dios y el holocausto

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1 DIOS Y AUSCHWITZ ¿SE PUEDE CREER DESPUES DE AUSTWICH? Introducción 1 “Creo en el sol cuando no brilla. Creo en el amor aun cuando no lo sienta. Creo en Dios aun cuando está en silencio”. Estas palabras se encontraron escritas en las paredes de un sótano de Colonia, Alemania, donde varios judíos se escondían de los nazis, y nos plantean si es posible creer en Dios en el Holocausto: ¿Por qué Dios permite el mal?, ¿es que Dios Todopoderoso tiene las manos y la boca, que no los ojos, atadas?, ¿o es que Dios no existe? Para abordar este tema hace falta muchísimo respeto, porque trata la muerte del inocente, y porque nos encara con la mirada del inocente despojado de toda dignidad. Por respeto a los inocentes, no voy a responder a esta pregunta, sino que la he dejado abierta, pues cada hombre que sufre tiene derecho a contestar por sí mismo. Vamos a escuchar el testimonio de los prisioneros en los campos de concentración y su búsqueda de sentido en el Holocausto, teniendo en cuenta que hay una palabra que nadie ha oído: la de los que no volvieron o no pudieron expresarse: ¿Quién sabe hacia qué, quién o dónde se dirigía el corazón del hombre dentro de la cámara de gas? 1.- ¿Dónde estaba Dios cuando ocurrieron estas cosas? El asesinato de casi seis millones de judíos en Europa es el tema predominante de la fe judía y su mayor obstáculo. Está contenido en la palabra clave "Auschwitz", 1 Diapositivas 1 y 2

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1

DIOS Y AUSCHWITZ

¿SE PUEDE CREER DESPUES DE AUSTWICH?

Introducción1

“Creo en el sol cuando no brilla.

Creo en el amor aun cuando no lo sienta.

Creo en Dios aun cuando está en silencio”.

Estas palabras se encontraron escritas en las paredes de un sótano de Colonia,

Alemania, donde varios judíos se escondían de los nazis, y nos plantean si es posible

creer en Dios en el Holocausto: ¿Por qué Dios permite el mal?, ¿es que Dios

Todopoderoso tiene las manos y la boca, que no los ojos, atadas?, ¿o es que Dios no

existe?

Para abordar este tema hace falta muchísimo respeto, porque trata la muerte del

inocente, y porque nos encara con la mirada del inocente despojado de toda dignidad.

Por respeto a los inocentes, no voy a responder a esta pregunta, sino que la he

dejado abierta, pues cada hombre que sufre tiene derecho a contestar por sí mismo.

Vamos a escuchar el testimonio de los prisioneros en los campos de concentración y su

búsqueda de sentido en el Holocausto, teniendo en cuenta que hay una palabra que

nadie ha oído: la de los que no volvieron o no pudieron expresarse: ¿Quién sabe hacia

qué, quién o dónde se dirigía el corazón del hombre dentro de la cámara de gas?

1.- ¿Dónde estaba Dios cuando ocurrieron estas cosas?

El asesinato de casi seis millones de judíos en Europa es el tema predominante

de la fe judía y su mayor obstáculo. Está contenido en la palabra clave "Auschwitz",

1 Diapositivas 1 y 2

2

usada para hacer referencia al exterminio de hombres, mujeres y niños por la única

razón de haber nacido de un padre o una madre judíos (o, en realidad, tener un único

abuelo o abuela judíos), “En palabras sencillas: ¿Dónde estaba Dios cuando

ocurrieron estas cosas?" (Jacob Neuser) 2.

Es difícil imaginar a Dios después del Holocausto, también llamado Shoah.

Hasta hace pocos años, el pensamiento teológico judío había guardado un silencio casi

total. Y es que la teología judía no sabe cómo responder a Auschwitz.

El pueblo judío fue el primero en afirmar que Dios se preocupaba por el hombre,

y que se había comprometido especialmente con Israel en cuidarle, protegerle y salvarle.

Para el judío, Dios estaba presente en la vida, e Israel tenía conciencia de ser el testigo

de Dios ante todos los pueblos. Por eso la identidad del pueblo judío está unida a la fe, y

así, a lo largo de los tiempos, y a pesar de las persecuciones que padeció, el judío no

sólo rechazó desesperar de Dios, sino que rechazó desconectarlo de la historia.

Sin embargo, el Holocausto rompió la estructura religiosa judía de arriba abajo –

como todo sufrimiento rompe nuestra estructura religiosa y nuestros esquemas. Porque

en Auschwitz los judíos fueron asesinados no porque desobedecieran a Dios, sino

precisamente porque sus abuelos habían obedecido al criar hijos judíos. Nunca habían

tenido los hombres una razón tan terrible para rechazar al Dios. ¿Dónde estaba en

Auschwitz el Dios que nunca nos ha fallado?

En el Holocausto, Dios guardó silencio, o se apartó del mundo, o simplemente

no existía. Simon Friedman, dice: "No puedo concebir un Dios que es capaz de realizar

milagros y abstenerse de hacerlo. No podría adorar a un Dios capaz de impedir los

horrores de los campos de concentración nazi y que no hubiera actuado".

2.- Reacciones judías ante el antisemitismo Cuando el partido nacionalsocialista comenzó a decretar leyes contra los judíos,

éstos reaccionaron de diversas formas.

Mientras los dirigentes intentaron entenderse con el gobierno como medio de

protección para su gente; algunos, rechazando la ideología de Hitler, se afiliaron al

partido comunista, por lo que se interpretó el judaísmo como sinónimo del comunismo;

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otros, con el gran rabino de Berlín al frente, boicotearon los productos alemanes; otros

intentaron huir del país; y muchos simplemente no admitieron el peligro que corrían.

Pero desde el punto de vista creyente, en general recordaron que a lo largo de la

historia ya habían sufrido distintas persecuciones, entendiendo que, como antes, la

persecución acabaría. Al fin y al cabo, Yhwh Dios sabría por qué permitía la

persecución y, de todas formas, jamás había abandonado a su pueblo. Así lo entendía,

Luis Hillesum, gaseado en Auschwitz el 10 de septiembre de 1943:

"Hoy ha empezado la época sin bicicletas. He entregado la bicicleta de Mischa

personalmente. Leo en el periódico que en Ámsterdam los judíos todavía pueden ir en

bicicleta. ¡Qué privilegio! Ya no tenemos que temer que nos vayan a robar las

bicicletas. Para nuestros nervios esto realmente es una ventaja. En el desierto, en aquel

entonces, también tuvimos que apañárnoslas sin bicicletas durante cuarenta años" .

¿Quién iba a imaginar que Dios, el Dios de Israel, iba a permitir la Shoah?

3.- Auschwitz y el intento de aniquilar el alma del hombre judío3

¿Es posible entender el grado de sufrimiento y la barbarie de los campos de

concentración?

En el Holocausto no se pudo elegir entre la vida y la muerte, sino entre la fe y la

desesperación, si tenías fuerza para ello. Un judío en Auschwitz había sido escogido por

un poder que buscaba su muerte como fin en sí mismo. Y una muerte en la que se

procuraba borrar toda dignidad. ¿Por qué estaba prohibido incluso llamar cadáveres a

los cuerpos muertos?

Pero, ¿por qué Auschwitz? ¿Qué diferencia a Auschwitz de otras persecuciones?

La persecución por la raza. Auschwitz y los otros cientos de campos de

concentración, selección, trabajo o extermino o de todo junto estaba caracterizado por

que en él se mataba por la raza. Y como en el pueblo judío raza y fe se identifican, si

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querían destruir la raza había que destruir la fe, había que destruir las almas antes de

entregar los cuerpos a las cámaras de gas, la dignidad antes que la persona4.

El Reino del Holocausto fue una fiesta de la degradación y de la muerte. Nada

más ingresar en Auschwitz, al prisionero Viktor Frankl le invadió la sensación de que

nada suyo le sobreviviría, ni físico ni espiritual. El judío que entraba en un campo sabía

que allí, sobre todo si se trataba de Auschwitz, no moriría como judío.

La maquinaria nazi estaba diseñada expresamente para ahogar la fe. El régimen

de Hitler tenía un instituto de investigación sobre la cuestión judía para comprender

completamente a los judíos, y escuelas de asesinatos en masa. Aniquilación del alma y

aniquilación del cuerpo, privando de dignidad a toda muerte, degradando y

deshumanizando a toda persona.

El prisionero era un número. En el momento del ingreso en el campo se le

despojaba de su identidad. Después se procuraba acelerar en él, mediante castigos, la

represión de las reacciones normales, de modo que sufriera un proceso que llevaba

desde el shock a la apatía, y de ésta a la muerte emocional. Cuando ésta llegaba, el

hombre se había convertido en un hombre sin rostro.

Era el prisionero que ya no tenía un mínimo estado de conocimiento, que no

reaccionaba a los golpes, un cadáver ambulante, un hombre-no hombre5. Con él, los

nazis habían conseguido su objetivo.

El hombre reducido a número ya no contaba para nadie; nadie, por lo tanto,

deseaba terminar así, por lo que entre los prisioneros se entablaba una dura batalla por la

supervivencia, de tal forma que allí nadie vivía sin que otro muriera en su lugar. ¿Qué

ética podía haber en el momento de salir hacia las cámaras de gas?, nadie dudaba en

arreglar las cosas de forma que otro número ocupara su puesto.

Aun así, hubo prisioneros que sí murieron conservando la fe y la dignidad, sin

que éstas se vieran destrozadas por todo aquel sadismo y horror. ¿Cómo fue posible?,

¿cómo alguien pudo decir “El campo de concentración fue mi real prueba de madurez”,

o elegir el campo como destino solidario con su pueblo asegurando además que, a pesar

de todo, la vida seguía siendo hermosa?

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5.- ¿Existe Dios? 6

La religión judía había tratado de vivir e interpretar el sufrimiento desde la fe,

pero en la Shoah, toda situación que en el pasado encontraba respuesta en Dios, en el

presente encontró como respuesta el sadismo y la muerte.

Si durante 12 años un poder para el que la muerte de cada judío era un principio

inamovible se había hecho fuerte en Europa, y el mundo no se había opuesto, ¿qué

esperanza y futuro quedaba?

Según la fe judía, el demonio no podía tocar a los inocentes. El Reino del

Holocausto no les tocó más que a ellos. Los campos de concentración fueron un infierno

exclusivamente para inocentes.

Todos los lugares donde el judío religioso buscó respuestas se derrumbaron:

No ofrecieron respuestas las doctrinas teológicas de Mi-penei hata'einu ("por

nuestros pecados fuimos castigados"); ni la que entendía, que Israel era el "siervo

sufriente" de que habla la Biblia y según la cual los millones de víctimas habían muerto

para expiar los pecados de otros. La visión del Holocausto como un Akedah, una prueba

de fe, tampoco fue satisfactoria; ni aquella que explicaba el Holocausto como un

ejemplo del "eclipse de Dios". Entonces…

…¿Dios quería Auschwitz? Los rabinos intentaban desesperadamente

mantenerse fieles a su tradición religiosa. Pero si pensaban en el millón de niños

muertos, sus teorías se estrellaban.

Dice Richard Rubenstein: "Ningún hombre puede decir realmente que Dios está

muerto. ¿Cómo podemos saberlo? No obstante, me veo obligado a decir que vivimos en

el tiempo de la "muerte de Dios"[…] Luego de Auschwitz, ¿qué otra cosa puede decir

un judío acerca de Dios?".

Y es que, ¿se puede creer en Dios cuando se entiende el sufrimiento como

castigo? ¿O es que Dios había renunciado a su poder poniendo la historia en manos del

hombre?

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La Shoah estaba obligando al judaísmo a elegir: o negar la existencia de Dios,

entendiendo el Holocausto como la prueba de que "Dios está muerto"; o descubrir, creer

y afirmar a Dios de una manera totalmente nueva.

6.- Negar a Dios es dejar que venza Hitler

“Después de los campos de exterminio, se nos deja un único valor supremo: la

existencia” 7.

A todas las preguntas y dudas había que añadir un presentimiento, una certeza

terrible: negar al Dios de sus padres, por el que morían en el campo de concentración,

era dar la victoria a Hitler. ¿Era posible que Hitler asesinara, no sólo a un tercio de la

población judía, sino también a la fe judía?, y, ¿había que permitirlo?

Esta cuestión sigue hoy vigente. El problema para el judío no es sólo la lucha

contra el Dios que ha permitido el Holocausto, sino que negar a Dios le pone del lado de

Hitler, que había encarado la "cuestión judía" desde el ateísmo más profundo.

Y eso, las víctimas de la Shoah no pueden permitirlo. En el interior de cada judío

sigue resonando hoy la voz de las víctimas. ¿Y qué dice la voz de las víctimas?

En primer lugar, la voz de las víctimas ordena a los judíos, religiosos o laicistas,

aguantar, recordar y contar la historia. Por fidelidad a las víctimas, deben rechazar el

consuelo, y por fidelidad al judaísmo deben rechazar desconectar a Dios del Holocausto.

En segundo lugar, manda no abandonar el mundo a las fuerzas de Auschwitz,

sino luchar por un mundo mejor. Precisamente porque Auschwitz ha hecho del mundo

un lugar sin esperanza, se prohíbe al judío desesperar de él.

Está prohibido dejarse vencer por Hitler. Porque, para un judío, después de

Auschwitz sólo hay una cosa segura: no se puede poner del lado de los asesinos y hacer

lo que ellos dejaron sin hacer. ¡No permitas que Hitler asesine tu alma, y tu alma es tu

religión!

7.- ¿Estuvo Dios en Auschwitz?

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Desde Auschwitz viene una orden: "¡Judíos, sobrevivid! ¡Judíos, seguid

creyendo!”. Parece, entonces, que al judío no le quedan muchas opciones.

Si regresamos a los protagonistas de la Shoah, algunos todavía recorrieron otro

camino: El mismo Dios, en cierto modo impotente, que había sufrido con su pueblo

esclavo en Egipto, que salió con él durante el Éxodo y que siguió acompañándole

durante toda su historia de exilios y persecuciones, compartía el exilio que supone la

Shoah.

¿Estuvo entonces Dios presente en Auschwitz?

“Un día al volver del trabajo vimos tres horcas levantadas en la explanada, tres

cuervos negros. Se pasa lista. Los SS alrededor de nosotros, las metralletas apuntando:

la ceremonia tradicional. Tres víctimas encadenadas… y uno de ellos, el pequeño

criado, el ángel de los ojos tristes. Los SS parecían más preocupados, más inquietos

que de costumbre. Colgar a un chiquillo ante miles de espectadores no era cualquier

cosa. El jefe del campo leyó la sentencia. Todos los ojos estaban fijos en el niño. Estaba

lívido, casi tranquilo, mordiéndose los labios. La sombra de la horca caía sobre él…

Los tres condenados subieron a la vez sobre sus sillas. Los tres cuellos fueron

introducidos al mismo tiempo ente los nudos corredizos.

-¡Viva la libertad!- gritaron los adultos.

El pequeño callaba.

-¿Dónde está Dios? ¿Dónde está? – preguntó alguien detrás de mí.

A una señal del jefe del campo las tres sillas se volcaron…

Oí una voz dentro de mí que le contestaba: -¿Qué dónde está? Está aquí, colgado

de esta horca”.

Viktor Frankl, escribe: "Lo cierto es que, entre quienes llegaron a pasar por la

experiencia de Auschwitz, la cantidad de personas cuya vida religiosa fue profundizada

-por esta experiencia y a pesar de esta experiencia- excede en mucho la cantidad de

quienes renunciaron a su creencia" . Y es que hubo quien no pudo resistir el

sufrimiento, y hubo quien creció espiritualmente en y a pesar del sadismo8.

Esa fue la experiencia de Dolly Hirch y del premio Novel Elie Wiesel: creen en

Dios desde una confianza que no elude la verdad: reconocen desde la fe de que hay

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hechos incomprensibles, con Dios y sin Dios. Y reconocen, al mismo tiempo, que donde

los hombres se aman y consuelan, allí está Dios.

Y ahí estaba Dios, en medio de las alambradas, en las personas que sólo son ojos

asustados, en el “musulmán” apaleado hasta la muerte, en la impotencia personificada

que grita de dolor y necesita del hombre para hacer un mundo nuevo donde no se repita

lo sucedido.

Ese fue el testimonio de algunos supervivientes, y de entre los que no

regresaron, encontramos un pequeño tesoro: el diario de Etty Hillesum, escrito en once

cuadernos durante los años 1941 y 1942.

8.- Etty Hillesum9

“Será preciso que alguien sobreviva para atestiguar que Dios estaba vivo incluso

en un tiempo como el nuestro. ¿Y por qué no iba a ser yo ese testigo?” (15 septiembre

1943).

En su diario nos narra el tiempo en que vive: la persecución, los ghettos, cómo

se empobrece la dieta, cómo se le escaldan los pies por las caminatas porque no puede

utilizar el transporte público, la miseria de los barracones del campo de concentración y

la atmosfera de muerte y desesperanza. Pero también habla de su casa, de los árboles

que la rodean, de la ciudad; de su mundo vital, de su amor, de sus amigos, sus

esperanzas, sus miedos e inseguridades, y de los alemanes a quienes se esfuerza en

verlos y hacerlos ver como seres humanos. ¿Cómo, con la conciencia de caminar hacia

la muerte, puede sostenerse la esperanza? ¿Cómo encontrar sentido a la vida en medio

de toda la catástrofe?

“Quieren nuestra completa destrucción. Ahora sí que lo sé. No molestaré a los

demás con mis temores, no estaré amargada si los otros no entienden qué es lo

que nos importa a los judíos…A pesar de todo, la vida está llena de sentido,

aunque apenas me atrevo a comentar eso ante los demás. La vida y la muerte, el

sufrimiento y la alegría, las ampollas en mis destrozados pies y el jazmín detrás

de mi casa, la persecución, las innumerables crueldades sin sentido…: todo eso

está dentro de mi como una fuerte unidad, y lo acepto como un todo, y empiezo a

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comprenderlo cada vez mejor […] No estoy amargada y no me rebelo. Tampoco

estoy desanimada, ni estoy resignada en absoluto […] Suena casi paradójico:

cuando uno deja fuera de su vida la muerte, la vida nunca es plena; y cuando se

incluye la muerte en la vida, uno la amplía y enriquece”. (3 de julio de 1942)

Etty, hasta entonces una chica obsesionada por sus problemas personales y

desinteresada por la situación social, sale de sí misma y abre los ojos al mundo que le

rodea buscando la respuesta y el modo de afrontar la Shoah. Fruto de esa búsqueda, Etty

nos deja dos convicciones:

La convicción de que la dignidad humana no se pierde por el hecho de sufrir,

sino por el modo en que sufrimos:

“Queridos amigos: desde mi litera, que es la tercera hacia lo alto, quiero

desencadenar sin demora una verdadera catarata de cartas […] Es cierto que

hay momentos en que uno cree verdaderamente no poder seguir más adelante.

Pero después siempre se va adelante”. (Carta de 3 de julio de 1943)

La convicción de que no está sola. Y es que esta nieta e hija de judíos, que no se

consideraba creyente, paralelo a todo el proceso de destrucción causado por el nazismo,

va descubriendo a Dios, pero no un dios infantil que le permite olvidarse de la realidad.

“El paisaje que tenemos alrededor aparece de improviso mutado, el cielo se

vuelve bajo y negro, nuestro modo de sentir la vida sufre grandes mutaciones y

nuestro corazón se vuelve completamente gris y milenario. Pero no es siempre

así.”(Carta de 3 de julio de 1943)

Etty no grita a Dios con rabia, ni suplica que le ayude. Ella descubre a un Dios

que tiene las manos atadas y necesita la ayuda de los hombres para que puedan

conservar la dignidad en medio de la barbarie10.

“Estoy dispuesta a todo, me iré a cualquier lugar del mundo, adonde Dios me

envíe, y estoy dispuesta a testificar, en cada situación y hasta la muerte, que la

vida es hermosa, que tiene sentido y que no es culpa de Dios, sino nuestra, que

todo haya llegado a este punto […].Y si Dios no me sigue ayudando, entonces

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tendré que ayudar yo a Dios […]. Siempre me ocuparé de ayudar lo mejor

posible a Dios y, cuando lo consiga, bueno, entonces también lo lograré con los

demás […]. Te ayudaré, Dios, para que no me abandones, pero no puedo

asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente:

que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti y así nos ayudaremos a

nosotros mismos. Es lo único que tiene importancia en estos tiempos, Dios: salvar

un fragmento de ti en nosotros”.

Las preguntas: ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está el hombre? encuentran respuesta

en esta mujer insignificante, en su compromiso real y activo en medio del desastre:

“El día anterior acudí a la barraca hospitalaria, y fui de lecho en lecho. ¿Cuáles

estarían vacíos al día siguiente?...Una chica me llama. Está sentada en su cama,

con sus grandes ojos abiertos… Padece una parálisis parcial y acaba de

aprender a caminar… “¿Te lo han dicho? Me tengo que ir”…Nos miramos en

silencio. No tiene rostro, sólo ojos…” (24 de agosto de 1943)

Como Etty, muchos otros respondieron dándose a sí mismos, como también

atestigua Viktor Frankl11:

“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos

hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su

único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban

una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una

cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal que

debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino”.

Etty descubre, en la catástrofe, un modo nuevo de afrontar la vida: está

convencida de que no tiene sentido esperar para construir un mundo mejor después de la

guerra y de que tener fe va unido a no abandonar a la persona en peligro. Usando sus

propias y escasas fuerzas para llevar la luz y la esperanza a otros, Etty encuentra el

sentido de todo el sufrimiento: “Quisiera ser un bálsamo derramado sobre tantas

heridas”. (13 de octubre de 1942)

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Por ello decide quedarse en el campo de concentración de Weterbork junto a un

grupo de judíos apresados, por eso se entrega a las SS y por eso se dedica a aliviar el

sufrimiento en dicho campo: “He partido mi cuerpo como el pan y lo he repartido entre

los hombres” (13 de octubre de 194212).

Para Etty, incluso en el abismo de desesperación que es el campo de

concentración, la vida sigue siendo significativa y vale la pena después de todo.

“Esta tarde estaba descansando en mi camastro y he tenido el impulso repentino

de escribir en mi diario el fragmento que te incluyo: “Tú que me diste tanto, Dios

mío, permíteme también dar a manos llenas. Mi vida se ha convertido en un

diálogo ininterrumpido contigo, en una larga conversación. Cuando estoy en

algún rincón del campamento, con los pies en la tierra y los ojos apuntando al

cielo, siento el rostro anegado en lágrimas, única salida de la intensa emoción y

de la gratitud. A veces, por la noche, tendida en el lecho y en Paz contigo,

también me embargan las lágrimas de gratitud, que constituyen mi plegaria”. (18

de agosto de 1943)

Su intercambio epistolar terminó con una tarjeta postal con fecha 7 de

septiembre de 1943, arrojada desde un camión de ganado. Describe la repentina

inclusión de ella y su familia en un transporte hacia Auschwitz que salió con 987

reclusos, incluidos 170 niños. Etty se despide así: “Me esperaréis, ¿verdad?”13.

9.- ¿Qué nos dice Auschwitz a nosotros?14

Recuerda Viktor Frankl: “Estábamos cavando una zanja. El amanecer

sembraba una luz grisácea. Gris el cielo y gris la nieve, […] grises los harapos

que malamente cubrían los cuerpos de los prisioneros y grises sus rostros.

Mientras trabajaba, mi imaginación se escapó otra vez a conversar […] con mi

esposa, o tal vez, intentaba escudriñar la razón de mis sufrimientos […] . En

una última y violenta protesta contra […] una muerte inminente, sentí como si

mi espíritu rasgara mi tristeza interior y se elevara por encima de aquel mundo

desesperado, insensato, y por algún lugar escuché un victorioso “sí” en

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respuesta a si la vida escondía en último término algún sentido. En aquel

momento encendieron una luz en una granja lejana, una luz que se recortaba

sobre el horizonte como una pincelada de color frente al gris miserable de

aquel amanecer”

Después de Auschwitz obligatoriamente debía cambiar la manera de mirar a

Dios y de mirar al hombre. Auschwitz es una horrenda parábola de todo el sufrimiento y

afecta toda creencia, obligándonos a trascender el Holocausto para enfrentarnos al

verdadero drama del dolor y, desde él, ponernos en pie delante de Dios al que llamamos

amor, y del hombre. A partir de Auschwitz, la pregunta, “¿Dónde está Dios?” va unida a

la pregunta “¿Dónde está el hombre?, ¿hasta dónde es capaz de llegar?”.

Auschwitz, como Hiroshima, como los Gulag, como el Vietnam, los

desaparecidos en Argentina, las víctimas del terrorismo o las millones de personas que

hoy sufren las consecuencias de un mundo injusto, parece destruir a Dios: ¿Dónde

estaba Dios en el hacinamiento de los vagones en dirección hacia los crematorios?,

¿dónde está Dios en los apretujamientos de las masas que huyen de la masacre en las

fronteras entre Zaire y Ruanda? ¿Es posible creer en Dios?

El Holocausto es la maximización del mal humano, el precio que la humanidad

debe pagar la humanidad por la libertad; y el mal que el hombre puede realizar, y no

sólo el asesinato del hombre, sino del asesinato del alma, de lo que al hombre le hace

ser hombre.

Pero los nazis eran hombres, no dioses. Auschwitz arranca a Dios de su pedestal

todopoderoso y deja una inmensa responsabilidad sobre el hombre. Dios ya no es

todopoderoso; Dios es todoamoroso, pero no todopoderoso, en tanto que ha puesto la

libertad en nuestras manos.

Desde este punto de vista, Dios es un Dios sufriente, que se manifiesta en el

sufrimiento de los demás, que está en las víctimas, que ha pasado a ser víctima y que

tiene su reino instalado en un madero, una cámara de gas o una patera.

Para intentar alumbrar una luz respecto a este tema, hemos buceado en el

testimonio de los testigos y su desesperado intento por encontrar un sentido dentro de la

catástrofe. Elie Wiesel comparaba el Holocausto con el Sinaí en cuanto a importancia

como revelación, y ha expresado el temor de que ahora no estemos escuchando.

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¿Qué nos dice Auschwitz a nosotros?

Hitler ejecutó un crimen, tan implacable y sistemáticamente que no podemos

dudar que, si hubiera ganado la guerra, no quedaría un judío vivo sobre la tierra. Pero el

mundo fue cómplice de eso: ¿Por qué los judíos que en 1938 abandonaron Alemania e

intentaron llegar a Estados Unidos e Inglaterra fueron rechazados y devueltos? Y hoy…

¿por qué Europa permite que los inmigrantes mueran ahogados en el Mediterráneo?, ¿es

que Europa no tiene recursos para todos? Hoy, el mal continúa empañando nuestro

presente y futuro, y del mismo modo que ante el Holocausto, el mundo sigue mirando

hacia otro lado.

Entonces, para nosotros, ¿es justo con las víctimas trabajar y esperar en la

humanidad como si Auschwitz no hubiera existido y siguiera existiendo? ¿Cómo

podemos reconciliar el recuerdo y el presente de los holocaustos con la vida que, como

toda vida, debe incluir risa, alegría e inocencia infantil?

Estamos obligados a escuchar la voz de las víctimas, las antiguas y las nuevas.

Porque nos gustaría creer que el Holocausto ha hecho imposible un nuevo holocausto en

cualquier lugar, sin embargo, en nuestro mundo hay pocos signos del arrepentimiento

radical que podría librarnos de otro, de un holocausto nuclear, un Auschwitz universal.

¿Y si nuestro presente careciera de esperanza? 15

Sin embargo, ¿es justo que nos cerremos a la esperanza? Todos tenemos manos,

y tenemos corazón. Podemos preguntarnos si Dios está vivo, pero preguntémonos

también si está vivo el sentido de la humanidad en el hombre.

"Dios no construyó Auschwitz y sus crematorios. El hombre lo hizo. El hombre, y

no Dios, es responsable del Holocausto […]Tal vez preferiríamos que las

personas hubieran sido creadas como robots que solo pudieran hacer el bien, en

vez de seres humanos que también pueden escoger el mal. Pero esto es imposible;

solo donde existe la posibilidad del mal existe la posibilidad del bien”, dice el

rabino Joseph Telushkin.

¿Se puede creer en Dios y en el hombre después de Auschwitz? Después de

Auschwitz la fe y la concepción del ser humano han adquirido un nuevo matiz, pues van

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preñadas de un desafío que, en medio de la desesperanza, nos emplaza a luchar por un

mundo nuevo16:

Esta canción no está escrita a lápiz sino con sangre;

No es una canción de pájaros en libertad,

Sino de un pueblo sobre el que las paredes se derrumban,

Un pueblo que canta empuñando el arma.

Nunca digas que recorres el último camino.

El cielo nublado puede ocultar el día azul,

Pero llegará la hora que hemos añorado.

Nuestros pasos lo confirman: henos aquí.

Henos aquí, existimos, sobrevivimos, aguantamos, testigos de Dios y del

hombre. Los hombres posteriores a Auschwitz nunca entenderemos el anhelo, el

desafío, la resistencia de los judíos en Auschwitz. Pero hasta donde es humanamente

posible debemos hacerlos nuestros suyos mientras construimos el futuro.

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