diálogo extraordinario nueva Época / 1954 : el principio del fin

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Nueva época, Año 4, Extraordinario Guatemala, julio 2004 1954 : El principio del fin De izquierda a derecha, personaje no identificado, Oscar Mendoza, Carlos Castillo Armas y Guillermo Flores Avendaño en el parque central de Chiquimula (1954). Fotografía de Alejandro Guzmán, Fototeca Guatemala, Cirma.

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1954 : El principio del fin / Publicación mensual de FLACSO-Guatemala

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Page 1: Diálogo extraordinario Nueva Época / 1954 : El principio del fin

Nueva época, Año 4, Extraordinario Guatemala, julio 2004

1954 : El principiodel fin

De izquierda a derecha, personaje no identificado, Oscar Mendoza, Carlos Castillo Armas y Guillermo Flores Avendaño en el parque central deChiquimula (1954). Fotografía de Alejandro Guzmán, Fototeca Guatemala, Cirma.

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2 / julio 2004, No. extraordinario

Secretario general de FLACSOWilfredo LozanoSan José, Costa Rica

CONSEJO ACADÉMICO DE FLACSO-GUATEMALAVíctor Gálvez Borrell-directorVirgilio Álvarez/Walda Barrios-Klee/Virgilio Reyes/Edelberto Torres-Rivas

Tel. PBX (502) 362-1431 Fax: (502) 332-6729Correo electrónico: [email protected]ágina web: http://www.flacso.edu.gtCoordinación de edición: Hugo de LeónEdición: Víctor Gálvez BorrellDiseño y diagramación: José BolañosCorrección: Mario Maldonado

Esta publicación es posible gracias al apoyofinanciero de la Agencia Sueca de Desarrollo

Internacional ASDI/SAREC

Publicación mensual de FLACSO-Guatemalay elPeriódico

30,000 ejemplares

Jacobo Arbenz Guzmán y un campesino, s/a, Nuestro Diario, circa 1952.Presentación

Hace 50 años, el Ejército de la Liberaciónentraba triunfante en la capital y marchaba

por la sexta avenida de la zona uno, rumbo alCampo de Marte, entre el entusiasmo de gruposurbanos que lo aplaudían, sincera y espontá-neamente. No faltaron sin embargo, familiasque también se sumaron al espectáculo, másconvencidas de la conveniencia de adaptarse

al nuevo signo de los vencedores y de evitarseasí, problemas futuros. En igual forma, tambiénse registró el temor y la incertidumbre de aque-llos líderes sindicales y simpatizantes del de-puesto Gobierno de la Revolución, que nohabían logrado refugiarse en las abarrotadasembajadas de México y Argentina y que tampocopercibían muchos lugares seguros, a inicios dejulio de aquel año, ante las represalias que seavecinaban.

La capital y otras ciudades, así como laregión del oriente del país, fueron los principa-les centros de movilización y rechazo al régi-men: las masivas concentraciones anticomunis-tas en la plaza central de Guatemala y las“pintas” del artículo 32 de la Constitución de1945, son un ejemplo.1 El apoyo a la adminis-tración por su parte, se situaba en la costa sur,entre los trabajadores sindicalizados de lasbananeras del Nororiente y los beneficiariosdel Programa de Reforma Agraria, iniciado en1952. La fractura de los apoyos aparecía cadavez más clara y conforme el tiempo avanzaba,la correlación de fuerzas se hacía más nítida,sobre todo al incorporarse un actor externodeterminante; la administración de una de lasdos superpotencias: EE.UU.

En este lado de la oposición también seubicaba la Iglesia católica y los grandespropietarios de la tierra, principalmente de las

plantaciones de café, pero también de lassuperficies incultas, que el Censo de 1950 habíapermitido cuantificar. A éstos se añadíanmedianos y hasta pequeños propietarios,atemorizados por la emisión del célebre Decreto900 (y que años atrás ya habían mostradopreocupación con la vigencia del arrendamientoforzoso y la presunta afectación de sus tierras),los que fueron fácilmente ganados a los interesesde los grandes terratenientes. Se sumabaigualmente, un heterogéneo conjunto de clasesmedias urbanas y populares, dentro de quienessobresalían, las combativas locatarias de losmercados de la capital, muy sensibles al discursoeclesiástico anticomunista.

En apoyo del Segundo Gobierno de la Re-volución se ubicaban, además de los trabaja-dores sindicalizados, sus dirigentes y los cam-pesinos que había recibido tierras, sectores declase media: burócratas, principalmente maes-tros, algunos estudiantes universitarios, intelec-tuales y artistas, así como simpatizantes de lospartidos políticos de izquierda que apoyabanal régimen, entre los que se encontraban losmilitantes del Partido Guatemalteco del Trabajo(PGT). En medio del conflicto y en una posicióncada vez más incómoda, se situaban losoficiales del Ejército Nacional, desgarrados entrela lealtad hacia su Comandante en Jefe y laConstitución de la República, que les exigía serapolíticos, profesionales, obedientes y no deli-berantes (artículo 149) y el cada vez más agre-sivo discurso anticomunista, al que se unía lapresión del aliado “natural” de Guatemala: EE.UU,

1 Artículo que prohibía la organización y funcionamiento de...“organizaciones políticas de carácter internacional o extranjero”,pintas que hacían alusión al funcionamiento del PartidoGuatemalteco del Trabajo –PGT– (comunista) recién reconocido.

Contenido

■ El contexto de la intervención norteame-ricana de Guatemala en 1954 pág. 4

GUSTAVO PALMA MURGA

■ La batalla ideológica del 54 pág. 6

ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE

■ La Iglesia Católica y la Revolución deOctubre de 1994 pág. 9

CARLOS ROBERTO MONTENEGRO RIOS

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julio 2004, No. extraordinario / 3

con el ejército más poderoso del planeta. Comoespectadora, una “mayoría silenciosa” que noterminaba de tomar partido, pero que inexora-blemente iba siendo ganada a las filas del anti-comunismo, por efecto de la Iglesia, en unasociedad de indiscutible mayoría católica, comolo era Guatemala en aquellos años.

La suerte parecía estar echada y sólo eracuestión de tiempo. Y el tiempo se le agotó alPresidente Arbenz rápidamente, cuando deci-dió renunciar el 27 de junio, convencido de quelas fuerzas armadas no pelearían. En todocaso, era el epílogo de un proceso deradicalización de posiciones que habíaempezado diez años antes, en 1944 yque había llegado a un momento críticoe irreversible, cuando en un confuso inci-dente en el tristemente célebre Puentede la Gloria, el ex Jefe de las FuerzasArmadas, Francisco Javier Arana fueapresado y ejecutado, sin que seaclarara judicialmente lo sucedido.

Nuevos hechos y documentos handemostrado lo que durante décadas senegó: la instrucción militar, el apoyo y elfinanciamiento a los insurrectos que serebelaron en contra del Gobierno deArbenz, así como la compra de volun-tades a los mandos del Ejército para queno peleara, por parte de la administra-ción Eisenhower. El carácter extranjerode la intervención quedó así evidenciadoy fue motivo incluso de una aclaracióndel propio ex Presidente Clinton en sumomento.2

Transcurridos cincuenta años muchascosas cambiaron y otras no lo suficiente.La Iglesia Católica se transformó internae internacionalmente: tomó distanciarelativa de los poderosos y optó por undiscurso comprometido con los másdesfavorecidos (la Opción Preferencialpor los Pobres). Y en las décadas de1970 y 1980, incluso algunos de susmiembros hicieron causa común con la insur-gencia. EE.UU. ya se dijo, reconoció en parte loserrores cometidos y la Embajada Americana nosólo apoya ahora a los sindicalistas en el país,sino a las organizaciones de derechos huma-nos y se preocupa por la limpieza electoral. Yello, independientemente de si se trata de unaadministración demócrata o republicana; esdecir, ya no es cuestión de izquierdistas vrs.conservadores, sino de una política de Estado.

Después de 1954, y sobre todo luego dela depuración que siguió al levantamiento del13 de noviembre de 1960,3 las fuerzas armadasadoptaron inexorablemente el discurso anti-comunista como doctrina militar y con tal justi-ficación, se involucraron en el apoyo a gobier-nos ilegítimos, que culminaron con el golpe deEstado de marzo de 1982. A partir de la firmade la paz en 1996, se han demarcado de lavieja política contrainsurgente, aunque esteproceso ha sido complejo y contradictorio. ElEjército se encuentra actualmente sometido a

una reducción y modernización, juzgada poralgunos como precipitada. Todo hace pensarque las fuerzas armadas se encuentran inmer-sas en un esfuerzo crítico, por redefinirse a símismas y a una nueva doctrina militar.

Los terratenientes terminaron por perderel poder político que otrora ostentaron, algunosdiversificaron sus inversiones y otros entraronen crisis, al igual que la agroexportación tradi-cional (el algodón, el café). Pero en general,

no han variado sus opiniones sobre el tema dela tierra. La cuestión agraria no está resuelta ysigue siendo uno de los grandes bolsones depobreza y subdesarrollo del país. Los campe-sinos minifundistas y los trabajadores agrícolassin tierra siguen esperando, con escasas posi-bilidades de éxito, el cumplimiento de las reite-radas promesas de solución a un problema queparece tan añejo como Guatemala misma.

No todo fue primavera entre 1944-1954,como la visión idílica de los vencidos se encar-gó de propalar, aupada por el engranaje de la

guerra fría y de la crítica antiimperialista.La matriz autoritaria de la primera mitaddel siglo XX, no siempre contribuyó afavorecer la democracia durante aquelladécada y falta aún investigación históricapara aclarar parte de la vida política delos dos Gobiernos de la Revolución y evi-denciar sus limitaciones. Las denunciassobre “las atrocidades cometidas por losesbirros de Arbenz” –recogidas directa-mente por los propios denunciantes– nose pueden justificar bajo el argumento deque el país se encontraba en guerra, comoalguno ha pretendido, pues se trató deejecuciones de población civil. Perotampoco se puede desviar la atenciónsobre las masacres de los treinta y seisaños de conflicto armado interno (a partirde 1962) ni la saña y deshumanización conla que algunos guatemaltecos atacaron aotros guatemaltecos por diferenciassupuestamente ideológicas, insistiendo enque las ejecuciones ya habían empezadoen 1945.

En la actualidad, nos encontramostan divididos sobre la interpretación delo que sucedió en 1954 como hace dé-cadas. No obstante, a través del contras-te entre percepciones diversas que ofre-cen un abanico de matices, es posibletomar mayor distancia de los hechos yjuzgarlos con más ecuanimidad. Es pre-cisamente lo que con esta edición extra-ordinaria de diálogo, dedicada a los 50

años de la crisis de 1954, busca FLACSO al invitara tres autores, que presentan formas distintasde abordar el mismo objeto de análisis: GustavoPalma Murga, Alejandro Maldonado Aguirre yCarlos Montenegro Rios.

FLACSO agradece el apoyo que proporcionóel Centro de Investigaciones de Mesoamérica(CIRMA) al facilitar tan amablemente, parte delmaterial fotográfico que ilustra esta edición yque constituye un valiosísimo aporte al cono-cimiento de este hecho histórico, que provocóun cambio tan fundamental en la vida políticade Guatemala.

2 Durante su visita a Guatemala en 1999...”el Presidente Clintonreconoció los errores de su país, al intervenir de maneraindirecta en el conflicto armado y admitió el involucramientode la CIA y de los aparatos del Estado norteamericano enactos represivos en contra de ciudadanos guatemaltecos...”(Inforpress, 1311, 12-03-1999).

3 Insurrección de oficiales producto del descontento por lacorrupción de la administración de Idígoras Fuentes, delrechazo a la presencia de bases militares de cubanos anticastristas y de las represalias a oficiales críticos de la actituddel ejército en 1954.

Foto Alejandro Guzmán, propoaganda de los liberacionistas en Chiquimula, 1954. FototecaGuatemala, Cirma.

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El contexto de laintervención

norteamericanade Guatemala

en 1954

Gustavo Palma Murga*

El 27 de junio de 1954, el presidente JacoboArbenz Guzmán fue obligado a renunciar

a su alta investidura por la cúpula del ejércitoguatemalteco. Con esta renuncia se alcanzóuno de los objetivos que altos funcionarios delgobierno de EE.UU. y de la Agencia Central deInteligencia (CIA) se habían trazado en la llama-da Operación PBSUCCESS, con el propósito de “salvara Guatemala de caer en las garras del comu-nismo internacional”. Al mismo tiempo, se facili-taba que el llamado “Ejército de Liberación Na-cional” pudiera ingresar “triunfante” a la ciudadde Guatemala, luego de un dificultoso y pocoexitoso –en términos políticos y militares– periploque había iniciado en la frontera hondureña, ala altura del departamento de Chiquimula.

Estos acontecimientos marcaron de maneracontundente la historia posterior del país. Nosólo por las medidas que de manera inmediataejecutó el gobierno de Castillo Armas paracortar de tajo el proceso de reforma agraria,sino, también, por el cierre de los espacios po-líticos que a partir de entonces se produjo enel país. Estas medidas han tenido –hasta laactualidad– tremendas repercusiones en tér-minos de las profundas carencias y dificultadespara acudir al diálogo y a la negociación, comovías privilegiadas para enfrentar nuestrosproblemas y ver nuestro futuro.

La polarización social y política que allí segestó y potenció, sin precedentes en nuestrahistoria, sigue siendo muestra y testimonio delos terribles efectos que este quiebre históricoha significado para la sociedad y el país. Deigual manera, evidencia cómo Guatemala fueobligada a entrar, de manera violenta y con-tundente, en una dinámica de polarización polí-tica de carácter internacional, hegemonizadapor EE. UU. en el contexto de la llamada “guerrafría”.

El cierre abrupto del “período revolucio-nario”, en junio de 1954, fue posible tanto porla ejecución de los planes de intervención quese elaboraron en Washington, como por lacolaboración y presiones de quienes, en elinterior del país, se oponían al proyecto políticoreformista del presidente Arbenz. De tal maneraque ambos factores deben ser considerados,al momento de tratar de entender o explicareste hecho histórico específico.

El fin de la II guerra mundial ylos inicios de la “guerra fría”;contexto de la intervenciónde 1954Europa occidental no logró frenar la expansióndel Tercer Reich como tampoco del nacionalso-cialismo. Gran Bretaña tuvo que luchar solapor más de un año para no caer en manos deAlemania. Los alemanes se tambalearon sólodespués del intento de invasión de Hitler a laUnión Soviética en 1941 y del ataque japonésa Pearl Harbor. La URSS pagó con más de 20millones de vidas esa guerra. Antes de entraren guerra, EE. UU. financió parte de los esfuerzosaliados.

Al concluir la contienda se consolidaron dosgrandes potencias: EE.UU. con capacidad finan-ciera y monopolio nuclear, y la URSS, a travésdel poderío militar adquirido en la guerra y elcontrol e influencia sobre nuevos territorios. El

resto de Europa –y del mundo– que-daría encerrado entre estas dos pro-puestas paradigmáticas.

Desde los primeros años de lapostguerra, se fue generando unanueva realidad geopolítica, al igualque una serie de discursos en los queel temor y la desconfianza eran el sus-trato común. Aunque todavía no eraperceptible la división de Europa endos, ésta se convirtió en el primer es-cenario de lucha entre las dos gran-des potencias. Desde 1943-1944 losdirigentes soviéticos temían los efec-tos de la expansión del capitalismoamericano en una Europa debilitadapor la guerra. Luego de concluida ésta,los norteamericanos percibieron comouna amenaza la posibilidad de que elcomunismo se expandiera, debido alos efectos sociales que se podíandesprender de esa ideología, en unaEuropa igualmente destruida por laguerra. Desde entonces insistirían so-bre el peligro de una “revolución mun-dial” promovida por el comunismo in-

ternacional, a través de sus agentes disemi-nados por el mundo.

Los ejes centrales del nuevo discurso ame-ricano giraban en torno a la defensa de la liber-tad y la democracia frente a la amenaza deltotalitarismo comunista, con un fuerte énfasisen su propósito como nación, de ayudar a lospueblos libres a defender sus instituciones y suintegridad territorial en contra de los movimien-tos agresivos que buscaban imponer los regí-menes totalitarios. Es allí donde surgió el pen-samiento anticomunista, como designaciónincuestionable y negativa del sistema socialistaque la URSS había impuesto en su ámbito de accióngeopolítico. Se consolidaría la visión dicotó-mica: mundo libre-comunismo.

A partir de estos planteamientos, se imple-mentaron medidas y políticas de “contención”del comunismo, que tendrían impactos diversosen distintos lugares de Europa y AméricaLatina. Sobre todo, por los procedimientos utili-zados y las alianzas políticas que supusierontales procesos.

Justificando ladesestabilizacióndel gobierno de ArbenzLas consideraciones sobre la ingerencia queGuatemala podía tener en la seguridad nacio-nal de EE. UU. nunca fueron apremiantes. Afinales de 1953, los analistas del Departamento

El Presidente Jacobo Arbenz en su despacho, s/a, Nuesro Diario, circa 1953.

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de Estado opinaban que la influencia comunistaen Guatemala era relativamente trivial, conexcepción de la influencia que algunaspersonas pudieran tener sobre el propioArbenz. Tampoco era sostenible el argumentode que Guatemala podría ser la avanzada parala invasión del canal de Panamá por parte delos soviéticos. Además, Guatemala no teníarelaciones diplomáticas ni militares con la URSS

y nunca se comprobó la existencia de vínculosentre ambos países.1

En este contexto, el principal argumentosobre el que EE. UU. se basó para justificar lostemores de subversión comunista en Guatema-la –y en América Latina por extensión– fue elprograma de reforma agraria; pero, sobre todo,porque afectaba a la United Fruit Company.2

Por ello, los cambios que dicha reforma agrariapromovían en el régimen de propie-dad fueron percibidos como unaamenaza al principio de la propie-dad privada, tanto por EE.UU. comopor los grandes terratenientes gua-temaltecos. Sólo a partir de estapremisa, se agregaba que esoscambios estaban generando ines-tabilidad social que amenazaba losintereses políticos, económicos y deseguridad estadounidenses. El pro-ceso de nacionalización del petróleo,que entonces se estaba dando enIrán, fue inmediatamente compa-rado al caso guatemalteco.

En 1953, el gobierno norteame-ricano decidió que la CIA asumierael control de las operaciones inter-vencionistas en Guatemala, comolo había hecho en Irán. Se registróun primer intento para promover

una revuelta contra Arbenz, que se localizó enSalamá, pero fracasó (Operación Fortune). Aésta le siguió la llamada Operación PBSUCCESS.3

Se trataba, fundamentalmente, de un planque sería ejecutado por mercenarios, dado quelas fuerzas militares de EE.UU. no debían apare-cer bajo ninguna circunstancia involucradas enél.

Preparando el ambientepara la intervenciónPiero Gleijesis plantea que las reformas polí-ticas y económicas promovidas por el gobiernode Arbenz afectaban e irritaban a los demásgobiernos centroamericanos, por su espíritu ypropósitos modernizadores y democratizado-res; pero, sobre todo, porque estimulaban un

ambiente político cuestionador en esos países.Los poderes establecidos no deseaban que eseejemplo tuviera éxito.4

En tal sentido, desde 1952 se principióa orquestar, en el contexto centroamericano,una serie de acciones contra el gobierno deArbenz, tales como la moción presentada en

agosto de dicho año en el seno de la Organiza-ción de Estados Centroamericanos (ODECA) parafrenar las acciones subversivas del comunismointernacional en Centroamérica. Propuesta conuna clara dedicatoria a Guatemala, por lapromulgación del Decreto 900, que marcó elinicio de tensas relaciones entre Guatemala yel resto de países de la región, al punto que Gua-temala se retiró de esa iniciativa.5

EE.UU. contaba con el apoyo incondicionalde Somoza en Nicaragua y, en el caso deCosta Rica, se buscaron acercamientos con elrecién electo presidente José Figueres. Por otrolado, presionó a Honduras a firmar un tratadode seguridad mutua, dado que desde allí seprepararía la invasión a Guatemala.

Fue en este contexto que se tomó la deci-sión de poner en marcha la Operación PBSUCCESS.

Los planificadores de esta ope-ración no se hacían mucha ilusiónen cuanto a la oposición política algobierno de Arbenz al interior deGuatemala. Por ello, más bien apos-taban al ejército, al que considerabanclave para la estabilidad del Gobier-no. Pensaban que éste cambiaríade actitud si sus altos mandos lodecidían. Sobre todo, si percibíanque “… su seguridad personal ybienestar se veían amenazados.”6

Por ello, era necesario aislar aGuatemala en el plano internacio-nal y agitar el fantasma de las san-ciones multilaterales, lo que provo-caría una desmoralización entre lasfuerzas que apoyaban al régimen,y la oposición civil se fortalecería.Si el ejército no reaccionaba, co-rrespondería a los exilados alum-brar la chispa del alzamiento. Pero,como ya se mencionó, se teníanfuertes dudas sobre la capacidadde los alzados para derrotar a lasfuerzas armadas.

En este contexto, Washingtoncambió a su embajador en Gua-

temala y colocó a John Perifouy, quien venía

1 En relación con la presencia comunista enGuatemala, el historiador Nick Cullather, en ellibro que, por encargo de la CIA, escribió entre1992 y 1993 sobre la intervención de esaagencia en la caída del gobierno de JacoboArbenz, dice: “El número total de miembrosdel partido nunca excedió 4,000 en una naciónde casi tres millones, hecho reflejado en ladebilidad del partido en las urnas electorales.Sólo cuatro comunistas tenían escaños en elcongreso compuesto por 61 miembros, cuerpo dominado porlos moderados. Árbenz no nombró a ningún comunista en elgabinete, y sólo seis o siete tenían puestos importantes. Sinembargo, estos pocos ocupaban puestos que los hacíanmuy visibles para los funcionarios de los Estados Unidos…La principal influencia del Partido provenía de la amistad deFortuny con el presidente.” Cfr: PBSUCCESS. La operaciónencubierta de la CIA en Guatemala, 1952-1954. (Guatemala,AVANCSO, 2002), p.21.2 En el prólogo a la edición en español del libro citado, elhistoriador norteamericano Greg Grandin señala que la reformaagraria fue vista por la burguesía agraria como una amenazadirecta al poder que siempre había ejercido. Además, y citandoa analistas locales, añade que dicha oposición se dio porquecomprendieron bien cuáles serían los efectos de la políticaeconómica dentro de la que se insertaba dicha medida, dadoque afectarían su poder y sus intereses, construidos yconsolidados a partir de la explotación y el expolio. Cfr.Cullather, op. cit. pág. viii.

3 Los detalles y el proceso de desarrollo de ambas operacionesestán relatados en el libro de Cullather antes citado.4 Shattered hope. The guatemalan revolution and the UnitedStates, 1944-1954. Princeton, Princeton University Press,1991.

S/a 1954. CIA Coup in Guatemala.

5 Al interior de EE.UU. –aún antes de la emisión del Decreto 900-los medios de comunicación principiaron a hacer eco de unacampaña que, de manera clara y directa, identificaba las polí-ticas gubernamentales de Arbenz como resultado de la influen-cia del comunismo internacional.6 De hecho, un documento desclasificado –memorandum de 1de junio de 1954– ponía en duda que la operación a cargo deCastillo Armas pudiera tener éxito. Ante tal eventualidad, seplantearon varias opciones que pudieran ser interpretadas, anivel internacional, como actos de provocación por parte delgobierno de Guatemala, tales como ataques a interesesextranjeros, o de penetración de supuestas tropas guatemal-tecas en territorio hondureño. Cfr: “Planes de provocación.1954”. En: Denegado en su totalidad. (Guatemala, AVANCSO,2001), pp. 27-35.

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de Grecia, en donde había jugado un papelimportante para consolidar al gobierno con-servador recién instalado allí.

De manera casi simultánea, el Departa-mento de Estado solicitó al Consejo de la Orga-nización de Estados Americanos (OEA) que inclu-yera un punto más en la agenda de la Décimaconferencia interamericana –que se celebraríaen marzo de 1954– sobre “la intervención delcomunismo internacional en las repúblicas ame-ricanas.”

La Conferencia de CaracasLas expectativas de la mayoría de países deAmérica Latina en torno a la Conferencia deCaracas se centraban en la posibilidad de en-contrar eco a sus demandas de apoyo econó-mico por parte del gobierno norteamericano,traducidas en préstamos para el desarrollo,mejores precios para sus materias primas y fa-cilidades para acceder al mercado de EE.UU. Sinembargo, desde el gobierno de Truman, esasdemandas no habían sido atendidas. Washingtoncriticaba a estos países por esperar todo deEE.UU. y afirmaba que era inversión privada loque necesitaban, para lo cual era necesario un

La batallaideológica del 54

Alejandro Maldonado Aguirre*

Los vientos democratizadores que empu-jaron el triunfo de los aliados sobre el tota-

litarismo nazi, el impulso creativo de esclare-cidos guatemaltecos que retornaron del exilioy el carisma revolucionario de los líderes natu-rales de octubre, abrieron el cauce de sensiblesreformas sociales. El Código del Trabajo, laSeguridad Social, el escalafón del magisterio ylas innovaciones educacionales y culturalesconstituyeron el mensaje de la Nueva Guatemalaarevalista. El segundo gobierno revolucionarioavanzaría audaz hacia un proceso de autono-

8 Cfr: Guillermo Toriello Garrido: La batalla de Guatemala.México: Ediciones Cuadernos Americanos, 1955.7 Gleijesis, op. cit. pág. 272.

clima favorable, por lo que los nacionalismoseconómicos eran contraproducentes.

De hecho, el secretario de estado norteame-ricano John Foster Dulles llegó a Caracas sin pro-puesta económica para el continente, únicamentecon el propósito central de obtener, por parte dela OEA, una resolución multilateral que condenarala intervención y amenaza comunista en el área,sin necesariamente mencionar a Guatemala, paraasí dejar abierta la posibilidad de subsecuentesoperaciones y acciones contra ella.

En lo esencial, su propuesta de resoluciónfue la siguiente: “El dominio o control de lasinstituciones políticas de cualquier Estado ame-ricano por parte del movimiento comunistainternacional… constituiría una amenaza a lasoberanía e independencia política de los es-tados americanos, poniendo en peligro la pazde América, y justificaría acciones adecuadasde acuerdo con los tratados existentes.”7 Me-diante dicha resolución, EE.UU. imponía un ins-trumento que les permitiría intervenir en cual-quier país de la región.

En su momento, el canciller guatemaltecoGuillermo Toriello refutó lo planteado por Dulles.Se refirió a la amenaza que EE.UU. representaba

para América Latina, sobre todo por sus pre-tensiones intervencionistas en los asuntos in-ternos de cada Estado. Denunció que lo quebuscaba esa nación era legitimar la agresióncontra el país. El canciller afirmó que el únicopecado de Guatemala era querer afirmar susoberanía.8

A pesar del atronador aplauso dado por laasamblea al canciller guatemalteco, sólo Argen-tina y México se abstuvieron de votar tal reso-lución, aún y cuando habían argumentado encontra de la misma. Uruguay, que también se habíaopuesto, terminó votando a favor. Costa Ricaestuvo ausente, pero posteriormente se adhirióa la misma. Sólo Guatemala votó en contra.

En todo caso, el resultado de esta asam-blea desencadenó temor en Guatemala. Fueun importante paso dentro de la estrategia deguerra psicológica contra el país.

Las circunstancias de la renuncia del pre-sidente Arbenz, como de la forma en que fueencarado el vacío de poder mientras CastilloArmas llegaba a la capital, evidenciaron queno había estado equivocada la apuesta nor-teamericana sobre el papel que debía jugar elejército guatemalteco en dicha operación.

*Alejandro Maldonado Aguirre, abogado y embajador decarrera. Actuamente diputado al Congreso de la República.Ex ministro de Educación y de Relaciones Exteriores, exconstituyente y parlamentario. Dos veces magistrado de laCorte de Constitucionalidad.

mía económica y de liberación social. El progra-ma arbencista se propuso eliminar los monopo-lios yanquis: el ferrocarrilero, construyendo lacarretera al Atlántico (por cierto, el Congreso

Foto Alejandro Guzmán. Grupo de liberacionistas, entre ellos destaca Guillermo Putzeys Álvarez, Chiquimula, 1954. Fototeca Guatemala, Cirma.

arevalista por Decreto 349 de 19 de marzo de1949 declaró de urgencia nacional su termina-ción); el portuario, con Santo Tomás; el eléc-trico, con Jurún Marinalá . La Reforma Agraria

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fue el punto clave de su proyecto y se le justificócomo programa de apertura de la economíanacional al “capitalismo”. ¿Cómo fue posibleque unas reformas, obvias en su época, hubie-ran polarizado tan profundo a la poco antesunánime sociedad?

Medio siglo de repetición poética de quehubo aquí un ensayo de Revolución purísimay virginal, es mucho tiempo para decantar lateoría del crimen contra ese Reino Feliz y de laaviesa maldad de los malos muy malos que lodestruyeron. Si la factura de los mitos se tra-dujera sólo en créditos políticos, acaso no seríatan devastadora esa pasión deformante de larealidad. Resultan, sin embargo, conceptos ymetáforas que tienden, como piensa GarcíaPelayo, a que una verdad de razón se conviertaen verdad de fe. Entonces la creencia alimentalas parcialidades irreductibles de esa dialécticade odio y de conflicto que nos ha distanciadocon potencia destructiva. De ahí que la HistoriaGeneral de Guatemala contenga dos versionesdel mismo capítulo, que carecen de mínimascoincidencias que revelen un método neutralpara juzgar y juzgarnos.

De los participantes en el derrocamientode la dictadura ubiquista, su gran mayoría sedividió en dos corrientes vigorosas: la revolu-cionaria democrático-burguesa y la revolucio-naria socialista. La primera personalizada enArévalo; en Arbenz, la segunda. La disyuntivaque debía resolverse por los protagonistas ylos advenedizos de la revolución de octubreera la de definir, desde el poder, el rumbo polí-tico del movimiento. ¿Es que podían coexistirgüelfos y gibelinos, jacobinistas y montañeses,bolcheviques y mencheviques?

Los teóricos y los revolucionarios del marxis-mo clasifican a Arévalo en una tercera posiciónpequeño burguesa, demócrata y reformista. Ga-lich recuerda que era ideológicamente antico-munista [...] Era un idealista, un liberal, progre-sista y principista. [p.147**] Arbenz rompe lamoderación de su predecesor y se enfrentadecidido a la oligarquía nacional, con el proyectoagrario “para liquidar en Guatemala el latifun-dismo feudal”; y al imperialismo yanqui, con sudiplomacia desa-fiante.

Ninguna revo-lución histórica seha dilucidado sinenfrentamiento.La fórmula areva-lista quedó cance-lada el día que li-quidaron a Fran-cisco Javier Ara-na, porque a partirde entonces la ca-pacidad de ma-niobra del presi-dente se redujo. Elpoder real pasó alas manos del mi-nistro de la Defen-sa, quien, por cier-to, tiempo antesorganizó la Guar-dia Presidencial, círculo de hierro que podíacontrolar todos los pasos del gobernante y de

sus amigos. La eliminación de Arana constituyóel parteaguas de la división nacional que desdeentonces se marcaría radical e intransigente.

Esas aguas que se habían empezado a se-parar la madrugada del 20 de octubre del 44,tomaron el cauce torrencial del arbencismo,que oficializó el PGT como el partido de susten-tación de su programa, administrador de laReforma Agraria, controlador exclusivo de laorganización sindical, apologista privilegiado delas reformas sociales, inspirador de la retóricaoficial en los medios de comunicación del go-bierno asentados en la clase artístico-inte-lectual). Gustavo Porras Castejón refirió lo queoyó de labios de Manuel Galich: "[E]n los al-muerzos que solía tener los miércoles el Pre-sidente con los líderes de los partidos en elGobierno, a fin de discutir aspectos de la situa-ción, éstos se dieron cuenta, conforme avanza-ba el régimen, que aquello ya no era discusiónpara llegar a decisiones, sino que las medidasya habían sido tomadas entre Arbenz y los altosdirigentes del PGT" [p. 105]

El partido comunista, cuya existencia de-fendió resuelto el presidente Arbenz en suInforme al Congreso de la República, no era elinofensivo grupo de dialécticos o teóricos inde-pendientes del poder que proponían un pro-grama para dirimirlo según las normas de la de-mocracia en una elección competida. Era, enplena Guerra Fría, el desafío de un grupo deactivismo frenético que contrastaba con la

plácida concupiscencia de los partidos de laburguesía revolucionaria, entre los que desta-caban, eso sí, por su iniciativa, los dirigentesque hicieron causa común con el PGT. Los comu-nistas, de vida frugal, estaban en todos los

El embajador de EE.UU. John Peurifoy (izq.) y Carlos Castillo Armas, anónimo, Fototeca Guatemala, Cirma, 1955.

**Las citas pueden confrontarse en la página correspondientede Testigo de los testigos, del autor.

Foto Alejandro Guzmán, Grupo de liberacionistas en práctica de tiro, Chiquimula, 1954. Fototeca Guatemala, Cirma.

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frentes: la propaganda, la organización sindical,las invasiones agrarias, la propuesta seria paraintervenir la educación privada. Los partidos dela burguesía octubrista incurrieron en inepcia parasustituir al PGT como sustento legítimo de Arbenz.No lo fueron en el planteamiento doctrinal de suprograma, no lo pudieron reemplazar en la emer-gencia de la invasión anunciada, ni tuvieronconvicción para recibir el legado luego de la catás-trofe. Cuarenta y dos años después era el PGT elque negociaba la paz, siendo la única represen-tación política de la tesis arbencista, que lesperteneció desde su origen hasta su extinción.

La movilización de masas desde las cum-bres del poder, con un sistema electoral cautivodel arrollador voto público del analfabeto (70%de la población), sometido por tradición y cultu-ra al caciquismo del trópico, tendía a consolidar,por impulso histórico, la revolución socialista queaudaz había iniciado con decisión irrevocable.Roto ya el Estado de Derecho (destitución delos magistrados de la CSJ) y canceladas las liber-tades civiles de una oposición cuyos dirigentesestaban encerrados en Salamá, expulsos o exi-liados, y domesticada la burguesía octubrista conlas mieles de la corrupción, los mandos comunis-tas poco tenían que hacer para imponer la próximacandidatura presidencial. En 1954 dos facciones,rabiosamente opuestas, fueron las únicas conautenticidad: los comunistas que estaban en losuyo (consolidar la conquista del poder) y losanticomunistas dispuestos a impedirlo.

El entorno externo de este ensayo tendríaque ubicarse en los cálculos minuciosos de laGuerra Fría, en lo más crítico de la confronta-ción Este-Oeste, con miles de soldados yanquismuertos, prisioneros o desaparecidos en la gue-

rra de Corea, ofendido el orgullo del Tío Samen otros frentes (Berlín, por ejemplo), Franciahumillada en Indochina, las conversaciones depaz de Ginebra estancadas, Montgomery anun-ciando apocalíptico la Tercera Guerra Mundial,el líder de los demócratas, Johnson, hablandode sanciones económicas contra Guatemala yun "poco más". Así, el tono de la política exteriorlo describe el excanciller Galich: Lo que másenardeció al gigantesco animal microcéfalo (…)fue que el pequeño atrevido lo irrespetara enlos foros internacionales, y hablara, en todaspartes, un lenguaje desenfrenadamente veraz;denunciara sus aviesos atropellos en todo elmundo; fuera una voz solitaria y discrepante enel coro interamericano, y se manejara interna-cionalmente, en su política, sin someterse a lacartilla de Washington. [p 147] Claro está quela política nacionalista de Arbenz no era en sísuficiente para afectar profundo los interesesestadounidenses en elmundo, ni vaya a creerseque la aplicación de lareforma agraria a partemínima de las tierras dela United Fruit Company(relacionada con la vas-tedad que tenía en diezpaíses y con inversionesen Europa y África) la ibaa conducir a la quiebra.Prueba de esto es queCastillo Armas no le devol-vió ni una pulgada cua-drada ni le pagó un cen-tavo por el valor de lo ex-propiado. En compara-

ción con las prioridades petroleras que EstadosUnidos tuvo en México, estratégicas en los ini-cios de la segunda gran guerra, la expropiaciónde tierras no podía ser suficiente para desatarla furia del Departamento de Estado. El caso seredujo a una cuestión de retórica y de coorde-nadas geográficas.

El momento de batirse los irreconciliablesenemigos llegó; era inevitable que ocurriera.Las palabras subieron de tono, las afrentas ylas jactancias los condujeron a una soluciónfatal. El crimen comprometió las conciencias.No quedó espacio para el diálogo ni para lacomposición porque en el conflicto ideológicoy de poder se fueron imponiendo incontrolableslos radicales, los duros, los intransigentes. Laextrema derecha que no concedía la mínimarazón de sensibilidad social a las accionesreformistas de Arbenz, y la extrema izquierda,dominada por los comunistas, que no pensójamás en moderar el lenguaje ni se tomó lamolestia en tratar de conciliar razones paramediatizar el tinte del régimen. Cualquiera quehubiera clamado por la cordura habría sidocalificado de débil, revisionista o traidor. DeManuel José Arce son estas palabras: … en1954 nuestro pueblo se encontraba profunda-mente dividido en dos bandos, y cuando cadabando tenía –hay que reconocerlo– una ban-dera válida para la lucha... [p 75]

Esos bandos alinearon tajantes. No que-daron espacios para los neutrales ni los tibios.Con la revolución –eufemismo para no decirhegemonía política del PGT–: los sindicatos detrabajadores urbanos y los comités agrarioscon su poderosa central campesina, los artistase intelectuales organizados y los mediatizadospartidos que integraban el gobierno. En elcampo opuesto: la escasa alta burguesía, losprofesionales, la clase media y hasta las ven-dedoras de los mercados. Las grandes fuerzasociales: Iglesia, Ejército y Universidad se colo-

Anónima, Richard Nixon y Carlos Castillo Armas,Washington, 1955, Fototeca Guatemala, Cirma.

Carlos Castillo Armas y su estado mayor, s/a, circa 1955.

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La IglesiaCatólica y la

Revolución de1944

Carlos Roberto Montenegro Rios*

Cuando, en 1939, Monseñor MarianoRossell y Arellano asumió la jefatura de la

Iglesia Católica guatemalteca, se desempe-ñaba como presidente de Guatemala el generalJorge Ubico Castañeda; ambos de dotes auto-ritarias y que gobernaron sus respectivas here-dades con mano dura.

caron contra Arbenz y no por objetar su pro-grama económico social. Simple rechazo alprotagonismo del partido comunista. Inclúyaseen la lista de los adversarios a pastores evan-gélicos, que, aunque en esos tiempos muyminoritarios, hacían significativo el espectrocromático de la oposición.

El conflicto ideológico llegó a su culminacióncrítica. No hubo posibilidad de retorno ni de com-posición. El jefe del Estado, comandante supre-mo del ejército y líder nato de las fuerzas políticasoficiales, lo proclamó en su último informe alCongreso: La raya en la arena se ha profundi-zado, ubicando a cada bando en el campo , enel de la revolución y en el de la contrarrevolución.

La perplejidad de los derrocados, que olvi-daron las lecciones de Toynbee (parafraseado)de que las revoluciones perecen por suicidio,no por asesinato, en particular los miembrosde los partidos pequeño-burgueses y los pla-giarios de su ineptitud para el análisis, atribuyela causa total de la derrota al imperialismoyanqui y a la United Fruit Co. que resolvieroncastigar la decisión de ejecutar la reformaagraria. Fortuny es más sincero y dice: no fue-ron las cuestiones de la Reforma Agraria lasque hicieron levantar en los militares un ánimogolpista y reaccionario. Tampoco fue causa dela reacción de los Estados Unidos: Yo tengoun punto de vista diferente: no fue eso. No fuela Reforma Agraria…[p.135] Por otro lado, en

cuanto a comparación de las fuerzas que seenfrentaron, resulta una desproporción dramá-tica. Fortuny: Arbenz, analizando la situacióndesde el punto de vista militar, pensó que jamásiban a derrotar al Ejército de Guatemala [...]numéricamente eran una fuerza insignificante[...] con un armamento precario [...] el Ejércitoutilizaba artillería y esa gente no traía nada deartillería... [p 136]

Insistir sobre que el segundo gobierno dela revolución había perdido la base de susten-tación popular que ungió al primero, no debeentenderse como ánimo morboso de machacar.Es necesario para fortalecer el propósito decontribuir a cancelar una de las causas de ren-cor incubado con dolo a las nuevas generacio-nes, acerca de la carencia de legitimidad popu-lar de la liberación, devorando así cualquierposibilidad honesta de reconciliación. La tuvoen razón opuesta al desgaste sufrido por elrégimen en tanto éste pudo provocar la radi-calización que le enajenó media población, yeste guarismo no se lo inventa el comentaristasino lo extrae de voces autorizadas, carentesde sospecha mercenaria, como el testimoniodel dirigente juvenil del comunismo oficial deaquellos tiempos que fueron. Torres Rivas enentrevista periodística: Las presiones norte-americanas y el movimiento de una buena partede la sociedad eran muy fuertes. No es ciertoque las acciones de Arbenz hayan sido apo-

yadas por la mayoría de la gente de entonces.Yo considero que un 50% de los guatemaltecosestaban en contra de su programa. Tanto elcompló norteamericano como la debilidad delEjército coadyuvaron a que Arbenz se desmora-lizara. Su renuncia no obedeció a cobardía,sino a desmoralización. [p. 89)

Prensa Libre y elPeriódico prestos publica-ron páginas enteras de acotaciones de perio-distas extranjeros a los “documentos desclasifi-cados de la CIA.” La gran revelación: ¡el apoyonorteamericano, económico y político, a las ope-raciones anticomunistas del 54! Esto, igual queel respaldo material cubano a la guerrilla militaro el noruego a la diplomacia insurgente, ¿acasoha sido negado? Quienes se han empeñadoen desconocer el carácter guatemalteco eideológico de ese movimiento, exclaman acercade una “invasión norteamericana” que recor-daría los marines que entraron hasta la entrañaterritorial de México, Grenada, la Dominicanao Panamá. Para ser justos, la decisión, el corajey la vida fueron neta y absolutamente guatemal-tecos, razón por lo que, de todos los errorespuntualizados a la publicación reproducida porelPeriódico, se le señaló, como contraste, undato perdido que confirma lo que en seguidase subraya: Kin hizo saber que la rebelión sellevaría a cabo de cualquier modo, y advirtióque sin el apoyo de la CIA podía fallar, lo cualsería desastroso para la resistencia antico-munista. [p 85]

* Licenciado en historia por la Universidad de San Carlos deGuatemala; sociólogo, Universidad de Costa Rica; maestríaen sociología por la misma universidad.Foto Raúl Gonzáles Garza. Monseñor Mariano Rossell y Arellano recibe condecoración de manos de Carlos Castillo Armas, 1954. Fototeca Guatemala, Cirma.

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Rossell y Arellano mantuvo tres provinciaseclesiásticas: Guatemala, Los Altos y La Vera-paz, y fue muy resistente a la formación de nue-vas diócesis. El catolicismo de la época era fun-damentalmente urbano, con un discurso oligár-quico, de corte veterotestamentario, en el quese satanizaba a las organizaciones populares.En aquellos años, la opción política de Dios sesituaba del lado de los finqueros y del provi-dencial gobierno cafetalero deturno.

El catolicismo tenía seriosproblemas para mostrar presen-cia en todo el país, principalmen-te por la escasez del clero dioce-sano y de congregaciones religio-sas. En parte, por que no se ha-bía recuperado de las expul-siones de religiosos que se pro-dujeron en el gobierno liberal deJusto Rufino Barrios (Siglo XIX).

En 1942 existían 114 sa-cerdotes, tanto diocesanos comopertenecientes a órdenes reli-giosas, un número relativamen-te bajo si se toma en cuenta quela población del país, en 1940,era aproximadamente de dosmillones de habitantes. Estadís-ticamente, un sacerdote debíaatender las necesidades espiri-tuales de casi 18 mil almas.

La estructura de la Iglesiaera, en ese entonces, muy rígi-da y su marco legal e institu-cional no le permitía un mayorcrecimiento. A lo anterior habríaque agregar que Rossell y Are-llano se oponía a cualquierreorganización que disminuyerael control de la administraciónreligiosa. Esta hegemonía delcatolicismo le hizo mucho dañoa la religión; no permitió sucrecimiento ni la necesaria ex-pansión y renovación de ideas,hasta el punto de que la Iglesiano se inmutó ante los hechosmás despreciables de la dicta-dura ubiquista y despertó hastala caída de dicho régimen.

El cambio revolucionario provocó que laIglesia tomara partido con un nuevo signo ideo-lógico: el anticomunismo. Durante el procesoelectoral de 1944, pasó a la acción fundandopartidos políticos afines a su pensamiento. Eneste nuevo clima ideológico, la Iglesia Católicase opuso a la candidatura de Juan José Arévalo

–liberal, socialdemócrata– y apoyó la de AdriánRecinos, –católico y conservador–, candidatodel Frente Democrático Nacional, que en loscomicios obtuvo apenas 7% de los votos, contra85% de los sufragios emitidos a favor del FrentePopular Libertador que apoyó a Arévalo.

El triunfo Arevalista dio como respuestainmediata de la Iglesia, la creación del Secreta-riado Social Rerum Novarum. Junto a éste

nació la asociación Acción Social Cristiana, quehacía comentarios sobre las encíclicas RerumNovarum y Quadragessimo Anno. También re-saltaba la polémica que la Iglesia mantenía conel nuevo Gobierno a propósito de la libertadde cultos, las prohibiciones a los sacerdotes paraformar organizaciones sociales y a la Iglesiade tener propiedades, todo ello al tenor de la

nueva Constitución de 1945, en especial losartículos 29 y 32, que prohibía a las asocia-ciones religiosas la formación de organiza-ciones laborales e intervenir en política.

Sin embargo, la publicación oficial Arzobis-pado Verbum iba mucho más allá y se situabaen ataque al Gobierno; primero, acusándolo depracticar un “liberalismo laicista” y después, deser abiertamente “filocomunista y francmasó-

nico”, tal como sucedió en elgobierno de Arbenz.

En este resumen generalno podemos dejar al margenuna explicación sobre el anti-comunismo guatemalteco, queencontró sus primeras manifes-taciones en la administraciónde Manuel Estrada Cabrera,durante el cual gremios y sindi-catos fueron acusados de anar-quistas y socialistas. Con el go-bierno de Ubico Castañeda y aconsecuencia de los levanta-mientos agrarios de El Salvadoren 1932, esta política cobró unnuevo impulso, delineando undiscurso patriótico absolutista.

En aquel entonces, la com-prensión del mundo se volvíadicotómica: la salvaguarda dela cultura occidental (la religióncristiano-católica y el capitalismocomo última y mejor forma deconvivencia humana) o la diso-lución social, el caos, la pérdidade la propiedad privada y eltotalitarismo comunista. Estediscurso anticomunista, que seaderezó desde la escuela, elGobierno y la Iglesia, permeó lascapas medias urbanas y la elite,y se convirtió en discurso identi-ficador dominante de carácterexcluyente, que redefinía el con-cepto de comunidad nacional yfortalecía el excepcionalismo delos ladinos urbanos con unabuena dosis de racismo. Así, elser nacional se integraría conlos siguientes componentes:

1) El “liberalismo constructivo”, como modeloeconómico que desarrolla, especialmente, lainfraestructura nacional y trae “progreso yorden”.

2) El “comunismo bolchevique”, disfrazado conun discurso socialdemócrata” y que sepresenta como “socialismo espiritual” y quees menester combatir.

Foto Serpa. Arzobispo de Guatemala Monseñor Mariano Rossell y Arellano acompañado de Odilia Palomo de Castillo y CarlosCastillo Armas, 21 de julio de 1954. Fototeca Guatemala, Cirma.

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3) La Iglesia Católica, que lleva adelante unacruzada anticomunista desde el púlpito, paraevitar cualquier tipo de redistribución agraria,organización sindical, educación laica y, lomás importante, la separación entre Iglesiay Estado.En el contexto descrito,

se encontraba una jerar-quía católica cada vez másrecelosa del contenido “co-munista” de la nueva Consti-tución. En la carta pastoraldel 21 de noviembre de 1946,la Iglesia Católica afirma quelas diferencias sociales sonel resultado del orden im-puesto por Dios (Génesis 2)y si este orden se altera, espor causa humana, por la“tentación y la caída” (Gé-nesis 3). El retorno de dichoorden se lograría cuando lahumanidad “rechace al Anti-cristo” (Juan 2. 18-29). En“buenas cuentas” el ordensocial es el deseado por Diosy, si se practica la justiciasocial, debe tenerse cuida-do para saber rechazar atiempo a “la bestia y a los fal-sos profetas” (Ap. 13. 1-18).

Solamente se aceptabacomo “labor social” el tra-bajo de Acción Católica,fundada por el Papa Pío XIen Roma, en 1935, y que,desde la perspectiva arzo-bispal, estaba autorizadapor la Iglesia para “combatira la prensa anticristiana”,“defender los derechos de laFamilia” y “educar a traba-jadores, profesionales y pa-tronos en los principios dela fe católica”.

El 12 de Octubre de 1948, convistas en participar en las eleccionesgenerales y para Presidente de laRepública de 1950, se fundó el PartidoUnificación Anticomunista (PUA). La pro-puesta de aglutinar al anticomunismo na-cional fue bien acogida por la Iglesia Cató-lica, que lanzó una campaña eclesiástica,señalando que la expropiación de tierras eraun vasto plan de dominación comunista, queterminaría no solamente con la propiedad pri-vada, sino con la religión, imponiendo “el ateís-mo más vergonzoso en país”. Como “pruebascontundentes” presentó el rompimiento de rela-

ciones diplomáticas con el “gobierno católico”de Francisco Franco y el establecimiento derelaciones con la Unión Soviética (hechos quese registraron durante el gobierno de Arevalo).

En esta coyuntura, el anticomunismo nacio-nal apoyó la candidatura del coronel Francisco

Javier Arana y los sectores populares al tambiéncoronel Jacobo Arbenz. El asesinato del coronelArana cambió los planes del anticomunismo que,finalmente, se vio forzado a dar su apoyo algeneral ubiquista Miguel Idígoras Fuentes.

Arbenz triunfó con 65.9% de los votos.Idígoras Fuentes obtuvo unlejano 18.1%. Estos resulta-dos fueron tan dramáticospara el anticomunismo, enespecial para la Iglesia, quemovieron al arzobispo metro-politano a no asistir a la re-cepción que con motivo de labienvenida al nuevo gobier-no, ofreció el cuerpo diplo-mático. A ésta asistió el nun-cio papal, quien aprovechó laocasión para presentar susrespetos a las autoridadesentrantes y expresar su de-seo de trabajar juntos en loque fuere necesario.

Si bien es cierto quesegún el Derecho Canónico,al nuncio no le correspondíaautoridad sobre los obispos,sí solía informar al clero lo-cal de las decisiones vati-canas. El papado expresa-ba cierta preocupación porel excesivo celo anticomu-nista de Rossell y Arellano,tomando en cuenta que PíoXII había proclama 1950,como “año santo”, cuyo ob-jetivo era: “ampliar y divulgarel catolicismo Urbi et Orbi”.Así, mientras que el arzobis-po metropolitano se encon-traba enzarzado en cruza-das anticomunistas, la feli-gresía languidecía en ayunode fe y pan.

El nuncio, con órdenesvaticanas y “a contrapelo” de la autócratajerarquía local, abrió cuatro nuevas diócesisapostólicas: Zacapa, Jalapa, Sololá y San Mar-cos, además de una administración apostólicaen Petén, convirtiéndose el año 1951, en el“año santo guatemalteco”. A lo anterior hay queagregar el nombramiento de tres nuevosobispos, de los cuales sólo uno era nacional,lo que provocó cierto enfado de “su ilustrísimael arzobispo”, quien no reclamó al nuncio ladecisión vaticana.

Estos pequeños inconvenientes noamedrentaron a Rossell y Arellano, quiencontinuó su cruzada anticomunista,

ahora con un formidable aliado: la Asocia-

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ción General de Agricultores (AGA). Con ellainició una lucha frontal en contra de la reformaagraria Arbencista.

En 1952, las discrepancias entre el Estadoy la Iglesia se tornaron irreconciliables: Ver-bum, el periódico oficial de la Iglesia, AcciónCatólica, Acción Social Cristina, la AGA y lospartidos anticomunistas hicieron causa comúnen contra del Gobierno; sin embargo, llama laatención que el nuncio papal, monseñor Gena-ro Verolino, mantuviera una actitud conciliadoray no criticara la satanizada reforma agraria.Ante la actitud de la Iglesia Católica, Arbenz –apesar de encontrarse agobiado por multitud deproblemas– no reaccionó en forma ofensiva encontra de ella, pues si bien se defendió, no abrióun nuevo frente para atacar al clero. Es más, suministro de relaciones exteriores, GuillermoToriello Garrido, intentó contactar con El Vatica-no, para lograr atemperar sus ataques, empre-sa en la que no logró mayores éxitos.

El 4 de Abril de 1954, La Carta Pastoral de“su iIlustrísima el arzobispo”, fue tajante. El pue-blo de Guatemala debería escoger entre obe-decer a Moscú o permanecer fiel a la Iglesia,so pena de ser excomulgado ad aeternum. Enla carta pastoral, su autor iba más allá, puesen ella le pedía al pueblo que se alzase en

armas y pelease “contra el enemigo común deDios y de la patria”. En otra de sus partes,manifestaba la preocupación del arzobispo pordefender al catolicismo de “la amenaza delcomunismo ateo”. Era muy explícita respectode a quien consideraba como el responsablede semejante disparate en Guatemala. Unapublicación de esta naturaleza, tres mesesantes de la caída de Arbenz, no dejaba dudade lo intereses que Rossell y Arellano defendíaen esa coyuntura.

Rossell y Arellano manipuló la fe popular detal manera, que hizo que la imagen del Cristode Esquipulas fuera elevada a la categoría de“comandante de la liberación” y llevada en hom-bros por el país, para darle las gracias por “libe-rar a Guatemala del comunismo”. En 1956, laarquidiócesis de Guatemala declaraba PrelaturaNullius al santuario de Esquipulas y lo ligabadirectamente a las decisiones arzobispales.

Finalmente, debemos entender que laIglesia Católica en aquel momento buscaba re-conceptualizar el mundo cristiano bajo la visiónno sólo del anticomunismo, sino de su papelen la segunda guerra mundial y, un poco másadelante, en el contexto de la guerra fría. ElPapa Pío XII –Eugenio María Giovanni Pacelli–había colaborado tanto con el fascismo italiano,

como con el nazismo alemán, por lo que lascríticas se alzaban en contra de un EstadoVaticano que hizo muy poco por los judíos yotros perseguidos del fascismo. Es por ello quela proclamación del “Año Santo” en 1951pretendía darle una pluralidad mundial al cato-licismo, pero sin perder la unidad que derivabade la lucha contra el comunismo. Así se apo-yaban lemas como “Por Cristo o contra Cristo”,para anunciar a los feligreses el sentido verticaly autoritario del catolicismo; también se acuñóel término “iglesia del silencio”, que denotabala situación del catolicismo en los países queconformaban la antigua Unión Soviética. Loanterior quedó plasmado en la encíclica FideiDonum (El regalo de la fe), en la cual alertasobre los procesos de liberación nacional y lospeligros que éstos tienen de convertirse enmovimientos comunistas.

En fin, la Iglesia Católica guatemalteca nodesentonó, en aquella época, del coro mundialque alentaba el conservadurismo y el dogma-tismo, creyó que el mundo no debía cambiar yapoyó regímenes y sistemas sociales injustosbajo la definición agustiniana de “extra ecclesiamnulla salus”: fuera de la iglesia no es posible lasalvación.

Anónima. Velatorio de Carlos Castillo Armas, 1957. Fototeca Guatemala, Cirma.