comité de vigilancia de whitechapel

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El Comité de Vigilancia de Whitechapel El llamado “Comité de Vigilancia de Whitechapelrepresentó un grupo no gubernamental conformado por una serie de ciudadanos comunes, quienes de modo voluntario cooperaron con las fuerzas del orden en la infructuosa búsqueda de Jack el Destripador, y fue creado a instancias de comerciantes del East End londinense, preocupados por los efectos nocivos que los crímenes de ese asesino provocaban en la zona. (1)

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Trabajo sobre el Comité de Vigilancia de Whitechapel que infructuosamente buscó al asesino serial Jack el Destripador, y que se formó en el otoño de 1888 como respuesta ante la impotencia de las autoridades en capturar al homicida de prostitutas.

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El Comité de Vigilancia de Whitechapel

El llamado “Comité de Vigilancia de Whitechapel” representó un grupo no gubernamental conformado por una serie de ciudadanos comunes, quienes de modo voluntario cooperaron con las fuerzas del orden en la infructuosa búsqueda de Jack el Destripador, y fue creado a instancias de comerciantes del East End londinense, preocupados por los efectos nocivos que los crímenes de ese asesino provocaban en la zona. (1)

Su creación data del 10 de septiembre de 1888, dos días después del brutal asesinato contra Annie Chapman, el cual operó a manera de detonante o de “gota que desborda el vaso” y (como su nombre indica) la actividad del Comité se enfocó de lleno en el distrito de Whitechapel y sus barrios circundantes. Eligieron en calidad de Presidente a George Akin Lusk, un empresario del ramo de la construcción, de mediana edad y de origen judío, al igual que la mayoría de los primeros dieciséis fundadores de la agrupación. No ha quedado registro sobre los nombres completos de estos miembros originales y, en muchos casos, únicamente se conserva noticia del apellido.

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Los iniciales componentes fueron: Joseph Aarons, dueño de la taberna “El ángel y la corona”, sita en el número 74 de Mile End Road, a quien impusieron en el cargo de tesorero, B. Harris, que ofició de secretario, Albert Backert, H. A. Harris, Cohen, Laugton, Lord, Isaacs, Rogers, Mitchell, Hodgkins, Lindsay, Reeves, Jabobs, y Barnett (este último sin ninguna relación con su homónimo Joseph, amante de la víctima Mary Jane Kelly). George Lusk, Joseph Aarons y Spencer Charrington (que se integró posteriormente) cooperaron donando 5 libras esterlinas cada uno, y ese dinero se destinó a sufragar gastos organizativos, de acuerdo quedó consignado en una precaria acta labrada al efecto. (2)

Una de las primeras erogaciones realizadas por la agrupación consistió en contratar a dos detectives privados, Mr. Le Grand y Mr. J. H. Betchelor, aunque no se guarda constancia de las medidas adoptadas por estos pesquisantes profesionales. Otro insumo lo configuró la contratación de vigilantes improvisados a fin de patrullar durante las noches las callejuelas aledañas a donde venían sucediéndose los óbitos. Se valían de desocupados y de jubilados, a quienes dotaban de chanclos de goma que amortiguaban el sonido procedente de sus pisadas, y también de una porra de madera y de un silbato. Por fortuna, otros británicos también se sumaron a la noble causa secundando desinteresadamente la labor del Comité en los patrullajes nocturnos. Las actividades que estos hombres llevaron a cabo fueron bastante sensacionalistas. Colocaron gran número de carteles y de afiches en la vía pública, así como en los frentes de tabernas y de hospedajes, solicitando ayuda a los residentes del distrito. En definitiva, generaron el suficiente alboroto para hacerse conocer. Pronto todos en el este de Londres sabían de su propósito y cometido, y tal cosa, si bien despertó simpatías, dio lugar al surgimiento de bromistas malintencionados. Remitentes anónimos enviaron cartas obscenas o amenazantes al Comité. En especial se ensañaron con su Presidente, George Lusk. La más notoria de tales cartas arribó a su domicilio el 16 de octubre de 1888. Adjunta a la misiva iba una caja de cartón que guardaba un trozo de riñón humano embebido en glicerina (3).

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Otra de las acciones del Comité radicó en elevar un petitorio al Ministro del Interior inglés (Sir Henry Matthews) solicitando autorización para recompensar a aquellos que proporcionasen información útil sobre el caso. Pero el Ministerio se mostró reacio, y por mediación del Secretario Leigh Pemberton les comunicó que desaconsejaba la práctica de dar recompensas, pues el Gobierno opinaba que ello sólo servía como acicate a la codicia de gente desaprensiva, induciéndola a formular denuncias falsas, extremo que a la larga aparejaría más mal que bien (4)

El entusiasta grupo se disolvió aproximadamente por los meses de marzo o abril de 1889, al percibir el desinterés y la desidia de las autoridades en la continuación de la búsqueda. Quizás, a modo de resignación, circuló la anécdota de que uno de sus participantes más activos, Albert Backert, concurrió a las comisarías próximas al área de los crímenes, las de las calles Comercial y Leman, respectivamente, expresando, a nombre propio y de sus compañeros, el malestar que sentían ante la cada vez menor fuerza policial dedicada a la captura del Destripador. Los oficiales le habrían confiado a Backert que ese afloje era debido a que ya no existía verdadera necesidad de seguir la persecución. Estaban convencidos de que el victimario se había suicidado arrojándose al Támesis luego del crimen inferido el 9 de noviembre 1888. Por razones no muy claras, parece que le requirieron bajo juramento a Backert y a los demás miembros que no divulgaran ese dato, y que desintegraran sin más trámite el Comité, pues estaban seguros de que no se verificarían nuevas mutilaciones de mujeres en la región (5)

Lamentablemente, el homicidio por degollamiento de otra prostituta sobrevenido poco más tarde (Alice Mc Kenzie, el 17 de julio de 1889) echaría por tierra con ese optimismo.

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REFERENCIAS.-

(1) Pombo, Gabriel, El monstruo de Londres. La leyenda de Jack el Destripador, editorial Artemisa, Montevideo, Uruguay, 2008, pag. 45.(2) Begg, Paul, Jack the Ripper. The definitive history, editorial Pearson Education Limited, Londres, Inglaterra, 2005, pags. 203 y 204.(3) Evans, Stewart y Skinner, Keith, Jack el Destripador, Cartas desde el infierno, traducción de María Teresa de Cuadra, ediciones Jaguar S.A, Madrid, España, 2003, pags. 84 a 89. (4) Evans, Stewart y Skinner, Keith, The Ultimate Jack the Ripper, Sourcebook, editorial Robinson Ltd, Londres, Inglaterra, 2001, pags. 209 a 212.(5) Wilson, Colin y Odell, Robin, Jack el Destripador, Recapitulación y veredicto, traducción de Cristina Pagés, editorial Planeta S.A, Barcelona, España, 1989, pags. 199 y 200.