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1 CUADERNILLO DE TEMAS FOLKLÓRICOS Pesebre en el Oratorio del Niño Jesús de Praga (La Quiaca) REDACCIÓN Daniel Antoniotti Raúl Lavalle Editor responsable: Raúl Lavalle Dirección de correspondencia: Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina tel. 4811-6998 [email protected] nº 4 – 2010 Número dedicado a la Navidad y el folklore Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta publicación.

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CUADERNILLO DE TEMAS

FOLKLÓRICOS

Pesebre en el Oratorio del Niño Jesús de Praga (La Quiaca)

REDACCIÓN Daniel Antoniotti

Raúl Lavalle

Editor responsable: Raúl Lavalle Dirección de correspondencia:

Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina tel. 4811-6998

[email protected]

nº 4 – 2010

Número dedicado a la Navidad y el folklore Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta publicación.

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ÍNDICE

Presentación p. 3 Olga Fernández Latour de Botas. La Navidad en la tradición argentina p. 5 Diego Ribeira. Canciones navideñas asturianas p. 14

Raúl Lavalle. Una familia de villancicos p. 19 Eduardo González Lanuza. La mula p. 25 María Azucena Colatarci. El ciclo de Navidad y el Niño Jesús de Praga en la Puna jujeña p. 26

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PRESENTACIÓN

Cuando vino a mi mente la idea de una publicación en Red sobre temas folclóricos, busqué apoyo en mi amigo Daniel Antoniotti, de la Academia Porteña del Lunfardo, pero también muy amante de la cultura nativa, además de gran bibliófilo y reconocido escritor. Y se corporizó entonces la idea, que esperamos dé lugar a estudios, poemas, cuentos, reseñas; en suma, varia. Escribirán quizás escritores consagrados y también personas no muy conocidas, incluso alumnos. Pero todos tendrán en común el amor por la tierra. Ruego a los lectores no me pidan que defina folclore (o folklore, como prefieren muchos), tarea superior a mis fuerzas. En todo caso los temas de nuestro Cuadernillo irán desde la rigurosa investigación científica y de campo hasta el folklore de los artistas. El ámbito será argentino, aunque algunas veces se extenderá a otras tierras hispanoamericanas y a otras modalidades (por ejemplo el tango). Cada colaborador usará sus propias normas en cuanto al modo de citar y de dar, en fin, formalidad a su aporte. Los invito entonces, queridos amigos, a leer este pequeño esfuerzo de un simple “aficionado”, de alguien que tiene afecto. Agradezco especialísimamente a la Dra. Olga Fernández Latour de Botas, de la Academia Argentina de Letras, por haberme alentado en este paso, que doy no sin temores. R.L.

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LA NAVIDAD EN LA TRADICIÓN ARGENTINA 1

OLGA FERNÁNDEZ LATOUR DE BOTAS

La importancia de la Navidad en las diferentes culturas es insoslayable, basta pensar en las contemporáneas adecuaciones de la celebración que muchos cristianos y no cristianos realizan reemplazando su verdadera razón de ser, el nacimiento de Jesús, por la emergencia de otras entidades remotamente -o ni remotamente- relacionadas con aquel hecho histórico, como el simpático Santa Claus o Papá Noel en su trineo, el decorativo abeto o pino, la chimenea, el tronco, las ramas de muérdago o enebro, los lazos de colores, las campanitas, todo lo cual ilustra bellamente tarjetas, papeles para envoltorios, utensilios hogareños.

Cada uno de esos símbolos procede del universo mítico de distintas comarcas, generalmente europeas, conjugado en diversos tiempos y lugares con la gran Buena Nueva del cristianismo y conlleva narraciones encantadoras que forman parte de tradiciones muy antiguas, algunas con remotos antecedentes pre-cristianos, de sus tierras originarias. Al trasladarse a América y al resto del mundo, primero en el bagaje de los viajeros y colonizadores y posteriormente en la cinta continua de una información niveladora cada vez más influyente, estas creencias y costumbres han ido tomando características nuevas en cuya iconografía prima, sin embargo, la evocación de ambientes invernales y paisajes nevados, propios del mes de diciembre en el hemisferio norte. Y se mantienen también, bien es sabido, hábitos alimentarios asociados a la fiesta que son propios del clima frío y hasta contraindicados en el tórrido, como las frutas secas, nueces, avellanas, panes dulces con levadura y otras delicias con muchas calorías.

Más allá de la humana ternura con que se contempla especialmente a la infancia en tiempo de Navidad y a la comprensión con que vemos a quienes, sin ser cristianos, desean ofrecer a sus niños una fiesta plena de seducción, es claro que en función de éstos y transferentemente de los adultos también, la idea dominante en la “publicidad navideña” que conduce los comportamientos masivos de la gente, es la de crear espacios y generar medios apropiados para la aparición del gran símbolo de la Navidad globalizada: el regalo.

Nada hay de malo en esto y a todos nos encanta saber que, para Navidad, debemos pensar más que nunca en los otros -conocidos o desconocidos- para sorprenderlos con aquello que los haga felices y, por qué no, esperar con ilusión que nos toquen también algunos buenos pensamientos materializados en ¡regalos!

Frente a esa Navidad consciente de la niñez humana pero muchas veces desentendida del advenimiento de Jesús -sin el cual la fiesta carece de sentido-, es

1 El presente trabajo fue publicado anteriormente, en forma más breve, en la revista Todo es historia y en un escrito editado por la Hermandad del Santo Pesebre. Lo presentamos aquí entonces, gracias a la amabilidad de su autora, en toda su extensión. [Nota de la Redacción]

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bueno recordar que en la Argentina podemos hallar con esencia viva otras -celebraciones más ligadas al cristianismo y especialmente a la tradición del catolicismo hispánico que llegó a nuestras tierras sudamericanas.

Todas las provincias argentinas poseen, en su patrimonio tradicional, manifestaciones navideñas en las cuales el centro y corazón de la fiesta es un ámbito sagrado, esencialmente hogareño, llamado “pesebre” o “nacimiento”, que se construye figurando el establo de Belén donde nació Cristo el 25 de diciembre, según la teofanía basada en las actas quirinales que comenzó a practicarse en Antioquía, por influencia de San Juan Crisóstomo, hacia el año 315 (Miguel Ángel Etcheverrigaray, 1963).

Un número variable de figuras humanas -la Virgen y San José, los pastores, los tres reyes o magos de Oriente montados en camellos y portadores de oro, incienso y mirra-, animales -como el buey y el asno o mula tan próximos que calientan al recién nacido o los rebaños lejanos-, y entidades sobrenaturales -los ángeles, la estrella de Belén-, adoran al Niño Dios representado como un bebé en pañales y, generalmente, en actitud de bendecir.

Como ocurre siempre en los procesos de folklorización, la transferencia a América de las costumbres navideñas españolas comportó la producción local de variantes de los hechos, y así como la celebración invernal europea se convirtió en fiesta de verano en Sudamérica; también muchas de las costumbres de la primavera y el verano septentrionales se hicieron presentes, adaptadas, en nuestra fiesta del Advenimiento. Una de las manifestaciones más visibles de tal adecuación es la presencia de las danzas de trenzar, prehistóricas en Europa y -según algunos también en América- vinculadas con los cultos arbóreos de mayo y primavera, entre las prácticas navideñas mantenidas, por ejemplo, en la provincia de Jujuy. Rituales no navideños del tiempo de Navidad

La celebración de la Natividad de Cristo se ubica en un ciclo del año

litúrgico cristiano llamado “de Navidad o del misterio de la Encarnación”, que comprende tres “tiempos”. El primero es el tiempo preparatorio de Adviento, que se inicia cuatro semanas antes de la Nochebuena del 24 de diciembre. El segundo es el tiempo de Navidad por el cual, según los teólogos, se nos pone a la vista del Verbo encarnado, “que se reproduce en nosotros”, y de su Epifanía , es decir el de su manifestación al mundo, que se extiende desde el 24 de diciembre hasta el 14 de enero. El tercero es el tiempo “después de Epifanía”, que va desde el 14 de enero hasta Septuagésima, en el que se recuerda la infancia y la vida oculta de Jesús en Nazaret y se nos manifiesta su divinidad.

Dentro de ese ciclo, en el calendario folklórico de las distintas regiones argentinas se encuentra una amplia gama de fiestas y rituales populares, no siempre ortodoxos, que marcan, no obstante, la opción regional en cuanto al “clima” de la fiesta que es su centro.

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En algunos casos se trata de celebraciones etiológicamente oscuras, como ocurre con la fiesta de San Esteban Chico que se realiza en Sumamao, provincia de Santiago del Estero, entre los días 20 y 26 de diciembre de cada año con prolongación de los rezos y sobre todo de los bailes y diversiones, hasta la Epifanía del Señor y Fiesta de los Reyes Magos, que se celebran el 6 de enero. Una pequeña imagen del protomártir cristiano da lugar allí a esta celebración de alto contenido dramático, asociada a la concepción sacra del árbol, con un ritual cruento de auto-flagelaciones penitenciales y sangrías y otro caritativo (la ceremonia de las ichas o reparto de golosinas a granel), en la que intervienen representantes de instituciones populares propias del culto americano criollo como los alféreces, los promesantes, los celebrantes y los “indios”. Quien más profundamente ha estudiado esta “fiesta ritual americana”, Bernardo Canal Feijóo, ha llegado a una conclusión sorprendente: se trata de una Navidad que ha olvidado al Niño. Como vemos, no sólo en la sociedad de masas puede ocurrir un fenómeno de esta especie.

Otra fiesta de singulares características que se realiza en tiempo de Adviento es el Tincunacu o encuentro entre la imagen del Niño Alcalde, adorada en la Iglesia de San Francisco, y la de San Nicolás de Bari, vicepatrono de la ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja, que se venera en la catedral de esa provincia. Los promesantes pertenecen todos al mismo pueblo riojano pero van vestidos con atuendos ceremoniales distintivos ya sea de los cofrades “europeos” de San Nicolás, ya de los “indios”, del infantil Alcalde del Mundo, que se denominan ayllis. Un ancestral cantar en desfigurada lengua quechua, el Año Nuevo Pacari, un bello ceremonial de “vestir” el arco bajo el cual durante toda la novena canta el “Inca” con su “tamborcito” ritual, van prefigurando el momento pleno de emoción del “encuentro” que se realiza finalmente frente a la Casa de Gobierno el día 31 de diciembre. En ese Tincunacu se repite el milagro anual de ver cómo el gran santo, llevado en andas por sus señoriales devotos, se inclina frente a la majestad del Niño Alcalde que parece bendecir a la Humanidad desde sus propias andas conducidas por ayllis, portadores de varas ornamentadas y adornados ellos mismos con vinchas, escapularios y espejitos.

El Niño Alcalde (cf.: http://www.municipiolarioja.gov.ar/paseo/tinkunaco.asp)

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Por fin, no podemos olvidar la fiesta de San Baltasar, documentada en Corrientes y en Misiones -y conocida también en el Paraguay-, que es la celebración con que los cambá (literalmente ‘negros’), reverencian al Rey Mago de esa raza en coincidencia con la fiesta cristiana de la Epifanía y de adoración de los Reyes de Oriente a Jesús en Belén, que la Iglesia conmemora, como se ha dicho, el día 6 de enero. Celebración a medias aprobada por la Iglesia, moviliza sin embargo a todos los estamentos sociales y a las instituciones civiles y hasta policiales del lugar donde se realiza. Plena de colorido, ya que el rojo es de rigor en ella, la fiesta del “santito” Baltasar tiene sus propios cantos y bailes, entre ellos la “charanda” , el “candombe” y el “pericón de San Baltasar” documentados cuidadosamente por Alicia Quereilhac de Kussrow en su notable obra: La fiesta de San Baltasar. Presencia de la cultura africana en el Plata (1980).

Todas estas ceremonias, originadas en circunstancias sociales y culturales particulares, constituyen muestras de las distintas maneras en que las comunidades expresan su relación con lo sobrenatural. Elementos que proceden de culturas aborígenes precolombinas y otros propios de las culturas africanas trasplantadas han sido asimilados, con similar valor simbólico de identificación, a los que emanan del santoral católico o de la historia sagrada del cristianismo. Presentes en ellas las nociones de penitencia, de ofrenda, de purificación, se insertan en el calendario folklórico como marco para el hecho central de este ciclo que aparentemente soslayan pero que en realidad presuponen: el nacimiento de Jesús. Significados del pesebre

El mismo acto de armar el pesebre es una suerte de “minga”, como se les

llama a las fiestas en que los invitados colaboran con el anfitrión en la realización de alguna tarea apropiada, como hilar lana, desgranar choclos, fabricar dulces, y muchas otras, a cambio de comida, bebida y regocijo general.

No existe una técnica única para su confección, pero es frecuente que se construya, en un ángulo del recinto elegido, una tarima de madera de dimensiones variables como base y sostén de una rama de árbol o poste que llegue hasta el techo y desde allí se haga bajar una lona que cubrirá todo y constituirá el fondo de la escenografía: aquí pintada de verde por el pasto, allá de marrón y otros colores terrosos, más lejos, con las necesarias arrugas y pliegues tomará forma y color de montañas nevadas o no, y por sobre todo ello el cielo, azul oscuro, en el que ha de destacarse la estrella de Belén, con cola de cometa.

Según la tradición histórica. Los más antiguos pesebres con figuras de barro que se conocen son los del siglo IV, descubiertos en excavaciones arqueológicas de las catacumbas de San Sebastián (País Vasco, España). Por influencia de San Francisco de Asís (creador del primer pesebre viviente), la idea de los nacimientos con figuras de barro se consolidó como tradición en la península itálica y luego en toda Europa, de donde pasó a América. No importó aquí a los misioneros que se incluyeran como ofrendas y ornamentos del “nacimiento” elementos ajenos al paisaje de Belén, puesto que la presencia de todo tipo de animalitos en el pesebre,

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lo mismo que la de los demás elementos de la naturaleza, simboliza la adoración universal de todo lo creado al Hijo de Dios hecho hombre. Para ampliar el número de estos tributarios con su presencia, es común que los niños, activos colaboradores en estas tareas, soliciten a sus mamás espejitos para colocarlos en el piso del pesebre, rodeados de arena o tierra, a fin de imitar lagos y ríos en los cuales se ubican figuritas de pasta semejando patos autóctonos y exóticos cisnes. Pero en materia de aves, la que no falta es la representación del gallo o “gallo tornasol” -de tan profundo simbolismo cristiano-, mencionado hasta en el nombre de la Misa de Nochebuena o Misa de Gallo y en coplas de villancicos como:

A las doce de la noche un gallo nos despertó, con su canto tan alegre diciendo “Cristo Nació...”

Estos elementos locales y actualizados son los que dan notas de a veces

sorprendente originalidad a los pesebres regionales sin miedo al anacronismo que, sin duda, es norma en la iconografía del milagro navideño. Ya lo ha dicho, con referencia a España, José María Pemán cuando recordaba: “Todavía esos inconscientes teólogos, que son los niños, han llegado más allá en la supresión del tiempo junto al misterio redentor, y han colocado en sus mundos de barro y corcho, a la vera del portal, ferrocarriles, transatlánticos y autobuses”. Y concluía: “Por todos los caminos y por todos los medios, el mundo ha sido irreverente con la arqueología del nacimiento, como para reverenciar su sustancia etérea sin fecha ni lugar. Todos han concebido, pintado o cantado Su Navidad” (Revista Mundo

Hispánico, Madrid, 1949).

Los magníficos testimonios reunidos bajo la dirección del poeta Rafael Jijena Sánchez en la obra La Navidad y los pesebres en la tradición argentina, publicada por la Hermandad del Santo Pesebre en 1963, nos hablan de una inagotable riqueza creativa en este sentido. Como ejemplos recordemos lo aportado por Carlos Villafuerte respecto de Catamarca, con la introducción de elementos regionales como collas con sus recuas de llamas, un tumuñuco con alas desplegadas colgando del pico de una montaña, y hasta iguanas, tortugas, quirquinchos y ¡culebras embalsamadas! De costumbres cordobesas habla allí Julio Viggiano Esain y, en primer lugar, de la de hacer los pañales para el Niño Jesús que “ha de venir desnudito y pobre", lo cual consistía en realizar todo tipo de sacrificios personales con cuyo entramado espiritual se irían tejiendo dichos “pañales” de ofrenda.

Guillermo Perkins Hidalgo y José Cruz Rolla se refieren a los nacimientos

de Corrientes recordando las ofrendas típicas de frutas y hortalizas regionales y especialmente la decoración del pesebre, en base a cartón pintado y a una profusión de helechos y otras plantas entre las que se destaca el Mitá-rupá, nombre que significa, precisamente ‘cuna del Niño’.

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Cantares folklóricos navideños

Romances y copias constituyen las formas poéticas fundamentales del

folklore en el ciclo de la Navidad.

Los romances son en todos los casos de origen español, ya que este tipo de composición monorrima con número indeterminado de versos octosílabos, de rima asonantada en los pares y los impares libres (según la fórmula consabida 8 abcbdbeb... o bien 8 + 8 aaaaa... como propuso don Ramón Menéndez Pidal), no dio piezas criollas originales por preferirse en nuestro país, absolutamente, la forma en cuartetas (8 abcb) cuando no la décima espinela (8 abba,accddc) para cantares narrativos. Algunos toman la métrica del romancillo hexasílabo (6 abcbdbeb...) que, como veremos, se asocia estrechamente con el cancionero de nanas y coplas de cuna que cantan las madres y abuelas a sus niños. En otros casos se pierde decididamente la forma monorrima y se pasa a la cuarteta o directamente a una irregularidad que, gracias al sostén rítmico y melódico de la música, no afecta la eficacia del canto.

Por lo general se inscriben, desde el punto de vista temático, en el bello repertorio de cantares marianos, dado el protagonismo que la Virgen María, Madre de Jesús, tiene en sus argumentos.

Aunque no puede designárselos de una sola manera, ellos son conocidos popularmente como “A Belén llegar”, “Del Nacimiento” o “La Virgen y San José”, “La Virgen y el ciego” o “La fe del ciego”, “Llanto de la Virgen” o “En la punta de aquel cerro”, “Madre en la puerta hay un Niño”, “Soledad de la Virgen”, “Por el camino del cielo” y algunos otros.

La historia sagrada aparece en estos cantares con toda su frescura, aunque las formas canónicas de la poética del romancero se vean transgredidas en aras de la espontaneidad de una externación por el canto, que muchas veces presenta interpolaciones de otras rimas y elementos diversos en función enriquecedora ejercida por la libertad del que lo canta. Generalmente quien dirige el canto es una mujer que entona a capella los versos en grupos de cuatro, seis o más según lo exija el hilo argumental, para que inmediatamente sean repetidos por los presentes de acuerdo con una técnica habitualmente utilizada en los cantos de iglesia. Para ayudar su memoria, la conductora del canto -que es, por lo común, la dueña de la casa donde se ha rezado la novena ante el pesebre- posee a veces un cuaderno o libreta donde se encuentran las letras manuscritas con irregular grafía.

Otro momento vinculado con la Navidad se refleja en un hermoso romance mariano que en España se conoce como “El llanto de la Virgen” y fue anotado también en La Rioja y Tucumán:

En la punta de aquel cerro hay una casa muy linda, no es hecha por carpintero

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ni por la carpintería, que l´hecho Nuestro Señor para la Virgen María,

las ventanas son de oro, las puertas de pedrería.

Por una ventana abierta está la Virgen María con el Niñito en los brazos que llorando lo mecía –¿Por que llora mi Señora,

por pañales, por mantillas? –Yo no lloro por pañales

ni tampoco por mantillas, lloro por los pecadores que mueren todos los días:

el Infierno ya está lleno y la Gloria está vacía.

Y no podemos dejar de recordar el precioso romance de “La fe del ciego” cuya versión recogida en Tucumán por nuestro maestro don Bruno C. Jacovella dice:

La Virgen va caminando, caminito de Belén, como el camino es tan largo

al Niño le ha dado sed. –Calla Niño de mi vida,

calla Niño de mi bien que allí, adonde vamos , hay un lindo naranjel. El dueño de las naranjas

es un ciego que no ve. –Ciego, dame una naranja para al Niño entretener. –Pase, mi señora y corte las que sean menester. Como la Virgen es corta no tomaba más que tres. Una le dio a su Niñito, otra le dio a San José, y otra quedó en sus manos para la Virgen oler. Mientras la Virgen cortaba más volvía a florecer. Con la bendición, el ciego, abre los ojos y ve. –¿Quién será esta Señora

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que me hace tanto bien? Sin duda será María, que pasa para Belén.

Una de las características más interesantes de la temática navideña, evidente en el ejemplo anterior, es la habitualidad con que el cancionero popular se escapa de la tiranía cronológica y de la realidad del medio histórico, social, cultural y natural de los hechos narrados por los relatos evangélicos para crear situaciones cuya irrealidad evidente es menos fuerte que el poder de su mensaje de espiritualidad y trascendencia. Ya hemos hecho mención de los fundamentales anacronismos en la representación del Misterio, pero quisiéramos destacar algunos. Cuando dice, por ejemplo, una coplita que puede cantarse como villancico o recitarse como “loa” ante el pesebre: San José era carpintero y la Virgen panadera y el Niño lleva la cruz porque ha de morir en ella. nos encontramos en el mismo clima del que surgieron, por ejemplo, obras pictóricas como “El Niño de la espina” del español Francisco Zurbarán (1598-1664). Las danzas del pesebre

Sobresalen entre estas expresiones los llamados “bailes de Adoración”

como El Puente, la Estrella y la Cadena -danzas de conjuntos de parejas documentadas por Pedro Berruti en la provincia de Jujuy- que, desde las culturas criollas andinas de Perú y Bolivia, se proyectan en nuestro territorios al son de huaynos adaptados con coplitas españolas o hibridas (español-quechua), como el famoso Huachitorito que el mismo autor anota como danza ejecutada por un niño y una niña:

Huachi torito pucllanqui Niño bonito caguanqui.

Al Niño recién nacido

todos le ofrecen un doné; yo soy pobre, nada tengo,

le ofrezco mi corazoné. Huachi to, huachi torito, torito del portalito,

no me cornies con tus aspas, corniame con tus amores.

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En la ciudad de Jujuy, por cuidado especial de los vecinos de uno de sus barrios, especialmente la familia Tolaba, se ejecuta -hasta que yo he sabido y documentado personalmente siguiendo el camino de nuestro máximo coreólogo el maestro Carlos Vega- la “danza de las cintas”. Otrora famosa en fiestas cívicas y religiosas, esta danza colectiva, realizada en nuestro territorio para Navidad exclusivamente por niños (dato importante destacado por el ilustre estudioso Fray Salvador Santote O.P.) se considera emparentada con el culto prehistórico del árbol europeo, pero se han hallado también testimonios gráficos de la existencia de especies similares en América precolombina (Olga Fernández Latour, “Las danzas del pesebre” , 1963). A quien la observa se presenta como una suerte de juego infantil de memoria, atención y destreza: doce o más niños colocados en ronda en torno de un mástil -de cuya cima penden otras tantas cintas de colores-, toman cada uno una cinta y comienzan a cantar villancicos mientras realizan evoluciones de tal manera que llegan a formar sobre el mástil un trenzado perfecto para luego destejerlo al son de nuevos cantos y mediante movimientos coordinados de sentido inverso.

La musicóloga Isabel Aretz, en sus formidables trabajos de investigación sobre música y costumbres tradicionales de la Argentina, nos da noticias de otros bailes ya no vigentes en la década de 1940 -la de su investigación- pero de los cuales se tenía memoria en las provincias del noroeste, sobre todo en La Rioja: se trata de “Don Pascual”, el “Turumbé” y el “Baile de las Pastoras”. En general, estas danzas estaban relacionadas con antiguos Autos Sacramentales o dramatizaciones de pasajes evangélicos como los Reyes Magos, de la matanza de los Inocentes ordenada por Herodes, de la huida a Egipto de la Sagrada Familia, etcétera.

Las representaciones dramáticas de dichos pasajes de la historia sagrada han sido frecuentes desde muy antiguo y quien inició, en 1223, en la ermita de Greccio, Italia, la costumbre de realizar para Navidad “pesebres vivientes” fue el mismo padre del “pesebrismo”: San Francisco de Asís. La costumbre se extendió por toda Europa y, en territorio ibérico, se ha documentado en Cataluña a partir de 1300. En nuestro país suele mantenerse esa práctica piadosa en las iglesias o al aire libre, organizada, generalmente por los párrocos o las congregaciones religiosas locales. El centro de la escena, doblemente enternecedor por su humanidad real y por su divinidad simbólica es, naturalmente el niñito que, llevado en brazos por su mamá -o por alguna tía o amiga más joven- en el papel de Virgen María, representa a Jesús.

Según nuestros propios recuerdos de infancia, los regalos para los chicos, tanto en Buenos Aires como en el interior del país, se hacían en la noche del 5 al 6 de enero, cuando colocábamos en lugares adecuados los bien lustrados zapatitos y también pasto y baldes con agua para los camellos de los Reyes Magos que, puntuales e invisibles, hacían realidad el milagro repetido. Pero no estamos hablando solamente de hechos pasados ya que la investigación de la Navidad en el extremo noroeste de la Argentina tiene, en la actualidad, una notable importancia en los trabajos de campo de la Mag. María Azucena Colatarci, que desde hace años

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continúa realizado registros de esta entrañable costumbre y estudiándolos con rigor científico.

Hay algo más que tal vez sea bueno destacar en esta aproximación a las Navidades criollas de la Argentina. En relación con la infancia se patentiza aquí aquel conocido dicho de que “todo el año es Navidad”, porque, en las coplas de cuna, nanas o arrullos que las madres y abuelas cantamos para hacer dormir o tranquilizar a los pequeños, reaparecen las personas, las situaciones, las palabras y la música de los villancicos. Y cuando decimos:

–Señora Santa Ana ¿por qué llora el Niño? Por una manzana que se le ha perdido.

hay un inmenso mundo de ternura que va desde la escena de la abuela de

Dios con su Divino Nieto hasta nuestros propios hijos y nietos, y más allá aún, sin diferencias, a los hijos y nietos de toda la Humanidad, reencontrada en Jesús para borrar el episodio bíblico de la manzana de perdición que la expulsó del Paraíso. Fiesta de lo humano y lo divino, la Navidad criolla es fiel a las más puras tradiciones cristianas y refleja, con gran riqueza de matices, la originalidad regional de nuestro pueblo.

OLGA FERNÁNDEZ LATOUR DE BOTAS

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CANCIONES NAVIDEÑAS ASTURIANAS

DIEGO RIBEIRA

Generalidades de la canción popular asturiana

Cuando revisé por primera vez las obras recopiladas por Eduardo Martínez Torner en su Cancionero musical de la lírica popular asturiana (Madrid, 1920), me sorprendió la escasez de manifestaciones en dialecto bable, pues lo que sobresale es la abundancia de textos (danzas, giraldillas, villancicos…) recogidos y dictados en castellano, no asturiano. Luego descubrí que la preocupación por esa escasa participación del bable en la poesía cancioneril asturiana ya estaba vigente hacia 1887, el año en que José Caveda y Fermín Canella Secades publicaron en Oviedo las Poesías selectas en dialecto asturiano. Al referirse a los cantares, estos autores recuerdan los inéditos Apuntes sobre el dialecto asturiano de Benito Canella Meana, quien lamentó el “hecho de cómo los cantares de Asturias son siempre castellanos”. Las canciones navideñas

Afirmar que “siempre” son castellanos es ciertamente un exceso que Caveda y Canella Secades se han encargado de refutar, publicando algunos de esos cantares en bable salvados del olvido. Lo que sí es cierto, al menos, es que ninguna de las nueve canciones navideñas incluidas en el Cancionero de Torner ha sido transcrita en bable. Valga una de ellas como ejemplo (Nº 172), dictada por un habitante del pueblo de Coaña, en la que veremos que ni siquiera desde el punto de vista léxico nos sería fácil adivinar algún rasgo típicamente asturiano:

San José y María un viaje dispusieron; a las doce del día de sus casas salieron. Fuéronse poco a poco, pisando con sus plantas, cuando el divino cielo un portal les prepara. Llamaron a la puerta, ¿Quién a estas horas llama?

Responde San José: ¡Una niña preñada! Unos le tiran miel, otros manteca y vianda y otros ricos panales que parecen de Holanda. Vayan de fiesta en fiesta, de fiesta en fiesta vayan, que en Belén ha nacido el bello sol del alba.

Hoy día, acaso por el impulso que la Academia de la Llingua Asturiana intenta dar a los estudios dialectales, por el lugar que el dialecto asturiano ocupa en los planes de estudio en los ciclos medio y superior, o bien por el que ocupa en los medios de comunicación audiovisuales, la revalorización de esta variedad ha

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llevado a muchos escritores asturianos a soltar más la pluma y ensayar obras en bable. La prueba de esto está también en el hecho de que un artista asturiano contemporáneo y reconocido en su tierra, como lo es Vicente Díaz (1948), haya decidido publicar en 2006 un disco llamado Villancicos d’Asturies, acaso con la esperanza de que algún día, en las calles de los pueblos asturianos que esperan la llegada de la Navidad, dejen de sonar sólo villancicos en castellano.

Entre los autores asturianos del siglo XX que han escrito en bable y han incluido en sus obras canciones navideñas, me detendré aquí en la poetisa María Elvira Castañón González (1922-1989), cuya única obra Llucerín del cielu fue editada póstuma en 1989. La biografía publicada por la Biblioteca de autores asturianos (http://www.araz.net/escritores/) nos dice que en los alrededores de Aller, su pueblo natal, “nun había álbum de fiestes o revista comarcal que nun llevare dalguna poesía d’esta popular autora”. A continuación transcribo una de sus canciones navideñas en dialecto bable, a la que añado mi propia y -espero- disculpada traducción:

QUÉ GÜEPU YE, QUÉ PRECIOSU Qué güepu ye, qué preciosu, qué devinu ye’l Dios nenu... y naz nunes fríes payes d’un portalucu mui vieyu. Son dos soles los güeyinos y dos roses los papiellos, son d’oru los sos ricinos y sos llabios tan bermeyos qu’envidia dan a les flores por nun ser nidies como ellos. Qué güepu ye, qué preciosu el Dios que se fexo nenu... al velu temblar de frío danme ganes de coyelu, acoricalu en regazu y da–y nos papinos besos y cunta–y esos cuentinos que gustin tanto a los nenos mientres ciarra los güeyinos y va quedando durmiendo. ¡Ay! Jesusín de mi vida, tú que yes Dios de los cielos sabes que ye de verdá lo muncho que yo te quiero.

QUÉ GUAPO ES, QUÉ PRECIOSO Qué guapo es, qué precioso qué divino es el niño Dios… y nace en unas frías hierbas de un muy viejo portal. Son dos soles los ojitos y dos rosas los carrillos, son de oro sus ricitos y sus labios tan bermejos que envidia dan a las flores por no ser nadie como ellos. Qué guapo es, qué precioso el Dios que se hizo niño… al verlo temblar de frío me dan ganas de cogerlo, acurrucarlo en el regazo y en las mejillas darle besos y contarle esos cuentitos que gustan tanto a los niños mientras cierra los ojitos y va quedando durmiendo. ¡Ay! Jesucito de mi vida, tú que eres Dios de los cielos, sabes que es de verdad lo mucho que yo te quiero.

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Apuntes sobre el dialecto asturiano

Hace ya tiempo que en los estudios dialectales hispánicos trata de evitarse el uso de la palabra dialecto, que al parecer se ha ido cargando de cierto matiz despectivo. En su lugar se ha propuesto con relativo éxito el término variedad, al menos para toda aquella manifestación regional de una lengua cuyas particularidades afectan básicamente al nivel fónico. En el breve pero interesantísimo estudio titulado “Variedades del español en España”1, Antonio Llorente Maldonado afirma que la personalidad morfosintáctica es conditio sine qua non para que una variedad adopte el rango de dialecto. Desde esta perspectiva, la riqueza dialectal hispánica y peninsular quedaría reducida a sólo dos conjuntos de hablas dialectales: las asturleonesas y las aragonesas. La que nos interesa ahora mismo por supuesto es la primera, porque las hablas asturianas (que denominamos con el nombre genérico de bable) serían sólo algunos de los subdialectos en que se halla fragmentado el asturleonés, y al que debemos sumar “los subdialectos de la mitad occidental de Cantabria, los subdialectos del noroeste de la provincia de León y los subdialectos del noroeste de la provincia de Zamora”.

No es propósito de este breve trabajo analizar exhaustivamente las características de las hablas asturianas, pero sí quisiera mencionar algunas de ellas que se desprenden de la lectura de nuestra canción navideña. Me apoyaré para ello en el estudio de Josefina Martínez Álvarez (1996), “Las hablas asturianas”2, al que remito a todo aquel lector interesado en conocer en profundidad esta parcela lingüística hispánica.

Empecemos por el sistema vocálico. Quizá una de las características

sobresalientes del vocalismo asturiano sea la terminación -u en los sustantivos contables masculinos (nenu, regazu). A esta generalidad, no exenta de vacilaciones según las diferentes áreas lingüísticas, podemos agregar alguna particularidad. Sabemos que en castellano la yod segunda ha inflexionado la o abierta romance: ǒculu>ojo. No ha ocurrido lo mismo en bable, donde la yod no impidió la diptongación de o: ǒculu>güeyu (ojo). Con e abierta los resultados diptongados han sido en unos casos ie, como en castellano (sero>cierro), pero en otros también ia (ciarra los güeyinos).

Del sistema consonántico destacaré la pervivencia en bable del fonema

prepalatal fricativo sordo /š/ representado por la grafía x (fexo), tal como era pronunciado y representado en el romance medieval: “Dixo Rachel a Vidas…” (Mio Cid, 136). La grafía y, en cambio, representa el fonema pospalatal fricativo sonoro /y/ (vieyu, bermeyos), que se opone al fonema líquido palatal sonoro (llabios, papiellos).

Destaquemos ahora algunos rasgos morfológicos. En la formación del

1 En Manuel Seco y Gregorio Salvador (coord.), La lengua española, hoy, Madrid, Fundación Juan March, 1995, 87-95. 2 En Manuel Álvar (director), Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona, Ariel, 1996, 119-133.

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plural de los nombres femeninos el bable se aparta de la variedad castellana, pues los singulares acabados en -a hacen el plural en -es: rosa/roses. Los plurales de los nombres masculinos terminados en -u y en -o forman el plural en -os: llabiu/llabios. Interesa también mencionar la presencia de diminutivos en -ín, cuya forma plural se realiza con el morfema -os: güeyín/güeyinos, cuentín/cuentinos. Ya para terminar, y en relación con el sistema verbal, quisiera tan sólo señalar las peculiares segunda y tercera personas singulares del presente del verbo ser: yes (eres), ye (es): “Qué güepu ye”, “tú que yes Dios de los cielos”. Otros autores importantes

Algunos exponentes de la canción navideña asturiana han sido catalogados en el Proyectu Caveda y Nava (http://www.cavedaynava.org/), la primera empresa destinada a la digitalización de textos asturianos siguiendo el modelo del Proyecto Gutemberg. Allí encontraremos a dos importantes autores de villancicos de finales del siglo XIX y principios del XX, como son Enrique García Rendueles y José Aniceto González. Del segundo he elegido el siguiente villancico incluido en Los nuevos bablistas (1925) de Enrique García Rendueles. Confío en que los apuntes sobre el dialecto asturiano y la repetición en el texto de varios motivos ya leídos ayudarán al lector a comprenderlo sin mayores problemas. No obstante, mencionaré debajo un breve comentario sobre algunas formas léxicas.

¡PROBE NEÑU ! 'N un establu tiradín, Con les patines al xelu, Ayeri ví á un rapacín Más dulce q' un caramelu. Yera un Neñu per graciosu, Y llistu como una xana; Más guapu que toos los neños Que cuerren pe la quintana. Una carina ¡qué mona! Unes manines... ¡per belles ! Y unos güeyinos... ¡qué güeyos ! Lo mesmo que dos estrelles. Cuando el probín se reía, Facía unos furaquinos Metanes é nos papinos... Que el veilos daba allegría. ¿Qué faces, Niñín, i dixe, Echadín ' n aqueses payes? Tás tan tienru y tan blandín Que les espaldines mayes.

¿Non ves cuantu fríu fai, Y qué gran xelá cayó? Tapa isi cuerpín, mió Neñu, Tápate, monín, por Dios Y en sin movese siquiera, Nin pestañar un migayu, Con so boquina de gloria, Y más llixerín qu' el rayu, Dixo que baxás del cielu, Pa ser de los homes guía, Pos vió que la tierra taba Por llaceries aflixía; Y á predricar la probeza, Por eso taba en carnines Echadín; sin más camina Q' unes poques de payines. Mió vida con él pasaba; Más temí quitai el sueñu, Y faciéndome mil cruces, Colé y dixe: ¡ probe Neñu !

Un aspecto interesante del consonantismo asturiano es reconocible en el mismo título, precisamente en la palabra probe (pobre), y más adelante probeza (pobreza), en donde resulta evidente la metátesis de r. En el verso Tás tan tienru y

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tan blandín encontramos lo que Menéndez Pidal1 ha denominado “metátesis recíproca”, que suele darse entre consonantes nasales y líquidas, tal como ocurre en tienru (tierno).

Por último, no quisiera pasar por alto una noticia sobre la palabra xana (pronunciado [šána]), que aparece en el verso sexto del villancico: Y llistu como una xana (Y listo como una xana). Sobre esta palabra, Rafael Lapesa dice: “La mitología clásica alzó templos consagrados a Diana, Marte o Hércules, y pobló de ninfas los bosques hispanos. Aún hoy subsiste en Asturias la superstición de las xanas, hermosas moradoras de las fuentes, que tejen hilos de oro y favorecen los amores; xana es evolución fonética y semántica de Diana, la diosa virgen de los bosques y la caza”2.

DIEGO RIBEIRA

1 Manual de gramática histórica española, 10ª ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1958, 184-185. 2 Historia de la lengua española, Madrid, Gredos, 1981, 58.

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UNA FAMILIA DE VILLANCICOS

RAÚL LAVALLE

A sabiendas puse un título que se presta a confusión, porque mi veleidad literaria así me lo sugirió. En todo caso, lo importante es que me ocuparé un poco de una familia que tiene tres integrantes autores de villancicos. Quien no los ha escrito, hasta donde llega mi conocimiento, es mi amigo Carlos María Romero Sosa, abogado, escritor y poeta. Pero a él debo el conocimiento de esta tríada familiar navideña. Empiezo por el paterfamilias, Carlos Gregorio Romero Sosa (1916-2001), prestigioso historiador salteño, cuya foto nos es suministrada por la Red.1 Vuelvo al principio, Carlos María me obsequió un libro precioso, hecho por su padre bajo el seudónimo Fray Luis de Mañara: Villancicos de alegría seráfica (Pequeña antología del villancico franciscano de

Navidad).2 Tiene un estudio preliminar (pp. 3-12), que se ocupa de los villancicos en general y particularmente de los villancicos franciscanos; una “Floresta antológica” (pp. 27); y anotaciones (pp. 28-32). En atención a que San Francisco Solano es Patrono del Folklore Argentino, copio el nº 45: Francisco Solano, Santito tatay:

1 Cf.: http://www.camdipsalta.gov.ar/senda/sitial2.htm. 2 Era el nº 12 de Cuadernos franciscanos. Convento de San Francisco (Salta), 1957.

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¡El Dios de los Cielos ya nació, velay! Esta es ya la Noche de la Navidad. ¡Santito Solano hacéme rezar! Canten, franciscanos, salmos al Señor: ¡es ya Nochebuena, Nació el Niño Dios! Pobrecito el Niño, pobre como tú, frailito Bolaños que plantas la Cruz! Niño Misionero de mi Paraguay, ¡para ti plegarias En Cruz de Urunday! Canten, franciscanos, salmos al Señor, en la Noche Criolla que nos da su amor. Según anota Romero Sosa (p. 32), fue “recogido por el sacerdote salteño Fray Antonio Villagra, O. F. M., en 1910, en Rosario de la Frontera (Prov. de Salta).” Pero el lector fácilmente puede ver que ese punto de partida salteño fue absorbido después en otro lado, pues añade el compilador en otra nota (p. 32): “Versión correntina recogida por el historiador y médico prestigioso de aquella provincia, don Justo Díaz de Vivar. La comentó dicho estudioso en su visita oficial efectuada al histórico Convento Franciscano de la Ciudad de Santa Fe, en junio de 1938, en su carácter de Delegado de la Junta de Estudios Históricos de Corrientes a las Jornadas de Estudios Históricos sobre la personalidad del Brigadier General don Estanislao López.” La Enciclopedia Franciscana nos recuerda que Fray Luis de Bolaños (ob. 1629) nació en España y murió en el convento de San Francisco, en Buenos Aires, donde está sepultado; “ha quedado en la

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historia paraguaya como el prototipo del evangelizador franciscano.”1 Otra alusión importante es la del siguiente relato: “Nuestra ciudad, y este es un motivo de orgullo (dice un genealogista correntino), es la única fundada en la Argentina por un Adelantado, don Juan Torres de Vera y Aragón, habiendo sido puesta su iglesia matriz bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, el 3 de abril del citado año 1588. Luego, el día 9, el fuerte fundacional es atacado por los indios guaraníes, que intentan quemar la cruz que se encontraba fuera de la fortificación. Se produce entonces el milagro: el leño no se quema y un rayo mata al cacique Canindeyú. Ante ello, los indios se retiran y aceptan el dominio español y la fe que estos traen. Desde entonces Corrientes venera al santo madero de urunday, que es conocido como la Cruz de los Milagros y se conserva hasta hoy en el templo homónimo en nuestra ciudad” (Dr. Francisco José Scaramellini Guerrero, 5 de agosto de 2006, comunicación al Foro Isabel de Hispanoamérica).2 En suma, el villancico hace tres menciones: San Francisco Solano, Fray Luis de Bolaños y la Cruz de Urunday. Por eso me animo a considerarlo el más folklórico de los villancicos argentinos. Además, están la ternura de la “Noche Criolla” y de los diminutivos “Santito Solano” y “frailito Bolaños.” Pero ya es hora de que vayamos a Lía Gómez Langenheim, esposa de Carlos Gregorio, y a su personalidad navideña. Tengo en mis manos el libro de homenaje: Lía Gómez

Langenheim de Romero Sosa (1915-2000); Testimonios y antología

(cuentos, comedias y poemas: 1939-1999).3 Lía fue notable escritora. Cultivó el cuento, la poesía y la comedia infantiles, la poesía nativista y la poesía religiosa. No sumaré mi elogio a los numerosísimos que trae el citado libro (yo mismo escribí una nota en él). Leamos nada más su “Hornerito de mi tierra”: Hornerito de mi tierra, laborioso y bullanguero, un nidito primoroso haz de hacer para mi Dueño. Un nidito primoroso, para que duerma allí dentro y ya no sienta más frío

1 Cf.: http://www.franciscanos.org/enciclopedia/lbolanos.html. 2 Cf.: http://argentinagrandeza.blogspot.com/2009/05/intervenciones-sobrenaturales-patentes.html. 3 Buenos Aires, Ediciones del Ateneo Popular de la Boca, 2001.

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quien es Rey del Universo. Después, pajarito criollo, echa al aire tus gorjeos, para que tenga mi Niño un alegre sonajero.

¡Que lindo y cercano es nuestro hornerito criollo! Muchos conocen su leyenda: “Félix Coluccio en su Diccionario Folklórico Argentino dice: ‘que Jahé, el hijo de un indio anciano, era la única compañía de éste. Cierto día en que perseguía a un Carpincho, rendido por el cansancio, se tendió a descansar a la orilla de un río. Al despertar vio que de las aguas surgía una joven de extraordinaria belleza, quién, dirigiéndose a su choza con ligero paso, dejó encendido su corazón de amor. Para aspirar a su mano, Jahé y otros indios fueron envueltos en cueros frescos de animales de ¡a selva. A medida que el sol los contraía, iban abandonando varios de los pretendientes, hasta que sólo quedaron dos: Aguará y Jahé. Cuando Aguará pidió que lo sacaran de la terrible prisión, todos se prestaron para hacerlo, pero olvidaron por poco tiempo a Jahé. Al volver para aclamarlo vencedor, vieron que de la enrollada piel que había contenido su cuerpo escapaba una avecilla que fue a posarse en un árbol cercano. Era Jahé, a quien los sufrimientos lo habían transformado en un ave. Un ave que hizo su nido con ayuda de paja y barro, y al cual no debe destruirse porque ese hecho acarrea una tormenta. Al comenzar su trabajo vio que otra ave parecida a él comenzaba a ayudarlo. Era la muchacha de la cual se había enamorado y que, también convertida en pájaro, se unió a él, para siempre, en el amor y en el trabajo.’ ”1

Yendo ya al villancico de Lía, al ver en un contexto de amor por

la naturaleza la palabra laborioso, inmediatamente asocio con el labor omnia vicit improbus virgiliano.2 Por otra parte, me acuerdo también de “Esta sí que es siega de vida, / esta sí que es siega de flor”, un canto

1 Portal Planeta Sedna (cf.: http://www.portalplanetasedna.com.ar/hornero.htm); lamentablemente no he podido verificar la cita de Coluccio. También ha narrado bellamente la leyenda León Benarós: “Me llaman ogaraity. Hornero soy, indio fui”, en Leyendas argentinas, 4ª ed. Buenos Aires, Atlántida, 1995, pp. 57-64. También la tengo –disculpe el lector mi vanidad de amante de los libros– en L’oiseau de Jaébé. Son ediciones ilustradas infantiles de cuentos tradicionales de varias partes del mundo, hechas por la editorial francesa Clé International; la presente (Paris, 1978) es llamada “Conte Brésilien” en portada y “Conte Argentin” en el listado de títulos de la colección. Quizás habría sido mejor poner “Conte Guarani”, pero conformémonos: nuestro hornerito tiene prensa en la dulce Francia. 2 ‘El trabajo ímprobo venció todas las cosas’ (Geórgicas 1, 145-146).

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tradicional español de segadores.1 Es que desde siempre el canto alivió la dureza del trabajo. Así también nuestro querido pajarito, cuyos trinos aquí se hacen, además de acompañamiento en la faena, un juguete para el Niño Dios.

Qualis pater, talis filius. En realidad ese dicho latino habría que

ponerlo en plural: quales parentes, tales filii. En efecto los hijos de este matrimonio de villancicos tuvieron una progenie acorde. María Graciela Romero Sosa cultiva con esmero la poesía religiosa. He aquí un copla que compuso como saludo para la Natividad de 2009:

Si buscas posada, dulce Niño Dios, te ofrezco reparo en mi corazón. Y dije antes que Carlos María Romero Sosa no escribió

villancicos. Puede ser, pero sí sintió el encanto de nuestra fiesta más alegre. En su poemario Alijo2

hay un “Soneto navideño.” Señor, ¿tuvo ventanas el Pesebre? ¿O heridas en los fardos, nada más? Lo establezca la historia. Lo celebre el amor asomado a toda paz. Y el amor lo venere, fiebre a fiebre. Lo ejercite en humana santidad. No haya luz desmentida ni se quiebre voz alguna que grite la Verdad. Señor, y el buey, después, ¿aró profundo? ¿Hasta enterrar tu reja en mi interior? Tan distante de todos, en el mundo sé que puedo acercarme sólo a Dios. Y porque hoy siento del Pesebre el gozo, mi pesadumbre de vivir desbrozo.

Dirá el lector que un soneto no es un villancico; es cierto, pero no quise privarme de citar esta hermosa composición, que expresa el universal anhelo ante nuestra gran fiesta: poder disfrutar de más paz, de más verdad y de más alegría. El poeta se ve a sí mismo solo ante el 1 Cf.: http://centros5.pntic.mec.es/cpr.de.ciudad.real/Textos/Cancione.htm. 2 Buenos Aires, 1996, p. 17.

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Pesebre pero creo que siente la compañía y el consuelo del Niño. Y ese gozo no es común, porque el gozo interior vale más que otros carentes de sustancia. En el establo –paradoja– se da la siembra: la reja del arado abre el corazón, que se fecunda de la simiente eterna. En suma, para poner fin a esta lectura, conozco a muchas familias que aman y sienten profunda y religiosamente este fiesta. Pero solo los Romero Sosa –en mi limitado conocimiento– han cultivado todos, como estudiosos o como creadores, la poesía navideña. Mi propio amor por la Natividad del Señor halla en ellos un motivo más para la celebración en paz, alegría y afecto. Que el Niño de Belén me conceda más de un Pesebre, rodeado de mi familia, y que me permita ocupar los lugares del buey y del burro.

RAÚL LAVALLE

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LA MULA 1

Áspera la pelambre cenicienta, finos los cascos del andar seguro, los ojos de charol, el mirar duro, negras las carnes, recia la osamenta.

Arisca castidad seca acrecienta nítido su perfil contra lo oscuro: su violenta actitud de animal puro primordial inocencia representa.

Tan encerrada, tan en sí misma cautiva, mientras mueve la oreja alternativa delante del milagro, no abandona

su empaque, en el que cierra con imperio enjuto vientre estéril de amazona frente a la fértil gracia del Misterio.

EDUARDO GONZÁLEZ LANUZA

1 Este soneto no tiene origen popular, sino que es de un poeta que –pienso– ha sido hoy injustamente olvidado. Lo tomo de: Poesía de Eduardo González Lanuza (presentación y selección por José Bianco). Buenos Aires, Eudeba, 1965, p. 59. Sé que no es fácil definir “lo popular”, pero creo encontrarlo en la mula; ella y el buey desde hace mucho se encuentran en las tradiciones navideñas (cf.: Casiano Floristán. Las Navidades; Símbolos y tradiciones. Madrid, PPC, 2001, p. 51).

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EL CICLO DE NAVIDAD Y EL NIÑO JESÚS DE PRAGA EN LA PUNA JUJEÑA

MARÍA AZUCENA COLATARCI1

Veinticinco nació el Niño entre la paja y el hielo

¡Quien pudiera, Niño Hermoso, vestirte de terciopelo!

Elba Suárez de Colatarci

8/11/20002

La puna jujeña, ubicada en el extremo noroeste de la República Argentina, es el escenario de un complejo y rico entramado ritual que se imbrica en la cotidianeidad de la vida de sus habitantes. De ese entramado ritual forman parte las diversas expresiones de la religiosidad tanto vinculadas al calendario gregoriano como las que no lo están; de este modo el ciclo anual está jalonado por celebraciones y rituales a la Virgen en sus diversas advocaciones como Candelaria, Asunción, del Rosario; a Cristo en sus variadas representaciones como Justo Juez y Quillacas; a los santos y santas en particular tales como a San Juan, San Santiago y Santa Ana muy especialmente, y aquellas que se realizan para la Semana Santa con las escenificaciones de la Pasión de Cristo. También forman parte de este ciclo anual las celebraciones y rituales que se vinculan con el ciclo agro pastoril como las señaladas3 y corpachadas4, además del carnaval y los actos rituales del día de todos los muertos. En este ciclo anual en el que se engarzan las diversas celebraciones y los distintos rituales, se distinguen no sólo las particularidades de cada una de ellas sino también ciclos de menor duración que se vinculan con alguna temática específica. De este modo –y en una primera aproximación– se distinguen con claridad dos ciclos: a) el ciclo de la Semana Santa que se despliega entre el Domingo de Ramos y la Pascua de Resurrección, y b) el ciclo de Navidad que bien se puede 1 IUNA-UBA INST. DE LINGÜÍSTICA. 2 Villancico transcripto tal como me lo cantó mi madre recordando los villancicos que entonaba junto a otros niños mientras “trenzaban” en los pesebres en Humahuaca. 3 Señalada: denominación que se emplea para hacer referencia a la marcación del ganado menor. 4 Corpachada: ritual que se hace en honor a la Pachamama en el mes de agosto, con preferencia el día.

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enmarcar entre los primeros días del mes de diciembre, una vez finalizadas las celebraciones a la Purísima1 hasta entrada la primera quincena del mes de enero según se vayan “levantando”2 los pesebres erigidos para la ocasión, es ese entonces el tiempo o ciclo de Navidad. El sentido de ambos ciclos se sustenta en dos etapas de la vida pública del Hijo de Dios hecho hombre de acuerdo con los relatos evangélicos, considerando los dos extremos de la vida como son el nacimiento y la muerte. En esta ocasión se considera el Ciclo de Navidad y la devoción al denominado Niño Jesús de Praga que se encuentra ubicado en un oratorio particular en la ciudad fronteriza de La Quiaca en la provincia de Jujuy. Con fines expositivos se abordarán los siguientes temas: Los nacimientos, el Niño Dios, las “adoraciones” y el Niño Jesús de Praga en el Ciclo de Navidad. Los nacimientos

Nacimientos3 o pesebres son las denominaciones que se emplean para hacer referencia al conjunto de figuras que representa el nacimiento de Cristo constituyendo su núcleo mínimo e indispensable el grupo de imágenes integrado por el Niño Dios, la Virgen María y San José; a partir de esta trilogía se agregan diversos personajes tales como los Reyes Magos, los pastores y distintos animales según el gusto y la creatividad de quienes los realizan. Aunque esta costumbre tiene antecedentes muy antiguos, tanto para José M. Garrut4 como para otros autores, fue la teatralización que San Francisco de Asís hizo en 1233 en el Bosque de Greccio la que le dio mayor impulso hasta cristalizar en forma definitiva en el siglo XVIII y, a partir de ese momento, extenderse a través del tiempo y del espacio. En el noroeste argentino la costumbre de erigir nacimientos arraigó desde antiguo y se mantiene hasta el presente. Es así que a partir del análisis de materiales de campo de primera mano colectados en las punas y quebradas salto-jujeñas, se elaboró una tipología de pesebres, de acuerdo con ciertas características, que se ofrecen a continuación: a) Pesebres Públicos: Se trata de aquellos que se realizan en los atrios de las iglesias –o en su interior–, en las plazas o en cualquier espacio

1 Purísima: una de las denominaciones de la Virgen María en su advocación de la Inmaculada Concepción que se celebra el 8 de diciembre. 2 Expresión que se utiliza para la actividad de desarmar el pesebre. 3 Denominación vigente que se da a estas representaciones. 4 Historia del pesebre.

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adecuado al efecto. Los nacimientos de este tipo se pueden subdividir de la siguiente manera:

a.1) Estáticos: Es decir los nacimientos que están compuestos por una cantidad de figuras realizadas en diferentes materiales que representan a los diversos personajes del conjunto. a.2) Vivientes: Son aquellos nacimientos en los que los personajes están representados por personas y animales reales, es decir, con vida. También pueden combinar seres vivos con inanimados.

b) Pesebres Privados: Son los pesebres que se erigen en ámbitos particulares, en especial casas y oratorios, que también se pueden subdividir en: b.1) Íntimos: Aquellos que las familias arman en sus casas para recuerdo y devoción del grupo doméstico. b.2) De puertas abiertas: Se trata de nacimientos –en general de importante elaboración– que se hacen en casas particulares, algunas de las cuales tienen oratorios, que se mantienen abiertos para ser visitados tanto por los vecinos como por los grupos de niños que realizan las denominadas adoraciones al Niño.

Pesebres o Nacimientos

a) Públicos

a.1.) Estáticos

a.2) Vivientes

b) Privados

b.1) Íntimos

b.2) De puertas abiertas

La organización, así como el control de las actividades

concernientes al armado y reproducción de los pesebres Públicos, está a cargo de la institución de que se trate, en tanto que en el caso de los pesebres Privados el control está a cargo de los dueños de las imágenes; y son precisamente estos últimos los que presentan mayor interés para su estudio.

El inicio del ciclo de Navidad da lugar a las actividades previas al

armado de los Nacimientos tales como desempolvar y acondicionar las imágenes que se utilizarán, conseguir nuevos elementos para ampliar y mejorar el pesebre del año, diseñar montes, cursos de agua, pequeños lagos entre otras muchas posibilidades. Es importante destacar que si bien se trata de una actividad tradicional, en el presente es posible documentar nuevos comportamientos y propuestas relativas a esta costumbre que se vinculan, en principio, con estrategias misionales de

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las Iglesia Católica tales como los concursos de pesebres1 y de adoraciones en cada localidad.

El Niño Dios

En los Pesebres o Nacimientos la representación de Dios Hijo hecho hombre, pero recién nacido, es la figura central en la versión iconográfica del Niño Dios en su pequeño y humilde lecho, ya acostado de espaldas, sonriente y estirando sus brazos, ya de costado. Las denominaciones documentadas en la zona que se presenta para referirse a Él son: Niño Jesús, Niño Dios, Niño Manuelito, o simplemente Manuelito, así como Cuzqueño o Cuzqueñito; esta última remite –más precisamente– a la factura de la imagen y su vinculación topográfica.

En los Pesebres Privados, en especial en los de puertas abiertas,

es habitual advertir la presencia de más de una imagen de Niño Dios integrada al conjunto, sin embargo sólo una es la que corresponde al Nacimiento y las otras están de “visita” según expresan los lugareños, es decir que son llevadas por sus dueños para compartir el espacio y recibir también las adoraciones que realizan los chicos del lugar ya que sus propietarios arman pesebres íntimos y, por lo tanto, hasta ellos no llegan los grupos de niños que ejecutan las adoraciones2.

Es de interés aclarar que esta profusión de imágenes de Niños

Dios tiene por lo menos dos causas. Por una parte es corriente que en la región se les regale a las niñas, cuando son pequeñas, una imagen de Jesús y la conserven a través de los años como un bien personal; además en muchos casos algunas nenas reciben la imagen que ha sido de sus propias madres. La otra causa está vinculada a la existencia de oratorios particulares3 dedicados a alguna imagen del Niño Jesús; en estos casos la imagen es considerada milagrosa, motivo por el que además es objeto de diversos rituales durante el año. En realidad la documentación de campo permite decir que en general los Pesebres Privados de Puertas Abiertas de mayor envergadura se erigen en los sitios particulares dedicados a imágenes de propiedad privada consideradas portentosas por sus devotos.

Es el caso, por ejemplo, del pesebre de puertas abiertas que se realiza en la Ciudad de La Quiaca en el oratorio del Niño Jesús de Praga

1 También hay concursos de adoraciones. 2 Sin embargo se cuenta con alguna documentación más reciente con registros de “adoraciones” en Pesebres íntimos realizadas por los miembros de la misma familia y sus amistades. El material de referencia está en estudio. 3 Colatarci, M. A.: 1994, 2000 y 2008.

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que se comentará mas adelante. Las Adoraciones

En las quebradas y punas salto-jujeñas (más precisamente en la Puna), el término adoración se emplea en forma genérica para hacer referencia a diversas expresiones coreográficas que se ejecutan en las distintas celebraciones correspondientes al santoral católico. Diversos autores han denominado a estas manifestaciones con los términos danzas y juegos ceremoniales como las que los lugareños llaman de suris, con cuartos, de torito y caballitos entre otros y reservaron la palabra adoraciones para las que se realizan en época de Navidad para el Niño Jesús. Por nuestra parte adoptamos para todas estas manifestaciones el término empleado por los pobladores, es decir adoraciones, aclarando que en general se realizan en cumplimiento de promesas, situación que no es aplicable –en principio– a las adoraciones al Niño1.

Si bien se plantea que las adoraciones son expresiones

coreográficas pues son pasibles de pautación, los lugareños no sólo las denominan de esta manera sino que, además, emplean el término danzas o bailes para aquellas expresiones coreográficas de tipo social que tienen por objeto vincular al hombre con sus pares, y no al hombre con la esfera de lo sagrado, que es el objeto de las adoraciones en general.

Las adoraciones al Niño son expresiones coreográficas que se

realizan durante el ciclo de Navidad, más precisamente a partir del 24 de diciembre a la noche o del 25 en adelante ya que se hacen en honor a Dios Hijo recién nacido que es ubicado en los nacimientos recién el 24 a la noche.

La denominación adoraciones alcanza en este caso tanto a los

llamados trenzados, referido a la conocida en otros lugares, y en la bibliografía clásica, como danza de las cintas2, y a otras expresiones coreográficas que en la puna se conocen sólo como adoraciones. En general son los niños los que las realizan; sin embargo se cuenta con registros ocasionales en que adoran adultos, dato con el que ya se contaba a partir de relaciones orales y que se creía costumbre caída en desuso.

En cuanto a los trenzados (o danza de las cintas) diremos que se

trata de una expresión coreográfica en la que los participantes –sin 1 Tema tratado con anterioridad, Colatarci, M. A. 1994. 2 La bibliografía acerca de la vinculación de esta adoración con los palos mayo europeos es profusa y nos exime de su tratamiento.

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distinción de sexo– realizan diversas evoluciones en torno a un palo, ubicado en forma vertical, de cuyo extremo superior penden cintas, el extremo libre de estas es tomado por los que adoran con una de sus manos y, al son del acompañamiento instrumental, trenzan y destrenzan las cintas alrededor del mástil que recuerda a los antiguos Palos Mayo europeos y, entre cada trenzado y destrenzado hacen un alto y entonan los villancicos.

El trenzar y destrenzar requiere que las personas que hacen la

adoración (niños en general) realicen diversas evoluciones coreográficas en torno al mástil, en distintas direcciones y entrecruzándose para lograr generar las diferentes figuras con las cintas. Los trenzados, que se logran a partir de las evoluciones ya mencionadas se conocen con nombres tradicionales aunque es de destacar que también los distintos grupos suelen crear nuevos diseños. Esta creación está vinculada, como ya se adelantó, a una propuesta institucional que cuenta con unos treinta años de antigüedad: se trata de los concursos de pesebres y concursos de adoraciones, situación que ha incentivado la capacidad creativa de los lugareños sobre los moldes tradicionales.

También hay otras adoraciones que se hacen para el Niño Jesús:

se trata de expresiones coreográficas que podemos denominar serpenteos. Éstos son ejecutados por grupos mixtos ubicados en hileras, y de a pares sucesivos, que realizan variados desplazamientos ubicados frente al pesebre, es en ese sitio en el que siempre hacen una genuflexión al Niño.

En síntesis, la diferencia que se advierte a simple vista entre

trenzados y serpenteos es: a) que los primeros son colectivos, circulares y sus

desplazamientos –en un sentido u otro– tienen el fin de trenzar y destrenzar el palo logrando diversos y vistosos diseños, unos tradicionales y otros creados para la ocasión; en tanto que en los segundos los pares de participantes mantienen su ubicación en hileras desde las que avanzan, retroceden, hacen molinetes y distintas figuras;

b) que en general los trenzados se ejecutan al aire libre en tanto que los serpenteos se realizan en el recinto en que se encuentra el Nacimiento y

c) que sólo los serpenteos se pueden realizar acompañando las pequeñas columnas procesionales que llevan a los Niños Dios a la Iglesia y los retornan a sus casas particulares.

Participan de esta adoración tanto niños, como niñas, y el

atuendo que emplean depende de las posibilidades e interés de

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diferenciación de cada grupo de pertenencia. Si bien en estos casos no se puede asegurar que los niños sean

promesantes, es posible afirmar que saben que están haciendo algo importante, que es para el Niño Dios y, por lo tanto, lo hacen con el empeño y actitud que corresponde atendiendo las indicaciones de la persona encargada de ellos según el caso. Además, en general se puede decir que los niños que realizan las diversas adoraciones están vinculados a las esferas particulares correspondientes y realizan sus adoraciones tanto en el pesebre al que pertenecen como en aquellos a los que visitan y, además, se los ve acompañando a las pequeñas columnas procesionales, que se forman para transportar las imágenes desde sus emplazamientos particulares a la iglesia, y en su retorno, entre variadas posibilidades.

El Niño Jesús de Praga en el ciclo de Navidad

Es posible que la inclusión de la devoción al Niño Jesús de Praga en el contexto del ciclo de Navidad pueda parecer extemporánea; sin embargo el pesebre que la familia elabora en el oratorio del Niño para esta época y la cantidad devotos que participan en los sucesivos días de este tiempo navideño, encargando misas, orando en el lugar y colaborando para la concreción de todos los actos rituales que tienen como centro al Niño, llevan a considerar esta devoción al interior del ciclo de la Navidad.

El oratorio del Niño Jesús de Praga, así como el muy elaborado

pesebre que se erige en su interior, se encuentra ubicado en La Quiaca, ciudad fronteriza con Villazón (Bolivia) en el extremo noroeste de la República Argentina.

Es sabido que la devoción al Niño de Praga se remonta a

principios del siglo XVII cuando la madre de la princesa Polyxenia de Lobkowitz le regaló una imagen del Niño procedente de España, hecho a partir del que se sucedieron un conjunto de situaciones –algunas que se pueden considerar portentosas– cuya descripción excede los alcances de este trabajo.

Sin embargo esta historia es desconocida por los devotos

quiaqueños de la imagen que nos ocupa, como tampoco tenemos antecedentes relativos a la instalación –en general– de esta devoción en la zona.

Lo que interesa destacar es que esta imagen del Niño Jesús de

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Praga en particular que se encuentra en La Quiaca, considerado muy milagrosa por sus devotos, es una miniatura de color negro, aparentemente de piedra, tiene cubierto el cuerpo con una capa a su medida, y porta sobre su cabeza una corona también adecuada a su talla. La pequeña imagen está ubicada en el interior de una caja de madera, con frente de vidrio, que está cerrada con llave por cuestiones de seguridad, la llave se encuentra en posesión de la familia que es dueña del Niño, así que ellos son los únicos que tienen acceso a su manipulación.

La información de primera mano con la que contamos referida a

esta devoción en particular es profusa; sin embargo en este caso interesan los aspectos vinculados con el ciclo de Navidad motivo por que sólo se sintetizan las siguientes cuestiones:

a) El Niño Jesús de Praga que está en La Quiaca –y se considera en esta ocasión– es propiedad de una familia y se transmite entre sus integrantes.

b) Esta imagen es considerada milagrosa por sus devotos quienes dicen (y esto se vincula muy especialmente con el tamaño de la imagen) que los que no ven al Niño es porque carecen de fe y Él no se deja ver.

c) Como a esta imagen se le atribuye origen milagroso hay versiones orales que refieren su origen.

d) Durante todo el año el Niñito es “visitado” por sus devotos que le llevan flores y le ofrecen velas entre otras cosas, en señal de petición y agradecimiento.

e) Todos los objetos que están en el oratorio y que se emplean para el culto y celebración del Niño son considerados de su propiedad tales como estandartes, instrumentos, atuendos y vajilla entre otros.

f) Esta imagen, así como otras que estudiamos1, cuenta con un oratorio en particular para ella y una interesante organización interna que sostiene, produce y reproduce todos los aspectos relativos a la devoción, culto y celebración al Niño Jesús de Praga.

Desde los primeros días de diciembre, en realidad pasadas las

celebraciones a la Purísima, comienzan los preparativos para el armado del Nacimiento o Pesebre. Resulta necesario aclarar que en este caso se hace siempre en el mismo lugar, ya destinado a tal fin y cuenta con algunas instalaciones estables, a las que se agrega un sistema para lograr que haya circulación de agua simulando cascadas entre otros atractivos.

1 Colatarci, María Azucena: 1994, 2000, 2008.

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La tarea a realizar, además, es desempolvar imágenes, acondicionarlas, conseguir panes de césped así como la mas variada parafernalia que el grupo considere adecuada para el Nacimiento.

El lugar central será ocupado por la urna que contiene al Niño

Jesús de Praga, que está siempre acompañado por otra imagen de Niño Dios en la clásica posición acostado que, según manifiestan sus dueños, es el compañero; esta última imagen es posesión de otros miembros de la familia poseedora del de Praga.

Entonces, este oratorio en el que para el ciclo de Navidad se erige un Nacimiento de gran envergadura, no sólo por sus dimensiones sino por la complejidad de su armado1, es el escenario de diversas manifestaciones que se desarrollan a lo largo del período y que requieren cierta organización por la cantidad de gente involucrada, tales como: a) Las reuniones que tienen lugar durante el ciclo los días en que los diferentes devotos han encargado misas para el Niño, a veces llega a tener dos misas por día. El devoto o pasante no sólo encarga la misa sino que se hace cargo del traslado de la imagen desde el oratorio a la iglesia y de su retorno. También se ocupa de que la columna procesional vaya precedida por los niños que, ataviados con los atuendos que los individualizan, realicen las correspondientes adoraciones. Ya de regreso en el oratorio se coloca en el patio de tierra, justo frente al ingreso de la habitación en la que está el pesebre, el mástil con las cintas para realizar los trenzados también a cargo de los niños que son guiados por una persona mayor que ellos que sabe las figuras y se las enseña pues ella misma adoraba cuando era pequeña. b) Forman parte de las actividades en el lugar la realización de las adoraciones que caracterizamos por sus serpenteos en el interior de la habitación en la que está el pesebre erigido durante este ciclo en altar, frente al mismo se mantienen velas encendidas en forma continua. Tanto los trenzados como los serpenteos cuentan con acompañamiento instrumental en vivo, se destaca la ejecución de una quena de metal, así como el empleo de redoblantes entre otros instrumentos. c) Los adultos permanecen en el lugar orando, observando y departiendo, los anfitriones convidan a los circunstantes bebidas y buñuelos, en general circulan jugos frescos y chocolate caliente. Las actividades en este oratorio suelen finalizar en las primeras horas de la noche.

1 Por este motivo tiene un reconocimiento de la intendencia de la Ciudad de La Quiaca.

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Algunas consideraciones finales

Es posible asegurar que en la Puna jujeña el ciclo de Navidad presenta una interesante complejidad en la que se entrecruzan aspectos rituales y sociales, públicos y privados, institucionales/oficiales y no institucionales/populares; todos entroncan en la tradición católica vinculada a los relatos evangélicos que refieren el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre en un humilde pesebre. Precisamente es este el núcleo del conjunto de expresiones tan arraigadas como el armado de los Nacimientos, la intensa preocupación por la adecuación de las imágenes y la práctica que hacen los niños para que las adoraciones sean correctas. Una mirada particular requiere la tenencia y el tratamiento relativo a las imágenes del Niño Dios que la gente tiene en sus casas, los que, aun sin ser considerados milagros (ya que no todos ostentan esa condición), reciben una atención particular tanto durante el año como en el transcurso de este ciclo. Así por ejemplo los llevan a la iglesia el 24 o el 25 de diciembre, como también son ubicados en los pesebres de puertas abiertas de algún conocido donde permanecerán hasta que sus dueños lo consideren necesario. Es interesante tener en cuenta que hacer un pesebre particular de puertas abierta otorga cierto prestigio a los dueños de la casa, los que se convierten durante el ciclo en anfitriones de una parte de la comunidad en la que están insertos. Si bien no es posible hacer una generalización estricta, en muchos casos los pesebres de puertas abiertas albergan imágenes que de acuerdo con los lugareños son milagrosos. Ese es el caso puntual del Niño Jesús de Praga, del Negrito como en forma cariñosa muchos devotos se refieren a Él. Esta imagen, como ya adelantamos, es, según sus dueños y devotos, de origen milagroso y, además, el Niño es “muy milagroso”, es el centro de un importante oratorio en el doble sentido de espacio y organización social. Este Niño, desde una perspectiva iconográfica no responde a las clásicas representaciones correspondientes a este período; sin embargo la celebración de mayor envergadura que le prodigan es durante el ciclo de Navidad. Esto se debe, en principio, a la gran cantidad de devotos que posee y que para esta época le manifiestan su fervor encargando misas y haciéndose cargo cada día de los correspondientes actos rituales en el oratorio, esto también explica que el pesebre se “levante” hacia mediados del mes de enero.

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Sin embargo el Niño Jesús de Praga es visitado todo el año por sus devotos que le llevan flores, velas y lo acompañan en su oratorio con oraciones y presencia, este Niño también cuenta con otro momento de fuerte importancia ritual que se produce el Jueves Santo cuando le cambian y adornan el denominado “calvario”, se advierte entonces cómo la devoción a este Niño Jesús de Praga en La Quiaca imbrica los dos ciclos que unen el nacimiento y la muerte de Dios Hijo hecho hombre. Sin embargo, y para finalizar, las consideraciones presentadas con respecto a esta devoción en particular no desdibujan ni desnaturalizan las actividades propias del ciclo de Navidad sino que, en realidad, entendemos que las refuerzan.

MARÍA AZUCENA COLATARCI

Oratorio del Niño Jesús de Praga (La Quiaca)

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Las coronas del Niño Jesús de Praga (La Quiaca)

Niño Dios en Nacimiento (La Quiaca)

Niños Jesús, detalle (La Quiaca)

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Detalle del Niño en el interior de su urna (La Quiaca)

Interior de Oratorio del Niño Jesús de Praga (La Quiaca)

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Adoración (serpenteos) en interior de Nacimiento (La Quiaca)

Adultos participando en un Nacimiento (La Quiaca)

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