aguila el holocausto como espejo

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“El Holocausto como espejo: interpretaciones y memoria(s) de las dictaduras latinoamericanas” * Gabriela Aguila ** En los últimos años, en el campo de los estudios sobre la memoria de experiencias históricas europeas y latinoamericanas verificadas en el siglo XX y que involucraron genocidios o asesinatos en masa cometidos por el aparato estatal, ha sido muy frecuente una perspectiva que las inscribe dentro de un horizonte de análisis común. Mientras no se ha agotado aún la discusión sobre la singularidad del Holocausto 1 , los estudios sobre el genocidio y, más específicamente, aquellos que abordan la memoria de experiencias traumáticas, han reinstalado la posibilidad de la comparación como un eje. Andreas Huyssen sostuvo que fue no sólo la ampliación de los debates sobre el Holocausto a partir de los años ’80, sino la recurrencia de las políticas genocidas, la que lo convierte * Ponencia presentada en las IV Jornadas de Historia Moderna y Contemporánea, Resistencia, septiembre de 2004. Publicada en CD IV Jornadas de Historia Moderna y Contemporánea, 2004. ** Centro de Estudios de Historia Europea / Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario. 1 Ver al respecto Enzo TRAVERSO, Understanding the Nazi Genocide. Marxism after Auschwitz, Pluto Press, London – Sterling, Virginia, 1999, especialmente el capítulo 4: “The Uniqueness of Auschwitz: Hypotheses, Problems and Wrong Turns in Historical Research“ (para una traducción fragmentaria de este texto véase “La singularidad de Auschwitz. Hipótesis, problemas y derivaciones de la investigación histórica”, en Revista Nuestra Memoria, Fundación Memoria del Holocausto, Año IX, Nº 22, diciembre de 2003). 1

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Page 1: Aguila El Holocausto Como Espejo

“El Holocausto como espejo: interpretaciones y memoria(s) de las dictaduras latinoamericanas”*

Gabriela Aguila**

En los últimos años, en el campo de los estudios sobre la memoria de

experiencias históricas europeas y latinoamericanas verificadas en el siglo XX y

que involucraron genocidios o asesinatos en masa cometidos por el aparato

estatal, ha sido muy frecuente una perspectiva que las inscribe dentro de un

horizonte de análisis común. Mientras no se ha agotado aún la discusión sobre la

singularidad del Holocausto1, los estudios sobre el genocidio y, más

específicamente, aquellos que abordan la memoria de experiencias traumáticas,

han reinstalado la posibilidad de la comparación como un eje.

Andreas Huyssen sostuvo que fue no sólo la ampliación de los debates sobre el

Holocausto a partir de los años ’80, sino la recurrencia de las políticas genocidas,

la que lo convierte en un “tropos universal del trauma histórico”, permitiendo que la

memoria del Holocausto

“se aboque a situaciones específicamente locales, lejanas en términos

históricos y diferentes en términos políticos del acontecimiento original. En

el movimiento transnacional de los discursos de la memoria, el Holocausto

pierde su calidad de índice del acontecimiento histórico específico y

comienza a funcionar como una metáfora de otras historias traumáticas y

de su memoria. El Holocausto devenido tropos universal es el requisito

* Ponencia presentada en las IV Jornadas de Historia Moderna y Contemporánea, Resistencia, septiembre de 2004. Publicada en CD IV Jornadas de Historia Moderna y Contemporánea, 2004.** Centro de Estudios de Historia Europea / Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario.1 Ver al respecto Enzo TRAVERSO, Understanding the Nazi Genocide. Marxism after Auschwitz, Pluto Press, London – Sterling, Virginia, 1999, especialmente el capítulo 4: “The Uniqueness of Auschwitz: Hypotheses, Problems and Wrong Turns in Historical Research“ (para una traducción fragmentaria de este texto véase “La singularidad de Auschwitz. Hipótesis, problemas y derivaciones de la investigación histórica”, en Revista Nuestra Memoria, Fundación Memoria del Holocausto, Año IX, Nº 22, diciembre de 2003).

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Page 2: Aguila El Holocausto Como Espejo

previo para descentrarlo y utilizarlo como un poderoso prisma a través del

cual podemos percibir otros genocidios” 2.

Hacia mediados de los años ‘90, Héctor Schmucler planteaba con ciertas

precauciones la posibilidad de la comparación entre la dictadura argentina y el

genocidio nazi: “la shoa implementada por los nazis y la técnica de “desaparición”

practicada en la Argentina durante la dictadura instalada el 24 de marzo de 1976

tienen en común el no permitir la muerte de cada uno. Ambas resultan

incomprensibles (...)”. En una perspectiva que otorgaba al genocidio una de las

notas distintivas, el más significativo e indisociable de los rasgos de ambos

procesos históricos, el autor elegía circunscribir las analogías a un plano ético y

filosófico: “tengo conciencia que entre la shoa y los “desaparecidos” median tantas

instancias que, históricamente son incomparables. Salvo en un punto: en esa

presencia incomprensible del mal”3.

Esta “incomparable potencialidad del Holocausto en la producción de metáforas

del mal radical”4 ha sido señalada también por Hugo Vezzetti, quien sostuvo que

“los crímenes que salieron a la luz en la Argentina –y algo parecido puede decirse

de la dictadura chilena- quedaron incorporados a una saga universal de crímenes

contra la humanidad (...) Videla o Pinochet ya no son solamente dictadores

latinoamericanos sino que han adquirido un carácter más general: integran la saga

de los grandes criminales de Occidente (...) Y es evidente que esa saga se ha

constituido, en el siglo XX, a partir del Holocausto (...)”5. En una dirección similar,

el politólogo Manuel Garretón postulaba, en su análisis sobre la dictadura chilena,

2 Andreas HUYSSEN, “En busca del futuro perdido”, en Revista Puentes, año 1, nº 2, La Plata, diciembre 2000, p. 15. Huyssen, sin embargo, no deja de alertar sobre los riesgos que entraña: “mientras la comparación con el Holocausto puede activar en términos retóricos determinados discursos sobre la memoria traumática, también puede servir como recuerdo encubridor o bien bloquear simplemente la reflexión sobre historias locales específicas”, ídem.3 Héctor SCHMUCLER, “Ni siquiera un rostro donde la muerte hubiera podido estampar su sello (reflexiones sobre los desaparecidos y la memoria)”, en Revista Confines, Nº 3, 1996, p. 9. 4 Hugo VEZZETTI, Pasado y Presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002 p. 160.5 Hugo VEZZETTI, “Un mapa por trazar”, en Revista Puentes, Año 1, Nº 1, La Plata, agosto de 2000, p. 23.

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Page 3: Aguila El Holocausto Como Espejo

que “los regímenes militares fueron sucesores, aunque no fueran regímenes

fascistas, fueron sucesores y continuadores de lo que fue el Holocausto”6.

En el prólogo a la reciente edición española de su libro sobre la masacre de las

Fosas Ardeatinas, el historiador oral italiano Alessandro Portelli señalaba otra

dimensión reiterada en la vía de la comparación: la masacre romana de 1944 y la

dictadura argentina configuran “dos historias paralelas y dos luchas comunes:

nunca más rige tanto para las víctimas de la dictadura en la Argentina como para

las víctimas de las Fosas Ardeatinas y de las infinitas matanzas nazis en Italia, y

también para la Shoah (...) Para todas estas historias no hay punto final: la

reivindicación de justicia y de verdad no sirve para clausurar la memoria sino para

mantenerla abierta”7.

Sea por el énfasis en la monstruosidad de los crímenes o en las modalidades de

construcción de la memoria de estas experiencias y sus correlatos en el presente,

lo anterior puede servir como ejemplo del vigor de una perspectiva de análisis que

en los últimos años ha presidido gran parte de la agenda del debate y reflexión

sobre las dictaduras recientes del Cono Sur. Este trabajo se propone explorar

algunos de los modos en los que se ha analizado la dictadura argentina y sus

homólogas latinoamericanas, en particular aquellas donde la comparación con el

Holocausto se ha configurado como un eje articulador8, a fin de discutir las

posibilidades y límites de la comparación histórica.

A modo de introducción: en torno a las interpretaciones de las dictaduras

latinoamericanas9. En el ámbito de las ciencias sociales y políticas

latinoamericanas no configuran un elemento novedoso las comparaciones o

6 Manuel GARRETON, “Saldar las cuentas con el pasado”, en Revista Puentes, Año 2, Nº 5, La Plata, octubre de 2001, p. 25.7 Alessandro PORTELLI, La orden ya fue ejecutada. Roma, las Fosas Ardeatinas, la memoria, F.C.E., Buenos Aires, 2004 (1º ed. en italiano 1999), p. 9.8 La multiplicación de foros, jornadas y congresos sobre la memoria de las dictaduras o de publicaciones sobre la temática configuran el marco en el cual inscribimos nuestra reflexión. Vamos a centrarnos en un conjunto de trabajos que, si bien están anclados en perspectivas y matrices disciplinares diferentes, comparten no sólo la recurrencia o la fuerte referencia a la utilización del Holocausto como un paradigma sino que son indicativos de los rumbos de la indagación sobre estas temáticas. 9 Conviene insistir en que si bien elegimos hablar de un ámbito regional tan vasto como el señalado, nuestra reflexión incorpora fundamentalmente producciones y debates generados en algunos países del Cono Sur, entre ellos y particularmente la Argentina, respecto de las dictaduras militares y sus herencias.

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Page 4: Aguila El Holocausto Como Espejo

analogías con procesos históricos europeos así como la apelación a

conceptualizaciones elaboradas para explicarlos, tal como ha sucedido con la

utilización del término fascismo como categoría explicativa de fenómenos y

experiencias desarrolladas en el área a partir de los años ’30.

No abundaremos aquí en los reiterados paralelismos establecidos entre los

populismos latinoamericanos y el fascismo europeo, que constituyeron un tópico

común en la bibliografía sobre este problema durante varias décadas10, más bien

diremos que en los años ’70 la instalación de dictaduras militares en un conjunto

de países del Cono Sur será el nuevo escenario para la introducción de la

“explicación fascista”, en particular en los estudios producidos al calor de los

acontecimientos. En el lenguaje político de la época, así como en los análisis de

un heterogéneo conjunto de autores, se recurrió al término fascismo o sus

homólogos11 para tratar de explicar el carácter de esos regímenes sanguinarios

que asolaban gran parte del área.

Estas interpretaciones, que privilegiaban la dimensión represiva y el terror como

rasgo explicativo fundamental, fueron contestadas por quienes sostenían que

aunque las dictaduras no eran un fenómeno nuevo en América Latina o propio del

siglo XX –si bien será en este siglo cuando se constituyan como uno de los rasgos

característicos de los sistemas políticos de la mayor parte de esos países-, las

“nuevas dictaduras” instaladas en los años ’70 no podían ser analizadas a la luz

del fascismo europeo, requiriendo otros registros explicativos que dieran cuenta de

sus especificidades12.

10 Si bien planteadas desde perspectivas distintas, la conocida caracterización de Seymour Lipset sobre el peronismo y el varguismo como “fascismos de izquierda”, así como las comparaciones entre fascismo y populismo para los casos argentino o brasileño pueden servir como ejemplos. 11 Entre ellos: “fascismo dependiente”, “fascismo sui generis”, “militar-fascismo”, “neofascismo”, etc. Veáse al respecto Leopoldo ZEA, “Fascismo dependiente en Latinoamérica”, Revista Nueva Política, México, 1976; Agustín CUEVA, “La cuestión del fascismo”, en Revista Mexicana de Sociología, Nº 2, 1977; Theotonio DOS SANTOS, “Socialismo y fascismo en América Latina”, en Revista Mexicana de Sociología, Nº 1, 1977; Ruy Mauro MARINI, Dos estrategias en el proceso chileno, ERA, México, 1978.12 En una perspectiva crítica, Alain Rouquié en su clásico libro sobre las dictaduras latinoamericanas se ocupaba de discutir tal caracterización para el pinochetismo y, en un artículo publicado a fines de los ’70 y reeditado en los ’90, Atilio Borón se ubicaba en el centro de ese debate señalando las diferencias entre el fascismo europeo y las dictaduras latinoamericanas. Ver Alain ROUQUIE, El Estado militar en América Latina, Emecé, Buenos Aires, 1984, pp. 299/302 y Atilio BORON, "El fascismo como categoría histórica: en torno al problema de las dictaduras en América Latina", en Estado, capitalismo y democracia en América Latina, Imago Mundi, Buenos

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Page 5: Aguila El Holocausto Como Espejo

En un sentido similar, y contrariando una tendencia persistente en el panorama

historiográfico europeo de la segunda mitad del siglo XX, la noción de totalitarismo

recurrentemente utilizada para definir los regímenes de entre (y post) guerras y

convertida hacia fines del siglo –en palabras de Traverso- en “clave de lectura del

siglo XX”13, no tuvo en América Latina el mismo éxito. El abismo que parecía

separar los casos “clásicos” del totalitarismo europeo (los fascismos y el stalinismo

o, por extensión, los regímenes de Europa del Este instalados en la segunda

posguerra) de las dictaduras latinoamericanas, privilegió el uso extendido de la

más elástica noción de autoritarismo14, eclipsando la posibilidad de pensar los

procesos del área dentro de aquel problemático marco conceptual.

Esta interpretación resultó operativa en el marco de un debate que, sobre todo a

partir de los años ’80 y desarrollado en particular al interior de la ciencia política,

aparecía dominado por la preocupación por discutir el problema de la democracia

y los procesos de transición de unos regímenes autoritarios hacia gobiernos

democráticos y constitucionales15. En la década siguiente, y sin que la dimensión

de lo político perdiera centralidad16, los análisis se complejizaron desbordando los

marcos del debate politológico e internándose en las secuelas que las dictaduras

Aires, 1991. Véase también el artículo de Helgio TRINDADE, “La cuestión del fascismo en América Latina”, en Revista Desarrollo Económico, vol. 23, Nº 91, 1983.13 Enzo TRAVERSO, El totalitarismo. Historia de un debate, Eudeba / Libros del Rojas (UBA), Buenos Aires, 2001, p. 162.14 El concepto sería indicativo de la existencia de ciertos espacios plurales y de grados menores de coacción que en los totalitarismos, más cerca de la caracterización de las dictaduras latinoamericanas. Ver entre otros O’DONNELL, G., SCHMITTER, P. y WHITEHEAD, L. (comps.), Transiciones de un gobierno autoritario, Paidós, Buenos Aires, 1988; CAVAROZZI, Marcelo, “Más allá de las transiciones a la democracia en América Latina”, en El capitalismo político tardío y su crisis en América Latina, Homo Sapiens ed., Rosario, 1996; GARRETON, Manuel, Hacia una nueva era de la política. Estudio sobre las democratizaciones, F.C.E., Santiago, 1995. 15 Sobre el problema de las transiciones puede verse Gabriela AGUILA, “Transiciones, democracia y neoliberalismo. Repensando el problema de las transiciones en una perspectiva comparada entre América Latina y Europa Oriental”, en G. AGUILA y J. SGRAZZUTTI (coords.), Europa del Este y la Unión Soviética en el siglo XX: del “socialismo real” al poscomunismo, Centro de Estudios de Historia Europea/Homo Sapiens ediciones, Rosario, 2003.16 Ver por ejemplo Francisco WEFFORT, "Nuevas democracias. Qué democracias?" y Juan Carlos PORTANTIERO, “Revisando el camino: las apuestas de la democracia en Sudamérica”, en Revista Sociedad, Nº 2: “La democracia latinoamericana: entre la ineficiencia y la pobreza”, Facultad de Ciencias Sociales-Universidad Nacional de Buenos Aires, Buenos Aires, 1993 y Manuel GARRETON, “Repensando las transiciones democráticas en América Latina”, en Revista Nueva Sociedad, Nº 148, Caracas, marzo-abril 1997.

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Page 6: Aguila El Holocausto Como Espejo

habían impreso en las sociedades latinoamericanas y, fundamentalmente en la

inequidad y los costos sociales de ajuste17.

En un marco donde la atención estuvo centrada en las herencias autoritarias que

las dictaduras habían comunicado a las “nuevas democracias”, y coincidiendo con

el intenso desarrollo de los estudios sobre la memoria que se desplegó en la

última década, los énfasis se proyectaron cada vez más hacia los recorridos por

las diversas formas de saldar cuentas con esos pasados traumáticos. Si en los

análisis desarrollados desde los años ‘80 se había generalizado una perspectiva

que, aunque no descuidaba los análisis de caso, estuvo fuertemente permeada

por una visión que los inscribía en un ciclo histórico de carácter regional medido

en la simultaneidad de los procesos y en los rasgos que las definieron, este nuevo

énfasis colocó a las dictaduras del Cono Sur en el horizonte de análisis de los

genocidios o los asesinatos en masa cometidos por el terror estatal y,

nuevamente, las experiencias europeas operarán como el marco de referencia de

estos abordajes.

Historia y memoria de las dictaduras latinoamericanas: el Holocausto como

paradigma explicativo. Si en el lenguaje político o en ámbito de los derechos

humanos la equiparación de ciertos rasgos de las dictaduras con los fascismos fue

temprana, el inicio de una reflexión más sistemática (y situada en gran parte en el

marco de los estudios académicos) que incorporara la idea de la comparación

emergió recién en los años ’90, vinculado con el significativo desarrollo de la

memoria como campo de estudios18.

Hemos sostenido que la preocupación por desentrañar la configuración y el

carácter de los regímenes dictatoriales instalados hacia los años ’60 y ’70 en

varios países del Cono Sur se verificó desde el momento mismo de su instalación,

17 Provistos en particular por sociólogos y, en general, por autores provenientes del marxismo. Al respecto véase James PETRAS, América Latina: Pobreza de la Democracia y Democracia de la Pobreza, Homo Sapiens Ed., Rosario, 1994; Emir SADER et al., La trama del neoliberalismo, Ciclo de Publicaciones CBC-UBA, Buenos Aires, 1997; Atilio BORON et al. (comps.), Tiempos violentos. Neoliberalismo, globalización y desigualdad en América Latina, CLACSO-Eudeba, Buenos Aires, 2000. 18 Algunos de estos problemas han sido explorados en mi artículo “Intersecciones entre Historia y Memoria, entre Europa y América Latina”, en Anuario Nº 20, Escuela de Historia, Rosario, 2004.

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continuando como un tópico importante en las décadas siguientes, si bien la

delimitación de los ejes de análisis y los principales aportes corrieron por cuenta

fundamentalmente de politólogos, economistas o, en menor medida, sociólogos o

antropólogos sociales19.

En el caso particular de la Argentina, y en un escenario caracterizado por una

relativa ausencia de trabajos provenientes del ámbito historiográfico, la

investigación periodística y la producción ensayística vinieron a llenar el vacío

dejado por los historiadores, complementando una abundante literatura

configurada en particular por memorias o testimonios de las víctimas del terror

estatal. Y en este contexto, donde la producción de conocimiento histórico sobre la

dictadura avanzaba lenta y fragmentariamente, la reflexión ética y política sobre el

genocidio y sus huellas en el período posdictatorial se tornó central. Giorgio

Agamben ha sostenido que, en el caso del Holocausto, la preocupación sobre el

“significado ético y político del exterminio” remite a un contexto donde “las

circunstancias históricas (materiales, técnicas, burocráticas, jurídicas...) en que

tuvo lugar el exterminio de los judíos ha sido suficientemente aclarado (...) el

cuadro de conjunto puede darse ya por establecido”20, una perspectiva que sería

muy difícil de postular para los estudios sobre la dictadura argentina o, más en

general, para las dictaduras latinoamericanas.

Puntualicemos que si bien la historia del nazismo y la segunda guerra mundial

fueron algunos de los temas más convocantes para los historiadores del siglo XX

europeo, la indagación en torno al genocidio judío emergió más tardíamente

vinculado, en gran parte, con la forma en la cual se viabilizó la reconstrucción de

Alemania luego de la derrota del nazismo -asociada a la configuración de una

memoria “dominante” donde ese pasado reciente y traumático no fue incorporado

a los fundamentos del nuevo orden de posguerra, pero también al derrotero de las

memorias de la guerra y la posguerra tanto en Europa como en el nuevo estado

19 Ver Waldo ANSALDI, “Matriuskas de terror. Algunos elementos para analizar la dictadura argentina dentro de las dictaduras del Cono Sur”, en Alfredo PUCCIARELLI (coord.), Empresarios, tecnócratas y militares. La trama corporativa de la última dictadura, Siglo XXI Ed., Buenos Aires, 2004. 20 Giorgio AGAMBEN, Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo, Pre-textos, Valencia, 2000, p. 7.

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Page 8: Aguila El Holocausto Como Espejo

judío21-. Chris Lorenz ha sostenido que “la centralidad aparente del Holocausto en

la historia alemana en las décadas recientes es falaz, porque se han hecho

referencias del Holocausto antes que investigaciones. El fenómeno más

destacable en el debate histórico alemán del pasado reciente es la presencia del

Holocausto por su ausencia, o, en otras palabras, su represión, sintomático de su

cualidad traumática”22. Asimismo, se ha señalado el desfasaje existente entre

aparición de las memorias de las víctimas y la investigación histórica: los

testimonios de los sobrevivientes, luego de un tiempo dominado por el silencio y el

trauma, comenzaron a publicarse en los ’50, si bien será recién en el curso de los

’60 y sobre todo en la década siguiente cuando en Alemania, articulado en parte a

un recambio generacional y a la revisión del pasado reciente, comiencen a

desarrollarse los trabajos de investigación histórica sobre las víctimas del nazismo

y particularmente sobre el tema de la persecución de los judíos23.

21 Para el tema puede verse: Enzo TRAVERSO, “El ‘uso público’ de la historia”, en Revista Puentes, año 1, Nº 5, La Plata, octubre de 2001 y Bruno GROPPO, “Memoria e Historia”, en Revista Políticas de la memoria, CeDInCI, Buenos Aires, 2000 y “Usages de la mémoire et de l’oubli. Quelques réflexions à partir d’expériences européennes”, Paris, 2001.22 Chris LORENZ, “Cruces de límites: Algunas reflexiones sobre el rol de los historiadores alemanes en los debates públicos recientes sobre historia nazi”, en CD Congreso de Filosofía de la Historia “La comprensión del pasado”, Instituto de Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2000. El carácter traumático del régimen de Vichy y su significación en la memoria de los franceses ha sido analizado en particular por Henry ROUSSO en The Vichy Syndrome. History and Memory in France since 1944, Harvard University Press, USA, 1991.Por contraste Nicolás CASULLO sostiene, en un libro de reciente aparición, que en la Argentina “El tema está instalado, no podríamos decir que se ha escatimado o postergado su tratamiento, como sucedió durante muchos años en otras situaciones político-intelectuales, por ejemplo, con el colaboracionismo de la sociedad francesa durante la ocupación; con los callados “padres” nazis de Alemania que necesitaron de un 68 berlinés para ser llevados a escena, o con el perdón de la democracia española con abundancia económica al medio siglo de totalitarismo franquista”. Ver Pensar entre épocas. Memoria, sujetos y crítica intelectual, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2004, p. 82.23 Lorenz agrega “Las formas específicas del Holocausto han sido influenciadas primariamente por la sucesión de generaciones, cuya influencia ha sido más sustancial que la de las ideologías políticas y afiliaciones (definidas ampliamente, la “izquierda” contra la “derecha”). La tendencia general ha sufrido un desarrollo de una represión casi total entre 1945 y 1965 el período en el cual la generación de los perpetradores tenía todavía un poder total a una forma parcial de represión más tarde, en el período en que el poder fue transferido a los hijos de la generación de los perpetradores. Sin embargo, sólo luego que los nietos de la generación de los perpetradores hicieran su aparición en la escena histórica grosso modo a partir de 1990 esta represión parcial dio lugar a una actitud más o menos abierta. Con todo, continúan existiendo entre las generaciones más viejas formas de represión”, en Ibidem. Un breve recorrido de este “redescubrimiento” del pasado está contenido en Bernhard GIESEN, “Sobre héroes, víctimas y perpetradores”, en Revista Puentes, año 1, Nº 5, La Plata, octubre de 2001 y Enzo TRAVERSO, “El ‘uso público’ de la historia”, op. cit. Para un análisis sobre los derroteros de la indagación sobre el Holocausto puede consultarse, entre otros, Michael MARRUS,

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Page 9: Aguila El Holocausto Como Espejo

Tal como había sucedido en algunos países europeos luego de la segunda guerra

mundial, en Argentina y en otros países de América Latina, fueron las experiencias

traumáticas vividas por importantes grupos de mujeres y varones afectados por la

acción de esos regímenes represivos (la desaparición de personas, la experiencia

concentracionaria, los exilios) algunas de las problemáticas que se privilegiaron. Y

es esta dimensión, la de la memoria traumática, el focalizar el análisis en las

experiencias sociales (individuales y colectivas) frente a estas “situaciones límite”,

la que adquirió progresivamente un carácter heliocéntrico en los estudios sobre las

dictaduras24. La existencia de campos de concentración, la desaparición de

personas y, en general, las prácticas genocidas, así como los relatos de las

víctimas de la represión, que exhibían importantes similitudes con aquellos

producidos por los sobrevivientes de los campos nazis25, configuraron el marco en

el cual la comparación con experiencias europeas y en particular con el

Holocausto se volvió un tema recurrente y una alusión casi obligada en muchos de

los estudios sobre las dictaduras –o sobre la memoria de las dictaduras- del Cono

Sur26.

El marco general de esta problemática está denotado por un conjunto de

cuestiones que operan como puntos de referencia y de las cuales vamos a relevar

sólo algunas. Comencemos diciendo que el Holocausto ofrece un “modelo de

construcción de la memoria”, que ha sido recurrentemente utilizado para analizar

la memoria de las dictaduras en términos de la “imposibilidad del olvido” de ese

The Holocaust in History, Meridian, New York, 1989 o Yehuda BAUER, Rethinking the Holocaust, Yale University Press, New Haven and London, 2001. 24 Ver al respecto el libro de Ludmila DA SILVA CATELA, No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de los familiares de desaparecidos, Ediciones Al Margen, La Plata, 2001, quien ubica el problema de la “situación extrema o límite” en la perspectiva de universalizar a partir de una situación particular: “en términos eliasianos este libro busca demostrar cómo en la “pequeña comunidad” de los familiares de desaparecidos, la situación extrema que viven expone, con nuevos matices, un tema universal en miniatura”, p. 22. 25 Catela señala la significación que tuvo en su propio recorrido investigativo el texto de Michel Pollak (L’experiencia concentrationnaire. Essai sur le maintien de l’identité sociale, 1990) sobre las mujeres sobrevivientes de la Shoá para pensar la situación argentina. Idem, p. 21.26 Consignemos que también se ha insistido, a propósito de la comparación entre el Holocausto y la dictadura argentina, en las diferencias que separan a ambas experiencias. Ver Emilio CRENZEL, "La memoria de la desaparición de personas y el tropos del genocidio nazi" en CD Primer Encuentro Internacional “Análisis de las prácticas sociales genocidas”, Buenos Aires, 2003.

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pasado traumático27. Elizabeth Jelin inicia su libro28 con un epígrafe de Agamben

sobre Auschwitz (“Ni se puede querer que Auschwitz retorne eternamente porque,

en verdad, nunca ha dejado de suceder, se está repitiendo siempre”), constatando

que la persistencia de ese pasado y las herencias de las dictaduras es parte de la

vida cotidiana de sociedades como las del Cono Sur que “emergen de períodos de

violencia y trauma”. En una preocupación por construir una explicación teórica

sobre las memorias de las dictaduras latinoamericanas recientes, su marco de

análisis y toda su reflexión está centrada en el análisis de “situaciones límites”

donde la referencia a los recorridos de la memoria respecto del exterminio nazi –y

de otras experiencias como la Guerra Civil española o el régimen de Vichy- es una

constante29. En una dirección similar, Bruno Groppo sostuvo que “la evolución de

esta memoria de la Shoá ofrece indicaciones útiles para comprender la evolución

de otra memoria traumática, como por ejemplo las de las dictaduras militares del

Cono Sur (...) las cuestiones planteadas por Primo Levi a propósito de la memoria

del holocausto y a propósito del valor de los testimonios, a pesar de la fragilidad

de la memoria humana, iluminan también la experiencia traumática de las

dictaduras militares y del terrorismo de Estado en América Latina” 30.

Otra de las imágenes que el Holocausto refleja y que es retomada en estos

análisis remite al quiebre radical y traumático que estos procesos compartirían y

que se vincula, fundamentalmente, con la magnitud de los crímenes cometidos. Si

la “solución final” significó una “ruptura de civilización” en la historia de

Occidente31, las dictaduras de los ’70 configuraron una bisagra que, sin embargo,

no las escinde por completo de la historia previa ni las exime de las continuidades.

27 B. GROPPO y P. FLIER (comps.), La imposibilidad del olvido. Recorridos de la memoria en Argentina, Chile y Uruguay, Ed. Al Margen, La Plata, 2001. 28 Los trabajos de la memoria, Siglo XXI Ed., Buenos Aires, 2002. Este texto es el primero de una serie de libros sobre las memorias de la represión en América Latina, pero a la vez opera como “el marco conceptual” que orienta dichas producciones.29 Así como la recurrencia a ciertos autores como Dominick LaCapra, Alessandro Portelli, Michel Pollak, Jorge Semprún o Primo Levi. Ver especialmente los capítulos 4: “Historia y memoria social” y 5: “Trauma, testimonio y “verdad”.30 “El testimonio de los sobrevivientes como fuente para la reconstrucción histórica de los pasados traumáticos”, en CD Primer Encuentro Internacional “Análisis de las prácticas sociales genocidas”, Buenos Aires, 2003.31 Véase Enzo TRAVERSO, “De la Escuela de Francfort a Ernest Mandel. Preguntas y atolladeros del marxismo ante Auschwitz”, en Los marxistas y la cuestión judía, Ediciones Al Margen, La Plata, 2003.

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En tal sentido, Hugo Vezzetti –cuyo libro sea probablemente el que exprese con

más claridad la referencia a perspectivas teóricas elaboradas para analizar el

Holocausto32- diferencia por el carácter de profunda fractura social a la última

dictadura de las intervenciones militares que jalonaron el siglo XX en la Argentina:

“el rostro de la dictadura es el de la desaparición de personas” y las “miles de

víctimas masacradas en una empresa rutinaria”. Inspirado en los planteos de

Norbert Elias sobre Alemania, y sin descartar una perspectiva de análisis que

desborde el caso argentino y explique las dictaduras latinoamericanas, el objetivo

de Vezzetti es reflexionar sobre “las condiciones de un derrumbe civilizatorio como

marco necesario del terrorismo y la masacre argentinos”33.

Será entonces la magnitud y monstruosidad de los crímenes perpetrados la que

coloque a las dictaduras latinoamericanas en la saga de las “masacres

administradas” del siglo XX, en las que el Holocausto ostenta un lugar

paradigmático. El rol de los campos de concentración, la estrategia de la

desaparición de personas o la equiparación de las prácticas de los genocidas

latinoamericanos con el nazismo34 encuentra en el libro de Pilar Calveiro, una ex

detenida en la ESMA que publicó hacia fines de los ’90 un texto clave para el

estudio de los campos de concentración en la Argentina35, un cabal ejemplo.

Sobre la base de relatos de sobrevivientes de algunos centros clandestinos de

detención de Córdoba y Buenos Aires, Calveiro recurre a un esquema de

interpretación centrado en perspectivas teóricas elaboradas a propósito del

genocidio nazi para analizar la experiencia concentracionaria argentina. En su

texto, especialmente influenciado por las reflexiones de Tzvetan Todorov36, se

32 Hugo VEZZETTI, Pasado y Presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002. Sin embargo, aunque el autor advierte sobre el peligro de forzar analogías con el régimen nazi (p. 13), gran parte de su construcción teórica se basa en esta perspectiva. Con todo, no es esta equiparación lo que constituye el aspecto más polémico del libro.33 Idem, p. 13. 34 Eduardo Luis DUHALDE (El Estado Terrorista Argentino. Quince años después, una mirada crítica Eudeba, Buenos Aires, 1999), incluye “entre los antecedentes históricos de las desapariciones forzadas” las prácticas de la Alemania nazi, dedicando un largo apartado a la equiparación de aquellas con los decretos “Noche y Niebla” de diciembre de 1941 (p. 52/54). Consignemos, sólo a título ilustrativo, que esta idea no estaba en absoluto planteada en la versión publicada en los años ’80.35 Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Colihue, Buenos Aires, 1998. 36 Significativamente los planteos y reflexiones contenidos en su libro Frente al límite (Siglo XXI, Buenos Aires, 1993).

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recorta un modelo de interpretación donde el genocidio es explicado a través de

su relación con la modernidad, la burocracia y la técnica37. Como sostiene

Zygmunt Bauman,

“El asesinato en masa contemporáneo se distingue por la práctica ausencia

de toda espontaneidad, por un lado, y por la importancia de la planificación

racional y los cálculos cuidadosos por otro. Se caracteriza por la casi

completa eliminación de la contingencia y de la casualidad y por su

independencia de las emociones y de los motivos personales. Se distingue

por su función fingida o marginal, disfrazada o decorativa, de movilización

ideológica. Pero, ante todo, destaca por su intención (...) el genocidio

moderno es un genocidio con un objetivo. Librarse del adversario ya no es

un fin en sí mismo. Es el medio para conseguir el fin (...) el fin es una

grandiosa visión de una sociedad mejor y radicalmente diferente. El

genocidio moderno es un elemento de ingeniería social, pensado para

producir un orden social que se ajuste al modelo de la sociedad perfecta”38

Es esta rutinización de los procedimientos genocidas la que instala una distancia

que separa a los perpetradores de las víctimas, permitiendo no sólo el exterminio

en gran escala, sino también –y en la lógica de los campos de concentración- la

despersonalización de los crímenes39. En la perspectiva de Calveiro, serán la

fragmentación de las tareas represivas y la apariencia burocrática de los

procedimientos genocidas los mecanismos que “naturalicen” las atrocidades,

permitiendo diluir las responsabilidades directas en la perpetración del genocidio y

37 Incluimos aquí los trabajos de Raúl HILBERG (The destruction of the european jews, Holmes and Meier, New York, 1985) y Zygmunt BAUMAN (Modernidad y Holocausto, Sequitur, Toledo, 1998, 1º ed. en inglés 1989), así como los más conocidos planteos de Hannah ARENDT a propósito de la “banalidad del mal” (Eichmann en Jerusalem. Reporte sobre la banalidad del mal, Lumen, Barcelona, 1967).38 Zygmunt BAUMAN, Modernidad y Holocausto, op. cit., pp. 118/119.39 Este tipo de perspectiva dominante en el análisis del Holocausto ha sido complejizada por los estudios sobre los perpetradores, donde señalamos en particular los aportes de Christopher BROWNING (Ordinary men. Reserve Police Battalion 101 and the final solution in Poland, HarperPerennial, New York, 1998. Hay traducción castellana: Aquellos hombres grises: el Batallón 101 y la solución final en Polonia, Edhasa, Barcelona, 2001), quien analiza otra dimensión del Holocausto: aquella en donde la ejecución de las masacres involucra centralmente el vínculo cara a cara entre el perpetrador y sus víctimas.

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proveyendo el principal punto de contacto con las demás experiencias

concentracionarias: “No creo que ello se deba a que “copiaron” o se “inspiraron”

en los campos de concentración nazis o stalinistas, sino más bien en la similitud

de los poderes totalizantes y, por lo mismo, en la semejanza que existe en sus

formas de castigo, represión y normalización”40.

La perspectiva de Vezzetti es, en este punto, más sofisticada. En su intento por

analizar el “papel de la maquinaria y la burocracia estatal” en una dimensión

comparada entre el caso argentino y el nazismo, sostiene que la lógica de acción

burocrática no alcanza a explicar el plan de exterminio: “Si es cierto que el sistema

de campos de concentración argentinos incorporó muchos de los rasgos propios

de una maquinaria impersonal, hay que recordar que la decisión sobre la

metodología de exterminio fue tomada en los niveles superiores de las Fuerzas

Armadas (...) En ese sentido, no hay mucho lugar para la figura de la banalidad en

la interpretación de esa decisión que se prolongaba en una acción acumulativa a

cargo de ejecutores y perpetradores que en todo caso podían estar motivados por

razones banales. En principio hay que admitir que hubo un sistema de creencias

que fue eficaz en la construcción ideológica de un enemigo irrecuperable, un ser

humano sin derecho a la vida y contra el cual todo estaba permitido”41.

Finalmente, hay un registro que vincula a ambas experiencias y que no es eludido

por ninguno de estos análisis: el de la corresponsabilidad social o, más

específicamente, el que remite al apoyo o los niveles de consenso de la población

hacia dichos regímenes. Digamos que en el caso de la Alemania nazi, las

provocativas afirmaciones de Daniel Goldhagen respecto de los “alemanes

corrientes”42 volvieron a poner sobre el tapete la discusión respecto del rol de la

sociedad alemana durante el nazismo y, en ese registro, en torno al problema de

40 P. CALVEIRO, Poder y desaparición, op. cit., pp. 39/40. Ver asimismo pp. 11/12 donde la autora analiza la burocratización del exterminio y la lógica del cumplimiento de órdenes. 41 Pp. 154/155. Respecto de los contenidos de este “sistema de creencias” que reemplazaría al rol jugado por el antisemitismo y la adhesión al Fürher en la Alemania nazi, ver p. 91/92. Es interesante consignar que Vezzetti inscribe esta reflexión en el marco de la polémica entre funcionalistas e intencionalistas, y que más allá de la abundante cantidad de bibliografía publicada en diversos idiomas sobre las aristas de este debate, su principal referencia es la introducción de Federico FINCHELSTEIN a su compilación sobre el debate Goldhagen (Los alemanes, el holocausto y la culpa colectiva, Eudeba, Buenos Aires, 1999). 42 Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes frente al Holocausto, Taurus, Madrid, 1997.

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la culpa colectiva –inicialmente planteada Karl Jaspers luego de la segunda

guerra, la discusión asumió una particular centralidad durante la llamada “querella

de los historiadores” de los años ’80-, reactualizando las preguntas no sólo en

torno a los perpetradores43 sino también sobre el consenso social en el período. La

superación de aquellos análisis que colocaban la explicación del nazismo en el

plano de la “patología colectiva”44, por perspectivas que señalan la receptividad de

la sociedad alemana a la ideología y las prácticas del nazismo en el período previo

a 193345 así como aquellas que bucean en el estudio de los contenidos y

características del consenso social (donde se recorta el antisemitismo como

núcleo duro de la ideología nazi) luego de su ascenso al poder46, han permitido

una mejor comprensión del problema.

En el caso particular de la Argentina, la idea de una sociedad “víctima” e inocente

frente a los excesos de los bandos en pugna que se impuso en los inicios de la

transición democrática vinculada a la teoría de los dos demonios, fue

paulatinamente desplazada por una reflexión –que no ha alcanzado a desplegarse

por completo- en torno a la responsabilidad colectiva, política y moral frente a la

dictadura. Frente a la pregunta ”¿cómo fue posible?”, y siguiendo una idea matriz

43 En la extensa polémica entre intencionalistas y funcionalistas, el primer grupo se vio reforzado con los argumentos planteados hacia fines de los ’90 por Goldhagen, quien centraba su exitoso libro en el papel del antisemitismo eliminacionista de los nazis y la participación activa de los “alemanes corrientes” en la perpetración del Holocausto (los “verdugos voluntarios”). Para una perspectiva que otorga otro tipo de explicación a las motivaciones en la perpetración del genocidio, ver el significativo trabajo de Christopher BROWNING citado ut supra, escrito un tiempo antes que el de Goldhagen, y algunos contenidos de la polémica entre ambos en “Ordinary germans or ordinary men? A reply to the critics”, en Michael BEREMBAUM y Abraham PECK (eds.), The Holocaust and History. The Known, the Unknown, the Disputed and the Reexamined, Indiana University Press/United States Holocaust Memorial Museum, 1998. 44 En la que no dudamos en incluir la perspectiva de Goldhagen. Sobre las interpretaciones del fascismo puede verse el clásico texto de Renzo DE FELICE, El fascismo. Sus interpretaciones, Paidós, Buenos Aires, 1976.45 Ver el sugerente artículo de Ferran GALLEGO, “Del Stammtisch a la Volksgemeinschaft. Sobre el lugar del nazismo en la Alemana de Weimar”, en Revista Historia Social, Nº 34, Valencia, 1999, y todo el Dossier sobre “Nazismo y represión” contenido en dicha publicación. También el recientemente reeditado libro de Ian KERSHAW, El mito de Hitler. Imagen y realidad en el Tercer Reich, Paidós, Buenos Aires, 2004.46 Ver Robert GELLATELY, Backing Hitler. Consent & Coercion in Nazi Germany, Oxford University Press, Oxford, 2001 (hay traducción castellana: No solo Hitler. Coerción y consenso en la Alemania nazi, Crítica, Barcelona, 2002); Eric JOHNSON, El terror nazi. La Gestapo, los judíos y el pueblo alemán, Paidós, Buenos Aires, 2002; Ian KERSHAW, El mito de Hitler. Imagen y realidad en el Tercer Reich, op. cit. También el artículo de Chris LORENZ citado ut supra sobre los debates en Alemania a partir de los años ’80 y los nuevos rumbos de la investigación sobre el nazismo.

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presente en muchos de los análisis sobre el Holocausto47, estos autores procuran

evitar una mirada que coloque a la dictadura en términos de un extrañamiento con

la sociedad de la cual es producto48. En tal sentido, Pilar Calveiro ha sostenido que

“no hay campos de concentración en todas las sociedades”49 e insistido en que

“nadie podía aducir desconocimiento”50. Tal como sucede en el caso del nazismo,

se postula que el análisis de la dictadura argentina debe contemplar esa compleja

ecuación constituida por el terror y los apoyos sociales y esto sin omitir que las

responsabilidades y grados de colaboración fueron variados y que, a pesar de la

omnipresencia del terror estatal y el autoritarismo, existieron diversas formas de

resistencia.

Consideraciones finales: sobre las posibilidades y límites de la comparación:

Además de consignar la centralidad que posee la comparación con el Holocausto

como clave explicativa en los abordajes aquí analizados, vamos a sostener que en

todos ellos el énfasis está colocado en el contrapunto entre las configuraciones de

la memoria (social, colectiva) de estos acontecimientos traumáticos y no en la

comparación entre ambos procesos históricos. Si el Holocausto funciona como un

espejo desde el cual mirar a la dictaduras recientes en América Latina, la

búsqueda de analogías ha remitido más a la relación entre “historias pasadas y

memorias presentes”51 o al nexo entre el presente y el futuro –esto es, cómo se

incorporan esas memorias de eventos traumáticos en la construcción de un orden

más justo y democrático luego de la salida de regímenes autoritarios-, que al

análisis del pasado en sí52.

47 Ver al respecto los libros ya citados de Zygmunt Bauman y Tzvetan Todorov o el más polémico trabajo de Daniel Goldhagen.48 H. VEZZETTI, Pasado y presente, op. cit., pp. 40 y subsig.49 P. CALVEIRO, op. cit., p. 28 50 Idem, p. 149 y todo el apartado “Campos de concentración y sociedad”, pp. 147 y subsig. En una dirección similar, Manuel GARRETÓN plantea que en el caso chileno “... la sociedad siempre tuvo mucha información respecto de lo que estaba ocurriendo”. En “Saldar las cuentas con el pasado”, op. cit., p. 28. Por su parte, el análisis de R. GELLATELY (op. cit.) apunta al conocimiento que la sociedad alemana tenía de la existencia de campos de concentración, ver especialmente el capítulo 9: “Los campos de concentración en los espacios públicos”.51 Elizabeth JELIN, Los trabajos de la memoria, op. cit., p. 74. 52 Idem, p. 74. Sin embargo, no está de más insistir en que la memoria también es histórica y que, señaladamente en las últimas dos décadas, se ha convertido en un problema para los historiadores. Véase por ejemplo Josefina CUESTA BUSTILLO, “Memoria e Historia. Un estado de

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El uso de estrategias comparativas no se limita a las perspectivas centradas en el

estudio de la “memoria social” o la “historia de la memoria” del Holocausto y las

dictaduras latinoamericanas. El concepto genocidio -donde dicho acontecimiento

ostenta un carácter paradigmático53- ha provisto el referente analítico quizás más

utilizado para cotejar experiencias caracterizadas por el exterminio masivo y el

terror estatal, desbordando los límites de la comparación que analizábamos para

incluir el genocidio armenio o camboyano, el gulag stalinista o los casos de

“limpieza étnica” en Ruanda o Yugoslavia. Pero si este continente categorial

incluye centralmente la comparación entre estos procesos históricos –o más

específicamente, entre los mecanismos y prácticas genocidas-, en tanto el

concepto aparece asociado fundamentalmente al exterminio de grupos nacionales,

religiosos o étnicos, el carácter esencialmente “político” de las masacres

latinoamericanas parecería alejarlas de tal caracterización54.

Desde una perspectiva más general, recurrir a referentes analíticos o

conceptuales como los mencionados permite poner en tensión o cuestionar las

pretensiones de “unicidad” presentes en particular en muchos análisis sobre el

Holocausto55, enfoques que prácticamente están ausentes en los estudios sobre

las dictaduras latinoamericanas. Si desde un punto de vista estrictamente

metodológico, podríamos convenir en que todos los acontecimientos históricos

tienen un carácter particular (¿único?), no dudamos que su incorporación en

la cuestión”, en J. CUESTA BUSTILLO (ed.), Memoria e historia, Ayer, Nº 32, Madrid, 1998; Dominck LaCAPRA, History and Memory after Auschwitz, Cornell University Press, Ithaca and London, 1998; Henry ROUSSO, The Haunting Past. History, Memory and Justice in Contemporary France, University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 1998 y The Vichy Syndrome, op. cit.53 Al respecto véase Daniel FEIERSTEIN, Seis estudios sobre el genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad, exclusión y exterminio, Eudeba, Buenos Aires, 2000. 54 Se ha sostenido que, si bien la delimitación de los alcances del concepto respondió a la particular situación de la segunda posguerra (es conocida en este sentido la definición clásica de las Naciones Unidas según la cual genocidio implica la eliminación de “un grupo nacional, étnico, racial o religioso”), su uso ha ido extendiéndose progresivamente hasta incluir el exterminio de grupos políticos. Sin ahondar demasiado en los debates que el concepto y su uso ha generado, cabe consignar que existe una línea de indagación que se propone incorporar a las dictaduras latinoamericanas en ese marco analítico y, asimismo, que toda la argumentación jurídica sobre la que descansan las acusaciones hacia los represores se centra en la definición de los crímenes perpetrados como genocidas.55 Para los sostenedores de la tesis de la “uniqueness”, el genocidio judío ostentaría una magnitud y unas características que lo harían incomparable a cualquier otra masacre en el curso de la historia cuestionando a aquellos que, considerándolo como un acontecimiento de carácter universal, no hacen sino privarlo de sus particularidades.

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marcos de análisis más amplios –esto es, el estudio de dichos procesos y su

evolución en su contexto histórico-concreto pero sin perder de vista una visión

más general-, permite acrecentar las posibilidades de comprensión. Y junto con el

estimulante ejercicio de pensar comparativamente (y encontrar no sólo las

analogías, sino también las diferencias), los estudios sobre procesos europeos

como el Holocausto o el nazismo ofrecen la posibilidad de servirnos de

perspectivas teóricas y analíticas construidas para interpretar acontecimientos

históricos de ninguna manera idénticos a los que analizamos, pero desde las

cuales poder pensar en algunas claves explicativas.

Hasta ahora esta posibilidad se ha restringido a los estudios sobre la memoria o a

la reflexión ensayística en torno al significado político y ético del genocidio. Los

estudios sobre las dictaduras latinoamericanas y argentina en particular siguen

exhibiendo serios déficits en la investigación empírica y la construcción de

conocimiento histórico debe acompasarse con aquella vertiente de análisis,

profundizando en el estudio de la dinámica política y social del período. En el caso

de la dictadura argentina, los principales nudos de la indagación han estado

centrados en tratar de desentrañar la naturaleza y características del régimen

militar analizando las estrategias económicas, las relaciones entre partidos

políticos y dictadura, el comportamiento de los trabajadores y sus organizaciones

o, más recientemente, el rol de los empresarios y tecnócratas militares, así como

dar cuenta de las experiencias y memorias de las víctimas del terror estatal. Sin

embargo, aún es incipiente la exploración en torno a los mecanismos de consenso

y represión, las formas de resistencia y la aceptación social de la dictadura y sus

contenidos ideológicos, así como el problema de los perpetradores y los testigos,

aspectos sobre los que las investigaciones sobre el Holocausto y el nazismo

pueden brindar interesantes perspectivas de análisis.

Así como el estudio sobre el genocidio nazi se ha convertido ya en una de las vías

de entrada para la reflexión sobre períodos y problemas aún controversiales,

abriendo la posibilidad en Argentina (así como en otros países del Cono Sur) de

reflexionar sobre la historia y la memoria del pasado reciente, es posible que la vía

de la comparación tanto como los referentes teóricos y analíticos provistos por los

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estudiosos de aquellos problemas permitan echar luz, evitando identificaciones

simplistas, sobre cuestiones que ostentan una indiscutible centralidad.

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