el costurero de jerusalem - teografías digitales

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La siguiente es una obra de ficción que no tienenada de ficción, especial para una semana que no

tiene nada de santa.

Yosoypopo, un autor culpable.

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El costurero de Jerusalem

Un fuerte golpe en la puerta lo sacó de un salto desus habituales tareas, por poco pincha un dedocon la aguja. Giró para comprobar la procedenciadel ruido. No había mucha distancia entre su mesade trabajo y la puerta de entrada, digamos mejorque una sola habitación, pequeña y bastantedesordenada, funcionaba como taller, comedor,cocina, sala de estar. No hay más decoración querollos de telas de todos los colores y tamaños,trajes a medio terminar tendidos y colgados porcada rincón, hilos y agujas apilados odesparramados en cualquier lugar en dondemires. Una lámpara sobre la mesa basta.

Con la mirada clavada en la puerta y sus manosaún en posición de trabajo espera que el ruidohaya sido solo producto de su cansancio o algúnborracho que confundió el camino.

Entonces la puerta retumba con más fuerza.

El golpe es constante.

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¿Algún pedido atrasado? ¿Alguien olvidó llevar sumanto? ¿Tal vez un cliente disconforme? Elcosturero intenta hacer memoria mientras da unpar de pasos y se dispone a abrir la puerta. Nuncaha recibido una visita fuera del horario de trabajo,a estas horas de la noche.

En pocos segundos imaginó un sinfín deposibilidades, todas muy raras. Al abrir la puertapiensa que cualquiera de estas opciones resultabamucho más posible que ver a Caifás, el sumosacerdote del templo parado allí, bajo el lindel desu taller, custodiado por cinco guardias deltemplo.

Esta no será una noche común.

-o-

- Shalom buen hombre – Dice el sumosacerdote sin cruzar la mirada con elcosturero mientras se acomoda en elcentro del taller. Tiene que inclinarse unpoco para no topar el techo con su gorro.

-Los guardias esperan afuera.

El costurero reacciona con inusual calma, no estáejercitado en los ritos y buenas costumbres judías.En cualquier otra ocasión, Caifás le habríareprendido. Hoy no. Poco importa la devoción de

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este simple costurero, una misión mayor, muchomás divida, le ha traído hasta acá.

- Y a qué se debe tan ilustre visita, en díastan agitados como estos…- Pregunta elcosturero mientras le vuelve la espalda…se sienta junto a la mesa y se dispone acontinuar con sus trabajos.

Tanto el gesto como la pregunta, descolocan alsacerdote.

- ¿Días como estos? ¿Agitados? Me pareceque el trabajo le ha nublado la vista buenhombre, estos días son de fiesta, deliberación y de gratitud.

- Oh, Cierto, la historia de Moisés y todoeso-

- Pues esa “Historia” como usted lo llama,es la realidad que nos revela como puebloescogido, la que nos ha hecho una naciónsanta y libre-

- Una nación libre,…claro, como usted diga.

- Pero bien, no he venido hasta acá aimpartir enseñanza. He venido porquenecesitamos de sus servicios.

- ¿De mis servicios? ¿Y hay algo que unsimple costurero pueda hacer por el gransumo sacerdote, el puente entre Dios y loshombres? No creo que yo sea necesario.

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- Pues Dios te ha mirado con misericordia, apesar de tu rebeldía. Dios te ha dado laoportunidad de santificar tu trabajo, depurificarlo.

- ¿Santificarlo? Que acaso la costureríatambién está en la lista de las inmundiciasde tus fariseos?

- En primer lugar, estás hablando con lacabeza de la casa de Leví, no con unsimple fariseo. Por lo menos eso deberíassaberlo si vives tan cerca del sagradotemplo. En segundo lugar, me refiero aque es sabido por todos que no usas la leypara seleccionar a tus clientes. Solo eldinero te gobierna. Tu conciencia no teacusa mientras bordas las telas de unaprostituta inmunda, o alistas las sandaliasde un soldado romano o bordas lossímbolos paganos en las telas de losgriegos.

- Interesante, nunca pensé que las ventanasdel lugar santísimo estuvieran abiertas díay noche, fácil entran y salen las palomasmensajeras.- ironiza el costurero

- Guarda silencio costurero si no quierescondenarte. No eres digno de poner ellugar santísimo en tu boca. Pormisericordia no has caído muerto.

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La presentación resulto más álgida de loesperado. Pero el costurero luce mucho menosinteresado en el asunto, sigue trabajando sobre sumesa de espaldas al sacerdote. EL sacerdote encambio respira más rápido, transpira, se mueve deun lado a otro y levanta la voz mucho más rápido.Las herejías de un simple costurero no parecen serrazón suficiente para tener en este estado al sumosacerdote. De seguro hay algo más.

-Pues bien, basta de diálogos. Creo que calmar tusimpulsos, comenzaré diciéndote que dispongo demucho dinero para pagarte por el trabajo que tepediré.- Comenta el sacerdote intentando lucirmas calmado, mientras saca de entre sus ropasuna bolsa con unas cuantas monedas de plata.

Las revisa y las deja caer sobra la mesa delcosturero.

-Son treinta. Más de lo que ganaras en toda tuvida. –

- y de seguro mucho menos de lo que hanrecolectado estos días de fiesta- murmura para siel costurero mientras toma la bolsa.

-¡que has dicho?-

- Nada su santidad, nada. Agradezco suoferta. Tiene razón, es más de lo quepodría ganar. Gracias.

- Por lo menos eres agradecido. Aunque nolo creas, en estos días me he topado con

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genta tan tonta que ha despreciado lasmismas monedas que tienes en tusmanos.

- No podría darme yo ese lujo. – Respondeel costurero. Y aunque las palabras quepronuncia son complacientes, en su bocano suenan con tal énfasis. Su actitud dedesgano confunde al sacerdote.

- Ahora, cuénteme. De qué se trata.¿Bordar algún manto de su ropa? Tendríaque decir que no, pues no dispongo dehilo de oro tan fino, y ninguna de mistelas se asemeja a sus lujosos mantos.Serían una tosca mancha en su sagradoatuendo.

- Tranquilo, tus manos no podrían vestirmede santidad. La perfección de mis mantoses tarea de manos santas. Lo quenecesitamos de ti no es belleza, es fuerza.No importa cuán tosca sea. Fuerza.

- ¿Entonces lo que quiere es reparar? –afirma el costurero demostrando suexperiencia en el rubro

- Tú lo has dicho, reparar.

El costurero pensó unos segundos y dijo:

- Y le pregunto ahora yo, ¿no le parece latarea de reparar, una encomienda poco

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santa para el sumo sacerdote? ¿Que notiene el templo mensajeros? Esclavos?

- No creas que las 30 monedas te han dadoel derecho de conocerme o cuestionarme.Si el sumo sacerdote esta hoy frente a ti,es porque lo que debemos reparar es tansanto como el todopoderoso que meeligió como sus manos entre su pueblo. Esnecesario reparar con urgencia la másgrande y maldita profanación de lasantidad divina, de la morada sagrada quejamás habíamos visto.- El sacerdote sesorprende de los detalles que revela, peroel rencor en su corazón necesita sercompartido. No se detiene.

- La luz del mundo, la llama divina, laesperanza divina que vive en el Templosagrado, fue profanada por los seguidoresde un maldito hereje. De ese error es elque te hablo. Ese es el error que debe serreparado con fuerza y prevenido aún conmás.- Continuó el Sacerdote

El costurero se levanto entonces de su mesa. Elsacerdote tuvo que dar un par de pasos haciaatrás por lo estrecho del lugar. Sin decir unapalabra comenzó a buscar en un rincón entre unmontón de madejas de hilo.

- ¿Y pueden mis toscos hilos lograrlo? ¿Quées lo que teme sacerdote?.., qué oculta?–

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preguntó mientras continuaba labúsqueda

- ¡Oculto lo que podría matarlos a todosustedes! ¡Oculto lo que nadie estápreparado para ver!! ¡¡Ustedes son losque deberían temer!! Esto que vamos ahacer es también por ti costurero infiel. Lagloria de Dios te consumiría en uninstante, a ti y a todo el pueblo. Su gloria ysantidad no pueden ser reveladas acualquiera. No podemos ir en contra de suvoluntad, en contra de lo que esta escrito!La descendencia de Levi llevageneraciones velando para que la gloriade Dios no nos consuma, generacionessiendo el puente perfecto, generacionesdando a conocer la correcta voluntad deDios.

- Y veo que les ha ido muy bien – dice elcosturero en tono burlón. Sigue buscandoentre sus hilos.

- ¿Tratas de decir algo? ¿No ves el hermosotemplo que hace sombra a tu pobrecuarto de telas e hilos? Dios ha tenidomisericordia y el pueblo permanece fiel alas escrituras, a los sagrados ritos ya lasdivinas tradiciones. Y así debe continuar.Es la voluntad de Dios. Los tiempos son

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difíciles, no podemos permitir queviolentas herejías destruyan la voluntaddivina- Afirmaba el sacerdote.

- ¿Me hablas de un todopoderoso santo yreal que teme herejías malditas y falsas?¿De una santa descendencia desacerdotes que viene a buscar fuerza enlos hilos de un costurero impío?.....¿queno hay suficiente ventilación en los atriosdel templo? ¿O no has dormido bien estasúltimas semanas Sumo Sacerdote?-Preguntó el Costurero aún de espaldasbuscando entre sus hilos.

‘- ¿Y crees que se trata de mi? O de ti? Es la

divina voluntad de Dios! Es la escriturasanta. Ni siquiera el sumo sacerdote queestá parado frente a ti tiene el poder demodificar a su antojo los designiosdivinos. Así es como Él ha queridorevelarse! ¿O crees que cualquiera, encualquier lugar, a cualquier hora, decualquier forma….puede invocar altodopoderoso padre de Abraham, deIsaac y de Jacob?

- Dicen que creer eso por estos días cuestala muerte, asique prefiero no responder.

El sacerdote ya no soporta la irreverencia delcosturero, pero lo que verdaderamente no estásoportando es todo lo que piensa, siente, duda,

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cree…hace. ¿Por qué tenía que pasar todo esto?.Tantos años llevando su sacerdocio como erahabitual, como estaba escrito. Matizado con losaltos y bajos de la vida. Luchando y sediendo confariseos, zelotes, herodianos, funcionariosromanos y demases;, pero siempre dentro de unmarco. Un marco santo y divino que hanamenazado con destruir. Que algunos herejesdicen incluso, ya se ha destruido. Es mucho,mucha carga.

- Lo tengo- El costurero termina con elmartirizante silencio – Encontré lo quebuscaba.

Por primera vez el costurero gira para estar frenteal sacerdote. El contraste es evidente.

El costurero pequeño y desarreglado, necesitatrabajar en su propio ropaje más que en todos suspedidos. El sacerdote se eleva casi como ungigante, con mantos finos que verdaderamentelucen santos y brillantes.

- Este es el hilo- dice el costurero.- ¿Fuerte? – pregunta el Sumo Sacerdote- El más resistente de la región.

Una tosca madeja está en las manos del costurero.Un color café opaco, desaliñado, enrolladoalrededor de un trozo de madera.

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¿Será suficiente? – Se pregunta para si mismo elsacerdote.

- Es que aún no me dice concretamentequé es lo que quiere reparar- Pregunta elcosturero

El sacerdote lo duda un momento, pero realmentequiere decirlo. Lo hace.

- Una cortina- Responde seco, diríamos quesu voz suena casi triste.

- ¿Eso? ¿Sólo una cortina?-

- Debo asegurarme de que nadie nuncamás la vuelva a rasgar- Dice el sacerdotecon los dientes apretados

- Tranquilo, con este hilo será imposible.

- Este hilo debe durar años, siglos, por laeternidad. Nunca puede volver a rasgarseesta cortina. Tienes que asegurarme deque es completamente indestructible-Pide el Sumo Sacerdote

- Así es Sumo sacerdote. Este hilo jamásserá roto. Porque tiene una particularidad.Un poder. Año tras año se varegenerando. Nuevas hebras vansurgiendo. De distintos colores, texturas,incluso desde distintas regiones. Cada vezque alguien quiera rasgar nuevamente tu

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cortina, el hilo reaccionará. Se tensará, seregenerará. No importa cuantos añospasen. Este hilo se renueva. Sólo tiene quehaber alguien como usted, alguien quedesee con todo su corazón que la cortinapermanezca bien cosida. Y aunque no locrea….no importa si es judío, romano,griego. No importa si es deísta, teísta,panteísta. No importa si es católico,ortodoxo, copto. No importa si esreformado, luterano, anabaptista. Noimporta si es Anglicano, pietista, puritano.No importa si es metodista, valdense,bautista. No importa si es Pentecostal,asambleísta, evangélico. No importa si esfundamentalista, liberal, universalista. Laverdad es que no importa nada. Nada.Solo importa que quiera mantener esacortina bien cosida, y el hilo se seguiráregenerando. Distintos colores, distintastexturas, distintos orígenes, distintosargumentos, distintas tradiciones,distintas culturas, distintas costumbres,distintas interpretaciones. Pero un mismodeseo: que la cortina jamás se vuelva arasgar.

El sacerdote no entendió ni la mitad de lo que elcosturero dijo. Por la hora, por lo agitado de losúltimos días, prefirió quedarse con la seguridad deque el hilo era especial, de que la cortina jamásvolvería a rasgarse. Y no hizo ningún otrocomentario al respecto. Tal vez el costurero no

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solo era un judío impío e irreverente, sino quetambién estaba un poco loco.

- Te agradezco costurero, no sabes cuántobien le estás haciendo a mi relig….anuestra cult…., em…a nuestro Dios. – Dijoel Sumo Sacerdote

- Gracias a usted sumo sacerdote pordarme la oportunidad de conversar conusted. Fue una hermosa oportunidad.- Laspalabras del costurero dicen algo, pero sesienten como si quisieran decir algomucho mas profundo. El sacerdotetambién lo siente.

Ambos dan unos cuantos pasos hasta la puerta. Elsacerdote golpea suave y la guardia abre deinmediato.

Frente a frente, el costurero mira por primera veza los ojos al sacerdote.

- Acá esta tu hilo hijo, tómalo si quieres,úsalo si quieres, es tu decisión.

El sacerdote no puede estar más confundido,conmovido, desorientado. Quiere hacer algo, algodistinto, pero son siglos, años, milenios detradiciones sagradas. Hay un gigantesco sistemaque debe seguir funcionando, pero el bien de

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todos. No pueden cambiar las cosas. No, seríamucho desorden, mucho caos, mucha…libertad.

El sacerdote toma la decisión. Casi con lágrimas ensus ojos, entendiendo poco de lo que estápasando. Pero sintiendo que es muy relevante.

Estira sus manos para tomar el hilo.

Al tomarlo, sus manos rozan las manos delcosturero.

Algo parecido a una cicatriz alcanza a sentir en laspalmas del costurero.

La puerta se cierra.

Por fuera.

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“Y he aquí, el velo del templo se rasgó endos, de arriba abajo,”

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