cuando las tuteladas tutelan y participan. la sociedad damas de caridad (1869-1894)

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70 RESUMEN / ABSTRACT Este artículo se orienta al análisis de una de las redes de poder social que se construían en el espacio notabiliar, con fuerte interacción entre éste y el de los actores subalternos. Lo diferencial de este tipo de redes es que terminaron adquiriendo dimensiones institucionales ba- sadas en pautas organizativas que establecen diferencias fuertes con formas anteriores. Si bien la conformación de un estado central liberal y la reconfiguración de los estados provinciales pretendió avanzar so- bre aquellos cuerpos intermedios que podrían interponerse entre el individuo y el Estado, sus gestores manifiestaban una fuerte preocupa- ción por el principio liberal de una sociedad autoregulada. Por eso es que la sociedad civil se vió demandada a hacerse cargo de problemas de interés común. Desde esta perspectiva, pretendo estudiar la gama de vínculos y solidaridades que se crearon mediante la experiencia de la Sociedad de Damas de la Caridad (1869-1894). This article is intended to analyze one of the social power nets that were constructed in the notabiliar space. The difference in this kind of nets is that they acquired an institutional character based on some lines of organization that established great differences between them and the precedent forms. Even when the make up of a central-liberal State and the reconfiguration of the provincial States was an attempt to weaken the intermediate corporations that could intervene between individuals and State, their managers were very concern about the liberal principle of an self-regulated society. This is why, the civil society had to look after the public problems. From this perspective, I study the range of links and solidarities that were created through the experience of the Sociedad de Damas de la Caridad (1869-1894). KEYWORDS: CLASS GENDER POWER PRIVATE SPHERE MINORITY Recepción: 16/05/06 • Aceptación: 09/07/06

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    MARTA BONAUDORESUMEN / ABSTRACT

    Este artculo se orienta al anlisis de una de las redes de poder socialque se construan en el espacio notabiliar, con fuerte interaccin entreste y el de los actores subalternos. Lo diferencial de este tipo deredes es que terminaron adquiriendo dimensiones institucionales ba-sadas en pautas organizativas que establecen diferencias fuertes conformas anteriores. Si bien la conformacin de un estado central liberaly la reconfiguracin de los estados provinciales pretendi avanzar so-bre aquellos cuerpos intermedios que podran interponerse entre elindividuo y el Estado, sus gestores manifiestaban una fuerte preocupa-cin por el principio liberal de una sociedad autoregulada. Por eso esque la sociedad civil se vi demandada a hacerse cargo de problemasde inters comn. Desde esta perspectiva, pretendo estudiar la gama devnculos y solidaridades que se crearon mediante la experiencia de laSociedad de Damas de la Caridad (1869-1894).

    This article is intended to analyze one of the social power nets thatwere constructed in the notabiliar space. The difference in this kind ofnets is that they acquired an institutional character based on somelines of organization that established great differences between themand the precedent forms. Even when the make up of a central-liberalState and the reconfiguration of the provincial States was an attemptto weaken the intermediate corporations that could intervene betweenindividuals and State, their managers were very concern about theliberal principle of an self-regulated society. This is why, the civil societyhad to look after the public problems. From this perspective, I studythe range of links and solidarities that were created through theexperience of the Sociedad de Damas de la Caridad (1869-1894).

    KEYWORDS: CLASS GENDER POWER PRIVATE SPHERE MINORITY

    Recepcin: 16/05/06 Aceptacin: 09/07/06

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    * [email protected]

    MARTA BONAUDO*

    Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas/Universidad Nacional de Rosario

    ste artculo est orientado a analizar una de las re-des de poder social que se construyeron en el espacionotabiliar, con fuerte interaccin entre ste y el de losactores subalternos. Lo particular de este tipo de re-des es que terminaron adquiriendo dimensionesinstitucionales basadas en pautas organizativas queestablecieron fuertes diferencias con formas anterio-res. Si bien, la conformacin de un Estado central li-beral y la reconfiguracin de los estados provincialespretendi avanzar sobre aquellos cuerpos interme-dios que podran interponerse entre el individuo y elEstado, sus gestores manifiestaron una fuerte preocu-pacin por el principio liberal de una sociedadautoregulada. Por eso es que la sociedad civil se vi enla necesidad de hacerse cargo de problemas de interscomn. Desde esta perspectiva pretendo estudiar la

    Signos Histricos, nm. 15, enero-junio, 2006, 70-97

    Cuando las tuteladas tutelan y participan.La Sociedad Damas de Caridad(1869-1894)

    PALABRAS CLAVE:

    CLASE

    GNERO

    PODER

    ESPACIO PRIVADO

    MINORIDAD

    E

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    MARTA BONAUDO

    gama de vnculos y solidaridades que se crearon a travs de la experiencia de laSociedad Damas de Caridad (1869-1894).1

    La preocupacin est centrada en cmo un actor signado por la calidad deminoridad es includo en el espacio pblico para cumplir un papel destacado ensu interior: las mujeres. Indudablemente, no se trata de mujeres del comn, sinode aqullas que desde el principio aparecen como portadoras de un importantecapital social representado por esa trama de lazos y experiencias que implicabasu participacin en el interior de los grupos dominantes. Desde esta perspecti-va, al focalizar el anlisis de la Sociedad Damas de Caridad, las claves de gnero,clase y poder nos introducen en una dinmica compleja.

    Me interesa continuar explorando el problema de cmo los liberales inten-taron integrar a un amplio conjunto de desiguales (los pobres, los indigentes,los marginales), no mediante una poltica social coherente sino a partir de unespacio tico, desde el que se pretendi regular ciertas relaciones sociales sinsancin jurdica. Los deberes de proteccin que se cumpliran por medio de lavirtud moral de utilidad pblica, daban sustento a la beneficencia. Mi hiptesissiguiendo algunas reflexiones de Robert Castel es que sta conform en lapoca un verdadero plan de gobernabilidad social que implic a la vez una

    1 El tema en Argentina tuvo abordajes precedentes, con frecuencia desde otras perspectivas y en otros espacios. Vase Eduardo

    Ciafardo, Las Damas de Beneficencia y la participacin social de la mujer en la ciudad de Buenos Aires, 1880-1920, en

    Anuario del iEHS, nm. 5, 1990, pp. 161-170; Ricardo Cicerchia, Las vueltas del torno: claves de un maltusianismo popular,

    en Lea Fletcher (comp.), Mujeres y cultura en la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, Feminaria Editora, 1994, pp. 196-206;

    Ricardo Gonzlez Leandri, Caridad y Filantropa en la ciudad de Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XIX, en

    Diego Armus (comp.), Sectores populares y vida urbana, Buenos Aires, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 1984,

    pp. 251-258; Donna Guy, Nios abandonados en Buenos Aires (1880-1914) y el desarrollo del concepto de madre, en Lea

    Fletcher (comp.), op. cit., 1994, pp. 217-226; Alejandra Landaburu, Mara Elena Fernndez y Flavia Macas, Esfera pblica,

    moralidad y mujeres de la elite. La sociedad de Beneficencia de Tucumn, en Temas de mujeres. Perspectivas de gnero,

    Tucumn, Universidad Nacional de Tucumn, 1998; Karen Mead, Oligarcas, doctors and nuns. Public Health and Beneficence

    in Buenos Aires (1880-1914), California, University of California, 1994. Si bien este tema no es central en el libro, aparecen

    reflexiones interesantes al respecto en Marcela Nari, Polticas de maternidad y maternalismo poltico, Buenos Aires, Editorial

    Biblos, 2004. Un estudio pionero en el caso de Rosario y guiado centralmente por otro tipo de preocupaciones es la tesis de

    maestra de Gabriela Dalla Corte Caballero, Infancia y gnero en contextos asistenciales. Las Damas de Caridad, el abandono

    de nios y las familias populares en Rosario, 1870-1900, mimeo, 1996.

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    respuesta poltica y no estatal a la cuestin social. Esta presuncin me condujocomplejizando acercamientos precedentes a enfocar el lugar de quienesllevaron adelante una parte de esta respuesta, centrndome principalmente enel papel de las mujeres de ese universo de gente decente, papel que no puedereducirse a la viabilizacin de prcticas de tutelaje. Considero que el desempe-o del mismo otorg a estas tuteladas una considerable potencialidad, por locual, resultar significativo detectar la capacidad de presin que estas excludasde las instancias formales de delegacin y representacin pudieron ejercer. Miobjetivo es ampliar la mirada hacia las diferentes intervenciones que realizaronen el espacio pblico, particularmente aqullas que abrieron el camino a for-mas alternativas de participacin y dejaron marcas en el proceso de conforma-cin de la comunidad poltica.2

    LAS LGICAS DEL CONTRATO EN TORNO A LA CUESTIN SOCIAL Y EL PAPEL DE LASMUJERESAl tiempo que los hacedores de un nuevo contrato social planteado en 1853comenzaban a construir las pautas que posteriormente regularon las relaciones

    2 Analizando, en el proceso de construccin de los estados nacionales, la relacin entre esfera pblica y privada, Pilar Garca

    Jordn y Gabriela Dalla Corte, afirman al respecto: La participacin pblica de las mujeres encontr un campo de accin en

    el uso poltico de los espacios religiosos, as como en las prcticas asociativas enmarcadas en sociedades privadas femeninas,

    las cuales cumplieron un claro rol poltico al sustituir al Estado o al acompaarlo en numerosas ocasiones y contextos en la

    resolucin de problemas sociales. Esta situacin, como lo remarcan tambin las autoras, fortaleci, en el interior de los grupos

    dirigentes y en las familias notables, la cesura entre ambas esferas. Vase Pilar Garca Jordn y Gabriela Dalla Corte Caballero,

    Mujeres y sociabilidad poltica en la construccin de los Estados nacionales, en Isabel Morant (dir.), Guadalupe Gmez-

    Ferrer, Gabriela Cano, Dora Barrancos y Asuncin Lavrin (coords.), Historia de las mujeres en Espaa y Amrica Latina. Del

    siglo XIX a los Umbrales del XX, Madrid, Ctedra, 2006, p. 561. El debate en relacin con la dinmica pblico/privado ha sido

    significativo en el campo feminista, ameritando una serie de reflexiones entre las que se destacan, sin duda, Seyla Benhabib,

    Models of Public Space: Hannah Arendt, the Liberal Tradition and Jrgen Habermas, en Craig Calhoun, Habermas and the

    public sphere, Cambridge, Massachusetts Institute of Technology, 1993, pp. 73-98; Carole Pateman, Feminist Critiques of

    the Public/Private Dichotomy, en Stanley Benn y Gerald Gauss (comps.), Public and Private in Social Life, Londres/Canberra,

    Croom Helm/St. Martin Press, 1989, pp. 281-303; Ruth Gavison, Feminist and the Public/Private Distinction, en Stanford

    Law Review, nm. 45, ao 1, 1992, pp. 1-45; Elena Beltrn Pedreira, Pblico y privado (Sobre feministas y liberales: argumentos

    en un debate acerca de los lmites de lo poltico), en Debate Feminista, ao 9, vol. 18, 1998, pp. 14-52.

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    MARTA BONAUDO

    de mercado y las relaciones sociales entre iguales, se iban generando nuevasinterrogantes y demandas en la consecucin de un bien comn. Qu hacer antela reaparicin o persistencia de formas de indigencia, de vagabundaje o de diso-ciacin social como el aumento de nacimientos ilegtimos que acrecentaban elnmero de nios abandonados o el infanticidio?

    Las estrategias fueron variadas e iban desde la formalizacin de cdigosurbanos o rurales que normaban las pautas para enfrentar la vagancia o lamendicidad, pasando por las tcticas de control y de contencin desarrolladasdesde el poder municipal o desde las jefaturas polticas, hasta llegar a la reapa-ricin de las antiguas organizaciones de caridad que resultaban altamente in-suficientes.3 La mayora de estas estrategias articulaban, fundamentalmente,los costados disciplinadores o represivos directos, los cuales se mostrabaninsuficientes en trminos preventivos. De ah result la bsqueda de formasalternativas que iban adquiriendo sesgos asistencialistas porque no hubo de-trs del despliegue de las mismas un reconocimiento, por parte de los espaciosdel Estado (central, provincial o municipal), de la vigencia de un derecho a laasistencia. Tal como lo marca Castel el gobierno no le debe nada a quien no losirve. El pobre slo tiene derecho a la conmiseracin general.4 En consecuen-cia, la mirada se orient hacia la emergencia de prcticas de beneficencia bajo latutela de las fracciones dominantes. El planteamiento resultaba muy coherentecon la visin liberal del derecho, ya que ste operaba como garante de relacio-nes de reciprocidad entre iguales, situacin paradjicamente opuesta a la visinque se tena de las prcticas asistenciales. stas implicaban un intercambio des-igual que colocaba al receptor en una condicin de inferioridad. Hacia l sedesplegaba un deber de proteccin que se cumpla por medio de la virtudmoral de utilidad pblica que es la beneficencia.5

    3 Vase Marta Bonaudo, Las lites santafesinas entre el control y las garantas: el espacio de la jefatura poltica, en Hilda

    Sbato y Alberto Lettieri (comps.), La vida poltica en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces, Buenos Aires, Fondo de

    Cultura Econmica, 2003, pp. 259-276; Marta Bonaudo y Elida Sonzogni, To populate and to discipline:labor market

    construction in the province of Santa Fe, Argentina, 1850-1890, en Latin American Perspectives, vol. 26, nm. 1, 1999, pp.

    65-91.

    4 Robert Castel, Las metamorfosis de la cuestin social. Una crnica del salariado, Buenos Aires, Paidos, 1997, p. 235.

    5 Ibid.

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    Ante los riesgos de disociacin social que planteaban estos actores, conside-rados en calidad de minoridad, las elites gobernantes gestaron o resignificaronnuevas formas tutelares asumiendo, desde una dimensin poltica no estatal, elproblema social. Tanto la insuficiencia de las prcticas individuales como de lasconfesionales las impulsaron a estas elites gobernantes a desarrollar institucio-nes mediante las cuales se conformaron comunidades asentadas en vnculosmorales entre benefactores y receptores, permanentes o transitorios, aparecien-do aqullas, a los ojos de la sociedad, como modelos de socializacin en ununiverso de valores comunes.6

    En el imaginario de las administraciones y de la sociedad santafesina quecomenz a reorganizarse luego de la crisis del rosismo y su derrota en Caseros(1852) haban quedado grabadas tanto las experiencias coloniales como lainiciativa rivadaviana que en 1822 dio a luz a la Sociedad de Beneficencia deBuenos Aires. Es por eso, que el conjunto de mujeres que se asociaron en 1869para formar la Sociedad Damas de Caridad recuper esas otras trayectorias enlas que ciertos espacios de poder a diferencia de lo que suceda en ese tiem-po asumieron dar respuestas desde el Estado a algunos problemas socialescomo el de los nios hurfanos o abandonados:

    Estas asociaciones estn hoy entregadas por completo la direccin de las Sociedades

    de Caridad. Los Poderes se han ido desligando de ellas porque otras tareas superiores

    los han reclamado en absoluto, pero en la poca del Virreynato fue el mismo Juan

    Jos Vrtiz el que fund en Buenos Aires la casa de expsito que aun existe y que data

    desde 1774. Al dar cuenta del acontecimiento que significaba la fundacin de este

    Asilo, decale Vrtiz al Rey Por el establecimiento de esta casa se evita muchas veces la

    muerte de un inocente y el delito ms abominable la deslizada madre que le dio el ser

    y se consigue tambin que estos hijos ilegtimos puedan educarse de manera que

    lleguen a ser hombres tiles la Sociedad.7

    6 Un acercamiento contemporneo interesante a la pervivencia de la tensin entre sociedad de contrato y caridad se encuentra

    en Nancy Fraser y Linda Gordon, Contrato versus caridad, una reconsideracin de la relacin entre ciudadana civil y ciudadana

    social, en Contextos, nm. 2, 1997, pp. 1-15.

    7 Archivo Privado de la Sociedad Damas de Caridad, Rosario (en adelante APSDC), caja s/n, Sociedad Damas de Caridad,

    Memoria bianual 1890.

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    MARTA BONAUDO

    Convencidas de poder participar en la socializacin de un conjunto de acto-res subalternos, estas mujeres de elite proyectaron sus objetivos moralizadoresmediante las prcticas llevadas a cabo por la Sociedad Damas de Caridad:

    [...] un establecimiento propio, abierto la desgracia y la mujer-madre pecadora,

    no para la salvacin de su culpa sino de su inculpable fruto [...] El perodo es brev-

    simo, tratndose de una institucin popular tan delicada para las masas de bajo nivel

    social, porque es una lnea la que separa el baldn de la desventura.8

    A diferencia de la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires creada porRivadavia, suprimida por Juan Manuel de Rosas en 1838 y recuperada luego desu cada y de la Sociedad de Beneficencia de la ciudad de Santa Fe (1860), laasociacin rosarina y su predecesora9 se gestaron de forma autnoma a cual-quier poder del Estado. Es indudable que el pequeo ncleo de damas reunidoen la casa de doa Blanca de Villegas en diciembre de 1869, que plante consti-tuirse en una Sociedad Filantrpica, no presupona que los papeles a desempearen el nuevo espacio estaban demasiado alejados de su domesticidad, particular-mente de su funcin maternal, al volcarse a la educacin, la caridad y la salud.10

    8 Ibid.

    9 En Rosario haba surgido, en la dcada de 1860, una denominada Sociedad de Beneficencia, estimulada en su formacin por

    uno de los miembros varones de esa elite, el periodista Federico de la Barra. La misma no ha sido an explorada, por lo cual

    se ignora si existe documentacin de base y, por otra parte, qu vinculacin tuvo con ciertas experiencias masculinas de la

    poca como la de las logias masnicas.

    10 APSDC, Libro de Actas, Sociedad Damas de Caridad, 11/12/1869. Posiblemente, ellas compartieron las mismas perspectivas

    que sus pares bonaerenses. Refirindose a stas, Marcela Nari siguiendo a Karen Mead consideraba que ellas no

    participaban del todo del modelo maternalista que desde finales del siglo XVIII y, en particular en el XIX, tuvo un fuerte impulso

    gracias a un conjunto de transformaciones sociales que se estaban desarrollando y a las legitimaciones y justificaciones

    provenientes de la ciencia mdica. Para ellas, afirma Nari: El vnculo madre-hijo era pensado desde una moral ms tradicional,

    menos biologicista y el incumplimiento de la naturaleza maternal por parte de algunas mujeres era lo que precisamente les

    ofreca la posibilidad de ejercer la caridad, entendida como una buena obra necesaria para la salvacin y, cada vez ms, como

    una responsabilidad cvica y una forma permitida de hacer poltica, vase Marcela Nari, op. cit., 2004, p. 126. Tanto el

    maternalismo social como el poltico han sido tratados desde diversas perspectivas en las ltimas dcadas. En esta direccin

    resultaron significativas, entre otras, las reflexiones de Haydee Birgin, Derechos reproductivos, maternidad y ciudadana, en

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    Sin embargo, estaban participando de una experiencia poco usual para unmbito fuertemente femenino: aplicar la lgica del contrato voluntario entrepares. Por medio de ese acto se daba origen a un nuevo vnculo social que, sinduda, modific de forma gradual las perspectivas y las prcticas de las mujeresparticipantes.

    La Sociedad Damas de Caridad haca su aparicin en una trama societal enla que convivan, de manera simultanea, una red de clubes y asociaciones civi-les, profesionales y culturales masculinas que, al decir de Nancy Frazer, eran laarena, el lugar de entrenamiento y finalmente la base de poder de un estrato dehombres burgueses que se vean a s mismos como la clase universal y se prepara-ban para afirmar su aptitud para el gobierno.11 De estos espacios haban que-dado marginadas las mujeres, limitadas a la dimensin privada. La retricadesplegada intentaba, sin duda, desplazar de los asuntos pblicos y polticos aun conjunto de actores e intereses, colocndolos en la esfera domstica o priva-da, y fue desde all, que estas mujeres iban a asumir papeles en el espacio pblicoen relacin con la cuestin social. La paradoja resida en que las excluidas for-malmente del espacio pblico, iban a hacerse visibles en su interior; pasando delas estrategias imitativas y tuteladas, a ser capaces de hablar con su propia voz, departicipar, utilizando su propia domesticidad como ruta de acceso a la vidapblica. Al mismo tiempo, iban de modo gradual a visibilizar, a colocar ante loslugares de toma de decisin, problemas que afectaban a mujeres y nios de lossectores subalternos, obligndolos a involucrarse en su resolucin, alejndolosde respuestas exclusivamente privadas.

    Haydee Birgin (comp.), Accin pblica y sociedad, Buenos Aires, Feminaria, 1992, pp.163-177; Gisela Bock, Pobreza femenina,

    derechos de madres y Estados de bienestar 1890-1950, en Franoise Thebaud (dir.), Historia de las mujeres en Occidente.

    El siglo XX, Madrid, Taurus, 1993, pp. 15-50; Donna Guy, La madre cariosa: the social construction of Mothering in Buenos

    Aires (1880-1921), Arizona, University of Arizona, mimeo, 1994; Kristin Ruggiero, Honor, maternidad y el disciplinamiento

    de las mujeres: infanticidio en el Buenos Aires de finales del siglo XIX, en Lea Fletcher (comp.), op.cit., 1994, pp. 235-277.

    11 Nancy Frazer, Reconsiderando la esfera pblica: una contribucin a la crtica de la democracia existente, en Entrepasados

    nm. 6, 1994, p. 91.

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    LAS ESTRATEGIAS ORGANIZATIVAS: IMITAR O CREAR?Las damas reunidas en la casa familiar de los Villegas, integraban esa trama deredes de parentesco, de amistad y negocios, que conformaban las fraccionesburguesas rosarinas y compartan como esposas, madres o hijas un conjunto desaberes privativos de ese estrato. Sus apellidos explicitaban claramente su per-tenencia: Rodrguez de Rosas, Zeballos, Caminos, Sastre, lvarez, Coll de Miller,Coutteret, Carbonell, Arteaga, Pereyra, Acebal, Sohle, Larrechea, Lassaga,Marquardt, Pessan, Chiesa. Desde ese lugar proyectaron la asociacin repro-duciendo aquellas prcticas que los varones de ese espacio ejercitaban en suspropias estructuras asociativas. Prcticas renovadas en la interaccin inter-pares como las que conducan a apelar a la constitucin de una comisin direc-tiva por va electoral y a la formalizacin de un reglamento que estableciera lasreglas de juego en su interior. Sin embargo, las vas de accin modernas se mez-claban con formas antiguas como la recurrente apelacin a la jerarqua social ya los vnculos precedentes. Un ejemplo de ello se observaba en el tratamiento delos ingresos, tal como sucedi ante la mocin de incorporacin como sociahonoraria de Clementina G. de Amenabal,12 residente en Crdoba: haciendopresente los servicios que dicha Seora podra prestar a la sociedad tanto por suposicin como por sus relaciones y despus de haber tomado los votos fue acep-tada por unanimidad.13

    No obstante, las experiencias se impregnaban de un decir y un hacer renova-dos en un verdadero proceso de aprendizaje tutelado por hombres: los conseje-ros. Por medio de esas experiencias, interiorizaron la lgica asamblesticaejercitando el debate, construyendo consensos, disintiendo, operando electo-ralmente mediante el voto secreto presencial o el escrito en ausencia. Se fami-liarizaron con su lenguaje y operaron con conceptos como los de mocin ycriterios como los de unanimidad o mayora as como el de periodicidad en elejercicio de los cargos. Desplegaron estrategias de gestin y de contraloraintegrando de manera peridica las comisiones colectoras o visitadoras/inves-tigadoras, revisando y aprobando balances, rubricando acuerdos, organizan-

    12 En el manuscrito no puede leerse de forma clara la letra final del apellido, ste suele terminar en r, pero no parece ser lo que

    est escrito.

    13 APSDC, Libro de Actas, Sociedad Damas de Caridad, 15/10/1870; Ibid., Clara E. de Echeverra de Pergamino 23/1/1873; Ibid.,

    Nicolasa Toro de Correa, 12/3/1873, nfasis mo.

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    do al personal bajo su mando, etctera. Si la participacin en tales comisionesera obligatoria, la lgica tutelar segua funcionando en su interior por cuantolas socias solteras podan ser eximidas cuando no obtengan el consentimien-to de sus padres.14 Es evidente que la nueva organizacin no lograba evadir eldestino manifiesto del ser mujer, sometido civilmente a la voluntad paterna,marital o de hijos o hermanos varones. No obstante los lmites, el ejerciciorenovado de estas prcticas fue acrecentando su capital social originario.

    Si de modo permanente estimulaban el ingreso de socias, su dinmica nolograba eludir la emergencia de operatorias consustanciadas con los modos enque sus padres, maridos o hijos se desempeaban en el espacio pblicomasculinizado. En esta direccin era posible observar cmo fracasaba, en 1870,el intento de presentacin de la seorita Bernardina Amigo: despus de habertomado la opinin de cada una de las socias contestaron unnimemente no sergustosa la admisin de dicha seora por no encontrar simpatas entre las sociaspresentes.15 Ms all de las caractersticas personales de la postulante, resulta-ba indudable que ella, a travs de su ncleo familiar, formaba parte de unatrama poltica diferente al de las damas a cargo de la gestin.

    Esta situacin se reprodujo a lo largo de los aos y se explicit tambin en laprctica electoral interna. Aunque hubo experiencias de renovacin de las co-misiones directivas que se desarrollaron por unanimidad, tambin se desplega-ron en particular a lo largo de las dcadas de 1870 y 1880 elecciones conms de un aspirante al mismo cargo y fueron saldadas por mayora.16 Es intere-sante observar cmo en un momento altamente revulsivo para la poltica pro-vincial como fue la dcada de 1880 especialmente gestado por la tensin y elenfrentamiento del Partido Situacionista (liberales conservadores) y el PartidoConstitucional (liberales progresistas)17 aparecieron en la disputa para laconformacin de la Comisin Directiva de abril de 1884, dos candidatas a presi-denta (Justa Pimentel, 16 votos y Mara Acerne, 1), cuatro candidatas a secretaria(la votacin va de 19 votos a 2), cuatro candidatas a tesorera, siete candidatos

    14 APSDC, Estatutos de la Sociedad Damas de Caridad, Rosario, Villalon Hnos., 1893, p. 9, Artculos 22 y 23.

    15 APSDC, Libro de Actas, Sociedad Damas de Caridad, 15/10/1870, nfasis mo.

    16 Ibid., 10/2/1871; 26/8/1871; 14/5/1872; 20/4/1880; 20/4/1882.

    17 Vase Marta Bonaudo, De representantes y representados: Santa Fe finisecular (1883-1893), en Hilda Sbato (comp.),

    Ciudadana poltica y formacin de las naciones, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, pp. 270-294.

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    MARTA BONAUDO

    a Consejeros en propiedad y tres como suplentes.18 Esto tambin reflejaba unamayor presencia de socias participando de forma directa o indirecta de las asam-bleas electorales. Si al inicio de la Sociedad, el ncleo no superaba la decena pesea la existencia de un nmero orgnico de alrededor de 24 socias para 1871, enlos ltimos aos de la dcada de 1880 y luego de una ampliacin de los miem-bros de la sociedad, la participacin se elev a 20 o 28 votantes, ascendiendoincluso, en 1890, a 33.19

    En el contexto organizativo, la figura del Consejero resultaba paradigmticaa la hora de la toma de decisiones. Apareca prcticamente como el referenteobligado a quien se deba consultar, tanto en el desarrollo de las asambleassobre la viabilidad de las decisiones y su pertinencia como en los momentoscrticos del devenir asociativo. Justo porque no se trataba de una figura menorsino que, al contrario, apareca no pocas veces como el garante y/o el rbitrodentro del esquema de la asociacin, se cuidaba su eleccin. En virtud de ello,no es casual que quienes terminaron ocupando el cargo no slo lo hicieronporque se haban puesto en juego los vnculos familiares que los ligaban a lasdamas, sino debido a su cercana a las instancias de poder local dentro delmunicipio, ya sea por formar parte de los Consejos Deliberante o Ejecutor obien de las Comisiones Administradoras. Este fue el caso, por ejemplo, del pri-mer consejero Fermn Rodrguez (1869-1872/1876-1878) pero tambin de JosCaminos (1872-1874), Federico Somoza (1888-1892) o Nicols Pinto (1892-1894). A partir de un anlisis comparativo de las diversas Comisiones Directi-vas de la Sociedad y de las de los integrantes del espacio municipal; puedeobservarse tambin que casi en todas las administraciones existi un miembro,o ms, vinculado parentalmente no slo a las socias sino a las cabezas directricesde tales gestiones.20

    18 APSDC, Libro de Actas, Sociedad de Damas de Caridad, 20/4/1884.

    19 Ibid., 24/7/1871; 1/5/1886; 16/2/1888; 20/4/1888; 20/4/1890.

    20 Vase Archivo del Consejo Municipal de Rosario, Municipalidad de Rosario, Nmina de los Seores que ha formado parte del

    Consejo Deliberante, Consejo Ejecutor y Comisiones Administradoras desde 1873 hasta 1900. He utilizado en esta instancia

    la reproduccin de las sucesivas comisiones directivas realizada por Gabriela Dalla Corte, op. cit., 1996, pp. 116-118. La

    investigacin de Dalla Corte se centr bsicamente en el espacio del Hospicio y en las prcticas del abandono, motivo por el

    cual no he analizado estos aspectos y remito a su lectura.

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    Ms all de los vnculos qu se jugaba en esa arena electoral? En primerlugar, las respuestas pueden orientar la mirada al hecho de que, de modogradual, ese espacio se fue convirtiendo en un lugar con ciertos niveles deprestigio y, por ende, adquira relevancia la participacin en l, sobre todo sise trataba de lugares de gestin. Desempear una funcin en su interior podaacrecentar de forma paralela el capital social de quien se postulara. Ello deri-vaba fundamentalmente del hecho de que la Sociedad apel de manera recu-rrente para llevar adelante su accionar a una serie de intercambios, de contactoscon otros espacios de sociabilidad y polticos, que fueron potenciando un uni-verso de vnculos y reciprocidades diferenciales. Las estrategias desplegadas conese propsito, en una compleja trama de relaciones, fueron generando nuevasposibilidades y definiendo su lugar en el espacio pblico. Se multiplicaron lasinstancias de mediacin en las que interactuaban figuras fuertes, con autoridad(el presidente Domingo Faustino Sarmiento, el presidente de la Suprema Cortede Justicia, ministros como Eduardo Wilde o secretarios de Estado, gobernado-res como Simn de Iriondo, Servando Bayo o Jos Glvez). A ellas se sumabanotras figuras imprescindibles o slo operativas a la hora de producir determi-nados contactos (Jueces de Paz, Defensores de Menores, Jefes Polticos, Cnsu-les). En esta direccin se abri un arco muy amplio de interacciones queincorporaban una variada gama de referentes sociales e incluso eclesisticosdentro del rea (los contactos con el Obispo Gelabert o con empresarios comoCarlos Casado, Bernardo de Irigoyen, Mr. Ross o con los representantes de lasdiversas asociaciones tnicas como la espaola, la francesa o la italiana), sindesestimar los avales provenientes de jurisdicciones limtrofes. Estos ltimosiban desde la integracin como socias honorarias de mujeres de estatus similaren espacios como Buenos Aires, Mendoza, Crdoba o Paraguay, a la incorpora-cin en calidad de socios protectores de miembros relevantes de las elites(Estanislao Zeballos, Marcelino Freyre, Emilio Garca, etctera), pasando porlas relaciones de ayuda mutua que eran viables entre asociaciones y, particular-mente, con las Sociedades de Beneficencia de Buenos Aires y Santa Fe.21 Demanera individual o colectiva este tipo de contactos contribuy al objetivogrupal: en un primer momento, dar respuestas y atencin a los nios hurfanos

    21 A diferencia de otras realidades no he detectado conflictos entre este tipo de asociaciones de Beneficencia, ms all de sus

    diferentes orgenes. En cambio, parecieron operar buscando potenciar esfuerzos en el campo.

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    MARTA BONAUDO

    de las clases subalternas y, ms tarde, a las mujeres que haban delinquido. Peroal mismo tiempo posibilit que la Sociedad Damas de Caridad, mientras lleva-ba adelante tales experiencias, redefiniera su posicin en el espacio de lo pblicoy potenciara su capacidad de accin.

    En segundo lugar, para lograr sus objetivos, estas mujeres entraban en con-tacto directo con un heterogneo nmero de actores subalternos (madres solte-ras, nodrizas, trabajadores, mendigos, etctera) con los cuales fueron creandonuevos lazos, es decir, diferentes tipos de intercambios que a la hora de la pujaelectoral mayor, en aquel diseo para construir instancias de representacinformal del que ellas estaban excluidas, podan ser puestos en accin en favor deun grupo o de otro por lealtad o reciprocidad. Dentro de ese espacio tanfeminizado, las prcticas cotidianas y personales, las respuestas en las que tam-bin se jugaban niveles de afectividad, debieron cumplir un importante papel.En el pequeo universo del hospicio, intercambiaban experiencias mujeres uhombres de las clases subalternas con mujeres de elite o miembros de las corpo-raciones religiosas. Las primeras, confiando a sus hijos u operando como amasde leche, es decir, como madres sustitutas en la nutricin o en la crianza de losnios; las segundas, garantizando la contencin y el cuidado de los mismos.Estas garantas debieron estar implcitas en el trato con las presas alojadas en elBuen Pastor. Si en la primera institucin las situaciones implicaban, desde am-bos lugares, un accionar voluntario, en la segunda, las instancias del delitocreaban otros parmetros de sujecin y seguramente de tensin. No obstante,es posible que las damas, directamente o mediante los hombres de su entorno,buscaran capitalizar estos contactos y proyectarlos de forma poltica. Ellas mis-mas pensaban que sus acciones, en especial las orientadas hacia los nios, noslo conducan a que estos actores subalternos internalizaran sentimientos yconocimientos. El objetivo final se centraba en su desempeo como padres defamilia y ciudadanos para la patria.22

    Por ende, no resultaba extraa la puja que se desplegaba en su interior, den-tro de una dinmica electoral particular. La tensin interna debi trascendersus paredes y proyectarse instrumentalmente en la lucha facciosa como sucedacon su smil santafesina, la Sociedad de Beneficencia:

    22 APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro I, 6/8/1885, Carta al ministro Wilde solicitando ayuda para el

    saln de la Escuela del Hospicio.

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    Poco tiempo hace tuvo lugar la renovacin de la Comisin directiva de la Sociedad de

    Beneficencia y, sin trabajos de ningn gnero, sin concierto ni compromiso alguno,

    todo el personal que sali electo pertenece al partido liberal por la sencilla razn de

    que all casi todas las socias pertenecen a l. As pues, se ve en ella a las respetables y

    dignas seoras Rosa Echague de Funes, Manuela Iturraspe de Freire, Venancia Aguirre

    de Cervera, Julia Lassaga de Busaniche.23

    De este modo y en virtud de capitalizar consensos para su faccin, los varo-nes recuperaban los triunfos alcanzados por sus mujeres en este tipo de asocia-ciones. De manera paradjica, continuaban mantenindolas alejadas, comosujetos no soberanos, tanto de las instancias formales de delegacin de la sobera-na como de las de representacin en los espacios de poder.

    EL CAMPO DE LA BENEFICENCIA COMO LUGAR DE COMPETENCIAS Y SOLIDARIDADESA partir de ese acto de aparicin autoconvocado en aquella casa familiar, esasmujeres hicieron su ingreso a un espacio pblico portadoras de un capital socialy simblico que, no obstante, necesitaban reformular para tornarlo eficaz. Alprincipio, la percepcin fue que la construccin de su lugar en el campo no ibaa ser fcil. En primera instancia porque se dibujaba como un espacio tensionadopor una multiplicidad de presencias, particularmente a la hora de la obtencinde recursos, de la delimitacin de jurisdicciones y/o esferas de injerencia. Sinembargo, ellas estaban dispuestas, si era necesario, a disputar con otras institu-ciones u organizaciones, para lograr el objetivo de construir, primero un Hos-picio de Hurfanos y, ms tarde, la crcel para la contencin y rehabilitacinde mujeres delincuentes, el Buen Pastor. Desde un principio, jueces y defenso-res de menores definieron los lmites de jurisdiccin de una institucin como laprime-ra, situacin que cre algunas confrontaciones hasta que las damas re-solvieron acordar criterios para la accin:

    Me permito indicar vs que sera muy conveniente que el Juzgado indicase a esta

    Sociedad un expediente [sic] breve para en los casos como el presente y otros que de

    23 La Capital, 8/3/1885, p. 2.

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    MARTA BONAUDO

    igual naturaleza ocurren, de criaturas desamparadas, cuales sean los trmites indis-

    pensables que por derecho alla [sic] que llenar para que esta Sociedad que tengo el

    honor de presidir pueda llevar a cabo su misin de caridad sin menos de la Autoridad

    del Juzgado.24

    Si bien la labor de caridad inicial se orient en un sentido amplio a losdesvalidos, indigentes o menesterosos, pronto su mayor preocupacin se diri-gi hacia nios y mujeres Papel maternal? Identificacin genrica? Estos facto-res estuvieron presentes pero, al mismo tiempo, se potenciaron por la lentapero creciente visibilidad que adquiran ciertas situaciones resultado de la ur-banizacin, de las migraciones y de los cambios sociales que se estaban operando.

    Al presentar su memoria bianual, mirando el recorrido de la asociacin en ladcada de 1890, la presidenta sealaba las vas por medio de las cuales llegabana conocimiento de sta, las situaciones crticas de ciertos nios:

    [] llegan incluso trados por informaciones de las propias damas. La prensa es

    tambin un auxiliar con sus continuas denuncias de seres desamparados, y las mis-

    mas esposas i maridos viudos se encargan de facilitarnos la tarea llevndonos sus

    hijos por tener ellos que recojerse [sic] en el Hospital o reconocerse dbiles para la

    pesada carga. Por eso hemos llegado a las familias pobres, al preso y a la viuda.25

    Paralelamente analizaba la proyeccin o el impacto de su tarea:

    []hemos llegado a las familias pobres, al preso y la viuda, como antes atendimos

    al hurfano y al expsito. Muchas son las familias que esta Sociedad proteje [sic],

    pasndoles sumas de dinero o atendiendo la crianza y educacin de sus hijos

    pequeos. La pobre mujer que enferma, no tiene otro albergue que el hospital, sabe

    de antemano que puede dejar sus hijos en nuestro Hospicio, donde los recobra al

    recobrar la salud. Si muere, cnstale que all vivirn guardados del mundano peligro.

    Varios son los maridos viudos que han depositado en el Asilo sus hijos, pues fallecida

    24 APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro I, 8/8/1872, Al juez de 1 Instancia de la ciudad y departamento

    de Rosario.

    25 APSDC, caja s/n, Sociedad Damas de Caridad, Memoria 1890.

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    la esposa no se resignan a dejarlos en sus tristes moradas durante las horas del

    trabajo. Los visita all y los atiende sin restriccin alguna; el pobre obrero se v [sic]

    de este modo aliviado en su pena y en su carga.26

    Para llevar adelante esta tarea, el grupo, desde el principio, debi ir resol-viendo sobre la marcha los problemas que surgan. Es indudable que el puntode partida se hallaba en el lugar social desde el que iniciaban su accin. Conmiras a la concrecin de su proyecto pusieron en juego toda la trama de vncu-los personales o grupales, de parentesco, de amistad o de negocios. Es posibleque la dinmica de la relacin cara a cara haya sido la ms efectiva por medio derecurrentes visitas, pero, sin duda, desplegaron concomitantemente una im-portante estrategia epistolar. Como mujeres de la elite, muchas de ellas de ori-gen extranjero, dominaban los cdigos de la escritura que con frecuenciautilizaban en el espacio privado para establecer contactos con amigos y parien-tes, cuando no en la concrecin de nuevos lazos afectivos. La experienciaasociativa cambi, en parte, el escenario precedente y, desde ese momento, semultiplic la correspondencia que adquiri un protocolo y un lenguaje dife-renciado y se orient hacia viejas o nuevas interacciones en las que el interlo-cutor era apelado, no tanto como el amigo o el familiar o el conocido, sino en elpapel institucional que desempeaba, ya sea como empresario, ya como fun-cionario o miembro de un espacio confesional.

    La Iglesia, ligada de un modo muy estrecho a las prcticas caritativas tradi-cionales, poda ser un obstculo o un ncleo de reciprocidades. Por eso, rpida-mente generaron el dilogo orientado a redistribuir los recursos de la caridadpblica entre ambas instituciones:

    Enseguida hizo mocin la seora Blanca M de Villegas para que se pidiese el permiso

    al Sr Cura Prroco para pedir limosna los das festivos en el templo despus de la

    misa parroquial, para la Sociedad un da y otro para la Iglesia; y fue apoyado por

    unanimidad; la Seora presidente nombre una Comisin acerca del Seor Cura, la

    que obtuvo lo que solicitaba.27

    26 Ibid.

    27 APSDC, Libro de Actas, Sociedad Damas de Caridad, 12/1/1870.

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    La colaboracin poda potenciar a unas y a otros en la medida que su basecentral para generar ingresos era similar. Algo parecido propusieron a otrosreferentes del mbito, apelando a criterios de solidaridad, como en 1878 cuan-do se dirigieron a la Sociedad Damas de Caridad de Buenos Aires, solicitndo-les derivaran fondos de la exposicin de Bellas Artes que se estaba realizando enesa capital a la obra rosarina.28

    Sin embargo, la necesidad de incrementar sus ingresos se ampliaba de mane-ra cotidiana. Exploraron en el interior de esa trama social que conocan priva-damente, intentando detectar a aquellos particulares predispuestos ainvolucrarse en prcticas de caridad como sucedi con Luis Mara Arzac:

    [] siendo U una persona que tiene acreditado su nombre en actos de esta natura-

    leza, tomando parte y contribuyendo activamente a todas las obras de utilidad pbli-

    ca en esta Ciudad, la Sociedad espera que quiera una vez ms acreditar su filantropa

    contribuyendo con su bolo a la fundacin del edificio de tan benficos resultados.29

    Trataron de atraer hacia la institucin la mirada de figuras u organizacionesrelevantes en el mbito empresarial o social. As solicitaron de Bernardo deIrigoyen como Presidente del Banco Argentino, que de los fondos destinados ala Beneficencia en la liquidacin del presente ao se dignen los seores del Di-rectorio acordar alguna cantidad para el Asilo.30 Algo similar plantearon aPedro Rueda, miembro de la Sociedad de Socorros Mutuos Argentinos, a Car-los Casado como presidente de la Hermandad Cruz Roja, a la SociedadFilantrpica Suiza y a la Sociedad Francesa de Socorros Mutuos.31 A veces lademanda no implic la recaudacin de dinero sino intercambios de servicioscomo la solicitud al administrador de la empresa de gas con el fin de obtener gas

    28 Sociedad Damas de la Caridad, Correspondencia, libro I, 11/10/1878, Carta dirigida a Constanza Meja de Bunge.

    29 APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro I, 12/5/1873. El 2/6/1873 agradecen su contribucin de alrededor

    de 2 050 pesos.

    30 Ibid., 30/3/1874.

    31 Ibid., 19/3/1875; 20/3/1880; 19/7/1875; 2/11/1878. Es posible que tambin hubieran apelado a alguna de las varias logias

    masnicas que se haban creado en la ciudad. Actualmente estoy explorando ese campo para complejizar mi anlisis, puesto

    que las logias tambin se involucraron en prcticas asistenciales.

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    gratuito para el Hospicio o al gerente de Tramways Anglo-Argentino, Mr. R.M. Ross y al Agente de Tramways del Rosario, Federico Somoza, para concretarun paseo mensual para los nios.32 Al mismo tiempo, y fuertemente imbuidasen los hbitos culturales de esa elite urbana rosarina, estimularon, promovie-ron y/o apoyaron todas aquellas actividades que alimentaban tales hbitos ypodan convertirse en nuevas fuentes de recursos. Con esa finalidad, organiza-ron y/o participaron de bazares anuales, fiestas florales, almuerzos campestres,exposiciones y, en particular, espectculos de teatro, lo que las puso de nuevo encontacto con empresarios de diversas salas o compaas artsticas, sociedadesmutuales, clubes deportivos o la multiplicidad de comisiones gestadas en elespacio pblico para afrontar cuestiones del inters general (inundaciones, epi-demias, conflictos armados, recuperacin de cautivos).33 El conocimiento delmbito cultural les permiti captar o recibir beneficios que, sin embargo, siem-pre resultaban insuficientes.

    Su objetivo mximo era terminar involucrando polticamente al Estado,presionndolo para que asumiera, de un modo institucional, el problema so-cial sobre el que ellas estaban operando. La interpelacin a los poderes pblicosen sus distintos mbitos (local, provincial, nacional) se potenci a medida quelas demandas intrnsecas al proyecto se acrecentaban.

    Si bien es cierto que desde el inicio de la reestructuracin estatal, a partir dela Constitucin de 1856, eran escasas las voces gubernamentales que se referanal problema de la beneficencia, algunas se dejaron escuchar incluso antes de laconformacin de la asociacin Damas de Caridad. En 1865, por ejemplo, NicasioOroo recuper, en su mensaje anual, la labor desarrollada por las Sociedadesde Beneficencia de la Capital y de Rosario que, desde su perspectiva, reempla-zan, en cuanto se refiere los objetos de su incumbencia, las deficiencias que sedejan sealadas en las administraciones municipales.34 Si en esa instancia Orooplanteaba a dicho espacio como necesariamente ligado a la gestin local, unao despus, lo vincul con la gratitud pblica. De forma paralela, inform a la

    32 Ibid., 12/8/1875; 9/5/1886.

    33Ibid., 24/9/1871; 5/5/1875; 14/6/1875; 10/10/1875; 9/11/1875; 12/6/1877; 8/7/1877; 11/10/1878; 28/10/1878; 30/7/

    1880; 12/6/1882; 30/8/1883; 23/10/1891; 29/5/1892, entre otros.

    34 Mensaje de Nicasio Oroo, 18/6/1865, en Historia de las instituciones de la Provincia de Santa Fe, tomo IV, Santa Fe, Mensajes

    del Poder Ejecutivo, 1979, pp. 179-180.

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    Cmara de Diputados acerca de las solicitudes de proteccin presentadas por laasociacin rosarina, predecesora de las Damas de la Caridad, en la que tambincampeaba la preocupacin por la casa del hurfano, y estimulaba a lograr elapoyo de los poderes pblicos de la provincia con el fin de alcanzar tal objeti-vo.35 Sin embargo, las respuestas fueron escasas no slo en relacin al hospiciosino tambin en virtud del ingreso de la Sociedad en el campo educativo paragarantizar el acceso gratuito a las primeras letras de nios y nias de la institu-cin. Un Estado que si bien consideraba la educacin del pueblo [...] como unode los principales fundamentos de toda sociedad bien organizada, terminabaapoyndose en municipios y sociedades de beneficencia para propagar la ins-truccin primaria.36

    Por medio de la Jefatura Poltica y del Consejo Deliberante Municipal, serealizaron algunos aportes para una labor que no slo pretenda alejar delabandono a los nios hurfanos y/o expsitos sino integrarlos a la sociedad pormedio de la educacin. Sin embargo, ni para una ni para otra finalidad, enespecial para la segunda, las damas lograron que las subvenciones acordadaspor diferentes instancias estatales tuvieran una evolucin normal y regular.Ello las obligaba a demandar de forma continua su concrecin o su aumentoresaltando constantemente, tanto la labor desarrollada por la sociedad (lomismo en la atencin de necesidades materiales, que en la educacin ymoralizacin) como el deber de asumir la atencin educativa de los nios porparte de los poderes pblicos.37 Convencidas de que su tarea conllevaba a inte-grar a esos infantes a un pueblo cuya grandeza se aspiraba, fueron introducien-do sus apelaciones y demandas en todas las instancias gubernamentales,desplegando su accin desde el poder local hasta llegar a los ms altos represen-tantes del Ejecutivo o del Legislativo nacional. Casi ningn espacio fue ajeno asu presencia y este proceso les implic mltiples aprendizajes para que su voz,

    35 Ibid., 11/6/1866, pp. 201-202 y 25/5/1867, p. 219.

    36 Ibid., Mensaje de Simn de Iriondo, 21/5/1871, p. 286.

    37 APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro I, 4/2/1873, dirigida al Presidente del Consejo Deliberante; 8/

    6/1875, dirigida al gobernador Bayo; 12/8/1878, dirigida al Secretario Bonifacio Lastra; 1/3/1880, dirigida al gobernador

    Iriondo; 20/6/1882, dirigida al Ministro de Justicia, Culto e Instruccin Pblica Eduardo Wilde; libro II, 14/7/1886, dirigida al

    Congreso de la Nacin y particularmente a la Cmara de Diputados el 16/8/1888; al Presidente de la Comisin Administradora

    Municipal 23/9/1886; 3/4/1887, dirigida al gobernador Glvez.

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    directa o mediada por la escritura, recorriera los circuitos del poder; adems,tambin dej huellas en el espacio pblico. La invisibilidad, el silencio en losmensajes anuales al que los gobernadores posteriores, durante casi 20 aos,condenaron tanto a este tipo de problema social como a las asociaciones quepretendan asumirlo, comenz a superarse entre 1892 y 1893. Es seguro que nofueron ajenas a ello la crisis poltica ni la movilizacin social que caracteriz aesos aos. Tampoco fue menor el nivel que estaba alcanzando la demanda deatencin planteada por un conjunto de actores subalternos, peticin tradicio-nalmente atendida desde el lugar de la beneficencia y que el Estado provincialredescubra en un diagnstico que le mostraba, al mismo tiempo, tanto su pro-pia incapacidad como la de la sociedad civil para atender convenientemente alalivio de los enfermos y menesterosos.38 Sin duda, en este redescubrimiento,jug tambin un papel importante la recurrente presin ejercida por las socie-dades de caridad provinciales. En diciembre de 1892, el funcionario GabrielCarrasco antiguo consejero de la Sociedad Damas de la Caridad rosarinale escribi a la presidenta de la misma informndole acerca de la sancin dela ley que estableca una lotera slo con fines filantrpicos, suprimiendo almismo tiempo todas las otras. Al relatar el proceso que condujo a dicha san-cin, afirmaba:

    Ha habido que vencer inmensas dificultades para conseguir su sancin porque va-

    rios senadores y diputados le hicieron una oposicin ardiente. El buen xito se debe

    exclusivamente [sic] a los trabajos hechos por las seoras de las Sociedades de bene-

    ficencia de esa Ciudad y de esta Capital, muchas de las cuales se apersonaron varios

    legisladores pidiendo y obteniendo su apoyo y su voto.39

    La concrecin de este proyecto reflejaba la complejidad de un proceso condiferentes significados. En primer lugar, mostraba el grado de interiorizacinque estas mujeres haban alcanzado de los modos en que se mova la comunidadpoltica. En segundo lugar, revelaba la capacidad de mediacin y de representa-cin que su organizacin poda desplegar, asumiendo intereses tradicionalmente

    38 Historia de las instituciones de la Provincia de Santa Fe, tomo V, Mensajes del Poder Ejecutivo, Santa Fe, 1979, mensaje del

    gobernador Juan M. Cafferata, 18/5/1893, p. 360.

    39 APSDC, caja s/n, Sociedad Damas de Caridad, 31/12/1892.

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    considerados particulares y que ahora adquiran peso pblico. Esto, a su vez,permite analizar otra dimensin del problema visto desde el lugar del Estado.Era evidente que la creacin de una lotera con fines filantrpicos no significabaque el Estado hubiera decidido asumir una poltica social institucional, sinembargo, implicaba el inicio de un cambio de perspectiva ya que incorporaba asu administracin, de manera orgnica, un rubro de recursos y gastos que antesno exista. De forma simultanea lo obligaba, por medio de la instancia munici-pal, a integrar el organismo de gestin, de distribucin de los ingresos y decontrol de las liquidaciones.

    Las asociaciones, a su vez, comenzaron a transitar un camino nuevo en el quedeban dar cuenta ante los poderes de sus avances, sus estrategias de inversin ysus prcticas. Quedaron entonces en una condicin indita, la de integrar unespacio cuasi-gubernamental. La ley haba fijado que en la conformacin delConsejo ligado a la lotera participaran tanto representantes del estado muni-cipal como de las asociaciones (dos correspondan a la Sociedad Damas deCaridad y dos a la Sociedad de Beneficencia, ambas de Rosario, a las que sesumaban las dos de la sociedad santafesina y los dos miembros del ConsejoDeliberante Municipal de Rosario). Las estrategias desarrolladas a lo largo demuchos aos, lograron modificar en algo las relaciones de fuerza precedentes.

    LA EXPERIENCIA DE ADQUIRIR VISIBILIDAD Y CONVERTIRSE EN UN ESPACIODE REPRESENTACIN DE VOCES SUBALTERNASLa labor desarrollada por estas mujeres durante casi 30 aos les dio voz comomediadoras de intereses particulares, vinculados a otros actores que iban adqui-riendo presencia, tambin desde la subalternidad, en el espacio pblico. La vozy la presencia de la Sociedad fueron registradas por las instancias pblicas perotambin por las emergentes de la sociedad civil. Unas y otras apelaron a aqullapara la recepcin de hurfanos, su derivacin a casas de familia o su contralor.Paralelamente, las oficinas estadsticas fueron demandando informaciones pe-ridicas de su funcionamiento y evolucin.40

    40 Ibid., 1884, Informe al Presidente de la Oficina de Estadstica Jons Largua, 13/5/1884.

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    Tanto la accin gubernamental como la de las asociaciones civiles o de cier-tos comits surgidos al calor de problemticas tales como las epidemias o lasinundaciones, solicitando la colaboracin de la sociedad, operaban como unreconocimiento explcito e implcito de la trayectoria seguida por las damas.

    Esta dinmica de apelar y ser, a su vez, apeladas por el conjunto social y elpoder, convirti lentamente a la asociacin en un espacio reconocido y recono-cible desde el cual proyectaron demandas que superaban, por mucho, los obje-tivos iniciales. Conformes con el lugar que iban adquiriendo, llevaron adelanteacciones para rescatar cautivos, intentaron viabilizar solicitudes de conmuta-cin de pena de muerte a algunos reos, operando como mediadoras de otrosactores que no posean una proyeccin como la de ellas en el espacio pblico.Estas ltimas acciones eran medidas en funcin de posibilidades, retrayndoseen aquellas oportunidades en que no las consideraban factibles. As, por ejem-plo, ante la peticin de la familia Tebes para evitar la ejecucin de uno de susmiembros, luego de que la comisin directiva la expidiera con tres votos encontra y dos en favor, se asent en el Libro de Actas de Asambleas:

    La Seora Presidenta dijo que senta mucho no poder llevar a cabo su peticin [...] El

    Seor Consejero Don Fermn Rodrguez dio su opinin porque la Sociedad no se

    expusiera [sic] a recibir un desaire y gastase as su nombre en un asunto que haba

    probabilidad de no conseguir.41

    Pero tambin hicieron llegar su peticin por quienes, sin duda, considerabancomo parte de su red de relaciones. Tal fue el caso, de la demanda elevada alpresidente de la Suprema Corte de Justicia Nacional por Ricardo Lpez Jordnen 1878, apelando a argumentos de tipo privado, tratando de soslayar el conflic-to poltico en el que el acusado estaba involucrado:

    El General Lpez Jordn, se encuentra hace diez y nueve meses, sometido la accin

    severa de la justicia, esperando con afn da a da, la hora de la sentencia, porque al

    fin, el General Lpez Jordn es un padre que ha dejado vaco el hogar, y que no puede

    gozar con el aire puro de la libertad, las afecciones tiernas de la familia[...]Vuestra

    Excelencia tiene en su poder para la resolucin que corresponde, un incidente sobre

    41 APSDC, Libro de Actas, Sociedad Damas de Caridad, 14/8/1870 y 19/11/1871.

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    excarcelacin pedido por el defensor del General Lpez Jordn. La Corte fallar ese

    incidente a la luz de las instituciones [... ] Pero la Sociedad Damas de la Caridad que

    presido desea ntimamente que al dictarse ese fallo, llegue hasta el espritu noble y

    generoso de la Corte, su solicitud.42

    Las interacciones y los contactos con hombres pblicos las introdujeron enun universo de noticias e informaciones con el que se involucraron, emitiendoopiniones respecto a determinados acontecimientos o actores. En esta direc-cin, por ejemplo, expresaron su compromiso con los redactores de la DefensaCatlica, un peridico de Santa Fe:

    Recib su atenta y honrosa nota del 4 de corriente con algunos ejemplares de su

    apreciable publicacin pidiendo el concurso de esta Sociedad para la propagacin de

    su peridico que viene llenar una necesidad sentida por todos los buenos catlicos.

    Puesto en conocimiento del consejo, se acord hacer cuanto sea posible para coope-

    rar a la propagacin de los sanos principios que encierra su programa.43

    El apoyo a la publicacin iba de la mano de un discurso fuertemente permeadopor los valores morales cristianos, que estas mujeres suponan compartidos porlos otros miembros de la elite, a los que integraban como potenciales suscriptores.Sus vnculos confesionales las haban conducido a tener un trato fluido con laIglesia. Por una parte, siguiendo el camino de sus antecesoras de la Sociedad deBeneficencia quienes haban invitado a las hermanas del Huerto para esta-blecer un colegio para nias en Rosario (1863) las damas se vincularon a stasy a las hermanas de la Caridad del Uruguay para solicitar su colaboracin en laatencin del Hospicio y del Buen Pastor, apelando quizs a sus experienciasprevias con hurfanos y desamparados.44 Por la otra, intentaron, en defensa dela interiorizacin o el mantenimiento de la moral cristiana, incrementar lapresencia religiosa en relacin con las clases subalternas. Partiendo de un diag-

    42 APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro I, s/f , 1878.

    43 Ibid., 18/3/1876.

    44 Vase Roberto Di Stefano y Loris Zanatta, Historia de la Iglesia argentina, Buenos Aires, Grijalbo/Mondadori, 2000, p. 296;

    APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro I, Carta a la madre provincial de las Hijas de Mara de la ciudad

    de Montevideo para que enven hermanas de Caridad para hacerse cargo de la atencin del Hospicio, 1876.

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    nstico de riesgo, solicitaron al obispo de la Dicesis del Litoral, Jos MaraGelabert y Crespo, ms horarios de misa a cargo del sacerdote en los das festi-vos, con el fin de proporcionar ms facilidad para la asistencia la Capilla todos aquellos que suelen frecuentarla, y que casi por completo pertenecen a laclase proletaria.45 Percibieron de forma clara que el mundo de las creencias eratambin un campo de disputa y pretendieron, por medio de estas prcticas,neutralizar otras posibles injerencias, seguramente las anarquistas o socialistasque comenzaban a extenderse en ese universo de trabajadores.

    Es posible que no presupusieran que el conflicto poda emerger en su propioentorno, de su trato, por ejemplo, con las propias rdenes religiosas femeninase impactar en la opinin pblica. El grado de conflicto que las condujo adesvincularse de manera abrupta de la gestin del Buen Pastor en marzo de1893, trascendi en las pginas de El Mensajero, un diario capitalino que publi-c un reportaje a la Superiora, seguramente en un operativo orientado a pre-sionar a la asociacin. El problema planteado, cuando an se hacan sentir loscoletazos de la grave crisis econmica de 1890, pareci girar primero en torno ala derivacin de los recursos para el sostenimiento del asilo carcelario y de lasprcticas educativas de las hijas de las presas o de nias de las cercanas. Peropronto apareci la demanda explcita de que la Sociedad asumiera, en favor delas hermanas de la orden, la construccin de un Monasterio, peticin considera-da no slo excesiva sino tambin extempornea por la propia comisin directiva:

    Cmo iva [sic] la Sociedad a comprometerse a ayudar ya fuera con los recursos que

    la caridad del pueblo prove [sic] para el sostenimiento del Hospicio de Hurfanos,

    con nuevos pedidos, la construccin de un edificio, nada menos que un Monas-

    terio, en un pueblo que est agobiado por las suscriciones [sic]de todo gnero y que

    d [sic] generoso cuanto se le pide, pero que por ser tanto apenas se alcanza llenar

    las necesidades de los establecimientos y [sic] creados para la beneficencia? No

    hubiese sido comprometer la existencia de los dems establecimientos de caridad con

    esta nueva contribucin voluntaria exijida [sic] a las personas caritativas?46

    45 APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro II, 14/7/1886.

    46 APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro II, 20/3/1893, carta dirigida a la Hermana Superiora del Asilo

    del Buen Pastor, sor Mara Magdalena de Jess.

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    MARTA BONAUDO

    Condicionadas por las dificultades econmicas que se reflejaban de un modoclaro en sus recurrentes pedidos de dinero, estas mujeres defendieron, no obs-tante, aquellos proyectos que consideraban del inters general, an al costo deperder parte del esfuerzo realizado al alejarse del asilo, pero sin tolerar las de-mandas corporativas de las religiosas.

    Conforme con las transformaciones de su poca, tambin transcendieron enese espacio pblico en construccin, involucrndose y asumiendo como pro-pios ciertos cdigos de la libertad y la igualdad. Fue por eso que celebraron laabolicin de la esclavitud en Brasil:

    El corazn de las damas argentinas consagradas velar por la niez desamparada,

    ha latido de entusiasmo y gratitud al saber que ya no hai [sic] esclavos en Amrica, y

    que el pueblo hermano del Brasil ha hecho brillar la antorcha de la libertad sobre la

    frente del hombre de color, con cuya liberacin se reinvindica la dignidad de toda

    la especie humana.47

    El acontecimiento les proporcion, a su vez, la posibilidad de rescatar elpapel jugado por una mujer, la emperatriz, fuertemente ligada al poder y con laque se identificaron genrica y socialmente:

    [...] ruega al Sr. Presidente quiera hacerse el intrprete de nuestros sentimientos ante

    la virtuosa mujer, honra de nuestro sexo, que al firmar esa lei [sic] suprema se ha

    colocado en la historia al lado de Isabel la Catlica, redimidora de un mundo, de

    Esther libertadora de su pueblo, siendo ms feliz que Judith, pues para conseguir tan

    gran victoria, no ha sido necesario derramar sangre ni ha brotado otras lgrimas que

    las de gratitud que surcan las mejillas de los seres redimidos.48

    La recuperacin epistolar del papel jugado por ciertas mujeres vuelve a in-troducirnos en ese universo cultural compartido por las damas, algunas decuyas claves giraban fuertemente entre el credo y el poder.

    47 APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro II, carta dirigida al presidente de la Comisin de Festejos por la

    abolicin de la esclavitud en Brasil, 16/5/1888.

    48 Ibid.

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    Cuando las tuteladas tutelan y participan...

    Pero el hecho mismo de hablar en nombre de o asumiendo su propia vozcondujo a estas mujeres a descubrir que la mayor visibilidad en el espacio pblicopoda implicar riesgos de cuestionamiento o conflicto. Era indudable que algenerar prcticas orientadas a contener y reorientar la vida de esos nios signadospor la exposicin y la orfandad, la Sociedad misma se expona y estaba sujeta alas apelaciones y controles que otras instancias del poder o de la sociedad civildesearan realizar. Un ejemplo de ello fue la denuncia que llev adelante el Pre-sidente de la Sociedad Protectora de Nios desvalidos que tanto apoyo brin-d al Hospicio en los tiempos de la peste, por maltrato de una nia entregadapor la institucin. Frente a la denuncia, la respuesta fue la bsqueda de infor-macin por parte de la comisin directiva, elevando su informe al denunciante,luego de someter a control mdico a la nia con el fin de despejar dudas.49 Aveces, la misma Sociedad tomaba la delantera en situaciones crticas haciendola denuncia a los poderes pblicos cuando las familias receptoras no cumplancon sus compromisos, o bien, huan con el nio dejado a su cuidado.50

    Sin embargo, la presencia pblica de la Sociedad a travs del Hospicio o de suactuacin en el Buen Pastor, brindaba tambin un nuevo espacio para la luchapoltica, planteada desde otro lugar. Esto sucedi con el emprendimiento pe-riodstico de Deolindo Muoz, en El Municipio. Muoz nunca haba estadoalejado ni de la lgica facciosa ni de la trama de vnculos gestada por las fraccio-nes dominantes santafesinas y/o rosarinas. No obstante, luego de su desplaza-miento en la dcada de 1880 de los lugares del poder, fue volcando sus adhesioneshacia aquellos sectores liberales contestatarios que terminaron integrando laUnin Cvica. Desde sus editoriales, Muoz cuestion las prcticas desarrolla-das en el Buen Pastor, obligando a la comisin directiva a rebatir sus afirmacio-nes y a solicitar la no publicacin de informaciones inexactas e injustas:

    [...] no son hechos inquisitoriales los que all produce la caridad que representa-

    mos [...]El Buen Pastor es un ensayo que nuestra asociacin hace en el Rosario con

    beneficio de la desgracia y de la moralidad, y urgida por el abandono en que las

    mujeres delincuentes vivan en las crceles.51

    49 APSDC, Sociedad Damas de Caridad, Correspondencia, libro II, 25/2/1887.

    50 Ibid., 22/8/1890, carta dirigida al Jefe Poltico Mariano Mazza por la sustraccin de un nio en poder de un ama de leche.

    51 Ibid., 21/3/1891, carta dirigida a Deolindo Muoz.

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    Pocos meses ms tarde, atac de nuevo a la Sociedad acusndola de haberenterrado a un nio vivo, situacin que la condujo a apelar al nombramientode un jurado de honor que se pronunciase acerca de la veracidad del hecho.Constituido el jurado con figuras representativas del espacio local, apoyndoseincluso en una investigacin por parte de la Jefatura Poltica, se liber de culpa-bilidad al Hospicio. Sin embargo, la prdica periodstica haba afectado la cre-dibilidad de la institucin como lo sealaba la seora de Villegas:

    [] no haba ms que el propsito deliberado de daar una institucin benfica,

    aun a trueque de privar hasta del alimento a los pobres hurfanos, como estaba

    sucediendo, puesto que los proveedores gratuitos, ofuscados por la propaganda del

    diario aludido, se negaban continuar en su obra misericordiosa.52

    Es evidente que, del mismo modo que sus maridos, hijos o hermanos recupe-raban como propios los logros alcanzados, sus adversarios polticos no les per-mitan escapar ni de la lgica notabiliar ni de la puja facciosa.

    Sin embargo, lo significativo es que su aparicin, gestada a partir de estasprcticas, las sustrajo de su encierro en el espacio privado, otorgndoles presen-cia dentro de lo pblico. Es cierto que sus proyectos se asentaron, al principio,en el capital social y simblico del cual eran portadoras como miembros de laelite. Pero las estrategias desplegadas a lo largo de esos aos y sus contactos conlos sectores subalternos, fueron los que potenciaron la emergencia de estastuteladas. Su vinculacin inicial a esas gestiones tutelares, posibilit convertir elmbito de la beneficencia en una verdadera arena de interacciones, diseminan-do su discurso hacia arriba y hacia abajo, hacia la dominacin y hacia lasubalternidad. Al utilizar ese lugar de entrenamiento que fue la Sociedad parallamar la atencin en torno al problema social, lograron ampliar el dilogo conel poder y con la opinin pblica. Apelando a un modo de participacin, fuer-temente asentado en la representacin no formal de otros actores tambin ubi-cados en el estadio de minoridad, no pretendieron, sin embargo, subvertir lasrelaciones establecidas, ni siquiera aqullas que las involucraban. S, en cam-bio, y haciendo uso del capital acumulado, intentaron obligar a las instancias derepresentacin formal a dar contencin, a recrear sus vnculos, a responder de un

    52 Ibid., 26/11/1891.

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    modo ms orgnico a ese conjunto de actores que en la ltima dcada del sigloadquiri fuerte presencia pblica. Al mismo tiempo, y tal vez sin estar deltodo imbuidas de ello, provocaron en ese espacio de luchas ciertos reacomodosque las colocaron, cualitativamente, en una dimensin diferente de la inicial.

    D. R. Marta Bonaudo, Mxico D.F., enero-junio, 2006.