dibujo botánico

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Información extraída del blog Diario de un copépodo. http://copepodo.wordpress.com/2010/01/11/ilustracion-botanica- en-la-historia-ciencia-y-arte/ (consulta 13-7-2012) Ilustración botánica en la historia: ciencia y arte “Si sabes dibujar una hoja, sabes dibujar el mundo” John Ruskin (1819-1900) En las ciencias naturales el dibujo siempre ha tenido una importancia tremenda. En el caso de la botánica, las típicas láminas de plantas con sus hojas bellamente expuestas y los detalles de las flores y de los frutos no sólo son una imagen que a muchos nos parecen especialmente bonitas, sino que a menudo son útiles o casi imprescindibles para la identificación de las especies. Tal es su importancia que no se concibe la descripción de una especie de vegetal sin uno o varios dibujos que muestren claramente los caracteres diagnósticos. Si bien conforme avanza el tiempo cada vez es más frecuente que las fotografías sustituyan a los dibujos a pluma, sigue siendo muy común encontrarse con magníficas ilustraciones que son herederas de un formato pictórico desarrollado a lo largo de varios siglos, con sus “reglas” propias, sus maestros y sus obras maestras.

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Resumen sobre dibujo botánico con ilustraciones espectaculares. Reflexión extraída del blog Diario de un copépodo.

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Page 1: Dibujo botánico

Información extraída del blog Diario de un copépodo. http://copepodo.wordpress.com/2010/01/11/ilustracion-botanica-en-la-historia-ciencia-y-arte/ (consulta 13-7-2012)

Ilustración botánica en la historia: ciencia y arte

“Si sabes dibujar una hoja, sabes dibujar el mundo” John Ruskin (1819-1900)

En las ciencias naturales el dibujo siempre ha tenido una importancia tremenda. En el caso de la botánica, las típicas láminas de plantas con sus hojas bellamente expuestas y los detalles de las flores y de los frutos no sólo son una imagen que a muchos nos parecen especialmente bonitas, sino que a menudo son útiles o casi imprescindibles para la identificación de las especies. Tal es su importancia que no se concibe la descripción de una especie de vegetal sin uno o varios dibujos que muestren claramente los caracteres diagnósticos. Si bien conforme avanza el tiempo cada vez es más frecuente que las fotografías sustituyan a los dibujos a pluma, sigue siendo muy común encontrarse con magníficas ilustraciones que son herederas de un formato pictórico desarrollado a lo largo de varios siglos, con sus “reglas” propias, sus maestros y sus obras maestras.

Hoy os propongo hacer un brevísimo y muy arbitrario recorrido por algunos de los artistas botánicos más famosos de la historia y por otros que a mí me gustan especialmente.

Como adelanto en el título, el dibujo botánico es una mezcla de ciencia y arte, y diría que más de lo primero que de lo segundo. Así lo pienso porque son necesarias sólo unas mínimas dotes artísticas para conseguir un esbozo o un esquema botánicamente útil (especialmente si se cuenta con una cámara clara), aunque sea un churro. Sin embargo, por muy buen dibujante que sea uno, sin los conocimientos botánicos necesarios (o la supervisión del especialista de turno), el dibujo puede ser completamente inútil al no mostrar los caracteres diagnósticos para poder identificar la planta, que viene a ser la

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finalidad de la obra. Por supuesto, del virtuosismo del dibujante dependerá que tengamos un simple utensilio científico o una verdadera maravilla: hay dibujos que tienen tantísima vida que evocan a la perfección la planta original. A lo largo de la historia nos encontramos con muchísimos botánicos célebres que, como veremos en breve, tuvieron la capacidad de ilustrar ellos mismos sus floras, aunque no era nada raro que se recurriese a las capacidades de un dibujante con el que trabajar, pero cuando éste era el caso, se trataba de gente especialmente entrenada para el dibujo botánico, y así ocurre aún en la actualidad: los buenos dibujantes modernos en departamentos de universidades o jardines botánicos son personas muy especializadas en este tipo de dibujo, sean o no biólogos.

Podríais decirme que también debería incluir el dibujo de animales aquí, y es cierto que en gran medida comparten tanto finalidad como desafíos, pero para mí las láminas botánicas tienen un encanto especial. En primer lugar por la combinación natural-artificial de muchas láminas: la planta no se dibuja como si estuviese viva, sino que sus partes a menudo se disponen de forma especial para que los caracteres sean visibles, y a veces hay diseccionados ciertos órganos aparte, ¡es casi como un pliego de herbario! (de hecho muchas láminas se dibujan directamente a partir de ellos). Además, el dibujo de plantas es más tedioso que el de animales. Por su naturaleza fractal, al dibujar una planta hay que repetir muchas veces una misma parte, mientras que en el caso de los animales esto no es así, por eso conseguir dar “vida” al dibujo de una planta es un desafío, a mi juicio, mayor. El tercer motivo de mi preferencia es por el regustillo histórico que tiene a sabiduría práctica, ya que durante siglos el conocimiento de las plantas era inseparable del conocimiento médico, y aquí es donde empieza nuestra historia…

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La mandrágora (Mandragora automnalis) fue durante gran parte de la historia occidental uno de los pocos analgésicos potentes eficaces en los que se podía confiar. Izquierda, según un copista del “Dioscórides”, derecha, según Ferdinand Bauer en

Flora Graeca. Doce siglos separan en el tiempo ambas formas de entender la botánica.

En efecto, desde el principio de la humanidad, el conocimiento botánico ha estado unido a la farmacopea: durante la mayor parte de la historia las plantas era la única fuente de medicinas y su conocimiento y control era una valiosísima información. Si queremos remontarnos a un punto de partida para la ilustración botánica no nos sorprenderá que acudamos a un tratado farmacológico, y concretamente al “kilómetro cero” de todo el conocimiento farmacéutico: De Materia Medica.

De Materia Medica (Περί ὕλης ἰατρικής) es el título del tratado del médico y botánico griego Dioscórides, que vivió en Cilicia (actual sur de Turquía) en el siglo I d.C. Constaba de cinco volúmenes donde se describían hasta 600 especies de plantas medicinales, cómo reconocerlas, dónde y cuándo encontrarlas. No se conserva ninguna

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copia original de este tratado, como es lógico, pero se sabe que contenía ilustraciones de las distintas especies.

El tratado sienta las bases de la farmacopea europea y mediterránea y fue copiado generación tras generación y traducido al latín o al árabe. Por eso es difícil saber cómo eran las ilustraciones originales, ya que de los ejemplares que se conservan hoy se deduce que en las sucesivas copias y traducciones la calidad de los dibujos a menudo fue perdiéndose o deformándose, dependiendo de las habilidades del copista, si bien se aprecia que en muchos casos volvieron a hacerse dibujos a partir de muestras naturales. El ejemplar más antiguo que se conserva data del siglo VI y se conoce como Codex Vindobonensis 93, o simplemente “el Dioscórides de Viena”. Está en griego con anotaciones en árabe, y se cree que muchas de las ilustraciones son bastante fieles a los textos antiguos. Si bien muchas son abstractas o con demasiados elementos “mágicos”, en otras se puede apreciar el ojo botánico del dibujante y la planta en cuestión es perfectamente identificable, si bien es evidente que estamos en una era pre-científica.

Cannabis sativa en el Codex Vindobonensis 93. Las capacidades del artista son innegables, pero hay algunos errores manifiestos (esta especie muestra una filotaxis

alterna y en este dibujo es opuesta).

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Muchos de las limitaciones de estos dibujos se debían a las limitaciones técnicas del arte de la época. Los artistas del renacimiento revolucionaron las técnicas pictóricas y eso también tendrá consecuencias en la ilustración de las plantas. Es aquí cuando encontraremos pintores que son capaces de dibujar las plantas con notable maestría, como Leonardo o Durero. Un pintor que a lo mejor no es tan bueno pero que tenía mucho ojo naturalista es el Bosco; en El jardín de las delicias, por ejemplo, aparecen muchas especies de aves fácilmente reconocibles, así como alguna de plantas.

Izquierda: unos humildes yerbajos vistos por Durero.

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Derecha: detalle del jardín de las delicias. No es difícil identificar el árbol con un estupendo drago canario (Dracaena draco)

La siguiente gran revolución para la ilustración botánica es, obviamente, la imprenta. Al no tener que copiar manualmente los textos de los tratados farmacéuticos se plantea la posibilidad de que tampoco las ilustraciones tengan que repetirse manualmente, sino que de un único dibujo correctamente ejecutado puedan imprimirse tantas copias como sea necesario mediante técnicas de grabado.

Una vez tenemos la imprenta y las técnicas modernas de dibujo, se abre el camino de las láminas botánicas que tanto nos impresionan. La verdadera eclosión del dibujo vegetal tuvo lugar en Eichstätt (Bavaria), donde en el siglo XVII vivió un obispo y entusiasta botánico al cuidado de uno de los jardines más ricos que había en el mundo en ese momento. Este señor encargó a Basilius Besler la tarea de catalogar toda esa riqueza vegetal, y así nació Hortus Eystettensis, la colosal obra que reúne más de 1000 especies de plantas medicinales o comestibles que habitaron alguna vez en dicho jardín, ordenados según las estaciones del año en las que florecían. Aunque Besler fue el encargado de la supervisión del proyecto, hubo muchos artistas implicados que hacían bocetos de las plantas vivas (detalle muy importante) para después convertirlos en dibujos que se grababan en planchas de cobre para imprimir en blanco y negro (y colorearse después). La mayoría de los artistas implicados nos son desconocidos, sólo trascendió el de un tal Sebastian Schedel, todo un virtuoso.

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Unos ejemplos de las ilustraciones del Hortus Eystettensis. Aviso para bibliófilos: Taschen tiene una edición de las láminas por 20 eurillos.

Las láminas del Hortus Eystettensis fueron la fundación de esta disciplina científico-artística. La mayoría de las plantas se muestran con el detalle suficiente para ser identificadas y el enfoque es muy moderno, aunque aún había un largo camino por recorrer. Sin duda lo que piden a gritos a estas láminas es un conocimiento más riguroso de anatomía y morfología vegetal, vamos, que hacía falta un Linneo como el comer.

Con la botánica linneana y el conocimiento cada vez mayor de la flora del resto de los continentes, la necesidad de contar con dibujos precisos y útiles de plantas adquirió su magnitud definitiva. Comienza la edad de oro de la botánica y de sus ilustradores con cientos de plantas exóticas descubriéndose a cada momento: era necesario describirlas, clasificarlas, caracterizarlas y descubrir sus posibles propiedades medicinales. Los exploradores recorriendo todos los rincones del mundo enviaban especímenes a jardines botánicos y universidades donde una verdadera explosión de retratistas vegetales se encargó de inmortalizar este fértil periodo de la ciencia.

Al propio Linneo no se le daba especialmente bien el dibujo, pero tuvo la suerte de poder contar con artistas excelentes, como Georg Dyonysius Ehret, botánico y entomólogo alemán con un talento fuera de serie para el dibujo. Ehret no sólo colaboró con Linneo para imágenes tan clásicas como el sistema de clasificación sexual de las flores, sino que ilustró miles de láminas de floras de todo el mundo.

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Unas muestras del arte de Ehret (Plantae selectae), podéis disfrutarlas aquí

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Las ilustraciones de Ehret muestran todo tipo de caracteres diagnósticos necesarios, detalles de las partes de la anatomía y a la vez siguen siendo muy realistas porque es capaz de que su dibujo desprenda la vida que sólo un artista es capaz de darle.

En el mundo hispanohablante también hubo muy buenos dibujantes de plantas. Tomemos por ejemplo a Antonio José de Cavanilles, botánico valenciano. Posiblemente no fuese tan buen dibujante como otros, pero eso de poder ser uno mismo el que ilustra sus propias obras da mucho caché.

Una Biscutella ilustrada por Cavanilles. Sus láminas normalmente se quedaban en blanco y negro. Illustrationes et descriptiones plantarum

Pero si tuviésemos que destacar una labor de ilustración hispana de entre todas sin duda tendríamos que hacer mención a José Celestino Mutis. Este verdadero fenómeno, todo un ilustrado, nació en Cádiz y vivió gran parte de su vida en América donde desarrolló su trabajo no sólo como botánico sino también como matemático o lingüista. Muchos lo recordaréis porque su imagen aparecía en los últimos billetes de 2000 pesetas. Pues

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bien, Mutis encabezó la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, una colosal empresa promocionada por Carlos III con distintos objetivos científicos entre los que era de vital importancia la descripción de la vastísima y muy desconocida flora del virreinato de Nueva Granada, que se corresponde con las actuales Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador. La importancia de esta iniciativa para el conocimiento botánico de América central y del sur es inmensa. Duró 33 años y se describieron más de 20.000 plantas, que se dice pronto.

Lógicamente una empresa como esta necesitaba contar con ilustradores, y aunque el propio Mutis no se encargó de ilustrar toda esta flora, formó a una treintena de verdaderos artistas de la botánica que supieron conjugar arte y ciencia en auténticas maravillas de la ilustración botánica: 6.600 láminas de plantas, de las cuales más de 3.000 son en color suponen la guinda del pastel a la obra de la vida de Mutis.  Ninguna otra expedición botánica de la historia contó nunca con un taller tan activo y poblado dedicado en exclusiva a labores de ilustración. Para que os hagáis una idea de la magnitud de esta flora, Colombia sigue aún publicándola.

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Algunos ejemplos de las ilustraciones de la Flora del Nuevo Reino de Granada. Como son obra de muy diversos artistas, no hay un estilo homogéneo, pero detrás de todas ellas reside la intención de formar parte de una obra muy ambiciosa en la que no se

escatimó en minuciosidad (enlace recomendado)

La lámina más famosa de esta flora es la de una planta trepadora de la familia de las compuestas a la que Linneo hijo puso el nombre de Mutisia como tributo a una vida dedicada a la botánica.

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La famosa lámina de la Mutisia que debió ser el orgullo del propio Mutis. Los tallos de esta trepadora escriben las iniciales del genial botánico gaditano: J C M

Continuando con la ingente labor que supuso (y supone) ilustrar las maravillas de la flora americana, especialmente en el trópico, no se nos puede olvidar mencionar los dibujos de Nikolaus Joseph von Jacquin, médico y botánico holandés que desarrolló gran parte de su actividad en Viena. Contemporáneo de Mutis, visitó en varias expediciones el área del Caribe e inmortalizó muchas de sus plantas en unas láminas impresionantes.

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Como podéis ver, la maestría de estos verdaderos artistas no deja de lado la utilidad técnica de los dibujos, con los que cada vez resulta más y más fácil identificar una especie de planta por la calidad de los detalles.

Por si acaso dudábamos que las aptitudes para el dibujo pueden ser al menos en parte hereditarias, dos de los mejores ilustradores botánicos eran hermanos. No es que fuesen buenos, es que para muchos aficionados al tema han sido simplemente insuperables.

Aunque nacidos en Austria, ambos hermanos acabaron desarrollando su faceta artística en Inglaterra. Franz Bauer, por ejemplo, acabó trabajando en el jardín botánico de Kew donde ilustró obras impresionantes sobre orquídeas y helechos y dio lecciones de dibujo científico a miembros de la realeza británica.

Detalles del helecho Woorwardia radicans, por Franz Bauer

Para mí, sin embargo, su hermano era aún mejor: Ferdinand Bauer tiene además una biografía llena de peripecias viajeras. Formó parte de la expedición de  John Sibthorp al oriente del Mediterráneo, cuyo propósito era precisamente explorar científicamente el área donde crecían las verdaderas plantas del Dioscórides, que bajo el Imperio Otomano seguía manteniendo muchísimas lagunas botánicas. La obra que resultó de esta expedición, la celebérrima Flora Graeca, tiene tantas anécdotas que la dejaremos para un próximo post, de momento avancemos que sus 1500 ilustraciones fueron obra de Ferdinand Bauer y para mucha gente rozan la perfección de la disciplina que nos ocupa. Años más tarde viajaría en otra expedición a Australia donde continuaría su labor.

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Ilustraciones de Ferdinand Bauer para Flora Graeca: Arbutus unedo, Arum dracunculus, Centaurea acicularis y Cistus cretica

Lo mismo alguno echa de menos que no haya hablado aún de Ernst Haeckel, el biólogo alemán del siglo XIX por el que siento especial predilección, incluyendo sus famosos dibujos, de los que procede la imagen corporativa de esta santa casa. Lo mencionaré porque me gusta especialmente, pero como ya he dicho otras veces, Haeckel era en muchos aspectos un señor con mucha imaginación, entusiasmado por las formas de los organismos y sus simetrías. Sus dibujos son ciertamente muy bonitos pero están demasiado idealizadas y pierden realismo. Aunque sentía inclinación por los animales y los organismos unicelulares o microscópicos, también ilustró plantas:

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Láminas dedicadas a las plantas en “Kunstformen der Natur” de Ernst Haeckel. Trampas de plantas insectívoras de la familia Nepenthaceae, flores de orquídeas, e

ilustraciones de hepáticas y musgos

Después de este recorrido por las floras de lugares más o menos exóticos o de jardines botánicos de fuera de nuestras fronteras me gustaría plantear la pregunta de dónde podemos encontrar buenas ilustraciones históricas de la flora ibérica. Ya hemos mencionado a Cavanilles, pero si tuviese que destacar al que considero el mejor retratista de nuestras plantas creo que el que se merece una mención especial es el alemán Heinrich Moritz Willkomm, otro personaje frecuentemente citado de el blog, que ostenta aún el mérito de ser el único autor que ha conseguido completar una flora de la península ibérica (el proyecto actual aún está por terminarse). Willkomm no sólo fue el autor de la “Flora Hispanica“, sino que también ilustró con muchísimo talento algunas de nuestras plantas más idiosincrásicas. Juzgad vosotros mismos.

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Algunas de las maravillosas ilustraciones de Willkomm (Illustrationes florae Hispaniae insularumque Balearium)

Por supuesto podríamos seguir hablando de otros muchos ilustradores. De hecho a lo largo del siglo XX y lo que llevamos de XXI, la producción de floras de todo el mundo sigue incrementándose y en la mayoría de los casos se cuenta con el trabajo de ilustradores muy competentes, pero la belleza y el cuidado de los dibujos de los siglos XVII a XIX ha dejado marca para siempre. No quiero decir que los dibujantes modernos no sean buenos, al contrario, muchos museos, universidades y jardines botánicos cuentan incluso con una escuela o departamento dedicados a una labor tan especializada, y valorada entre los botánicos y zoólogos.

Viola willkommii, una violeta dedicada a Willkomm por De Roemer, ilustrada por el propio Willkomm y por un dibujante actual para Flora Iberica

Y acabamos con otra cita, esta vez de Stephen Jay Gould:

A los estudiantes se les entrena para analizar palabras, pero los primates son animales visuales, y las claves para los conceptos y su historia a menudo recaen en la iconografía. Las ilustraciones científicas no son adornos o esquemas; son el foco de los modos de pensamiento