crónica linda villacís
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“VIVIR POR INERCIA”
Sumido en el abandono Aníbal Segovia de 89 años,
pasa noches frías y de tristeza en el Asilo de
Ancianos “San Sebastián” de la ciudad de Latacunga
hace casi una década.
Sus hijos “ingratos” como él los llama, olvidaron el
amor incondicional que les entregó su padre.
Cada noche Aníbal recuerda sus “años de gloria” cuando fue el sustento de su
familia. Cuenta que salía muy temprano movido por la necesidad de sacar a su
familia adelante. Inició su carrera como albañil pero con la ayuda de su jefe se
pagó la profesión de Arquitectura, a fuerza de entrega y habilidad llegó a ser uno
de los mejores profesionales del lugar.
Ahora que han transcurrido los años, sus manos cansadas han perdido la fuerza,
su cabello blanco le recuerda que el tiempo no volverá y la tristeza de sus ojos nos
transporta al final de sus sueños, que agonizan dentro de un mundo que él
desconocía.
Los días en el Asilo de Ancianos transcurren en un ambiente de aflicción para
aquellos que fueron abandonados. Aníbal relata no llevarse un bocado de dulce a
la boca, ya que era su hijo quien lo consentía, entre lágrimas y risas dijo: “ya no
sé lo que es un caramelo”.
En los días de lluvia, sus huesos cansados, abatidos por el trabajo que tuvo
durante años se han desgastado, trayendo dolor y pesar a su rostro, sus manos
que algún día levantaron pesados bloques hoy a penas pueden moverse, y sus
piernas que todas las mañanas lo llevaban a una lucha constante por salir
adelante ahora no son más que una prolongación de su cuerpo que descansan
sobre una silla que lo transporta a donde otros quieren llevarlo.
Cada mañana el primer pensamiento de Aníbal es una inexplicable esperanza de
que sus hijos recuerden que el amor de un padre es la llave a las puertas de una
vida que ellos continuarán.
Linda Villacis Narváez