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Coedición de

La Prensa Médica Argentina

Fundación Alberto J. Roemmers

MAESTROSDE LA MEDICINA

ARGENTINA

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Galardonados en los años anteriores

1977: O. Loudet, E.S. Mazzei, D.E. Zavaleta1978: I. Maldonado-Allende, E.F. Bonnet, O. Vacarezza 1979: O. Fustinoni, J.M. Mainetti, J.E. Rivarola1980: A. Lanari, L. Arrighi, M. Quiroga1981: J.E. Burucúa, P. Negroni, A.A. Santas1982: H. Marino, J.R. Michans, L.V. Sanguinetti1983: C. Ottolenghi, C. Reussi, L. de Soldati1984: L.F. Leloir, H. Rodríguez Castells, J. Uriburu 1985: F. de Elizalde, V. Foglia, R. Garriz1986: E. Etala, R. Favaloro, P. Magnin1987: E. de Robertis, E.S. Malbrán, R. Votta1988: P. Maissa, H.H. Rubio, J.M. del Sel1989: A. Bracco, J. Reforzo Membrives, A.O.M. Stoppani 1990: A. Canonico, A. Taquini, E. Zancolli1991: A. Cordero, A. Maccagno, E. Viacava1992: A. Binia, A. Laurence, L.N. Ferreira1993: J.C. Arauz, L. González Montaner, V. Gutiérrez 1994: J. Insua, J. Manrique, H. Pavlovsky1995: C. Bergadá, G. Jauregui, M. Tezanos Pinto1996: F. Benaim, O. Martino, O. Morelli1997: R. Arana, R. Cabrini, G. di Paola1998: A. Agrest, C. Dosne Pasqualini, S. Schächter 1999: R. Fahrer, J.M. Ghirlanda, E. Hurtado Hoyo2000: A. Larguia, A. Lizárraga y E. Saad2001: C. Bertolasi, E. Beveraggi, G. Jaim Etcheverry2002: C. Cerini, A. Sonis, E. Gadow2003: S. Muchnik, V. Pérez, A. Roncoroni2004: A. Buzzi, R. Leiguarda, R. Pradier2005: J. García Badaracco, M. L. Martí, R. Rostagno2006: E. Charreau, P. Ferraina, A. Kaminsky.2007: A. M. Larguía, M. Podestá, R. de los Santos2008: L. Mc Lean, H. López, G. Piantoni2009: F. Etchegoyen, J. Navía, M. Weissembacher

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El Premio Maestro de la Medicina Argentina®

auspiciado por La Prensa Médica Argentinafue instituido en el año 1977.

A partir de entonces se entregaanualmente a 3 personalidades de la medicina

que se hayan destacado por sus méritos éticos y científicos.Este premio es la consagración de una trayectoria

con su reconocimiento público, porque ser “Maestro de la Medicina”no es un premio que se otorga por un trabajo o un descubrimiento,

sino que se obtiene por la labor meritoria de toda una vida.

® Marca Registrada por “La Prensa Médica Argentina” (Acta 2.294.486 del Registro Nacional de la Propiedad Industrial). Queda expresamente prohibida su utilización por terceros no autori-zados, quienes se harén pasibles de las sanciones contenidas en las disposiciones vigentes, que brindan protección legal a las marcas re gistradas.

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La Prensa Médica Argentina

Fueron sus primeros Directores en 1914:Luis Güemes, Gregorio Aráoz Alfaro y Daniel J. Cranwell

Desde 1919 hasta 1926:Daniel J. Cranwell, Mariano R. Castex y Carlos Bonorino Udaondo

Desde 1927 hasta 1934:Mariano R. Castex, Carlos Bonorino Udaondo y Pedro Chutro

Desde 1935 hasta 1947:Mariano R. Castex, Carlos Bonorino Udaondo, Enrique Finochietto

y Alberto Peralta Ramos

Desde 1948 hasta 1951:Mariano R. Castex, Carlos Bonorino Udaondo, Ricardo Finochietto

y Alberto Peralta Ramos

Desde 1952 hasta 1954:Mariano R. Castex, Ricardo Finochietto, Alberto Peralta Ramos

y Egidio S. Mazzei

Desde 1955 hasta 1957:Mariano R. Castex, Ricardo Finochietto y Egidio S. Mazzei

Desde 1958 hasta 1968:Mariano R. Castex y Egidio S. Mazzei

Desde 1969 hasta 1984:Egidio S. Mazzei

Desde 1984 hasta la fecha:Pablo A. López

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Conocimiento, sabiduría, entrega, pacien-cia, generosidad, son algunas de las cualida-des que adornan a un Maestro. En la Medicina se agrega la solidaridad ya que la transmisión del conocimiento conlleva mayores posibilida-des para aliviar el sufrimiento de otros seres humanos. Desde hace más de veinticinco siglos, el médico tiene la obligación moral de compartir lo que sabe y el discípulo de tratar a su maes-tro como a un padre, con lo que se establece un relación filial en donde se intercambian sen-timientos y relaciones humanas casi familia-res.

En estas épocas de crisis de los valores humanos y de grandes cambios sociales, la Medicina mantiene aún, como un ejemplo pa-ra otras disciplinas, una relación de maestro - discípulo que asegura la trasmisión del co-nocimiento y la persistencia de los valores que han caracterizado desde siempre a su ejercicio. Este hecho tiene su origen primero en la ca-lidad de los Maestros como los que hoy se ce-lebran en esta conmemoración que ya lleva más de tres décadas y en las que han desfila-do figuras próceres de la Medicina argentina que dejaron la simiente para que estas perso-

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Maestros de laMedicina Argentina 2010

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nalidades laureadas hoy pudieran desarrollar-se en plenitud. Estos Maestros son asimismo una continua-ción de aquellos que recibieron su premio ha-ce muchos años, por lo cual tienen una res-ponsabilidad mayor, la de tratar de emular a sus antecesores y de superarlos, ya que la ma-yor recompensa de un Maestro es que sus dis-cípuos continúen su tarea, la completen y la magnifiquen. “La Prensa Médica Argentina”, decana de las publicaciones médicas argentinas con casi un siglo de fructífera existencia, reconoce en este acto el decurso de una vida dedicada a la Medicina y fundamentada en la Ética y pone al reconocimiento público la vida y la obra de tres profesionales de la Medicina que se han ca-racterizado por su entrega a la profesión y a la enseñanza y que se encuentran en la cúspide de sus carreras plenos de proyectos y de acti-vidad productiva.. Ricardo Esper, es un renombrado cardiólo-go y profesor de Medicina Interna; Jorge Neira un pionero de la Medicina Intensiva conocedor de la enfermedad trauma; Eduardo de Santiba-

ñes, un notable cirujano y profesor de Cirugía, con un renombre mundial por su tarea en el trasplante de órganos. Los tres llegan a esta instancia con plenos merecimientos y con el reconocimiento de sus pares y de la sociedad. La “Fundación Alberto J. Roemmers” fiel a la tradición de acompañar este acto, también ha querido perpetuar la celebración con la coedi-ción de las presentaciones y los discursos y el resumen de su actividad durante el año 2009. Los premiados fueron presentados con clari-dad y emoción por el Dr Osvaldo González Aguilar, cirujano de nota. El acto fue inaugurado por el Académico Juan Manuel Ghirlanda, Pre-sidente de la Academia Nacional de Medicina, en cuya Aula Magna se desarrollo la entrega de los lauros, y culminado por el Profesor Emérito Alfredo Buzzi, Decano de la Facultad de Medi-cina de la Universidad de Buenos Aires.

Dr Manuel Luis MartíVicepresidente

Fundación Alberto J. Roemmers

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El jueves 3 de junio de 2010 fueron entrega-dos los Premios “Mestro de la Medicina” co-rrespondientes al año 2010 en el Aula Magna “Marcelino Herrera Vegas” de la Academia Na-cional de Medicina, colmada a la sazón para homenajear a los tres nuevos Maestros. Recibieron esa distinción que anualmente otorga “La Prensa Médica Argentina” desde el

año 1977, los Dres. Rocardo Esper, Jorge Nei-ra y Eduardo de Santibàñes. Se refirió a la personalidad de los tres pre-miados el Dr. Osvaldo González Aguilar. Los premios fueron entregados por el Dr. Mi-guel de Tezanos Pinto al Dr. Neira, por el Dr. Víctor Pérez al Dr. Eduardo de Santibáñes, y por el Dr. Manuel Luis Martí al Dr. Ricardo Esper.

Premio “Maestro de la Medicina Argentina”

Año 2010 a los Dres. Ricardo Esper, Jorge Neiray Eduardo de Santibáñes

Panorámica del estrado al inicio del acto

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Además de los nombrados se encontraban en el estrado el presidente de la Academia Na-cional de Medicina Dr. Juan M. Ghirlanda, el Decano y Vicedecano de la Facultad de Medi-cina UBA, Dres. Alfredo Buzzi y Marcelo Tori-no respectivamente, los Decanos de la Facul-tad Maimónides, Dr. Abraam Sonis, de la Uni-versidad Austral Dr. Leonardo Mc Lean, de la Universidad Católica Dr. Carlos Álvarez, de la Facultad del Salvador Dr. Eduardo Albanese y de la Facultad Barceló Dr. Félix P. Etchegoyen

y el Director de “La Prensa Médica Argentina” Dr. Pablo López. El programa que se desarro-lló fue el siguiente:• Apertura del acto por el Presidente de la

Academia Nacional de Medicina, Dr. Juan M. Ghirlanda.

• Presentación de los premiados por el Dr. Osvaldo González Aguilar, entrega de los premios según se detalla más adelante.

• cierre del acto por el Decano de la Facultad de Medicina UBA, Dr. Alfredo Buzzi.

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En el año 1914, al volver de Europa el Dr. Mariano Castex, junto al Dr. Carlos Bonorino Udaondo, proyectan la creación de una revista médica. Para tal fin interesan al Dr. Arsenio Guido Buffarini propietario de la editorial “Las Ciencias”. El 10 de junio se imprime el primer número de la “Prensa Médica Argentina”. El Dr. Buffarini, su primer editor, falleció en 1944. Lo sucedió su hijo político Don Aniceto Ló-pez, quien tomó a su cargo la editorial, fundan-do la empresa López Libreros Editores. Al fa-llecer en el año 1966, lo sucede su hijo Pablo A. López, médico de la Universidad de Buenos Aires, quien tras el fallecimiento del Dr. Egidio S. Mazzei toma a su cargo la dirección de “La Prensa Médica Argentina”. En el año 1977, con el objeto de rendir ho-menaje a las personalidades de la Medicina Argentina decide instituir el premio “Maestro de la Medicina”, el que ha sido otorgado desde entonces y en forma anual, a 3 personalidades médicas de nuestro país. Estos datos bibliográficos junto con intere-santes antecedentes de publicaciones médi-cas en la Argentina han sido detallados por el Académico Manuel Luis Martí con el título “el

Periodismo Científico Argentino” como prólogo del primer tomo “Maestros de la Medicina Ar-gentina”. Hoy, igual que en años anteriores, la H. Academia Nacional de Medicina agradece en

Palabras de apertura del Presidente de la Academia Nacional de Medicina,

Dr. Juan M. Ghirlanda

Dr. Juan M. Ghirlanda

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la persona del Dr. Pablo López a “La Prensa Médica Argentina”, la elección de la misma, como escenario para tan sentida ceremonia. Al entregarle este premio a los Dres. Ricar-do Esper, Jorge Neira y Eduardo de Santiba-ñez llegan a ciento dos los maestros recono-cidos por la Prensa Médica Argentina.

La H. Academia Nacional de Medicina ofrece sus más sinceras felicitaciones a los premia-dos, los que habiendo cumplido una trayectoria sumamente meritoria, merecen el reconoci-miento público por sus atributos científicos y éticos, valores éstos que los hacen acreedores al calificativo de Maestros.

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Sr. Presidente de la Academia Nacional de Medicina Prof. Dr. Juan Manuel GhirlandaSr Decano de la Fac. de Medicina de la UBAProf. Emérito Dr. Alfredo Buzzi

Sres AcadémicosAutoridades UniversitariasSr Director de la Prensa Médica ArgentinaDr. Pablo LópezColegasAmigosSeñoras y señores

Se me ha concedido el alto honor de presen-tar a los 3 nuevos MAESTROS DE LA MEDICI-NA ARGENTINA, tarea ésta, no sencilla de realizar en el tiempo estipulado, por tratarse de personalidades de enorme relevancia en el me-dio local e internacional y por el significado sim-bólico del Título, que en este Acto se otorga. No obstante, trataré de ser estricto a la vez que objetivo de los valores investigados. Una de las acepciones de mayor uso y más abarcativas del término MAESTRO, es la del latín “magister”, que se refiere a una persona a la que se le reconoce una habilidad extraor-dinaria en una determinada área del saber, con capacidad de enseñar y compartir sus conoci-mientos con otras, denominadas discípulos o apéndices. Pero más allá de las diversas interpretacio-nes que se da a la palabra, he preferido anali-zarla de acuerdo a mi buen saber y entender.

Presentación de los premiados por el Dr. Osvaldo González Aguilar

“Maestros de la Medicina”

Dr. Osvaldo González Aguilar

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De allí entonces, que mi primer paso, fue colo-car en la pantalla de mi ordenador la pregunta: “Qué significa ser MAESTRO y quien puede llegar a ser destacado como tal”.

Así las cosas, mi mente se trasladó hacia mis primeras y primeros maestros, a quienes recuerdo con nombre y apellido, pero de inme-diato me dí cuenta, que Maestro es algo mu-cho más amplio. No es solo el que se sienta frente a los alumnos o da una clase en el piza-rrón.

MAESTRO es el experto en una materia y no duda cuando habla,• el que enseña pero por encima de todo sabe

trasmitir conocimientos,• el que conjuga experiencia con lectura,

• el que sabe aprender de sus errores y es capaz de reconocerlos,

• el que conoce sus limitaciones, • el que aprende enseñando y recibiendo de

sus alumnos.“Homines, dum docent, discunt.”. “Los hom-

bres aprenden cuando enseñan” sostenía Sé-neca

Pero eso no es todo, debe tener principios, ser humilde en el amplio sentido de la palabra, desconocer la soberbia, saber ver las cosas desde una óptica diferente, ser respetado y reconocido por sus pares, un motivador, ejem-plo de los demás, creíble, respetuoso, ecuáni-me, innovador y creador.

Por encima de todo, tener quien lo escuche

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Dres. Manuel Martí, Osvaldo Blanco, L. Mc Lean, Marcelo Torino

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y lo siga, un estilo definido, ser metódico, dis-ciplinado y ordenado, amar la profesión con PASION, conocer el sacrificio, sentir el mismo dolor de los enfermos y finalmente tener acti-tud, aptitud y talento.

En ese escenario, imaginé lo difícil que sería para cualquier Comisión Evaluadora, llegar a designar 3 MAESTROS, pero la experiencia me demostró que esto es posible.

Por orden alfabético comenzaré por el

Dr. Eduardo De SantibañesPor ser cirujano, es con quien más contacto

he tenido a lo largo de mi carrera, dado que en más de una ocasión compartimos Comisiones Societarias, entre las que destaco el esmero y

dedicación que demostró como Secretario de la Academia Argentina de Cirugía durante mi Presidencia. Ese tiempo, ha quedado imborra-ble en mi memoria y con él ha fecundado una amistad sincera y profunda.

Tres hermanos De Santibañes llegaron a estas tierras procedentes de San Sebastián en 1920 y se dispersaron por distintos lugares de la Provincia de Buenos Aires. Uno de ellos, Cesar Luis quien a la postre sería el abuelo de nuestro homenajeado, puso un almacén de ramos generales en la hoy hermosa Ciudad de Tandil.

De su unión con Cándida Arrizabalaga, na-cieron 3 hijos, uno de ellos Eduardo sería el padre de nuestro flamante Maestro de la Me-

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Dres. Albanese, Victor Pérez, C. Álvarez

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dicina, pero la prematura muerte de Cesar Luis, obligó a Cándida, dejar estas tierras y regresar a San Sebastian para vivir, junto a sus padres y sus 3 hijos.

Iniciada la guerra civil española, Cándida regresa a la Argentina, pero esta vez para asentarse en La Plata, donde Eduardo padre, estudia medicina y se hace cirujano junto a Fe-derico Christmann.

Instalado en Saladillo se casó con Ema Hansen de origen dinamarqués y de esa unión nació Eduardo, el hoy Maestro de la Medicina.

En esa pequeña Ciudad de la Provincia de Buenos Aires, cursó su escuela secundaria en el Colegio Nacional y su condición de mejor

bachiller le permitió obtener la beca del Rotary Club.

Eduardo estudió en la Universidad de La Plata por consejo de su padre, de la que egre-só en 1973 con promedio 9.27. Nuevamente por consejo del mismo, ingresó a la Residencia del Hospital Italiano, lugar donde se le interpu-so un MENTOR Y MAESTRO con mayúscula y todas las letras: nuestro querido Académico Enrique Beveraggi.

En un país donde los mentores no abundan, Eduardo tuvo la suerte de tropezarse con un visionario.

Cumplió su Residencia en el Hospital Italia-no de Buenos Aires y tras su jefatura es beca-do junto a Thomas Starzl en Pittsburgh Univer-

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Dres. Branco Mautner, M. Tezanos Pinto, Juan M. Ghirlanda

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sity, donde se iniciaba la era moderna de la trasplantología del hígado, el duodenopan-creas y el intestino delgado.

Pasó más tarde por el Jackson Memorial de Miami junto a Robert Zeppa, Mineapolis Uni-versity con David Sutterland, el Saint Luque de Bruselas, el Cancer Institute de Washington con Paul Sugarbaker, Erlangen, Alemania jun-to a Johanes Scheele y Chicago University con Crhistof Broelsch, ampliando así los conoci-mientos de trasplantología, especialidad que en su país habría de abrazar con entera devo-ción.

De regreso a la Argentina desarrolla un Pro-grama de Trasplante Hepático dentro del mis-mo Hospital, para lo cual con el apoyo institu-

cional logra que 26 profesionales viajen a EEUU, para poner a punto la técnica, que se traduce en el 1º trasplante hepático realizado en 1988 en la República Argentina.

Posteriormente vendrían los trasplantes en niños, la reducción hepática, la bipartición he-pática de donante vivo relacionado pediátrico y adulto, el hígado artificial de cerdo para man-tener vivos a pacientes con insuficiencia hepá-tica terminal, etc, etc. Al día de hoy, no hay campo de la especialidad en la que Eduardo no haya incursionado y es así como casi mil trasplantes se han realizado en el Hospital Ita-liano, transformando en real la ecuación: Tras-plante hepático + Eduardo de Santibañes = Hospital Italiano.

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Dres. A. Buzzi, P. López, A. Sonis, F. Etchegoyen

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En el ámbito asistencial, Eduardo se ha des-empeñado sucesivamente como Jefe de la Unidad Trasplante Hepático y Jefe de Servicio obtenido por concurso, que ostenta en la ac-tualidad.

Se doctoró en 1987 con “Tratamiento de los abscesos intraabdominales mediante drenaje percutáneo guiado”, técnica innovadora que introdujo en el país la radiología intervencio-nista.

Fue sucesivamente Profesor adjunto en 1997 y Titular en 2005 ambos de la Universi-dad de Buenos Aires. Pero a su vez se desem-peña actualmente como Profesor Titular de Clínica Quirúrgica del Instituto Universitario del Hospital Italiano.

En la esfera societaria ha alcanzado la Pre-sidencia de las más importantes Sociedades, entre las que destaco el Capítulo Argentino de la International Hepato-Pancreato-Biliary del cual acaba de presidir su Congrerso.

Comparte su vida con Irene Wiegener y 7 hijos, 4 de su 1º matrimonio y trillizos del ac-tual, de los cuales solo Martín ha seguido el camino de su padre.

En la esfera personal, Eduardo es de buena presencia, afectivo, sencillo y educado. Es la conjunción de buen comportamiento humano, seriedad, trabajo, dedicación incansable y vo-cación por lo que hace.

Es amante del buen football y como tal se identifica con Estudiantes de La Plata, pero es a la vez, un destacado competidor ecuestre en la categoría Endurance, un deporte, donde lo principal es cuidar al caballo y disfrutar del contacto con el animal y la naturaleza.

En síntesis, Eduardo De Santibañes osten-ta todos los méritos necesarios para ser con orgullo y merecidamente a partir de hoy, Maes-tro de la Medicina Argentina

Dr. Ricardo EsperEs con el que menos contacto he tenido a lo

largo de mi Carrera. Sin embargo, a partir del intercambio de correos, me he hallado con una personalidad de una bonhomía y afecto poco común. Es de esas personas, de las cuales, uno quisiera ser amigo.

Lo primero, fue hacerme saber que su ape-llido era Esper sin “T” final, porque este último era catalán y que en esperanto significaba “es-peranza”. Si bien es descendiente de sirio-liba-neses, lo cual lo hace un experto del idioma árabe, el origen de su apellido es germánico, llevado a medio oriente por los cruzados.

Ricardo Esper nació en Pergamino, una ciu-dad del norte de la provincia de Buenos Aires, cruce de cuatro importantes rutas: 8- 188- 178 y 32.

Tiene 3 hermanos; Carlos, abogado; Lidia, bioquímica y Roberto, médico cardiólogo.

Desde muy temprano se despertó en Ricardo el interés por la Docencia, la

Investigación, la actividad asistencial y el desarrollo de todo ello en las sociedades

científicas. Aprobado el 2º año de medicina, gana por

concurso un cargo de Ayudante de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina UBA y le es aceptado un plan de trabajo de investiga-ción en el Instituto de Fisiología, bajo la direc-ción del Prof. Bernardo Houssay, donde alcan-za el cargo de SubJefe de Trabajos Prácticos.

Por su promedio en la Universidad llegó a integrar la “terna para la medalla de oro” de su promoción e ingresar al Hospital Militar para cumplir con el practicantado, luego la Residen-cia que concluye como Jefe y después al Ser-vicio de Cardiología, su verdadera vocación. Ya nunca abandonaría este Hospital, donde en 1986 es nominado por concurso Cardiólogo

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Consultor, el cargo más alto alcanzable por el Personal Civil Universitario en la Sanidad Mili-tar y que lo desempeña hasta el presente.

Ejerce a su vez, la docencia en la Cátedra de Clínica Médica, luego en la Unidad Hospi-talaria, llegando a conducirla como Director.

Paralelamente, en 1981 es nominado por concurso Jefe de la División Cardiología de la Policlínica Bancaria. Allí desarrolla un Servicio modelo en el que introduce todas las técnicas diagnósticas de la especialidad, hasta cirugía cardiovascular y crea la Residencia en Cardio-logía, aceptada por la Universidad de Buenos Aires y la Sociedad Argentina de Cardiología para el otorgamiento del título de Cardiólogo Universitario. En la actualidad, decenas de cardiólogos han terminado allí su residencia y cumplen su tarea en diversos Centros del país.

Simultaneamente, comienza como Auxiliar Docente en Clínica Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad del Salvador y a partir de la creación de la Carrera de Cardiolo-gía, colabora en la enseñanza de la especiali-dad, siendo promovido sucesivamente a Pro-fesor Auxiliar, Adjunto, Titular y Director, en la que se desempeña desde hace 2 décadas. Hasta el presente, se han graduado unos 700 cardiólogos, que se desempeñan en todo el mundo, la mayoría de ellos, extranjeros de ha-bla hispana, demostrando que el valor de un Maestro se mide por la personalidad de sus discípulos.

En 1983 es nominado Profesor Adjunto de Medicina de la UBA y en 2001 gana el concur-so de Profesor Titular de Medicina, siendo de-signado a partir de 2004 Profesor Titular Con-sulto.

La docencia de Posgrado fue otra obsesión de Ricardo Esper. Es Co-Director de la Carre-ra de Cardiólogos de la UBA, Director de la

misma en la Universidad del Salvador, Co-Di-rector de la Maestría de Mecánica Vascular e Hipertensión Arterial de la Universidad Austral y Director del Primer Curso Superior Universi-tario de Educación a Distancia de la Universi-dad Abierta Interamericana.

Los aportes que el Dr. Esper ha realizado a la Cardiología son el fruto de años de trabajo, que se inician en el pregrado y continúan al día de hoy.

Interesado por la Semiología Cardiovascu-lar y producto de más de 15.000 estudios de fonocardiografía, surgió “Progresos en Auscul-tación y Fonomecanocardiología”, que resulta-ra ganador del Premio Sociedad Argentina de Cardiología, con gran difusión en el mundo de habla hispana.

A comienzo de los años 70 introduce la Eco-cardiografía y el Doppler en nuestro país y pu-blica los primeros trabajos con estas técnicas en América Latina, describiendo la evaluación de las prótesis biológicas de duramadre y del prolapso valvular mitral, que culmina con la pu-blicación del libro “Introducción a la Ecocardio-grafía”, que obtuvo el “Premio Hospital Militar” y del que se imprimieran 3 ediciones, llegando a ser texto de estudio en varias Universidades de Latinoamérica.

Utilizando el Doppler y estudiando el origen de los soplos cardíacos, fue el 1º en el mundo en detectar “regurgitaciones valvulares no audi-bles en forma incruenta”, trabajo publicado en el American Journal of Cardiology en 1982 y cita obligada de los libros de texto y revisiones sobre el tema. Ese descubrimiento, le permitió ganar el premio “Loza Colomer”, de la Revista Alemana de Cardiología, en el año 1983.

Ha editado más de dos docenas de libros, entre los que cabe destacar la Biblioteca de Medicina, en conjunto con el Dr. Juan A. Maz-

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zei, con 600 coautores de nuestro país. Esa obra ciclópea obtuvo el premio “Feria del Libro de Medicina” en 1992. El Dr. Esper siempre cita con agrado su primer libro, un apunte de “Electrocardiografía”, de gran valor para estu-diantes e internistas y del que se publicaron 3 ediciones.

Ha estudiado y publicado sobre los tiempos sistólicos del ventrículo izquierdo, la utilización del “hand-grip” test, como factor de stress iso-métrico ventricular, “la determinación de hiper-trofia ventricular izquierda en nefrópatas cróni-cos no hipertensos sometidos a hemodiálisis periódica”, “El bloqueo farmacológico de las ramas del Haz de His”, “La detección de los fascículos del haz de His por ecocardiografía”, que le posibilitan obtener varios premios, entre ellos el del “XIXº Congreso de la Cardiología Argentina” y en varias oportunidades el “Pre-mio Hospital Militar”.

Elegido Presidente de la Sociedad Argenti-na de Cardiología, despliega una intensa labor por el desarrollo de la Cardiología en nuestro país y funda el “Distrito Regional USA”, integra-do por médicos cardiólogos argentinos radica-dos en aquel país, para lograr un mayor inter-cambio científico. Luego preside el XVIIIº Con-greso Argentino de Cardiología y a fines de 1991, es elegido Presidente de la Fundación Cardiológica Argentina y reelecto en 1993. En esos cargos, consigue los medios necesarios para permitir a los profesionales jóvenes per-feccionarse en los centros más avanzados del mundo, mediante becas y premios.

Por su fecunda tarea, es elegido por sus pa-res de las tres Américas Presidente de la Inte-ramerican Heart Foundation, con sede en Da-llas, donde conduce a las Fundaciones de toda América, desde 1995 a 1997. Luego, es elegi-do por unanimidad Representante de dichas

Fundaciones ante la World Heart Federation, integrando su Executive Board, cargo desem-peñado hasta entrado el siglo XXI.

Todo ello no le impide continuar con la in-vestigación científica en el terreno de la ate-roesclerosis, que lo lleva ahora a la “valoración de la función endotelial por ultrasonografía en los síndromes isquémicos agudos”, comunica-da por primera vez en el mundo. Dicha expe-riencia es volcada en la sucesiva publicación de 3 libros “La placa ateroesclerótica vulnera-ble”, “La placa de alto riesgo” y “Aterotrombo-sis en el tercer milenio”. Una de sus recientes actualizaciones sobre el tema, publicada en la Revista Cardiovascular Diabetology, obtuvo 22.000 consultas en un año por Internet.

Últimamente, con el afán de estimular la in-vestigación científica organizada, edita un libro para introducir a los médicos en el mundo de la investigación, bajo el título de “La Investiga-ción en Medicina. Bases teóricas y prácticas. Elementos de Bioestadística”.

En total, ha publicado casi 400 trabajos científicos y comunicado medio millar, y redac-tado medio centenar de capítulos de libros.

Es Fellow del American College of Cardiolo-gy , de la American Heart Association, de la American Society of Echocardiography, miem-bro de la Inter American Society of Hyperten-sion, de la Sociedad Interamericana de Car-diología, del Advisory Committee de varios Congresos Mundiales de Cardiología, y Miem-bro de Honor de la casi totalidad de Socieda-des de Cardiología de Hispanoamérica.

Integra el Comité Editorial de la mayoría de las publicaciones de Cardiología de habla his-pana y de varias prestigiosas revistas interna-cionales y es árbitro de publicaciones de las más importantes revistas científicas del mundo.

Supo desarrollar la capacidad individual de

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los alumnos, estimulando su curiosidad por el conocimiento, animando el espíritu de investi-gación y el cuestionamiento de cada etapa, buscando un equilibrio entre la lógica y la duda.

Bregó por un sistema de “preceptoría”, donde cada alumno pudiera realizar su actividad prác-tica bajo la guía de un docente, facilitando el máximo contacto alumno- paciente-docente.

Las enseñanzas técnico-científicas fueron inculcadas por Esper con alto espíritu ético, basado en el ejemplo, privilegiando los princi-pios morales que deben regir a los médicos y al hombre en general. Además, estimuló el compañerismo entre el alumnado y entre éste y el cuerpo docente, promoviendo el trabajo grupal y la autocrítica.

Pero hay otros aspectos poco conocidos del Dr. Esper, como que en su juventud practicó Judo en el club de sus amores, River, llegando a ser campeón Argentino, Sudamericano e In-teramericano, en todas las categorías y exhibe con modestia el cinturón negro de 4to. Dan.

En la actualidad ha cambiado el Judo por el Tenis y el Truco. En el primero suele perder por resultados escandalosos, aunque se destaca en el segundo por su picardía, nos dice uno de sus amigos el Dr Ingino. Ahora si lo invita a andar en su Toyota, cuidado, hágalo siempre con el cinturón abrochado y los airbags activa-dos, ya que uno de sus mayores defectos es conducir autos!!!

En su mocedad, supo también tocar el cla-rinete, el acordeón a piano y hasta fue “com-parsa” en algunas óperas del Teatro Colón. Es amante de la lírica y un lector ávido, de historia argentina y medioeval. No duerme una noche sin leer algo de Platón.

Mi óptica describe a Ricardo Esper como un trabajador incansable, un fervoroso investiga-dor y un motivador nato. Debe ser muy difícil

seguirle el tren en el trabajo cotidiano. Según él, la única persona que no solo le sigue el rit-mo, sino que lo supera, es su esposa.

Ha viajado por todo el mundo, es poseedor de una cultura general y una memoria envidia-bles, lo que le permite contestar con precisión autor, revista, mes y año de cualquier consulta bibliográfica que se le haga.

Cuando se lo consulta sobre su producción científica, dice que sus mejores trabajos los hizo en colaboración con su esposa, Andrea, abogada y Claudia, licenciada en arte.

Suele decir también, que su única virtud, es haber sido un trabajador de la medicina y que todo es posible, siempre y cuando se cuente con individuos que tengan esa “anomalía” ge-nética que se suele denominar “espíritu docen-te”. Al igual que su mentor Houssay, dice que “todo se consigue con 5% de inspiración y 95% de transpiración”.

Sus éxitos y premios, siempre los adjudicó con humildad, a la buena suerte.

Espero entienda, que esta vez no ha sido así.

Dr. Jorge NeiraTambién conocido como “El gallego” es de

origen fundamentalmente andaluz. Su bis-abuelo no solo nació en Granada sino que vi-vió en la Alhambra frente a las cuevas del Sa-cromonte, lugar sagrado de los gitanos y del cante flamenco hondo y puro.

Cursó sus 1º estudios en la Escuela Este-ban Echeverría del barrio de Constitución para ingresar mas tarde en el Colegio Nacional de Buenos Aires del que egresa con “Medalla de Oro”, tras lo cual, egresa 5 años después de la Facultad de Medicina con Diploma de Honor.

Su destino de postgrado fue el Hospital Fer-nández donde tras completar la UDH ingresa

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a la residencia de Clínica Médica y al producir-se una vacante en Terapia Intensiva, duplica su tarea en este servicio junto a sus obligacio-nes con la Residencia.

Tiempo después, logra una beca en Japón denominada “Medidas contra la insuficiencia re-nal” y producido su regreso al Fernández se ocu-pa junto a Miguel Margulies del Programa “Hi-pertensión arterial y embarazo”, para terminar como encargado de Trauma en Terapia Intensi-va, momento de su carrera en que integra la Co-misión de Trauma de la Asociación Argentina de Cirugía, conociendo allí a nuestro querido Aca-démico Fortunato Benaim, llegando a ser su Co-relator en “Atención del traumatizado” del Con-greso Argentino de Cirugía, uno de los máximos galardones que otorga esa Asociación.

De ese período y en especial de su vincula-ción con Miguel Angel Gómez escribe 2 libros junto a él: “Traumatismo de Tórax” que mere-ciera el Premio Enrique Finochietto de esta Academia y “Atención integral del paciente traumatizado”.

Simultaneamente da impulso a los Cursos del ATLS del Capítulo Argentino del American College of Surgeons, los cuales rapidamente crecen en popularidad.

Su labor en el tema, trascendió la esfera pu-ramente asistencial, llegando al conocimiento de las Autoridades de la entonces Municipali-dad de Buenos Aires, llegando a ocupar el car-go de Director de Emergencias.

En su función sufrió 2 episodios que pusie-ron a prueba su capacidad ejecutiva: 1º un apagón casi masivo de esta Ciudad por sobre-demanda de fluido eléctrico y 2º el descabella-do y cobarde intento de copamiento al Regi-miento de la Tablada, el cual a pesar de hallar-se fuera de su jurisdicción, mostró su enorme capacidad en la función.

Los méritos cosechados por Jorge, hacen que con el cambio de signo político producido en 1989, fuera el único funcionario al quien no se le exigiera la renuncia, lo cual le permitió continuar su obra en lo que se llamara CIPEC y posteriormente SAME.

En 1991 es designado Adscripto a la Direc-ción del Hospital Argerich y médico de Terapia Intensiva cuyo Jefe era el Dr. Armando Arata. En su paso por el Argerich conoció al Dr. Ber-tolasi, de quien le sorprendió su inteligencia y claridad en la trasmisión del conocimiento.

Al poco tiempo de su designación como Je-fe del Area, es también requerido por la activi-dad privada, y tras un breve intervalo, vuelve al Hospital para cumplir actividades en el Hos-pital Público y en el medio privado a la vez.

No obstante, este último es el que le permi-te su máximo desarrollo científico, llegando a ocupar desde 1998 hasta el día de hoy, la Je-fatura de Terapia Intensiva del Sanatorio de la Trinidad de Palermo. Fue pionero de la Unidad de Cuidados Intensivos de puertas abiertas, con presencia de los familiares las 24hs inclu-so de menores y mascotas.

Pero Jorge Neira no se detuvo solo en lo asistencial, sino que tuvo a la vez una intensa vida Académica que comenzó en la Sociedad de Terapia Intensiva en la que trabajó 16 años en su Comisión Directiva ocupando todos sus cargos hasta la Presidencia, así como en la Sociedad Panamericana de Trauma y en el American College of Critical Care Medicine.

Es decir, el TRAUMA ha sido para Neira una obsesión y un desafío. Una de sus conocidas anécdotas lo pinta de cuerpo y alma. Si el pa-ciente llega mal tratado a Cuidados Intensivos es por que fue mal tratado en la Guardia. En-tonces hay que mejorar la Guardia y si llega mal tratado a la Guardia, es necesario mejorar

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los conocimientos de los médicos de traslado y la seguridad vial en su conjunto. La conclu-sión es que Neira, va al fondo de las cosas y no se queda a medio camino.

Cuenta en otra de sus anécdotas, que años atrás funcionarios del Ministerio de Educación querían crear un botiquín de primeros auxilios. Hasta aquí el pedido de burócratas sin imagi-nación. Neira les dijo “para que quieren un bo-tiquín si nadie sabrá usarlo?”. Entonces crea el “Manual del Socorrismo Básico” del que se im-primen 40000 ejemplares, del que se entregan solo 5000 y 35000 desaparecen con el cambio sucesivo de Autoridades. Nuevamente la cir-cunstancia política se impone a la educación.

Su labor académica queda sellada al acce-

der en 2006 al sitial 34 de esta Academia. Dijo de él, el Académico Miguel Tezanos Pinto en su discurso de recepción: “Su vida médica se ha caracterizado por su humanismo, su voca-ción por lo social y su ética intachable”

Más allá de su intensa vida médica, Jorge se hizo tiempo para otras actividades. Es apa-sionado del fútbol, su abuelo lo hizo hincha de Argentinos Juniors, pero desde su niñez supo vibrar con Boca Juniors. A ambos los sigue con pasión y cuando va a la cancha, dicen que se transforma. Recuerda la formación de todos los equipos del año 60 en adelante.

No sobresalió, pero fue un destacado Nº 4 con gran conocimiento táctico dentro y fuera de la cancha.

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Dres. R. Esper, Jorge Neira, E. de Santibáñes, O. Gozález Aguilar

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Con el personal a su cargo, siempre tiene una actitud abierta, solidaria y respetuosa. Trata a todos como pares, no impone su con-dición de jefe. Disfruta el trabajo asistencial y las recorridas de sala, a las cuales quita “rigi-dez”.

Participa de cuanta reunión puede, incenti-va el recordatorio de cada cumpleaños del per-sonal a cargo. Disfruta de las reuniones con amigos, de las largas charlas y las anima per-manentemente con historias, anécdotas y chistes.

Atrás de esta impronta racionalista, existe una persona de enorme corazón, solidario, ge-neroso con sus conocimientos y sabiduría, complejo y profundo… en fin un “tipazo” como dice Betina Lartigue, una de sus discípulas. Ahora, cuando se enoja… ¡agarrate !, por suer-te no es frecuente. Este año cambia de década y se estrena de abuelo. Veremos si cambia.

Le cuesta mucho decir que NO a alguna propuesta docente o académica. Sus clases son de un nivel académico y de una claridad insuperables. Genera en quienes lo escuchan, gran fascinación y atención.

Es amante de la música clásica, celta y la ópera, pero es poseedor de una envidiable colección tanguera, según él, tango del bueno. En su auto siempre sintoniza 92.7 y 103, esta-ciones dedicadas a música clásica y tango.

Como lector, prefiere Historia y sus perso-najes. Enamorado de Borges, Sábato, Histo-ria, Mitología y Filosofía. Puede leer 2 y 3 libros al mismo tiempo, sin descuidar la rutina de su trabajo científico.

Dicen que ”Le encantaría ser librero”. Entra a las librerías a comprar un libro y sale con 6. Su casa es una gran biblioteca. Sabe perfectamente el lugar donde se encuentra ca-da libro, hasta recuerda la página si refiere al-

guna cita. No presta los libros, disfruta rega-lándolos.

Las librerías visitadas frecuentemente son: La “Boutique del libro” en la calle Thames, “Eterna Cadencia” en Palermo, “Santa fe” en Alto Palermo, esto no significa que no haya entrado, recorrido, visitado y comprado en TO-DAS las librerías de la Capital y alrededores.

Su comida favorita es toda la que cocina su mamá. Muere por el chocolate amargo, el pan dulce de Plaza Mayor y el queso Brie. Disfruta la tortilla de papas, los morrones asados, pul-po a la gallega, boquerones y buñuelos de acelga.

Distinguido público presente: el Dr Jorge Neira es un estudioso incansable, de una inte-ligencia que muchos quisiéramos poseer, en-tregado a la profesión con fervor y en la que supo equilibrar las 4 condiciones fundamenta-les, asistencia, docencia, investigación y acti-vidad académica.

Sobresale a mi entender, su compromiso por el Trauma, en 1º término el vial que mata a 22 ciudadanos por día y 2º el social, exponen-cialmente más grave por la desintegración de la familia, la droga y el alcohol.

Una frase de Bertolt Brecht lo identifica de-finitivamente: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.”

Sres Maestros, dijo Marcelino Herrera Ve-gas al darle la bienvenida como Académico a Ricardo Finochietto: “tratad de ser Maestro an-tes que Profesor. Profesores hay muchos: bas-ta tener buena memoria, un poco de método en la exposición y saber unir lo útil a lo agrada-ble. Maestro es mucho más que eso, es aquel que da por completo a sus alumnos, que no

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sabe de egoísmos y enseña todo lo que sabe. Así solamente dejará discípulos dignos de él. Es como el árbol, que se juzga por la buena calidad de sus frutos”

Para finalizar, deseo felicitar a la Comisión evaluadora por la prolijidad y esmero puesto en la Selección de los 3 MAESTROS que acabo de presentar y a la casi ya centenaria Prensa Médica Argentina, por la loable inicia-tiva que perdura a través de 34 años, pre-miando a los mejores médicos de este país, a los que abrazaron la profesión con PASION, a los que tuvieron una conducta ética intacha-ble, a los que supieron formar discípulos, a los que fueron, son y serán ejemplo de futuras generaciones.

En un país donde se hallan severamente

cuestionados los valores morales, actos como éste, dan prueba que no todo está perdido en la Argentina. Aún quedan nidos de excelencia y dignidad como para seguir creyendo en un país mejor.

Deseo cerrar mis palabras, adaptando a Uds. la “Oración de la maestra” perteneciente a Gabriela Mistral:

“¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de Maestro, que Tú llevaste por la Tierra… Maestro, hazme per-durable el fervor y pasajero el desencanto. Hazme despreciador de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu vo-luntad ardiente sobre mi vida. Dame sencillez y profundi dad; líbrame de ser complicado o ba-nal en mi lección cotidiana”.

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Señor Presidente de la Academia de Medi-cina, Prof. Dr. Juan M. Ghirlanda,

Autoridades de la Academia de Medicina, Autoridades Universitarias, Autoridades Gu-bernamentales, Autoridades Civiles y Comuni-tarias, Señores Académicos, Distinguido Doc-tor Pablo López, Señoras, Señores, Colegas, Amigos.

Agradezco al Dr. Gonzalez Aguilar su gene-rosa presentación.

Hace muchos años, un día como hoy, jueves 3 de junio, vaya coincidencia, aprobaba mi úl-timo examen y me recibía de médico. Tenía a la sazón 21 años, y ustedes pueden imaginar la emoción de ese momento. Hoy, muchos años después, no puedo ocultar que me siento embargado por una emoción quizás diferen-te…, pero de la misma intensidad, por haber sido nominado por mis pares como Maestro de la Medicina Argentina en reconocimiento a mi trayectoria. Pero creo que la vida me ha privi-legiado en demasía y no ser merecedor de es-ta designación, porque mi única tarea fue transmitir lo que en cada etapa de mi vida me enseñaron mis maestros sobre qué debo ha-cer y cómo debo hacerlo. Son ellos los verda-deros meritorios de este premio y, por esta razón, en los pocos minutos que dispongo les rendiré homenaje evocándolos…, so pena de omitir a más de uno de ellos por falta de tiem-po.

Mi primer recuerdo es a mis primeros maes-tros, mis padres; dos inmigrantes sirio-libane-ses que me dieron un hogar escasísimo en re-cursos, pero riquísimo en amor. Ellos, cristianos fervientes, me inculcaron los principios morales y éticos que guiaron mi vida. Enseñaron a sus hijos a ser humildes, comprensivos, tolerantes,

Disertación del Dr. Ricardo Esper

Dr. R. Esper

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El Dr. Martí entrega el premio al Dr. Esper

y a ayudar siempre sin intereses mezquinos. Mi madre me repitió hasta el cansancio en su len-gua natal que “Siempre tienes que dar y nunca esperes recibir”, y mi padre sentenciaba perió-dicamente con voz grave “Si has sido favoreci-do por la vida, por una gracia o un don, tienes la obligación de brindarlo a los demás”.

Mi segundo recuerdo es a mi tía Mary, di-dáctica congénita, quien sentándome en sus faldas y hojeando “Billiken” me enseñó a leer a la edad de 4 años.

Luego mis hermanos. Carlos, el mayor, doc-torado en leyes, un autodidacta renacentista dueño de una voluntad inquebrantable que todo lo hacía bien. Siendo él un adolescente y yo un niño, me enseñó dibujo, pintura, las reglas de la perspectiva, caligrafía y taquigrafía antes de los 11 años, y además fue el guía que condujo a todos sus hermanos en la educación universi-taria. Lidia, bioquímica irredenta, quien de niño me enseñó el catecismo para tomar mi primera

comunión antes de cumplir los 7 años, y de grande me enseñó a amar la química. Y Rober-to, mi compinche de toda la vida, también car-diólogo, que me enseñó a ser el más débil entre los débiles y el más fuerte entre los fuertes.

Cursé mi enseñanza primaria en escuelas estatales de Pergamino, de donde soy natal, y me enamoré profundamente de todas mis maestras primarias, con ese amor puro, subli-me, casi filial, que Freud nunca podría explicar. Ellas me enseñaron con amor, porque tenían amor por lo que hacían.

Terminé mi secundario en el viejo colegio Roca, que funcionaba en una casona que ha-bitó Nicolás Avellaneda en el barrio de Belgra-no, donada luego para ser colegio. Recuerdo y agradezco a uno y cada uno de mis profeso-res, pero en especial al Dr. Nájera, quien sin saberlo me inclinó por la medicina. Además, tuve la suerte de contar con 40 maestros ex-tra, mis compañeros de división, que me ense-

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ñaron convivencia, lealtad, no discriminación, nobleza y, por sobre todo humor. Ellos rebau-tizaron al colegio como “July Rock High School”, homologándolo a los tradicionales co-legios ingleses del barrio, y ellos siguen ense-ñándome fraternidad a través del tiempo, por-que tenemos la poco frecuente ventura de re-unirnos y estar en contacto periódicamente.

Entré a medicina y, al terminar el segundo año, pude ingresar como ayudante de Fisiolo-gía Humana y ser aceptado para trabajar en investigación bajo la dirección del Premio Nobel Dr. Bernardo Houssay. Allí aprendí el rigor y la disciplina de la investigación, la más dura de las disciplinas, basada siempre en las matemáticas y la lógica. Todavía recuerdo y extraño los 15 minutos de descanso a la hora del té, donde nos reuníamos en torno al Dr. Braun Menéndez y se conversaba, comentaba y discutía de todo, desde filosofía hasta futbol y desde religión hasta cine. Tengo presentes las imágenes de Cereigido, Muntaabski, Naci-miento, Zadunaisky, Jaime Moguilevsky, Ro-berto Yabo, Malinov, Gimeno, Urgoiti, Bur, y muchos otros, todos fuentes inagotables de conocimiento con argumentos inobjetables y conclusiones lapidarias. ¡Cuánto se aprendía en esos 15 minutos!, y cuanto más cuando se los consultaba, y suspendían sus tareas para enseñarnos con amabilidad paternalista. Tam-bién acude a mi memoria la sentencia que pendía de la pared del despacho de Houssay en una pequeña placa de bronce: “La diversión más barata es el trabajo”.

Entre otros investigadores se encontraba Ed-mundo Ashkar, luego Profesor Titular de Biofí-sica en la Universidad de Buenos Aires y actual-mente en la Universidad Católica, quien regre-saba de un practicantado en el servicio de Car-diología del Hospital Militar Central y nos des-

lumbraba con las experiencias en los cateteris-mos cardíacos, una técnica de avanzada de la época. Ya me había inclinado por la cardiología y mi promedio me ubicaba en la terna para optar a la medalla de oro de mi promoción, luego me permitía ingresar en el practicantado del hospi-tal de mi elección, pero obvié al Hospital de Clí-nica y a la Sala Modelo del Hospital Rawson, las más solicitadas en esa época, y me decidí por el Hospital Militar, donde continúo hasta la ac-tualidad. Pero eso es otra historia…, que reto-maremos más adelante.

En esa etapa tan especial en la vida de un hombre, entre la adolescencia y el inicio de la juventud, tuve dos maestros extra curriculares de excepción. El Padre Mario Jorge Felice, mi sacerdote de Acción Católica, donde mis pa-dres y hermanos me alistaron para trabajar por los demás, y mi profesor de yudo, Pedro Fuku-ma. Ambos tenían la flexibilidad del acero y la tenacidad de una hormiga. Ambos educaban con el ejemplo. El Padre Felice me hizo cre-yente por convicción, no solo por tradición, y me enseñó que había tres vidas, la que quere-mos vivir, la que podemos vivir y la que debe-mos vivir, pero la opción era una sola: hacer lo que se debe. Pedro Fukuma me enseñó que nada es fácil, pero nada es imposible. Ambos, sin saberlo, modelaron mi personalidad

Y lo demás, lo demás fue fácil…, muy fácil, fue cuestión de estudiar y trabajar.

El Hospital Militar no era un Hospital, era una gran familia con una simbiosis perfecta entre todas las escalas de sus integrantes, porque todos amaban lo que hacían. Allí aprendí disci-plina y orden en el trabajo, cumplimiento estric-to de las obligaciones sin tener en cuenta hora-rios ni feriados. Aquello de temprano, sin senti-do pero temprano, me resultó enormemente funcional y de mucha utilidad. Recuerdo algu-

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nas personalidades relevantes como el Dr. Ho-racio Querol, mi Director de Practicantado y luego de Residencia, que educaba a través de su ejemplo de vida. El Dr. Rodolfo Pasqualini, quien me enseñó a redactar en medicina. Su esposa, la actual académica Christian Dosne, que se desempeñaba como investigadora en hematología. El Dr. Roberto Estévez, iniciador de la oncología en nuestro país y su discípulo predilecto, el Dr. Reynaldo Chacon. El Dr. Félix Cantarovich, creador del INCUCAI, y muchos otros, con quienes compartimos aventuras científicas, publicamos varias ideas originales y ganamos algunos premios. Un recuerdo espe-cial para mis primeros maestros en cardiología, los Dres. José A. Marra, Domingo Carrera, Julio d’Oliveira, Dalmacio Rodolfo Ríos, Rolf Ro-hwedder y Julio César Cáceres Monié. El que quizás más influenció mi vida en esa etapa por su humildad, sencillez, vocación por el enfermo, enorme capacidad de razonamiento y espíritu docente, fue el Dr. Héctor Bidoggia, mi gran mentor en cardiología. El nos dirigió en la cons-titución de la Carrera de Cardiología de la Uni-versidad del Salvador, que en esa época fue la segunda en nuestro medio.

Pero el hospital tuvo muchos otros maes-tros y no todos médicos, como Pancho Cera-so, entonces encargado de la farmacia, oreja atenta para escuchar desventuras y solucio-nar problemas. Una vez le comenté que esta-ba en la enorme encrucijada de organizar mi primer simposio y me contestó que no me preocupara, que estaba todo en el CO (Códi-go de Organización), y aprendí que todo lo que uno supone que es original está basado en la experiencia de mucha gente y de mucho trabajo experimental. Nosotros solo aporta-mos un granito de arena a un enorme desier-to lleno de ella.

De estudiante me costaba entender la elec-trocardiografía, y por ello leí cuanto libro pasó por mis manos sobre el tema en esa época, y así comencé a entenderla, razonarla y hasta quererla. La enseñé a mis compañeros, luego a los residentes, y después a los clínicos, has-ta que el Dr. Pasqualini me sugirió transformar esta experiencia en un apunte que se editó en la imprenta del hospital. Tal fue el éxito que luego, mejorado, dio lugar a otras dos edicio-nes en años posteriores, cada uno con tiradas de 3.000 ejemplares, que se distribuyeron en-tre los profesionales de esa época.

Abandoné la hemodinamia y me dediqué de lleno a la auscultación y fonocardiografía. En mi primer Congreso de Cardiología en Mar del Plata, conocí a un joven que regresaba a nues-tro país desde Denver, Colorado, USA, y que-ría reinsertarse en nuestro país. Me asombró por la modernidad de sus conocimientos y lo convencí que ingresara a nuestro hospital. Era el Dr. Luis de la Fuente, mi querido “tío Cacho”, que venía de trabajar en auscultación con Ave Rabin, y juntos generamos una serie de traba-jos sobre el tema cotejando los hallazgos he-modinámicas con los fonocardiográficos, ade-más de una amistad que se ha incrementado con el tiempo. Toda la experiencia de más de 15 mil registros, unida a la del Dr. Roberto Ma-doery, quien recién regresaba de trabajar en fonocardiografía intracavitaria con el Dr. Luisa-da, en Chicago, USA, dio origen al nuestro pri-mer libro sobre el tema, obra que ganó el Pre-mio “Sociedad Argentina de Cardiología” y llegó a ser referencia del famoso “The Heart”, del Dr. Hurst, en USA, que es considerada la “Biblia” de la cardiología. Fue editado por el Dr. López en su señera Lopez, Libreros Editores. Cosa notable las coincidencias, el Dr. López editó mi primer y mi último libro, y los dos fue-

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ron presentados en los dos únicos Congresos Mundiales de Cardiología que tuvieron lugar en nuestro país, en los años 1974 y 2008.

A principios de los 70 tuve la audacia de uti-lizar mis escasos ahorros para introducir el primer ecocardiógrafo en el país. Recuerdo las evaluaciones de los prolapsos de válvula mitral y las prótesis de duramadre, primeros trabajos sobre el tema publicados en Sudamérica. A fines de los 70, en Seattle, USA, conocí el Do-ppler. Multipliqué mi audacia e introduje el pri-mer Eco-Bidimensional con Doppler en Sud-america, y se inició una etapa de diagnósticos incruentos que no ha parado de crecer hasta la actualidad. En 1982 publiqué en el American Journal of Cardiology el primer trabajo científi-co a nivel mundial que probó la utilidad de esta técnica para la detección de regurgitaciones valvulares no audibles, publicación que se transformó en referencia obligada de todos los textos y revisiones de la especialidad hasta la actualidad. Además, esta experiencia me per-mitió obtener el premio Loza Colomer, otorga-do entonces por la Revista de Medicina Alema-na. Tuve la suerte de poder instruir a todos los que en esos años se dedicaron a la ecocardio-grafía y luego al Doppler, que a través de los años se multiplicaron logaritmicamente, y de editar el primer libro sobre el tema, que tuvo tres reimpresiones de 3.000 ejemplares cada una, y que llegara a ser texto obligado en va-rias Universidades Latinoamericanas.

Y luego la investigación me llevó por uno y cada uno de los capítulos de la cardiología, y se sucedieron las publicaciones que ya llegan a casi cuatro centenares, más otro centenar de capítulos de libros. Paralelamente, el ejer-cicio de la docencia era cada vez de mayor envergadura y edité varios libros para actua-lizar a mis alumnos y colegas, y ya totalizan

dos docenas. La mayor aventura la compartí con el Dr. Juan A. Mazzei, con quien edita-mos una Biblioteca de Medicina, en 11 volú-menes con 600 coautores, que ganó el pre-mio al “Libro Científico” en la exposición del libro de ese año. Este proyecto suponía una actualización periódica. Lamentablemente, el cambio de política de la Editorial lo tronchó después de la primera edición. Uno de mis amigos con acceso a mi Curriculum Vitae, calculó que entre trabajos científicos, capítu-los de libros y revisiones científicas, divididos por mis años de médico, había estado produ-ciendo un escrito científico cada 21 días. La-mento por mi familia, porque lo realicé robán-doles horas irrecuperables como hijo, como esposo y como padre. Pero les puedo afirmar que cuando más estudio menos se…, pero más me divierto.

He tenido la suerte que mis pares me con-fiaran la Presidencia de la Sociedad Agentina de Cardiología, del XVIII Congreso Argentino de Cardiología, después la conducción de la Fundación Argentina de Cardiología. Desde allí realicé una intensa tarea comunitaria de prevención de las enfermedades cardiovascu-lares, lo cual condujo a que me eligieran Pri-mer Presidente de la Interamerican Heart Foundation, con sede en Dallas, Texas, USA, y representé a las Fundaciones de Cardiología de toda América en la World Heart Federation, Ginebra, Suiza, integrando el Executive Board. Creo haber dejado bien a mi país en esas res-ponsabilidades y haber hecho conocer el nivel de nuestra cardiología, pero lo más importante es que logré amigos en todas partes del mun-do y generé puentes con otros centros de paí-ses desarrollados donde envié a médicos jó-venes de nuestro país para su especialización.

El ejercicio de la docencia me fue llevando

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de Docente Autorizado de la Universidad de Buenos Aires a Profesor Adjunto y luego Titu-lar, siempre enseñando en el Hospital Militar, donde comencé como ayudante hasta llegar a Director de la Unidad Hospitalaria. La ejercí también en la Universidad del Salvador, fui uno de los iniciadores de la Carrera de Cardiología y allí alcancé el cargo de Profesor Titular y, desde hace casi dos décadas, la Dirección de la Carrera. En la actualidad, también me des-empeño como Co-Dirección de la Carrera de Cardiología de la UBA, Co-Director de la Maestría en Mecánica Vascular e Hipertensión Arterial de la Universidad Austral y Director del primer Curso Superior de educación a distan-cia de Ateroesclerosis de la Universidad Abier-ta Interamericana, que llega a todos los confi-nes de habla hispana.

Como ustedes pueden comprender, en ca-da etapa de mi profesión y mi vida tuve maes-tros que me enseñaron que hacer, pero aún hay algunos más que recordar. Dios me pre-mió con muchos amigos en todos los círculos en que actué, y nominarlos es imposible, por ello los resumo en un paradigma de la amistad, mi primer amigo cuando vine a Buenos Aires, a quien puedo definir como un clon, por nues-tra identidad en el sentir y en el pensar, el Sr. Francisco José Rodríguez Martínez, pero es inútil que lo destaque por su nombre, porque todo el mundo lo conoce como “Pancho”. To-dos ellos supieron controlarme en la exaltación y apoyarme en el desaliento. Todos saben acu-dir cuando los necesito sin que los llame.

Mis alumnos, inquisidores irreverentes, que expresando sus dudas generaron nuevas ideas y muchísimos proyectos. Gracias a ellos he aprendido que enseñar no es sólo transmi-tir un conocimiento sino crear en la mente del alumno el suficiente interés para que espontá-

neamente lo investigue, lo analice en profundi-dad y lo asuma por el difícil camino del conven-cimiento, y no por el facilismo de la recepción de la verdad establecida.

Aprendí que se debe estimular la duda y despertar el entusiasmo por el conocimiento en si mismo, y no como elemento para lograr un fin, como es el aprobar un examen. Se de-ben formar científicos con capacidad creativa para solucionar los problemas que surgen y no rígidos repetidores de instrucciones adecua-das para situaciones preconcebidas, y de esa manera nos superaran, porque triste de los maestros cuyos alumnos no los superan.

El médico con gran vocación asistencial que no realice simultáneamente investigación y do-cencia, prontamente se verá relegado en sus conocimientos desmejorando su labor. Si no investiga no aprende, y en el mundo actual que vivimos detenerse es retroceder. De igual ma-nera si no enseña a las futuras generaciones, no contribuirá al desarrollo científico.

Agradezco a mis pacientes, seres sufrientes que reconocen mis esfuerzos y perdonan mis errores, y que día a día me enseñan la más difícil de las materias de nuestra profesión: la condición humana.

Mi esposa, mi primera y única novia, mi gran maestra de gramática, ortografía, sintaxis y redacción, corrigiendo uno y cada uno de mis manuscritos. Y mis hijos, Carlos Gustavo, que nos acompañó muy poco tiempo, Andrea y Claudia, que me enseñaron a ser padre, la más difícil de las profesiones, pero creo que aún no me gradué y sigo aprendiendo.

A todos mis maestros, a los Señores Acadé-micos y al Dr. López por su reconocimiento, a vosotros que sois testigos de mi testimonio, y al Supremo Hacedor que así lo quiso, les digo, humildemente, gracias…, muchas gracias.

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Sr. Presidente de la Academia Nacional de Medicina,Sres. Decanos de Facultades de MedicinaAutoridades ya mencionadasSras. y Sres. AcadémicosCompañeros del equipo de saludAmigos

Señoras y señores:

Es muy difícil expresar en palabras el honor y la emoción que significa para mí haber sido designado Maestro de la Medicina por parte del jurado de la prestigiosa revista “La Prensa Médica Argentina” dirigida por el Dr. Pablo Ló-pez. Esta circunstancia representa una profun-da motivación y una gran responsabilidad, tan-to en lo profesional como en lo personal, sobre todo teniendo en cuenta la jerarquía científica de mis predecesores.

Se suma a este honor el hecho de compar-tirlo con otros dos colegas por los que siento una profunda admiración profesional y un afec-tuoso respeto personal: los Dres. Ricardo Es-per y Eduardo de Santibañes.

Alguna vez recordé, en oportunidad de mi ingreso como miembro de número de esta ho-norable Academia unas palabras de Jorge Luis Borges,1 que –evocando a su abuelo, el coronel Isidoro Suárez–, escribió: “¿Qué im-porta el tiempo sucesivo si [para] él hubo una plenitud, un éxtasis, una tarde?”. Y la recuerdo porque ese momento tuvo y, similarmente tie-ne éste actual, esa trascendencia para mí.

No puedo yo decir si mis méritos son mayo-

1 Jorge Luis Borges, “Página para recordar al coro-nel Suárez vencedor en Junín”, El otro, el mismo, 1964.

Discurso delDr. Jorge Neira

Dr. J. Neira

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El Dr. M. Tezanos entrega el premio al Dr. J. Neira

res que los de muchos de mis colegas en la especialidad medicina intensiva, pero sí puedo ofrecer mi compromiso y mi trabajo, para que través de mis acciones mis compañeros de especialidad sientan representados sus con-vicciones y sus anhelos.

Quisiera agradecer, al Dr. Osvaldo Gonzá-lez Aguilar por sus afectuosas y conmovedo-ras palabras de hoy y por su interés en conocer aspectos de mi vida y mi desarrollo profesio-nal. Es digno de destacar que contó, además, con la colaboración de mi querida amiga y compañera de tantos años de trabajo y de pro-yectos la Dra.Betina Lartigue, quien con segu-ridad se debe haber excedido en sus aprecia-ciones.

Esta nueva designación me ha hecho re-flexionar profundamente en el significado de la palabra maestro. Entre sus diferentes versio-nes, el diccionario del uso del español de Ma-ría Moliner refiere que el maestro es una “per-

sona de extraordinaria sabiduría o habilidad en una ciencia o arte”. La primera parte de esta definición me remitió inmediatamente a la pa-radigmática figura de Sócrates, el gran maes-tro de Platón. Según Walter Kohan2 “la figura de Sócrates desempeña un papel singular, pa-radójico. Fundador, padre, iniciador para los filósofos, profesores de filosofía y educadores, permanece como un héroe indiscutible”. Si bien Sócrates insistía en el “solo sé que no sé nada”, su legendario saber era tal que Apolo, el dios del oráculo, le transmitió, a través de su amigo Querefonte, que “nadie era más sabio que Sócrates en la polis”. Kohan3 refiere que “para Sócrates, enseñar filosofía, filosofar con los no filósofos, era importante para arrancar-

2 Kohan, Walter. Infancia, política y pensamiento. Ensayos de filosofía y educación. Editorial del es-tante. Fundación Centro de Estudios Multidisciplinarios (CEM). Buenos Aires. 2007.3 Kohan, Walter. Op. Cit.

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los de la relación que tienen con el saber, para que ellos se den cuenta que no saben lo que creen saber, para que dejen de saber lo que saben”. El fundamento mayéutico de sus diá-logos aporéticos fue el “conócete a ti mismo”, inscripción colocada por los siete sabios de Grecia en el frontispicio del templo de Delfos.

Sin embargo, es digno de considerar si-guiendo a Kohan4 que “este tipo de enseñanza instaura una pretensión hegemónica de ejer-cer el pensamiento por parte del filósofo-pro-fesor. O los otros piensan como el profesor o piensan errado, o los otros saben como sabe el profesor o no saben, o saben errado”.

Obviamente, este no es mi caso. Solo soy un simple médico, enamorado de su profesión, conocedor de sus limitaciones pero conscien-te de sostener sus convicciones hasta sus úl-timas consecuencias. Por este motivo es que me siento mucho más identificado con la se-gunda parte de la definición: el maestro es aquel que enseña una ciencia, arte u oficio o tiene título para ejercerlo. Creo además que, no es solo ello, sino fundamentalmente el que guía, el que enseña el camino. José Martí,5 decía que los maestros ambulantes “debían llevar no sólo explicaciones…; sino la ternura, que hace tanta falta y tanto bien a los hom-bres”.

Me gustaría recordar, además, las palabras del último presidente de honor de esta Acade-mia, el Acad. Julio Uriburu quien, parafrasean-do a Eugene Melchior de Vögué6, insistió tan-

4 Kohan, Walter. Op. Cit.5 José Martí, “La América”, Nueva York, mayo de 1984, reproducido en Obras completas, volumen VIII, La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1962.6 Melchior, Eugène (1848-1910); Vizconde de Vogüé. Diplomático francés, escritor de viajes, arqueólogo, filántropoycríticoliterario.

tas veces en que “para ser un profesor no se necesita más que la ciencia y la elocuencia, en tanto que se necesita más para ser un maes-tro, se necesita donar el corazón y la vida”.

Comparto plenamente con Kohan7 en que “enseñar y aprender se deben pensar como ac-tos menos individuales y menos completos. Co-mo acciones que exigen cierta solidaridad en el principio de la creación, cierto inacabamiento en lo creado y cierta cooperación en la tarea creadora. Como si enseñar y aprender exigie-sen por lo menos dos fuerzas igualmente ac-tuantes. Como si fueran realizaciones que no es posible hacer por el otro pero tampoco sin que el otro ponga algo de sí. Como si enseñar y aprender fueran trabajos de solidaridad e in-completitud. Cosas que nunca acaban, que siempre están naciendo, encontrando nuevos inicios.”

Así he sentido yo en mi profesión la necesi-dad de enseñar los pocos conocimientos que fui acumulando durante todos estos años co-mo un enseñar aprendiendo o como un apren-der enseñando. He sido muy afortunado por-que la profesión me permitió intercambiar co-nocimientos, afectos, proyectos con muchos destacados profesionales. No creo haber teni-do ni tener discípulos sino más bien compañe-ros de ruta a quienes les estoy eternamente agradecido. Hasta me parece paradójico reci-bir esta enorme distinción de maestro justo cuando estoy comenzando una bellísima tarea de aprendizaje desde hace un mes, que es la de ser abuelo.

Quizás sea como decía Heráclito8 que “en

7 Kohan, W. Op.cit.8 Heráclito de Efeso. Herakleitos. Filósofo griego presocrático (540-48 AC). http://lalagunadeestigia.spac-es.live.com/Blog/cns!F1F8804A11F49B

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un círculo se confunden el principio y el fin”. O como expresaba el Zaratustra nietzscheano9 en relación con el eterno retorno: “hay un prin-cipio del tiempo y un fin que vuelve a generar, a su vez, un principio”. En este sentido algunos han querido ver una poderosa filosofía moral que comparto: “obra de un modo que un hori-zonte de infinitos retornos no te intimide; elige de forma que si tuvieras que volver a vivir toda tu vida de nuevo, pudieras hacerlo sin temor”.

Muchas cosas quisiera compartir hoy con ustedes; sobre algunas de ellas me extenderé más adelante. Sin embargo, dos preocupacio-nes me embargan especialmente en este mo-mento: la primera, el hecho de no repetirme. Quienes me conocen desde hace mucho tiem-po me han escuchado repetir hasta el hartazgo algunos temas. A ellos les pido comprensión. La segunda preocupación, luego de pensarlo concienzudamente, es que he decidido no dar nombres propios sino hablar de equipos de trabajo. Me estremece la idea de cometer la injusticia de olvidar a uno solo de mis compa-ñeros. Espero que sabiendo el lugar que ocu-pan en mi cerebro y en mi corazón sabrán en-tender esta decisión.

Retomando el tema de mis convicciones, dos son las que ocuparon y ocupan mis días, casi sin descanso, y me gustaría compartirla con Ustedes.

La primera es incorporar en la agenda de salud de cuantas instituciones oficiales existen el impacto que genera en los habitantes de nuestro país la enfermedad trauma. Esta en-fermedad endémica es la 1ª causa de muerte entre 1 y 45 años de edad y la responsable de

9 Nietzsche, Friedrich. Así habló Zaratustra. Edimat Libros. 1.999. Madrid, España. La gaya ciencia. Edi-ciones Akal. 2009. Madrid. España

la muerte de 3 de cada 4 adolescentes (15 a 25 años) y de 2 de cada 3 niños (de 1 a 14 años).

Los años de vida y de trabajo potencialmen-te perdidos por esta enfermedad son mayores que la suma de los años de vida y de trabajo perdidos por las enfermedades cardio y cere-brovasculares (1ª causa global de muerte) y los cánceres (2ª causa global de muerte). Ade-más, los costos generados por el trauma son multimillonarios y se deben no sólo al trata-miento de las lesiones y a los gastos adminis-trativos, de la propiedad y el seguro (costos directos) sino fundamentalmente a los costos producidos por la pérdida de la productividad laboral y al costo de la atención de la discapa-cidad (costos indirectos). Ello sin contar el im-pacto afectivo que genera, esta enfermedad, en las personas lesionadas y sus familias.

Por este motivo, el trabajo en prevención debe ser interdisciplinario e intersectorial para poder hacer frente a la multicausalidad de las lesiones. En consecuencia, dependerá de la tarea comprometida de todos nosotros du-rante todo el tiempo lograr disminuir las alar-mantes cifras de muertos y heridos generados por esta enfermedad.

Este fue mi compromiso al ingresar a esta Honorable Academia en el año 2006. Por ello es que quiero destacar el apoyo incondicional que recibí en todo momento por su Consejo de Administración durante las presidencias del Acad. Vicente Gutiérrez, del Acad. Roberto Arana y de su presidente actual, el Acad. Juan Ghirlanda. Gracias a su respaldo es que, en el año 2007, se generó la Coalición de Entidades para la Prevención de la Enfermedad Trauma (CEPET) conformada por representantes ins-titucionales de Escuelas de Medicina, de So-ciedades Científicas, de Organizaciones Gu-

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bernamentales y No Gubernamentales desti-nada a trabajar en prevención primaria, secun-daria y terciaria en trauma y, en el año 2009, de la Coalición Intersocietaria para la Catego-rización, Certificación Profesional y Acredita-ción en Trauma, Emergencia y Desastres (CICCATED) conformada por 17 Sociedades Científicas relacionadas con el trauma, que se abocaron a desarrollar un consenso sobre centros de atención del paciente traumatizado que se encuentra actualmente en etapa de re-visión y próximo a su publicación.

El otro aspecto que quisiera compartir con Ustedes en el relacionado con la muerte digna y el cuidado del paciente en las Unidades de Cuidados Intensivos. Desde hace ya 18 años hemos insistido en la necesidad imperiosa de que las familias no solo acompañen a la per-sona doliente mientras se encuentra internado en la UCI sino también que participen de las decisiones con el equipo de salud encargado de su cuidado.

Hoy esta modalidad se encuentra en funcio-namiento desde hace más de diez años en la UCI del Sanatorio de la Trinidad. Ello es posi-ble por el compromiso y la dedicación de todos los integrantes del equipo de salud: enferme-ros, médicos, kinesiólogos, personal de limpie-za, secretarias, camilleros, etc. A todos ellos mi profundo reconocimiento, mi afecto, mi ad-miración y mi agradecimiento por todo lo que aprendimos juntos y por aconsejarme en mo-mentos de incertidumbre.

Nobleza obliga, permítanme recordar ahora brevemente a mis maestros: Al Dr. Francisco Fernández Soricetti le debo mi formación en Medicina Interna, al Dr. Jorge Firmat, de quien admiré su constante compromiso con el siste-ma de residencias y con los médicos en forma-ción, y con quien, muchos años después, tuve

la oportunidad de compartir su experiencia co-mo parte de la organización de la emergencia en la Ciudad de Buenos Aires. A los Dres Héc-tor Carteau y Adolfo Outes que me enseñaron mis primeros y nunca olvidados pasos en la emergencia en la entonces Secretaría de Sa-lud de la Ciudad de Buenos Aires. Al Acad. Carlos Bertolasi, a quien admiré por su enor-me intuición, su inteligencia para el análisis y su inagotable capacidad para generar aportes y proyectos.

Al Dr. Francisco Maglio, por su sabiduría, sus enseñanzas y su amistad que lo han con-vertido para mí en un referente permanente en la búsqueda de una medicina más humana y cercana a la persona que padece.

Al Dr. Héctor De Leone por mi formación académica en cuidados intensivos, al Acad. Fortunato Benaím, con quien compartí el rela-to oficial del LXI Congreso Argentino de Ciru-gía de 1990, sobre “Atención inicial del pacien-te traumatizado grave”, por su amistad durade-ra y el respeto y la admiración del alumno por su maestro.

Al Dr. David Hoyt, hoy Director Ejecutivo del Colegio Americano de Cirujanos, que me en-señó la importancia que el compromiso con la tarea tiene en el logro de los resultados. A to-dos ellos, a mis maestros, rindo hoy mi más cálido homenaje por su talento y su generosi-dad.

Para finalizar quisiera compartir esta tan honrosa como inesperada designación con mis padres que me inculcaron, sin proponér-selo formalmente, el deber ser kantiano y la importancia de la honestidad y el trabajo bien hecho, con Mercedes que agregó una nueva y luminosa esperanza en mi vida, con mis her-manos Pablo y Fernando, con mi hija, Alejan-dra y con mi hijo Guillermo que junto a Julia

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trajeron al mundo a Guadalupe, mi primera nieta.

Con mis amigos de siempre, con mis com-pañeros del Colegio, como solemos nombrarlo y con mi querido amigo Pedro Zengotita, por saber que cuento con todos ellos cada vez que los necesito desde hace tantos años. Con mis compañeros de la residencia de Clínica Médi-ca y de la UCI del Hospital Fernández, de la UCI del Hospital Vélez Sarsfield, del Hospital Naval, del Sanatorio Mitre, del Hospital Cosme Argerich y del equipo de salud del SAME.

Con mis pares del Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, de la Sociedad Ar-gentina de Terapia Intensiva y la Sociedad Ar-gentina de Medicina y Cirugía de Trauma con los que hemos pergeñado todo tipo de proyec-tos, ilusiones y utopías.

También quisiera compartirlo, y muy espe-cialmente, con la Fundación Centro de Estu-dios Infectológicos (FUNCEI) que nos convocó para conformar el equipo de trabajo de CEDE-CEM Trauma con quienes llevamos adelante un proyecto de gestión para la atención del trauma en hospitales públicos de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Tengo el honor de liderar un equipo de trabajo que tiene una enorme jerarquía profesional y, fundamental-mente, una sensibilidad social y un respeto por el paciente dignos de consideración. Vaya pa-ra todos ellos mi admiración por su compromi-so, mi afecto personal y mi reconocimiento por su tarea.

Y nuevamente, si me permiten con todos los miembros del equipo de la UCI del Sanatorio de la Trinidad Palermo por haber aceptado em-barcarse en nuestro proyecto de atención del paciente centrado en la familia.

A todos ellos quisiera haberles dejado como inquietud, al menos, desarrollar la imagina-

ción. García Montero10 pone en boca de un viejo educador asturiano de comienzos del si-glo XX que “la imaginación es la facultad más elevada entre las que pertenecen a la sensibi-lidad, y la que como facultad cognoscitiva se aproxima más a la inteligencia. Ella es la que excita la actividad intelectual de una manera más directa e inmediata, y sobre todo la que suministra en sus representaciones la materia propia y próxima para la elaboración de las ideas y los conocimientos intelectuales. En es-te sentido, y bajo este punto de vista, la imagi-nación puede y debe llamarse origen y causa de la ciencia”.

Finalmente quiero agradecer nuevamente a la prestigiosa Revista La Prensa Médica Ar-gentina por el honor que me ha conferido y a Uds. por su paciencia.Muchas gracias.

10 García Montero, Luis. Mañana no será lo que Dios quiera. Editorial Alfaguara. Buenos Aires. 2010.

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Sr. Presidente de la Academia Nacional de Medicina Académico Juan Ghirlanda,Sr. Decano de la Facultad de Medicina de la UBA Prof. Emérito Alfredo Buzzi,Sras Académicas, Sres AcadémicosFamiliares, amigos, Sras y Sres.

Agradezco las palabras de Sr.Presidente de la Academia Nacional de Medicina y la posibi-lidad de celebrar este acto en el Aula Magna de esta institución tan cargada de prestigio e historia.

Mi gratitud al Director de la Prensa Médica Argentina Dr. Pablo López y al Consejo de Colegas que me eligieron para tan honrosa distinción. El leer los nombres de quienes por más de 30 años han sido galardonados, y compartir esta distinción con los Dres. Ricar-do Esper y Jorge Neira, me hace sentir pe-queño y carente de la altura y el prestigio de quienes me precedieron y acompañan. Pero este sentimiento me estimula y llena de res-ponsabilidad.

Mi agradecimiento al Dr. Osvaldo Gonzalez Aguilar por su generosa presentación.

No puedo sustraerme a la necesidad de re-cordar y agradecer a las personas que han sido pilares en mi formación y crecimiento per-sonal. Mis padres; quienes me criaron en un hogar lleno de cariño y me dejaron la más pre-ciada herencia: el ejemplo. Mis hermanos Ma-ria Emma y Diego quienes también fueron be-neficiarios de ese ejemplo y lo potenciaron, transformándose ambos en un soporte funda-mental en mi vida. A mi primo Fernando de Santibañes mi eterno agradecimiento por velar cada día con su incondicional cariño y apoyo.

Discurso delDr. Eduardo de Santibáñes

Dr. E. de Santibáñes

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El Dr. V. Pérez entrega el premio al Dr. E. de Santibáñes

A mi esposa Irene y a mis hijos, mi eterna gra-titud y amor.

He sido afortunado pues he tenido maestros y de los buenos, quienes estimularon el pensa-miento crítico, la independencia de criterio y la generosidad en la enseñanza. Enrique Bevera-ggi, mi gran maestro, veló mi carrera y allanó y protegió el camino para dejar volar a mis sue-ños. Arístides Mezzadri, me enseñó que la ha-bilidad quirúrgica era una virtud que debía acompañarse del conocimiento. Héctor Marchi-telli, Fernando Bonadeo, Enrique Sivori, Jorge Sivori, Mario Benati y Bartolomé Vassallo, me entrenaron como cirujano y legaron desintere-sadamente sus conocimientos y afecto.

El Prof. Victor Perez, ha sido no solo mi maestro de la hepatología sino un maestro y amigo de la vida.

Thomas E Starzl, me introdujo en el fasci-nante mundo de la medicina de trasplantes.

Johanes Scheele y Christoph Broelsch me en-señaron la moderna cirugía hepática.

Mi amigo Miguel Ciardullo a pesar de ser un contemporáneo ha sido uno de mis más pre-ciados colaboradores y también maestro, ya que me conectó con la cirugía francesa que lo entrenó.

Mi fortuna no acaba aquí, dado que el men-tor de mi maestro Beveraggi, el Prof. Francisco Loyudice, me distingue desde hace años con su amistad, sabio consejo y extensa experien-cia.

He sido afortunado al haber desarrollado mi profesión en el Hospital Italiano de Buenos Ai-res, al cual siento como mi casa. A sus autori-dades y a todo el personal que siempre me permitió progresar acompañando mis proyec-tos, mi reconocimiento y gratitud.

Impactado por las palabras de Enrique Mar-celo Beveraggi “¡Si querés conocer en profun-

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didad a ese gran profesor, fijate en sus discí-pulos!”, desde muy joven me concentré en la interacción discípulo-maestro. La fortuna de trabajar en una Institución donde se entrenan anualmente muchos médicos y trabajadores de la salud, me ha dado la oportunidad de en-trenar a muchos estudiantes, residentes y fe-llows de la especialidad. Pero solo una peque-ña proporción de ellos entraron en el mágico mundo del discípulo-maestro. Ellos comparten plenamente este galardón dado que sin ellos no tendría justificación esta nominación dejan-do carente de sentido a la palabra maestro.

El fenómeno discípulo-maestro es activo, y se fundamenta en ese maravilloso sentimiento de cariño, admiración y respeto mutuo. Los ac-tores no se conocen al azar, sino que se bus-can activamente hasta que se encuentran y tienen la oportunidad de establecer esa rela-ción que los unirá para siempre.

El maestro comparte el conocimiento, admi-nistra el consejo y se regocija del triunfo de su protegido, ofreciendo sus hombros para que se proyecte a un nivel superior que el propio. Pero esta interacción es recíproca, y los discí-pulos mantienen presente la puesta al día del conocimiento científico, enseñando al maestro los trucos de la modernidad y del avance tec-nológico, evitando así el anquilosamiento inde-fectible del paso del tiempo.

He tenido la fortuna de ver a mis discípulos superar todas mis expectativas. Algunos de ellos han trascendido los límites del país. Lu-cas Mc Cormack en Zurich, Leonardo Villegas

en Harvard, Javier Acuña Barrios en Colom-bia, Alejandro Gimenez en Paraguay, Rodolfo Romero Vecce en París, Gabriela Limia en Chile, Fernando Maceda en Bolivia.

Otros han generado polos de desarrollo de cirugía compleja en el interior del país. Claudio Moscone en Río Cuarto, Osvaldo Campi en La Pampa, Alfredo Aldet en La Plata, Mariano Moro y Gustavo Stork en Bahía Blanca, Jorge Neffa y Christian Bertona en Mendoza, Marce-lo Lopez Avellaneda en Tucumán, Diego Fer-nandez en Mar del Plata.

Algunos se han insertado en importantes grupos de trabajo en la Capital Federal. Mar-celo Jonquieres en el Hospital Zubizarreta, Emilio Quiñones en el Hospital Alemán, Maria-no Bregante en el Hospital Británico, Guillermo Pfaffen en la Fundación Favaloro y Nicolás Bu-cich en el Hospital Naval.

Otros continúan su entrenamiento en el ex-tranjero. Juan Salceda en París, Carlos Salas en Alemania.

Un grupo continúa a mi lado. Juan Mattera, Juan Pekolj, Oscar Mazza, Guillermo Arbues, Rodrigo Sanchez Clariá, Victoria Ardiles, Mar-tín Palavecino, Guillermo Moriconi y Fernanda Bersano.

He sido afortunado por haber compartido con ellos no sólo el sagrado acto del cuidado del paciente, sino también nuestras debilida-des y defectos, nuestras necesidades, caren-cias y dificultades. Hemos crecido y nos he-mos cuidado mutuamente. ¡A todos ellos mu-chas gracias!

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Sr. Presidente de la Academia Nacional de MedicinaSres. Maestros de la Medicina ArgentinaAutoridades presentes, Sres. Colegas, Seño-ras y Señores

La medicina es a la vez un Arte y una Cien-cia. La Ciencia Médica es impersonal, colecti-va, y crece y se expande constantemente– El Arte Médico, por su parte, consiste en a apli-cación de este acervo científico al paciente individual. Es personal e íntimo, y por su mis-ma naturaleza va acompañado de un momen-to afectivo. Tiene reglas inviolables dictadas por la bioética y la deontología médica.

La Maestría está vinculada a la Filosofía y a la Medicina desde la más remota antigüedad. Pitágoras de Samos, que vivió e el siglo VI an-tes de Cristo fundó una escuela filosófica y religiosa. A este primer Maestro, iniciador de la tradición pedagógica oral se atribuyó su famo-so “dictum”: “Magister dixit”. El filósofo atenien-se Sócrates, del siglo V antes de Cristo, conti-nuador de la tradición oral, fue inmortalizado en sus diálogos por su discípulo Platón, quien fue, a su vez maestro del biólogo y filósofo Aristóteles de Estagira.

Esta concatenación de maestros y discípu-los tuvo su máxima expresión en Hipócrates de Cos. quien no sólo fundó la Escuela Médica más famosa de mundo grecolatino, sino tam-bién nos legó su admirable Juramento, un au-téntico testimonio de moral médica.

Esta tradición milenaria se ha mantenido hasta el presente. La Maestría es quizás la cualidad más honrosa a la que puede aspirar

Palabras del Dr. Alfredo BuzziDecano de la Facultad de Medicina UBA

Dr A. Buzzi

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un galeno. Ser maestro, en efecto, significa personificar los más altos ideales de la profe-sión médica y ejercer la excelsa función de transmitir a las generaciones jóvenes los cono-cimientos científicos y los valores espirituales que siempre han distinguido a la más humana de las profesiones.

Me voy a permitir señalar tres valiosas cua-lidades que los laureados de hoy pueden exhi-bir con legítimo orgullo y que están implícitas en el título e Maestro: la Vocación Académica, el Espíritu Docente y la Nobleza de Propósito. Por su hondo significado ellas hablan por sí mismas.

En la Medicina Académica, corno profesión única por su generosidad y su altruismo, con-fluyen das de las más nobilísimas tareas que puede ejerce el hombre universitario: la de asistir y cuidar al enfermo que tiene a su cargo, y tener al mismo tiempo la capacidad y la vo-cación de transmitir a sus discípulos los princi-pios y la práctica de nuestro arte.

La medicina que ejercieron las generacio-nes que nos precedieron en nuestro país estu-vo fuertemente influenciada por la Escuela Médica Francesa, ya que la mayoría de los médicos argentinos buscaban perfeccionarse con los grandes maestros que ejercían sus cá-

tedras en los hospitales de París. Las institu-ciones como el Internado de los hospitales y la Asistencia Pública fueron literalmente calca-das de sus similares francesas.

Pero quizás lo que es más importante, los médicos argentinos adoptaron e implantaron aquí el espíritu de escuela y la tradición de maestro y discípulo que imperaba en la medi-cina francesa. Esta concatenación humana entre quien enseña y quien aprende, con las implicaciones y emocionales que concurren toda relación diádica, asegura el mantenimien-to de una Interrelación científica y ética que perdura en el tiempo.

El vocablo Academia se refiere al lugar ve-cino al gimnasio del héroe Academo, donde asentaba la escuela filosófica fundada por Platón. Este pensador griego hizo de la Aca-demia una verdadera Universidad en la que, por primera vez en la historia el binomio maestro–discípulo tomara su propia y defini-da connotación.

Estamos autorizados a pensar, entonces, que no sólo no es casual sino muy pertinente y apropiado que el Premio Maestro de la Me-dicina Argentina sea entregado en el ámbito de esta Honorable Academia Nacional de Medicina.

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Coincidentemente con el 65º aniversario de su fundación, “La Prensa Médica Argentina” entregó los premios “Maestros de la Medicina Argentina” del año 1979.Se encontraban en el estrado el rector de la Universidad de Buenos Aires Dr. Jaime Lucas Lennon, el Decano de la Facultad de Medicina Dr. Alberto Donnes, el Vice-Decano Dr. Enrique Libonatti, el Vice-Rector de la Universidad Católica Argentina Dr. Francisco Valsechi, el Presidente de Honor de la Academia Nacional de Medicina Dr. Mar-cial Quiroga, el Vice-Presidente Dr. Horacio Rodríguez Castells, el Presidente de la Acade-mia Nacional de Agronomía y Veterinaria Dr. Antonio Pieres, y otras personalidades.

Dijo el Dr. Alfredo Lanari, quién se refirió a la personalidad de los tres premiados:

La invitación que me ha hecho “La Prensa Médica Argentina” de presentar a los “Maestros de la Medicina Argentina”, la acepté con gusto y alegría, puesto que ello implica ser el primero en felicitar a amigos de toda la vida, por un nue-vo título que han cosechado. Además porque de alguna manea me da la oportunidad de re-cordar públicamente a Don Aniceto López, for-jador de “La Prensa Médica Argentina”, hombre de bien, generoso sin alardes, un español que contribuyó a forjar la Argentina.

Ser “Maestro de la Medicina”, no es un pre-mio que se otorga.

No se consigue por un trabajo o un descu-brimiento. No se consigue, sino que se obtie-ne, como decía Houssay, por la labor de toda una vida.

Dijo el Dr. Fustinoni:

Una íntima satisfacción embarga hoy a mi espíritu al recibir esta honrosa designación de “Maestro de la Medicina Argentina” y que me obliga a declarar como primeras palabras, mi agradecimiento a “La Prensa Médica Argenti-na” y al Dr. Alfredo Lanari por sus palabras de presentación. Igualmente halaga mi espíritu el saberme acompañado por los Dres. José E. Rivarola y José M. Mainetti, a la vera de quie-nes me cobijó para acrecentar méritos.

Dentro del periodismo médico de nuestro país, “La Prensa Médica Argentina” fundada a instancias de los Dres. Mariano R Castex y C Bonorino Udaondo, ha sido el órgano publicita-rio que ha dado cabida plena a la cada vez más pujante bibliografía médica nacional, llevando su conocimiento a los más apartados rincones de nuestro territorio, y al exterior. Esta acción se ha mantenido sin claudicaciones a lo largo de todos estos años y por instigación de su Direc-

Recordando a Maestros anterioresAño 1979 a los doctores Osvaldo Fustinoni,

José M. Mainetti y José E. Rivarola

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tor Dr. Pablo López –a quién tuve la satisfacción de contarlo entre mis discípulos– es que “La Prensa Médica Argentina” ha instituido los Pre-mios “Maestros de la Medicina”.

Mucho he meditado sobre esta honrosa dis-tinción de Maestro.

He aquilatado mis méritos, y luego de una trayectoria vital en la que logré sucesivamen-te los títulos de Doctor, Profesor y Académico y creí con ello colmadas mis aspiraciones, me sorprenda ahora el de “Maestro de la Medici-na” que conmueve las fibras más intimas de mi espíritu y trae a mi memoria el recuerdo del gran Sarmiento que habiendo alcanzado las más altas magistraturas de la Patria: Se-nador, Ministro, Gobernador y Presidente, confesaba que su título más preciado era el de Maestro.

He vivido intensamente la vida de nuestra Facultad. En mis lecciones he volcado lo me-jor de mi mismo. En las funciones de Decano, hice el sacrificio de mi propia persona y de mi nombre. Estuve alejado de la pasión de la fi-guración. Lo ejercí como deber de conciencia mientras hubo calumnias que recibir, injurias que soportar y agresiones que repeler. Apren-dí de mis Maestros en sus conductas perso-nales una rectitud, una honestidad, un recato, un espíritu sereno para procurar el bien ajeno, impenetrable al más mínimo egoísmo y des-conocía esa perversa condición humana que es la envidia.

Jamás percibí en ellos una claudicación a los más elementales principios de moral y la ética. Jamás los vi firmar un artículo de sus discípulos, ni asignarse méritos ajenos.

Solo sé que después de largos años de labor en nuestra Facultad ilustrada por el saber y la capacidad de tantos Maestros inolvidables ha llegado para mí la recompensa más alta que

podía esperar mi ambición, el honor de contar-me entre los Miembros de esta cofradía de Maestros de la Medicina y el obsequio de poder en esta ocasión excepcional confundir los eflu-vios de mi alma con los queridos compañeros laureados, como si todos juntos aspiráramos el aroma vivificante que parece condensarse esta tarde, para mí de tan grata celebración.

Dijo el Dr. José M. Mainetti

Este acto es para el que habla, de un alto significado espiritual y académico. “La Prensa Médica Argentina” por su larga trayectoria al servicio de la ciencia y la cultura médica, y por su alta autoridad moral, que ha logrado produ-cir estos eventos, de tal naturaleza que los que son periódicamente sus destinatarios se hon-ran con ello, y en especial con la simultánea concurrencia de sus pares compartiendo sus méritos y prestigios.

Nuestro historial médico es riquísimo en ese sentido y desde que entramos a la universidad y escuchamos las primeras lecciones de nues-tros maestros, sentimos esa emoción y asimi-lamos la voluntad de alcanzar la meta, en una profesión digna, útil y estimulante.

La nominación “Maestro de la Medicina” con-lleva el significado de muchos años de esfuer-zo, con un profundo amor y devoción en todas las manifestaciones de la ciencia, arte y profe-sión médica, bajo la colaboración abnegada y anónima de muchos otros colocados discreta y firmemente en la retaguardia, para empujar ha-cia delante y ampliar la imagen. Por ello, con orgullo y si inhibiciones acepto con alegría la nominación, en nombre de todos mis discípulos porque el impulso de enseñar no se ha marchi-tado todavía, la llama emocional de una escue-

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la permanece toda la vida, inspirada en altos ideales y propósitos, y en el ejemplo de trabajo y sacrificio se mantiene desde arriba.

Dijo el Dr. José Rivarola

He llegado a esta cumbre y mirando hacia atrás, la senda recorrida, he visto en ella, aque-lla carga leve o pesada que he llevado sobre mis hombros: cuántas alegrías, cuantas triste-zas, cuántos éxitos y fracasos, que se pierden a lo lejos transitando en mis recuerdos.

Es difícil definir al Maestro de Medicina; existen diversos parámetros para medirlo: si queremos buscar el ideal, diría yo que es el médico sapiente, culto, humanista, que sobre-sale entre otros, al haber formado una escuela y se ha preocupado intensamente para que sus discípulos llegaran a ser iguales o mejores que él.

Cuando en el año 1952 ingresé en la Facul-tad de Medicina, la Argentina era un país rico y próspero, con un ambiente sano y una estabili-dad económica admirable, Buenos Aires, limpia y alegre, se mostraba aún como la Gran Aldea, a pesar del progreso edilicio y de la cultura uni-versitaria que ostentaba. La juventud de aquel entonces, tenía una visión amplia y nítida del

futuro. Sabía que con voluntad y constancia iba a llegar a la meta soñada. La universidad que les tocó vivir era apolítica. A la Facultad se iba a estudiar y aprender, los Profesores eran res-petados.

Hemos sido testigos del vertiginoso progre-so de las ciencias, que ha provocado una ver-dadera explosión científica y técnica.

Por ese motivo, el médico ha ido perdiendo cada vez más, la visión amplia de la medicina, debiendo limitarse a ejercer una especialidad y recibir información de lo que ocurre en el res-to de la ciencia.

El resto de lo científico y las especialidades vendrán con la enseñanza del postgrado y con la educación médica continua, ya que el médi-co debe ser un estudiante perenne.

La vida que aún se debe vivir es lo que inte-resa; la ya vivida puede servir para comparar el progreso o la ascensión o la distancia, o pa-ra no caer nuevamente en los errores. “El de-ber exigido se halla siempre en el porvenir, nunca en el pasado”

He recordado a menudo estas palabras. Ese deber involucra la moral, el estudio y el trabajo.

Cumplid con el deber exigido, y el futuro, vuestro futuro, estará asegurado, y esa ha de ser nuestra esperanza.

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Fundación Alberto J. RoemmersCreada por

Da. Candelaria Wolter de Roemmers y sus hijos en 1975.

PresidenteDr. Rodolfo F. Hess

VicepresidenteDr. Manuel Luis Martí

SecretarioDr. Julio A. Bellomo

VocalesSr. Eduardo Macchiavello

Sr. Alberto RoemmersSr. Alejandro Guillermo Roemmers

Sr. Alfredo Pablo RoemmersDr. Miguel de Tezanos Pinto

FiscalizadorDr. Eduardo L. Billinghurst

Fiscalizador SuplenteDr. Carlos Montero

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Subsidios para la Investigación en Medicina

• 31° Llamado a concurso para los períodos 2009-2010 y 2010-2011

Se llamó a concurso para Investigación Bá-sica. Se recibieron 189 planes de trabajo y se otorgaron 36 subsidios a grupos de investiga-ción de todo el país en planes de 1 y 2 años de duración..

Cursos y Jornadas

• Curso “Atención de Enfermería al Paciente Oncológico”

Se realizó en la ciudad de Paraná los días 17 de abril, 8 de mayo, 12 de junio y 10 de julio. Hubo ochenta alumnos inscriptos en total y se

entregaron los certificados de aprobación.

• Jornada de Actualización en Enfermería

Se realizó en la ciudad de Comodoro Riva-davia en el Aula Magna de la Universidad Na-cional de la Patagonia San Juan Bosco el 25 de Septiembre. se contó con la coordinación general de la Lic. Silvina Estrada de Ellis. Hubo 250 personas inscriptas y presentes, muchos llegaron de zonas aledañas, de Esquel, Bahía Blanca, Trelew, etc. Se obtuvieron muy bue-nos comentarios.

• Jornada de Enfermería “Atención al Paciente con Trauma”

Se realizó el día 14 de Octubre en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires. Se contó con la

Actividades de la Fundación Alberto J. Roemmers durante el año 2009

La Fundación Alberto J. Roemmers continuó durante el año 2009 con la tarea iniciada hace más 30 años en el sentido de apoyar a las ciencias médicas

argentinas a través de subsidios a la investigación en medicina, realización de reuniones científicas y publicación de libros.

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Coordinación General de la Lic. Silvina Estra-da de Ellis. Hubo 1800 inscriptos. Asistieron numerosas personas del interior del país y si-guieron el programa con interés por tratarse de un tema de plena actualidad. • Curso intensivo sobre el “Manejo

de las Complicaciones en los Procedimientos Mínimamente Invasivos del Aparato Digestivo”:

Se realizó el 5 de Noviembre en la Acade-mia Nacional de Medicina. El Curso fue exitoso y asistieron 220 cirujanos.

El tema de la cirugía mínimamente invasiva se encuentra en pleno desarrollo por lo cual el estudio de sus complicaciones es de gran in-terés para los cirujanos que la practican.

El nivel científico fue muy bueno. Se entre-garon los videos del curso a los cirujanos que los solicitaron.

Los Diplomas se entregaron al finalizar el curso.

• Dia del Médico

Como todos los años la Fundación Alberto J. Roemmers agasajó a importantes figuras de

la Medicina Argentina con la tradicional cena para celebrar el Día del Médico que se realizó en el Hotel Caesar Park, el 10 de diciembre a las 21 hs.

PUBLICACIONES

• El paciente con trauma

Actas de la Jornada de Enfermería realiza-da en el teatro Gran Rex el 14 de Octubre. Ed. Fundación Alberto J. Roemmers, Buenos Ai-res 2009.

• Anales de la Fundación Alberto J. Roemmers. Volumen XX

Ed. Fundación Alberto J. Roemmers, Bue-nos Aires 2009. Se editaron los informes de los trabajos de investigación subsidiados por la Fundación Alberto J. Roemmers durante los años 2005-2007.

• Maestros de la Medicina 2009

Coeditado con “La Prensa Médica Argentina”, Buenos Aires, 2009.