cuando madre teresa me servía el desayuno

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 Cuando Madre Teresa me servía el desayuno En el centenario de su nacimiento, recuerdos de una mujer muy especial Por Renzo Allegri ROMA, jueves 19 de agosto de 2010 ( ZENIT.org).- En u!"as #artes de$ undo est%n en ar!"a an&'esta!&ones #ara re!ordar e$ !entenar&o de$ na!&&ento de Madre Teresa de a$!uta, ue !ae e $ 2* de agosto. +randes !ereon&as en Ind&a, en a $!uta, donde v&v& $a aor #arte de su e&sten!&a terrena donde est% se#u$tada, en A$/an&a, donde na!&, en todas #artes, son nueross&as $as #eueas &n&!&at&vas, a n&ve$ #o#u$ar, en $as #arrou&as en $as aso!&a!&ones de vo$untar&ado, so/re todo organ&adas #or  jvenes, #ara re!ordar esta etraord&nar&a '&gur a. on e$ 3adre 3o 4uan 3a/$o II, Madre Te resa "a s&do una de $as #ersonas ue "an ar!ado #ro'undaente $a "&stor&a de$ !r&st&an&so de nuestro t&e#o. 3adre 3o, !on $a $$aa de su a$ts&a e#er&en!&a st&!a5 4uan 3a/$o II !on e$ v&ento &#etuoso de $a a!!&n de $os !ont&nuos v&ajes a #ost$&!os5 Madre Teresa !on e$ aor, desnudo a/so$uto, "a!&a $os 6$t&os. 7us a!tos, sus enseanas, sus eje#$os "an to!ado a !reentes no !reentes, s&guen estando v&vos. To dos aue$$os ue !ono!&eron a Madre Te resa !onservan re!uerdos etraord&nar&os. 7o/re todo $as #ersonas ue v&v&eron junto a e$$a. 3ero ta/&8n $os #er&od&stas ue se a!er!aron a e$$a #or tra/ajo. Nosotros $os #er&od&stas, gra!&as a nuestra #ro'es&n, nos en!ontraos, no raraente, !on $os #ersonajes %s d&s#ares. urante !uarenta aos tra/aj8 !oo env&ado es#e!&a$ #ara grandes seanar&os !ono! entrev&st8 a una u!"edu/re s&n '&n de #ersonas 'aosas: art&stas, #o$t&!os, !&ent'&!os, !a#eones de#ort&vos, d&vos de$ es#e!t%!u$o, #rotagon&stas de not&!&as $u!tuosas, ases&nos ta/&8n santos. Entre $os ;santos< estuv&eron 3adre 3o, Madre Teresa, 4uan ==III, #ero ta/&8n otros, !oo 4uan 3a/$o II, Madre Es#erana, +&org&o >a 3&ra, Mar!e$$o and&a, 'ra e!&$&o ort&nov&s otros. 7o/re todos es!r&/ art!u$os ta/&8n $&/ros. e todos !onservo re!uerdos es#e!&a$es, #orue estas #ersonas t&enen un !ar&sa &rres&st&/$e una ve !ono!&dos es &#os&/$e o$v&dar$es. Re#resentan $a v&da en su a!e#!& n esen!&a$ eterna, trans&ten es#eranas ue so/reasan $as /arreras de$ t&e#o. e todos, e$ re!uerdo %s v&vo es e$ $&gado a Madre Te resa. 3or una ser&e de etraas !o&n!&den!&as, antuve !on e$$a d&versos en!uentros, $argas !onversa!&ones, v&ajes en !o!"e. 3uedo de!&r ue tena #or e$$a un a'e!to #ro'undo, e$$a e deostra/a una /enevo$en!&a ta$ ue o juga/a a&stad, & su#er'&!&a$ van&dad e e#uj a ve!es a a#rove!"are de e$$a, #&d&endo &n!$uso 'avores ue a

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Cuando Madre Teresa Me Servía El Desayuno

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Cuando Madre Teresa me serva el desayuno

Cuando Madre Teresa me serva el desayuno

En el centenario de su nacimiento, recuerdos de una mujer muy especial

Por Renzo AllegriROMA, jueves 19 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- En muchas partes del mundo estn en marcha manifestaciones para recordar el centenario del nacimiento de Madre Teresa de Calcuta, que cae el 26 de agosto. Grandes ceremonias en India, en Calcuta, donde vivi la mayor parte de su existencia terrena y donde est sepultada, en Albania, donde naci, y en todas partes, son numerossimas las pequeas iniciativas, a nivel popular, en las parroquias y en las asociaciones de voluntariado, sobre todo organizadas por jvenes, para recordar esta extraordinaria figura.

Con el Padre Po y Juan Pablo II, Madre Teresa ha sido una de las personas que han marcado profundamente la historia del cristianismo de nuestro tiempo. Padre Po, con la llama de su altsima experiencia mstica; Juan Pablo II con el viento impetuoso de la accin y de los continuos viajes apostlicos; Madre Teresa con el amor, desnudo y absoluto, hacia los ltimos. Sus actos, sus enseanzas, sus ejemplos han tocado a creyentes y no creyentes, y siguen estando vivos.

Todos aquellos que conocieron a Madre Teresa conservan recuerdos extraordinarios. Sobre todo las personas que vivieron junto a ella. Pero tambin los periodistas que se acercaron a ella por trabajo. Nosotros los periodistas, gracias a nuestra profesin, nos encontramos, y no raramente, con los personajes ms dispares. Durante cuarenta aos trabaj como enviado especial para grandes semanarios y conoc y entrevist a una muchedumbre sin fin de personas famosas: artistas, polticos, cientficos, campeones deportivos, divos del espectculo, protagonistas de noticias luctuosas, asesinos y tambin santos.

Entre los santos estuvieron Padre Po, Madre Teresa, Juan XXIII, pero tambin otros, como Juan Pablo II, Madre Esperanza, Giorgio La Pira, Marcello Candia, fray Cecilio Cortinovis y otros. Sobre todos escrib artculos y tambin libros. De todos conservo recuerdos especiales, porque estas personas tienen un carisma irresistible y una vez conocidos es imposible olvidarles. Representan la vida en su acepcin esencial y eterna, y transmiten esperanzas que sobreasan las barreras del tiempo. De todos, el recuerdo ms vivo es el ligado a Madre Teresa.

Por una serie de extraas coincidencias, mantuve con ella diversos encuentros, largas conversaciones, viajes en coche. Puedo decir que tena por ella un afecto profundo, y ella me demostraba una benevolencia tal que yo juzgaba amistad, y mi superficial vanidad me empuj a veces a aprovecharme de ella, pidiendo incluso favores que ya desde el principio yo mismo consideraba imposibles. Y sin embargo, en su infinita bondad, la Madre encontraba siempre la forma de contentarme.

Increble. Estoy seguro de que todos aquellos que se han acercado a Madre Teresa han constatado esta amorosa disponibilidad suya. Era ciertamente una gran santa pero al mismo tiempo una mujer de una sensibilidad humana tan deliciosa, de una bondad de nimo tan grande, que se senta triste si no consegua contentar a quien le peda algo.

He escrito muchos artculos sobre Madre Teresa, y algunos libros. Ahora, para el centenario de su nacimiento, he recogido un pequeo volumen, editado por la casa [italiana] Editrice Ancora, algunos recuerdos y sobre todo las palabras que la Madre me regal en los diversos encuentros. No le gustaba mucho hablar. Pero cuando lo haca, era extremadamente fascinante, con ese modo suyo esencial e incisivo de exponer sus pensamientos. Hablaba preferiblemente a travs de imgenes. Sus razonamientos eran una secuencia de hechos que llevaban a una conclusin inevitable.

Mi libro se titula Madre Teresa mi ha detto [Madre Teresa me dijo, n.d.t.]. Ttulo pretencioso. Quizs slo quien vivi largo tiempo junto a la monja de Calcuta podra usar un ttulo de este tipo para un libro, y no es mi caso. Yo conoc a Madre Teresa, la entrevist varias veces, pero nada ms. Pero, como he dicho antes, precisamente y solo por su benevolencia, me senta muy cercano a ella y ese ttulo, Madre Teresa me dijo, refleja una extraordinaria realidad.

En 1965, leyendo un libro de Pier Paolo Pasolini, encontr algunas lneas dedicadas a Madre Teresa, a quien el escritor haba encontrado durante un viaje suyo a la India. El hecho de que Pasolini hubiese quedado muy impresionado por la monja, me llenaba de curiosidad. Decid que deba encontrar y entrevistar a aquella hermana. Lo consegu tras una espera de quince aos. Pero no se trat de una entrevista. Fue el principio de una serie de encuentros.

Los aspectos que me impresionaron en seguida en ella fueron una grandsima sensibilidad humana y una bondad sin lmites. Yo era un periodista cualquiera, en la prctica un pesado que le haca perder el tiempo. Pero incluso cuando me entretena en preguntas quizs intiles y a veces poco pertinentes, nunca vi en su cara la ms mnima seal de contrariedad.

Cuando estaba en Roma, y le peda verla, me citaba en el pequeo convento del Celio, donde est la Casa madre de las monjas fundadas por ella, las Misioneras de la Caridad. Deca: Le espero maana por la maana a las cinco y media. A esa hora, en el pequeo convento, estaba la Misa reservada a las monjas y la Madre deseaba que, antes de hablar conmigo, nos encontrsemos unidos en la oracin. Llegaba puntual y encontraba, en la puertecita del convento, una hermana que me esperaba y me acompaaba a la capillita. Segua la Misa junto a la Madre, que estaba arrodillada en el suelo, en el fondo de la capillita. Para m, en cambio, haca preparar un reclinatorio cmodo y tambin una silla. Desde mi sitio poda observar a todas las hermanas y tambin a la Madre, que no haca precisamente nada especial. Estaba acurrucada sobre s misma, casi formando una bola, y estaba concentrada en la oracin silenciosa como si yo no existiese. Pero precisamente desde aquella postura de anulacin incluso fsica, transmita una potente energa e infinitas consideraciones que largas conversaciones no habran sido capaces de sugerir.

Despus de la Misa, la hermana que me haba acogido me acompaaba a un cuartito del convento, adonde de modo infalible, poco despus, llegaba la Madre con una bandeja para el desayuno. Madre Teresa me serva el desayuno. No permita que lo hiciera una de sus monjas, quizs aquella que me haba acogido a la puerta del convento. Quera hacerlo ella. La primera vez yo estaba confuso e intent impedrselo, diciendo que no tena hambre, que por la maana no coma nunca. Pero ella intuy mi turbacin y no hubo forma de detenerla. Me serva con un conmovedor amor maternal. Caf, leche, mermelada, tostadas. Se preocupaba de que comiese. Y aquellas atenciones suyas hablaban ms que las entrevistas. Despus, terminado el desayuno, me conceda su tiempo. Yo tomaba mis apuntes con las preguntas, encenda la grabadora y ella responda.

Volviendo a escuchar aquellas conversaciones, me doy cuenta de que mis preguntas eran a veces estpidas, intiles, superficiales, pero ella siempre responda con calma llevando la conversacin a temas importantes o sealando, en ciertos hechos, el aspecto en el que se concentraba la enseanza.

Como dije, cuando le haba tomado una cierta confianza, le ped tambin algunos favores poco pertinentes con su estado de religiosa.

Un da le ped si aceptaba ser madrina en un bautismo. En Navidad de 1985, Al Bano, el famoso cantante de Puglia, se haba convertido en padre por tercera vez: una nia, Cristel. Somos muy amigos, desde el principio de su carrera. Fui tambin testigo de bodas en su boda con Romina Power y l fue padrino de uno de mis hijos. Una amistad que, con el tiempo, se ha convertido casi en una parentela. En mayo de 1986, Cristel tena ya cinco meses y an no estaba bautizada. Saba que Al Bano tena una fe religiosa concreta y slida. Le pregunt por ello por qu no haba bautizado an a la nia. Me dijo que segua postergando la fecha del bautismo porque no quera que el rito religioso se transformase en una algarada, con fotgrafos y periodistas, como haba pasado en su matrimonio. Buscaba una ocasin para una ceremonia religiosa privada, y me pidi que le ayudara a organizarla, quizs en Roma. Lo hice de buen grado. Habl con el obispo eslovaco monseor Pavel Hnilica. Una persona extraordinaria, un santo tambin l, amigo de Madre Teresa, haba sido l quien me la present. Ped a monseor si poda bautizar a la hija de mi amigo. Y le ped tambin si sera posible tener a Madre Teresa como madrina. No lo creo, dijo el obispo. Pero te aconsejo que se lo pidas directamente, es una mujer imprevisible. La Madre estaba en Roma. Junt valor y se lo ped. Me mir seria, y luego respondi: Como religiosa, no puedo tomar esta responsabilidad jurdica. Pero puedo ser su madrina espiritual. Y as sucedi. El bautizo se celebr en la capilla privada del obispo. A la nia se le pusieron los nombres de Cristel, Maria Chiara y Teresa. Slo haba un fotgrafo presente y las imgenes se distribuyeron despus gratuitamente por todo el mundo, incluso en Japn.

Dos aos despus, en agosto de 1988, algunos amigos me hablaron de una historia muy conmovedora. Una joven pareja de un pueblecito cerca del Lago Bracciano, haba tenido cinco gemelos. Como sucede a menudo en estos casos, los pequeos fueron mantenidos durante bastante tiempo en la incubadora. En la prctica, se salvaron por el amor grandsimo de sus padres y por los cuidados de los mdicos. Cuando finalmente salieron del hospital, se pens en el bautizo. Hay que hacer una gran fiesta, decan los amigos de la pareja. Uno me pidi que organizara algo para atraer la atencin de los peridicos. Pens en Madre Teresa. Estaba seguro de que, conociendo la historia, habra aceptado. Y as fue. La ceremonia se llev a cabo en la pequea iglesia de Santa Maria de Galeria. Cada uno de los cinco gemelitos tena su padrino, como prev la Iglesia, pero todos tuvieron a Madre Teresa de Calcuta como madrina espiritual. La Madre, aunque llena de compromisos, dedic media jornada a ese bautizo. Se hizo acompaar al lago Bracciano y particip en toda la ceremonia. Los peridicos naturalmente escribieron, publicaron fotografas, y hubo gran fiesta.

Cuando pienso en Madre Teresa, la imagen que se me viene en seguida a la mente es a ella en oracin. La primera vez que viaj en coche con ella, tuve el honor de sentarme a su lado. Debamos trasladarnos desde la va Casilina, en la periferia de Roma, donde hay una casa de las Misioneras de la caridad, al Vaticano, donde la Madre iba a ser recibida por el Papa. Habamos hablado largo rato esa maana y nos habamos retrasado. Subimos al coche. Conduca el hermano de monseor Hnilica. El obispo se sent junto a su hermano y yo junto a Madre Teresa.

El coche parti con gran velocidad porque tenamos prisa, llegbamos tarde. No se poda en absoluto hacer esperar al Papa. Madre Teresa miraba desde la ventanilla. Su rostro estaba sereno. Despus de un momento, la Madre nos pidi que rezramos con ella. Se hizo el signo de la cruz, de un bolsillo de su sari sac un rosario. Oraba en voz baja, con voz sumisa, recitando el Padrenuestro y las Avemara en latn. Nosotros rezbamos con ella.

El coche aceleraba nervioso en el trfico catico e intenso. A veces frenaba bruscamente, daba volantazos, arrancaba imperioso, agarraba las curvas de forma temeraria, era abordado por otros coches, impacientes y agresivos, que lanzaban amenazas con penetrantes golpes de clxon. Yo estaba agarrado al manillar y miraba con preocupacin al conductor, muy bueno pero imprudente. Madre Teresa, en cambio, estaba absorta en la oracin, y no se daba cuenta de nada.

Acurrucada en su asiento, estaba hablando con Dios. Tena los ojos semicerrados. El rostro arrugado, doblado sobre el pecho, estaba transfigurado. Pareca casi que emanara luz. Las palabras de la oracin salan de sus labios, precisas, claras, lentas, casi como si se detuviera a saborear el significado de cada una de ellas. No tenan la cadencia de una frmula continuamente repetida, sino la frescura del dilogo, de una conversacin viva, apasionada. Pareca que la Madre hablara realmente con una presencia invisible.

Un da le pregunt, de repente: Tiene miedo de morir? Estaba en Roma desde haca algunos das. La haba visto un par de veces y haba ido a saludarla porque volva a Miln. Ella me mir como si quisiera entender la razn de mi pregunta. Cre que haba hecho mal en hablar de la muerte e intent corregir el tiro. La veo descansada, dije. Ayer, en cambio, me pareca muy cansada. He descansado bien esta noche, respondi. En los ltimos aos usted ha sufrido intervenciones quirrgicas muy delicadas, como la del corazn: debera cuidarse, viajar menos. Me lo dicen todos, pero yo tengo que pensar en la obra que Jess me ha confiado. Cuando ya no sirva ms, ser l quien me detenga.

Y cambiando de tema, me pregunt: Dnde vive?. En Miln, respond. Cundo vuelve a casa?. Espero que esta misma noche. Quisiera tomar el ltimo avin, as maana, que es sbado, puedo estar en familia. Ah, veo que usted es feliz de volver a casa, con su familia, dijo ella sonriendo. Llevo fuera casi una semana, respond para justificar mi entusiasmo. Bien, bien, aadi. Es lgico que usted est contento. Va a encontrar a su mujer, a sus nios, a sus seres queridos, su casa. Es justo que sea as.

Permaneci an unos momentos en silencio, y despus, volviendo a la pregunta que le haba hecho, prosigui: Yo estara contenta como usted si pudiese decir que me muero esta noche. Muriendo me ira a casa yo tambin. Ira al paraso. Ira a ver a Jess. Yo he consagrado mi vida a Jess. Convirtindome en monja, me he convertido en la esposa de Jess. Todo lo que hago aqu, en la tierra, lo hago por amor a l. Por tanto, al morir, volvera a casa. Donde mi esposo. Adems, all, en el paraso, encontrara tambin a todos mis seres queridos. Miles de personas han muerto entre mis brazos. Son ya ms de cuarenta aos que dedico mi vida a los enfermos y a los moribundos. Yo y mis hermanas hemos recogido por las calles, sobre todo en la India, miles y miles de personas agonizantes. Las hemos llevado a nuestras casas y las hemos ayudado a morir serenas. Muchas de esas personas han expirado entre mis brazos, mientras yo les sonrea y acariciaba sus rostros temblorosos. Por eso, cuando muera, encontrar a todas estas personas. Estn all y me esperan. Nos quisimos en esos momentos difciles. Hemos seguido querindonos en el recuerdo. Quin sabe qu fiesta me harn al verme. Cmo puedo tener miedo a la muerte? Yo la deseo, la espero porque me permitir finalmente volver a casa.

En general, en las entrevistas, y tambin en las conversaciones, Madre Teresa era concisa, daba respuestas breves y veloces. En aquella ocasin, para responder a aquella extraa pregunta ma, haba afrontado un autntico discurso. Y mientras deca esas cosas, sus ojos brillaban con una serenidad y una felicidad sorprendentes.