el cuaderno de zoltan

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EL CUADERNO DE ZOLTAN Vic Blázquez Copyright © 2014 Noseasimbecil.com

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Libro sobre motivación

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EL CUADERNO DE ZOLTAN

Vic Blázquez

Copyright © 2014

Noseasimbecil.com

Este libro no puede ser copiado, reproducido en cualquier formato o de cualquier manera sin el consentimiento expreso de su autor.

Gracias por respetar mi trabajo.

Todos los personajes, nombres, lugares y eventos de este libro han sido modifcados o creados con fnes didácticos.

En 1714 pasó algo que no ha quedado en los libros típi­

cos de historia. Un hombre húngaro de nombre Zoltan y de

apellido impronunciable estaba a punto del suicidio.

Desde hacía cinco generaciones su familia se dedicaba a

hacer calzado. Y no, no era una de esas familias que hacían

un gran calzado de increíble calidad. Ni siquiera eran una fa­

milia desastrosa con un calzado desastroso. No. La familia

de Zoltan hacía un calzado mediocre.

Tan mediocre que no destacaban. Tenían lo sufciente

como para comer sopa e intentar no morir de hambre como

sus últimos vecinos. No era una familia feliz, ni siquiera pen­

saban en ello, pero aún así seguían. Sin embargo todo cam­

bió para Zoltan cuando en uno de los otoños más fríos que

se recordaban quiso quitarse la vida.

El fnal no es feliz. Zoltan apareció ahorcado en uno de los

tantos árboles de un bosque cercano. Y no se le encontró

hasta tres días después.

Esto podría haber acabado aquí, Zoltan sería alguien más

que se suicidó y tú y yo nunca hubiéramos sabido de él.

Pero hay algo que hace de Zoltan, un zapatero del siglo XVIII,

una persona importante. Su cuaderno de trabajo.

Hasta cinco de los millonarios más importantes de Rusia

admiten haber leído o utilizado lo dicho por Zoltan en su cua­

derno de trabajo. Durante mucho tiempo se utilizó esto como

una broma. Como una forma de decir que lo que habían

conseguido no era cuestión de suerte sino por esfuerzo y

dedicación. Sin embargo el cuaderno de Zoltan existía. Exis­

te.

¿De qué va este libro?

Si buscas en Google el cuaderno de Zoltan tanto en es­

pañol, en inglés como en húngaro o ruso no vas a encontrar

nada. Es una de esas cosas que encuentras por casualidad,

sin darte cuenta, en una entrevista de una revista que ni sa­

bías que existía. La misma casualidad por la que tú has en­

contrado este libro.

El entrevistado, Erik, que yo pensaba que se apellidaba

Djükivilshe, contaba su técnica millonaria. Una técnica con

un nombre horroroso y que conté en Noseasimbecil.com.

También hablaba de que el cuaderno de trabajo de Zoltan le

había ayudado mucho en su éxito. Ese mismo día me puse

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a buscar en Google de mil formas tanto a Erik como a Zoltan

y no tuve éxito. Todo lo que sé es lo que saqué de esa en­

trevista.

Pregunta. ¿Y quién es exactamente Zoltan?

Respuesta. Zoltan era un pobre desgraciado que en el

año 17..., 1714, se suicidó. Le encontraron a los dos días,

desnudo y con algunas cosas a sus pies: una bolsa de piel,

una moneda de madera, algo de alcohol y un cuaderno de

trabajo. Esa bolsa desapareció y seguramente acabó mal­

vendida en algún mercado.

P. ¿Y cómo llegó hasta ti?

R. Estaba en aquella festa en la que tú y yo nos conoci­

mos. ¿Te acuerdas? Pues Vitaliy y yo queríamos ganar dine­

ro en bienes raíces y me habló de usar el cuaderno de Zol­

tan.

P. ¿Y qué pasó?

R. No sabía a qué se refería. «Usar el cuaderno de Zoltan»

es una expresión. Así que no le di importancia.

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P. ¿Entonces?

R. Entonces, fuimos al salón ese azul que estaba pasan­

do la biblioteca y ahí estaba. El puto cuaderno de Zoltan,

desgastado y hecho una mierda.

P. ¿Y qué es lo que tiene el cuaderno?

Esta es mi investigación personal del cuaderno de trabajo

de Zoltan que han utilizado algunos millonarios rusos. Al ser

un cuaderno de trabajo, todo lo que vas a encontrar aquí va

a ser práctico, probado y funcional.

Y eso también signifca que, según la estadística, la mayo­

ría de las personas lo leerá, le parecerá algo más o menos

interesante y seguirá con su vida. Las cosas prácticas, sue­

len no hacerse cuando se leen en un libro. No hagas eso.

Tienes en tus manos algo que puede cambiar tu forma de

ver el dinero e incluso el dinero que tengas. Es uno de esos

libros para leer más de una vez, buscar matices, ver qué

quiere decir ciertas frases y cómo le puedes sacar más pro­

vecho. Es un libro para tenerlo muy presente.

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Capítulo 1

Quiero que cojas una moneda de un euro. Sí, en serio, un

un euro. Si no tienes suelto, no pasa nada, puedo esperar.

No vuelvas aquí hasta que tengas una moneda de un euro

en la mano. Y no, la de cincuenta céntimos no vale.

Te aseguro que yo he sido siempre el tipo de persona

que no hacía caso a este tipo de peticiones y seguía leyen­

do sin parar, y al fnal me he acabado arrepintiendo. Así que,

¡vuelve con un maldito euro antes de seguir! Si no... no te

quejes si no te sirve nada de lo que lees aquí.

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¿Ya lo tienes? Ya estás listo para conseguir tener el dinero

que quieras.

Lo que te voy a explicar aquí son conceptos del siglo XVIII

muy sencillos y efectivos. No sé cuanto sabrás de econo­

mía, de manejar dinero y de crear riqueza pero te pido que

no subestimes nada de lo que lees. Este es otro de mis

grandes defectos que he tenido que corregir: saltarme la

mayoría de cosas por creer que son muy básicas, que ya las

sé o que no son interesantes. Muchas veces se trata más

de cómo se dice algo que de si conoces o no lo que se

dice.

Volvamos con tu moneda. Cuantas más monedas tengas

así, más posibilidades tendrás de conseguir lo que quieras.

Sí, lo repito. Cuantas más monedas tengas así, más posibili­

dades tendrás de conseguir lo que quieras.

«El dinero no es lo más importante», «no me voy a obse­

sionar con ganar dinero», «no es más rico el que más tiene

sino el que menos necesita». Cuando no piensas que algo

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es importante, no te vas a esforzar para conseguirlo. Y si no

te esfuerzas para conseguirlo, no lo vas a conseguir.

Y puede que para ti lo más importante sea tu familia, tus

amigos, cambiar el mundo, mejorar las cosas, disfrutar de la

vida, formar una familia o tener una vida tranquila. En todas

ellas, hacen falta monedas. Y cuantas más monedas tengas,

mejor podrás cuidar a tu familia, pasarlo bien con tus ami­

gos, cambiar el mundo, mejorar las cosas, disfrutar de la

vida, formar una familia o tener una vida tranquila.

Porque lo primero que tienes que aprender de Zoltan es

que el dinero es un potenciador. Potencia quien eres y po­

tencia lo que haces. Así que si eres una mala persona, con

dinero serás peor persona. Y si eres una buena persona,

con dinero serás mejor persona. ¿O es que si tuvieras dinero

de sobra no ayudarías a alguien que lo está pasando mal?

Por tanto, tener dinero, no te hace mala persona, no se lo

estás quitando a nadie, ni eres avaricioso, egoísta y alguien

que deja de lado a las personas que quieren.

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Imagina que eres fabricante de lápices, y vendes cada

uno a un euro. Ese lápiz se empieza a vender y te lo com­

pran un millón de personas. De una semana a otra pasas de

cero a tener un millón de euros. ¿Le has quitado el dinero a

alguien? ¿Eres mala persona por vender lápices? ¿Te has

convertido en egoísta por ello? No. Simplemente has conse­

guido reunir muchas monedas, como la que tienes ahora

junto a ti. Y lo has hecho a cambio de algo.

Muchas personas no quieren tener muchas monedas

porque no quieren ser avariciosos. No quieren que por su

culpa otros tengan menos monedas. Pero es un error pensar

que el dinero funciona así. Cuantas más monedas tengas tú,

más monedas podrás cambiar por otras cosas. Al igual que

tú cambiabas un lápiz por una moneda, hay otras personas

que cambian comida por monedas, o un coche por mone­

das, o un viaje por monedas. Por tanto, cuantas más mone­

das tengas, más podrás repartir esas monedas.

Piensa que si eres tú el que tiene muchas monedas, po­

drás repartirlas como más justamente creas. Y piensa que si

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tú no tienes muchas monedas, dependerás de que otras

personas las repartan de una forma justa. ¿Y por qué vas a

tener que depender de otros en vez de hacerte cargo de tu

propia vida?

Y se trata exactamente de eso, de tu vida. Y de las expe­

riencias que puedes potenciar. No todo son coches caros,

yates y mansiones. Tener muchas monedas no signifca te­

ner esa vida. Signifca poder descubrir los rincones secretos

de este planeta, ver lugares únicos o probar comidas desco­

nocidas. Signifca hacer que en tu vida tengas todo lo que

quieras sin tener que conformarte. Y sí. Eso puede ser tener

una modesta casa, con la persona que amas, disfrutando de

una película y unas palomitas de microondas. Pero también

signifca poder tener unas vacaciones tan brutalmente bue­

nas que las recordarás por años. Y las monedas ayudan a

ello.

Por lo que, si tener monedas como la que tienes ahora

potencia quien eres y lo que haces —y además puedes ayu­

dar a otros—, ¿por qué debería ser malo que por tus manos

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pasaran muchas?

No son para quedártelas tú, como quien se queda con un

pastel sin dar a nadie un trozo. Las monedas son para com­

partirlas, cambiarlas por otras cosas o dárselas a quien creas

oportuno. Y tú ya tienes la primera.

Busca una caja, un tarro de cristal o incluso un calcetín.

¿Un calcetín? Sí, hasta un calcetín vale para que puedas ac­

tuar desde ya. Coge cualquier recipiente y mete tu primera

moneda. La primera de muchas.

«¡Bah!, yo paso, a mí gilipolleces así no me van». No seas

imbécil, y prueba. ¿Es ridículo llenar un calcetín de

monedas? Sí, ¿y qué?

Aquí solo estamos tú y yo, y yo no voy a decir nada.

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Capítulo 2

¿Tienes ya la moneda guardada en algún lugar donde

quepan muchas más? Espero que sí, porque cada parte es

tan importante como la siguiente. Es algo así como hacer un

tarta por partes. Así que hazlo antes de seguir.

Bien, sigamos. Si conseguir monedas no tiene nada de

malo, porque potencia lo que somos y lo que hacemos, —y

espero que hasta aquí estemos de acuerdo—, tenemos que

saber cómo se mueven las monedas. Porque la economía

es movimiento y una moneda que tienes hoy en tus manos,

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pasado mañana puede estar en manos del panadero de de­

bajo y en una semana puede estar a cientos de kilómetros.

En Economía se conoce como activos y pasivos —este

es uno de esos momentos en los que alguien que ya sabe lo

que son los activos y pasivos cierra el libro y se va, no hagas

el imbécil y sigue aquí—. Pero yo lo simplifco mucho más.

Hay cosas que te dan monedas y cosas que te quitan mo­

nedas. Cuantas más cosas de las que te den monedas ha­

gas y menos cosas de las que te quiten hagas, mejor te irá.

Si fueras panadero, los ingredientes para hacer pan te

dan monedas. Cenar fuera te quita monedas. Un horno más

efciente, te da monedas. Y un reloj de oro, te quita mone­

das.

Cuantas más cosas hagas para tener monedas, más

monedas tendrás y más monedas podrás usar. Parece fá­

cil.

Sin embargo, hay un problema en la forma de actuar de la

mayoría de las personas. Tienen un sueldo.

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¿Y eso es un problema? Viendo los resultados, sí.

Imaginemos un sueldo de mil monedas mensuales. Mejor

un número redondo para que sea más fácil. E imaginemos lo

que una persona haría con esas mil monedas. Las cifras son

solo como ejemplo:

Pagar los gastos de casa: ­400 monedas.

Pagar la gasolina: ­100 monedas.

Comprar comida: ­300 monedas.

Meter en el banco: 200 monedas.

Una pregunta. En esa lista, ¿cuántas cosas, de las que

ves ahí, en vez de quitarte monedas te dan más? Ninguna. Y

es el problema de los sueldos. Se cree que las mil monedas

que ganas mes a mes son para gastarlas o para meterlas en

una caja. Y nunca se utilizan para ganar más monedas con

ellas.

Y así, mes a mes, entran siempre las mismas monedas,

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pero a su vez las cosas son más caras y necesitas que otras

personas te presten sus monedas.

Ahora tienes más monedas pero te comprometes a ir de­

volviendo esas monedas mes a mes, con algunas monedas

extras. Pero, cuando falla la única forma que tienes de ganar

monedas, tu sueldo, y debes dinero, estás en problemas.

Bienvenido a una crisis.

Si en vez de tener una forma de ganar monedas tienes

varias, sería como una mesa llena de patas. Aunque una

pata desaparezca, la mesa seguiría en pié. Quizás la mesa

cogearía, pero daría tiempo a construir una nueva pata. Si,

sin embargo, solo tuvieras una pata, el día que desaparezca

esa pata, la mesa se cae. Y sin esa pata no daría tiempo a

nada. Adiós mesa. Adiós tú.

Pero claro, dile tú eso a un gerente, una profesora o un

telefonista. Una persona que ya tiene una profesión, que

gana sus monedas mensuales y que tiene unos gastos que

pagar sí o sí. ¿Con qué cara le dices que hagan cosas que

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generen monedas? Ya tienen sufcientes problemas como

para ponerse a pensar en ello. Así que, algunos lumbreras

decidieron aconsejarles a esas personas que invirtieran.

Invertir signifca, y con invertir me refero a cualquier pro­

ducto fnanciero que sea rentable, dar tus monedas a al­

guien, que las usen como quieran, que tú durante un tiempo

no las puedas usar, y que a cambio te devuelvan tus mone­

das y algunas monedas extras. Algo así como prestarle mo­

nedas a alguna mafa para que trafque y después te las de­

vuelvan con benefcios.

Invertir también puede signifcar comprar partes de empre­

sas, de bienes o de países y esperar a que les vaya bien, o

mal, para tu ganar más o menos monedas.

Ambas formas para mí son horrorosas. Y ambas formas

necesitan de bastante dinero y conocimientos para poder

multiplicar monedas. ¿Por qué horrorosas? Porque estas ga­

nando monedas a cambio de no ofrecer nada. Y yo no me

sentiría bien teniendo monedas que no me las he ganado

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justamente. Así que descarta esa opción o al menos no es­

peres que yo te apoye con ella.

Entonces, ¿qué solución queda? Empecemos sabiendo

los tres tipos de personas que ganan monedas:

El empleado: Tiene su jefe, su empleo, su horario y su

sueldo.

El jefe: Tiene su empresa, sus empleados y su forma pro­

pia de ganar monedas.

El funcionario: Tiene una forma segura y fja de ganar mo­

nedas mes a mes.

Según en qué grupo estés, debes actuar de una u otra

forma para hacer cosas que te den monedas.

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Capítulo 3

El grupo mayoritario suele ser el de empleado. Así que va­

mos a empezar por él. Digamos que tienes un trabajo de ca­

marero, mecánico, jefa de recursos humanos, ingeniera, di­

señadora o vendedor de aspiradoras. Tienes tu sueldo y es­

tás a gusto, o a disgusto, ¿cómo consigues más formas de

tener monedas?

Los chinos tienen una forma de hacer esto. Siempre han

tenido la misma forma de hacer las cosas y es algo que han

imitado una gran mayoría de millonarios. Y olvida los prejui­

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cios de chinos esclavizados en precarias condiciones. No

me refero a eso. Me refero a otra cosa.

Los chinos empiezan desde abajo. Quizás en un taller te­

jedor, en un bazar, en un restaurante o en una fábrica. Y du­

rante todo ese tiempo gastan poco y ahorran mucho. Puede

que no tengan el mejor coche, ni la mejor casa, ni las mejo­

res vacaciones, pero todo ello es porque están ahorrando

monedas con un propósito.

Su objetivo es un número determinado de monedas. Y

haciendo cálculos se dan cuenta que quizás son dos, tres,

cuatro o cinco años trabajando ahí para conseguirlas. Así

que mejor que hagan bien su trabajo para que no les echen.

Como pasan tantos días allí, aprovechan para aprender

cómo actúa su jefe, qué cosas hay que hacer para que ese

lugar funcione y acaban volviéndose en expertos mientras

les pagan por su trabajo. Además, de estar tanto allí, acaban

conociendo a mucha gente de ese trabajo.

Pasan los años y ya tienen las monedas que necesitan.

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Con todo ese dinero, con todo ese conocimiento y con to­

dos esos contactos crean su propio bazar, o su propio taller,

o su propio restaurante. Se convierten en jefes del mismo

trabajo del que eran empleados.

Así, a partir de ahora, como jefes, podrán hacer cosas

que generen más monedas.

En tu caso puedes, y deberías, hacer lo mismo. ¿Cuál es

la pasión de tu vida? Hace un tiempo escribí un pequeño

ebook sobre cómo encontrar la pasión de tu vida. Lo tienes

gratis, en el blog, y te va a ser mucho en este punto. Lo pue­

des encontrar aquí:

Noseasimbecil.com/cambiar­mi­vida

Pongamos que quieres ser arquitecto. Y empiezas en un

estudio de arquitectura, trabajando para otros. O abogado, y

empiezas de pasante. O ingeniero, programadora, diseñado­

ra, cantante, escritor o periodista. Pongamos que quieres ser

lo que sea. Empieza aprendiendo, pero con la vista puesta

en ahorrar, en saber cuantas monedas vas a necesitar y con

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la vista en conseguir ser el jefe.

Piensa en el largo plazo. ¿Qué es mejor? ¿Algunos años

malos, en los que tengas que apretarte el cinturón a cambio

de muchos buenos en los que tengas las monedas que

quieras? ¿O que todos los años sean iguales y ningún año

sea malo, pero tampoco sea bueno? Puede que mientras

ahorres no puedas tener todo lo que quieres. Pero, con todo

el conocimiento y todas las monedas que tendrás cuando te

vuelvas independiente, te aseguro que será la mejor decisión

que habrás tomado en tu vida.

¿Te acuerdas que hay tres tipos de personas que ganan

monedas? El empleado, que se tiene que convertir en su

propio jefe. El jefe, que ya es su propio jefe. Y el funcionario,

o trabajador público. Sigamos con el jefe.

El que ya es su jefe, y no ha sido empleado —como por

ejemplo puede ser mi caso con el blog, con los libros o con

el canal de Youtube—, lo tiene más complicado. Le falta el

conocimiento. Puede tener las monedas, pero sin conoci­

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miento, es como tirar las monedas a la basura.

Saber cómo ganar monedas con tu trabajo, si nunca lo

has hecho antes, es complicado. Hay dos formas de hacer­

lo: probando y fallando o aprendiendo de otros.

Si nunca has hecho pan y te pones a mezclar cosas, en

algún momento, algún día, de algún mes, de algún año, con­

seguirás hacer pan. Pero si te compras un libro que enseña

a hacer pan, te acercas a otra panadería o lo buscas en

Youtube, es mucho más fácil que te vaya bien.

Deja las pruebas y tus ideas para cuando tengas mone­

das de sobra. Mientras estás empezando, copia lo que les

funciona a otros. Te voy a poner mi ejemplo.

Cuando empecé el blog yo no tenía ni idea de nada. Y

cuando digo nada, me refero a absolutamente nada. Así que

me fjé en blogs que iban rápidos, que estéticamente me

gustaban y que la estructura del blog era la que yo quería.

El contenido era mío, no era de nadie más, no era una

copia, pero la estructura de la primera versión del blog, sí

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que era una copia de otro. ¿A qué me refero con

estructura?

Qué diseño usar, dónde poner la caja de búsqueda, qué

colores usar, qué tipo de letra era la más adecuada... Yo es­

taba empezando, no tenía ni idea, y la mejor forma de apren­

der fue imitar esas cosa a otros.

Obviamente lo que yo escribía no. Eso era mío y solo mío.

Pero el calendario de escritura sí que era el de otros blogs

famosos. Yo por aquel entonces no sabía que los lunes, por

ejemplo, son mejores que los miércoles para escribir. O que

un sábado a las seis de la tarde no es la mejor hora para pu­

blicar un artículo si quieres que lo vean. Eso se aprende ob­

servando. Viendo lo que hacen las personas que sí saben.

Claro que tienes que poner tu sello, tu forma de hacer las

cosas, y tu criterio. Pero debes hacerlo con tu experiencia. Y

como al principio no tienes experiencia, solo te queda confar

en la gente que sí la tiene.

¿El truco? Cada vez que te hagas una pregunta de cómo

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se hace algo, busca cómo lo hace alguien que sabe. Sea lo

que sea. Y una vez sepas cómo lo hace, ¡cópiale!

No te sientas mal por ello. No signifca que te pases toda

la vida copiando. El blog y lo que hago, hoy por hoy, está di­

señado totalmente a mi manera. Y me siento mucho mejor

conmigo mismo por hacerlo así. Pero, para llegar a este pun­

to, tuve que copiar. Y no me avergüenzo de ello.

¿Y los funcionarios? ¿Te has olvidado de ellos? No, no

me he olvidado. Sin embargo, este grupo tiene un problema.

Su jefe es el Estado. No puedes ser el jefe en este caso. Un

juez seguirá siendo juez. Un médico seguirá siendo médico.

Y un profesor seguirá siendo profesor.

En este punto Zoltan deja un vacío. Los funcionarios tie­

nen la suerte de tener un sueldo, y la desgracia de que las

monedas que tienen cada mes son las que van a tener. Por

tanto, no. Un funcionario como tal no puede, con su trabajo,

hacer más cosas que den monedas en vez de quitarlas. Así

que, la única solución que tiene un funcionario, es, tener otro

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trabajo donde él sea el jefe, o cambiar su trabajo por otro en

el que sea el jefe.

Y sí, escribir libros de medicina también es otro trabajo

donde un médico funcionario acaba siendo su propio jefe.

¿El motivo de porque debes ser el jefe? Los jefes tienen

empleados, los empleados te ayudan en tu trabajo y la ayu­

da hace que tengas más formas de ganar monedas.

Si has creado la mejor limonada de la historia, quizás ne­

cesites pagar a otras personas para que te ayuden a exprimir

limones. Incluso que eso lo hagan ellos para que tú tengas

tiempo de negociar con lugares donde vender tus limona­

das.

Y quizás gracias a ese tiempo también puedas crear el

mejor zumo de naranja de la historia. Y pronto tengas toda

una gama de bebidas deliciosas con cientos de puestos de

trabajo, divisiones, y patas de la mesa.

33

Capítulo 4

¡Basta de teoría! Los conceptos de los tres primeros capí­

tulos son fundamentales, porque son conocimiento. Pero el

conocimiento sin práctica no sirve para nada. Así que empe­

cemos con la práctica.

Durante todo este libro he usado la palabra moneda. Y lo

he hecho porque las palabras son muy importantes. Imagina

cien monedas. En montañitas, sin que se caigan, todas en

una mesa. Ahora imagina cien euros. Un billete, verde, no

muy grande y que puede doblarse para que ocupe menos.

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Una de las cualidades de las personas que más monedas

tienen, es la de saber el valor del dinero. Y la mejor forma de

saber el valor del dinero es visualizar los euros como mone­

das. Así, cien euros no serán simplemente un billete verde

que puedes gastar. No. Cien euros son cien monedas, que

ocupan bastante y que te ha costado conseguirlas. Úsalas

con conocimiento.

Volvamos a tu moneda. Esa moneda que tienes en un

calcetín, en un tarro o en algún lugar donde deben caber

muchas más. Tu objetivo a partir de ahora es multiplicar esa

moneda. ¿En cuantas monedas? En diez monedas.

Tu siguiente objetivo es conseguir diez monedas. No tiene

que ser ahora, ni con un plazo determinado. Se trata de pa­

sar de la mentalidad de ahora, a la mentalidad de un conse­

guidor de monedas. Y, como hablamos al principio, eso no

signifca que seas una mala persona, ni que se las robes a

nadie.

El ejemplo típico, y real, es el de comprar limones con ese

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euro, hacer limonada y venderla en el barrio. Y ya que ese

no lo vas a hacer, puedes hacer fotocopias de carteles don­

de te ofrezcas para dar clases de matemáticas, comprarte

una bolsa de plástico y ponerte a recoger tapones y latas

para reciclar o tomarte un café mientras escribes un libro.

Este último es mi caso. Mi forma de conseguir monedas,

y poder invertirlas en el hosting y en la Biblioteca Nacional,

es mediante este Pack de Motivación. Gracias a tu ayuda,

puedo conseguir monedas, y con esas monedas, hacer me­

jores cosas, y haciendo mejores cosas, ayudarte más a ti.

Puede que te siga pareciendo difícil y lo acabes no ha­

ciendo, olvidando este libro y diciendo que esto no funciona.

Así que te voy a dar más ideas para que no tengas la excusa

de que no se te ocurre nada.

Yo me he encontrado quien ha cambiado monedas por

apuntes ya fotocopiados, resumidos, subrayados y listos.

Me he encontrado quien ha dado clases de guitarra eléctrica

a sus amigos a cambio de algunas monedas. Quien se ha

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comprado una maquinilla para rapar el pelo también por al­

gunas monedas. Pintado casas, ayudado en mudanzas,

conducido como chofer o vendido su propia ropa.

Sea cual sea la forma, tienes que encontrar una forma.

Este es el momento en el que otra persona no lo puede ha­

cer por ti. Es el momento en el que no puedes escaquearte

y esperar a que por suerte lo consigas sin más. No. Te tie­

nes que arriesgar. Y con la actitud adecuada.

Las personas reales que han hecho todo lo que te he

contado arriba, lo han hecho sin pensar que estaban hacien­

do nada malo. Sin vergüenza por pedir monedas a cambio

de algo que ha tenido esfuerzo, tiempo y dedicación. Sin

que les tiemble la voz, tartamudeen o hablen para su hom­

bro. Y, sobretodo, haciendo que el precio sea justo.

Y la mejor forma de encontrar un precio justo es haciendo

que sea más bajo del que crees que te mereces.

Este ejercicio lleva años y años enseñándose a los hios

de la gente con muchas monedas. Y a veces es conocido

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como el ejercicio del reloj de oro. Según cuentan, uno de los

hombres con monedas más conocidos de Estados Unidos

tuvo que viajar a Japón por trabajo. Estando allí, le compró a

su hio un precioso reloj de oro que nunca había visto.

El niño, con 7­8 años, cambió ese reloj a alguno de sus

compañeros al ser lo último en Japón. Y lo hizo a cambio de

algunas monedas más de lo que costaba el reloj.

Habló con su padre y le dio las monedas de ese primer

reloj para que le trajera otro. Y lo hizo diez veces. Con las

monedas que le sobraron, el niño, pudo comprarse su reloj.

Se lo había ganado.

Con este ejercicio tu mente empieza a cambiar, y la men­

te lo es todo. Pero para que funcione, tienes que ir un poco

más allá de las diez monedas. Y ahora te voy a explicar por

qué.

Una vez tengas diez monedas, tu siguiente objetivo son

cien monedas. Es decir, multiplicar cada una de esas diez

monedas, otra vez, por diez. Y una vez tengas cien mone­

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das, debes volver a multiplicarlas por diez. Para tener mil mo­

nedas.

Si de una moneda, consigues llegar a mil, has consegui­

do pasar de alguien que gasta a alguien que gana. Y con

ello, poder utilizarlo en tu trabajo.

Si un panadero tiene esa mentalidad puede pasar de ven­

der barras de pan desde su panadería —que sería tener una

mesa con una sola pata—, a ofrecer pan caliente a domicilio

por las mañanas para poder hacer tostadas con pan recién

hecho en vez de usar pan achiclado del día anterior.

Y la única forma de tener esa mentalidad es cogiendo la

moneda que tienes ahora guardada y multiplicarla.

40

Capítulo 5

Uno de los rusos que ha usado el cuaderno de Zoltan

ganó muchas monedas comprando casas.

Las reforma, las convierte y acaban dejando de ser casas

normales y pasan a ser casas de superlujo. Y todo empezó

con su propia mano de obra y una casa abandonada.

Te cuento esto porque no todo acaba cuando consigues

mil monedas. Ese es el entrenamiento para el principio. Y el

principio comienza ahora.

Hasta este capítulo mi misión era que no vieras el dinero

42

como algo malo, que supieras que hay cosas que te dan

monedas y cosas que te las quitan, que cuantas más cosas

hagas que te den monedas mejor, que para ello tienes que

ser el jefe de tu propio trabajo y que, sobretodo, tienes que

tener una mentalidad de multiplicar tus monedas.

En este punto, Zoltan habla de que hay personas que

aunque sepan esto nunca actuarán. Que se pondrán tram­

pas mentales, pondrán excusas o pensarán que ellos no son

capaces. Y no quiero que te pase a ti. Si no sabes mi histo­

ria, yo empecé como chico de los recados de los “gurús” y

vende motos más importantes de España. Y después de co­

nocer a muchas personas que querían conseguir cosas, y

cuando digo muchas me refero a más de mil, me fjé en que

la mayoría se boicoteaba a ellos mismos.

Para que eso no te pase, hay ciertas normas que utilizan

de forma estricta la gente con muchas monedas que han leí­

do el cuaderno de Zoltan.

Los comienzos son cutres, feos, difíciles y poco glamu­

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rosos. Uno de los hombres con más monedas de Rusia em­

pezó reformando una casa abandonada con sus propias

manos. Y no, no era una casa heredada. Ni tampoco era

una casa que justamente tenía delante de sus narices. No.

Pasaron meses hasta que encontró una casa que pudiera

quedarse, que cumpliera la ley, que nadie la fuera a reclamar

y que estuviera en un lugar atractivo. Después le tocó en­

contrar materiales que pudiera transformar, viejos muebles

que pudiera restaurar y sistemas propios de que todo funcio­

nara como él se imaginaba.

Pero no solo eso. También tuvo que comerse sus nervios,

su vergüenza y su carácter introvertido para moverse por

ambientes selectos con un traje falso de una marca cara.

Estaba decidido en que eso tenía que funcionar sí o sí. Cos­

tase lo que costase y arriesgando lo que tuviera que arries­

gar.

Los miedos, la inseguridad y las tonterías no tienen ex­

cusas válidas. Zoltan solo dice una frase sobre este tema:

no pensar en ello. «Pero... ¿y si sale mal?», «yo no puedo

44

hacer eso», «no me atrevo», «no soy capaz». Deja de pensar

eso. Simplemente, no pienses. Deja la mente en blanco. Ac­

túa. Y si en ese momento te vas a quedar bloqueado. Ve

preparado. Imagina que tienes que hablar con alguien impor­

tante para que apoye tu proyecto. Deja de pensar todo lo

que puede salir mal y hazlo. Y si crees que no te van a salir

las palabras, o no sabes qué decir, ¡prepáralo! Mira cómo lo

hacen otros, ponte delante de un espejo, busca las mejores

frases y apréndelas. Haz que suene natural.

Cada mes tienes que ganar más monedas. Si siempre

ganas las mismas monedas, tus gastos siempre tendrán que

ser los mismos. Y por tanto, no avanzarás.

Por eso tu exigencia tiene que ir en aumento. Si seguimos

con el ejemplo ruso, tras la venta de la primera casa, en vez

de comprarse coches y relojes caros, compró tres casas y

contrató a varios primos para tardar ocho meses en reformar

cada una de ellas y ponerlas a la venta. Empezaban a ser

casas de autor, con una frma y un estilo propio. Y aunque

valían muchas monedas y podía conformarse, este ruso,

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siempre, quería ir a por más.

Una parte de monedas importante debe ir para ayudar a

otros directamente. Y cuando se habla de una cantidad im­

portante, debe ser una cantidad que te cueste. Mes a mes.

El motivo es que la gente con monedas tiene un papel im­

portante en la sociedad. Son quienes pueden ayudar a otros

a mejorar, a conseguir más monedas, a crecer como perso­

nas y a tener una vida digna. Y, además, le hacen tener los

pies en la tierra y pensarse dos veces si es mejor usar sus

monedas en comprarse una piada o en que hoy coma otra

persona. Y no es demagogia.

Debes ser el mejor en lo que haces y para ello trabajar

mejor que nadie. El mundo es un lugar competitivo. Podría

ser de otra forma, pero es como es. Y hay mucha gente que

por unas monedas hará lo que sea para que tú no las ganes.

No todo el mundo es gente buena. No todo el mundo son

personas que juegan limpio. Y cuando has puesto esfuerzo,

dedicación y empeño en conseguir algo, sea lo que sea, no

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puedes relajarte. Incluso puede que venga gente mejor que

tú a quitarte tu puesto, tu trabajo, tu vida.

Por eso siempre tienes que tener la mentalidad del segun­

do. En cualquier competición, el segundo, pelea por ser el

primero. Hace lo imposible, porque lo tiene tan cerca, que

no puede relajarse ni un segundo. El primero, como se crea

primero y se relaje, nunca más será el primero. Y, lamenta­

blemente, cuando uno pasa de ser segundo a ser primero,

muchas veces se olvida de todo lo que hizo para llegar hasta

ese puesto.

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Capítulo 6

Defende tus monedas. Lo repetiré una vez más. Defende

tus monedas. Llegará un momento en el que tendrás mu­

chas monedas y como dicen los estadounidenses «more

money, more problems».

Cuantas más monedas tengas más personas querrán

aprovecharse de ti, más imbécil te podrás volver y más rápi­

do podrás acabar siendo pobre y sin nada.

Es por eso por lo que a la gente que le toca la lotería aca­

ba igual o peor a antes de tener tantas monedas. Es por eso

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que hay tantos niños ricos que acaban arruinando a genera­

ciones enteras por no haber aprendido a defender sus mo­

nedas. Y es por eso por lo que te tienes que saber defen­

der. Sin excusas.

Para que no te pase, hay algunas cosas que recomienda

Zoltan hacer desde el día uno:

Ser consciente. Tienes que ser consciente de lo que te

cuesta conseguir cada moneda. Tienes que sentir el esfuer­

zo, los nervios y el cansancio. Tienes que prestar atención

de como vas consiguiendo las monedas día a día. Así, cuan­

do alguien te pida monedas, cuando quieras gastarlas en

tonterías o cuando peligren, estarás mucho más alerta.

Seguir tus reglas. Sáltate cualquier norma en la vida que

quieras, pero no las que tienen que ver con tus monedas.

Los impulsos son la primera causa de que la gente se arrui­

ne. Si has decidido no gastar más de mil monedas este

mes, no gastes más de mil monedas. Por mucho que quie­

ras un coche nuevo, un reloj o irte de viaje. Si eres fel a tus

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principios, las monedas irán a mas. Y siempre hay tiempo

para conseguir todo lo que quieras, pero en su momento.

Nada de azar. Los asiáticos son muy de jugar al azar,

perder mucho dinero y acabar borrachos y con ganas de

suicidarse. Los casinos, las cartas, los dados, la lotería son

robamonedas. Sí puede parecerte algo muy divertido, te

puede entretener pero este, y cualquier otro vicio, te roban

las monedas que podrías estar disfrutando.

Porque al fnal, cuando seas viejo, de lo que te vas a

acordar será de las cosas increíbles que hiciste con tus mo­

nedas y no de los billetes de lotería que compraste inútilmen­

te. O de las veces que perdiste a la ruleta.

Cuidado con tu entorno. Hay dos tipos de personas que

se te juntarán cuando empieces a tener monedas. Por un

lado, quienes directamente las quieran y te lo pidan. En este

caso podrán usar cualquier excusa, argumento o chantaje

emocional para que tú cedas y se queden con unas mone­

das que no se han merecido.

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Y por otro lado, quienes sutilmente van robándote mone­

da a moneda hasta que te quedas sin nada. Que si una

cena gratis por aquí, que si haces un regalo demasiado caro

en un cumpleaños, que si te hago ver que estoy mal de di­

nero, que si ojala pudiera permitirme eso... Al fnal, cada vez

tienes menos monedas y más trabajo.

No ser imbécil. Que las monedas no se te suban a la ca­

beza. Cuando empiezas a gastar las monedas en cosas ab­

surdas, y que ves totalmente normal, es el momento en el

que te estás volviendo imbécil. La opulencia no te hace me­

jor persona, ni llenará un vacío de pobre.

Tener diez coches es una imbecilidad, por mucho que di­

gas que eres un apasionado de ellos. Y por mucho que ten­

gas monedas de sobra para ello.

Con esas mismas monedas podrías cambiar la vida de

miles de personas y, al fnal, lo que te llevarás contigo será el

sentimiento de haber hecho las cosas bien y no los diez co­

ches caros que te habrás comprado.

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Aplastar. Si alguien intenta quitarte lo más preciado, no

vale con buenas palabras. La única solución es aplastar a

quien quiera arrebatarte tu puesto.

Cuanto más éxito tienes, más fácil es que quieran acabar

contigo. Sea en el trabajo que tengas, sea en la vida que

tengas o sea en lo que estés haciendo. Hay gente mala en

el mundo que quiere arrebatarte la felicidad. Y la única forma

de ahuyentar a otras personas que intenten lo mismo es

aplastar a tus enemigos.

Sí, enemigos. Es una de esas cosas que cuando estás

empezando y no tienes tantas monedas ves como algo de

fcción. Algo que solo sucede en los libros y que nunca te

sucederá a ti. Puedes seguir creyendo así, es una buena op­

ción. Pero, si un día encuentras a alguien que intente acabar

contigo, piensa en este momento. Piensa en esto que estás

leyendo ahora mismo. Piensa en todo lo que te ha costado

llegar hasta donde estés. Y una vez hayas pensado todo

eso, no pares hasta destruir a esa persona.

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