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    PARADOJAS

    DE

    UN

    GIMEN

    PREPOSICIONAL

    REVERSIBLE

    EL CONOCIMIENTO DE LA MENTE:

    MIQUEL ANDEL

    Universitat de Barcelona

    RESUMEN

    El artculo pasa sucintamente revista a las principales teoras sobre la naturaleza de

    la mente, desde la Antigedad clsica hasta nuestros das, y toma partido por una concepcin

    monista materialista que, sin embargo, preserva la especificidad de la mente (el

    yo

    como

    nudo relaciona1 y centro irreductible d e perspectiva que, precisamen te por e so, no pued e

    nunca adquirir un a visin objetiva d e s mismo co mo puro sujeto.

    ABSTRACT

    This paper succintly reviews the main theories concerning the nature of mind, from

    the Antiquity to the present day, and adopts the view of a kind of materialistic M onism,

    which, this notwithstanding, preserves the specific character of mind (the selJ as a relational

    node and a n irreducible centre of perspective. This is the very reason for the fact that it can

    never get an objective vision of itself as a p u re subject.

    Del mundo de las sombras al mundo de las formas

    Desde que Aristteles escribiera su clebre tratadoPeripsychi?~ De anima

    la mente se ha convertido en uno de los temas filosficos por antonomasia.

    Y

    no

    slo por la inercia de los comentaristas antiguos, medievales e incluso modernos,

    con su machacona

    y

    reiterada (aunque no siempre reiterativa) exgesis de ese

    revolucionario texto. Motivos muy distintos de los que inspiraron a Aristteles

    movieron a los estoicos y a pensadores cristianos seminales, como Agustn de

    Hipona, a buscar en el interior la clave de la sabidura (es decir, el objeto por

    excelencia de la filosofa): la seguridad que ofrece esa ciudadela interior frente

    1 Vase la obra homnirna de

    Piene

    Hadot:

    L a citadelle intrkre Pars,

    Fayard,

    1992. El di

    1ogoAlcibides , atribuido a Platn, anticipa ya esta orientacin de la fdosofa hacia el autoconocimento.

    Canvivium

    16:

    175 196 2003)

    O

    Depandmeni dr Filosofia Teoreiica PrhcDca Facultdt de Fil o~ of ia

    Cni\en itai de Barcelona lSS 0010 8235

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    176

    Miguel Cande1

    a la tornadiza suerte que condiciona cualquier proyecto vital hace que la niirada

    introspectiva pase a ocupar lugar preferente entre los esfuerzos del ser humano

    amante del saber.

    Pero no se puede decir que esa interioridad sea un punto de partida, el

    hogar familiar del ser humano, al que peridicamente regresa a reposar de su

    fatigosa lucha por la vida. Es, en todo caso, un hogar que el ser humano se

    ha ido construyendo lentamente a partir de una visin casi totalmente opuesta,

    segn la cual el mundo circundante estaba animado desde dentro por un (con-

    junto de) espritu(s) mientras el ser humano era apenas una marioneta cuyos

    miembros se hallaban temporal y extrnsecamente unidos por un soplo vital

    precario hasta que otro soplo, el de la negra muerte, los ~ e p a r a b a . ~n esa

    primera etapa de lo que Bruno Snell llam el descubrimiento del espritu,3el

    alma

    (psychq

    no era la intimidad constitutiva del yo, sino un vnculo extrn-

    seco entre las partes del cuerpo

    y,

    tras la muerte, una lnguida sombra que se

    arrastraba a duras penas por los desolados pramos del Averno.

    Tuvo que sobrevenir un drstico cambio social en lugares como Atenas

    (pero ya antes en los em porios mercantiles de Jonia y la Magna Grecia) para

    que el alma dejara de ser un simple h l i t ~ , ~s decir, una corporeidad vaga y

    blanda (animula

    vagula blandula, la llamar el emperador Adriano) y se con-

    virtiera en una singularidad para la que haba que habilitar nuevos espacios

    conceptuales (y ontolgicos). El mencionado cambio social fue el ascenso de

    clases no vinculadas directamente a la econom a agraria, con la consiguiente

    introduccin, en la visin de la realidad, de paradigmas formales que ponen

    en primer plano la relacin y el orden entre los elementos constitutivos de las

    cosas y relegan al trasfondo los elementos mismos. De ah teoras como la

    citada por Aristteles en De anima

    1

    4 segn la cual el alma sera la armo-

    na de los elem entos integrantes del cuerpo. El propio Aristteles, recogiendo

    el testigo de Platn, acabar calificando el alma de:

    2.

    Com o med ita el personaje de Julio Csar en la homn ima pera de Handel:

    Misera vita,

    O quanto

    t

    fral tuo stato

    Ti

    forma un soJio

    E

    ti distrugge unfiato .

    (Acto

    1

    escena

    111

    3.

    Die Entdeckung des Geistes, Hamburgo, 1946 (Lasfuentes del pensamiento europeo,

    Madrid, Razn y Fe, 1965 ).

    4. Esa, l fin y al cabo, es la etimologa

    depsych.

    Con posterioridad a Aristteles, los estoi-

    cos recuperaron (en lo que no hay ms remedio que considerar como un retroceso intelectual) el

    concepto de alma-aliento* con su nocin de

    pneuma,

    tradicionalmente vertido al homlogo

    latino de hlito : spiritus (de donde nuestro espritu ).

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    El Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible

    77

    ugar

    e

    las formas

    Dicen bien los que dicen que el alma es el lugar de las formas, si excep-

    tuamos que no lo es toda ella, sino slo la intelectiva y que no es las formas en

    acto, sino en potencia.>? En efecto, tras una diseccin de las funciones del

    alma,6Aristteles centra su anlisis en la llamada facultad intelectiva, o no ,

    que la tradicin llamara en latn intellectus o mens, intelecto (entendimiento)

    o mente.

    Y

    desarrollando la concepcin anaxagrea de la mente7 al hilo de su

    teora hilemrfica, caracteriza el nous como un reverso inmaterial de la mate-

    ria primera, con la que comparte, paradjicamente, la total carencia de form a

    propia:

    Por lo q ue se refiere a aquella parte del alma con q ue el alma conoce y

    piensa -ya se trate de algo separable, ya se trate de algo no separable en

    cuanto a la m agnitud, pero s en cuanto a la definicin- ha d e ejtaminarse

    cul es su caracterstica diferencial y c mo se lleva a cab o la actividad d e

    inteligir. Ahora bien, si el inteligir con stituye una operacin sem ejante a la

    sensacin, consistir en padecer cierto influjo bajo la accin de lo nnteligible

    o bien en algn otro proceso similar. Por consiguiente, el intelecto

    -siendo impasible- ha d e ser capaz de recibir la forma, es decir, ha d e ser

    en potencia tal como l a forma pero sin serlo eila misma, y ser respecto de

    lo inteligible algo anlogo a lo qu e es la facultad sensitiva respecto d e lo

    sensible. Por consiguiente y puesto que intelige todas las cosas,

    necesariam ente ha de ser sin mezcla -como dice Anaxgoras- para que

    pueda dom inar o, lo qu e es lo mismo, conocer, ya q ue lo que exhibe su

    propia forma obstaculiza e interfiere a la ajena. Luego no tiene naturaleza

    alguna propia aparte de su mism a potencialidad. As pues, el denom inado

    intelecto del alma -me refiero al intelecto con qu e el alma razona y

    enjuicia- no es en acto ninguno de los entes an tes de inteligir.'

    Este texto inaugura un enfoque muy particular del estudio de la m ente.

    Enfoque que, sobre una base que podramos llamar materialista en la con-

    cepcin de la relacin alma-cuerpo, admite la peculiaridad del intelecto como

    aquella funcin del alma que carece de vnculo esencial con el cuerpo (aunque

    no necesariamente de vnculo espacio-temporal: no separable en cuanto a la

    magnitud [mgethos], pero s en cuanto a la definicin [Zgon]) y que, a dife-

    5 De anima III

    4,429a27-29.

    6

    El trmino 'diseccin' propone una metfora muy impropia para reflejar el sentido del

    anlisis aristotlico , ya que la distincin entre las funciones mmicas no es la qiue se da en tre las

    partes coo rdinables de un todo (partes que se hallan, por as decir, en el mismo p lano), sino la

    existente entre los grados de una escala, donde los grados superiores contienen los inferiores .

    7. Frs. DK 12

    B

    y 14

    B.

    8

    De anima 111

    4,429a10-24.

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    Miguel Cande1

    rencia de los sentidos, no slo no se deja impresionar de manera duradera por

    la forma del objeto conocido, sino que carece por s mismo de cualquier clase

    de forma; en efecto, de tener o retener a lguna forma, sta podn a obstaculizar,

    como ocurre con los sentidos, la percepcin de o tras formas diferentes.

    En otras palabras, la capacidad de conocer (mediante) las formas, objeto

    (o, mejor,

    medio)

    de conocimiento por an to no m a~ ia ,~resupone una absoluta

    versatilidad en el propio ser de la facultad cognoscente, que la distingue radi-

    calmente de cualquier ente material (pero la coloca al mismo nivel de absoluta

    potencialidad que la materia). Podamos decir, pues, que para Aristteles la

    mente es inmaterial a fuerza de ultramaterial. Porque, por otro lado, sin per-

    der en modo alguno su potencialidad, se identifica en cada caso (en cada acto

    de conocer) con el objeto conocido.

    Pero la peculiaridad ontolgica del

    nous

    no se reduce a su identifica-

    cin con el objeto inteligible, facilitada, en ltimo trmino, como veam os

    en la nota anterior, por el carcter instrumental del objeto. Esa trampa-

    rencia que lo caracteriza lo hace identificarse en definitiva consigo mismo.

    Es decir, por ser inmaterial, el intelecto es inteligible exactamente como lo

    son sus objetos; en efecto, tratndose de seres inmateriales, lo que intelige y

    lo inteligido se identifican toda vez que el conocimiento terico y su objeto

    son idnticos.1

    Seguramente no hay que entender esto como una formulacin anticipada

    de la autoconciencia fichteana, sino como la de una -para nosotros, moder-

    nos- paradjica heteroconciencia radical que lleva al entendimiento, plena-

    mente identificado con su objeto, a reconocerse plenamente en l. Slo la esen-

    cia del Motor Inmvil cosmolgico, definida como inteleccin de la

    inteleccin

    nesis noseos), parece ser propiamente autoconciencia en

    cuanto que su objeto es totalmente interno e idntico a su acto de conocer.

    En cualquier caso, a partir de este atisbo de interiorizacin o repliegue de

    la mente sobre s misma, la tradicin platnico-aristotlica converger con la

    estoica para dar origen al llamado neoplatonismo, que tanto en sus variantes

    9. En efecto, tal com o se desprende de la nocin m isma de abstraccin

    apharesis)

    que

    maneja Aristteles, las formas universales no son tanto aquello que la mente contempla directa-

    mente como aquello a travs de lo cual o en virtud de lo cual la mente hace suyos los contenidos

    singulares qu e le suministran los sentidos. Esto ya es a s en el mism o Platn, por ms q ue la

    visin tpica de la teora de las ideas (visin a cuya propagacin contribuy no poco el propio

    Aristteles) las presente com o contenidos epistmicos de superior grado de pureza

    y

    claridad,

    pero tan singulares como los contenidos de la percepcin sensorial, es decir, como paradigmas

    (vase: Candel, M.,

    El nacimiento de la eternidad,

    Barcelona, Ideas Books, 2002, cap. 111 . El

    carcter de objeto slo lo pueden adquirir las llamadas formas inteligibles)) en tanto q ue

    abs-

    tracciones, es decir, como objetos indirectos o de segundo orden.

    10.

    De anima

    4 430a2-5.

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    El Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversib le

    179

    pagana como cristiana (particularmente, la agustiniana) acabar substanciali-

    zando el nous como segunda hypstasis del absoluto (o segunda persona de la

    Trinidad), despliegue de su unidad inefable a la vez que eslabn del hombre

    con la divinidad, a la que ste conocer conocindose a s mismo.

    el sujeto de atributos al sujeto de representaciones

    Las filosofas musulmana y cristiana de la Edad Media proseguirn la tra-

    dicin neoplatnica en su concepcin del intelecto como doble va de descenso

    y ascenso entre Dios y el hombre, combinada y complicada con la asociacin,

    al menos en el caso musulmn, de las diversas esferas celestes con otros tantos

    intelectos (esa funcin la cumplen, en el cristianismo, las llamadas jerarquas

    anglicas o celestiales). Comn a casi todas esas concepciones es la convic-

    cin de que el entendimiento, aun cuando se halle individualiza.doen mltiples

    seres inteligentes, es en el fondo uno, como unas son para todos las formas

    inteligibles (universales).

    El norninalismo ockhamiano romper esa tendencia al postular el carc-

    ter singular de todo contenido de conocimiento, incluido el intelectual, y la

    naturaleza meramente objetiva de los llamados universales. Como es

    natural, la singularidad de lo conocido se contagia al cognoscente: el

    nous

    universal acaba estallando, al llegar la Edad Moderna, en una mirada de inte-

    lectos individuales, centros independientes de percepcin y apercepcin, trans-

    parentes a s mismos pero sin comunicacin directa alguna entre ellos. Las

    mnadas leibnizianas constituyen el ejemplo ms acabado de la nueva con-

    cepcin de la mente. Ellas suministran el paradigma de lo que ser la mente

    moderna, centro de perspectiva y ncleo existencia1 por antonomasia; razn

    por la que acabar apropindose en exclusiva del caracter de sujeto, que hasta

    entonces era comn a toda realidad subsistente por s misma, y recibir el

    caracterstico nombre de yo.

    Suele decirse que es en Descartes donde se opera la transformacin del

    pensar en sujeto, previa substancializacin de su actividad, ti1 como parece

    indicar la definicin de la mente como res cogitans. Semejante tesis, amplia-

    mente admitida, se basa en una interpretacin literal, cosista, del trmino

    11.

    Entindase por objetivo, al menos en e l uso ockham ista, aquello que no tiene ms

    realidad q ue la de s er objeto de la mente, que slo existe en el seno de sta (acepcin que es, prc-

    ticamente, la anttesis del uso actual del trmino). Por contra, subjetivo , en ese mism o uso ock -

    hamista, es todo aquello que subsiste independientemente

    (y,

    en primer lugar, independientemente

    de nuestro conocimiento). Es se el sentido original de sujeto

    hypokemenoiz)

    en Aristteles,

    qu e identifica en ltimo trmino

    sujeto

    con

    existencia

    propiamente dicha: existir subsistir (cf.

    Candel, M.,

    op. cit . ,

    cap.

    VII .

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    180

    Miguel Cande1

    res .Ahora bien, dado que el contenido que Descartes asigna al acto cogitans

    es polifactico, constando de elementos que la tradicin consideraba propios

    de facultades del alma d istintas e irreductibles (desde la sensacin hasta la

    volicin, pasando por la imaginacin y por todos

    y

    cada uno de los fenmenos

    que hoy consideramos patrimonio de la vida

    consciente),12parece ms correcto

    sostener que Descartes concibe el

    yo

    del pensamiento, no com o una substancia,

    sino como una actividad pluriforme aunque unifocal,13 y que e l uso de res

    obedece simplem ente a necesidades lgico-gramaticales, a saber: la im posibi-

    lidad de indicar la sustantivacin de la forma verbal cogitans mediante el sen-

    cillo expediente de anteponer un artculo (disponible en casi todas las lenguas

    modernas pero inexistente en latn).

    En Kant, finalmente, aparecen unidas de manera explcita las nociones

    de yo como centro de perspectiva incom unicable y de sujeto como base de lo

    existente por s mismo. Vase al respecto la exposicin del primer paralogismo

    de la razn pura:

    Szlbstancia

    es aquello cuya representacin constituye el

    sujeto absoluto

    de

    nuestros juicios, aquello que no puede, por tanto, ser empleado como

    determinacin de otra cosa. Yo, en cuanto ser pensante, soy el

    sujeto

    absoluto de todos m is juicios posibles, pero esta representacin de

    m

    mism o no puede ser usada com o predicado de otra cosa.I4

    Claro que este razonamiento de Kant tiene, como paralogismo que es,

    una conclusin rechazada por el propio Kant, a saber: que el yo (o, en termi-

    nologa tradicional, el

    alma)

    es

    substancia.

    Pero eso no obsta para que tenga-

    mos consumada, a partir de este planteamiento, la revolucin copemicana: el

    substrato ltimo de lo real (que es a lo que corresponde el uso filosfico del

    trmino sujeto ) pasa a ser el

    yo,

    cuyos

    objetos

    de conocimiento ocupan el

    mismo lugar respecto de l que las

    propiedades

    respecto de la

    substancia.

    El

    idealismo posterior no har sino llevar el proceso hasta sus ltimas conse-

    cuencias: del mismo m odo que las propiedades son aspectos constitutivos de

    la substancia, por lo que estn, de hecho, incluidas en ella, as tambin los obje-

    tos de conocim iento quedan absorbidos en la esfera del

    yo,

    como momentos

    de su actividad autoconsciente. El esquema ontolgico plotiniano se ha inver-

    12

    Res cogitans. Quid est hoc? Nempe dubitans, intelligens, affirmans, negans, volens,

    nolens, imaginans quoque, et sentiens.(Meditaciones metafisicas, meditacin segunda, [9 ] .

    13

    A favor de esta interpretacin no substancialista parecen hablar pasajes de la medita-

    cin segunda como aqul en que sostiene: existo

    mientras

    pienso

    (existo

    ...

    quandiu cogito,

    [7] ,

    relativizacin temporal incompatible con la categora de substancia, al menos tal como se

    entenda desde A ristteles.

    14

    Kant, I. Cnic a de la razn pura, libro de la dialctica transcendental, primer paralogismo.

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    El Conocim iento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional revers ible

    8

    tido por com pleto y la moderna versin del no , en lugar de aparecer como

    exhibidor que despliega en forma discursiva y ad extra el contenido del ine-

    fable Uno absoluto, usurpa la posicin central de ste y lo convierte en con te-

    nido de su propia actividad centrpeta.

    Obv iamente, en la medida en que ese sujeto, tras la crtica kantiana, ha

    dejado de ser substancia, carece del espesor ontolgico que caracterizaba el

    viejo nous (al menos el plotiniano, aunque dudosam ente el aristotlico). Por

    ello no es casual que hayam os dejado de referirnos a l con un nombre para

    designarlo con un simple pronombre: yo, cuya referencia ca.mbia constante-

    mente en funcin de l reparto de papeles en el discurso. sa es la precaria

    morada interior que el ser humano empez a construirse ya antes de aban-

    donar las cavernas y que a duras penas remat la Ilustracin.

    Pero la filosofa del siglo XX, como reaccin en gran parte al desmedido

    interiorismo psicologista de finales del XIX, em pez a derribar ese precario

    edificio cuando apenas su arquitecto haba logrado cubrir aguas. Wittgenstein

    (al menos, en sus

    Investigacionesfilosficas

    ent las bases para reducir el yo

    del yo pienso al del yo digo y ste, en ltimo trmino, al se dice. Y Gilbert

    Ryle, iniciador de la escuela de

    Oxford , en paralelo a la evolucin de la psi-

    cologa emprica hacia el conductismo, ofici (con gran uncin, eso s, a dife-

    rencia de iconoclastas posteriores) el funeral por el cogito cartesiano en su

    decisiva obra

    The Concept of Mind,15

    verdadera carta fundacioinal del conduc-

    tismo filosfico. Pero ese paso ltimo hac ia el definitivo vaciamiento ontol-

    gico de l sujeto, lejos de ser simple estacin trmino en el trayecto conceptual

    del yo, se convirti en punto de partida de una profunda renovacin de la psi-

    cologa, tanto filosfica como em prica.

    a naturalizacin de la mente

    Dice Ryle, al comienzo de la obra, ya clsica, antes citada:

    Existe una doctrina acerca de la naturaleza y el lugar de la mente que tiene

    tanto predicamento e ntre los estudiosos, e incluso entre los profanos, que

    merece el calificativo d e teora oficial.

    [ ]

    La doctrina oficial, qu e procede

    bsicamente de Descartes, viene a decir ms o m enos l o siguiente:

    [ ]

    todo

    ser humano pose e un cuerpo y una m ente. Algunos preferiran decir que

    todo ser humano es un cuerpo y una mente. Su cuerpo y su mente estn

    normalmente comb inados en un todo, pero despus de la muerte d el cuerpo

    su mente puede seguir existiendo y funcionando.

    15. Londres, Hutchinson, 1949 (reedicin en Penguin Books, 1990).

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    8/24

    82 Miguel

    Cande1

    Los cuerpos hum anos estn en e l espacio y s e hallan sujetos a las leyes

    mecnicas que gobiernan todos los dems cuerpos en el espacio. Los

    procesos y estados corporales pueden ser examinados por observadores

    externos. As, la vida corporal de un hombre es un asunto pblico en igual

    medida que las vidas de los animales y los reptiles e incluso que la

    existencia de los rboles, los cristales y los planetas.

    Pero las mentes no estn en el espacio ni sus operaciones se hallan sujetas

    a las leyes mecnicas. El funcionamiento de una mente no es observable por

    observadores ajenos; su existencia es privada. Slo puedo tener

    conocim iento directo de los estados y procesos de mi propia mente. Cada

    persona, pues, vive dos historias paralelas: una q ue consiste en lo que l e

    ocurre a su cuerpo, otra que consiste en lo que ocu rre en su mente y con su

    mente. La primera de esas vidas es pblica, la segunda, privada. Los

    acontecimientos de la primera historia son acontecimientos del mundo

    fsico, los de la segunda son acontecimientos d el mundo mental.

    sta es, en sntesis, la teora oficial. A menudo me referir a ella,

    exagerando deliberadamente, como el dogma del Espritu [Ghost]16 en la

    Mquina*. Espero probar que es completamente falso, y no falso en

    cuestiones de detalle, sino de principio. No es simplemente una

    combinacin de errores parciales. Es un gran error, error de un gnero

    especial. Es, en otras palabras, un error categorial [category-mistake].

    Representa los hechos de la vida mental com o si pertenecieran a un tipo o

    categora lgica o gam a de tipos o categoras), cuando en realidad

    pertenecen a

    otro diferente. El dogma es, por consiguiente, un mito

    filosfico.

    l

    Qu es lo que Ryle entiende por error categoriab. l mismo da una

    serie de ejemplos como el siguiente: si un nio que contempla el paso de un

    desfile militar tras haber odo decir que lo que desfilar es la divisin nmero

    tal, al ver pasar antes sus ojos grupos de soldados y armas que la gente llama

    compaas, batallones, bateras, etc., pregunta:

    Y

    cundo va

    a

    pasar

    la divisin?, la criatura incurre precisamente en ese tipo de error que el autor

    llama bastante aristotlicamente, por cierto) categorial.

    Es fcil deducir de ah que Ryle entiende que la contraposicin entre

    mente y cuerpo efectuada por los filsofos dualistas

    a l

    Descartes

    y

    por la

    filosofa cristiana en general) es una burda confusin consistente en poner en el

    mismo plano ontolgico dos aspectos formales diferentes de un mismo objeto

    material, con la consiguiente divisin de ste en dos objetos. Por desarrollar

    16. El trmino ingls, ghost sugiere peyorativamente la nocin popular de espritu como

    fantasma, espectro, etc.

    17

    Ibd.,

    pp. 13y

    15

    de la edicin de 1990.

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    9/24

    El Conocim iento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible

    183

    un ejemplo m s sencillo, aducido por Aristteles al comienzo del

    De anima 18

    la confusin de la que hablam os sera aqulla en que incurrira quien a la vista

    de un edificio dijera ver slo un montn de ladrillos y preguntara dnde estaba

    la casa. La m ente, pues, segn Ryle, est con el cuerpo en una relacin an-

    loga a la existente entre, pongamos, el funcionam iento de un motor y el con-

    junto de las piezas que componen ste. El error de los dualistas consistira en

    convertir en otras tantas substancias dos aspectos form almente diferentes de lo

    que no sera sino una sola y m isma entidad material.

    Com o veremos hacia el final de este artculo, la crtica de Ryle es esen-

    cialmente atinada y se basa en una acertada comprensin del problema filos-

    fico de fondo que plantea la reflexin sobre la mente. Com o lo es tambin el

    enfoque de l tema por Wittgenstein. Al menos en la m edida en que rechaza los

    planteamientos tradicionales y, muy particularmente, los del psicologismo

    decimonnico. Pero lo cierto es que la terapia destinada a curar la bu limia

    psicologista ha acabado degenerando, a mi modo de ver, en una especie de

    anorexia reduccionista que seguram ente permite decir una vez m s aquello

    de que ha sido peor el remedio que la enfermedad.

    En primer lugar, el estricto conductismo filosfico nacido al socaire de la

    obra de Ryle aboca el estudio de la mente a una circularidad. explicativa sin

    salida, como han mostrado desde finales de los aos cincuenta sus crticos,

    Donald Davidson entre ellos.lgAl pretender reducir toda descripcin de los lla-

    mados estados mentales al anlisis del com portamiento socialmente obser-

    vable se incurre en un crculo vicioso hermenutico entre,

    l

    menos, la carac-

    terizacin de las

    creencias

    y la de los

    deseos.

    As, por ejemplo, la supuesta

    creencia

    de Pedro en una inm inente lluvia slo se puede identificar con su

    accin de tomar el paraguas l salir de casa si se presupone sin fundam ento

    conductual alguno) que Pedro

    desea

    evitar mojarse; de no ser as, la accin de

    salir a la calle provisto de un paraguas podra identificarse con cualquier otra

    creencia por ejemplo, que el paraguas puede resultar una buena arma defen-

    siva en caso de un encuentro desagradable al atravesar ciertas calles donde sue-

    len operar delincuentes). A la inversa, la interpretacin de esa m isma accin

    de Pedro como plasmacin de su

    deseo

    de no m ojarse slo puede sostenerse

    en la previa asuncin inverificable dentro de este planteamiento) de que Pedro

    cree que va a llover.

    18

    e

    un

    1

    1,403bl-10 .

    19. En el nm ero 12 de sus Essays o n Actions and Events Oxford , Clarendon, 1980 1982),

    p. 236), D avidson cuenta cmo, a raz de su participacin en un experimento destinado a estu-

    diar ciertas condiciones del comportamiento racional humano, la incoherencia de los resultados

    obtenidos si se los juzgaba con criterios conductistas) le impuls a abandonar de una vez por

    todas esos planteamientos y, con ellos, la prctica de la psicologa experimen tal).

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    10/24

    84 Miguel

    Cande

    Nada de extrao, pues, que el conductismo estricto desapareciera poco a

    poco de la literatura dedicada al estudio de la mente. Desaparicin que hay que

    circunscribir, sin embargo, a su forma cannica, tal como aqu se ha expuesto ,

    pues en form a larvada o atenuada sigue presente en mayor o menor grado en

    casi todos los tratamientos naturalistas del problema de la mente y, tal como

    veremos, con razn).

    Al emplear la expresin tratamiento naturalista en el prrafo prece-

    dente hemos aludido al rasgo esencial de la filosofa contempornea de la

    mente que permite distinguirla tanto de la antigua filosofa del nous que en su

    mayora, desde Anaxgoras, contrapona mente y naturaleza) como de la

    moderna filosofa del yo-sujeto . En efecto , el actual tratamiento

    estndar del

    problema de la mente o, como se formula otras veces, de la relacin

    mente-cuerpo) se diferencia de los anteriores por partir del supuesto, al nienos

    metodolgico pero tambin, casi siempre, ontolgico) de que la mente es una

    realidad natural cuyo estudio es inseparable de la investigacin sobre el mundo

    material. Tal com o lo form ula Galen Strawson:

    Hay una cierta versin del monismo qu e es verdadera y

    [...]

    a pesar de toda

    la variedad de l mundo, en algn sen tido fundamental hay slo una clase de

    estofa.

    [ ]

    los sucesos mentales humanos son realizados ntegramente por

    sucesos fsicos o son realizaciones de stos, en do nde realizar tiene un

    sentido qu e tendr que analizarse.

    [ ]

    la teora de la evolucin da una

    explicacin verdadera aunque hasta ahora incompleta) de la manera en que

    seres como nosotros advinieron a la existencia en un mundo fsico existente

    con anterioridad y [ ]

    debemos adoptar un enfoque naturalista de la

    cuestin de la naturaleza de la mente. En realidad, el trmino naturalismo

    no es ms prec iso que los trminos fsico o m aterial. Lo nico que

    implica realmente es el rechazo de cualquier cosa qu e se clasifique como

    sobrenatural en relacin con una concepcin dada de lo natural. Pero no

    conocemos los lmites d e lo natural.20

    La ltima proposicin del pasaje anterior refleja la postura agnstica

    agnsticamente materialista) del autor, postura no compartida por la m ayo-

    ra de quienes hoy estudian la mente desde un punto de vista naturalista. En

    general, un observador externo de la evolucin contempornea de los traba-

    jos tericos en este cam po sacara la imp resin de que naturalismo e s

    sinnimo de fisicismo reduccionista. No simplemente reduccionismo,

    como suele decirse, porque ste puede practicarse en cualquiera de estos dos

    sentidos: reduciendo lo fsico a lo m ental -como, en lneas generales, hacen

    20.

    Strawson,

    G.,

    Mental Reality Cambridge MS), The

    MIT

    Press, 1994 versin caste-

    llana:

    a

    realidad mental Barcelona, Prensa Ibrica, 1997; pp. 19-20).

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    11/24

    El Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible

    85

    el idealismo y el empirismo radical- o reduciendo lo mental a lo fsico, que

    es la tendencia predominante hoy en da.

    Al decir reduccin nos referimos a una aparente equivalencia que, en rea-

    lidad, opera en el sentido siguiente: se afirma la fusin de ambas entidades

    equivalentes en una sola, a la vez que se niega toda realidad a las propiedades

    de una de ellas en beneficio de las de la otra. En el caso que nos ocupa, lo que

    se intenta habitualmente es mostrar que las propiedades especificamente men-

    tales carecen de realidad (seran, segn eso, ilusiones) y que las nicas rea-

    les son las propiedades

    no mentales.

    Paradjicamente, no son los au tores que

    ms abiertamente propugnan la llamada teora de la identidad (en general,

    los de la llamada escuela australiana) quienes incurren eri este

    reduccio-

    nismo de propiedades. As, por ejemplo,

    J.J.C.

    Sm art, en Sensations and Brain

    Processes, dice simplemente:

    Si el dolor es idntico a un estado

    B

    del cerebro, debe haber una

    concomitancia entre los casos de dolor y los casos de estado cerebralB [. ]

    As, una condicin necesaria de la identidad entre el dolor

    y

    el estado

    cerebral es que las dos expresiones, tener dolor

    y

    hallarse en el estado

    cerebral B , tengan la mism a extensin.21

    Tener la misma extensin no equivale a tener la misma comprensin. No

    slo eso: la identidad extensional no puede deducirse analticamente de la com -

    prensin de ambos trminos, sino que son precisos criterios empricos que

    acrediten la identidad:

    Hemos sostenido que cualquier teora satisfactoria de la mente ha de adm itir

    la posibilidad lgica de m entes sin cuerpo. [...] Si hay algo seguro en

    filosofa, podemos tener por segu ro que [la proposicin] la mente es el

    cerebro no e s una verdad lgicamente necesaria. C uand o Aristteles deca

    que el cerebro no era m s qu e un rgano para refrigerar el cuerpo no se le

    poda ciertam ente acusar de negar una verdad necesaria. Su error era de

    ndole emp rica. As, si es verdad q ue la men te es el cerebro, habr q ue

    encontrar un mode lo entre los enunciados d e identidad contingentes. [

    ]

    Pero si la mente es el cerebro es un enunciado contingente, se sigue de

    ah qu e ha d e ser posible dar explicaciones lgicam ente independientes (o,

    alternativamente, definiciones ostensivas) del significado de las palabras

    mente y cerebro .22

    21. Sensations and Brain Processes, Philosophical Review 68 1959), 141-156.

    22. Armstrong, D.M. A

    Ma tenalist Theory of the Mind

    Londres, Routledge, 1963 1993),

    pp. 76-77.

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    12/24

    186 Miguel Cande1

    De hecho es aqu donde se apoyan los dualistas residuales para defender

    su posicin. Basndose en el reverso negativo del principio de identidad de

    los indiscernibles, formulado por L e i b n i ~ , ~ ~lgunos autores, empezando por

    Descartes en el

    Discurso del mtodo,

    construyen el siguiente argumento:

    D I )

    l Es posible que yo no tenga cuerpo duda metdica)

    2

    No es posible que yo no tenga mente evidencia del cogito)

    3

    Luego m i cuerpo y m i mente son distintos

    El prop io Leibniz rechaza esa utilizacin de su principio argumentando

    que en la primera premisa hay un paso implcito e ilegtimo) de la posibilidad

    epistmica a la ontolgica, o de la duda a la negacin si dudo de mi cuerpo

    es que no tengo cuerpo). No obstante, es posible reformular el argumento de

    manera que se evite la equivocidad denunciada por Leibniz, a saber:

    0 2 )

    1. Es posible que yo sea una mente pero no tenga cuerpo

    duda metdica)

    2. Si la mente es idntica al cuerpo, necesariamente todo

    que sea mente ser tambin cuerpo aplicacin de la teora de la

    identidad de Saul K r i ~ k e ) ~ ~

    3. Luego el cuerpo y la mente no son idnticosz5

    Cabe asimismo la posibilidad, siguiendo a descarte^,^^ de formular esta

    otra aplicacin del principio de identidad de Leibniz que tiene adems la

    estructura de un silogismo aristotlico del modo

    Cesare

    de la segunda figura:

    0 3 )

    l

    Ninguna mente es divisible

    2. Todo cuerpo es divisible

    3

    Luego el cuerpo y la mente no son idnticos ning n

    cuerpo es una mente)

    El problema con todos estos argumentos es, tal como advierte Annstrong

    en la obra arriba citada, el siguiente:

    23. El principio de identidad de los indiscemibles establece que: si dos cosas son idnti-

    cas, han de tener en comn todas sus propiedades; si negamos el consecuente, habremos de

    hacer otro tanto con el antecedente: dos cosas que tengan siquiera una propiedad no comn han

    de ser diferentes.

    24. Kripke, S., Naming and Necessity, Carnbridge MS), Harvard University Press, 1972

    1993), pp. 97-105.

    25. Bealer,

    G.,

    Mental properties~, oum al of Philosophy 91 1994), pp. 185-208. El pro-

    pio Bealer, sin embargo, considera el argumento no concluyente.

    26. Meditaciones metajfsicas,meditacin sexta [33].

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    El Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible

    187

    Si tiene sentido decir La m ente es el cerebro*, ha de ser posible tratar los

    trminos mente y cerebro de la misma manera [que el enunciado El gen

    es una molcula de

    A N D D ~ ~ ] .

    a palabra cerebro no plantea ningn

    problema. Est claro que es posible explicar su significado de manera casi

    ostensiva. El problema lo plantea la palabra men te . Q u explicacin

    verbal o definicin ostensiva podemos dar de l significado de esta palabra

    sin presuponer una toma de postura que nos aleje de la concepcin fisicista

    del mundo?28

    En efecto, aqu est el quid de la cuestin. Armstrong l o apunta, pero

    acaba ignorando la fuerza de su propio argumento, al creer que es posible la

    redefinicin de mente como el nexo causal entre los estmulos y las respues-

    tas del organismo humano.29Redefinicin que le permite, sin dificultad alguna,

    identificar ese nexo causal,

    y

    por tanto la m ente, con el sistema nervioso cen-

    tral. Aqu es, en definitiva, donde volveremos a la hora de formular nuestra pro-

    pia tesis l respecto.

    Las posiciones de los partidarios de la teora de la identidad se endure-

    cen hasta el extremo en el caso d e los llamados elirnitativistas (o, mejor, eli-

    minacionistas).Esta corriente, representada paradigmticamente por los espo-

    sos canadienses Patricia y Paul C h ~ r c h l a n d , ~ ~ostiene que, a travs del estudio

    del cerebro

    y

    sus ramificaciones nerviosas con arreglo a modelos com putacio-

    nales de tipo especial -no secuenciales, como en los ordenadores convencio-

    nales, sino concebidos para trabajar en paralelo como las neuronas (procesa-

    miento distribuido en paralelo, PDP)- es perfectamente factible obtener una

    nueva visin d e los procesos m entales que permita eliminar el actual voca-

    bulario m entalista, carente de rigor, y sustituirlo por otro, rigurosamente cien-

    tfico, en que expresiones del tipo creo que , deseo que , correspondientes a

    las llamadas actitudes proposicionales, cedern su lugar a descripciones pre-

    cisas de la actividad de determinados grupos neuronales. Consideran esos auto-

    res que, de la mism a manera que la teora geocntrica fue abandonada al des-

    cubrirse que la tierra

    y

    los dems planetas orbitan en torno al sol, as tambin

    lo que ellos llaman psicologa popular31 que conciben como una teora de

    27. Es decir, se ha de poder explicar el significado de cada uno de los trminos de manera

    lgicamente independiente como paso previo a determinar si se refieren a la misma cosa.

    28. Armstrong,

    Op. c it.,

    p. 77.

    29.

    Ibd.,

    p. 78.

    30. Vase, del segundo, Scientijc Realism and the Plasticity of Mind, Cambridge (MS),

    Cambndge University Press, 1979, y

    The Engine of Reason, the Seat of the Soul,

    Cambridge

    (MS), The

    MIT

    Press, 1995; y de la primera,

    Neurophilosophy: Toward a U ni jed Science of the

    Mind-Brain,

    Cambridge

    M S ) ,

    The MIT Press, 1986, y

    The C omputational Brain

    (con T.J.

    Sej

    nowski), Cambndge (MS), The M IT Press, 1992.

    31. Que es, por cierto, el ttulo de la obra magna de W ilhelrn Wundt (1910), mximo exponente,

    junto con W fiam James, de la psicologa introspectiva de finales del

    XDL

    y principios del XX.

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    14/24

    188 Migue l Cande1

    la m ente implcita en nuestro uso lingstico convencional, quedar relegada

    al ms absoluto olvido en cuanto tengamos listos los nuevos modelos descrip-

    tivos neuro-com putacionales.

    Se trata, obviamente, de un proyecto radical que supone una enorme sim-

    plificacin del problema: no hay ya que esforzarse en buscar correlaciones

    entre nuestras actitudes proposicionales y nuestras pautas de actividad neuro-

    nal; basta con m ostrar cules son esas pautas y describirlas con lenguaje pura-

    mente extensional de tercera persona, eliminando sin ms la teora implcita

    en la expresin de actitudes proposicionales. Pero la simplificacin cae aqu

    en el simplismo: el eliminacionismo topa con dificultades tan obvias com o la

    de conciliar la determinacin ltima del significado en funcin del contexto

    (en sentido amplio, no m eramente lingstico) con la unicidad y regulandad de

    los procesos de excitacin neurona1 considerados en s m ismos, despojados de

    toda descripcin m en ta l i ~ ta .~ ~or no hablar del problema que plantea eli-

    minar de Pa jerga cientfica y filosfica trminos com o verdadero , falso , etc.

    Pero el enfoque naturalista de la mente que seguramente cuenta con ms

    adeptos es el llamado funcionalismo, cuya tesis principal, enunciada en su

    momento por Jerry F ~ d o r , ~ ~s la siguiente: la distancia aparentemente insal-

    vable que separa el lenguaje ordinario acerca de los procesos mentales y su

    implcita teora de la mente, por un lado, y los complejos y an mal conocidos

    procesos electroqumicos que tienen lugar en las fibras nerviosas del cerebro

    y el sistema central, por otro lado, se reduce considerablemente si postulamos

    la existencia de un eslabn intermedio, una especie de lenguaje de la mente34

    capaz de traducir los distintos procesos fsicos que tienen lugar en el cerebro

    humano a unos esquemas que senan las matrices de todas nuestras represen-

    taciones y experiencias, incluida la comprensin y el uso del lenguaje. En rea-

    lidad, ese eslabn intermedio desempeara la funcin que los programas o

    aplicaciones informticas desempean en los ordenadores. Y de la m isma

    manera que el usuario de un ordenador no ve el funcionam iento interno de

    32. Ob jeciones de este tipo las plantea, por ejemplo, Davidson en relacin incluso con ver-

    siones reduccionistas ms mod eradas, como la de Srnart, con su pretensin de que sea posible

    descubrir leyes psicofsicas estrictas que establezcan correspondencias biyectivas entre procesos

    neuronales y significados.

    33. Vase su The Language of T hought

    Scranton (PA), Thomas Y. Crowell, 1975 (versin

    castellana: El lenguaje del pensamiento Madrid, Alianza Editorial, 1984); as mismo: Psycho-

    semantics: The Problem of Meaning in the Philosophy of Mind

    Cambridge (MS), The MIT

    Press, 1987.

    34. En la jerga especializada se lo designa, a imitacin de las denom inaciones de los idiomas

    conocidos, con el nombre de mentals (lenguaje de la m ente). La h iptesis del mentals tiene uno

    de sus puntos de apoyo en las teoras lingsticas de Noam C ho m se , con su postulado (anticipado

    ya por los antiguos estoicos) de la existencia de una facultad innata y especfica del lenguaje.

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    15/24

    El

    Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible

    189

    su mquina, los flujos electromagnticos que circulan en e l interior de innu-

    merables y enrevesados microcircuitos, sino slo la informacin grfica, inte-

    ligible por l o ella, que aparece en la pantalla, as tambin ocurre de hecho

    con nuestra actividad consciente: no tenemos la ms remota nocin de la

    estructura y actividad electroqumica de nuestras neuronas, ni falta que nos

    hace, para sentir emociones, entender y articular oraciones; esos estados men-

    tales consisten en unas determinadas pautas o reglas de funcionamiento de

    naturaleza relaciona1 algortmica, que manifiestan por s mismas cmo senti-

    mos, pensamos, deseamos y nos expresamos; pautas que podran, adems,

    darse de la manera que se dan con total independencia de cul sea el material

    de que estn hechos los mecanismos materiales que utilizan, de la misma

    manera que las reglas del ajedrez no dependen de si las piezas son de un

    tamao absoluto u otro s cuenta, obviamente, el tamao relativo que pennita

    distinguirlas) o de si estn hechas, por ejem plo, de madera, metal o plstico.

    Lo cual abre, obviamente, un amplio campo a la investigacin en la llamada

    inteligencia

    artificial^ ^^

    En efecto, el funcionalismo, al menos en la variante

    defendida en sus primeros tiempos por P ~ t n a m ? ~ace suya una analoga segn

    la cual la mente es al cerebro lo que el programa informtico el software) es

    a la mquina que lo ejecuta el hardware). Las ventajas de este planteamiento

    con respecto al eliminacionismo son evidentes:

    a

    Legitima al menos en la versin del funcionalismo propugnada por

    Fodor) nuestro vocabulario mentalista tradicional, para el que nadie ha encon-

    trado todava sustitutos aceptables sustitutos, por ejemplo, que superen ese

    vocabulario en flexibilidad y econom a de recursos).

    b

    No elimina datos del problema para facilitarse la solucin, como hace

    el eliminacionismo

    y,

    en parte, tambin el conductismo.

    c )

    Admite y subraya, frente al ep if e n ~ m en is m o ,~ ~l papel causal de los

    estados mentales, sin echarse en brazos del dualismo aunque algn funciona-

    lista atpico, como David

    J.

    Chalmers, sostiene posturas que rozan el dualismo).

    35. La investigacin en es te campo fu e iniciada por quien hasta hace poco, al menos, era

    su figura ms seera y su apstol ms entusiasta, Marvin M insky, quiene en colaboracin con

    John McCarthy puso en marcha en 1959 el Proyecto de inteligencia artificial del M.I.T. Un ao

    ms tarde, Hilary Putnarn publicaba su cleb re artculo Minds and Machines Mentes y mqui-

    nas ) , verdadero manifiesto inaugural del fun cionalismo computacionista.

    36.

    Quien luego, sin embarg o, cantara la palinodia retractndose de sus tesis funcionalis-

    tas en obras como Representation and Reality Cambndge MS), The MIT Press, 1988) .

    37. Son epifeno men istas aquellas teoras de lo mental qu e niegan a los es tados mentales,

    en cuanto tales, cualquier poder causal sobre nuestros actos, reservando dicho poder en exclusiva

    para los procesos fsico-qumicos de nuestro cuerpo , respecto d e los cuales lo mental es un sim-

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    190

    Miguel Candel

    Claro es que hay autores en la periferia del funcionalismo, como el muy

    prolfico Daniel Dennett,38 los que podramos llamar eliminacionistas con

    piel de func iona lis tas ~ . n efecto, proponiendo aparentemente caminos para

    establecer un algoritmo que permita pasar sin prdida de grupos de cone-

    xiones neuronales a hechos de conciencia, acaban negando la existencia de sta

    como tal, con sus propiedades experienciales,su peculiar contenido cualita-

    tivo los qualia omo se dice en la jerga especializada), que cualquiera ve,

    intuitivamente, que no puede sustituirse por descripciones externas al sujeto

    consciente, como a ningn ciego puede sustitursele la experiencia visual de

    una puesta de sol mediante la lectura de descripciones literarias del ocaso. Den-

    nett, concretamente, habla en los ltimos tiempos de heterofenomenologa

    como mtodo de anlisis objetivo de la e ~ p e r i e n c i a . ~ ~

    Com o seala con especial agudeza John R. Searle en su crtica del fun-

    cionalismo, especialmente en su versin computacionista conocida como Pro-

    grama fuerte de inteligencia artificial abreviado,

    I

    fuerte), el hecho de

    seguir fielmente las instrucciones de un programa para el manejo de los signos

    de un lenguaje no equivale en absoluto a entender dicho lenguaje. El argu-

    mento empleado a tal fin por Searle ha alcanzado gran notoriedad y se lo

    conoce com o la Habitacin China. En sntesis: el propio Searle estara dis-

    puesto a someterse al experimento de responder con ideogramas chinos a pre-

    guntas formuladas por el mismo medio, a condicin de disponer de unas tablas

    que correlacionaran todas las preguntas posibles con las posibles respuestas;

    salvo error accidental, Searle funcionara perfectamente como interlocutor

    de una comunicacin en chino, slo que, segn confesin propia, Searle no

    sabe una palabra de chino. En sus propias palabras:

    La tesis de la IA fuerte no es que un computador pueda generar o tener

    estados mentales como propiedades emergentes:O sino que el programa

    realizado por si mismo es constitutivo de poseer una mente; que poseer

    ple acompaamiento o sombra de la verdadera actividad, que es la corprea. Suele, por ello,

    recibir tambin el nombre de

    paralelismopsicofsico.

    Una versin extrema, aunque no exenta de

    fecundidad terica, de esta concepcin sera la clebre doctrina leibniziana de la

    armona prees-

    tablecida.

    38.

    Vase sobre todo: Consciousness Explained Boston, Little, Brown Co., 1991 ver-

    sin castellana: a conciencia explicada: una teora interdisciplinar Barcelona, Paids, 1995).

    39. Una brillante exposicin de este mtodo por el propio Dennett tuvo lugar en la Facul-

    tad de Filosofa de la

    U

    en el primer semestre de

    2001

    organizada por el grupo de investiga-

    cin en filosofa del lenguaje y ciencia cognitiva LOGOS, dirigido por el profesor Manuel Gar-

    ca Carpintero.

    40. Se suelen llaman emergentes aquellas propiedades adquiridas por o manifestadas

    en) un objeto como consecuencia de sufrir ste una serie de cambios ninguno de los cuales, por

    separado, permite predecir la aparicin de alguna de) esas propiedades.

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    El Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible

    191

    una mente consiste en eso. El programa realizado por

    s

    mismo garantiza

    la vida mental. Esa es la tesis qu e el argumento de la Habitacin China

    refuta. La refutacin nos recuerda que el programa est definido en trminos

    puramente sintcticos y qu e la sintaxis, por s misma, n o basta para

    garantizar la presencia de contenido mental, semn tico.

    [

    ]

    Eri cualquier

    caso, a estas alturas me parece q ue el argumento d e la Habitacin C hina

    concede demasiado a la I fuerte, pues concede al menos qu e la teora e s

    falsa. Ahora pienso que e s incoherente. H e aqu por qu. Pregntese cul es

    la razn por la que la mquina con la que estoy escribiendo ahora hace q ue

    sus operaciones sean sintcticas o simblicas. En lo que respecta a su fsica,

    esa mquina no es sino un circuito electrnico muy complejo. El hecho que

    convierte sus impulsos elctricos en simblicos pertenece a la m isma clase

    de hechos que convierten en smbolos las marcas d e tinta estampadas en las

    pginas d e u n libro: nosotros hemos diseado,

    impreso y

    manufacturado esos sistemas: por eso vodemos tratar Y usar esas cosas

    com o smbolos. En una palabra, la sintaxis no es intrnseca a la fsica del

    sistema, sino que est en el ojo del observador. Salvo en los pocos casos de

    agentes conscientes que proceden a una computacin sumando 2 2 para

    obtener

    4,

    por ejemplo), la computacin no es un proceso intrnseco a la

    naturaleza, como lo son, en cambio, la digestin o la fotosntesis, sino que

    existe slo en relacin con algn agente que da una interpretacin

    computacional a la fsica. De m odo qu e la computacin no es intrnseca a

    la naturaleza, s ino que es relativa al observador o al usuario.41

    El

    conocimiento de

    l

    mente presupone

    la

    mente

    La segunda parte del pasaje de Searle arriba citado da la clave para enten-

    der dnde reside el verdadero problema de la filosofa de la mente: en su insos-

    layable carcter

    autorreferente

    En efecto, el conocimiento de la mente geni-

    tivo objetivo) slo puede ser conocimiento de la mente genitivo subjetivo).

    Dicho sin retrucano: slo la mente puede conocer la mente. Pero, a la vez, no

    puede conocerse como tal. Es esa circularidad de la que no podemos salir la

    que convierte en misterio un fenmeno natural como sin duda es la actividad

    cognoscitiva. De hecho, es se el

    nico m isterio

    con el que topa la filosofa la

    ciencia, propiamente, no topa con l: pasa a su lado, porque de entrada

    y

    por

    principio no busca vivencias sino evidencias: stas, aunque slo se presentan

    a la conciencia, pueden observarse haciendo abstraccin del observador; las

    vivencias, contenido directo de la conciencia, slo pueden vivirse, y la filoso-

    fa debe ocuparse tambin de ellas, porque la filosofa no sera fiel a s misma

    si dejara de entrada algo fuera de la rbita de sus intereses).

    41. John R. Searle, heMystery of Consciousness Nueva York, The New Review of Books,

    1997,

    pp.

    26-27 de la versin castellana: El misterio de la conciencia Barcelona, Paids, 2000.

  • 7/25/2019 Conocimiento de la mente..pdf

    18/24

    192 Miguel Cande1

    Digo que la naturaleza y funcin de la mente es el nico

    misterio na tu-

    ral porque es el nico fenmeno de la naturaleza que no podemos observar con

    naturalidad, es decir, con perspectiva: no hay perspectiva posible para obser-

    var -desde el nico observatorio posible, que es la mente- la mente en ejerci-

    cio; al menos si lo que se qu iere observar realmente es su ejercicio y no sim-

    plemente las condiciones materiales de ste. Y aqu la diferencia entre

    observacin desde fuera y observacin desde dentro introspeccin) es

    finalmente irrelevante. La observacin externa slo puede descubrir, en el

    mejor de los casos, el funcionam iento sensorialmente perceptible de la micro-

    estructura material en que se realiza la actividad mental; en el peor d e los

    casos, se ha de limitar a registrar el comportamiento macroscpico del

    cuerpo. Pero la introspeccin, aunque capta y registra sin duda todo el cm ulo

    de experiencias vividas que constituyen el flujo de cada conciencia individual,

    no es menos ignorante acerca de la estructura profunda, la tramoya de ese

    espectculo que desfila ante ella sin mostrar nada m s que una superficie feno-

    mnica tras la que suponemos la presencia de objetos independientes de nues-

    tra observacin a la vez que nos reconocemos incapaces de concebirlos si no es

    como potencialmente observables.

    Y es que, en el fondo, como seala Roger

    Penrose en sus escritos sobre la mente,42 uestra ignorancia sobre la naturaleza

    de la mente es indisociable de nuestra ignorancia sobre la naturaleza profunda

    de la m ateria, naturaleza que no se deja apresar sin ms en las frmulas mate-

    mticas de la fsica newtoniana o einsteiniana.

    Porque eso es as, es decir, porque la introspeccin nos deja en el fondo

    tan insatisfechos como la observacin externa, la filosofa contempornea de

    la mente, bajo la gua de Wittgenstein y de los psiclogos conductistas, ha sido

    predom inantemente externalista, ya que en ese enfoque la filosofa parece

    contar al menos con la com paa de la ciencia y compartir con ella sus gozos

    y, sobre todo, sus penas. En ltimo trmino, podra pensarse en un reparto del

    trabajo entre ciencia y filosofa que asignara a aqulla la tarea de observar

    desde fuera la plasmacin neurofisiolgica de la actividad mental

    y a sta

    una tarea introspectiva de registro

    y

    anlisis de experiencias mentales.

    Pero eso sera renunciar lisa y llanamente a hacer filosofa de la mente

    y sustituir sta por un hfi rid o de neurociencia m s o menos rigurosa y psi-

    colog a descriptiva totalmente carente de rigor. Mie ntras el cientfico se

    dedicara a buscar la frmula de la sopa renunciando de entrada -segn el

    dicho de Einstein- a que dicha frmula supiera ella misma a sopa, el fil-

    42. Penrose, R., The Emperor s New Mind, Oxford, Oxford University Press, 1989 versin

    cast.:

    La nueva mente del emperador, Madrid, Mondadori, 1991); Shadows of the Mind, Oxford,

    Oxford Un iversity Press, 1994.

  • 7/25/2019 Conocimiento de la mente..pdf

    19/24

    El Conocim iento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible

    93

    sofo se entregara a saborear distintos tipos d e sopa para tratar de descubrir

    qu relaciones guardan entre ellos y si participan o no de una misma sopa

    universal.

    Pero tanto la frmula de la sopa como su sabor son objetos de la m ente, no

    la mente misma. Ahora bien, acaso es posible investigar la mente misma? Los

    antiguos neoplatnicos y otros muchos filsofos posteriores, como D escartes,

    pensaron que esa investigacin poda llevarse a cabo sin esfuerzo porque ella, el

    nofis era transparente a su propia mirada. Muchos contemporneos se dejan

    engaar por una imagen especular de ese mismo espejismo: la mente, como para

    los neoplatnicos, se identifica con su objeto,

    l

    menos cuando ese objeto es el

    sistema nervioso central o el programa con arreglo el cual funciona. Para

    aqullos, la mente absorbe el objeto; para stos, el objeto absorbe la mente. El

    resultado es en ambos casos el mismo: una pretendida transparencia de la mente

    a s misma que en realidad es la autodisolucin de lo mental.

    Porque la mente no es nada ms (ni nada menos) que la referencia de ese

    insignificante pronom bre de primera persona desde cuyo punto de vista senti-

    mos, deseamos, pensamos y hablamos. Referencia, por cierto,

    que no tiene ubi-

    cacin en n inguno de los fenmenos de la experiencia, ni externa ni interna,

    por lo cual no m erece siquiera el nombre de referencia. Referencia que, aun-

    que la haya, cambia constantemente de asiento en el curso de un dilogo. Refe-

    rencia que remite siem pre, en ltimo trmino, a algo que est m is all de nues-

    tro estado psicolgico de cada momento, a un trasfondo que ni siquiera est

    todo l dado, realizado en el pretrito y el presente, sino que incluye la posi-

    bilidad y el futuro . Referencia, en fin, que parece circunscribirse al espacio del

    cuerpo de quien habla pero que en realidad se extiende a todos los espacios

    que el hab lante ocupa, ocup y ocupar y que, por tanto, habita con ms pro-

    piedad en el tiempo, un tiempo sin lmites definidos.

    Eso y no otra cosa es la m ente, al men os la m ente hum ana.43 Por

    supuesto, ese centro de perspectiva est c o n ~ t i t u i d o ~ ~or una base material

    (un cuerpo y, ms precisamente, dentro de l, un cerebro con todas sus rami-

    ficaciones n erviosas). Pero la relacin de constitucin es asim trica y no

    43. En los anim ales, al menos en los mamferos, es ms qu e probable q ue no falte tampoco

    un centro de perspectiva en tom o al cual se organice la experiencia. Pero en el ser human o ese

    centro puede a su vez simbolizarse y convertirse en obje to de atencin por s mismo, hecha abs-

    traccin de la experiencia: es este

    yo

    totalmente explcito el que Lynne

    R.

    Baker considera pro-

    piamente c entro de perspectiva d e primera personan (vase su

    Persons and B odies

    Cambndge,

    Cam bridge University Press,

    2000 .

    44. En el elaborado sentido de constitucin expuesto en el libro de L.R. Baker mencio-

    nado en la nota anterior, acepcin qu e incluye no slo las propiedades intrnsecas d el material

    constituyente, sino tamb in su s propiedades relacionales.

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    194

    Miguel

    andel

    debe confundirse con la relacin de identidad . As, pues, la perspectiva d e

    primera persona est constituida en cada caso por un cuerpo pero no se iden

    tifica

    con l.

    Esto nos lleva de la mano al pasaje de la ob ra de David Armstrong citado

    ms arriba, donde reconoce que no parece posible explicar el trmino 'mente'

    sin recurrir a expresiones especficamente m entales : Q u explicacin ver-

    bal o definicin ostensiva podem os dar del significado de esta palabra sin

    presuponer una tom a de postura que nos aleje de la concepcin fisicista del

    mundo? En efecto, ms all de afirmar que est constituida por tal o cual sus-

    trato material, con el cual no se identifica sin m s, nada significativo podemos

    aadir. Salvo, quiz, una cosa: que el centro reflejo de perspectiva que abre-

    viadamente llamam os

    yo

    es esencialmente un

    nudo de relaciones.

    la rela-

    cin, como dice Aristteles, es la categona ms alejada de la substancia. Una

    concepcin, pues, de la mente com o entramado de relaciones no precisa aadir

    nada substancial, ni siquiera cualitativo, al m aterial constituyente (de natura-

    leza neurona1 o de cualquiera otra, con tal de que sea capaz de soportar aque-

    llas determinadas relacione^).^^

    Desde este punto de vista, la hip tesis funcio-

    nalista de un nivel intermedio entre soporte fsico y estados m entales resulta

    superflua. Pero tambin resulta desencaminada, en parte al menos, la crtica de

    Searle a la idea funcionalista de que la mente es el programa que ejecuta el

    cerebro. Esto ltimo es inadm isible si se entiende por programa lo que suele

    entenderse en informtica: un algoritmo que permite e jecutar ciertas operacio-

    nes en un determinado orden con vistas a obtener unos resultados computables

    (es decir, previsibles). Pero no lo es tanto si se entiende como un conjunto

    abierto de operaciones de diversa ndole que incluyen particularmente eso que

    vivimos como experiencia.No hace falta ningn nivel intermedio de tipo algo-

    rtmico para exp licar los procesos mentales como constituidos por procesos

    neuronales. El problema que le planteaba a Armstrong la asimetra en la defi-

    nicin , respectivamente, de 'cerebro' y 'mente' no es tal problema, es precisa-

    mente la va de solucin: la mente es un determinado cmulo de relaciones que

    el cerebro puede establecer dentro de s, con el resto del cuerpo y, a travs de

    ste, con e l mundo exterior. Es lgico que haya asimetra entre el concepto de

    un rgano

    y

    el de su funcin.

    45

    No hay motivo para rechazar la posibilidad de construir artificialmente verdaderas inte-

    ligencias: si la evolucin ciega lo ha hecho, por qu no h ab na d e poder hacerlo una estrategia

    consciente?

    o

    que o curre es que, hoy por hoy, lo qu e se sabe sobre el funcionamiento de las neu-

    ronas y sus asociaciones e s una nfima parte d e lo qu e debenam os saber para reproducir, incluso

    con otros materiales, todas las relaciones constitutivas de un hecho experiencial. Adems, con

    toda seguridad, esas relaciones form arn un con junto abierto, no computable, sin lo cual parece

    inconcebible el aprendizaje.

  • 7/25/2019 Conocimiento de la mente..pdf

    21/24

    El Conocim iento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible

    95

    Por qu insisto en el aspecto relacional? Porque slo una relacin se

    puede superponer a cualquier tipo d e realidad material sin aadirle materia-

    lidad, requisito imprescindible para no recaer en e l dualismo, del tipo que sea

    muchos autores contemporneos, en efecto, huyendo del dualismo de subs-

    tancias, caen en el dualismo de atributos o propiedades, o hablan de propie-

    dades emergentes , lo que , en coincidencia con Colin M ~ G i n n ~ ~Thomas

    Nage1,47 considero una forma subrepticia de dualismo ontolgico por etapas

    o, peor incluso, de creacionismo). De

    ah

    el fondo de verdad que creo hay

    que reconocerle al conductismo, sobre todo en su vertiente crtica de las con-

    cepciones substancialistas de la mente.

    Pod na parecer que las relaciones tienen tan poca entidad intrnseca en

    principio, ninguna) que reducir la mente a un conjunto de ellas es tanto com o

    recaer en el ep ifenomenismo. A esto hay que responder.que la asimetra subs-

    tan cid cu alid ad relacin ha sido exagerada por la tradicin esencialista-

    fixista que arranca de Platn o de una cierta interpretacin dominante de su

    filosofa). En realidad creo que la substancia de la substancia ha d e consi-

    derarse ella misma relacional: lo es, si nos atenemos a la concepcin hile-

    mrfica aristotlica d e las substancias materiales, en lo q ue respecta a la

    materia, que es pura relacionalidad espacio-temporal, y de manera algo dife-

    rente en lo que respecta a la forma, que es estructura ordenada y, por tanto,

    expresable como un conjunto de relaciones de orden entre los elementos

    estructurales. Segn esto, la matriz del sistema categorial de Aristteles sera

    en realidad la relacin, pues todas las dems categoras se

    puieden definir a

    partir de e lla.

    Vista as, la asimetra mente-cuerpo resulta mucho m enos escandalosa, y

    se hace mucho ms fcil encontrarle acom odo a la mente en una metafsica

    monista no idealista.

    D e todos m odos, siendo la mente el yo, sujeto ltimo de toda represen-

    tacin, centro de perspectiva del que no podemos abdicar por ms que recu-

    rramos a subterfugios infantiles como intentar traducir todo nuestro lenguaje

    mental a expresiones en tercera no hay miedo de que lo mental

    aparezca en competencia con lo material a la hora de explicar los hechos del

    46. McGinn, C., Can We Solve the Mind-Body Problem? , Mind 98 (1989).

    47. Nagel,

    T.,

    Panpsychism , en:

    Mortal Q uestions

    Cambridge, Cambridge University

    Press, 1979.

    48.

    Es infantil en sentido literal, pues son los nios los nicos humanos que, antes de

    aprender el uso de los pronombres personales, se refieren espontneamente (no aviesamente,

    como ciertos filsofos) a s mismos mediante un sujeto nominal y un verbo en tercera persona.

    Pero, por supuesto, si se ven a s mismos en tercera persona es porque, aun antes de dominar

    la expresin verbal correspondiente,estn ya

    si tuados en

    la primera.

  • 7/25/2019 Conocimiento de la mente..pdf

    22/24

    96 Miguel Cande

    mundo en los que intervenimos los hum anos. Porque como dice Wittgens-

    tein en la proposicin 5 641 del Tractatus

    Existe pues realmente un sentido en el que en filosofa puede tratarse no-

    psicolgicamente del yo. E l yo entra en l a filosofa por e l hecho de que el

    mund o es mi mundo. El yo filosfico no es el hombre ni el cuerpo

    humano ni el alma humana de la que trata la psicologa sino el sujeto

    metafsico el lmite; no una parte del mundo.

  • 7/25/2019 Conocimiento de la mente..pdf

    23/24

    NORMATIVA PARA LA COLA BORACIN EN C ON VIVIUM

    A)

    Normas generales sobre los trabajos, su recepcin

    y

    publicacin:

    1. CO NV IVIUM publicar tres tipos de trabajos: estudios, notas o discu-

    siones y reseas. stos podrn estar escritos en cualquiera de las lenguas

    latinas, en ingls o en alemn.

    2. Los autores de las colaboraciones debern enviar a la redaccin de la Revista

    -o a cualquiera de los miembros de su Com it de Redaccin- dos copias de

    su trabajo escrito pulcramente a mquina en hojas de tamal10 DIN-A 4 por

    una sola cara, con buen m argen, con interlineacin a doble espacio, y de una

    extensin que no sobrepase, en general, las 35 pginas (o sea, alrededor de

    las 14.000 palabras si la redaccin es en castellano); adems, grabado en un

    disquete; sistem as: Word 95 o posteriores.

    3 Cu ando el trabajo sea del tipo estud io, el autor incluir un resumen del

    mismo que no exceda de las 150 palabras y que se publicar precediendo al

    cuerpo del artculo.

    4- Junto con las 2

    cop ias del original de su trabajo, los autores enviarn a la

    Redaccin los datos relativos a sus titulaciones acadmicas, cargos y docen-

    cia -si los hubiere-, direccin actual y n. de telfono.

    5

    En cuanto obre en su poder un trabajo, la Redaccin notificar a su autor la

    recepcin del mismo.

    6 Los originales recibidos no sern devueltos, pero la R edacci'n se reserva el

    derecho de acep tarlos o no en orden a su efectiva publicacin segn su con-

    veniencia y oportunidad para cad a nme ro de la Revista. Con este fin, al

    recibir cada trabajo, la R edaccin encargar a dos lectores o revisores cuali-

    ficados e independientes que enjuicien los m ritos del m ismo.

    7

    En el caso que, cumplidos los anteriores requisitos, un trabajo vaya a formar

    parte de uno de los nm eros de la Rev ista, la Redaccin notificar a su au tor

    la fecha p revisible de su publicacin.

    8 La R edaccin no se solidarizar en ningn caso con las opiniones expuestas

    en los trabajos que en la Revista se publiquen, y sobre este particular no m an-

    tendr correspondencia de ningn gnero.

    9. Los autores recibirn gratuitamente 20 separatas de los trabajos del tipo estu-

    dio, 10 de las notas o discusiones y 5 d e las reseas.

    B Normas especzjicas sobre presentacin de origina les

    10. Para una mayor claridad expositiva, se aconseja el uso de suficientes divi-

    siones y apartados en el texto.

  • 7/25/2019 Conocimiento de la mente..pdf

    24/24

    198 Miguel Cande1

    Para las citas muy largas que se incluyan en el texto se aconseja emplear

    prrafos en letra pequea, particularidad que se indicar para la imprenta

    poniendo una lnea vertical, a lo largo de toda la extensin de la cita, en

    el margen izquierdo.

    Toda abreviatura, a s como toda referencia textual o bibliogrfica, deber

    figurar como nota al pie de pgina.

    En el caso de texto o trminios griegos, estos habrn de ir trasliterados segn

    los convencionales al uso.

    Las llamadas a las notas a pie de pgina se escribirn en el texto del cuerpo

    del trabajo con sucesivos nmeros volados y sin parntesis. El contenido de

    las notas a que tales nmeros remitirn se dar a la Redaccin en pginas

    especiales que vayan al final de cada trabajo, procurando que su numeracin

    corresponda exactamen te con la de las respectivas llamadas.

    En las notas a pie de pgina, las citas debern ser completas y exactas; se las

    redactar del siguiente modo:

    Para libros: Apellido s) del autor, iniciales de su nombre, ttulo del libro

    subrayado lugar de la edicin , editorial, ao de la edicin, pgina o pgi-

    nas citadas.

    Para citar artculos de revista: Apellido s) del autor, iniciales de su nombre,

    ttulo entre comillas del artculo, nombre de la revista subrayado nmero

    del volum en, ao entre parntesis, paginacin del artculo o nm ero s) de

    la s) concretamente citada s).

    Se usarn las com illas para citas de textos -cualquiera que sea el idioma en

    que se hagan- y para los trminos empleados en sentido poco frecuente o con

    intencin especial. La letra cursiva, que se indicar para la imprenta mediante

    subrayado, se reservar para destacar dentro del texto determinadas palabras

    o frases y tambin vocablos extranjeros.

    Las listas bibliogrficas qu e se juzgue preciso o conveniente adjuntar irn

    ordenadas alfabticamente por autores y, si es posible, repartidas en seccio-

    nes segn los temas o materias.

    Las instrucciones especiales para el impresor debern encerrarse en crculos

    puestos al margen, a ser posible con una grafa que se destaque por su color.

    Los originales que no se ajusten del todo a estas normas, supuesto que la

    Redaccin los estime publicables, quedarn expuestos a graves retrasos de

    publicacin; pero, si se le pide al autor que los enmiende conforme a estas

    normas, no ser sobre los ya enviados por l, sino que la Redaccin habr de

    recibir nuevo ejemplar doble del original as enmendado, La Redaccin slo

    man tendr correo de ida

    y

    vuelta para las pruebas d e imprenta, no para que

    se co m jan originales defectuosos segn los presentes requisitos.

    Cfr. supra:

    2)

    acerca del envo en soporte informtica: Word 95 o SS.