cuentos y relatos de un caminante de nestor mercerat

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Cuentos y relatos de un caminante Néstor Mercerat

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Cuentos

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Néstor Mercerat

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La pobreza, la miseria, una de las peores enfermedades endémicas del hombre. Pero para ella el gran Dios le mandó al hombre una vacuna: trabajo. Trabajar, trabajar y trabajar.

Por eso, muchacho, cuando inicies una familia procurá que a tu señora y a tus hijos no les falte el alimento, tengan una casa que sea lo más confortable posible y que luego con el tiempo irás arreglando y arreglando. Así se mejora, de a poco.

Tus hijos ya no estarán en esa miseria, en esa pobreza endémica, habrán salido un poquito. Ellos también deben practicar la vacuna del gran Dios: trabajar y esforzarse. Y los hijos de ellos, tus nietos, posiblemente irán a la facultad; cuando seas abuelo y veas eso, estarás muy satisfecho por haber sido el iniciador de esa familia.

Es largo el camino, es duro, pero la recompensa es grandiosa, hijo mío. Si querés seguir mi consejo estaré agradecido, y al final del camino te acordarás de esto.

Néstor Mercerat, platense de

nacimiento, vivió siempre en “la

más bella ciudad del mundo”, La

Plata.

“Quería dejar estas expresiones

mías. Tal vez a alguien le sirvan

para algo, y ahí no habré vivido de

gusto”.

En 2011, Hespérides publicó su

primer libro, Reflexiones, en el que

llevó al papel muchos de sus

pensamientos y su vasta

imaginación.

Otras obras publicadas por Ediciones Hespérides

Colección La Campana de Fuego

Voces en el agua

Lady Bordoni

El aleteo del colibrí Ángeles Román

La gracia, los días María Cecilia Font

Colección La Puerta del Príncipe

Esperarás los jueves Mónica Böhm y otros

Reflexiones

Néstor Mercerat

Cuentos para zentarse Mariela Migo Pizarro

Colección La Montaña Mágica

Origen y destino

Francisco Senegaglia

En el nombre del hijo Jorge Campanaro

Colección El Arco y la Lira

Aproximaciones a la obra poética de Guillermo Pilía

P. Dómine y P. Cipolla (comp.)

Premios Concurso Internacional Hespérides de Cuento y Poesía

Cuento sonámbulo

Alfredo Maxit

Intemperie Carmen Solís

Relatos tan breves como posibles

Ana María Pedernera

ISB

N 9

78-9

87-1

844-0

6-7

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Cuentosy relatosde un caminante

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ColecciónLA PUERTA DEL PRÍNCIPE

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Néstor Mercerat

La Plata, 2012

Cuentosy relatosde un caminante

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© 2012 Néstor Mercerat

2012 Ediciones HespéridesCalle 39 Nº 1129 La Plata, Argentina(0221) 423-1597 [email protected]: Ediciones Hespérides

Printed in Argentina - Impreso en Argentina

No puede reproducirse ninguna parte de este libro por medio alguno, electrónico omecánico, incluyendo fotocopiado, grabado, xerografiado o cualquier almacenaje deinformación o sistema de recuperación, sin permiso del editor.

Mercerat, Néstor Cuentos y relatos de un caminante. - 1a ed. - La Plata :Hespérides, 2012. 104 p. ; 21x14 cm.

ISBN 978-987-1844-06-7

1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. 3. Relatos. I. Título CDD A863

Fecha de catalogación: 22/06/2012

Tapa: diseñadora Mercedes Nugent Rincón

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A la juventud, a las chicas y muchachos que terminan yael secundario. Que como las palomas, empiecen a dar vuel-tas para encontrar el rumbo, el camino que seguirán en suvida, para llegar a su destino, a su norte. Para unos será lamúsica, para otros la escritura, para otros el comercio. Perodeben hacerse un plan, y seguirlo. Aunque tengan fracasosy caídas violentas, estará la esperanza. Ese ardiente y febrilanhelo que eleva al hombre de la Tierra al cielo. Y allá conDios, que los iluminará y encontrarán de nuevo su camino.

Recuerden siempre no perder la dignidad, la honradez, quesus palabras valgan más que veinte talentos de oro. Quenunca traicionen a un amigo, ni tampoco a un enemigo,porque no se lo merece. La traición es de gente que no tienesentido, que no sabe del honor.

Por eso, rechacen la droga, el alcohol, todos los vicios.Sigan firmes y triunfarán. Te lo garantiza este pobre hom-bre, que desde muy pequeño empezó con su camino. Teníauna ilusión, y la cumplió. Hoy tiene su casa, su pequeño rei-no, sus hijos, sus nietos. Verán qué hermoso que es todo eso.Cuando uno llega a eso, dice que ha llegado.

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Gracias a la señora Cristina Calvo por haberme ayudado tan-to a hacer este nuevo libro, a mi consejero y editor, don PabloCipolla, grandes personas sin cuya ayuda yo no lo habría logra-do, y a la diseñadora de la tapa, Mercedes Nugent Rincón.

Gracias, Dios, por haberme dado vida para llegar también aeste instante.

Agradezco a mis hijos y a mis nietos. Gracias, muchachos,una vez más.

Dedico este libro a mi señora, que me ha iluminado y me hamarcado siempre el camino. Con ella, ayudado siempre por ella,he llegado hasta acá, y he pasado ya los 80 años.

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Lugares del mundo

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LOS VINOS

–Osmán, ¿otra vez bebiendo?–Oh profeta, perdóname. Excúsame ante el Señor por mi fal-

ta, por no poder contenerme, por transgredir las normas delCorán. Pero fíjate, tomo la copa por el tallo. Está llena de vinohasta la mitad. Observa el color. ¡Qué color hermoso! La tomodel tallo para no transmitirle calor; si no, el buen vino se perjudi-ca. Lo vierto primero en la jarra para que se oree, se ventile,salgan los fenoles y pueda, como hago ahora, percibir el perfu-me que exhala luego de haber salido de su cuna de roble. ¡Quéexquisito es! Me transforma. Y cuando lo bebo, mis labios semojan, se enriquecen, mis papilas salivales se nutren de ese lí-quido y le producen un goce a todo el cuerpo. Mi lengua perci-be ese sabor entre picante y ardiente. Mi estómago recibe elalcohol que le da calor a mi cuerpo y mi sangre empieza a fluirmás rápidamente. Mi corazón palpita y el baho de los etílicosllena mi cerebro y hace funcionar al máximo su estado y todo miespíritu. Por eso escribo los poemas. Porque ya empiezo a vermejor la salida del sol, el brillo del mar, las flores, los árboles, lasplantas. El sonido del agua del río lo escucho claramente. Sineste elixir, profeta, no soy nadie. Por eso soy el mejor poeta delIslam. Vengo de mi familia directamente de Ismael, el adoradohijo de Abraham, el primer hombre que habló con Alá. Perdó-name, excúsame ante Alá. Consígueme el permiso de poder se-guir viviendo de esta forma, o no podré más escribir.

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–Mira Osmán, si tú me dices cuál es el mejor vino, ya que loaprecias tanto y sabes tanto, yo intercederé ante el Altísimo paraque te conceda el privilegio de poderme ver.

–¡Ay profeta! Yo sólo conozco los vinos griegos y algunositalianos que llegan hasta esta tierra. En el mundo se producenmuchas cantidades de vinos. No podré yo juzgar sin haberlosconocido.

–Bueno, yo te abriré el camino. Yo te guiaré y tú irás obser-vando, y algún día me deberás decir cuál es el mejor vino. Laprueba está empezando a marchar. Si tú aciertas yo te concede-ré la gracia. Si tú no aciertas no beberás más.

–Acepto, profeta. Acepto el desafío. Bajo tu protección em-prenderé el camino, cruzaré el desierto, llegaré a Tánger y meembarcaré.

–¡Bravo! Dile a algún hombre azul que te guíe en el desierto.Yo me encargaré. Ya estará alguien ayudándote.

Así Osmán desembarcó en Italia. Empezó a recorrer la Sicilia.Probó los vinos. Elegía siempre las mejores familias, los gober-nantes, los príncipes, las fiestas más pudientes y le ofrecían siem-pre vinos de buenas cosechas acunados en roble, en nogal, encaoba.

Y así iba probando y probando, y fue subiendo y subiendo. Yprobó el Chanti, el Lambrusco. Y llegó a España, y estuvo enRioja y probó el Tempranillo y el Ramiro blanco.

Y así, y todos eran exquisitos. Él iba anotando y ya tenía va-rios libros. Había días en que se quedaba revisándolos y no sa-bía por cuál decidirse, porque eran vinos exquisitos, muy bue-nos. Los tomaba con gente muy bien que se reía, gritaba, baila-ba, y que comía manjares deliciosos.

Llegó un momento que tuvo que tener treinta sirvientes paraque le llevasen los libros acomodados.

Y siguió, llegó a Francia y probó el Pinot, el Cavernet, elSauvignon y el Syrah, y no sabía qué hacer. Y era una caravana

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interminable. Tenía trecientos hombres a su disposición para lle-var libros y libros.

Fue a Alemania. ¡Oh! Probó el Fancilín, el Mosela. ¡Ay, quévinos!

Y un día, estando en la región de Baviera, se sentó y llamó alos mayordomos y capataces, y tenían pilas y pilas de libros conlas anotaciones que había hecho. Entonces dijo:

–Vamos a hacer una reunión.En eso se le apareció el profeta:–Osmán, hace casi dos años que estás probando vinos y nunca

me has llamado. Tienes toda esta gente de la cual te he provistoy no sabes cuál es el mejor vino.

–Mira, profeta, hay muchos vinos buenos. Pero no sé quédecirte. Sería injusto pues yo no sé por cuál decidirme porqueson exquisitos, me falta algo.

–¿Qué te falta, Osmán?–No sé. Estoy tratando de averiguar. Por eso me voy a hacer

leer todo lo que he escrito sobre los vinos porque algo me falta.No sé qué busco, que no lo encuentro. Si bien son, te vuelvo adecir, exquisitos, de laboriosa y trabajosa elaboración, me faltaalgo. Son buenísimos. De gente elegante, manjares exquisitos.No te puedo decir. No me producen la satisfacción que me pro-ducían los vinos que tomaba allá. No sé. Será tal vez la tristeza.Extraño a la gente.

–Bueno, Osmán, apúrate. Debes regresar. Anímate.–No creo estar capacitado para juzgar todavía, profeta. Se-

ría una lotería. Y no quiero hacer lotería con mi vida. Quieroestar seguro de lo que digo. Seguro para mí. No sé si acertaré,pero quiero estar seguro para mí de que ese es el mejor vino.Dame un tiempo más. Ya lo encontraré.

–Bueno. Empieza a regresar y embárcate, y a lo mejor en tutierra puedes decidir.

–Gracias profeta, gracias.

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Y así Osmán indagó en los libros, en sus escrituras y no en-contró nada. Estaba triste. Pusieron todo en las carretas y em-pezaron a caminar hacia Francia para encontrar un puerto. Yfueron tomando vino en distintos lugares.

Llegó a Burdeos. ¡Qué vinos! Tampoco encontró la defini-ción.

Le dijeron que embarcara en Marsella, que se alquilaban bar-cos, porque ya tenía una colección inmensa y podría ir directa-mente a Tánger. Así lo hizo. Contrató un barco e hizo cargartodos los libros que tenía que eran una inmensa cantidad, y mien-tras eso pasaba él bajaba al puerto. En la calle del Cangrejo viouna taberna humilde y entró.

–Oye, mesero, ¿me sirves una jarra de vino? ¿Qué botellastienes?

–No señor. Tenemos vino de tonel. Se sirve en jarra de alu-minio.

–¿Cómo? ¿El vino en jarra de aluminio?–Señor, vale dos francos la jarra de medio litro. Es vino de

prensa, de escobajo. Después de que fermenta, salen losescobajos arriba, que son todos los tronquitos, los hollejos, lassemillas. Todo eso se recoge, va a la prensa y se saca un 10%más de vino. Es el vino barato que toman los marineros y lospeones del puerto. Acá no se puede vender vino caro, señor.Por sus ropas veo que usted no es de acá.

–Bueno, traémelo. Tráeme pan, quesos y algún embutido. Se lo trajo y un ardor acosó sus labios y su boca, la lengua le

ardía. El perfume era como el del vinagre. El estómago se leretorció.

Estaba ahí, tenía que esperar su barco. Iba a buscar aloja-miento. Empezó a comer algo. Se lo tomó como pudo, casi lajarra. Se fue llenando la taberna de gente y venían como diezmarineros alborozados cantando.

–Maestro, ¿está solo en la mesa? ¿Nos deja sentar a noso-

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tros con usted? No hay otras mesas.–Sí, señor.–Acá, sabe, nos sentamos todos juntos, somos todos igua-

les… Usted no es marino.–No. Yo alquilé el Montpellier que sale pasado mañana para

Tánger, donde llevo una carga.–Eh, no me diga. Nosotros somos los marinos. Él es el con-

tramaestre.–Mucho gusto, señor.–¿Usted es el dueño de la carga? Ya la estamos acomodando

muy bien. Calculo que mañana terminaremos de cargar todo.Me alegro de haberlo conocido. ¿Usted viajará con nosotros?

–Sí.–Acá tenemos a un amigo italiano, dos amigos franceses, un

griego. Tenemos de todas las nacionalidades y usted, por suvestimenta, es árabe.

–Sí. Soy árabe.—Bueno, mesero, trae vino, trae comida. ¿Nos perdona se-

ñor, que comamos acá con usted?–Sí, señor, sí. Y ya que van a ser mis marinos, coman nomás

que todo va en mi cuenta.–¡Oh, salud, brindemos por el patrón!–No. Yo no soy el patrón. Yo sólo escribo libros y estoy bus-

cando cosas. No soy patrón de nadie.–Bueno, igual, brindemos. Otra jarra para el patrón.Y así Osmán brindó y comió con ellos, y festejaron y conta-

ron anécdotas del barco y se rieron, y ya era larga la noche.–Bueno. Tenemos que ir a dormir porque mañana tenemos

que empezar a cargar a primera hora, para ver si terminamos,señor. ¿Usted se aloja aquí, en el puerto de Marsella?

–Sí. Tengo que ir a buscar alojamiento.–¿Alojamiento en Marsella? ¿A esta hora?–Sí, porque vine a tomar una jarra y me he quedado charlan-

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do con ustedes y la verdad es que la he pasado muy bien, seño-res.

–No me diga “señor”, dígame Roque. A mí dígame Giuseppe.Bueno, venga con nosotros. ¿Quiere dormir con nosotros? Te-nemos alquiladas unas piezas y hay camas.

–Bueno.Se fueron todos a dormir. A la mañana se levantaron. Se fue-

ron al puerto a seguir trabajando y Osmán quería seguir dur-miendo, y no podía. Entonces se levantó y empezó a caminar, areflexionar sobre lo que había pasado.

¿Cómo era posible –pensaba– que ese vino ácido, de olorfuerte… al principio me hiciera doler la boca, la lengua, el estó-mago? Había tomado tantas jarras, y cada vez era mejor. ¿Seríaposible que se hubiera transformado el vino? ¿Les habrían dadode otro tonel porque a ellos los conocían? Era un vino exquisito.En todo el recorrido no he tomado un vino como éste. ¿Mehabré emborrachado? No descubro el sabor del vino. ¿Seráque debe tomarse en jarra de aluminio? Hoy los esperaré y co-meré con ellos de nuevo y le pediré al mesero una copa. ¿Toma-ré en copa? ¿Tomaré en jarra? Miraré que sea siempre del mis-mo tonel. Veré de no estar borracho.

Fue hasta el dique, donde estaba el barco, y cuando los en-contró les preguntó a qué hora volvían. Le dijeron la hora y él lesrespondió:

–Los espero en la taberna.–¡Bieeen! –se pusieron todos muy contentos–. ¿Ayer la pasó

bien, patrón?–Sí. Por eso los busco. Estoy muy contento de estar con us-

tedes.–Bueno. Allá estaremos.Y otra vez Osmán conversó con los marinos. Hombres ru-

dos, malolientes porque volvían de trabajar. No muy bienhablados, pero francos, nobles. Y ahí se dio cuenta de que era

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como estar en casa con sus amigos. El vino lo inspiraba, le dabafe, confianza, le hacía ver las cosas. En cambio, los otros vinosnunca le habían causado esa sensación. Eso era lo que él busca-ba, lo que faltaba. Con los otros vinos sentía placer al tomarlosporque eran buenos, suaves, exquisitos; pero observaba la mal-dad, la ingratitud, la liviandad, la inmoralidad, la glotonería, elabuso, la avaricia, el poder. Todas las inmundicias de la vidajuntas habían estado en esas mesas. Eso era lo que le molesta-ba. El vino sólo provocaba embriaguez. Cuando se despertabale dolían los ojos, la cabeza. No tenía ganas de ver el mundo,porque normalmente en esas reuniones se habla de la lujuria, dela corrupción, de la ambición, de los negocios y negociados, dela prostitución. Están demacrados, tristes por dentro, huecos.Eso es lo que acompaña generalmente a las grandes mesas, alos grandes festines. En cambio ahí, en la triste calle del Cangre-jo, los humildes marineros que, oh casualidad, eran francos, no-bles, tenían las condiciones que se deben tener para beber vinoy alegrar el corazón. No por ser pobres, trabajadores, quieredecir que te regocijes tomando vino. Hay borrachos también. Ytambién, pero muy esencialmente, en las mesas bien servidaspuede haber buen vino, buena comida y buenas personas.

Lo decía el profeta, el cristianismo, Jesús: “Es más fácil queun camello pase por el ojo de una aguja, que un rico ocupe unlugar en el cielo”. Bueno, puede haber una aguja muy grande oun camello muy chiquito. No se ha visto. Pero no significa queno exista. Lo más común, los hombres francos, nobles, son aus-teros. Eso no quiere decir que reúnan todas las condiciones,pero Osman ahí las había encontrado.

Había encontrado a diez buenos amigos que habían bebido ybrindado. Y ese vino que al principio le pareció agrio, malo, queera de escobajos, de prensa, la más inferior de las calidades, leproducía todas esas sensaciones como aquéllas que él sentía ensu casa o en la de sus amigos, cuando le decía al profeta que el

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vino lo iluminaba.Llegó a Tánger. Se despidió de estos amigos con dolor, con

tristeza. Ellos también lo apreciaron porque Osmán era un granhombre. Y siguió camino hacia Medina.

Se encontró con el profeta, que le dijo:–Oye, Osmán. No traes tu cargamento de libros. Has llegado

al veredicto.–Sí, profeta. No necesito todo lo que escribí. Fue de gusto.

Yo te decía que algo me faltaba. No sabía qué, pero algo mefaltaba. Es que el vino solamente me provocaba embriaguez.Muy poca satisfacción, pero no iluminaba mi cerebro, sólo nu-blaba mi mente. Y lo encontré en Marsella. Ese vino barato,servido en jarra de aluminio, con muy buenos amigos, con gentenoble a mi alrededor. Yo te digo, profeta, aunque me equivoque,aunque tú no me permitas tomar vino jamás puesto que pareceuna locura. Porque he llegado a tomar vinos exclusivos, peroese vino que bebí allá con mis amigos es el mejor. He descubier-to que no es sólo lo que hay encima de la mesa. Arriba de lamesa puede haber cosas muy modestas. Pero lo más importantede la reunión es quiénes rodean la mesa porque entonces el vinosabrá como un licor fabricado por los dioses. Es lo que te decía:un elixir que ilumina mi cerebro, que conforta mi estómago ytodo mi cuerpo, que hace bullir la sangre, cuyo perfume meembriaga. Ese es el mejor vino, profeta.

–Osmán, has tardado mucho para dar tu veredicto, pero veoque has aprendido una lección. No has caminado en vano. Sa-bía que lo ibas a descubrir. Te felicito, Osmán. Eres un hombresabio. Por eso el Altísimo te permite beber. Has elegido el mejorde los vinos: el que se toma con amigos, sin interesar de dóndeprovenga. No importa la calidad, interesa la franca conversa-ción, la amistad. Es para eso el vino. Te estará permitido tomarvino porque has acertado la apuesta. Recuerda siempre que elSeñor me hizo ver que tenía como amigo al caballo y al perro, y

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yo le pregunté: “Oh Señor, ¿qué debo hacer por ellos que tantobien me hacen?”. Dios me respondió: “Los puse, profeta, paraque siempre vivan en tu corazón. Y así se lo debes transmitir alos hombres: el caballo y el perro son tus amigos y deben vivir entu corazón. Y tus amigos los humanos te hacen feliz, te hacen verlas cosas mucho mejor”. Los hombres creen que la felicidadestá en la perfección, en la grandiosidad. No, grandioso es elespacio, grandioso es el universo, grandioso es el Señor. Decosas pequeñitas, pero armoniosas, se logra la felicidad. Puedescontinuar bebiendo, yo te protegeré.

Y así Osmán Al Rayan es el gran poeta del Islam que viveporque acertó cuál era el mejor vino de todo el mundo. Aquelque para los demás hombres era un vino barato, para borra-chos, dicen muchos: para la plebe. Pero que sólo el profeta y susabio poeta lo saben degustar, calificar, apreciar. Y la gente no-ble que lo bebe a diario y lo disfruta sin saber que está bebiendoel mejor de los vinos, cuando muchos están perdiendo tiempopeleando y dejando desgarrados trozos de su cuerpo y de suvida porque deben alcanzar vinos costosos, exclusivos. ¡Pobregente! Lo tiene tan a mano. Es la felicidad que lleva el cartel en laespalda. Y por querer alcanzarla no se fijan en lo que tienen allado. Creen que es la felicidad del otro la que tiene el cartel en laespalda. La de ellos está caminando al lado. Por eso no la ven.¡Pobre gente! Ojalá algún día el profeta se apiade y cuente lalección que le dio Osmán, y la gente la aprenda y pueda, si nollega a ser feliz, vivir bien y alegremente.

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GERMANOS

Había gran división de clases en una ciudad germana, dedica-da a la bijouterie, a piezas de precisión, que fue bombardeadadurante toda la Segunda Guerra Mundial y que quedó converti-da en escombro.

Un hombre, ya pasados los sesenta años, todavía muy robus-to, muy fuerte y con sus ropas deterioradas, estaba sentado so-bre los escombros. Lo ve una patrulla de vigilancia de los solda-dos americanos y le dice:

–Señor, ¿qué le pasa? Venga con nosotros. Hace mucho fríoacá. Se va a congelar.

–Estoy esperando a mi nieto. Mi nieto me dijo que volvería.¿Ustedes son soldados?

–Sí, señor.–¿Con esa ropa? ¿Dónde ha caído Alemania? Los soldados

llevan la ropa impecable. Llevan sus armas al hombro. Usted laslleva en la mano. Usted no es un soldado alemán o Alemania hacaído tan bajo que ya no tiene ni soldados.

–¿De dónde va a venir su nieto, señor?–Estuvo en Normandía. Era oficial, sabe. Oficial del Reich. Él

no era soldado. Él iba a ser un buen ingeniero mecánico, comosu abuelo. Iba a hacer máquinas, pero todavía no ha vuelto. Yosiempre lo espero. ¿Usted no sabe qué pasó con el 41? Unsoldado un día me dijo que a Rudolph Clows lo había conocidoen Normandía. Era un gran oficial. Él estaba en el 41, pero en la

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compañía B. Y al morir el oficial de la B le dieron las dos com-pañías a mi nieto. Yo lo conocí a Rudolph Clows. Qué oficial,cómo lo querían. Él me dijo que volvería. Yo lo estoy esperan-do. Siempre lo espero.

–Venga, señor, usted está en el refugio.–No, señor. Yo soy el encargado de la fábrica. Yo he diseña-

do la mayoría de las máquinas. Todo el mundo conoce en estaciudad a Karl. Yo no estoy en ningún refugio.

–Venga con nosotros, señor. Venga.Lo llevan a la carpa que habían preparado las fuerzas norte-

americanas para aquella gente que no tenía ya dónde vivir, puesprácticamente no había quedado una casa en pie.

–Tenga dónde refugiarse.Habían armado los vivac de campaña, le proveían de comida

mientras se abrían las calles y se financiaba la reconstrucción delas fábricas.

Llegado al refugio:–¡Ay! Lo encontraron a Karl.–Otra vez se perdió.–Gracias soldado. Gracias, Karl, ¿qué estabas haciendo?–Estoy esperando a Rudolf. Él me prometió que vendría.–No es nada, Karl. Ven, ven. Vamos a comer y luego nos

iremos a dormir, que mañana tenemos mucho trabajo.El soldado le pregunta: –¿Qué le pasa a este hombre?–Mire, señor, como tanta gente en Alemania, él está esperan-

do que vuelvan los fantasmas. Quien ya no ha vuelto difícilmentevolverá. Pero no todos nos resignamos a perder. Karl se haquedado solo. Ha trabajado toda la vida por su familia, por él,por la patria. Todo lo ha comprendido, pero lo de ese nieto nolo puede entender.

–¿Por qué? Cuéntenos. ¿No nos da un café, que afuera hacemucho frío?

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–Cómo no, soldados. Karl es amigo mío desde niño. Es unode los hombres más inteligentes que he conocido. En Alemaniaabunda la inteligencia, pero él es superior. Cuando éramos niñosíbamos a trabajar. Nosotros somos germanos, familias muy hu-mildes. Vivíamos en la misma casa, una casa muy grande. No-sotros nacimos en el ’80. La clase nuestra era muy pobre. Nues-tros padres trabajaban en la fábrica esta, que estamos levantan-do. Ya la hemos reconstruido varias veces. Fuimos juntos al co-legio, y Karl se destacaba. Pero no podíamos ir a la escuelasecundaria, no nos dejaban. No podían ir los germanos. Prime-ro y principal porque no teníamos dinero y segundo, porqueéramos germanos, “naturales desde siempre”, diría Karl. El pa-dre lo hizo entrar en la escuela para aprendices y yo tambiénentré. Karl era un niño. Yo también, pero Karl se destacaba.Hacía dibujos. Lo veía trabajar en las máquinas y siempre en-contraba algo para reformar. El maestro que tenía, que era mihermano, lo llamó al papá y le dijo que era una lástima, queteníamos que hacer algo para que Karl fuera al ciclo superior.Era demasiado bueno para trabajar como obrero. Pero, pobreviejo, como mi padre apenas si ganaba para comer, no podíahacer nada. El profesor era muy bueno. Luchó, peleó y le con-siguió una beca. Y Karl fue a hacer el secundario industrial, aparte.

–¿Cómo dice, señor?–Sí, en una escuela del suburbio, porque cuando le tomaron

examen fue el mejor de todos. Entonces el director lo llamó, lofelicitó y le dijo: “Muy bien muchacho. ¿Cómo te llamas?”. Éldijo: “Karl”. “Eres germano puro”, le dijo. “Sí señor. Es mi granorgullo”, contestó. Fueron las terribles palabras que pronuncióKarl. “¿Así que eres germano puro? Muy bien, chico. Ve a tucasa”. “¿Cómo he salido señor en el examen?”, preguntó, y ledijo el director: “Ya te enterarás”. Le dieron una beca en uncolegio muy pobre, y lejos de su casa.

Y continuaba el relato a los soldados:

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–Karl se levantaba tres horas antes. Se iba caminando. Vol-vía caminando y venía a practicar con nosotros. Prácticamentetrabajaba todo el día y se adelantaba a los compañeros. El pro-fesor lo quería y lo respetaba, y quería hacer gestiones paraponerlo en la escuela superior, porque era mucho para la escue-la en donde estaba. No podía, pero dio con una buena persona.El profesor le enseñó, exclusivamente a él todo lo que sabía. Ledijo: “Karl, yo no te puedo dar ningún título, pero vas a sabertodo lo que yo sé. No vas a ser un profesor titular, pero vas a serel mejor obrero que haya en esta zona y muchos ingenieros tevan a tener que pedir consejo”. Así fue como terminado el ciclode aprendizaje nos pusieron a trabajar en la fábrica y, al pocotiempo, teniendo apenas veinte años, a Karl lo llevaron a diseñary a responder las consultas de mantenimiento. Tanto él como yonos casamos, y tuvimos hijos. Él tuvo una muy buena señora yun gran muchacho. Yo también. Y cuando nos estábamos orga-nizando, vino la guerra. Dejamos de trabajar en las maquinariasy lo vinieron a buscar a Karl y le dijeron: “Tenemos que haceresto”. “¿Qué es esto?”, preguntó. “Armas automáticas”. Dijo:“Yo no soy armero. No entiendo”. “Tenemos que hacerlas”, lecontestaron. Karl me llamó. Llamó a un ingeniero y a otro mu-chacho más. Éramos muy amigos. Apartamos un pedazo de lafábrica y las fuimos a copiar. Karl dijo: “No vamos a hacer unmodelo”. “¿Cómo?”, preguntamos. “Vamos a hacer tres”.

Los soldados escuchaban atentos el relato.–“No me gusta cómo sale el proyectil”, dijo Karl, “a uno le

voy a hacer unas estrías para que el proyectil vaya rodando. Alotro le voy a hacer unas estrías rectas. A uno en la punta le voya poner acero para que perfore y al otro se la voy a hacer deplomo para que se achate, a ver qué pasa. A dos les vamos ahacer reformas y al otro lo vamos a dejar tal cual es porque deesto no conocemos nada nosotros. Después los vamos a pro-bar”. Cuando vinieron los ingenieros militares y las probaron

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lógicamente llamaron al ingeniero que las había hecho. Y les dijo:“Ingeniero, hicimos esto, esto, esto y esto. Pero no lo hice yo, lohizo el señor”. Le recriminaron por qué había gastado material ytiempo y Karl les dijo: “Primero vamos a probarlas y despuésvamos a hablar”. Lo inquirieron: “¿Usted hizo esto? Usted dijoque no era armero”. “No señor, no soy armero. Se me ocurrió.Entre todos nosotros pudimos hacer esto. Somos el pueblo ale-mán. Juntos podemos hacer lo que queremos. Siempre lo me-jor”. El cáiser lo felicitó: “Desde ya, dirija la fábrica y empiecena hacer violentamente todo esto. Luego le mandaremos máscosas”. Karl fue admirado. Por desgracia, jamás recompensa-do, y llevó a toda la gente a trabajar a un ritmo infernal, porquetrabajando era bravísimo. Todos lo admiraban. Terminó la gue-rra. Su hijo había estado en las tareas de reserva. Sufrimos laocupación, la miseria. Nunca nos quejamos. Karl nunca se que-jó. Pesamos todo de vuelta. Había momentos en los que casi noteníamos ropa. Era muy difícil comer. Su hijo, su único hijo, sepuso en el ejército pues era una manera de poder comer. Erauna especie de policía interno de Alemania, pues Alemania notenía ejército. Nosotros trabajábamos. Un hijo mío también. Eracompañero de él. Fuimos trabajando, creciendo.

El relator seguía recordando:–Esta ciudad alemana creció y creció. Mejoramos, tuvimos

altibajos y llegó el ’33. Nosotros ya éramos grandes. Yo eracapataz. Karl estaba en diseño de maquinarias, porque noso-tros nunca comprábamos maquinarias, las maquinarias se ha-cían en la fábrica para lo que necesitábamos, y también el man-tenimiento. Y a Karl siempre se lo consultó para todo. Llegadoel ’33, los germanos empezamos a ser tratados de otra forma,señores. Se nos dio el verdadero lugar que le corresponde a unser humano. Se han hablado muchas cosas de nuestro país,muchas. Nadie, nadie nunca ha encontrado a alguien que hablede lo que sufrimos los verdaderos habitantes de esta tierra. La

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fábrica creció enormemente. Karl vivía lleno de felicidad. Nopor el dinero, señores, sino porque podía diseñar a gusto, crearmáquinas. Los inmuebles estaban semidestruidos y cada uno seiba arreglando como se podía –concluyó.

Al soldado le cayó muy bien ese hombre, ese anciano quepor momentos no se daba cuenta de la realidad. Estaba en otrotiempo. No era consciente de lo que pasaba. Le tomó afecto y,en su ronda, donde las noches cada vez eran más frías, lo bus-caba por miedo a encontrarlo un día congelado entre los es-combros. Y una y otra vez lo encontró, a veces hasta teníantiempo de charlar un rato. Pillaje no había. La gente trabajaba amás no poder y ya cansada se iba a dormir.

Una noche, en esas noches en que Karl sentado sobre unapiedra divagaba, tuvieron una conversación más o menos así:

–¡Oh, soldado, son soldados, vuelven de batalla! ¿Cómo y...americanos ya no?

No lo contrarió:–Sí, sí, volvemos de batalla. Estamos de licencia.–¿No sabe qué pasó en Normandía? Me dijeron que mi nieto

estaba a cargo de la compañía. Ah, y él me comentó que iba avolver porque no iba a pasar nada. Y de repente me contabanlos soldados que se llenó de barcos. Todo el canal estaba cu-bierto de barcos que bombardeaban y cañonaban la costa. Rudolfme prometió que volvería. ¿No sabe cómo terminó esa batalla?

–La verdad, muchos datos no tenemos, señor.–Porque yo estoy esperando a mi nieto. Él va a venir de va-

caciones. ¿Le dije que iba a ser ingeniero, que ya le habían dadoel título y se iba a hacer cargo de la fábrica? Iba a ser uno de losingenieros de la fábrica. Un Clows germano desde siempre, purode acá. ¡Qué orgullo! Si mi padre estuviera acá ¡cómo se pon-dría! Mi padre cómo quería las máquinas, cómo me enseñó. Lasmáquinas son todo, señor. Las máquinas nos dan todo. Hay quecuidarlas. Devuelven todo lo que uno les pone, pero en miles y

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miles de veces. “Si usted atiende bien a la máquina”, me decíami padre, “la máquina va a ser su mejor amigo”. Y mi nieto va ahacer máquinas hermosas. Yo he intentado hacer máquinas, peroyo soy muy bruto. Yo nunca fui a la universidad, a ningún lado.No se podía, sabe. En aquel tiempo no se podía. Yo era ungermano muy pobre como todos, como Stephan. Stephan síque es bueno. ¡Qué amigo! ¡Cómo trabaja! ¡Cómo sabe Stephan!

Y proseguía Karl:–¡Ah, no le conté! ¿Qué pasó? ¿Por qué estaba usted así?

¿Por qué está todo tan roto? Esta es mi ciudad o estoy en unaprisión? ¿Usted es soldado alemán? Usted no es alemán. Ustedhabla muy mal el alemán. ¿Quién es usted?

–Venga señor, Clows, venga. Vamos al refugio. Hace muchofrío.

–¿Usted me quiere llevar preso? ¿Estoy preso? ¿Dónde es-toy? ¿Cómo sabe que soy Clows?

–Porque lo conozco, señor Clows. Porque yo he estado conusted.

–¿Estoy en una prisión? ¿Estoy prisionero? ¿Cómo fue? ¿Dón-de estoy?

–Venga con nosotros señor Clows, venga con nosotros. Ven-ga.

–¿Por qué me detienen? Yo nunca hice nada. Siempre traba-jé. Estaba acá sentado. Creí que estaba en mi ciudad. ¿Me per-dí? ¿Qué me pasó?

–Tiene que ir al refugio, por acá hay bombas.–Sí, todas las noches caen bombas, señor, todas las noches.

No puedo dormir. Estoy siempre en la fábrica. Caen bombas.Cuando trabajamos, caen bombas. Trabajo de a ratos. Me duer-mo y trabajo. ¿Qué pasó?

–Buenas noches, señor.–Buenas noches.–Traemos a un compañero –anuncia el soldado en el refugio.

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–¡Oh, don Karl, pase, pase!–No lo deje salir, señor. Hace mucho frío.–Gracias, soldado, muchas gracias. Buenas noches.–Karl, ¿adónde fuiste?–Me fui. Me querían llevar preso. Dime una cosa: ¿Estamos

en mi ciudad?–Sí, Karl. Está todo roto. Son todos escombros. ¿Viste cuán-

tos escombros hay?–¿No estamos prisioneros? –insistió.–No, Karl. Ven, ven, te guardamos un poco de comida ca-

liente. Después vamos a dormir. Mañana nos esperan. Tenemosque estar en la fábrica.

–Las máquinas, las máquinas, las máquinas, ¿están bien? –sepreocupó.

–Sí.–Ah, le voy a decir a Fryda. Fryda me decía: “Con estos

bombardeos van a destruir todo: la fábrica, las máquinas, todo”.El otro día volaron la guardería que cuidaba Fryda. Menos malque ella no estaba. Todos los chicos, cuántos chicos; pero Frydalos está buscando. Porque Stephan me dijo: “Fryda no vieneporque está buscando a los chicos. Los chicos se fueron. Seasustaron con el ruido”. Le pregunté: “¿Estás seguro Stephan?”.“Sí, Karl, sí. No le ha pasado nada a nadie. Quédate tranquilo,Karl. Quédate conmigo aquí, porque en tu casa solo qué vas ahacer”, me dijo. “Tenés razón Stephan, gracias”, le dije, y lepregunté si los chicos se salvaron. “Sí, Karl, sí. Están todos asalvo. Fryda los está buscando a uno por uno para ponerlos enotra guardería”.

–Come, Karl, come.–Señor Stephan, qué mal que está Karl.–Pobre, mi amigo. No quiere entender la realidad. Él vio lo

que pasó: después del bombardeo salimos del refugio de la fá-brica. Parecía que lo presentía. Le dije: “vamos a casa a ver

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cómo está. Vamos a ver la guardería. A ver qué pasó con Fryda”.No se sabía dónde estaba la guardería. Eran todos escombros.No había nadie, nadie. ¡No había nadie! Eran todos escombros.Toda esa franja, nuestra casa de departamentos no estaba más.No estaba más, Pablo. Karl lo sabe. No lo puede entender. Desu nieto, ¡no lo quiere entender, no lo puede entender, se resiste,Pablo, a entenderlo! De su hijo, lo entendió. Habían traído yalas insignias, el casco, una bandera y la identificación de Michael.Me costó mucho. Karl me ayudó mucho. Y un día llega un tele-grama de que Oto había sido muerto. Empezaba la guerra. Tam-bién le trajeron todo, y lo entendió. El más chico de los nietosera muy buen mecánico. Había un ingeniero, de los conocidos, yse hizo cargo del mantenimiento de los panzer cuando fue Ro-mero al África y lo invitó al chico a enrolarse para ir de mecáni-co con los panzer. ¡Cómo sufrió! Era el nieto el que tenía al lado.Andaban juntos, trabajaban juntos. Un buenísimo mecánico,correcto, inteligente.

–Por eso lo elegí:–Frank, ¿quieres ir?–Sí abuelo.–Bueno, ve.Mandaron notas, mandaron cartas. Estaban contentos. Reci-

bió una felicitación. Estaba muy feliz. Karl no estaba contento.No quería hablar de la guerra. Estaba muy triste. Como todojoven estaba entusiasmado. La nuera de Karl se inscribió comoenfermera. Fryda fue a una guardería a cuidar chicos. Le queda-ba Rudolf. Rudolf estudiaba muy bien. Iba a la fábrica, diseña-ba. Hacía proyectos. Ya estaba por terminar sus estudios deingeniería. Faltaban oficiales.

Un día dijo que tenía que ir a Stuttgart a hacer un curso y sefue. Como a los tres meses apareció vestido de oficial. Karl sequedó como muerto cuando lo vio. Estaba muy orgulloso deque su nieto fuera oficial del ejército alemán. Pero tenía el miedo

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que toda persona consciente les tiene a las armas. Las armasmandan la muerte. No sirven para otra cosa.

–Nosotros estábamos fabricando muerte todos los días. An-tes fabricábamos adornos, alegrías, trabajo. Ahora fabricába-mos muerte. Siempre lo hablábamos con Karl. No dijo nadaKarl, pero tuvo una lesión terrible en su cerebro. Nunca dijonada. Se alistó en el 41. Vinieron cartas. Estaba contento, erabuen oficial. En eso llega una cajita con una bandera, una grannota, una cadena de identificación de Frank Clows, muerto en labatalla de Toubro mientras valientemente reparaba un tanquepara ponerlo de vuelta en marcha. Nunca dijo nada Karl, nuncadijo nada. Pero desde ese entonces Karl no vive. Parece la muertecaminando.

–¡Cuántos años hace que muere gente! ¡Cuánto tiempo haceque no tomamos cerveza con Karl, que no cantamos! ¡Cuántohace! Parece que no fue nunca. Así es, pobre. Rudolf tampocovendrá. Nunca vendrá Rudolf. Él sabe. Pero de Rudolf nuncahubo una noticia, nunca hubo una bandera, nunca hubo nada. Siestaba vivo, si estuvo muerto, nada. De Rudolf no se sabe nada.Aparte de ese soldado que estuvo la otra vez, que contaron.Estaban en la compañía B, que habían estado a cargo de él yque se entregaron juntos porque ya no tenían armas, no teníanmuniciones y el ejército norteamericano y el inglés avanzabanbrutalmente. Y a él, como era el único oficial, se lo llevaron apartey nunca se supo más nada. Nunca se supo si había muerto, si no.Tendría que haber llegado, Pablo. ¿Cómo llegaron estos mu-chachos, caminando, en tren, en camión? Ellos lo llevaron pormuchos lados prisionero y al final llegaron. Pero con Rudolf pasóalgo cuando lo llevaron a otro lado, dijeron. Estaba bien. ¿Lohabrán matado?

–No sé.Se termina la fábrica. Ya en la ciudad alemana se habían em-

pezado a trazar las calles, a sacar muchos escombros, y venía el

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cónsul inglés a inaugurar las fábricas terminadas. Entre ellas, enla que estaba Karl.

El cónsul, un hombre muy bien ubicado, da un discurso. Dice:–Junto con los norteamericanos, los franceses y el resto de la

comunidad de la alianza, hacemos entrega de todo esto a losalemanes para que puedan trabajar, ganarse la vida honrada-mente y le rendimos homenaje a un pueblo tan sufrido y que contanta valentía está volviendo a renacer –todas las cosas lindasque se pueden decir en un discurso.

En eso, desde el grupo de los obreros sale una voz que ledice:

–Gracias, señor, muchas gracias. Me voy a tomar la atribu-ción de hablar en nombre de todos mis compañeros, de todoslos ciudadanos de esta ciudad. Les agradecemos todo lo quehan hecho por nosotros. Nos hubiésemos muerto de frío. Noteníamos cómo sobrevivir después de tanto desastre. Somosuna raza fuerte y trabajadora. Muchos hubiesen sobrevivido,pero no tendríamos tan rápidamente terminado lo que más que-remos: nuestra fábrica. Cuando estén todas listas empezaremoslas viviendas, y si nos siguen apoyando va a ver qué linda que esesta región, qué bien que la dejaremos. Y le digo más, señor. Levuelvo a agradecer por las máquinas que nos han dado. Así,honradamente trabajaremos para pagarle todo lo que le debe-mos, para pagarle todo lo que han invertido en nosotros. Peroeso sí, señor, yo le digo que trabajaremos todos los días ochohoras y media. Todos los días menos el domingo, que se lo de-dicamos al Señor. Ese día haremos examen de conciencia y es-taremos con nuestros amigos, confrontándonos y viendo cómopodemos hacer nuestra vivienda. Pero yo voy a hablar por mí ypor todos los germanos que habitamos este lugar: trabajaremostodos los días cuatro horas más, no ya en la fábrica, trabajare-mos para abrir todas las calles, para instalar todos los servicios,para ir rehaciendo todas nuestras viviendas. La fábrica trabajará

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todo el día. Eso se lo prometo. Soy Karl Clows.Se escuchan grandes aplausos y Karl prosigue:–Es más, señor, con toda humildad le digo: yo invertiré el

tiempo que me quede después de esas horas de trabajo paradiseñar máquinas, para hacer las mejores máquinas del mundo.Las de ustedes son muy buenas, pero recuerde señor que estaes la ciudad de la precisión, es la ciudad del oro. Nosotros so-mos los mejores y nunca habrá mejor terminación que la de nues-tras máquinas.

La gente se iba reuniendo y aplaudió a rabiar.–Le pido todo el perdón del mundo, señor. Estoy muy agra-

decido con lo que usted nos da, pero créame, y usted lo sabe,usted ha venido a comprar aquí.

A los ingleses, sus compatriotas, les hemos mandado muchascosas, les seguiremos mandando y apuesto a que dentro de cin-co años, cuando sea primavera, usted vendrá y los que vivimosaquí lo llevaremos a pasear por la ciudad, que tendrá casas conjardines y plantas florecidas, con fábricas con todas maquinariasalemanas. Es una promesa, señor. No es que sean malas susmáquinas. Es que nosotros somos muy inteligentes, somos muyorgullosos de nuestro trabajo, muy trabajadores. Somos infati-gables. Nunca nos damos por derrotados. Trabajaremos, mecomprometo a morir trabajando, pero cumpliré mi promesa. Siyo quedo en el camino, hay muchos amigos que van a llevar laposta.

Hasta dentro de cinco años, señor. Recuerde, está invitado.Haremos una gran fiesta. Está invitado usted, su familia y todoslos ingleses que quieran venir, todos los norteamericanos o fran-ceses, para ver lo que será nuestra ciudad, que será lo máximocomo todas las ciudades alemanas. Gracias, señor, gracias.

La multitud que ya se había reunido, aplaudía y gritabafrenéticamente. Aplaudía a rabiar a los soldados americanos, alos soldados ingleses –parecía mentira–, y al cónsul.

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La gente empezó a trabajar. Trabajó infatigablemente. Falta-ban muchos puestos que cubrir en la fábrica. Faltaban hombres.Las mujeres que quedaron cumplían la tarea a la perfección.Fueron aprendiendo sus trabajos, y los hacían a la par de loshombres. Trabajaban levantando escombros con las manos. Másde uno caía rendido y había que llevarlo a la enfermería, porquelo único que necesitaba era descansar, ponerlo a dormir paraque descansase.

Y así, poco a poco, con inteligencia, con tenacidad, con mu-cha transpiración y trabajo, fue renaciendo una ciudad. ¿Porqué? Porque, como dijo Karl Clows: “Esa gente tenía honor.Tenía que pagar una deuda, tenía que resarcir lo que le habíandado, tenía que ser agradecida y tenía que demostrarles a losque la habían ayudado que eran capaces de revertir la situación.Tenían fe, y orgullo por ellos mismos. No el orgullo estúpido quepuede tener un ignorante, el digno orgullo que tiene un ser que sededica a ser hombre, que se dedica a ser bueno en su profesión,que todos los días aprende una lección, que siempre dice “gra-cias, señor”.

Karl siempre esperó a Rudolf. Un día ese cabo apareció conun oficial y le preguntaron:

–Señor Karl, ¿cómo era el asunto de su nieto?–Mire, estoy bien, estoy trabajando. No quisiera ni recordar-

lo.–Le presento al capitán que se va de baja a raíz de que nos

vamos retirando, y tiene otros casos similares al suyo. Por eso leinteresó. Quisiera saber los datos que usted tenga porque haymuchos oficiales alemanes y soldados que no han regresado acasa y se han anotado como prisioneros.

Karl accedió y le dio todos los datos que poseía dentro de loque humildemente había escuchado y le había hablado su nieto.

Llamaron y encontraron al cabo de la compañía B. El cabo ledio todos los datos que poseía, cómo se lo habían llevado, dón-

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de estaba. Este oficial hacía un trabajo que no le correspondía;pero era un digno oficial que una vez terminada la guerra eracomo un hermano. Eran oficiales y soldados de otra patria, perono. La contienda había terminado. Ahora eran hermanos. ¿Erangente común? Él había convivido con un montón de alemanes,¿eran gente buena? ¿Qué tenía que ver el alemán con un norte-americano? ¿Qué había pasado? ¿Había asesinos, de su mismogrupo? No lo podía creer. No lo entendía.

Se fue. Encontró los archivos en París. Y cuando el mucha-cho no le podía responder más, llamó al coronel:

–¿Qué hace, capitán?–Mire, estoy buscando a esta gente que donde yo estuve asen-

tado no puede entender por qué tienen tantos, así y así.–¿A ver?–No sé. Llegó para el interrogatorio, pero tenía una bala en la

espalda y lo derivamos al hospital.–¿Cómo tenía una bala en la espalda, si yo he hablado con

testigos de la misma compañía? Estaba perfectamente bien ysaludó a sus soldados antes de subir al Jeep. Acá pasa algo.

Este otro oficial:–Ah, llegó muy mal herido.–No. Porque se entregaron junto con un sargento y cuatro

conscriptos, cuatro soldados, y no pasó nada. Estaba perfecta-mente bien.

–No, no. Mire el informe. Fue derivado con heridas al mismohospital de campaña.

–¿Y este otro?–También.–¿No le parece mucha casualidad, señor coronel?–¿Qué está insinuando, capitán? Usted es un ex capitán.

¿Quiere volver a Norteamérica o quiere quedar preso acá?–Perdón, señor. No es la forma en que usted me tiene que

contestar. Yo estoy haciendo averiguaciones. No estoy insinuando

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nada.–No tiene derecho a hacer ninguna investigación. No fue nom-

brado por nadie ni para nada.–Soy un ciudadano americano, señor. Aparte, soy abogado.

Me alisté en el ejército de mi patria y fui nombrado oficial, peroyo no soy soldado de carrera. Usted me podrá detener, me po-drá fusilar, pero abusando de su autoridad. Legalmente ustedme tiene que dar los datos. Usted lo sabe.

–Diríjase al hospital.–Muy bien, señor. Gracias.Se dirige al hospital. No existe más, por supuesto: era un hos-

pital de campaña. ¿Los archivos? Pueden estar en el ejército,pueden estar en la Cruz Roja. Va a la Cruz Roja.

–No tenemos datos, señor. De ese hospital no tenemos da-tos. No lo tenemos registrado.A todos los hospitales los tene-mos registrados, pero ese hospital de campaña no figura y esemédico tampoco.

Vuelve al archivo.–¿Usted de nuevo?–Ese hospital no figura. O sea, busque los datos de ese hos-

pital.–Acá lo van a atender, y basta.–Bien, señor.–Acá están: Hospital de campaña nº tanto.–¿Cómo me dijo?–Rudolf Clows, sí, entró con una perforación de bala. Se lo

intentó reanimar. Falleció.–¿Y certificados? ¿Identificación dada a quién?–Ah, no sé, no dice más nada.–¿De este otro oficial, y de este otro?–Ah, no sé, entró con lesiones muy graves, falleció antes de

que pudiéramos hacer algo por él.–¿Y este otro oficial?

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–Ahí está. Ese es el informe.–Comunicación, identificación, dónde quedó.–No dice más nada, señor. No dice más nada.–¡Qué casualidad! ¿Era un hospital de campaña?–Sí, señor. Acá dice. Fíjese.–¿No sería un permiso de interrogatorio?–No sé. Pregúntele al coronel.El capitán vuelve a su país, Estados Unidos de América. Ya

había gente que estaba detrás de eso. Algo se sabe y mucho nose sabe. El gran interrogante.

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DON PASCUALE

Una tarde de sol, un matrimonio italiano.–Viejo, están haciendo la quinta. Están replantando ajíes en

los surcos.Y en un momento dado el hombre tosco, rudo, cansado, pero

no de trabajar, parece cansado de la vida, se sienta sobre lasplantas y le dice a su mujer:

–Angiulina, vieni cua.–¿Qué has hecho, Pascuale? Te has sentado sobre las plan-

tas. ¿Estás loco? ¿Estás enfermo?–Vieni cua Angiulina. Vamo hablare.–¿Pero qué te pasa, Pascuale? ¿Por qué te sentaste sobre las

plantas?–Porque estoy muy cansado. Cansado de la cabeza, Angiulina.–¿Estás loco? Andá, Pascuale, vamo a la cama. Tomaste

mucho sol esta mañana. Estamo viejos ya para tomar tanto sol.–Noooo, estoy bien. Estoy cansado de la vida, Angiulina, muy

cansado. Estoy como aquel día en Cosenza. ¿Te acordá,Angiulina? Era jovencito. Siempre trabajamo la quinta. Mi abuelotrabajaba la quinta, mi padre trabajaba la quinta, mis hermanos,mis tíos. Era una tierra mala. Era una tierra pobre. Ma casi tepuedo decir: maldita. Trabajábamo y trabajábamo, siempretrabajábamo. Allá teníamo la festa, pero siempre trabajábamo.Cuando la cosecha iba mal era muy duro. Cuando la cosechaiba bien venían lo que decían lo capo y te sacaban la mitá. La

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mitá era pa ello.Un día quería terminar de plantar cebolla, venía la tormenta.

Había hecho todo lo que decía el abuelo: les puse las piedras pacontener porque en la montaña es bravo. Fui haciendo surcos ycanteros, y trabajaba con mis hermanos. Todos trabajábamos.Y empezó a llover y se iban. Yo dije: “Ma non, vamo a termi-nar”.

Y me quedé con mi hermanito menor. Y nos apurábamo yplantábamo. Y llovía y llovió. Y cuando estábamo terminandovino un montón de agua de allá arriba. Un montón de agua y noslimpió todo lo que habíamos plantado: las piedras, los surcos,nosotros, todo abajo. Cuando paramo allá abajo vi a mi herma-nito que salía de dentro del barro:

–¿No te pasó nada?–No, todo bene.Yo también estaba bien; pero me arrodillé y empecé a llorar:–¡Maldito día, qué te he hecho, qué te hago! Trabajo, traba-

jo, soy un animal de trabajo. ¿Por qué me hacé esto, día? ¿Porqué a nosotro? Siempre a nosotro. Esta tierra está maldita. Notrabajo ma en esta tierra. Me voy. Que el abuelo se enoje. Mevoy. Manole, ¿queré venir conmigo? Ma yo me voy.

–¿Adónde te vai?–No sé. De acá me voy. Estoy cansado. No puedo ma vivir

así. Siempre e iguale. Nunca podemo hacer nada. No podemossalir como vivimos. El abuelo cuenta que lo abuelo de ello tam-bién estuvieron acá. Y siempre estamo acá y siempre nos vamal. No quiero vivire más. Quiero trabajar pero que mi trabajovalga. Que sea para algo, poque si no, me voy a hacer vago, sies lo mismo. ¿Qué diferencia hay con lo vago? ¿Qué tengo yoma que un vago?

–Vamo Pascuale, vamo pa casa.Cuando llegué a casa estábamo todo embarrado. Mi padre

me quería castigare por haber seguido trabajando. Le dije que

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no había problema que me castigue. Era la última ve porque meiba.

–¿Adónde va a ir usté?–No sé. Me voy. No sé adónde me voy. No quiero vivire

más.–¿Ma qué le falta? Todos trabajamo acá. Toda la familia ha

trabajado acá. Siempre hemo trabajado acá. Cosenza es nues-tra patria, nuestra casa. No conocemo otra cosa. ¿Y conAngiulina, su novia, qué va a hacere? Ojito. Hemo dicho que seiban a casare.

–Sí. Me voy con Angiulina. Le voy a decire. –Ma usté está loco.–Mañana le via’ decire.Y así se fueron, los dos muchachos, con la bendición del abuelo

porque el padre le dijo que no volviera más, porque no los que-ría.

Angiulina se escapó de la casa. Se agarraron de la mano ybajaron la montaña. Bajaron a la ciudad. En la ciudad no sabíannada de nada.

Cuando hubo alguien que decía que se podía ir a la América,que la América era grande y era generosa, se ganaba muchaplata, se estaba muy bien, averiguaron cómo había que hacer, setomaron un tren y se fueron a Génova.

Se embarcaron con un montón de gente más y con toda esagente en la panza del barco se vinieron para acá.

Bajaron. Estaba la gente que iba a buscar a los inmigrantesporque eran buenos trabajadores y los llevaron justamente parauna zona de Entre Ríos a hacer la quinta.

Fueron. Veían los árboles, el río, las plantas. No lo podíancreer. Veían cómo comía la gente. Estaban felices. Para ellostrabajar lo que se trabajaba acá era una pavada. Siempre traba-jaban de más. Los dos trabajaban en la quinta. ¡Cómo trabaja-ban!

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Y así se fueron organizando. Fueron ahorrando. El patrón lestenía simpatía porque veía cómo luchaban para progresar. Siem-pre estaban dispuestos a todo. Siempre querían hacer el mejortrabajo. Todo les venía bien. Daban gracias a Dios por haberlostraído a este país. Eran cumplidores, gente de buena fe.

Tuvieron un hijo y fueron progresando. Un día el patrón ledijo:

–Pascuale, vení. Yo te voy juntando la plata y vos tenés aho-rrado para comprarte un pedazo de tierra que va a ser para vos.Yo te voy a indicar lo que podés comprar y lo que tenés quehacer porque ustedes son muy buenas personas. Me han ayu-dado mucho sin pedir nada. Yo tengo la obligación de ayudarlosa ustedes para que tengan su tierra.

–Oh, señor, nosotros tener una tierra. La tierra de nosotros.Si usted me ayuda… Yo no sé bien de dinero, pero trabajaré.

–Yo te voy a ayudar, Pascuale, yo te voy a ayudar. Vos vas aser un quintero. Vas a ser uno de los más grandes de acá. Tenésmucha fuerza. Sos muy buena persona.

–Gracias, señor, gracias.Y así, con el asesoramiento del patrón, se compró una frac-

ción de tierra. Seguían trabajando en la quinta y en el tiempolibre se empezaron a hacer una casa. Un galpón. Cuando estuvomás o menos acomodadito, el patrón le dijo:

–Pascuale, si te querés ir, andate. Yo te voy a conseguir lasherramientas, la semilla y vos vas a tener tu quinta. Yo te voy aenseñar. Tenés que tomar alguna gente para que te ayude.

–Oh, patrón. Yo voy a hacer una quinta lindísima: le voy aplantar árbole, voy a tener como tiene usté acá. El riego, animale,la gallina. Vamo a tenere de todo patrón. Usté me tiene queenseñare con la plata y con la gente. Yo voy a trabajar. Eso sí,voy a trabajare como yo trabajo. La Angiulina trabaja ma queyo.

Y así fueron trabajando y trabajando. Tuvieron tres hijos. Los

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mandaron a la escuela. Tenían una quinta prolijita. El patrón losiba a visitar. Lo invitaban a comer. Ya era un hombre de bastanteedad. Estaba muy contento:

–Mirá, Pascuale, esto es una de las grandes alegrías de mivida. Ver lo que has hecho. Te lo merecés, Pascuale, te lomerecés.

–Eh, cada uno hace lo que puede. Yo también le agradezco aDios. Aunque un día lo maldije, Dios me ha recompensado. Meha dado de todo. A vece pienso que es mucho.

–No, Pascuale. Tú has trabajado muy duro. Tu señora, tushijos. Son buenos chicos.

–Mire, tengo animale, tengo la leche acá, tengo lo chancho,tengo gallina, tengo bueno perro que me cuidan. Tenemo logalpone, lo camione pa llevar al mercado. Riego, árbole, gentetrabajando. A vece me parece que es mucho.

Prosiguió Don Pascuale:–Me voy, gracia Dios, me voy. Me llevo uno camione que va

a niño que no tiene que comere para que tenga pa darle. Ahora,¿cómo no va a tener que comere acá? Ma si uno se organiza unpoco todo crece. Acá e fácil hacer crecere la planta, crece sola.¿Cómo tienen hambre? Las gallinas se reproducen, ponen hue-vo. Yo se lo digo al almacenero allá cuando vamo al mercado yse lo llevo al asilo. Lo tenemo acá con nada. Con lo chanchohacemo la fatura. La leche, porque esta gente tenía hambre. ¿Quéle pasa? No quiere trabajar. Si es lindo trabajar. Y yo voy. Mepongo de contento a la mañana cuando me levanto y salgo paratrabajar en la quinta. Uno pone la mano ahí en la terra, planta lasemilla, va a crecere la planta. Mira la otra, está dando flores,tiene frutos. La gente está cortando del otro lado la espinaca. Sellenan los bolsos. Se van camiones. Mira si mi madre hubiesevisto esto. Pobre abuelo. No poníamo contento cuando íbamocon dos fardo pa abajo pa venderlo. Si estuviera el abuelo yviera que están saliendo lo camione de mi quinta, no lo podría

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creer. Se habrá muerto el abuelo hace muchos años, mamá tam-bién, el papá también. Ver a mi hermano, e nunca ma le he escri-to. Ma yo le escrito pues... No yo, ya cuando le escribimo eraporque los chico empezaban a escribir. Nosotro no sabíamoescribir. A lo mejor ello no recibieron nunca la carta. No le digonada a Angiulina porque yo sé que Angiulina llora. Angiulina nohabla. Angiulina es como una sombra. Nunca se queja. Nuncahabla, nunca dice nada. Siempre está dispuesta a hacer de todo.A todo dice que sí Angiulina. Ma nosotro, todo lo que hemohecho: he trabajado. Nacimo pa trabajar. Nos enseñaron a tra-bajar.

Siguió reflexionando:–Apena hemos conocido el pueblo. A vece con lo paisano

nos hacemo una festa, nos tomamo vino, cantamo. Pero no es-toy alegre. Nunca me pude poner alegre. Mirando la gente e medi cuenta que no me río. No sé reírme ni sé sufrir porque allá enla Italia desde chico no sabíamos sufrir. Era así. Ni frío teníamo,porque si decíamo que teníamo frío nos retaban. No sé. Tengola mano dura, muy gruesa. Trabajo con la pala, con el hacha.Nunca me duele. No me canso. Yo veo a la gente en el pueblo.Dice que está cansada, que está triste, que no tiene, qué sé yo.Yyo miro y tiene auto, tiene casa, linda casa, tienen estufa, la co-cina, ventiladore. Todo con pisos, vidrios. ¿Ma cómo no tienenada? Se cambian de ropa: para esto una ropa, para lo otro otraropa. Van a hacere lo deporte, dicen, y se ponen otra ropa. Altrabajo van poquito. Cuando voy ahí a la oficina que he tenidoque ir, todo hablan, hablan, hablan. ¿Qué hacen? Están sentado:“Cómo trabajé, le dice, me está matando el trabajo”. No entien-do. No entiendo, Dios, no entiendo. ¿Se cansarán más? ¿Serála terra de acá? ¿Nosotro seremo diferente? Ma vo sabé unacosa: lo chico no son como nosotro, no. Desde que van al cole-gio se juntan con otro chico y van y juegan y la quinta no legusta. No la quieren la terra. No entendés cómo Dios te da de

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todo.Y la madre:–¿Ma cómo no va a querer la terra?–No la quere. Yo lo veo: No quieren estare acá. No me acom-

pañan. Le tengo que decir muy fuerte para que me acompañen.Siempre tienen que hacere. No quieren la terra. Angiulina lo deja.A lo mejor ella tiene razón. Será una mejor vida. No quiere quesean como nosotro, que trabajamo y trabajamo y no sabemoma nada que trabajare. Angiulina no dice nada, pero sabe. Pien-sa para ella e por ahí sabe ma que yo. Lo sé. No sé qué hacere.Yo sé plantar tomate, árbole, fruto, cuidar a la vaca, curarla,cuándo va a tener cría. El veterinario decía: “¿Usted dónde apren-dió?”. “Eh, con mi abuelo. Yo era chiquito, mi abuelo me ense-ñó”. “Pero usted sabe mucho”, me dijo, y le contesté: “E no,bruto, del campo”. “No no, así se hace, como hace usted. Mu-chos veterinarios no sabrían hacer lo que hace usted”.

Retoma Pascuale:–Allá no había veterinario, no había nada. El abuelo era el

que más sabía y nos enseñaba todo. La gallina, la cuido. Séhacere de albañile porque allá, de chiquitito, yo ayudaba. Siem-pre hacíamo algo. La familia se agrandaba. Siempre había quehacere algo. De las cosas así de hacer los hombres, yo no sénada. Nunca estuve en la ciudad. No sé cómo es. Nosotro a laescuela no íbamo. Así que yo no sé cómo e. Angiulina tiene ra-zón. Ella lo deja. Tiene razón.

Los chicos fueron creciendo. Estudiaron. Ma grande se fue-ron al pueblo. Estudiaron lo secundario. Ma dice: “Tenemo queir a la facultá, a Buenos Aires”. “Bueno, vayan a Buenos Aires”.

Y así fue uno y le mandamo una plata. Él venía a buscarla.Venía de vacaciones e la quinta non le gustaba. Se quedaba unpoquito, me pedía la plata e se iba de vuelta.

Despué los otro. Despué la chica dijo: “E yo también vo abuscare en Buenos Aires voy a estudiare porque acá...”. “Vaya

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acá cerca”, dije. “¿A la facultá de acá? No hay facultá acá cer-ca. No, son una porquería”. “Ma, vaya”. Y me dijo:

–E vayan allá. Van a ver qué bueno que es Buenos Aires.–No, a mí mucha gente me da miedo. Yo me llevo bien con

los perros, con las gallinas, les hablo a las vacas Catalina y Ca-rolina, como yo les digo. Me escuchan, me entienden. Vienen yme lamen. Yo les hablo. Tomamo mate junto. Ellas hablan a sumanera. Yo acá estoy contento. E lo único que conozco. ¿Quévoy a ir a hacere yo a Buenos aires? Me asusto.

Y así pasó el tiempo e lo chico siempre venían. Ya eran gran-de. Siempre pedíano plata. Hasta que un día para la festa vinie-ron. Primero uno, despué otro, e yo dije:

–Bueno, vamo a hacere la Navidá.–Papá, yo me tengo que ir. Vine a buscar para pagar la pen-

sión.–Ma dígame una cosa: Usté hace casi diez año que fue a

Buenos Aires. No se recibió, no tiene título, no trabaja.–¡Eh papá, qué dice de mí! Yo hago todo lo posible, ma los

profesore, usté no sabe cómo son los profesore. Usté qué sabe.–No sé, he estado acá siempre.–Pero usté no sabe lo que es allá para ser dotore. Es dificilí-

simo.–¿Ma usté estudia?–¡Y qué me va a decire que no estudio yo! Qué me va a decir

si usté no sabe nada, es un bruto. Qué voy a hablare con usté.–Claro, ni con su padre ni con su madre puede hablar nada, y

porque somo uno bruto. Uno bruto que le ponemo la plata paraque usté esté allá. Uno bruto que han vivido de rodilla trabajan-do la terra para que usté estudie, para que nunca trabaje. Y así ledice a su padre que e uno bruto. Le podría haber dicho quenunca fue a la escuela, que no conoce Buenos Aire, que no sabelo que e eso que usté llama la universidá. No, su padre no sabeeso, nada sabe. Su padre sabe de la vida. Sabe de un hombre

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honesto y de un sinvergüenza. Sabe de un hombre que tienepalabra y sabe de un mentiroso estafador, como es usté. Ustéme ha salido un estafador. Mi padre se enojó porque yo dejé laterra. Pero dejé la terra de mis antepasado, de mis abuelo, delos abuelo de mis abuelos, porque era muy mala y vine acá ytrabajé más que allá. Su madre, yo y Dios sabemo lo que hemotrabajado, lo que hemo sufrido para que usté viva mejor. Ustéha podido estudiar, pero no es una buena persona porque haestudiado. No, una buena persona e una buena persona de na-cimiento. Usté es un desagradecido porque lo primero que ten-dría que hacer es agradecer a sus padre todo lo que han hechopor usté, aunque yo no quiero que nadie me agradezca nada. Yolo hago porque me gusta. He puesto empeño para que ustedeno sufran lo que nosotro hemo sufrido. Para que vivan. Para quevean cómo es la vida, porque con tu madre no sabemo lo que esla vida. Nosotro sabemo esto nada ma, y hemo puesto la espe-ranza en ustede. Y usté me dice que somo uno bruto, que noentendo nada. Tiene razón usté. ¡Qué he hecho en mi vida! Maqué ha hecho Angiulina, ma qué ha hecho Pascuale. No hemohecho nada ni hemo sabido enseñarle a ustede. ¡Qué me viene aechar en cara! ¡Qué se cree!

–¿Escuchás, Venancio? Tenés razón, es un viejo atorrante,amarrete. Lo único que pensa es poner plata en el banco. (Mi-rando al padre): Tenés la gente trabajando ahí, chupa sangre. Lamatás de hambre.

–¿Ma qué dice? ¿Ma usté qué dice? ¿Mejor que lo que estáacá la gente? ¿Ma qué quiere que haga? Si he ganado una plataes para ustede, que lo único que han hecho e que la han gastado.Ma andá.

–¿Qué? Ahora quiere hacer la Navidad de la familia. Tienerazón mamá. Cuando yo me fui, ¿sabés qué me dijo? Que unamujer no tenía que estar sola allá. Yo le dije que iba a estar conustedes y a él no le gustó porque nunca me quiso dejar ir.

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–Ma y usté, ¿se ha recebido de algo? ¿Tiene un título, trabajade algo? ¿Qué hace allá?

–¿Y qué le tengo que decir a usted?, ¿qué hago? ¿Qué esusted? ¿Mussolini es usted? ¿A usté le enseñó Mussolini allá?¿Qué quiere, matarme, fusilarme?

–¿Ma qué dice usté?, ¿ma qué Mussolini? Si yo nunca supeni dónde estaba Mussolini, ni quién era.

–¿Sabé qué pasa? Es un amarrete.Va a poner dos botellas devino para Navidad y quiere hacer como dice él: la festa. E invitaa uno como ellos e te hablan.

–¿Qué es esto? Angiulina, ¿vos escuchá, escuchá esto? ¿Esposible? ¿Yo escucho bene?

–Sí que escucha bien. Denos la plata y nosotros nos vamosporque estamo hartos de estar acá, de esta porquería, de estabasura. Tendrían que tener auto nuevo. Tendrían que ir a la ciu-dad en la casa nueva. ¿Qué le vamo a decir nosotro a los amigonuestro? Que vengan acá en medio del campo a una casucha.

–¿Cómo dice? ¿Cómo dice? ¿En medio del campo? ¿Porqué tiene vergüenza? ¿De quién? Angiulina, ¿no es cierto? ¿Quéme pasa? ¿Qué escucho?

–¡Qué dice, viejo! ¡Qué se hace, el artista! ¿No va al pueblo?¿No sabe lo que es una casa?

–¿Ma qué tiene esta casa? Tiene lo dormitorio, ma las camas.Lo baño con todo. He traído al albañile para reformarla, pa ha-cer de todo. Lo que ustedes dijeron ma la bañadera ma el cosoma el otro coso ahí ma pa lavarse, ma la cocina. Tenemo lacocina, todo como diqueron ustede cuando eran muchacho yestaban acá. Son como la casa de la ciudades. ¿Pa qué ma?¡Mirá qué cocina grande que tenemo para cuando ustede ven-gan con sus amigo!

–¿Acá lo va a traer? ¿A la cocina? ¡Son otras casas papá,otra forma, vaya a la ciudad, aprenda! No es que está mal, esque se vive de otra forma.

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–Usté no está de acuerdo. Su padre e una rata. No e unanimale bueno como la vaca. E un animale maligno. Tiene queesconderlo a su padre. No lo pueden conocer sus amigo. ¿Quéson sus amigo? Usté esconde a su padre. No tene ma padre nimadre. ¡Vayasé! ¡Vayasé, no lo quiero ver nunca ma!

–Mirá, papá, si Venancio se va yo también me voy y no pon-go más los pies sobre esta casa, porque sólo has sabido ser unamarrete y sólo querés a la gente para exprimirla, para que trabajepara vos, para juntar plata y tener más plata y más plata, que eslo único que te interesa. Vamos, Venancio, vamos. ¿Vos Manuelte quedás?

–No. Me voy con ustedes. No venimos nunca más. Que tra-bajen. Quiere la plata sólo mamá. Que se la gaste toda. Pero nonos vas a escribir. No nos vas a pedir que volvamos. No volve-mos nunca más.

–Recuérdenlo siempre. Ma nunca se lo olviden. Han dichoque non vuelven nunca ma, e para Pascuale la palabra vale.Cuando Pascuale se fue de Cosenza, su padre lo echó porquequería dejar el hogar de la familia, pero era muy duro. Venía anuevas tierras…

–Lo contaste setenta veces, papá. Con eso no nos vas a po-ner distintos para que nosotros nos quedemos. Mirá, ni aunquenos des la plata nos quedamos.

–No. Yo sólo les digo que yo me fui para trabajar. Era unhombre decente, trabajador y que quería esperanza para mí ypara los que me seguían, que iban a ser ustede. Para eso hicetodo. Para eso luchamos con tu madre. Para eso hasta el día dehoy hemos trabajado para ustede. Pero veo que se van porquesolamente quieren plata. Es lo único que quieren. Nada ma queplata. No les interesa ni su padre ni su madre, ni la terra esta quehemo luchado tanto. Lo único que quieren es plata. Vayan abuscarla. Nunca ma vengan por acá. Y cuando Pascuale dice“nunca ma” e nunca ma. E primero lo han dicho ustede. Acuér-

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dense siempre que han dicho que yo los iba a ir a buscar porqueustede nunca ma iban a venir. Quédense tranquilo: vayan.Llevensé todo lo que quieran. Vayansé. Angiulina, decí algo. ¿Quéquiere que hagamo? Vos so la madre, la dueña de esto. Hatrabacado ma que yo. Vo dice. Habla Angiulina.

–Que se vayan. Si ello quiéreno irse porque no pueden traera sus amigo acá a ver a su padre y a su madre, que se vayan conlos amigo, como vo dijiste. Que se lleven todo lo que quieran. Sihay plata, dale toda la plata que quieran.

–Ta bene. Así se hace, Angiulina. Mañana vamo a ir al bancoe sacamo la plata e se la damo. Esta noche váyansen al pueblo.Yote voy a tener la plata pa el hotele porque seguro que no tené.Mañana, cuando abre el banco, Pascuale va a estar ahí e le voya decir a lo gerente que me diga cuánto hay así se la llevan. Sevane contento. Van a pasar la Navidade contento con sus ami-go. ¡Vayan, vayan!

Y este hombre cumplió su palabra. Fue al gerente:–¿Pero qué pasa, Pascuale?–Quiero sacare toda la plata.–Pero mire que tiene así (señala una cantidad muy grande).–Dejame lo que tengo para pagare ahora. Para que la gente

no diga que no pago. Lo que sobre...–¿Pero qué le pasa, don Pascuale? Vamos.–Ma, dejame la plata pa pagare. Si te debo, sí, sí. Qué le

debo a la gente lo mese, la quincena y... Vos sacá la cuentamejore que yo. Siempre yo he confiado en vo. Estoy muy ner-vioso hoy. Haceme el favor. Dame esa plata.

–Está bien, don Pascuale. Quédese tranquilo. ¿Pero en efec-tivo?

–E sí, non sé, ¿cómo se la llevan? Dame billete.–Es bastante plata en billetes.–Bueno, ma espera. A vere. ¿Qué hago? ¿Tre paquete? Ma

se, haga lo tre paquete, uno para cada uno con lo que hay.

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–¿Cómo dice?–Tre paquetes iguales, e me lo da.–¿Me espera un poco, Pascuale? Ya lo hago.–Gracie.–Acá están. ¿Quiere que lo acompañe, Pascuale? ¿Quiere

que vayamos hasta su casa?–Ma non. Le doy a mis hijo acá.–Ah, ¿están sus hijos? Vamos a conocerlos.–Sí, están acá, en la sala de espera.Se encuentran el gerente, Pascuale y los hijos.–Oh, ¿cómo les va, muchachos? ¡Qué grandes que están!–Ah, bueno, bueno. Tomá, Venancio. Tomá, Manuel. Tomá,

Ángela. Vayan a tomar el trene, rápido. Adío.–Uy, señor gerente, un momento, me atiende que no... –soli-

cita un cliente.–Momentito, momentito, señor. Don Pascuale, ¿qué le pasa?

Venga, venga al escritorio. Don Pascuale, ¿Qué está pasando?¿Puedo ayudarlo?

–Ma non. Vo no me podé ayudare. Nadie puede ayudare. Yanadie puede. Pascuale se acaba de morire.

–Mire, vamos a hacer una cosa: usted viene conmigo. Vamoshasta la cocina. Usted se me queda ahí un rato. El ordenanza leva a servir un café. Yo voy a atender a la gente que está y des-pués lo llevo a su casa. Usted no se puede ir así.

–Ma, si vo lo decí…El ordenanza saluda:–¡Oh, ¿cómo le va, don Pascuale?! ¡¿Qué dice usted?! ¿Me

viene a visitar?–Me dijo el gerente que me venga a tomare uno café.–¿Cómo anda la quinta, don Pascuale?–Ah, están trabajando, sempre trabajando.–¿Y la señora?–Bene. En casa, haciendo la quinta, la comida.

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–Lo veo medio triste, don Pascuale. ¿Le ha pasado algo?–No. A nosotros no nos pasa nada. Mirá qué mano, mirá la

cara. Sono muy dura. No no hace nada el sol. No no hace nadael frío, ni el calor. No no pasa nada. A vece escucho que ustededicen: “ma a esto gringo viejo nunca le pasa nada”. E tenés razo-ne, Mario: no no puede pasar nada. Mira qué mano: toda dura.No no puede pasare nada. Si la pongo arriba del fuego ni sequema.

–¿Qué tal el cafecito? ¿A ver? Pruébelo, que lo hice especialpara usted. Pascuale, usted sí que es un buen tipo. El otro díaestaba en el colegio y usted llegó con la fruta y les bajó los cajo-nes. Todos decían: “Qué buen hombre es don Pascuale. Québuen hombre”. Porque usted es un tipazo. Si tuviéramos mu-chos como usted… Usted hace todo lo que puede por la gentede acá. La verdad, y su señora también. Mire que hace losbollitos, las tortas. Todos los chicos lo conocen y los grandestambién, más de nombre que de verlo porque usted nunca estápor acá. ¿por qué no viene, don Pascuale, por acá? Usted tieneque ir a las fiestas del colegio, no sólo a dejarles la fruta. Tam-bién al asilo, que les lleva los huevos, las verduras, las frutas.¿Sabe qué contentos se ponen los chicos cuando su señora haceesas tortas?... Y la leche... Qué sería del asilo sin usted... ¿Porqué no va a los actos, don Pascuale? Mucha gente lo quiereconocer. Todos hablan de usted. Muy pocos lo conocen. Y si sedescuida, ni el apellido saben porque todos le dicen don Pascuale.Don Pascuale y la torta de Angiulina.

–¿Para qué queré conocerme? Yo no sé hablar. Yo ¿qué levoy a decir? Yo me visto siempre así. Ustede tiene traje, som-brero. Yo siempre estoy de gorra. Nosotros siempre usamo go-rra, pañuelo al cuello. No ponemo un abrigo, si hace frío, el quetenemo. Haría medio, como dicen ustede, “de payaso”. Yo sonomuy bruto. Yo no sirvo pa la gente.

–Don Pascuale, ¿cómo va a ser bruto usted? Usted es un

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hombre inteligente. El otro día hablaban acá el gerente y el inge-niero agrónomo que fue a ver su quinta.

–Ah, sí. Lo dotore e ingenieri agrónomo.–Decían: “¡Uy, cómo sabe ese hombre de quinta!”, “¡Qué

buen sembrado tiene, qué bien hecho!”. ¿Y el veterinario? Loescuché un día que usted estaba atendiendo una vaca. Él llegó ydijo: “Acá yo no lo hubiera hecho igual. No sé si la hubiera sal-vado a la vaca; pero don Pascuale, ¡qué bien!”.

–Eh, ¿sabe qué pasa? Estoy todo el día ahí adentro, la cuido,ma qué sé yo: trabajo, trabajo, nada ma. Ello son dotore, inge-niero. Ello saben. Ello dicen así porque me ven a mí tan bruto,tan viejo. ’Tonces dicen que yo sé. Pero non e así. Ello son loque saben e si no, yo no lo llamo, viste. Yo siempre quiero quemi fruta sea buena, que la verdura sea buena. Para eso trabajo.Ma vo hacé buen café y lo serví bene. E tu trabajo, e tené quehacerlo bien. El hombre tiene que hacer lo que hace bien, cadavez mejor. Tonce va viendo y mejora y a vece hace mejor y avece hace peor. E cuando hace peor tiene que tratar de mejo-rarlo. Despué e con el tiempo. Tanto tiempo que llevo, tantosaños, tantos años…

–¿Cómo dice, don Pascuale?–Ah, que decía: tantos años que llevo. E tengo que aprender,

cómo no voy a aprender.–Don Pascuale, hay quinteros que hace generaciones que están

y no tienen ni la mitad de lo que tiene usted de bueno. Porqueusted tiene de mercadería lo mejor, todos lo dicen. Y como us-ted que trae para el colegio, para el asilo, para la iglesia, no hayninguno que regale así. No hay ninguno, don Pascuale. Usted esmuy bueno, lo mismo que su señora. A los que no he visto máses a sus hijos.

–E no. Se han ido a estudiare, vio. La ciudá es otra cosa. Tanallá en Buenos Aire. Otra cosa. Nosotro acá, ¿qué somo?

–¿Eh, cómo qué somos? Usted, en el pueblo, donde va es

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don Pascuale.–No, yo sono uno bruto. Por eso ma como decí vo, me es-

condo. Qué va a hacere, Mario. Don Pascuale, don Pascuale,uf...

–Espere, don Pascuale, que me llaman. ¿Señor gerente?–Dígale a don Pascuale que venga, que nos vamos a ir.–Don Pascuale, venga, el gerente ya terminó.–E ma no, señore gerente, yo vuelvo a casa solo.–No, no, no, no, venga conmigo. El chofer va a llevar la ca-

mioneta. Usted viene conmigo en el auto. (Hace una pausa):Hacía mucho tiempo que no veía a sus hijos, don Pascuale.

–Ah, pero ello están en la ciudá. Están estudiando no...–¿Ya se han recibido?–Eh, sí, sí…–¿Qué, le dio la plata a cada uno para comprarse la casita?

Ah, don Pascuale, yo me di cuenta cuando usted me dijo que lehiciera tres paquetes iguales. ¿Sabe que?, yo no le quise deciren ese momento, pero mejor hubiera sido un cheque para co-brar todo junto allá en Buenos Aires, en la casa central, porquellevársela en efectivo es medio peligroso.

–Eh, yo, mirá, lo chico dicen así. Hacen lo que quieren.–Ah, no, por supuesto. La plata es suya, pero, ¿usted no va a

ver allá qué...?–Ma qué voy a ir a hacere yo allá. ¿A vo te parece?–A ver en qué la gastan, cómo la gastan, si van a comprar la

casa bien o...–Bah, son grande. Que hagan lo que quieran.–Pero, don Pascuale, ahí hay muchos años de sacrificio. Ten-

ga en cuenta que ahora está en cero. Yo dejé para pagar la platapara el proveedor de la semilla que ahora va a venir, para lossueldos de los trabajadores. Le dejé alguna reserva para la ro-tura de camiones, y por las dudas de que paguen tarde losconsignatarios de allá. Pero nada más. O sea, no tiene la reser-

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va, como siempre tuvo, si viene mal la cosecha...–E ma, ¿pa qué? Si viene mal la cosecha, vendrá mal. Bah,

de algo viviremo. Tendremo pa la leche, la gallina, lo chanchito,algo comeremo.

–Y no, don Pascuale, no, no. Yo le digo para seguir con los...–E no trabajaremo ma.–¿No se me ofende? Yo creo que más que gerente del banco

soy un amigo suyo. Yo lo aprecio mucho. ¿Le pasa algo grave,don Pascuale?

–Ma non. Bueno, ¿qué me va a pasare a mí?–Me preguntó Mario.–Nosotro los tano viejo, como dicen ustede, somo duro. No

nos pasa nunca nada.–Acá estamos llegando, don Pascuale. Antes de que se baje:

acá tiene un amigo. Cualquier cosa que necesite consúlteme,dígame. Yo trataré de decirle lo mejor posible lo que tenga quehacer. Cuente conmigo. Llámeme y yo vengo acá. Si necesita-mos a otra persona, yo o el padre Juan, la directora del colegio,todos están con usted. Cualquier cosa usted dice y nosotrosestamos acá o usted va allá.

–E por ahora no necesito nada. Cualquier cosa que necesitese lo voy a decire. Tante gracie a todo.

–Buenas tardes, don Pascuale.Agiulina recibe a su esposo preocupada.–Eh, Pascuale, ¿qué te pasa? ¿Por qué te trajeron?–Nada Angiulina, nada. Ya les di la plata a los chicos. Ya se

fueron. Ya está todo listo e vamo a seguir trabajando. He perdi-do mucho tiempo.

–Señor Pascuale –interrumpe un empleado.–Sí, Jorge, ¿qué te pasa?–Vino el corredor de semilla para ver qué íbamos a plantar,

para hacer la reserva y traerla.–E ma ¿hiciste el pedido?

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–No, señor Pascuale, no estaba usted.–¿Y adónde fue?–Dijo que iba a volver ahora, a la tarde.–Ah, ¿qué te gustaría plantare?–No sé, don Pascuale, eso lo ha dicho siempre usted.–Comprá vo. Hacé como si fuese tuyo.–Pero yo tengo miedo, don Pascuale, que...–Animate. Hacé lo que te guste. No tengo gana hoy. Hoy no

tengo gana.–Bueno. Lo voy a ir a buscar entonces y le hago el pedido.–¿Ma qué tengo que hacere? ¿qué estoy haciendo? ¿Dónde

tengo que ire? ¿Qué me pasa? –reflexiona–. Vamo a caminarepor la quinta. Es grande la quinta. Qué grande que es. Tengomucho que hacere, pero estoy cansado. ¿Cómo es posible quePascuale esté cansado? ¿Por qué está cansado Pascuale? EhDío, ¿qué me pasa? ¡Vamo a trabajare, vamo a trabajare! Ahíestá Angiulina con lo plantine de ajíe. Vamo a poner plantine, ahacer lo surco; si no, se atrasa.

Trabaja un rato Pascuale y ahí se sienta sobre el surco deplantines de ajíes donde lo ve Angiulina.

–Bene, Angiulina. Vamo a ver qué ha pasado con la quinta.Dejá todo. Ya hemo hecho todo el trabajo. No tenemo ma nadaque hacere, Angiulina. Sentate en la buena terra. Es nuestra, nosla hemo ganado. Nos hemo sacrificado. Está la vita de nosotroacá y la vita se está terminando, Angiulina. Ma nosotro nopensábamo esto, Angiulina. Tené que hablare. ¿Qué ha pasado?

–Mirá, Pascuale, nunca hablo. Siempre hago lo que vo decí.Vo siempre hiciste lo que creíste que estaba bien y yo te ayudo.Lo chico, lo hemo criado mal, Pascuale. Siempre decimo: laterra te da lo que vo le poné adentro. Si lo cuidá, te sale mejor.Por eso tenemo tan buena quinta, porque la cuidamo mucho.Ma a lo hico, no lo cuidamo, Pascuale.

–Angiulina, ¿ma qué dice? Hemo hecho todo lo que hemo

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podido. Hemo trabajado y trabajado pa que vayan a la escuela,pa que aprendan, para que vivan bien, para que se relacionencon la gente, pa que se hagan amigo. ¿Qué ma, mujer? ¿Quéma?

–¿Sabe qué, Pascuale? Yo me di cuenta cuando se fueron aBuenos Aires de que no eran nuestros hijos, que nosotros noéramos los padres. Fueron los hijos de otros. Nosotros les di-mos la plata, nada más.

–¿Ma cómo Angiulina, ma cómo me decí eso? Todo lo queello han querido yo se lo he dado. Lo mandamo al colegio delpueblo. Vo lo llevaba. Iban con lo chofere. Iban en el carrito.

–Estaban con nosotro, pero no traían a lo chico a jugar acáporque quedaba lejo, porque nosotro siempre trabajábamo,porque no le hacíamo la festa como le hacían a lo otro chico.Ello se divertían en otra casa, con otra gente, no con nosotro. Edespué fueron a la escuela de la ciudá. Ahí los perdimo, Pascuale,ahí los perdimo. Ahí se quedaron pupilo. El cura era su padre.Iban con los otro chico. Nosotro nunca íbamo al colegio. Lomandábamo a buscare. Venían acá y no querían trabajare. ¿Teacordá? No querían ensuciarse. Vivían de otra forma. Estabansiempre esperando pa irse. Hemo plantado mal, Pascuale.

–Eh, Angiulina, ma en mi casa siempre era así. Ma yo noquise que trabajaran la quinta como yo, como vo. Yo quería queello fueran inteliquente, se diviertieran. Sé plantare lo tomate, laespinaca, pero lo hijo no sé educarlo, no sé cómo se crían por-que me crié así y allá siempre se habíamo criado así. Y de todoesto ma yo no conocía nada. Ma yo creí que con todo esto ellolo iban a cuidar. Iban a ser ma inteligente que nosotro. Iban avivire bien acá en la quinta. Teníamo de todo. Yo creí que coneso se iban a ponere contento, como yo me ponía contento cuan-do venía alguien a la quinta y nos daba, ¿te acordá?, una golosi-na. ¡Qué contento! Si comía azúcar la mama gritaba y yo meponía de contento de quedarme sentado mirando lo pacarito.

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Yo no sabía, e vo tampoco. ¿Cómo vamo a enseñare a vivire sinunca supimo vivire? Claro, nunca hablá, Angiulina, ma cómo tefijá. Lo criamo male. Lo pusimo en otra cosa. Lo pusimo en unmundo que nosotro no entendemo. Hemo hecho male. He he-cho male porque no sabía. Nosotro vivíamo en otra forma. Mario,el ordenanza del banco, me decía: “Casi nadie lo conoce, donPascuale. Todos hablan de usted, lo bueno que es. ¿Por qué noviene a la escuela? ¡Cómo habla de usted la directora! ¡Cómo loquiere!”. E claro, yo le dije: “¿Qué voy a ir a hacere, de paya-so?”.

Hace una pausa y vuelve a mirar a su esposa:–¿Qué puedo hacer Angiulina? Yo soy uno bruto. E yo y la

terra, e la terra y yo, e nada ma. No conozco otra cosa. Patrabajare soy bueno, Angiulina. Creía que con eso estaba tuttosolucionato. Estoy muy male. Estoy muy cansado. Me pareceque no me voy a podere levantar.

–Vamo, Pascuale, vamo a la casa. Te acostá. Yo te traigo laleche recién ordeñada. Le ponemo un poco de miel, pa que seama dulce. E qué va a hacé, Pascuale. Hicimo todo lo que sabíamo.Hemo perdido lo padre, la madre, los abuelo, lo hermano. Notenemo nada. Vinimo acá. Quisimo hacer una familia. Noequivocamo, Pascuale, los do. Yo te acompañé. Qué va a hacer.Ya está. No tenemo ma que hacere. Ya está.

Y así, ya sin las ganas, por simple rutina, siguieron adelante.Los dos se empezaron a encorvar. Iban arrastrando las piernas.Nada les llamaba la atención.

El encargado se extrañaba porque a todo le decían: “Bueno,hacelo. Hacelo así. Yo no estoy bien. Manejalo vo. Hacelo así”.

Muchas veces fue don Juan, el cura, a hablarles para quefueran con ellos a la iglesia, pero Pascuale no iba, ya no hablaba.No tenía ganas.

Y poco a poco los dos viejos se fueron secando como seseca una planta. Se va poniendo amarilla, pierde una hoja, otra.

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Hasta que al final murieron los dos. El pueblo los enterró. Todoel mundo los quería por lo que habían hecho.

Los hijos volvieron después. Lógicamente, a vender la pro-piedad y a juntar todo lo que podían.

Años más tarde, el gerente del banco comentaba la historiade Don Pascuale y pensaba:

–Los hijos no eran malos. Pero el excesivo trabajo de Pascualey Angiulina no dio sus frutos familiares, por carencias en su edu-cación y por su ambición de salir de la pobreza, casi enfermiza,en la que se habían criado. Los hijos no tuvieron –concluía– laguía apropiada para desarrollarse en la vida.

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ZENÓN

En el medio de la pampa se destaca un rancho bien construi-do, con su alero alrededor, bordeado de árboles.

A la hora de la siesta se levanta don Zenón y le dice a suseñora:

–Eulalia, prepará unos mates. Me voy a sentar acá.Y mirando así el horizonte observa a lo lejos a un hombre que

abre la tranquera montado en su caballo y se acerca al galopecito.–Eulalia, parece que tenemos visita. Ahí viene un caballo al

trotecito.Se va acercando.–Eh, es Braulio con una mujer en el anca.Llega, se baja, la ayuda a bajar a la dama y ata su flete en el

palenque que tienen a la sombra de la arboleda.–¡Buenas tardes, Tata!–¡Qué dice, Braulio! ¡Ha venido acompañao!–Sí, Tata. Traje a la que va a ser mi compañera para toda la

vida.–Muy bien, hijo. ¡Eulalia, vení, mirá, ha venido el Braulio!–¡Uy, hijito mío querido! ¿Cómo está usté? ¿Y la señorita?–Va a ser mi señora, mamá. Nos vamo’ a acollarar aquí en la

pieza que yo tenía y vamo’ a usar sus instalaciones, si me da subendición.

–Cómo no, hijo. Todo esto va a ser suyo. ¿Qué te parece,Zenón?

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–Muy bien.–Pero Braulio, baje las cosas y yo quiero hablar con usté,

¿eh?, a solas.–Sí, padre.Pasa un momento, viene el Braulio y le dice:–Padre, yo le voy a explicar.–Sí, explíqueme porque me tiene que explicar bastante. Usté

sabe que yo con Segismundo somos muy amigos. Cuando aquíno había nada estábamos Segismundo y yo. Nos hemos lanceaocon el indio y así hicimos nuestro campo. Por eso, cuidao. Nopuedo tener una palabra con Segismundo.

–No, padre, no la va a tener. Yo le voy a dar todas las expli-caciones. Yo con Palmira no quiero saber más nada. Ella me hatratao mal. Por eso yo me fui y ahora vuelvo. Y sí, le voy aaclarar a don Segismundo porque…

–Muy bien. Así se procede, hijo, siempre de frente. A losamigos hay que cuidarlos. ¡Eh, mira, allá viene alguien! Estamohablando de don Segismundo y para mí el que viene es él. Lamanera del flete, viste.

En efecto, llega don Segismundo. Se baja y también ata sucaballo en el palenque. Viene con cara de pocos amigos y mo-dales bastante rudos.

–¡A usté lo quería agarrar! Lo vi pasar allá con su tostau ydije: ése es el Braulio. Me debe una y me la tiene que pagar.Esto no se le hace a un hombre que como yo ha sido como unpadre, porque yo me juego por ustedes, por Zenón, mi granamigo. Usté me ha hecho algo feo.

–Si me deja, don Segismundo, le voy a explicar.–Explique, Braulio. Tiene que explicar bastante.–Mire, la última vez que yo estuve en su casa me dijo la Palmira

que se iba a acostar porque estaba descompuesta y cuando yosalí de su casa me jui allá pa’ las aguadas. El otro día vi que sehabían ido unos cuantos animales. Me los arrié y al cruzar el

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montecito veo dos caballos pastando. Me llamó la atención.Entonces fui a investigar. Tenían montura, estaban equipaos yme pareció que eran de usté. Pensé: “¿qué pasa, quién está poracá?”. Y en eso que miro por ahí cerca, se estaban revolcandoen el pasto la Palmira y el Osvaldo, ese que tiene usté de pión,que tanto lo apaña. Yo justamente para evitar peleas y discusio-nes le dije a mi padre y a mi madre que me iba y me fui. Estuveen un pueblito medio lejano que encontré, y andando así trabajéy encontré a la muchacha que me supo corresponder. Es la quetraía en el anca cuando me vio. Me voy a acollarar con ella aquí,en la casa de mis padres.

–Prepárese para manejar el fierro porque a usté lo achuro.Perdoname, Zenón, pero esta me las paga. Le voy a enseñarcómo sé defender a mi hija.

–Mire, don Segismundo, no se me enoje. Yo no le voy a res-ponder. Si usté quiere acuchillarme, métale nomás. Yo me voy aquedar quietito. A un gran amigo de mi padre como usté no lovoy a enfrentar nunca. Yo no tengo la culpa. Pasó lo que le dije,don Segismundo.

–Usté está cometiendo una falta grave. Está manoseando elhonor de mi hija. No tengo más remedio que destriparlo.

–¿Por qué no vamos a su casa o la trae para acá? Yo se lovoy a decir delante de ella.

–Muy bien. El domingo lo espero a almorzar, y si querés ve-nir, Zenón, vení. Nada más.

Y así fue. El domingo Braulio y don Zenón con sendos caba-llos se fueron hasta lo de don Segismundo. Estaba la gran comi-da como todos los domingos: los hijos reunidos, y este peoncitoque era como un hijo más, el Osvaldo. Se comió, se bebió, sehabló como siempre y cuando terminaron de almorzar, dijo donSegismundo:

–Tomasa, no levantés la mesa. Se quedan todos acá. Tene-mos que hablar y aclarar un asunto muy turbio. Hablá, Braulio.

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Contá lo que me dijiste. Acá está la Palmira que va a escuchar.Entonces Braulio se paró y comenzó el relato, como le habían

pedido. Cuando hubo finalizado, la Palmira dijo:–¡Miente, papá! ¡Es un mentiroso! El sábado ese la ayudé a

mamá en la cocina. No salí de acá.–Muy bien. ¿Tiene alguna prueba?–Que te diga mamá.–A ver, Tomasa, ¿qué dice usté?–Y mirá, Segismundo, yo no me acuerdo. Ha pasado un tiempo

ya y no me acuerdo lo que se dijo y quién me ayudó. Pudo serPalmira. ¿Vos, Negra, me ayudaste?

–Mamá, yo sí.–¿Y quién más estaba?–Nadie, mamá, acordate –asegura la Negra–, la Palmira se

fue a dormir porque dijo que estaba cansada y un poco des-compuesta.

–¿Cómo, Palmira? ¿No dice que le ayudó a su madre?–Bueno, sí, le ayudé un rato. Me fui a dormir porque estaba

descompuesta, papá. Me dolía mucho el estómago.–Y se quedó dormida.–Sí, papá, hasta tarde. Preguntale a Teresa que me encontró

en la cama.–¿Qué dice, Teresa?–Sí, papá. Cuando terminé todo me fui a descansar un rato.

Ya eran como las cinco de la tarde y Palmira estaba ahí. No sé sidormía o no, pero estaba ahí en la cama.

–¿Y usté, Osvaldo?–Patrón, mire, cuando terminé de comer, pregúntele al

encargao de los caballos ahí en el galpón, le pedí mi caballo yme fui pa’l puesto.

–¿Y usté se fue al puesto con su padre y su madre?–Sí, don Zenón.–Y se quedó durmiendo ahí.

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–Sí, don Zenón. Si quiere los voy a buscar pa’ que le digan.El Braulio está mintiendo.

–Muy bien. Ahora, quiere decir que el amigo Braulio hainventao esta historia para ensuciar a mi hija. Es un sinvergüen-za. Yo no lo puedo dejar pasar. El honor de don Segismundoestá en juego. Voy a tener que achurarlo acá, delante suyo,Palmira. Era el hombre con el que usté se iba a casar y me extra-ña mucho que usté no lo defienda.

–Y no, papá, porque él miente. Él dijo una cosa que no escierta.

–Bueno. A ver, vayan a traerme al encargao del galpón queestaba a cargo de los animales.

El encargado se suma a la reunión.–Buenas tardes, don Segismundo. Me han venido a buscar y

no sé qué me quiere preguntar.–Mirá, hace unos cuantos sábados hicimos un asado y el

Osvaldo después de comer te pidió un caballo.–Sí, recuerdo y recuerdo también que la señorita Palmira vino

enseguida que se fue él y me pidió que le ensillara otro.–¿Que la señorita Palmira te pidió que le ensillaras otro caba-

llo?–Sí, señor.–¿Y vos lo ensillaste?–Sí, señor. Yo lo ensillé, lo preparé y le avisé: “Señorita, ya

tiene el flete preparao”, y ella salió no sé pa’ dónde. Yo no pre-gunto, señor.

–Muy bien, ¿qué me dice, Palmira? ¿No se había ido a dor-mir usté?

–Ah, no papá, antes de irme a dormir quise ir a alcanzarlo aBraulio y la verdad estuve recorriendo y no lo encontré más. Fuicasi hasta la casa de ellos, di unas vueltas y no lo vi. Volví y ledejé el caballo ahí y me fui a dormir.

–¿Y por qué no lo dijo antes? Primero dijo que había lavao

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los platos. Después dijo que se había ido a dormir porque esta-ba descompuesta y se había olvidao que había salido detrás delBraulio y detrás del Osvaldo, y que tardó bastante en volver.¿Estaba enferma o no? Porque yo me pongo muy nervioso,Palmira, y aunque no la voy a achurar a usté porque es mi hija, lavoy a echar de esta casa como corresponde porque aparte ustéestá ensuciando el honor de un buen muchacho. Ah, no llore, nollore porque llorar, hay muchos que lloran, después de hacermuchas macanas. A mí esto me está confirmando que usté seportó muy mal con el Braulio. Y eso que el Braulio no habíadicho una sola palabra hasta que yo lo obligué, porque quieroaclarar las cosas y estas cosas se aclaran ahora. ¡Ah, que ustées la novia...!

Llega don Gervasio, el padre de Osvaldo.–Buenas tardes, don Segismundo. Acá estamos. Mire, para

aclararle que el Osvaldo ese sábado sí llegó con el flete y, no séla hora que sería, las cuatro, las cinco de la tarde.

–Ha tardao mucho, hijo mío, pa’ llegar hasta su casa. De acáal puesto en quince minutos, veinte, se llega.

–¿Cómo, don Segismundo? No, mi hijo llegó a esa hora. ¿Quéhiciste? ¿Qué has hecho para que don Segismundo esté tan eno-jado? Antes de que te mate él te ahorco yo. Decí acá la verdad.

–Y... nos fuimos con la Palmira. Nos fuimos p’al monte. Hacerato que íbamos seguido p’al monte porque yo la quiero a laPalmira y la Palmira me quiere a mí.

–¿Y por qué no lo dijeron?–Y, porque estaba el Braulio.–Ah, ¿y prefieren meterle los cuernos al pobre Cristo y no

decir lo que está pasando?–¿Cómo, hijo? Sos una porquería. Perdón, don Segismundo,

usté siempre me ha tenido confianza. Yo le he respondido siem-pre porque somos así nosotros, de una pieza; pero a éste legarantizo que lo mato a lonjazos.

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–Gracias. Gracias, Gervasio, gracias. Yo sabía que vos meibas a responder porque hace muchos años que nos conoce-mos. Vos sos uno más de la familia, un trabajador acá; pero estecrío igual que la mía han salido malditos.

Y doña Eulalia le dice:–Segismundo, dejala a la muchacha, perdonala. Me confesó

que va a tener un hijo.–¿Cómo?–Sí. Dice que está embarazada del Osvaldo. Yo no quería

que esto se supiera porque sé el carácter que tenés.–Que se vayan de esta casa. ¡Que se vayan rápido! ¡No pue-

do matar a nadie! ¡Que se vayan, les digo! ¡Que se vayan con loque tienen puesto! Dale un caballo a cada uno y que se vayan deuna vez. No los quiero ver más en la vida. ¿Qué me han hecho?Y han ensuciao a un pobre muchacho… Son una porquería.Son de lo último que hay. ¡No los quiero ver más! ¡Váyanse porfavor!

–Vamos, Osvaldo, vamos. Venga, Palmira. Vengan pa’ mi casa.–Muy bien, Gervasio. Yo te lo agradezco, pero acá en mi

casa no los puedo tener más. ¡Que se vayan, que no vuelvanmás! No me los nombres más, Gervasio, no me los nombresnunca en la vida. Hacé de cuenta que se han muerto. Perdoname,Zenón… Perdoname, Braulio. Con tu padre somo amigos dehace tantos años… Tantas cosas hicimos juntos, cuando veníala hinchada… y nos hemos salvao de suerte. Despué hicimos lafamilia y el rancho. Siempre trabajando y trabajando y el dearriba me hace esto. Perdoname, Zenón, por haber desconfiao.Pero qué querés, si una hija te dice eso. Perdón Braulio. Sé queno me vas a perdonar nunca, pero qué voy a hacer. Déjenmesolo por favor. Vayan ustedes. Déjenme solo.

Así terminó ese desgraciado día. Las cosas fueron pasando.Tiempo después la Eulalia le dijo:

–Tenemos un nietito.

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–No lo quiero ver.–Sé bueno, Segismundo. Es la vida. También uno se equivo-

ca. Son chicos. Han hecho una macana. Perdonalos y tomá a tunieto en los brazos. Vamos, vamos a hacer una fiesta.

Y don Segismundo, ya viejo y encorvado, muy avejentado enel último tiempo por la noticia, dijo:

–Vamos a invitarlos también a don Zenón, a doña Tomasa, aBraulio y a su señora. Vamos a hacer la fiesta, vieja. Vamos ahacerla en el pueblo. Total yo hoy o mañana me muero. Esto nopuede seguir así. Qué va a hacer. Llamámelo al Zenón.Mandámelo a buscar por favor que me siento mal, muy mal,Eulalia. Me siento mal. Quiero abrazarlo al Zenón. A lo mejor esla última vez. Mandá a alguno, eh, mandá a alguien rápido.

Lamentablemente don Zenón y Braulio llegaron tarde.

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ENSEÑANZAS DE LA MISERIA

El fiscal comienza su alegato:–Señor juez: reclamo para estos tres inadaptados, criminales,

asesinos confesos de una maldad temeraria, la pena mayor quepermite nuestro Código Penal. Fundamento esto en lo siguiente:Han azotado la ciudad durante varios años. De los tres que es-tamos juzgando que sobrevivieron al tiroteo, al igual que los otrosdos que perdieron sus vidas en el enfrentamiento con la policía,tienen desde su tierna infancia robos, arrebatos, asaltos a la pro-piedad privada, destrucción a cuanta mujer, hombre débil enfer-mo, persona distraída pudieron. O sea, toda la gama de delitosposibles e imaginables. Yo considero que son lacras sociales.Como estos criminales tenemos cientos y cientos desparrama-dos a lo largo y a lo ancho del país. La policía bien se quedódormida; pero una vez que los hemos encontrado a estos seño-res y hayamos probado todo, como representante del pueblopido la pena máxima, y espero que se me conceda para que seaejemplo para los demás que, como éstos, hombres sin entrañas,sin convicciones, no se vuelvan a repetir. Espero que mis cole-gas hagan exactamente lo mismo y así, a fuerza de castigo ycastigo logremos que se termine el vicio, la corrupción, el cri-men.

Se escuchan estruendosos aplausos del pueblo que está en lasala.

El juez pide silencio y una vez serenados los ánimos, dado

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que el pueblo estaba muy enardecido por todos los aconteci-mientos que pasados de crímenes, asaltos, violaciones, toma derehenes, quiere en estos criminales dar una lecciónejemplarizadora para todos los demás.

Por consiguiente, el juez llama a la defensa para hacer su des-cargo.

El abogado defensor se pone de pie y dice:–Señor juez, si usted nos permite y nos acepta, uno de los

inculpados quiere exponer en defensa de él y yo asistiré legal-mente a los otros dos. Él se dirigirá a usted y al pueblo paraexplicar por qué han llegado a esta instancia.

Concede el juez el pedido y entonces un muchacho de veitidósaños se para y dice:

–Me voy a dirigir al señor juez, al señor fiscal que está pre-sente, al pueblo que recién aplaudió a rabiar, el pedido de micondena plena y las de mis compañero’. También solicitaría queesta palabra se la hagan llegar a los señore’ legisladore’, al señorgobernador, al señor presidente, a los maestro’, más que nada alos maestro’, a todo aquel que tenga poder directriz en este, mipaís. Señor juez, yo he nacido en un hogar –lo llamo así porqueno tengo otra forma de decir–. Eso no e’ un hogar y si usted oquien quiera no me cree o no entiende, o no sabe cómo es, si medan permiso quisiera llevarlos para que ustede’ vean, sientan,oigan, perciban de dónde provenimo’, cómo nos hemo’ criado.No digo cómo nos han criado, digo cómo nos hemo’ criado,cómo hemo’ sobrevivido mis compañero’ y tanto y tanto com-pañero que hay en este país, que según ustede’ somo’ crimina-les.

El joven hace una pausa y prosigue:–Tienen razón. Sí, señor, somo’ criminale’, somo ladrone’,

tienen razón. Pero recuerden: ustede’ son nuestro’ grande’ maes-tros. Son quienes no han mandado a hacer eso. No nos handejado otra oportunidad. Nos han obligado a vivir así. No no

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dieron alternativa, señor juez. No teníamo otro camino para ele-gir, señor juez. Es lo único que conocimo’. Es lo único dondepudimo’ sobrevivir, señor juez. Usted, el señor fiscal, el pueblono me creen. Tienen toda la razón. Por eso insisto: vengan con-migo y yo lo’ llevaré en la recorrida. Despué’, cuando volvamo’,dentro de una semana o quince día’ porque, no, no e’ una reco-rrida al zoológico, dar una vueltita por la jaula y tirarle’ maníe’ alos mono’, pasto a lo’ elefante’, no. Ustede’ deberán entrar en lajaula conmigo y convivir con mis compañero’, con mis herma-no’, con gente que no conozco que está por acá y en otro lugare’del país y son muchos, señor juez. Si usted me concediera esagracia, creo que Dios los reivindicaría de tal forma que casi po-dría decir que lo’ coronaría como santo, porque así las autoridade’y el pueblo sabrían lo que están haciendo con nosotro’, con losanimale’ del zoológico.

Ahora cambia el tono de voz.–Yo le voy a contar mi pequeña historia que es real, que es

auténtica, la misma de mis compañero’ y de tanto’ y tanto’ her-mano’ y compañeros de desgracia. Somo’ todos miserable’,señor. y no tenemo’ otro camino, señor. Yo nací, tenía un herma-no mayor y una hermana. Era chiquito. Correteaba en el piso detierra descalzo con una ropita muy frágil. Me dolían lo pies, medecían. Despué’ me enteré que hacía frío. Estaba siempre conlos moco’. Dormía, señor juez, en el suelo. Con unas piedra’había hecho mi hermanito un montículo al que había emparejadoy puesto unas maderas y ahí arriba, habíamo’ conseguido mu-chos trapo’ viejos para que sea má’ blandito, y con unas manta’que habíamo’ conseguido tiradas yo me tapaba del frío. Mi her-mana y mi hermano tenían má’ o meno’ lo mismo. Mi mamátenía un elástico, le decían, puesto sobre unas piedra, y tambiéntenían así, vio. La luz era con velas porque no hay luz dondenosotro’ vivimo’. La ropa, tenemo’ muy poquita. Poníamo’ cla-vo’ en la pared y la colgábamo’ de allí. A lo mejor conseguíamo’

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alguna’ zapatillas que nos iban más grande’ o un poquito máschica’, pero nos poníamo’ contento cuando las conseguíamo’.Les poníamo’ un poco de papel en las punta’ y así las usábamo’.Agua teníamo’ que ir a buscar lejo’, que me acompañaba mihermanito. Él vendía diario’. Mi hermanita le iba a ayudar a laspersona’ en el barrio. Siempre conseguía algo para comer. Mimamá, no sé, salía y traía siempre algo para comer. Hacíamo lacomida en un brasero. El baño lo teníamo’ lejo’, era de chapa.Así vivimo’ todo. Mi papá, no sé, trabajaba. Má’ de una vezvenía borracho. Nos pegaba. Le pegaba a mi mamá. Se acosta-ba a dormir. Gritaba. A nosotro’ nos mandaba afuera porqueteníamo’ una pieza grande, dormíamo’ todos ahí. Despué un díami papá no vino má’. Venían hombre’ a visitarla a mi mamá. Sequedaban a dormir con mi mamá. Sí, me acuerdo: mi hermanitauna mañana lloraba y yo le decía: “¿Qué te pasa, querida, qué tepasa?”. “Nada, nada. Salí de acá. Andate salí andate andate”. Ylloraba y lloraba. Mi mamá se peleó con ese hombre y discutía:“Te voy a matar”. Pobrecita mi hermanita, cómo lloraba. Y bue-no. Así fui haciendo las cosa’ y entonce’ mi hermanito me dice:“Mirá, nosotro’ en vez de hacer mandado’ nos vamo’ ahí a laavenida y hay un señor. Le pedimo’ plata y se la damo’ a él y éldespué’ nos da para nosotro unas moneda’. Yo que soy másgrande voy a limpiar vidrio’ de los autos”. Y entonce’ así nosponíamo’ contentos porque nos llevábamo’ unas cuanta’ mone-da’ a casa y nos podíamo comprar por ahí algún caramelo, unchocolatín. ¡Qué bueno! Y bueno. Fue así que un día mi mamádesapareció. No vino má’. Preguntamos’, preguntamo’, no vinomá’. Mi hermanita que ya tenía como catorce, quince año’, por-que bien no sabíamo’ cuánto cumplíamo’ porque no estábamo’,no sé, mamá decía que no se acordaba, y empezó a ponersegordita. “¿Por qué, qué le pasa?”. “Va a tener un nene”. “¿Cómo?¿Cómo va a tener un nene?”. “Sí, vamo’ a tener un hermanito”.“Uh, bueno, qué sé yo”.

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Todos escuchan atentamente el relato del joven.–Y entonce’ un día estábamo ahí pidiendo limosna y vino la

policía y nos agarró con mi hermano. No llevaron a la comisaría.Y ahí no’ llevaron con todo los chico’ a un lugar grandote quedicen que era un reformatorio. Había un montón de chico’. Ybueno, dicen: “De acá no te podés ir hasta que no venga tu papáo tu mamá a buscarte”. Entonces mi hermanito le dice: “Sabequé pasa señor, que no sé, mi papá un día se fue, no vino má’”.“¿Y tu mamá?”. “Y un día se fue de la casa y no vino. Hacecomo una semana, quince día’ que no viene”. “¿Y quién está?”.“Y, mi hermanita hace las cosa’ en mi casa. Y nosotro’ e’ loúnico que hacemo’ con un señor”. “¿Cómo ‘con un señor’? ¿Nose quedan ustedes con la plata?”. “No, hay un señor”. “Noso-tros no vimos a ningún señor”. “Sí, un hombre grandote. Estásiempre ahí parado, y si no le llevamo’ plata nos pega”. “¿Vossos mentiroso?” “No señor, no”. Me dio unos cachetazo’ pormentir. Yo me puse a llorar. Mi hermanito me agarró y me dijo:“Vení, vení”. Y ahí nos quedamo’ arrinconadito’ porque noconocíamo’ a nadie. Los demá’ eran grandote’, nos empujaban,no’ pateaban. Y a la noche fuimo’ y dormimo’, mi hermanito meprotegía, dormimo’ en un rincón, sentadito’ porque no teníamo’dónde dormir. Y así estuvimo tre’ o cuatro día’. Apena’ nos da-ban de comer, los grandote’ no nos dejaban comer. Nos pega-ban y nos decían: “Si le decí’ al celador te reviento”. Y vino unseñor y dijo: “Bueno, vamos a ver dónde viven ustedes. Los voya llevar a su casa”. Bueno, nos fuimo’ con el señor. No llevó enel auto. Dice: “Eh, pero acá no se puede entrar. Es de barroesto. No voy a ensuciar todo el auto”. “Y no, señor, nosotro’vivimo’ como a cuatro cuadra’ de acá”. “Bueno, vamos a ver,porque tengo que ver dónde viven”. Bueno. Bajamo’ con estosdo’ hombre’, eran do’, y fuimos caminando. La casa estaba todaabierta. Ya no estaba má’ el elástico de la cama. Nos faltaba lamesa. “¿Che pero acá quién vive?”. “No sé, tendría que estar mi

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hermanita”. Entonce’ preguntamo’ ahí a unos vecino’. Dicen: “¿Lanena? No, la llevaron al hospital porque se había descomnpuesto”.“¿Qué le pasaba, estaba enferma?”, le dijo el hombre. “No”,dice, “va a tener un bebé”. “¡No! ¿y cuántos años tiene?”. “Y,como quince”. Nos mira y nos dice a nosotro’: “¿Y ustedes doscómo van a vivir acá? Bueno… ¿Y dónde te habían agarrado avos?”. “Eh, ahí, señor”. “A ver si ese hombre que vos decís sehace responsable por vos”. “Bueno. Vamo’ hasta la avenida yhablamo’ con ese señor”. Él le dijo: “Sí, estos dos cachorrostrabajan pa’ mí, quédese tranquilo. No hay problema. Son bue-no’ pibe’. No hacen nada”. “Bueno, ojo, eh, el que cae de vuel-ta por ahí…”. Entonce cuando se fueron ellos nos dijo: “Pedazode pelotudos, se dejaron agarrar, tarados”. Me tiró de las ore-jas. A mi hermano también le dio una patada en el culo. Le dijimo´:“No no’ dimo’ cuenta. Venía un señor caminando”. “Bueno, hayque tener cuidado. Los tiran los hijos de puta, andan así, boludos.Hay que avivarse. Hay que olfatearlos. No hay que dejarse aga-rrar. ¿Y vos por qué le dijiste de mí?”. “Y, porque no teníamo’ anadie”. “¿Cómo no tenés a nadie?”. “Y, no, mi mamá, no sé,desapareció. Mi hermana dicen que va a tener un bebé”. “¿Cómoque va a tener un bebé? Ah, flor de loca debe ser”. “Che, nodiga eso de mi hermana”, le dije. “Cállese la boca usté’, estúpi-do. Bueh. Van a venir a vivir conmigo allá con los otros mucha-cho’”. Nos pusimo contento. Creíamo’ que íbamo’ a vivir enuna casa. Entonce, bueno, a la tarde pasó en la camioneta. Yhabía como diez chico má’. Subimo.

Nadie se atreve a interrumpir el relato del muchacho, quecontinúa:

–Nos saludamo’ con los pibe’. “Ah, ¿qué hacés, cómo tellamás?”. “Julio, Oscar” y así. Subimo’ a la camioneta. Los otro’eran canchero’. Fuimo’ a la casa. Una casa vieja, destruida, os-cura. Bueno. Había unas cuanta’ cama’ por ahí tirada. “Buenoche, a ver, háganse la comida”, dijo el señor. “¿No me da una

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moneda, como siempre?”, le pregunté. “¿Cómo te voy a darmonedas, pelotudo? Te tengo acá en mi casa. Te doy de comer,de dormir, todo. Vas a tener todo, te voy a dar para vestir, vas atener de todo. ¿Cómo te voy a dar monedas? No, vos trabajá.Yo me encargo de todo”. “Bueno, y hay poca comida”. “Bueno,fijate, verdura, qué sé yo. ¿Che, no fueron al mercado hoy?”.“Sí, pero no había”, contestaron. “Andá a la verdulería de acá.Ustedes vayan a ver cómo se hace. Tomá, vos comprale un kilode papa, un kilo de zanahoria, que lo vamos a poner todo ahervir, un kilo de cebolla. Y vos Martín, que sos rápido, con elCuqui afanale la fruta por el otro lado. ¡Vamos, lo quiero rápido!Ustedes dos no se hagan ver, que son dos pelotudos. Van aaprender porque después lo van a tener que hacer ustedes”.Bueno, fenómeno. Al rato vinieron los muchachos. Se morían derisa, qué sé yo, que le habían robado un montón. Fuimo’ devuelta. Él nos iba dejando en las esquina’, por la avenida, teníatodo el pedazo de la avenida. Nos escondimo’. “Nos van a lle-var preso”, le decía a mi hermanito. “No, boludo, no”. Se pusie-ron a charlar el hombre y otro tipo bien vestido. Charlaron unrato. Seguimo’, los fue dejando a los muchacho’ que tenían queparar. Nos dejó a nosotro’ en esa esquina que teníamo con otrospibe’ má’. Se fue. “Esperen que después vengo. Ojo”, nos avi-só. Y así fue pasando el tiempo. Y nos dice: “Pelotudo, escuchame,fijate la vieja ésa o fijate el Eduardo. Ves, vos vas a la vieja y lepedís limosna. Cuando la vieja abre el monedero el Eduardopasa corriendo y se lo arrebata”. Bueno. Y así robaban los mo-nedero’. A los viejo’ los encerrábamo’ entre todo’, losempujábamo’, los tirábamo’ al suelo y les sacábamo’ las cosa’.Y así seguimo’. A veces venían algunos tipos y nos sacaban todolo que teníamo’. Nos gritaban. Nos subían en el auto. Nos pe-gaban. Y despué’ de darno un paseo nos largaban en cualquierlado. Yo una vuelta me perdí porque a mí me dejaron en un lugary a mi hermanito en otro. Ello’ eran má’ grande. Pero me costó

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un trabajo bárbaro llegar. Dormí en la calle ese día. Y así. Un díame agarraron y me llevaron a un reformatorio. Estaba solo. Lle-varon en la camioneta a un montón de chico’. Llegamo’ al refor-matorio. Estaban lo má’ grande. Nos mandaron a dormir. “Ah,vos sos nuevo. Mirá este pelotudito”, dijo uno. Nos agarraron anosotro’ do’ también. Me da vergüenza decirlo. No’ violaron.Se abusaron todo de nosotro’. Así era la ley del reformatorio:“Acá cuando entrás te lo rompemos. Así sabés quién manda”. Yyo le tenía que hacer la cama a uno. Me mandaba a traerle cosa’,si no, me golpeaba. Y yo tenía 9. Ello’ eran grandote’, teníancomo 16, 17. “Mirá que yo maté a varios. A vos, pendejo demierda, te doy una patada en la panza, te parto en cuatro”, meamenazaba. No, yo era flaquito porque siempre fui desnutrido.

Sigue el testimonio con lujo de detalles.–“¿Vamos a usar el cuchillo?”, me dijo. “No, yo no sé usar el

cuchillo”. “Che, este boludo no sabe usar cuchillo. Vení”. Yentonce’ me enseñó. Le dije: “Uy, me viene bien pa defender-me”. Porque vio, señor juez, donde te agarraba uno de éstos teviolaba. Entonce me fui haciendo bueno con el cuchillo y ya nose me acercaban así nomás, un día a uno le di un puntazo. “Éstees medio bravo”, me dijo el que era mayor que yo. Y cuando sevino uno a atacarlo lo encaré y se la di en la panza. Era flaquito,rápido, ágil. Entonce’ me empezaron a respetar y me fui hacien-do medio bueno. Y entonce’ yo ya me violaba a algún pibito. Yun día nos escapamo’. Yo creo que nos dejaron escapar a unoscuanto’. Y yo a mi hermanito no lo vi má’. A mi hermanita tam-poco. Y bueno. Nos fuimo pa’ una villa, porque esto’ eran deuna villa. Ahí conseguimo’ pa’ quedarnos. Había unos tío’ deestos. Y entonce’ salimo’ a organizarno’ nosotros. Y entonce’agarramo’ y fuimo’ ahí. No había nadie en lo’ semáforos.Empezamo’ a limpiar vidrio nosotro’. Y cuando vimo’ que teníanel vidrio abierto’ los tipo’, no sé, yo le ponía el cuchillo en lagarganta. “Hijos de puta”, nos gritaban. Y me salió bien.

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Tresciento’ cincuenta peso’ le saqué. ¡Qué panzada! Tomamo’cerveza, vino, compramo’ masa, hicimo’ un asado. ¡Qué bárba-ro! ¡Qué festichola! Y ya empezamo’ a vivir bien. Despué’ elrata también embocó a una gorda. Ah, la gorda se meó. El ratale manoteó la puerta, le puso el cuchillo en la panza y la gorda semeó. Le sacamo’ todo a la gorda. ¡Qué plata, qué bueno! Teníaguita en la cartera, tenía anillo, tenía una pulsera. ¡Qué bueno! Yen una de ésas, pac, nos agarró la cana. Y bueno, a veces sepierde. Nos dieron una paliza. En ese momento no teníamo’ gui-ta, andábamo’ mal porque la guita nos la gastábamo’. Qué íbamo’a guardar la guita, dónde la íbamo’ a guardar. Despué’ de lapaliza nos largaron. Fuimo’ y estaba uno que le decíamo’ el Loco.Se consiguió un revólver. Un día se metió en una casa con elcuchillo, qué sé yo. El tipo tenía un revólver. ¡Qué revólver lin-do! Y ahí pasamo’ al frente. Entonce’ empezó a afanar. Ya gran-de. Y le daba. Estábamo’ todos contento’. Sí, y si vamo’ a afa-nar un auto tenemo’ que aprender a manejar. Bueno. Y ahí uno’muchacho’ del barrio de la villa nos enseñaron a manejar. Eranmás grande que nosotro’. Un viejo boludo estaba sacando elauto. “Sí sí a este hombre. Lo bajamo’”. Se bajó el Loco: “Dameel auto. Dame el auto, hijo de puta”. Y el viejo se asustó, viste, yeste le tiró, lo reventó. Cuando el viejo se cayó, le tiró de vueltay salimo’ con el auto rajando. Y el Loco era loco. Cuando fue adoblar en la plaza, ¡a la mierda!, fuimo’ contra un árbol. Mierdalo hizo al auto. Salimo del auto ensangrentado’ todo reventado.Tuvimo que empezar a correr. Menos mal que al que le decían elMoncho, que nos había llevado, nos había seguido con el auto yfuimo’ de vuelta pa’ la villa. Y así pasó. Bueno. Y así pasó uno yotro. Bueno, sí, la verdad, nos metimo’ en alguna’ casa’. A algu-no tuvimo’ que matar, vio. Alguna vez fuimo’ preso’. Nos cagarona patada’. Nos dijeron: “Bueno, escápense, pero acuérdense,que nada es gratis en esta vida. Tarde o temprano los vamos aencontrar. Así que es mejor que vos nos encuentres a nosotros”.

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Y así rajamo’. Y otra vuelta fuimos al orfanato. Y una vuelta mequedé unos cuanto’ mese’ ahí. Nos enseñaron un cacho unasletra’. Como éramo’ grandote’ y no sabíamo’ leer… Nohabíamo’ ido a la escuela. Y dónde íbamo’ a ir a la escuela,señor. Cómo quiere que vaya a la escuela, cuándo voy a ir a laescuela. Adónde voy a ir a la escuela. A qué escuela voy a ir…Fui al barrio a buscar a mi hermana. No, no había vuelto má’.Mi hermano, tampoco. Nadie sabía nada. Y bueno. Me volvícon la barra que había hecho ahí. Y qué íbamo’ a ir a trabajar.Adónde. Si no sabíamo’ hacer nada. Tomábamo’ cerveza, nosemborrachábamo’. Estaba la droga. Vo’ te la tomá’ y no pensásen nada, te sentís fuerte, parece que volás. Si agarrá una mina lareventás, te sentís valiente. Si tené’ el revólver gatillá’ como loco.Es una fiesta.

Todo el mundo enmudece. Mientras, el joven avanza:–Y así, nos vinieron a buscar uno’ muchacho’. Dice: “Che

vení”. Eran de la villa. “Nosotro’ vamo’ al club de fútbol, entramo’grati’. Por ahí nos dan uno’ mango’ porque nos dan más entra-das, entonce’ nosotro’ las vendemo’ y nos sacamo’ uno’ man-go’. Vengan, déjense joder”. Nosotro fuimo’. “Por ahí ’ta enotra barra, viste. Éste quiere venir a afanar lo’ trapo’ y hay quedarle algún puntazo por ahí”. Un día vino un hombre, dice, quésé yo dice: “Che, vengan en dos micros”. “¿Por qué, adóndevamo’?”. “Vamo hasta San Nicolás”. “¿Y adónde vamo’ a ir enSan Nicolás?”. “Vení a San Nicolás. Hacemo’ un asado de sanputa”. Hizo un asado, vino. “Vení, te damo’ uno’ mango’, despué’cuando venimo’”. “¿Y qué tenemo que hacer?”. “Nada, gritan.Cuando va uno ahí que habla ustede’ gritan a favor del tipo, quésé yo. Acá están los trapo’. Vamo’ en el micro gritando”. “Bue-no fenómeno, macanudo”. Pa’ nosotro e una diversión. ¡Quécarajo nos importa! Y bueno. Así nos divertíamo, vos sabé’. Yhabía elecione’, íbamo’ todos los día’ pa’ acá y pa’ allá. Y sihabía alguno’ boludo’ que gritaban en contra, ¡la que se armaba!

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Le dábamo’ unas cuánta’ trompada’, viste. Poníamo’ cartele’. Yasí fuimo’ escalando. Hacíamo’ guita. No te dura, viste. Porquevi’te cómo es eso. Venís, te emborrachá’, tené’ cien peso’ en elbolsillo, te emborrachá’, ¡a la mierda! Cuando te despertaste notené’ má’ nada. Y bueno, mala suerte. Pero siempre andábamo’con guita porque ahí la guita está. Morfar, morfábamo’ fenóme-no. Viajábamo’ en micro. Íbamo’ a dormir siempre a las casa’.Ello’ nos llevaban a hotele’, nos llevaban. Bueno, hemo’ hechocada viaje con el Moncho y el Loco, ¡Dios me libre! Y nos hicimo’una barra como de cuarenta, despué’. Porque despué’ íbamo’por cuenta de nosotro’. Llenábamo’ el micro nosotro’. Y yo fuicreciendo y, como era medio rápido, me conseguí una Brodwinun día. Lo hicimo’ mierda a un cana. Y sí, nos iba a tirar, je je. elLoco estaba afanando y el cana apareció y le dijo: “¡Quedatequieto, volá a la mierda que te vuelo la cabeza!”. Yo estabatranqui, no iba a esperar al Loco que lo aguante. Lo reventé alcana y le saqué la pistola. Me hice de la pistola. Linda, 9 milíme-tro’. Despué’ conseguimo’ balas, es fácil. Y andaba siempre cal-zado, por las dudas viste, y el cuchillo. Con el cuchillo era bue-no. Y así fue, qué sé yo. Despué’, ese señor que nos llevaba ahía gritar, teníamo’ los abogado’, viste. Cuando caíamo’ en alguna’taban ellos. Había que ponerse, no te lo hacían grati’, eh, no nono. Mire que vive mucha gente con lo que nosotro’ hacemo’.Nosotro’ no robamo’ pa’ nosotro’ solos. Nosotro’ tenemos querepartir mucho, entre mucha gente, ¡guarda! A vece’ nos sueltanporque nos olvidamo’ y enpezamo’ a hablar. A veces nos matanporque hemo’ hablado. No e’ tan fácil la cosa. Sí señor, es muydifícil. E’ muy difícil vivir como vivimo’ nosotro’. No dormimo’mucha’ vece’ en el mismo lugar. A vece’ por culpa nuestra, peroa vece’ porque a lo mandamase’ de allá no le conviene o sevoltean entre ello’ y nosotro’ pagamo’ la culpa. Es así, señora –dice el joven mirando a una mujer presente en la sala–. Usté’ talvez se ríe o se espanta. Tiene miedo, no ’cierto, verme tan cer-

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ca. No la voy a matar, señora. Yo mato cuando estoy drogado,cuando estoy encerrado. Como el tigre, ¿vio? Si usté’ al tigre loarrincona el tigre lo mata, tiene que escapar, señora. A mí mepasa lo mismo. Yo no tengo como su hijo un lugar donde dormir,una madre, un padre que me compre un auto, que me mande ala escuela. Yo no tengo, señora. Yo soy un guacho. ’Tonces es-toy como el tigre. A todo’ mis amigos le’ pasa lo mismo. Vamo’,qué sé yo, de ese lugar donde nacemo’, donde vivimo’ osobrevivimo’, al orfanato, a la cana, de vuelta afuera, dormir enla calle. Nunca nos espera nada, la borrachera, la droga, cantaren un micro, gritar por alguien. No tenemo paz, señora. Nosotro’nunca estamo tranquilos. Por eso yo los quiero llevar a ver cómovivimo’.

El testimonio sigue sorprendiendo a todos.–Y no conté que encontré a mi hermana. La encontré donde

nosotro’ decimo’ un puterío. Ustede son mejor hablado’, le di-cen un prostíbulo. Esos sinvergüenzas. Mi hermana nunca fueuna sinvergüenza, señor. Cómo lloramo’ el día que la encontré,cómo lloramo’. Mi hermana era de buena… No era una loca,como dicen ustede’, señora, no. Me subía en las rodillas y meabrazaba porque yo tenía frío. Yo le decía: “Me duele, me duelela panza”, porque no había comido, señora. “Me duelen los pie’”,y entonce agarraba unos cachos de trapo y me lo’ envolvía y seme ponían calentito’. Y ella me abrazaba y yo me ponía conten-to. Y me conseguía pa’ hacerme un mate cocido, un cacho ’epan. Yo le daba un beso, la quería y ella me quería. Era de bue-na… Hasta que ese señor le hizo eso. Despué’ cuando fui gran-de entendí lo que le había hecho. Cómo lloraba ese día, pobrecita.No era una mala chica, no. Usté dirá que mi hermana era esoque dicen ustede’ de cuatro letra’. Yo no lo quiero decir porquemi hermana nunca fue eso. Mi hermana era una gran mujer comousté’, ni má’ ni meno’. Si hubiera estudiado, si hubiera tenidouna casa, yo le digo que sería como su hija; pero, claro, no tenía

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mamá. La mamá, qué sé yo, qué sé yo… Por eso, señora, nodiga que somo’ malos, que somo criminale’. E’ como el tigre, auno lo arrinconan. No tenemo’ salida, señora. Mire, por el Loco,el Moncho, por mí, ¡qué nos importa!, si no sabemos ni vivir.Mátenos, como gritaba usted: “Que los maten, quiero que losmaten”. Yo también quiero que nos maten, que así se termina,señora. Se termina de una vez. Esto no es vivir lo que hacemo’nosotro’. Es morirse todo lo’ día’ un poco. Usté tiene razón: quenos maten. Pero yo tengo mi razón, señora. Quiero que me es-cuche: hay muchos muchos chicos que si usté’ quiere, recuérdelo,fíjese, míreme, no van a ser como yo. Pero no es cuestión deque usté le tire maní como a los mono’. No necesitan manís, selo consiguen como me lo conseguí yo, como todo lo’ mucha-cho’. Necesitan que le’ den colegio, señora, que le den un lugardonde vivir, no lujo, que vivan bien, que coman, que vayan a laescuela, que los respeten, que no los violen, que les enseñen aleer, a escribir, a trabajar. ¿Por qué no le’ enseñan a trabajar envez de usarlo pa’ pedir limosna, pa’ robar? Por favor, señora,dígale usté’ a los juece’. A usté’ la van a escuchar. Ahora, ahoradígale: “Señor juez, vamos a darle un lugar donde vivir. Vamos aponerle maestro. Yo voy a ser maestra de ellos. Van a ir mishijos. Les van a enseñar a jugar. Le’ van a enseñar a vivir. Le’van a dar una cama donde dormir, comida. Le van a dar trabajo,señora, tra-ba-jo”. Quieren trabajar, pero dónde van a trabajar,señora, si ustede’ los echan salen corriendo. Hágame el favor,señora. Usté’ está acá. Quiere decir que no tiene nada que ha-cer en su casa.

El joven se dirige directamente a la mujer.–¿Usté tiene auto?–Sí.–¿Su esposo qué es?–Es médico.–¿Sus hijos van a la facultá’?… Vio qué linda que es la vida

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así eñora, vio. ¿Sabe cuánta’ vece’ he llorado solo? Porque loshe espiado. Sí, señor, los he espiado, no para robarle, pa’ envi-diarle’ cómo viven. Yo hubiera querido vivir así, señora. Yo conlos muchachos matamo’ esa familia, señora. Pero, qué sé yo, nisabemo’ lo que es matar, ni nos damo’ cuenta. Será la envidia, ladroga, pero no somo’ malos. No nacemo’ malo’, señora. Hágameel favor. Dígale a sus amiga’, dígalen al juez que por favor vayana ver cómo vive toda esa gente. Consígame eso: que el Loco, elMoncho y yo los llevemos y ustedes se queden con nosotrosunos cuantos días para ver cómo vivimo’. Mándeme a sus hijos.No le va a pasar nada, señora, no. Se lo juro por Dios, se lojuro. Yo los voy a defender. No les va a pasar nada, no les va apasar nada; pero quiero que su hija y su hijo aprendan, veancómo vivimo’ nosotro’. Hágame el favor. Máteno’, como usté’gritaba, como gritaba esa señora gorda, como gritaba usté’, se-ñor. Usté gritaba “que lo maten”. ¿Cómo que no? Sí señor, yo lomiraba. Usté’ va a venir conmigo y despué’ nos matan. Sí, usté’va a ir a ver cómo nos matan. Sí, sí, señor. Elijan. Mátenoscomo ustedes quieran. Usté’ venga a verlo, pero comprométaseconmigo a que ustede’ van a hacer algo por todo’ esos chico’para que no haya más chico’ como yo acá. Y si no, si no lohacen, que Dios se apiade de ustede’, porque todos ustedesestán malditos. Van a vivir muy mal, porque esos chico’ estánviviendo muy mal. Pero acuérdese lo que yo le digo señor: co-nozco mucho la vida. No sé leer ni escribir, o sé muy poquito,pero sé de la calle. Al tigre no se lo acorrala, ya lo dije. Cuandousté’ acorrala un tigre, usté está muerto, el tigre lo mata. Acuér-dese siempre, señora.

Luego el joven encara al juez.–Yo le propongo una cosa, señor juez: que nos mate, que nos

mande matar porque usté’ nos va a mandar a la cárcel, nos va adar veinticinco años. Nosotros con buena conducta dentro detre’ año’ estamo’ afuera. Sí, mi abogado me lo consigue. Y usté’

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lo sabe. Tengo muchísimos amigo’que están en esa condición.Ninguno cumple un comino adentro. Yo a estar adentro no ten-go miedo. Ninguno de esto’ do’ muchacho’ amigos tampoco.Sabemo’ manejar la púa, el cuchillo. Vamo’ a ser capos. Por ahíaprenderemo’ algo cuando salga dentro de tres año’. (Mira alpúblico asistente y pregunta con sarcasmo): ¿A usté’ qué le pa-rece, señora gorda? ¿Usté’ me tomaría de parquero en su casa,o para que le haga de albañil? Usté’, señor, ¿quiere que le hagade plomero en su casa? ¿Me va a tomar?¿Me va a dar trabajo?Entonces señor juez, ¿qué tenemo’ que hacer? Salir a robar y amatar de vuelta. E’ lo único que sabemo’ hacer. ’Tonces tomeuna decisión. Bueno, correcto, mándeno’ matar, por favor. Y sino, yo le propongo otra: usté se obliga a que todos lo’ pibe’ demi villa y de todas las villa’ tengan acceso a lugares dignos, lim-pios, escuelas, señor, maestros que le’ enseñen a portarse bien,a ser bueno, a trabajar, aprender un oficio, aprender una profe-sión, una carrera, a ser buenos ciudadano’. Y a nosotro’, bueno,sabemo’ cómo manejarlo: nos deja los grande’, nos da un lugar,nos da material. Nosotros le proponemos que le hacemo’ unbarrio con todos nosotros. Pero nos manda gente decente, bue-na, que nos enseñe’ porque no sabemos trabajar. Que nos ense-ñe a trabajar, a hacer las cosas, un oficio. Nosotro hacemo’ laescuela. Yo se los llevo. Yo me animo. ¿Qué, te parece mucho,Loco? ¿Qué decí’, eh? Lo agarramo’ al guardia. Tenemo’ todala barra de Pepino. Vas a ver si los ponemo’ o no. Habrá algu-nos que no. A esos los abrimo’ enseguida. Nosotro’ tenemo’nuestra ley. Ahí usté’ no se mete. Yo se los hago trabajar. Al queno cumple nosotro’ lo arreglamo’. Ésa es la condición: lo quedirige es lo que manda. Los materiale que manda, las cosas quemanda, gente que nos enseñe, que nos eduque. No tenemo’educación, no tenemo’ nada. Y así, usté’ despué que ve esto lopuede hacer en toda la villa, señor. Y va a tener un flor de país,va a tener una flor de gente, porque es gente buena. El tigre es

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bueno, señor. El tigre no mata por matar. Mata cuando tienehambre, nada más. Así Dios lo puso. Dios lo hizo para que mate,¿o nosotro’ no matamo’ las vacas pa’ comer? ’Tonce nosotro’estamo’ acorralados, señor. Por qué no me hace caso. Piénselo,piense lo que yo le propongo. Dígale al gobernador, al presiden-te, a lo’ legisladore’ que nos consigan las cosa’. Mire lo que lepido. Y eso sí, encárguese de los chico’. Pero no en un reforma-torio de eso’ donde a mí me violaron, donde a mi hermano lomataron, como despué’ me enteré. Lo mataron a golpe’ los guar-dia. Había traído poca plata y le dijeron que se la había quedadoél. Y lo mataron a golpe. A mi hermana la hacen changar, señor.¿Usté’ sabe lo que e’ changar? Yo a la señora se lo explicabaliviano: es una puta mi hermana; pero no es. Ella es buenísima, e’una flor de mujer. Sería una flor de madre. Tres pibes parió. Notiene ninguno: se los vendieron. Y usté’ sabe que se los vendie-ron, señor. Usté’ sabe quién se los sacó. Y usté’ si no sabe lopuede averiguar en dos patada’. Vamo’ a terminarla, señor. Y sino, máteme. A lo’ tre’ juntos: al Loco, al Moncho y a mí. Métale.Yo le presto la Brodwin. Me pongo contra la paré’ pa’ que nome erre. No me voy a mover, quédese tranquilo. Pero terminemo’con estos seudoseñorito’ que son todo’ bueno’, que son los cau-sante’ de todo. Ustede’ tienen la lepra porque ustede’ se la hanbuscado. Si me han entendido bien, y si no me han entendido lesvuelvo a decir: que Dios se apiade de ustedes, porque a nosotro’ni nos tiene en cuenta.

Suspira el joven antes de terminar sus palabras.–Gracias. Recuerde, señor juez: si vamo’ a hacer algo junto’

para el bien de todos, cuando a mi gente la venga a buscar lapolicía y se la lleve, usté’ va a ser quien me va a acompañar parair a sacarlos y meter preso’ a los policías. Cuando vengan abuscar a la mujere’ los fifiolo’ para que changuen, usté’ los va amandar en cana. Cuando vengan lo’ muchacho’ a vender la mercayo se lo voy a marcar y usté’ los va a mandar en cana. Cuando

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vengan los señore’ político’, lo’ señore’ dirigentes para que lecuidemo’ los clube, le vayamo’ a gritar a la hinchada y digamoque no y nos lleven de guapo’, yo voy a venir corriendo acápara que usté’ nos defienda. Porque si no, señor, siempre vamo’a estar en la misma. La gente no me va a seguir má’ a mí porqueva a decir que es todo igual con diferente casa, y se va abando-nar y no va querer trabajar. Entonce, señor, si nosotro’ vamo’ ahacer todas esas obra’ y vamo’ a poner el lomo y, perdóneme,el culo, yo quiero que ustede’ también junto con la gente queestá acá atrás, que se dice pueblo, que dice que no quiere quematemo’, que no quiere que robemo, que nos ayuden a salir.Que junto con el señor fiscal vayamo’ a la policía y el que seporta mal que sea reprimido y encanado. Y los fiscale’ que notrabajen bien, que sean echados y encanados. Y los juece’ quenos detengan sin causa que también sean echado’ y encanado’.Si usté’ consigue ese respaldo se van a salvar de la lepra quesomo’ nosotro’. Si ustede’ siguen por este camino, le vuelvo arepetir, una vez má’, señor, para ver si me entiende, porque es lasalvación de todos mis compañero’, de mis hermano’ de sangrey de ustede’. Los do’ estamo’ en el mismo barco. A nosotro’nos están usando. Somos pobre’ desgraciado’, señor. No sabe-mos razonar. Ustede tiene la obligación de enseñarno’. Nosotrosomos peor que un animal, señor. Porque el animal sabe lo quetiene que hacer. El Dios que hay allá arriba que yo ni lo conozconi sé si existe, pero sé que alguien nos hizo, al animal le puso unacondu’ta: sabe lo que tiene que hacer cuando nace; pero yocuando era chiquitito no sabía lo que tenía que hacer. Y a mí meenseñaron todo mal, señor. Por eso estoy acá. Y al Loco y alMoncho también les pasó lo mismo. Y a esos dos que se murie-ron, como dijo el fiscal, que eran compañeros, hermanos míos,también señor. Se llamaban Juancho y el Polo. No tuvieron nun-ca nada. No supieron nunca nada. También a ello’ le dolían lospie’ de frío como me dolían a mí. Señor, hagan algo. Es lo más

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barato, señor: enseñen. El hombre necesita que le enseñen, se-ñor. Mire qué poco que le pido a usté’, al gobierno, a todo elmundo. Nos salvamo’ nosotro’; no nosotro’ tre’, nosotro’ tre’estamos listo’, los chico’, señor, los chicos de mi barrio. Yo ten-go veintidós año’, señor, y soy más viejo que todos estos y queusté también. Conozco diez mil veces más la vida que usté’:ustedes no saben nada de la vida.

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Historias locales

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TESTIMONIO: BIBLIOTECA BRAILLE Y PARLANTE DELA PLATA

Un día un señor va a ver al oculista y este le dice:–¡Ay, muchacho! Tengo malas noticias para vos. Esta enfer-

medad avanzará y desgraciadamente llegará un momento en elcual te quedarás ciego. He consultado tu caso con el doctorEnrique Malbrán, uno de los mejores oftalmólogos del mundo.En octubre estuvo en un congreso en Nueva York y fue uno delos cinco seleccionados para exponer entre los asistentes demuchos países. Citó, entre otros, tu caso, y le auguró un resulta-do muy efímero. Mirá, yo te aconsejo que vayas a una institu-ción que puede ayudarte mucho. Está situada en la calle 47 nº512 (entre 5 y 6) de esta ciudad. Su número de teléfono es:421–0578. Podés hablar con su director, el profesor MarceloCalvo. Desde la mañana temprano y hasta últimas horas de latarde, siempre están ahí. Trabajan mucho. Hay varios emplea-dos que son macanudos. Te ayudarán, te guiarán hacia un cen-tro de rehabilitación en el cual podrás aprender actividades de lavida diaria, a transitar por la calle, entre otras cosas que te ofre-cerán.

Debés aceptar tu nueva situación sin desesperarte porque lavida es muy dura para una persona ciega. Hay que aprender acomer, a manejarse en la calle, a subir una escalera; pero lo vasa lograr con fe y mucha voluntad. Qué le vas a hacer muchacho.Hay que tener un espíritu fuerte, mucha energía y fuerza del co-

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razón y física.Si te gusta la lectura podrás llevar libros grabados que se

prestan gratuitamente. Te reunirás con tus pares, compartirásmuy gratos momentos y experiencias que enriquecerán tu vida.

También si lo deseás podrás participar en talleres de lectura,de teatro, etc. Cada uno cuenta su historia de vida. Salen deexcursión con voluntarios y familiares. ¿Sabés? Van a veraneara Mar del Plata, a Chapadmalal. Visitan museos. Asisten a fun-ciones teatrales.

Marcelo, su director, organiza todo y tenés que ver qué bienlo pasan.

Por eso, muchacho ciego, no pierdas tiempo y dirigite a lasinstituciones que tanto bien hacen a quienes deben superar estalimitación.

Gracias a quien la creó. Gracias a quienes siguen el camino yhacen tan buena obra.

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HOSPITAL ESPAÑOL

He venido a recorrer la ciudad de La Plata y, entre las cosasque he visto, había un hospital modernísimo que decía en sufrente:

SOCIEDAD ESPAÑOLA DE SOCORROS MUTUOSY BENEFICENCIA.

Una amplia y cómoda escalera me lleva al edificio.Está bordeado de jardines muy alegres y se emplaza en una

zona privilegiada del norte de la ciudad. Desde fuera el edificiose ve bastante bien: arquitectura moderna y funcional. Pareceser un edificio de muy pocos años.

Se halla muy bien conservado. Vamos a ver las instalaciones.Entro por una puerta giratoria y hay una amplia recepción en

donde están: de un lado las cajas, la atención a los socios, y delotro lado está la administración. Buenísima y moderna disposi-ción.

Cuando miro el frente, veo una placa con los nombres de losfundadores y en ella leo:

De Diego, Garganta, Amos Grajales, Cieza Rodríguez.Otra con la comisión que regía los destinos de la ASOCIA-

CIÓN ESPAÑOLA en el centenario. Hacia un lado tiene todo lo que es administración, gerencia,

reunión para la Comisión Directiva, la oficina del gerente, sala

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de espera.Hacia el otro lado tiene una muy amplia y surtida farmacia, y

después los consultorios. Hay escaleras para bajar al subsuelo,donde también hay laboratorios y consultorios. Y tiene otra en-trada por la parte de atrás con una muy buena rampa, ampliaspuertas para bajar a los enfermos, un cómodo ascensor para lascamillas, otro para el personal completamente independiente delos consultorios externos y la demás movilidad de las personasque van a hacer trámites.

No se mezcla una cosa con la otra. En las horas que no hayvisita, no hay cómo llegar al enfermo. Se cierran las puertas y seevita que la gente por las suyas vaya fuera de los horarios esta-blecidos.

Veo que en todos los pisos es lo mismo: así que los enfermosentran y salen caminando o en camillas o en sillas de ruedas sinque tengan que pasar delante de la gente que está haciendo trá-mites o se está haciendo atender. Es completamente indepen-diente.

Llego al 4º piso y encuentro algo excepcional: una cocina parareunión de los médicos y auxiliares que hacen grandes opera-ciones en las que tardan mucho tiempo y se reemplazan.

Después me muestran dónde se cambian, una zona preestéril,otra zona estéril y después los hermosos y amplios salones decirugía, muy modernos.

Hay una terapia intensiva al lado, completamente aislada. El4º piso está dispuesto para eso.

Pregunto por los servicios: totales. “Todo lo que hay en medi-cina nosotros se lo podemos proveer, tanto en medicamentoscomo en atención médica”. Hay una larga lista de profesionalesde primer nivel atendiendo.

Hoy, por distintas razones, y en especial porque hay pocossocios de acuerdo con el enorme hospital, se ha hecho un hospi-tal abierto en donde se atiende a particulares y personas con

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obras sociales.Me he quedado maravillado por la iluminación y ventilación

que tienen todos los ambientes en los pisos.Es extraordinaria la sala de espera para quien tiene que aguar-

dar a alguien en el piso.Hay además una sala de enfermería en cada piso.En fin. Veo a las enfermeras prestas al cuidado de sus pacien-

tes, las mucamas limpiando, todo prolijo.Y bajo. Allí recorro la sala de guardia con su entrada comple-

tamente independiente desde la calle, con una rampa. No tienepor qué mezclarse con la demás gente.

También los ascensores que conducen directamente a losmédicos son solamente para ellos y personal auxiliar.

Hay una gran cochera para los médicos. Otra para los aso-ciados y público que concurre al hospital y un edificio, luego delas cocheras, para el personal.

Es decir que el hospital está completo. Lo muestran una enor-me cocina, excelente, y en un lugar del subsuelo un buen come-dor donde van los médicos y los familiares de pacientes que sequedan a esperar o a acompañar al enfermo.

Además tiene un ateneo para reunión de médicos y de so-cios.

El hospital se inauguró el 15 de diciembre de 1940.Lo hizo el ingeniero Bonilla, un sanitarista que se adelantó

muchísimos años con la ingeniería.¿Sabe qué pasa? Si tenemos en cuenta los progresos de la

ingeniería reciente, el ingeniero se adelantó al futuro. Es, sin duda,el hospital mejor proyectado de la ciudad de La Plata.

Como usted bien vio: una función no se mezcla con la otra.Todo está planificado y organizado correctamente, sabiamentey funcionalmente.

Me encuentro con un señor y me dice:–Buenos días.

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–Buenos días, señor.–¿Me puede explicar una cosa? ¿Usted es socio de este hos-

pital?–Sí, desde hace muchos años.–¿Qué significa esa placa con tantos nombres por la cual hay

gente que viene caminando y se queda un momentito mirándolay luego sigue?

–¿Sabe qué pasa, señor? A esos hombres yo tuve la suertede haberlos conocido. Fueron hombres solidarios con sus com-patriotas. Con aquel hombre que venía y no tenía recursos ytenía que ir a atenderse en el hospital público, que en ese mo-mento escaseaba bastante. Estas personas primero se instalaronen calle 12 y 50, en el centro de la ciudad (no sé si usted cono-ce).

–Sí, ahí frente a la plaza que es el punto central.–Eso es. Frente a la Municipalidad, la Catedral. En esa es-

quina de 12 y 50, alquilando, nació el Hospital Español, del queactualmente preside la comisión directiva Emiliano Isla Verde.Luego los FUNDADORES junto con otras personas (Ibáñez,Alfonso, Sáenz, Passarelli, Suárez, Azorín, Benito Rodríguez yotros), con gran visión y la colaboración y el trabajo de muchísi-ma gente, hicieron esta titánica obra, algo grandioso para aque-llos días, que se inauguró en diciembre de 1940. Tuve la suertede correr en aquellos patios de las calles 12 y 50, de ver lainauguración de este edificio y de concurrir a los distintos servi-cios y de ser atendido por algunos médicos de este hospital. Poreso yo también me detengo un momentito para pedirle a Diosque proteja y tenga en la gloria a todas estas personas cuyosnombres figuran en la placa, como así también a todos los anó-nimos que han colaborado.

–¡Qué bien! No tenía idea de que este edificio tuviera tantosaños.

–¿Vio, señor, qué futuristas eran y lo que nos dejaron todas

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estas personas? Como le había comenzado a decir, ellos no lohicieron para ellos porque todos tenían capital, entradas sufi-cientes para gozar de la medicina particular paga. Pero su espí-ritu solidario con el compatriota, que venía en aquellos años ahacerse la América y apenas tenía dónde vivir, les hizo haceresta gran obra.

Fueron audaces, corajudos y de una solidaridad inmensa. Poreso gran parte de los socios que conocemos la historia nos pa-ramos respetuosamente ante la placa un segundito. Es un pe-queñísimo homenaje. Nunca terminaremos de darles las gracias.

Y después de ellos, a las distintas comisiones que fueron pa-sando. Unas más acertadas, otras menos, pero el edificio siguebien cuidado y, como usted lo ha dicho, funcionando perfecta-mente en estos momentos.

Por otra parte, para los socios se ha adquirido un predio dediez hectáreas en la vecina localidad de Villa Elisa que se deno-mina Prado Español, para solaz y recreación de los asociados alHospital Español (Sociedad Española de Beneficencia y Soco-rros Mutuos). Todo se cumple a rajatabla. No se deja a nadiesin asistencia.

También tenemos que hablar de aquellos médicos que hicie-ron posible el desarrollo, el crecimiento y la fama que hoy tieneel Hospital Español. Los hermanos Alustiza, los Alsina, CiezaRodríguez y otros tantos, de las comisiones que integraron elseñor Arroyo, Isla Verde, Umarán, el gran Benito Rodríguez ytambién de aquel gerente que inauguró el hospital que ya veníade la calle 12 y 50: el Señor Martínez y de la caba enfermeradoña Flora Ortega, instrumentadora, “dueña” del 4º piso. ¡Cómomandaban al personal los dos! ¡Cómo andaba ese hospital!

Quiero destacar también el laboratorio de análisis clínicos,dirigido por el doctor Pintos –hoy ya fallecido–, que fue siempreun emblema en el hospital, pero el laboratorio sigue siendo degran prestigio. Los doctores Lambre, padre e hijo, urólogos de

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gran categoría. De aquellos años, el doctor Nerí, de Tolosa,gran médico. Palau, el doctor Larpa. Flores, Méndez Anell, quefuera director. Y otros tantos, grandes médicos y radiólogos.Una gran e higiénica cocina, que no es la típica de un hospital,sino que sirve la comida según las indicaciones del médico. Todoel personal de maestranza. Enfermería, gran enfermería la delhospital, siempre alerta.

El hospital es dueño de un panteón en el cementerio local, ytiene a grandes socios ya fallecidos. Los dirigentes, todos, sinexcepción, lo han llevado siempre adelante.

Pensar que estaban: la sala general que tenía cuatro camas, yque el socio pagaba 1 peso por la internación.

También va un agradecimiento especial al diario El Día y a sudirector en ese momento, el señor Raúl Kraiselburd, quienescolaboraron desinteresadamente ante el incendio que sufrió eledificio del hospital español, que dejó cuantiosas pérdidas.

Con la inestimable colaboración del diario El Día, los gober-nantes de ese momento y los vecinos de la ciudad, se logró re-parar la totalidad de los daños y mejorar algunos servicios.

¡Qué buen hospital! ¡Qué grandes personas lo condujeron ytrabajaron para ellos!

Gracias. Muchas gracias, una vez más. De parte de un socioque apenas va a cumplir otro año más, anterior al nuevo edificio.¡Gracias!

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MI AMIGUITO APRILP

Yo soy uno de los tantos chicos que en la década del ’50o ya avanzado el ’60, iba con su madre a la cual le tembla-ban las manos, pues la poliomilitis hacía estragos en la niñezargentina. Y tú, Aprilp, cual gladiador romano, luchabascontra ella, derrotaste a la polio con las vacunas Sabín ySalk, que gratuitamente salían de tu mano. ¡Gracias, amigoAprilp! Yo vengo porque soy agradecido, como dice el Se-ñor:

“Quién recibe nunca puede olvidarse y siempre agrade-cerá. Quién da debe olvidarlo de inmediato”.

Estoy aquí para hacerme socio y ser parte de la gran obra,para colaborar con otros chicos, adolescentes, adultos yancianos, que ya sea por enfermedad o por accidente, hanquedado inválidos. Y tú, Aprilp, haces lo imposible por brin-darles ayuda, asistencia.

Pero tu edificio, de tanto trabajo y de tanto tiempo, estáresquebrajado. Yo vengo a apuntalarlo, vengo a hacermesocio, como tanta gente. Fuimos a hacer cola, ¡somos agra-decidos!

Aprilp, somos tus amigos, somos platenses, ¡Sr. Lunazzi,desde el cielo, mírenos!, que somos muy agradecidos. Dra.Boulet, la estamos llamando por teléfono al 421-9161, paraque nos mande alguien y nos asocie. O ya estamos en PlazaItalia N° 66, recordamos el viejo edificio y ¡Aprilp! ¡Qué-

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date tranquilo, te pondremos de pie con todo nuevo!Un niño agradecido. Que hoy es un hombre, pero que

tiene siempre su corazón de niño.

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ÍNDICE

Lugares del mundo

Los vinos / 13Germanos / 23Don Pascuale / 39Zenón / 61Enseñanzas de la miseria / 69

Historias locales

Testimonio: Biblioteca Braille y Parlante de La Plata / 89Hospital Español / 91Mi amiguito APRILP / 97

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Se terminó de imprimir en Booverse,de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,

en julio de 2012

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Cuentos

y relatos

de un caminante

Cuen

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Néstor Mercerat

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La pobreza, la miseria, una de las peores enfermedades endémicas del hombre. Pero para ella el gran Dios le mandó al hombre una vacuna: trabajo. Trabajar, trabajar y trabajar.

Por eso, muchacho, cuando inicies una familia procurá que a tu señora y a tus hijos no les falte el alimento, tengan una casa que sea lo más confortable posible y que luego con el tiempo irás arreglando y arreglando. Así se mejora, de a poco.

Tus hijos ya no estarán en esa miseria, en esa pobreza endémica, habrán salido un poquito. Ellos también deben practicar la vacuna del gran Dios: trabajar y esforzarse. Y los hijos de ellos, tus nietos, posiblemente irán a la facultad; cuando seas abuelo y veas eso, estarás muy satisfecho por haber sido el iniciador de esa familia.

Es largo el camino, es duro, pero la recompensa es grandiosa, hijo mío. Si querés seguir mi consejo estaré agradecido, y al final del camino te acordarás de esto.

Néstor Mercerat, platense de

nacimiento, vivió siempre en “la

más bella ciudad del mundo”, La

Plata.

“Quería dejar estas expresiones

mías. Tal vez a alguien le sirvan

para algo, y ahí no habré vivido de

gusto”.

En 2011, Hespérides publicó su

primer libro, Reflexiones, en el que

llevó al papel muchos de sus

pensamientos y su vasta

imaginación.

Otras obras publicadas por Ediciones Hespérides

Colección La Campana de Fuego

Voces en el agua

Lady Bordoni

El aleteo del colibrí Ángeles Román

La gracia, los días María Cecilia Font

Colección La Puerta del Príncipe

Esperarás los jueves Mónica Böhm y otros

Reflexiones

Néstor Mercerat

Cuentos para zentarse Mariela Migo Pizarro

Colección La Montaña Mágica

Origen y destino

Francisco Senegaglia

En el nombre del hijo Jorge Campanaro

Colección El Arco y la Lira

Aproximaciones a la obra poética de Guillermo Pilía

P. Dómine y P. Cipolla (comp.)

Premios Concurso Internacional Hespérides de Cuento y Poesía

Cuento sonámbulo

Alfredo Maxit

Intemperie Carmen Solís

Relatos tan breves como posibles

Ana María Pedernera

ISB

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87

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6-7