Todas estas palabras introductorias son esenciales para comprender el texto de hoy, en el que el personaje central no encuentra sentido a su vida: el trabajador añora el descanso y la sombra, pero a él no le ha tocado más que noches de in-somnio. Estamos apenas al inicio del libro (c. 7); falta mucho todavía para que Job se encuentre con Dios cara a cara y logre entender, al menos, que Él no era indiferente a sus penas: «te conocía sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven» (42,5). Los inte-rrogantes sobre el sufrimiento no encontraban aún plena explicación; esta sólo logrará ser iluminada con Jesús, Dios solidario en el dolor humano, tal como veremos en el Evangelio.

Salmo 147 (146)Proclamamos hoy la primera parte de un único sal-mo que fue dividido en dos (vv. 1 – 11; vv. 12 – 20) por la Septuaginta. Se trata de un himno de agrade-cimiento y alabanza a Dios (“Aleluya”) por las ma-ravillas que realiza, no sólo en la creación (vv. 4. 8 – 9), sino también en la historia del pueblo elegido. El texto entero se articula en tres secciones, cada una de ellas introducida por una invitación a la ala-banza; teniendo en cuenta que en comentarios pre-cedentes nos hemos detenido en los vv. 12 – 202 , vamos a observar ahora sólo la unidad propuesta por la liturgia para el día de hoy: Los vv. 1 – 6 celebran la acción histórica de Dios, capaz de restablecer la ciudad y el pueblo luego del exilio y que con amor de Padre se inclina

para sanar las heridas de sus hijos (vv. 1 – 3); los vv. 4 – 6, por su parte, cantan la acción cósmica del Creador, dueño y Señor del universo. Hoy, cuan-do tantas personas hacen depender su destino del zodiaco y de la posición de los astros, esta sección del salmo nos invita, más bien, a poner nuestro co-razón en la fuente y origen de dichas realidades: Dios3, Quien precisamente por ser Creador de cuanto existe es igualmente salvador; ahora bien: dicha acción sólo puede ser comprendida por los humildes (v. 6). Un segundo movimiento del salmo lo en-contramos en los vv. 7 – 11 donde, luego del in-vitatorio (v. 7), aparece la figura de Dios como el dispensador del don más preciado en medio del árido paisaje palestinense: el agua (vv. 8 – 9); pero el autor sagrado va más allá y describe la ternura con la que Él cuida y protege sus creaturas. El tema de la humildad regresa en los vv. 10 – 11: el Señor actúa en favor de quien, sabiendo que nada puede por sí solo, es capaz de poner toda esperanza sólo en su misericordia4. Así pues, el “Aleluya” que hoy proclama-mos nos exhorta a ver la acción divina en el cosmos y en la historia y a renunciar a todo tipo de soberbia o autosuficiencia, abandonándonos en su providen-cia amorosa.

1 Corintios 9, 16 – 19. 22 – 23 Los misioneros itinerantes y los maestros tenían derecho a ser sustentados por las comunidades a las que servían. Pablo había elegido una opción in-audita para su época: predicar sin recibir dinero, y trabajar con sus propias manos para ganar el pan de cada día; y no se gloriaba de ello, pues bien sa-bía que no lo hacía por méritos propios, sino por gracia de Dios. El hecho de renunciar al derecho de recibir sus-tento permitió al Apóstol encarnarse en la realidad de sus comunidades, conformadas en su gran mayoría por esclavos (que en las grandes ciudades constituían las dos terceras partes de la población): «siendo libre, me

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5 Cf. HERNÁN CARDONA y FIDEL OÑORO en su obra “Jesús de Nazareth en el Evangelio de Marcos” Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana 2008, p. 187.

hice esclavo de todos» (v. 19). De esta forma, fue posi-ble para él imitar el abajamiento de Cristo. Considerándose a sí mismo esclavo, Pablo manifiesta que evangelizar no es para él un “traba-jo que le permite vivir”, SINO UNA OBLIGACIÓN! («Ay de mí si no evangelizo»” (v. 16). Él recibió gratuitamente el Evangelio: fue perdonado por Cristo y enviado a misionar aun sin haber hecho méritos para ello; por tanto, lo que gratuitamente recibió, gratis lo da (Mt 10,8), y así, el no recibir sustento como paga representa su paga misma. Podemos decir también que lo único que Pablo busca es ser “copartícipe del Evangelio”, es decir, alcanzar las promesas de las que gozan los que acogen la Buena Noticia. El Apóstol ha re-nunciado a cualquier gratificación en la tierra, pero desea ardientemente alcanzar la recompensa es-catológica: vivir unido para siempre a Aquel “que lo fortaleció y lo mantuvo fiel confiándole éste minis-terio” (1 Tm 1, 12). Qué ejemplo el de Pablo! Ojalá todos podamos entregarnos de lleno al anuncio del Evangelio sin buscar nunca recompensa alguna por ello; de lo contrario, estaríamos contrariando a Aquel que “siendo rico, se hizo pobre para enrique-cernos con su pobreza” (2 Cor 8,9).

Marcos 1, 29 – 39 Continúa Marcos describiendo el fin de semana de Jesús en Cafarnaún con un significativo “crescen-do”: de la sinagoga se pasa a la casa, de allí a la ciudad y finalmente a toda la región. Distingamos tres escenas en el texto de hoy:

Curación de la suegra de Simón (vv. 29 – 31): la casa es el lugar preferido por Jesús para la ins-trucción de los discípulos (7,17; 9,28. 33; 10,10); el contenido de dicha instrucción para los an-tiguos pescadores es claro: todo aquel que ex-perimenta un encuentro vivo con el Maestro, lo-gra transformar su vida, llegándose a identificar con Él. Esto es precisamente lo que ocurre a la suegra de Simón, ya que, luego de ser sanada, asume la actitud del servicio, que es la misma del Salvador5 según 10,45. Así, en la casa, en medio de la familia, los primeros llamados ratificarán su propia experiencia de DISCIPULADO.

Curaciones al atardecer (vv. 32 – 34): habien-do terminado ya el día de reposo, Jesús se dispone a mostrar el Reinado de Dios y las ac-ciones realizadas en la sinagoga (exorcismo) y en casa de Simón (curación), se multiplican. Cristo aparece así como la luz que brilla en medio de las tinieblas del dolor humano. He aquí, pues, el eje transversal de esta domínica: si Job no alcanzaba a entender el sufrimiento del justo, Nuestro Señor lleva a su plenitud la bellísima imagen del Salmo que nos presen-ta a Dios sanado los corazones destrozados. Ciertamente el sufrimiento y el dolor son inhe-rentes a las condiciones limitadas de nuestra existencia; pero lo más interesante es que el mismo Dios no sólo quiso acercarse a los dé-biles y deprimidos, sino que, cumpliendo las palabras de cuarto cántico del siervo (Is 52 – 53) quiso cargar sobre sí el sufrimiento de la humanidad entera. Dios no es el responsable de nuestros problemas, no nos los envía, pero se hace solidario con nosotros, confortándo-nos con su compañía e invitándonos a ver el futuro con esperanza.Oración matinal y salida misionera (vv. 35 – 39): ¿de dónde brota esta sensibilidad de Je-sús hacia el dolor ajeno? Marcos es claro en decirnos que en oración fiel y continua Él des-cubría la voluntad del Abbá y se disponía así a revelar su cercanía amorosa. No hay duda al-guna de su celo y entrega: quería desplazarse continuamente a muchas aldeas; pero Jesús de ningún modo era un activista indómito: por el contrario, todo cuanto hacía era simplemen-te un compartir aquello de lo que se alimenta-ba en el encuentro con el Padre. Concluye, pues, el “primer fin de semana de pastoral de Jesús”. Que nos quede como propósito para imitarlo el deseo de propiciar un encuentro vivo con Él a cuantos vengan a nosotros (más aún: ¡a quienes busquemos!), especialmente a los más desesperados y vul-nerables. Pero no nos contentemos con hacer, hacer y hacer: es necesario dedicar largos ra-tos al diálogo con Dios, de modo que podamos anunciarlo a Él y no a nosotros mismos.

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6 El mismo capítulo 13 las clasifica así: erupciones (vv. 7. 22. 27. 35), llagas que se hunden en la piel decolorando el vello a su alrededor (vv. 3. 20. 25.30) y úlceras o “carne viva” (vv. 10. 15. 42).7 Los conceptos para describir el pecado son los mismos que aparecen en el Salmo 51; adelantándonos un poco a lo que diremos acerca de ellos el Miércoles de Ceniza, observamos que en primer lugar aparece el “peša‘”, o sea, la rebelión, la ruptura de un vínculo estrecho; encontramos también la palabra “ awôn”, cuya etimología remite a una “torcedura”; pero el pecado es también llamado “ht’” es decir “errar el blanco”, como cuando se lanza una flecha y no se acierta.

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO

Levítico 13, 1 – 2. 44 – 46El libro del levítico, como su nombre lo indica, es un manual propio de los servidores del templo y su finalidad era garantizar la pureza y la santidad al momento de ejercer el oficio cultual. Con el paso del tiempo, especialmente después del exi-lio, Israel se vio en la necesidad de ampliar dichas normas a la población entera, de modo que todos pudiesen vivir la integridad, no sólo al acercarse a Dios, sino en el diario vivir. En este orden de ideas, se comprende cómo diversas enfermedades impedían a los fie-les la dignidad corporal necesaria para dar culto a Dios y entre ellas había una de mayor rango, ya que alejaba también de los hermanos: la le-pra, término con el que se designaban diversas afecciones de la piel, de carácter temporal y por tanto curables6. El sacerdote era quien determina-ba si la enfermedad era infecciosa o no; en caso afirmativo, el leproso debía apartarse de su aldea y manifestar a todos aquellos que no eran conscien-tes del peligro sobre su condición mediante signos convencionales: vestidura desgarrada, pelo largo y suelto y el grito repetido de “impuro”. Una vez recuperada la salud, quien había estado alejado regresaba donde el sacerdote, cuyo diagnóstico favorable era necesario antes de iniciar los ritos de purificación para la reintegración a la comunidad. Teniendo en cuenta lo que se acaba de afirmar, la lepra era quizás la enfermedad más de-nigrante para un ser humano, básicamente por tres motivos:

Como hemos visto a propósito de Job y como veremos en el Salmo del próximo Domingo, el afectado era considerado ante todo un pecador que pagaba con su dolor las faltas cometidas. La impureza le impedía acercarse a Dios. La exclusión, no sólo del culto, sino de la comu-nidad, provocaba en el enfermo el desprecio por parte de los hermanos. ¿Qué imagen de sí mis-

mo podría tener un leproso, una persona que al sufrimiento físico añadía el sufrimiento moral? En pocas palabras, se trataba de un “muerto en vida”, que perdía todo tipo de relación: con Dios, consigo mismo, con los suyos; el deses-pero en semejante situación era más que nor-mal: ya el Evangelio de hoy nos mostrará un personaje que no aguanta más y, en contra de las prescripciones legales, antes de esperar la anhelada curación es capaz de implorarla a Je-sús, Quien con sus acciones –lo comentaremos más adelante– le enseña que Dios, en vez de rechazarlo, lo acoge y lo dignifica.

Salmo 32 (31) Tal como ocurre en el salmo 51, el orante se enfrenta aquí a un enemigo particular: el pecado, que se anida en su conciencia e influye en sus elecciones. Lo más interesante de este himno es que de la amargura del pecado se pasa a la alegría del perdón, situación en-marcada en una exhortación sapiencial (vv. 1-2/8-9). Analicémoslo, pues, teniendo en cuenta tres secciones:

Prólogo con bienaventuranza (vv. 1-2): se trata de una expresión de alegre libertad pronun-ciada por alguien que, siendo perdonado por Dios, retorna a la comunión con Él. Tres acciones divinas con respecto al pecado son mencionadas: Dios lo “quita”, de modo que ya no constituye un peso; Dios lo “cubre”, es decir, lo ignora, lo liquida, lo cancela; Dios lo “imputa”, o sea que nolo recuerda y lo retiene inefi-caz e inexistente7. Así pues, el beneficiario de estas acciones divinas es considerado “dichoso”.Canto del perdón (vv. 3-7): el penitente traza la aventura de su propia con-versión, abarcando las tres esferas temporales: el pasado (vv. 3-4) ha sido un tiempo de miseria; el presente (v. 5) es observado como un diálogo en el que el orante, verdaderamente arrepentido, se muestra decidido a volver a Dios; el futuro (vv. 6-7) se ve ante todo como una situación de paz y sere-nidad: la oración y la fe aseguran al salmista la pro-tección divina en medio de las aguas caudalosas.

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Instrucción sapiencial (vv. 8-10): es una enseñanza sobre la antitética suerte de los pecadores y de los justos, al mismo tiempo que se invita a permanecer fieles a Dios. Todo el salmo concluye con una antífona (v. 11) en la que los puros de corazón son lla-mados a unirse al canto alegre de bendición: así, el rugido-gemido del tiempo del pecado (v. 3) se ha transformado en un grito de júbilo y alabanza: nótese el empleo del verbo “rnn”, que hace alusión a una felicidad inefable. De esta forma, el salmo 31 se convierte en una magní-fica propuesta de reflexión e invitación al cam-bio de vida, que parte de un reconocimiento por parte del orante de las propias faltas, de modo que, aceptando la bondad infinita de Dios, se abre a la alegría de sentirse reconciliado con Aquel que siempre lo ha esperado.

1 Corintios 10,31 – 11,1 En los versículos precedentes Pablo ha enseñado a los cristianos cómo deben comportarse en me-dio de una sociedad helenizada. La sección que hoy proclamamos prolonga dicha exhortación en cuatro momentos, uno por cada versículo: en los dos primeros se habla a nivel general; en los dos últimos Pablo mismo sirve de ejemplo: v. 31: la gran motivación ética de un cristia-no es hacer todo para gloria de Dios, algo así como un testimonio misionero: el creyente llega a ser sa-cramento suyo en medio de una sociedad pagana. v. 32: lo anterior implica necesariamente una coherencia entre aquello que se cree y lo que se hace: el cristiano no puede ser piedra de tropie-zo para nadie. Recordemos las palabras del Salmo 69,6: «Que por mi causa no queden defraudados los que esperan en ti, Señor de los ejércitos; que por mi causa no se avergüencen los que te buscan, Dios de Israel». v. 33: el dar gloria a Dios y el evitar escan-dalizar exigen una renuncia, tal como ha hecho Pablo, quien no ha buscado sus propios intereses, sino los de sus hermanos. El creyente es signo en la medida en que se despoja de sí mismo y se con-vierte en donación incluso para aquél que se mues-tra indiferente ante su testimonio.11, 1: Pablo es enfático en afirmar que su única

preocupación ha sido imitar a Cristo, llegando a transformarse en imagen suya: quien veía a Pablo, veía al Salvador. Ahí reside la autoridad con la que él habla y exhorta, pues invita a hacer algo que ha vivido y experimentado sin escatimar esfuerzos.

Marcos 1, 40 – 45 Hace una semana acompañábamos a Jesús en su salida misionera por Galilea, actividad de la que Marcos narra sólo detalladamente la curación de un leproso, siendo además la única de este género en todo el Evangelio.

Tal como afirmábamos atrás, este enfermo tiene el atrevimiento de acercarse a Jesús por ini-ciativa propia, dando a entender que desea salir de su miseria y marginación. Pero lo que más le in-quieta es por qué debe permanecer alejado de Dios! Observemos, al respecto, cómo lo que pide no es simplemente una curación, sino una “limpieza o pu-rificación”, evidenciada por el verbo “katharízō”, con-dición esencial para participar nuevamente del culto.Jesús va más allá y sus gestos y palabras así lo demuestran:

Extiende la mano, medio ya empleado por Moisés para mostrar los prodigios divinos en Egipto: Ex 4,4; 7,19; 8,1. Se ratifica así una idea que había sido ya preparada los Domin-gos anteriores: Dios reina venciendo el mal, venciendo todo aquello que oprime a sus hijos.Lo toca: una vez más vemos que la Ley no es el fundamento último de acción, ya que la curación no llega espontáneamente, sino que es Dios mismo Quien entra en contacto con aquel impuro, cambiando radicalmente su condición; de esta forma, la distancia requerida se elimina, ya que para el Abbá no hay discri-minación alguna.Le habla, dando a entender que su voluntad no es otra sino que su relación con Dios, consigo mismo y con sus hermanos, experimente una transformación. El leproso curado no atiende el mandato de silencio impuesto por Jesús, sino que se convierte en “misionero del Reino”: Dios no lo ha rechazado, Dios no lo ha abandonado a su suerte; por el contrario: Dios mismo lo ha toca-

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do, se ha abajado para ser sensible ante el do-lor de quien vivía excluido de todo tipo de rela-ción. Semejante regalo divino no podía quedar en el silencio.

Dios reina y es posible ver su acción! La marginación y la soledad no tienen espacio en su Reino, ya que Él acoge a sus hijos que esperan en su misericordia, hasta el punto de favorecer y abrazar al impuro, al mísero. Pro-pongámonos, pues, identificar los leprosos de nuestra sociedad para anunciarles cómo Dios quiere realmente trasformar sus vidas.

DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO

Isaías 43, 18 – 19. 21 – 22. 24b – 25El capítulo 43 alterna, como es común en el men-saje profético, el anuncio de salvación y la denun-cia del pecado. Distinguimos entonces dos seccio-nes en la lectura de hoy:

Los vv. 16 – 21 invitan al recuerdo de los pro-digios del éxodo, no en cuanto rememorar con nostalgia, sino como preparación al espléndi-do futuro que está por llegar: si la liberación de Egipto constituía para Israel la más grande obra del Señor, Él les anuncia que algo toda-vía más grande está por llegar; así, maravillas aún mayores de las que fue testigo el desierto del Sinaí se podrán contemplar al otro lado de la media luna fértil. Vemos pues, cómo Dios, Quien se muestra dueño y Señor del territorio disputado en la antigüedad por las grandes po-tencias, puede prometer a sus hijos agua y se-guridad en el camino de regreso a casa.El panorama apenas presentado no suscita sino admiración y alegría; sin embargo, Israel ha de comprender que lejos de su Salvador no logrará sino vivir como esclavo y es por eso que la segunda parte de este oráculo insiste en la necesidad de reconocer el pecado y vivir una seria conversión. La antítesis de los vv. 22 – 24 es clara: por medio del culto el ser humano, re-conociéndose siervo del único soberano, ofre-ce a Dios su tributo; pero aquí ocurre todo lo

contrario: Israel ha reducido a Dios a un simple vasallo que tendría que acudir a remover sus pecados cada que se les antoje. Pues bien, ya al inicio del c. 44 el Señor promete bendición y esperanza al pueblo pecador, que debe sa-ber ubicarse en su lugar: el de siervo, elemento este que puede iluminarnos para dejarnos ayu-dar y “quitar las tejas de la casa con tal de llegar hasta la presencia de Jesús”.

Salmo 41 (40)Proclamamos hoy un salmo en el que el orante, ante su grave enfermedad, espera en Dios, al mismo tiempo que se lamenta por el desprecio de quienes lo rodean. Luego de la bienaventuranza de aquel que cuida del débil y desamparado (vv. 2 – 4), pasamos al centro temático de la oración (vv. 5 – 10) en el que sobresalen dos realidades:

La doctrina de la retribución, según la cual la enfermedad está unida inevitablemente al pe-cado: es por eso que reconoce su falta (v. 5), con el fin de obtener el perdón y la consiguien-te sanación; en efecto, “la enfermedad para el hombre del Antiguo Testamento (…) tiene una señal inequivocable: es un llamado a la con-ciencia para que reconozca que en la raíz de su sufrimiento hay una culpa y, por tanto, el enfermo se convierta para vivir física y espiri-tualmente. Una vez obtenida la absolución, la carne volverá a reflorecer”8.La incomprensión por la persecución de los enemigos, que sólo desean su muerte (vv. 6 – 9) y sobre todo por la traición del amigo (v. 10), hecho citado por Jesús en el contexto de la última cena (Jn 13,18). Pero la oración no se apaga en este cuadro oscuro y solitario: Dios perdona, cura, ama y hace triunfar (vv. 11 – 14); es por eso que la curación que se espera representa, no sólo el perdón di-vino, sino la rehabilitación en cuanto a la justicia, hasta el punto que también se desea estar en la presencia del Señor (en el templo) para siempre: v. 13.

8 Son palabras de RAVASI en su ya citada obra “Una Comunidad lee los Salmos”, p. 171.

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El Evangelio de hoy nos permitirá observar las actitudes apenas descritas: Jesús será Aquel de quien el salmo proclama la bienaventuran-za: Él es el SÍ de Dios (segunda lectura) que se agacha para levantar al pobre y desvalido; el paralítico y sus acompañantes manifiestan su profunda fe haciendo hasta lo imposible para llegar al Salvador; los escribas, por su parte, representan los enemigos, entregados simple-mente al juicio y la indiferencia. Y nosotros … ¿con quién nos identificamos?

2 Corintios 1, 18 – 22 El contexto en el que se enmarca esta lectura es el inconformismo de los corintios hacia Pablo, pues había prometido visitarlos nuevamente, pero no pudo cumplir su promesa. Algunos adversarios del Apóstol aprovecharon este inconveniente para denigrar de él, desacreditando su ministerio. Pablo comienza ratificando cómo, el no haberlos visitado, no significa que cumpla a medias su ministerio: no ha sido a veces sí, a veces no, sino un «sí» radical, ya que se ha entregado verdaderamente a ellos, sin buscar su propio interés. Aunque más adelante el Apóstol insistirá en la debilidad como signo de la autenticidad de su ministerio (11, 23 – 33), en la sección que hoy analizamos resalta el aspecto cristocéntrico por medio de dos aspectos:

El Apóstol se ha hecho un «sí» a ejemplo de Cris-to, en Quien se cumplen todas las promesas de Dios (v. 20). Es necesario subrayar el insistente interés paulino por la persona de Cristo, de donde brota su radicalidad: habiéndose convencido que todo lo demás es basura (Flp 3, 7 – 8), no busca sino encontrarse una vez más con Aquel que es la misma respuesta positiva de Dios a los hombres.Pablo –y sus colaboradores en la misión– han sido ungidos (v. 21): el verbo aquí empleado es «jríein», de donde viene «Cristo»; en pocas palabras, se ha hecho igual a Jesús y se ratifica así lo mencionado hace una semana: «imíten-me como yo imito a Cristo» (1 Cor 11, 1).

El Apóstol nos enseña a no ser pastores me-diocres: no podemos ir de aquí para allá, dicien-do un día “sí” y otro día “no”; NO! Nuestra opción por Cristo debe ser radical y nuestro ministerio no puede ser ejercido a medias: no podemos to-lerar mediocridad en la obediencia, en la pobre-za, en el celibato, en la oración, en la fraternidad. Si hemos sido ungidos, tenemos el imperativo de dar la misma respuesta de Aquel que sin duda alguna dio un Sí generoso al Padre, permitiendo así que por medio nuestro La Buena Noticia del Reino llegue a muchas personas.

Marcos 2, 1 – 12Luego de su itinerancia en Galilea regresa Jesús a Cafarnaún y lo que se presagiaba, según las esce-nas anteriores, como una actividad exitosa, poco a poco va encontrando algunas contradicciones; de ahí que, entre 2,1 y 3,6 encontramos una serie de cinco controversias9, de las cuales hoy proclama-mos la primera. La escena presenta como beneficiario de la acción de Jesús a un personaje cuyas condi-ciones no pueden ser más deplorables: en primer lugar, es alguien incapaz de valerse por sí solo, impotente frente al mundo; pero para agravar las cosas, vive en condiciones precarias, ya que se-gún 2,4 usa como lecho un “krábattos”, propio de los pobres, que se diferencia del “klinē” usado por personas de mejores recursos10. Resulta que el paralítico en mención encuentra aquí dos tipos de personas que le ayudan: unos, con una creatividad asombrosa, son capaces de llevarlo delante de Je-sús; Él, por su parte, le devolverá la dignidad. En el otro lado de la escena observamos un grupo de personas que, en forma indirecta, juzgan al enfermo: para ellos Cristo no sólo no puede per-donar pecados, sino que, si el personaje aquel se encuentra en una situación tan miserable, es porque es un transgresor de la voluntad divina. Hemos hablado ya en el comentario al sal-mo de tres realidades: bienaventuranza para quien cuida del débil, relación pecado-enfermedad, ata-que de los enemigos-traición de los amigos. De-

9 HERNÁN CARDONA y FIDEL OÑORO en su comentario a Marcos, p. 196, las titulan así: 1) 2, 1 – 12: controversia sobre el perdón; 2) 2, 13 – 17: controversia por la cena con pecadores; 3) 2, 18 – 22: controversia sobre el ayuno; 4) 2, 23 – 28: primera controversia sobre el cumplimiento de la Ley; 5) 3, 1 – 6: segunda controversia sobre el cumplimiento de la Ley.10 La diferencia es subrayada por J. GNILKA en su obra “El Evangelio según San Marcos” Vol. I. Salamanca, Sígueme 2005, p p. 115.

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tengámonos, entonces, en la respuesta del Salvador: no deja de extrañar que, en vez de levantarlo simple-mente de su camilla, antes que nada perdone sus pecados! Y esto es sumamente significativo, ya que demuestra cómo el Reino de Dios toca la fibra más íntima del ser humano: su conciencia; no sólo la par-te externa, tal como veíamos a propósito de los exor-cismos y terapias, sino el corazón mismo del hombre. Así, el mal es derrotado en todas sus dimensiones, y Dios se muestra como Aquel que restablece la gracia en sus hijos. Semejantes palabras no podían sino causar una reacción de sorpresa en los escribas, ya que Je-sús se presentaba como Dios, Quien, como dice la primera lectura (Is 43,25) “borra las transgresiones y no recuerda el pecado”; sin embargo, el hecho mismo de la curación evidencia la veracidad de sus palabras y demuestra una vez más la derrota de Satanás en todas las esferas en las que puede actuar. Observemos ahora lo que ordena Jesús al paralítico: en primer lugar, ha de “levantarse”, clara alusión a la resurrección, por el empleo del verbo “egeírō” (el mismo del relato pascual en 16,14); luego debe tomar su camilla: ya no es esta la que lo sostie-ne, sino que él es capaz ahora de vivir en autonomía. Finalmente tiene lugar el envío misionero: contar a su familia las maravillas de Dios, hecho ya mencionado a propósito de la suegra de Simón. Así, la dignidad del pobre enfermo es establecida tanto a nivel físico como espiritual. Una vez más descubrimos que el encuen-tro con Cristo transforma la vida: ojalá tuviésemos la misma creatividad e iniciativa de quienes ayudaron al paralítico! Estemos atentos, en fin, a los signos del Reino: Dios viene a restaurar el ser humano en su integridad y dicha acción ha de ser, no sólo contem-plada con admiración, sino imitada con generosidad, elementos sobre los que hemos de reflexionar ahora que nos disponemos a iniciar la Cuaresma.

MIÉRCOLES DE CENIZA

Joel 2,12 – 18Este profeta, cuyo nombre significa “Yhwh es Dios” (“Yô” es la abreviatura del tetragrama Yhwh, mien-

tras que “‘el” significa “Dios”) escribió entre la última mitad del siglo V y la primera mitad del siglo IV. Co-menzando con una plaga de langostas y una sequía (1,1 – 2,11), Joel desarrolla el tema del cambio de suerte: si bien los campesinos y el personal de cul-to del templo se habían visto afectados por la plaga, una vez han entonado su lamentación a Dios, Él ha respondido eliminando la calamidad, mostrando así que no ha abandonado a su pueblo. De esta forma, el “día de Yhwh” descrito como destrucción en 2,10 – 11, en 3,4 se transforma en vindicación para Israel y juicio de las naciones. En este orden de ideas, el texto que hoy proclamamos constituye la “bisagra” entre la catás-trofe y la salvación obrada por Dios; en otras pala-bras: el arrepentimiento del pueblo (ayuno, llanto y duelo) logra el cambio de suerte. Pero lo más interesante es que la nueva actitud brota, según el v. 13, de la manera de obrar de Dios, Quien es «clemente y compasivo, lento a la cólera y rico en amor»11 y por eso se espera que Él “vuelva” a ellos. Al respecto, es interesante observar cómo en los vv. 12 – 13 se hace énfasis en el verbo “šûb”, que tiene dos significados: “arrepentirse” y “volver”: al pueblo se le invita dos veces a que se arrepienta (es decir, regrese al Señor); sólo así Dios puede “volver” y tener misericordia. Encontramos en el v. 15 una invitación a tocar el “shofar” como anuncio del ritual litúrgico que traerá el auxilio divino. La totalidad de los ha-bitantes del país es convocada (desde los niños de pecho hasta los ancianos) para hacer ayuno, sig-no de conversión (v. 15) y para santificarse (v. 16); especial atención merece el verbo “qdš” (“santifi-car”), que constituye la señal más evidente del arre-pentimiento: si Dios es el Santo por excelencia, el pueblo no puede sino vivir en esta dimensión para acercarse dignamente a Él. En medio de una gran catástrofe el pueblo de Israel se sintió movido a buscar a Dios por me-dio de un sincero arrepentimiento y experimentó un “cambio de suerte”. Aunque en nuestra sociedad no predominan las plagas, sí hay otra calamidad peor: la violencia; qué bueno sería que cada uno de nosotros, al inicio de este camino cuaresmal, aprovechase la oportunidad que Dios otorga para

11 Profundizaremos estos elementos en el comentario al Salmo 51.

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lograr una plena restauración no solo de nuestras vidas, sino también del mundo en el que vivimos. Humildes delante de Él, esperamos en su infini-ta misericordia y anhelamos nuestra santificación para presentarnos dignamente ante El Santo.

Salmo 51 (50)El “Miserere”, texto que deberíamos orar todos los días de esta Cuaresma, manifiesta ante todo el arrepentimiento de una persona consciente de su pecado y que desea volver a Dios. El siguiente comentario centrará su atención en los vv. 3 – 4, desde los cuales es posible comprender el espíritu del salmo: la realidad del pecado que destruye al hombre, y la infinita bondad de Dios que perdona y restituye la dignidad, estableciendo una nueva alianza con sus hijos.

La realidad del pecado: el alejamiento de Dios se explicita por medio de tres vocablos que des-de su significado hacen posible una mejor com-prensión de esta situación: el pecado es llamado peša’, o sea, rebelión, ruptura de un vínculo es-trecho; encontramos también la palabra ’awôn, cuya etimología remite a una “torcedura”; pero también es llamado ht’ es decir “errar el blanco”, como cuando se lanza una flecha y no se acierta; Estos tres elementos proclamados en la prime-ra estrofa: “culpa – rebelión”, “delito” y “pecado” encierran en sí la actitud del ser humano que ex-cluye a Dios de su vida. Ser pecadores es, según lo afirmado, independizarse de Dios asumiendo un estilo de vida autónoma, llena de soberbia; es torcer el camino, alejándose de su voluntad; es vivir en un constante errar, en actitud continua de equivocarse; es, en pocas palabras, caminar ha-cia el suicidio.Las tres acciones divinas: si el pecado es des-crito por medio de una terna de expresiones, lo mismo ocurre con lo que Dios hace: cancela – bo-rra (término perteneciente al mundo jurídico y que supone un texto escrito que viene derogado); lava y limpia: es decir, purifica, permitiendo la oportu-nidad de un nuevo comienzo. Aún siendo afecta-do por nuestras faltas, Dios es capaz de regenerar y restaurar la naturaleza caída, torcida, errada.

El origen de la actitud divina: ¿por qué Dios obra de esta manera? ¿cuál es el motivo del perdón inmerecido? Otro ternario es presentado aquí: el salmo comienza pidiéndole algo que es propio de su ser: el verbo hnn (Miserere), rico en significados, expresa ante todo un inclinarse del soberano hacia el súbdito, que llega a estar “in-vadido” por la gracia de su señor; el segundo atri-buto es hésed, la fidelidad amorosa de Dios, su ternura, bondad y gracia, elemento fundamental en la teología sálmica y en la teología de la alian-za. Finalmente, se habla de réhem, que evoca las vísceras de la madre, símbolo del amor instintivo y radical (Is 49,15; Salmo 25,6; 33,26). Todo esto llega a su plena expresión en Ex 34,6 – 7: «Yhwh, Yhwh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones y perdona la iniquidad (’awôn), la rebeldía (peša’) y el pecado (ht)». Lo que acabamos de afirmar exige el sin-cero reconocimiento que el orante tiene de su condición pecadora: él sabe que ha atentado contra Dios (vv. 5 – 6) pero es consciente, al mismo tiempo, que su Señor es capaz de obrar una nueva creación: por eso el v. 12 comienza con el verbo br’, propio del acto creador divino (Gen 1,1) y que unido a conceptos como “espí-ritu” y “corazón”, habla necesariamente de una nueva alianza (Jer 24,7; 31,33; 32,39; Ez 36,25 – 27), de la cual es agente el Espíritu de Dios, cuya obra es santificar, permitiendo así que el pecador salga de la esfera profana y sea digno de entrar en contacto con Dios. Estando seguro de recibir el perdón inme-recido y la gratuita misericordia divina, el orante asume un compromiso fundamental en el v. 17; a partir de ahora tiene una misión concreta: pro-clamar la alabanza de Aquel que lo ha liberado del sin sentido, de los lazos de la muerte, de la perdición. El pecador perdonado se convierte así en misionero incansable de la nueva alianza que Dios ha sellado con él.

2 Corintios 5,20 – 6,2Desde 5,18 Pablo comienza a hablar de un tema que es fundamental en esta carta: la reconcilia-

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ción, y que viene a ser la motivación por la cual el Apóstol se vio movido a escribir nuevamente a la comunidad de Corinto. En efecto, tal como afirmá-bamos el Domingo anterior, después de haber sido acogido por ellos y haberles escrito un primer men-saje, prometió volver a visitarlos, hecho que no fue posible llevar a cabo (1,15 – 2,13); en vista de ello, decidió comunicarse por medio de otra carta, pero esto les pareció un desaire, y se enojaron con él. Algunos falsos apóstoles aprovecharon esta opor-tunidad para infiltrarse en la comunidad y desacre-ditarlo. Así pues, el Apóstol de las gentes se dirigirá a los corintios para defender la autenticidad de su ministerio y para tratar de acercarse a quienes se habían alejado de él. Vemos pues, cómo el testimonio del mismo Pablo es ya un signo para la comunidad y ratifica así lo que él predica de Cristo: «Dios nos reconcilió con Él por medio suyo» (5,18 – 19), tanto así que, quienes son sus discípulos, se convierten ante todo en ministros de la reconciliación: Pablo pudo ha-berse alejado de los ingratos corintios, pero no lo hizo: con su actitud demostró qué es lo que hace Dios: salir en busca de la oveja perdida para regre-sarla al redil. Esta reconciliación obrada por Cristo se traduce en dos acciones concretas: la donación y la solidaridad: «a Cristo, que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él»; con la expresión “ha-cerse pecado” Pablo alude al sacrificio, ya que la palabra hebrea hatta’t puede significar, aparte de la falta objetiva, la víctima que reconcilia (Cf. Lv 4,1). Por otra parte, Cristo quiso asumir en su pro-pia carne las consecuencias del pecado, haciéndo-se así solidario con la humanidad, para mostrarle el camino que lleva a la vida. El carácter de ministros de reconciliación que han recibido Pablo y sus colaboradores los ha llevado hasta el punto de asemejarse con Cristo en sus sufrimientos: no en vano los versículos 3 al 10 del capítulo sexto dejarán claro cómo en el cumpli-miento de esta misión no ha faltado tribulaciones, necesidades, angustias, azotes, cárceles, hechos que serán ratificados en 11,23 – 33. En el camino de Damasco, el Apóstol se sintió reconciliado con Dios: experimentó que Él, en

su infinita bondad, lo había llamado gratuitamente y lo había perdonado; ahora, que él vivía una situa-ción difícil con su comunidad, no quiso encerrarse en su orgullo, sino que salió de sí y tomó la inicia-tiva para restablecer las relaciones rotas; y no sólo eso, sino que continuó dándose a ellos, aunque tu-viera que soportar fatigosas pruebas. “Donación” y “solidaridad”: de Cristo Pablo lo aprendió y a eso estamos llamados todos nosotros cuando comen-zamos el camino cuaresmal: aceptemos la reconci-liación que Dios nos ofrece y busquemos por todos los medios reconciliarnos con los demás.

Mateo 6,1 – 6. 16 - 18Dentro del Discurso de la Montaña Jesús hablará sobre cómo debe ser nuestra relación con los de-más (5,20 – 48), con Dios (6,1 – 18) y con las cosas materiales (6,19 – 34). El texto que hoy proclama-mos se estructura con base en las tres principales obras que según el judaísmo medían la relación con Dios y que son actuales hoy en día: limosna, oración y ayuno; la importancia de la oración queda subrayada al estar ubicada en la posición central y, porque de las tres, es la única de la que se desarro-lla y amplía por medio del Padre Nuestro (6,7 – 15).En 6,1 encontramos el principio general, que habla de la justicia como regla fundamental; el objetivo es no hacerla delante de los hombres para ser vistos por ellos. Este mandato de Jesús se repite tres ve-ces, una para cada obra de piedad. La comparación se hace con los llamados “hipócritas” (vv. 2, 5, 16), epíteto que califica a los falsos devotos, de piedad ostentosa y que según Mateo se aplica especial-mente a los fariseos (Cf. 15,7; 22,18; 23,13 – 15). Lo que Jesús quiere enseñar es que cada una de las acciones mencionadas responda a su esencia: la unión del hombre con Dios; cuando en vez de esto, por medio de la limosna, la oración y el ayuno lo que se busca es “ser honrados por los hombres” (v. 2), o “ser vistos por la gente” (v. 5. 16), Dios pasa a un segundo plano y peor aún: se convierte en un pretexto por medio del cual sólo se buscan intereses personales. ¿Qué de sano y de bueno hay en una piedad que, en vez de buscarlo a Él persigue la vanagloria y el protagonismo? Observemos pues, cómo la esencia de las tres prácticas mencionadas responde a una nece-

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12 En su obra “Los Enigmas del Pasado”. Estella, Verbo Divino 2003, p. 31 – 32.13 Se denomina así porque cada estrofa comienza con una letra del “alefato hebreo”.14 En su ya citado libro “Una Comunidad lee los Salmos”, San Pablo 2011, p. 109.

sidad fundamental del ser humano: la sed de Dios. Con la limosna, se expresa que Él es todo en la vida, que las cosas materiales no lo superan y que compartiendo, es posible crear una sociedad al-ternativa, una sociedad fraterna, conformada por los hijos de un mismo Padre; con la oración queda manifiesta la dependencia de Dios: se acude a Él confiadamente, reconociendo que sin su presencia nada es posible; con el ayuno se significa el arre-pentimiento, pero también la solidaridad: el ayuno permite asemejarse a Dios, que en su Hijo ha sido capaz de compartir nuestros dolores y fatigas: al re-nunciar al alimento, que es indispensable para vivir, lo que se hace es imitar a Dios que, saliendo de sí mismo, ha querido llegar incluso hasta la propia muerte para salvarnos. Al inicio de este camino cuaresmal Mateo nos hace una invitación radical: buscar a Dios y ha-cer de Él lo único en nuestra vida; para tal propósi-to, tres prácticas son recomendadas. Procuremos que el ejercicio de estas obras de piedad sea lle-vado a cabo en silencio, “con bajo perfil”, casi sin que se note, que lo vea sólo Dios. No busquemos ser honrados o glorificados por los demás, no bus-quemos protagonismo; cuando esto sucede, no ha-cemos otra cosa sino valernos de la fe para lograr reconocimiento y prestigio. Procuremos pues que el Padre, que ve en lo escondido, nos recompense; y dicha recompensa no es nada más sino Él mismo.

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Génesis 9, 8 – 15Hoy en día la gran mayoría de los estudiosos con-cuerda en que el relato bíblico del diluvio depende en gran parte de otros textos que los israelitas encontra-ron durante el exilio en Babilonia. En efecto, cuando los deportados observaban que las grandes crecien-tes de los ríos Tigris y Eúfrates inundaban la llanura de Mesopotamia, conocieron un fenómeno comple-tamente novedoso que los impresionó hondamente, hasta el punto de hacerse preguntas como estas: “¿en qué condiciones puede sobrevivir el universo?”, “¿qué impedirá que una catástrofe cósmica pueda ha-

cer desaparecer el mundo?”. Con el fin de aclarar me-jor las cosas citemos al exégeta belga JEAN-LOUIS SKA: “para el que percibe la analogía entre el diluvio y el exilio, la cuestión adquiere un matiz añadido y se convierte en: «Volveremos a vivir una catástrofe semejante a la destrucción de Jerusalén, al saqueo del templo y al final de la monarquía?»” 12. La respuesta a estos interrogantes es doble: según 8, 20 – 22, el mundo sobrevivirá gracias al cul-to: Dios promete no volver a destruir el universo por-que le ha agradado el sacrificio de Noé. La segunda respuesta, que hoy proclamamos, insiste en que la supervivencia del mundo depende única y exclusi-vamente de la gracia divina: Dios pacta una alianza incondicional con Noé y su familia; el arco, con el cual había lanzado sus flechas mortíferas, se convierte ahora en un signo de esperanza: quieto, en medio de la naturaleza, recordará con sus colores la mise-ricordia divina. Ambas respuestas se complementan: si Dios actúa gratuitamente, el ser humano ha de res-ponder con una actitud de reverencia. Comenzando, pues, la Cuaresma, abrámo-nos a la acción divina, que no sólo se limita a perdo-nar nuestros pecados, sino que nos brinda una nueva oportunidad para hacer alianza con Él: así, en medio de las tentaciones (Evangelio de hoy), nos convence-mos cada vez más de la fuerza que viene de lo alto, del agua viva que nos purifica.

Salmo 25 (24)El orante de este salmo alfabético13 es una persona que reconoce su pecado (vv. 7. 11. 18) y que tiene su con-fianza puesta en Dios: espera en Él (v. 3), observa su alianza y sus preceptos (v. 10), teme a Dios (vv. 12. 14). De esta forma, la plegaria es un modelo para todo cre-yente que, consciente de sus errores, sabe que tiene un Padre que lo perdona. Esta petición de perdón no es ilusoria y an-gustiada, sino que, como afirma Ravasi, “dentro del salmo se encuentra un delicado juego de miradas entre el fiel y Dios: «Mis ojos están siempre fijos en Yhwh … Dirige tu rostro hacia mí … Mira mi miseria» (vv. 15. 16. 18. 19). Este mudo diálogo expresa con intensidad la certeza de que Dios no permanece indi-ferente y, si aunque por ahora es silencioso, sus ojos descubren la inminencia de la escucha”14.

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15 El v. 10 habla de Dios como Aquel que sale de sí para encontrarse con sus hijos y caminar con ellos.16 Sugerimos para la explicación detallada del pasaje las páginas 36 – 41 en “Cuadernos Bíblicos” nro. 47, obra de E. COTHENET.17 Los Lineamenta para el Sínodo de la Nueva Evangelización afirman que la secularización “ha asumido un tono modesto, que ha permitido a esta forma cultural invadir la vida cotidiana de las personas y desarrollar una mentalidad en la que Dios está, de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la consciencia humana” (numeral 6).

Otro aspecto fundamental de esta oración es la presencia de motivos sapienciales, algo así como una lección dirigida al pecador para que abandone los caminos perversos y se disponga a correr por los senderos del Señor15; de ahí que las palabras “senda” y “camino” aparezcan repetidas veces:

vv. 4 – 5: Dios revela su vía (su voluntad) para que los hombres puedan abrazarla como norma de vida.vv. 8 – 9: Dios, como Maestro bueno, enseña la vía recta a los que, estando en pecado, tienen deseos de salvarse. El Salmo 25, es pues, la experiencia viva

de un orante que, en medio de su pecado, des-cubre cómo Dios, Padre misericordioso, sale a su encuentro (v. 10) y le revela el camino que debe seguir para ser justo; de hecho, él está convenci-do (v. 6) del carácter eterno de dos actitudes divi-nas ya muy comentadas: el “hésed” (misericordia) y la capacidad de enternecerse como una madre (“rāhămîm”), palabra que, desde la raíz “rhm” hace alusión a las vísceras maternas.

1 Pedro 3, 18 - 22Recordemos, a modo de introducción, aquello que escribíamos el año pasado (II Domingo de Pas-cua): «esta carta fue escrita para animar a los cris-tianos venidos de la gentilidad (1,1. 18; 4,3) y que sentían cómo su fe era puesta a prueba: no se tra-ta precisamente de una persecución sistemática, como aquella del Apocalipsis, sino de cómo ser fieles en medio de un mundo pagano que los critica (2,12. 15), un mundo en el que los esclavos creyentes debían sufrir la humillación de sus amos (2,20) y en el que la actitud de los fieles contrasta-ba ante el desenfreno y sensualidad de las fiestas citadinas (4,3)». La respuesta del autor es tajante: los creyentes han de dar razón de su esperanza, pero con dulzura (3, 15 – 16), es decir, han de ha-cer una opción por dar testimonio respondiendo con una bendición a quienes los rechazan. Observemos cómo el v. 17 concluye di-ciendo: «más vale padecer por obrar el bien … que

por hacer el mal». Ahora bien: que el justo pueda sufrir, se demostrará en el pasaje que hoy leemos, haciendo referencia a la Pasión y Muerte de Cristo. El texto es denso y quizás el más difícil de toda la carta; en vista de que no es posible detenerse en todos sus aspectos16, vamos a limitar nuestra re-flexión al tema paralelo con la primera lectura: el arca de Noé. La alusión del descenso de Cristo al sheol es clara: Él va en busca de aquellos que, endure-cidos de corazón, se negaron a entrar en el arca, renunciando a la posibilidad de salvación ofrecida por Dios; en el fondo, ellos son imagen y represen-tación de los más grandes pecadores a quienes el Salvador acude, según el v. 19 a “predicar” (ver-bo “kēryssō”), es decir, a anunciarles la salvación. Ahora bien: como escribe el citado COTHENET (p. 38), “la originalidad de nuestro texto consiste en ver en el diluvio una imagen del Bautismo”; de esta forma, los creyentes perseguidos no sólo han de imitar a Cristo, evangelizador de los pecadores, sino que deben ir mucho más allá, renovando la experiencia purificadora de su propio bautismo. En efecto, dicho sacramento actualiza el Misterio Pascual (v. 21), gracias al cual los cristianos están capacitados para dar el mejor ejemplo en medio de un mundo hostil; no en vano el tema presentado a partir del c. 4 insistirá en la necesidad de romper con el pecado. Hoy en día somos testigos de una secula-rización que invade cada vez más nuestra socie-dad17 y es ahí donde debemos preguntarnos cómo está nuestro testimonio, cómo estamos renovando ese “haber sido sumergidos en Cristo”; tengamos presente que, aunque la tentación se haga presen-te, podremos vencer gracias a su ayuda y ejemplo, ya que Él mismo vivió su bautismo en el desierto.

Marcos 1, 12 – 15Entre el bautismo y la proclamación del Evangelio del Reino, Marcos coloca las tentaciones de Jesús. Tenien-do en cuenta que el Domingo III del Tiempo Ordinario comentábamos ya los vv. 14 y 15, vamos a detener nuestra atención sólo en aquellos donde se hace refe-rencia a las pruebas de Jesús.

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Hemos afirmado ya en años anteriores que las tentaciones tienen como contenido el mesianismo, es decir, la posibilidad de anunciar el Reino y de realizar curaciones con la única finalidad de buscar el propio be-neficio y asegurar así la vida. Dando por sentado este presupuesto, hagamos referencia ahora a aquellos aspectos en los que Marcos presenta una información adicional a la de los otros sinópticos; se trata de tres elementos:

Las tentaciones no llegan al final de la estancia en el desierto como en Mt 4,2 y Lc 4,2, sino que se prolongan a lo largo de los cuarenta días18, su-brayando así el aspecto dramático del momento.Marcos presenta una sugestiva imagen: Jesús entre las bestias (“thēríon”), que no son otra cosa sino animales salvajes. Ahora bien: si es-tas creaturas, dejando su instinto natural son capaces de convivir con el ser humano, esto quiere decir que lo anunciado por Isaías (11, 6 – 8; 65,25) ha llegado a su cumplimiento: la paz escatológica es una realidad; los tiempos nuevos han llegado y esto es un signo eviden-te de la derrota de Satanás. Es posible hablar, entonces, de un retorno a los tiempos paradi-síacos, antes de que el ser humano se alejara de Dios. De esta forma, el triunfo del bien sobre el mal, tema central de la predicación de Jesús, tiene su fundamento esencial en el hecho de que Él ya se ha enfrentado con el enemigo y lo ha vencido.La presencia de los ángeles sirviendo a Jesús es muy significativa, ya que esto demuestra que Dios está de parte de su elegido y garanti-za así la veracidad de lo que está por comenzar en su ministerio.

Comenzamos la Cuaresma quizás con buenos pro-pósitos en nuestra vida de fe y con el gran ejemplo de la respuesta coherente de Jesús a la misión que el Padre le encomendó, fidelidad que se prolongará incluso en el camino hacia Jerusalén, en el cual será invitado a mirar la vida según los criterios del mundo (8,33). Cristo ya ha vencido el mal; que nuestra ad-hesión a Él iniciada el día de nuestro bautismo nos permita, como dice Pablo de Tarso, ser “más que vencedores” (Rm 8,37).

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18 Esto es evidente por el empleo del verbo “peirázō” (tentar) conjugado en participio presente, lo cual indica una acción durativa y continua.

Cristo Resucitado Parroquia El Santo Cura de Ars

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Pastoral Social

INFORMES:PASTORAL SOCIAL, Calle 56 43-24Teléfono: 284 74 11, Fax: 284 77 25

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PASTORAL SOCIAL: SER Y QUE HACER EN LA VIDA ECLESIAL

Por: Luis Fernando Arroyave Gutiérrez, Pbro.

“Evangelizar lo social significa anunciar que Jesucristo salva a todos los hombres y a todo hombre, confrontar el Evangelio con las realidades sociales nos permite proyectar acciones que tienen por objetivo la renovación y transformación de tales realidades para que se configuren con las exigencias morales del cristianismo”.

PASTORAL SOCIAL: SER Y QUE HACER EN LA VIDA ECLESIAL

Introducción

La Iglesia Católica no es una ONG, su identi-dad está dada por las incidencias normativas

del acontecimiento Jesús de Nazaret. Convie-ne plantear tres supuestos teológicos para una comprensión más integral del ser y quehacer de la Pastoral Social:

En contexto latinoamericano los pobres se constituyen en el gran signo de los tiempos.Entre las tareas clásicas de la reflexión teológi-ca se ha considerado a la teología como saber racional (Abelardo, Alberto Magno, Tomás de Aquino). La teología agustiniana de la historia (en la Ciudad de Dios) es un análisis de los signos de los tiempos y las exigencias que se plantean a la comunidad cristiana, este supuesto es necesario considerarlo porque el Papa Benedicto XVI tiene por pilares funda-mentales la teoría platónica del conocimiento como recuerdo, el personalismo de San Agus-tín y la influencia de San Buenaventura. Su teo-logía nos presenta el Misterio de Dios a partir de la complejidad de lo que hay en el corazón del hombre y substancialmente desde la huella de Dios en la creación, discurriendo el hecho salvífi-co de la kénosis y la encarnación del Hijo de Dios. En su definición clásica la teología es reflexión sistemática desde la fe a la luz de la Revelación. En América latina después del Vaticano II se ha realizado una reflexión crítica de la reali-

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dad a la luz de la Palabra de Dios, la definición tiene un primer momento científico, en cuanto la reflexión crítica se hace interdisciplinaria-mente con la antropología, la sociología y las ciencias políticas; y un segundo momento pro-piamente teológico, por que es a la luz de la praxis de Jesús como servidor del Reinado de Dios.Respecto a la epistemología y método en la teología clásica hay dos niveles: auditusfidei (teología positiva) y cognitiofidei (teología es-peculativa). En la teología latinoamericana se consideran estos dos niveles, además la reflexión teológica se desarrolla en 3 momen-tos fundamentales que se corresponden con el método ver – juzgar – actuar. Hay que conside-rar 3 mediaciones fundamentales en la praxis de la Pastoral Social:

Mediación socio analítica: contempla el lado del mundo del pobre (examinando las causas de la pobreza, marginación y exclusión social); se corresponde con el “ver”.Mediación hermenéutica: se discierne a la luz de la fe, desde la Palabra de Dios acentuando el contexto social del mensaje; sería el segundo paso, “juzgar”.Mediación práctica: la teología pastoral sale de la acción y lleva a la acción en cuanto trata la posi-tividad de la fe dentro de una perspectiva particu-lar, el excluido y su promoción humana para un desarrollo integral;1 es propiamente el “actuar”.

1. Incidencias normativas del aconteci-miento Jesús de Nazaret

Es indiscutible que en nuestros días hay una as-censión irresistible de lo social, este es un signo de los tiempos. Desafortunadamente tenemos precariedad en la reflexión teológica (la reflexión del creyente) respecto a realidades sociales, por eso se diluye el papel del creyente en la sociedad e incluso al interior de la Iglesia. Desde la perspectiva bíblica los profetas destacan el derecho del humilde, del pobre, de la

1 Sobre la epistemología y método de la teología se puede consultar mi Web: www.unixlandia.com/fercho2 Al respecto se puede ver Amós 5, 21-25; Isaías 1, 10-16; Miqueas 6, 5-8; sobre la sinceridad de la religión: Jeremías 7, 4-7; Isaías 58, 3-11; Mateo 12, 7; 15, 1-7; 23,23; Santiago 1, 27.3 Recomiendo Reino y reinado de Dios de Rudolf Schnackenburg

viuda, del huérfano, del extranjero y del asalaria-do. Amós 8, 4-6 recrimina a los ricos que hacen imposible la vida de los pobres; Oseas 4,1-2 se refiere a las obras del rico (injusticias); y Miqueas 2, 1-2 denuncia la corrupción moral por la avaricia e injusticia. Por otra parte, Deuteronomio 24, 14-15 invita a moderar los instintos de la avaricia y la crueldad, mientras que en los vv. 17-18 precisa que la motivación que se da para defender al pobre es de carácter histórico-salvífico. Una aproximación sistemática a las Sagra-das Escrituras nos permite revisar nuestra praxis pastoral y plantearnos profundos cuestionamientos a una religión sin ética, la expresión de Oseas 6,6 es una síntesis de lo que significa el vacío ético no solo en el ordenamiento social sino en el plano re-ligioso: “Quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos”.2 Esta acusación a la religión sin ética es más frontal en Jesús de Na-zaret; la clave siempre es la persona de Jesucristo, nuestro modo de ser y de actuar (praxis) tiene que identificarse con el Señor Jesús. De los Evange-lios podemos extraer algunas actitudes del Señor ante la cuestión social:3

Jesús estuvo inmerso en realidades sociales (encarnación), su actitud no fue de “fuga mun-di”. Sus parábolas (enseñanzas) son realistas, Jesús no se entretiene en abstracciones ni teo-riza sobre la sociedad, por ejemplo, habla de un rey que antes de salir a la batalla delibera si con diez mil hombres puede batallar contra un ejército de veinte mil (Lc.14, 31); o el admi-nistrador infiel que obra con sagacidad (Lc. 16, 1-7); o el juez inicuo que hace justicia a la viuda inoportuna (Lc. 18, 1-8).Este Galileo no tuvo ni una actuación ni una predicación directamente técnicas o especí-ficamente políticas. No fue un revolucionario social, ni siquiera un reformador de estructuras económicas, no se interesó por proponer solu-ciones técnicas a los problemas sociales.Sin embargo, su mensaje tiene incidencia en la vida social. Aunque no tuvo la pretensión de los Esenios (construir comunidades cerradas regidas por un severo código moral) tampoco

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4 Para profundizar en esto sugiero Moral Socioeconómica de Ángel Galindo (BAC, 1996)5 PONTIFIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 7.6 JUAN PABLO II. Carta Enc.Sollicitudoreisocialis, 41: AAS 80 (1988) 571-5727 PONTIFIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 108 JUAN PABLO II.Exh. Ap. Christifideleslaici, 15: AAS 81 (1989) 4149 Apostolicam Actuositatem, 210 BENEDICTO XIV: “Immensapastorum” (1741); “Omniasollicitudinem” (1744); “Vixpervenit” (1745); “De sínodo dioecesana” (1778); GREGORIO XVI: “In supremo apostolatus” (1839); PÍO IX: “Quipluribus” (1846); “Acerbissimum” (1852); LEÓN XIII: “Quodapostolicimuneris” (1878), “C´estavec une particulieresatisfaction” (1885); “In plurimis” (1888); “Noirendiamo” (1890); “Catholicaeecclesiae” (1890)11 Para un estudio detallado del contexto histórico de las Encíclicas sociales de 1741 a 2009 consultar: www.unixlandia.com/fercho

se identificó con los Zelotas (subvertir el orden del Imperio Romano), su vida y mensaje sigue impactando e incidiendo en la vida.

El acontecimiento Jesús de Nazaret tiene para nosotros 4 incidencias normativas que son claves para nuestro papel en la sociedad:4

El Anuncio del Reino manifestado en Jesús constituye la promesa escatológica y la decisión humana al servicio de la justicia. En América Latina y el Caribe se ha enfatizado la realiza-ción histórica de Jesús de Nazaret a favor de la justicia, la actuación de Jesús tiene incidencia real en lo social porque precisamente supera el planteamiento técnico y se sitúa en el horizonte de la esperanza escatológica.En Jesús hay una opción preferencial por los pobres (pecadores, marginados, oprimidos). Desconocer esto es desconocer las Escrituras.La libertad de este Galileo ante el poder, la ley y el culto religioso comporta un ethos de libera-ción social.Su Pasión y Muerte entran en la dinámica del compromiso ético de su vida y se constituyen en horizonte normativo para nosotros: no po-demos ceder ante la injusticia ni aún a costa de salvar la propia vida.

2. La Pastoral Social en el Magisterio de la Iglesia: “Gloria Dei vivens homo”

“El hombre que vive en plenitud su dignidad da gloria a Dios, que se la ha donado”, con estas palabras el Cardenal Renato Martino presentó en 2004 el Com-pendio de la Doctrina Social de la Iglesia con la finali-dad de entregarnos un instrumento para transformar la realidad social con la fuerza del Evangelio. Un primer aspecto para resaltar es que el Magisterio de la Iglesia considera que es prioridad pastoral difundir la Doctrina Social de la Iglesia

por que ésta nos da “los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices de acción como base para promover un humanismo integral y so-lidario”,5 los lineamientos pastorales deben ser antecedidos por una interpretación acertada de la realidad, de ahí que “la enseñanza y la difusión de esta doctrina social forma parte de la misión evange-lizadora de la Iglesia” 6 para responder eficazmente a los nuevos desafíos. La finalidad del Compendio de la Doctrina

Social de la Iglesia es ser “un instrumento para el discernimiento moral y pastoral de los com-plejos acontecimientos que caracterizan nuestro tiempo,” 7 para la evangelización de lo social pues “todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión secular” 8 y por lo tanto, com-prometidos con los problemas políticos, econó-micos y culturales, tarea ineludible para todos los creyentes y específicamente para los laicos que trabajan por el Reino de Dios “gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios”.9 En la primera parte hicimos referencia a las incidencias normativas del acontecimiento Jesús de Nazaret, ahí encontramos el carácter fundacio-nal de la Doctrina Social de la Iglesia, sin embargo, sólo a partir de 1891 con León XIII este pensamien-to comienza a ser sistemático para responder a las devastadoras consecuencias políticas y culturales de la revolución industrial del siglo XIX génesis del conflicto entre capital y trabajo. Por supuesto que “Rerum novarum” estu-vo antecedida no sólo de otras Encíclicas10 sino de emergentes movimientos sociales en defensa de los obreros y el influjo de tres corrientes de pen-samiento: el liberalismo, el socialismo y el laicis-mo.11 El Papa León XIII examinó cuidadosamente la indigna miseria de los trabajadores asalariados, especialmente la situación de los obreros de la in-dustria. Posterior a la I Guerra Mundial y a la crisis económica de 1929, Pío XI publicó “Quadragesimo anno” en la que se advierte la falta de respeto a la

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12 Cf. PÍO XI. Carta Enc. Quadragesimoanno: AAS 23 (1931) 186-18913 Cf. PÍO XII. Radiomensajes navideños sobre la paz y el orden internacional: AAS 32-34; 38-4414 Cf. JUAN XXIII. Mater et magistra: AAS 53 (1961) Pacem in terris: AAS 55 (1963) 15 Cf. CONCILIO VATICANO II. Const. Past. Gaudium et spes: AAS 58 (1966)16 Cf. PABLOVI. Carta Enc. Populorumprogressio: AAS 59 (1967); Carta Ap. Octogesimaadveniens: AAS 63 (1971)17 Cf. JUAN PABLO II. Carta Enc. Laboremexercens: AAS 73 (1981); Carta Enc. Sollicitudoreisocialis: AAS 80 (1988); Carta Enc. Centesimusannus: AAS 83 (1991)18 Cf. CONCILIO VATICANO II. Const. Past. Gaudium et spes, 4: AAS 58 (1966) 1028 19 JUAN PABLO II. Carta Enc. Sollicitudoreisocialis, 1: AAS 80 (1988) 514 20 Cf. JUAN PABLO II. Carta Enc. Centesimusannus, 54: AAS 83 (1991) 859-86021 Cf. JUAN PABLO II. Discurso al Tribunal de la Sacra Rota Romana (17 de febrero de 1979), 4: L´Osservatore Romano, edición española, 1 de abril de 1979. p.9; Cf. CIC, cánones 208-22322 Cf. PONTIFICIA COMISIÓN IUSTITIA ET PAX. La Iglesia y los derechos del hombre, 70-90. Tipografía Políglota Vaticana, Ciudad del Vaticano 1975, pp. 49-5723 Cf. PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 159.

libertad de asociación y establece que la coopera-ción es fundamental en la relación capital-trabajo;12 el contexto social en Europa es complejo porque se están afirmando los regímenes totalitarios y se exaspera la lucha de clases. Al fecundo pensa-miento social de León XIII y Pío XI le sucedieron Pío XII13, Juan XXIII14, Concilio Vaticano II15, Pa-blo VI16, Juan Pablo II17 y Benedicto XVI con su última Carta Encíclica Caritas in veritate sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad.

Como vemos es vasta la enseñanza magiste-rial respecto al ser y quehacer de la Pastoral Social en la vida eclesial, el Magisterio de la Iglesia nos ha entregado unos principios de validez universal y de perenne actualidad.

3. Algunas directrices para la acción

Sin pretensión de dar orientaciones específicas sobre el quehacer de la Pastoral Social, en esta última parte se enuncian algunas directrices para la acción que emanan precisamente del Magisterio de la Iglesia:

Antes el mensaje de la Iglesia se dirigía a una sociedad agrícola (caracterizada por ritmos re-gulares y cíclicos), hoy anunciamos y vivimos el Evangelio en nuevos areópagos; ya no rige el paradigma aristotélico-monocontextural sino que estamos en sociedades caracterizadas por la emergencia de complejos procesos de diferenciación funcional, hegemonía de la ra-cionalidad instrumental y secularización. Es-tas sociedades cada vez más dinámicas exi-gen a la Pastoral Social nuevas solicitudes especialmente hacia los excluidos y margina-dos del desarrollo.

La dignidad humana no es negociable porque esta rige los demás principios universales y pe-rennemente actuales como la subsidiaridad, la solidaridad, la opción por los pobres, la propie-dad privada, el destino universal de los bienes y sobre todo las tres categorías ético-teológico básicas: justicia, caridad y bien común.La Doctrina Social de la Iglesia no tiene por fi-nalidad exclusiva construir un corpus teórico, su propósito va más allá de las abstracciones y dis-cursos académicos, fundamentalmente persigue fines pastorales para buscar un ordenamiento temporal mas justo y perfecto,18 esta es la razón por la cual se ha desarrollado “un corpus doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia”.19

La Iglesia Católica es consciente de que esen-cialmente su misión es de carácter religioso, lo cual incluye la defensa de los derechos fundamentales de las personas;20 por esta razón para la Pastoral Social es prioritaria la promoción de los Derechos Humanos, incluso el respeto de la justicia al interior de la misma Iglesia;21 este compromiso pastoral tiene un doble direccionamiento: el anuncio del funda-mento cristiano de los Derechos Humanos y la denuncia de la violación de éstos.22 La Pastoral Social debe estar abierta a la cola-boración ecuménica, al diálogo inter-religioso, y al trabajo con organismos gubernamentales y no gubernamentales a nivel global, especial-mente en lo que concierne a la promoción de la justicia, la paz y el desarrollo.23 En contexto colombiano se valora el trabajo realizado por Pastoral Social sobre todo con

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los desplazados por la violencia. El Magisterio de la Iglesia es reiterativo en lo concerniente a la defensa de los derechos de los más vulne-rables de la sociedad y entre éstos los despla-zados y refugiados, “la solicitud (por ellos) nos debe estimular a reafirmar y subrayar los De-rechos Humanos, universalmente reconocidos, y a pedir que también para ellos sean efectiva-mente aplicados”.24

Una rica fuente de inspiración para las accio-nes de la Pastoral Social la encontramos en los Mensajes de la Jornada Mundial de la Paz instituidos por Pablo VI para indicarnos la cons-tante acción pastoral de la Iglesia en favor de la justicia social.25 El mundo actual está marcado por una fractura entre Evangelio y cultura, una de las tareas de la Pastoral Social es entrar en el dinamismo misio-nero teniendo en cuenta como presupuesto teo-lógico que “la antropología cristiana anima y sos-tiene la obra pastoral de la inculturación de la fe, dirigida a renovar desde dentro, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores deter-minantes, las líneas de pensamiento y los mode-los de vida del hombre contemporáneo”.26 Esto es fundamental tenerlo en cuenta porque una visión secularizada de la salvación tiende a reducir la fe cristiana a “una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del bien vivir”.27

Conclusión

La naturaleza, el planteamiento, la estructura y el desarrollo de la Pastoral Social están dados por la Doctrina Social de la Iglesia. El primer e indispen-sable requisito para un agente de Pastoral Social es conocer la Enseñanza Social de la Iglesia. La Iglesia Católica vive y actúa en la his-toria, interactúa con las sociedades y culturas, la Pastoral Social Arquidiocesana tiene que ser ex-

presión viva y concreta de una Iglesia Particular que evangeliza las esferas políticas, económicas, sociales y culturales. En contexto de Misión Continental la Iglesia comprende “que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su cohe-rencia y lógica interna”. 28 Evangelizar lo social signifi-ca anunciar que Jesucristo salva a todos los hombres y a todo hombre, confrontar el Evangelio con las rea-lidades sociales nos permite proyectar acciones que tienen por objetivo la renovación y transformación de tales realidades para que se configuren con las exi-gencias morales del cristianismo. Siempre hay que tutelar el carácter tras-cendente del hombre plenamente revelado en la fe,29 porque “la acción social de los cristianos debe inspirarse en el principio fundamental de la centralidad del hombre”;30 la Pastoral Social se fundamenta en la perenne antropología cristiana, no en las ideologías. La formación de los presbíteros y semi-naristas en Doctrina Social de la Iglesia es priori-taria para tener un conocimiento cualificado de la enseñanza y de la acción social de la Iglesia en el ámbito social;31 formación que es indispensable también para todos los cristianos laicos porque “a los seglares les corresponde, con su libre inicia-tiva y sin esperar pasivamente consignas y direc-trices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven”.32

24 JUAN PABLO II. Mensaje para la Cuaresma 1990, 3: AAS 82 (1990) 80225 Cf. PABLO VI. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1968: AAS 59 (1968) 110026 PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 523.27 JUAN PABLO II. Carta Enc. Redemptorismissio, 11: AAS 83 (1991) 259-26028 JUAN PABLO II. Carta Enc. Centesimusannus, 57: AAS 83 (1991) 86229 Cf. CONCILIO VATICANO II. Const. Past. Gaudium et spes, 76: AAS 58 (1966) 1099-110030 JUAN XXIII. Carta Enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961) 45331 Las indicaciones y disposiciones precisas se encuentran en el Documento “Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes”, de la CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA. 30 de diciembre de 1988.32 PABLO VI. Carta Enc. Populorumprogressio, 81: AAS 59 (1967) 296-297

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TRATAMIENTO PASTORAL DE LAS PERSONAS CON SUPUESTA POSESIÓN DIABÓLICA

Por: Carlos Arboleda Mora, Pbro.

“En este tiempo, se ha de escuchar libremente la historia de la persona y de acuerdo con el sano criterio del agente pastoral, decidir qué procedimiento se sigue. Es importante tener una actitud de sana distancia para no crear lazos de dependencia, o crear transferencias indebidas. Deben tomarse en serio las palabras del entrevistado sin dar juicios valorativos de entrada ni descalificar sus dolencias”.

A partir de las investigaciones realizadas por el Grupo Religión y Cultura de la Universidad

Pontificia Bolivariana, se han venido recogiendo experiencias y materiales que sirven para ayu-dar a los agentes de pastoral, sacerdotes, laicos, religiosos, educadores, etc, en el manejo de si-tuaciones catalogadas popularmente como “po-sesiones diabólicas”, pero que pueden tener otro tipo de diagnóstico y de tratamiento.

1. LA PERSONA QUE LLEGA A PEDIR AYUDA.

Normalmente, cuando una persona llega donde el agente de pastoral, ya tiene hecho su propio diagnóstico, sea porque cree que está poseída o porque le dijeron que estaba poseída. Incluso algunos llegan pidiendo directamente oración de liberación o exorcismo porque les han dicho que es el remedio para su mal. Además, traen una historia (no siempre cierta) de que han ido donde médicos o siquia-tras que les han dicho que ellos no pueden ha-cer nada y que los han enviado a buscar un sacerdote o un exorcista. Puede darse el caso sí, de que hayan estado donde brujos, sana-dores o exorcistas de dudosa calidad que les han explotado o que no han podido hacerles ningún bien. Puede incluso presentarse el caso de abusos espirituales, sexuales o económicos por parte de esos personajes.

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2. RECEPCION DE LA PERSONA.

Los agentes pastorales bien formados y con recta intención de ayudar, han de recibir a la persona con afabilidad pero sin creer todo lo que la persona dice. Pero tampoco rechazándolos por ser ignoran-tes, sencillos, ingenuos o rudos. Es grave para una persona con alguna dificultad ser rechazado por un miembro de la Iglesia o ser tratado como ignorante o bruto. Como también seria peligroso y desafortunado enviarlo de una vez a un exorcista o liberador.

Conviene escuchar a la persona, fijando un lími-te de tiempo para ello, que puede ser de 30 a 45 minutos. Más tiempo produce un sentido de de-pendencia que puede agravarse en las próximas sesiones. En este tiempo, se ha de escuchar li-bremente la historia de la persona y de acuerdo con el sano criterio del agente pastoral, decidir qué procedimiento se sigue. Es importante tener una actitud de sana distancia para no crear lazos de dependencia, o crear transferencias indebidas. De-ben tomarse en serio las palabras del entrevistado sin dar juicios valorativos de entrada ni descalificar sus dolencias. Tengamos en cuenta que es una per-sona que sufre con su condición y no entendería ex-presiones de rechazo, de infravaloración o de charla sobre su situación. Esto depende de lo que la prudencia del entrevistador indique. Colocamos algunos casos:

Si la persona se ve radicalmente afectada en su siquismo, tal vez con comportamientos sicóticos o esquizofrénicos, debe indicársele la visita a un siquiatra. Estos síntomas se pueden resumir en delusiones o creencias falsas en las que se cree firmemente como delusiones paranoicas (otros están tramando algo contra mí), delusiones de grandeza (exagerar la identidad propia) o delu-siones corporales (creer que se tiene una enfer-medad grave). O tener alucinaciones como ver, oír, oler y/o sentir sabores, colores, voces, ruidos.

Estos síntomas se pueden resumir en:

Pérdida de contacto con la realidad. Visión, audición o, de alguna manera, percepción de cosas que de momento no existen (alucinaciones).

Trastornos del pensamiento y del lenguaje. Manifestación anormal de las emociones. Excitación extrema (manía). Confusión. Depresión y algunas veces pensamientos suicidas. Miedo o sospechas infundadas. Percepciones erradas (ilusiones). Creencias falsas (delirios).

Si la persona muestra los síntomas de un tras-torno disociativo, especialmente de trance o posesión, se le puede continuar el proceso de entrevistas hasta poderle proponer la visita a un sicólogo. En este caso, los síntomas pueden ser los que enumeramos a continuación como rasgos y generalidades que van apareciendo como constantes en los supuestos fenómenos de posesión:

Más común entre mujeres que en hombres.Ocurren tiempo después de experiencias trau-máticas (personales, familiares, sociales).Están asociados con una mentalidad religiosa premoderna en un medio culturalmente predis-puesto a la posesión.Generalmente hay amnesia después del episodio.La persona presenta comportamientos que son desacostumbrados en ella.

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1 Clasificación estadística internacional de enfermedades y problemas de salud (CIE-10), F44.32 American Psychiatric Association. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. F44.81

La entidad que toma el control parece ser un es-píritu o un animal.A veces, hay un umbral alto de resistencia al dolor.Algunos creen que tienen capacidades síqui-cas especiales.Tienen problemas de tipo sicosomático y otras quejas como problemas familiares y conyugales, y síntomas sicológicos explícitos. La pobreza es un síntoma común aunque no constante y general. En los casos de posesión puede darse que el recurso al exorcismo sirva para calmar (parece que no curar) heridas sicológicas.

Hay que recordar lo que es el Trastorno de Trance y posesión según el CIE 10: “Trastornos en los que hay una pérdida temporal del sentido de la identi-dad personal y de la plena conciencia del entorno. En algunos casos el enfermo actúa como poseí-do por otra persona, espíritu, deidad o “fuerza”. La atención y la conciencia del entorno pueden limitar-se a sólo uno o dos aspectos inmediatos y a me-nudo se presenta un pequeño pero reiterado con-junto de movimientos, posturas y manifestaciones expresivas. Se incluyen aquí sólo aquellos estados de trance que son involuntarios o no deseados, que interfieren en la actividad cotidiana porque tie-nen lugar al margen (o son una prolongación de) ceremonias religiosas o culturales aceptadas.”1 O como lo trae el DSM IV: “ Criterios para el diagnós-tico de Trastorno de identidad disociativo.

Presencia de dos o más identidades o estados de personalidad (cada una con un patrón propio y relativamente persistente de percepción, inte-racción y concepción del entorno y de sí mismo).Al menos dos de estas identidades o estados de personalidad controlan de forma recurrente el comportamiento del individuo.Incapacidad para recordar información personal importante, que es demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario.El trastorno no es debido a los efectos fisioló-gicos directos de una sustancia (p. ej., compor-tamiento automático o caótico por intoxicación alcohólica) o a una enfermedad médica (p. ej., crisis parciales complejas).”2

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Si la persona tiene un comportamiento religioso anómalo (fundamentalismo, escrúpulo, culpabi-lidad) o sus síntomas son fruto de un profundo alejamiento de lo religioso (creencia en supersti-ciones, asistencia a actos de brujería, relajación moral…), se puede iniciar con él un proceso de conversión, de oración y de prácticas religiosas. En estos casos, la oración de liberación es útil y conveniente, así como organizar con la persona un proceso de conversión y de cambio de vida apoyado en la vida de oración, la liturgia, las obras de misericordia y la consejería espiritual.

3. REPORTE DEL PACIENTE

En el primer caso, se debe remitir la persona a un siquiatra o sicólogo. En el segundo se puede hacer con él un tratamiento primario de escucha, promo-ción de vida espiritual, vinculación de nuevo a su grupo social, estimulación de la confianza en sí mismo, pero luego enviarlo a un sicólogo. En el ter-cer caso, se puede hacer un tratamiento espiritual con la ayuda de un director espiritual sapiente y maduro. Pero, lo que no parece que sea conve-niente, sin embargo, es interrumpir el diálogo entre psiquiatras y pastores. Pues si en la Edad Media probablemente se incurrió en un exceso al magni-ficar las atribuciones de tipo religioso para la “ex-plicación” de estos comportamientos, es muy po-sible que hoy se esté incurriendo también en otro exceso: el de apelar únicamente a la psiquiatría, al mismo tiempo que se vuelve la espalda a cualquier fenómeno de naturaleza religiosa.

En general, se debe tener en cuenta:

No es conveniente, de entrada, sugerir exorcis-mos o exorcistas.La gran mayoría de los casos, no son posesio-nes diabólicas y se pueden resolver con medios médicos, siquiátricos o consejería espiritual. Decirle a la gente de entrada “Estás poseído por el diablo o por un espíritu” es hacer un diagnós-tico equivocado y es hacerlo sentirse libre de su propia responsabilidad ante los problemas, pues la reflexión que se hacen es que no tienen nin-guna culpa sino que todo es culpa del espíritu, el demonio o los demás.

Ir directamente al brujo o al vulgar exorcista es perder tiempo y recursos, además de exponer a la persona a malas terapias, explotación, abuso sexual, torturas e incluso a lesiones personales. El falso manejo afectivo y emotivo por parte de bru-jos y exorcistas vulgares, hace parecer real la pose-sión diabólica, pero sin que haya tal posesión. Hay una industria del exorcismo: ofrendas, venta de CDs, velas, medicinas naturistas, baños, acei-tes, sales, aguas… que hace que la gente gaste dinero en cosas que no le sirven.

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¿SIGUE SIENDO EL MILAGRO UN MEDIO VÁLIDO PARA PREDICAR A JESÚS HOY?1

Por: John Freddy Tamayo Cruz, Pbro.

“Por eso la personalidad de Jesús, que además acoge sin juzgamiento ni moralismos, es una presencia sanadora, y en su actuar y palabras acontece el reinado de Dios, el cual se extiende a través de la comunidad cristiana, quien tiene la tarea y el poder de seguir sanando toda clase de heridas y enfermedades”.

1 Este apartado pertenece al trabajo de grado para optar por el título de Magister en Teología con énfasis en Sagrada Escritura, realizado por el P John Freddy Tamayo Cruz, teniendo como director al P Jairo Henao Mesa, docente de la Universidad Pontificia Bolivariana, en cuyos estantes de la biblioteca reposa bajo el título: JESÚS, PREDICADO POR MEDIO DE LOS MILAGROS: “Una relectura en clave psicosocial del endemoniado de Gerasa” (Mc 5, 1-20). En este trabajo investigativo se puede profundizar el ambiente taumatúrgico del siglo I del cual bebieron los evangelistas en los relatos de milagro; también se encuentra una consideración amplia de la perícopa de Mc 5, 1-20 con énfasis en la perspectiva psicosocial y pastoral.2 Dei Verbum No 11: [...] En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y solo lo que Dios quería [...] (VATICANO II. Documentos. Conferencia episcopal española. Madrid: BAC, 1993)

Un elemento cultural y común del siglo en que vi-vió Jesús es la recurrencia al milagro como un

medio para solucionar problemas con la ayuda de mecanismos religiosos. Hoy se acepta sin ninguna resistencia que Jesús apareció y vivió en una cultu-ra con manifestaciones taumatúrgicas de matiz he-lenístico y romano, ambiente propio de los dioses salutíferos: Asclepio, Esculapio, Isis y Serapis, cuya acción era invocada a favor de las gentes sencillas. A tales divinidades acudían muchas personas con la esperanza de ser curadas, máxime cuando eran descartadas por los conocimientos médicos de la época. Jesús, inmerso en este ambiente cultural, se movió durante su ministerio público de manera preferencial entre personas sencillas, socialmente pobres, con las que compartió su vida y les dirigió su palabra. Teniendo en cuenta lo anterior, los evan-gelistas relataron los “dichos y hechos” (hechos, gestos y palabras expresadas con vigor, viveza y movimiento de vitalidad) de Jesús sin olvidar este ambiente cultural que le rodeó, y del que ellos como “autores inspirados”2 también bebieron. Por lo tan-to, las acciones curativas y liberadoras no fueron ajenas a Jesús y así los relatos de milagro se cons-truyeron como medio de predicación entre los cris-tianos y los que se iban sumando a la comunidad creyente.

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3 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA.Diccionario esencial de la lengua española.Madrid: Espasa Calpe, 2006, p. 4484 El Diccionario esencial de la lengua española define la palabra ponderación como “peso y cuidado con lo que se dice” (Ibid., p. 1176)5 STEGEMANN, Ekkehard W. y STEGEMANN, Wolfgang. Historia social del cristianismo primitivo. Los inicios en el judaísmo y las comunidades cristianas en el mundo me-diterráneo. Estella: Verbo Divino, 2001. p. 756 MEIER, John P. Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Tomo II/2. Los milagros. Trad. Serafín Fernández Martínez. Estella: Verbo Divino, 2000. P 745-1113.7 SANCHEZ MIELGO, Gerardo. Evangelios sinópticos. Planteamientos críticos. Mensaje central. Bogotá: USTA, 1990, p. 49.8 Ibid., p. 479 Jn 4, 34; 5, 36; 9, 4; 10, 25; 17, 4

El concepto de cultura, según el Diccio-nario Esencial de la Lengua Española, hace refe-rencia a los modos y costumbres con las que se expresa la vida tradicional en una época o grupo social3. Considerando tal apreciación es necesario correlacionar las variables tipificadas en la época de antes y durante el siglo I d.C, según el estudio de Richard Horsley en 1995 y las investigaciones realizadas por los estudiosos Carlos Arboleda Mora en el año 2007 y Luis Manuel Romero Sánchez en el año 2009. Ponderando 4 las variables y decantan-do el interés bíblico, catequético y teológico de los relatos de milagro en los evangelios, se puede hallar respuesta a la pregunta de si tiene validez sobre, se-guir predicando a Jesús por medio de los milagros. Según Horsley, en sus estudios de antropo-logía y sociología cultural, el 90% de la población de Galilea era de clase baja, conformada por pescado-res, pequeños agricultores, mendigos, jornaleros y esclavos, todos con rasgos típicos de analfabetismo. Además, sometidos por una política fiscal de los hero-dianos que les obligaba a vender su pequeña parcela de tierra para saldar las deudas, que les reducía en algunas oportunidades, a la esclavitud 5. Del trabajo de estos pobladores se mantenía el templo, los sacerdo-tes, los herodianos, el tributo a Roma, y por último, a sus propias familias. Con los registros históricos re-señados se evidencia la asociación de factores, tales como: pobreza, masas populares, falta de educación e insatisfacción de vida. Los investigadores, Arboleda Mora en el área metropolitana de Medellín y América Latina, y Sánchez Romero en el campo europeo, carac-terizan la población de estudio ubicándola en un contexto de la periferia, marginado y con relaciones subordinadas a sistemas económicos opresivos. Correlacionando y ponderando las variables de an-tes y las de ahora se perciben constantes de pobre-za, marginación, densidad demográfica, marcando para hoy los rasgos del psiquismo débil y manipula-ble, gracias a los aportes de la psicología del siglo XX.

Los evangelios en los relatos de milagro evidencian, entonces, un marco psicosocial con la intencionalidad de predicar a la persona de Jesús. Tal predicación podría caer en caricaturizaciones nefastas para la fe, si tuviera como soporte un psi-quismo frágil y manipulable, como lo hacen saber los estudios recientes de Arboleda Mora y Sánchez Romero. La omisión de tal advertencia, expone la predicación de Jesús a simples fenómenos mediá-ticos de los milagros, desvinculados todos ellos, de la intención teológica de los evangelistas. La investigación de Meier recopilada en su obra “El judío marginal”6, y de la cual se ha sus-traído la clasificación que presenta de los milagros, permite aseverar, según su interés histórico, que Jesús realizó liberaciones y curaciones, las cuales fueron reelaboradas por los evangelistas, cada uno marcando una ruta teológica y catequética para pre-dicar a Jesús, resaltando que sus acciones, las que

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en última instancia realizó, son “signos basiléicos”, es decir, signos o señales para afirmar que el Reino está ya en acción7. Por lo tanto, se debe considerar el vínculo entre el “Reino de Dios” y la predicación de Jesús, lo que obliga un acercamiento prudente a los milagros, pues solamente fueron medios aprendidos desde la cultura taumatúrgica greco-romano en la que vivió Jesús y fueron relatados en los Evangelios. Cualquier protagonismo que se le diera a las acciones milagrosas y de liberación rompiendo con la intención de la “basileia”, núcleo central e impulsor de la pre-dicación de Jesús8, se convierte en un error pastoral en la Iglesia que trae consecuencias para la difusión de una fe infantil de aquellas personas psíquicamente frágiles y manipulables. José Antonio Pagola considera a Jesús de Nazaret como un “carismático”; Eugen Drewer-mann, por su parte, ve al Nazareno como el hombre en quien Dios se complació totalmente, pues, sus palabras y acciones sólo dejaron ver la obra salvífi-ca del Padre en bien de quienes se dejaban sedu-cir por el Profeta de Galilea. Por su parte, Joachim Gnilka concibe al mismo Jesús como el eje de la conversión o del regreso para la “basileia”. Desde este punto de vista es importante considerar que Jesús mismo como “autobasileia”, muestra la ac-ción del Padre9, sin ningún protagonismo para él. Gnilka resalta en Jesús una fe singular que le llevó a estar abierto con disponibilidad total hacia Dios, lo que le permite que el mismo Dios actúe a través de él y era precisamente esto lo que perci-bían las gentes sencillas, de clase baja, pero tam-bién otros como Nicodemo, fariseo de clase alta que gustaba de escuchar sus palabras, todos ellos po-dían ver en el Maestro esta realidad10. Para muchas personas Jesús es el maestro que con su palabra, acciones y testimonio de vida encantaba y seducía para el Reino de Dios. Sin ninguna discriminación de personas, la “basileia” acontece como oferta de salvación en la medida que, el mismo Jesús, actúa como misericordioso y comunica esperanza a los desesperados, acoge a los pecadores11 y a los olvi-dados, sana movido por la compasión12 y libera de

10 Jn 3, 1-2111 Lc 7, 36-50; 15, 1-32; 19, 1-1012 Mt 11, 4-6; Lc 7, 22-2313 Mc 1, 25; 5, 8; 9, 2514 PAGOLA, Op. Cit., p. 10115 GNILKA, Op. Cit., p. 168

los demonios con la fuerza de su palabra13. Con las características de Jesús, reseña-das en los párrafos anteriores y su cercanía a las personas, es importante anotar, según Pagola, que Jesús “nunca pensó en los ‘milagros’ como una fórmula mágica para suprimir el sufrimiento en el mundo [...]”14 lo cual es reforzado por Gnilka cuando afirma que éstos están ordenados hacia la palabra, pues, “tan sólo en la predicación de Jesús pueden entenderse esos milagros en la forma debida”15. Sin embargo, los autores mencionados, y otros como Drewermann, señalan que en Jesús aconteció el Reino de Dios como una fuerza salvadora que po-tencia la vida, y esto fue percibido por quienes se dejaron cautivar por su palabra, sus acciones y el testimonio de su propia vida. Jesús nunca preten-dió retener las personas para él, más bien, las con-dujo hacia Dios. Todo lo referido a Jesús de Nazaret en este trabajo de investigación desde el dato de los evangelios y el dato teológico, según los autores tratados, marca una distancia del concepto de “are-talogía”, definido por el Diccionario Esencial de la Lengua Española como “narración de los hechos prodigiosos de un dios o de un héroe” sin embargo, este género literario, utilizado frecuentemente en la creencia helenística para relatar grandes hechos de la deidad y divinizar personajes considerados como héroes del pueblo, y así, tributarles cultos está surgiendo en nuestra época debido a las manifes-taciones mediáticas de los milagros con las conse-cuencias desafortunadas para la fe, la cual está lla-mada a expresarse tan singularmente como la del mismo Jesús. La antropóloga Pollak Eltz advirtió el sur-gimiento en América Latina de movimientos ca-rismáticos que movilizan conductas emocionales produciendo efectos de orden taumatúrgicos. Estos movimientos se han proliferado en varios países, y de manera significativa en Brasil y Colombia, entre confesiones de fe católica y protestante. Tales fenómenos han provocado el surgi-miento de “nuevas aretalogías”, atribuyéndoles a

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16 MANUAL DIAGNÓSTICO Y ESTADÍSTICO DE LOS TRASTORNOS MENTALES, de la American Psychiatric Association.17 DSM-IV-TR, Op. Cit., p. 795-79918 BECK y FREEMAN, Op. Cit., p. 300-33319 Lo que caracterizó los exorcismos de Jesús, en el parecer de Juan Chapa y de Joaquim Gnilka, es la finalidad con la que los realizó: “Jesús no obra exorcismos como una autoexaltación. Él hace presente el Reino de Dios. Y la venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás” (CHAPA, Juan. Exorcistas y exorcismos en tiempos de Jesús.En: AGUIRRE, Op. Cit., p.146)20 Mc 6, 7//Lc 9, 1//Mt 10, 1; tal mandato tiene a la fuente “Q” como la más antigua.21 PAGOLA, Op. Cit., p.29722 San Lucas en su obra es el único que diferencia apóstoles para referirse a los Doce, y discípulos y discípulas para un círculo más amplio.23 Mc 16, 15; Lc 10, 1-12.17-20; Mt 18, 18

algunos personajes con liderazgo carismático po-deres taumatúrgicos en el orden de liberaciones y sanaciones, haciendo un relato de los mismos para que crezca la popularidad de estos personajes. No se puede olvidar el hallazgo de Arboleda Mora y Romero Sánchez de que en los contextos de po-breza, marginación y niveles culturales incipientes, además del psiquismo frágil y manipulable, es el mejor escenario para que se potencie la populari-

dad de estos líderes carismáticos, a los que se les rinde el culto, no como lo hacían los griegos, pero sí a nivel de reconocimiento social y religioso. Este fenómeno de las “nuevas aretalogías” merece, además de la revisión psicológica, tam-bién una crítica desde la teología bíblica. Desde la primera el DSM-IV-TR16 en la clasificación de los trastornos de personalidad, tipifica el “histriónico de la personalidad”17 definiendo como caracterís-tica esencial la emotividad generalizada y excesi-va y el comportamiento de búsqueda de atención, en comorbilidad con otros trastornos de los que se puede mencionar de manera significativa el “narci-sista” que también busca afán de atención con el propósito de ser halagados por su “superioridad”. Aaron Beck tipifica en el “histriónico de la personali-dad”18 las siguientes características: es encantador e impresionante, seductivo y receptivo a los admi-radores, considera que la gente está para servirle o admirarle, nadie tiene derecho a negarle lo que merece, y puede guiarse por sus sentimientos, y entre sus estrategias principales está la teatralidad, el encanto y el llanto. Los rasgos señalados marcan una diferencia muy significativa entre el líder carismá-tico de hoy con un psiquismo perturbado y Jesús de Nazaret que, según Gnilka, con su actividad de ayu-dar y sanar no pretendió ninguna excentricidad19. Desde el punto de vista de la teología bí-blica también se hace necesaria una revisión crí-tica de las “nuevas aretalogias”, pues, el mandato de Jesús para ayudar y sanar, imponer las manos, expulsar demonios y curar enfermedades y dolen-cias20 sigue siendo válido y necesario hoy. Según Pagola, “’anunciar el reino’ y ‘curar enfermos’ son dos tareas inseparables que confió Jesús a sus dis-cípulos”21, pero no se puede pasar por alto que esta tarea no está confiada a un apóstol22 o discípulo en particular, sino que se la confía a todos y cuando los manda, no lo hace en singular sino en plural23. Este dato es de suma importancia para afirmar que la tarea confiada es a la comunidad, y por lo tanto,

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24 Jairo Henao Mesa, en una conferencia trasmitida por el canal de Televida-Colombia, afirma al respecto: “El poder de sanación [...] lo tenemos todos. El evangelio no fue escrito para los sacerdotes, sino para los discípulos. Entonces, cuando de cada uno de nosotros brota amor, compasión, amistad, misericordia, compañía, un plato de comida, un consejo, un oído que escucha, un hombro que apoya….allí se está sanando. Yo no creo en el poder, como si fuésemos la “Mujer Maravilla”, quien da dos vueltas y se con-vierte en no sé qué. Yo creo en que Dios nos acompaña, que la fe nos acerca, y que esa compañía puede hacer más transitable la alegría, por supuesto, y el dolor que tanto nos asusta (HENAO MESA, Jairo Alberto, y otros. Oración y sanación [Videograbación]. Medellín: 2009. 1 video (DVD, .53 min).25 MOORE, Thomas. Jesús y el alma de los evangelios. En búsqueda de una auténtica espiritualidad. Barcelona: Urano, 2010, p. 9226 Anota el mismo J. Pagola que los enfermos encuentran en Jesús, que actúa por el amor curador de Dios y como signo de la Basilea, una relación nueva con Dios que les ayuda a vivir con otra dignidad y confianza ante él (PAGOLA, Op., Cit., p 161-168)

se puede considerar como un error si se le interpre-ta en una clave diferente. Las “nuevas aretalogias” han permitido leer el Evangelio en clave sacerdotal o individualista, desconociendo que el mismo Evan-gelio está escrito en clave de la comunidad24, por tanto la tarea de sanar y ayudar, crear vínculos de comunión y de cercanía y orar, no revisten a un per-sonaje de poder, que como ya se analizó, potencia un psiquismo perturbado en un cuadro “histriónico de la personalidad”, muy ajeno a lo considerado y mandado por Jesús. Teniendo en cuenta lo inmediatamente an-terior, y desde la óptica de Jesús, se permite intuir en él un psiquismo sano que le describe como “una persona afectuosa, que abrazaba a los niños, baila-ba enlazando las manos con las de los otros, comía con amigos y extraños, tenía un profundo sentido de amistad… imagen (narrada) con toda nitidez en los evangelios canónicos y en los no canónicos”25 . Por eso la personalidad de Jesús, que además acoge sin juzgamiento ni moralismos, es una presencia sana-dora, y en su actuar y palabras acontece el reinado de Dios, el cual se extiende a través de la comunidad cristiana, quien tiene la tarea y el poder de seguir sa-nando toda clase de heridas y enfermedades. Teniendo en cuenta lo anterior, una lectura en clave comunitaria de Mc 5, 1-20, según el aporte de Gnilka y la réplica de Drewermann para el tema del “secreto mesiánico”, se puede decir lo siguien-te: El endemoniado de Gerasa ya sabe quién es Je-sús, sin tener que esperar hasta el final del evange-lio de Marcos, pues a él se ha acercado Jesús y le ha restaurado su vida, recuperándolo para la comu-nidad, potenciando en él la salud psíquica y restau-rando su dignidad para Dios; por ello en palabras del mismo E. Drewermann, este hombre geraseno hace ante Jesús la única profesión de fe válida en el evangelio de Marcos. Esta propuesta liberadora y sanadora en todos los enfermos, endemoniados y pecadores que se acercan a él con confianza y abandono total en Dios, es la que el mismo Jesús le

confía a la comunidad, para que siga aconteciendo la salvación como oferta y regalo. En este sentido, Jesús fue un curador singular26, no confundible con ninguno de la época (ni con los líderes carismáticos de hoy descritos como enfermos psíquicos), y por lo tanto la comunidad también lo puede ser. A manera de conclusión de lo anteriormente expuesto, se considera que por las ambigüedades del fenómeno de los movimientos carismáticos en orden a lo taumatúrgico, y por las características psíquicas de quienes se apropian en clave personal del mandato de Jesús a la comunidad, además, del contexto socioló-gico en el que estos fenómenos se dan, es necesario predicar a Jesús desde las apreciaciones originales de los evangelistas, tales y como fueron: “en Jesús actúa dynamis de Dios, o también -en el lenguaje teológico joánico-, Jesús realiza las obras /ergon/ de Dios”, con lo cual, los milagros quedarán en un plano instrumental, pero no decisivo para la predicación, y con esto la fe de la comunidad será tan singular como la de Jesús, y no la de personas psíquicamente frágiles y manipulables.

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“LA CASA DE DIOS ENTRE LAS CASAS DE LOS HOMBRES”

Por: Juan Carlos Isaza Velásquez, Pbro.

“MI CASA SE LLAMARÁ CASA DE ORACIÓN PARA TODOS LOS PUEBLOS,”MATEO 21, 13

En la teología de nuestra Iglesia católica, el ter-mino templo tiene dos significados muy im-

portantes, y ambos están escritos en la Biblia. El primero se refiere al cuerpo físico humano, pues consideramos que él mismo, imagen del Dios vivo, es un templo sagrado, razón por la cual debe cui-darse. El mismo San Pablo lo repite en su mensa-je a los Corintios: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le des-truirá a él; porque el templo de Dios es sagrado, y vosotros sois ese templo.” 1 Cor. 3, 16-17 Es el misterio de la inhabitación de Dios mismo en el co-razón del creyente, que hace del ser humano, que posee en su corazón la presencia del Dios trino, la manifestación de la misma gloria divina: “Porque la gloria de Dios es el hombre viviente” como afirma-ba el Santo obispo de Lyon, Ireneo. Refirámonos hoy a la segunda utilización de la palabra templo, que describe una edificación de especial importancia, que en la fe consideramos la Casa de Dios, un espacio a donde los fieles nos dirigimos para compartir en comunidad, celebrar los sacramentos, así como también un lugar privile-giado para escuchar la Palabra de Dios. “La Casa de Dios entre las casas de los hombres” es la expresión más bella que he escu-chado para dar a entender lo significativo de la pa-rroquia como el lugar de encuentro por excelencia con el Señor. Nos sería de mucha ayuda espiri-tual que cada uno de nosotros pudiera darle a su parroquia el lugar que se merece como el espacio sagrado para vivir lo santo.

“El templo es un espacio separado de lo profano, convertido en un lugar sagrado donde Dios se encuentra con las personas, una casa de misericordia y de vida. En el templo, alrededor del altar, nos sentiremos más iglesia, piedras vivas, obra de Dios donde habita el Espíritu Santo”.

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Hoy en día cada templo cristiano católico que se encuentra en cualquier parte del mundo, es una obra concebida en la fe madura de una comunidad, elaborada con una planificación previa, cuyo diseño y construcción es edificado por una persona espe-cialista en la materia, tomando en cuenta la impor-tancia que tienen en ellos las dimensiones, además de la función e impactos que causará en el ámbito urbano y ambiental, y su repercusión espiritual en la vida de los fieles. No en vano el espacio donde la asamblea creyente se reúne toma también el nom-bre de la comunidad: Iglesia, convirtiéndose así en un icono, una manifestación sacramental y visible de la realidad santa del cuerpo místico de Cristo en la tierra: “Este edificio hace vislumbrar el misterio de la Iglesia, a la que Cristo santificó con su san-gre, para presentarla ante sí como esposa llena de gloria, como virgen excelsa por la integridad de la fe y madre fecunda por el poder del Espíritu” como canta exultante la Iglesia en la oración solemne del Ritual con el que se dedican estos espacios sacros para celebrar exclusivamente los misterios pascua-les de su Señor muerto y resucitado. En nuestra Arquidiócesis, tenemos templos bellísimos; y otros un poco más sencillos, pero todos hechos con el esfuerzo de las comunidades para ha-cerle una casa a Dios en medio de sus casas, siempre con un sello de dignidad y decoro propio de lo santo. La Misión Continental nos está pidiendo ha-cer de nuestras parroquias comunidad de comunida-des, cambiar la manera de ser parroquia sin dejar de ser parroquia. Como lo expresa tan acertadamente nuestro Arzobispo: “La parroquia debe dar la vida de la fe; si no ofrece este don no es, como se la ha llama-do, la Iglesia entre las casas de la gente”. Mi invitación es un llamado a tomar con-ciencia urgente de volver a la Casa de Dios para vivir lo santo y hacernos santos, para recibir la vida de la fe, no podemos caer en el peligro de buscar lo santo (Eucaristía, bautismos, matri-monios) en casas de banquetes, fincas, centros comerciales, en los supermercados, en los par-queaderos o en cualquier lugar como si no fuera importante ir los domingos a la morada de Dios, al lugar que se ha levantado para su gloria, a la que es “verdaderamente casa de Dios y la puerta del cielo” (Gn. 28, 17)

No olvidemos que nuestras iglesias fue-ron consagradas y bendecidas para vivir allí la alegría del encuentro con el Señor. Salir un domingo de nuestras casas ha-cia la casa de Dios es sentirnos llamados a la santidad, para contemplar en aquella casa la gloria de Dios. Los cristianos desde el principio compren-dieron que debía ser una Iglesia unida en torno a los apóstoles para cumplir el mandato del Señor. No sólo se reunían para celebrar la misa (partir el pan) sino que también acudían al Templo como to-dos los judíos: “Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con ale-gría y sencillez de corazón”. Hechos 2,46. La gran invitación que hoy nos hace la Igle-sia es a volver a los templos, todos somos convida-dos a la Casa de Dios. No cambiar nuestros tem-plos por lugares no adecuados, lo sagrado que es la vida entra a lo sagrado que es el templo: lugar bello exteriormente adornado con un altar consagrado: acontecimiento Cristo para todos, con sagrario, ambón, bautisterio, confesionarios, adornado con flores, bellos ornamentos y objetos sagrados bien dispuestos, buen sonido… En conclusión el templo es un espacio se-parado de lo profano, convertido en un lugar sa-grado donde Dios se encuentra con las personas, una casa de misericordia y de vida. En el templo, alrededor del altar, nos sentiremos más iglesia, pie-dras vivas, obra de Dios donde habita el Espíritu Santo y cumpliremos así las palabras del Apóstol Pedro: “Acercándoos a Él, (Cristo), piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espiritua-les aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” 1 Pe. 2, 4-5

¡Invocando este mismo Espíritu protagonista de la Misión Continental los invito de corazón a que hoy más que nunca volvamos a celebrar los Sagrados Misterios en la Casa de mi Padre!

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LA MISIÓN CONTINENTAL TIENE NOMBRE: “RESPONSABILIDAD PARROQUIAL”

Por: José Mauricio Vélez García, Pbro.

Si acogemos la Misión Continental como un tiempo privilegiado para despertar en nosotros el espíritu

del compromiso por la evangelización, hemos comen-zado bien, puesto que la Nueva Evangelización ha de ser la experiencia de la Arquidiócesis en cuanto a un caminar por nuevos senderos, frente a las nuevas condiciones en las cuales la Iglesia está llamada a vivir el anuncio del Evangelio. Si hablamos de Nueva Evangelización, esta-mos hablando del Evangelio de la venida del Reino de Dios y de la enseñanza de Jesucristo, con el ob-jetivo de transformar la vida personal, familiar y so-cial del cristiano. Esta acción espiritual nos exige un proceso de discernimiento para revitalizarnos como Iglesia y poder obrar con actitud frente a los retos que nos plantea hoy por hoy la pastoral; esta es la razón por la cual debemos mirar la Misión Continental como un estímulo para descubrir nuevamente la alegría de sentirnos Iglesia y ser parte viva de nuestras parro-quias. Las “transformaciones sociales y culturales re-presentan naturalmente nuevos desafíos para la Igle-sia en su misión de construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucio-nales.” (DA 87) Todo proceso debe contar con un comienzo y es aquí donde cada uno debe disponer de lo mejor de sí para que nos articulemos y, en consenso, busque-mos el bien de nuestra Arquidiócesis.

Tengamos en cuenta que la Misión Continental la debemos ubicar en el contexto de la Nueva Evan-gelización, lo cual nos debe llevar a enriquecer toda

“Así pues, la Misión Continental nos llevará de la mano en un proceso de Nueva Evangelización donde cada iniciativa, articulada en el conjunto de nuestra pastoral, nos ayudará a revitalizar nuestros trabajos con la comunidad y a dinamizar aún más nuestras parroquias”.

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iniciativa pastoral para articularnos y vivir este nue-vo impulso de la Iglesia con la firme esperanza de renovar nuestras parroquias. (cf. DA 25)Comencemos por creer en la Misión Continental y orientémonos hacia ella poniendo nuestro co-nocimiento, experiencia, creatividad y alegría es-piritual para congregar a nuestros fieles y juntos llevar un proceso que dé resultados eficaces a nuestro ser de cristianos. “La misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo (cf. Hch 1, 8).” (DA 145).La palabra clave se llama: ¡Disposición! Sólo con una apertura eficaz y buena actitud a la llamada de la Misión Continental, podremos darle sentido a todo lo que hemos recogido en nuestro tiempo de formación y en nuestro compromiso por la vida parroquial. “Cada bautizado, en efecto, es porta-dor de dones que debe desarrollar en unidad y complementariedad con los de los otros, a fin de formar el único Cuerpo de Cristo, entregado para la vida del mundo” (DA 41).El camino de la Misión Continental tiene un co-mienzo y es la oración, pues gracias a ella, dis-ponemos todo para que al invocar la gracia de Dios, la ubiquemos como un nuevo pentecostés en nuestra Iglesia particular de Medellín. “Jesús, al comienzo de su vida pública, después de su bautismo, fue conducido por el Espíritu Santo al desierto para prepararse a su misión (cf. Mc 1, 12-13) y, con la oración y el ayuno, discernió la voluntad del Padre y venció las tentaciones de seguir otros caminos. Ese mismo Espíritu acom-pañó a Jesús durante toda su vida (cf. Hch 10, 38). Una vez resucitado, comunicó su Espíritu vivificador a los suyos (cf. Hch 2, 33)”. (DA 149).La estrategia para poder hacer Misión Continental consiste en la generosidad de cada uno de los que hacemos parte de la Arquidiócesis, pero no con ini-ciativas fragmentadas o procesos desarticulados, sino por el contrario, manejando los tiempos ade-cuados y conectándonos a todo lo que nos facilite enriquecer los programas planteados por nuestra Arquidiócesis en Misión Permanente. Lo primero que debemos hacer consiste en to-mar conciencia que la Misión Continental, sin ser

un absoluto, es una oportunidad de Iglesia que nos permitirá evaluar, proyectar, fortalecer, trans-formar, dinamizar y valorar todo lo que podemos desplegar en bien de nuestras comunidades, y poder así, en la dinámica del discipulado y la mi-sión, establecer caminos de misión permanente para bien de nuestras parroquias.Si algo debemos fortalecer es el optimismo, y la manera para lograrlo consiste en recibir paso a paso las líneas de acción que favorezcan nuestra pastoral y nos permita hablar de Misión Continen-tal con disposición, esperanza, humildad, creativi-dad y valoración por lo que soy y represento den-tro de la Iglesia. “Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parro-quias, comunidades religiosas, movimientos, y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comu-nidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constan-tes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe” (DA 86).El documento conclusivo de Aparecida nos pide empoderar a quienes con su vocación de servi-cio, desean sumarse a los procesos pastorales de nuestras Parroquias. Un laico comprometido es Iglesia viva; por ello debemos darle participa-ción a quienes pueden favorecer los procesos de evangelización en nuestras comunidades, te-niendo claro que la Misión Continental debe poner en marcha una serie de programas y no puede quedarse en una pequeña comunidad.Este camino nos debe llevar a darle a la pasto-ral un contexto de Misión Continental, gracias a ella, podremos fortalecer la iniciación cristiana y acompañar nuestro trabajo con propuestas y es-trategias que renueven las parroquias y nos per-mita una Iglesia con capacidad de respuesta a los requerimientos del presente.

Nuestro Arzobispo, Monseñor Ricardo Tobón Restre-po, en la Reunión General del Clero nos planteó aco-ger como camino de Misión Continental para este Año 2012 cuatro programas con el afán de poder generar un proceso integral de evangelización que incluya lo que hemos realizado, que nos permita corregir aquello en lo que nos hemos desviado y que nos ponga en la tónica de hacer algo nuevo para llevar a feliz término la Misión Continental. Los cuatro programas iníciales son:

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Iniciación cristiana: El interés fundamental con-siste en poder realizar un proceso catequético, sa-cramental y vivencial maduro por el que las perso-nas vivan el Misterio de Cristo y de su Iglesia. Aquí es fundamental el anuncio kerigmático para que entre todos garanticemos un proceso de fe que nos lleve a vivir nuestro sentir de Iglesia. “La inicia-ción cristiana, que incluye el kerigma, es la manera práctica de poner en contacto con Jesucristo e ini-ciar con el discipulado. Nos da también la oportuni-dad de fortalecer la unidad de los tres sacramentos de la iniciación y profundizar en su rico sentido. La iniciación cristiana propiamente hablando, se refie-re a la primera iniciación en los misterios de la fe, sea en la forma de catecumenado bautismal para los no bautizados, sea en la forma de catecumena-do postbautismal para los bautizados no suficien-temente catequizados”. (DA 288)Juventud: Se pretende revitalizar la pastoral juve-nil a través de procesos que propicien la creación de grupos y redes juveniles que ayuden a los jóve-nes a ser discípulos misioneros capaces de darle identidad a sus parroquias y comunidades. “Los jó-venes y adolescentes constituyen la gran mayoría de la población de América Latina y de El Caribe. Representan un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia de nuestros pueblos, como discípulos misioneros de Jesucristo. Los jóvenes son sensibles a descubrir su vocación a ser ami-gos y discípulos de Cristo. están llamados a ser ‘centinelas del mañana’, comprometiéndose en la renovación del mundo a la luz del plan de Dios. No temen el sacrificio ni la entrega de la propia vida, pero sí una vida sin sentido. Por su generosidad están llamados a servir a sus hermanos, especial-mente a los más necesitados con todo su tiempo y vida. Tienen capacidad de oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y todas las for-mas de violencia. En su búsqueda del sentido de la vida, son capaces y sensibles para descubrir el llamado particular que el Señor Jesús les hace. Como discípulos misioneros, las nuevas genera-ciones están llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad”. (DA 433).Liturgia: Con este programa se pretende lograr una celebración digna, participativa y fructuosa en

la que los discípulos de Jesús podamos glorificar a Dios e impulsar la obra de la salvación. Debemos acoger la liturgia como una acción sagrada que nos ayude a experimentar un encuentro vivo con Dios y con nosotros mismos, dejando claro que la liturgia no nos pertenece, sino que es de la Iglesia y por ende, nos debe llevar a vivir el misterio de la salvación en el marco de la Nueva evangelización. “Encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada liturgia, al vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los misterios del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos misioneros. La Constitu-ción sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II nos muestra el lugar y la función de la liturgia en el seguimiento de Cristo, en la acción misionera de los cristianos, en la vida nueva en Cristo, y en la vida de nuestros pueblos en Él” (DA 250).Las pequeñas comunidades: El interés se centra en formar en nuestras parroquias pequeñas comu-nidades eclesiales en las que se realicen procesos de discipulado misionero como una labor primor-dial que nos permita una renovación personal y pastoral para vivir un mayor encuentro de fe en la persona de Jesucristo. “Se constata que en los últimos años ha ido creciendo la espiritualidad de la comunión y que, con diversas metodologías, se han hecho no pocos esfuerzos por llevar a los laicos a integrarse en pequeñas comunidades eclesiales, que van mostrando abundantes frutos. Pala la Nueva Evangelización y para llegar a que los bautizados vivan como auténticos discípulos misioneros de Cristo, tenemos un medio privile-giado en las pequeñas comunidades eclesiales.” (DA 307).

Así pues, la Misión Continental nos llevará de la mano en un proceso de Nueva Evangelización donde cada iniciati-va, articulada en el conjunto de nuestra pastoral, nos ayu-dará a revitalizar nuestros trabajos con la comunidad y a dinamizar aún más nuestras parroquias. De nuestra disposición, generosidad, apertura, oración, creatividad y compromiso, dependerá que la Misión Continental pase a ser una Misión Permanente para convertirnos en verdaderos discípulos misioneros de Jesucristo y tener vida en Él. “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).

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Presbítero ÉMILSON DE JESÚS AGUIRRE SEPÚLVEDA, párroco de la parroquia “SAN BARTOLOMÉ” (Decreto Nº 397N/11) 23 – Dic – 11Presbítero ÁLVARO LEÓN RUÍZ SEPÚLVEDA, admi-nistrador parroquial de la parroquia “MARÍA MADRE DE LOS HUÉRFANOS” (Decreto Nº 396N/11) 23 – Dic – 11Presbítero EDWARD ANDRÉS POSADA GÓMEZ, Ca-pellán-Docente de la “Universidad Pontificia Bolivariana” (Decreto Nº 395N/11) 23 – Dic – 11Presbítero JOVANNY HUMBERTO SALAZAR POSADA, vicario parroquial de la parroquia “SAN VICENTE DE PAÚL” (Decreto Nº 394N/11) 23 – Dic – 11Presbítero ALEXANDER PAREJA BOTERO, párroco de la parroquia “SAN JUAN CRISÓSTOMO” (Decreto Nº 393N/11) 23 – Dic – 11Presbítero GONZALO HERNÁN FLÓREZ VÁSQUEZ, pá-rroco de la parroquia “MARÍA MADRE DE CRISTO” en el municipio de Itagüi (Decreto Nº 392N/11) 23 – Dic – 11Presbítero ÓSCAR DARÍO OSORIO LONDOÑO, pá-rroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL ROSA-RIO DE LA PIEDRA” (Decreto Nº 391N/11) 23 – Dic – 11Presbítero JOHN MARIO CARDONA PULGARÍN, ads-crito a la parroquia “LA SAGRADA FAMILIA” en la ciudad de Medellín (Decreto Nº 390N/11) 22 – Dic – 11Presbítero JOHN MARIO CARDONA PULGARÍN C.C. 71’795.674, Capellán del SENA (Decreto Nº 389N/11) 22 – Dic – 11Presbítero HERIBERTO ESNEIDER PÉREZ CORREA, adscrito a la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL PER-PETUO SOCORRO” en la ciudad de Medellín (Decreto Nº 388N/11) 22 – Dic – 11Presbítero HERIBERTO ESNEIDER PÉREZ CORREA C.C. 71’798.615, Capellán del SENA (Decreto Nº 387N/11) 22 – Dic – 11Presbítero WILVER ACOSTA GRAJALES, vicario pa-rroquial de la parroquia “SAN JUAN EUDES” (Decreto Nº 386N/11) 22 – Dic – 11Presbítero JUAN DAVID ROLÁN ARENAS, vicario parroquial de la parroquia “SAN GREGORIO MAGNO” (Decreto Nº 385N/11) 22 – Dic – 11

Presbítero JUAN GUILLERMO LÓPEZ TAPIAS, vi-cario parroquial de la parroquia “JESÚS DE LA BUE-NA ESPERANZA” (Decreto Nº 384N/11) 22 – Dic – 11Presbítero JOSÉ DANIEL CHALARCA MARÍN, vi-cario parroquial de la parroquia “SAN JUDAS TADEO” (Decreto Nº 383N/11) 22 – Dic – 11Presbítero YESID AUGUSTO VÉLEZ MESA, vicario parroquial de la parroquia “SANTA CLARA DE ASÍS” (Decreto Nº 382N/11) 22 – Dic – 11Presbítero ANDRÉS FELIPE HERRERA GARCÍA, vicario parroquial de la parroquia “SANTA RITA DE CASIA” (Decreto Nº 381N/11) 22 – Dic – 11Presbítero CARLOS MARIO MARTÍNEZ OROZCO, vicario parroquial de la parroquia “SANTA GERTRU-DIS” (Decreto Nº 380N/11) 22 – Dic – 11Presbítero JUAN DAVID CARVAJAL ACEVEDO, vicario parroquial de la parroquia “SAN MARCOS” y capellán de la “FUNDACIÓN UNIDAD EDUCATIVA SAN MARCOS” (Decreto Nº 379N/11) 22 – Dic – 11Presbítero JOHN DAIRO CORREA JIMÉNEZ, vica-rio parroquial de la parroquia “SAN JOSÉ” en el muni-cipio de Envigado (Decreto Nº 378N/11) 22 – Dic – 11Presbítero JOSÉ FERNANDO MARÍN FLÓREZ, vica-rio parroquial de la parroquia “SAN JOSÉ” en el munici-pio de Medellín (Decreto Nº 377N/11) 22 – Dic – 11Presbítero FABIÁN ANDRÉS LOAIZA SÁNCHEZ, vicario parroquial de la parroquia “SAN IGNACIO DE LOYOLA” (Decreto Nº 376N/11) 22 – Dic – 11Presbítero JOHAN PAULO CARVAJAL MEDINA, vicario parroquial de la parroquia “SAN BLAS” (Decre-to Nº 375N/11) 22 – Dic – 11Presbítero GIOVANNI GALVIS RAMÍREZ, vica-rio parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO” en el municipio de Bello (Decreto Nº 374N/11) 22 – Dic – 11Presbítero REINEL DANILO ZAPATA QUICENO, vi-cario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO” en el municipio de Bello (Decreto Nº 373N/11) 22 – Dic – 11

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Presbítero JUAN PABLO FLECHAS GUERRA, vi-cario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN” en el barrio San Javier (Decreto Nº 372N/11) 22 – Dic – 11Presbítero JESÚS DAVID GÓMEZ BARCO, vica-rio parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN” en el municipio de Bello (Decreto Nº 371N/11) 22 – Dic – 11Presbítero EVER CAMILO SÁNCHEZ PATIÑO, vica-rio parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES” en el barrio Las Estancias (Decreto Nº 370N/11) 22 – Dic – 11Presbítero YEISON ANDRÉS BUSTAMANTE ÁLVAREZ, vicario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑO-RA DE LA PROVIDENCIA” (Decreto Nº 369N/11) 22 – Dic – 11Presbítero ARLES DE JESÚS ARIAS OQUENDO, vi-cario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN” en el municipio de Copacabana (Decreto Nº 368N/11) 22 – Dic – 11Presbítero YEISON ALEJANDRO SUÁREZ SOSSA, vicario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRÁ” (Decreto Nº 367N/11) 22 – Dic – 11Presbítero JUAN DAVID VANEGAS GUTIÉRREZ, vi-cario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE BELÉN” (Decreto Nº 366N/11) 22 – Dic – 11Presbítero LEÓN FERNANDO MONTOYA ORTEGA, vicario parroquial de la parroquia “EL SAGRARIO” (Decreto Nº 365N/11) 22 – Dic – 11Presbítero CARLOS ALBERTO VARGAS ZULUAGA, vicario parroquial de la parroquia “EL DIVINO MAES-TRO” (Decreto Nº 364N/11) 22 – Dic – 11Presbítero LUIS ALFREDO RESTREPO SIERRA, pá-rroco de la parroquia “SAN JOSÉ OBRERO” en el muni-cipio de Bello (Decreto Nº 363N/11) 22 – Dic – 11Presbítero ASDRÚBAL ARLEY RINCÓN HOLGUÍN Formador del Seminario Conciliar de Medellín (Decre-to Nº 362N/11) 21 – Dic – 11Presbítero CARLOS ANDRÉS RESTREPO CANO Formador del Seminario de la Asociación Misionera San José (Decreto Nº 361N/11) 21 – Dic – 11Se nombra al Diácono Fabio Farom de Rezende para ejercer su sagrado orden en la parroquia “EL SEÑOR DE LA DIVINA MISERICORDIA”, en la vica-ría episcopal del oriente, zona pastoral Nº 3 (Centro – Oriental), arciprestazgo Nuestra Señora del Sagra-do Corazón (Comuna 9 – Buenos Aires). Y al Diáco-no Edgard Zadis Paul Gbaka para ejercer su sagrado orden en la parroquia “MADRE DEL SALVADOR”, en la vicaría episcopal del sur, zona pastoral Nº 7 (Sur), arciprestazgo San Pablo Apóstol (Itagüi) (Decreto Nº 360N/11) 21 – Dic – 11Presbítero FREDY AURELIO GIRALDO ALZATE, vi-cario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA

DEL SAGRADO CORAZÓN” (Decreto Nº 359N/11) 21 – Dic – 11Presbítero GIOVANNY ANDRÉS BUSTAMANTE VALENCIA, vicario parroquial de la parroquia “SAN-TA ANA” en el municipio de Sabaneta (Decreto Nº 358N/11) 21 – Dic – 11Presbítero JOHN EVER ZAPATA YARCE, vicario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES” en el barrio La América (Decreto Nº 357N/11) 21 – Dic – 11Presbítero YECID LEDERLEY PALACIO RÚA, vi-cario parroquial de la parroquia “SAN CAYETANO” (Decreto Nº 356N/11) 21 – Dic – 11Presbítero DIEGO ALEJANDRO RAMÍREZ MOLINA, vicario parroquial de la parroquia “LA SAGRADA FA-MILIA” (Decreto Nº 355N/11) 21 – Dic – 11Presbítero BAYRON DARÍO SALDARRIAGA RES-TREPO, párroco de la parroquia “SAN ROBERTO BELARMINO” (Decreto Nº 354N/11) 21 – Dic – 11Presbítero EDWIN RIVERA ARANGO, párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LA SABIDU-RÍA” (Decreto Nº 353N/11) 21 – Dic – 11Presbítero GABRIEL FERNANDO GARCÍA VÁSQUEZ, párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD DEL COBRE” (Decreto Nº 352N/11) 21 – Dic – 11Presbítero BERNARDO DE JESÚS RESTREPO MON-TOYA, párroco de la parroquia “SAN JOSÉ” en el mu-nicipio de Envigado (Decreto Nº 351N/11) 21 – Dic – 11Presbítero ÁLVARO ÁNGEL GUZMÁN, párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLO-RES” en el barrio La América (Decreto Nº 350N/11) 21 – Dic – 11Presbítero JUAN CARLOS ROJAS RAMOS C.S.B., de la Congregación de San Basilio (Padres Basilia-nos), vicario parroquial de la parroquia “SAN BASI-LIO” (Decreto Nº 349N/11) 20 – Dic – 11Presbítero DIEGO ANDRÉS HERRERA GUTIÉRREZ S.A.C., de la Sociedad del Apostolado Católico (Padres Palotinos), vicario parroquial de la parroquia “LA EPI-FANÍA” (Decreto Nº 348N/11) 20 – Dic – 11Rector y Representante Legal del Colegio Sagra-do Corazón de María, al Presbítero LEONARDO PÉ-REZ ACEVEDO (Decreto Nº 347N/11) 20 – Dic – 11Rector y Representante Legal del Colegio Parroquial San Francisco de Asís, al Presbítero LUIS ÁNGEL HUR-TADO HENAO (Decreto Nº 346N/11) 20 – Dic – 11Presbítero LUIS ÁNGEL HURTADO HENAO, pá-rroco de la parroquia “SAN LORENZO DE BRINDIS” (Decreto Nº 345N/11) 20 – Dic – 11Rector y Representante Legal del la Fundación Unidad Educativa San Marcos, al Presbítero MIGUEL DARÍO CÓR-DOBA RESTREPO (Decreto Nº 344N/11) 20 – Dic – 11

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Presbítero LUIS EDUARDO YEPES ZULETA, pá-rroco de la parroquia “SANTA LUCÍA” (Decreto Nº 343N/11) 20 – Dic – 11Presbítero CARLOS ALBERTO HOYOS GÓMEZ, párroco de la parroquia “EL ESPÍRITU SANTO” (De-creto Nº 342N/11) 20 – Dic – 11Presbítero LEONARDO PÉREZ ACEVEDO, párro-co de la parroquia “LA PRECIOSA SANGRE” (Decre-to Nº 341N/11) 20 – Dic – 11Presbítero EDWIN ANTONIO GONZÁLEZ ARROYO, párroco de la parroquia “MADRE DEL SALVADOR” en el municipio de Itagüi (Decreto Nº 340N/11) 20 – Dic – 11Presbítero RICARDO TAMAYO CALDERÓN, pá-rroco de la parroquia “EL SEÑOR DE LA DIVINA MI-SERICORDIA” (Decreto Nº 339N/11) 20 – Dic – 11Presbítero JAIR DE JESÚS FRANCO GUTIÉRREZ, párroco de la parroquia “SAN AMBROSIO” (Decreto Nº 338N/11) 20 – Dic – 11Presbítero ORLANDO ALBERTO JIMÉNEZ CADAVID, vicario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑO-RA DE LA ESPERANZA” (Decreto Nº 337N/11) 20 – Dic – 11Presbítero JOHN CAMILO MUÑOZ MUÑOZ, vicario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO CHIQUINQUIRÁ” en el municipio de La Es-trella (Decreto Nº 336N/11) 20 – Dic – 11Presbítero JULIÁN ANDRÉS CANO ECHEVERRI, vicario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑO-RA DE LAS MERCEDES” (Decreto Nº 335N/11) 20 – Dic – 11Presbítero VÍCTOR HUGO MÁRQUEZ MEJÍA, párroco de la parroquia “NAZARETH” (Decreto Nº 334N/11) 20 – Dic – 11Presbítero RODRIGO ARCÁNGEL RESTREPO RESTREPO, párroco de la parroquia “JESUCRISTO SEÑOR DE LA PAZ” (Decreto Nº 333N/11) 20 – Dic – 11Presbítero LUIS RAIMUNDO VALENCIA BARRERA, párroco de la parroquia “LA TRINIDAD-PRADITO” (Decreto Nº 332N/11) 20 – Dic – 11Presbítero CARLOS MARIO LOPERA JARAMILLO, pá-rroco de la parroquia “MARÍA MADRE DE LA IGLE-SIA” en el municipio de Itagüi (Decreto Nº 331N/11) 20 – Dic – 11Presbítero GUILLERMO LEÓN SÁNCHEZ IDÁRRAGA, párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES” (Decreto Nº 330N/11) 20 – Dic – 11Presbítero MIGUEL ÁNGEL DURÁN AGUILAR, pá-rroco de la parroquia “SAN LUIS MARÍA GRIGNON DE MONFORT” (Decreto Nº 329N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero WILSON FERNEY LÓPEZ CASTRILLÓN, párroco de la parroquia “SANTA MARGARITA MA-RÍA DE ALACOQUE” (Decreto Nº 328N/11) 19 – Dic – 2011

Presbítero JUAN BERNARDO VARGAS SIERRA, párroco de la parroquia “EL AVE MARÍA” (Decreto Nº 327N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero NÉLSON TORRES JAIMES, párroco de la parroquia “SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA” (Decre-to Nº 326N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero SERGIO ALEJANDRO ARCILA ZEA, párroco de la parroquia “GETSEMANÍ” (Decreto Nº 325N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero WILLIAM DE JESÚS RESTREPO VÁSQUEZ, párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LA VALVANERA” (Decreto Nº 324N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero ALEJANDRO VILLA URREGO, párroco de la parroquia “SANTA BÁRBARA DE AYURÁ” en el municipio de Envigado (Decreto Nº 323N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero GUSTAVO PATIÑO VELÁSQUEZ, vi-cario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑO-RA DEL ROSARIO CHIQUINQUIRÁ” en el munici-pio de La Estrella (Decreto Nº 322N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero HADER DE JESÚS GÓMEZ GÓMEZ, párroco de la parroquia “LA ERMITA DE JESÚS” (Decreto Nº 321N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero ABELARDO ENRIQUE HOYOS GÓMEZ, párroco de la parroquia “SAN JOSÉ” en el municipio de Medellín (Decreto Nº 320N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero EDGAR GARCÍA VELÁSQUEZ, párro-co de la parroquia “SAN ATANASIO” (Decreto Nº 319N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero HAROLD GIOVANNI CASALLAS TRIVIÑO, párroco de la parroquia “MARÍA MADRE DE LA ES-PERANZA” (Decreto Nº 318N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero RICARDO ESTEBAN RAMÍREZ JAQUE, párroco de la parroquia “SAN LORENZO DE LOS CAUNCES” (Decreto Nº 317N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero JORGE IGNACIO PÉREZ OLARTE, pá-rroco de la parroquia “JESÚS NAZARENO DE ALTA-VISTA” (Decreto Nº 316N/11) 19 – Dic – 2011Presbítero OLARIO CASTILLO CASTILLO, O.C.D., de la Orden de Carmelitas Descalzos, párroco de la parroquia “EL SEÑOR DE LAS MISERICORDIAS” (Decreto Nº 315N/11) 15 – Dic – 2011Presbítero NICOLÁS ALFONSO ARISMENDI TOBÓN, párroco de la parroquia “SAN FÉLIX” (Decreto Nº 314N/11) 15 – Dic – 2011Presbítero OSWALDO CANO TORRES, Rector del Colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana (De-creto Nº 313N/11) 14 – Dic – 2011Presbítero LUIS FERNANDO DÍAZ GUEVARA, S.F., de la Congregación Hijos de la Sagrada Fami-lia, vicario parroquial de la parroquia “JESÚS, MARÍA Y JOSÉ” (Decreto Nº 312N/11) 14 – Dic – 2011

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Presbítero JOSÉ YUBA ARLABÁN, S.F., de la Congregación Hijos de la Sagrada Familia, Adminis-trador Parroquial de la Parroquia “JESÚS, MARÍA Y JOSÉ”, y representante legal de la misma (Decreto Nº 311N/11) 14 – Dic – 2011Presbítero JESÚS EMILIO BETANCUR MÚNERA, Capellán-Docente de la “Universidad Pontificia Boli-variana” (Decreto Nº 310N/11) 13 – Dic – 2011Presbítero DIEGO ALONSO VÉLEZ RUÍZ Forma-dor del Seminario Conciliar de Medellín (Decreto Nº 309N/11) 13 – Dic – 2011Presbítero JOSÉ LUIS PANIAGUA RESTREPO, Vi-cario Episcopal para los Institutos de Vida Consagra-da y Sociedades de Vida Apostólica de la Arquidióce-sis de Medellín (Decreto Nº 308N/11) 13 – Dic – 2011Presbítero RUBÉN DARÍO OSPINA GIL, párroco de la parroquia “SANTA RITA DE CASIA” (Decreto Nº 307N/11) 13 – Dic – 2011Presbítero RUBÉN DARÍO VANEGAS HURTADO, párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN – SANTA ELENA” (Decreto Nº 306N/11) 13 – Dic – 2011Presbítero NEVARDO CATAÑO CASTRILLÓN, Asesor Arquidiocesano para la Renovación Católica Carismática en la Arquidiócesis de Medellín (Decreto 305N/11) 12 – Dic – 2011.Presbítero JUAN MANUEL BUSTAMANTE VALENCIA, Director del equipo encargado de la “Pastoral Sa-cerdotal” de la Arquidiócesis de Medellín (Decreto 304N/11) 12 – Dic – 2011.Presbítero JOSÉ ELÍAS LOPERA CÁRDENAS, Comisario de la Pía Asociación “HOGAR DEL DES-VALIDO” y de la Asociación Pública de Fieles a las “HERMANITAS DE LOS DESVALIDOS”, asumiendo, por el tiempo que el Arzobispo considere necesario, la Representación Legal de estas dos personas jurídicas (Decreto 303N/11) 12 – Dic – 2011.Presbítero GABRIEL ÁNGEL GÓMEZ YEPES Director Espiritual del Seminario Redemptoris Mater en la ciudad de Medellín (Decreto 302N/11) 12 – Dic – 2011.Presbítero ÁLVARO JARAMILLO RAMÍREZ Coordina-dor del área para la evangelización de lo social en la Arqui-diócesis de Medellín (Decreto 301N/11) 12 – Dic – 2011.Presbítero JUAN MANUEL BUSTAMANTE VALENCIA, párroco de la parroquia “SANTA ANA” en el municipio de Sabaneta (Decreto 300N/11) 12 – Dic – 2011.Rector y Representante Legal del Colegio Parroquial Carmelitano, al Presbítero RAFAEL ORLANDO JARA-MILLO ZAPATA (Decreto 299N/11) 12 – Dic – 2011.Presbítero RAFAEL ORLANDO JARAMILLO ZAPATA, párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN” en el municipio de Bello (Decreto 298N/11) 12 – Dic – 2011.

Presbítero JULIO CESAR ZULUAGA RUIZ, párroco de la parroquia “SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BA-LAGUER” (Decreto 297N/11) 12 – Dic – 2011.Presbítero RAFAEL ALBERTO GÓMEZ HINCAPIÉ, párroco de la parroquia “SAN CAMILO DE LELIS” (De-creto 296N/11) 12 – Dic – 2011.Presbítero JUAN DAVID FIGUEROA FLÓREZ For-mador del Seminario Conciliar de Medellín (Decreto 295N/11) 12 – Dic – 2011.Presbítero SERGIO LEÓN PAMPLONA, del Instituto de los Misioneros de la Divina Redención, párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA CONSOLADORA DE CARPINELLO” (Decreto 294N/11) 09 – Dic – 2011.Presbítero JUAN DAVID MURIEL MEJÍA Formador en el Seminario Conciliar de Medellín y Maestro de las Celebraciones litúrgicas arquidiocesanas (Decreto 293N/11) 09 – Dic – 2011.Presbítero OCTAVIO MARCOS FERNANDO BA-RRIENTOS GÓMEZ Vicario Episcopal de asuntos eco-nómicos y administrativos de la Arquidiócesis de Mede-llín (Decreto 292N/11) 09 – Dic – 2011.Se nombra como Rectora de la “Escuela Normal Su-perior Antioqueña”, a la Doctora GUDIELA IRENE EUS-SE SAAVEDRA (Decreto 291N/11) 25 – Nov – 2011.Presbítero JUAN DIEGO RODAS ROJO, vicario parro-quial de la parroquia “SANTA INÉS”. (Decreto 290N/11) 15 – Nov – 2011.Presbítero NÉSTOR DE JESÚS ALZATE ÁLVAREZ como Arcipreste del arciprestazgo Nuestra Señora de la Asunción (Bello – Niquía – Copacabana), en la vicaría episcopal del norte, por el período que falta a los ac-tuales arciprestes (Decreto 289N/11) 11 – Nov – 2011.GERMÁN ANDRÉS BUSTAMANTE TAMAYO, Colabo-rador del Departamento de Pastoral de las Comunicacio-nes con las funciones que le asigne el Arzobispo (Decreto Nº 288N/11) 8 – Nov – 2011.

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