dígalo con números. la industria de la opinión pública en chile

13
69 Capítulo 3 Dígalo con números: la industria de la opinión pública en Chile Rodrigo Cordero Introducción El desarrollo de las encuestas de opinión pública y las transformaciones po- líticas son dos fenómenos íntimamente relacionados. Aun cuando los inicios de la moderna industria de la opinión pública están más vinculados a estudios de mercado en las décadas de 1920 y 1930, no es sino con la introducción de las muestras representativas para la predicción electoral en 1934 en Estados Unidos que las encuestas de opinión pública comienzan su larga y contra- dictoria relación con la política moderna (Converse, 1987; Herbst, 1995). En efecto, estos sondeos han devenido nuevas “tecnologías de gobierno” que redefinen territorios y formas de acción e intervención política, pero que, al mismo tiempo, contribuyen a transformar los significados, la racionalidad y las dinámicas propias del gobernar. En gran parte de América Latina las encuestas de opinión pública tienen un lugar protagónico en el repertorio de metodologías de observación so- cial. Gobiernos, empresas, medios de comunicación, académicos y políticos demandan y usan con creciente frecuencia encuestas para obtener un cono- cimiento “riguroso” y “objetivo” sobre actitudes, opiniones y prácticas de la población. Aunque este protagonismo es parte de una historia reciente y con un discontinuo desarrollo (Capítulo 1), es posible asegurar que la medición de las opiniones colectivas ha dado vida en la región a una cada vez más com- pleja y diversificada industria de producción y difusión de “conocimientos”, articulada principalmente desde el mercado. dígalo con números

Upload: racorderov

Post on 14-Feb-2015

44 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

TRANSCRIPT

Page 1: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

68 69

Capítulo 3

Dígalo con números:la industria de la opiniónpública en Chile

Rodrigo Cordero

IntroducciónEl desarrollo de las encuestas de opinión pública y las transformaciones po-

líticas son dos fenómenos íntimamente relacionados. Aun cuando los inicios de la moderna industria de la opinión pública están más vinculados a estudios de mercado en las décadas de 1920 y 1930, no es sino con la introducción de las muestras representativas para la predicción electoral en 1934 en Estados Unidos que las encuestas de opinión pública comienzan su larga y contra-dictoria relación con la política moderna (Converse, 1987; Herbst, 1995). En efecto, estos sondeos han devenido nuevas “tecnologías de gobierno” que redefinen territorios y formas de acción e intervención política, pero que, al mismo tiempo, contribuyen a transformar los significados, la racionalidad y las dinámicas propias del gobernar.

En gran parte de América Latina las encuestas de opinión pública tienen un lugar protagónico en el repertorio de metodologías de observación so-cial. Gobiernos, empresas, medios de comunicación, académicos y políticos demandan y usan con creciente frecuencia encuestas para obtener un cono-cimiento “riguroso” y “objetivo” sobre actitudes, opiniones y prácticas de la población. Aunque este protagonismo es parte de una historia reciente y con un discontinuo desarrollo (Capítulo 1), es posible asegurar que la medición de las opiniones colectivas ha dado vida en la región a una cada vez más com-pleja y diversificada industria de producción y difusión de “conocimientos”, articulada principalmente desde el mercado.

Mora y Araujo, M., 1991, Ensayo y error, Buenos Aires: Planeta.

Mora y Araujo, M., 2006, El poder de la conversación. Elementos para una teoría de la opinión pública, Buenos Aires: La Crujía

Noelle-Neumann, E., 1995, La espiral del silencio, Buenos Aires: Paidós.

Sabato, L., 1981, The Rise of Political Consultants, Nueva York: Basic Books.

Sarlo, B., 2007, “La opinión pública y las encuestas”, Debate, 12 de abril.

Toffler, A., 1971, Future Shock, Nueva York: Bantam.

Toffler, A., 1990, El cambio del poder, Barcelona: Plaza y Janés.

Zimmernann, E., 1995, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina, 1890-1916, Buenos Aires: Sudamericana / Universidad de San Andrés.

manuel mora y araujo dígalo con números

Page 2: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

70 71

No obstante la creciente importancia y el valor simbólico de las encuestas en las democracias latinoamericanas, escaso ha sido el interés por comprender su desarrollo histórico, las condiciones de posibilidad y las prácticas de pro-ducción de conocimiento.1 Ello ha limitado las posibilidades de comprender críticamente el impacto de la elaboración, uso y difusión de las encuestas en la vida pública y política del continente. En Chile, pese a que algunos trabajos han discutido el desarrollo y utilización de las encuestas en el país (Sunkel, 1989, 1990; Brunner y Sunkel, 1993; Catalán y Manzi, 1998; Hu-neeus, 1999; López y Martínez, 1999; Paley, 2001), existe un tratamiento muchas veces parcial e indirecto del proceso de construcción social detrás de la industria de la opinión pública y su relación con las transformaciones sociopolíticas.

El presente capítulo busca contribuir a este debate. El punto de partida es que el poder, la legitimidad y las implicancias del conocimiento generado por las encuestas –a través de la numerificación de la vida colectiva (Porter, 1995)– son un problema que sobrepasa su lógica científica interna para situar-se del lado de los procesos sociales e históricos que construyen su autoridad y estructuran una nueva esfera institucional o “campo social”: la industria de la opinión pública. La discusión se organiza en tres secciones. La primera describe conceptualmente la naturaleza de la industria de la opinión pública como esfera diferenciada de producción de conocimiento. La segunda delinea las principales etapas de desarrollo de las encuestas en Chile, desde inicios del siglo XX, y su correspondencia con procesos de cambio sociopolítico. La tercera discute la evolución de las principales prácticas de producción de co-nocimiento que estructuran la industria de la opinión pública en Chile. Sobre esa base, la cuarta sección analiza la reflexividad del conocimiento creado por las encuestas y su creciente influencia en la forma en que entendemos, obser-vamos y organizamos la vida social.

La opinión pública como campo e industria de producción de conocimiento

Tras más de medio siglo de desarrollo sistemático, la opinión pública se ha transformado en una industria crecientemente diferenciada de producción de conocimiento sobre la vida social. En tanto campo de investigación y te-rritorio de intervención política, su expansión se relaciona, entre otros facto-

1 Mientras en Estados Unidos y Europa occidental la literatura sobre la industria de las encuestas es abun-dante (ver, por ejemplo, Box y Thomas, 1944; Converse, 1987; Worcester, 1987; Sudman y Bradbun, 1987; Herbst, 1995; Miller, 1995; Jacobs y Shapiro, 1995; Murray y Howard, 2002; Geer, 2004; Igo, 2006), en Latinoamérica son excepciones (Aguiar, 2000; Cordero y Tapia, 2008; Huneeus, 1999).

res, con las significativas transformaciones experimentadas por los regímenes de producción de conocimiento en las sociedades contemporáneas. Dichos cambios guardan relación con las nuevas economías de la información que comienzan a tomar forma a partir de 1960 (Gibbons et al., 1994).

Entre las principales características de este nuevo tipo de conocimiento, dentro del cual la industria de la opinión pública ha adquirido forma y le-gitimidad, se encuentran: a) la diversificación y expansión institucional de los productores de conocimiento (ya no solamente universidades), de los distribuidores y de las audiencias; b) la creciente transdiciplinariedad de los productores de conocimiento, que favorece fronteras permeables y mayor in-teracción entre campos disciplinarios; c) un conocimiento más cercano a apli-caciones y resolución de problemas concretos, lo que deriva en una creciente comercialización del conocimiento; y d) su validez no está determinada por una comunidad científica cerrada, sino por comunidades mucho más amplias vinculadas e interesadas en los productos generales.

Como cualquier proceso de diferenciación de un campo social, el de la investigación en opinión pública ha creado en su desarrollo principios o cri-terios autónomos de funcionamiento, los que resultan irreductibles a otros campos sociales, es decir, constituyen sus leyes fundamentales de operación (Bourdieu, 1998). Estas leyes dicen relación, en primer lugar, con el estableci-miento (e importación) de códigos y prácticas de trabajo profesional fundadas en métodos científicos de recolección de datos y tecnologías de procesamiento de información que la propia industria de la opinión pública contribuye a re-producir y a modificar. Complementariamente, este campo de conocimiento genera nuevos lenguajes, narrativas y metáforas para designar, delinear y ex-plicar lo social, las que penetran crecientemente en la esfera pública y política a través de la estructuración de un circuito de circulación de conocimientos sobre el “público”. Asimismo, de relevancia resulta la constitución de una red de instituciones orientadas de manera especializada y sistemática a producir conocimiento cuantificable sobre los sentimientos colectivos y una elite espe-cialista (pollsters) con legitimidad y poder simbólico que la autoriza a ser la voz de los resultados de las encuestas y, por tanto, la autorizada para hablar del público y lo público. Finalmente, otro factor que le da fisonomía a la industria es la generación de una creciente demanda por conocimiento especializado sobre opinión pública y un mercado de competencia por recursos, reconoci-miento y prestigio, en el que la información producida por las encuestas (y otros dispositivos complementarios) es el principal commodity.

Sin embargo, estos elementos –que favorecen la creación de una determina-da cultura epistémica (Knorr-Cetina, 1991)– por sí solos no permiten explicar

rodrigo cordero dígalo con números

Page 3: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

72 73

la expansión de los estudios de opinión pública. En efecto, han sido las trans-formaciones experimentadas en las esferas del mercado y la política las que mayor incidencia han tenido en la expansión y consolidación de los estudios de opinión pública a nivel mundial. Es precisamente en esta línea, y teniendo como horizonte empírico y conceptual la progresiva institucionalización de la industria de la opinión pública en Latinoamérica, que a continuación el capítulo se concentra en las principales líneas de evolución histórica de esta industria en Chile.

Notas sobre la historia de los estudios de opinión en Chile La reconstrucción de la historia de la industria de la opinión pública en

Chile constituye una forma de abordar el estudio de las transformaciones po-líticas en las últimas décadas. En efecto, desde el temprano éxito de las encues-tas en la predicción electoral y la tecnificación de la política, no es exagerado sostener que el desarrollo de los estudios de opinión ha ido de la mano de algunas de las transformaciones políticas más significativas en el país durante el siglo XX. A continuación, se esbozan las principales etapas de evolución de la industria de la opinión pública, de las cuales he realizado una exposición más detallada en otro trabajo (Cordero y Tapia, 2009). 1910-1950: la precaria génesis de los estudios con cuestionarios

Regularmente, 1957 es la fecha reconocida como el inicio de los primeros estudios sistemáticos de opinión pública en Chile bajo la iniciativa del soció-logo Eduardo Hamuy. Sin embargo, no hay historia sin atender a las condi-ciones creadas por la “prehistoria”. Efectivamente, es a comienzos del siglo XX cuando tienen lugar los primeros estudios orientados a explorar y sistematizar opiniones, actitudes y modos de vida ciudadanos. Es posible mencionar al menos tres fuentes que constituyeron una suerte de preludio para el desarrollo de la moderna industria de la opinión pública en Chile: a) las primeras formas de encuesta social (social survey); b) los sondeos informales y no estructurados (straw polls) realizados por la prensa escrita, y c) los estudios de sociología religiosa.

Las primeras formas de encuesta social tienen lugar en la década del 20 con la naciente estructura de un sistema de seguridad social y la creciente racio-nalización de la acción estatal en políticas públicas planificadas. La necesidad de desarrollar sistemas de cuantificación de la vida social se constituye en imperativo para orientar la acción estatal. Es la moderna “voluntad de saber” anclada en el Estado (Foucault, 1991; Rueschemeyer y Skocpol, 1996) que se

plasma en una nueva “racionalidad de gobierno” basada en el despliegue de tecnologías de control y gestión de información, prácticas y conductas de la población en general y de individuos en particular.

A partir de 1930 destacan al menos dos fuentes en el uso y desarrollo de encuestas. Por un lado, los estudios sobre población obrera y campesina reali-zados por las primeras trabajadoras sociales formadas en la Escuela de Servicio Social Elvira Matte Cruchaga.2 Por otro, los estudios de condiciones de salu-bridad elaborados, principalmente, por médicos vinculados a la Universidad de Chile y al Servicio Nacional de Salud, con el propósito de apoyar el diseño de políticas de salud con evidencia empírica.3

Los estudios de la Escuela Elvira Matte corresponden a investigaciones rea-lizadas por sus estudiantes (especialmente entre 1940 y 1950). El foco era la población obrera y campesina, en tanto el propósito era indagar –a través de cuestionarios semiestructurados– sus condiciones de vida, salubridad, trabajo, vivienda, educación y relaciones familiares. Estos estudios fueron verdaderos catastros sobre la población obrera, aportando evidencia desconocida hasta ese momento y, en la práctica, constituyeron un insumo para la toma de decisio-nes, debido al papel que las visitadoras cumplían como mediadoras entre las familias y los organismos públicos de protección social de la época (Valdés, Caro y Peña, 2001). Por su parte, las encuestas de salubridad tuvieron su prin-cipal impulso entre 1937 y 1938 con el ministro de Salubridad y Previsión Social de la época, Eduardo Cruz-Coke. A través del Servicio de Bienestar Estudiantil de la Universidad de Chile, Cruz-Coke impulsó las primeras en-cuestas para diagnosticar y proyectar la situación de salud de los trabajadores. Su objetivo era conocer la real situación de salud de la población, en pleno tránsito hacia un discurso político centrado en una nueva manera de entender la salud como derecho de la población y la instalación del concepto de salud pública (Huneeus y Lanas, 2002).

Como segundo antecedente en la prehistoria de las encuestas en Chile des-tacan los primeros intentos de la prensa de principios del siglo XX por incor-porar en sus publicaciones reportajes basados en sondeos de opinión. Son los casos de las revistas Zig-Zag en 1917 y 1918, La Mujer Nueva en 1936 y Vea en 1939, las que, como parte de su esfuerzo por influir en la agenda política

2 Esta escuela de servicio social es el antecedente de la profesionalización de esa actividad a través de la posterior formación de la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Valdés, Caro y Peña, 2001).

3 Es posible que durante las primeras décadas del siglo XX algunos ministerios del área económica y social hayan desarrollado estudios a través de encuestas. Dicha información todavía no ha podido ser acreditada por documentos confiables. Es por ello que en esta sección del capítulo la discusión se centra en los estudios de la Escuela de Servicio Social Elvira Matte y los estudios de salubridad.

rodrigo cordero dígalo con números

Page 4: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

74 75

y social, llevaban a cabo “encuestas informales”, cuyo valor residía en su uso retórico y la incorporación del público en la construcción de las noticias y no en su precisión metodológica.4

En el caso de Zig-Zag, las primeras encuestas estuvieron vinculadas al cono-cimiento de la realidad de la atención en salud en Santiago, y su publicación, en febrero de 1917, incluyó sondeos a funcionarios y pacientes de al menos cinco hospitales y establecimientos de beneficencia, junto con la recopilación de datos desde los propios recintos. Sin embargo, fue una encuesta para co-nocer al mejor poeta chileno la iniciativa más llamativa. Entre diciembre de 1917 y febrero de 1918 la revista, mediante los resultados arrojados por una encuesta realizada mediante correo, publicó en tablas las preferencias de más de cuatro mil lectores, con el propósito de “dar a conocer el juicio popular so-bre nuestros poetas […] y lograr interesar a la gran masa del público en la poe-sía y arte nacional”.5 Por otra parte, y con un marcado énfasis en la promoción y defensa de los derechos de las mujeres, destaca la idea de la revista La Mujer Nueva, que en junio de 1936 hizo un llamado a sus lectoras –principalmente mujeres obreras– a contestar por correo un cuestionario con treinta pregun-tas para conocer su situación social y calidad de vida. Parte de las respuestas fueron publicadas en ediciones de julio y agosto de 1936, aunque con esca-sa información confiable sobre el total de mujeres que respondieron. Por su parte, un tercer caso en el uso de encuestas es la revista de actualidad política Vea entre 1930 y 1940. Ejemplos de ello son los reportajes sobre “el domingo ideal para un obrero chileno”, los políticos con más futuro y las implicancias del proyecto de ley que otorgaba a la mujer chilena todos los derechos políti-cos. El perfil característico de Vea fue la realización de “encuestas” centradas en las opiniones principalmente de representantes de la elite política. De este modo, sin duda estos sondeos eran un intento de utilizar la encuesta para la construcción de noticias, pero sobre la base de una conceptualización restrin-gida de la opinión pública, que usaba mayoritariamente muestras acotadas a representantes de la elite política y social.

Un último antecedente relevante corresponde a los estudios realizados por la Iglesia Católica e instituciones afines para obtener información sobre las

4 Este tipo de sondeos tiene alguna similitud con las straw polls descritas por Susan Herbst (1995) para el caso de Estados Unidos durante la segunda parte del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Aunque su foco estaba en los procesos eleccionarios, éstas eran encuestas realizadas de modo informal por periodistas de manera presencial (y a veces por correo) a muestras reducidas de personas, seleccionadas sin ningún criterio, las que eran publicadas como un indicador de las preferencias electorales de la población.

5 El desarrollo de esta medición por parte de Zig-Zag no estuvo exento de polémica, producto de los cuestionamientos en la prensa de provincia a la transparencia y validez de los resultados por parte de algunos poetas que iban abajo en el conteo de las respuestas. Ante esta situación, en febrero de 1918 Zig-Zag publicó un reportaje con sus descargos, incluyendo la certificación de las encuestas recibidas por parte de un notario público.

prácticas y opiniones religiosas de la población. Este tipo de encuestas se con-solidó en los años 50 con el establecimiento de la Oficina de Sociología Re-ligiosa (OSORE) –dependiente del Arzobispado de Santiago–, liderada por mujeres provenientes del movimiento Acción Católica. Varias de ellas habían leído a cientistas sociales franceses,6 en quienes se inspiraron para observar a través de encuestas las prácticas y conductas de los fieles católicos. Sobre la base de las inquietudes planteadas por el sacerdote jesuita Alberto Hurtado acerca de si Chile era efectivamente un país católico (Hurtado, 1941), esta oficina buscaba apoyar la labor pastoral de la Iglesia con información empí-rica que permitiera conocer mejor a los fieles y así construir una Iglesia “más realista”. Ello, en parte, implicó que la Iglesia Católica buscara racionalizar y planificar su acción pastoral. El diseño de los cuestionarios y el análisis era realizado con el apoyo de sacerdotes con formación en ciencias sociales,7 sien-do su principal propósito levantar datos a lo largo de las diócesis del país y lograr que los obispos se interesaran y comprometieran su apoyo. En efecto, la información recopilada sirvió para contar con un diagnóstico exhaustivo de la práctica religiosa en Chile, que sorprendió a la Iglesia de la época, pues mostró niveles de observancia religiosa bastante menores a los esperados.8

1950-1973: nacimiento y débil institucionalización A fines de los años 50 se inició una segunda etapa en el desarrollo de las

encuestas en Chile. En 1957, por iniciativa del sociólogo Eduardo Hamuy, se creó en el Departamento de Sociología de la Universidad de Chile un pro-grama pionero de desarrollo de encuestas de opinión pública, que se extendió con más de cuarenta mediciones regulares hasta 1973.9 En esta tarea Hamuy estuvo fuertemente influenciado por la formación que adquirió desde la socio-logía norteamericana en las universidades de Columbia y City of New York, donde conoció el trabajo desarrollado por el padre de la sociología empírica

6 Entre los autores que habían leído se encontraban Durkheim, Leplay y Lebras, siendo este último el que más influencia tuvo, producto de su trabajo en elaboración de mapas de práctica religiosa en Francia (entrevista a Renato Poblete, 6 de noviembre de 2006).

7 En un principio fue el sacerdote belga Roger Vekemans (fundador de la Escuela de Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile) y luego el sacerdote Renato Poblete, quien a mediados de la década del 50 volvía a Chile de cursar estudios en sociología en Estados Unidos. En relación al análisis, el procesamiento de la información era manual. Los datos eran traspasados a una planilla en papel, donde con colores se iban apuntando las respuestas. La información que se producía era confidencial y se remitía directamente a los obispos.

8 Entrevista a Renato Poblete, 6 de noviembre de 2006.

9 Además de las “encuestas Hamuy”, cabe destacar paralelamente la existencia de una empresa consultora ligada a los partidos de derecha, Salas & Reyes, que regularmente colaboró con la presidencia de Jorge Alessandri (1958-1964) desarrollando algunos sondeos de opinión, los que sin embargo no tuvieron mayor cobertura pública ni trascendencia en el tiempo.

rodrigo cordero dígalo con números

Page 5: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

76 77

estadounidense, Paul Lazarsfeld. Además, para la implementación de dicho programa de encuestas recibió la colaboración de destacados sociólogos fran-ceses, como Alain Girard y Alain Touraine.

Estos estudios de opinión fueron pioneros en la incorporación y el desa-rrollo de una “tecnología” de escaso uso, e incluso casi desconocida, en las ciencias sociales en Chile. Junto con levantar información para estudios con orientación académica sobre cultura política, movilidad social y coyuntura política y social (ver, por ejemplo, Hamuy, Salcedo y Sepúlveda, 1958), tem-pranamente las encuestas realizadas por Hamuy alcanzaron interés y uso po-lítico. Por un lado, entraron en el campo de la predicción electoral; en efecto, en la elección presidencial de 1958 se utilizó, por primera vez en Chile, una encuesta para realizar predicciones, actividad que Hamuy realizó también en las presidenciales de 1964 y 1970, y en la elección parlamentaria de marzo de 1973. Por otro lado, Hamuy asesoró regularmente al presidente democrata-cristiano Eduardo Frei Montalva (1964-1970) a través de la entrega de resul-tados de sus encuestas para apoyar la labor gubernamental. En este caso, el uso de las encuestas de Hamuy en el gobierno de Frei Montalva es reflejo de la incorporación cada vez más sistemática de estudios de opinión para explorar las actitudes de la población hacia ciertas reformas de política pública y, junto a ello, la creciente influencia de varios cientistas sociales en calidad de asesores (Fuenzalida, 1983).10

No cabe duda de que el escenario de progresivas transformaciones políticas y acelerado proceso de modernización del país, junto a la institucionalización de la sociología científica y sus repertorios metodológicos y conceptuales entre 1950 y 1970 (Garretón, 2005), crearon condiciones decisivas para que emer-giera el interés por utilizar y desarrollar de modo más sistemático encuestas de opinión pública. Ello en la medida en que éstas adquirieron creciente valor como mecanismo científico para recopilar evidencias empíricas que permitie-ran observar y comprender los cambios sociales que experimentaba la sociedad chilena. A esta situación también contribuyó la necesidad de consignar la cen-tralidad, visibilidad y pluralidad que adquiriría el “público” en la organización de la vida democrática del país, producto de la mayor gravitación que comen-zaban a tener diversos actores sociales antes excluidos del debate público.

10 En el marco de las reformas estructurales que el gobierno de Frei Montalva proyectaba realizar, la pro-moción de las ciencias sociales cumplía un rol importante –a diferencia de los presidentes Carlos Ibáñez o Jorge Alessandri–, así como el uso de herramientas científicas para la comprensión de los cambios sociales. En efecto, un caso emblemático son las encuestas realizadas para conocer las percepciones de la población acerca de la reforma agraria en las zonas urbanas y las opiniones de trabajadores rurales y beneficiados con tierras (CORA, [1963] 1976).

1973-1989: ausencia, control y restablecimiento A partir de 1973, con el inicio de la dictadura militar, las encuestas de

opinión pública comenzaron un prolongado receso que se extendió hasta me-diados de los años 80. Durante este periodo la producción de encuestas fue escasa y, cuando existieron, eran estudios confidenciales para la junta militar o investigaciones de mercado.11 En este último caso, la Dirección Nacional de Comunicación Social (Dinacos) ejercía un permanente rol regulatorio y de control sobre quienes producían encuestas.12 Con el proceso de apertura del régimen militar y el fortalecimiento de la oposición a partir de 1983, disminu-yeron las restricciones al desarrollo de encuestas y comenzaron a realizarse los primeros esfuerzos enfocados en registrar la conducta y cultura política de los chilenos y sus preferencias electorales frente al plebiscito de 1988 (Huneeus, 1999). Se estructuró entonces un nuevo periodo en la industria de las encues-tas de opinión. A partir de 1983, y con mayor periodicidad desde 1984, la em-presa Diagnos –por encargo de algunos medios de comunicación– comenzó a realizar encuestas de opinión, que fueron las primeras mediciones en alcanzar notoriedad pública durante la dictadura. No obstante, fue con los programas de encuestas nacionales más estructuradas y con respaldo científico por parte de instituciones no comerciales que el estudio de la opinión pública empren-dió su despegue en Chile. Actores fundamentales fueron el CERC, que inició sus mediciones de manera piloto entre 1985 y 1987 y de manera regular en 1987; el CEP, que partió en 1987, y la Flacso, que lo hizo en 1986-1987.13

Entre 1987 y 1988 se produjo una verdadera batalla de encuestas con la publicación de alrededor de sesenta sondeos efectuados por más de veinte instituciones, aunque pocas de éstas sobrevivieron a la década siguiente. En este escenario, la industria tendió a adquirir parte de su estructura en fun-ción de la cercanía o el vínculo directo con determinados sectores políticos: a un lado se encontraban instituciones como CEP, Skopus (representante de Gallup en Chile), Gemines y Adimark, vinculadas a la derecha y al régimen

11 Una excepción a esta situación la constituye la realización de encuestas de opinión pública por parte de la Policía de Investigaciones (policía civil), especialmente previo al plebiscito de 1989, las que fueron dadas a conocer a través de la prensa escrita, específicamente a través del diario La Nación, dependiente del Estado.

12 En concreto, una práctica regular era el envío de los cuestionarios y lista de encuestadores a Dinacos, unidad que los devolvía, en algunas ocasiones, con preguntas censuradas y encuestadores objetados. (Entre-(Entre-vista a Roberto Méndez, director de Adimark, 7 de agosto de 2006).

13 Además de estas instituciones, la alianza circunstancial creada por instituciones ligadas a la oposición para realizar una encuesta dirigida a planificar la campaña para el plebiscito de 1988, constituyó un hito. Esta encuesta fue ejecutada por el Centro de Investigación Social (CIS) y transformó los intereses intelec-tuales directamente en asesoría política mediante el uso de encuestas y grupos focales. Para una discusión detallada sobre el uso de las encuestas durante la campaña de la oposición para el plebiscito de 1988 ver Brunner y Sunkel (1993).

rodrigo cordero dígalo con números

Page 6: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

78 79

autoritario; al otro lado, Sur, CERC, CED, Flacso, Cieplan e ILET, ligadas a la oposición. Con todos estos actores en el campo de juego, las encuestas de opinión pública lograron una relevancia desconocida como instrumento de influencia política, en la medida en que no sólo fueron usadas como herra-mientas académicas para comprender los cambios en la sociedad chilena tras un largo régimen autoritario, sino también porque se transformaron en ele-mentos centrales para la planificación electoral y, por lo tanto, para el marke-ting político desplegado sobre todo por la oposición en el plebiscito de 1988 (Sunkel, 1989). En esa oportunidad, las encuestas de opinión tuvieron, por primera vez, un rol protagónico en el proceso político chileno y una impor-tancia inédita en la vida pública. Aparte del trabajo de Hamuy (CEDOP) en las elecciones de 1958, 1964, 197014 y 1973, no existía en el país experiencia acumulada en el uso de encuestas para predecir elecciones y para planificar y diseñar campañas políticas.

1990 en adelante: expansión y nuevo protagonismo Durante el proceso de democratización, la industria de la opinión pública

experimentó una expansión significativa y las encuestas alcanzaron un prota-gonismo nunca visto antes en la vida pública chilena. A comienzos de los años 90, el mercado encuestador creció e inició un lento proceso de profesionali-zación, producto, principalmente, de la incorporación de nuevas empresas, fundaciones y universidades, además de algunos think tanks. Esta expansión, junto con ampliar los temas de los estudios de opinión a ámbitos más allá de la política,15 incrementó la competencia y presionó por una mejoría en los estándares de calidad y transparencia en la industria.

Por otra parte, la industria experimentó una progresiva internacionaliza-ción, debido al ingreso de compañías extranjeras al mercado nacional (IP-SOS, MORI, Time, GFK), la importación de metodologías de investigación (encuestas telefónicas con sistema CATI, medición de audiencias televisivas a través de sistema people meter, adaptación de criterios Esomar para la clasifi-cación socioeconómica, etcétera) y la colaboración entre equipos de investiga-ción de diversos países para la realización de programas de encuestas interna-

14 En la elección de 1970 el comando presidencial del candidato Jorge Alessandri encargó encuestas con el fin de proyectar los resultados de la votación. Con ello, adicionalmente al trabajo de CEDOP, se sumaron CESOC y Gallup-Chile, que realizaron proyecciones electorales sobre la base de los resultados de encuestas de opinión (Arriagada, 1993).

15 Ejemplos son las encuestas de temas valóricos (CEP), los estudios sobre medios de comunicación (CNTV), y los estudios sobre victimización y delincuencia (Paz Ciudadana-Adimark), entre otros. Dicha apertura temática se produce con el paso del gobierno de transición del presidente Aylwin a otro de carácter modernizador, como el de Eduardo Frei Ruiz-Tagle (Jara y Tapia, 1995).

cionales. Respecto a esto último, durante los 90 Chile comenzó a participar en al menos seis estudios de opinión pública de alcance internacional, entre ellos el Estudio Mundial de Valores, Latinobarómetro (coordinado desde Chile), Iberobarómetro, Internacional Social Survey Program y Comparative Study of Electoral Systems y, recientemente, desde 2006, el LAPOP.

Adicionalmente, la expansión y el nuevo protagonismo de las encuestas de opinión pública han sido facilitados por la difusión y el espacio, muy sig-nificativos, que los medios de comunicación les asignan a sus resultados. De importancia es el tránsito experimentado especialmente por la prensa escrita, a partir de 1999, desde la mera difusión hasta la producción de estudios de opinión. Éste es el caso de los diarios El Mercurio y La Tercera, que, siguiendo la tendencia histórica de los medios de comunicación en Europa y Estados Unidos, han instalado como una práctica regular la producción de encuestas telefónicas cuyos resultados son habitualmente ubicados en las portadas de sus ediciones de fin de semana. De este modo, más que nunca antes las encuestas han devenido un material privilegiado para la construcción de noticias y, por lo tanto, para la articulación de la agenda de debate público.

Otro aspecto que refleja el nuevo protagonismo de las encuestas en la vida pública se refiere a su centralidad en la conducción de los gobiernos a partir de 1990, cuando la premisa “encuestar para gobernar” comenzó a ganar espa-cio. En efecto, los gobiernos de Patricio Aylwin (1990-1994), Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000) y Ricardo Lagos (2000-2006) imitaron el modelo implantado en los años 60 por la Casa Blanca en Estados Unidos (Jacobs y Shapiro, 1995) y contaron con asesores directos que elaboraban, encargaban y analizaban estudios de opinión para hacer seguimiento a la agenda pública y monitorear la figura presidencial, así como evaluar iniciativas y cursos de acción gubernamental.16 En este contexto, no solamente la gestión política cotidiana sino también las principales reformas de política pública empren-didas por estos gobiernos fueron acompañadas por el respaldo de estudios de opinión para comprender las actitudes de la población hacia los potenciales cambios y así proyectar eventuales rediseños, como se hizo en los casos de las reformas a la salud, a la educación, al sistema de transporte de Santiago y, re-cientemente, a la previsión social. En este sentido, las encuestas han derivado en “tecnologías de gobierno”, cuya relevancia se vincula, por cierto, con la creciente tecnificación en la toma de decisiones y racionalización del arte de

16 En el caso del gobierno de Aylwin, el principal responsable fue el sociólogo Eugenio Tironi; en el gobier-no de Frei, el asesor comunicacional Pablo Halpern, y en el gobierno de Lagos, donde quizás el desarrollo de encuestas fue más sistemático, el sociólogo Javier Martínez.

rodrigo cordero dígalo con números

Page 7: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

80 81

permite explicar el incremento de la competencia política y la incertidumbre sobre los resultados de la elección, el desgaste de la Concertación de Partidos por la Democracia como coalición gobernante y el surgimiento de un nuevo liderazgo de derecha representado por Joaquín Lavín, quien, por primera vez desde el retorno a la democracia, constituía una real posibilidad de triunfo para este sector político.

Un segundo indicador relevante para observar la expansión de la industria se refiere al peso relativo de sus distintos actores. Antes del quiebre democráti-co de 1973, la naciente industria se articulaba desde el mundo académico, con una nula presencia de empresas de estudios de mercado y medios de comuni-cación (Tabla 1). Sin embargo, como se señaló anteriormente, esta situación cambió radicalmente a mediados de los 80, durante el régimen militar, cuan-do la producción de estudios de opinión se asentó en instituciones vinculadas a la oposición y en el ingreso de empresas de estudios de mercado. No obs-tante, desde 1999 se observan nuevas tendencias. Una es la mayor presencia de medios de comunicación,18 mientras que otra es la lenta reincorporación de las universidades a la producción de estudios de opinión, un hecho que, aunque significativo, todavía refleja la carencia de programas de encuestas de opinión permanentes en el tiempo y la escasa producción de conocimiento

18 En el caso de El Mercurio las encuestas han sido en su mayoría elaboradas en asociación con una empresa de estudios de mercado (Opina S.A.), en tanto La Tercera desarrolló su propio centro de encuestas y sólo en algunas ocasiones las realizó en alianza con una empresa local (Feedback).

Figura 1Número de encuestas de opinión publicadas en Chile, 1957-2006.

120

1957

1958

1959

1960

1961

1962

1963

1964

1965

1966

1967

1968

1969

1970

1971

1972

1973

1974

1975

1976

1977

1978

1979

1980

1981

1982

1983

1984

1985

1986

1987

1988

1989

1990

1991

1992

1993

1994

1995

1996

1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

1 1 1 1 12 3 33 4 49

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 2

42

18 18

4047

39

31

2325

22

44

32

45 49

6975 81

83

102

83

100

80

60

40

20

0

Fuente: Elaboración propia.

gobernar (Herbst, 1995), y con una creciente numerificación de la vida social y política –a través de rankings, índices y otras medidas– durante el proceso de democratización chileno (Paley, 2001).

Parte de la expansión de las encuestas de opinión pública es posible obser-varla a través de ciertos indicadores empíricos.17 El primero se refiere al volu-men de producción de la industria de encuestas en Chile. Hasta la década del 80 la producción de encuestas de opinión pública fue muy baja y la mayoría correspondía a las realizadas por Eduardo Hamuy. Sin embargo, su produc-ción se multiplicó a partir de la década del 90 y en particular en la década si-guiente, en tanto las encuestas publicadas entre 1999 y 2006 equivalen a más de la mitad del total de las encuestas recopiladas desde el año 1957 (Figura 1). Este incremento en la producción y publicación de encuestas de opinión se relaciona, por cierto, con el crecimiento de instituciones dedicadas a su realización y, especialmente, con la reinauguración del ciclo político-electoral. En concreto, al analizar los años de elecciones presidenciales desde 1989 en adelante, se observa que éstos corresponden a los momentos de mayor publi-cación de encuestas, tendencia que se acentúa en cada periodo eleccionario. Como muestra la Figura 1, entre las elecciones de 1989 y 1993 el número de estudios publicados creció en un leve 11,9 por ciento, mientras que entre la elección de 1993 y 1999 tuvo un incremento significativo de 59,6 por ciento, en tanto que entre la elección de 1999 y 2005 el aumento fue algo inferior, 36 por ciento.

La elección presidencial de 1999 –al igual que el plebiscito de 1988– tuvo un efecto fertilizante en la industria de la opinión pública. En efecto, no sola-mente implicó un aumento sustantivo del número de estudios publicados y de instituciones en escena, sino que además situó a las encuestas en el centro de la competencia política. La peculiaridad de esta elección estuvo en el contexto de una crisis económica (la denominada “crisis asiática”), la que, en parte,

17 Los datos que a continuación se presentan corresponden a la sistematización de 1.003 encuestas de opinión pública disponibles entre 1957 y 2006. En este grupo fueron incluidas sólo aquellas mediciones dadas a conocer de manera pública a través de la prensa, un documento o un informe. A pesar de que es posible diferenciar de manera intuitiva las encuestas de acuerdo a su calidad metodológica –por ejemplo, el tipo de muestra o la rigurosidad del trabajo de campo–, para la sistematización de las encuestas consideradas para este artículo no se realizó una exclusión a priori. En efecto, a pesar de las distintas metodologías y los disímiles niveles de calidad de las encuestas publicadas en Chile, al considerarlas todas juntas el propósito es dar cuenta del volumen de los estudios y, precisamente, diferenciar las encuestas publicadas según calidad. Respecto de la exhaustividad de los estudios considerados, es probable que varios hayan quedado fuera; sin embargo, la búsqueda consideró una amplia diversidad de fuentes, lo que asegura un menor margen de error: bibliotecas universitarias y públicas, centros de documentación de fundaciones, institutos y think tanks, sitios web institucionales, revisión de prensa, archivos internacionales de encuestas (Roper Center University of Connecticut y el ICPSR University of Michigan) y solicitudes formales a las instituciones que han realizado encuestas de opinión en el país.

rodrigo cordero dígalo con números

Page 8: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

82 83

sistemático en el área de opinión pública. En suma, se trata de una industria estructurada principalmente a partir del trabajo de centros de estudios y em-presas de estudios de mercado, con una notable ausencia de las universidades y una progresiva y rápida incorporación de la prensa escrita, sobre todo desde la elección presidencial de 1999.

Sobre las prácticas de producción de conocimientoDe manera paralela a las etapas en las que se desarrolla la industria de la opi-

nión pública en Chile, una segunda dimensión relevante en la estructuración de este campo de producción de conocimiento se refiere precisamente a las características y los cambios de las prácticas y dispositivos técnicos, que son la base de la realización de encuestas de opinión. La relevancia de este aspecto re-side en que el conocimiento generado por las encuestas es indisociable de sus múltiples “aparatos” de producción, comunicación y almacenamiento (Bis-hop y Philips, 2003), tales como sistemas de muestreo, técnicas de recolección de información, dispositivos de almacenamiento (bases de datos), dispositivos de representación textual y gráfica (tablas, gráficos, interpretación de datos) y medios de divulgación de la información (informes, conferencias de prensa, artículos de prensa, artículos académicos, etcétera).

La imagen más difundida de las encuestas está asociada a la realización de entrevistas cara a cara, metodología que históricamente ha sido la más utili-zada por las instituciones encuestadoras en Chile. Hasta 1989, la totalidad de

Tabla 1Evolución del tipo de instituciones que realizan encuestas de opinión en Chile, de acuerdo a la cantidad de encuestas publicadas, 1957-2006 (%).

Tipo de institución* 1957-1973 1974-1988 1989-1998 1999-2006 Total

Universidades 93,9 5,9 4,2 9,7 10,0

Centros de estudios** 6,1 47,1 30,9 37,2 34,6

Instituciones gubernamentales 0,0 4,4 5,7 5,0 5,1

Empresas/consultoras 0,0 41,1 45,6 33,3 37,3

Medios de comunicación 0,0 1,5 13,5 14,7 13,0

Número de instituciones 33 68 401 597 1.099***

* Se excluyen de esta tabla las encuestas cuya institución principal ha sido clasificada en “otras” y aquellas de cuyas institucio-nes no existía una referencia confiable. ** Incluye think tanks. *** La base de cálculo son 920 encuestas, y se contabiliza cada institución que participa del estudio.Fuente: Elaboración propia.

las encuestas publicadas se realizaba bajo esta modalidad, situación que pre-dominó hasta fines de los 90. Recién en 1999 perdieron esa supremacía con la irrupción de las encuestas telefónicas, que ganaron gran espacio y legitimidad en la industria, reflejados en que el 65,3 por ciento de las encuestas publicadas entre 1999-2006 corresponde a mediciones de este tipo (Tabla 2). Este incre-mento responde, en gran medida, al trabajo de instituciones como Fundación Futuro, empresas de estudios de mercado y prensa escrita (El Mercurio y La Tercera), pero también a la mayor cobertura telefónica en el país, el menor costo de producción de encuestas y la presión por producir, en plazos más breves, estudios que describieran contingencia política y social. En efecto, en el período 1957-1973 la duración promedio de los trabajos de campo era de 41 días, cantidad que disminuyó a 13 días en la década del 80 y bajó a menos de 10 en el período 1999-2006.

Otro aspecto sustantivo son las prácticas asociadas a los diseños muestrales. Tal como sugiere la Tabla 2, son las muestras semiprobabilísticas y por cuotas las que más crecimiento han experimentado. Si entre 1957 y 1973 la propor-ción de encuestas probabilísticas rondaba el 100 por ciento y su cobertura se limitaba a la Región Metropolitana –aun cuando ocasionalmente cubrían otras ciudades importantes, como Valparaíso y Concepción–, fue sólo a fines de los 80 que irrumpieron las encuestas nacionales, de la mano del CEP y el CERC, aunque más de la mitad de los sondeos se concentraba en Santiago. En esos años las encuestas semiprobabilísticas adquirieron tal importancia, que a fines del período 1999-2006 representaron más de la mitad de los estudios publicados. Ahora, en cuanto al tamaño de las muestras, entre 1957 y 1973 éstas promediaban los 800 casos. En la etapa siguiente, y hasta 1988, llegaban a más de 3.000, particularmente durante el plebiscito de 1988, pues con ese número se buscaba la máxima confiabilidad y precisión posibles y, al mismo tiempo, entregar una señal de “confianza” a los sectores políticos durante un proceso decisivo para la historia del país. Posteriormente, las muestras se han estabilizado entre 1.200 y 1.500 casos.

Entre las prácticas de producción de las encuestas de opinión pública re-sultan relevantes no solamente los aspectos técnicos, sino además el modo en que la información producida es comunicada, algo que, por cierto, determi-na de manera sustantiva su recepción e interpretación. Entre los dispositivos de circulación de conocimiento utilizados por las instituciones que producen encuestas en Chile, el más frecuente es la presentación de gráficos y tablas de resultados, generalmente acompañados por fichas técnicas que señalan, bien o mal, las características y alcances técnicos de la medición. A pesar de que

rodrigo cordero dígalo con números

Page 9: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

84 85

los números siempre requieren una interpretación, es significativa la escasa proporción de instituciones que proveen una lectura de datos junto a la in-formación gráfica, aunque con los años la situación ha ido cambiando (Tabla 3). Asimismo, destaca el limitado acceso a cuestionarios y bases de datos, aspectos que generalmente quedan vedados al público. Aunque esta situación es generalizada, es sin duda más frecuente entre las encuestas producidas por empresas de estudios de mercado. En este contexto, solamente y de manera muy reciente algunas universidades y centros de estudios permiten acceder a sus bases de datos con posterioridad a su publicación y explotación. Lo más paradójico de esta situación es que, pese a que en los últimos veinte años las encuestas han producido una enorme cantidad de conocimiento sobre la vida social en el país, gran parte de éste permanece oculto o simplemente se ha perdido.19

En esta misma línea, cabe destacar las prácticas de transparencia en la publi-cación de los resultados de las encuestas de opinión. Éste es un aspecto crítico para la credibilidad y legitimidad de la industria de la opinión pública, y una forma concreta de examinarla es revisar la información publicada en las fichas técnicas de las encuestas. La evidencia recopilada en Chile desde 1957 (Tabla 4) sugiere que, pese a que una amplia proporción de encuestas presenta la ficha técnica, la mayoría omite información, lo que refleja falta de transparen-cia sobre las características de la encuesta. Comúnmente son dados a conocer el número de casos y la cobertura poblacional, y es cada vez más frecuente la mención del tipo de encuesta –que muchas veces se da por sentado–. Aspec-tos menos comunes son la fecha del trabajo de campo, el tipo de muestra y el error muestral. Sin embargo, los elementos que históricamente han recibido menor atención son el nivel de confianza, el porcentaje de cobertura poblacio-nal y la tasa de respuesta, elemento, este último, que es regularmente omitido en las encuestas telefónicas y donde reside parte importante de sus debilidades para representar fielmente la población.

Las prácticas de producción de encuestas y la difusión de sus resultados ca-recen de interés en la medida en que sean interpretados dentro de los márgenes de la industria de la opinión pública. Es precisamente en las relaciones entre industria y sociedad donde estas prácticas adquieren relevancia, al conformar la base técnica desde la que se generan discursos con “legitimidad científica” que delinean espacios-formas de intervención política y social.

19 La única excepción en América Latina en cuanto al almacenamiento de bases de datos de encuestas es el archivo desarrollado por la Universidad Estatal de Campinas, en Brasil, y recientemente el Latinobaróme-tro.

Tabla 2Evolución de las características técnicas de las encuestas en Chile, 1957-2006 (%).

1957-1973 1974-1988 1989-1998 1999-2006 Total

Tipo deencuesta

Cara a cara 100,0 100,0 72,6 30,1 46,0

Telefónica 0,0 0,0 24,2 65,5 50,2

Otra 0,0 0,0 3,2 4,4 3,8

Nivel decobertura

Nacional(todas las regiones)

0,0 20,4 8,4 23,6 17,8

Nacional(I-X regiones)

0,0 5,6 6,9 10,2 8,5

Seminacional(algunas regiones)

24,3 14,9 25,2 27,6 26,0

Metropolitana(sólo Santiago)

72,7 57,4 53,4 35,1 43,6

Sin información 3,0 1,7 6,1 3,5 4,1

Tipo demuestra

Probabilística 96,9 57,9 45,1 43,5 47,7

Semiprobabilística / cuotas

3,1 36,8 53,5 53,5 49,9

No probabilística 0,0 5,3 1,4 3,0 2,4

Casos Promedio de casos 854,24 3.479,27 1.257,44 1.451,80 1.501,93

Errormuestral

Error promedio 3,26 3,5 3,9 3,77 3,26

Trabajo de campo

Promedio de días 41,00 13,81 12,55 9,56 10,90

Fuente: Elaboración propia.

Tabla 3Evolución del tipo de información publicada, 1957-2006 (%).

Fuente: Elaboración propia.

Tipo de información 1957-1973 1974-1988 1989-1998 1999-2006 Total

Ficha técnica 100,0 58,1 67,1 72,o 70,5

Cuestionario 90,9 16,1 13,7 5,1 11,4

Gráficos y/o tablas 97,0 56,5 78,6 83,1 80,5

Análisis y/o interpretación de datos

12,1 24,2 29,5 31,6 29,8

Base de datos 0,0 0,0 9,0 3,9 5,2

Número de encuestas 33 61 313 574 981

rodrigo cordero dígalo con números

Page 10: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

86 87

Dígalo con números: la performatividad de las encuestasLa descripción de la historia de las encuestas, la industria de opinión pú-

blica y sus prácticas de producción en Chile revelan el surgimiento de nuevos circuitos de producción y circulación de conocimientos sobre la vida social. Más allá de los clásicos sistemas de registro, medición y clasificación de la po-blación asociados a las burocracias estatales y del conocimiento producido por universidades y centros académicos, la expansión de las encuestas de opinión a través del mercado expresa claramente el valor que la información producida por éstas ha adquirido como commodity.

Necesariamente esta expansión se vincula a su vez con la creciente nume-rificación de diversas esferas de la vida social. Decisiones de política pública, planificación y evaluación de intervenciones en espacios y poblaciones, alter-nativas y riesgos de inversión, valoración de figuras públicas y desempeño de instituciones, liderazgos políticos y sociales –y la lista podría seguir ad infini-tum– constituyen ejemplos de prácticas y discursos que en último término descansan hoy en expresiones cuantitativas y en la validez propia de los nú-meros. En efecto, decir las cosas con y a través de números añade a nuestros juicios y decisiones un sentido de rigor, experticia y universalidad de los cuales por sí mismos están desprovistos. La política representa un ejemplo paradig-mático de esta tendencia.

Esta mayor confianza en los números es parte de la naturaleza constitutiva de la nueva industria de la opinión pública y la valoración de las encuestas en Chile. En último término las encuestas funcionan a través del lenguaje de los números, y su potencial comunicativo reside en la posibilidad de articular discursos a base de las evidencias que permiten clasificar opiniones de amplios grupos de la población. En este sentido, los números tienen una capacidad creativa intrínseca en tanto contribuyen a crear nuevos hechos y, al mismo tiempo, transforman el significado de los pasados (Porter, 1995).

En Chile resulta evidente no solamente la expansión en la producción de encuestas, sino también, de manera paralela, la creciente influencia de las en-cuestas de opinión, y por cierto de la industria que las produce, en la cons-trucción y redefinición de fenómenos sociales, a través de las “prácticas” de medición utilizadas y las “descripciones” de la sociedad que de éstas emergen. Tal como sugieren Osborne y Rose (1999), uno de los aspectos característicos de los procedimientos técnicos tras la elaboración de las encuestas (diseño de cuestionarios, muestras, análisis estadísticos y presentación de resultados) es su naturaleza creativa y performativa; es decir, que no solamente describen su objeto de estudio, sino que también contribuyen a crearlo y modificarlo. La construcción de conocimiento sobre la opinión pública es, por cierto, una práctica reflexiva. Es decir, constituye un ejercicio de autoobservación social cuyos resultados reingresan a la sociedad en forma de cifras, interpretaciones y discursos que ayudan a cambiar las características del fenómeno observado o a originar fenómenos nuevos.

En este proceso performativo de construcción de conocimiento, parte im-portante del sentido de la investigación en opinión pública es la elaboración de “leyes” de comportamiento de las opiniones colectivas y la capacidad de hacer “visible” la opinión pública en sí misma. De esta forma, las encuestas han contribuido a modificar la idea y significado de la noción de opinión pú-blica, alterando su estatus práctico y epistemológico: opinión pública es lo que muestran las encuestas. Sobre la base de esta discusión, quisiera brevemente poner atención a tres prácticas concretas promovidas por las encuestas en Chi-le y de las que han emergido hechos sociales cuya existencia es consustancial al surgimiento de determinados indicadores cuantitativos. Estas prácticas son evaluación, clasificación y monitoreo.

Las prácticas de evaluación han tenido mayor desarrollo y visibilidad en a vida política. Aunque ya en la década del 60 Eduardo Hamuy solía utili-zar preguntas de evaluación del desempeño del gobierno, recién en los años 90 alcanzaron mayor protagonismo aspectos como aprobación al gobierno

Tabla 4Evolución del tipo de información publicada en la ficha técnica, 1957-2006 (%).

Tipo de información 1957-1973 1974-1988 1989-1998 1999-2006 Total

Tipo de encuesta 12,1 45,2 59,3 72,9 64,8

Cobertura poblacional 100 87,1 81,4 84,8 84,3

% de cobertura poblacional 3,0 4,8 20,2 21,9 19,7

Número de casos 100,0 90,3 79,5 91,3 87,7

Fecha del trabajo de campo 6,1 58,1 64,3 64,5 62,1

Tipo de muestra 12,1 41,9 49,4 60,1 53,9

Error muestral 0,0 27,4 41,9 63,5 52,2

Nivel de confianza 0,0 16,1 28,6 50,9 39,9

Tasa de respuesta 6,1 8,1 16,1 11,3 12,5

Número de encuestas 33 62 322 586 1.003

Fuente: Elaboración propia.

rodrigo cordero dígalo con números

Page 11: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

88 89

y evaluación de dirigentes políticos, gracias también a la contribución de las encuestas de opinión publicadas regularmente por CEP, CERC y, reciente-mente, Adimark.20 La publicación de cada una de estas mediciones, junto a la amplia difusión alcanzada en los medios de comunicación, ha convertido a las encuestas en un ritual evaluativo de autoridades y gobierno, que antes de la creación y uso de estos indicadores sencillamente no existía o bien tomaba otras formas con menor impacto público. Como cualquier fenómeno ritual, su relevancia no descansa únicamente en sus aspectos simbólicos, sino tam-bién en sus implicancias prácticas; un ejemplo lo constituyen los cambios de gabinete y las designaciones de candidatos presidenciales que han sido, si no provocadas, al menos facilitadas por estos nuevos ritos público-políticos.21

Por otra parte, la industria de opinión pública ha colaborado en la creación de nuevos sistemas de clasificación de la población, como tipos de consumi-dores, electores y estilos de vida, entre otros. Estas formas de clasificación y diferenciación descansan en distinciones que, aunque influenciadas por de-cisiones específicas de investigadores, se estructuran concretamente en torno a procedimientos técnicos de la estadística. Un ejemplo significativo son los mecanismos de clasificación socioeconómica (GSE). Utilizados de manera más sistemática por los estudios de opinión y mercado en Chile desde 1986, los grupos ABC1, C2, C3, D y E ya son parte del lenguaje habitual y han adquirido un significado compartido desde el que se interpretan opiniones, actitudes y estilos de vida tanto al interior como fuera de la industria de la opinión pública. Esta forma de clasificación se ha incorporado en la sociedad chilena como un modo contemporáneo de definir “clase social”, toda vez que –más allá de lo controvertido del término– provee estándares a través de los cuales las personas juzgan su propia experiencia y contribuyen a forjar parte de su identidad social y colectiva.

Un tercer tipo de práctica performativa desplegada por la industria es el monitoreo, entendido como la generación de medidas cuantitativas estables y comparables en el tiempo para dar seguimiento a un determinado fenómeno social en función de su comportamiento en la opinión pública. Existen va-riados ejemplos; sin embargo, uno de los más paradigmáticos en términos de su potencial performativo es el Índice de Temor Ciudadano, creado en 1998 por la Fundación Paz Ciudadana a partir de su encuesta de temor y victimi-zación (Capítulo 8). Con cerca de veinte mediciones realizadas, y debido a su

20 La encuesta del CEP es bianual, la del CERC trimestral y la de Adimark mensual.

21 Para una discusión sobre las encuestas como una práctica cultural, revisar los trabajos de Lipari (1999) y Lewis (1999).

creciente legitimidad en círculos políticos, académicos y empresariales, este índice ha favorecido una mayor presencia de la delincuencia y de la seguridad en la agenda pública, además de instalar un nuevo concepto para identificar y enunciar tal fenómeno: el temor de las personas a ser “víctimas”. La figura del “temor al otro” ha sido realzada por las prácticas de cuantificación elegidas para representar científicamente el estado de la situación delictual en el país. Asimismo, este índice y la encuesta que lo originó se han transformado en una herramienta intrínseca de la formulación y justificación racional de las políticas criminales en Chile; es decir, ha contribuido a la conformación de este campo particular de intervención estatal; en otras palabras, ha devenido una tecnología de gobierno.

El carácter inventivo de las prácticas de medición creadas por la industria de la opinión pública en Chile no niega la existencia de hechos sociales concre-tos, sino más bien reconoce que éstos adquieren visibilidad colectiva, forma y fronteras mediante las tecnologías elaboradas para su observación. En otros tér-minos, las expresiones numéricas generadas por las encuestas y los dispositivos técnicos que las producen, en la realidad operan como los dominios o campos sociales que buscan representar; es decir, ayudan a definir dicha realidad y no solamente a describirla (Porter, 1995; Osborne y Rose, 1999; Rose, 1999).

ConclusionesLa velocidad con que las encuestas de opinión pública se han expandido

en Chile durante las últimas dos décadas no ha sido la misma con la que hemos logrado comprender las características y el proceso de formación de la industria que las produce. A pesar de su fuerte expansión como mecanismo para estudio de consumidores y tendencias de mercado, sin duda las encuestas de opinión pública han encontrado un espacio privilegiado de visibilidad, desarrollo y aplicación en la política, campo en el que han devenido una tec-nología central para el moderno arte de gobernar.

La conformación de una industria especializada en la producción de cono-cimiento sobre el comportamiento de los sentimientos colectivos no hace sino acentuar la relevancia que han adquirido en Chile las formas de cuantificación de la vida social y la irrestricta confianza en los números en el discurso públi-co. Por cierto, el poder de las prácticas de cuantificación desarrolladas por la industria de la opinión pública descansa en su objetividad y aparente impar-cialidad, y, en cierta forma, en que proveen –especialmente en el espacio de las decisiones políticas– un modo de “tomar decisiones aparentando la ausencia de decisión” (Porter, 1995).

rodrigo cordero dígalo con números

Page 12: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

90 91

La discusión presentada a lo largo de este capítulo ha buscado dar cuenta precisamente del proceso a través del cual en Chile las encuestas de opinión pública han devenido un espacio institucional de prácticas de observación, medición, cuantificación y narración de las opiniones colectivas. Parte de las inquietudes que esta discusión deja abiertas se refiere a una exploración em-pírica más sustantiva sobre los múltiples impactos que la producción y el uso de encuestas genera en la vida pública. El estudio de temas como el rol de las encuestas en los procesos eleccionarios y de policy making, el uso retórico por parte de los medios de comunicación, la forma como encuestan las encuestas, la construcción de fenómenos sociales a través de la creación de discursos y operaciones estadísticas, entre otros, son aspectos esenciales para entender cómo las tecnologías de observación social construyen conocimiento sobre nuestras sociedades. De este modo, el desafío es avanzar en exploraciones em-píricas que utilicen los datos y conocimientos producidos por los estudios de opinión pública no como una mera descripción o representación de una de-terminada realidad, sino como un nuevo actor a seguir y explicar en relación a los modos en que entendemos, observamos y organizamos la vida social.

ReferenciasAguiar, C., 2000, “La Historia y la historia: Opinión Pública y opinión pública en el Uruguay”, Prisma,

15: 7-45.

Arriagada, E., 1993, “Cómo se reportea una encuesta”, Cuadernos de Información, 8: 33-47.

Bishop, R., y Phillips, J., 2003, “The Knowledge Apparatus”, Theory, Culture & Society, 23 (2-3): 186-191.

Box, K., y Thomas, G., 1944, “The Wartime Social Survey”, Journal of the Royal Statistical Society, 107 (3-4): 151-189.

Bourdieu, P., 1998, Practical Reason, Cambridge: Polity Press.

Brunner, J. J., y Sunkel, G., 1993, Conocimiento, sociedad y política, Santiago: Flacso.

Catalán, C., y Manzi, J., 1998, “Los cambios en la opinión pública”, Chile en los noventa, Toloza, C., y Lahera, E. (eds.), Santiago: Dolmen.

CORA (Corporación de la Reforma Agraria), [1963] 1976, Agrarian Reform in Chile, 1963, Berkeley: Survey Research Center, International Data and Reference Service.

Converse, J., 1987, Survey Research in the United States: Roots and Emergence, 1890-1960, Berkeley: Uni-versity of California Press.

Cordero, R., y Tapia, G., 2009 (en prensa), “Entre la ciencia, la política y el mercado: la construcción de la industria de la opinión pública en Chile”, Opinión pública: una mirada desde América Latina, Braun, M. (ed.), Buenos Aires: Emecé.

Foucault, M., 1991, “Governmentality”, The Foucault Effect. Studies in Governmentality, Burchell, G., Gordon, C., y Miller, P. (eds.), Chicago: Chicago University Press.

Fuenzalida, E., 1983, “The Reception of Scientific Sociology in Chile”, Latin American Research Review, 18 (2), 95-112.

Garretón, M. A., 2005, “Social Sciences and Society in Chile: Institutionalization, Breakdown and Rebirth”, Social Science Information, 44 (2 y 3): 359-409.

Geer, J. (ed.), 2004, Public Opinion and Polling Around the World: A Historical Encyclopedia, Santa Bár-Santa Bár-bara: ABC-CLIO Publishers.

Gibbons, M., et al., 1994, The New Production of Knowledge. The dynamics of science and research in contemporary societies, Londres: Sage.

Hamuy, E., Salcedo, D., y Sepúlveda, O., 1958, El primer satélite artificial: sus efectos en la opinión pública, Santiago: Universitaria.

Herbst, S., 1995, Numbered Voices: How Opinion Polling Has Shaped American Politics, Chicago: Uni-versity of Chicago Press.

Huneeus, C., 1999, “Las encuestas de opinión pública en las nuevas democracias de América Latina”, Contribuciones, 2: 9-30.

Huneeus, C., y Lanas, M. P., 2002, “Ciencia política e historia. Eduardo Cruz-Coke y el Estado de bienestar en Chile, 1937-1938”, Historia, 35: 151-186.

Hurtado, A., 1941, ¿Es Chile un país católico?, Santiago: Esplendor.

Igo, S., 2006, “A Gold Mine and a Tool for Democracy: George Gallup, Elmo Roper, and the Business of Scientific Polling, 1935-1955”, Journal of the History of Behavioural Sciences, 42 (2): 109-134.

Jacobs, L., y Shapiro, R., 1995, “The Rise of Presidential Polling: The Nixon White House in Histori-cal Perspective”, The Public Opinion Quarterly, 59 (2): 163-195.

Jara, F., y Tapia, G., 1995, Diagnóstico de las encuestas de opinión en Chile: 1988-1995, Escuela de Sociología, Universidad Católica de Chile, texto no publicado.

Lipari, L., 1999, “Polling as a Ritual”, Journal of Communication, 49 (1): 83-102.

Lewis, J., 1999, “The Opinion Poll as a Cultural Form”, International Journal of Cultural Studies, 2 (2): 199-221.

López, M., y Martínez, G., 1999, “Opinión pública y democracia: las encuestas en la democratización chilena”, La caja de Pandora. El retorno de la transición chilena, Menéndez-Carrión, A., y Joignant, A. (eds.), Santiago: Planeta / Ariel.

Miller, P. V., 1995, “The Industry of Public Opinion”, Public Opinion and the Communication of Consent, Glasser, Th., y Salmon, Ch. (eds.), Nueva York: The Guilford Press.

Murray, S., y Howard, P., 2002, “Variation in White House Polling Operations. Carter to Clinton”, Public Opinion Quarterly, 66 (4): 527-558.

Navia, P., 2004, “Public Opinion Polls in Chile”, Public Opinion and Polling Around The World: A Historical Encyclopedia, Geer, J. (ed.), Santa Bárbara: ABC-CLIO Publishers.

Osborne, T., y Rose, N., 1999, “Do the Social Sciences Create Phenomena? The Example of Public Opinion Research”, British Journal of Sociology, 50 (3): 367-396.

rodrigo cordero dígalo con números

Page 13: Dígalo con números. La industria de la opinión pública en Chile

92

Paley, J., 2001, “Making Democracy Count: Opinion Polls and Market Survey in the Chilean Tran-sition”, Cultural Anthropology, 16 (2): 135-164.

Porter, T., 1995, Trust in Numbers. The Pursuit of Objectivity in Science and Public Life, Princeton: Princeton University Press.

Revista La Mujer Nueva, junio de 1936, “Encuesta de la mujer nueva. ¿Cómo vive la mujer trabaja-dora?”.

Revista Vea, 5, 17 de mayo de 1939, “En Chile, un domingo obrero se compone de 24 horas de aburrimiento y de vicio”.

Revista Vea, 9, 14 de junio de 1939, “Vea ha realizado una apasionante encuesta: ¿quién o quienes gobernarán en Chile dentro de diez años?”.

Revista Vea, 14, 19 de julio de 1939, “Distintas opiniones sobre el proyecto que otorga en Chile todos los derechos políticos a la mujer”.

Revista Zig-Zag, número de febrero de 1917, “La situación en los hospitales públicos”.

Revista Zig-Zag, 668, 8 de diciembre de 1917, “Encuesta: “¿cuál es el mejor poeta chileno?”.

Revista Zig-Zag, 676, 2 de febrero de 1918, “La seriedad de nuestra encuesta”.

Revista Zig-Zag, 685, 6 de abril de 1918, “Encuesta: ¿cuál es el mejor poeta chileno?”.

Rueschemeyer, D., y Skocpol, T. (eds.), 1996, States, Social Knowledge, and the Origins of Modern Social Policies, Princeton: Princeton University Press.

Sudman, S., y Bradburn, N., 1987, “The Organizational Growth of Public Opinion Research in the United States”, The Public Opinion Quarterly, 66 (2): 67-78.

Sunkel, G., 1989, “Las encuestas de opinión pública: entre el saber y el poder”, documento de trabajo, 439, Flacso–Chile.

Valdés, X., Caro, P., y Peña, D., 2001, “Género, familia y matrimonio: la visión de las visitadoras sociales católicas entre 1930 y 1950”, Academia, 6.

Worcester, R., 1987, “The Internationalization of Public Opinion Research”, The Public Opinion Quarterly, 51 (2): 79-85.

Segunda parte

Encuestar para gobernar: representación y elecciones

Este capítulo está basado en la investigación “Historia de las Encuestas de Opinión Pública en Chile: 1957-2006”, financiada a través del Fon-do de Investigación Semilla, de la Vicerrectoría Académica Universidad Diego Portales.

rodrigo cordero