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CRÍTICA: DHEEPAN El estreno de la Palma de Oro es uno de los pocos acontecimientos ineludibles de la temporada cinematográfica otoñal. Cuando llega el momento, nos acercamos religiosamente a las salas de cine a visionar con ojo crítico y ceño fruncido el largometraje que meses antes encumbró el jurado del festival de festivales. Durante estos últimos años, nos hemos llevado gratas sorpresas (La clase, La vida de Adèle), tomaduras de pelo (El árbol de la vida, Pulp Fiction), experiencias cinematográficas inolvidables (Bailar en la oscuridad, La cinta blanca) y hasta alguna que otra siesta (Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas). Este año es el turno de Dheepan de Jacques Audiard, título que pegó el campanazo al arrebatarle (eso dicen) el máximo galardón a Carol de Todd Haynes. Vamos a comprobar si la nueva cinta del realizador de De óxido y hueso está a la altura del selecto club de premiados en Cannes. Dheepan nos acerca a la vida de una familia de pega. Un hombre, una mujer y una niña que han formado una unidad familiar por la única razón de que se parecen a las personas que figuran en los pasaportes que van a utilizar para salir del país. Esta suerte de fraude de identidad es la única opción que tienen para salir de Sri Lanka estos tres refugiados tamiles. Ese poderoso punto de partida, engancha al espectador, alimentando nuestro apetito voyeurístico que hace que queramos saber más sobre el futuro de este hogar de cartón piedra. Su éxodo les lleva a París, pero no a la bella ciudad de las postales, sino a los suburbios. Al mismísimo lugar donde viven los monstruos de la droga y el tráfico de armas. El peor ambiente posible para empezar una nueva vida de cero. A pesar de volver a contar con un personaje masculino protagonista de empaque (antiguo soldado sanguinario reconvertido a conserje), Audiard se reitera en uno de sus errores más comunes en su obra (¿marca de autor?): pausar la acción hasta la extenuación. Vuelve a aparecer la diletante sucesión de tiempos muertos que ya provocaron que perdiese el interés por su pianista chanchullero en De latir mi corazón se ha parado o por su niño salvaje carcelario en Un

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Crítica de la película "Dheepan" de Jacques Audiard

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Page 1: CRÍTICA DHEEPAN

CRÍTICA: DHEEPAN

El estreno de la Palma de Oro es uno de los pocos acontecimientos ineludibles de la temporada cinematográfica otoñal. Cuando llega el momento, nos acercamos religiosamente a las salas de cine a visionar con ojo crítico y ceño fruncido el largometraje que meses antes encumbró el jurado del festival de festivales. Durante estos últimos años, nos hemos llevado gratas sorpresas (La clase, La vida de Adèle), tomaduras de pelo (El árbol de la vida, Pulp Fiction), experiencias cinematográficas inolvidables (Bailar en la oscuridad, La cinta blanca) y hasta alguna que otra siesta (Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas). Este año es el turno de Dheepan de Jacques Audiard, título que pegó el campanazo al arrebatarle (eso dicen) el máximo galardón a Carol de Todd Haynes. Vamos a comprobar si la nueva cinta del realizador de De óxido y hueso está a la altura del selecto club de premiados en Cannes.

Dheepan nos acerca a la vida de una familia de pega. Un hombre, una mujer y una niña que han formado una unidad familiar por la única razón de que se parecen a las personas que figuran en los pasaportes que van a utilizar para salir del país. Esta suerte de fraude de identidad es la única opción que tienen para salir de Sri Lanka estos tres refugiados tamiles. Ese poderoso punto de partida, engancha al espectador, alimentando nuestro apetito voyeurístico que hace que queramos saber más sobre el futuro de este hogar de cartón piedra. Su éxodo les lleva a París, pero no a la bella ciudad de las postales, sino a los suburbios. Al mismísimo lugar donde viven los monstruos de la droga y el tráfico de armas. El peor ambiente posible para empezar una nueva vida de cero.

A pesar de volver a contar con un personaje masculino protagonista de empaque (antiguo soldado sanguinario reconvertido a conserje), Audiard se reitera en uno de sus errores más comunes en su obra (¿marca de autor?): pausar la acción hasta la extenuación. Vuelve a aparecer la diletante sucesión de tiempos muertos que ya provocaron que perdiese el interés por su pianista chanchullero en De latir mi corazón se ha parado o por su niño salvaje carcelario en Un profeta. En esta ocasión, la repetición de los quehaceres diarios de Dheepan y sus choques conyugales y con los maleantes no son sino una mera excusa para rellenar hasta llegar al tan cacareado y comentado final. Hasta llegar a ese momento, el espectador está hastiado y, por qué no decirlo, aburrido. Es ese estallido tan violento y visceral como previsible y anunciado, el que hace que nos desperecemos de nuestras butacas por un momento. Un clímax que recuerda en demasía a los fogosos arrebatos de los Coen, justamente los dos hermanos que presidían el jurado que premió a esta película…

Dheepan es una obra 100% Audiard, pero no es ni un 50% de Palma de Oro.

Nota: 5