cómo hacer con los hijos en vacaciones

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¿CÓMO HACER CON LOS HIJOS EN VACACIONES? Pepe López / Jueves, 1ro de diciembre de 2011 Los padres y las madres casi nunca tienen “vacaciones” de sus hijos, ya que tanto en los fines de semana como cuando ellos tienen sus vacaciones, necesitan seguir atendiéndoles. Por eso, y sobretodo en el verano, bastantes padres tienen que hacer complicados equilibrios organizativos, especialmente en el periodo en el que no coinciden las vacaciones escolares con las suyas. Las vacaciones es un tiempo para ser aprovechado de formas variadas y conviene hacer una planificación, de manera conjunta entre los padres y los hijos, sobre las actividades a realizar y la manera de desarrollarlas. Ciertos padres quieren que sus hijos estén ocupados de forma casi permanente, por eso tienden a matricularles en muchas actividades en el curso escolar y hacen algo parecido durante el verano. Resulta útil que ... | 52 visitas | comentar | sigue >>> ¿Qué pueden hacer las familias para que lean sus hijos o hijas? Pepe López / Lunes, 21 de noviembre de 2011

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un manual bien interesante para padres

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¿CÓMO HACER CON LOS HIJOS EN VACACIONES? Pepe López / Jueves, 1ro de diciembre de 2011

Los padres y las madres casi nunca tienen “vacaciones” de

sus hijos, ya que tanto en los fines de semana como cuando ellos tienen sus vacaciones,

necesitan seguir atendiéndoles. Por eso, y sobretodo en el verano, bastantes padres tienen que

hacer complicados equilibrios organizativos, especialmente en el periodo en el que no

coinciden las vacaciones escolares con las suyas.

Las vacaciones es un tiempo para ser aprovechado de formas variadas y conviene hacer una

planificación, de manera conjunta entre los padres y los hijos, sobre las actividades a realizar y

la manera de desarrollarlas.

Ciertos padres quieren que sus hijos estén ocupados de forma casi permanente, por eso

tienden a matricularles en muchas actividades en el curso escolar y hacen algo parecido

durante el verano.

Resulta útil que ...

| 52 visitas | comentar | sigue >>>

¿Qué pueden hacer las familias para que lean sus hijos o hijas? Pepe López / Lunes, 21 de noviembre de 2011

Los centros especializados en el fomento de la lectura suelen

elaborar listas de libros, clasificados por edades y/o por temas, que sirven de orientación a los

padres. Dichas listas son de gran utilidad, sin embargo, los padres no pueden limitarse a ir a

una librería y comprar alguno de los títulos que allí figuran. Necesitan, además, conocer y tener

en cuenta la madurez e intereses de sus hijos, junto al tipo de lecturas que les atraen: cuentos,

comics, poesías, aventuras, intriga…

Una de las formas con las que los niños y las niñas pueden incorporar el placer por la lectura

es la del contagio. Si los padres sienten la magia del cuento y de la poesía, resulta probable

que, cuando cuenten o canten algo a sus hijos, el duende lector se instale en ellos, y lo haga de

forma permanente.

Para crear hábitos lectores va bien que los padres fijen unos tiempos y unos espacios, para

leer en familia y/o para contarles cuentos a los niños.

En el tema de la lectura conviene actuar también con respeto y con sentido de la realidad. A

veces, el interés del profesorado y de los padres para que los niños lean es tan grande, que

exageran lo que conlleva la lectura. Por ejemplo, les dicen:

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¿SE PREPARA A LOS NIÑOS PARA TOMAR DECISIONES? Pepe López / Viernes, 27 de mayo de 2011

A veces escuchamos expresiones, como: “Y tú, ¿qué

harías?”, “No sé qué hacer”, “Es que… no sé”, las cuales suelen indicar que, quién las dice,

tiene dificultades para decidir.

Va bien distinguir entre la duda racional o la duda como método que plantea Descartes, de la

duda emocional, la cual se caracteriza por: falta de confianza en uno mismo, sentirse dominado

por otros, cambio frecuente de opinión o de decisión o pedir continuamente consejos.

Los fundamentos de la indecisión son variados, pero hay uno de ellos que es bastante dañino:

la sobreprotección. Las niñas y los niños sobreprotegidos no pueden entrenarse en elegir

porque los padres, de manera continuada, deciden por ellos la ropa que se ponen, los libros

que leen, etc., con lo que, sin darse cuenta, les están incapacitando en esa parcela.

Los niños necesitan dar los pasos oportunos para conocer el funcionamiento de las cosas y

experimentar las consecuencias de sus actuaciones. Si esto no se hace así, cuando tienen que

enfrentarse a situaciones en las que no está el padre o la madre, suelen sentir miedo,

inseguridad o dificultades para decidir. Entonces necesitan a alguien que les diga qué hacer,

cómo, cuándo..., lo cual les genera mucha dependencia, limita su autonomía y merma su

autoestima.

Cuando alguien tiene duda emocional entre dos o más opciones, lo que corresponde es

procurar centrarse e incorporar la certeza interior, para lo cual se hace preciso aprender a

confiar en la propia sabiduría e intuición, y dejar atrás las vivencias de inseguridad y de falta de

confianza en uno mismo.

Para trabajar la seguridad y la determinación se empezará invitando a los niños a que tomen

pequeñas decisiones: si pinta el dibujo azul o verde, si prefiere borraja o judías verdes…

Después conviene ayudarles a analizar las ventajas e inconvenientes de las posibles

decisiones y, finalmente, a asumir las consecuencias de las mismas, las cuales será adecuado

analizar para cuando haya situaciones parecidas.

También va bien que los padres escriban en un lugar visible y repitan a sus hijos, si es posible

haciendo una relajación, estas frases: “Aprendo a tener confianza en mí”, “Lo que decida estará

bien”, “Aprendo a tener determinación” y “Necesito aprender a proteger mis propios criterios”.

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¿EN QUÉ CONSISTE EL MOVIMIENTO “SLOW” EN LA EDUCACIÓN? Pepe López / Miércoles, 18 de mayo de 2011

El movimiento “slow” apareció como respuesta alternativa a la

comida rápida. Posteriormente esa filosofía fue extendiéndose a los modelos de vivienda y de

ciudad y, recientemente, ha llegado a la educación.

En esencia esta corriente cultural propugna: huir de las prisas, utilizar las nuevas tecnologías

para ganar tiempo para el desarrollo personal y gestionar de forma diferente el tiempo, sin ser

víctimas del mismo. También destaca por la defensa del medio ambiente, por el uso de las

energías renovables y por una alimentación basada en los productos ecológicos y de

temporada.

Algunos padres y madres piensan que cuanto antes empiecen los niños una actividad, más

aprenderán y que si hacen muchas actividades, aprenderán mucho más. La estimulación

temprana puede ser útil para trabajar determinados aspectos pero, si se fuerzan los procesos

naturales de aprendizaje, resulta contraproducente. Por ejemplo, cuando se pretende que los

niños aprendan a leer sin tener la madurez suficiente.

Por otra parte, los programas escolares están excesivamente cargados pues, para el mismo

tiempo lectivo, a las asignaturas tradicionales se han ido sumando otras, como: las nuevas

tecnologías, el segundo y el tercer idioma, la educación para la ciudadanía, la religión islámica

y la evangelista…Sin olvidarnos de los “deberes escolares” ni de las actividades

extraescolares.

Ante esta panorámica se vuelve la mirada hacia Finlandia, país en el que el alumnado obtiene

buenos resultados académicos, pero empezando la escolarización a los siete años y teniendo

menos deberes y menos horas de clase que en los centros españoles.

El movimiento por una educación lenta aboga por dejar creencias, como: “Cuanto antes y

cuanto más, mejor”, ya que se corre el riesgo de llevar a los niños hacia la hiperactividad y la

ansiedad.

Conviene que los padres distingan entre sus expectativas e intereses y las necesidades de los

chicos. Éstos no precisan tener una continua planificación de actividades, bien para que estén

siempre ocupados o para que adquieran más y más conocimientos.

Los niños requieren tiempos y espacios para jugar de forma espontánea e ir descubriendo el

mundo a su ritmo. A la vez se les motivará para que abran las puertas de la creatividad, de la

reflexión, de la paciencia y para que disfruten cada momento.

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¿CÓMO ACTUAR CON MI HIJA PREADOLESCENTE? Pepe López / Miércoles, 11 de mayo de 2011

Se puede observar, y así lo avalan algunos estudios, que se ha

adelantado la adolescencia. Por eso, a partir de los once años, empiezan a ser habituales

conductas propias de los adolescentes, primero en las niñas y poco después en los niños.

Entre ellas destaca un afán consumista, centrado sobre todo en el vestir.

Al tener comportamientos diferentes, y a veces inadecuados, los padres suelen estar un poco

desconcertados. Probablemente recriminen a sus hijos o les castiguen y, como resultado de

ello, los chicos se perciban incomprendidos. Este sentimiento de incomprensión, junto a la

necesidad de independencia, suele servir para distanciarse de los padres y volcarse más en los

amigos y amigas.

En esta etapa de desarrollo de la vida de los chicos, en la que empiezan a dejar de ser niños

pero aún no son “adultos”, los padres precisan estar especialmente hábiles. Lo mejor es que

aprendan a no tomarse algunos comportamientos de sus hijos como algo personal contra ellos,

sino como parte de su proceso evolutivo.

Quizá se cansen de las “peleas” con sus hijos, sin embargo, necesitan tener paciencia, pues no

es un momento para abandonar ni para dejar de educar como lo venían haciendo. Las normas

y los límites son necesarias, si bien, precisarán hacer algunas modificaciones para acomodarse

a la nueva situación. El diálogo, la comunicación, el respeto y los pactos estarán continuamente

presentes, ya que resulta fundamental que los chicos sientan a sus progenitores como aliados

y no como “enemigos”.

El padre y la madre continúan siendo unos referentes importantes para los chicos, pues siguen

necesitando su amor incondicional, junto a su apoyo y orientación. Por tanto, los padres

procurarán hacer con ellos lo que sirva para ayudarles: mostrarles el cariño, dejar la queja,

considerarles responsables y capaces, respetarles en su evolución, felicitarles los avances,

escucharles con el corazón y sin emitir juicios, vivirlos valiosos como personas aunque tengan

conductas a modificar…

Irá bien que los padres compartan con sus hijos tiempos para hacer alguna actividad de interés

común: jugar al ajedrez, ver un programa de televisión o comentar sus experiencias de cuando

tenían una edad parecida. Y, si hay más de un hijo o hija, convendrá que les dediquen ratos

específicos a cada uno de ellos.

| 1005 visitas | comentar

¿QUÉ BENEFICIOS TIENE PARA LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS JUGAR AL AJEDREZ? Pepe López / Domingo, 13 de marzo de 2011

Jugar al ajedrez resulta una actividad muy interesante para los niños y las niñas pues, además

de servirles de entretenimiento y de diversión, posibilita que desarrollen una serie de

habilidades y de capacidades.

En algunos países le dan mucha importancia al ajedrez, ya que figura en los programas

educativos como asignatura optativa y, en otros, tienen diseñados proyectos específicos para

su promoción entre los escolares. Los expertos recomiendan que los niños se inicien en el

ajedrez a partir de los cuatro años.

Entre los beneficios que adquieren quienes lo practican está el desarrollo de la memoria, ya

que les resulta muy útil retener jugadas de partidas anteriores. Asimismo fomenta el aumento

de la atención y de la concentración, pues un pequeño descuido puede significar la pérdida de

la partida.

Además sirve para que los niños caigan en cuenta que, como ocurre con cualquier actividad,

en el ajedrez se requiere planificar y valorar las diferentes opciones y elegir la que se considere

mejor. Se precisa tener una visión de conjunto de la partida en cada momento y una

perspectiva de futuro, ya que se darán resultados distintos si mueven una u otra pieza. Por

tanto, otra de las virtudes que aporta la práctica del ajedrez es que ayuda a la adaptación a

nuevas situaciones, pues el tablero va presentando una configuración de cambio permanente.

Por consiguiente, los jugadores necesitan utilizar la imaginación y pensar de manera

organizada cada uno de los movimientos que hagan, pues sus decisiones, al igual que en la

vida real, tienen unas consecuencias de las que necesitan responsabilizarse. A diferencia de

los deportes de equipo, que cuando se pierde se tiende a echar la culpa al árbitro o a las malas

artes del equipo contrario, en el ajedrez no caben esas escusas dado que se juega solo.

En el ajedrez hace falta tiempo para estudiar las jugadas más oportunas, por lo que se fomenta

la paciencia y la constancia, y no caben ni la precipitación ni el abandono.

Como el ajedrez implica aceptar unas normas y, también, los propios límites, va bien practicarlo

tomándolo como un pretexto para superarse y crecer intelectual y emocionalmente. Por tanto,

no procede dejarse llevar por la frustración o el enfado cuando se haya perdido una torre, un

alfil o la partida.

| 926 visitas | 1 comentario | comentar

¿QUÉ APORTA EL CÁLCULO MENTAL A LOS CHICOS Y A LAS CHICAS? Pepe López / Domingo, 6 de marzo de 2011

Vivimos en una sociedad en la que abundan: los porcentajes, los descuentos, las

estadísticas… Por consiguiente, cada día nos encontramos ante situaciones en las que

necesitamos hacer cálculos, en ocasiones de manera rápida. Por ejemplo, para comprobar si

nos han dado bien las vueltas de la compra, para ver si han aplicado el descuento anunciado

en las rebajas, o para saber el coste de una serie de productos.

Estos cálculos resultan fáciles si se dispone de una calculadora, o si se tiene papel y un

bolígrafo y se domina el cálculo escrito. Sin embargo, si no se dispone de ninguno de ellos, irá

muy bien utilizar el cálculo mental. Además, para lograr más autosuficiencia y menos

dependencia de algunos aparatos e instrumentos, conviene propiciar en los chicos una

conducta más activa ante los actos cotidianos que requieran de algún tipo de cálculo.

En la escuela, en general, se tiende a hacer hincapié en el cálculo escrito y se practica menos

el cálculo mental. Quizá por ello, se observa que existe una tendencia a hacer cálculo mental

como si se estuviera haciendo cálculo escrito.

El dominio del cálculo mental es una de las competencias básicas que se establece para los

chicos y chicas de primaria y secundaria. Lo fundamental está en que conozcan distintas

formas de operar con los números y que, para cada cálculo mental, apliquen la que resulte más

adecuada. Todas estas actividades ayudan para que los chicos alcancen mayores niveles de

atención y de concentración; y aumente su memoria, agilidad mental y su imaginación

matemática.

Se puede hacer cálculo mental para resolver problemas sencillos conociendo una serie de

técnicas. Las hay muy simples, por ejemplo, saber que para dividir por cinco se divide por diez

y se multiplica por dos; o cuando en una suma de dos números, si uno de ellos está próximo a

una decena, se completa hasta llegar a la misma y se le restan esos números al otro sumando.

Desde hace mucho tiempo se conoce que aquellos países que inician muy pronto a los niños y

niñas en el cálculo mental, como China o Japón, suelen destacar por su alta capacitación para

las matemáticas.

Los padres y las madres pueden colaborar en que los niños aprecien y dominen el cálculo

mental, convirtiéndolo en una especie de juego y practicándolo unos minutos al día.

| 529 visitas | comentar

¿SE EDUCA EN EL RESPETO A LA MULTICULTURALIDAD? joseluis / Domingo, 30 de enero de 2011

En la actualidad hay muchos chicos y chicas que conviven con compañeros de culturas y de

procedencias variadas. Se puede observar que, cuando dicha convivencia empieza en

Educación Infantil, los niños viven con naturalidad esa situación y no se presentan problemas

por el hecho de haber nacido en otro país o por tener otro color de piel. También ayuda que

desde los centros escolares se haga especial hincapié en el respeto y en la tolerancia, como

pilares básicos para la convivencia.

Las personas solemos considerar nuestra cultura como la mejor y, aunque critiquemos algunos

aspectos de la misma, la defendemos si alguien de fuera la cuestiona. Tenemos la mente

dualizada, entrenada en ver más lo negativo y en no aceptar las diferencias, ya que se toman

como base creencias como: “O estás conmigo o estás contra mí” o “No hay suficiente para

todos”. Todo ello lleva a un registro interno de escasez, lo cual supone que la discriminación y

la exclusión pueden darse con relativa facilidad, ya que no nos caben todas las personas, ni

sus formas de entender la vida, ni en la cabeza ni en el corazón.

(Muchas veces la discriminación de colectivos o de personas no viene por tener una cultura

diferente, sino por tener pocos recursos económicos).

El respeto a la diversidad comienza a entenderse y a ejercitarse dentro de la propia familia, ya

que suelen darse diferencias evidentes, muchas veces entre los propios hermanos.

El papel que jueguen los padres, tanto en el tratamiento de las diferencias entre los miembros

de la propia familia, como ante los comentarios que hagan a sus hijos sobre sus compañeros

“diferentes”, va a resultar determinante. Vivir al otro como riqueza y aceptar que hay formas

variadas de resolver los problemas y de establecer las relaciones, se constituyen en valores

importantes.

A veces son los prejuicios los que llevan a la intolerancia y a la discriminación, por eso es

importante conocer al otro.

Hoy resulta fácil relacionarse con personas de otras culturas y conocer sus comidas, sus

costumbres o sus manifestaciones artísticas. También puede hacerse visitando exposiciones,

yendo a conciertos o leyendo o escuchando sus cuentos y su historia. Y, si hay ocasión, se

pueden visitar otros países, pues viajar se constituye en una buena escuela para la tolerancia.

| 1067 visitas | 3 comentarios | comentar

¿LES AYUDAMOS A LOS HIJOS E HIJAS A SENTIRSE CAPACES Y VALIOSOS? Pepe López / Domingo, 23 de enero de 2011

Bastantes niños y niñas viven experiencias, que sin ser necesariamente traumáticas, pueden

dejarles huellas importantes en alguna parcela de su personalidad. Me refiero a las

consecuencias de algunos mensajes que los padres o los profesores dirigen a los niños,

bastantes de los cuales, aunque estén orientados a estimularles o intenten corregir algunas

conductas, pueden tener resultados diferentes a los esperados.

La tarea de educar resulta compleja y no ofrece garantías plenas de que educando de una

manera específica habrá un resultado concreto. La realidad nos muestra lo difícil que resulta a

veces que un niño asuma determinadas actitudes y comportamientos y, por el contrario, en

otros casos un simple comentario puede resultar suficiente para que le quede grabado como

programa de vida.

En educación sólo podemos hablar de probabilidades. Se sabe que incidiendo en una dirección

determinada aumentan las posibilidades de que se produzcan los efectos esperados. Por tanto,

los mensajes que los padres y el profesorado dirijan a los niños necesitan estar impregnados

de confianza en ellos, de sentirlos con capacidad para solucionar sus problemas y para mejorar

personalmente.

Los mensajes positivos sirven para que los niños descubran habilidades que están dormidas o

para reforzar otras de las que ya tenían consciencia. Sin embargo, cuando contienen crítica o

infravaloración, los niños quizá incorporen cualidades como la inutilidad o la minusvalía en

alguna faceta, como si fuera una de sus señas de identidad (desordenado, vago,…). También

cuando los padres no permiten que los niños hagan sus tareas y las hacen por ellos, ya que les

están incapacitando con su sobreprotección.

Lo más importante para un niño es sentirse aceptado por los compañeros y que les llegue el

amor de los padres de forma nítida. Si esto no se da así hará cualquier cosa para conseguir,

cuando menos, la atención de los cercanos.

Si a los niños y a las niñas se les da participación, se les permite que se responsabilicen de sus

tareas y resuelvan sus problemas, si se les quiere de manera incondicional y se les vive

valiosos y capaces, ellos se sentirán que tienen límites, y también se sentirán con poder

interno, con seguridad y con confianza en sí mismos y podrán tener una autoestima ajustada.

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¿ENSEÑAN LOS PADRES A SOLUCIONAR LOS PROBLEMAS A SUS HIJOS? Pepe López / Jueves, 13 de enero de 2011

A la hora de orientar la solución de los problemas de

los hijos, generalmente los padres y las madres inciden más en la parte teórica de los mismos

que en la parte práctica.

¿De qué sirve que el padre repita a su hijo que no le deje las pinturas a un compañero de

clase, porque no se las devuelve, si cuando se las pide no se atreve a decirle que no?

Tampoco le sirve de ayuda a un chico si sus padres le indican que si otro chico le pega, que se

defienda pegando, cuando las normas del colegio dicen lo contrario y, además, si lo hace

puede estar incurriendo en una falta grave.

Para orientar la solución de dichos problemas se requiere analizarlos, tomando en

consideración el contexto en el que se dan y las emociones que subyacen. Seguidamente se

estudiarán las posibles soluciones, las cuales estará bien ensayar para cada caso.

En otras ocasiones los padres necesitan asegurarse de que los chicos han entendido bien lo

que les piden. Si les dicen que ordenen su habitación o que frieguen la cocina, previamente les

ha tenido que explicar en qué consiste “ordenar” y “fregar”, pues puede que los padres tengan

una forma distinta de hacerlas a la de los hijos, ( y que en algunos casos estará bien respetar).

A veces se resuelven algunos incidentes dando a los chicos una nueva oportunidad de repetir

una acción, pero ahora haciéndolo de manera adecuada: no gritando, recogiendo algo que ha

tirado o haciendo una tarea olvidada.

Otro tipo de problemas, como la ropa que se ponen los niños o el horario para hacer las tareas

del colegio, pueden solventarse permitiéndoles participar y elegir. A veces son los propios

padres los que crean los conflictos por no mostrar un poco de tolerancia y de flexibilidad. ¿Qué

dificultad hay que los niños elijan la ropa que se ponen (entre las opciones que los padres

consideren adecuadas), o que empiecen las tareas del colegio media hora antes o después?

El pacto entre los padres y los hijos suele ser una de las mejores formas de evitar sufrimientos

y de solucionar problemas. Los niños tienen su propio criterio sobre las cosas, el cual necesitan

expresar, y también sentirse tenidos en cuenta. Cuando se cuenta con ellos y se sienten

respetados, muestran una actitud mucho más colaboradora que cuando se les intenta imponer

lo que han de hacer.

| 2361 visitas | comentar

¿RESULTA ÚTIL EL SUFRIMIENTO DE LOS PADRES Y DE LAS MADRES? Pepe López / Domingo, 5 de diciembre de 2010

Podemos observar que en nuestra cultura el

sufrimiento está considerado como normal y “necesario”, y que, cuando se dan problemas,

dicho sufrimiento es mayor cuanta más cercanía familiar existe. Por eso si algunos padres o

madres no se preocupan y sufren cuando los hijos viven algún tipo de dificultad, aunque sea

pequeña, se puede llegar a pensar de ellos que no tienen sentimientos o que no quieren a sus

hijos.

Como consecuencia de esa mentalidad, los hijos se pueden convertir en unos activadores

continuos del sufrimiento de los padres y de las madres, dado que se presentan problemas de

forma permanente. Por ejemplo: si no comen; si tienen alguna dolencia; cuando piensan que

les puede pasar algo malo; si no tienen los resultados académicos que esperan; o cuando se

comportan de manera inadecuada. También los padres pueden tener vivencia de culpa, por lo

que han hecho con los hijos o por lo que podían haber hecho y no hicieron en su momento.

Vemos que en ocasiones el sufrimiento se activa con dificultades importantes, pero en otras

con una simple palabra o con un gesto.

Si nos preguntarnos: ¿en qué ayuda el sufrimiento a los padres para resolver las dificultades

que muestran sus hijos?, la respuesta parece clara: en nada. Al contrario, ya que, además del

dolor que soportan, pierden capacidad para solucionar dichas dificultades. Además, los hijos

también captan los sentires de sus padres y suelen incorporarlos a su programa emocional.

Por tanto, si el sufrimiento no ayuda, lo que procede es empezar a dejarlo, para lo cual se

requiere orientación y apoyo. Para comenzar pueden resultar útiles las siguientes

consideraciones:

Observar que se van presentado estados emocionales: miedo, culpa…, con los que

uno sufre, y son tan habituales que los consideramos “normales”.

Trabajar para incorporar la creencia de que el sufrimiento, aunque esté en nosotros, no

nos corresponde.

Partir de que, igual que dedicamos tiempo y energía a atender las necesidades físicas,

se requiere también atender al campo emocional propio y el de los hijos e hijas.

Transformar dichos sufrimientos en emociones que vayan en dirección opuesta a dicho

sufrimiento. Por ejemplo, cambiar la culpa por vivirse inocente; el miedo por sentir

entereza y seguridad interna; o el enfado por ver lo positivo y tener tolerancia.

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¿SE EDUCA PARA LA IGUALDAD A LOS NIÑOS Y A LAS NIÑAS? Pepe López / Jueves, 28 de octubre de 2010

Últimamente en los foros educativos se habla menos de la

necesidad de educar a los niños y a las niñas en la igualdad de género. Parece como si dicha

igualdad ya se hubiera alcanzado y no fuera preciso mantener ese discurso.

Resulta evidente que desde el último cuarto del siglo XX ha habido un avance significativo para

favorecer la igualdad entre hombres y mujeres. Se han hecho cambios legislativos al respecto y

progresivamente se va cambiando la antigua mentalidad.

Sin embargo, se puede observar que en bastantes actividades cotidianas, todavía se

mantienen inercias del pasado. ¿Quién limpia, compra y cocina en casa fundamentalmente?

¿Quiénes asisten sobretodo a las tutorías y reuniones del colegio? ¿Las madres o los padres?

Y, paradójicamente, ¿quiénes forman parte de la Junta de la Asociación de madres y padres, o

del Consejo Escolar y de los equipos directivos de los centros escolares? En el lenguaje que se

utiliza, ¿tiene suficiente presencia lo femenino? ¿Los padres y las madres ven con buenos ojos

que un niño juegue con muñecas y cocinas o haga ballet? ¿O que una niña sienta atracción

hacia los camiones o las retroexcavadoras?

Sabemos que el ámbito familiar se constituye en uno de los principales lugares donde los niños

y las niñas incorporan los valores más importantes y, por consiguiente, en el que pueden

educarse en la igualdad entre ellos. Por lo tanto, los papeles que asuman el padre y la madre

en relación con las tareas de la casa, serán los modelos donde sus hijos e hijas se fijarán y

aprenderán. En consecuencia, va bien que, tanto a los niños como a las niñas, se les facilite

realizar cualquier trabajo de la casa. De esta forma, además de que contribuyen en las tareas

cotidianas, se les está preparando en la igualdad de género y podrán actuar en consecuencia

cuando se emancipen.

También conviene que las madres y los padres estén atentos y muestren una actitud crítica

sobre aquellas imágenes, libros, programas de televisión…, que tengan connotaciones

sexistas.

Por último, resulta importarte ver a cada niño y a cada niña como una persona valiosa y

singular. Como consecuencia de ello a cada uno se le tratará de forma diferente, pero teniendo

muy claro que dicha diferencia no se estipula en función del sexo, sino tomando en

consideración sus necesidades, madurez e intereses.

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¿CÓMO ENSEÑARLES BUENOS MODALES A LOS CHICOS? Pepe López / Sábado, 18 de septiembre de 2010

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Hay conductas que a bastantes chicos y chicas les resulta complicado poner en práctica en las

relaciones cotidianas: saludar, pedir bien las cosas, ceder el asiento, no interrumpir,

comportarse adecuadamente en la mesa, respetar el entorno, no decir tacos, dar las gracias…

Los buenos modales o la buena educación, (muy tenidos en cuenta en otros tiempos), están

hoy un tanto devaluados. Sin embargo, se precisa volver a considerarlos importantes, tanto en

el colegio como en casa, ya que forman parte de la educación en valores.

Para educar el respeto, el saber agradecer, el tener en cuenta a los otros, la amabilidad… se

requiere constancia, felicitar a los chicos sus avances y, sobre todo, el buen ejemplo.

La formación en estos aspectos debe orientarse para que los niños sepan comportarse en

cualquier lugar y circunstancia. No es difícil observar a niños que en el ámbito escolar tienen un

buen comportamiento, pero al salir del mismo muestran falta de respeto a sus padres; también

se puede ver que otros tienen buenos modales con algunas personas, pero con otras no;

algunos que no respetan los espacios y mobiliario público…

Los padres y el profesorado son los modelos en los que los niños se miran y, por tanto, van a

tender a imitar lo que hagan. A veces los adultos piden a los niños conductas que ellos no

hacen: les recriminan que griten, pero ellos gritan; les disgusta que digan tacos, pero ellos los

dicen con frecuencia… Y sabemos que si no coincide lo que les dicen los padres con lo que

éstos hacen, los niños siguen lo que hacen, no lo que dicen.

Cuando los niños no tienen buenos modales los padres se centran más en la crítica que en el

reconocimiento positivo, cuando sí que los tienen. Sin embargo, sabemos que las felicitaciones

les ayudan cuando hacen lo adecuado, pues les refuerzan y les estimulan a seguir en esa

dirección.

Los niños necesitan saber cómo comportarse en cada situación (en la mesa, los saludos, la

higiene…) y los padres pondrán los medios para que puedan realizarlas e ir asentando los

buenos modales. Por ejemplo: para que los niños coman de forma adecuada precisan tener

una silla, cubiertos a su medida…; o para que pidan las cosas de manera correcta tienen que

oír decir a los padres: “Te pido”, “¿Me puedes ayudar?” o “Por favor, ¿me acercas el libro?”.

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¿POR QUÉ NO LES ENSEÑAN A PLANCHAR Y A PONER LA LAVADORA? Pepe López / Sábado, 11 de septiembre de 2010

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A los padres y a las madres les gusta que sus hijos asuman sus responsabilidades y aprendan

a resolver los problemas que se les presentan, sin embargo, a bastantes chicos y chicas esto

les resulta difícil de realizar.

Los padres les repiten una y otra vez: haz tu cama, pon la mesa, haz las tareas del colegio...

Seguramente les parece que insistiendo van a tener mejores resultados, pero no suele suceder

así. Los hijos saben perfectamente lo que les corresponde hacer y, por tanto, les sobran los

continuos recordatorios, los sermones y las amenazas. Lo que procede es probar otras formas

que pueden tener más eficacia.

Conviene presentar a los hijos la responsabilidad como una NECESIDAD, no como una

obligación ni como una especie de castigo. Va bien decirles que mientras uno está vivo precisa

resolver cada día muchos asuntos: asearse, desayunar, estudiar, lavar, planchar, cocinar,

comprar… Por tanto, ante este tipo de tareas sólo cabe una solución: hacerlas. No tienen

sentido el “No me gusta o no me apetece o luego lo haré”. Y si los niños las dicen, los padres

les contestarán: “Hijo, lo necesitas hacer”.

Asimismo los padres precisan PERMITIR que los hijos aprendan cómo se hacen las faenas y

las conviertan en hábitos o rutinas. Con frecuencia los padres les hacen las tareas, les

sobreprotegen, sin darse cuenta de que esa gestión incorrecta perjudica a los niños, ya que les

crea dependencia y merma su autoestima.

Existen actividades que los niños pueden empezar a desempeñar desde muy pequeños, y

otras que requieren más madurez y un aprendizaje hasta poder hacerse cargo totalmente de

ellas, por ejemplo, de la lavadora.

Limpiar la ropa conlleva una serie de trabajos: clasificación por colores y tejidos, detergentes,

temperatura, programas, tender… Aunque parece un poco complicado, un niño puede

aprenderlo, de forma gradual, sin ninguna dificultad. Si maneja perfectamente un ordenador,

¿cómo no va a aprender el funcionamiento de una lavadora que es bastante más sencillo? Algo

parecido ocurre con planchar la ropa. Simplemente se trata de que los padres le enseñen y le

den la oportunidad de practicar.

Para que los niños incorporen la responsabilidad es útil hablar con ellos de los trabajos que

conlleva la casa, escucharles, confiar en ellos y llegar a acuerdos por medio de PACTOS.

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¿CÓMO MOTIVAR A LOS CHICOS Y CHICAS POR EL ESTUDIO? Pepe López / Sábado, 4 de septiembre de 2010

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Un número significativo de chicos y de chicas tienen una actitud negativa hacia el aprendizaje

escolar y, en consecuencia, viven el estudio como una pesada carga. El mayor aliciente que

presenta para ellos la escuela o el instituto es que les posibilita estar con los amigos y con los

compañeros.

Dado que los chicos están muchos años en los centros escolares, los padres y el profesorado

necesitarán utilizar algunas técnicas para motivarles.

La familia juega un papel fundamental para que los niños encuentren sentido al estudio, tengan

curiosidad permanente por el aprendizaje y disfruten con ello. Por eso, si ven que sus padres

no se quejan del trabajo, muestran interés por lo que hacen y están abiertos a nuevas

enseñanzas, los hijos irán incorporando una actitud positiva hacia el estudio y hacia sus tareas

habituales.

También contribuyen, en la adquisición del gusto por la escuela, los comentarios positivos que

los padres hagan hacia la institución escolar y hacia el profesorado. No les ayuda a los chicos

que se hable de la escuela como un lugar duro y exigente ni que las vacaciones sean sólo una

“liberación” de dicha “condena”. Por tanto, va bien no hacer comentarios, como: ¡Qué ganas

tengo de que empiece la escuela para que te enteres de lo que es bueno!

Asimismo resulta importante que los padres se interesen por las actividades escolares de sus

hijos y les ayuden si fuera necesario. En todo momento conviene adecuar la dificultad de las

tareas a la capacidad de cada chico y, al mismo tiempo, mostrarles confianza y expectativas de

que pueden realizarlas. Y, a medida que vaya sintiéndose capaz, se le irán presentando

nuevos retos.

A lo largo del proceso de enseñanza es importante que los padres y el profesorado valoren la

constancia en el estudio e inviten a los chicos a prestar atención, más que al resultado final, a

todos los pasos que conlleva el aprendizaje de cualquier tema.

El profesorado desempeña una destacada función en la motivación de su alumnado. Se puede

observar que una asignatura despierta más o menos interés simplemente por el profesor que la

imparte. Además, pueden usar una serie de técnicas, como por ejemplo: partir de los intereses

de los niños, fomentar la participación, reconocerles los avances, desarrollar la creatividad y el

sentido del humor…