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1 Desarrollo Perceptivo Contenido La percepción como capacidad para la adaptación......................2 La Visión............................................................3 Metodología de investigación.......................................3 Preferencias visuales..............................................4 La percepción de los objetos y las situaciones.....................7 La Audición.........................................................19 La atención temprana hacia los sonidos............................19 Discriminación e identificación de sonidos del discurso y de la música............................................................20 Relaciones e integración intersensorial.............................26 Estrategias de los bebés para fijar la atención...................26 Percepción el lenguaje en la infancia a través de gestos y sonidos 27 Localización intermodal de las fuentes del sonido.................28 Percepción intermodal: visión-sensación y visión-imitación de movimientos.......................................................28 Percepción y Acción.................................................31 Percepción y formación de categorías................................32 Resumen.............................................................35 La percepción es un conjunto de procesos complejos del individuo que implican la intervención de sistemas sensoriales diferentes que tienen una finalidad común: recoger y procesar información de los fenómenos del organismo y del medio para adaptarse al entorno de la manera más eficaz. Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 1

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1Desarrollo Perceptivo

Contenido

La percepción como capacidad para la adaptación..................................................................................2

La Visión.......................................................................................................................................................3Metodología de investigación...................................................................................................................3Preferencias visuales.................................................................................................................................4La percepción de los objetos y las situaciones..........................................................................................7

La Audición................................................................................................................................................19La atención temprana hacia los sonidos..................................................................................................19Discriminación e identificación de sonidos del discurso y de la música................................................20

Relaciones e integración intersensorial....................................................................................................26Estrategias de los bebés para fijar la atención........................................................................................26Percepción el lenguaje en la infancia a través de gestos y sonidos.........................................................27Localización intermodal de las fuentes del sonido.................................................................................28Percepción intermodal: visión-sensación y visión-imitación de movimientos.......................................28

Percepción y Acción...................................................................................................................................31

Percepción y formación de categorías......................................................................................................32

Resumen.......................................................................................................................................................35

La percepción es un conjunto de procesos complejos del individuo que implican la intervención de sistemas sensoriales diferentes que tienen una finalidad común: recoger y procesar información de los fenómenos del organismo y del medio para adaptarse al entorno de la manera más eficaz. Desde esta definición general, que trata de combinar estructura y función, presentamos este capítulo pero somos conscientes que nos encontramos ante múltiples procesos perceptivos que a la luz de la investigación actual requieren de un tratamiento diferenciado. Por lo tanto, nuestro interés principal no va residir en discutir la definición de percepción, cada día más difícil de establecer, sino la de abordar aspectos perceptivos concretos, relacionados con el desarrollo evolutivo del niño y sus implicaciones socioeducativas.

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El capítulo que se desarrolla a continuación mantiene unas líneas centrales. La primera es que el funcionamiento perceptual alcanza los niveles de adulto o casi de adulto rápidamente. Incluso los recién nacidos pueden ver, escuchar e integrar información de diferentes sistemas sensoriales y estas habilidades continúan desarrollándose rápidamente durante el primer año. Segundo, la percepción y la acción están fuertemente vinculadas desde la infancia. La percepción proporciona información al niño que usa para guiar sus acciones, y las acciones generan información perceptiva que sirve al desarrollo del niño.

La percepción como capacidad para la adaptación

El estudio del desarrollo perceptivo alcanza cuestiones fundamentales sobre la naturaleza humana como son: ¿Cómo la herencia biológica contribuye a la manera en que las personas perciben el mundo?, ¿Cómo contribuye la experiencia?. ¿Cómo guían las percepciones las acciones del individuo?.

Desde los tiempos en que era la filosofía la que se encargaba de los fenómenos psicológicos, autores como Locke y Berkeley daban respesta a estos interrogantes. En la actualidad autoras como Eleanor Gibson hipotetizan que las habilidades perceptivas son esenciales para la supervivencia. Por ejemplo, los niños en el entorno natural debían aprender si el terreno era firme o inseguro para caminar. Por ejemplo, en el lago Titicaca, viven todavía algunas comunidades indígenas en pequeñas islas flotantes, construidas con totora, una planta parecida a los juncos. Algunas de estas islas no tienen más de 1000 metros cuadrados. En consecuencia, los niños deben aprender rápidamente a percibir los peligros y a caminar por este terreno inestable sin acercarse a las orillas. La teoría de Gibson no se focaliza sólo en los factores biológicos, sino que enfatiza también la importancia del desarrollo perceptivo. En su opinión, el aprendizaje perceptivo es un proceso de aprendizaje destinado a detectar e interpretar la información disponible del medio, lo que implica a su vez cambios en las acciones del niño. En definitiva, se produce un vínculo estrecho entre herencia y aprendizaje, percepción y acción a través del desarrollo. Incluso en los primeros meses, los niños parecen experimentar el mundo de los objetos y de los eventos. Esto es similar, en cierta manera, al experimentado por los adultos. Todas las teorías actuales reconocen que las personas están biológicamente preparadas para percibir el mundo de una determinada manera y que muchas e importantes capacidades perceptivas están presentes desde el nacimiento. En consecuencia, la investigación ha permitido fundamentar el principio de que la acción y la percepción están

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fuertemente vinculadas. Este vínculo es evidente tanto a nivel conductual como a nivel neurofisiológico. El sistema visual incluye dos subsistemas principales. Uno, el sistema ventral, que transporta información al cortex temporal del cerebro y está especializado en el reconocimiento y representación del mundo visual. De otro lado, el sistema dorsal que transporta gran cantidad de información al cortex parietal y está especializado en el empleo de información perceptual para guiar la acción. Diferentes aspectos de ambos sistemas son funcionales en la primera mitad del primer año de vida.

Los sistemas perceptivos

Nosotros percibimos el mundo a través de numerosos sistemas sensoriales: visión, oído, gusto, olfato y otros. Estos sistemas necesitan completar tres funciones: atender, identificar y localizar. Las tres funciones permiten guiar eficazmente la acción, muy especialmente si tenemos que preservarnos de posibles peligros, como sucede en el medio natural o en el centro de las grandes urbes.

La Visión

El sistema visual del neonato es inmaduro. La calidad de nuestra visión depende no sólo del funcionamiento de la retina y de los centros visuales del cerebro sino también de diferentes mecanismos oculomotores que sirven para traer imágenes a la retina. Por ejemplo, los movimientos de los ojos, de varios tipos, son necesarios para situar un estímulo en el lugar adecuado, explorar las partes de un campo visual y perseguir los objetos que se mueven en el espacio. Si deseamos evitar la visión doble, debemos ser capaces de fijar ambos ojos en el mismo objeto simultáneamente. Nuestras pupilas deben ser capaces de dilatarse o contraerse a los cambios de iluminación y nosotros debemos ser capaces de ajustar el cristalino, las lentes de nuestros ojos, a los objetos que se acercan, teniendo en cuenta la distancia del objeto al foco de la retina. Estos mecanismos de ajuste no están bien formados en el recién nacido ni en el niño de las primeras semanas, pero teniendo en cuenta estas limitaciones. ¿Cuáles son las capacidades perceptivo visuales en el recién nacido y en el niño de los primeros meses?

Metodología de investigación

La investigación de la percepción visual ha estado muy limitada por los métodos. En la actualidad se utilizan principalmente dos métodos, que se

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fundamentan básicamente en que los niños giran sus cabezas hacia los estímulos que les interesan: El paradigma de la mirada preferencial y el de la habituación. En el paradigma de la mirada preferencial dos objetos o eventos que difieren en un solo aspecto son expuestos uno junto a otro, y el investigador constata si los niños miran consistentemente más a un lado o al otro. Si hacen esto, ellos deben percibir la diferencia, por ejemplo en el color del objeto.

El paradigma de la habituación se basa en la propensión de los niños a mirar más los objetos nuevos que los objetos conocidos. El paradigma incluye dos fases. En la primera, se produce la familiarización en la que un objeto se presenta repetitivamente, Y en la segunda, cuando los niños ya no miran mucho el objeto, porque se ha producido habituación al mismo, se introduce un objeto nuevo. Si los niños demuestran un renovado interés en el objeto nuevo, se interpreta que perciben diferencias entre los dos.

Preferencias visuales

A lo largo de las últimas décadas los investigadores se han planteado no sólo lo que el bebé ve, sino también lo qué prefiere ver. Como señala Flavell, (2002, p.35) se han realizado varias propuestas teóricas.

Los niños prefieren estímulos que mantienen un óptimo nivel de complejidad, un nivel moderado de discrepancia con la experiencia anterior, un número adecuado y limitado de elementos o un nivel alto de densidad en su contorno. El problema fundamental, de este conjunto de microteorías, reside en que ninguna es suficientemente exhaustiva, proporcionándonos explicaciones parciales sobre el fenómeno de la preferencia. A continuación pasamos a revisar algunas de las más conocidas.

Cohen (1972) realiza una distinción importante entre attention-getting (obtención de la atención) y attention-holding (mantenimiento de la atención). La idea es que las características psicológicas más destacables de los objetos atraen inicialmente la atención, pero va ser el significado de los objetos el que determine la persistencia de la atención. Cohen sugirió que las propiedades de la attention-getting (obtención) se mantienen a lo largo de la vida pero las de la attention-holding (mantenimiento) cambian con la edad y la experiencia, provocando importantes diferencias evolutivas. A continuación vamos a hablar tanto de las propiedades de la attention-getting como de las de la atenttion-holding.

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Preferencias iniciales: el reflejo de orientación

Un estímulo visual intenso provoca el reflejo de orientación. Este reflejo es controlado por las regiones subcorticales en una primera instancia, y por las corticales en segundo lugar. Incluso, la intervención de las regiones corticales podría ser considerado un estorbo para ofrecer una respuesta rápida, como se pone de manifiesto en las comparaciones entre los niños normales y anencefálicos. Estas estructuras subcorticales, especialmente las del cerebro medio, están más maduras en el momento del nacimiento que las corticales y tienen un papel dominante frente a las corticales en la dirección de la atención en los dos primeros meses. De este modo los niños de los primeros meses tienen determinadas preferencias visuales hacia las líneas que definen el contorno de los objetos, como la cara, o áreas muy contrastadas, como los ojos.

La hipótesis de la discrepancia moderada

¿Qué cualidades de los objetos y eventos mantienen la atención?

Parece que algunas propiedades de los objetos favorecen más que otras el mantenimiento de la atención, tras la orientación inicial. En los casos de recién nacidos de uno o dos días, se produjo una preferencia por objetos moderadamente brillantes frente a los objetos muy brillantes y de brillo atenuado. Maurer (1988) plantea que los niños tratan de modular la cantidad de información que perciben y que por ello prefieren estímulos de moderada intensidad o una combinación de diferentes estímulos visuales, táctiles y auditivos de moderada intensidad. A su vez, también prefieren, según este autor, conjuntos de estímulos de moderada complejidad e intensidad. No obstante, con la evolución, la apreciación de los estímulos cambia, y lo que se percibía como muy complejo con dos meses pasa a ser simple con 6 meses. Todas estas observaciones han llevado a formular la hipótesis de la discrepancia moderada: Los niños están más interesados en observar los objetos que presentan una moderada discrepancia con sus capacidades de conocimiento (Greenberg & O´Donnel, 1972; McCall, Kennedy & Applebaum, 1977) y su experiencia anterior. Es interesante resaltar el vínculo evidente de este planteamiento con las hipótesis del desequilibrio cognitivo de Piaget y la Zona de Desarrollo Próximo de Vygotski. Algunos resultados parecen consistentes con la hipótesis de la discrepancia moderada. En la medida que los niños evolucionan van dirigiendo la mirada a estímulos más complejos. Por ejemplo, en estudios sobre ajedrez, en la medida que los niños incrementaban su experiencia sus preferencias se iban cambiando hacia modelos y situaciones más

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complejas. Otro de los argumentos, por los que resulta atractiva la hipótesis de la discrepancia moderada es que permite sostener que con este mecanismo evolutivo los niños autorregulan su propio desarrollo, escogiendo espontáneamente las experiencias de aprendizaje más adecuadas. Es interesante vincular estos resultados con algunas propuestas metodológicas de la educación infantil, que ofrecen al niño oportunidades para la actividad de libre elección y diferentes niveles de desafío. No obstante, su estatus científico se ubica más como una hipótesis interesante que como una ley científica.

Los bebés y sus expectativas

Desde que nacen, lo niños están orientados tanto hacia el momento presente como hacia el futuro. A los 3 meses de edad, ya forman expectativas sobre eventos de interés que ocurrirán y emplean las expectativas para guiar su mirada. En diferentes experimentos en los que se introducía una imagen interesante en una secuencia regular dcha-izqda-dcha…, los niños de 3 meses eran capaces de predecir con la mirada dónde iba a aparecer la imagen de interés. Incluso se ha descubierto que pueden predecir modelos más complejos como IzqdaIDIID…. O IIIDIIID…; sin embargo parece que el límite inferior para estas predicciones está en los 3 meses, ya que estos resultados no se han conseguido con bebés de dos meses.

La teoría del sistema lineal de análisis

Una de las teorías más populares en la comunidad científica que da cuenta de las preferencias de los bebés es la del sistema lineal de análisis, propuesta por Banks y sus colegas (Banks y Salapatek, 1981; Banks y Ginsburg, 1985). Este modelo subraya especialmente las limitaciones de las capacidades visuales de los bebés. En particular hace referencia especialmente a la relativamente pobre sensibilidad a los contrastes. Esta limitada capacidad visual provoca que sólo algunos de los elementos de un estímulo, que llegan a la retina, vayan a alcanzar los centros de decisión del cerebro. De este modo, el planteamiento teórico es simple: las preferencias visuales están gobernadas por la tendencia a mirar modelos altamente visibles. De este modo los bebés tienden a mirar: ejes, ángulos, áreas muy contrastadas, detalles exteriores de los objetos en lugar de interiores, detalles grandes en lugar de pequeños.

¿Por qué los niños demuestran unas determinadas preferencias visuales?

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El punto de partida lo encontramos en que los niños desde el momento del nacimiento manifiestan un intensísimo deseo por explorar el mundo y mirar lo que hay en él. Desde este punto de partida, Banks plantea dos hipótesis. En la primea sostiene que la información visual es necesaria para la estimulación y el desarrollo normal del cortex visual, hipótesis que se ha demostrado en los gatos. La segunda y no necesariamente contradictoria con la primera es que los niños están preformados para atender aquel tipo de información del contexto, como por ejemplo el rostro humano, que es más importante para su aprendizaje y desarrollo. Como podemos constatar, ambas hipótesis suponen el desarrollo de la capacidad de adaptación del niño al entorno.

La teoría del sistema lineal, permite explicar las preferencias en las primeras semanas de la vida. Sin embargo, las preferencias de los bebés cambian con rapidez. De este modo, un niño de un mes, podría mirar los ojos del rostro, porque destacan sobre el resto de la cara, pero a los 4 meses cambiaría su motivación y miraría a los ojos porque le gustan o lo desea hacer, dado que se trata, por ejemplo, de los rostros conocidos de sus padres o hermanos.

La percepción de los objetos y las situaciones

La agudeza visual, el color y el movimiento de los objetos contribuyen conjuntamente para que los bebés puedan identificar visualmente los objetos y los sucesos que les rodean. Además, parecen estar especialmente bien equipados, desde un punto de vista evolutivo, para identificar determinados estímulos, como son el rostro y los movimientos humanos.

El incremento de la agudeza visual en el primer año

La capacidad visual más simple y a la vez la más crucial es la que sirve para identificar objetos y eventos dentro del conjunto de la información visual. Un componente muy importante de esta capacidad es la agudeza visual. La agudeza visual capacita a las personas para ver las similitudes y diferencias entre estímulos. El diagrama de Snellen es el método tradicional que se utiliza con adultos. En éste, se toma como punto de referencia las letras que son vistas a 20 pies de distancia. De este modo, si una persona puede leer a 20 pies las letras que una persona con visión normal puede leer a 200 pies, entonces su ratio es 20/200. Evidentemente, la agudeza visual de los bebés no puede ser medida mediante preguntas, pero si se puede evaluar su preferencia por mirar más un objeto que otro. De este modo, casi

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la mayoría de los bebés prefirieron mirar rayas blancas y negras que un campo gris indiferenciado. A través de este procedimiento los investigadores determinaron cuanto espacio entre líneas necesitan los niños para ver la diferencia entre ellas. A partir de estos resultados y comparándolos con los de un sujeto de visión normal obtuvieron los resultados siguientes:

Recién nacido: 20/6602 meses: 20/3004 meses: 20/1608 meses: 20/80 (similar a un adulto con lentes que no las lleva puestas)

Las diferencias entre bebés y adultos no residen sólo en la mayor sensibilidad absoluta sino a qué estímulos son más sensibles y en dónde son más sensibles. De este modo, los bebés de un mes son más sensibles a las líneas cuando están más separadas entre sí (figura 1) y por lo tanto su frecuencia espacial es menor. Pero a lo largo de los primeros meses su sensibilidad mejora y pueden percibir las diferencias entre líneas cuando se incrementa la frecuencia espacial entre las líneas y están más cerca unas de otras. De este modo los bebés de un mes sólo son sensibles a líneas exteriores muy vastas y poco definidas. Progresivamente su visión se va agudizando y pueden fijarse en detalles.

Figura 1

La experiencia visual es fundamental para mejorar la agudeza visual. Esto se puede constatar en los niños que nacen con cataratas y que son operados durante los primeros 6 meses de la vida. Una vez que son operados se les colocan unas lentes que les permiten una visión normal. En estas condiciones, los niños recién operados tienen la misma agudeza visual (poca) que el recién nacido. Sin embargo, esta se recupera muy rápidamente, incluso en la primera hora después de la intervención y continúa mejorando en el primer mes. Este es un ejemplo válido para explicar tanto, la influencia, de la experiencia como del código genético, en el desarrollo perceptivo.

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La discriminación de los colores. ¿Categorías conceptuales o capacidades innatas?.

Los adultos pueden percibir la longitud de onda desde 400 hasta 700 nanometros. Entre 450 y 480 percibimos como azul, entre 510 y 540 el verde, entre 570 y 590 el amarillo y entre 615 y 650 el rojo. Aunque vemos algunas longitudes de onda como mezclas de colores (por ejemplo el verde azulado se percibe en los 500 nm) la mayoría los vemos como un solo color.

El color es un dominio en el que los humanos percibimos a través de una categoría perceptiva. Las diferencias perceptivas entre categorías (tales como el verde o el amarillo) parecen más grandes que las diferencias dentro de una categoría (como las diferencias entre distintas formas del color amarillo), incluso cuando no hay diferencias físicas y son idénticas, como sucede en el caso del amarillo verdoso y el amarillo). La percepción categórica ha sido demostrada en una amplia variedad de dominios, incluyendo la percepción de los sonidos del discurso y la percepción de las expresiones faciales de las emociones.

Debido a que los hablantes de diferentes lenguajes etiquetan los colores de manera diferente, los antropólogos han defendido la hipótesis de que la división de las longitudes de onda en categorías de color es culturalmente relativa. Es decir, la gente en culturas diferentes percibiría las fronteras entre colores en lugares diferentes. La investigación de la percepción infantil ha demostrado que esta hipótesis es, al menos, parcialmente falsa. Por ejemplo, Bornsein y sus colegas presentaron de manera repetitiva a niños de 4 meses una longitud de onda específica hasta que dejaron de prestar atención. A continuación presentaron otro color de una longitud de onda muy distinta y el niño volvió a prestar atención. A través de este procedimiento se ha descubierto que los recién nacidos son capaces de discriminar algunos colores, por ejemplo el rojo del blanco (Flavell, Millar & Miller, 2002, pp.34), y que los bebés de 1 mes pueden discriminan los colores del espectro visual (Clavadetscher, Brown, Ankrum & Teller, 1988), o los de dos meses según Flavell (2002). Estos resultados, en la clasificación de las longitudes de onda, se encuentran en los sujetos de distintas partes del mundo. A estos resultados se suman las investigaciones que determinan las células que responden de manera diferente a los distintos colores. En definitiva, esta capacidad aparece mucho antes de que los niños puedan categorizar los colores a través de palabras, lo que hace desestimar, al menos parcialmente, la hipótesis de los antropólogos y da prioridad a una hipótesis más biologicista.

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JOSE LUIS, 03/01/-1,
Millonésima parte del metro
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No obstante, como señala Flavell, los estudios de naturaleza biologicista han tenido grandes dificultades metodológicas, dado que era difícil saber si los niños diferenciaban los colores por la diferente longitud de onda o por un brillo distinto. Aunque parece, según este autor que este problema ha sido resuelto, el trabajo con recién nacidos es siempre una difícil tarea, lo que nos lleva a pensar que posiblemente encontraremos algunas matizaciones importantes en los estudios futuros.

Una sensibilidad especial hacia el movimiento

La atención de los bebés se dirige hacia los objetos en movimiento y su sensibilidad hacia el movimiento se incrementa con la edad. Incluso los recién nacidos tienen alguna habilidad para seguir el camino de los objetos en movimiento, pero esta habilidad se limita a los objetos grandes y que se mueven lentamente. Los bebés más jóvenes, en un primer momento, suelen fijar la localización de un objeto en el primer lugar donde el objeto solía estar, para un segundo o dos después trasladar su mirada hacia la posición nueva. Poco a poco son capaces de utilizar la cabeza y el movimiento de los ojos y reaccionan con mayor rapidez al movimiento de los objetos. A su vez, la percepción del objeto en movimiento podría ayudar a percibir de una manera más completa los objetos. En el medio natural resulta vital para la supervivencia el poder identificar y seguir con rapidez el movimiento de los objetos. Se ha descubierto, por ejemplo, que los bebés de 3 meses perciben los objetos separadamente si se mueven de manera independiente pero no si permanecen quietos. De este modo el movimiento no sólo atrae la atención de los niños, sino que les ayuda a identificar lo que están viendo.

Cambios en las preferencias de la percepción del rostro humano

Dentro del rostro, parece que el bebé tiene preferencia por determinados rasgos. De estemodo su simetría, alto contraste, movimiento y sonido parecen ser sus prioridades perceptivas. Nos encontramos con dos experimentos que ayudan a comprender este fenómeno. En el primer

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Figura 2

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experimento (Dannemiller y Stephens, 1988) se presentaban a los niños de hasta doce semanas cuatro figuras. En las dos primeras, un rostro humano, el primero como una diapositiva y el segundo como un negativo. En la tercera y en la cuarta sólo se delimitaban límites exteriores e interiores (Ver figura nº 2).

En el segundo experimento (Johnson y Morton, 1991) que se realizó con recién nacidos se presentaron también 4 figuras. La primera con los rasgos principales de la cara, la segunda con manchas cuadradas en los ojos y la nariz; la tercera con manchas invertidas y la cuarta con los rasgos cambiados de lugar (Ver figura 2).

Los niños recién nacidos (exp. 2) o más pequeños (exp 1), hasta 6 semanas, miraban por igual las figuras A y B, en positivo o en negativo, con detalles o sin detalles, mientras los niños más mayores, (12 semanas) del experimento 1 preferían, como los adultos, la opción A en la que se veía el positivo del rostro frente a la opción B en la que se veía el negativo. En ningún caso preferían mirar las opciones C y D. En estas últimas opciones las líneas dibujadas estaban presentes en el rostro, exp. 1 o bien se alteraba la colocación de los rasgos de la cara, exp. 2. En ambos casos no se podía percibir un rostro humano sino sólo estímulos aislados.

Las dos investigaciones mencionadas plantean que la preferencia de los recién nacidos por el rostro humano parece ser más una preferencia por determinados rasgos básicos, mientras al cabo de doce semanas presentan ya una clara predilección por un rostro mucho más definido. Todo ello plantea dos conclusiones importantes. La primera es la predisposición del niño recién nacido hacia la observación de rasgos básicos del rostro humano, y la segunda que la primera observación se procesaría a niveles subcorticales, siendo sustituida posteriormente por el procesamiento y la integración cortical, lo que le facilitaría, en este segundo caso, el procesamiento de detalles, la discriminación y diferenciación de las caras.

Durante el primer mes de la vida los bebés prefieren seguir con sus ojos el movimiento de las caras más que el movimiento de otros objetos. Esta observación proporciona a los niños una experiencia que facilita el aprendizaje de los detalles de la cara, lo que, tal vez, explicaría el por qué los niños del experimento 1, a las 12 semanas prefieren el rostro en positivo al rostro en negativo.

Discriminación entre caras

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Los bebés tienen preferencias por determinados rostros. Entre 12 y 36 horas ya tienen preferencia por el rostro de la madre frente al rostro extraño. Las preferencias son siempre las mismas, tanto en persona, fotografía o vídeo. A los 6 meses los bebés son bastante buenos en su capacidad para distinguir los rostros humanos, siendo comparable a la de los adultos a los 9 meses de edad. En un experimento de Pasacalis, Haan y Nelson (2002) se descubrió también que los bebés de 6 meses son capaces de diferenciar entre rostros de monos, capacidad que declina posteriormente, pero que ofrece un interesante vínculo con la filogenia de nuestra especie. Los niños no sólo son capaces de discriminar los rostros sino que también presentan preferencias hacia los rostros más atractivos (Langlois, Ritter, Roggman, Vaughn, 1991). Estas preferencias se producen desde el tercer día y se extiende a diferentes razas, género y edad. Los investigadores se plantean la causa de estas preferencias y ofrecen algunas explicaciones. El argumento principal reside en plantear que las caras son percibidas como atractivas por el grado en que se acercan a un prototipo promedio. Se ha comprobado que los niños a través de observar las caras van construyendo un prototipo de las características físicas. Por ejemplo, después de familiarizarse con un grupo de 8 caras, los niños de 6 meses responden a un rostro promedio, que no había sido visto antes, como si fuese familiar (Rubenstein, Kalkanis & Langlois, 1999). Basado en estos resultados, parece probable que los niños rápidamente abstraen un prototipo de cara, a partir de sus experiencias con los rostros. De este modo, parece que la representación inicial del rostro humano de los recién nacidos es enriquecida a través de la experiencia individual, convirtiéndose la última en una factor indispensable del desarrollo perceptivo, como se constató anteriormente en las observaciones de los niños recién nacidos con cataratas.

La influencia del conocimiento en la percepción

Como nos indica Siegler (2005) Los programas de ajedrez compiten con los más grandes campeones pero ningún sistema de visión por ordenador es capaz de reconocer objetos tan bien como un niño de un año. La razón es que cuando estás viendo, incluso en situaciones relativamente simples, se requiere una cantidad de conocimiento sorprendentemente grande. Needham, Baillargeon y Kaufman (1997) encontraron que al menos 3 tipos

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de conocimiento infuyen en la percepción de los objetos por los bebés y otros individuos de mayor edad:

Conocimiento configural. Permite percibir los objetos que permanecen juntos como un todo, como por ejemplo las partes de un coche.

Conocimiento físico: Nos permite percibir a cada objeto como una entidad independiente con características propias. De este modo aprendemos que una rueda del coche tiene propiedades distintas al volante o al parabrisas.

Conocimiento experiencial: Proporcionado por la experiencia. Aunque ruedas y parabrisas poseen cualidades muy distintas, nuestra experiencia los vincula a los vehículos.

La influencia del conocimiento en la percepción del movimiento humano

A los 5 meses de edad, los niños usan tanto el conocimiento configural como el experiencial para determinar lo que están viendo. A los 8 meses, emplean también el conocimiento físico (Needahm, Baillargeon y Kaufman, 1997). Por ejemplo, en un estudio con niños de 4 meses y medio, los niños visualizaron un display estacionario que consistía en una caja alta y

azul y un cilindro amarillo pequeño, ver figura 3.

En esta situación una mano entró dentro del display y movió el cilindro hacia un lado. Los niños miraron más tiempo cuando la caja azul se movió a lo largo del cilindro que cuando lo hizo a la vez que la caja como si fuese un solo objeto, sugiriendo que ellos veían el display como dos objetos y se sorprendieron cuando este se movió como si fuera un solo objeto. En este caso, los niños usaron el conocimiento configural para inferir que la caja era distinta al cilindro. No obstante, en variaciones del experimento más complejas, en las que era más difícil interpretar a simple vista de que estábamos ante dos objetos, si se le proporcionaba alguna experiencia complementaria al niño, como percibir el cilindro y la caja por separado durantes 5 segundos, estos eran capaces de percibirlos también como diferentes a partir de entonces.

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Figura 3

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Estos resultados en torno a los 5 meses difieren de los anteriores cuando cambian las condiciones de los dos objetos percibidos, por ejemplo, uno oculta a otro, o bien no hay movimiento. En los estudios clásicos de Spelke y otros autores (1983, 1985, 1987, 1988) se demuestra como a menudo los niños fracasan en la identificación de dos objetos, cuando uno oculta parcialmente la imagen de otro y el niño se ve obligado a componer como un todo una imagen fragmentada. En el caso de la figura 4, Spelke trabajó con bloques, uno pequeño, ubicado delante de uno grande y tapándolo parcialmente, en donde ambos bloques presentaban el mismo color y textura. En el segundo caso de la figura 5 un bloque tapaba un cilindro.

Experimento 1. Figura 4 Experimento 2. Figura 5

En el primer experimento, la mayoría de los niños de 5 meses, y en el segundo la mayoría de los de 4 meses, los percibían de manera deformada. Bien como un solo bloque, caso 1 con diferentes partes, bien como un bloque y dos cilindros, caso 2. Sin embargo, si se introducían ayudas, muy especialmente el movimiento de los objetos, los niños comenzaban a percibirlos como distitintos. Como acertadamente señala la investigadora Eleanor Gibson, al contrario que en el laboratorio, en situaciones naturales muchos objetos se mueven y el movimiento se constituye en la ayuda fundamental. En el experimento 2, gracias al indicio perceptivo del movimiento, los niños de 4 meses e incluso los de 2 meses, con algunas ayudas más, podían percibir los objetos como distintos y constituyendo una unidad. Esto no sucedía con los recién nacidos. En definitiva, la capacidad para emplear el movimiento como ayuda perceptiva aparece en los primeros meses de la vida.

Tal como hemos visto anteriormente, los niños son atraídos por el movimiento humano. A la edad de 4 meses los niños ya prefieren mirar un dibujo animado de una persona que luces estáticas. La habilidad de los niños para discriminar diferentes variedades de movimiento humano es sorprendentemente sofisticada. A los 3 meses de edad, los niños discriminan entre imágenes en movimiento como caminar o correr. A los 5 meses son sensibles a otras propiedades como a las variaciones en los modelos simétricos de los miembros del cuerpo (Booth, Pinto & Bertenthal, 2002). Parece probable que la percepción del movimiento implica tanto representaciones iniciales que han sido formadas por las

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fuerzas evolutivas como conocimiento adquirido a través de la experiencia del movimiento de las personas.

La orientación y localización de los objetos: utilización de indicios visuales.

La identificación de los objetos por los niños, según Siegler (2005) requiere determinar su localización en el espacio y si el objeto esta a su alcance o se tienen que desplazar. Sin embargo, la percepción de la localización de los objetos requiere percibir tanto la dirección como la distancia a la que se encuentra un objeto con respecto a uno mismo. Cuando el objeto puede ser visto, la percepción de la dirección no presenta un problema especial; sin embargo determinar su distancia es mucho más complejo. La luz de un display que llega a la retina nos permite especificar la altura y anchura pero no la distancia a la que se encuentra. ¿Cómo puede entonces un mundo tridimensional ser representado en dos dimensiones a través de la imagen retiniana?. La respuesta está en los indicios monoculares y binoculares. En el primer caso se corresponden a indicios obtenidos separadamente por cada ojo, y en el segundo caso con la coordinación de ambos ojos.

Indicios monoculares para percibir la distancia

Los indicios empleados para la percepción de la distancia que pueden ser percibidos a través de un solo ojo son de dos tipos: los relacionados con el movimiento y los estacionarios.

Tal como los objetos se aproximan a nosotros van ocupando una mayor proporción de nuestro campo visual. Este fenómeno es conocido como expansión visual. A su vez, cuando una persona mueve su cabeza, las imágenes retinianas de los objetos más cercanos percibidas con cada ojo se mueven más rápido que las de los objetos lejanos. Esto es conocido como paralaje del movimiento. Un tercer tipo de ayuda es la oclusión. Cuando un objeto se mueve delante de otro, el objeto más cercano oculta partes del más distante. Parece que los niños en el primer mes de la vida usan todo tipo de indicios basados en el movimiento. En contraste, no es hasta los 6 o 7 meses que los niños son capaces de inferir la distancia a través de indicios monoculares estacionarios que no impliquen movimiento. Estos indicios son frecuentemente conocidos como ayudas pictóricas desde que fueron descritos por Leonardo da Vinci. Entre ellas figuran las siguientes:

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El tamaño relativo de los objetos, los objetos más cercanos ocupan más espacio en la retina que los lejanos.La textura, los objetos más cercanos se perciben con superficies más diferenciadas.Una tercera, la interposición, que es como la oclusión excepto en que los objetos son estacionarios.

Los niños de 5 meses no parecen percibir la profundidad con ninguno de estos indicadores estacionarios, mientras cada uno de ellos es efectivo en transmitir información sobre la profundidad a los 7 meses. De este modo el empleo de ayudas pictóricas para inferir distancias relativas parece desarrollarse entre los 5 y los 7 meses.

Indicios binoculares para percibir la distancia

La disparidad retiniana es útil para estimar la distancia relativa entre dos objetos próximos, o las distancias entre partes de un objeto.

Visión estereoscópica. La habilidad para percibir la profundidad sólo a través de ayudas binoculares aparece bruscamente alrededor de los 4 meses, en un periodo de transición individual que no supera las dos semanas. La clave del cambio rápido parece ser la segregación de las vías neuronales que van de cada ojo al cerebro. Antes de los 4 meses la información de ambos ojos llega a las mismas células de la corteza visual. Después de los cuatro meses, la corteza visual dispone de células diferenciadas. Además hay otras neuronas binoculares de la corteza visual que reciben a su vez información de ambos ojos. El cerebro detecta disparidades entre los inputs de ambos ojos e infiere la profundidad por el grado de disparidad (Fig.6). El hecho de que la visión estereoscópica se desarrolle, de manera rápida y consistente sobre los 4 meses, podría ser interpretado como una consecuencia de la maduración biológica. Sin embargo, parece que la experiencia también es crucial. Por ejemplo, si se administran drogas que bloquean la actividad neuronal que se produce por la experiencia visual, entonces la segregación cortical de las vías nerviosas no se produce en el tiempo habitual. En definitiva, aún en estos mecanismos iniciales, maduración y experiencia van siempre “de la mano”.

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Fig.6. La distancia diferente al objeto desde cada ojo permite inferir al cerebro la profundidad

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El experimento del abismo visual

Una forma particular de percepción de la profundidad es la que se pone de manifiesto en los estudios con bebés sobre el abismo visual. Los adultos ante un abismo visual tenemos en cuenta 3 consideraciones. Primero, nuestra capacidad perceptiva nos permite identificar inmediatamente, que nos encontramos ante un precipicio. Segundo, nuestra experiencia nos lleva a alejarnos, tal vez por miedo, o a acercarnos, tal vez por interés u otra circunstancia. Tercero, los adultos evitamos caminar hacia el abismo visual. Nuestra pregunta es: ¿Responden los bebés de la misma manera que los adultos?

Figura 7

Eleanor Gibson y Richard Walk (1960) inventaron un dispositivo denominado abismo visual para experimentar este problema (figura 7). Este consiste en un gran cristal situado encima de una mesa. La mitad del cristal posee, debajo del mismo, un tablero cuadriculado y la otra mitad es totalmente transparente, ubicándose el tablero cuadriculado a nivel del suelo. El resultado perceptivo es que a la mitad de la mesa nos encontramos ante un abismo visual. Gibson y Walk encontaron que los recién nacidos de algunas especies como los monos rhesus, cabras o gallinas no cruzaban el abismo visual. Sin embargo, otras especies, como gatos o conejos, necesitaban de algunas semanas de experiencia para evitar el abismo. La consecuencia teórica era evidente para los autores. Estos últimos animales necesitaban de una maduración biológica postnatal, posiblemente desarrollada por la estimulación ambiental.

En cuanto a los bebés humanos, el experimento no se podía realizar antes de los 7 meses, debido a la inmadurez motriz de los niños. El método usado

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es el siguiente: el bebé es colocado en el centro de la plataforma frente a su madre. Si quiere acceder a ésta tiene que cruzar hacia el abismo. La madre llama al bebé para que cruce. Si el bebé no cruza en un periodo de dos minutos, la madre le muestra un juguete del bebé y le trata de persuadir durante otros dos minutos. Luego el experimento se repite colocándose la madre en el lado opuesto. La conclusión es que los humanos demuestran alguna tendencia a evitar el lado profundo en estas condiciones experimentales. Sin embargo, todos los humanos rechazan traspasar la línea del abismo. No obstante, hay una tendencia que se incrementa con la edad. De este modo la habilidad para percibir el abismo y rechazar el acceso al mismo parece ser parte de la competencia humana en el último tercio del primer año.

¿Podría esta habilidad estar presente antes de la edad del gateo?. Según Flavell (2002), es bastante posible, dado que hay muchos indicios perceptivos que ayudan a percibir la profundidad, aunque la percepción no tiene por qué implicar rechazo o miedo. Campos y sus colegas han encontrado que los bebés prelocomotores de dos meses presentan un decrecimiento en el ritmo cardiaco cuando se les coloca en el lado profundo del abismo, con respecto a cuando están en el lado superficial, sugiriendo que pueden discriminar entre ambos (Campos, Hiatt, Ramsay, Henderson, y Svejda (1978). De esta manera, cuando los bebés son trasladados lentamente al lado superficial (zona sin abismo) y se les vuelve a depositar en el cristal, colocan sus manos delante, conducta que no se produce en el lado profundo. Es decir, parece que perciben la diferencia. Sin embargo a estas edades los bebés no tienen todavía miedo al abismo. Si les colocamos encima del lado profundo sus rostros parecen calmados, no gritan y demuestran un decrecimiento del ritmo cardiaco, lo que significa más atención que miedo. En contrapartida, los bebés gateadores, de 7 u 8 meses, si les colocamos en la zona del abismo, incrementan el ritmo cardiado, lo que podría interpretarse como una reacción de miedo. La conclusión sería que el miedo a estas situaciones sería una reacción propia de la segunda mitad del primer año, cuando comienza la locomoción, algo por otra parte bastante adaptativo.

Sin embargo, como han demostrado Campos, Bertenthal y Kermoian (1992) las reacciones del niño gateador dependen de su experiencia, dado que no todos los gateadores responden por igual al abismo visual. En un estudio de Campos, los niños prelocomotores que tenían un mínimo de 40 horas de experiencia en andadores, que usaban para desplazarse, tenían ventajas sobre los que no tenían dicha experiencia. Los primeros tenían más tendencia a evitar el abismo visual y a incrementar su ritmo cardiaco

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cuando se les colocaba en la zona profunda del abismo, en comparación con el segundo grupo de niños.

La Audición

Para comprender el desarrollo de la percepción auditiva es imprescindible la comprensión del sistema auditivo, aspecto sobre el que no nos vamos a centrar pero que debe ser tenido en cuenta por el lector.

¿Qué métodos se han utilizado para estudiar la percepción auditiva de los niños?

Al igual que en la visión los dos métodos principales son la mirada preferencial y la habituación. En el primer método el niño gira la cabeza hacia los sonidos que son presentados desde unos altavoces localizados a la derecha y a la izquierda del niño. La atención de los niños hacia los altavoces es dirigida por una luz parpadeante. El estímulo se presenta cuando el niño se orienta hacia el altavoz. El estímulo continúa tanto tiempo como el niño se orienta hacia el altavoz. Un observador que no es consciente de la presentación del estímulo controla cuando el niño deja de mirar. Por medio de la comparación del tiempo que permanece el niño orientado hacia los diferentes sonidos, se puede establecer cuáles son sus sonidos preferidos y qué cualidades del sonido llaman su atención. El segundo método es la habituación. A menudo se emplea un procedimiento de succión de un chupete que está conectado a un transductor de presión. En este caso la presentación del estímulo coincide con potentes succiones del niño que se asocian, por los investigadores, al interés del niño por los sonidos. Con el paso del tiempo, el interés por el estímulo declina y lo mismo les sucede a las succiones. Una vez que la tasa de succión y de presión sobre el chupete desciende, hasta un umbral prefijado, se introduce un estímulo nuevo. Si se vuelve a incrementar la tasa o la presión se interpreta que el bebé discrimina el segundo estímulo con respecto al primero.

La atención temprana hacia los sonidos

Los niños son sensibles a los sonidos, incluso antes de nacer. Cuando los fetos de las últimas semanas son expuestos a sonidos fuertes se incrementa el ritmo cardiaco. Una semana después del nacimiento los bebés escuchan

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y responden a un amplio rango de sonidos. Cuando se le presentan sonidos fuertes, ellos comienzan a mirar, sacuden sus labios erráticamente y parpadean sus ojos con rapidez si están abiertos o los aprietan si están cerrados. Los sonidos más suaves no producen reacciones tan extremas.

Los bebés son más sensibles a unos sonidos que a otros. Para ellos es especialmente atractivo el sonido del lenguaje oral. Ellos reaccionan de manera más destacable a los sonidos que se encuentran entre 1000 y 3000 Hz, que es el rango en el que se producen la mayoría de las conversaciones. También reaccionan más a los sonidos que, como los de la conversación, incluyen un rango de frecuencias, que a los sonidos puros que están en la misma frecuencia. Ellos detectan con precisión sonidos de alta frecuencia. Esta predisposición del bebé hacia la voz humana sirve de apoyo a otro mecanismo básico que es la predisposición a discriminar el rostro humano y los movimientos de las personas. En los tres casos hay una predisposición perceptiva a la relación con las personas. Un sonido que es especialmente atractivo es el de su propio nombre. Alrededor de los 4 meses los niños dirigen más su atención a un altavoz que emite su nombre que a otro que produce uno distinto. A su vez desde una muy temprana edad los niños prefieren escuchar más el lenguaje nativo que otros. Además son capaces de discriminar entre fragmentos de lenguajes diferentes, incluso cuando estos lenguajes no son familiares. No obstante, la distinción principal la realizan entre diferentes familias de lenguajes. Por ejemplo, un niño francés distingue entre inglés y japonés pero no entre inglés y alemán (Nazzi, Bertoncini y Mehler, 1998).

Discriminación e identificación de sonidos del discurso y de la música

Los niños presentan una gran habilidad para identificar y discriminar sonidos que difieren muy ligeramente. Muchas de estas demostraciones se corresponden con la habilidad e interés para la percepción del discurso. No obstante, los niños también poseen habilidades para identificar y discriminar entre otros sonidos, como los tonos musicales.

El discurso

Los niños de dos meses son capaces de discriminar entre sonidos similares del discurso como ba, pa, ma, na, s y z. Su percepción de las diferencias entre estos sonidos parece ser categórica, igual que su percepción de la diferencia entre colores. Esto fue demostrado originalmente en

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experimentos con niños de dos meses, en la habilidad para discriminar los sonidos ba y pa (Eimas, Siqueland, Jusczyk y Vigorito 1971). Los dos sonidos difieren sólo en el momento de la voz de comienzo (VOT), el momento cuando los hablantes comienzan a hacer vibrar sus cuerdas vocales para hacer un sonido. Las diferencias entre ambos sonidos son sólo físicas dentro de un continúo. Sin embargo tanto niños como adultos los percibimos categóricamente sin posiciones intermedias donde exista confusión entre ambos. Los niños han demostrado también habilidades similares en la discriminación de sílabas que difieren sólo en la posición de los labios de los hablantes (ba versus ga), sus lenguas (a versus i) y numerosas otras características. ¿Se podría pensar qué esta diferencia es debida a su forma particular de escucha?. Parece ser que no. Diversos estudios demuestran que independientemente de la lengua materna se mantiene la discriminación entre los sonidos ba y el pa.

Las predisposiciones lingüísticas iniciales no persisten para siempre. Aunque los niños son inicialmente sensibles a muchos contrastes entre sonidos, si no se utilizan en su lenguaje pierden la sensibilidad a los mismos. Werker, Gilbert, Humphrey y Tees (1981) demostraron este fenómeno con hablantes del inglés y del hindí que fueron llevados a Cánada. El grupo estudiado constaba de adultos y bebés de 7 meses,. El estímulo estudiado fueron dos sonidos que son diferentes en hindí pero no en inglés. El investigador presentaba un sonido y bruscamente cambiaba a otro. Para obtener una recompensa, los sujetos debían girar la cabeza hacia el sonido nuevo. La mayoría de los niños de 7 meses y los adultos de la india giraban la cabeza, lo que sucedía sólo con 1 de cada 10 adultos de habla inglesa. Es decir, la mayoría de los hablantes adultos de habla inglesa no eran capaces de discriminar dos sonidos distintos del indí. Este declinar en la capacidad de discriminación de sonidos con la edad es similar al que sucede con la capacidad de discriminación de los rostros de especies diferentes, como los monos.

El comienzo del declive en la habilidad para percibir contrastes no usados en el lenguaje nativo coincide en el tiempo con el comienzo de la habilidad de los niños para hablar su lenguaje nativo. Ambos ocurren sobre los 10 meses. Este declive se ha estudiado comparando sonidos lingüísticos (contrastes) usados en Zulú pero no en inglés (Best, 1995), en inglés pero no en japonés (Kuhl, 1998) y contrastes en lenguaje nativo americano Nthlakapmx y no en inglés (Werker y Tess, 1984). El declive continúa a lo largo de los próximos 8 o 10 años, al final del cual, en torno a los 12 años, la habilidad para discriminar sonidos ha disminuido hasta los niveles adultos.

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¿Por qué sucede este declive en la habilidad para la discriminación fonética?

Según Siegler, la explicación más probable es que en el curso de la adquisición del lenguaje nativo, los niños aprenden a agrupar juntos sonidos que difieren físicamente, pero estas diferencias no afectan al significado, como por ejemplo los diferentes tipos del sonido ba. En acorde con esta interpretación, los niños demuestran una alta sensibilidad, a los modelos de sonidos del lenguaje nativo, en el periodo justo anterior al que ellos pierden la sensibilidad a los sonidos diferentes que no son importantes en su lenguaje. Por ejemplo, los niños de 9 meses, pero no los de 6 meses prefieren escuchar las palabras que tienen secuencias de fonemas que son comunes en su lenguaje, a estas que no son comunes; prefieren escuchar las palabras que son un modelo común en su lenguaje a las que no lo son; prefieren, a su vez, integrar nuevas secuencias de dos sílabas en una unidad simple como una palabra, cuando las dos sílabas conforman un modelo típico de su lenguaje; y por último son sensibles a las similitudes en el comienzo de los sonidos de las sílabas (Jusczyk, Goodman & Baumann, 1999). De este modo, el incremento en la sensibilidad a los modelos de sonidos del lenguaje nativo, precede y podría ser la causa, del decrecimiento en la habilidad para discriminar entre los sonidos que no son significativos en dicho lenguaje nativo. Tal como sucede a menudo, se produce una paradoja, el desarrollo en una determinada capacidad implica pérdida o limitaciones en otra.

La percepción del discurso implica mucho más que la habilidad para discriminar entre sonidos. Entre otras habilidades, requiere la identificación de voces de diferentes hablantes. Los bebés de 3 días pueden identificar y preferir la voz de su madre en relación a otras voces. Esta preferencia puede ser una predisposición genética o bien una manera de reconocimiento de la voz familiar que han escuchado desde antes del nacimiento. Diferentes experimentos donde los bebés modifican la succión de un chupete, en intensidad y frecuencia sirven para defender esta última hipótesis. (DeCasper & Fifter, 1980; DeCasper y Spence, 1986).

Además de la preferencia por la voz familiar, en especial la de la madre, parece que también prefieren escuchar historias conocidas, de las que han tenido experiencia durante el periodo fetal, aunque esta las relate una voz de mujer extraña. Los bebés a los que les contaron una historia durante las últimas 6 semanas de embarazo, cuando tuvieron dos días preferían escuchar esta historia conocida a otra historia desconocida, aunque fuese contada por una voz extraña, diferente a la de la madre, lo que determina no sólo una preferencia sino también una capacidad de memoria de

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reconocimiento. Estos resultados nos sugieren que esta preferencia del bebé de pocos días por sus experiencias fetales podría extenderse a otras modalidades y experiencias perceptivas.

Otro elemento característico en la comunicación de los adultos hacia los bebés es la utilización del lenguaje infantil directo. Este se caracteriza por un tono alto y entonaciones exageradas. En un estudio con las madres alemanas, Stern, Spieker and MacKain (1982) encontró que el 77% de los enunciados de las madres dirigidos hacia los niños entre el nacimiento y los 6 meses de edad se encontraban dentro de esta categoría. Los estudios posteriores han demostrado que una amplia variedad de culturas y comunidades emplean el lenguaje infantil directo (Fernald y cols., 1989).

Según Siegler, los adultos tienen razón para utilizarlo, dado que los bebés, de tan sólo dos días, lo prefieren más que el lenguaje adulto normal. En un experimento se pone de manifiesto que los bebés miran más tiempo un tablero cuando la recompensa por mirarlo es la escucha de una grabación en el estilo de discurso infantil directo, frente al lenguaje normal adulto (Cooper & Aslin, 1990). Además parece que el carácter reforzante, de la escucha del discurso, es independiente de la comida o del confort que pueda proporcionar la madre, lo que refuerza la hipótesis de su independencia con respecto a la experiencia.

En resumen, los bebés de pocos días son capaces de discriminar entre sonidos del habla, voces y modelos de entonación. Ellos prefieren la voz de la madre, o una voz familiar a las de otras mujeres, historias y experiencias anteriores conocidas frente a desconocidas, y el lenguaje infantil directo frente al adulto. Además en poco tiempo van a preferir el lenguaje nativo frente al extranjero.

La Música

Los bebés distinguen categóricamente entre algunos tipos de sonidos musicales, así como perciben algunos colores o los sonidos del habla. En las escalas musicales, como en el lenguaje, nos encontramos con diferentes tipos de escalas según el entorno cultural. Por ejemplo en la escala javanesa pelog se emplean intervalos diferentes a la occidental. Sin embargo, los niños de 6 meses, de ambas culturas, presentan la misma capacidad para discriminar las diferencias tonales en ambas escalas (Flavell, 2002, p. 52). Sin embargo, al igual que sucede en el lenguaje, del que hemos hablado anteriormente, se va produciendo un declive en la capacidad de discriminación de los tonos de la escala que no son

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familiares en su cultura. Lynch y Eilers (1992) presentaron a niños comprendidos entre los 6 y los 12 meses una melodía breve en dos tipos de escalas: una escala mayor habitual o una escala aumentada poco usual en la música occidental. La melodía fue presentada repetitivamente a través de dos altavoces estéreos hasta que fue familiar a los niños. A partir de este momento, los niños empezaron a escuchar la melodía, bien en la escala más conocida o en otra versión en la que se había quitado una nota. Los niños de 6 meses discriminaron las desviaciones en ambos casos. Ellos se giraron más hacia el altavoz cuando escucharon la melodía sin una nota, tanto en la escala familiar como en la no familiar. Sin embargo la discriminación de los niños de 12 meses y de los adultos fue más limitada. Ellos notaron las desviaciones en la escala familiar, pero no en la no familiar, la aumentada.

No obstante, no todo son virtudes en el bebé. Por ejemplo, en la escucha de sonidos del violín, los bebés de dos meses como los adultos perciben algunos sonidos cortos y picados y otros largos y prolongados, pero a diferencia de los adultos, no son capaces de distinguir entre diferentes tipos de picados y sonidos cortos y entre sonidos prolongados.

En cuanto a la discriminación de tonos, pueden discriminar entre intervalos consonantes y los que son disonantes y prefieren escuchar obras consonantes a disonantes. De este modo los bebés son sensibles a los tonos y a sus adyacentes. A su vez, afirma Siegler (2005) haciendo referencia a un estudio de Saffran y Griepentrog (2001) que los bebés de 8 meses son capaces de codificar un tono en términos absolutos, lo que en términos musicales se conoce como oído absoluto.

Saffran y Griepentrog (2001) presentaron a bebés de 8 meses y a adultos una secuencia de tonos durante 3 minutos. En esta secuencia aparecían juntos algunos pares de tonos. Después de la exposición a la secuencia, los participantes fueron evaluados para determinar si habían codificado aspectos de la secuencia en términos de tonos relativos (por ejemplo, intervalos formados por tonos adyacentes) o tonos absolutos (por ejemplo, tonos exactos como do o re). El test de los bebés examinó si podían discriminar entre pares de tonos que habían aparecido juntos en la secuencia, y pares de tonos que tenían la misma distancia tonal pero que aparecían en momentos distintos de la secuencia (es decir idénticos a los anteriores, pero separados entre sí, lo que impedía que un tono se tomase como referencia para el otro). De este modo, si los niños codificaban los tonos exactos que habían escuchado en la exposición de la secuencia, ellos demostrarían una preferencia sistemática por uno u otro tipo de pares. Sin embargo, si los niños codificaban los tonos relativos en la forma expuesta en la secuencia, ellos escogerían aleatoriamente ambos tipos de pares. El

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hecho fue que los bebés podían hacer la discriminación y prefiríeron los pares nuevos (no presentados juntos en la secuencia). Esto indica que los niños codifican los tonos exactos que escucharon en la secuencia tonal.

Los adultos fueron evaluados empleando los mismos ítems pero con una tarea que forzaba la elección. En cada intento, los adultos fueron preguntados para escoger el más familiar de los dos pares. Los adultos codificaron en términos de tonos adyacentes más que en términos de tonos absolutos. En conclusión nos encontramos en el desarrollo evolutivo con un cambio muy importante en el foco de la atención. Mientras los niños más pequeños se centran en los tonos en términos absolutos, los adultos prefieren hacerlo en términos relativos (o tal vez, en muchos casos son incapaces de hacerlo en términos absolutos).

A la vista de estas investigaciones Siegler (2005, p.170) se plantea si la coincidencia en la evolución de la sensibilidad para discriminar sonidos estructurados de todo tipo, bien del lenguaje o musicales, y el posterior declive en la discriminación de las estructura sonoras no familiares frente a las familiares, es pura coincidencia o más bien es el resultado de una reorganización del sistema perceptivo auditivo, muy especialmente a partir de los 6 meses.

Por último, señalar también, como sucede en el caso del discurso, que los bebés prefieren escuchar composiciones musicales conocidas, procedentes de su experiencia auditiva durante el periodo fetal. Este fue el caso de mi hijo que escuchó frecuentemente durante el embarazo, a un coro en el que cantaba su madre, el conocido Carmina Burana, de Carl Orff; manifestando posteriormente, durante los primeros meses, una atención especial hacia esta composición en comparación con otras obras musicales. Hechos similares son recogidos por músicos conocidos en la crianza de los bebés.

La localización de las fuentes del sonido

Wherteimer (1961) demostró por primera vez que los recién nacidos eran capaces de mirar a la fuente de los sonidos. Un indicio que utilizan los niños para localizar los sonidos es la diferencia de tiempo que los sonidos emplean en llegar a los dos oídos. A este fenómeno se le denomina diferencia inteaural temporal. A los 3 meses, los bebés en una sala totalmente oscura son capaces de alcanzar los objetos que suenan. Sin embargo y de manera sorprendente, este campo de investigación pone de manifiesto como el desarrollo evolutivo, a veces, no es lineal, y ni tan

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siquiera progresivo. En un estudio de Muir, Abraham, Forbes y Harris (1979) se demostró que podía tener forma de U, en un aspecto como la capacidad de localización de sonidos. De esta manera, se descubrió que los recién nacidos tenían una mayor capacidad de localización de sonidos que los bebés de 2 o 3 meses, y que los de 4 meses la tenían mejor que los recién nacidos. Además, se comprobó que el declive medio no era debido a una falta de interés en los sonidos. Muir y otros propusieron como explicación que la localización del auditorio en el primer mes después del nacimiento refleja el funcionamiento de la región subcortical. A partir del 2º y 3er mes se incrementa la actividad de las zonas corticales que reemplazan funcionalmente a las subcorticales en la localización de sonidos. No obstante, esta actividad cortical incipiente es muy imprecisa, lo que lleva a una disminución temporal del rendimiento. Posteriormente, alrededor del 4º mes, la actividad cortical ha mejorado y la precisión en la localización de sonidos vuelve a ser tan precisa o más que en el recién nacido.

Durante los primeros 5 meses se produce una mejora muy rápida en la precisión para la localización de sonidos. A continuación, la mejora es más lenta hasta cumplir un año y medio. Parece que no es casual que el mayor avance de los primeros meses coincide con el periodo en el que los niños aprenden a controlar los movimientos de la cabeza, aspecto este de gran importancia para localizar los sonidos.

Relaciones e integración intersensorial

¿Cómo relacionan e integran los niños de manera coherente la información que perciben de cada uno de los sentidos?.

Una explicación fue la utilizada por Piaget que planteaba que cada sistema sensorial se desarrolla inicialmente por separado para interconectarse posteriormente, cuando alcanza un determinado grado de madurez. Sin embargo, las investigaciones más recientes sobre la integración intersensorial sugieren que los sistemas visuales y auditivos están integrados desde el nacimiento. Esta ultima postura es sostenida por los seguidores de Gibson.

La integración intersensorial va a jugar un papel fundamental en los procesos que se van a exponer a continuación: Atención, identificación y localización.

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Estrategias de los bebés para fijar la atención

Los bebés siguen unas “reglas” que consisten básicamente en explorar visualmente a las fuentes sonoras. Por este motivo, realizan una exploración del rostro humano, al mismo tiempo que les hablamos, coordinando progresivamente la audición con la visión. Esto les hace fijarse en el movimiento de nuestros ojos y labios, atendiendo a nuestros sonidos. Este mecanismo de exploración y coordinación que parece estar presente desde el nacimiento, favorece su capacidad de aprendizaje y se incrementa notablemente entre los 5 y los 7 meses. (Hait, Bergman, y Moore, 1977). Algunos autores, como Bahrick (Bahrick 1992; Bahrick & Lickliter, 2000) han planteado que los niños se sienten más atraídos por la información que se les presenta por varios sentidos a la vez. De este modo, los niños aprendían mejor un ritmo (producido por un martillo) que se les presentaba por medio de imágenes y sonidos simultáneos que cuando se empleaba sólo uno de los dos medios. Este fenómeno sucede constantemente en las conversaciones con los niños pequeños, en los que ellos están pendientes tanto de lo que decimos, como de nuestros gestos faciales y otras expresiones corporales. De este modo, parece que el interés audiovisual de los humanos está presente desde los primeros meses.

Percepción el lenguaje en la infancia a través de gestos y sonidos

Las imágenes y los sonidos son usados también por los bebés para identificar objetos y eventos. Entre los estudios más conocidos sobre esta materia están los de Elizabeth Spelke (1976) sobre la percepción bimodal del lenguaje en la infancia. Su investigación demostró que los niños de 4 meses miran más a menudo unas imágenes de un rostro parlante de un adulto cuando son acompañadas del movimiento de los labios. En otro estudio de Walker (1982), con niños entre 5 y 7 meses, presentó fotograma a fotograma a dos adultos, uno de los cuales emitía un monólogo agradable y otro desagradable o con muestras de enfado. Los niños miraron más tiempo la película que se correspondía con el sonido emitido por los adultos que se adecuaba a las emociones expresadas, demostrando la habilidad de los niños para detectar la correspondencia entre la expresión visual (a través de gestos) y sonora (voz) de las emociones. Otros estudios han demostrado también que los niños de 4 meses pueden establecer la correspondencia entre voz y sexo del rostro, (Walker-andrews et al, 1991) y entre voz y adulto/niño (Bahrick y otros, 1998). En los experimentos de un programa de investigación de Kuhl y Meltzoff (1982, 1984, 1988), siguiendo la versión del paradigma de Spelke, los niños miraron a dos

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adultos que emitían dos sonidos vocálicos, por ejemplo, /a/ en pop y /i/ en peep. A los 4 meses de edad, los niños miraron más tiempo al hablante que se correspondía con el sonido emitido. En esta línea de estudio, Kuhl y Meltzoff han encontrado que los niños de 4 meses parecen estar capacitados en un tipo de lectura de los labios, reconociendo que el sonido /a/ se corresponde con la imagen de la boca abierta, el sonido /i/ con los labios retraídos y el sonido /u/ con los labios desplegados al exterior. En esta línea, otros estudios más recientes (Aldridge y otros, 1999) están tratando de probar la competencia de los recién nacidos en la lectura del movimiento de los labios.

¿Para qué sirve esta especialización intermodal entre imagen y voz? (gestos de la cara y movimientos de los labios).

La investigación nos sugiere que la habilidad para detectar estas correspondencias permite precisar los sonidos del discurso y mejora la percepción del discurso desde las primeras edades de la vida.

Localización intermodal de las fuentes del sonido

Los estudios que tratan sobre la localización del auditorio en niños, nos indican que existe una coordinación entre audición y visión desde el nacimiento. La primera medida que se toma es el giro de la cabeza hacia la fuente del sonido, que viene acompañado de la mirada.

La habilidad de los niños para controlar la localización de su cuerpo en el espacio requiere también de la integración de la información procedente de múltiples sentidos. Parece obvio que la información vestibular está implicada en el control y mantenimiento de la postura, aunque es menos obvia la participación de la información visual. Para comprobar esto se han realizado experimentos en los que se utiliza la habitación en movimiento. En ellos, los participantes que han aprendido a permanecer de pie se tambalearán cuando la habitación se mueva, modificando su postura, en respuesta a la información visual. De este modo, tanto la información visual como la vestibular están integradas en el control de la localización del cuerpo en el espacio.

Percepción intermodal: visión-sensación y visión-imitación de movimientos

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Algunos de los resultados más sobresalientes han sido obtenidos en otras dos áreas de la percepción intermodal como son: visión-sensación y visión-imitación de movimientos. Entre los estudios más destacables están los de Meltzoff y Borton (1979). Estos autores encontraron en dos experimentos, que los niños de un mes eran capaces de reconocer cuál de las dos formas que percibían visualmente se correspondía con una forma anterior que habían percibido a través de la boca, mediante el tacto, pero sobre la que no tenían experiencia visual. El experimentador colocó en la boca de los niños unos chupetes especiales durante 90 sg. A la mitad de ellos, les puso un chupete redondo, suave y liso. A la otra mitad uno redondo y duro con 8 nudos de goma. A continuación, se les presentó visualmente a los niños dos esferas, durante 20 segundos, una parecida al chupete suave y otra parecida al anudado y fuerte. Los resultados mostraron que tendían a mirar más a la esfera que se parecía al chupete que habían sentido antes dentro de su boca. De este modo, parece que los niños transfieren y utilizan la información percibida anteriormente por el medio táctil cuando emplean posteriormente la visión para percibir un objeto. Estos resultados son objeto de controversia entre distintos autores. Mientras Gibson y Walker (1988) y Pecheux y otros (1988) sostienen las conclusiones anteriores; autores como Brown y Gottfried, 1986; Maurer, Stager, Mondloch, 1999) plantean que no han sido capaces de demostrar la transferencia táctil-visual en niños de un mes. En este sentido, algunos autores, como Maurer y cols, plantean que la demostración no es imposible pero que esta capacidad parece muy frágil a esta edad y difícil de provocar.

Sin embargo, la mayoría de los autores si demuestran que en edades superiores, como son entre 8 y 11 meses los niños son capaces de vincular las experiencias táctiles, relativas generalmente a la textura de los objetos, con las experiencias visuales. De esta manera los niños esperan encontrar concordancia entre ambas experiencias en los objetos conocidos, manifestando sorpresa cuando esto no sucede, por ejemplo ante una manzana de plástico.

Visión e imitación de movimientos

Figura 8

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A continuación vamos a abordar el estudio de la imitación de los movimientos corporales. El tipo de imitación, que ha sido considerado de interés por los investigadores, es la habilidad para imitar acciones que su realización no puede ser comprobada por uno mismo, como es el caso de las imitaciones faciales. Para comenzar, debemos de tener en cuenta que la habilidad para imitar un movimiento facial supone un alto grado de desarrollo cognitivo, dado que exige una traducción precisa de un input visual en comandos motóricos para producir la misma presentación visual. Tal como comenta Flavell, (2002, pp.58), no es el tipo de realización que cabría esperar de un niño de pocas semanas. De hecho, Piaget no pensaba que fuese una capacidad muy temprana, ubicando esta forma de imitación cerca del final del primer año, después de varios meses de experiencia sensoriomotriz y de actos imitativos simples. Meltzoff and Moore (1977, 1983, 1994) nos informan de haber obtenido evidencias en sus estudios, que les permiten sugerir que los recién nacidos son capaces de imitación gestual, lo que, por tanto, supondría un alto nivel de coordinación intermodal. Sobre este planteamiento no hay acuerdo entre los investigadores y está abierto al debate (Anisfeld, 1991, Jones, 1996). La cuestión que subyace a la polémica es: ¿Cómo podemos probar que los neonatos son imitadores?.

Meltzoff y Moore emplearon el método siguiente (fig.8):

El test fue realizado en una sala oscura. La cara del experimentador fue iluminada por un foco para que sobresaliera y el bebé la percibiera. El bebé fue sentado con su rostro posicionado a 10 pulgadas del experimentador. El experimentador abría y cerraba lentamente su boca durante un periodo de 20 sg. A continuación adoptaba un rostro pasivo durante los 20 segundos siguientes. En tercer lugar, sacaba y metía la lengua durante otros 20 sg. para volver a un periodo de pasividad durante otros 20 sg complementarios. Esta secuencia en 4 fases la repetía 12 veces. El bebé fue grabado con un dispositivo de infrarrojos. Las sesiones fueron puntuadas para los movimientos de apertura y cierre de la boca y salida y entrada de la lengua. Meltzoff y Moore encontraron que los neonatos abrían sus bocas significativamente más a menudo en respuesta a la abertura de la boca que a la salida de la lengua del experimentador. Además sacaron más sus

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lenguas, en respuesta a la salida de la lengua del experimentador que a la abertura de la boca. Para los autores la conclusión es que los recién nacidos tienen capacidad imitativa y son selectivos en estos dos tipos de movimientos. Otros estudios nos informan de que también se produce capacidad imitativa en otros gestos, en la rotación de la cabeza, propulsión y ensachamiento de los labios y (Reissland, 1988).

Las críticas a los planteamientos de Meltzoff y Moore son de dos tipos. La primera se refiere a la replicabilidad. No todos los investigadores que han trabajado con neonatos han sido capaces de encontrar los mismos resultados. En dos revisiones críticas, de Anisfeld (1991, 1996) concluyó que sólo en el movimiento de sacar la lengua había dado resultados sólidos en los diferentes estudios, no así en otros gestos, donde se producen resultados contradictorios. La segunda objeción, se refiere a la interpretación de los resultados positivos. Desde la etología, se discute si los movimientos de la lengua u otros gestos del niño son realmente un mecanismo de imitación o simplemente, como sucede en algunas especies de aves, son un mecanismo de respuesta a los estímulos del adulto, genéticamente programado. En este caso el adulto no es un modelo a imitar sino un estimulador que libera un tipo de mecanismo, genéticamente programado.

Percepción y Acción

La percepción es una guía para la acción y a su vez, la acción modifica la información perceptual. Por ejemplo, en los estudios sobre moving room la información visual permite modificar la postura corporal, y en los estudios sobre el alcance de los objetos en la oscuridad, a través del sonido, los niños emplean la percepción del sonido de los objetos. Esta relación entre percepción y acción se pone especialmente en evidencia en los niños que presentan trastornos perceptivos, como es el caso de los ciegos, o niños con trastornos visuales. En estos casos se presentan dificultades en el equilibrio y control postural, así como retrasos significativos en las etapas del desarrollo motor, como sentarse, gatear, ponerse de pie y caminar. Los niños sordos también presentan retrasos en el desarrollo motor así como en la velocidad de ejecución de los movimientos.

En contrapartida, entre niños “normales”, aquellos que tienen más experiencia a través del movimiento corporal, poseen más y mejor información perceptiva, lo que les coloca en posición de ventaja. De este

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modo, los bebés gateadores son más hábiles que los no gateadores en diferentes experimentos, caso del abismo visual o la habitación en movimiento. En esta última, son más capaces que los no gateadores, de compensar con cambios posturales, los movimientos de la habitación. Además, son más capaces de atender a objetos distantes. En definitiva, tal y como señalan Campos y colaboradores (2000), los gateadores mejoran considerablemente en diferentes dominios: social, cognitivo y perceptivo. No obstante, pueden producirse objeciones, dado que el niño no gateador es transportado por sus padres, y por lo tanto, nos encontramos que el problema no es de movimiento, sino de quién genera el movimiento, el niño o el adulto. Campos y colaboradores argumentan que cuando el movimiento es autopropulsado se enriquece enormemente la percepción con diferentes fuentes, que incluyen la visual, la vestibular, la auditiva, la táctil, gustativa y somatosensorial en general, tanto exterior como interior. Todas ellas deben ser congruentes y cuando esto no sucede, como en el caso del abismo visual, donde se producen contradicciones entre la información visual y vestibular, surgen conductas de miedo. Sin embargo, cuando transporta el adulto al niño, la información de los diferentes sentidos no está coordinada entre si para realizar una acción, dado que ésta la realiza el adulto y no el niño.

Percepción y formación de categorías

Diferentes estudios de las tres últimas décadas han venido a demostrar, a través, fundamentalmente, del paradigma de la habituación/deshabituación-expectativas, que los niños más pequeños, desde los tres meses están predispuestos a percibir el mundo organizándolo en categorías, en múltiples ámbitos del conocimiento, como las categorías fonéticas, citadas anteriormente, como las que permiten establecer las diferencias entre figuras humanas-animales/no animales (Cohen y Strauss, 1979; Eimas y Quinn, 1994). En estos experimentos, se suele introducir una categoría, por ejemplo, león, a la que el niño se familiariza, y una vez habituado, se introduce otra categoría nueva, por ejemplo gato (deshabituación), y se comprueba si el niño manifiesta o no sorpresa, mirando más o menos tiempo, distinguiendo o no entre ambas categorías. A continuación puede continuarse con diferentes tipos de gatos. En este sentido, cobra especial importancia, la percepción a través de prototipos, como puede ser por ejemplo la categoría pájaros. Sin embargo, como demuestran los estudios de Gotlieb (1988), la percepción a través de prototipos se va modificando a lo largo del tiempo. En el primer año de vida, a los tres meses, los niños identifican como un elemento del mismo prototipo sólo aquel estímulo muy

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parecido al prototipo; a los 5 meses la diferencia puede ser mayor y a los 7 meses aún más grande. A su vez, de este modo, es más fácil que un niño pequeño asocie un petirrojo que una avestruz con la categoría pájaros. Además se ha demostrado que es muy importante la experiencia que el niño tenga sobre los objetos y la cercanía perceptiva de las imágenes. De este modo en un estudio de Roberts y Horowitz (1988), los niños de 9 meses formaron categorías con gorriones, petirrojos y otros pajaritos conocidos y no con avestruces, pavos y pollos. No obstante, aunque tanto los niños más pequeños, como los más mayores tienen tendencia a usar prototipos en la formación de categorías, estos no se construyen de la misma manera. De este modo, la investigación con niños preescolares demuestran que ellos forman categorías en niveles muy básicos, como perros, gatos o caballos. Mientras tanto, los niños más mayores pueden formar categorías más abstractas como mamíferos, o vehículos, operando también con las más concretas. Sin embargo, a la hora de distinguir, los niños más pequeños pueden discriminar antes entre grandes categorías, como mamíferos o vehículos, que entre pequeñas y cercanas como perros o gatos, (Mandler y McDonought), lo que tal vez sea producido simplemente por las grandes diferencias perceptivas que implican. No obstante las diferencias entre edades son algo más que una diferencia perceptiva y está influenciada por otras dimensiones cognitivas y emocionales, así como por la experiencia y la complejidad de la categoría.

De todas maneras, como plantea Rochat (2004, p.166) , la pregunta que surge, a partir de estas investigaciones es la siguiente: ¿las categorías formadas por los niños son de naturaleza conceptual o son estrictamente perceptivas?. En el primer caso, nos encontramos con la misma lógica que el adulto y en el segundo con una mera agrupación de algunos atributos físicos del objeto percibido. A su vez, surgen otras preguntas de investigación como, por ejemplo: ¿Todas las categorías tienen la misma importancia en la organización perceptiva?. ¿Cómo se relacionan las categorías de nivel inferior y superior en el proceso de desarrollo?. Para tratar de dilucidar esta y otras preguntas relacionadas podemos acudir a numerosos estudios.

En un estudio de Quin y Eimas (1998) con niños entre 3 y 4 meses, los niños fueron familiarizados con imágenes de humanos y se encontró que en la misma categoría los niños incluían tanto a la imágenes de los humanos como de los animales, tipo caballo o pez, pero no incluían a categorías no animales como los coches. Sin embargo, al revés no sucedía, si eran familiarizados sólo con la categoría animal de caballo, no incluían dentro de ésta a los humanos. Quin y Eimas sugerían que los niños ya tenían experiencia con los humanos y que la categoría humano les sirve para

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interpretar a otros animales. A partir de estos resultados, parece que la experiencia del niño es crucial en la formación de categorías y que no todas las categorías tienen la misma importancia en la organización de la percepción y del conocimiento del niño, cobrando especial importancia las humanas sobre las no humanas, las vidas sobre las inertes, las animales sobre las vegetales, las de animales familiares sobre las no familiares, en especial en relación a prototipos.

Otra capacidad relevante del bebé de pocos meses, como señalábamos anteriormente, reside en la categorización de los movimientos. Desde los experimentos de Johansson (1973, 1977) con adultos, sabemos que una persona es capaz de distinguir en la oscuridad a otra persona, siempre que esté marcada con luces en diferentes partes de su cuerpo (codos, manos, caderas etc) y que su cuerpo se desplace. En el caso de que permanezca en reposo sólo percibiremos un conjunto de luces sin sentido. Ese experimento fue adaptado por Berenthal y cols. para niños entre 3 y 5 meses, dentro del paradigma de la habituación. Descubrieron que los niños de esta edad distinguen entre 3 exposiciones de puntos luminosos de una persona; en posición estática, en movimiento, y en posición espacial y temporalmente desordenada. Además, encontraron que si bien los niños de 5 meses discriminan entre las exposiciones inmutables y mutables de los puntos luminosos de una persona en posición estática o en movimiento, no hacían lo mismo ante la exposición de animales no conocidos para él, como es el caso de la araña (Berenthal y Pinto, 1993). Estos autores explicaban estos resultados, aludiendo a que hacia los 5 meses, es posible que los niños hayan almacenado un conocimiento de la forma y el movimiento de las personas.

¿Cómo organiza el bebé y el niño toda la información percibida?

Para algunos autores, como Rochat (2004, p.170), los bebés como los niños mayores y los adultos presentan una temprana propensión a procesar la información más allá de la inmediatez de la experiencia perceptiva, relacionando sus experiencias con el mundo de los objetos. Sin embargo, según Rochat, se produce una disociación entre la capacidad de representarse los objetos, lo que les permite distinguir, categorizar y conceptualizar objetos, y la falta de competencia motriz, que le impide la realización de acciones sobre los objetos. Por ejemplo, sólo al final del primer año, cuando el niño es capaz de desplazarse podemos comprobar eficazmente que el niño utiliza los objetos como herramientas, distinguiendo entre medios y fines. Sin embargo, sabemos que mucho antes comprende causalidades físicas cuando observan exposiciones dinámicas. Este desequilibrio entre acción y representación es explicado por Rochat

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proponiendo un modelo específico de construcción del conocimiento infantil que se subdivide en dos sistemas de conocimiento que denomina: el saber qué y el saber cómo. El primero se fundamenta en el contexto de la observación, convirtiendo al bebé en un observador activo de la realidad, que aprende mirando, lo que le permite representarse la realidad. El segundo se basa en la capacidad de actuación del bebé sobre los objetos. En este segundo, el bebé es un actor torpe, muy limitado por sus capacidades motrices que no le facilitan aprender haciendo.

Resumen

La percepción es un conjunto de procesos complejos del individuo que implican la intervención de sistemas sensoriales diferentes que tienen una finalidad común: recoger y procesar información de los fenómenos del organismo y del medio para adaptarse al entorno de la manera más eficaz.

El estudio del desarrollo perceptivo alcanza cuestiones fundamentales sobre la naturaleza humana que están relacionadas con su capacidad de adaptación.

En la actualidad autoras como Eleanor Gibson hipotetizan que las habilidades perceptivas son esenciales para la supervivencia. Todas las teorías actuales reconocen que las personas están biológicamente preparadas para percibir el mundo de una determinada manera y que muchas e importantes capacidades perceptivas están presentes desde el nacimiento. En definitiva, se produce un vínculo estrecho entre herencia y aprendizaje, percepción y acción a través del desarrollo.

Percibimos el mundo a través de numerosos sistemas sensoriales: visión, oído, gusto, olfato y otros. Estos sistemas necesitan completar tres funciones: atender, identificar y localizar.

La investigación de la percepción visual en bebés ha estado muy limitada por los métodos. En la actualidad se utilizan principalmente dos métodos, que se fundamentan básicamente en que los niños giran sus cabezas hacia los estímulos que les interesan: El paradigma de la mirada preferencial y el de la habituación.

A lo largo de las últimas décadas los investigadores se han planteado no sólo lo que el bebé ve, sino también lo qué prefiere ver. Los niños prefieren estímulos que mantienen un óptimo nivel de complejidad, un nivel moderado de discrepancia con la experiencia anterior, un número adecuado

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y limitado de elementos o un nivel alto de densidad en su contorno. Por ejemplo, los niños de los primeros meses tienen determinadas preferencias visuales hacia las líneas que definen el contorno de los objetos, como la cara, o áreas muy contrastadas, como los ojos. No obstante, con la evolución, la apreciación de los estímulos cambia, y lo que se percibía como muy complejo con dos meses, pasa a ser simple con 6 meses. Todas estas observaciones han llevado a formular la hipótesis de la discrepancia moderada: Los niños están más interesados en observar los objetos que presentan una moderada discrepancia con sus capacidades de conocimiento.

Desde que nacen, lo niños están orientados tanto hacia el momento presente como hacia el futuro. A los 3 meses de edad, ya forman expectativas sobre eventos de interés que ocurrirán y emplean las expectativas para guiar su mirada.

Una de las teorías más populares en la comunidad científica que da cuenta de las preferencias de los bebés es la del sistema lineal de análisis. Este modelo subraya especialmente las limitaciones de las capacidades visuales de los bebés. La teoría del sistema lineal, permite explicar las preferencias en las primeras semanas de la vida. Sin embargo, las preferencias de los bebés cambian con rapidez.

La agudeza visual, el color y el movimiento de los objetos contribuyen conjuntamente para que los bebés puedan identificar visualmente los objetos y los sucesos que les rodean. Además, parecen estar especialmente bien equipados, desde un punto de vista evolutivo, para identificar determinados estímulos, como son el rostro y los movimientos humanos.

La agudeza visual se desarrolla progresivamente, hasta alcanzar unos valores cercanos al adulto, al final del primer año. La experiencia visual es fundamental para mejorar la agudeza visual. La percepción del color parece estar determinada por la percepción categórica, con una influencia progresiva de la experiencia. A su vez, la atención de los bebés se dirige hacia los objetos en movimiento y su sensibilidad hacia el movimiento se incrementa con la edad. El movimiento no sólo atrae la atención de los niños, sino que les ayuda a identificar lo que están viendo. Durante el primer mes de la vida los bebés prefieren seguir con sus ojos el movimiento de las caras más que el movimiento de otros objetos. La preferencia de los recién nacidos por el rostro humano parece ser más una preferencia por determinados rasgos básicos, mientras al cabo de doce semanas presentan ya una clara predilección por un rostro mucho más definido. Los bebés tienen preferencias por determinados rostros. Entre 12

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y 36 horas ya tienen preferencia por el rostro de la madre frente al rostro extraño.

Needham, Baillargeon y Kaufman (1997) encontraron que al menos 3 tipos de conocimiento infuyen en la percepción de los objetos por los bebés y otros individuos de mayor edad: el conocimiento configural, el conocimiento físico y el conocimiento experiencial. A los 5 meses de edad, los niños usan tanto el conocimiento configural como el experiencial para determinar lo que están viendo. A los 8 meses, emplean también el conocimiento físico. La orientación y localización de los objetos implica la utilización de indicios visuales, entre los que se encuentran tanto los indicios monoculares como los binoculares.

Una forma particular de percepción de la profundidad es la que se pone de manifiesto en los estudios con bebés sobre el abismo visual. La habilidad para percibir el abismo y rechazar el acceso al mismo parece ser parte de la competencia humana en el último tercio del primer año. Además parece estar influida por la experiencia de gateo.

Los niños son sensibles a los sonidos, incluso antes de nacer. Cuando los fetos de las últimas semanas son expuestos a sonidos fuertes se incrementa el ritmo cardiaco. Una semana después del nacimiento los bebés escuchan y responden a un amplio rango de sonidos. Cuando se les presentan sonidos fuertes, ellos comienzan a mirar, sacuden sus labios erráticamente y parpadean sus ojos con rapidez si están abiertos, o los aprietan si están cerrados. Los sonidos más suaves no producen reacciones tan extremas. Para ellos es especialmente atractivo el sonido del lenguaje oral. Un sonido que es especialmente atractivo es el de su propio nombre. A su vez desde una muy temprana edad los niños prefieren escuchar más el lenguaje nativo que otros. Los niños de dos meses son capaces de discriminar entre sonidos similares del discurso como ba, pa, ma, na, s y z. Su percepción de las diferencias entre estos sonidos parece ser categórica, igual que su percepción de la diferencia entre colores. Las predisposiciones lingüísticas iniciales no persisten para siempre. Aunque los niños son inicialmente sensitivos a muchos contrastes entre sonidos, si no se utilizan en su lenguaje pierden la sensibilidad a los mismos. El comienzo del declive en la habilidad para percibir sonidos no usados en el lenguaje nativo ocurre sobre los 10 meses. La percepción del discurso implica mucho más que la habilidad para discriminar entre sonidos. Entre otras habilidades, requiere la identificación de voces de diferentes hablantes. Los bebés de 3 días pueden identificar y preferir la voz de su madre en relación a otras voces. Además de la preferencia por la voz familiar, en especial la de la madre, parece que también prefieren escuchar historias conocidas. Un elemento

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característico en la comunicación de los adultos hacia los bebés es la utilización del lenguaje infantil directo. Este se caracteriza por un tono alto y entonaciones exageradas. Los bebés distinguen también categóricamente entre algunos tipos de sonidos musicales, así como perciben algunos colores o los sonidos del habla. Wherteimer (1961) demostró por primera vez que los recién nacidos eran capaces de mirar a la fuente de los sonidos. Un indicio que utilizan los niños para localizar los sonidos es la diferencia de tiempo que los sonidos emplean en llegar a los dos oídos. A este fenómeno se le denomina diferencia inteaural temporal. Durante los primeros 5 meses se produce una mejora muy rápida en la precisión para la localización de sonidos. A continuación, la mejora es más lenta hasta cumplir un año y medio. Parece que no es casual que el mayor avance de los primeros meses coincide con el periodo en el que los niños aprenden a controlar los movimientos de la cabeza, aspecto este de gran importancia para localizar los sonidos.

¿Cómo relacionan e integran los niños de manera coherente la información que perciben de cada uno de los sentidos?.

Una explicación fue la utilizada por Piaget que planteaba que cada sistema sensorial se desarrolla inicialmente por separado para interconectarse posteriormente, cuando alcanza un determinado grado de madurez. Sin embargo, las investigaciones más recientes sobre la integración intersensorial sugieren que los sistemas visuales y auditivos están integrados desde el nacimiento.

La integración intersensorial va a jugar un papel fundamental en los procesos que de atención, identificación y localización.

Los bebés siguen unas “reglas” para fijar la atención que consisten básicamente en explorar visualmente a las fuentes sonoras. Por este motivo, realizan una exploración del rostro humano, al mismo tiempo que les hablamos, coordinando progresivamente la audición con la visión. De este modo, parece que el interés audiovisual de los humanos está presente desde los primeros meses. Las imágenes y los sonidos son usados también por los bebés para identificar objetos y eventos. Entre los estudios más conocidos sobre esta materia están los de Elizabeth Spelke (1976) sobre la percepción bimodal del lenguaje en la infancia. Su investigación demostró que los niños de 4 meses miran más a menudo unas imágenes de un rostro parlante de un adulto cuando son acompañadas del movimiento de los labios. Kuhl y Meltzoff han encontrado que los niños de 4 meses parecen estar capacitados en un tipo de lectura de los labios para algunos sonidos básicos. Los estudios que tratan sobre la localización del auditorio en niños,

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nos indican que existe una coordinación entre audición y visión desde el nacimiento. La primera medida que se toma es el giro de la cabeza hacia la fuente del sonido, que viene acompañado de la mirada. La habilidad de los niños para controlar la localización de su cuerpo en el espacio requiere también de la integración de la información procedente de múltiples sentidos. Algunos de los resultados más sobresalientes han sido obtenidos en otras dos áreas de la percepción intermodal como son: visión-sensación y visión-imitación de movimientos. Entre los estudios más destacables están los de Meltzoff y Borton (1979). Estos autores encontraron en dos experimentos, que los niños de un mes eran capaces de reconocer cuál de las dos formas que percibían visualmente se correspondía con una forma anterior que habían percibido a través de la boca, mediante el tacto, pero sobre la que no tenían experiencia visual. Sin embargo, estos resultados son objeto de controversia. La mayoría de los autores si demuestran que en edades superiores, entre 8 y 11 meses, los niños son capaces de vincular las experiencias táctiles, relativas generalmente a la textura de los objetos, con las experiencias visuales.

Meltzoff and Moore (1977, 1983, 1994) nos informan de haber obtenido evidencias en sus estudios, que les permiten sugerir que los recién nacidos son capaces de imitación gestual, lo que, por tanto, supondría un alto nivel de coordinación intermodal. Sobre este planteamiento no hay acuerdo entre los investigadores y el debate está abierto.

La percepción es una guía para la acción y a su vez, la acción modifica la información perceptual. Por ejemplo, en los estudios sobre moving room la información visual permite modificar la postura corporal, y en los estudios sobre el alcance de los objetos en la oscuridad, a través del sonido, los niños emplean la percepción del sonido de los objetos. Esta relación entre percepción y acción se pone especialmente en evidencia en los niños que presentan trastornos perceptivos, como es el caso de los ciegos, o niños con trastornos visuales. Diferentes estudios de las tres últimas décadas han venido a demostrar, a través, fundamentalmente, del paradigma de la habituación/deshabituación-expectativas, que los niños más pequeños, desde los tres meses están predispuestos a percibir el mundo organizándolo en categorías, en múltiples ámbitos del conocimiento, como las categorías fonéticas, así como las que permiten establecer las diferencias entre figuras humanas-animales/no animales. A partir de los resultados, parece que la experiencia del niño es crucial en la formación de categorías y que no todas las categorías tienen la misma importancia en la organización de la percepción y del conocimiento del niño, cobrando especial importancia las humanas sobre las no humanas, las vidas sobre las inertes, las animales

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sobre las vegetales, las de animales familiares sobre las no familiares, en especial en relación a prototipos.

¿Cómo organiza el bebé y el niño toda la información percibida?

Para algunos autores, como Rochat, los bebés como los niños mayores y los adultos presentan una temprana propensión a procesar la información más allá de la inmediatez de la experiencia perceptiva, relacionando sus experiencias con el mundo de los objetos. Sin embargo, según Rochat, se produce una disociación entre la capacidad de representarse los objetos, lo que les permite distinguir, categorizar y conceptualizar objetos, y la falta de competencia motriz, que le impide la realización de acciones sobre los objetos.

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