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CUARESMA 17-18 “NAVEGANDO HACIA JERUSALEN CON JESÚS” Vamos a recorrer con Jesús el itinerario que él mismo recorrió hacia Jerusalén utilizando sus propias palabras y testimonio, sus encuentros con la gente, su vida en realidad. Para ello nos vamos a servir de textos del propio Evangelio que nos ayuden a ello y de pequeños cuentos, cortos de películas, canciones y otros materiales. Cada semana nos desplazaremos por uno de los lugares por donde pasó Jesús y descubriremos a la gente, nos descubriremos a nosotros mismos y lo que Él quiere regalarnos.

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CUARESMA 17-18

“NAVEGANDO HACIA JERUSALEN CON JESÚS”

Vamos a recorrer con Jesús el itinerario que él mismo recorrió hacia Jerusalén utilizando sus propias palabras y testimonio, sus encuentros con la gente, su vida en realidad. Para ello nos vamos a servir de textos del propio Evangelio que nos ayuden a ello y de pequeños cuentos, cortos de películas, canciones y otros materiales.

Cada semana nos desplazaremos por uno de los lugares por donde pasó Jesús y

descubriremos a la gente, nos descubriremos a nosotros mismos y lo que Él quiere regalarnos.

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1. Nazaret (Amistad)

Elección de los doce: Mc. 3, 13-19

// Lc. 6, 12-16

Canción: “¡Qué bien, qué bien!”, Fabiola del disco Fiesta es tu

Palabra.

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LA DESAPARICIÓN DE LOS LUCKYS

Hace mucho tiempo, en el país de las Gominolas Mágicas, existían unos pequeños seres de colores llamados luckys. Eran redondos, peludos y suaves, y muy divertidos y cariñosos. Nacían de las flores más bellas, y eran una constante fuente de buena suerte para quienes estaban cerca. Por eso todas las personas se hacían acompañar por su propio grupo de luckys. Y competían por convertirlos en sus amigos ofreciéndoles juguetes, golosinas y toda clase de regalos. Bueno, todas menos Violeta, una niña que nunca quiso conseguir sus luckys con regalos. Ella prefería tratarlos como verdaderos amigos, y se esforzaba en darles mucho cariño, hacerles favores, hablar con ellos y preocuparse por sus cosas... en resumen, necesitaba tanto tiempo para conseguir y cuidar a cada uno de sus peludos amiguitos, que era con diferencia la persona con menos luckys. Cierto día corrió la noticia de que bajo las cataratas de miel vivían miles de luckys sin dueño, y la gente juntó regalos y golosinas para viajar hasta allí en busca de más buena suerte. Violeta era muy feliz con los luckys que tenía y no pensaba hacer el viaje, pero cuando vio que se quedaba sola, le pudo la curiosidad y también emprendió el camino con alegría. Pero cuando llegó a las cataratas sólo encontró personas tristes y solitarias, sentadas junto a sus montones de regalos y golosinas. No había rastro de los luckys. - Ten cuidado, la catarata se ha tragado todos nuestros luckys- le advirtió una mujer. - Se abre y los absorbe en un instante ¡Vete antes de que sea tarde! Pero ya era tarde. Las cataratas se abrieron y cerraron con gran ruido. Sin embargo, al mirar a su alrededor, buscando a sus luckys, no faltaba ninguno de sus queridos amigos. - No se los ha tragado - decían todos sin creérselo, formando un corro alrededor. Antes de que pudieran hablar mucho más, las cataratas volvieron a abrirse. Esta vez se mantuvieron abiertas por más tiempo, y permitieron ver en su interior a todos los luckys felices y contentos rodeados de los mayores y mejores regalos que se pudieran imaginar. Cuando las aguas se cerraron, los luckys de Violeta seguían junto a ella. Finalmente, las aguas se abrieron una tercera vez, manteniéndose abiertas, y un hombre de aspecto raro y divertido habló a los luckys con dulce voz. - Venid conmigo, pequeños luckys. Aquí tendréis más y mejores cosas de lo que nunca podáis imaginar ¡Seremos grandes amigos! La propuesta era tan tentadora que Violeta dijo: - Podéis ir con él si queréis, chicos. Este sitio tiene una pinta estupenda. No me extraña que les haya gustado a los demás luckys. Pero ni uno sólo de sus luckys se separó de ella. Se abrazaban tanto a su amiguita, que nadie dudó de que para aquellos pequeños lo verdaderamente estupendo era estar con la niña. -¡Voy a recuperar a mis luckys! - dijo entonces un niño, dirigiéndose a la cascada.

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Aquel niño fue el primero en decirlo, pero todos conocían las “locuras” de Violeta con los luckys, y supieron en seguida lo que tenían que hacer para recuperarlos. Y uno a uno fueron entrando bajo la cascada para dar a sus luckys el cariño, la atención y la generosidad que los hiciera verdaderos amigos suyos, y no de los regalos que solían hacerles.

ADALINA, EL ADA SIN ALAS

Adalina no era un hada normal. Nadie sabía por qué, pero no tenía alas. Y eso que era la princesa, hija de la Gran Reina de las Hadas. Como era tan pequeña como una flor, todo eran problemas y dificultades. No sólo no podía volar, sino que apenas tenía poderes mágicos, pues la magia de las hadas se esconde en sus delicadas alas de cristal. Así que desde muy pequeña dependió de la ayuda de los demás para muchísimas cosas. Adalina creció dando las gracias, sonriendo y haciendo amigos, de forma que todos los animalillos del bosque estaban encantados de ayudarla.

Pero cuando cumplió la edad en que debía convertirse en reina, muchas hadas dudaron que pudiera ser una buena reina con tal discapacidad. Tanto protestaron y discutieron, que Adalina tuvo que aceptar someterse a una prueba en la que tendría que demostrar a todos las maravillas que podía hacer. La pequeña hada se entristeció muchísimo. ¿Qué podría hacer, si apenas era mágica y ni siquiera podía llegar muy lejos con sus cortas piernitas? Pero mientras Adalina trataba de imaginar algo que pudiera sorprender al resto de las hadas, sentada sobre una piedra junto al río, la noticia se extendió entre sus amigos los animales del bosque. Y al poco, cientos de animalillos estaban junto a ella, dispuestos a ayudarla en lo que necesitara. - Muchas gracias, amiguitos. Me siento mucho mejor con todos vosotros a mi lado- dijo con la más dulce de sus sonrisas- pero no sé si podréis ayudarme. - ¡Claro que sí! - respondió la ardilla- Dinos, ¿qué harías para sorprender a esas hadas tontorronas? - Ufff.... si pudiera, me encantaría atrapar el primer rayo de sol, antes de que tocara la tierra, y guardarlo en una gota de rocío, para que cuando hiciera falta, sirviera de linterna a todos los habitantes del bosque. O... también me encantaría pintar en el cielo un arco iris durante la noche, bajo la pálida luz de la luna, para que los seres nocturnos pudieran contemplar su belleza... Pero como no tengo magia ni alas donde guardarla... - ¡Pues la tendrás guardada en otro sitio! ¡Mira! -gritó ilusionada una vieja tortuga que volaba por los aires dejando un rastro de color verde a su paso. Era verdad. Al hablar Adalina de sus deseos más profundos, una ola de magia había invadido a sus amiguitos, que salieron volando por los aires para crear el mágico arco iris, y para atrapar no uno, sino cientos de rayos de sol en finas gotas de agua que llenaron el cielo de diminutas y brillantes lamparitas. Durante todo el día y la noche pudieron verse en el cielo ardillas, ratones, ranas, pájaros y pececillos, llenándolo todo de luz y color, en un espectáculo jamás visto que hizo las delicias de todos los habitantes del bosque. Adalina fue aclamada como Reina de las Hadas, a pesar de que ni siquiera ella sabía aún de dónde había surgido una magia tan poderosa. Y no fue hasta algún tiempo después que la joven reina comprendió que ella misma era la primera de las Grandes Hadas, aquellas cuya magia no estaba guardada en sí mismas, sino entre todos sus verdaderos amigos.

http://cuentosparadormir.com/audiocuentos/espano

l-neutro/adalina-el-hada-sin-alas-audio-cuento-narrado-en-espanol-americano

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2. Samaria (Fe)

Condiciones para el seguimiento. Los

discípulos enviados a misionar

Lc. 9, 57. 10,1-11

Canción: “Lámpara es tu Palabra”, Fabiola disco Fiesta es tu Palabra

LA SALA DE ESPERA. - ¡Pase! - Buenos días, Doctor. - Buenos días. Dígame, ¿qué le ocurre? - Pues verá, llevo una temporada un poco rara. Me duele todo el cuerpo. Me duele desde la punta del dedo gordo del pie hasta el último pelo de la cabeza. Siento que me

ahogo, que me falta el aire. Estoy nerviosa, duermo mal. Tengo visiones del pasado. He perdido los colores en la visión, sólo veo en blanco y negro. Se me han paralizado las manos, los dedos. Siento frío pero no tengo fiebre. Estoy bloqueada, no puedo anticipar nada. Echo de menos el bienestar del pasado... Estoy agobiada, Doctor; tengo ganas de llorar. ¿Qué me pasa? - Bien, confíe en Mí. No se preocupe. Es momento de pruebas. Salga a la sala de espera y aguarde a que le vayan llamando. Según vaya superando las pruebas le irán dando los resultados. Cuando tenga todos, vuelva a Mí y entre sin llamar. Cuénteme cómo se siente y verá cómo todo ha cambiado. Mientras tanto, no se agobie, sea fuerte. - Pero Doctor, ¿y si el malestar y el dolor acaban conmigo antes de concluir todas las pruebas? No creo ser capaz de superarlo. - ¿Confía en Mí? - Sí, pero... - Sin peros, ¿confía en Mí? - (...) - Tómese su tiempo, no hay prisa. - Sí, confío en Usted, Doctor. - Muy bien, pues no se preocupe. Yo estoy aquí. Si me necesita entre prueba y prueba, entre sin llamar. Hablaremos y le aliviaré. - Gracias Doctor. - No lo olvide. Entre sin llamar. Yo estoy aquí.

¿SUEÑOS IMPOSIBLES?

Cuando uno tiene fe en sí mismo, en lo que desea conseguir, dan igual los inconvenientes que aparezcan, los muros que se presenten, las oposiciones que se encuentren. Cuando uno es fuerte y persiste en su sueño, lo consigue. Cuando la debilidad llega, busca a quien te hace fuerte, recuerda por qué emprendiste esa aventura, el origen, y todos los miedos, inseguridades y temores desaparecerán. Pide ayuda. Uno no alcanza solo sus metas. Lo hace en equipo. La mejor forma de que los demás tengan confianza en uno es hacerles ver que quién primero confía en sí mismo ere tú. Basado en una historia real.

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La pobreza y la fe No habrá tenido mucho. Pero lo que tenía era muy suyo. Sobre todo, porque de tanto llevarlo encima había terminado por sentir indispensables todas esas realidades: sus botas, su poncho, sus ropas, su chambergo y su facón. ¡Habían compartido tantas cosas juntos, que había terminado por encariñarse con todo eso! Más que cosas suyas, las sentía como parte de sí mismo. Como realidades de su misma historia. Al sentir consigo todas esas realidades, se sentía viviendo una historia con continuidad: historia con pasado. Y todo hombre que está en camino siente la tentación del pasado. Tentación que se concretiza en el poseer; en el no dejar. Al llegar a la orilla de ese río, la opción le resultó dura. Esa realidad del río que atravesaba como un tajo su camino, le exigía una decisión dolorosa. No es que no quisiera atravesarlo; ¡si para eso se había puesto en camino! Lo duro no estaba en vadearlo; sino en que para vadearlo debía tomar una actitud nueva frente a todas sus cosas viejas; frente a todo lo que era suyo; frente a todo lo que se le había adherido. Todo bicho exigido a dejar el pellejo, busca arrinconarse. Lo busca hasta el gusano que quiere ser mariposa. Para poder crecer hasta el volido, necesita aceptar el retiro del capullo. La rosa y el gusano lo hacen por instinto; al cristiano, por ser hombre, le toca decidirlo. Al llegar a la orilla del río, nuestro hombre se acurrucó en silencio. Antes de despojarse por afuera necesitaba unificarse por dentro. Necesitaba mirar la correntada, dejar que ella le entrara por los ojos y se le fuera corazón adentro. Necesitaba que el corazón pasase primero, para poder luego seguirlo su cuerpo. En esa actitud se le fue la tarde, y la noche le cayó encima con todo su misterio. Y en esa actitud lo pilló el lucero. Fue entonces recién cuando dijo: "sí". Un sí que lo venía arreando desde lejos. El mismo sí, que lo pusiera en movimiento al comienzo. Despacio se puso de pie, se quitó el poncho y lo tendió en el suelo. Se sacó las botas y las colocó en el centro. Luego el facón, el pañuelo, la faja y el chambergo. A cada pilcha que entregaba, el hombre se iba empobreciendo. Los grandes momentos de la vida no necesitan dramatismo. El drama es el escenario ficticio que necesitan ciertos acontecimientos cuando carecen de suficiente espesor para impactarnos por sí mismos. O cuando no han sido aceptados por la rumia y nos resultan indigestos. Por eso el hombre, sin broma ni drama, ató las cuatro puntas del poncho que contenía todo los suyo. Lo voleó tres veces como un lazo para darle impulso y lo tiró por encima de la correntada para que fuera a caer a la otra orilla. De este modo colocaba lo suyo allí donde él mismo debía llegar. Hacía que lo suyo se le adelantara para esperarlo en la meta. Y allí quedó él, en la orilla de acá, liberado de todo para poder vadear mejor ese río y urgido a vadearlo para poder encontrarse con todo lo suyo, que lo había precedido. Porque era un hombre que amaba profundamente lo suyo. Nada se ha de perder de lo que el Padre nos ha dado. Hace más de veintitrés siglos un joven salmista, al que le pasó algo parecido, le decía al Señor en un largo poema:

http://www.youtube.com/watch?v=GAFdodl81Ck&feature=player_embedded

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Yo pongo mi esperanza en vos Señor, que no quede frustrada mi esperanza (Salmo 118) Rumiando el relato Al terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye el relato en forma oral (se lo vuelve a contar). ¿De qué nos habla el autor en el cuento? ¿Quién es el protagonista del relato? ¿A qué cosas le tenía mucho afecto? ¿En qué encrucijada se encuentra al tener que cruzar un río? ¿A qué cosas le tenía mucho afecto? ¿Qué proceso hace para decidir? ¿Cuál es su decisión? Descubriendo el mensaje El cuento nos habla de la vocación y la fe. ¡Cuántas veces para continuar el camino tenemos que hacer renuncias y arriesgar! En tu vida, ¿te has encontrado en encrucijadas dónde hay que hacer renuncias para seguir adelante? ¿En qué situaciones? Relee el proceso que realiza el hombre mientras toma la decisión, intenta describir ese proceso y aplicarlo a tu vida cuando tomas decisiones importantes. ¿Qué cosas deberías poner en "tu poncho" a la hora de cruzar el río? ¿De qué cosas tendrías que liberarte? ¿Qué cosas te atan demasiado? La frase del salmo con la cual termina el cuento nos habla de la confianza en el Señor, cimiento indispensable para cualquier decisión en el camino de fe. ¿Cómo vives esto de poner toda tu esperanza en el Señor? ¿Qué situaciones de tu vida necesitas poner en las manos de Dios? ¿Qué aprendes del cuento para tu vida? ¿Cómo puedes aplicar el mensaje del cuento?

3. Cesarea (Perdón)

Parábola del Hijo Pródigo – Lc. 15, 11-32

Canción: “Por tu bondad”,

Fabiola disco Fiesta es tu Palabra

- ¿Por qué se va el hijo menor de la casa del Padre? - ¿Qué hace el hijo mayor? - ¿Cómo vive cuando tiene dinero? ¿Y cuándo se le acaba?

- ¿Por qué decide volver a la casa del Padre? ¿Cómo lo recibe? ¿Qué celebra? - ¿Qué dice y hace el hijo mayor? ¿Estás de acuerdo? - ¿Coincide la acogida que le da el Padre al hijo menor y la de la hormiga con la cigarra?

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Nota: hacer caer en la cuenta que Dios siempre nos espera con los brazos abiertos, por

eso nos regala la cuaresma para “Acercarnos a él, cambiando nuestra vida”.

La Cigarra y la hormiga.

Un caluroso verano, una cigarra cantaba sin parar debajo de un árbol. No tenía ganas de trabajar; sólo quería disfrutar de sol y cantar, cantar y cantar. Un día pasó por allí una hormiga que llevaba a cuestas un grano de trigo muy grande. La cigarra se burló de ella:

-¿Adónde vas con tanto peso? ¡Con el buen día que hace, con tanto calor! Se está mucho mejor aquí, a la sombra, cantando y jugando. Estás haciendo el tonto, ji, ji, ji se rió la cigarra.

No sabes divertirte... La hormiga no hizo caso y siguió su camino silenciosa y fatigada; pasó todo el verano

trabajando y almacenando provisiones para el invierno. Cada vez que veía a la cigarra, ésta se reía y le cantaba alguna canción burlona:

-¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar! Así pasó el verano y llegó el frío.

La hormiga se metió en su hormiguero calentita, con comida suficiente para pasar todo el invierno, y se dedicó a jugar y estar tranquila.

Sin embargo, la cigarra se encontró sin casa y sin comida. No tenía nada para comer y estaba helada de frío. Entonces, se acordó de la hormiga y fue a llamar a su puerta.

Señora hormiga, como sé que en tu granero hay provisiones de sobra, vengo a pedirte que me prestes algo para que pueda vivir este invierno. Ya te lo devolveré cuando me sea posible.

La hormiga escondió las llaves de su granero y respondió enfadada: -¿Crees que voy a prestarte lo que me costó ganar con un trabajo inmenso? ¿Qué has hecho, holgazana, durante el verano? - Ya lo sabes - respondió apenada la cigarra -, a todo el que pasaba, yo le cantaba alegremente sin parar un momento. - Pues ahora, yo como tú puedo cantar: ¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar!

Y dicho esto, le cerró la puerta a la cigarra. A partir de entonces, la cigarra aprendió a no reírse de nadie y a trabajar un poquito

más. Preguntas: - ¿Qué hace la hormiga durante el verano? ¿Y la cigarra? - ¿Por qué no trabaja la cigarra en recoger alimentos? ¿Cómo vive? - ¿Qué le suceda a la cigarra cuando llega el invierno? ¿Y a la hormiga? - ¿Qué aprendió y cambió la cigarra para el verano siguiente? - ¿Con quién te identificas con la hormiga o con la cigarra? - ¿Estás de acuerdo con la respuesta que le da la hormiga cuando le pide alimentos la cigarra?

Construir el puente

No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes empezaron a discutir. Ésta fue su primera discusión seria que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro con hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes de forma continúa. Esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente.

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Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas, seguido de semanas de silencio.

Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. "Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso".

"Sí", dijo el mayor de los hermanos, "tengo un trabajo para usted”. Mire al otro lado del arroyo aquella granja, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor".

"La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y él cogió su tractor y desvió el cauce del río para que quedara entre nosotros".

"Bueno, él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero?"

"Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más."

El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación”. Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho."

El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja durante todo el día para ir al pueblo a por comida.

El carpintero trabajó duro todo el día midiendo, cortando, clavando. El granjero regresó cuando se acercaba la noche, el carpintero justo había terminado su trabajo.

El granjero quedó con los ojos completamente abiertos y la boca abierta. ¡¡¡No había ninguna cerca de dos metros!!! En su lugar había un puente. ¡¡Un puente que unía las dos granjas por encima del río!!- Era un bonito puente con pasamanos.

En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo: "Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho!!".

Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas. "¡No, espera!", le dijo el hermano mayor. "Quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para ti", le dijo el hermano mayor al carpintero.

"Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes que construir". - ¿Cómo te has sentido con esta lectura? - Pon ejemplos de esas veces en que eres como el hermano mayor y quieres construir cercas o

vallas que te separen de los demás, como por ejemplo: papás, hermanos, amigos. - ¿Es bueno que los enfados, riñas, peleas nos separen de las personas a las que queremos? - ¿Qué actitudes son constructoras de puentes como el que hizo el carpintero? Como p.e. No

hacer caso de insultos, tener paciencia con los compañeros, evitar las peleas...

EL SARTENAZO

La rana Renata era la mejor cocinera de los pantanos y a su selecto restuaurante

acudían todas las ranas y sapos de los alrededores. Sus "moscas en salsa de bicho picante" o sus "alitas de libélula caramelizadas con miel de abeja" eran delicias que ninguna rana debía dejar de probar, y aquello hacía sentirse a Renata verdaderamente orgullosa. Un día, apareció en su restaurante Sopón dispuesto a cenar. Sopón era un sapo grandón y un poco bruto, y en cuanto le presentaron los exquisitos platos de Renata, comenzó a protestar diciendo que aquello no era comida, y que lo que él quería era una buena hamburguesa de moscardón. Renata acudió a ver cuál era la queja de Sopón con sus platos, y cuando este dijo

http://cuentosparadormir.com/infantiles/cuento/el-sartenazo

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que todas aquellas cosas eran "pichijiminadas", se sintió tan furiosa y ofendida, que sin mediar palabra le arreó un buen sartenazo.

Menuda trifulca se armó. A pesar de que Renata enseguida se dio cuenta de que tenía que haber controlado sus nervios, y no dejaba de pedir disculpas a Sopón, éste estaba tan enfadado, que decía que sólo sería capaz de perdonarla si él mismo le devolvía el sartenazo. Todos trataban de calmarle, a sabiendas de que con la fuerza del sapo y la pequeñez de la rana, el sartenazo le partiría la cabeza. Y como Sopón no aceptaba las disculpas, y Renata se sentía fatal por haberle dado el sartenazo, Renata comenzó a hacer de todo para que le perdonara: le dio una pomada especial para golpes, le sirvió un exquisito licor de agua de charca e incluso le preparó.. ¡una estupenda hamburguesa de moscardón!

Pero Sopón quería devolver el porrazo como fuera para quedar en paz. Y ya estaban a

punto de no poder controlarle, cuando aparecio un anciano sapo caminando con ayuda de unas muletas. - Espera Sopón-dijo el anciano- podrás darle el sartenazo cuando yo te rompa la pata. Recuerda que yo llevo muletas por tu culpa. Sopón se quedó paralizado. Recordaba al viejo que acababa de entrar. Era Sapiencio, su viejo profesor que un día le había salvado de unos niños gamberros cuando era pequeño, y que al hacerlo se dejó una de sus patas. Recordaba que todo aquello ocurrió porque Sopón había sido muy desobediente, pero Sapiencio nunca se lo había recordado hasta ahora...

Entonces Sopón se dio cuenta de que estaba siendo muy injusto con Renata. Todos, incluso él mismo, cometemos errores alguna vez, y devolver golpe por golpe y daño por daño, no hacía sino más daño . Así que, aunque aún le dolía la cabeza y pensaba que a Renata se le había ido la mano con el sartenazo, al verla tan arrepentida y haciendo de todo para que le perdonase, decidió perdonarle. Y entonces pudieron dedicar el resto del tiempo a reirse de la historia y saborear la rica hamburguesa de moscardón, y todos estuvieron de acuerdo en que aquello fue mucho mejor que liarse a sartenazos.

4. Jericó (Confianza)

Curación del ciego Bartimeo Mc. 10, 46-52

Canciones: “El Señor es mi luz”, “El Señor es mi pastor”, Fabiola

disco Fiesta es tu Palabra Dos jóvenes atrevidos y crueles se encontraron casualmente con un individuo de aspecto miserable y, creyéndole idiota, quisieron burlarse de él.

Después de haberlo molestado en varias formas, sin que el otro se mostrase de ningún modo ofendido, lo condujeron a la cima de una torre y le dijeron: — Tírate, no te harás ningún daño. Éste, creyendo sus palabras, se lanzó abajo y voló como un pájaro, y tocó el suelo ileso.

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Sus torturadores pensaron que se trataba de un golpe de suerte, y quisieron probar de nuevo. Lo llevaron a la orilla de un lago. — Allá abajo, en el fondo del lago, hay una perla preciosa, le dijeron. Tú puedes sumergirte y cogerla para ti. El confiado se tiró enseguida, y no tardó en salir con una perla en la mano. Entonces aquéllos dos empezaron a sospechar que aquel pobre diablo fuese un hombre de Dios. — Perdónanos, le dijeron, nos hemos burlado de ti. Pero por favor, revélanos el secreto de tu doctrina. — Yo no tengo doctrinas secretas, respondió. Creía tan firmemente en aquellos que me decíais, que no tenía duda de poder hacerlo. Pero ahora, sabiendo que queríais engañarme, me siento todo confundido. Jamás tendré otra vez el atrevimiento de hacer aquello que he hecho. La persona que no duda ni desconfía puede mover las montañas y atravesar el universo sin encontrar obstáculos.

La hormiga viajera La hormiguita estaba asustada, se había perdido del resto de sus compañeras y se sentía muy sola.

— ¡Qué mala suerte tengo! Me han abandonado —decía llorando, sin dejar de buscar por un lado y por otro.

Pasó por allí una lagartija y le preguntó: — ¿Por qué lloras? — Estoy perdida, el resto de mi grupo se ha ido y no las encuentro, tengo mucho miedo

porque no sé volver a casa yo sola. — No te preocupes, las encontraremos, ¡ven conmigo!

La hormiguita, como era tan pequeña, se subió encima de la lagartija. — Vamos a dar una vuelta por el campo a ver si alguien las ha visto pasar.

Llegaron a un arroyo y una rana les preguntó: — ¿Dónde va una hormiga encima de una lagartija?

La lagartija le contó que la hormiguita estaba muy asustada porque no encontraba a sus compañeras y ella quería ayudarla. —Yo también quiero ayudar, subid las dos encima de mí, vamos a ir por la orilla del río a ver si alguien las ha visto pasar, pero no llores más, ya verás como entre la lagartija y yo las encontramos. La hormiguita, subida encima de la lagartija, estaba entusiasmada del paisaje que veía, pero ahora que la lagartija se había subido encima de la rana, no os podéis imaginar cómo se sentía.

— ¡Qué de cosas veo desde aquí! ¡Qué grande es todo! —decía abriendo los ojos de par en par, asombrada. Ya no lloraba y su miedo estaba desapareciendo al darse cuenta de que los animales con los que se encontraba querían ayudarla. Eso la hacía sentirse mejor.

— ¿Adónde va una hormiga subida encima de una lagartija y subidas las dos encima de una rana? —preguntó la tortuga.

Y le contaron la historia.

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—Yo también quiero ayudar, subid las tres encima de mi caparazón, que yo sé dónde pueden estar las hormigas. —Pero tú eres muy lenta —le dijo la lagartija. —Pero soy muy vieja y por lo tanto muy sabia, yo sé las costumbres de cada uno de los animales que se encuentran por los alrededores, por eso creo que puedo ayudarla a encontrar su hormiguero. La hormiguita estaba fascinada, no podía ni hablar de la emoción. Nunca había visto tantas cosas como las que veía desde encima de la lagartija, la rana y el caparazón de la tortuga: el río, los campos llenos de flores, las montañas, las casas a lo lejos... No podía imaginar que el mundo fuera tan grande. «Si mis compañeras vieran esto», pensó sintiendo un poco de pena, pero ya nada de miedo porque todos los animales con los que se encontraba querían ayudarla a buscar a sus compañeras. Pensó también en lo divertido que era ir encima de una lagartija que iba encima de una rana que iba encima de una tortuga. «Si me vieran aquí subida...» Al pasar por el camino encontraron una hilera de hormigas y la tortuga les preguntó:

— ¿Acaso estáis buscando a una de vuestras compañeras? —Sí, sí —contestaron llorosas—, se nos ha perdido hace un rato y no queremos volver a casa sin ella, la pobre estará muy asustada y... ¿Por qué llevas encima de tu caparazón a una rana? ¿Y por qué esta rana lleva encima una lagartija? ¿Y por qué esta lagartija lleva encima a una... ¡compañera!? No se podían creer lo que estaban viendo. —¡Compañeras, os encontré! Gracias a estas amigas os he encontrado y además he conocido lo grande que es el mundo. Al principio sentía miedo, estaba muy asustada, creía que estaba sola, pero después la lagartija me ayudó, y la rana y la tortuga, que, como es muy sabia y tiene muy buena memoria, sabía dónde podíais estar. Primero se bajó de la tortuga la rana, luego la lagartija se bajó de la rana y, por último, la hormiguita se bajó de la lagartija. Las hormigas le explicaron lo importante que era no separarse del grupo para no perderse y dieron las gracias a los animales que la habían ayudado. Desde ese día la hormiguita camina cerca de sus compañeras, procura no despistarse para no perderse, pero, de vez en cuando, mira a su alrededor por si ve a alguna de sus amigas y la llevan a dar un paseo.

5. Betania (encuentro con Dios-oración)

Jesús enseña a orar – Lc 11, 1-11

Canción: “Bendice alma mía al Señor”, Fabiola del disco Fiesta es tu Palabra.

El relojero

De esto hace mucho tiempo. Época en la que

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todavía todo oficio era un arte y una herencia. El hijo aprendía de su padre, lo que éste había sabido por su abuelo. El trabajo heredado terminaba por dar un apellido a la familia. Existían así los Herrero, los Barrero, la familia de Tejedor, etcétera.

Bueno, en aquella época y en un pueblito perdido en la montaña, pasaba más o menos

lo mismo que sucedía en todas las otras poblaciones. Las necesidades de la gente eran satisfechas por las diferentes familias que con sus oficios heredados se preocupaban de solucionar todos los problemas. Cada día, el aguatero con su familia traía desde el río cercano toda el agua que el pueblito necesitaba. El cantero hacía lo mismo con respecto a las piedras y lajas necesarias para la construcción o reparación de las viviendas. El panadero se ocupaba con los suyos de amasar la harina y hornear el pan que se consumiría. Y así pasaba con el carnicero, el zapatero, el relojero. Cada uno se sentía útil y necesario al aportar lo suyo a las necesidades comunes. Nadie se sentía más que los otros, porque todos eran necesarios.

Pero un día algo vino a turbar la tranquila vida de los pobladores de aquella aldea perdida en la montaña. En un amanecer se sintió a lo lejos el clarín del heraldo que hacía de postillón o correo. El retumbo de los cascos de caballo se fue acercando y finalmente se lo vio doblar la calle que daba entrada al pueblito: un caballo sudoroso que fue frenado justo delante de la puerta de la casa del relojero. El heraldo le entregó un grueso sobre que traía noticias de la capital. Toda la gente se mantuvo a la expectativa a la puerta de sus casas a fin de conocer la importante noticia que seguramente se sabría de un momento al otro.

Y así fue efectivamente. Pronto corrió por todo el pueblo la voz de que desde la capital lo llamaban al relojero para que se hiciera cargo de una enorme herencia que un pariente le había legado. Toda la población quedó consternada. El pueblito se quedaría sin relojero. Todos se sintieron turbados frente a la idea de que desde aquel día, algo faltaría al irse quien se ocupaba de atender los relojes con los que podían conocer la hora exacta.

Al día siguiente una pesada carreta cargada con todas las pertenencias de la familia, cruzaba lentamente el poblado, alejándose quizás para siempre rumbo a la ciudad capital. En ella se marchaba el relojero con toda su gente: el viejo abuelo y los hijos pequeños. Nadie quedaba en el lugar que pudiera entender de relojes.

La gente se sintió huérfana, y comenzó a mirar ansiosamente y a cada rato el reloj de la torre de la Iglesia. Otro tanto hacía cada uno con su propio reloj de bolsillo. Con el pasar de los días el sentimiento comenzó a cambiar. El relojero se había ido y nada había cambiado. Todo seguía en plena normalidad. El aparato de la torre y los de cada uno seguía rítmicamente funcionando y dando la hora sin contratiempo alguno.

-¡Caramba!- se decía la gente. Nos hemos asustado de gusto. Después de todo, el relojero no era una persona indispensable entre nosotros. Se ha marchado y todo sigue en orden y bien como cuando él estaba aquí. Otra cosa muy distinta hubiera sido sin el panadero. No había por qué preocuparse. Bien se podía vivir sin el ausente. Y los días fueron pasando, haciéndose meses. De pronto a alguien se le cayó el reloj, y aunque al sacudirlo comenzó a funcionar, desde ese día su manera de señalar la hora ya no era de fiar. Adelantaba o atrasaba sin motivo aparente. Fue inútil sacudirlo o darle cuerda. La cosa no parecía tener solución. De manera que el propietario del aparato decidió guardarlo en su mesita de luz, y bien pronto lo olvidó al ir amontonando sobre él otras cosas que también iban a para al mismo lugar de descanso.

Y lo que le pasó a esta persona, le fue sucediendo más o menos al resto de los pobladores. En pocos años todos los relojes, por una causa o por otra, dejaron de funcionar

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normalmente, y con ello ya no fueron de fiar. Recién entonces se comenzó a notar la ausencia del relojero. Pero era inútil lamentarlo. Ya n estaba, y esto sucedía desde hacía varios años. Por ello cada uno guardó su reloj en el cajón de la mesa de luz, y poco a poco lo fue olvidando y arrinconando.

Digo mal al decir que todos hacían esto. Porque hubo alguien que obró de una manera extraña. Su reloj también se descompuso. Dejó de marcar la hora correcta, y ya fue poco menos que inútil. Pero esta persona tenía cariño por aquel objeto que recibiera de sus antepasados, y que lo acompañara cada día con sus exigencias de darle cuerda por la noche, y de marcarle el ritmo de las horas durante la jornada. Por ello no lo abandonó al olvido de las cosas inútiles. Cierto: no le servía de gran cosa. Pero lo mismo, cada noche, antes de acostarse cumplía con el rito de sacar el reloj del cajón, para darle fielmente cuerda a fin de que se mantuviera funcionando. Le corregía la hora más o menos intuitivamente recordando las últimas campanadas del reloj de la iglesia. Luego lo volvía a guardar hasta la noche siguiente en que repetía religiosamente el gesto.

Un buen día, la población fue nuevamente sacudida por una noticia. ¡Retornaba el relojero! Se armó un enorme revuelo. Cada uno comenzó a buscar ansiosamente entre sus cosas olvidadas el reloj abandonado por inútil a fin de hacerlo llegar lo antes posible al que podría arreglárselo. En esta búsqueda aparecieron cartas no contestadas, facturas no pagadas, junto al reloj ya medio oxidado.

Fue inútil. Los viejos engranajes tanto tiempo olvidados, estaban trabados por el óxido y el aceite endurecido. Apenas puestos en funcionamiento, comenzaron a descomponerse nuevamente: a uno se le quebraba la cuerda, a otro se le rompía un eje, al de más allá se le partía un engranaje. No había compostura posible para objetos tanto tiempo detenidos. Se habían definitiva e irremediablemente deteriorado.

Solamente uno de los relojes pudo ser reparado con relativa facilidad. El que se había mantenido en funcionamiento aunque no marcara correctamente la hora. La fidelidad de su dueño que cada noche le diera cuerda, había mantenido su maquinaria lubricada y en buen estado. Bastó con enderezarle el eje torcido y colocar sus piezas en la posición debida, y todo volvió a andar como en sus mejores tiempos.

La fidelidad a un cariño había hecho superar la utilidad, y había mantenido la realidad en espera de tiempos mejores. Ello había posibilitado la recuperación. La oración pertenece a este tipo de realidades. Tiene mucho de herencia, poco de utilidad a corta distancia, necesidad de fidelidad constante, y capacidad de recuperación plena cuando regrese el relojero.

Rumiando el relato Al terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye el relato en forma oral (se lo vuelve a contar). ¿Qué sucede en el relato? ¿Qué pasa cuando el relojero se marcha? ¿Cómo actuaron las personas ante la falta del relojero? ¿Qué sucedió al regreso del relojero? Descubriendo el mensaje Hacia el final del cuento se compara la oración con la actitud de la persona que había mantenido funcionando su reloj, ¿por qué? Releer el último párrafo del cuento, compartir las características de la oración que allí se mencionan, ¿qué pensamos? ¿cuál es nuestra experiencia? ¿Qué lugar ocupa la oración en nuestra vida?

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Compartir cómo oramos, de qué manera, cuándo... Compromiso para la vida Sintetizar en una frase el mensaje del cuento para nuestra vida.

6. Jerusalén (Amor incondicional)

Mandamiento principal – Mc. 12, 28-34

Lavatorio de los pies- Jn. 13, 1-20 Institución de la Eucaristía – Mc. 14, 22-25

Canción: “Tú eres mi Dios”, Fabiola del disco

Fiesta es tu Palabra.

El amor y el tiempo

Hubo un tiempo en el que en una isla muy pequeña, confundida con el paraíso, habitaban los sentimientos como habitamos hoy en la tierra. En esta isla vivían en armonía el

Amor, la tristeza, y todos los otros sentimientos. Un día en uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el amor se despertó aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo inundada.

Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran. Todos corrieron y tomaron sus barcos, y subieron a una montaña bien alta, donde podrían ver la isla siendo inundada pero sin que corriesen peligro.

Sólo el amor no se apresuró, el amor nunca se apresura. Él quería quedarse un poquito más en su isla, pero cuando se estaba casi ahogando el amor se acordó de que no debía morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó en busca de auxilio.

La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no podría llevarlo ya que con el oro y con la plata que cargaba temía que su barco se hundiera.

Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, una vez que el amor se hubiese ensuciado ayudando a los otros, ella, la Vanidad, no soportaba la suciedad.

Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que no quería estar acompañada por nadie.

Paso también la Alegría, pero esta tan alegre estaba que no oyó la suplica del amor. Sin esperanza el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía sobre la

superficie del agua y comenzó a menguar. Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco. El

viejito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los otros sentimientos.

Recuperándose, el amor le preguntó a la Sabiduría quién era el viejito que lo ayudo... a lo que ésta respondió..... "El Tiempo"..... el Amor cuestionó: ..."¿Por qué solo el Tiempo pudo traerme aquí?".... La Sabiduría entonces respondió:

"Porque sólo el Tiempo tiene la capacidad de ayudar al Amor a llegar a los lugares más difíciles"...

- ¿A qué personaje del cuento nos parecemos a veces con nuestro comportamiento? - ¿Hay veces, en nuestro juego, en el cole... que damos de lado a aquellas personas que se

acercan a nosotros con cariño pidiéndonos nuestra ayuda? - ¿Qué podemos hacer nosotros para demostrar que cada día queremos un

poquito más a los que están a nuestro lado?